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Universidad de La Frontera.

Facultad de Ciencias Agropecuarias y Forestales


Magister en Manejo de Recursos Naturales

Documento de trabajo curso


CIENCIA, DESARROLLO Y SUSTENTABILIDAD:
APORTES TEÓRICOS PARA LA INTEGRCIÓN EN EL
MANEJO DE RECURSOS NATURALES

Prof. Dr. RENÉ MONTALBA NAVARRO

1
DESARROLLO, PARADIGMA PRODUCTIVISTA Y EMERGENCIA DEL
DISCURSO OFICIAL DE LA SOSTENIBILIDAD Y DESARROLLO SOSTENIBLE.

Pese a que desde su concepción original el “desarrollo” ha estado relacionado


con el paso a algo superior o a estados más avanzados o “evolucionados”, que en
el caso de las sociedades tendría su cúlmine el la occidental, lo cierto es que tras
la toma de posesión de Truman1 (20 de enero de 1949), y la “apertura” para el
mundo de la era del desarrollo, este concepto sufre una profunda metamorfosis y
un empobrecimiento hasta ser reducido al simple crecimiento económico. Así,
para Truman y sus primeros promotores, el desarrollo consistía simplemente en el
crecimiento del ingreso per cápita en las áreas económicamente
“subdesarrolladas” hasta que este fuera más cercano al que gozaban los países
“desarrollados” (Esteva, 1997). De esta forma, junto con redefinir el estado de
“desarrollo” como aquel en el cual se encontraban los países industrializados (y su
organización socioeconómica, política, productiva y cultural), se “inventa” el estado
del “sub desarrollo” y la condición de “subdesarrollados”. Lo anterior no quiere
decir otra cosa mas que todo lo diferente (y por tanto inferior) a lo definido como
desarrollado (principalmente Estados Unidos en la década de los 50). Esto trae
como consecuencia el que desde ese momento gran parte de la humanidad pasa
a la condición de “subdesarrollados” y deben tener como prioridad principal
recorrer el camino trazado por la identidad sociocultural occidental (industrializada,
desarrollada) a fin de obtener el preciado premio del desarrollo (Escobar, 1998;
Esteva, 1997).

En coherencia con lo anterior fue planteado, tanto desde el ámbito académico


como el político, que la obtención del desarrollo debía tener como requisito
principal el aumento en la producción per cápita de bienes materiales, iniciándose
con esto la dominancia del paradigma del desarrollo que podemos denominar
como “Paradigma Productivista”.

Con la dominancia de este paradigma se refuerza también la idea de que el modo


industrial de producción (relacionado con los patrones de producción y consumo
1
Presidente de Estados Unidos durante el periodo comprendido entre 1949 - 1957

2
de los países “desarrollados”) constituía el estadio terminal de la evolución social
(desarrollo). De esta forma, la institucionalización de la investigación científica
forma parte de su núcleo central, ya que se considera que esta es capaz de
transferir la revolución tecnológica y la racionalidad de la industria a todas las
actividades humanas. Así, el desarrollo técnico y sus aplicaciones en la economía
de las sociedades avanzadas pone de manifiesto un nuevo tipo de racionalidad: la
racionalidad científico técnica y, con ello, la cientificación del hombre y la
naturaleza (Guzmán et al., 2000). El traspaso de esta “cientificación”, además del
traspaso de los “esquemas racionales” de la industria a la agricultura, fue
“globalizado” mediante la aplicación de la “Revolución Verde” en las zonas
“subdesarrolladas” del planeta.

Junto con la cientificación, otro proceso inherente a este modelo de desarrollo lo


constituye la “modernización”. Este concepto de modernización (incorporado en la
literatura científica en los años 50), se refiere a una gavilla de procesos
acumulativos y que se refuerzan mutuamente: la formación de capital y
movilización de recursos, el desarrollo de las fuerzas productivas y de incremento
de la productividad del trabajo, la implantación de poderes políticos centralizados
y el desarrollo de identidades nacionales, la difusión de derechos de participación
política, de las formas de vida urbana y de educación formal, la secularización de
valores y normas, etc.(Guzmán et al, 2000).

Al tiempo de equiparar crecimiento con desarrollo, la teoría económica de los añs


cincuenta, sesenta y principios de los setenta olvidó por completo el papel de los
recursos naturales en la economía y en el crecimiento económico. De esta forma
el crecimiento global de las economías como forma de llegar al desarrollo es
avalado mediante modelos en los cuales los únicos factores considerados eran el
capital total (básicamente las “máquinas”) y el trabajo total. Desde estos se
planteaba que, incluso sin cambio técnico, sería posible un crecimiento
exponencial sin límite que permitiese un consumo constante para una población
creciente, con la única condición de que la acumulación de capital (la inversión
neta) creciese al mismo ritmo que la población y la fuerza de trabajo, de modo que
no decayese la relación capital/producto. Si además, como sucedía en la práctica,

3
existía “progreso técnico”, entonces la perspectiva, aún más optimista, sería la del
crecimiento del consumo per cápita. De esta forma las variables claves para
asegurarlo serían el propio progreso técnico y un ritmo adecuado de acumulación
(Martinez Alier y Roca, 2000).

Esta fe ciega en la ciencia y el progreso técnico y la ilusión de la separación entre


crecimiento y la base física de recursos naturales (en general entre economía y
naturaleza) no tardó mucho tiempo en ponerse seriamente en duda (pese a que
en la actualidad muchos economistas se aferren a esta idea...la ilusión es lo último
que se pierde), dados los evidentes efectos medioambientales que el modelo de
desarrollo = crecimiento estaba ocasionando tanto en países “desarrollados” como
“subdesarrollados” y también a escala global2.

Uno de los primeros y mas influyentes cuestionamientos al modelo de crecimiento


= desarrollo, desde el plano académico, fue el elaborado por un equipo del
Massachussets of Tecnology al “Club de Roma”. Partiendo de su título, “Los
Limites del Crecimiento” (Meadows et al., 1972), este informe cuestiona el
optimismo respecto a la posibilidad de un crecimiento ilimitado de las economías y
la producción mundial al considerar que conjuntamente con el crecimiento
poblacional, la producción de alimentos y las industrialización, también el consumo
de recursos naturales no renovables y la polución presentan un crecimiento
exponencial. En base a lo anterior un modelo basado en el consumo creciente de
recursos naturales no renovables no solo no resultaría “viable” en el mediano y
largo plazo, sino que además provocaría el agotamiento de algunos de estos
recursos en un futuro relativamente próximo (como el petróleo). Pese a las
críticas, algunas justificadas, que desde la economía convencional se realizaron a
las “catastrofistas” proyecciones de este informe3, lo cierto es que fue un fuerte

2
Contaminación y degradación medioambiental, depredación de los recursos naturales,
calentamiento global, etc.
3
Ya que estas perspectivas de agotamiento de recursos no renovables se expresan en términos
de “esperanza de vida” del recurso o la relación entre las reservas mundiales estimadas al
momento de su realización y la extracción mundial efectiva. Sin embargo, a lo largo del tiempo, las
estadísticas de reservas no explotadas de recursos no renovables nos informan (en muchos casos)
de su aumento y muchas veces también del crecimiento de la relación entre reservas mundiales
totales y la extracción del recurso, por lo tanto se considera que el progreso técnico nos aleja cada
vez más del “fantasma” del agotamiento. Según Martínez Alier y Roca (2000), esta paradoja se

4
llamado de atención frente a la depredación de recursos impuesta por el modelo y
la existencia de un límite físico del planeta.

Las dos grandes crisis del petróleo (1973 y 1979) junto con la publicación y amplia
difusión de trabajos científicos (tales como “Food productión and the energy
crises” de Pimentel et al., 1973 ) y otros de divulgación (como “La primavera
silenciosa” de R. Carson, 1962), contribuyeron a alertar sobre el riesgo (o
podríamos decir “incertidumbre”) que supondría la transferencia del modelo
productivista a los países “en desarrollo”, y a sus sistemas agrícolas.

En vista de lo anterior (problemas ambientales) y de los graves desequilibrios


sociales ocasionados (o agravados) por la aplicación de los criterios de la
racionalidad económico-productivista, las instituciones supranacionales en las que
se articulan los estados4 (creadas tras la Segunda Guerra Mundial) debieron
realizar grandes esfuerzos en la búsqueda de nuevos enfoques para seguir
“subvencionando” programas que, a la ves de aliviar estos problemas, siguieran
“imponiendo” la modernización y el desarrollo económico de la identidad
etnosistémica europeo-occidental al resto del mundo. Mediante este “esfuerzo”
son generados los discursos del “ecologismo tecnocrático” de los organismos
internacionales y del “desarrollo sostenible”.

Según lo planteado por Mielgo y Sevilla Guzmán (1995), el discurso


ecotecnocrático de la sostenibilidad surge en la conferencia de la ONU celebrada
en Estocolmo en 1972 sobre Medio Humano. Para Jiménez Herrero (1996) esta
conferencia representó un importante paso en el camino hacia la integración de
conceptos y estrategias relacionadas con el “desarrollo” y el “medio ambiente”.
Considera que el propio título de esta conferencia expresaba que “el medio
ambiente no debía ser concebido bajo un sentido estrictamente “físico-natural”,
sino que, siendo una realidad sistemática que nace de la interacción entre el
sistema natural y el sistema social (además del medio físico) hay que contar con el

puede entender por la distinción existente entre la base física total del recurso y las reservas
estimadas, y la definición poco precisa de este último concepto, no implicando esto que el
agotamiento de recursos finitos (como los no renovables) corresponda a algo irreal. En otras
palabras la discusión no es su ocurrencia, sino que más bien cuando ocurrirá.
4
Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial (BM).

5
medio construido y el medio socio-cultural donde los hombres desenvuelven su
existencia” (1996:95). Para Alonso Mielgo y Sevilla Guzmán (1995), no obstante
que a partir de esta conferencia el mundo occidental, de las “sociedades
avanzadas”, descubre que existe un solo mundo y que este esta aquejado por
problemas, lo cierto sería que en esta conferencia los “países industrializados”
logran sembrar la semilla de que las “deficiencias del medio natural “ tenían su
origen en el subdesarrollo. Así esta “semilla”, que fue “nutrida” con una
conveniente contrastación empírica5, germinaría con los cuidados oportunos
realizados en foros posteriores, caracterizándose el desarrollo sostenible
vinculado a la idea de que la pobreza es la causa fundamental del deterioro de los
recursos naturales.

En los estudios empíricos utilizados para la creación del discurso oficial de


sostenibilidad, se evidencia que el planeta posee límites ecológicos y
poblacionales y por tanto el modelo de sociedad, estilo de vida y consumo de los
países “desarrollados” no es extensible a toda la humanidad. Sin embargo, en la
elaboración del mismo discurso no se tienen en cuenta otras evidencias empíricas
respecto de esta misma realidad limitada. Entre estas tendencias encontramos: los
distintos patrones de consumo de materia y energía (donde la gran parte es
consumida en los países desarrollados), la ubicación de las materias primas
existentes (extraídas del tercer mundo por los países industrializados en unas
condiciones expoliatorias), y las contradicciones existentes entre el modelo
económico imperante y la existencia de limites ecológicos del planeta (Alonso
Mielgo y Sevilla Guzmán, 1995).

Es en este contexto en el que en la Comisión Mundial para el Medioambiente y el


Desarrollo (Coordinada por G.H. Bruntland) publica “Nuestro Futuro Común” (en
1987, conocido como informe Bruntland), y se establece el “desarrollo sostenible”
como marco conceptual y estratégico, a la vez de “método oficial para corregir los
efectos de la crisis ecológica”.

5
Destacan por su importancia en la construcción del desarrollo sostenible oficial los trabajos
realizados en el seno del Club de Roma (Meadows et al., 1972; Mesarovic y Pestel, 1975;
Tinbergen, 1976) y el informe “Global 2000” (Barney el al., 1982), elaborado por iniciativa del
Presidente (EE.UU.) Carter.

6
Finalmente, la estrategia de cooperación internacional es elaborada en la
“Conferencia de Río” de 1992 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Medioambiente y Desarrollo). En esta se alcanza un mayor acuerdo político en
torno a la finalidad y objetivos del desarrollo sostenible. Luego de su finalización
distribuyen una serie de documentos presentados como resoluciones aprobadas
por la conferencia, entre los cuales cabría destacar la “Declaración de Río sobre
Medioambiente y Desarrollo”6 y el “Programa o Agenda 21”7.

Marco conceptual del desarrollo sostenible


El Informe Brundtland define “Desarrollo Sostenible” como: aquel que satisface
las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de
las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. A su vez, la
formulación general del desarrollo sostenible encierra otros dos conceptos
fundamentales: el concepto de “necesidades” (en particular necesidades de los
pobres a los que se debe otorgar prioridad), y el concepto de “limitaciones”,
impuestas por el estado de la tecnología y la organización social, entre las
capacidades del medioambiente para satisfacer las necesidades presentes y
futuras. De esta forma el desarrollo sostenible implicaría una transformación de la
economía y de la sociedad, aumento de potencial productivo e igualdad de
oportunidades para todos (CMMAD, 1992: 67-68).
No obstante que para Costabeber (1998:110), en esta propuesta “reside un
pronunciado desafío político, poniendo en manos de la humanidad la
responsabilidad de solucionar los problemas sociales, económicos y
medioambientales a través de rápidas y decisivas acciones”, autores como
Alfonso Mielgo y Sevilla Guzmán (1995) consideran que la vaguedad de la
definición de desarrollo sostenible (al basarse en el concepto de “necesidad” y ser
este una construcción social) permite cualquier acción que justifique (y legitime) el

6
Documento (titulado como Carta de la Tierra), que constituye una especia de “Código de
comportamiento”, el cual a través de 27 principios rectores se pretende establecer una estrategia
para conseguir el “desarrollo sostenible”. (ya definido en el Informe Brundtland).
7
Programa de acción a largo plazo que sienta las bases para poner en práctica el concepto de
desarrollo sostenible formulado en el Informe Brundtland.

7
viejo modelo económisista (productivista) del desarrollo, con una nueva cosmética
medioambiental.
Por otro lado, Redclift (1993: 150) considera que la fuerza del concepto de
desarrollo sostenible consiste precisamente en su vaguedad, ya que esta permite
que posea distintos significados para distintos grupos, y estos significados
permiten que los distintos grupos reflejen en sus proyectos y objetivos la variedad
de sesgos disciplinarios, diferencias entre paradigmas y disputas ideológicas. Así,
en otras palabras, la escasa rigurosidad con la cual la comisión (CMMA) debió
tratar ciertos temas8 (a fin de alcanzar un considerable consenso y evitar la auto
contradicción) (Daly, 1991; citado por Alonso Mielgo y Sevilla Guzmán, 1995: 105-
106), hace que el “desarrollo sostenible” pueda ser apropiado por distintos grupos
político ideológicos para tras este seguir cumpliendo sus objetivos.

“muchas cuestiones críticas de supervivencia están relacionadas con un


desarrollo desigual, con pobreza y crecimiento de la población. Todo ello crea
una presión sin precedentes sobre las tierras, aguas, bosques y otros recursos
naturales del paneta” (CMMD, 1992. Pág. 16).

“El desarrollo sostenible, lejos de querer que pare el crecimiento económico,


reconoce que los problemas de la pobreza y subdesarrollo no pueden ser
resueltos si no se instaura una nueva era de crecimiento en la que los países
desarrollados desempeñen un papel importante y obtengan grandes beneficios”
(CMMD, 1992: 63).

“Ningún país puede desarrollarse distándose de los demás. Por ello, la


búsqueda de un desarrollo sostenible requiere una nueva orientación en las
relaciones internacionales. Para que un crecimiento (nótese que se cambia de
desarrollo a crecimiento) persista en el largo plazo necesita modificaciones de
gran alcance para producir afluencia de comercio, capital y tecnología que sean
más equitativas y mejor sincronizadas con los imperativos del medio ambiente.”
(CMMD, 1992: 152).

8
Como la relación (y hasta equiparación) de crecimiento con desarrollo.

8
La utilización de los términos desarrollo y crecimiento con un mismo significado y
el afianzamiento (recordemos que esto parte desde Estocolmo 1972) de la
relación causal entre el deterioro mediambiental, el crecimiento demográfico y la
pobreza, resultan ser de una extraordinaria compatibilidad con los planteamientos
del viejo modelo productivista. Si sumamos a esto la ambigüedad y apropiabilidad
del concepto y de sus objetivos (ya comentado) y el gigantesco aparato de
“compra de conocimiento” y difusión con que cuentan los poderes económicos
transnacionales y los seguidores del antiguo paradigma (que son a la vez quienes
gozan de sus beneficios), no es de extrañar el hecho de que a nivel de políticas
estatales (e incluso regionales o locales) la visión de la sostenibilidad y desarrollo
sostenible que predomina parece ser el de un “enverdecido” productivismo (tal
como fuera “pronosticado” por Alfonso Miengo y Sevilla Guzmán, 1995). De esta
forma, por ejemplo, en los niveles locales dominan los proyectos (financiados por
organismos internacionales o estatales) de desarrollo en los cuales sus títulos,
objetivos y formas de acción nos recuerdan claramente a los antiguos proyecto de
la era productivista, con la sola diferencia que en el título se incluye la palabra
“sostenible” o “sustentable”9, y algunas de sus acciones (muchas veces
secundarias) apuntan a objetivos “ambientales” (conservación de suelos,
plantación de árboles, conservación de agua, etc.) (Carrasco y Montalba-Navarro,
2002). Pareciera ser que, bajo este discurso y a la luz de sus acciones,
implícitamente el “desarrollo sostenible” puede ser disgregado en la suma de
“desarrollo” más “sostenible”. Donde el desarrollo posee la misma connotación,
objetivos y modo de conseguirlo que en el antiguo paradigma, y lo de sostenible
sólo recuerda que se deben tener algunas consideraciones (reparaciones o
intercambios) con el medio ambiente (en su acepción tecnocrática, separada del
hombre y de lo sociocultural).

9
Utilizando indistintamente ambos términos.

9
2. CIENCIA Y DESARROLLO DESDE LA PLURALIDAD: UNA APROXIMACIÓN
A PARTIR DE LA EPISTEMOLOGÍA POLÍTICA10.

Sobre ciencia “normal” y desarrollo.


La creencia fundamental, mantenida desde los fundadores de la ciencia moderna
(partiendo del mismo Descartes), ha sido el que la ignorancia sería conquistada
por el poder de la razón. Así, dado que la incertidumbre era el resultado de las
pasiones humanas, la tarea de la ciencia era la de la creación de un método que
asegurara la separación entre la razón y la pasión. Su objetivo era el descubrir los
puros hechos “duros”, no contaminados por el sistema de valores blandos (pasión)
(Funtowics y De Marchi, 1999; Morin, 1984).

El gran éxito que la ciencia occidental moderna obtuvo en muchos campos ha sido
en gran parte logrado mediante la simplificación de la complejidad. Esta
simplificación realizada por los científicos, mediante su método (el “Método
Científico”), ha extendido dominantemente las siguientes premisas: a) el sistema
de la naturaleza puede ser dividido en compartimentos aislados casi estables
(atomismo). Esto ha dado como resultado una ciencia que pretende “aprovechar”
las ventajas de la división del trabajo por medio de la división en disciplinas, la
especialización y súper especialización; b) Nuestras formas separadas e
individuales de entender los sistemas complejos están fusionadas dentro de un
todo coherente (monismo); c) La ciencia explica el funcionamiento del mundo
natural, por medio de leyes que describen comportamientos regulares
(mecanicismo). Por ello los científicos (o gran parte de ellos) reivindican un estatus
elevado para su quehacer, creyendo que su labor consiste en describir y formular
leyes que gobiernan el devenir histórico; d) Se cree en la unidad del método
científico y en la existencia de principios generales (universalismo). Basta aplicarlo
a la realidad que se quiere conocer para obtener el correspondiente conocimiento,
formulando así las correspondientes leyes; e) los objetos de estudio pueden ser

10
Enfoque situado en la problematización de la relación existente entre los problemas que afronta
la ciencia y las soluciones consideradas necesarias para su resolución. Revisa críticamente los
fundamentos y estrategias del quehacer científico en contextos de incertidumbre y disputa de
valores (Funtowicz y Ravetz, 2000).

10
separados del sujeto que los estudia y por tanto la ciencia y el conocimiento
científico es neutral, libre de valores y objetivo (objetivismo) (Funtowicz y De
Marchi, 1999; Guzmán et al., 2000; Norgaard y Sikor, 1999).

Deacuerdo a Kuhn (1975), y su teoría de los Paradigmas Científicos, el sistema


social de investigación ha reflejado, a su vez, esta estructura reduccionista. Así,
dentro de las características de la que denominara “ciencia normal”11, señala su
ocupación en la resolución de enigmas12 dentro de paradigmas13 disciplinarios
compartimentalizados, como forma de desarrollo de la disciplina y avance
personal de los científicos. En este esquema, la transición sucesiva de un
paradigma a otro, tras la crisis del anterior y por medio de una “revolución
científica”, señala el patrón usual de desarrollo de una ciencia madura. De esta
forma, contra el mito de la autonomía y racionalidad del progreso científico,
Thomas Kuhn ha mostrado que los paradigmas están vinculados a épocas
históricas concretas. En principio, el critério de elección entre paradigmas rivales
no siempre es un criterio científico, responde a múltiples creencias, causalidades,
y demás deseos extracientíficos. Por tanto, el tiempo, la sociedad, las creencias,
los deseos, los intereses están en la base de la lógica interna que gobierna el
“progreso científico” (Guzmán et al., 2000: 88-89).

11
Kuhn (1975: 33) define a la “ciencia normal” como aquella investigación basada firmemente en
una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica
particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior. A su vez,
esta definición se aplica, o incluye, a la ciencia moderna convencional (Funtowicz y Ravetz, 2000,
Guzmán et al., 2000).
12
Categoría de problemas que puede servir para poner a prueba el ingenio o habilidad para
resolverlos. Para ser considerado como “enigma científico”, por la ciencia normal, debe poder
enunciarse deacuerdo con las herramientas conceptuales e instrumentales que proporciona el
paradigma, tener más de una solución asegurada y debe haber reglas que limiten tanto la
naturaleza de las soluciones aceptables como los pasos que es preciso dar para obtenerlas (Kuhn,
1975; pags. 68 – 73)
13
En su posdata a “The Structure of Scientific Revolutions” (publicada originalmente en 1962),
publicado en 1969, Kuhn separa los dos sentidos con los cuales utiliza este término. Por una parte
se refiere a la completa constelación de creencias, valores, técnicas, y así sucesivamente,
compartidos por los miembros de una comunidad científica dada. Por otra, denota una especie de
elemento en tal constelación las soluciones-enigmas concretas las que empleadas como modelos
o ejemplos, pueden reemplazar a las reglas explícitas como base para la solución de los enigmas
restantes de la ciencia normal (Kuhn, 1975:269).

11
De esta forma podemos ver que el conocimiento científico, al mismo tiempo que
corresponde a datos de carácter objetivo, no es el reflejo de las leyes de la
naturaleza. Lleva en sí un universo de teorías, de ideas, de paradigmas, que nos
remiten a las condiciones bio-antropológicas del conocimiento, por una parte, y al
enraizamiento cultural, social, histórico de las teorías, por la otra (Morin, 1984:42).
Pese a esto último cabe también hacer mención a la aclaración de Morin, cuando
plantea que si bien el conocimiento científico no podría ser aislado de sus
condiciones (y contexto) de elaboración14, tampoco podría ser reducido a estas
condiciones ni considerada como una pura y simple ideología social, pues
sostiene un dialogo incesante en el campo de la verificación empírica con el
mundo de los fenómenos (1984:42).

Sin negar los avances y el “progreso” debido a la ciencia y su metodología15, Morin


(1984) plantea que la “ciencia normal” (en el sentido otorgado originalmente por
Kuhn en 1962), y la forma en la cual ésta se ha desarrollado, comporta una serie
de rasgos negativos ya bien conocidos16: Entre estos encontramos que el
desarrollo disciplinario de las ciencias no solo aportaría las ventajas de la división
del trabajo, sino que también los inconvenientes de la súper especialización
(compartimentalización y fragmentación del saber). La fragmentación y disyunción
del conocimiento científico, y el que los científicos renuncien al conocimiento que
no sea el de su propia disciplina, produce un conocimiento entregado como una
serie de datos e información aislada y no integrada por los propios científicos. Esta
información es acumulada en bases de datos y luego integrada y utilizada por
medio de los poderes políticos y económicos que buscan en ellos su legitimación.
De esta forma, los poderes creados por la actividad científica escapan
completamente a los propios científicos y al ámbito de las ciencias. Ahora bien,
esto último no exculpa a los científicos de su responsabilidad, ya que estos
reconocen esta situación pero eluden su toma de conciencia mediante el
mantenimiento de una visión tríplica de la realidad en la cual separan las nociones
14
Y por tanto resulta necesario que toda ciencia investigue sus estructuras ideológicas y su
enraizamiento sociocultural (Morin, 1984: 43).
15
Otorgándole los adjetivo de elucidante, enriquecedora, conquistadora y triunfante
16
No obstante a menudo aparecen solo como inconvenientes secundarios o como sub productos
menores.

12
de ciencia, técnica y política, evadiéndose de las evidentes interacciones que
existen entre estos.

De esta forma, la ciencia se ha convertido en una institución poderosa y masiva en


el centro de la sociedad, la cual es subvencionada, nutrida y cada vez más
controlada por los poderes económicos y estatales (Morín, 1984). Esta capacidad
de control ha llegado a tal punto que ya no solamente se limita a financiar
selectivamente la ciencia y la información científica que sirva a sus propósitos de
legitimación y justificación, sino que también deslegitima y persigue a quienes se
“desvían” de aquel camino17. De este modo nos hallamos en un proceso inter-
retroactivo en el cual la técnica producida por las ciencias transforma la sociedad,
pero también, retroactivamente, la sociedad tecnologizada transforma a la propia
ciencia. Los intereses económicos capitalistas y el interés del Estado, juegan un
papel activo en este circuito por sus finalidades, sus programas y subvenciones.
La institución científica sufre los constreñimientos técnico burocráticos propios de
los grandes aparatos económicos o estatáles, pero ni el estado, ni la industria, ni
el capital son guiados por el espíritu científico, sino que más bien utilizan los
poderes que las investigación científica les aportan (Morin, 1984).

Sin consideración a estos “problemas”, manteniendo la ignorancia de las masas y


el mito de una ciencia neutral: aislada de la pasión, libre de la necesidad de
conciencia y capaz de solucionar problemas que nos nublen la verdad, la ciencia
ha dado al estado moderno un modelo legitimador de la toma de decisiones
“racionales”. En el campo de la acción, la ciencia legitima a los expertos como los
únicos capaces de ver la verdad y recomendar acciones correctas, basada en el
supuesto que el descubrimiento de los hechos verdaderos lleva a tomar las
acciones correctas. En otras palabras lo verdadero conduce al bien. La
racionalidad se convirtió en sinónimo de “racionalidad científica” y el conocimiento
fue sinónimo de “conocimiento científico”. En este proceso otras formas de
conocimiento y otras apelaciones a la racionalidad, como el conocimiento agrícola

17
Paradigmática de esta situación resulta ser la persecución sufrida por el (ahora ex) profesor de
UC Berkeley D. Parella, al descubrir contaminación de maíces transgenicos en maíces nativos
mexicanos. Lo cual perjudicaría a la industria agro-alimentaria.

13
tradicional, no fueron considerados o bien lo fueron como de segunda categoría
(Funtowicz y De Marchi, 1999; Funtowicz y Ravetz, 2000).

La fe en la ciencia y la tecnología, fortalecida por las nuevas ciencias surgidas del


esfuerzo bélico que significó la segunda guerra mundial, desempeñó un papel
importante en la elaboración y justificación del discurso del desarrollo.

“Todavía creo que el progreso humano depende del desarrollo y la


aplicación en mayor grado posible de la investigación científica.....El
desarrollo de un país depende ante todo de un factor material: primero,
el conocimiento, y luego, la explotación de todos sus recursos
naturales” (Laugier, 1948:256)18.

La tecnología, se pensaba, no solo aumentaría el progreso material: le otorgaría,


además, dirección y significado. Escobar (1996) analiza como en la extensa
bibliografía de la teoría sociológica de la modernización, la tecnología era
concebida como una especie de fuerza moral que operaría creando una ética de la
innovación, la producción y el resultado. El concepto de “transferencia de
tecnología” se convertía así en un componente importante de los proyectos de
desarrollo, sin considerar que la transferencia no dependía únicamente de
elementos técnicos sino también de factores sociales y culturales. Extendiendo la
visión del modelo de ciencia comentado anteriormente, la tecnología era
considerada neutral e inevitablemente benéfica y no como instrumento para la
creación de los órdenes sociales y culturales (Morandé, 1984).

De esta forma, el desarrollo y su justificación en la ciencia (profesionalización)


alimentó una manera de concebir la vida social como problema técnico, como
objeto de manejo racional que debía confiarse a un grupo de personas. Estos
correspondían a los profesionales del desarrollo (los expertos), cuyo conocimiento
especializado debía capacitarlos para la tarea. La profesionalización del

18
Citado por Escobar, 1996.

14
desarrollo19 incluye (y también se logró mediante) un conjunto de técnicas,
estrategias y prácticas disciplinarias que organizan la generación, validación y
discusión de conocimiento sobre el desarrollo, incluyendo a las disciplinas
académicas, a los métodos de enseñanza e investigación, a los criterios de
autoridad y a otras diversas prácticas profesionales. En otras palabras, los
mecanismos a través de los cuales se crea y mantiene una política de la verdad y
que permite que ciertas formas de conocimiento reciban el estatus de verdad, son
establecidos desde la ciencia a través del modelo de desarrollo (Escobar, 1996).

Así, la profesionalización del desarrollo permitió desplazar todos los problemas de


los ámbitos políticos y culturales al campo, supuestamente más neutral, de la
ciencia. Como requisito, y en vista a lo anterior, esta profesionalización e
institucionalización del desarrollo necesitaba también la “producción” de
conocimiento que permitiera a los expertos y planificadores “verificar
científicamente los requerimientos sociales” (Fuenzalida, 1987). Con este fin, el
“tercer mundo” presenció la llegada masiva de expertos encargados de investigar,
medir o teorizar en este o aquel aspecto de su sociedad. Estos profesionales, en
lugar de ver el cambio como un proceso basado en la interpretación de la tradición
histórica y cultural de cada sociedad, buscaron diseñar mecanismos y
procedimientos que permitieran el ajuste de las sociedades a un modelo
preexistente (el de la Identidad occidental), encarnado en la estructura y funciones
de la ciencia y la modernidad (Escobar, 1996).

El mismo Escobar (1996) considera que íntimamente ligado al proceso de


profesionalización del desarrollo encontramos la creación de un campo
institucional desde el cual los discursos son producidos, registrados, estabilizados
y puestos en circulación. Juntos constituyen un aparato que organiza la
producción de formas de conocimiento y las formas de poder,
interrelacionándolos. Desde mediados de la década de los 40, y con la creación de
los organismos internacionales, este proceso no ha dejado de expandirse para
consolidar una eficaz red de poder. A través de la acción de esta red se vincula a

19
Mediante la cual el “Tercer Mundo” es incorporado a la política del conocimiento especializado y
de la verdad de la ciencia occidental.

15
la gente y las comunidades a los ciclos específicos de producción económica y
cultural, y es a través de ella que se promueven ciertos comportamientos y en
definitiva, la racionalidad del desarrollo oficial.

No obstante a que (tal como menciona Esteva, 1997), en la década de los 70 se


intentaron poner en el plano internacional propuestas de “desarrollo” alternativo y
que consideraran las particularidades de cada “zona” y el derecho a planificar su
futuro de acuerdo a intereses, recursos y cosmovisiones propias (como el
desarrollo endógeno), estos discursos tardaron poco tiempo en ser desechados
por las instancias internacionales (organizadoras del conocimiento y el poder)
debido a que eran intrínsecamente contrarias al propio concepto de desarrollo, el
cual es unidireccional y con una meta ya fijada.

Tal como se ha visto en el apartado anterior, pese a que en la actualidad se


reconocen los serios efectos en la sostenibilidad global y local generada por el
modelo de desarrollo oficial, se ha regresado rápidamente a una nueva “era del
desarrollo” en la cual la fe ciega en la ciencia (en su neutralidad y carácter de
intrínsecamente benéfica) se mantiene intacta: en el nuevo discurso
ecotecnocrático del “desarrollo sostenible” nuevamente le ha sido asignado a la
ciencia y la tecnología el rol de solucionadoras de los problemas de las
humanidad. Así en el capítulo 35 de la ya mencionada agenda 21 (“Ciencia para el
desarrollo sostenible”) se expone lo siguiente:

“Habido cuentas de la creciente importancia que tienen las ciencias en


relación con las cuestiones del medio ambiente y el desarrollo, es
necesario aumentar y fortalecer la capacidad científica de todos los
países, especialmente de los países en desarrollo, a fin de que
participen plenamente en la iniciación de las actividades de
investigación y desarrollo científicas en pro del desarrollo
sostenible...........Es necesario hacer especial hincapié en que los
países en desarrollo fortalezcan su propia capacidad para estudiar su
base de recursos y sus sistemas ecológicos respectivos y para

16
ordenarlos mejor con objeto de hacer frente a los problemas en los
planos nacionales, regional y mundial” (Naciones Unidas, 1993:capítulo
35).

Ciertamente esto evoca planamente el retomar los objetivos y metodología de la


anterior “era desarrollista”, utilizando a su vez el mismo aparato de control en
todas las instancias de la educación, académicas, científicas y políticas.
Conservando en su medula el carácter de “unidireccional” que (Según Esteva,
1997) ha acompañado históricamente al concepto “desarrollo”. El modelo de
“desarrollo sostenible” no parece cuestionar el modelo de ciencia que sostiene al
desarrollo oficial.

Ejemplos como la cientificación e industrialización de la agricultura demuestran


que la relación entre avances de la ciencia (e innovaciones tecnológicas) y
sostenibilidad (incluso de la mismo forma que es definida en el discurso
ecotecnocrático) resulta ser ambigua y compleja. Se justifica así la preocupación
en torno a las intervenciones científicas en procesos complejos, las que pueden
constituir en si mismas una fuente de generación de problemas e insostenibilidad.
De esta forma, La creencia (o fe) en que el avance de la ciencia y de las
innovaciones científico tecnológicas, analizada desde el mismo discurso
ecotecnocrático, nos acercaran a la sostenibilidad, resulta de gran ingenuidad una
vez que se ha evidenciado que no necesariamente más conocimiento científico
tendrá como resultado una sociedad más sostenible (Funtowicz y De Marchi,
1999).

Dado lo anterior, resulta necesario volver a preguntarse si la misma forma de


hacer ciencia que ayudó a originar los actuales problemas de sostenibilidad será la
que los puede solucionar. Desde nuestra perspectiva la respuesta es obviamente
negativa. Cabe entonces preguntarse de qué forma se debe replantear el rol de la
ciencia y del conocimiento científico en pos de la sostenibilidad de las sociedades,
economías y el medio ambiente. De esta forma, los retos que afronta la ciencia
frente a la sostenibilidad no son solamente de tipo técnico (como se plantea en el

17
discurso ecotecnocrático), sino que aspectos epistemológicos y metodológicos de
la ciencia resultan ser retos fundamentales. Por otro lado, resulta necesario
también la deconstrucción y reconstrucción de conceptos que la ciencia (en su
oculto etnocentrismo y subordinación ideológica) ha instituido (o justificado): dotar
a conceptos tales como los de “sostenibilidad” y “desarrollo” de pluralidad20.

La conciencia de la ciencia y pluralización del conocimiento.


Actualmente, la evidencia creciente de que la ciencia, como los icebergs, tiene una
enorme parte sumergida que no es científica sino que se aloja en la pasión
humana21 (Morin, 1984) y la conciencia sobre la existencia de contradicción y
pluralidad, tanto en la ciencia como en la naturaleza, ha producido un serio
cuestionamiento de la actividad de investigación fragmentada y del método
científico hegemónico. Resultado de este cuestionamiento es la invalidación de la
ciencia como forma de generación y validación de un único conocimiento
verdadero, objetivo y capaz de dar respuesta y solución a los problemas de la
humanidad. Tal como mencionan Funtowicz y Ravetz (2000), no existe ninguna
tradición cultural, no importa cuan exitosa haya sido en el pasado, que pueda
proveer por sí sola todas las respuestas que exigen los problemas del planeta (en
su conjunto).

Los principios de explicación clásicos de la ciencia postulaban que la “aparente”


complejidad de los fenómenos podía explicarse a partir de algunos principios
simples, siendo la disyunción22 y reducción23 la forma por la cual esta
simplificación era aplicada. Como ya se ha mencionado, este principio de
simplificación ha dado como fruto grandes avances en la ciencia y la obtención de
descubrimientos admirables, sin embargo, tal como plantea Morin (1984:45), son

20
En el sentido social, cultural, de formas de conocimiento y de la legitimidad de las diversas
opiniones y expectativas de quienes ponen algo en juego. Según la propuesta de la epistemilogía
política es el grán desafio que tenemos por delante.
21
Y por tanto las condiciones bio-antropológicas en las que se genera este conocimiento y el
enraizamiento cultural, social, histórico de quien lo ha generado (identidad étnico-cultural
occidental) resultan ser factores determinantes.
22
La disyunción aísla a los objetos, no solo unos de otros, sino también de su entorno y del
observador.
23
La reducción unifica lo diverso o múltiple, bien sea como elemental o como cuentificable.

18
estos mismos descubrimientos los que actualmente arruinan toda visión
simplificadora24.

Así, mientras el principio clásico de explicación eliminaba al observador de la


observación, excluía lo aleatorio (o lo no determinable), veía en la aparición de la
contradicción un signo de error, y no concebía la organización como tal,
actualmente desde muchos frentes de las ciencias se vuelve a introducir el
observador y la toma conciencia de la determinación etnosociocéntrica de la
misma. De partida se asume que estos elementos hipotecan toda concepción de
sociedad, la cultura y el hombre25, considerando un universo en el cual se
combinan azar y necesidad, y reconociendo y afrontando las contradicciones
cuando los datos exigen de forma coherente y lógica la asociación de ideas
contrarias para concebir un mismo fenómeno (Morín, 1984: 46-47).

Uno de los frentes que ha permitido mayor reflexión y avances hacia el abandono
del principio de simplificación ha sido el enfoque sistémico y la teoría de sistemas.
Tal como indican Funtowicz y de Marchi (1999), En los últimos años la teoría de
sistemas se ha desarrollado y enriquecido a través de un gran número de
enfoques en los cuales las propiedades dinámicas se han incorporado a lo que
originariamente era un concepto bastante estático; entre ellos está el de la
complejidad, que ahora es vista manifestándose en contextos de actividad
científica. Estas nuevas ideas de sistemas, desarrolladas en conjunción con los
conceptos de estructura, crecimiento, contradicción y cambio cualitativo, han
proporcionado poderosas herramientas de análisis y han guiado la práctica en
muchos campos. Los conceptos se han expandido en su aplicación desde campos
originalmente abstractos hacia el estudio de los fenómenos en los mundos
biológicos y sociales, haciendo necesario afrontar los problemas derivados de la
relación entre estos mundos y las realidades externas.

24
Como ejemplo podemos mencionar a las ciencias físicas, que al buscar el elemento simple y la
ley simple del universo han descubierto la inaudita complejidad del tejido microfísico y comienzan a
entrever la fabulosa complejidad del cosmos
25
Donde para el científico surge un “Yo” modesto, que descubre que su punto de vista es
necesariamente parcial y relativo.

19
Así, de acuerdo a esta teoría de sistemas, y relacionado con la temática que
estamos tratando, es posible diferenciar dos grandes grupos de sistemas. Por una
parte encontramos los sistemas simples26 o meramente complicados27, y por otra
los que se distinguen como aquellos que no pueden ser captados por una
perspectiva única28 y que podemos denominar como sistemas complejos. (Casti,
1986; Atlan, 1991; O`CONNOR, 1994). Dentro de estos últimos encontramos los
sistemas que clásicamente han sido estudiados por la ecología y las ciencias
humanas, para los cuales el programa reduccionista de las ciencias naturales
fisicalistas resulta definitivamente inapropiado. A su vez, Funtowicz y Ravetz
(1994) distinguen, dentro de esta complejidad, entre aquellos sistemas en los
cuales hay una ausencia de autoconciencia y propósitos29, y otros, como los
sistemas sociales, técnicos o mixtos (que incluyen a los humanos), en los cuales
la autoconciencia y los propósitos juegan un papel determinante. Así, mientras en
el primer tipo de complejidad (complejidad ordinaria) el patrón de organización
más común sería la complementariedad de la competencia y de la cooperación
con una diversidad de elementos y subsistemas, el segundo tipo de sistemas (de
complejidad reflexiva) frecuentemente oscila (y alterna estructural y
temporalmente) entre la hegemonía30 y la fragmentación31. De esta forma, pese a
ser deseable en ambos, en la complejidad ordinaria la diversidad acaece
naturalmente, mientras que en la complejidad reflexiva exige una conciencia
especial y un compromiso para que se logre y mantenga.

Esta diferenciación entre sistemas simples, complejos ordinarios y complejos


reflexivos tiende a complicarse y diluirse en la realidad, de la misma forma que
ocurre cuando hablamos de la supuesta dicotomía entre lo natural y lo social, o

26
Como ejemplo de estos sistemas encontramos los que son estudiados por la física clásica, cuyo
supuesto es que la realidad más simple es aquella que puede ser captada por las herramientas de
la física matemática clásica.
27
La “complicación” se caracterizaría por la no linealidad de sus procesos y por la pérdida de la
complicación teórica completa.
28
Para definirlos se requieren una pluralidad de perspectivas
29
Característico de los sistemas biológicos.
30
Estado del sistema donde las metas de un elemento o subsistema son totalmente dominantes,
al punto de que todos los otros son aniquilados o sobreviven marginalmente.
31
Estado del sistema caracterizado por el conflicto entre múltiples hegemonías dominantes.

20
entre naturaleza-cultura32. Así, puesto que somos seres naturales como sociales,
los aspectos emergentes de nuestros sistemas sociales y técnicos siempre serán
como la punta de un iceberg de los cuales la mayor parte es ordinariamenmte
compleja, permitiendo que algunos aspectos importantes de los sistemas
complejos reflexivos puedan estudiarse y manejarse con éxito como si fueran de
complejidad ordinaria. Del mismo modo, podemos argumentar que en algunos
aspectos ya no hay casos de sistemas complejos ordinariamente puros, ya que
cualquier sistema natural, que sea de interés para nosotros, tiene propiedades que
afectan nuestro bienestar No obstante ello, la percepción de estos rasgos
naturales estaría siempre mediatizada por la cultura. Así, por ejemplo, las formas
en las que describimos los sistemas y relaciones estructuran nuestro diseño de
investigación, y, aun más, toda la trama institucional de nuestras actividades de
investigación (Funtowicz y De Marchi, 1999).

Para explicar este aspecto, Funtowicz y De Marchi (1999:67) utilizan el ejemplo


del péndulo (un clásico de los sistemas simples y de la ciencia mecanicista
exitosa), y su relación con dimensiones que iban desde lo matemático-mecánico
hasta lo altamente político, para recordarnos que no hay ninguna perspectiva
simple desde la cual podamos abarcar completamente la realidad de todo el
sistema33. Así, un modelo matemático de un ecosistema (aunque sea legítimo en
sus propios términos) no puede ser suficiente para un análisis completo de sus
propiedades; que incluyen dimensiones humanas del cambio ecológico y la
transformación de las percepciones humanas a lo largo del proceso. En el otro
extremo, las representaciones institucionales y culturales del mismo sistema,
también legítimas, son también insuficientes para especificar lo que debería
hacerse. De esta forma, tomar una percepción particular como verdadera, como
un real o total, equivale a un reduccionismo ya sea físico o biológico.

32
Dicotomía ampliamente examinada y desacreditada por la excelente compilación de trabajos
editada por Descola y Pálsson (1996)
33
Para explicar la complejidad reflexiva Funtowicz y De Marchi (1999:66) utilizan una metáfora
matemática de un espacio multidimensional, en donde las dimensiones más bajas incluyen
atributos mecanicistas relevantes (espacio, tiempo, propiedades móviles) y las más altas (atributos
ordinarios/complejos de la estructura y función, y los reinos técnicos, económicos, sociales,
personales y morales) se relacionan con el conocimiento y la conciencia.

21
En el caso de que (como ocurre actualmente) se considerar a la ciencia y su forma
de “generación” de conocimiento como esta percepción particular verdadera,
(dado su enraizamiento en la identidad étnico cultural occidental) podríamos no
sólo hablar de un reduccionismo físico o biológico, sino que también de un
reduccionismo social y cultural. De esta forma, la noción de complejidad reflexiva
(aportada por Funtowicz y Ravetz, 1994) nos proporciona un marco teórico
coherente y rico a través del cual la ciencia puede trascender las restricciones
impuestas por las constricciones disciplinarias tradicionales. Esta, y especialmente
las dimensiones superiores de esta complejidad reflexiva, conjuntamente con
enfoques analíticos que enfatizan problemas de incertidumbre y de irreversibilidad,
de conflicto social y de cambio social, evidencian que todas estas dimensiones
son irreductibles en los sistemas y problemas complejos. De esta forma en los
problemas complejos, en los cuales las bases científicas de solución no están
posibilitadas ni poseen la autoridad de dar tales soluciones, los grupos sociales
diferenciados por su ubicación geográfica, estructura socioeconómica, herencia
cultural, identidad colectiva, experiencia de vida, etc., pueden y deben participar,
opinar y decidir en el proceso de búsqueda de soluciones a problemas que les
afectan, respecto de los cuales lógicamente están poniendo algo (y generalmente
mucho) en juego.

Sin duda, la definición y planificación de una “imagen de futuro” y el como hacer


que esta sea “sostenible” corresponde a uno de estos “problemas” que podríamos
ubicar en la cúspide de esta complejidad34. En estos, por tanto, más que otorgarle
una alta prioridad y consideración a las comunidades locales, son estas
comunidades locales las que poseerían un rol protagónico en la planificación y
toma de decisiones, y, dada su falta de autoridad y competencia, la ciencia (y por
tanto lo científicos) debieran cumplir un rol más bien de “acompañante” del
proceso o “facilitador”.

34
Ya que en estos se incluyen componentes de tipo físico biológicos, socio-económicos,
socioculturales, expectativas, sistemas de conocimiento, cosmovisiones, intereses políticos,
negociación, etc.

22
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