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(Lit. Latinoamericana I)

Leer a Colón

de Margarita Zamora

Traducción de: Juan Manuel Rodríguez Piñeiro

Corrección y revisión especializada de: Vanina M. Teglia

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Leer a Colón

El acto de escritura de Cristóbal Colón dirigido a la Corona para anunciar el


Descubrimiento fue un evento tan crucial como el acto de descubrimiento mismo.
Su carta no solo hizo que el evento histórico fuera conocido por otros sino que el
futuro mismo de la empresa dependió de cómo se la representó para aquellos que
estuvieran en posición de decidir su destino.
Así como escribir, leer tiene sus consecuencias; nuestras ideas actuales
sobre el primer viaje de Colón son, por lo menos, tanto el resultado de como fueron
leídos los textos colombinos como resultado del modo en que fueron escritos. Este
ensayo considera las primeras lecturas de los escritos colombinos a través de un
lente comparativo, enfocándose en dos versiones de la anunciación del
Descubrimiento. Ambas fueron aparentemente escritas por Colón, aunque, como
hago notar más abajo, el tema es asunto de debate. Haciendo a un lado la disputa
sobre la autoría de estas versiones, sin embargo, las variaciones significativas entre
los dos textos sugieren que uno constituye una lectura del otro, una enmienda del
acto de escritura original que creó una imagen nueva y diferente del
Descubrimiento.
Por supuesto, no todo acto de lectura constituye literalmente un nuevo
texto. Pero leer es siempre, al menos en un sentido metafórico, una reescritura.
Como lectores, privilegiamos ciertos aspectos del texto, reprimimos otros,
entendemos mal algunos y quizás en ocasiones entendemos demasiado bien la
Historia que tenemos frente a nosotros. Las lecturas están, en todo caso, siempre
en tensión creativa con el texto. Al subrayar la cualidad productiva del acto de
lectura, mi propósito es explorar el papel que ha jugado la lectura en la escritura de
la historia del Descubrimiento.
Tal como narra el Diario de la primera navegación, el 14 de febrero de 1493,
en medio de una tormenta que amenazaba su vida, Colón escribió a Fernando y a
Isabel anunciando el Descubrimiento. Selló su carta dentro de un barril, junto con
una nota pidiendo, a quien la encontrase, que la entregara cerrada a los soberanos,
con promesa de una sustancial recompensa si se seguían las instrucciones; luego
arrojó el barril por la borda al capricho de los vientos y el oleaje.1 Dada la feroz
tormenta y el hecho de que Colón no había visto aún tierra alguna, aunque había
calculado que navegaba en las inmediaciones de las Azores, la composición de esta
carta parece más un acto desesperado que uno de optimismo prematuro. El 4 de
marzo escribió al rey de Portugal y, nuevamente, a los soberanos españoles. Según
el Diario, Colón había conseguido hallar la ruta hacia las tranquilas aguas de la
desembocadura del río Tajo en ese día y ambas cartas fueron aparentemente
enviadas por tierra.
Otras dos cartas, ambas fechadas el 15 de febrero de 1493, también
anunciando el Descubrimiento, han sido adjudicadas a Colón. Una estaba dirigida a
Luis de Santángel, la otra, a Rafael (Gabriel) Sánchez. Ambos eran funcionarios de
la Corona de Aragón y habían sido fundamentales en la facilitación de la empresa
colombina. Ninguna de estas cartas, sin embargo, se menciona en el Diario, y el
lugar donde fueron compuestas, indicado en las cartas, contradice el itinerario de
Colón.2
Hasta hace poco, las únicas versiones de la anunciación que se sabía que
habían sobrevivido eran los textos casi idénticos de las cartas dirigidas a Santángel
y a Sánchez. A unos pocos meses del regreso de Colón, habían sido publicadas en
varias ediciones y en tres lenguas distintas a lo largo de toda Europa. La carta del
14 de febrero, aparentemente, se perdió en el mar. Los únicos rastros que quedan
de ella son las referencias en el Diario y en las subsiguientes historias que se
derivan de ese relato de la primera navegación.3 Las cartas del 4 de marzo, a João
II de Portugal y a Isabel y Fernando, también desaparecieron sin dejar rastros, pero
probablemente por la razón contraria: no porque se extraviasen en su ruta hacia
sus destinatarios sino porque fueron, de hecho, recibidas y leídas. Como
documentos oficiales de considerable importancia, sin duda debieron haber sido

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copiadas y los originales, tratados con el mayor cuidado. No obstante, hasta 1989,
teníamos solo algunas referencias de su existencia: el Diario menciona la carta al
rey portugués; la posdata de las cartas publicadas a Santángel y a Sánchez
menciona la carta a los soberanos españoles; y la correspondencia de la Corona a
Colón acusa recibimiento de una carta que la mayoría de los eruditos creen que fue
probablemente el texto del 4 de marzo. Sin embargo, las cartas mismas fueron
víctimas de algún accidente o, más probablemente, de la supresión deliberada por
parte de funcionarios que las consideraron como secretos de estado en las cortes
castellana y portuguesa. Estuvieron completamente pérdidas hasta 1989, cuando
Antonio Rumeu de Armas publicó una copia sin fecha ni firma de la carta del 4 de
marzo, basada en un manuscrito de origen incierto, probablemente de mediados
del siglo XVI.4
Las cartas fechadas el 15 de febrero destinadas a Santángel y a Sánchez,
por el contrario, circularon tan vigorosa y ampliamente que parecen haber sido
parte de una campaña deliberada de propaganda. Tras un estudio meticuloso de los
enigmas que rodean la composición y publicación de las cartas a Santángel y a
Sánchez, Demetrio Ramos Pérez concluyó que la evidencia sugiere, de forma
abrumadora, que se tratan de una versión depurada (quizás por Santángel mismo)
de otro texto (probablemente, la carta del 4 de marzo a Fernando e Isabel) para
dar a conocer la versión oficial del Descubrimiento.5 Yendo más allá de las
inconsistencias con respecto a las fechas y el lugar de composición, Ramos
demuestra cómo las cartas del 15 de febrero respondían al clima político de Europa
en los meses que siguieron inmediatamente a la finalización del primer viaje.
Se ha demostrado que algunas suposiciones de Ramos sobre la carta perdida
dirigida a Isabel y Fernando el 4 de marzo son inexactas comparadas con la edición
de Rumeu. Aun así, la fuerza del argumento de Ramos acerca de que la versión del
15 de febrero fue compuesta como propaganda, parece reforzarse con el texto del
4 de marzo. Aunque similares, las versiones de febrero y marzo ofrecen
representaciones fundamentalmente distintas del Descubrimiento.
Si uno acepta la hipótesis de que Colón mismo fue el autor de cada uno de
estos anuncios del Descubrimiento, entonces, las tres cartas pueden considerarse
destilaciones del diario del primer viaje; esto es, productos de la lectura de Colón
mismo. Tanto Ramos como Rumeu han puesto a prueba una hipótesis similar y han
hallado que la correlación de pasajes específicos es a menudo muy cercana, aunque
las cartas también presentan diferencias significativas con el Diario. El problema
fundamental de este enfoque, empero, es que todas las versiones que se conservan
del itinerario del primer viaje son de segunda mano. Fernando Colón y Las Casas
citaron y parafrasearon extensamente el diario de la navegación en sus relatos de
ese viaje, pero sus textos solo pueden considerarse reconstrucciones de lo que sea
que Colón haya escrito. Incluso, la edición de Las Casas del Diario, la versión más
cercana que tenemos del relato de Colón, es un resumen en gran medida editado
de una copia del texto, compuesto por Las Casas en el siglo XVI.6 Otros dos
factores también tienden a socavar cualquier conclusión que se extraiga de
semejante análisis comparativo. En primer lugar, no hay hológrafos disponibles de
estos textos. Las versiones más cercanas que existen de la carta original del 15 de
febrero son copias de archivo del texto dirigido a Santángel y las primeras ediciones
sobrevivientes de los textos publicados. La copia –publicada por Rumeu– de la carta
del 4 de marzo dirigida a Fernando e Isabel es 150 años posterior respecto del
original. Semejante laguna hace esencialmente imposible extraer alguna conclusión
sólida sobre las fuentes de las variaciones o aun sobre el significado de sus
similitudes.
Con la publicación de la carta del 4 de marzo de Rumeu, no obstante,
disponemos ahora de dos versiones diferentes de la anunciación del
Descubrimiento. Sin dudas, una de ellas es una lectura de la otra. Y si bien no
puede ser posible verificar con certeza absoluta cuál de estos textos es el original y
cuál, la revisión, o determinar quién realizó la reescritura, la comparación de las
dos versiones nos presenta una oportunidad para considerar las consecuencias que

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las primeras lecturas de la escritura colombina han tenido en nuestra comprensión
del Descubrimiento.
Rumeu (1:27-41) sostiene que Colón debió haber escrito dos versiones
diferentes de la anunciación, una dirigida a la Corona y la otra, a Santángel y a
Sánchez, todas ellas enviadas juntas a la corte el 4 de marzo de 1493. Ramos, por
otro lado, propone que otro, probablemente Santángel mismo, compuso la versión
del 15 de febrero específicamente para su publicación, trabajando o bien con una
carta que le había enviado Colón o, más probablemente, con la carta del 4 de
marzo dirigida a los reyes.7 En cualquier caso, es difícil cuestionar que otra pluma,
además de la de Colón, intervino en la versión del 15 de febrero, especialmente si
uno está persuadido por Ramos y Rumeu de que su publicación debió llevarse a
cabo con la bendición de la Corona y bajo supervisión oficial.
Una comparación de la carta a Santángel con la carta del 4 de marzo sugiere
fuertemente que la primera pasó por una revisión estilística en camino a su
publicación. En general, más concisa y mejor organizada que la versión a los reyes,
el texto a Santángel resume sistemáticamente varios pasajes más elaborados de la
carta a Isabel y Fernando. Muchos de éstos desarrollan aspectos técnicos de la
exploración, tales como el registro de distancias, direcciones, información
geográfica recibida de los indios y demás. Las descripciones de los pueblos y
paisajes en la carta a Santángel tienden a ser de un carácter más bien general, a
menudo omite detalles –proporcionados en la carta del 4 de marzo– sobre islas
particulares, en pos de caracterizaciones abarcadoras de todas las islas como
grupo. Algunas revisiones parecen haber sido emprendidas con el propósito de
resolver ambigüedades o contradicciones del texto del 4 de marzo. En la carta a
Santángel, por ejemplo, un pasaje que describe el dilema de Colón y sus acciones
en la costa norte de Cuba y que explica su decisión crucial de interrumpir la
exploración de lo que pensó que era el continente difiere de su contraparte en la del
4 de marzo no sólo en la elección de palabras específicas sino, también, en el
mayor grado de detalle que provee respecto de los pensamientos y acciones de
Colón (ver Apéndice, nota 4).
Otros cambios, sin embargo, no pueden atribuirse simplemente al deseo de
economía y claridad del revisor para facilitar la lectura. Claramente, las diferencias
más interesantes son las que sugieren que el texto de la realeza fue
sistemáticamente censurado al ser convertido en la versión pública de la
anunciación. Es en este proceso de redacción, cuyos rastros emergen entre las
líneas del texto cuando se comparan las dos versiones, que se despliega una forma
particular de leer el Descubrimiento.
El desastre de la Santa María es un buen ejemplo. La carta a los soberanos
relata que se dejó atrás la nave insignia con el propósito de construir una
fortificación para los españoles que quedarían en La Navidad. No menciona,
empero, lo que la entrada del Diario del 25 de diciembre explica ampliamente: que
se hizo necesario abandonar el navío y dejar a los hombres en la isla luego de que
la Santa María encallara en un arrecife por negligencia y cobardía de algunos
miembros de la tripulación, por lo que no quedó en condiciones para el viaje de
vuelta. A pesar de la reticencia de Colón, las implicancias de la mala conducta
española deben haber sido claras. Deliberadamente, parecería, no se hace
referencia alguna al destino de la Santa María en la versión dirigida a Santángel.
Las naves son de hecho un tópico destacado en la carta del 4 de marzo.
Colón proporciona observaciones elaboradas sobre las ventajas de usar
embarcaciones más pequeñas para la exploración. Apologéticamente, explica que
había llevado unas más grandes contra su parecer, cediendo a las presiones de una
tripulación temerosa, que era reticente a confiar en los navíos más pequeñas para
la navegación oceánica. Ninguno de estos comentarios aparece en la versión del 15
de febrero, quizás porque fueron considerados potencialmente útiles para
expediciones rivales, o quizás para eliminar las referencias implícitas sobre la
cobardía de la tripulación. Cualquiera haya sido la razón, estos pasajes fueron
eliminados de la versión pública de la anunciación.

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Tampoco se halla, en la versión del 15 de febrero, alguna mención a la
traición de Martín Alonso Pinzón, capitán de la Pinta, que irritó a Colón durante todo
el viaje según el Diario y una alusión a “uno de Palos” en la carta del 4 de marzo. El
alcance de las quejas de Colón sobre Pinzón es difícil de evaluar, pues el manuscrito
de la copia del 4 de marzo está severamente dañado en esta sección, pero es
evidente que Colón quería advertir a la Corona sobre la insubordinación y el
egoísmo de Pinzón al alejarse del resto de la flota para explorar por sí mismo. La
carta a Santángel, sin embargo, no dice nada sobre este asunto. Tampoco
menciona otra fuente de desavenencia: la resistencia generalizada que halló Colón
en la corte antes de su partida. La carta del 4 de marzo, por otra parte, se detiene
en el ridículo y cruel maltrato de sus detractores que debió soportar Colón, de lo
que parece deleitarse en el “se los dije” implícito.
Otras diferencias entre la versión enviada a la realeza y la pública pueden
mostrarse insignificantes al principio, pero, al examinarlas de cerca, revelan
importantes cambios semánticos. Considérense, por ejemplo, los siguientes pasajes
casi idénticos:

Quanto tienen y tenían davan por qualquiera Yo defendí que no se les diesen cosas tan siviles
cosa que por ella se le diese, hasta tomar un como pedazos de escudillas rotas y pedazos de
pedazo de vidrio o de escudilla rrota o cosa vidrio roto y cabos de agugetas; haunque
semejante, quiera fuese oro quier fuese otra cuando ellos esto podían llegar, les parescía
cosa de qualquier valor; los cavos de las haver la mejor ioya del mundo; que se acertó
agujetas de cuero ovo un marinero más de dos haver un marinero por una agugeta, de oro de
castellanos y medio; y destas cosas ay diez mill peso de dos castellanos y medio, y otros de otras
de contar. cosas que muy menos valían, mucho más.
(“Carta a Luis de Santángel”; Varela, 142;
(“Carta a los Reyes”; Rumeu, 2:437) énfasis mío)

Ambos pasajes tratan de intercambios altamente favorables a los europeos


con los taínos, debido a la generosidad o ingenuidad que les atribuye el retrato que
hace Colón (o, más probablemente, a su sistema diferente de valores). En cada
texto, la misma anécdota del marinero que se las arregló para negociar un buen
pedazo de oro por una agujeta de cuero es presentada como si fuese una especie
de paradigma de presentes y futuras transacciones. Pero, en la versión de
Santángel, se agregan las palabras “Yo defendí” y “haunque cuando”, lo que afecta
no sólo el tono sino la significación entera del pasaje. Pues lo que en la carta a
Isabel y Fernando era simplemente un ejemplo del potencial disponible para la
explotación de los futuros socios de intercambio se transforma, en la carta a
Santángel, en una situación creada y bienvenida por los indios mismos, a pesar de
las sanciones explícitas de Colón contra tal craso abuso. Las dos frases cortas
agregadas al texto de Santángel hacen, de los indios, instigadores que invitan y
que perpetúan las desiguales negociaciones que Colón gallardamente trató de
prevenir: es decir, es un ejemplo consumado de culpabilización de la víctima.
Simples diferencias en la organización de los dos textos también producen
variaciones semánticas importantes. Por ejemplo, considérense los pasajes que
describen cómo recibían los indios a los españoles:

generalmente en quantas tierras yo aya y creían muy firme que yo con estos navíos y gente
andado, creieron y creen que yo, con estos venía del cielo8 ... Oy en día los traigo que siempre
navíos y gente, venía del çielo, y con este están de propósito que vengo del cielo, por mucha
acatamiento me rreçibían, y oy, en el día, conversación que ayan havido conmigo. Y estos eran
están en el mesmo propósito ni se an quitado los pri-meros a pronunciarlo adonde yo llegava, y los
dello, por mucha conversaçión que ayan otros andavan corriendo de casa en casa y a las
tenido con ellos; y luego en llegando a villas cercanas con bozes altas “Venit, venit a ver la
qualquiera pobla-zón, los hombres y mugeres gente del cielo.” Así todos, hombres como mugeres,
y niños andan dando bozes por las casas: después de haver el corazón seguro de nos, venían
“Benid, benid a ver la gente del çielo.” que non quedavan grande ni pequeño, y todos traían
(“Carta a los Reyes”; Rumeu, 2:437) algo de comer y de bever, que davan con un amor
maravilloso.
(“Carta a Luis de Santángel”; Varela, 142–43)

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Aisladamente, el pasaje en la carta a Santángel parece ser principalmente una
paráfrasis amplificadora, una intensificación retórica que emplea la repetición,
modificadores adicionales y detalles para recrear de manera más vibrante la escena
de la llegada. Pero, más importante aún, el pasaje también ha sido reubicado y
recontextualizado. En la carta del 4 de marzo, estas observaciones aparecían
inmediatamente precediendo el pasaje que describe las oportunidades de un
intercambio desigual, yuxtaposición que resaltaba la conducta evidentemente
anticelestial de los cristianos que respondía a la recepción generosa y reverente de
sus anfitriones. En la carta a Santángel, la bienvenida de los europeos como seres
divinos sigue a la mención de las sanciones de Colón al comercio injusto. Así, la
escena de la llegada ahora confirma efectivamente –e incluso destaca– el
comportamiento laudablemente ético del Admirante; así, la recepción reverencial
dada por los indios a los europeos parece bien merecida.
Además, en la carta a Santángel, el pasaje que inmediatamente precede al
de la llegada describe la dimensión evangélica de la expedición y la generosidad de
Colón hacia los indios. Al reposicionar y recontextualizar la escena de la llegada, la
carta redefine, en efecto, los términos del intercambio: la crasa explotación de los
nativos relatada en la misiva a los reyes se recompone en términos de una
interacción recíproca que narra el noble carácter cristiano de los españoles. La carta
que anuncia el Descubrimiento a los lectores cristianos europeos presenta la
imagen de un Colón paternal que trae la palabra de Dios a los no creyentes y que
busca protegerlos no tanto de la codicia española sino, más bien, de su propia
ingenuidad; un hombre digno de la adoración de los indios y del favor de la Corona.
Quizás la diferencia más sorprendente entre la carta a los reyes y la
publicada carta dirigida a Santángel sea la supresión de varios párrafos en la
conclusión de la segunda. Tres de estos párrafos contienen peticiones directas de
favores a la Corona y del cumplimiento de los honores y recompensas prometidos a
Colón en las “Capitulaciones de Santa Fe” (17 de abril de 1492). Específicamente,
éstos incluyen un requerimiento de concesión de favores por servicios prestados,
junto con una carta de petición al Papa de un cardenalato para Diego, el hijo
legítimo de Colón, y una solicitud de nombramiento de Pedro de Villacorta, favorito
de Colón, para el puesto de contador mayor de las Indias. La naturaleza de las
peticiones mismas probablemente no sea tan significativa como el hecho de que la
carta a los reyes las contenga, mientras que la versión a Santángel, no. Tales
peticiones, por supuesto, habrían sido inapropiadas, irrelevantes en realidad, en
una carta dirigida a otro que no fuera la Corona, y pueden haber sido omitidas por
Colón mismo si de hecho fue él quien escribió la versión original de la carta a
Santángel (incluso, antes de que se pensase en la idea de la publicación).
No obstante, las peticiones en la carta a los reyes colorean
significativamente la conceptualización del lector con respecto al Descubrimiento al
subrayar el carácter contractual de la empresa. Como nos recuerdan las peticiones,
el destino de Colón dependía de la percepción que tuviese la Corona sobre el éxito o
fracaso de su emprendimiento. El propósito de la carta que anuncia el
Descubrimiento a los patrocinadores reales de la expedición no era simplemente
transmitir un relato objetivo de lo que Colón presenció y experimentó. Más bien,
fue un intento medianamente transparente de defender los intereses del
protagonista ante Isabel y Fernando. Desde esta perspectiva, cada observación de
las tierras y de los pueblos está marcada por las pragmáticas contractuales que
determinan y definen los actos de escritura y de lectura. En ninguna parte esto es
más evidente que en la súplica de Colón: “[que] la honrra me sea dada según el
serviçio” (441). Según un análisis final, la anunciación del Descubrimiento en la
carta del 4 de marzo es el recuento de la calidad de los servicios prestados por el
protagonista y una petición de compensación conmensurada.
Fernando e Isabel parecen haber identificado la anunciación de Colón como
tal petición, como indica su respuesta del 30 de marzo:

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Don Cristóbal Colón, nuestro almirante del Mar Océano e visorrey y gobernador de las islas que se
han descubierto en las Indias: vimos vuestras letras, y hobimos mucho placer en saber lo que por
ellas nos escribistes, y de haberos dado Dios tan buen fin en vuestro trabajo, y encaminado bien
en lo que comenzaste, en que él será mucho servido, y nosotros asimismo y nuestros reinos
recibir tanto provecho.... Placerá a Dios que demás de lo que en esto le servides, por ello
recibiréis de Nos muchas mercedes, las cuales creed que se vos harán con (sic) vuestros servicios
e trabajos lo merescen. (Rumeu, 1:35; énfasis mío)

En el encabezamiento, la Corona explícitamente reconoce y confirma los títulos de


almirante, virrey y gobernador prometidos a Colón en las “Capitulaciones”. Además,
haciéndose eco de la carta del 4 de marzo, esta carta vincula directamente el
otorgamiento de favores reales por su valor y calidad de servicio. Al borrar la
pragmática contractual de la anunciación de Colón, la versión de Santángel
redefinía el Descubrimiento: pasó de ser una empresa marcada por importantes
intereses nacionales y privados a una misión heroica y desinteresada en nombre de
la Cristiandad.
Aun así, otro párrafo de la carta a los reyes, ausente en la versión de
Santángel, contiene quizás la más importante contribución que ha hecho la reciente
publicación de la carta del 4 de marzo a nuestra comprensión de la empresa
colombina. Colón asegura que el proyecto fue emprendido con el propósito expreso
de ayudar a financiar la campaña militar española para reconquistar la Tierra
Santa:
Concluio aquí: que mediante la graçia divinal, de aquél ques comienço de todas cosas virtuosas y
buenas y que da favor y victoria a todos aquéllos que van en su camino, que de oy en siete años
yo podré pagar a Vuestras Altezas çinco mill de cavallo y çinquenta mill de pie en la guerra e
conquista de Iherusalem, sobre el qual propósito se tomó esta empresa. (Rumeu, 2:440; énfasis
mío)

El tópico de la reconquista de Jerusalén se torna preponderante en el discurso


colombino a partir del tercer viaje. El pasaje arriba citado se repite casi
textualmente en una carta que Colón dirigió al Papa Alejandro VI en 1502 (Varela,
312). La recuperación de Jerusalén es también un tema principal del Libro de las
Profecías y de dos cartas, una dirigida a la Reina Isabel, la otra, a ambos
soberanos; las dos escritas en 1501. La misiva dirigida a los reyes el 4 de marzo
sugiere fuertemente que el proyecto ya había sido discutido con la Corona antes del
inicio del primer viaje. E incluso, tal declaración de propósitos, que hubiese
impresionado indudablemente a cualquier lector cristiano, no aparece en la versión
de la carta publicada precisamente para hacer conocer la noticia del éxito del viaje
a toda la Cristiandad.9 Esta supresión es aún más desconcertante si uno acepta la
opinión de Ramos de que la publicación de la carta no tenía solamente el propósito
de ser propaganda general sino, específicamente, el de frustrar las pretensiones
portuguesas en el Vaticano y abrir camino a las negociaciones castellanas para
lograr una bula papal que concediese las tierras recién halladas.10 En cualquier
caso, la Corona pudo haber pensado que el compromiso de evangelización
proclamado en la carta era suficiente para asegurar la buena disposición de la
Iglesia hacia la empresa, sin un compromiso adicional –mucho más costoso– de
una campaña a Tierra Santa. Cualquiera sea que hayan sido las razones, el vínculo
entre el Descubrimiento y la reconquista de Jerusalén fue suprimido de la versión
pública, lo que hizo que la empresa de Descubrimiento fuera menos religiosamente
comprometida y ciertamente menos mesiánica de lo que parece haber querido
Colón.11
Así, la activa promoción de la versión de Santángel de la anunciación de
Colón del Descubrimiento, junto con la supresión de la versión a los reyes, creó una
imagen corregida del evento que fue producto tanto de la lectura tanto como del
acto original de escritura. Por casi quinientos años, nuestra imagen del
Descubrimiento ha sido el producto de una lectura que parece haber estado poco
preocupada por la representación objetiva de los aspectos geográficos y
antropológicos de las tierras en cuestión, o por la exactitud histórica. La versión de
Santángel estaba mucho más interesada en su propia recepción; esto es, fue

7/9
compuesta para ciertos lectores que se buscaba involucrar y atendiendo a las
reacciones que se esperaba provocar. Así, sin duda, la carta del 4 de marzo dirigida
a los soberanos fue suplantada por el texto destinado a Santángel en el terreno
público, aunque, como hemos visto, lo hizo de maneras significativamente distintas.
La primera mediación en la transmisión de la escritura colombina a sus
futuros lectores fue una operación de borrado, como sugirió Rojas en el prólogo a la
Celestina, una lectura que erradicó un texto y creó otro. Las epístolas del 15 de
febrero dirigidas a Santángel/Sánchez reemplazaron la misiva a los reyes como
anuncios “originales” del Descubrimiento; a las versiones sustitutas se las invistió
de todo el privilegio y la autoridad de la primogenitura. La difusión masiva sin
precedentes en Europa, con copias y traducciones, casi aseguró que la versión del
15 de febrero del anuncio sería la que se trasmitiese a la posteridad. Un
aleccionador recordatorio de que los actos de lectura, como tormentas en el mar y
como otras acciones de Dios o de la Fortuna, tienen el poder de borrar –y de
reescribir– el texto de la Historia.

1
Ató otro barril con contenido similar a la popa de la nave (Varela, 127). Fernando Colón, en su relato
del primer viaje, cita las palabras de su padre referidas a la primera carta que anuncia el
Descubrimiento:

escribí en un pergamino, con la brevedad que el tiempo exigía, cómo yo dejaba descubiertas
aquellas tierras que les había prometido; en cuántos días y por qué camino lo había logrado; la
bondad del país y la condición de sus habitantes, y cómo quedaban los vasallos de Vuestras
Altezas en posesión de todo lo que se había descubierto. Cuya escritura, cerrada y sellada, dirigí a
Vuestras Altezas con el porte, es a saber, promesa de mil ducados a aquél que la presentara sin
abrir. A fin de que si hombres extranjeros la encontrasen, no se valiesen del aviso que dentro
había, con la avidez del porte. Muy luego hice que me llevaran un gran barril, y habiendo envuelto
la escritura en una tela encerada, y metido ésta en torta u hogaza de cera, la puse en el barril. Y
bien sujeto con sus aros, lo eché al mar, creyendo todos que sería alguna devoción. Y porque
pensé que podría suceder que no llegase a salvamento, y los navíos aun caminaban para
acercarse a Castilla, hice otro atado semejante al primero, y lo puse en lo alto de la popa para
que, si se hundía el navío, quedase el barril sobre las olas a merced de la tormenta.
(Fernando Colón, Vida del Almirante Don Cristóbal Colón [México: Fondo de Cultura Económica,
1947], 123, cap. 37)
2
Según el Diario, Colón debió haber estado frente a la costa de las Azores el 15 de febrero de 1493, no
de las Canarias, como declara la carta del 15 de febrero. La discrepancia evidente refuerza el argumento
de que el texto pudo no haber sido escrito por Colón o, al menos, que debió haber sido alterado tras
dejar sus manos.

3
Vida del Almirante de Fernando Colón e Historia de las Indias de Bartolomé de Las Casas.

4
Sobre el trasfondo de esta copia, ver Rumeu, 1:19-20. Rumeu considera que el manuscrito es una
transcripción auténtica del siglo XVI, quizás, a dos o tres copias de distancia del original y que contiene
pocos errores. Para otra evaluación acerca de la autenticidad del Libro Copiador, ver P. E. Taviani, C.
Varela, J. Gil, y M. Conti, eds., Relazione e lettere sul secundo, terzo, e quarto viaggio (Nuova Raccolta
Colombiana), 2 vols. (Roma, Instituto Poligrafico e Zecca dello Stato, 1992), 1:163-82. Empero, la
autenticidad del manuscrito será posiblemente tema de debate en años futuros, a medida que más
especialistas tengan la posibilidad de evaluarlo.

5
Demetrio Ramos Pérez, La primera noticia de América (Valladolid: Seminario Americanista de la
Universidad de Valladolid, 1986). El valor de este estudio, que no ha recibido aún la atención que
merece, se ve aumentado por la inclusión que realiza Ramos de una transcripción y facsímil de la copia
de archivo de la carta del 15 de febrero dirigida a Santángel.
6
El alcance y las consecuencias de la edición de Las Casas es el tema del ensayo “Todas son palabras
formales del Almirante” que se encuentra en este volumen.

7
Ver Ramos, La primera noticia de América, 74-86. Él, además, argumenta que no hubo carta dirigida a
Sánchez sino que el traductor de la versión latina, la única que nombra a Sánchez como destinatario, lo
confundió con Santángel.

8
Mi opinión es que cielo debe entenderse en su sentido extramundano; tanto la carta del 4 de marzo
como la del 15 de febrero refieren que los indios tomaban a los españoles como seres divinos, los
veneraban y les hacían ofrendas como a tales.

8/9
9
La carta fue publicada en Roma, Florencia, Barcelona, Basilea, París y Ámsterdam.

10
Ver Ramos, La primera noticia de América, 62-67.

11
Sobre la creciente importancia de Jerusalén en la proclamación colombina del Descubrimiento, ver
“Viaje al Paraíso”, más adelante en este volumen.

9/9

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