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FACULTAD DE EDUCACIÓN
DECANO
Dr. Carlos Barriga Hernández
DIRECTORA ACADÉMICA
Dra. Elsa Barrientos Jiménez
DIRECTOR ADMINISTRATIVO
Prof. Enrique Pérez Zevallos
DIRECTORA
Mg. María Emperatriz Escalante López
COMITÉ DIRECTIVO
Dra. Edith Reyes de Rojas
Lic. Walter Gutiérrez Gutiérrez
Introducción a la lingüística
Serie: Textos para el Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera
Segunda edición
Lima, junio de 2009
© Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera Facultad de Educación,
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Av. Germán Amézaga s/n. Lima 1, Ciudad Universitaria UNMSM - Pabellón Administrativo de la Facultad de Educación - 2.º
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Website: www.unmsm.edu.pe/educacion/licenciatura/index.htm
Ilustración de carátula: Master of the Duke of Bedford, “Torre de Babel”, c. 1423. British Library, Londres
Tomada de: http://www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq000/esp115e.asp
Diseño, diagramación e impresión: Centro de Producción Editorial e Imprenta de la UNMSM
Este libro es propiedad del Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera de la
Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ninguna parte de este libro puede ser repro-
ducida o utilizada por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico o cualquier otro medio inventado, sin permiso por
escrito del Programa.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................7
4. La fonología ............................................................................................................75
5. El fonema ...............................................................................................................76
6. Los rasgos distintivos .............................................................................................80
7. Los procesos fonológicos y la formulación de reglas .............................................83
8. La morfología..........................................................................................................84
9. El morfema .............................................................................................................87
10. Tipos de morfemas ...............................................................................................88
11. Flexión y derivación ..............................................................................................90
12. La formación de palabras .....................................................................................92
13. Morfología productiva y semiproductiva ...............................................................95
ACTIVIDADES............................................................................................................96
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INTRODUCCIÓN
El presente manual tiene como objetivo medular proporcionar a los lectores un conoci-
miento básico de las nociones, enfoques y métodos de la lingüística contemporánea.
La lingüística ha alcanzado un alto nivel de abstracción y puede mostrar resultados de
impacto en sus diversas aplicaciones. Sin embargo, dada la naturaleza introductoria de
este manual, hemos evitado los aspectos demasiado técnicos de la disciplina en aras de
perseguir la claridad en la exposición.
El conocimiento del lenguaje es un capítulo esencial de la revolución cognitiva y ha reci-
bido un tratamiento iluminador, especialmente, en la última década del siglo XX, gracias
a las indagaciones sobre el cerebro humano. Actualmente, hay una reflexión profunda y
gravitante sobre el lenguaje y la evolución, dimensión que era vista en el pasado como
un misterio insondable.
Dado que la lingüística es una ciencia en ebullición, en este manual presentaremos sus
enfoques de manera dinámica; es decir, vincularemos los conceptos y las teorías con los
problemas que resuelven. De ese modo, el lector se percatará del aspecto racional de la
investigación lingüística, así como del soporte fáctico de la disciplina.
El manual se divide en cuatro grandes unidades. Cada unidad desarrolla una serie de
conceptos, teorías y métodos. La exposición se rige por los criterios del orden y la ni-
tidez, de tal manera que los contenidos sean comprendidos a cabalidad por un lector
diligente. Al final, hay una serie de actividades que persiguen afianzar el aprendizaje y,
gracias a la retroalimentación, fomentan la asimilación crítica de los contenidos.
La primera unidad gira en torno a la noción de lenguaje. La idea principal es entender al
lenguaje como un fenómeno mental, pero inseparable de la cultura en la que se inserta.
También presentamos nociones como ‘lengua estándar’, ‘lengua criolla’ y ‘diglosia’ en
virtud de su importancia intrínseca y de las consecuencias teóricas que conllevan.
La segunda unidad apunta a dos aspectos: la naturaleza epistemológica de la ciencia
lingüística y un recuento de su desarrollo histórico. Debido a limitaciones de espacio,
estos aspectos son presentados con brevedad. Con todo, la exposición se orienta a
lo esencial y puede servir de fundamento para obtener una sólida comprensión de los
temas tocados.
La tercera unidad presenta los conceptos claves de la fonología y la morfología. En
particular, se dan las bases para que el lector pueda asimilar la naturaleza del análisis
lingüístico en estos componentes de la teoría lingüística.
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PRIMERA UNIDAD
EL LENGUAJE
Objetivos
Contenido
1) La comunicación.
2) Rasgos del lenguaje humano.
3) Lenguaje y cerebro.
4) Lenguaje y cultura.
5) La lengua estándar.
6) Las lenguas criollas.
7) Lengua y dialecto.
8) Diglosia.
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1. LA COMUNICACIÓN
Suele definirse el lenguaje vinculándolo con su función más notable: la comunicación.
Sin embargo, la comunicación es una noción que no se puede reducir al lenguaje, dado
que su alcance es más variado. En efecto, hay diversos sistemas de comunicación en el
mundo animal: las hormigas, las abejas, las aves, los caballos, los delfines, los bonobos,
los chimpancés, etc. se comunican entre sí en virtud de un sistema de signos más o
menos elaborado.
Hacia la primera mitad del siglo XX, Karl von Frisch descubrió que las abejas se comuni-
can a través de una serie de movimientos que el zoólogo describió como una danza, la
llamada ‘danza de las abejas’. Las abejas pueden informar, con bastante precisión, el
tipo de comida y la localización en la que se encuentra. Por ejemplo, al volar siguiendo
trayectorias en forma de ocho, las abejas indican la distancia y la dirección del alimento.
Posteriores indagaciones descubrieron que la comunicación de las abejas es ciertamen-
te compleja: emplea una combinación de factores como el movimiento corporal (la dan-
za), el sonido producido por la vibración de las alas y un intercambio de comida.
Para definir el concepto de comunicación, se hace uso de un modelo hexagonal (Se-
beok 1976) que articula el proceso en función de seis factores esenciales:
código
E mensaje R
canal
contexto
El emisor (E) y el receptor (R) (o destinatario) son los actores del proceso comunicativo:
el emisor envía el mensaje hacia el receptor. Para que la comunicación sea un proceso
técnicamente viable, los actores deben compartir el mismo código, esto es, un sistema
de signos en virtud del cual se pueda entender el mensaje. La comunicación se inicia
cuando el emisor decide enviar un mensaje (una cadena de signos que porta una deter-
minada información) al receptor. En tanto que el emisor codifica el mensaje (dado que la
información se vierte empleando los signos del código pertinente), el receptor se encarga
de descodificarlo. El proceso comunicativo no se da en el vacío, sino en una determinada
situación en la que se insertan tanto el emisor como el receptor: es el contexto. El último
factor del proceso es el canal, constituido por el medio físico de contacto (necesario para
transmitir los mensajes) y los mecanismos de difusión.
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Introducción a la Lingüística
Sobre la base del modelo hexagonal explicado, podemos establecer las fases sucesivas
del proceso de la comunicación:
a) En primer término, el emisor selecciona la información que desea transmitir.
b) Luego, el emisor codifica la información y produce un mensaje.
c) En tercer lugar, se da la transferencia del mensaje a través del canal correspondiente.
d) A continuación, el receptor descodifica el mensaje y, finalmente, aprehende el conte-
nido y actúa en consecuencia.
En síntesis, la comunicación se entiende como el proceso mediante el cual el emisor
transmite un mensaje al receptor en virtud de un código compartido, un canal que sirve
de medio de contacto y un contexto que le da sentido global al mensaje en cuestión.
El modelo hexagonal descrito es un patrón general que describe todo proceso comunica-
tivo, sea animal o humano. En los animales, por ejemplo, el modelo sirve para entender
una situación comunicativa que se da entre los elefantes (Fisher 2003): Gracias a senso-
res remotos, se ha logrado determinar una comunicación infrasónica entre elefantes que
se encontraban a una distancia superior a los cuatro kilómetros. El emisor es el elefante
hembra. El mensaje es una llamada para el apareamiento (un conjunto de berridos len-
tos y graves que, gradualmente, se hacen más intensos). El receptor, obviamente, es el
elefante macho. Dado que se trata de sonidos, el canal es el aire; y el contexto es la fase
de celo o reproducción.
También el modelo se puede aplicar a la comunicación lingüística. Por ejemplo, Luis le
dice a Pedro: “Mañana, es el examen de Lógica”. El emisor es Luis y el receptor es Pe-
dro. El código es la lengua castellana y el mensaje es “Mañana, es el examen de Lógica”.
El canal es el aire, si se trata de lenguaje oral, y el contexto está determinado por una
asignatura en una institución universitaria.
Ahora bien, estudios recientes han determinado que el proceso de comunicación necesi-
ta de la activación de mecanismos de inferencia para optimizar la interpretación correcta
por parte del receptor. La descodificación se atiene al mensaje explícito, pero eso no
basta para garantizar la eficacia comunicativa. Para entender bien el mensaje, se debe
reconocer los contenidos implícitos y ello se hace en virtud de mecanismos inferenciales.
Gracias a la inferencia, el receptor se percata de los contenidos ocultos en el mensaje,
pero que son cruciales para tener una idea clara del mensaje transmitido por el emisor.
Por ejemplo, en un mensaje como “Sofía es tan veloz como una tortuga”, la inferencia
desempeña un rol determinante para reconocer la ironía que está en juego y obtener una
interpretación adecuada del mensaje (Sofía, en realidad, es una persona lenta).
Así como hay factores que optimizan el proceso de comunicación, hay elementos que
reducen la eficacia del proceso: los ruidos y las barreras. Los ruidos son interferencias
que disminuyen la calidad de la comunicación y las barreras constituyen impedimentos
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Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera
totales del proceso comunicativo. Un ruido puede ser el desconocimiento de una palabra
en una oración (por ejemplo, si el receptor no sabe el significado de ‘perspicuo’). Una
barrera es el desconocimiento del código en aspectos esenciales (por ejemplo, al querer
leer un libro escrito en una lengua desconocida, fracasaremos en el intento).
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Introducción a la Lingüística
del sonido. Es más, de acuerdo con el efecto Doppler, el sonido se torna bajo cuando la
fuente es distante y es agudo cuando la fuente está próxima. Dado que emplea el canal
vocal auditivo, el mensaje lingüístico puede sortear obstáculos que serían fuertes impe-
dimentos en el caso de una comunicación gestual.
Desvanecimiento rápido. El célebre adagio latino Verba volant, scripta manent expre-
sa, en su primera parte, una de las consecuencias más notables del empleo del canal
vocal auditivo: el carácter efímero, evanescente del sonido. En efecto, en los mensajes
orales, las palabras vuelan (verba volant). El carácter raudo del desvanecimiento del
sonido es una ventaja en el siguiente sentido: se puede dar una buena cantidad de infor-
mación en poco tiempo. Si consideramos las condiciones en las que tuvo que sobrevivir
el hombre de Cromañón, aquilataremos en su justa medida la relevancia de este rasgo.
Resulta crucial que la transmisión del mensaje sea rápida, cuando es una información
que debe procesarse en poco tiempo (por ejemplo, la presencia inminente de un terrible
depredador). La naturaleza de este rasgo obliga a un desarrollo de la memoria, dado
que se debe recordar los signos con precisión en caso de mensajes más complejos. Por
ello, la oralidad primaria, propia de las culturas que no han desarrollado un sistema de
escritura (Ong 1982), se caracteriza por ciertos recursos mnemotécnicos muy eficaces.
En la Ilíada y la Odisea se pueden notar estas estrategias de la memoria, dado que son
textos originalmente orales.
Intercambiabilidad. Este rasgo se refiere al hecho de que el emisor y el receptor son
roles intercambiables en la comunicación lingüística. Cuando nos referimos al hablante
de una lengua, en realidad queremos decir hablante-oyente, dado que hay una solida-
ridad en estas actividades: si una persona es capaz de emitir un mensaje, también es
capaz de recibirlo; si alguien tiene la facultad de recibir un mensaje, queda implicado
que tiene la capacidad de emitirlo. En diversos sistemas de comunicación animal, este
rasgo brilla por su ausencia. El elefante hembra emite la llamada de apareamiento y el
elefante macho sólo la recibe, nunca es capaz de emitirla. Las abejas obreras son las
que hacen los movimientos para informar sobre la comida que han hallado; en cambio,
la abeja reina y los zánganos solamente reciben el mensaje. En el caso del lenguaje, la
intercambiabilidad implica la ocurrencia del circuito de la comunicación:
E R
imperfecciones. Sin retroalimentación, el uso del lenguaje perdería eficacia. Ahora bien,
la retroalimentación está ligada con la autocensura, esto es, la manera como evitamos
el uso de un término o una expresión en virtud de ciertas consideraciones sociales, cul-
turales o personales.
Especialización. La sabiduría popular tiene una expresión que resume el contenido de
este rasgo: “Hablar no cuesta nada”. Se dice que alguien es un especialista cuando la
eficacia en la realización de una tarea implica un consumo exiguo de energía. En cam-
bio, un trabajo no especializado implica un alto consumo de energía. Cuando alguien
domina una lengua, puede hablar con relativa facilidad y con gran eficacia. Podemos
comparar este dominio especializado con la experiencia de hablar una segunda lengua
cuyo aprendizaje está en proceso. A decir verdad, resulta difícil la tarea de dar un discur-
so en una lengua que no conocemos a cabalidad; en cambio, la misma actividad será
una tarea sencilla en nuestra lengua materna (o en una segunda lengua en la que somos
competentes) porque somos especialistas en ella.
Semanticidad. Dado que todo sistema de comunicación garantiza la función semióti-
ca, se puede decir que la existencia del proceso comunicativo implica la presencia de
semanticidad. Del mismo modo, el lenguaje humano es semántico en virtud de que une
dos polos: el polo fonológico y el polo semántico. El polo fonológico equivale al plano
de la expresión y el polo semántico, al plano del contenido. La semanticidad aparece en
el mundo animal, dado que hay una asociación solidaria entre una expresión y un con-
tenido. Por ejemplo, el pez grumete emite un ruido característico (un zumbido intenso,
resonante) que constituye la llamada a la hembra. La expresión es el zumbido y el con-
tenido es la llamada a la hembra; ergo, hay una nítida semanticidad. La prueba palmaria
de esto es que una vez que aparece la hembra, cesa el zumbido. En lo que respecta al
lenguaje, la semanticidad responde a la unión entre un significante (la expresión) y un
significado (el contenido). La diferencia que hay entre la semanticidad de la comunica-
ción animal y la semanticidad humana es el alto nivel de abstracción de esta última. En
el caso de los animales, la generación de significados se caracteriza por la concreción
y está supeditada al apareamiento, a conseguir alimento y a evitar el peligro contra la
supervivencia. En el caso de los seres humanos, la semanticidad supera esta atadura a
la supervivencia y puede llegar hasta niveles relacionados con el universo de la ficción o
el platónico mundo de las ideas.
Arbitrariedad. Este rasgo se refiere a que entre el significante y el significado no hay un
vínculo natural. La arbitrariedad es el antónimo de la iconicidad, dado que el icono es un
signo natural en el que el significante guarda una semejanza estrecha con el significado.
En el diálogo platónico Crátilo, el personaje Hermógenes aducía, como argumento para
su teoría, que un mismo concepto (significado) tenía nombres distintos en lenguas di-
ferentes. Por ello, concluía que los signos lingüísticos son arbitrarios. Así, el significado
‘casa’ tiene diversos significantes en castellano (casa), en francés (maison), en quechua
(wasi) y en inglés (house). Si el signo lingüístico fuese icónico, habría una semejanza
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Introducción a la Lingüística
fuerte en todas las lenguas, lo que no es el caso. Cuando se quiere garantizar una co-
municación universal, el empleo de iconos es lo más aconsejable. Por ejemplo, en los
restaurantes se pone el icono respectivo para indicar que el baño es de varones o es de
mujeres.
Carácter discreto. El término ‘discreto’ es el antónimo de ‘continuo’. Se dice que algo
es discreto cuando solo se puede dividir en números enteros, esto es, en unidades. Por
ejemplo, el número de hijos de una familia es una cantidad discreta, dado que nadie pue-
de tener tres hijos y medio. Los signos lingüísticos son discretos, por cuanto se cuantifi-
can en unidades enteras. Una palabra se puede segmentar en cuatro o cinco morfemas,
pero no en 4,3 morfemas. Así, una oración como “El río es caudaloso” contiene cuatro
palabras, de tal modo que hay discreción en este sentido específico.
Desplazamiento. En tanto que la comunicación animal se refiere a espacios inmedia-
tos o ligeramente extensos (como sucede con las abejas que pueden comunicar una
información referida a una distancia de once kilómetros), el lenguaje humano tiene una
ingente e inconmensurable capacidad de desplazamiento, tanto en el tiempo como en
el espacio. El filósofo Immanuel Kant, gracias al lenguaje, podía desplazarse a lugares
jamás vistos por él y, en su curso de Geografía universal, podía describir con lujo de
detalles paisajes americanos y orientales, a pesar de que nunca salió de Alemania. En
virtud del lenguaje, podemos hablar del pasado más remoto y del futuro más lejano: el
hombre ha descrito lo que ocurrió en los tres primeros minutos del universo (hace 15 mil
millones de años) y también lo que ocurrirá con el Sol cuando se convierta en una enana
blanca dentro de algunos miles de millones de años. Debido a esta capacidad de despla-
zamiento, Hamlet pudo expresar el bello pensamiento que tanto embelesó a Jorge Luis
Borges: “Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio
infinito” (Shakespeare, Hamlet, segundo acto, escena 2). Es más, el desplazamiento nos
puede conducir a los mundos imaginarios propios de la fantasía literaria o de las recien-
tes teorías físicas que hablan de universos de diez o más dimensiones.
Doble articulación. Es un rasgo explicado por Martinet (1971) y ha sido considerado
por varios lingüistas como la característica distintiva de las lenguas humanas frente a
todos los demás sistemas de comunicación (Mounin 1976: 47). ¿En qué consiste la
articulación? En la posibilidad de segmentar una cadena en unidades discretas, dado
que en latín articulus significa miembro, parte, subdivisión. Ahora bien, en función de la
elucidación de Martinet, el lenguaje tiene dos articulaciones. La primera articulación se
produce cuando las oraciones se dividen hasta llegar a las unidades mínimas dotadas de
contenido. Una oración como “El niño salta en el patio” se articula en seis palabras, pero
el análisis puede continuar porque palabras como ‘niño’ y ‘salta’ se pueden escindir en
unidades más pequeñas llamadas morfemas: niñ-o y salt-a. La palabra ‘niño’ se segmen-
ta en dos morfemas: niñ- y -o. De manera que la primera articulación es un proceso de
división que termina en los morfemas, las unidades mínimas provistas de significado. En
efecto, el morfema -o significa ‘masculino’ (por oposición a -a que significa ‘femenino’ en
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Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera
niñ-a) y el morfema -a significa ‘tiempo presente’ (por oposición a -ó que significa ‘tiempo
pasado’ en salt-ó). Los morfemas ya no pueden dividirse en unidades más pequeñas y,
por ello, marcan el límite de la primera articulación. La segunda articulación se produce
cuando los morfemas se dividen en otro tipo de unidades: los llamados fonemas. Los
fonemas, las unidades de la segunda articulación, son unidades mínimas desprovistas
de contenido, pero que son capaces de distinguir entre significados; por ello, se definen
usualmente como unidades mínimas distintivas. Así, la palabra ‘niña’ se divide en dos
morfemas, pero se segmenta en cuatro fonemas: /n, i, ñ, a/. Gracias a la doble articula-
ción, el lenguaje gana en economía de expresión y se puede ver como un sistema alta-
mente rentable desde el punto de vista comunicativo. En efecto, en virtud de un pequeño
cambio se puede dar un mensaje diferente, lo que Simone (1990) conceptúa como la
sutileza de la gramática. Así, la enorme diferencia entre ‘moral’ y ‘amoral’ está dada por
la presencia de una vocal que constituye un morfema con sentido privativo. Asimismo,
la diferencia entre las palabras ‘peso’ y ‘beso’ radica en la distinción entre dos fonemas
(/p/ y /b/).
Uso creativo del lenguaje. Aunque Hockett (1958) se refiere a este rasgo como pro-
ductividad, en los últimos tiempos la expresión chomskiana (creatividad del lenguaje) se
ha impuesto y ha ganado cierto consenso. Además, Hockett se equivocaba al explicar
la productividad en términos de la analogía, dado que la operación analógica es muy
pobre para dar cuenta de la potencia de la creatividad del lenguaje. Hay, asimismo, una
distinción útil: creatividad cartesiana (por alusión a Descartes, el gran filósofo de la Edad
Moderna) y creatividad chomskiana. Se entiende por creatividad cartesiana el hecho de
que los mensajes lingüísticos están libres de la determinación por el estímulo. En el mun-
do animal, la fuerza del estímulo es imperante e inevitable: en caso de peligro (un tipo
de estímulo), la hormiga segregará las feromonas respectivas de manera determinante;
si no hay tal peligro, las feromonas no se producirán. En los seres humanos, no se da
ese imperio del estímulo. Ante un estímulo determinado, el hablante tiene un abanico
variado de posibles respuestas e, incluso, puede hacer uso del silencio. Es más, el ha-
blante puede emitir un mensaje a falta de estímulos, solo por el placer de hablar. En ese
sentido, el lenguaje es creativo y, en consecuencia, se torna impredecible. La creatividad
chomskiana está vinculada con una noción clave: la recursividad. Esta noción se entien-
de como la propiedad fundamental de la facultad de lenguaje en sentido estricto (Hauser,
Chomsky y Fitch 2002: 1571) y consiste, esencialmente, en hacer uso de un conjunto
finito de elementos para generar un número potencialmente infinito de expresiones dis-
cretas. Mediante la recursividad se puede dar el fenómeno de expansión gramatical y,
en virtud de este mecanismo, se puede generar una cantidad potencialmente infinita de
oraciones. Así, una oración como “La niña fue al mercado con sus padres” se puede ex-
pandir de muchas maneras: “Ayer la niña fue al mercado con sus padres”, “Ayer la niña
fue al mercado con sus padres y hermanos”, “Ayer la niña fue, como siempre, al mercado
con sus padres y hermanos”. Teóricamente, no hay límite para la expansión gramatical
y podríamos generar una oración con más de mil palabras. Obviamente, por razones
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Introducción a la Lingüística
prácticas y por consideraciones que tienen que ver con el procesamiento de la memoria,
solemos hablar con oraciones no tan largas, pero la posibilidad es un fuerte argumento
para la creatividad y sería muy tortuoso explicar la recursividad con la analogía, como
propone Hockett.
Transmisión cultural y tradicional. Aunque el niño nace con un formato abstracto lla-
mado ‘gramática universal’ que le permite construir, desarrollar o madurar una lengua
específica, apropiada al entorno, gran parte del vocabulario depende de la cultura en la
que se inserta. La gramática universal tiene una base genética evidente y es la mejor
explicación de la unidad biológica de la especie humana. Sin embargo, la lengua que el
niño va a desarrollar depende del entorno cultural en el que vive. Si dos chinos se casan
y tienen un bebé, y este nace y se desarrolla en China, adquirirá la lengua china; si
hubiese nacido en Rusia, el mismo bebé habría adquirido la lengua rusa; y si hubiese na-
cido en una comunidad asháninka, habría adquirido la lengua asháninka. La adquisición
de la lengua depende de la tradición y se transmite por la cultura. Si bien es cierto que
las lenguas muestran una gran similitud en virtud de que comparten rasgos universales,
también es verdad que hay aspectos idiosincrásicos, esto es, particulares a las lenguas
y ello las vuelve vehículos de cultura. Esto último se da, sobre todo, en el componente
del léxico.
Falsedad. De acuerdo con Hockett (1958), es un rasgo distintivo del lenguaje humano,
dado que el hombre es el único ser biológico que puede emitir enunciados que no co-
rrespondan a la realidad. Con el lenguaje no necesariamente decimos la verdad, toda la
verdad y nada más que la verdad. La falsedad se define semióticamente como la falta
de adecuación entre el signo empleado y la realidad que designa, y es la base para la
mentira, la ficción y el error. La mentira se define como un acto deliberado por el cual el
mensaje es falso respecto de la realidad. Cuando Ptolomeo decía que la Tierra estaba
en el centro del universo, decía algo falso (ahora, lo sabemos), pero no mentía: se equi-
vocaba. Si alguien dice algo falso a sabiendas (por ejemplo, que Plutón es más grande
que Saturno), miente. Aunque la mentira se ha condenado desde el punto de vista de la
moral, no se puede negar que, en ciertos contextos, resulta conveniente (las llamadas
mentiras piadosas). El lenguaje humano permite emitir mensajes falsos y si esta propie-
dad la vinculamos con la ficción, constituye una gran ventaja para la humanidad. No ol-
videmos que el progreso se ha sustentado, no pocas veces, en las visiones utópicas, en
el desarrollo de la fértil imaginación; en resumen, en la posibilidad de construir imágenes
mentales que no correspondían a la realidad. Ahora bien, las investigaciones etológicas
señalan que en la comunicación animal también habría una forma de mentira y los me-
jores ejemplos de simulación tienen que ver con el comportamiento de camuflaje. Dado
que el camuflaje es fundamental para la supervivencia, la deducción inevitable es que el
sistema de comunicación animal ha podido desarrollar algunas señales que no corres-
ponden con la realidad, pero que confieren cierta ventaja en términos de la lucha por la
supervivencia. La opinión de Hockett acerca de la inexistencia del rasgo de la falsedad (o
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3. LENGUAJE Y CEREBRO
La relación que hay entre lenguaje y cerebro se ha determinado en virtud de trabajos ex-
perimentales y un razonamiento causal. Para saber que una zona del cerebro es respon-
sable de una capacidad verbal en las personas normales, se requiere averiguar lo que
ocurre en personas que tienen dañada esa zona del cerebro o lo que sucede en ciertas
condiciones experimentales. Si un paciente muestra un daño en una zona cerebral y, en
virtud de esa lesión, pierde una capacidad lingüística, el razonamiento causal nos lleva a
sostener que esa zona tiene participación en esa capacidad lingüística.
Desde las investigaciones de Paul Broca (1865) en el siglo XIX, se ha logrado establecer
que el lenguaje tiene una base biológica y es indudable que se encuentra localizado
en una parte específica del cerebro. Broca descubrió que las lesiones producidas en
el córtex anterior (hemisferio izquierdo) se vinculaban con la dificultad para producir el
habla y también comprobó que una lesión similar en el hemisferio derecho no producía
el mismo efecto. Ello lo condujo a afirmar con plausibilidad que la producción del len-
guaje depende del hemisferio izquierdo del cerebro, razón por la cual una lesión cerebral
puede causar algún tipo de afasia, esto es, una pérdida de las capacidades lingüísticas.
A decir verdad, el lenguaje no está en todo el cerebro. El accidente de Phineas Gage,
acaecido en el verano de 1848 en Nueva Inglaterra, lo confirma patentemente. Una
barra de hierro atravesó la parte frontal del cerebro de Phineas y, milagrosamente, no le
causó la muerte. Luego de un mes, Gage se recuperó y su capacidad lingüística estaba
intacta. La conclusión era obvia: el lenguaje no se halla en la parte frontal del cerebro.
Evidentemente, el impacto de la barra ha dejado secuelas en la mente de Gage, sobre
todo en el control de sus emociones, lo que implicó un drástico cambio en su personali-
dad (Damasio 1996).
Ahora bien, ciertos traumatismos cerebrales ocurridos en la zona lateral izquierda sí de-
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Introducción a la Lingüística
terminan la pérdida del lenguaje, sin afectar otros sistemas cognitivos, lo que se puede
entender como una buena evidencia de que el cerebro humano está funcionalmente es-
pecializado. El área de Broca (situada en el hemisferio izquierdo) es una parte esencial
del cerebro humano responsable del habla y los gestos. Por ende, una lesión en el área
de Broca puede determinar un deterioro de la capacidad lingüística.
La evidencia más importante a favor de la conclusión de Broca procede de los pacientes
a quienes se les ha practicado una comisurectomía. La operación consiste en seccionar
las conexiones callosas responsables del contacto entre los dos hemisferios. Dado que
en estos individuos los hemisferios funcionan de modo separado, ello permite averiguar
las funciones específicas de cada uno de los hemisferios. La conclusión es que el hemis-
ferio izquierdo se encarga del procesamiento gramatical y el hemisferio derecho carece
de relevancia al respecto (excepto para una minoría de zurdos).
También se cita la técnica de la escucha dicótica como una prueba experimental de que
el lenguaje está localizado en el hemisferio izquierdo. Así como un golpe en la mano de-
recha se procesa en el hemisferio izquierdo del cerebro, un signo lingüístico recibido por
el oído derecho irá al hemisferio izquierdo. Del mismo modo, un signo lingüístico recibido
por el oído izquierdo irá al hemisferio derecho del cerebro. La técnica de la escucha
dicótica opera sobre la base de esta premisa básica. El experimento es el siguiente:
Un sujeto es provisto de dos auriculares, uno para el oído izquierdo y otro para el oído
derecho. Luego, de modo simultáneo, el sujeto recibe dos signos lingüísticos, uno por el
auricular derecho y otro por el auricular izquierdo. ¿Qué signo se identifica mejor? El que
se escucha por el oído derecho. La explicación es muy simple: El signo que se escucha
por el oído derecho va al hemisferio izquierdo, donde es procesado lingüísticamente. En
cambio, el signo escuchado por el oído izquierdo va al hemisferio derecho y de ahí tiene
que ser enviado al hemisferio izquierdo para su procesamiento. Algo diametralmente
opuesto sucede con las señales acústicas no verbales, dado que éstas son procesadas
por el hemisferio derecho.
Sin embargo, el área de Broca (el córtex anterior del habla) no es la única región relacio-
nada con el lenguaje. También guardan una relación con el lenguaje las siguientes zonas
cerebrales: el área de Wernicke, el córtex motor y el fascículo arqueado.
El área de Wernicke (o córtex posterior del habla) fue determinada por las investigacio-
nes de Carl Wernicke, médico alemán que, en 1870, descubrió que las personas con una
lesión en esa parte del cerebro presentaban serias dificultades en la comprensión del
habla. De modo que el área de Broca es una zona implicada en la producción del habla
y el área de Wernicke es la zona involucrada con las tareas de comprensión.
El córtex motor es un área motora, pues controla el movimiento de los músculos en
general. La zona más cercana al área de Broca es la parte que controla los músculos
articulatorios de la cara, la mandíbula, la lengua y la laringe. Se ha logrado determinar
experimentalmente (Penfield y Roberts 1959) que el córtex motor participa activamente en
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la producción normal del habla: al aplicarse una cierta cantidad de corriente eléctrica en
zonas concretas del córtex motor, se producía interferencias en el uso normal del habla.
Wernicke también descubrió que el fascículo arqueado (fasciculus arcuate), un con-
junto de fibras nerviosas que conecta las áreas de Broca y de Wernicke, cumple un
papel crucial en las capacidades lingüísticas. El fascículo arqueado está involucrado en
las tareas de transferencia que son determinantes en la comprensión y producción de
mensajes verbales.
Probablemente, uno se percata del valor de algo cuando lo pierde. En el terreno lingüís-
tico, lo anterior se traduce en que el tema de las afasias puede constituir una ventana
adecuada para conocer más sobre las relaciones entre el lenguaje y el cerebro. La afasia
implica quedar excluido del mundo simbólico del lenguaje y es una enfermedad conside-
rada gravísima, peor que la epilepsia. La afasia se define como “la pérdida del lenguaje
como resultado de un daño cerebral” (Gardner 2001: 311). La causa más frecuente de
la afasia es un ataque de apoplejía, aunque un traumatismo craneal también tiene inci-
dencia. Dado que los adultos mayores son más proclives a estos accidentes, la afasia
es más frecuente en los individuos de ese grupo etario. Como la lesión cerebral es loca-
lizada, la disfunción lingüística es también específica, y la descripción de los problemas
lingüísticos es la mejor manera de determinar los tipos de afasia.
La afasia de Broca se caracteriza por una reducción sustancial del habla en la medida
en que la articulación es muy lenta y fatigosa, incluso distorsionada. El que padece este
tipo de afasia no puede emitir las palabras funcionales (por ejemplo, las preposiciones)
y, en consecuencia, sólo emplea adecuadamente lexemas (por ejemplo, los sustantivos).
Sin embargo, el afásico de Broca tiene un cierto nivel de comprensión de lo que se le
dice. Debido a las anteriores consideraciones, este trastorno también es conocido como
una afasia gramatical.
La afasia de Wernicke se caracteriza por una grave disfunción en la comprensión au-
ditiva. Quien padece este tipo de afasia tiene fluidez verbal, no tiene problemas articu-
latorios, es capaz de producir los sonidos del lenguaje. Sin embargo, el problema es
de coherencia, lo que dice es muy difícil de entender. El afásico de Wernicke no tiene
problemas en emplear las palabras funcionales (como las preposiciones y las conjun-
ciones), pero presenta problemas cuando quiere emplear lexemas determinados (como
los sustantivos y los verbos). Con frecuencia, se equivoca mucho al elegir, por ejemplo,
sustantivos; razón por la cual produce galimatías. En virtud de estas puntualizaciones,
esta afección se describe como una afasia semántica.
La afasia de conducción es un trastorno menos frecuente que se relaciona con una
lesión del fascículo arqueado. Esta afección es sufrida por pacientes que articulan bien
los sonidos del lenguaje, pero pueden mostrar ciertas pausas y dudas. Son capaces de
comprender mensajes, pero tienen grandes dificultades cuando se les pide que repitan
una palabra o frase. Esto probaría que el fascículo arqueado se encarga de la transfe-
20
Introducción a la Lingüística
corteza
visual
área motriz
del lenguaje
(área de Broca)
sector cognitivo
área de lingüístico
asociación (área de Wernicke)
auditiva
corteza auditiva
primaria
4. LENGUAJE Y CULTURA
Dado que el lenguaje es un hecho simbólico, no se puede desligar de la cultura en
la que se desarrolla. Incluso, se ha propuesto la relevancia de un nuevo concepto: la
linguacultura. De acuerdo con Agar (1994), la linguacultura es una realidad compleja,
una construcción en proceso que incluye a la lengua y a la cultura. La linguacultura es
el verdadero eje que sirve para construir una verdadera cosmovisión y es la compleja
realidad simbólica que los niños aprehenden desde que se desarrollan en su sociedad.
Por ello, la linguacultura es el paradigma humano fundamental porque se encuentra en
las raíces más profundas del simbolismo humano. De ese modo, los discursos que sirven
para llevar a cabo la comunicación efectiva entre personas se configuran en el marco
de las relaciones sociales que se dan entre los miembros de una comunidad. Así, ha-
blar una linguacultura implica desarrollar una competencia en todas las dimensiones de
los escenarios discursivos. Esta competencia simbólica fundamental permite establecer
diversas prácticas comunicativas en los diferentes círculos culturales (la familia, la co-
munidad, el partido político, el mercado, etc.). Desde una edad temprana, se puede decir
que el hombre domina una linguacultura y esto le permite desarrollarse en una sociedad,
de un modo sutil, complejo y plenamente adaptado.
El significado lingüístico depende de imágenes que, en gran parte, están estructuradas
21
Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera
por la cultura (Palmer 2000), razón por la cual el significado lingüístico está incorporado
dentro de la visión del mundo de la cultura correspondiente. Esta incorporación es diná-
mica, por cuanto el lenguaje expresa y constituye, al mismo tiempo, la visión del mundo.
De tal manera que la construcción de símbolos es un proceso situado, dado que se
inserta dentro de una tradición cultural y presupone la existencia previa de escenarios
discursivos. En coeur d’alene (lengua amerindia del norte de Idaho), la palma de la mano
se concibe como una superficie posterior, de modo diferente a la cultura occidental. Un
individuo kaluli ve a un ave de una manera distinta a como la vería un francés, puesto
que la semántica kaluli le da a ciertas aves un valor cultural vicario, esto es, el rol de
mensajero entre los vivos y los muertos. Por ello, decía Fillmore (1975: 114), “cuando
seleccionas una palabra, arrastras una escena entera”.
La comprensión de un mensaje está anclada en el contexto de la cultura y, en esencia,
consiste en aplicar patrones convencionales a situaciones nuevas. Por ejemplo, Basso
describe un escenario discursivo propio de los apaches occidentales que sirve de san-
ción moral a los individuos que han transgredido una norma de su cultura. Personas
alejadas a la cultura apache verían el carácter sancionador como una alusión vaga e
indirecta, como algo soterrado, pero los miembros de la cultura lo ven con claridad meri-
diana. Inclusive, presentan la sanción moral, metafóricamente, como una hiriente flecha.
La situación es la siguiente: Una joven apache ha cometido una falta grave en términos
de su cultura. Al volver a su pueblo desde el internado, para asistir a la ceremonia de
entrada a la pubertad, de manera impropia, se dejó el pelo sujeto con rulos rosa de plás-
tico (cuando el pelo debe estar suelto en función de las tradiciones de la cultura apache).
Luego de dos semanas, Basso (1990: 122) describe la fuerte sanción moral, la flecha,
que sufre la joven en una fiesta de cumpleaños:
Después de comer empezaron a charlar y la joven se sentó en el suelo al lado de su
hermana pequeña. Y entonces –sin revuelo alguno, con habilidad y sin avisar– su abuela
narró una versión del cuento histórico sobre el policía apache que se comportaba prácti-
camente como un hombre blanco. Poco después de terminar la historia, la joven se levan-
tó, se dio la vuelta sin decir nada y se marchó a su casa. Sin entender bien lo que había
sucedido, le pregunté a su abuela por qué se había ido. ¿Acaso la joven se había puesto
enferma de repente? “No”, respondió su abuela. “Le he lanzado una flecha”.
Las reflexiones anteriores no deben entenderse en términos de un relativismo cultural,
dado que las culturas humanas están regidas por ciertas restricciones universales. Todos
los seres humanos guardamos similitudes básicas como la forma y las funciones univer-
sales de nuestro cuerpo y nuestro cerebro, así como todos compartimos experiencias
universales relativas a la gravedad, a la luz solar, a los colores básicos, etc. Evidente-
mente, hay rasgos particulares en las culturas, pero hay también patrones universales,
cuya importancia sirve para recusar todo relativismo.
El vínculo entre lenguaje y cultura es innegable, pero no debe ser interpretado en los
términos radicales de Whorf (1956). Según Whorf, la lengua determina el pensamiento,
de tal manera que si dos lenguas son muy diferentes, las estructuras mentales de los
22
Introducción a la Lingüística
5. LA LENGUA ESTÁNDAR
Dado que los comportamientos lingüísticos exhiben un alto grado de variación en función
de factores temporales (eje diacrónico), espaciales (eje diatópico), sociales (eje dias-
trático) y situacionales (eje diafásico), toda comunidad lingüística siente la necesidad
de construir un puente que permita la comunicación más allá de las diferencias. Esta
necesidad es una expresión de la fuerza centrípeta que propende a la uniformidad de la
lengua y desemboca en la eclosión y desarrollo de la denominada variedad estándar
como un nivel que garantiza el cumplimiento de ciertos patrones sociales, considerados
esenciales por los miembros de la cultura o sociedad.
Inclusive, en sociedades sin escritura, surge un patrón estándar que sirve como ele-
mento de cohesión, se erige en criterio de estatus y es el encargado de ser el vehículo
de funciones sociales de prestigio en la comunidad: “Hasta los samoanos tienen una
forma de hablar “culta”, socialmente reconocida, y otra más coloquial […] Esta distinción
la tenían antes de que el samoano se convirtiera en lengua escrita y es un ejemplo de
cómo puede existir un “estándar” aunque la lengua sea “solamente” una lengua hablada”
(Bernárdez 1999: 37-38).
Ahora bien, en sociedades en las que se ha llegado a un nivel especializado de ciencia,
tecnología, organización política compleja, arte y filosofía, el aprendizaje de la lengua
estándar no puede ser un proceso espontáneo. Las instituciones educativas son las
responsables principales del desarrollo lingüístico hacia el nivel estándar, dado que la
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lengua estándar es el vehículo para transmitir los conocimientos científicos y sirve para
plasmar la vida institucional de la sociedad. El desarrollo de la vida académica exige el
dominio de la lengua estándar, dado que los libros, los manuales, las asignaturas se
imparten en ese nivel de lengua.
La escritura formal implica, por ello, el dominio de la lengua estándar y este dominio
tiene dos fuentes complementarias: el aprendizaje formal en el seno de instituciones
educativas especialmente diseñadas para ello y la aprehensión de modelos escriturarios
que puede hacer el individuo especialmente interesado en adentrarse en el reino del
conocimiento objetivo. La lectura de periódicos formales, ensayos académicos, revistas
especializadas, libros científicos, textos filosóficos, etc. provee de modelos al lector, con
los cuales puede forjarse un sólido dominio de la lengua estándar.
La lengua estándar es muy diferente de los dialectos regionales, razón por la cual el
dominio de la lengua estándar implica un bidialectalismo, dado que el hablante adquiere
naturalmente un dialecto regional. Se da, entonces, la situación de que un hablante do-
mina su dialecto regional y la variedad estándar.
Puesto que el estándar es la forma de lengua socialmente aceptada como la más ade-
cuada para usarla en los contextos formales, hay que distinguir la lengua estándar (erigi-
da sobre la base de criterios sociales) de lo que se puede llamar la norma sancionadora.
Esta última no es un modo de hablar (como lo es la lengua estándar), sino un conjunto
de preceptos que buscan imponer el criterio de corrección idiomática, es decir, define
lo ‘correcto’, el ‘hablar bien’ y, sobre todo, es pertinente en la escritura (de ahí que la
ortografía se entienda como la escritura correcta). Por cierto, la norma sancionadora
apela a la variedad estándar, pero la lengua estándar va más allá del mero normativismo:
el estándar admite diferencias. Por ejemplo, en España la lengua estándar prefiere el
empleo de ‘septiembre’ y de ‘vosotros’, pero en América hay una variación: se prefiere
‘setiembre’ y se usa ‘ustedes’. Ahora bien, nadie podría decir que ‘setiembre’ o ‘ustedes’
sen formas incorrectas, que merecen una sanción o algo por el estilo. Simplemente, hay
dos estándares. La lengua estándar no puede ser impuesta por ninguna institución. Más
bien, las instituciones tienen que ajustarse al criterio del estándar en la medida en que es
una variedad que emerge en virtud de un contrato social implícito. Así, la Real Academia
Española ha tenido que retroceder en su condena de la forma ‘élite’ y, ahora, la acepta
como forma idiomática correcta.
Aunque algunos autores llaman a la variedad estándar ‘norma culta’, la expresión no es
feliz. El término ‘norma culta’ se refiere al hecho de que los hablantes competentes en
el estándar son personas ‘cultas’ (tienen cierto nivel de instrucción y se caracterizan, en
las sociedades con escritura, por el hábito de la lectura), pero el vocablo ‘culta’ en este
contexto es un tanto borroso, por lo que no sirve para una definición científica.
24
Introducción a la Lingüística
El surgimiento de una lengua histórica como el castellano es difícil de precisar. Los auto-
res que datan con precisión el origen del castellano y hablan de la edad del castellano,
en realidad, dicen algo diferente. Simplemente, se registra el primer documento escrito
en una variedad que ya no es latín hispánico y que se puede adscribir al castellano en
su forma prístina o primigenia. Ahora bien, la escritura es posterior a la lengua oral, ra-
zón por la cual se puede inferir que el castellano existía antes de ese primer testimonio
escrito. El paso del latín hispánico al castellano fue un proceso gradual, continuo y, en
consecuencia, resulta muy difícil precisar el punto en el que se originó el castellano.
Sin embargo, en el caso de las lenguas criollas resulta más fácil determinar su origen,
porque el nacimiento de una lengua criolla se da en un lapso de tiempo preciso: una o
dos generaciones.
Históricamente, se da la situación de que personas de distintas lenguas se ven obligadas
a comunicarse para efectos prácticos. Dado que no pueden emplear su lengua mater-
na, elaboran espontáneamente una lengua de contacto, denominada pidgin. El pidgin
es una variedad bastante simplificada que sirve para comunicaciones concretas, sobre
todo de tipo comercial. Por esta razón, se suele decir que el origen de la palabra pidgin
proviene de una adaptación del vocablo inglés business (‘negocios’). Los pidgins son un
medio de contacto
que puede aparecer siempre que los hablantes de varias lenguas distintas tengan que
comunicarse sin poseer ninguna lengua común. En las fases iniciales de su desarrollo,
un pidgin es una forma de protolenguaje: es decir, carece de cualquier tipo de estructura
formal. Las expresiones de un pidgin consisten en pequeños grupos de palabras de con-
tenido reunidas de una forma puramente ad hoc. (Calvin y Bickerton 2001: 297).
Todo pidgin se caracteriza por la ausencia de morfología gramatical compleja y por un
reducido vocabulario. Por ejemplo, la forma del inglés estándar two books (‘dos libros’)
tiene la siguiente forma correspondiente en pidgin: tu buk. La sintaxis de los pidgins no
obedece a patrones complejos y se basa meramente en la yuxtaposición. Por ejemplo,
la estructura jerárquica castellana (a) en pidgin se traduciría en una estructura como (b):
(a)
El niño
patea la pelota
(b)
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más complejos. ¿Qué sucede cuando nacen niños que solo oyen hablar esta forma bási-
ca de lenguaje? El pidgin se convierte en una lengua criolla. La lengua criolla o el criollo
es inventada por los niños a partir de las expresiones del pidgin que escuchan a sus
padres. Un pidgin es hablado en circunstancias especiales como un puente lingüístico
entre personas que necesitan comunicarse para efectos prácticos y no tienen a la mano
un auténtico idioma. Las expresiones del pidgin son cortas y carecen de estructura com-
pleja, mientras que las oraciones de las lenguas criollas evidencian rasgos estructurales
complejos como los tiene cualquier idioma. Este proceso de criollización ha ocurrido en
muchas ocasiones: por ejemplo, en Surinam se ha formado una lengua criolla conocida
como sranan tongo (esto es, la lengua de Surinam: Suriname Tongue) a partir de un pid-
gin basado en el inglés. El sranan es una lengua como cualquier otra y sus estructuras
pueden ser muy diferentes a las del inglés. Por ejemplo, se da la siguiente construcción
verbal en serie: Mi teki nefi koti brede (traducción literal: yo cojo cuchillo cortar pan; men-
saje: yo corto el pan con un cuchillo).
Enrique Bernárdez (1999: 170) establece el contraste entre el pidgin (piyin, en su pro-
puesta de castellanización) y la lengua criolla:
El piyin sirve de poco en la vida cotidiana, es una “mala lengua” porque no permite expre-
sar todo lo que uno necesita. El criollo, en cambio, es una lengua como cualquier otra, y
puede tener muchos más hablantes que algunas más “naturales”: el sranan de Surinam
tiene más de 300.000 hablantes, unos 200.000 el papiamento y casi 300.000 el chabaca-
no o zamboangueño, un criollo de base española hablado aún en el sur de Filipinas; de
manera que son lenguas que, por el momento, no corren ningún peligro.
Al analizar la forma de los tiempos en una lengua criolla como el papiamento, se puede
reconocer una estructura lógica, muy útil para la expresión de mensajes complejos. El
presente es mi ta beni (‘yo vengo’); el pasado, mi a beni (‘yo vine’); el futuro, mi bo beni (‘yo
vendré’). Incluso, la forma potencial se construye con una combinación que resulta bas-
tante coherente: mi bo a beni (‘yo vendría’, esto es, un hecho futuro inscrito en el pasado).
7. LENGUA Y DIALECTO
Gracias a una abstracción, se puede hablar de lengua castellana, lengua inglesa, lengua
quechua. En la tradición saussuriana, la lengua se define como un sistema de signos
arbitrarios inscrito en el plano social, esto es, como una institución social. Al decir, por
ejemplo, que los franceses hablan la lengua francesa queda implicado que se trata de
un sistema homogéneo y uniforme, cuando ese no es el caso. Hay mucha variación lin-
güística. Por esa razón se dice que la lengua no es un sistema, sino un diasistema (esto
es, un conjunto de sistemas).
Para hacer una analogía con la dinámica newtoniana, la lengua se caracteriza por
un equilibrio dinámico, esto es, hay en ella una tensión entre dos fuerzas: la fuerza
centrípeta (la tendencia hacia la uniformidad) y la fuerza centrífuga (la tendencia hacia
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Introducción a la Lingüística
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8. DIGLOSIA
Si bien el término diglosia (del griego διγλοσσία) tiene una larga tradición (Mauro Fer-
nández 1995), fue Ferguson en un afamado artículo aparecido en Word (1959, 15: 325-
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Introducción a la Lingüística
340) quien le dio impulso decisivo en las discusiones sociolingüísticas. Ferguson intenta-
ba esclarecer una situación lingüística especial en la que dos variedades genéticamente
relacionadas (A y B) se usaban con funciones distintas y claramente definidas. La va-
riedad alta o A es más prestigiosa, socialmente hablando, y se superpone a la variedad
baja o B que se limita a las esferas íntimas e informales (la langue de cuisine). He aquí
la detallada y cuidadosa definición de Ferguson (1974: 260)
La DIGLOSIA es una situación lingüística relativamente estable en la cual, además de los
dialectos primarios de la lengua (que pueden incluir una lengua estándar o estándares
regionales), hay una variedad superpuesta, muy divergente, altamente codificada (a me-
nudo gramaticalmente más compleja), vehículo de una considerable parte de la literatura
escrita, ya sea de un periodo anterior o perteneciente a otra comunidad lingüística, que
se aprende en su mayor parte a través de una enseñanza formal y se usa en forma oral
o escrita para muchos fines formales, pero que no es empleada por ningún sector de la
comunidad para la conversación ordinaria.
De esta manera, Ferguson dio forma a lo que se puede denominar “diglosia clásica”. La
diglosia clásica surge, entonces, cuando dos variedades de una misma lengua coexisten
en una comunidad y cada una de ellas cumple con una función definida y especializada,
sin cruces ni interferencias. Debido a los rasgos característicos de la variedad super-
puesta (alta codificación, prestigio literario, aprendizaje formal, etc.) es considerada la
variedad A, con mayor rango social, una suerte de acrolecto. El rasgo más importante
de la aproximación fergusoniana es la especialización de funciones de A y de B. Todo lo
demás de su prolija definición puede dejarse de lado o puede abstraerse de la discusión.
De acuerdo con Ferguson, la diglosia puede ser estable y durar por siglos, pero ello
puede cambiar si se dan ciertas condiciones: por ejemplo, cuando aumenta el grado de
alfabetización en una sociedad, la diglosia puede desaparecer. La disolución de la diglo-
sia entraña que la variedad B comienza a ser usada para los fines que, en la situación
diglósica, sólo estaban destinados a la variedad A. La estabilidad de la diglosia, por el
contrario, sería un efecto de cierta inercia social, de la ausencia de movilidad en el plano
lingüístico.
Aunque la noción de Ferguson tiene un núcleo fuerte (a saber, la diferenciación de
funciones comunicativas), despliega otras condiciones que pueden ser revisadas y, de
hecho, han acarreado una serie de reajustes en investigaciones posteriores. En este
sentido, Fishman (1967) procede a redefinir la noción fergusoniana, poniendo énfasis
en lo que caracteriza a la sociedad diglósica: el reconocimiento de dos o más lenguas
(o variedades) para diversos fines comunicativos dentro de la sociedad. Según Fishman
(1967), podemos considerar cuatro posibilidades:
Diglosia con bilingüismo. Las lenguas están especializadas y los hablantes son bilingües.
El caso del Paraguay (castellano y guaraní) se cita como ejemplo de esta posibilidad.
Bilingüismo sin diglosia. Los individuos son bilingües, pero no hay especialización de
funciones. Se ejemplifica esta situación con lo que sucede en Yugoslavia donde la
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Introducción a la Lingüística
malasios educados en inglés. La escala incluye una de las lenguas chinas habladas
en Malasia, una de las lenguas chinas del sur, algo de inglés malayo formal, algo de
inglés malayo coloquial, un poco de malayo bahasa y el malayo de bazar. Inclusive, para
complicar el panorama, se debe tener en cuenta una “variedad alta falsa”, esto es, una
variedad de gran prestigio, pero que no se utiliza en ningún ámbito.
Dado que Fasold reconoce que la diferente función de las variedades es “la espina dor-
sal del concepto de diglosia”, sugiere un reajuste de la definición con un nuevo término,
la diglosia amplia (Fasold, 1996: 100):
La DIGLOSIA AMPLIA consiste en reservar los segmentos más estimados del repertorio
lingüístico de una comunidad (que no son los primeros que se aprenden, sino que se
aprenden más tarde y más conscientemente, normalmente en la educación formal) para
las situaciones que se sienten como más formales y distantes, y reservar los segmentos
menos valorados (que son los primeros que se aprenden, con poco o ningún esfuerzo
consciente), los cuales pueden tener cualquier grado de relación lingüística con los seg-
mentos más valorados (desde diferencias estilísticas hasta ser diferentes lenguas), para
las situaciones percibidas como más informales e íntimas.
La explicación de Fasold es algo diferente del concepto de diglosia de Ferguson y de
Fishman. La diferencia de perspectiva se puede notar en la predicción acerca de la
diglosia. Mientras que Ferguson consideraba la posibilidad de que la diglosia se desva-
nezca dadas ciertas condiciones (verbigracia, mediante la creación y consolidación de
un estándar nacional), Fasold (1996: 106) sostiene que la “diglosia nunca se acaba, es
un universal humano”.
El cambio más radical del concepto elaborado por Ferguson ha venido de la sociolingüís-
tica catalana. Este enfoque coloca la situación de diglosia dentro de una estructura de
conflicto sociolingüístico. Así, la edulcorada expresión “lenguas en contacto” (situación
lingüística aparentemente arcádica) esconde una realidad de discrimen, de expoliación,
porque, en realidad, las lenguas están en conflicto (o, mejor dicho, las comunidades que
las hablan). Por cierto, en esta posición no es cierto que la variedad A conviva establemente
con las variedades B: hay mecanismos de opresión contra los hablantes de la lengua B. Y
esto se puede observar en las actitudes hacia las lenguas. Cuando nos burlamos de una
persona cuyo idiolecto castellano exhibe muchas interferencias por el contacto con una
lengua amerindia (esto es, que muestra algún grado de “motosidad”), inconscientemente
operamos con un discrimen o racismo lingüístico que nadie podría justificar racionalmente.
Para Ninyoles (1972), en particular, la sociedad hegemónica detenta el poder económi-
co y este poder da cauce a mecanismos de opresión lingüística que se expresan en la
imposición de su dialecto: el dialecto de más prestigio es algo que se impone ideológi-
camente, por cuanto no hay ninguna razón lingüística que sustente la superioridad de
un dialecto sobre otro. La asimetría en las relaciones de poder acarrea, por lo tanto, una
situación social de diglosia, esto es, un estado de subordinación de las lenguas minori-
zadas frente a la lengua oficial y dominante.
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Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera
Una consecuencia de este planteamiento es que toda sociedad es diglósica porque las
sociedades están estructuradas jerárquicamente y la jerarquía social determina una
discriminación lingüística: La diglosia sería una especie de variable dependiente de la
jerarquía social.
Miguel Siguán (2001) ha caracterizado este tipo de diglosia conflictiva (muy diferente,
en verdad, de la diglosia clásica fergusoniana) como una situación lingüística en la que
uno de los idiomas tiene un estatus privilegiado, frente al otro que es minoritario o mino-
rizado. En este misma línea, Siguán define al individuo diglósico como la persona que
no tiene la misma facilidad para expresarse en los dos idiomas (aunque, cabe remarcar,
que la medida empleada para establecer la fluidez verbal suele proceder del idioma pri-
vilegiado). Se nota que la situación es conflictiva y entraña una cierta subordinación de
las lenguas minorizadas con respecto a la lengua dominante.
Como ha visto con claridad Alan Hudson (1991), se debe proponer una aguda distinción
entre la situación descrita por Ferguson y la situación planteada por la sociolingüística
catalana. Se trata de realidades distintas que deben ser recogidas mediante términos
diferentes. Si no se hacen distinciones para captar los hechos y sus matices, lo más pro-
bable es que se caiga en la confusión con las penosas consecuencias que ello acarrea.
Como la distinción conceptual se puede reforzar con una distinción terminológica, la
diglosia clásica de Ferguson (definida por la complementariedad funcional) debe sepa-
rarse tajantemente de lo que se puede denominar heteroglosia (definida por la situación
de conflicto entre lenguas de diverso estatus).
La distinción entre diglosia clásica (complementariedad funcional) y heteroglosia (len-
guas en una dinámica conflictiva) se justifica por cuanto en la diglosia clásica el uso de
una variedad u otra está determinado por el contexto social. En cambio, en la heteroglo-
sia el uso de una lengua u otra está determinado por la identidad social. Asimismo, el
desarrollo de la diglosia supone que la variedad B desplace a la variedad A. En contraste,
el conflicto heteroglósico tiende a que la variedad B sea desplazada o sustituida por la
variedad A.
La distinción entre diglosia clásica y heteroglosia se puede notar en el espinoso tema de
las actitudes hacia las lenguas. Así, en la diglosia clásica los hablantes respetan armó-
nicamente las funciones de cada variedad o lengua. En efecto, la variedad A se usará
normalmente en los contextos formales y si un hablante la emplea en otro contexto, hará
el ridículo. Esto se aplica, mutatis mutandis, a la variedad B. En cambio, la heteroglosia
nos abre una gama de actitudes, en concordancia con la situación de conflicto que la
define. El heteroglósico puede identificarse con el grupo dominante, puede permanecer
fiel a su primera lengua (la lengua minoritaria o minorizada) o puede mostrar una actitud
ambigua.
32
Introducción a la Lingüística
ACTIVIDADES
33
SEGUNDA UNIDAD
LA LINGÜÍSTICA
Objetivos
Contenido
la estrella de la mañana
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Introducción a la Lingüística
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Ahora bien, la ciencia puede ser formal (las matemáticas, la lógica) o factual (ciencia
natural o ciencia social). En general, la ciencia implica un conocimiento sistemático, rigu-
roso que implica un método crítico. La diferencia entre ciencia formal y ciencia factual se
basa en dos aspectos: Primero, la ciencia fáctica estudia los hechos y las regularidades
de la realidad; la ciencia formal estudia las estructuras abstractas. Segundo, la ciencia
fáctica, en última instancia, se sustenta en un método de contrastación observacional o
experimental; la ciencia formal se apoya en un método deductivo y algorítmico. Sin em-
bargo, la ciencia factual utiliza el lenguaje matemático como herramienta. La lingüística
es una ciencia factual o fáctica porque estudia un objeto que pertenece al mundo natural
(el lenguaje) y somete sus hipótesis a los datos fácticos pertinentes.
La ciencia factual, fáctica o empírica se puede caracterizar con ayuda de los siguientes
ocho rasgos:
Sistematicidad. La ciencia es un conjunto de conocimientos que se organiza en siste-
mas que se llaman modelos, teorías, paradigmas. No hay en ciencia hipótesis aislada;
toda hipótesis se inscribe dentro de una constelación. En la gramática generativa, por
ejemplo, las hipótesis se relacionan para dar cuenta del lenguaje como fenómeno mental
de manera sistemática.
Contrastabilidad. Las teorías y las hipótesis científicas se evalúan mediante la com-
paración con los hechos pertinentes. La contrastación científica puede conducir a la
confirmación (cuando los hechos concuerdan con la teoría) o a la refutación (cuando
los hechos entran en conflicto con la teoría). A la ciencia se le exige contrastabilidad, en
principio; esto es, a veces una teoría no se puede contrastar por el momento, pero debe
haber la posibilidad del examen con los datos pertinentes. Una hipótesis psicolingüística
sobre el procesamiento de los enunciados proferidos debe contrastarse con experimen-
tos que determinen su validez o invalidez.
Racionalidad. La ciencia es un conocimiento racional, esto es, que se ampara en criterios
de plausibilidad lógica. La racionalidad se puede entender mínimamente como consisten-
cia. Hay dos tipos de consistencia: interna y externa. La consistencia interna asegura que
un enunciado científico es coherente en sí mismo y no puede ser autocontradictorio (por
ejemplo, un enunciado como “En todas las lenguas hay vocales y consonantes, pero en
muchas lenguas solamente hay consonantes” es contradictorio en sí mismo). La consis-
tencia externa plantea que un enunciado no puede contradecir los conocimientos básicos
aceptados en otras ciencias. Una teoría lingüística no puede contradecir el conocimiento
básico aceptado en la biología. El criterio de la consistencia externa se puede poner en
suspenso cuando estamos ad portas de una revolución científica. Inicialmente, la teoría
de Chomsky no tenía consistencia externa con respecto a la psicología conductista domi-
nante en su tiempo, pero Chomsky comenzaba una revolución científica.
Predictividad. La ciencia busca adelantarse a los hechos. No es un signo de madurez
científica estar siempre a la zaga de los descubrimientos científicos. La ciencia debe
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Introducción a la Lingüística
Componente transformacional
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Estructura profunda
Estructura profunda
Componente transformacional
Estructura-p
Movimiento de α
Estructura-s
Movimiento de α (movimiento encubierto)
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Introducción a la Lingüística
a partir de operaciones mínimas. La idea clave del programa consiste en afirmar que el
principio del mínimo esfuerzo es esencial para entender el diseño óptimo del lenguaje.
Carácter metódico. La ciencia se organiza en términos de una tríada: problema →
teoría → evidencia. El método científico (que consiste en una idealización de la actividad
indagatoria del científico) tiene los siguientes pasos: a) Formulación precisa de un pro-
blema (una laguna en los conocimientos). b) Planteamiento de una hipótesis consistente
y atingente al problema. c) Derivación de la implicación contrastadora. d) Contrastación
(observación, experimento, simulación). e) Análisis de los resultados. Por ejemplo, un
problema es saber la procedencia del finés (la lengua de los finlandeses). La hipótesis,
en virtud del método comparativo, fue que el finés es una lengua urálica del Norte de
Asia. La implicación contrastadora puede ser analizar genéticamente a los finlandeses
para determinar si son asiáticos o no. Los genetistas han determinado que los polimor-
fismos Y (mutaciones masculinas extremadamente infrecuentes que abundan en Asia)
son prevalecientes en Finlandia. El análisis de los resultados nos lleva a confirmar la
hipótesis: los finlandeses son de origen asiático.
Naturalista. La ciencia es un conocimiento de las leyes naturales y, por definición, ex-
cluye todo lo sobrenatural. Un fenómeno es natural cuando cae en los confines de las
leyes. La ciencia no puede entender los milagros ni puede pronunciarse (a favor ni en
contra) de las entidades sobrenaturales. La lingüística es una ciencia natural y, por tanto,
se ajusta al estudio basado en leyes.
De acuerdo con nuestro análisis, la lingüística exhibe los rasgos fundamentales de la
ciencia y, en una primera aproximación, hay garantía suficiente para decir que la lingüís-
tica es una ciencia. Ahora, debemos considerar el asunto desde la perspectiva de las
hipótesis y, en especial, de las teorías.
Las hipótesis científicas no se plasman aisladamente, sino que se configuran de modo
sistemático para conformar verdaderos corpora científicos. Una proposición científica
cobra significado sólo en relación con el sistema científico del que forma parte. La es-
tructuración científica implica una jerarquía conceptual y se puede decir que las teorías
científicas son sistemas hipotético deductivos. Son sistemas porque son un conjunto de
enunciados legaliformes que guardan entre sí relaciones determinadas (compatibilidad,
refuerzo, implicación). El sistema es hipotético porque está conformado de hipótesis
(esto es, proposiciones que se enuncian con el fin de resolver un conjunto de proble-
mas científicos). El sistema es deductivo porque las hipótesis se conectan conforme a
las leyes de la lógica. Sin embargo, conviene indicar que hay una diferencia sustancial
entre hipótesis y ley científica: una hipótesis se eleva a ley cuando tiene un alto nivel de
corroboración, aunque cabe decir que una ley no puede ser considerada absolutamente
verdadera. Asimismo, la axiomatización es un ideal epistemológico que consiste en que
las teorías puedan formalizarse como sistemas axiomático deductivos.
Para que una teoría lingüística sea considerada rigurosamente científica, debe satisfacer
un conjunto de criterios propuestos por Bunge (1972). Estos requisitos son sintácticos
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meses, aparecen las primeras sílabas como pa y ma. Al llegar a los diez u once
meses, el niño hace juegos sonoros y tiende a imitar a los adultos.
b) Etapa holofrástica. Aproximadamente, entre los doce y dieciocho meses, los niños
utilizan unidades simples que pueden estar constituidas por una sola palabra o va-
rias, pero que se interpretan unitariamente e integralmente, esto es, de manera ho-
lofrástica. En esta etapa, el niño todavía no es capaz de hacer un ensamblaje y
construir una frase compleja.
c) Etapa de las dos palabras. Alrededor de los veinte meses, el niño combina dos pa-
labras y ya parece que puede entablar una comunicación con las personas de su
entorno.
d) Habla telegráfica. Entre los dos y tres años, aproximadamente, el niño comienza a
generar más expresiones con varias palabras. Se trata de un habla telegráfica en
virtud de que las estructuras están simplificadas y carecen de morfemas flexivos,
pero es una fase que denota un progreso significativo en la adquisición de la lengua
materna. Hacia los dos años y medio, ocurre el fenómeno de la explosión léxica, esto
es, el vocabulario del niño sufre una expansión notable: crece de forma exponencial,
dado que el niño aprende una palabra cada hora. En Mehler y Dupoux (1994: 54)
aparece un gráfico que ilustra el fenómeno con transparencia:
Número de palabras
2600
2400
2200
2000
1800
1600
1400
1200
1000
800
600
400
200
0 12 18 24 30 36 42 48 Edad en meses
e) Estado fijo. A los tres años, el niño va más allá del habla telegráfica al incorporar
algunos morfemas flexivos en los nombres (por ejemplo, el plural) y en los verbos
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del pasto que hay en la sierra”, inferimos que el segundo significado es el pertinente. Si
aparece en otro cotexto como “La llama mortecina del candelabro me llena de nostalgia”,
inferimos que el primer significado es el pertinente. Es más, si la palabra aparece en el
cotexto de un verso becqueriano (‘la llama de tu amor’), se infiere un sentido metafórico
desarrollado a partir del primer significado, no del segundo. También el contexto físico
permite interpretar el significado de las palabras. Por ejemplo, un enunciado como “Cui-
dado con la llama” se interpretará de una manera si es un cartel dentro de un parque
zoológico (el contexto físico de la comunicación).
La teoría del uso del lenguaje no apunta a los análisis sintácticos de la oración (dado que
esta actividad no depende del contexto), sino a la interpretación de actos de habla. Un
acto de habla se define por la intención comunicativa que le imprime el hablante y no se
ajusta necesaraimente a la forma de la expresión. Una expresión puede ser formalmente
una pregunta, pero esta forma puede corresponder a una intención comunicativa de
índole conativa (una orden o una solicitud). Si una persona X le pregunta a Y ‘¿Sabe la
hora?’ y Y le responde ‘Sí’ y se va, la persona Y evidencia cierta incapacidad pragmática
(o la existencia de un serio problema que le impide comunicarse bien). La aparente pre-
gunta ‘¿Sabe la hora?’, en realidad, es una petición para que le informen sobre la hora.
Se trata de un acto de habla indirecto y para comprenderlo es crucial la competencia
comunicativa o pragmática.
La comunicación se sustenta en interpretar, sobre todo, lo que se quiere decir (esto es,
la intención comunicativa o lo que se denomina técnicamente fuerza ilocucionaria). Dado
que es muy frecuente el empleo de actos de habla indirectos, se pone de relieve el valor
del contexto y la aplicación de ciertos mecanismos inferenciales para interpretar correc-
tamente lo que la persona quiso decir (pero no dijo). Inclusive, se debe tener en cuenta
los conocimientos previos (una suerte de contexto de presuposiciones) para hacer las
interpretaciones correctas.
La teoría del cambio lingüístico apunta a aclarar la naturaleza dinámica de las len-
guas. En la lengua castellana, por ejemplo, se dio el siguiente cambio en el sonido de
la /f/ inicial: /f/ > /h/ > Ø; esto es, se dio una erosión gradual del sonido que terminó en
su desaparición. En el Poema de Mio Cid (siglo XII) hallamos la forma fablar, dado que
aún se pronunciaba la /f/ inicial. En el siglo XIV, el sonido se aspiró (se convirtió en /h/) y
luego desapareció (aunque ha dejado una huella en la escritura). El cambio lingüístico es
imperceptible por los hablantes, pero no entraña una fluctuación azarosa, dado que está
gobernado por ciertos principios, ciertas pautas, ciertas restricciones: en castellano, la /f/
inicial se mantiene dadas ciertas condiciones (por ejemplo, cuando acompaña a dipton-
gos acentuados como en fuerte o fuego). El cambio es un proceso lento y continuo, que
deja huellas o reflejos. La difusión del cambio es un proceso gradual que no puede darse
de la noche a la mañana. El cambio lingüístico está motivado por el uso y se asienta
sobre las bases de la comunicación. Por ello, el cambio no puede ser abrupto porque
atentaría contra la comunicación, contra la inteligibilidad del mensaje.
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No hay un solo factor responsable del cambio lingüístico. Por ello, se distingue entre dos
grandes tipos de causas del cambio: causas sistemáticas y causas extrasistemáticas.
Entre las causas sistemáticas, tenemos la variación sistemática, la propensión a la
simetría y las cadenas de propulsión o de tracción. Hay varias causas extrasistemá-
ticas, pero las más importantes tienen que ver con las nociones de sustrato y adstrato.
La variación sistemática considera que todo sistema lingüístico tiene fluctuaciones y
ello se concreta en que una unidad lingüística admite variantes. Estas variantes se en-
cuentran en tensión por un período, hasta que una variante acaba por imponerse. Por
ejemplo, actualmente, en castellano el fonema /s/ en posición implosiva (final de sílaba)
tiene dos variantes [s] y [h] (un sonido aspirado); inclusive, hay una variante más: Ø,
o sea, la pérdida total del sonido. Si, luego de un tiempo, la variante [h] se impone, se
producirá un cambio lingüístico en virtud de la variación sistemática.
La propensión a la simetría establece que los sistemas lingüísticos tienden al equilibrio.
En consecuencia, las lenguas afianzan un cambio si éste permite lograr la simetría o el
equilibrio. En el siglo XVIII, el inglés poseía pares de sonidos fricativos (sordos y sono-
ros), pero el fonema fricativo palatal sordo (el sonido inicial de la palabra ship ‘barco’) no
tenía el correspondiente sonoro, lo que constituía una falta de simetría. Por ello, en el
siglo XIX, se creó la pareja sonora de la fricativa palatal, que se oye en palabras como
pleasure o beige. Este cambio se explica por la búsqueda de la simetría.
Los procesos de cambio no se dan de manera aislada, sino en cadena. Hay cadenas de
propulsión y de tracción. Una cadena de propulsión se da cuando un cambio impulsa
otro cambio. Una cadena de tracción se da cuando un cambio atrae otro cambio.
Si una consonante oclusiva bilabial sorda cambia a sonora (p > b), puede impulsar (en
cadena de propulsión) el cambio de la oclusiva sonora a fricativa (b > β). Esto es, la
oclusiva sorda se torna sonora y empuja a la oclusiva sonora que evoluciona a un sonido
fricativo (β). Esquemáticamente:
[p] → [b] → [β] CADENA DE PROPULSIÓN (→)
Si la fricativa /β/ se fortalece y se hace oclusiva /b/, este cambio producirá una cadena
de tracción y el sonido /b/ se transformará en /p/. Si el sistema cuenta con /p/, la cadena
de tracción puede producir un segundo cambio: el sonido simple /p/ se hará doble /pp/,
lo que se denomina geminación. Esquemáticamente
[pp] ← [p] ← [b] ← [β] CADENA DE TRACCIÓN (←)
Como causas extrasistemáticas importantes se mencionan los factores de sustrato y
adstrato. El sustrato es una influencia de una lengua hablada anteriormente en el terri-
torio. Aunque la lengua en cuestión ha desaparecido, deja una huella de su presencia en
la lengua nueva, lo que se conoce como sustrato lingüístico. Por ejemplo, se ha aducido
que la erosión de la /f/ inicial en castellano se debe a un sustrato ibérico, esto es, a una
lengua ibérica que se hablaba en la península y que ya ha desaparecido. Se trata de una
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Introducción a la Lingüística
explicación propuesta por el eminente filólogo Ramón Menéndez Pidal, pero está sujeta
a controversia. El adstrato es una influencia de una lengua que está en contacto con la
lengua que sufre el cambio. Actualmente, el quechua sufre cambios por su contacto con
el castellano, y el castellano ha sufrido cambios (sobre todo, en el léxico) por su contacto
con el inglés.
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Dado que los conocimientos obtenidos estaban garantizados por un método riguroso,
se puede decir que en el siglo XIX surgió la auténtica ciencia del lenguaje: la lingüística
histórica y comparada. En 1808, Friedrich Schlegel acuñó el término Vergleichende
Grammatik (gramática comparada) para referirse a la necesidad de dedicarse al estudio
de la estructura interna de las lenguas con el fin de descubrir las relaciones genéticas,
esto es, el parentesco entre las lenguas. Sobre la base de las indagaciones del danés
Rasmus Rask, Jacob Grimm publica en 1822 un tratado en el que enuncia la famosa ley
de Grimm: un cambio que se produce en las consonantes de las lenguas germánicas
(el gótico, el escandinavo, el frisón, el inglés y el alemán). Entre 1833 y 1852, Franz
Bopp da a conocer su trabajo sobre la evolución de las formas flexivas del sánscrito,
del griego, del latín y de las lenguas germánicas. Bopp es importante porque, de manera
novedosa, logró incluir al lituano, el armenio, el albanés y la familia de las lenguas celtas
y eslavas dentro de la gran familia indoeuropea. La lingüística histórico comparativa
postula que las diferencias en las lenguas se deben a los cambios producidos a partir de
una lengua ancestral común. Las lenguas con diferencias más pronunciadas revelaban
un distanciamiento temporal mayor. El método comparativo consiste en establecer la
relación entre lenguas por medio de la comparación, lo que conduce a reconstruir la
protolengua, esto es, la lengua ancestral común.
Según el método comparativo, cuando dos lenguas (L1 y L2) presentan un cierto número
de semejanzas (no explicables en virtud de préstamos), se puede postular la existencia
de una lengua común anterior. El vínculo entre las lenguas se explicita gracias a reglas
diacrónicas (leyes del cambio) que permiten postular un origen común como explicación
de sus similitudes y dan cuenta de sus diferencias en virtud de su separación en el tiem-
po. Al analizar lenguas emparentadas como el galés, el inglés y el alemán, se constata
que el galés y el alemán resultan más diferentes, razón por la cual se concluye que el
galés está más próximo al inglés que al alemán.
En el último cuarto del siglo XIX, el escenario de la ciencia del lenguaje fue dominado por
un grupo de lingüistas llamados los Junggrammatiker o neogramáticos. Estudiosos
como Hermann Osthoff y Friedrich Karl Brugmann apuntalaron la teoría neogramática,
cuya idea principal era que los cambios fonológicos estaban gobernados por leyes estric-
tas que afectan a toda variante, sin excepción. En función de un contexto determinado,
un sonido evolucionará siempre de la misma forma. En este escenario, fue un triunfo im-
presionante para los neogramáticos el trabajo de Karl Verner (1877) sobre una aparente
excepción a la ley de Grimm.
La primera parte del siglo XX está marcada por el trabajo de Ferdinand de Saussure
quien, inicialmente, fue un neogramático (sus primeros trabajos revelan el influjo del
modelo de los Junggrammatiker). Sin embargo, Saussure, en sus célebres cursos de
lingüística general (1907-1911), se aleja de los neogramáticos y trata de establecer los
fundamentos de la ciencia lingüística sobre la base de presupuestos muy diferentes.
Mientras que los neogramáticos son atomistas (dado que analizan un segmento, una
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Introducción a la Lingüística
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el objetivo central de la lingüística como el estudio del estado de lengua concebido como
un sistema que une formas y contenidos (significantes y significados).
Para establecer los fundamentos de la ciencia del lenguaje, Saussure formula dos cues-
tiones relacionadas: a) ¿Cómo opera la lengua en tanto totalidad? b) ¿Cómo debemos
estudiarla? La respuesta a la primera pregunta radica en aseverar que la lengua es un
sistema de valores, que se fundan en la oposición. Por ejemplo, la distinción entre /r/ y /l/
es parte de la lengua castellana porque tales fonemas son valores (en el sentido saus-
suriano) de nuestro sistema fonológico. En cambio, en japonés no constituyen valores,
dado que no se encuentran en una relación de oposición. Dado que el sistema lingüístico
opera sobre la base de dos ejes (sintagmático y paradigmático), el estudio de la lengua
debe contemplar esos niveles: el nivel de las relaciones sintagmáticas y el nivel de las
relaciones paradigmáticas.
El eje sintagmático establece las reglas de combinación, esto es, se refiere al modo
como se combinan los signos lingüísticos en una cadena. El eje sintagmático funciona
horizontalmente. En castellano, ‘la casa de adobe’ es una cadena que satisface las re-
glas sintagmáticas porque hace una adecuada combinación de signos. En cambio, ‘la
casa adobe de’ es una expresión que transgrede las reglas sintagmáticas del castellano.
El eje paradigmático establece las reglas de selección y la permutación, esto es, apun-
ta a la clase de signos que son posibles dentro de una posición. El eje paradigmático
funciona verticalmente. Si tenemos la secuencia castellana ‘María es inteligente’, en la
posición de ‘María’ puede estar un pronombre como ‘ella’, dado que los nombres y los
pronombres conforman una misma clase paradigmática. En cambio, el término ‘María’ no
puede ser permutado o sustituido por una preposición como ‘hacia’, porque se atentaría
contra una regla paradigmática de la lengua castellana.
La riqueza del enfoque saussuriano se puede notar en que sirvió de base para la cons-
titución de varias corrientes del estructuralismo lingüístico europeo en la primera mitad
del siglo XX. Dos de las más influyentes son el Círculo Lingüístico de Praga y el Círculo
Lingüístico de Copenhague.
El Círculo Lingüístico de Praga comenzó en 1928 y terminó abruptamente en 1938. Se
basó en las ideas de Saussure contenidas en el libro editado por Bally y Sechehaye. El
espíritu que guiaba a los miembros del Círculo fue bien resumido por Jakobson (1985:
116):
El Cours de linguistique del Maestro de Ginebra es sin duda alguna uno de los libros más
importantes y fecundos de la lingüística general. La ciencia produce dos tipos de obras
maestras: por una parte están los trabajos que recogen y coronan las aspiraciones, pro-
gresos y fundamentos de una escuela, ofreciendo de este modo una doctrina acabada y
por entero madurada […]. A estas obras de síntesis podemos contraponer las obras que
señalan, más que la feliz conclusión de una corriente, el prometedor comienzo de otra.
En lugar de darnos un edificio acabado, preanuncian un período turbulento y agitado, la
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Castellano: No sé.
Danés: Jeg véd det ikke.
Inglés : I do not know.
Francés: Je ne sais pas.
Esquimal: Naluvara.
En castellano, se puede suprimir el pronombre personal (yo) y la marca de negación an-
tecede al verbo. En danés, hay un complemento obligatorio (det) y la negación aparece
al final (ikke). En inglés, hay un auxiliar (do) necesario en la construcción. En francés,
hay una negación discontinua (ne … pas). En esquimal, la construcción se deriva a partir
de nalo ‘ignorancia’.
Las lenguas, pues, estructuran las ideas de modos especiales, como se puede ver en
estas configuraciones distintas en castellano, francés y alemán:
De modo que los signos lingüísticos, esto es, signos pertenecientes a una determinada
configuración lingüística, son entidades que ensamblan una forma de la expresión con
una forma del contenido:
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Introducción a la Lingüística
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Introducción a la Lingüística
el desdén con que recibió Harris las primeras aproximaciones del enfoque chomskiano.
La idea principal de Harris era que la estructura de la lengua consistía en una combi-
nación de elementos no equiprobables. Ello era así porque la esencia de una lengua
radicaba en restricciones de coaparición. Una cadena lingüística era, pues, el resultado
de restricciones absolutas o distribucionales (que se definían en términos del cálculo de
probabilidades).
Podemos resumir las principales diferencias entre ambos enfoques:
a) Mientras que Zellig Harris establecía con rigor los procedimientos de descubrimiento,
Chomsky prefería hablar de procedimientos de evaluación (lo que, más tarde, des-
embocaría en el enfoque de principios y parámetros).
b) Mientras que Harris era anticognitivista, Chomsky defendía el mentalismo en la lin-
güística. Para Harris el modelo gramatical no tenía por qué representar el proceso de
adquisición de una lengua y, en realidad, creer en ello, a su juicio, era caer en el error
del psicologismo. Un corolario de esta posición era considerar que la lingüística era
una ciencia autónoma, lo que iba en contra del criterio chomskiano de una concep-
ción unificada de lingüística, psicología y filosofía.
c) Aunque Harris empleó transformaciones, su noción es muy distinta del concepto
chomskiano. Para Harris, la transformación es simplemente una operación de equi-
valencia entre dos estructuras superficiales (como pasa en lógica con las proposicio-
nes ‘Algunos héroes son griegos’ y ‘Algunos griegos son héroes’). En efecto, Harris
utiliza la operación de transformación para dar cuenta de la relación entre una ora-
ción activa y una oración pasiva. En cambio, el análisis transformacional chomskiano
conduce a postular un nivel subyacente.
d) Mientras que la lingüística de Harris se orientaba al estudio del denominado lenguaje-
E (un objeto externo al hablante como un corpus de enunciados), el nuevo enfoque
chomskiano es un estudio del lenguaje-I (un estado biológicamente determinado ins-
crito en el cerebro del hablante). Además, en las reflexiones chomskianas quedaba
claro que una indagación en el lenguaje-E era un camino desbocado, habida cuenta
su carácter heteróclito o abigarrado.
Chomsky se graduó en Pennsylvania (en 1951) con un trabajo sobre morfofonología del
hebreo. De 1951 a 1955 estudió en Harvard, ya convencido de que la lingüística taxo-
nómica era esencialmente errónea. Su nuevo enfoque fue desarrollado en un estudio
monumental intitulado La estructura lógica de la teoría lingüística (1955), pero era una
prédica en el desierto: la lingüística descriptivista agonizaba, pero muy pocos se daban
cuenta de ello.
Habiendo obtenido su doctorado con un capítulo de su obra magna, Chomsky no había
logrado insertarse en el seno de la comunidad científica. Un artículo suyo fue rechazado
por una revista especializada en temas lingüísticos y no encontraba editorial que quisiera
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publicar su trabajo de 1955. Con todo, gracias al acicate de Morris Halle, decidió redactar
una versión muy condensada de sus ideas con el título de Estructuras sintácticas (1957),
obra que fue publicada por una editorial marginal (Mouton de La Haya). Y allí empezó
todo.
El libro causó una fuerte conmoción en el ámbito estadounidense gracias a una reseña
laudatoria (pero no hiperbólica) que apareció en la prestigiosa revista Language. El autor
de la reseña, Robert B. Lees, sostenía sin ambages que Estructuras sintácticas signi-
ficaba un nuevo rumbo en la lingüística, lo que iba a ser corroborado en los congresos
y conferencias a las que fue invitado su autor. En especial, las historias de la lingüísti-
ca mencionan un congreso celebrado en Texas en 1958, en el cual un joven lingüista
de treinta años enfrenta a los principales lingüistas descriptivistas y les demuestra con
sólidos argumentos que los análisis taxonómicos son profundamente erróneos. Por su
espíritu polémico y la fuerza de sus demostraciones, Chomsky es conocido como un
verdadero enfant terrible, deseoso de poner el epitafio definitivo al enfoque taxonómico
con el fin de inaugurar un nuevo camino. Carlos-Peregrín Otero (1970: 7) cuenta un
testimonio revelador de 1965: un catedrático de la Universidad de California se refiere al
niño maravilla de la lingüística como alguien que sólo “tiene 37 años, da la impresión de
que tiene 27 y se comporta como si tuviera 17”.
Dado que Chomsky inscribía la lingüística en el campo de la psicología, se enfrentó con
el enfoque conductista desarrollado por Skinner en su clásico Verbal Behavior y lo some-
tió a una demoledora crítica que apareció en la forma de una extensa reseña publicada
en 1959 por la revista Language (versión castellana en Chomsky 1977). En resumen, el
fuerte análisis chomskiano concluye que la posición conductista es una burda imitación
de ciencia ya que ni siquiera tiene valor descriptivo. Lo que la reseña dejó en claro era
que, a diferencia de Zellig Harris, Chomsky era un mentalista en el sentido de que asu-
mía la teoría lingüística como un modelo de un aspecto de la mente-cerebro.
¿Qué de nuevo hay en la teoría denominada gramática generativo transformacional?
Como dice correctamente Fischer (2003: 215), se da una brecha en la tradición de la
lingüística, dado que desarrolla una auténtica teoría de la sintaxis, la gran deuda del es-
tructuralismo norteamericano. Desde el punto de vista teórico, la gramática generativa
es una gramática explícita. Tal como se presenta en Chomsky (1965), la gramática
consta de tres componentes: la sintaxis, la semántica y la fonología. Sólo el primero es
generativo, los otros son considerados interpretativos. El componente sintáctico, a su
vez, consta de dos subcomponentes: el subcomponente de base y el subcomponente
transformacional. El subcomponente de base especifica la estructura profunda de las
oraciones. El objetivo del subcomponente transformacional es relacionar el nivel de la
estructura profunda con el nivel de la estructura superficial. Con esta nueva teoría, se
resolvían elegantemente muchos de los rompecabezas de la lingüística taxonómica (los
morfemas superficialmente discontinuos, el fenómeno de la ambigüedad estructural),
pero lo más importante es que planteaba problemas más sustanciales e inauguraba
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La crisis del paradigma estructuralista motivó que surgiera en Estados Unidos un nuevo
enfoque, el paradigma generativo, liderado por Noam Chomsky. Este paradigma ha
tenido una historia trepidante desde el primer modelo (Chomsky 1965), en el cual se
definía que la sintaxis era el componente generativo y que las transformaciones eran
operaciones que relacionaban dos niveles de representación: la estructura profunda y
la estructura superficial. El segundo modelo, conocido como teoría estándar extendida,
tiene como loci clasici a Chomsky (1971) y a Jackendoff (1972). A partir de 1977, la teoría
estándar extendida se somete a una profunda revisión que desemboca en una especie
de espera o descanso (por ello se conocía como REST en inglés; tenemos en castellano
una versión en Chomsky 1982). Esta profunda revisión desembocó en el modelo conocido
como Principios y Parámetros (Chomsky 1981, 1988, 1989). Un examen conceptual de
este modelo ha desembocado en el denominado programa minimalista (Chomsky 1999,
2002). Gracias a este programa, se han perfilado mejor las ideas sobre el lenguaje como
órgano mental (Chomsky 1983) y queda como una tarea para el futuro desarrollar las
ideas de la gramática generativa en términos de una biolingüística (Chomsky 2006).
La idea principal del programa minimista o minimalista es que una teoría representativa
(no fenomenológica) de la cognición gramatical necesita desprenderse de conceptos su-
perfluos. Así como el capitán de un barco en naufragio echa por la borda elementos que
pueden ser innecesarios con el fin de aligerar la embarcación, los teóricos minimalistas
buscan quedarse con los constructos estrictamente indispensables. Así, se ha dejado
de lado dos niveles de representación (la estructura-p y la estructura-s), y la teoría de la
rección se suprime a favor de principios más simples como la condición de localidad. El
programa minimalista se subtiende sobre el siguiente criterio epistemológico: Una teoría
más restrictiva gana en potencia explicativa, en contrastabilidad científica y, en conse-
cuencia, puede encauzar el progreso científico por una ruta promisoria.
El desarrollo trepidante de la gramática generativa ha buscado depurar el hard core del
programa porque los modelos iniciales eran muy barrocos y por ello carecían de ade-
cuación explicativa, en términos chosmkianos. Dado que los nuevos desarrollos hicieron
más abstracto el nivel de la estructura superficial (con la introducción de huellas, por
ejemplo), hubo un cambio en la denominación y se habló de la estructura-s (y, después,
este nivel ha sido abandonado en las últimas versiones). Por lo tanto, el programa mini-
malista se puede conceptuar como un desarrollo coherente del modelo de principios y
parámetros que busca eliminar lo redundante de acuerdo con principios de economía y
de simetría. La drástica reducción de la sintaxis se entiende como una manera de reducir
la carga computacional y este ahorro persigue fundamentalmente construir un modelo
adecuado de la mente.
En ese sentido, Fitch, Hauser y Chomsky (2005: 184) sostienen que las indagaciones
minimalistas permiten aclarar el constructo de facultad de lenguaje en sentido estric-
to, dado que este se entiende como un mecanismo recursivo (véase también Hauser,
Chomsky y Fitch 2002).
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TERCERA UNIDAD
LA FONOLOGÍA Y
LA MORFOLOGÍA
Objetivos
Contenido
1. La fonética.
2. Los órganos del habla y la producción de los sonidos.
3. Los sonidos del lenguaje.
4. La fonología.
5. El fonema.
6. Los rasgos distintivos.
7. Los procesos fonológicos y la formulación de reglas.
8 La morfología.
9. El morfema.
10. Tipos de morfemas.
11. Flexión y derivación.
12. La formación de palabras.
13. Morfología productiva y semiproductiva.
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1. LA FONÉTICA
Se puede decir que la fonética se encarga de estudiar la sustancia de la expresión, es
decir, el aspecto material de los sonidos; de manera que se aboca a describir los sonidos
del habla que ocurren en las lenguas del mundo (Ladefoged 1975). La fonética es una
rama de la lingüística que tiene como objeto principal de estudio las propiedades de los
sonidos que son empleados en las distintas lenguas naturales. En su estudio, la fonética
prescinde de la función lingüística (el valor) de los sonidos; por ello se centra en los
sonidos del habla.
La descripción fonética es muy precisa y detallada porque es capaz de medir la duración
del sonido, su frecuencia y su intensidad física, a base de patrones físicos confiables.
Asimismo, puede describir rigurosamente la posición exacta de la lengua o el volumen
de la cavidad bucal, al momento de ser articulado un sonido.
Según Ladefoged (1975), la primera tarea del fonetista es determinar lo que hace el
hablante-oyente cuando emite sonidos y cuando los escucha. Por ello, la fonética estu-
dia centralmente los mecanismos de producción de los sonidos del habla.
Los sonidos del habla se pueden describir a partir de tres enfoques: el articulatorio, el
acústico y el perceptual. La fonética articulatoria estudia los sonidos en virtud de su
producción por los denominados órganos del habla (es decir, responde a la pregunta de
cómo se articulan los sonidos del habla). La fonética acústica busca aproximarse a los
sonidos en virtud de sus propiedades físicas, esto es, cómo las ondas sonoras se pro-
pagan por el canal del aire y llegan hasta el oyente. La fonética perceptual (o auditiva)
trata de determinar la manera como el oyente percibe los sonidos, proceso en el cual
hay una intensa actividad cerebral. Las investigaciones psicológicas han establecido que
la percepción está determinada por ciertas expectativas y ello se aplica a la percepción
fonética. La percepción fonética del habla se ayuda mucho de la interpretación que da el
oyente; por ello, Pinker (1995: 174) dice que es como un sexto sentido. Así, un hablante
del castellano percibe pausas en un enunciado como “La casa de Pedro está inundada”,
mientras que el hablante de otro idioma percibirá una secuencia continua.
La fonética es una ciencia de larga tradición y tiene un vasto campo de aplicaciones.
Por ejemplo, se puede aplicar en la llamada patología del habla cuyo objeto de interés
son las personas con deficiencias articulatorias. En este caso, el fonetista puede ser de
gran ayuda para que el hablante morigere sus problemas o los resuelva en gran medida.
Asimismo, la fonética se puede aplicar en las máquinas sintetizadoras de voz que son
computadoras que “hablan” (el gran físico inglés Stephen Hawking no puede hablar,
pero dicta conferencias con la ayuda invalorable de una computadora sintetizadora de
voz). La fonética es muy útil en la enseñanza de lenguas extranjeras y ofrece un servicio
importante a las personas (verbigracia, actores profesionales) que desean reducir su
acento regional. La llamada fonética forense tiene su aplicación en casos legales de
identificación de hablantes por la voz y en el análisis de grabaciones de la voz de algunas
70
Introducción a la Lingüística
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a) Cuando las cuerdas están juntas, el paso del aire de los pulmones las hace vibrar
repetidamente. Al vibrar las cuerdas vocales (una especie de zumbido), se producen
los sonidos sonoros (como la b).
b) Cuando las cuerdas están separadas, el aire de los pulmones pasa entre ellas sin
obstáculo alguno y, en consecuencia, no hay vibración. Sin vibración en las cuerdas
vocales, se producen los sonidos sordos (como la p).
Para experimentar físicamente la diferencia entre estas dos posiciones, se pone la yema
de un dedo sobre la laringe (arriba de la nuez) y se percibirá la vibración en caso de pro-
nunciar sonidos como la b o la d; en cambio, no habrá vibración en caso de pronunciar
sonidos como la p o la t.
72
Introducción a la Lingüística
manera que se produce una glotis amplia, sin ningún tipo de constricción glotal. La len-
gua africana bembe, por ejemplo, distingue entre consonantes sordas simples (p, t, k) y
consonantes sordas aspiradas (ph, th, kh).
Según la posición del velo del paladar, los sonidos pueden ser orales o nasales. En los
sonidos orales, el velo del paladar está en posición elevada, de tal manera que el aire
sólo sale por la cavidad bucal (por ejemplo, b y d en castellano). En los sonidos nasales,
el velo del paladar está en posición baja o caída, de tal manera que el aire egresa por la
cavidad nasal (por ejemplo, m y n en castellano). En el francés, hay una notoria diferen-
cia entre las vocales orales (como la a) y las vocales nasalizadas (como la ã).
De acuerdo con el modo de articulación, los sonidos son oclusivos, fricativos, africa-
dos, laterales, vibrantes y redondeados. Este criterio tiene en cuenta la manera como se
pronuncian los sonidos. En los sonidos oclusivos, el paso del aire se corta completa-
mente en virtud de una oclusión o cierre de los articuladores. El sonido consonántico re-
sulta, entonces, del efecto de esta oclusión; por ejemplo, p, t, k, b, d, g son consonantes
oclusivas. En los sonidos fricativos, el cierre no es total y, en consecuencia, el paso del
aire produce una fricción. En castellano, hay fricativas sordas como f y s. En los sonidos
africados, se combinan dos modos: una oclusión momentánea y una cierta fricción que
se dan de manera casi inmediata. La palabra castellana ‘chato’ empieza con una con-
sonante africada. En los sonidos laterales, hay una oclusión en un punto articulatorio,
pero se deja que la corriente de aire pase por ambos lados de la lengua. El sonido de la
lateral l, por ejemplo, se produce cuando el aire egresa lateralmente al momento en que
la lengua toma contacto con los alvéolos. Al momento de ser pronunciados, en los so-
nidos vibrantes se producen una o varias interrupciones breves de la corriente de aire.
En castellano, tenemos el sonido vibrante simple (que aparece en una palabra como
caro) y el sonido vibrante múltiple (que aparece en una palabra como carro). Algunos
autores hablan de consonantes líquidas para incluir a las laterales y a las vibrantes. En
los sonidos redondeados, se puede notar un cierto abocinamiento de los labios (por
ello, también se llaman sonidos labializados). En alemán, las vocales redondeadas se
distinguen de las vocales no redondeadas.
Según el punto de articulación, los sonidos son bilabiales, labiodentales, dentales,
alveolares, palatales, velares y uvulares. Los sonidos bilabiales se producen al utilizar-
se ambos labios, por ejemplo p, b y w. Los sonidos labiodentales se producen con los
dientes superiores y el labio inferior. En castellano, la f suele describirse como labioden-
tal y en francés el sonido [v] es labiodental y sonoro. Los sonidos dentales se forman
con la punta de la lengua detrás de los dientes superiores centrales. En castellano, los
sonidos d y t son dentales. En el castellano peninsular, hay un sonido [θ] que es interden-
tal, puesto que se articula con la punta de lengua entre los dientes (se pronuncia en pa-
labras como cine y zona). Los sonidos alveolares se forman con el ápice (la parte frontal
de la lengua) tocando o rozando los alvéolos, la zona rugosa inmediatamente posterior
a los dientes superiores. En castellano son sonidos alveolares s, n, l y las vibrantes.
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Los sonidos palatales involucran la participación del paladar (parte superior detrás de
los alvéolos). Los sonidos palatales se producen con el dorso de la lengua apoyada en
la parte anterior y media del paladar. El sonido inicial de ‘chico’ es palatal. Los sonidos
velares involucran la parte superior de la boca posterior al paladar, una parte blanda lla-
mada velo del paladar. En castellano, son sonidos velares las oclusivas k y g, así como
el sonido fricativo representado fonéticamente como [x] que se encuentra al inicio de la
palabra jugar. Los sonidos uvulares se producen cuando la zona posdorsal de la lengua
se levanta hacia la úvula (extremo terminal del velo del paladar). En la lengua quechua
hay un sonido [q] que es uvular oclusivo. En francés, hay una vibrante uvular (que se
pronuncia, por ejemplo, al inicio de la palabra rouge).
Para describir los sonidos vocálicos, hay que emplear ciertos parámetros especiales,
dado que las vocales se pronuncian con un flujo de aire libre. Por definición, las vocales
son sonidos sonoros. El lugar de la articulación de las vocales está determinado por el
espacio interior de la boca que tiene una parte anterior (frontal) y una parte posterior, y
un área alta y otra baja. Los cinco sonidos vocálicos del castellano se describen de la
siguiente manera:
ANTERIOR POSTERIOR
ALTA i u
MEDIA e o
BAJA a
Para describir los sonidos vocálicos, se emplean tres criterios: la altura de la lengua, la
posición dentro del espacio interior de la boca y si hay o no labialización (redondeadas
frente a no redondeadas). Por ejemplo, el sonido [o] se define como una vocal media,
posterior y redondeada.
Con el fin de describir los sonidos consonánticos, se utilizan tres parámetros: modo de
articulación, punto de articulación y si hay o no vibración de las cuerdas vocales (sonoras
frente a sordas). Por ejemplo, el sonido [k] se define como una consonante oclusiva,
velar y sorda.
Tradicionalmente, los sonidos han sido representados ortográficamente, pero debido a
la evolución de las lenguas ocurre que la representación ortográfica suele ser engañosa
respecto de la pronunciación real. Dado que esta situación lleva a un caos intolerable
para la ciencia, los fonetistas decidieron uniformizar la representación del sonido me-
diante el empleo de un alfabeto fonético internacional, desde 1888, para estandarizar
la transcripción fonética. La Asociación Fonética Internacional (IPA, por sus siglas en
inglés) ha modificado el alfabeto fonético con miras a describir los sonidos de todas las
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Introducción a la Lingüística
lenguas. Así, da herramientas para que los lingüistas puedan representar los sonidos
faríngeos (articulados con la faringe) y los sonidos glotales (articulados con la glotis).
Convencionalmente, los sonidos lingüísticos se representan entre corchetes: [p], [x], [θ].
En cambio, los fonemas –que implican un nivel de abstracción por su nivel mental– se
representan con barras: /p/, /x/ /θ/.
4. LA FONOLOGÍA
Si la fonética estudia la producción de los sonidos en virtud de consideraciones físicas o
fisiológicas, la fonología estudia los sonidos de acuerdo con criterios funcionales. Esen-
cialmente, la fonología es la descripción del sistema de los sonidos de una lengua. Por
ello, no apunta a la producción física del sonido, sino al valor (en el sentido saussuriano)
representado en la mente del hablante de una lengua determinada. En ese sentido, la
fonología apunta a la representación subyacente, abstracta que puede concretarse en
sonidos diferentes, desde el punto de vista de la articulación física del sonido. En caste-
llano, la representación abstracta /b/ en palabras como base, acaba, comba, subvención
se refiere al mismo fonema castellano, aunque, desde el punto de vista articulatorio, el
sonido de la consonante en base sea [b] y en acaba sea [β], esto es, un sonido oclusivo
y un sonido fricativo, respectivamente.
Ahora bien, la diferencia entre sonido oclusivo y sonido fricativo carece de relevancia en
el fonema /b/, pero sí tiene importancia en la distinción entre los fonemas /g/ y /x/, dado
que esa diferencia tiene consecuencias para el significado de las palabras castellanas.
Así, la diferencia entre jota y gota se basa solamente en la distinción entre los dos fone-
mas, uno oclusivo sonoro, /g/, y otro fricativo sordo, /x/. En consecuencia, la fonología
estudia los sonidos de manera abstracta y funcional, es decir, se interesa en las dife-
rencias que produzcan una distinción en el significado de las palabras. La fonología “se
ocupa de la abstracción de los sonidos de una lengua, de lo que nos permite distinguir el
significado a partir de los sonidos físicos que oímos y decimos” (Yule 1998: 66).
Las unidades fonológicas conforman un sistema estructurado, abstracto, de naturaleza
mental y cuyo objetivo central es diferenciar las unidades significativas (por ejemplo, dis-
tinguir entre beso y peso). Al fonólogo le corresponde hacer la representación fonológica
de las unidades significativas, así como dar cuenta, sistemáticamente, de las variaciones
que hay en la representación fonética de dichas unidades. La diferencia entre la repre-
sentación fonológica y la representación fonética se explica en virtud de ciertos procesos
regulares (formalizados en términos de reglas fonológicas).
La palabra castellana ‘jamón’ (representación ortográfica) tiene las siguientes repre-
sentaciones fonética y fonológica: [xamóŋ] y /xamón/. La palabra castellana ‘guindado’
(representación ortográfica) tiene las siguientes representaciones fonética y fonológica:
[gindáđo] y /guindado/. La relación entre las representaciones se explica en virtud de un
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Proceso: b > β
5. EL FONEMA
La entidad abstracta, de naturaleza mental, que permite distinguir significados se llama
fonema. Es la unidad mínima distintiva correspondiente a la segunda articulación, se-
gún la propuesta de Martinet. Una propiedad esencial del fonema es que funciona por
oposición. Sabemos que el fonema /d/ se opone a /t/, sin importarnos que se pronuncie
de una manera en dama, de otra manera en pasado, de otra en padre y de otra en
amistad. Por ello, el criterio operativo básico para determinar fonemas en una lengua es
la ocurrencia de pares mínimos. Un par mínimo es un par de palabras con significado
diferente y cuya distinción reposa exclusivamente en la oposición entre dos fonemas. En
castellano, dado que /k/ y /g/ son fonemas diferentes, ello se debe probar con ayuda de
pares mínimos como ‘cama’ /káma/ y ‘gama’ /gáma/. De manera que si se sustituyera un
76
Introducción a la Lingüística
Castellano Francés
Hay que notar que, en castellano, hubo una época en que el sistema fonológico funcio-
naba como el francés y había una distinción fonológica entre los sonidos que, hoy, son
alófonos.
En virtud del análisis fonológico se determinan los fonemas de una lengua. Esta deter-
minación se sustenta en dos criterios, a saber, la similitud fonética y la distribución. Se
puede conjeturar que segmentos similares son alófonos, si cumplen con otros requisitos;
y se puede decir lo mismo de los segmentos que están en distribución.
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78
Introducción a la Lingüística
sílaba
ataque rima
núcleo coda
Tanto el ataque como la coda pueden estar conformados por más de una consonante.
En castellano, la secuencia CC (consonante + consonante), en posición de ataque, exige
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que la segunda consonante sea una líquida (l o r): plano, presión, blando, bromo, atlán-
tico, tramo, adlátere, droga, clave, cromo. La palabra ‘psicología’ no es una excepción,
porque es sólo una expresión ortográfica. Se puede escribir ‘psicología’ (o ‘pseudóni-
mo’), pero la representación fonética es [sikoloxía].
80
Introducción a la Lingüística
en la estructura de la sílaba (el rol de núcleo). En general, las vocales son + silábicas
y las consonantes son - silábicas (excepto las nasales y las líquidas que pueden ser +
silábicas). El rasgo +/- consonántico se refiere a la constricción de la cavidad oral (ya
sea una oclusión o una fricción). Mientras que las oclusivas, las fricativas, las africadas,
las nasales y las líquidas son + consonánticas; las vocales y las semivocales son - con-
sonánticas. El rasgo +/- sonante se refiere a la cualidad resonante de un sonido. Las
vocales, las nasales, las líquidas y las semivocales son + sonantes. Las oclusivas, las
fricativas y las africadas son - sonantes.
En los rasgos de modo se incluyen el +/- continuo, el +/- distensión prolongada, el +/-
estridente, el +/- nasal y el +/- lateral. El rasgo +/- continuo se refiere a una fricción con-
tinua; en tal sentido son + continuas las consonantes fricativas; en cambio las oclusivas
y las africadas son – continuas. El rasgo +/- distensión prolongada se refiere a la exis-
tencia o no del tiempo de relajamiento en la articulación del segmento. Las africadas son
+ distensión prolongada y las oclusivas son - distensión prolongada, dado que terminan
de modo instantáneo. El rasgo +/- estridente se aplica al efecto del paso del aire. Este
rasgo sirve para distinguir segmentos como los bilabiales (- estridentes) de los labioden-
tales (+ estridentes), los interdentales (- estridentes) de los alveolares (+ estridentes), los
velares (- estridentes) de los uvulares (+ estridentes). El rasgo +/- nasal distingue a las
nasales (como la /n/ y /m/) de las líquidas (como la /l/ y /r/); asimismo este rasgo permite
distinguir a las vocales nasalizadas (como /ã/) de las vocales orales (como /a/). El rasgo
+/- lateral distingue entre las líquidas, de tal modo que /l/ es + lateral y /r/ es - lateral.
Entre los rasgos referentes al punto de articulación, tenemos el +/- anterior y el +/-
coronal. Estos rasgos tienen que ver con la articulación producida en distintos puntos
de la cavidad oral. El rasgo +/- anterior se refiere a la producción del segmento en la
zona frontal o más avanzada de la cavidad oral. Son + anteriores las labiales, dentales y
alveolares; en cambio son - anteriores las palatales, las velares y las uvulares. El rasgo
+/- coronal se refiere al empleo del articulador corona (el borde del predorso de la len-
gua) en la producción del segmento. Son + coronales las dentales, las alveolares y las
palatales; son - coronales las labiales, las velares y las uvulares.
Entre los rasgos relativos al cuerpo de la lengua y la forma de los labios, tenemos
el +/- alto, el +/- bajo, el +/- posterior y el +/- redondeado. Para describir los segmentos
vocálicos, se emplean los parámetros siguientes: alto, medio, bajo, posterior y redondea-
do. Para precisar a las vocales medias dentro de un esquema binario se procede de la
siguiente manera:
82
Introducción a la Lingüística
res y uvulares (definidas como una clase de - anteriores y - coronales), se pueden aplicar
los rasgos +/- alto y +/- posterior en su descripción:
Hay rasgos que sirven para hacer distinciones puntuales. Por ejemplo, el rasgo +/- tenso
se aplica para distinguir una vibrante simple (- tensa) de una vibrante múltiple (+ tensa).
El rasgo +/- distribuido, referido a la mayor o menor longitud de la constricción produ-
cida en el canal oral, se usa para precisar que las consonantes bilabiales, alveolares,
palatales y velares son + distribuidas. En el libro de Chomsky y Halle (1968) se ofrece
un sistema más complejo (se incluyen rasgos para describir los clicks que se dan en las
lenguas africanas), pero eso no quiere decir que esté exento de críticas fundadas.
La postulación de rasgos distintivos se basa en una serie de criterios, no es una pro-
puesta arbitraria. En primer lugar, tienen una cierta base fonética (ya sea articulatoria,
acústica o perceptual). Hay que tener en cuenta, claro está, que esa base fonética está
en interrelación con la configuración mental (lo que Hjelmslev llamaba la forma del plano
de la expresión). En segundo lugar, deben mostrar adecuación descriptiva para caracte-
rizar las diferencias de los segmentos. En tercer lugar, los rasgos deben ser adecuados
para dar cuenta de los alófonos presentes en una lengua. Por ejemplo, el rasgo +/- as-
pirado es útil para describir un alófono [h] de algunos dialectos del castellano. En cuarto
lugar, los rasgos deben cumplir con una función clasificatoria. Por ejemplo, en castellano
los segmentos /p/, /t/ y /k/ se deben adscribir a una clase y el sistema de rasgos debe
ayudar en esa tarea. En quinto lugar, los rasgos deben ser binarios con fines de lograr
el anhelado criterio de la simplicidad científica. Un sistema no binario puede ser más re-
presentativo, pero atenta contra la economía, la simplicidad y la simetría, características
fundamentales de las teorías científicas maduras.
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Regla fonológica
+ silábico C
+ sonante + nasal + nasal
+ posterior
+ baja
8. LA MORFOLOGÍA
Dado que la noción de palabra es muy difícil de abordar científicamente, la definición
clásica de morfología como el estudio de la palabra debe ser mejorada. En realidad, la
palabra no es el último objeto de análisis morfológico, puesto que es una unidad ma-
yor, por tanto compleja y no primitiva (Matthews 1980: 88). Al ser una unidad compleja,
la palabra se compone de unidades menores: los llamados morfemas. Entonces, una
84
Introducción a la Lingüística
propuesta consiste en definir la morfología como el estudio de los morfemas, esto es,
las unidades mínimas dotadas de significado, unidades de primera articulación en la
propuesta de Martinet. Así, una forma como nitakupenda (en swahili) se estructura de la
siguiente manera:
ni- primera persona singular
-ta marca de futuro
-ku segunda persona, objeto
-penda verbo ‘querer’
De tal manera que nitakupenda equivale a toda una oración en castellano: “Yo te querré”.
El hablante de swahili tiene la competencia para interpretar esa forma en esos términos.
Por ello, el estudio morfológico tiene como objetivo dilucidar la competencia del hablante
en la formación de las palabras a partir de los elementos básicos llamados morfemas.
Una palabra castellana como ‘prehistórico’ se compone de cuatro morfemas: pre-, his-
tor-, -ic, -o. El primero es un prefijo que denota anterioridad temporal, el segundo es
un morfema raíz o radical, el tercero es un sufijo que significa ‘relativo a’ y el último es
un sufijo que es una marca de género masculino. Dado que los prefijos y los sufijos se
engloban en la categoría de afijos, la palabra se puede definir como una unidad mayor
compuesta de raíz y afijos. La raíz es el elemento común obtenido por la comparación
con una serie de palabras de una misma procedencia (historia, histórico, historiador,
historieta, historiar, etc.). El afijo es el elemento formativo que contribuye a la constitución
de la palabra.
En síntesis, la estructura de la palabra es:
Raíz + afijos
La raíz es la base para la configuración de la palabra, de tal modo que funciona como
núcleo y, desde la perspectiva semántica, tiene significado lexical. Los afijos pueden ser
derivacionales o flexivos. Los derivacionales determinan un nuevo significado lexical (por
ello, enriquecen el léxico de una lengua) y los flexivos precisan el significado gramatical a
base de brindar información de número, género, persona, caso, tiempo, modo y aspecto.
En la estructura de la palabra, los afijos derivacionales aparecen antes que los afijos
flexivos.
Se parte del morfema para llegar a la palabra, en las lenguas que tienen a la palabra
como unidad estructural (lenguas aglutinantes y flexionales). En las lenguas aislantes
(como, por ejemplo, el vietnamita) se pasa directamente del morfema a la frase o a la
oración.
Las tareas de la morfología, como rama de la lingüística, son determinar la naturaleza
de la flexión, dilucidar los procedimientos de formación de palabras en las lenguas y la
determinación del valor de los morfemas. El análisis morfológico busca determinar los
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morfemas de una lengua (en tanto que unidades de forma y contenido), así como la
existencia de alomorfos en virtud de contextos precisos.
La distinción entre morfología y sintaxis no es tan clara. Tradicionalmente, se pre-
senta la diferencia conceptual sobre la base de la siguiente estipulación: la morfología
estudia la estructura de la palabra; la sintaxis, la estructura de la oración. La morfología
describe la manera en que los morfemas constituyen una palabra. La sintaxis describe el
modo como las palabras ensamblan una oración. De manera que la palabra se ve como
el límite entre morfología y sintaxis. Sin embargo, hay lenguas (denominadas aislantes)
en que esa distinción no funciona (la palabra no existe como categoría de análisis), dado
que no hay flexión. Es un punto explicado por Quesada (2003: 138):
De acuerdo con nuestro punto de vista, la distinción entre la morfología y la sintaxis no
constituye un universal lingüístico, sino es una necesidad que surge cuando las lenguas
poseen la palabra como unidad de la gramática. Existen lenguas en que las unidades
básicas son los morfonemas, es decir, que la oración es el resultado de la combinación
de morfemas. Este rasgo, que se observa en ciertas lenguas, define una gramática de
base morfémica por cuanto se carece de palabra. Por tanto, en este caso no es necesaria
la distinción entre morfología y sintaxis, sino sólo se debe hablar de gramática, como el
estudio de los morfemas y su combinación para formar unidades como la oración.
Asimismo, en una perspectiva histórica, la distinción se torna borrosa. En las lenguas
romances el cambio morfológico y el cambio sintáctico se encuentran íntimamente vin-
culados: lo que en latín se expresaba morfológicamente (por ejemplo, la indicación del
objeto indirecto), en castellano se expresa sintácticamente (a base de preposiciones).
De tal suerte que es mejor una mirada de conjunto, esto es, una visión morfosintáctica.
En tanto que el latín era una lengua muy sintética, el castellano es una lengua menos
sintética:
LATÍN CASTELLANO
mēnsae de la mesa
La relación genitiva (esto es, de pertenencia) se establece en latín con el sufijo -ae. En
castellano, se establece con ayuda de la preposición. Se puede ver la diferencia con los
siguientes diagramas arbóreos:
N Fprep
R suf prep FN
det N
86
Introducción a la Lingüística
El análisis morfológico persigue obtener los morfemas de una lengua y se debe tener en
cuenta que cada morfema (postulado en virtud del análisis) se definirá como una forma
que posee un significado, un determinado valor. Mientras que en la palabra castella-
na ‘posdata’ hallamos dos morfemas (pos- y -data), en la palabra castellana ‘corredor’
encontramos tres morfemas: corr-, -e- y -dor. De tal suerte que, como ya indicamos, el
morfema se puede definir como la unidad mínima de significado (sea significado léxico
o significado gramatical). La diferencia entre significado léxico y significado gramatical
reside en que el último tiene que ver con la función gramatical (por ejemplo, información
sobre género, número o tiempo). Así, ‘muchacha’ se segmenta en muchach- y -a, y el
morfema -a porta significado gramatical porque es una marca de femenino. Así, la dife-
rencia entre ‘alumnos’ y ‘alumnas’ es de índole gramatical, por cuanto son formas con
idéntico significado léxico (dado por la raíz alumn-); solo difieren en los morfemas -o / -a
(masculino versus femenino), es decir, en la información gramatical relativa al género.
Los criterios operativos básicos para la determinación de morfemas fundan el análisis
morfológico y se formulan en la siguiente secuencia:
a) La unidad mayor (por ejemplo, la palabra) se segmenta en morfos, esto es, unidades
propias de la representación fonética. Por ejemplo:
canciones → cancion- + -es
gatos → gat- + -o + -s
alhelíes → alhelí- + -es
b) Los morfos se asignan a sus respectivos morfemas en calidad de alomorfos. Un
principio es que el morfema tiene variantes fonéticas en función del contexto en el
que aparecen. Las variantes de un morfema se denominan alomorfos (por analogía
con la noción de alófono). En castellano, mientras que la palabra ‘gatos’ tiene a -s
como marca de plural, la palabra ‘canciones’ tiene a -es. Si se procede a efectuar un
análisis morfológico, se determina que el morfo de plural -s aparece cuando la pala-
bra termina en vocal no acentuada y el morfo de plural -es aparece cuando la palabra
termina en consonante o en vocal acentuada. Dado que los morfos -s y -es aparecen
en virtud de determinados contextos, se pueden asignar al morfema de plural en
castellano en calidad de alomorfos, según el siguiente esquema:
Morfema de plural:
[-s] / vocal no acentuada
{-s} alomorfos
[-es] / consonante
vocal acentuada
Ahora bien, consideremos los siguientes ejemplos:
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88
Introducción a la Lingüística
Por su valor en el sistema, los morfemas pueden ser lexicales o gramaticales. Los
morfemas lexicales son los que constituyen las unidades del léxico de la lengua. Por
ejemplo, en castellano son morfemas lexicales sol, mar, poro, huelga, etc. Los morfemas
gramaticales proporcionan información gramatical, esto es, son marcas que expresan
aspectos relacionados con la función gramatical. En castellano, son morfemas gramati-
cales y (conjunción), -s (plural), -o (masculino), -rá (futuro), etc. Usualmente, los morfe-
mas gramaticales acompañan a los morfemas lexicales en la estructura de la palabra:
En la palabra perr-o-s, mientras que perr- es un morfema lexical, -o y -s son morfemas
gramaticales.
Por su modo de aparición, los morfemas pueden ser libres o ligados. Los morfemas
libres son los que pueden aparecer por sí solos, esto es, constituyen formas lingüísticas
independientes. Hay morfemas libres lexicales como pan, mes, té, etc.; y hay morfemas
libres gramaticales como con, que, de, sin, etc. Los morfemas ligados deben estar ne-
cesariamente unidos a otro morfema para aparecer en una palabra. Los afijos son mor-
femas ligados como -es en panes, -r en cantar, pre- en prenupcial. Este criterio admite
un tipo especial de entidad morfológica, el llamado morfo cero, representado por Ø. Se
trata de un morfo que, a decir verdad, es un constructo del analista. Cuando se describen
los morfos de un morfema, hay ciertos contextos en los que no aparece ninguna forma
lingüística, pero sí hay una función morfológica clara. En esos casos, el analista propone
el morfo cero para completar su descripción morfológica. Por ejemplo, en el plural del
castellano hay dos morfos: -s (luego de vocal no acentuada) y -es (luego de consonante
y de vocal acentuada). Sin embargo, no aparece ningún morfo cuando la palabra (no
aguda) termina en /s/. Entonces se postula un morfo cero. Luego, el morfema de plural
tiene tres alomorfos:
palabra. Puede haber una flexión nominal (esto es, un cambio en la terminación de los
nombres) y una flexión verbal (esto es, un cambio en la terminación de los verbos). Un
nombre como ‘osos’ se analiza en los siguientes términos:
osos → os- -o -s
Donde, os- es un morfema radical lexical, -o es un morfema flexivo que indica género
masculino y -s es un morfema flexivo que indica número plural.
Si cambiamos el morfema flexivo -o y ponemos el morfema flexivo -a, obtenemos nue-
vamente un nombre: osas. Solo hay un cambio en el género (de masculino a femenino).
Ahora bien, un verbo como ‘cantó’ se analiza en los siguientes términos:
cantó → cant- ó
Donde, cant- es un morfema radical lexical y -ó es un morfema flexivo que indica, entre
otras cosas, tercera persona del singular.
Si cambiamos el morfema flexivo -ó y ponemos el morfema flexivo -é, obtenemos nue-
vamente un verbo: canté. Solo cambia la persona (de tercera persona singular a primera
persona singular).
Sobre la base de la explicación anterior, se colige un rasgo fundamental de la flexión: no
altera la categoría gramatical de una palabra. Además, no cambia el significado básico
de la raíz. La flexión sólo produce una versión de la palabra que puede diferenciarse
en un tipo de información gramatical (en el caso de nombres, por ejemplo, género o
número; en el caso de verbos, por ejemplo, persona o tiempo). Las palabras ‘gatos’ y
‘gatas’ son idénticas desde el punto de vista lexical, solo son diferentes en su contenido
gramatical. Al ser idénticas, aparecen bajo la misma entrada en el diccionario (normal-
mente, la forma masculina). Dado que la flexión no produce una alteración radical en el
significado, aparece después de los morfemas derivativos. La flexión no permite formar
nuevas palabras.
La derivación es un procedimiento que consiste en introducir afijos (morfemas derivati-
vos). Estos afijos pueden modificar la categoría gramatical de la palabra, esto es, pueden
generar un verbo a partir de un nombre o un nombre a partir de un verbo. Los afijos
derivativos, a diferencia de los flexivos, alteran el significado de la palabra de base. Si a
una palabra como ‘erosión’ le agregamos un morfema derivativo como ‘-ar’, obtenemos
una nueva palabra: erosionar (un verbo):
[V [N erosion] [MD ar]]
90
Introducción a la Lingüística
N V
N MD
Adv
Adj. MD
ágil -mente
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Introducción a la Lingüística
adj N
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Programa de Licenciatura para Profesores sin Título Pedagógico en Lengua Extranjera
La palabra ‘belleza’ es un nombre que se deriva a partir del adjetivo ‘bello’ más un sufijo
derivativo -eza, presentado como nominalizador, es decir, afijo con capacidad de conver-
tir una palabra en nombre. Notamos que la palabra ‘bello’ ha sufrido la supresión de la
vocal /o/. La palabra ‘aletear’ es un verbo que se deriva a partir del nombre ‘aleta’ más
un sufijo derivativo -ear, presentado como verbalizador, es decir, afijo capaz de convertir
una palabra en verbo. Se observa que en la palabra ‘aleta’ se ha suprimido la vocal /a/.
La parasíntesis es un procedimiento de formación de palabra en el que participan la
composición y la derivación de manera conjunta. La parasíntesis fusiona los dos proce-
sos, de tal manera que las palabras parasintéticas son compuestos y derivados, a la vez.
Esto se puede ver en el ejemplo tan citado de palabra parasintética, a saber, picapedrero:
pica + piedra + -ero → picapedrero
COMPOSICIÓN DERIVACIÓN PARASÍNTESIS
94
Introducción a la Lingüística
Es una distinción formulada con claridad por Jackendoff (2002). La morfología produc-
tiva se basa en la regularidad. Un caso prototípico de morfema productivo es la forma
-ing del inglés (saying, reading, dancing, doing, making, parking), puesto que se aplica,
sin excepción, a todos los verbos del idioma. En castellano, el morfema del participio
pasado en los verbos terminados en -ar es ciertamente productivo: cantado, amado,
ganado, hablado, besado, estudiado, pensado, alertado. La productividad da base a la
predictividad. Así, si se crea un verbo como concienciar, se puede predecir confiable-
mente que su participio pasado será concienciado.
Como bien anota Jackendoff, la morfología productiva no está confinada a la morfología
flexiva, dado que se puede ver también en la morfología derivacional. En inglés, el sufijo
derivativo -ly es productivo al convertir adjetivos en adverbios (friendly, slowly, obviously).
Igual ocurre en castellano con el sufijo -mente, dado que deriva adverbios a partir de
adjetivos (regularmente, sinceramente, prudentemente). El proceso ocurre también en
francés con el sufijo -ment (évidemment, doucement, vraiment).
El hecho de que la productividad esté vinculada con la predictividad fue probado experi-
mentalmente por Berko (1958). Se crea una palabra arbitraria wug y el experimentador
formula la pregunta “Esta divertida cosita es un wug. Ahora, hay dos de ellas. En conse-
cuencia, hay dos ….”. Hasta los niños de cinco años responden acertadamente: wugs. El
experimento utiliza una palabra arbitraria, inventada especialmente para la ocasión, con
el fin de medir una propiedad morfológica. Si se hubiese empleado una palabra conoci-
da, no se podría haber descartado que la respuesta se debiera a un conocimiento previo
y no solamente a una aplicación de una regla morfológica.
La morfología productiva es la base para la comprensión de nuevas expresiones y es
una buena ayuda para la memoria lingüística. Así, no es necesario que en el lexicón
mental se guarden las palabras y sus respectivos plurales, lo que implicaría una carga
onerosa para el procesamiento léxico. Basta que en el lexicón mental se encuentren las
raíces y los sufijos; la formación de los plurales es tarea de la morfología productiva.
La morfología semiproductiva se basa en regularidades parciales. Por ejemplo, en el
caso de las formas irregulares del pasado del inglés, se puede postular una generaliza-
ción: en los verbos monosilábicos, se forma el tiempo pasado con un cambio de vocal.
Sin embargo, no hay base para hacer una predicción confiable, dado que hay cierta ines-
tabilidad en la aplicación de la generalización (esto es, el cambio de vocal): ring-rang,
wring-wrung, spring-sprang, sting-stung.
En castellano, hay un proceso de morfología semiproductiva en la transformación de
adjetivos en nombres. Así, tenemos una serie como duro-dureza, puro-pureza, noble-no-
bleza, bajo-bajeza, vil-vileza. Sin embargo, no se puede hacer predicciones totalmente
seguras. Veamos: oscuro-oscuridad, aleve-alevosía, alto-altura, senil-senilidad.
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ACTIVIDADES
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CUARTA UNIDAD
LA SINTAXIS Y LA SEMÁNTICA
Objetivos
Contenido
1. La teoría sintáctica.
2. Modelos gramaticales.
3. La estructura de la frase.
4. La noción de oración.
5. La sintaxis categorial.
6. La sintaxis funcional.
7. La sintaxis relacional.
8. La gramática de las valencias.
9. La teoría de principios y parámetros.
10. Los objetivos de la teoría semántica.
11. El significado.
12. Fenómenos semánticos.
13. Rasgos semánticos y roles semánticos.
14. Semántica composicional.
15. Semántica y pragmática.
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1. LA TEORÍA SINTÁCTICA
El objetivo fundamental de la teoría sintáctica es construir un modelo simple y suficien-
temente explicativo que comprenda las gramáticas humanamente posibles con arreglo a
las siguientes especificaciones:
a) El modelo debe ser riguroso y restrictivo, de tal modo que pueda caracterizar adecua-
damente el estado inicial de la mente-cerebro a partir del cual se llega al estado en
que se fija el conocimiento de una lengua particular.
b) El modelo debe ser suficientemente abstracto, de tal suerte que sus conceptos tengan
validez (o aplicabilidad) para todas las lenguas naturales. Un modelo que sólo sirve
para una lengua pierde una característica fundamental de la ciencia: la universalidad.
c) El modelo debe ser refutable empíricamente. En tal sentido, el modelo debe formular
aserciones no triviales sobre la gramática de las lenguas y debe ajustarse a las con-
diciones metodológicas de toda ciencia (simplicidad, elegancia, naturalidad).
d) El modelo debe fundarse en un sistema deductivo, de tal manera que sus propuestas
puedan evaluarse con transparencia.
Toda teoría gramatical debe atenerse a la naturaleza bipolar del lenguaje, esto es, el
lenguaje consiste en la asociación de dos polos: el polo fonológico (la imagen acústica,
en la terminología saussuriana) y el polo semántico (la imagen mental, según Saussure).
Para la glosemática hjelmsleviana, se trata de una unión entre el plano de la expresión
y el plano del contenido. En términos de la gramática generativa, se habla de una forma
fonética (FF) y de una forma lógica (FL).
2. MODELOS GRAMATICALES
La ciencia intenta capturar la realidad mediante un rodeo: los modelos científicos. Dentro
de la sintaxis como disciplina lingüística, se han formulado modelos gramaticales con el
fin de captar mejor la naturaleza sintáctica de las lenguas naturales. El modelo gramati-
cal es una representación de las propiedades relevantes de las gramáticas humanamen-
te posibles. Un modelo formal es una representación abstracta que utiliza un lenguaje
exacto para representar un determinado sistema. En el caso de la teoría sintáctica, el
modelo formal representa los sistemas gramaticales de manera simplificada y explícita,
con especial atención a determinados aspectos de la estructura gramatical.
En la teoría gramatical, se han planteado diversos modelos con el fin de hacer explícitas
las propiedades de la sintaxis de las lenguas naturales. En lo que sigue, presentaremos
algunos de ellos:
a) Gramática de estados finitos. Es un modelo que se puede utilizar para analizar una
oración como una secuencia de estados finitos, esto es, se concibe que una oración
no puede ser infinita (esto es, son imposibles las oraciones con palabras ilimitadas).
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Introducción a la Lingüística
FN FV
Det N V FN
Rn Mg Rv Mg Det N
Rn Mg
Donde O = oración, FN = frase nominal, FV = frase verbal, det = determinante, N = nombre, V = verbo,
Rn = raíz nominal, Rv = raíz verbal, Mg = morfema gramatical.
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Introducción a la Lingüística
FN FV
V FN
FN Fprep
Det N
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3. LA ESTRUCTURA DE LA FRASE
Según los enfoques estructuralistas, la frase (también conocida como sintagma) es una
unidad conformada por constituyentes menores. Los constituyentes menores (los morfe-
mas) permiten construir la frase, en tanto que unidad caracterizada por ciertas relaciones
sintácticas.
En una frase castellana como “mar azul”, la construcción hace incidir un adjetivo (‘azul’)
en un nombre (‘mar’). Antes del desarrollo de la teoría generativa, la noción de frase era
un tanto borrosa porque se asumía que la frase era una unidad mayor que la palabra,
pero menor que la oración.
Tradicionalmente, la frase se entendía como una construcción basada en una regla. Por
ejemplo, la frase castellana “mar azul” se construye con la siguiente regla:
FN → N + Adj
102
Introducción a la Lingüística
La regla se lee así: La frase nominal se forma con un nombre más un adjetivo, en ese
orden. El símbolo FN equivale a SN (sintagma nominal).
Más recientemente, la frase se define como una estructura constituida por un elemento
obligatorio (el núcleo) y otros elementos opcionales que lo modifican. En la teoría de
la X’ (X con barra) se brinda una definición formal universal de frase: la categoría que
constituye la proyección máxima de un núcleo. Si el núcleo es un nombre, se constituye
una frase nominal; si es un verbo, una frase verbal. Una secuencia como “La belleza
de Afrodita” es una frase porque es la proyección máxima a partir del núcleo. Dado
que el núcleo es un nombre (‘belleza’), se trata de una frase nominal. Una secuencia
como “Leyó el libro” es una frase porque es una proyección del núcleo ‘leyó’; dado que
el núcleo es un verbo, se trata de una frase verbal. Veamos los diagramas respectivos
(bastante simplificados) para hacer más intuitiva la relación de proyección:
N’’
Especificador N’
N Complemento
(núcleo)
La belleza de Afrodita
V’
V N’
(núcleo) (complemento)
Especificador N
Leyó el libro
Este esquema se aplica a todas las frases o sintagmas posibles, de tal modo que se
trata de un patrón universal. El núcleo puede tener dos proyecciones, como se ve en el
diagrama de la frase nominal tomada como ejemplo. El núcleo es X (puede ser cualquier
categoría) y puede tener una proyección intermedia (X’) y una proyección máxima (X’’).
La proyección máxima, a partir del núcleo, es la frase.
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4. LA NOCIÓN DE ORACIÓN
Antes de presentar las teorías sintácticas más conocidas, conviene dar algunas ideas
sobre la oración. Trataremos de ver la definición de oración (no exenta de problemas) y
de los principales aspectos involucrados en su estudio.
Tradicionalmente se definía la oración como el nivel más alto de la sintaxis. Así, los
denominados cursos de sintaxis superior llegaban hasta la oración, como si fuese el
santo grial de la gramática. Dado que la oración es la unidad de más alto rango, se des-
prende que las oraciones están constituidas por unidades de rango inferior. Un modelo
gramatical era denominado de la oración al morfema porque descomponía la oración en
frases, las frases en palabras y las palabras en morfemas. Para comprender la naturale-
za jerárquica de la oración, se estableció que el núcleo oracional es el verbo finito (esto
es, con una marca temporal; lo que excluye a los verbos infinitivos considerados como
verboides).
De acuerdo con el criterio de Bloomfield (1933), la oración es una forma lingüísticamente
independiente no incluida en ninguna forma mayor en virtud de alguna construcción
gramatical. Esto quiere decir que la noción de oración es estructural y, en tal sentido, su
organización es independiente. En cambio, el texto es una unidad diferente que no se
define por criterios sintácticos; razón por la cual un texto no debe definirse como una ca-
dena de oraciones. La mejor manera de entender el texto es definirlo como un conjunto
de enunciados, no de oraciones.
Como noción estructural, la oración se entiende como un constituto formado a partir de
constituyentes inferiores. En una primera segmentación, las frases son constituyentes
de la oración; en una segunda, las palabras; y en una tercera, los morfemas. Fin del
análisis, porque recordemos que los fonemas, en sí, carecen de valor significativo y
corresponden a otra articulación del lenguaje.
En el análisis de la oración se contemplan tres aspectos: las categorías, las funciones
y las estructuras. En la oración, tenemos dos grandes clases de categorías básicas: las
categorías lexicales y las categorías funcionales. Las categorías lexicales consisten en
nombres, verbos, adjetivos y preposiciones (o adposiciones porque también se incluyen
las posposiciones que ocurren en ciertas lenguas). Las categorías funcionales son la ne-
gación, la concordancia, el tiempo, la flexión, los determinantes y los complementadores.
Las categorías léxicas tienen un contenido semántico relativamente independiente de la
frase en la que aparecen. Las categorías funcionales no tienen contenido referencial,
sino que obedecen a las configuraciones de la gramática exclusivamente. Si queremos
explicar el significado de la palabra ‘perro’, podemos designar un animal que pasa por la
calle. Si queremos explicar el significado del término inglés ‘did’, debemos recurrir a la
configuración gramatical inglesa.
El otro aspecto de la oración, las funciones, se vincula con los comportamientos de las
unidades lingüísticas dentro de la oración. La función se entiende como una relación de
104
Introducción a la Lingüística
5. LA SINTAXIS CATEGORIAL
Como su marbete lo indica, la sintaxis categorial analiza la oración en términos de ca-
tegorías. La derivación de la estructura de la oración radica en asignar una categoría a
los constituyentes segmentados, con el fin de que el rótulo ayude en el procesamiento.
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Introducción a la Lingüística
gramática categorial es proveer modelos con los que los ordenadores puedan procesar
el lenguaje humano (o partes de él).
La estructura flexible de constituyentes es una característica de la gramática categorial
que la aleja de los modelos clásicos de constituyentes inmediatos. De este modo, se
puede ofrecer análisis simples de fenómenos complejos y así se superan varias objecio-
nes formuladas contra el análisis clásico de constituyentes inmediatos.
Podemos presentar los fundamentos de la sintaxis categorial a través del ejemplo del
análisis que brinda Solias Arís (1996) al problema de la negación, en particular al tópi-
co de los tándems negativos. Al ser una teoría formal, esta aproximación goza de una
rigurosa fundamentación, por cuanto sus análisis son rigurosos y explícitos. Ahora bien,
aunque el lenguaje no es, en sí, un objeto matemático, los modelos formalizados son
útiles en la medida en que proponen una manera precisa, no ambigua, de estudiar los
fenómenos lingüísticos.
Si bien la gramática categorial persigue el objetivo de construir gramáticas con las que
los ordenadores puedan procesar el lenguaje humano, el criterio que utiliza (construc-
ción sencilla de analizadores) la lleva a “intentar construir programas que correspondan
de forma más natural al procesamiento real” (Solias, 1996: 31).
Solias Arís (1996: 130) habla de doble negación para referirse, en realidad, al fenómeno
de la concordancia negativa (en la forma de tándems negativos), pero ese es un punto
de índole terminológica que no tiene relevancia. En su análisis, Solias compara estructu-
ras castellanas y catalanas. Ambas lenguas se parecen en que un término de polaridad
negativa en posición posverbal exige la presencia previa de una palabra negativa. Por
ejemplo:
CASTELLANO CATALÁN
No llega nadie No arriva ningú
Sin embargo, cuando el término de polaridad negativa se halla en posición preverbal, las
cosas cambian. Mientras que el castellano no admite la negación en la forma fonética,
el catalán admite como posibilidad la presencia de la palabra negativa. En castellano, la
manifestación de la negación está prohibida; en catalán, es opcional:
CASTELLANO CATALÁN
*Nadie no llega / Nadie llega. Ningú arriva / Ningú no arriva.
El tratamiento formal que aplica Solias intenta captar la diferencia entre el catalán y el
castellano, y la diferencia no consiste en las operaciones sintácticas propiamente dichas,
sino en las prosódicas (esto es, el orden de las palabras en las proferencias fonéticas).
De ese modo, se explica que, en castellano, ‘Nadie no llega’ se da a nivel de la forma
lógica, pero no se manifiesta en la forma fonética por una restricción que se aplica en
castellano, pero no en catalán.
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Lo especialmente interesante del abordaje propuesto por Solias es que, de manera deli-
berada, rechaza todo recurso ad hoc. Así, todo mecanismo de la gramática categorial se
revela fértil en la medida en que tiene un rango de aplicación general. De esa manera,
se abre la posibilidad de ajustar los modelos formales a los mecanismos de computación
lingüística que operan en la mente humana.
6. LA SINTAXIS FUNCIONAL
Si bien es cierto que la gramática categorial hace uso de la noción de función, no lo hace
en el mismo sentido de la sintaxis o gramática funcional. La gramática categorial emplea
la noción matemática de función, lo que no ocurre con la sintaxis funcional.
Como es explicado por Dik (1981), la sintaxis funcional se opone a los modelos formales.
Los modelos formales caracterizan las gramáticas de las lenguas naturales en términos
de reglas formales de la sintaxis, con prescindencia de los aspectos semánticos y prag-
máticos. La indagación formal pospone el asunto del significado o del uso; esto es, la
semántica y la pragmática son niveles en los que se puede explorar, una vez que se haya
logrado determinar el nivel independiente de la sintaxis.
La gramática funcional, tal como la defiende Dik, concibe la lengua como un instrumento
de interacción social entre seres humanos y, en consecuencia, sirve para la comuni-
cación. La lengua se concibe esencialmente como un instrumento y, por tanto, el uso
efectivo que se hace de ella es crucial para entenderla bien.
La gramática funcional explicita las reglas gramaticales en virtud de la función que cum-
plen en las interacciones verbales, esto es, teniendo presente su intención comunicativa.
De manera que la gramática funcional se construye con la idea expresa de incorporarse
dentro de una teoría pragmática de la interacción verbal. Las principales asunciones de
la gramática funcional son las siguientes:
La lengua se debe entender en la perspectiva funcional siguiente: una lengua es un
instrumento de interacción social.
El lenguaje cumple varias funciones (es multifuncional), pero la comunicación es la fun-
ción primaria del lenguaje.
El verdadero correlato psicológico de una lengua es la competencia comunicativa. A
diferencia de la mera competencia gramatical, la competencia comunicativa radica en la
capacidad para llevar a cabo interacciones sociales por medio del lenguaje.
Al analizar la gramática de una lengua, no se debe prescindir de los fundamentos funcio-
nales de la comunicación humana. Desde el comienzo, el estudio del sistema lingüístico
debe inscribirse dentro del uso del lenguaje en una comunidad.
La adquisición del lenguaje no es un proceso aislado ni modular. El niño descubre el
sistema lingüístico gracias al contacto con otros miembros de su comunidad.
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Introducción a la Lingüística
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P 1 2 3
110
Introducción a la Lingüística
P 1 2 3
P chô 1 3
Dado que el objeto directo ha sido desplazado, se halla en una posición normalmente
no empleada por esa relación y, por ello, se denomina con el término francés chômeur
(desempleado).
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alguien
habla
alguien de algo
da
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Introducción a la Lingüística
Llegó Juanito.
È arrivato Gianni.
En inglés, ello no es posible (como queda señalado por el símbolo * que designa agra-
maticalidad):
*Is arrived John.
Como sucede en italiano, en castellano el sujeto de una cláusula subordinada puede
desplazarse al dominio de la cláusula principal, al formular una pregunta. Dada una
oración como “Crees que él ha telefoneado”, se puede formular la pregunta haciendo el
desplazamiento:
¿Quién crees que ha telefoneado?
Este desplazamiento no es posible en inglés:
*Who do you think that has telephoned.
En cambio, la siguiente construcción es perfecta en inglés:
Who do you think has telephoned.
En castellano (así como en italiano), en verbos como llover, los sujetos deben ser
necesariamente omitidos. En cambio, en inglés (así como en francés) los sujetos deben
ser realizados con un pronombre:
Llueve. *Él llueve.
Piove. *Ciò piove
*Rains. It rains.
*Pleut. Il pleut.
Ahora bien, en castellano el sujeto pronominal puede aparecer en la oración. Ello obede-
ce a efectos semánticos o pragmáticos. Si no aparecieran los pronombres en la siguiente
construcción, la oración sería ambigua:
Ella sale y él entra.
La omisión del sujeto en castellano es una propiedad que se pone en paréntesis cuando
hay una fuerte razón para que aparezca el sujeto. Una fuerte razón puede ser evitar la
ambigüedad o imprimirle un determinado énfasis a la expresión (“Ella es la culpable”).
En la literatura especializada se ha abordado la correlación entre el tipo lingüístico flexivo
y el parámetro pro drop. Veamos lo que ocurre con las cuatro lenguas consideradas
(castellano, italiano, inglés y francés):
114
Introducción a la Lingüística
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Una vez delimitado el objeto de estudio de esta manera, ¿qué es lo que debe hacer una
teoría semántica para cumplir con su cometido? Estas son sus principales tareas (Cann
1993):
a) Capturar para cualquier lengua la naturaleza del significado de las palabras, frases y
oraciones, así como explicar la naturaleza de las relaciones entre ellas.
b) Sobre la base de una explicación plausible, predecir las ambigüedades en las expre-
siones de las lenguas.
c) Al describir el sistema semántico de una lengua, caracterizar y explicar las relaciones
sistemáticas de significado entre las expresiones de esa lengua.
d) Dar cuenta de la facultad referencial de las expresiones lingüísticas.
11. EL SIGNIFICADO
La noción de significado es polisémica. Veamos los siguientes enunciados que revelan,
parcialmente, esa polisemia:
a) Ella significa mucho para mí.
b) La bandera roja significa peligro.
c) El humo significa que hay fuego.
d) ‘Ictiófago’ significa que come peces.
e) Tu presencia en el certamen significa la importancia del tema.
Podemos ver la polisemia (los significados de significado) si proponemos términos que
podrían reemplazar al término ‘significa’ en los enunciados. En orden, serían gravita,
simboliza, indica, se define como, expresa.
Conceptuar el significado no es, pues, algo sencillo; razón por la cual hay varias nocio-
nes del significado:
a) El significado como referencia. En esta noción, el significado está estrechamente vin-
culado con la denotación o la designación, esto es, la representación de las entida-
des del universo real. Sin embargo, hay algunas cuestiones que no se resuelven bien
con esta noción. ¿Cómo se entiende el significado de lo que carece de referencia (el
concepto de infinito, vacío, los unicornios o los mundos de Joyce)?
b) El significado como imagen mental. Se concibe el significado como la representación
mental que se halla en un individuo. Esta noción también tiene limitaciones porque no
da cuenta acertadamente de las propiedades objetivas que debe tener el significado,
así como de entidades abstractas que, difícilmente, pueden tener imágenes mentales
nítidas.
c) El significado tal como lo ve el conductista. Se estipula que el significado es la rela-
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Introducción a la Lingüística
ción entre un estímulo y una respuesta (conducta verbal). Con esta teoría la polise-
mia llegaría al paroxismo, dado que hay muchas reacciones para un estímulo (y lo
grave es que son reacciones que necesariamente no guardan afinidad semántica, a
menos que se razone en círculo).
d) El significado como uso. El significado se entiende como uso efectivo en el habla. Es
una noción importante para la pragmática, pero para la semántica no sirve de gran
ayuda, dado que la semántica debe fijar el significado antes del uso efectivo en los
enunciados. Esta noción, además, no da cuenta de los significados que se depositan
en la memoria semántica sin haber sido empleados. Por ejemplo, ningún hablante
castellano (incluso, con un nivel educativo modesto) muestra especial dificultad en
entender una palabra que no haya oído nunca como ‘inviable’ (dado que en su me-
moria semántica tiene los significados de ‘in-’, ‘vía’ y ‘-ble’).
e) El significado como noción verificable. La concepción verificacionista sostiene que el
significado cognitivo debe sustentarse, necesariamente, en un método de verifica-
ción (esto es, un cotejo con la realidad para determinar su verdad o su falsedad). Dos
corolarios inadmisibles se extraen de esta noción: Primero, los términos emocionales
carecerían de aspectos cognitivos. Segundo, los conceptos insondables (como, por
ejemplo, la noción teológica de Dios y las once dimensiones de algunas teorías físi-
cas contemporáneas) carecerían de significado.
f) El significado como el mejor prototipo. El enfoque de la semántica de los prototipos
sostiene que el significado no es una noción que se pueda definir en términos de con-
diciones necesarias y suficientes, dado que tiene zonas diáfanas (el núcleo del signi-
ficado) y zonas borrosas (la periferia del significado). En tal sentido, el significado se
entiende mejor como una categoría radial (una configuración que parte de un núcleo
central y se proyecta en diferentes direcciones). Aparentemente, esta definición es un
avance, pero en realidad carece de capacidad predictiva y se aleja de las tareas que
debe cumplir toda teoría semántica plausible.
De acuerdo con Lyons (1997), en el análisis del significado, se deben distinguir tres nive-
les: el significado léxico, el significado oracional y el significado del enunciado.
El significado léxico apunta al nivel de los lexemas y se basa en dos operaciones: la de-
notación y la especificación de rasgos semánticos. La denotación es la clase de objetos
que el lexema incluye, según el sistema de la lengua. Así definida, la denotación difiere
de la referencia, dado que esta última tiene aspectos espaciotemporales definidos y, por
tanto, pertenece al habla y no a la lengua. La denotación de ‘gato’ es la clase de todos los
gatos. La referencia de ‘gato’ depende del enunciado en el que está inscrito. Si digo ‘mi
gato’, el lexema hace referencia a un gato particular; si se dice ‘el gato de Schrödinger’,
el lexema hace referencia a un gato ficticio en un diseño experimental del gran físico.
Mediante la especificación de rasgos semánticos, se construye el significado del lexema.
Se utilizan rasgos como +/-animado, +/- humano, +/- natural, etc.
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Introducción a la Lingüística
hipónimo de ‘animal’; esto es, el significado léxico de ‘gato’ contiene el rasgo +animal,
pero el significado léxico de ‘animal’ no contiene el rasgo +gato. La última aclaración
nos permite decir que ‘animal’ es un hiperónimo de ‘gato’. Los hipónimos son términos
semánticos incluidos dentro de un término mayor (hiperónimo). Los hiperónimos son
términos semánticos que incluyen a términos menores (hipónimos).
Sinonimia. Un hablante competente del castellano ve una relación entre las palabras
‘piscívoro’ e ‘ictiófago’. Esta relación se capta bien con la conocida noción de sinonimia, la
que mejor manejan los no especialistas en lingüística y la que más se discute en los do-
minios especializados de la ciencia del lenguaje. Dos palabras sinónimas tienen el mismo
significado, de tal modo que se pueden cambiar en una oración sin alterar el significado
oracional: “Ese animal es ictiófago/piscívoro y le gustan, sobre todo, las anchovetas”.
Antonimia. Al tener competencia semántica en la lengua castellana, se sabe que hay
una determinada relación de oposición entre las palabras ‘vida’ y ‘muerte’. Esta relación
se da cuenta con la noción de antonimia que funda el grado más fuerte de incompatibili-
dad semántica, ligado con la contradicción o la contrariedad.
Anomalía semántica. Un hispanohablante competente sabe, al menos intuitivamente,
que ciertas palabras son anómalas en algunas colocaciones. Por ejemplo, el hombre
puede pernoctar, pero el libro no. La anomalía semántica se explica por el hecho de que
ciertos rasgos semánticos son inaplicables en ciertas palabras. Así, la palabra ‘pernoctar’
contiene el rasgo +humano, de tal modo que sería una desviación aplicarla a la palabra
‘libro’ (que contiene el rasgo -humano).
Polisemia. Un hablante competente del castellano se percata de que en ‘el pie de una
dama’ y ‘el pie de una montaña’ hay una determinada relación, aunque la palabra ‘pie’ no
tenga significado idéntico en ambos casos. Asimismo, el referido hablante nota que en
‘usa la cola para pegar la cola del animal de juguete’, las formas en negrita son palabras
diferentes, carecen de relación semántica (aunque sean idénticas fonológicamente). La
relación entre ‘pie’ (de una dama) y ‘pie’ (de una montaña) se explica por la polisemia (el
significado múltiple). La polisemia vincula palabras que comparten un rasgo semántico
(en el caso de ‘pie’ es +inferioridad). La falta de relación semántica entre ‘cola’ (para
pegar) y ‘cola’ (de un animal) se explica por otro concepto: la homonimia. En la homoni-
mia no se comparte ningún rasgo semántico pertinente y se explica por el fenómeno de
la evolución convergente: ‘cola’ (como pegamento) procede del vocablo griego ‘kōlla’ y
‘cola’ (como extremidad posterior’) procede del término latino ‘cauda’.
Ambigüedad. Un hablante competente del castellano sabe intuitivamente que “Perdí mi
caballo” no se puede interpretar de una sola manera. Semánticamente, ello se explica
por el concepto de ambigüedad de la palabra ‘caballo’ (puede denotar el caballo en tanto
que animal solípedo o el caballo del juego de ajedrez). Ahora bien, sin ambigüedad
léxica, se puede dar una ambigüedad oracional, cuando una oración se puede analizar
con dos estructuras diferentes (ambigüedad estructural). Por ejemplo, la oración “Ella
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senectud - - - - - + +
Con los rasgos semánticos, se pueden hacer dos tipos de análisis semánticos intere-
santes. Primero, definir un lexema a partir de rasgos semánticos. Por ejemplo, el lexema
‘sacerdote’ (en la religión católica) se puede definir a base de los siguientes rasgos: [+hu-
mano], [+macho], [+adulto], [+célibe], [+capacidad eucarística]. No hemos citado el ras-
go [+animado] porque basta con el rasgo [+humano] en este contexto. Segundo, hacer
predicciones y restricciones de coaparición en una colocación dada en virtud del rasgo
semántico pertinente. Por ejemplo, si tenemos la secuencia abierta “Usa ese _________
para tu aseo personal”, determinaremos que los rasgos semánticos pertinentes son -ani-
mado, +objeto, +artificial, +higiénico, +aplicado a personas. En tal sentido, podemos
predecir que son posibles los lexemas jabón, champú, dentífrico, así como debemos
restringir lexemas como detergente, betún, lavabo.
Los roles semánticos son las funciones semánticas que las palabras cumplen en la ora-
ción y su determinación ayuda mucho para la interpretación plena de la oración. En una
oración sencilla y clásica como “El niño pateó el balón”, se pueden distinguir dos papeles
semánticos como agente y tema. Dado que el niño es la entidad que lleva a cabo la
acción, cumple el papel de agente (actor, lo llamaría Tesnière). Dado que el balón es la
entidad implicada por la acción, cumple el papel de tema. En la oración “Ariadna cortó la
torta con un cuchillo”, el cuchillo desempeña otro rol semántico: instrumento (la entidad
empleada por el agente para realizar la acción).
Si una frase nominal designa a una persona que tiene un sentimiento, una percepción
o un estado, cumple el papel de experimentador. Así, en “Lucio escuchó la canción que
pasaban por la radio”, Lucio desempeña el rol de experimentador.
Otros roles semánticos son la ubicación, el origen y el destino. El papel de ubicación
designa dónde se encuentra una entidad en el escenario de un evento. El rol semántico
de origen denota a partir de qué lugar se desplaza una entidad y el destino designa a
qué lugar se dirige. En “El estudiante leyó el libro en la biblioteca”, la biblioteca cumple el
papel de ubicación. En la oración “De Lima a Chorrillos de un salto llegué”, Lima desem-
peña el rol de origen y Chorrillos es el destino.
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con que los estados de cosas que describen se determinan mutuamente, pero la alta
frecuencia no es un entrañe lógico. Así, entre “Algunos alumnos aprobaron” y “No todos
los alumnos aprobaron” hay inferencia por defecto, pero no hay entrañe, dado que la
primera oración no implica la segunda oración, desde el punto de vista lógico. Del mismo
modo entre “Cheryl es un ave” y “Cheryl vuela” hay inferencia por defecto, pero no hay
entrañe, puesto que la primera oración puede ser verdadera y la segunda, falsa (si, por
ejemplo, Cheryl designa un ave corredora como el ñandú).
Equivalencia o paráfrasis. Es una relación simétrica, en virtud de que resulta de un
doble entrañe. Si entre p y q hay equivalencia, se sigue que p entraña a q y q entraña a
p. Por ejemplo, la oración “Los alumnos tradujeron este libro de semántica” es equiva-
lente a “Este libro de semántica fue traducido por los alumnos”. Asimismo, la oración “El
universo no tiene principio ni fin” es una paráfrasis de la oración “El universo es eterno”.
Presuposición. Una oración como “César dejó de jugar fútbol” presupone que “César
jugaba fútbol”. Sin embargo, una oración como “César no dejó de jugar fútbol” también
presupone que “César jugaba fútbol”. A partir de estos ejemplos, se puede definir la
noción de presuposición del siguiente modo: Una oración p presupone una oración q,
cuando la verdad de q es una condición necesaria tanto para la verdad de p como para
la verdad de no p. De modo que hay una diferencia nítida entre presuposición y entrañe:
la presuposición se mantiene incluso cuando se niega p, lo que no sucede con el entra-
ñe. Se puede decir, entonces, que la presuposición es un entrañe especial, dado que
una determinada presuposición entraña a una oración y, a la vez, a su negación. Otra
diferencia importante: el entrañe no sirve en las oraciones interrogativas; en cambio, la
presuposición se mantiene en las interrogaciones.
Contrariedad. Una oración p y una oración q son contrarias cuando una excluye lógica-
mente a la otra, de tal modo que si p es verdadera, q es necesariamente falsa; y si q es
verdadera, p es necesariamente falsa. Es decir, p entraña la negación de q. Por ejemplo,
las oraciones “María tiene ojos azules” y “María tiene ojos pardos” son contrarias. Las
oraciones contrarias no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo, pero sí pueden
ser falsas al mismo tiempo (por ejemplo, si María tuviera ojos verdes).
Contradicción. Una oración p y una oración q son contradictorias cuando ambas se
excluyen mutuamente. Es decir, p entraña la negación de q y q entraña la negación de
p. Por ejemplo, son contradictorias las siguientes oraciones: “Su abuelo está vivo” y “Su
abuelo está muerto”. Las oraciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas ni
falsas, a la vez.
15. SEMÁNTICA Y PRAGMÁTICA
De acuerdo con Lyons (1997), la diferencia entre la semántica y la pragmática reside en
que la primera se ocupa del significado de la oración (en el que el contexto es prescindi-
ble) y la segunda tiene como objetivo el significado del enunciado (en el que el contexto
es determinante). Por ejemplo, una oración como “El niño obtuvo un diez en su prueba
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de comprensión lectora” tiene un significado oracional preciso que se puede entender sin
considerar el contexto. En cambio, para interpretar el significado del enunciado, debemos
considerar el contexto, dado que su significado enunciativo puede variar enormemente.
Si se enuncia en un contexto educativo como el peruano, tiene determinadas conse-
cuencias lamentables (los padres se preocuparán y el niño se olvidará por un tiempo de
jugar play station). Si se enuncia en un contexto educativo en el que 10 es el máximo
puntaje, acarreará consecuencias felices (los padres premiarán al niño, por ejemplo).
La perspectiva pragmática es una matriz disciplinaria abigarrada centrada en la relación
entre significado, intención, contexto e interpretación. ¿Cuál es el objeto de estudio de
la pragmática? La pragmática analiza los medios lingüísticos o simbólicos, en general,
por los cuales los hablantes transfieren sus intenciones comunicativas y los oyentes
logran reconocerlas. Dado que la interpretación pragmática depende crucialmente del
contexto, se puede definir como la ciencia del contexto (Max Black propuso llamara
Contextics). El contexto es determinante para interpretar plenamente el enunciado, dado
que el contexto cumple con varias funciones comunicativas importantes. El contexto
sirve de completador (llena las lagunas o huecos semánticos), árbitro (dirime entre dos
interpretaciones posibles), especificador (señala la situación comunicativa concreta) e
implicador (determina lo implícito con claridad). Asimismo, el contexto permite reconocer
la intención comunicativa del hablante. Así, una pregunta como “¿Tienes una moneda de
un sol?” puede obedecer a una intención comunicativa clara (el pedido de la moneda) si
el contexto situacional es el siguiente: Dos amigos están en un ómnibus y para pagar el
pasaje, un amigo se percata de que no tiene monedas para cancelar el servicio.
La relación que establece la pragmática entre contexto e intención nos conduce a defi-
nir el enunciado como un acto de habla intencional (esto es, definido por un propósito
comunicativo). Por ejemplo, un guiño puede ser no intencional (si es producto de un tic
nervioso involuntario) o intencional (si obedece, por ejemplo, a un coqueteo). Si “Es una
belleza” se interpreta como enunciado, para interpretarlo plenamente se necesita esta-
blecer el propósito comunicativo. Por ejemplo, a qué se refiere: ¿a la fórmula de Einstein
E = mc2, a una pintura de Rembrandt, a una actriz de cine? O, incluso, ¿es una hipérbole
o una ironía?
Para aclarar el análisis pragmático del significado, ha sido muy importante el aporte de
H. P. Grice (1957, 1975, 1989). Según la propuesta de Grice, el hablante tiene una inten-
ción y produce un efecto verbal para que se pueda reconocer esa intención. Se trata de
un vínculo tan fuerte que puede llegar al éxito comunicativo, a pesar de los errores (los
llamados lapsus línguae). Ahora bien, el reconocimiento de la intención es un proceso
inferencial, dado que el oyente logra reconocer la intención comunicativa del hablante
a base de determinar el valor implícito del mensaje. Por ello, se suele decir que la prag-
mática se interesa por el significado invisible (pero que es crucial para entender el acto
de habla).
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La fórmula de Grice es la siguiente: Un hablante H quiere decir algo mediante una emi-
sión E si intenta 1) producir, a través de E, una repuesta en un auditorio A; 2) que A
reconozca su intención comunicativa; y 3) que el reconocimiento señalado en 2) funcione
como la razón para la respuesta de A.
La teoría de Grice presupone un principio de bona fide (buena fe) en la lógica de la
conversación. La racionalidad comunicativa establece que el hablante optimiza al máxi-
mo su intención comunicativa (trata de ser lo más claro posible) y el oyente optimiza al
máximo su capacidad interpretativa (pone todo su esfuerzo en tratar de aprehender la
intención del hablante). Una comunicación que no se oriente por este criterio racional
llevaría a algún grado de fracaso comunicativo o, inclusive, a la incomunicación.
Grice ha explicitado el fundamento de la racionalidad comunicativa a base de formular el
denominado principio cooperativo sustentándolo en cuatro máximas:
Máxima de cantidad: Da la información necesaria. Evita los datos superfluos.
Máxima de cualidad: Haz que tu contribución sea verdadera. No des datos falsos a sa-
biendas. No digas algo si careces de pruebas mínimas.
Máxima de relación: Debes ser relevante (Be relevant). Debes atenerte a la situación
comunicativa.
Máxima de modo: Sé claro. Evita la oscuridad. Evita las anfibologías. Sé ordenado.
ACTIVIDADES
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BIBLIOGRAFÍA
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CEPREDIM
SE TERMINÓ DE IMPRIMIR
2009
EN EL MES DE JUNIO DE
EN LOS TALLERES GRÁFICOS DEL
CENTRO DE PRODUCCIÓN EDITORIAL E IMPRENTA DE
LA UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
JR. PARURO 119, LIMA 1.
TELÉFONO: 619-7000 ANEXOS 6009, 6011 FAX: 6016
E-MAIL: VENTAS.CEPREDIM@UNMSM.EDU.PE
TIRAJE: 1000 EJEMPLARES