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SOCIOLOGÍA (UCM)

RESUMEN "EL CAPITALISMO HISTÓRICO" W


ALLERSTEIN

ORTEGA, FELIX 15-16


CAPATALISMO HISTORICO RESUMEN

El capitalismo histórico (2012, Siglo XXI, Madrid) es un librito breve -apenas 90


páginas- y de fácil lectura, en el que el sociólogo y profesor norteamericano
Immanuel Wallerstein (Nueva York, 1930) expone un resumen de las ideas
centrales de su extensa obra titulada El moderno sistema mundial (3 vols.,
Siglo XXI, Madrid).
Este librito se publicó por primera vez en 1988, antes de la caída del Muro de
Berlín y el colapso de los países comunistas del “bloque del Este”, sin embargo
en su mayor parte no ha perdido actualidad.
Ciertamente, vivimos una época de intensas transformaciones en las que cabe
pensar que TODO está cambiando y que NADA va a permanecer igual; sin
embargo, Wallerstein explica con claridad qué es lo que cambia y qué
permanece en el funcionamiento del capitalismo, entendido como sistema
social histórico.
Para el profesor de Sociología el capitalismo, a diferencia de otros sistemas
económicos, se caracteriza por la acumulación incesante de capital.
El capital, es decir, todo aquello en lo que se ha materializado el trabajo previo
para conseguirlo (infraestructuras, equipos, dinero, conocimientos, personas
cualificadas…), se convierte en un objetivo en sí mismo para el logro de
mayores beneficios. De forma aún más precisa: es la acumulación incesante de
capital el objetivo principal que subordina a otros objetivos posibles. Para
lograrlo necesita mercantilizarlo todo, expandir cuanto se pueda la
mercantilización de todas las cosas.
Wallerstein opina que el capitalismo histórico nació entre finales del siglo XIV y
principios del XV, y que entró en una crisis estructural a principios del siglo XX,
crisis que llevará a este sistema a su extinción posiblemente en algún momento
del siglo XXI. Eso sí, que el capitalismo desaparezca como consecuencia de su
lógica expansiva no significa, necesariamente, que el sistema que le sustituya
sea el socialismo, como pensaron el Marx y sus seguidores, ni siquiera tiene
por qué ser un sistema mejor, ni más equitativo ni igualitario.
Es muy interesante su apreciación de la Revolución Francesa, no como una
“revolución burguesa”, sino como la primera revolución antisistémica frente a
un capitalismo bastante consolidado, cuyo liderazgo recaía en una burguesía
cuyo origen estaba en esa parte de la alta aristocracia que, desde finales de la
Edad Media, se dio cuenta de que el sistema feudal no daba más de sí para
garantizar sus privilegios estamentales, pero que cabía sustituirlo por otro
sistema, de clases, que podía garantizarle esos privilegios si bien mediante
otros mecanismos.
También me ha sorprendido su explicación acerca de cómo los capitalistas se
han resistido históricamente a la proletarización total de la fuerza de trabajo,
pese a que necesitaban hacerlo para convertir a los trabajadores, además, en
consumidores de la sobreproducción acumulada.
Desde un punto de vista global, el capitalismo necesita reducir el grado de
proletarización para que las unidades domésticas no dependan totalmente de
un salario, sino que puedan satisfacer parte de sus necesidades mediante otros
procesos, de forma que esto permita mantener a la baja los salarios. Este
punto de vista me parece muy sugerente en una época, como la actual, en que
una parte de la sociedad se lanza en busca de formas de vida y de intercambio
menos dependientes de la economía monetaria y del empleo asalariado.
Hay otros contenidos del libro totalmente recomendables, como su valoración
del papel jugado por el racismo, el sexismo y el universalismo en el desarrollo
del sistema capitalista. Su punto de vista sobre el universalismo es ciertamente
provocador, pues pone en cuestión tanto la idea de progreso como el papel que
en él ha jugado la mitificación del conocimiento científico-técnico al servicio de
la emancipación humana.
Aunque los sitúa en su contexto histórico y entiende sus contradicciones,
Wallerstein critica a los movimientos antisistémicos por regirse según las ideas
heredadas de la Ilustración, las mismas ideas con las que se rigen sus
adversarios capitalistas.
Concluye con una afirmación rotunda: el capitalismo ha depauperado a la
Humanidad en términos absolutos, no sólo relativos. Es verdad que los
trabajadores de los países centrales (donde se acumula mayor capital) han
mejorado su poder adquisitivo y sus condiciones de vida, pero esto se ve de
otra forma si te tiene en cuenta al conjunto de los trabajadores a nivel mundial.
La mejora de las condiciones de vida de un 14 % de la población gracias a las
concesiones del sector más rico, un 1%, va pareja al empeoramiento de las
condiciones de vida del 85 % restante de los habitantes del planeta.
Immanuel Wallerstein formuló el concepto de sistema-mundo y, como
intelectual, ha sido uno de los principales referentes del movimiento
antiglobalización. Sin duda, su obra es fundamental para comprender
críticamente el funcionamiento histórico del sistema capitalista y reflexionar
acerca de lo que se puede esperar de él.
Sin embargo, desde mi punto de vista, hay dos cuestiones que no toma
suficientemente en consideración y que podrían contribuir a matizar sus
conclusiones:
La primera es que el proceso de acumulación de capital va de la mano de una
incesante destrucción y sustitución de capital lo que condiciona y matiza la
lógica expansiva a la que Wallerstein hace referencia y de la que hace
depender el final del capitalismo.
Y la segunda es que en ese proceso de mercantilización de todas las cosas,
ese “todas las cosas” tiene fronteras dinámicas, es decir, no sólo se expande la
mercantilización de todas las cosas, sino también las cosas mercantilizables:
nuevas formas de vida creadas artificialmente, espacios inexplorados o
inexplotados del planeta o, incluso cada vez más otros planetas… y todas las
“cosas virtuales” que la imaginación humana puede crear con los ordenadores
produciendo experiencias de realidad cada vez más intensas y mejoradas.

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