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Te fuiste de mi lado.
En silencio fue tu partida.
Mi corazón se ha desangrado
por tan súbita despedida.
Tu espíritu luchador
A la vida se aferraba.
Más Dios, desesperado,
a su lado te llamaba.
Tu amor incalculable
mis faltas por alto pasó.
Porque el querer de una madre,
ese, no tiene comparación.
¡Qué cosas!
Estos corazones
No fueron humildes
Ni sencillos,
Como ella hubiera soñado.
Hoy,
Los días grises han desaparecido
Y nuestras almas se reencuentran…
Madre,
¡Ya no te afanes!
Ríete de la vida,
Olvídate de las dietas,
Y cosecha las flores con versos de amor,
Que nunca se escriben en vano.
Hoy y todos los días comparto tus lágrimas por ese hijo,
que te fue arrebatado, secuestrado o robado y que jamás has sabido de él.
Hoy y todos los días bendigo, el gran privilegio
de haber venido de una simple mujer,
que se transformó en algo casi divino al ser madre,
y al haber también creado la luz.