Sie sind auf Seite 1von 11

Winnicott y la paradoja individuo-sociedad.

¿Yo? ¿Nosotros?

Lic. Psic. Adriana Anfusso1


AUDEPP (Uruguay)
Fundación Winnicott (Montevideo)

RESUMEN

Se intenta articular los conceptos de individuo y sociedad a partir de la obra de

Winnicott. Para ello transitamos por varias de sus propuestas: dependencia, unidad

dual, transicionalidad, tendencia antisocial… El objetivo es transitar la tensión

paradojal entre individualismo y participación social.

SUMMARY

Our aim is to articulate Winnicott’s views about the relationship between the

individual and society discussing some of his ideas such as dependence, dual unity,

transitional space and antisocial tendency. Our final purpose is to show the

paradoxical tension between individualism and social compromise Winnicott is so

much interested in.

PALABRAS CLAVE

Paradoja, individuo, sociedad, unidad dual, transicionalidad, guerra, tendencia

antisocial, individualismo, participación social.

1
E-mail: adriana.anfusso@gmail.com

1
1. ENTRAMANDO PARADOJAS CONJUGAMOS EL “YO” Y EL “NOSOTROS”

Tratar de entender a Winnicott nos impone, una y otra vez, considerar

proporciones, grados, transiciones y precarios equilibrios entre opuestos. Con

frecuencia, al recorrer su obra nos encontramos desplazándonos, entre

esperanzados y temerosos, por el particular filo de una navaja, el de la paradoja

de turno. Me detendré en algunas de esas paradojas que considero vías apropiadas

para abordar la modalidad que elige Winnicott para acercarse al tema del “otro

desde lo social”, que hoy se nos propone.

1.1. Unidad dual

Winnicott difícilmente se refiere a un sujeto singular sin aludir,

al menos tangencialmente, a su vínculo con” otro” u “otros”. De ahí que afirme: “Yo

soy no significa nada a no ser que, en un comienzo, yo sea uno junto con otro ser

humano que aún no se ha diferenciado.” 2

Más explícitamente propone que “En la primerísima etapa (...) la unidad es la

configuración ambiente-individuo..., unidad de la cual el nuevo individuo sólo

es una parte. (...) Cuando miramos, vemos una madre y un bebé que se desarrolla

en su útero o es sostenido en sus brazos, o de algún modo está bajo el cuidado de

ella; pero si miramos a través de los ojos del bebé, aún no hemos alcanzado

una etapa en que haya un lugar desde el cual ver.” 3

Gracias a la movilidad de sus puntos de vista nos ofrece el concepto de

unidad dual que permite pensar a la organización madre-bebé como equivalente

tanto del número 1 como del número 2, como del 3, según se ofrezca la versión del

bebé, de la madre, o de un observador externo. Para Winnicott, pues, la unidad

dual constituye el peculiar inicio del 1, que representa lo individual más puro y

absoluto y del 2, mínima expresión de lo grupal que, puede llegar a extenderse, en

círculos concéntricos, hasta alcanzar la configuración macrosocial mayor, la

humanidad toda.

2
Winnicott, D. W. “Los bebés y sus madres”. Bs. As., Paidós, 1989. P.29.
3
Id. P.187.

2
1.2. Individuo-sociedad

Al preguntarnos acerca del lugar que ocupa el “otro social” en el

pensamiento de Winnicott vemos que adquiere carácter central una paradoja no

tan frecuentada, la constituida por el par individuo-sociedad. Es habitual

considerar lo individual y lo social como categorías distintas, incluso opuestas, pero

Winnicott prefiere describirlas en ineludible interrelación. Las múltiples marcas

que distinguen a la colectividad en que nacemos dejan huellas indelebles en

cualquiera de nosotros. El fenómeno inverso también opera y así la impronta,

aunque mínima, de cada uno refracta hacia lo colectivo contribuyendo a definir su

perfil. Al respecto leemos “(...) no puede haber realización personal sin sociedad, ni

sociedad al margen (...) de los individuos que la componen.” 4

Al observar al ser humano desde la paradoja individuo-sociedad Winnicott

lo percibe siempre atravesado en simultáneo por dos fuerzas. Una es centrípeta,

hace tender al hombre hacia su indeclinable mismidad siendo su correlato teórico

el concepto de “self verdadero”. La otra es centrífuga, inclina al sujeto a

inscribirse en lo colectivo y se expresa en la teoría a través de por lo menos dos

elementos fácilmente reconocibles. Estamos pensando, por un lado, en la elección

de la “organización sujeto-ambiente” como objeto de estudio y además, en el lugar

preeminente concedido al hecho de la “dependencia que tiende a la independencia”,

aun cuando nunca la alcanza.

1.3 Tercer mundo interno-externo o transicional

A partir del eje de la dependencia “absoluta”, “relativa” o “hacia la

independencia” Winnicott despliega buena parte de su originalidad psicoanalítica.

Es así que modifica los mapas de lo evolutivo normal, cambia la clasificación

psicopatológica y reformula la concepción del tratamiento. Observador atento del

momento inicial teórico del desprendimiento de madre y bebé descubrió un espacio,

hasta entonces desconocido (aún cuando siempre estuvo ahí), que separa y conecta

4
Winnicott, D. W. “El hogar, nuestro punto de partida”. (Reunión Anual de la
Asociación Británica de Sanidad Estudiantil, Newcastle-upon-Tyne, 1968). Bs. As.,
Paidós, 1993. P. 77.

3
los continentes ya explorados de lo interno y lo externo. Al nuevo mundo de lo

subjetivo-objetivo o interno-externo dio en llamarle “transicional”. En ese

espacio hacen acto de presencia aspectos de lo humano que Winnicott relaciona con

la salud del individuo y de la sociedad: con la capacidad de jugar de forma simple

o sofisticada, de usar el humor, de soñar, todas ellas, modalidades infinitas que

adopta eso que llamamos cultura. Cultura que producimos y que nos produce y que

incluye no sólo creaciones excelsas, de museo, sino también, y sobre todo,

elementos populares, de presencia cotidiana, que van configurando la idiosincrasia

de cada comunidad.

La zona de superposición, siempre móvil, de los campos de fuerza del “yo” y

del “otro” o de los “otros”, exige pasar al “nosotros”. En el tiempo y lugar de la

pluralidad que me incluye se generan realidades y experiencias de vida de

carácter social, altamente complejas, y cambiantes según las épocas, que

interpelan sin tregua al psicoanálisis.

Asuntos de fuerte impacto social generan preguntas de difícil respuesta.

Algunas al azar. ¿Consecuencias negativas o positivas de las técnicas de

reproducción asistida que hacen posible realidades nuevas: madres-abuelas de 60

años, vientres de alquiler, hijos de parejas homosexuales o de padres muertos?

¿Cómo hacer frente a las maffias sin frontera que dominan no sólo la información a

nivel mundial sino también los negocios de armas, drogas, agua potable, venta de

niños y órganos, trata de blancas y tanto más? ¿Tiene efectos o no, en el

psiquismo humano, la percepción en pantalla de guerras, de actos de violencia

brutal o de sexo explícito que se proyectan en tiempo real mientras cenamos en

familia? ¿Debería promoverse o no el uso por parte de los jóvenes de todos los

adelantos de la comunicación a distancia si consideramos los efectos en el

desarrollo humano que produce la disminución de contactos personales verdaderos?

2. SALUD PERSONAL. INDIVIDUALISMO Y PARTICIPACIÓN SOCIAL

Winnicott declara “(...) que la salud depende (...) de la evolución que lleva al

niño a identificarse gradualmente (...) con la sociedad y a tomar parte como adulto

4
en su mantenimiento y modificación.” 5
Parece indispensable para la salud individual

el compartir de manera responsable, comprometida y entusiasta algún área de

interés que convoque a la cooperación de un grupo de personas que persiguen cierto

fin. No importa la banalidad o trascendencia de lo que aglutine a esos

individuos. Lo que cuenta es el sentimiento de pertenencia, de estar integrado a

una tarea que se emprende en compañía. Nuestro autor, entre tierno y sarcástico

opina que “(...) tenemos que aceptar el hecho de que las personas psiquiátricamente

sanas dependen en lo que se refiere a su salud y a su realización personal, de la

lealtad a un área limitada de la sociedad, tal vez al club de bowling local.” 6

Desde otra perspectiva, sólo aparentemente opuesta, manifiesta su

convicción de que hombres y mujeres maduros deberían ser “capaces de alcanzar

una identificación con la sociedad sin perder demasiado de su impulso individual o

personal.” 7

Un desarrollo individual adecuado implica autonomías y acatamientos,

tensiones normales entre permitirse libertades y cumplir con pautas de

convivencia ejerciendo ciertas regulaciones que primero impone el afuera y luego

se internalizan. Tales vaivenes nos instalan, en teoría, en el lugar que se disputan

el “falso self normal” y el “falso self patológico”. Al señalar un desvío hacia el

desequilibrio patológico Winnicott considera que no es nada normal “el caso

extremo de una identificación con la sociedad que implique la pérdida total del

sentido del self y de la propia importancia (...)” 8

Cada generación hereda y a su vez lega una situación social para ser

aceptada o modificada. Los individuos sanos asumen ciertas responsabilidades en

cuanto a mantener o transformar lo que reciben sin sacrificar en demasía la

espontaneidad y sin exagerar el sometimiento al “deber social”. Las personas

5
Winnicott, D. W. “El hogar, nuestro punto de partida”. (En “El precio de
desentenderse de la investigación psicoanalítica”. Conferencia pronunciada en el
Congreso Anual de la Asociación Nacional para la Salud Mental, sobre “El precio de
la salud mental”, en Assembly Hall, Church House, Westminster, 1965). Bs. As.,
Paidós, 1993. P. 209-10.
6
Id. (En “Inmadurez adolescente” 21ª. Reunión Anual de la Asociación Británica de
Sanidad Estudiantil, 1968). Bs. As., Paidós, 1993. P. 177.
7
Winnicott, D. W. “El hogar, nuestro punto de partida”. Bs. As., Paidós, 1993. P. 34.
8
Winnicott, D. W. “El hogar, nuestro punto de partida”. Bs. As., Paidós, 1993. P. 34.

5
suelen respetar sus necesidades personales sin convertirse en seres

excesivamente egoístas o antisociales.

3. GUERRA, EVACUACIÓN, ALBERGUES, “TENDENCIA ANTISOCIAL”

Durante la Segunda Guerra Mundial, Winnicott actuó como Psiquiatra

Consultor del Esquema de Evacuación que el gobierno británico diseñó para

proteger a los niños que habitaban Londres y otras ciudades muy bombardeadas.

Dirigió un equipo que incluía a la Asistente Social Psiquiátrica Clare Britton, luego

su segunda esposa. Ella expresa: “A menudo me han preguntado: ¿Cómo era

trabajar con Winnicott? (...) era estar en una situación de total reciprocidad, en la

cual el dar y recibir eran indispensables, y los roles y responsabilidades se daban

por sentados y jamás se discutían. En ello residían la seguridad y libertad

necesarias para que del caos y la devastación de la guerra surgiera una obra

creadora. Y por cierto que surgió en muchos planos, y nos brindó satisfacciones a

todos los que participamos… Descubrimos nuevas dimensiones en nosotros mismos

y en los demás...” 9

Más adelante Clare Britton afirma: “La experiencia de la evacuación durante

la guerra tuvo profundos efectos en Winnicott, ya que allí encontró concentrada

toda la confusión producida por la quiebra total de la vida familiar, y tuvo que vivir

los efectos de la separación y la pérdida, de la destrucción y la muerte.” 10

La evacuación separó madres de hijos, interrumpió la continuidad de su

relación y promovió grados mayores de desintegración en hogares ya afectados

por el hecho de que muchos padres estaban luchando o habían muerto en el frente.

Los niños pasaron a vivir en el medio rural con familias sustitutas y por

tiempo indeterminado. Situación difícil de elaborar. Winnicott se encontró metido

de lleno en los efectos de la deprivación sufrida por niños de toda edad, a quienes

se les arrebató la protección, seguridad y libertad a los que estaban

acostumbrados.

9
Winnicott, D. W. “El hogar, nuestro punto de partida”. Bs. As., Paidós, 1993. P. 15.
10
Winnicott, D. W. “Deprivación y delincuencia”. (En “Introducción de Clare
Winnicott”). Bs. As., Paidós, 1990. P. 11.

6
Algunos no lograron adaptarse a ningún hogar. Se constató que la mayoría de

ellos provenía de familias de antemano inestables, desintegradas o muy

disfuncionales. Debieron organizarse establecimientos especiales para albergarlos.

Estos proyectos se organizaron en torno a un par de hipótesis que se intentaron

poner en práctica. Ellas eran:

1) Los niños necesitan sentir que cuentan con personas que los aceptan,

aprecian y se preocupan por ellos, incluso cuando se portan mal. Dichas personas

deberían contar con la fuerza de carácter suficiente como para definir límites

claros, constantes y firmes entre lo permitido y lo prohibido, incluyendo cierto

rango de tolerancia.

2) Dentro de tal marco el niño podrá dar rienda suelta a los procesos de

maduración emocional que potencialmente hay en él. Con el tiempo estará en

condiciones de apropiarse de la confianza y la seguridad que el “marco” externo

le prestó y logrará incorporar mecanismos de control auto-regulados que sentirá

y manejará como propios.

Winnicott incluyó mucho de lo aprendido durante la evacuación en su teoría

de la “tendencia antisocial”.

4. DE LAS MISERIAS DE LA GUERRA

En sus informes a las autoridades sobre la experiencia de evacuación

Winnicott plantea algunas ideas dignas de ser consideradas, cuando, como en

nuestro país, cada vez más niños y jóvenes deben criarse en instituciones del

Estado o se ven privados de libertad debido al abandono del que son objeto por

parte de sus familias o bien por transgresiones a la ley que a veces protagonizan

cuando entran en la categoría de imputables

Winnicott destaca que la sociedad debería ocuparse en primer lugar de sus

miembros sanos. Esto significa que el Estado debiera hacerse cargo de proveer

condiciones de existencia digna a sus ciudadanos, sin entrometerse demasiado en

sus vidas.

7
Reconoce que los niños deprivados demandan una tarea agotadora y

compleja por parte de los trabajadores sociales. Por eso es partidario de lo obvio:

no sobrecargarlos de trabajo, adjudicarles una retribución adecuada así como

todos los beneficios sociales que les corresponden (vacaciones, licencia por

enfermedad, etc.) y habilitarlos para tomar decisiones inconsultas, siguiendo su

sentido común, cuando deben resolver situaciones de emergencia.

De crearse instituciones especializadas es esperable que en ellas coexistan

grados variables de protección, disciplina y autoritarismo por un lado, y de

libertad y permiso para la iniciativa personal por otro.

Describe cómo, un supuesto error, la falta de un planeamiento rígido para el

manejo de la evacuación, resultó tener efectos positivos. Al final de la guerra se

encontraron muchos proyectos diferentes entre sí. Cada uno correspondía a un

condado distinto. Lo bueno fue que esa flexibilidad permitió utilizar y adaptarse

mejor a las circunstancias locales de cada comunidad, sin los forzamientos que

naturalmente acompañan a un planeamiento general rígido, que no puede

contemplar lo particular.

En cuanto al personal Winnicott cree que “la formación y la experiencia

previas importa poco en comparación con la capacidad para asimilar nuevas

experiencias y (...) manejar en forma genuina y espontánea los hechos y las

relaciones de la vida. (...) Los niños que llegan a los albergues someten a los

custodios a tan severa prueba que sólo quienes son capaces de ser ellos mismos

pueden actuar en forma consistente en todo momento y pueden soportan el

esfuerzo.” 11
Y nos recuerda que “para todo trabajo que implique cuidar seres

humanos, se necesitan individuos con originalidad y un profundo sentido de la

responsabilidad.” 12

Además, su tarea debería tener suficiente continuidad como para que los

jóvenes a su cargo alcancen grados de madurez suficiente que les permita

insertarse en el mundo sin demasiados problemas.

11
Winnicott, D. W. “Deprivación y delincuencia”. (En “Albergues para niños en
tiempos de paz”). Bs. As., Paidós, 1990. P. 87.
12
Id. S/d.

8
5. DE LAS GUERRAS CONTRA LAS MISERIAS

La presencia de un enemigo visible y bien identificado, la percepción de una

línea de demarcación clara entre buenos y malos provee a cualquier sociedad de

un formidable poder aglutinante.

En tiempos de paz las cosas son distintas. Los problemas que producen los

bolsones de pobreza en cualquier sociedad generan reacciones muy distintas a las

que surgen cuando la guerra es la principal amenaza.

En 1947, Winnicott dejó asentado el siguiente juicio: “... ahora que ha

terminado la guerra resulta difícil conseguir cosas como albergues. (...) En épocas

de paz, el valor de molestia de los niños con problemas disminuye, y la opinión

pública retorna a su estado de indiferencia somnolienta.” 13

¿Servirán algunos aprendizajes que decantaron en Winnicott a partir de la

experiencia bélica, a la hora de decidir con qué criterios nosotros, como

psicoanalistas y ciudadanos, podemos contribuir a la tarea colectiva que hoy

desafía a nuestros pueblos en toda Latinoamérica? ¿Sabremos utilizar sus

reflexiones acerca de la salud y la enfermedad, el verdadero self, lo transicional,

la preocupación por el otro (“concern”), la moralidad innata, la creatividad cotidiana

y tantos otros conceptos de su teoría para entender los problemas que hoy nos

acucian y para buscarles solución?

Me remito a mi país y destaco un solo dato. Hoy, en 2006, 40 de cada 100

niños nacen por debajo de la línea de pobreza y no es nada probable que la situación

cambie en el corto plazo. Estos niños han vivido y viven con gravísimas carencias

materiales y afectivas que los colocan en situación de extrema vulnerabilidad y

riesgo físico y psíquico: hambre, marginalidad, fragmentación social, analfabetismo,

morbilidad y mortalidad, adicciones, delincuencia, violencia... Mañana estos niños,

constituirán la mitad de una generación. Hecho preocupante. Con el agregado de

que el nacimiento de un sujeto por encima de la línea de pobreza no garantiza en

13
Winnicott, D. W. “El niño y el mundo externo”. Bs. As., Paidós, 1986. (En “Manejo
residencial como tratamiento para niños difíciles”. 1947). P. 111.

9
modo alguno “un buen comienzo”. Las clases medias y altas también producen niños

“privados” y “deprivados”.

Winnicott afirma: “(...) sé que en ocasiones la proporción de miembros

psiquiátricamente enfermos de un grupo puede ser demasiado alta, de modo que los

elementos sanos no pueden influir en ellos, ni siquiera con la suma de su salud.

Entonces la unidad social misma se convierte en una baja psiquiátrica.” 14

¿Habremos llegado a ese punto? ¿A quién corresponde tomar medidas para frenar

e intentar revertir la enfermedad social? Cuando ni la familia, ni el barrio, ni la

escuela o liceo cumplen adecuadamente sus funciones de promover el pasaje del

estado de indefensión e inmadurez de niños y jóvenes a otro de mayor desarrollo y

autonomía compete al Estado y a la comunidad, al “otro social”, (que soy “yo”,

que somos “nosotros”), pensar fórmulas para modificar la situación promoviendo

salud y reduciendo daños.

Nuestras instituciones y nosotros, psicoanalistas, ¿no deberíamos tener un

papel más activo en esa tarea? ¿No estaremos quedando demasiado al margen, por

opción propia o elección ajena, cuando se trata de enrolarnos en las guerras que

nuestras sociedades latinoamericanas libran contra las calamidades actuales:

pobreza extrema, inequidad, droga, corrupción, prepotencia, impunidad,

emigración, desempleo y mil causas más?

Las guerras contra tantas miserias actuales ¿no deberían ser también

nuestras? O, mejor dicho, ¿no deberíamos hacerlas más nuestras?

BIBLIOGRAFÍA

Winnicott, D. W. “El hogar, nuestro punto de partida”. Bs. As., Paidós, 1993.

Id. “El niño y el mundo externo”. Bs.As., Paidós, 1986.

Id. “Los bebés y sus madres”. Bs. As., Paidós, 1989.

Id. “El proceso de maduración en el niño y el ambiente facilitador”. Barcelona, Laia,

1987.

14
Winnicott, D. W. “El hogar, nuestro punto de partida”. (En “Inmadurez
adolescente”. 1968.). Bs. As., Paidós, 1993. P. 177.

10
Id. “Deprivación y delincuencia”. Bs. As., Paidós, 1990.

11

Das könnte Ihnen auch gefallen