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Bram Stoker

Drácula (fragmento)

"La hermosa joven se arrodilló y se inclinó sobre mí, con maligna satisfacción. Había en
ella una voluptuosidad deliberada que era a la vez excitante y repulsiva, y al arquear el
cuello llegó a lamerse los labios como un animal, hasta que pude ver a la luz de la luna la
humedad que brillaba en los labios escarlatas y en la roja lengua con la que se lamía los
dientes rojos y aguzados. Su cabeza descendía cada vez más... cerré los ojos en éxtasis
y esperé.
(...)
No hay duda de que existen los vampiros; algunos de nosotros tenemos evidencias de
ello. Incluso, aunque no tuvieramos una prueba en nuestra propia y desdichada
experiencia, las informaciones y los datos del pasado aportan pruebas suficientes. Admito
que al principio fui escéptico. Si no hubiera sido porque a través de largos años me he
entrenado para tener una mentalidad abierta, no habría creído hasta que llegó el
momento en que los hechos golpeaban en mi oído: "¡Míralo! ¡Míralo! Lo probamos, lo
estamos probando". Sin embargo, si hubiera sabido al principio lo que sé ahora --si al
menos lo hubiera sospechado---, una vida preciosa para todos los que la queríamos no se
hubiera perdido. Pero ya no tiene remedio y ahora debemos trabajar para que no
perezcan otras almas, que podamos salvar.
El nosferatu no muere como la abeja que ha punzado una vez. Sólo se hace más fuerte,
y, por serlo, tiene aún más poder para el mal. El vampiro que está entre nosotros tiene
como persona más fuerza que veinte hombres; su astucia es muy superior a la de los
mortales, porque es una astucia que va creciendo con los siglos; tiene la ayuda de la
nigromancia que es, como implica la etimología de la palabra, la adivinación por la
muerte, y todos los muertos a los que pueda acercarse están a sus órdenes; es una
bestia, más que una bestia; de una crueldad demoniaca y carece de corazón; puede, sin
limitaciones, aparecer a su voluntad donde y cuando quiera, y en cualquiera de las formas
que elija. Puede, en su área de acción, dirigir los elementos: la tormenta, la niebla, el
trueno; tiene poder sobre las cosas más repugnantes: la rata, la lechuza y el murciélago,
la polilla y el zorro, y el lobo; puede crecer o reducir su tamaño y puede, en ocasiones,
desvanescerse y aparecer sin ser visto.
Entonces, ¿cómo podríamos comenzar nuestra lucha para destruirle? ¿Cómo podemos
descubrir dónde está, y, si lo encontramos, cómo destruirle?
Queridos amigos, la empresa que vamos a emprender es demasiado terrible y puede
traer consecuencias que harían temblar al más valiente. Porque si perdemos en nuestro
empeño, significa que, ha ganado él, y , entonces, ¿qué final nos espera?
¡La vida no es tan importante para mí y no me importa perderla! Pero el fracaso no es sólo
un asunto de vida o muerte. Sino que nos volveríamos como él; que nos convertiríamos
en seres horribles de la noche, como él, sin corazón ni consciencia, haciendo presa en los
cuerpos y en las almas de aquellos a los que más queremos. Se nos cerrarían para
siempre las puertas del cielo, porque ¿quién nos las iba a abrir de nuevo? Seguiríamos
siendo aborrecidos por todos, como una mancha en el brillo del rostro de Dios; una flecha
clavada en el costado de Él que murió por el hombre. Pero estamos frente a frente con
nuestro deber, ¿podemos en este caso abandonar? Por mi parte, digo que no, pero soy
viejo, y la vida, con su sol, sus lugares agradables, con el canto de los pájaros, la música
y el amor, ha quedado un poco atrás. Pero vosotros sois jóvenes. Algunos habeís visto
grandes penas, pero todavía quedan días hermosos en vuestro futuro. "

DRÁCULA de Bram Stoker (fragmentos de una obra maestra)

“Vi alrededor de nosotros un círculo de lobos, con dientes blancos y lenguas rojas y
colgantes, con largos miembros sinuosos y pelo hirsuto. Eran cien veces más terribles en
aquel lúgubre silencio que los rodeaba que cuando estaban aullando. Por mi parte, caí en
una especie de parálisis de miedo. Sólo cuando el hombre se encuentra cara a cara con
semejantes horrores puede comprender su verdadero significado. De pronto, todos los
lobos comenzaron a aullar como si la luz de la luna produjera un efecto peculiar en ellos.
Los caballos se encabritaron y retrocedieron, y miraron impotentes alrededor con unos
ojos que giraban de manera dolorosa; pero el círculo viviente de terror los acompañaba a
cada lado; forzosamente tuvieron que permanecer dentro de él. Yo le grité al cochero que
regresara, pues me pareció que nuestra última alternativa era tratar de abrirnos paso a
través del círculo, y para ayudarle a su regreso grité y golpeé a un lado de la calesa,
esperando que el ruido espantara a los lobos de aquel lado y así él tuviese oportunidad de
subir al coche. “

“La boca estaba más roja que nunca; sobre sus labios había gotas de sangre fresca que
caían en hilillos desde las esquinas de su boca y corrían sobre su barbilla y su cuello.
Hasta sus ojos, profundos y centellantes, parecían estar hundidos en medio de la carne
hinchada, pues los párpados y las bolsas debajo de ellos estaban abotagados. Parecía
como si la horrorosa criatura simplemente estuviese saciada con sangre. Yacía como una
horripilante sanguijuela, exhausta por el hartazgo. Temblé al inclinarme para tocarlo, y
cada sentido en mí se rebeló al contacto; pero tenía que hurgar en sus bolsillos, o estaba
perdido. La noche siguiente podía ver mi propio cuerpo servir de banquete de una manera
similar para aquellas horrorosas tres. Caí sobre el cuerpo, pero no pude encontrar señales
de la llave. Entonces me detuve y miré al conde. Había una sonrisa burlona en su rostro
hinchado que pareció volverme loco. Aquél era el ser al que yo estaba ayudando a
trasladarse a Londres, donde, quizá, en los siglos venideros podría saciar su sed de
sangre entre sus prolíficos millones, y crear un nuevo y siempre más amplio círculo de
semidemonios para que se cebaran entre los indefensos. El mero hecho de pensar
aquello me volvía loco. Sentí un terrible deseo de salvar al mundo de semejante
monstruo.”
“—Creen que van a destruirme... con sus rostros pálidos, como las ovejas en el matadero.
¡Ahora van a sentirlo, todos ustedes! Creen haberme dejado sin un lugar en el que poder
reposar, pero tengo otros. ¡Mi venganza va a comenzar ahora! Ando por la tierra desde
hace siglos y el tiempo me favorece. Las mujeres que todos ustedes aman son mías ya, y
por medio de ellas, ustedes y muchos otros me pertenecerán también... Serán mis
criaturas, para hacer lo que yo les ordene y para ser mis chacales cuando desee
alimentarme. ¡Bah!”

"En los criminales existe esa peculiaridad. Es tan constante en todos los países y los
tiempos, que incluso la policía, que no sabe gran cosa de filosofía, llega a conocerlo
empíricamente, que existe. El criminal siempre trabaja en un crimen..., ese es el
verdadero criminal, que parece estar predestinado para ese crimen y que no desea
cometer ningún otro. Ese criminal no tiene un cerebro completo de hombre. Es inteligente,
hábil, y está lleno de recursos, pero no tiene un cerebro de adulto. Cuando mucho, tiene
un cerebro infantil. Ahora, este criminal que nos ocupa, está también predestinado para el
crimen; él, también tiene un cerebro infantil y es infantil el hacer lo que ha hecho. Los
pajaritos, los peces pequeños, los animalitos, no aprenden por principio sino
empíricamente, y cuando aprenden cómo hacer algo, ese conocimiento les sirve de base
para hacer algo más, partiendo de él. "
William Shakespeare

Otelo (fragmento)

"OTELO.
¿Por qué, por qué dices eso?
¿Tú crees que viviría una vida de celos,
cediendo cada vez a la sospecha
con las fases de la luna?. No. Estar en la duda
es tomar la decisión. Que me vuelva
macho cabrío si mi espíritu se entrega
a conjeturas tan extrañas y abultadas
como tus alegaciones. Para darme celos
no basta con decir que mi esposa es bella,
sociable, sabe comer y conversar, canta,
tañe y baila: estas prendas le añaden virtud.
Y mi propia indignidad no me causa
la menor duda o recelo de su fidelidad,
pues tenía ojos y me eligió. No, Yago;
quiero ver antes de dudar. Si dudo, pruebas;
y con pruebas no hay más que una solución:
¡Adiós al amor o a los celos!
YAGO.
Me alegro, pues ahora ya puedo
mostraros mi afecto y lealtad
con más franqueza. Así que, como es mi deber,
os diré algo. Pruebas aún no tengo.
Vigilad a vuestra esposa; observadia con Casio.
Los ojos así: ni celosos, ni crédulos.
Que no engañen a vuestro noble y generoso
corazón en su propia bondad; conque, atento.
Conozco muy bien el carácter de mi tierra
las mujeres de Venecia enseñan a Dios
los vicios que ocultarían a sus maridos.
Su conciencia no las lleva a reprimirse,
sino a encubrirlos.
OTELO.
¿Lo dices en serio?
YAGO.
Engañó a su padre al casarse con vos;
y, cuando parecía temblar y temer
vuestro semblante, es cuando más os quería.
OTELO.
Es verdad.
YAGO.
Pues, eso. Si tan joven ya sabía
sacar esa apariencia, dejando a su padre
tan ciego que creía que era magia...
He hecho muy mal. Os pido humildemente
perdón por apreciaros tanto.
OTELO.
Siempre te estaré agradecido.
YAGO.
Veo que esto os ha desconcertado.
OTELO.
Nada de eso, nada de eso.
YAGO.
Pues yo temo que sí. Espero que entendáis
que lo dicho lo ha dictado mi amistad.
Mas os veo alterado. Permitidme suplicaros
que no arrastréis mis palabras
a un terreno más crudo o extenso
que el de la sospecha.
OTELO.
Descuida.
YAGO.
Si lo hicierais, señor,
mis palabras tendrían consecuencias
que jamás soñó mi pensamiento.
Casio es mi gran amigo. Señor, os veo alterado.
OTELO.
No, no mucho. Estoy seguro
de que Desdémona es honesta.
YAGO.
Que lo sea por muchos años y vos que lo creáis.
OTELO.
Y, sin embargo, apartarse de las leyes naturales. "

OTELO (Fragmento).
William Shakespeare.
YAGO.- Señor, temed mucho a los celos, pálido monstruo, burlador del alma que le da abrigo.
Feliz el engaño que descubre el engaño y consigue aborrecer a la engañadora, pero ¡ay del
infeliz que aún la ama, y duda, y vive entre amor y recelo!
OTELO.- ¡Horrible tortura!
YAGO.- Más feliz que el rico es el pobre, cuando está resignado con su suerte. Por el
contrario el rico, aunque posea todos los tesoros de la tierra, es infeliz por el temor que a
todas horas le persigue, de perder su... ¡Dios mío, aparta de mis amigos, los celos!
OTELO.- ¿Qué quieres decir? ¿Imaginas que he de pasar la vida entre sospechas y temores,
cambiando de rostro como la luna? No: la duda y la resolución sólo pueden durar en mí un
momento, y si alguna vez hallares que me detengo en la sospecha y que no la apuro, llámame
imbécil. Yo no me encelo si me dicen que mi mujer es hermosa y alegre, que canta y toca y
danza con primor, o que se complace en las fiestas. Si su virtud es sincera, más brillará así.
Tampoco he llegado a dudar nunca de su amor. Ojos tenía ella y entendimiento para escoger.
Yago, para dudar necesito pruebas, y así que las adquiera, acabaré con el amor o con los
celos.
YAGO.- Dices bien. Y así conocerás mejor la lealtad que te profeso. Ahora no puedo darte
pruebas. Vigila a tu esposa: repárala bien cuando hable con Casio, pero que no conozcan tus
recelos en la cara.
No sea que se burlen de tu excesiva buena fe. Las venecianas sólo confían a Dios el secreto,
y saben ocultársele al marido. No consiste su virtud en no pecar, sino en esconder el pecado.
OTELO.- ¿Eso dices?
YAGO.- A su padre engañó por amor tuyo, y cuando fingía mayor esquiveza, era cuando más
te amaba.
OTELO.- Verdad es.
YAGO.- Pues la que tan bien supo fingir, hasta engañar a su padre, que no podía explicarse
vuestro amor sino como obra de hechicería...
Pero ¿qué estoy diciendo? Perdóname si me lleva demasiado lejos el cariño que te profeso.
ACTO I – (Fragmento)
(Ollantay en un lugar solitario de Cusipata, adonde se ha realizado)
OLLANTAY: ¡Ah, Ollantay, infeliz Ollantay! ¿Es así como te desprecian y te arrojan? ¿Es
así como corresponden al inmenso amor que les diste tú. Vencedor de los pueblos?
(Pausa). ¡Ah, Cusi –Coyllur, esposa mía, hoy te perdí, hoy te extinguiste, paloma! (Pausa.
Exaltado).
Cuzco grande y hermoso, desde hoy soy tu enemigo.
¡Romperé tu pecho ardiente, llegaré a tu corazón y hecho pedazos lo serviré a los
cóndores hambrientos! ¿Y ese orgulloso déspota, el Inca? Convocaré a millares de
soldados, mentiré a los antis y los reuniré a millares de soldados, mentiré a los antis y
los reuniré, juntándolos de todas las regiones, en filas hirvientes. El Sacsahuamán los
contemplará llegar como tropel de nubes. Allí ha de alzarse el fuego. El Sacsahuamán
DORMIRÁ SOBRE LA SANGRE. Allí ha de estar tu Inca, oh Cuzco; allí ha de ver él mi
poder y ha de estar tu Inca, oh Cuzco; allí ha de ver él mi poder y ha de saber si su cuello
es pequeño para la horca. (En ese instante entra Piqui-Chaqui. Ollantay se vuelve hacia
él). Ve, Piqui –Chaqui, y dile a Cusi-Coyllur que esta noche me aguarde.
PIQUI –CHAQUI: Fui a verla ayer por la tarde y encontré su palacio abandonado.
Pregunté, y nadie me dio razón de ella. Todas las puertas estaban cerradas y ni siquiera
habían dejado a los perros.
OLLANTAY: Y a sus sirvientes, ¿Los viste? ¿Hablaste con ellos?
PIQUI –CHAQUI: ¿No te he dicho que no había nadie? Hasta los ratones habían huido.
Sólo las lechuzas, ocultas en la sombra, dejaban oír su lúgubre canto.
OLLANTAY: Quizá su padre se la ha llevado a su palacio.
PIQUI –CHAQUI: No, me sorprendería que la hubiese arrancado de los brazos de la
madre para hacerla ahorcar.
OLLANTAY: ¿No te preguntó nadie por mí?
PIQUI –CHAQUI: No, pero me enteré de que cerca de mil hombres te buscan para
prenderte.
OLLANTAY: (Con desesperación): Sublevaré a toda mi provincia. Mi brazo lo demolerá
todo y mi maza no dejará nada en pie.
PIQUI –CHAQUI: Si, señor. Ardo en ganas de pisotear a ese hombre y aun de ayudar a
que sea quemado.
OLLANTAY: ¿De qué hombre hablas?
PIQUI –CHAQUI: De Orco-Huaranca. Él es quien anda Buscándote.
OLLANTAY: ¿es verdad? Posiblemente lo haga para ganar el favor del Inca.
PIQUI –CHAQUI: Abomino de ese miserable hombrecillo.
OLLANTAY: Oh, algo me anuncia que ella ha sido sacada del Cuzco.
PIQUI –CHAQUI: ¿No es mejor que dejemos a Cusi-Coyllur?
OLLANTAY: ¿Piensas que sería capaz de tal infamia? No, yo la encontraré. (Pausa).
¿Oyes esa canción de amor? (Desde lejos llega la voz de un cantor que canta una dulce
melodía).
PIQUI –CHAQUI: (Tras de escuchar, triste): Tal vez Cusi-Coyllur ha muerto y su luz ya no
relumbra en la noche.
ACTO III (Fragmento)
(Sale Ima-Súmac y vuelve al instante con Cusi-Coyllur atada y dando muesta del tormento
padecido. Viene con la cabeza baja, sobre la cual su larga cabellera cae. Atrás, Pitu-Salla
y Mama – Ranra.)
TÚPAC YUPANQUI (Adelantándose hacia Cusi-Coyllur): ¿Quién es esta mujer? ¿Quién
es el cruel que la ha mandado maniatar?¿Es posible que un Inca haya dado así abrigo en
su pecho a la víbora del odio? (A Mama-Rama). Acércate. ¿Quién es esta mujer?.
MAMA RANRA: Tu padre fue quien ordenó que así se la tratara.
TUPAC YUPANQUI Aparten a este puma sanguinario de mi vista. (Mama-Ranra se retira
atemorizada. El Inca, dirigiéndose a Cusi-Coyllur). ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?
CUSI COYLLUR: Ima-Súmac, ¿Quiénes son estos hombres? ¿Dónde estoy?
IMA – SÚMAC: No temas, madre mía. Es el Inca, el generoso Yupanqui. Sal de tu sueño
de dolor y háblale.
TUPAC YUPANQUI: Vuelve en ti, mujer, y dime al fin quién eres.
IMA –SÚMAC: Ordena, señor, que le quiten las ataduras.
HUILCA-UMA: Deja que yo lo haga. (Desata a Cusi-Coyllur).
OLLANTAY (A Ima -Súmac): ¿Cómo se llama tu madre?
IMA – SUMAC: Es lucero apagado y sin alegría. Se llama Cusi-Coyllur…
OLLANTAY: (Con un grito): ¡Poderoso Yupanqui, mira en esta mujer a mi esposa!
TÚPAC YUPANQUI (A Ima- Súmac): ¿Cusi-Coyllur, dijiste? ¿No es mi hermana
desaparecida hace muchos años?.
HUILCA-UMA: Ella misma es.
CUSI-COYLLUR: ¡Ah, hermano mío, sólo tu compasión podía sacarme de este tormento!.
OLLANTAY: (Amoroso al lado de Cusi-Coyllur): ¿Cómo he podido perderte tanto tiempo?
Desde hoy volverás a ser mi compañera. Sin ti mi vida se agostaba en la soledad. ¿Qué
fue de tu luz? ¿Qué de tu dulce aliento? ¿Qué de todo lo que te hizo la más preciada flor
del imperio?
CUSI-COYLLUR: Durante quince años, Ollantay mío, compartimos separados la
amargura, y ahora estaremos juntos otra vez hasta la muerte. (A Túpac Yupanqui).
¡Yupanqui reemplaza el dolor por la dicha!
TUPAC YUPANQUI: La que te dio la vida moriría si te viera. ¡Cuántas lágrimas han
surcado tu rostro que lo han reducido a cenizas! !Perdón por el daño que te hemos hecho¡
HUILCA –UMA (A los servidores): ¡Que traigan nuevas vestiduras para nuestra princesa!
(A Ollantay): Mira, Ollantay, a tu mujer, y hónrala como tal, desde hoy. (A) Cusi-Coyllur:
Que el amor, hermana Cusi-Coyllur, devuelva el color a tus mejillas y prolongue por largos
años tu existencia.
OLLANTAY: Eres nuestro protector, Inca nuestro. Tu mano ha borrado la desgracia y nos
ha colmado de beneficios.

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