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INTRODUCCION
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CAPÍTULO I
ACERCA DE LOS DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES
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Conforme a la definición que nos brinda el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la
palabra semoviente proviene del latín se movens, -entis, "que se mueve a sí mismo o por sí", señalando
además que son bienes semovientes, los ganados de cualquier especie, como mulas, vacas, ovejas, etc.
(http://www.rae.es).
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Jurista norteamericano que en su libro Drawing the Line: Science and the Case for Animal Rights,
propone que se les deberían dar derechos legales a algunas especies animales, señalando en su obra lo
siguiente: "No veo una gran diferencia entre un chimpancé y mi hijo de cuatro años y medio"
(http://www.bbcmundo.com).
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Ahora bien, dentro de las concepciones tradicionales del Derecho, los
animales típicamente han sido considerados como objetos de derecho,
atribuidos a sus propietarios y no como titulares de derechos exigibles
frente a los seres humanos. Sin embargo, incluso como objetos de
derecho, históricamente los animales han ocupado un lugar importante
dentro de las relaciones sociales, ya que desde tiempos antiguos fueron
considerados como una fuente mucho más importante de riqueza, distinta
a la que representan hoy en día. Los animales como objetos son
considerados bienes que, como ya se ha mencionado, poseen un valor
económico positivo y, como tales, son parte importante en el seno de un
sistema de derechos de propiedad.
Antiguamente, todo animal era considerado res nullius, es decir, una cosa
que no pertenecía a nadie. Sucede entonces que a diferencia de una res
commune (como el aire o el agua), una res nullius podía formar parte de
la propiedad privada de una persona mediante la aprehensión.
Posteriormente, se presentó la necesidad de establecer un mecanismo
para transferir la propiedad de los animales; por ello, a falta de otro tipo
de intercambio, el valor de cualquier animal estaba limitado por el valor
de uso (o de consumo) para su propietario. Una vez que se permite el
intercambio, ambas partes podían obtener beneficios, cuando los
animales eran vendidos, entregados o usados como garantía de
préstamos.
La tradición fue el modo habitual de transferencia empleado para el tráfico
de tas cosas (entre ellas, los animales), ya sea que hubieran derivado de
una donación o de una venta, sin embargo, mientras que la sola tradición
bastaba para transferir la propiedad de animales pequeños o recién
nacidos, para transferir animales más valiosos solía emplearse niveles
más altos de formalidad, justamente debido a la importancia que ellos
tenían en el desarrollo de las actividades diarias de sus dueños.
Los animales al servicio del hombre, eran por lo general fuente de trabajo
en los campos, sin embargo, ellos podían servir también como protección,
compañía e incluso y, sin lugar a dudas, como alimento, recibiendo una
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lo mismo que el antiguo derecho español, y el antiguo derecho francés,
se ocuparon del punto regulando de modo diverso la situación de la
víctima "3 .
De otro lado, debemos tener presente que la antigua sociedad romana
se articuló sobre tres grandes máximas de comportamiento social:
1) Vivir honestamente
2) Dar a cada uno lo suyo
3) No causar daño a los demás.
3
PEIRANO FACIO, Jorge. Responsabilidad extracontractual. Bogotá: Editorial Temis Limitada, 1979, p.
639.
4
CONCEPCION RODRIGUEZ, José Luis. Derecho de daños. 2 da Edición, Barcelona: Editorial
Bosch S.A., 1999, P. 125.
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facultad de abandonar al agente causante del daño en beneficio del
perjudicado o pagarle una indemnización. Al respecto, Olga Marlasca
señala que: "La acción específica para el caso de los daños causados por
animales cuadrúpedos es la actio de pauperie Ciertamente, en una
economía que carecía de fuentes de energía eléctrica o mecánica, los
animales de tiro no sólo eran considerados como fuentes de alimento,
sino también como bienes de capital, como la tierra y los esclavos5. Sobre
el particular, Leysser León aporta lo siguiente:
"La solución que brindaba la actio de pauperie no era para nada
irrazonable, si se recuerda que la sociedad romana de aquel entonces
estaba mayoritariamente compuesta por agricultores. Recibir como
resarcimiento una bestia de carga o un buey, tenía un valor económico
apreciable. Quizás por ello, la sola entrega del cuerpo del animal, si ésta
había muerto después del evento no era considerada suficiente. En este
caso, el dueño tenía, además, que resarcir monetariamente al
damnificado.6
Asimismo, en el Antiguo Testamento ya encontrábamos directrices que
regulaban los daños causados por animales, como en el libro de Éxodo,
cap. 21, ver. 28 al 32, conforme se detalla a continuación:
5
MARLASCA MARTINEZ, Olga. "La responsabilidad de los daños causados por animales en las
personas en los textos romanos y en códigos medievales españoles", En: Estudios de Deusto, Segunda
época, Vol. 47/2 (Fasc. 103), Bilbao: Ediciones Mensajero, 2000, p. 127.
6 da
LEON HILARIO, Leysser. La responsabilidad civil. Líneas fundamentales y nuevas perspectivas. 2
Edición, Lima: Jurista Editores, 2007, p. 353.
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normas que se ocupan específicamente de este tema, sobre todo con la
finalidad de establecer la responsabilidad que generan este tipo de daños.
El tema de la responsabilidad civil que deriva de estos casos y que
históricamente ha sido materia de preocupación y regulación por los juristas,
presenta en sus primitivas legislaciones disposiciones en las que como
consecuencia de los daños provocados por los animales, se les imputaba a
éstos cierta responsabilidad. Así, Olga Marlasca, mencionaba al respecto
que:
"(...) A los animales se les consideraba enteramente lo mismo que a los
hombres, sujetos a la organización social; se hacían merecedores de castigo
siempre que pacieran ilícitamente; si luchando dos animales se hacían daño
uno de ellos, se hacía según esto merecedores de pena aquel que hubiese
dado comienzo a la lucha: cuando el animal fuera conducido por un hombre,
sólo a éste se le hacía responsable. De manera que e' antiquísimo concepto
de pauperjes abarcaba el daño causado por un animal en el cuerpo o en los
bienes de alguna persona".
De otro lado, se infiere que la responsabilidad por los daños causados por
animales no es para nada novedosa, más aún, si consideramos que el
hombre ha convivido con los animales desde su misma aparición en la tierra
habiéndolos empleado como medios de subsistencia (alimentación,
vestimenta), como apoyo para su trabajo (transporte, tiro o carga), como
medio de defensa (animales entrenados o naturalmente feroces) y,
posteriormente, como compañía (mascotas) y como esparcimiento
(animales encerrados en zoológicos y parques).
Así, Konrad Lorenz al intentar darnos una aproximación de cómo es que el
hombre conoció al animal que posteriormente domesticaría y llamaría perro,
decía: "Probablemente, cuando los hombres comenzaron a vivir en palafitos
el perro era ya un animal doméstico o se fue domesticando en el curso de
aquel periodo. La explicación del estudio de este tipo de daños surge con el
tiempo, al observar que los animales no sólo eran bienes económicamente
apreciables (utilizados en algunas regiones inclusive como moneda de
cambio), sino porque eran además un medio de transporte terrestre y una
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En la actualidad, los accidentes de circulación son causados
fundamentalmente por máquinas (vehículos motorizados); y dentro de las
ciudades prácticamente los únicos animales peligrosos que quedan son los
perros bravos.
Ignacio Gallegos logra establecer como la legislación española a través de
su historia ha clasificado a los animales atendiendo a un triple criterio,
considerando a los animales mansos o domésticos, a los amansados o
domesticados y a los fieros o salvajes, precisando que:
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CAPÍTULO II
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los casos en que el animal hubiera causado el daño luego de haberse
perdido o extraviado, en tal sentido, inferimos que ésta es una regla de
carácter objetivo, puesto que el resarcimiento al que se refiere e' texto
normativo no está supeditado a la negligencia o imprudencia del
responsable.
Estamos aquí ante un caso de responsabilidad civil indirecta, puesto que
se le atribuye la responsabilidad a alguien por daños que no han sido
consecuencia de su actuar directo. Así, tomando como ejemplo al perro,
podemos decir que si éste ataca a una persona produciéndole lesiones
en su integridad física, por los daños que el can haya causado, será
responsable su dueño o cuidador, pese a que el daño se produce por un
actuar ajeno a él o a sus deseos, respondiendo por ellos aunque hubiera
prestado la mayor diligencia posible.
Al respecto, Lizardo Taboada señala que no se puede hablar de autor
directo, sino únicamente de autor indirecto, tratándose de
responsabilidades indirectas por hecho de las cosas (...) precisando
además que:
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DE TRAZEGNIES, Fernando. La responsabilidad extracontractual. 2da Edición,
Tomo I (Biblioteca para leer el Código Civil, Vol. IV), Lima: Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1998, P. 427.
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manifestar que: Los daños por hechos de las cosas son aquellos en los
que el carácter riesgoso de la cosa misma juega un papel tan importante
que parece asumir el papel de causa propia del daño, lo que es fácilmente
apreciable en los animales pues estos tienen de por sí la capacidad de
producir daño, para lo cual no requieren necesariamente de una acción
humana previa".
Entendiendo que la norma que es materia de estudio establece un tipo de
responsabilidad objetiva, es pertinente destacar que Leysser León
conceptualiza tal responsabilidad como aquella que, en su determinación,
prescinde del análisis de la conducta del responsable por lo que al
pronunciarse sobre el particular, señala expresamente que "A menos que
se ignore el rigor terminológico, en suma, el sistema de responsabilidad
extracontractual por daños causados por animales que se deduce de
nuestro Código Civil no puede calificarse ni como subjetivo ni como
objetivo.
Asimismo, al abordar el tema, Richard Epstein manifiesta que:
Los propietarios podían ser responsables no por la acción del animal en si,
sino por su negligencia al no mantener a los animales encerrados. En
ambos casos podría surgir un intenso debate sobre si cualquier
responsabilidad, ya sea por acción u omisión, debiera estar regida por los
principios de la responsabilidad subjetiva o de la responsabilidad objetiva.
En este orden de ideas, no cabe duda que el artículo que es materia de
estudio hace referencia a una responsabilidad de tipo objetiva, puesto que
las circunstancias naturales que generan el daño a resarcir, no son
causadas por la voluntad del responsable preestablecido por ley.
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El hombre tiene dominación sobre los animales, y que esa dominación le
produce una ampliación de su responsabilidad: cuando mayor sea la
dependencia del dominado, tanto mayor será el deber de protección del
hombre (...) la responsabilidad por los daños causados por animales
domésticos [como el perro] se basa en una presunción "Iuris tantum" de
culpa "in vigilando" de su poseedor.
De esta forma, quedaría aparentemente resuelto et tema de la atribución
de la responsabilidad, sin embargo, es necesario en este punto
considerar lo expuesto por Fernando de Trazegnies en cuanto señala que
los animales a los que se refiere el Código Civil son todos aquellos que
son objeto de propiedad y que están bajo el cuidado de alguien' condición
que puede inferirse del propio texto de la norma, siendo el ejemplo más
común de nuestra sociedad, los canes.
Igualmente, Lizardo Taboada, haciendo referencia al tema señala que
"En el caso específico de daños causados por animales el requisito
especial de configuración es que el autor indirecto tenga al animal bajo
su cuidado o que sea su propietario. Por un lado, notamos que los autores
citados emplean et término 'propietario", expresión que la entendemos
comúnmente como sinónimo de la palabra dueño, denominación que ha
optado por emplear el legislador, por lo que es preciso recordar que el
artículo 923 del Código Civil define a la propiedad como el derecho real
por excelencia, siendo éste el poder jurídico que permite usar (Ius utendi),
disfrutar (Ius fruendi), disponer (Ius abutendi) y reivindicar (Ius vericandi)
un bien, siendo que el conjunto de atribuciones o facultades descritas
delimitan el contenido del derecho real de propiedad como un derecho
absoluto y exclusivo respecto de la cosa (animal) y excluyente respecto
a terceros.
De otro lado, es preciso mencionar que la Ley N O 27596 - Ley que regula
el Régimen Jurídicos de Canes, utiliza con mayor acierto la palabra
"propietario" y/o "poseedor". Sin embargo, en su artículo 14 se establece
que "Independientemente de las sanciones administrativas a que haya
lugar descritas en el artículo 13 de la Ley:
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registrada como su propietaria, sin la tediosa necesidad de dilucidar ese
aspecto al interior de un proceso, teniendo en cuenta además que sin la
existencia de medios probatorios idóneos, en muchos casos dicha
condición se tornaría incierta.
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Esta información ha sido obtenida en el diario "El Comercio" en sus ediciones del 13 y 22 de julio
de 2006, a través de su página web (http://www.elcomercio.com.pe)."
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cuando se actúa en defensa propia, de terceros o de la propiedad
privada", verificándose que a través de esta Ley especial, se estarían
ampliando las causales que eximen de responsabilidad al dueño o
cuidador contempladas en la norma sustantiva, cuando el can actúa en
defensa propia, de terceros o de la propiedad privada.
Ahora bien, en relación a lo expuesto en el párrafo precedente, Daniel
Montes señala que se podría entender que la excepción de pagar los
gastos al lesionado sólo se aplica cuando la persona propietaria del perro
lo ha empleado como un medio de defensa propia (...)"936 agregando que
"Es obvio que el supuesto de la actuación en defensa propia aplicado al
caso de los perros, comprende los casos en los que el fiel can sale en
defensa de su amo sin esperar orden alguna " . Este autor hace referencia
a los casos en que et dueño de un can, ante una agresión externa; por
ejemplo, en caso de un asalto, hace empleo de las actitudes y destrezas
de su mascota para repeler tal agresión, utilizando las ordenes de defensa
adecuadas, destacando además los casos en los que aún sin mediar
orden alguna, el fiel perro protege instintivamente a su amo frente a
cualquier tipo de ataque.
No existiría entonces, ningún inconveniente en emplear las causales
contempladas en el artículo 1972, puesto que son perfectamente
aplicables al caso de los daños producidos por animales, conforme lo ha
entendido la Ley de la materia (N O 27596), puesto que no permitir el caso
fortuito o la imprudencia de la víctima como eximentes de responsabilidad
generaría un grave problema social, sobre todo en los casos en que los
daños hayan sido provocados por canes dóciles, como los llamados
perros de compañía (Shih Tzu, Cocker Spaniel, Basset Hound, etc.) u
otras especies inofensivas. Por ejemplo, imaginemos por un momento
que en algún parque de juegan dos perros, uno de raza Beagle y el otro
9 MONTES DELGADO, Daniel. " ¿Los perros no tienen derecho la defensa propia? A propósito del
concepto de responsabilidad civil". En: Hechos y Derechos, Año 4, N O 34, Trujillo, Editora Normas Legales
S.A.C., 2005, p. 3.
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CAPÍTULO III
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como eximentes de responsabilidad tas situaciones en las que el daño
haya sido el resultado de una "fuerza mayor" o de la "culpa de quien
lo hubiera sufrido", convirtiéndose ésta en la mas resaltante de las
divergencias que se presenta entre ambos Códigos, puesto que de
efectuarse una aislada lectura de los artículos en comentario,
tendríamos que aparentemente- el Código español beneficia
razonablemente exceptuando de responsabilidad a quien cuida o se
sirve de un animal que ha causado daños, con dos causales diferentes
a la única posibilidad que contempla el Código peruano.
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dos conceptos es que ambos encierran una temporalidad específica
(mayor o menor), por ejemplo, no es lo mismo que un perro cause daños
el día de hoy, habiéndose perdido la semana pasada, que los cause hoy
en un espacio físico determinado (un parque) at habérsele escapado a su
amo hace un instante, pero sin que él le haya perdido de vista, como
muchas veces sucede.
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Sentencia emitida por la Primera Sala Civil del Tribunal Supremo Español con fecha 12 de abril
de 2000 (Resolución N O 397/2000), Véase el texto completo en el Anexo I.
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ellos por su condición de guardianes (provecho propio), en primera
instancia se llega a fijar para el menor "A" una indemnización ascendente
a 34 '420,000.00 pts. y para "B", 150,000.00, resolución que fuera
confirmada en segunda instancia y, cuyo recurso de casación interpuesto
por los demandados se declaró no ha lugar. Observamos que debido a
que la legislación española contempla como a uno de los sujetos
responsables a la persona que se sirve del animal, no ha existido
inconveniente en aplicar tal presunción al caso comentado, supuesto que
no contempla nuestro Código Civil, por lo que en el caso peruano, hubiera
sido necesario en principio determinar al interior del proceso -en la etapa
probatoria respectiva-, quién era efectivamente el dueño de los mastines
o quién los tenía bajo su cuidado, a fin de imputarle(s) objetivamente la
responsabilidad de los daños causados, verificando luego si es que ha
existido alguna causal eximente de responsabilidad, a través de los
medios probatorios correspondientes.
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Sentencia emitida por la Primera Sala Civil del Tribunal Supremo Español con fecha 12 de
mayo de 2004 (Resolución N O 377/2004). Véase el texto completo en el Anexo II.
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CONCLUSIONES
Los animales han sido calificados tradicionalmente como bienes muebles, claro
está, sin desconocer su excepcional particularidad de tener vida y autonomía,
motivos por los que se les denomina semovientes, siendo considerados
jurídicamente como objetos de derecho, dependientes de sus propietarios, por
lo que carecen absolutamente de capacidad jurídica.
Los daños que en la actualidad provocan los animales, son menores a los que
producían cuando eran empleados como medios de transporte o de carga
(caballos, bueyes, asnos, etc.), debido a que son menos los lugares por los
que transitan, por lo general en zonas rurales y de forma bastante limitada,
siendo que, prácticamente, los únicos animales de cuidado con los que nos
topamos son los considerados canes potencialmente peligrosos.
El artículo 1979 del Código Civil peruano; referida a los daños causados por
animales, contiene una regla de responsabilidad objetiva, debido a que el
resarcimiento que impone no está supeditado a la negligencia o imprudencia
de quien se imputa como responsable; es decir, al tiempo de determinar su
responsabilidad, no importa verificar si su conducta (del propietario o custodio)
se adecuó o no a un patrón esperado de diligencia.
De otro lado, para la configuración de este tipo de responsabilidad es requisito
indispensable que el daño se produzca por la intervención directa del animal,
a través de acciones que se contemplen como regulares y/o esperadas dentro
de su comportamiento normal, siendo cargo de la víctima el acreditar que el
daño se produjo efectivamente por el hecho del animal.
Este precepto se basa en la calificación del animal (de cualquier especie) como
un bien riesgoso, debido a que éste puede causar daños por si mismo sin
necesidad de intervención humana, debido a su propia irracionalidad, situación
que genera ante la sociedad una expectativa de control por parte de la persona
que lo tenga bajo su cuidado.
Si bien es cierto, todos los animales no pueden ser considerados como bienes
riesgosos ya que unos denotan una mayor peligrosidad que otros , también es
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cierto que con tal definición se llega a establecer que el tipo de responsabilidad
que generan los actos lesivos producidos por éstos, es objetiva, de
conformidad con lo previsto en et artículo 1970 del Código Civil, por lo que
efectuando una interpretación sistemática con el artículo 1972 del mismo texto
normativo, permite al dueño o custodio del animal liberarse de responsabilidad
cuando mediaran el caso fortuito o la fuerza mayor y, la culpa de la víctima, y
no sólo la única causa contemplada en el artículo 1979, que es la acreditación
que el evento tuvo lugar a causa de un tercero.
En algunos casos es difícil determinar quién es el dueño del animal, situación
que se complica aún mas cuando nos referimos al custodio, puesto que en éste
caso nos referimos a la persona que durante un espacio de tiempo detenta un
efectivo poder de control sobre el animal, temporalidad que ha de ser efímera,
pues de lo contrario, nos estaríamos refiriendo al dueño.
Ahora bien, al tiempo de efectuar la redacción del artículo 1979, el legislador
pudo ser mas claro en lo que respecta a la disyuntiva del sujeto responsable,
puesto que pudo establecer que quien debía responder por los daños causados
por un animal sería quien lo tiene a su cuidado, obviamente, al tiempo de
producirse el daño.
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BIBLIOGRAFIA
Edición, Tomo I (Biblioteca para leer el Código Civil, Vol. IV), Lima:
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1998.
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