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Julio Verne (1828-1905) fue un escritor burgués, que se inspiró en revistas científicas
y en su gran biblioteca, más que en viajes y vivencias personales, para escribir sus
casi 100 obras publicadas. Es el segundo autor más traducido del mundo y el primero
que convierte al científico en un héroe en la mayoría de sus libros. Ahora, el Espacio
Fundación Telefónica le dedica la exposición Julio Verne: Los límites de la
imaginación, que retrata cómo el autor influyó en numerosos personajes posteriores a
su época, con el lema "todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo
realidad". Estas son algunas de las innovaciones que Verne imaginó en su habitación
y que otros científicos acabaron inventando años después, a juicio de los dos
comisarios de la exposición, María Santoyo y Miguel
También en Veinte mil leguas de viaje submarino, el capitán Nemo toma una
fotografía del fondo marino desde el Nautilus. Faltaban más de 20 años para que esto
fuese posible. Y sucedió en 1899 gracias a Louis Boutan, pionero de la fotografía
subacuática. Boutan se propuso fotografiar la vida submarina con la ayuda de su
hermano: construyeron una gran cámara con un objetivo luminoso y, añadiendo
algunas mejoras técnicas a este primer prototipo, obtuvo las primeras instantáneas
realizadas a más de 50 metros de profundidad.
A pesar de haber escrito todo un tratado sobre los globos aerostáticos en Cinco
semanas en globo (1863), Verne era partidario, para que el hombre conquistase el
cielo, de crear grandes máquinas que pesasen más que el aire. Hasta su época, el
hombre ya utilizaba globos, pero la influencia del autor en científicos como Santos
Dumont hizo que se diese un paso adelante en la creación de aviones. Dumont,
inspirado en Verne, fue el primer hombre en volar, en 1906, con un artilugio con
motor diseñado por él mismo. "Sus progresos contribuyeron, sin duda, al avance de
la aeronáutica", aseguran los comisarios. Ante la imposibilidad de pilotar el avión y
al mismo tiempo mirar el reloj de bolsillo, Cartier creó para él el primer reloj de
pulsera.
El paseo de Armstrong por la Luna
ampliar fotoIlustración del viaje a la Luna en la bala ideada por Julio Verne.
En Las aventuras del capitán Hatteras (1866), una expedición se embarca hacia la
conquista del Polo Norte. Faltaban aún 40 años para que Robert Peary llevase a cabo
finalmente esta hazaña, en 1909. De hecho, incluso en el libro de aventuras, Verne
reconoce que la llegada de exploradores al Ártico no iba a ser algo que sucediese a
corto plazo. Algo parecido sucedió con el Polo Sur: en La esfinge de los hielos (1897),
los protagonistas llegan en barco hasta la misma Antártida. Pero no sería hasta 1909
que Ernest Shackleton lograse alcanzar el punto más al sur del planeta, donde nadie
había llegado nunca antes. "Sorprende descubrir hasta qué punto algunas de sus ideas
En De la Tierra a la Luna, Verne imagina que en el retorno, la nave espacial caería en el océano y
saldría flotando, tal como lo hicieron muchas de las primeras misiones espaciales.