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COMPARATIVO DEL SISTEMA ELECTORAL DE ESTADOS

UNIDOS Y ESPAÑA

ASIGNATURA:
RELACIONES INTERNACIONALES

PRESENTADO POR:
JUAN CARLOS TORRES DUEÑAS

DOCENTE:
EDGAR ORDOSGOITIA

UNIREMINGTON
Un régimen presidencialista
En Estados Unidos: El presidente de Estados Unidos, elegido cada cuatro años, es el jefe
del Estado y el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, al tiempo que el jefe del
Gobierno y, por tanto, encargado de nombrar a los miembros del gabinete y a los
responsables de las distintas agencias federales, así como de implementar y aplicar las
leyes del Congreso. Tiene capacidad de vetar leyes aprobadas por el Congreso. La
presentación de propuestas de ley le corresponde al Congreso, pero algunas importantes,
como el presupuesto, se hacen tradicionalmente a petición del presidente.
En España: El Rey es el jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, mientras que el
presidente es el jefe del Gobierno. A este le corresponde, según la Constitución, dirigir la
acción del Gobierno y coordinar las funciones de los demás miembros del mismo, «sin
perjuicio de la competencia y responsabilidad directa de éstos en su gestión». El presidente
del Gobierno puede proponer la disolución del Congreso, del Senado o de las Cortes
Generales, que sería decretada por el Rey.

Elección del presidente, no del Parlamento


En EE.UU.: El inquilino de la Casa Blanca se elige a través de las elecciones presidenciales
que se convocan cada cuatro años y que se celebran el primer martes después del primer
lunes de noviembre. Las elecciones para la Cámara de Representantes y el Senado son
aparte. No obstante, los votantes no eligen directamente al candidato, sino que eligen en
cada estado a una serie de compromisarios o electores, cada uno de los cuales emite luego
en su nombre un voto electoral. El total de compromisarios forma el llamado Colegio
Electoral, que en esta ocasión está compuesto por 538 miembros.
Para que un candidato resulte elegido presidente, debe obtener la mayoría absoluta de los
votos electorales, en este caso 270. Ningún miembro del Colegio Electoral puede ser
miembro del Congreso. No obstante, si ningún candidato obtuviera esa cifra, la elección del
presidente recaería en la Cámara de Representantes, mientras que el Senado elegiría al
vicepresidente.
En España: El presidente del Gobierno es elegido por el Congreso de los Diputados, como
representante del pueblo español, y nombrado por el Rey, jefe del Estado. El Congreso se
elige cada cuatro años y debe ser convocado en un plazo de 25 días tras la celebración de
los comicios. Después de cada renovación de la Cámara, y tras consultar con los
representantes de los grupos parlamentarios, el Rey propone un candidato a presidente,
que expone ante el Congreso su programa de gobierno.
Si el Congreso, por mayoría absoluta, le otorga la confianza, el Rey le nombra presidente.
Si no, se somete a nueva votación en 48 horas y ahora requiere mayoría simple. Si el
candidato no recibe la confianza para la investidura, hay dos meses a partir de la primera
votación para tramitar sucesivas propuestas. En caso de que ningún candidato logre la
confianza del Congreso, el Rey disuelve las dos Cámaras y convoca nuevas elecciones,
como ha sucedido este mismo año.
Sistema mayoritario frente a sistema proporcional
En EE.UU.: El número de compromisarios de cada estado (y por tanto de votos electorales
para designar al presidente) se establece en función de su población y coincide con la suma
de los miembros de la Cámara de Representantes y senadores de ese estado. El que más
compromisarios tiene en 2016 es California, con 55, y los que menos Vermont, Delaware,
Dakota del Norte, Dakota del Sur, Alaska y el Distrito de Columbia (donde se encuentra la
capital, Washington, y que no es propiamente un estado), cada uno con tres.
La mayor parte de los estados otorga al candidato ganador en su territorio la totalidad de
sus compromisarios. Las únicas excepciones son Maine y Nebraska, que reparten sus
compromisarios (cuatro y cinco, respectivamente), de forma proporcional en función del
voto popular. El sistema mayoritario de casi todos los estados hace que el vencedor en
votos populares (las papeletas de los ciudadanos) no tenga que coincidir necesariamente
con el de los votos electorales, como ha sucedido en más de una ocasión.
En España: Los 350 miembros del Congreso, que son los que votan al presidente, se eligen
por circunscripciones provinciales, a cada una de las cuales le corresponde una
representación mínima fija de dos diputados (salvo a las ciudades autónomas de Ceuta y
Melilla, con uno cada una) y una parte variable en función de su población. No se trata de
un sistema proporcional puro, sino que, a través de la aplicación de la fórmula matemática
de la llamada Ley D’Hont, se favorece a las listas más votadas. Además, se exige un mínimo
de un 3% de los votos válidos emitidos para que las candidaturas tengan representación.
Con estas medidas se pretende que no haya una fragmentación parlamentaria excesiva y
que salgan gobiernos sólidos.

El voto anticipado
En EE.UU.: las votaciones no solo se limitan al día oficial de las elecciones, en este caso
el 8 de noviembre, sino que es posible depositar la papeleta semanas antes en el
llamado early voting. En un estado clave como Florida, se estima que tres días antes ya ha
ejercido su derecho prácticamente la mitad del electorado.
En España: Solo se vota el día fijado para las elecciones, a excepción del voto por correo,
que hay que emitirlo por anticipado.

Organización del proceso por estados y condados


En EE.UU.: Más allá de las normas generales básicas, la organización del proceso electoral
está muy descentralizada y depende de los estados y de los condados, que establecen sus
propias normas para establecer cómo se debe votar. Por ejemplo, no hay los mismos
requisitos de identificación para ejercer el derecho al voto en unos estados que en otros (en
Estados Unidos no existe un carné de identidad oficial como el DNI español). Cada condado
emite sus propias papeletas, en las que se incluyen otros asuntos sometidos a consulta
popular, desde una reforma fiscal a unas nuevas medidas ambientales.
En España: Las normas para las elecciones generales son las mismas para todo el
territorio nacional, aunque luego existan Juntas Electorales que puedan dirimir en cada
circunscripción las reclamaciones que se presenten.
Primarias y partidos solo para las campañas
En EE.UU.: Desde mediados del siglo XIX, el Partido Demócrata y el Partido Republicano,
dominan la escena política en Estados Unidos. Desde 1852 no ha habido un presidente que
no haya pertenecido a una de estas dos formaciones. Lejos de ser organizaciones con
estrictas directrices ideológicas, funcionan como maquinarias electorales enfocadas a
propiciar el acceso a cargos electos en los diversos niveles, desde la presidencia hasta las
alcaldías.
Los partidos en EE.UU. son maquinarias para ganar elecciones, pero no marcan directrices
políticas
Más allá de la adscripción a unos principios generales que identifican a los republicanos
como conservadores y a los demócratas como «liberales», que en EE.UU. significa de
izquierdas, los candidatos que se presentan por alguno de estos partidos ofrecen una
amplia variedad de opiniones sobre asuntos clave. Por eso, las discusiones de las distintas
cuestiones políticas se dan primero dentro de los propios partidos.
Para la designación de los candidatos a presidente se establece un proceso de elecciones
primarias y caucuses (asambleas locales) a lo largo y ancho del país que dura meses y el
aspirante que obtiene más delegados en ese proceso es proclamado candidato del partido
en una convención. En las primarias se espera que la organización sea neutral y sería
impensable que el presidente del país fuera al tiempo quien dirigiera alguno de los partidos.
Tampoco existe para los parlamentarios de la Cámara de Representantes y el Senado el
concepto de «disciplina de partido» y no siempre votan lo mismo los elegidos por una
formación.
En España: La Constitución se encarga de definir el papel de los partidos. Señala que
«expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad
popular y son instrumento fundamental para la participación política». Aunque el presidente
del Gobierno es elegido por el Congreso, en la práctica las candidaturas de diputados de
los distintos partidos suelen asociarse a un cabeza de cartel electoral, que es el candidato
a presidente y al que los diputados prevén votar una vez constituida la Cámara.
La propia Carta Magna indica que su estructura interna y funcionamiento deben ser
democráticos, mientras que la Ley de Partidos obliga a establecer «fórmulas de
participación directa de los afiliados», pero la normativa no concreta cuáles. Las elecciones
primarias no son obligatorias y solo algunas formaciones las han adoptado para elegir
determinados cargos públicos u orgánicos, como el PSOE.
En España es frecuente que el candidato a la presidencia del Gobierno sea también el líder
de uno de los partidos. En 1998, siendo secretario general del PSOE Joaquín Almunia,
Josep Borrell salió elegido candidato en unas primarias, pero finalmente renunció por un
supuesto escándalo.

Financiación por donaciones


En EE.UU.: Cada candidato a una elección, desde el que aspira a una pequeña alcaldía
hasta el que pretende alcanzar el Despacho Oval, se financia su campaña a través de
donaciones, con las que pagan los anuncios en los medios, la organización de actos o el
personal empleado, tanto en el proceso de elecciones primarias como en la elección
general.
Los candidatos en EE.UU. reclaman fondos de forma constante para soportar los gastos de
la campaña
Aunque existe un máximo legal para las aportaciones individuales, supervisadas por la
Comisión Electoral Federal, los llamados Super-PAC (comités de acción política) permiten
salvar esa limitación. Este sistema hace que los candidatos estén constantemente
reclamando fondos a sus seguidores, ya que sin su ayuda difícilmente pueden sostener
durante tantos meses unos gastos elevados.
En España: Los partidos políticos cuentan en España por ley con ayudas públicas para
gastos electorales, así como para subvenciones anuales por parte del Estado y de las
comunidades para gastos de funcionamiento, y las aportaciones de los grupos políticos en
los distintos parlamentos y ayuntamientos. Desde el ámbito privado, se les permite
financiarse con las cuotas y aportaciones de sus afiliados y simpatizantes, los ingresos de
actividades propias del partido, de la gestión de su patrimonio y de herencias, así como
donaciones en dinero o en especie que perciban en los términos legales.

Los swing states


En EE.UU.: Aunque en las elecciones participan los 50 estados de la Unión, solo unos
pocos son realmente decisivos. Se trata de los “swing states”, los “estados oscilantes” en
los que el voto varía de unas elecciones a otras y no lo da por ganado uno u otro candidato
de antemano. También se les conoce, en un sentido algo más amplio, como “battleground
states”, es decir, los estados donde se presenta batalla. Son entorno a docena, aunque el
número varía según el criterio que se emplee. En estas elecciones, podrían entrar en esta
categoría Florida, Ohio, Pensilvania, Colorado, Arizona, Nevada, Carolina del Norte, New
Hampshire, Michigan, Georgia, Virginia y Wisconsin, Maine y Iowa.
En España: No se emplea el concepto de circunscripción “oscilante”, aunque hay
comunidades donde el PP lo suele tener más complicado, como el País Vasco o Cataluña,
y otras que a los socialistas se les resisten desde hace tiempo, como Castilla y León o
Galicia.

El vicepresidente, una figura importante


En EE.UU.: La figura del vicepresidente tiene en Estados Unidos una tradición y una
relevancia mayor que en España. Es la persona que sustituye al presidente en caso de ser
necesario por muerte, dimisión o incapacidad temporal, o incluso porque el propio
vicepresidente y una mayoría de los miembros el gabinete consideran que el presidente no
es capaz de cumplir con su cometido. El vicepresidente también es designado por el Colegio
Electoral tras las elecciones presidenciales y cada candidato a la Casa Blanca nombra
durante la campaña a un compañero de «ticket», es decir, al que sería su vicepresidente
en caso de ganar.
En España: El Gobierno debe tener un presidente y puede haber uno o varios
vicepresidentes, pero no es obligatorio. La Constitución se limita a indicar que el Gobierno
«se compone del Presidente, de los Vicepresidentes, en su caso, de los Ministros y de los
demás miembros que establezca la ley». Sus funciones son las que le encomiende el
presidente, si bien suelen tener un papel de coordinación de los ministros y sustituir al
presidente en caso de ausencia.

El papel de la Primera Dama (o Primer Caballero)


En EE.UU.: La esposa del presidente (o el esposo de la presidenta, si se da el caso) no es
un cargo electo, pero en la tradición estadounidense tiene un papel mucho más relevante
que en España y, de hecho, sus funciones se encuadran dentro de la actividad ejecutiva
propias de su marido (o su mujer). En los últimos tiempos, su labor se ha enfocado a causas
sociales, como la ayuda a la mujer o la promoción de la infancia.
En España: La figura de la Primera Dama no existe como tal y las mujeres de los jefes de
Gobierno en España han tenido más o menos proyección pública según el caso, pero en
ningún caso funciones oficiales derivadas de su condición de esposa del presidente.

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