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El debate contemporáneo de la ciudadanía: liberales vs comunitaristas

Luis Fernando Villafuerte Valdés 1


Sumario: Introducción 1. La recuperación contemporánea 2. Liberales vs
comunitaristas: hacia la construcción de un nuevo modelo de ciudadanía.
Conclusión. Bibliografía.

Introducción
Uno de los conceptos fundamentales para la construcción y consolidación de la
democracia en México, es el de ciudadanía. Este concepto engloba las tareas y las
responsabilidades que la sociedad debe de asumir en el contexto postransicional en el
país. La recuperación de este concepto lo haremos desde la perspectiva del desarrollo
de la ciudadanía activa, a partir de los planteamientos enunciados por Sinesio López
(1997) y Chantal Mouffe (1998), quienes llevan el debate más allá de la perspectiva de
la ciudadanía como una serie de derechos políticos, sociales o económicos (Marshall,
1997) y los sitúa como un mecanismo que permite la convivencia en la cada vez más
compleja estructura social.
Bajo la lógica anterior, la discusión del concepto de ciudadanía lo podemos
abordar desde distintos niveles. Sin embargo, la visión que se va a imponer en el debate
acerca de este concepto, va a surgir a parir desde los postulados de la filosofía política
liberal de los siglos XVIII y XIX, (debates que rescatan la idea de la autonomía del
sujeto en relación al Estado), el cual va a generar una caracterización normativa de la
ciudadanía, la cual resulta insuficiente para tratar de explicar los problemas generados
por la creciente complejidad social (problemas como los derechos de las minorías tales
como los migrantes, las personas con preferencias sexuales distintas, gente con
capacidades diferentes, etcétera). Ante esta limitación teórica, el eje argumentativo de
este ensayo, versará sobre la necesidad de generar una nueva conceptualización acerca
de la ciudadanía, la cual nos permita englobar y explicar las nuevas problemáticas
emanadas de la creciente complejidad social en este mundo globalizado.

1
Profesor por asignatura en El Colegio de Veracruz y Universidad Veracruzana. Doctor en Ciencia
Política Por la Universidad Autónoma de Madrid.
2

La perspectiva clásica de la ciudadanía se sustenta en los principios de


autonomía de los individuos al momento en que se funda el Estado: teniendo su
referencia clásica en las posiciones del liberalismo político. El punto de partida para
estos pensadores es la presencia de un individuo racional, el cual se abstrae de sus
relaciones sociales y se concentra en la consecución de un principio de vida buena, que
viene ser el referente de todos los miembros de la sociedad. Por esto, el principio de
ciudadanía estará establecido en términos de la autorregulación social a partir de la ley,
con la finalidad de obtener una vida buena en común, operando así los principios de
igualdad y libertad pregonadas por la doctrina liberal. Estos definen a la ciudadanía
como la capacidad de la participación política de de los miembros de la sociedad, a
partir del reconocimiento implícito de ser sujetos de derechos y obligaciones, producto
de sus relaciones económicas, es decir, por ser reconocidos como portadores de una
racionalidad instrumental generada y madurada por su participación libre y racional en
las actividades del mercado.
Sin embargo, esta visión tiene límites muy evidentes. La debilidad de la
argumentación liberal se centra en sólo ubicar la consecución de la ciudadanía en
términos políticos y legales, pero resultaba evidente que los principios de igualdad se
encontraban bajó una lógica de exclusión a amplios sectores de la sociedad2 en el
contexto histórico en que se desarrollan estas ideas. En esta etapa de la construcción de
la democracia liberal, los diversos controles para regular la participación política (por
ejemplo, democracia censitaria) traían como consecuencia que amplios sectores de la
población quedarán fuera de las actividades propias de la ciudadanía moderna.
El reconocimiento de la participación política de la sociedad a partir de diversos
canales que la democracia liberal permite, posibilita el percibir tres aspectos
fundamentales para la construcción de la ciudadanía en términos teóricos. Por un lado,
se reconoce la existencia de dos esferas de reproducción de la sociedad, (a) la esfera
privada, que hace referencia a la vida privada e íntima de los individuos, (b) una esfera
pública, que está integrada por la arena política y las relaciones de mercado, las cuales
llevan implícitamente un criterio de racionalidad en sí misma y, (c) el principio de
limitación del poder político a partir del reconocimiento de la existencia de una
normatividad jurídica que regula las relaciones sociales entre los individuos y el Estado
(el estado de derecho).

2
Concretamente las mujeres, esclavos y gente que no poseía propiedades materiales
3

La idea de una referencia previa sobre un bien público introyectado en los


individuos, los cuales se mueven racionalmente en relación a la consecución de ese
ideal de bien común democrático, sería una limitante clara para esta perspectiva (crítica
central dentro de los postulados comunitaristas) ya que olvida las condiciones sociales
concretas donde se desarrollan las sociedades. Marx realizaría una serie de críticas a
partir estos mismos argumentos; para él era falso hablar de un principio de igualdad y
libertad en las sociedades capitalistas, ya que al momento en que los individuos entran
en contacto en el mercado, las relaciones interpersonales dejan de ser igualitarias, ya
que la mediación va a ser por cosas materiales -o en este caso por el valor-, así que
como se sabe, toda relación social lleva consigo relaciones de poder, por lo que el
intercambio se vuelve injusto o desigual. Por lo anterior, el concepto de ciudadanía se
convierte en un referente normativo, el cual olvida que en la construcción de derechos
ciudadanos otros derechos se ven afectados, por lo que se convierte en una ficción de la
teoría liberal clásica.

1. La recuperación contemporánea
Kymlicka y Norman (1997) argumentna que a pesar de que en los años mil novecientos
setenta el interés conceptual sobre la ciudadanía no era muy fuerte, para finales de los
años noventa del siglo pasado esta situación cambia, la discusión sobre este tema se
reactiva, debido a una serie de circunstancias que ocurrieron a nivel mundial: (a) una
revisión acerca de los criterios de justicia en relación a los derechos humanos, (b) el
problema de las migraciones y los procesos de generación de identidades emergentes, y
(c) la desafección ciudadana en términos de la participación política, que se demuestra
con los altos niveles de abstencionismo en los procesos electorales.
La recuperación de la discusión contemporánea se sitúa a partir de la
recuperación del texto de T. H. Marshall (1997) “ciuadadanía clase social” publicado
en el año de 1950 “ciudadanía y clase social”. En este texto, este autor define a la
ciudadanía como el “asegurar que cada cual sea tratado como un miembro pleno de una
sociedad de iguales. La manera de asegurar este tipo de pertenencia consiste en otorgar
a los individuos un número creciente de derechos de ciudadanía” (Kymlicka y Norman,
1997: p.7)
4

Marshall ubica tres tipos de derechos que dan origen a los principios de
ciudadanía. Esquemáticamente 3 quedaría de la siguiente manera: Derechos civiles
generados en el siglo XVIII (reconocimiento de derechos de propiedad, de libertad,
etcétera), derechos políticos, ubicados en el siglo XIX (derecho a votar y ser votado, así
como la participación política sin restricción) y derechos sociales, generados en la
segunda mitad del siglo XX, (derecho a la salud educación, etcétera). 4
La crítica a este modelo se funda en la idea de que la perspectiva es demasiado
utópica, ya que presenta un cuadro de desarrollo sucesivo como cascada de todos los
derechos ciudadanos, por lo que el surgimiento de un derecho específico permite que el
inmediato posterior surga al paso del tiempo, visión contraria a los procesos sociales y
políticos empíricos, tal y como sucede en los países postrancisionales de América latina
por poner solo un ejemplo. Además, su teoría tenía un fuerte sesgo racial y
anglocéntrico. Sinesio López (1997:92) nos da una idea de esto cuando dice que “sus
distinciones conceptuales entre ciudadanía civil, política y social presupondrían la
jerarquización de genero y de raza, en vez de problematizarla”
Por ejemplo, la primera etapa de la instauración de los derechos civiles no
resultó beneficioso para todos los sectores de la sociedad, ya que estos derechos le
quitaron el apoyo gubernamental a minusválidos o personas sin apoyo familiar. En estos
años las mujeres no eran contempladas como pertenecientes a la colectividad, ya que
estos derechos estaban estrechamente ligados a la visión liberal; la ciudadanía quedaba
ligada a las posesiones materiales, relegando así, a los sectores sociales que aún tenían
formas económicas precapitalistas de la ciudadanía, ya que no tenían responsabilidades
sociales 5 tales como impulsar el económico de la sociedad por ejemplo, por lo que para
la mayoría de la sociedad, “el derecho de propiedad derivado de la ciudadanía civil
significó la desposesión (López, 1997: 93).

3
Se reconoce que el proceso no es tan mecánico, pero para fines de agilizar este punto sigo la
temporalidad propuesta por Kymlicka.
4
La temporalidad tan estricta que se utiliza no permite ver los casos específicos que escapan a esta
tipología, un claro ejemplo de esto es que la constitución política de México de 1917, ya contenía los
elementos que definían claramente los derechos sociales, educación gratuita en la educación elemental,
derecho a la salud pública, etcétera. Por lo anterior, la argumentación de Marshall sirve como referencia
histórica y conceptual en general, pero para cada caso específico habría que hacer una investigación que
nos diera un mapeo de cada país.
Metodologías de este tipo las desarrollan autores como Kymlicka y Norman (1977), López (1997) o
Isunza (2001), quienes a pesar de investigar temas distintos, utilizan la misma herramienta metodológica.
5
Por ejemplo, ayuda comunitaria, principios mutualistas en casos de inundaciones o desastres, o trabajos
colectivos en aras de la comunidad.
5

En este sentido, Mouffe nos dice que “el problema con dicha aproximación es
que ignoran los límites impuestos sobre la extensión del pluralismo por el hecho de que
algunos derechos existentes han sido constituidos sobre la propia exclusión o
subordinación de los derechos de otras categorías” (1998: 139).
La instauración gradual de los principios de la ciudadanía significó el afectar
necesariamente otros intereses. Sin embargo, el problema de fondo era el hecho de que
la ciudadanía no era solamente una cuestión del reconocer derechos, también tenía que
ser concebida como una identidad activa, la cual no solamente se generaba por el
reconocimiento efectivo de los derechos, sino por ser una acción social, la cual
transformaba el papel y los límites de la ciudadanía en términos reales.
Este esquema resulta fuertemente cuestionado tanto en su aspecto político -
práctico como teórico y las discusiones vienen de la nueva derecha, como de la nueva
izquierda. La Nueva derecha le crítica a Marshall el hecho de que, para que se
desarrolle un concepto de ciudadanía, él plantea la existencia de un estado de bienestar6 ,
pero esto le genera una gran carga al estado, ya que la existencia de seguros de
desempleo hace que la ciudadanía prefiera la asistencia estatal, en vez de integrarse a
los sectores laborales y productivos. La nueva izquierda le crítica que con este esquema
que partía de la presencia del estado benefactor, se generaba un clientelismo y una
pasividad social, que impedía un ejercicio de participación social consolidado y, por lo
tanto, no dejaba espacio para los procesos de democratización. Ambas posiciones
entran en un debate ideológico el cual trata de superarse en términos analíticos a partir
de un debate teórico entre comunitaristas y liberales de finales de los setenta y
principios de los ochenta del siglo pasado..

2. Liberales vs comunitaristas: hacia la construcción de un nuevo modelo de


ciudadanía
Mouffe nos comenta que lo que realmente está en juego en el debate entre liberales
(Rawls: 1997) y los comunitaristas (Walzer: 1992, Taylor: 1993) es la cuestión
precisamente de la ciudadanía. Rawls comienza esta discusión partir de su libro
“Teorías de la Justicia” (1992) en donde trata de encontrar un nuevo fundamento
(basado en la doctrina liberal) de la consecución de los principios de la justicia en
términos las condiciones de las sociedades complejas actuales.

6
Sinesio López (1997: 90) comenta que funda las bases de una concepción socialdemócrata de la
ciudadanía.
6

Rawls parte de un principio de justicia, el cual está sustentado en la idea de que


los individuos tienen que partir de las mismas condiciones de acceso a los bienes
primarios necesarios para subsistir bajo las condiciones de una vida digna, así como
también que son sujetos por igual a la justicia. La única manera en que se justificaría un
acceso desigual a los bienes es si en esta distribución se favorece a los más
desprotegidos. De acuerdo con este autor, la ciudadanía es la capacidad de cada persona
de formar, revisar y perseguir racionalmente su definición del bien (Mouffe, 1998: 128).
Los principios de la justicia podrían resumirse en dos puntos; por un lado, la igualdad
ante la ley, y por otro lado, una igualdad de oportunidades.
La igualdad ante la ley está determinada por un principio de justicia como
imparcialidad. Esta se fundamenta en la idea de que nadie sabe exactamente en qué
condiciones llega a la competencia social, por lo que actúan bajo un “velo de la
ignorancia”, lo que le da el principio de imparcialidad a las acciones humanas. En este
sentido, la racionalidad de los individuos se sustentará en un ejercicio reflexivo que
busca el bien común. Esta búsqueda del bien común, se sustenta también a partir de
dos criterios secundarios que apoyan la eficiente impartición de la justicia, estos
criterios serían los de eficiencia y diferencia, por lo que la manutención de las reglas y
la estabilidad social pueden generarse a partir de la no-afectación de los derechos de un
individuo, así como el no aumentar los derechos de otro.
Rawls parte del reconocimiento de las diferencias entre los individuos y, rompe
la visión de Marshall de una homogenización de los ciudadanos. Sin embargo, para
Rawls, los principios de conformación de la sociedad ya son conocidos de antemano por
el colectivo, “el resultado de esta innovación metodológica es un modelo de ciudadanía
liberal, basado en derechos y en necesidades que el Estado, orientado por principios de
justicia ya conocidos” (López, 1997: 101), por lo que deja de lado todo el aspecto del
contexto y el entorno social en donde se desarrollan los individuos, punto que servirá
para iniciar su crítica la posición comunitarista con respecto a la ciudadanía.
El pensamiento comunitarista parte de una crítica al ideal del hombre racional,
quien construía sus parámetros de bien común sobre cualquier criterio previo. Walzer
(1993) y Taylor (1997) cuestionan los fundamentos de esta idea, ya que es imposible
separar a los individuos de sus entornos sociales y culturales específicos. Dentro de este
debate Mouffe (1998) lo lleva más allá, argumentando que la importancia de la
construcción de un principio de comunidad política se basa en el hecho de que
socialmente no existe ningún parámetro de bien común: éste se construye a partir de las
7

interacciones sociales. Entonces, lo que nos convierte en ciudadanos no es la


socialización generada en la búsqueda de la felicidad social, sino más bien la
consecución de la igualdad y la libertad dentro de la comunidad.
La definición de ciudadanía para Mouffe estaría entendida como una identidad
que hay que construir a partir de un ejercicio efectivo de nuestros derechos. En otros
términos, sería convertirnos en actores colectivos y no solo en sujetos sometidos a los
principios de la ley; entonces la condición de esta ciudadanía se entendería no solo
como un estado de derecho formal, sino un estado democrático de derecho, que
permitiera convertirnos en ciudadanos activos, de tal forma que se aliente la
organización ciudadana bajo los criterios de diálogo entre las esferas de la sociedad y
por lo tanto, permitiera el desarrollo de la sociedad civil en un esquema de sociedades
complejas.
Dentro de esta perspectiva, lo que Mouffe trata de hacer es superar las
dicotomías tradicionales entre las posiciones republicanas y liberales sobre la
ciudadanía, y en este punto se generan muchos de los debates acerca de lo que debería
significar hoy la ciudadanía, y como ya se mencionó al principio de este ensayo, es el
punto en que recayeron la mayoría de las críticas al concepto elaborado por Marshall.
Turner (1989) crítica también la posición Marshall, por que no diferenció entre
la ciudadanía pasiva, y la ciudadanía activa. La ciudadanía pasiva se entiende como
aquella que es organizada desde “arriba”, al momento en que se le conceden los
derechos civiles y políticos a los individuos, mientras que la conquista de los derechos
sociales significó la construcción de una ciudadanía activa, de “abajo hacia arriba”, por
lo que muchos de los países aún no han podido construir este tipo de ciudadanía, ya que
aun no conquistan todos sus derechos políticos de manera efectiva, en esta posición este
autor coincide con los postulados de Mouffe.
Otra crítica se podría construir desde la perspectiva de la construcción de las
identidades generadas por la religión 7 , en donde se contrastaría la ética civil del
protestantismo con el principio comunitarista de la tradición religiosa católica. Los
principios de organización social generados por la Reforma impulsan a un sujeto
individualista, el cual fundamenta su vida alrededor de maximizar sus potencialidades
espirituales o sociales a partir del reconocimiento de un principio de unidad comunitaria
que se aparta del compromiso político humano, y se debe más a la nación. En América

7
En esta lógica podríamos encontrar los planteamientos enunciados por Octavio Paz en su texto del
“ogro filantrópico”. (1990: 85 y ss)
8

Latina (y específicamente en México), la instauración de un orden público más amplio


(encarnado en el intento de instauración de las reformas borbónicas) generó una
preocupación mayor por los aspectos del Estado, que de la ciudadanía. El apoyo a los
comerciantes y fracasados empresarios durante la Reforma Borbónica, generó una
preocupación de instaurar una razón de Estado, y descuidar al mismo tiempo a la
sociedad, por lo que la concepción de ciudadano se entendió principalmente como una
situación de obediencia para evitar la fisura del naciente Estado mexicano.
Finalmente, tenemos la crítica de Sinesio López (1997), la cual resulta muy
interesante ya que es la más cercana a nuestra experiencia latinoamericana. López parte
de una crítica a Marshall en cuanto a que explica que este autor se preocupó de una
manera muy clara a discutir el asunto de los derechos de los individuos, pero no le
prestó tanta atención a las responsabilidades y obligaciones que confiere el ser
ciudadano. López argumenta que tenemos dos tipos de ciudadanía, una entendida de
manera pasiva, la cual correspondería al modelo liberal, y extendido por Marshall, en
donde la ciudadanía obtiene sus derechos, y eso le basta para integrarse de manera
conformista a la vida pública, ya que genera un sentido de homogeneidad en la vida
social. Mientras que por otro lado, las actuales condiciones sociales, las crecientes
migraciones, el reconocimiento de formas de vida distintas a las socialmente aceptadas,
obligan a pensar en términos de un nuevo tipo de ciudadanía, regida por principios de
diferenciación y movilización muy fuerte; que le da el carácter de activa.
La problemática de la conceptualización de la ciudadanía, se entiende a partir del
hecho de visualizar a un individuo con características y necesidades similares o únicas,
dejando de lado factores que sirvan para entender de manera compleja la igualdad de las
sociedades postindustriales. La concepción contemporánea tiene problemas para
superar las condicionantes clásicas de las que parte el concepto, es decir:
(a) las concepciones modernas no logran integrar de manera clara el hecho de
que las condiciones del estado moderno son distintas por el sólo hecho del tamaño de su
población, por lo que los criterios del ejercicio del poder se complejiza, la participación
política no es un criterio lo suficientemente sólido para mantener la conducción política
de un gobierno,
(b) los criterios de adscripción a los derechos ciudadanos aun no están lo
suficientemente actualizados en función de las complejidades de las sociedades
modernas, las mujeres son apenas incluidas en el siglo XX a los derechos políticos, y
9

aún grandes contingentes sociales son excluidos formalmente de las decisiones políticas
y
(c) los procesos de migración mundial acelerados a partir de los procesos de
globalización, hacen que la idea de ciudadanía restringida a un espacio territorial
llamado Estado nación sea problemático e insuficiente.
Por lo anterior, López argumenta (y coincide con Mouffe) que la ciudadanía no
es un estatus legal definido, sino que es un proceso que confiere identidad y punto de
referencia a amplios sectores de la sociedad 8 . Por esto, muchos grupos sociales se
sienten excluidos de los procesos legales o de reconocimiento formal; ya sea por su
situación económica o sociocultural, por cuestiones étnicas u orientación sexual; por
esto rescata el concepto de “ciudadanía diferenciada”, el cual adquiere una dimensión
fundamental no sólo para la construcción para la construcción de la ciudadanía, sino
también para generar movimientos sociales, aglutinar a la sociedad civil, o para
impulsar luchas por el reconocimiento (Taylor, 1997).
Kymlicka y Norman construyen una nueva forma de entender a la ciudadanía en
un contexto de sociedades complejas, y las engloba dentro del principio de ciudadanías
diferenciadas, estas se pueden englobar dentro de estos tres puntos:
(a) Derechos especiales de representación, por grupo de preferencia sexual, por
nacionalidad, por edad, etcétera;
(b) derechos multiculturales, que no tienen la finalidad de buscar gobiernos
autónomos o paralelos a los establecidos, sino más bien integrar estas referencias
culturales al contexto social específico del que se trate; y
(c) derechos de autogobierno, reconociendo formas étnicas u organizacionales a
partir de las características de los grupos sociales de referencia más pequeños
(Kymlicka. Y Norman, 1997).
La lógica de este razonamiento estaría construido a partir del reconocimiento de
las diferencias, y no de una homogeneidad muchas veces construida bajo criterios
impuestos autoritariamente. Estos grupos diferenciados buscan espacios de inclusión e
integración en la sociedad, pero no a partir de la homogenización, sino en el conservar
su diferencia. La instauración de estos derechos no es fácil, ya que en un momento

8
Entendida más allá de los espacios locales o regionales, sobre todo con la revolución tecnológica y la
internet, que amplían al espacio público en dimensiones supranacionales y globales. Los procesos
globales de información hacen que tengamos nuevos criterios y problemas mundiales por ejemplo, el
tráfico de órganos y armas, los derechos humanos, y recientemente la llamada guerra contra el terrorismo,
para ampliar este punto puede revisarse a Keane, en su articulo sobre “las transformaciones estructurales
del espacio público” (1997).
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dado podría romper la unidad o comunidad política más amplía, pero este esfuerzo
puede solventarse a partir de la construcción de un concepto más amplio de ciudadanía,
en el cual se incluyan mecanismos de participación y de construcción de nuevas
relaciones entre la ciudadanía y el estado.
La recuperación de la ciudadanía en este sentido, nos lleva a entender el papel de
la sociedad civil y los movimientos sociales para construir los espacios de lucha
simbólica que ayuden a subsanar estas “diferencias” al interior de la sociedad, y en su
relación con el Estado. Esto, con la finalidad de garantizar que estos reclamos se
conviertan a la larga en norma jurídica, y sirvan para construir un diseño institucional y
legal que permita establecer una nueva relación Estado -sociedad.

Conclusión
La concepción moderna de la ciudadanía se acerca más a una visión culturalista que a
una constitución legalista. Se trascienden las visiones normativistas de la ciudadanía y
se construye una perspectiva dinámica de la misma, sustentada en una transformación
social en términos simbólicos y culturales. La concretización de esas formas se debe al
hecho que las instituciones pueden generar un diseño democrático, pero las prácticas
sociales pueden resultar autoritarias, por lo que un diseño democrático amplio debe
poseer una ciudadanía activa y diferenciada, la cual luche por incorporarse al espacio
público reconociendo y mediando sus diferencias, de tal manera que los principios de
igualdad y libertad que llevan implícitos los discursos de la ciudadanía y del estado de
derecho se hagan efectivos.
La igualdad y libertad deben estar sustentadas no en un principio de
igualitarismo, sino estructuradas a partir del reconocimiento de la diferencia y el
disenso, la cual se puede materializar a partir de grupos de ciudadanos autoorganizados
fuera de los canales institucionales. La forma en que la sociedad puede organizarse para
interactuar con el sistema puede ser variado, por ejemplo, grupos de presión, sindicatos,
partidos políticos, etcétera. Sin embargo, hay formas no institucionalizadas, las cuales
pertenecen al sector civil y poseen una gran capacidad de transformación de la
estructura: estas formas son los movimientos sociales, los cuales se convierten en una
de las partes visibles tanto de la sociedad civil como de la ciudadanía, por lo que
aquellos se convierten en una parte fundamental para los procesos de transformación
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societal, así como de democratización de las sociedades. De esta forma, los


movimientos sociales serían uno de los componentes esenciales para explicar los
procesos de transformación política de finales del siglo XX.
La idea central de la construcción de la ciudadanía en México, resulta
fundamental en la medida en que a mayor ciudadanía, mayor participación de la
organización social a través de los canales de autogestión (tal y como la sociedad civil,
las ong’s o los movimientos sociales) o por los programas gubernamentales que buscan
la participación social (Pronasol, oportunidades, etcétera). De esta manera, la
construcción de la democracia se hará no solo de manera institucional, sino se tenderán
redes desde “abajo”, que ayuden al enraizamiento de los valores democráticos dentro de
los imaginarios sociales en amplios contingentes de la sociedad, ayudando a la
consolidación y la profundización de las democracia como un mecanismo que garantice
la calidad de vida de la sociedad en general.

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