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Mundo

Blanco

Paola Sánchez Martínez




Los habitantes de Itz caminaban despacio entre la extensa superficie de nieve,


en grupo y en silencio, se dirigían a recibir el elixir como cada noche. Gracias

a las auroras boreales que había en ese mágico lugar podían obtener el

alimento necesario para sobrevivir (éste emergía de ellas a través de unas


partículas llamadas “shazas”), entonces, tras presentarse un maravilloso

espectáculo de luces de colores en el cielo, se hacía un viento intenso - el cual,

se vislumbraba como las estelas que formaban los aviones – justo así se

desplazaba junto con las chispas hacia cada ser; al instante la mezcla era

inhalada por sus fosas nasales y en cuanto éste entraba, la electricidad recorría

sus cuerpos de pies a cabeza, e incluso se iluminaba su silueta.

Una vez completada la usanza todos continuaron en estado de calma y se

dirigieron a sus dormitorios.


Esta comunidad vive en palacios hechos con bases circulares, en realidad

las casas de témpano son casi iguales a los iglúes, pero con cúpulas

transparentes, además hay numerosos laberintos en su interior, por lo que cada


iglú está interconectado al Kolbe (la casa principal donde habita el líder del

grupo, Nohek), dicha vivienda tiene gran altura como un edificio, pero las
salas y esquinas son redondas y la mayor parte del tiempo está iluminado en su
totalidad, lo que la hace ver aún más majestuosa. Igualmente, en la planta baja

hay un vestíbulo enorme y ahí con frecuencia los pobladores se reúnen; afuera
está cercado de esculturas de hielo, asimismo un camino rodeado de rosas

blancas de invierno adornan la entrada.


Los residentes del mundo blanco son creaturas tranquilas y amigables y
aquí constantemente preside la paz. Ciertamente estos seres no conviven con

otras comunidades, ya que viven apartados por su propia seguridad, aunque


hay innumerables luciérnagas que rondan en conjunto por todo el territorio

nevado, pues en realidad son los guardianes de este orbe.

Por cierto, este sitio recóndito es tan frío como lo es la Antártida, debido a que

la época de invierno siempre predomina, así que casi todo está hecho de hielo,
desde los muebles hasta los trineos.

Los Itzies son similares al hombre, pero con mayor estatura. Además tienen

una piel pálida y poseen una cabeza en forma de rombo (parecido a un

cometa), no cuentan con cabello ni cejas; cuatro pequeñas rayas verticales

debajo de los ojos les sirven para respirar y también para oír, por cierto, dichas

cavidades son muy finas o delgadas y están arriba de la boca. En cuanto a sus

ojos igualmente son peculiares, ya que su forma es como un búmeran, es decir,

tienen una curva en su parte media, por lo que ambos se aprecian como una
“v” invertida, y justo al centro se encuentra la pupila negra, el iris es de tono

amarillento.

Las zuris (féminas) se distinguen por llevar una mantilla en la parte


superior de la cabeza (sin taparles la cara) que va atada a una cinta dorada - la

cual se halla trenzada y luce como una joya de oro sobre la frente -, de esta
manera el velo va por detrás llegándoles hasta la parte baja de la espalda.
En cuanto a los pequeños, a partir de que aprenden a caminar, pueden jugar

con sus sombras; es algo muy divertido. A cierta hora del día - si los chicos
entonaban una canción - las kimus se liberaban por un tiempo, así las risas

iban y venían, a ellos les encantaba esto, pues las tomaban de la mano y
paseaban juntos por el territorio nevado, sin embargo, los adultos las
detestaban, ya que las sombras hacían muchas travesuras: escondían las cosas,

rompían otras, etc.


Por la noche, cada itzie antes de irse a acostar acostumbra a vislumbrar la

luna y las estrellas del firmamento, la construcción de sus casas les permite

disfrutarlas desde adentro en absoluta comodidad hasta que llegan a conciliar

el sueño.

Al día siguiente se asomaban los primeros rayos del sol cuando un ruido
estruendoso irrumpió la calma de Itz, se trataba de un sismo y no uno

insignificante, sino todo lo contrario… fue tan fuerte, que la tierra se partió en

dos, de hecho en ciertas partes hubo avalanchas que desafortunadamente

sepultaron varias casas, sin embargo, el palacio principal quedó intacto.

Todo era un caos cuando sucedió la sacudida de la superficie terrestre

(tanto al aire libre como dentro de los hogares), la multitud corría despavorida

y gritaba sin cesar; la situación era realmente caótica, algunos ayudaban a

otros a salir de sus viviendas, pero el pánico se apoderaba de ellos. Cuando los
aldeanos se dieron cuenta de la magnitud de la catástrofe corrieron a buscar al

líder.

Justo ahora iban caminando a toda prisa hacia el Kolbe, unos a través de los

laberintos y otros por afuera. A pesar de la destrucción, tanto las flores como

las esculturas, así como el palacio, estaban en pie.


Los pobladores de este reino invariablemente portaban una vestimenta

amplia y larga, este manto grueso color cobre les tapaba desde el cuello hasta
los tobillos; las mangas eran sueltas y cubrían sus brazos y muñecas.

Cuando los habitantes llegaron al palacio principal comenzaron a gritar el


nombre de su líder: “Nohek”, “Nohek”, repetidas veces, pero no hubo

respuesta; luego se hizo un silencio total para ver si de casualidad oían su voz,
tras la pausa regresó el alboroto y todos comenzaron a correr ahí dentro en

búsqueda del maestro, de inmediato recorrieron cada rincón, cada bóveda, no


obstante, no había ninguna señal de él.

Rik, uno de los lugareños, hizo que todos se reunieran en el vestíbulo; el


estar aquí era como entrar a una cueva donde hay formaciones de estalagmitas,
pues se vislumbraban cuantiosas cristales de color blanco, parecía como si

millones de velas se hubiesen derretido y que los residuos permanecieron


colgados del techo, del mismo modo varias protuberancias se formaban desde

el suelo, eran de diferentes tamaños.

El joven asumió el liderazgo, se ubicó en lo alto y tomó la palabra:

—¡Nohek, ha desaparecido!
Todos murmuraban entre sí después de que Rik informó aquello gritando,

nadie comprendía lo sucedido.

—Algo grave tiene que estar pasando…—susurró el joven y se quedó

pensativo.

Los habitantes estaban nerviosos, unos cuantos sugerían que lo esperaran

ahí mismo, en el Kolbe y otros en definitiva estaban en contra.

Algunos de los presentes afirmaban que de seguro Nohek regresaría, pues

no creían que se hubiera marchado sin previo aviso. La mayoría se sentía


angustiado por su ausencia, pero por otro lado estaban aliviados por no

haberlo encontrado lesionado o muerto por el siniestro.

Todos los presentes hacían sus propias conjeturas, hablaban a la vez y no se


entendía nada; Rik cruzó los brazos y se quedó viendo la situación hasta que

emitió:
—¡Silencio!—al ver que nadie hizo caso reiteró gritando: —¡Guarden
silencio!

Poco a poco regresó el orden. A continuación otro de los presentes alzó la


voz y comentó que creía que el dirigente estaba vivo. Rik apoyó el comentario

con un movimiento de cabeza, además recargó un brazo en uno de los picos.


—Pues quien sabe…—murmuró uno de los mayores.
Al instante el joven Rik propuso que varios grupos salieran a buscarlo, pues

quizás, Nohek, podría encontrarse a las orillas de una montaña cercana


llamada “Siete”, donde de vez en vez su maestro acostumbraba a meditar,

posiblemente lo sorprendió el sismo en aquel lugar y estaba herido; entonces

sin perder tiempo unos fueron en trineo y otros a pie, avanzaron cientos de

kilómetros para llegar a la colina donde acamparon, ya a la mañana siguiente


subirían hasta la cima. Y así lo hicieron, en cuanto amaneció se dieron a la

tarea de llegar a lo alto, aunque el dirigente no estaba ahí; en aquel momento

el nuevo guía propuso bajar y seguir con la búsqueda, así que en lugar de

volver al palacio irían más allá de lo pensado con el propósito de hallarlo.

Los demás lugareños - los que se habían quedado en el palacio - mientras

tanto se organizaban para habitarlo, ya que la mayor parte de las casas habían

sido damnificadas, del mismo modo enterrarían a sus muertos con la

respectiva ceremonia solemne.


Les tomó varios días al grupo de expedición recorrer otro tramo mayor

(después de haber ido a la montaña Siete), pero para su mala suerte una

tormenta de nieve los sorprendió e impidió continuar, al parecer no tendrían


otra opción más buscar refugio y luego regresar, aunque Rik no quería, era un

sujeto muy obstinado, por lo que se empecinó en esperar otros días más, los
otros sujetos con reticencia aceptaron. Afortunadamente todos pudieron
resguardarse en una cueva durante algunas noches hasta que el clima mejoró,

cuando esto sucedió salieron de nuevo a explorar; ahora los pobladores eran
llevados en trineos para avanzar con mayor rapidez, las luciérnagas en grupos

dirigían estos vehículos a toda velocidad.


Más tarde llegaron hasta un punto donde no pudieron avanzar más, ya que
del otro lado era imposible pasar; al partirse la tierra en dos - por el sismo de

gran magnitud - había quedando una enorme brecha imposible de saltar, la


frustración era evidente, lo peor de todo es que no había rastro alguno del

maestro.

Tras un tiempo regresaron y en aquel instante los otros (los que se hallaban

en el palacio central) se dieron cuenta de que Nohek no había retornado,


cuestión que dejó a todos sumamente turbados, en seguida la preocupación

aumentó. Rik sentía un nudo en el estómago por la ausencia del dirigente y el

futuro le parecía totalmente incierto.

Al paso de los días los aldeanos se sentían muy tristes, seguían aún

intranquilos por la desaparición de Nohek, por lo que Rik siguió tomando el

control. La principal preocupación de este joven era que le hicieran daño a su

líder, pasaba por sus pensamientos que lo pudieron haber atrapado por el más

preciado tesoro de Itz, que el maestro siempre portaba consigo; se trataba de


un medallón invaluable, estaba hecho de témpano con la orilla de plata y en el

centro se hallaban varios destellos que brillaban en gran medida.

Este medallón era único, ¡mágico!, pues teletransportaba a otros mundos y


permitía replicar poderes de esos mismos mundos; por lo que sólo podía estar

en manos del líder. Por otra parte, se cree que este tesoro se convierte en una
base redonda transparente y que el dirigente puede volar a través de éste,
yendo parado sobre él; también se asume que el “Yaax” permite leer la mente

de los adversarios y que puede emitir proyectiles, entre muchas otras cosas
más; si todo esto era cierto y algún enemigo había privado de su libertad a

Nohek, ¿por qué no pudo usar sus poderes?, ¿por qué no se trasportó a otro
mundo para salvarse?; o peor aún… ¿él, todavía seguiría vivo?, ¿los habitantes
de Itz estarían en peligro?

La incertidumbre continuaba y los habitantes ni se imaginaban que todo


estaba por empeorar en breve periodo…

Cada mañana los lugareños se organizaban para reconstruir algunas casas,

trabajaban unidos en ello, en verdad se esforzaban al máximo y no

descansarían hasta lograrlo; cuando ellos dormían, cientos de luciérnagas


hacían un largo recorrido durante horas para rastrear al dirigente de Mundo

Blanco, alumbraban el trayecto a su paso, pero tampoco consiguieron dar con

él.

De improviso una noche sucedió algo insólito, ninguna aurora boreal

acaeció, por lo que los habitantes de Itz se quedaron sin recibir su alimento,

aunque esperaron casi hasta al amanecer no sirvió de nada, por lo tanto todos

regresaron a sus casas con la esperanza de que al día siguiente se presentara de

nuevo el fenómeno, sin embargo, esto no pasó, ni la siguiente vez ni los días
consecutivos. Poco a poco estos seres perdían sus fuerzas al no recibir su

elixir, se debilitaban a tal grado que unos perecieron.

Rik estaba inmensamente angustiado por la extraña situación, ya no


soportaba ver a sus compañeros morir de hambre, se sentía tan desesperado

que ni podía dormir; le destrozaba el corazón saber que los más vulnerables
(los mayores y más pequeños) quedarían desprotegidos; en realidad tanto el
joven como los demás desconocían la razón del por qué de repente su fuente

de vida se extinguió (esto jamás había sucedido antes en este reino); así que en
breve convocó a una reunión y dio un mensaje a sus compañeros:

—¡Tenemos que hacer algo!


—¿Qué sugieres?—le preguntó uno de los pobladores de mediana edad de
nombre Kurt.

—Propongo que salgamos.


—¿Otra vez? ¡No sirvió de nada Rik!—comentó uno de los varones.

—Ahora hay que ir más lejos.

—¡Pero eso es imposible!, ¿qué no ves que con el temblor no hay paso?—

agregó el mismo individuo de antes.


—Lo sé Kurt… ya algo se nos ocurrirá. ¡Tenemos que buscar otra fuente de

alimento y sobre todo encontrar al maestro!, sé que está vivo en algún lugar,

en definitiva no creo que se haya ausentado por voluntad propia sin haber

informado.

—A lo mejor se fue para siempre—opinó una de las zuris.

—¡Eso no es verdad!—gritó Timo, el hombre más joven de la comunidad.

Los aldeanos comenzaron a decirse de palabras y la tensión se hacía

presente.
—Calma, calma. Puedo jurarles que el maestro no nos abandonó, ¡es

nuestro líder!

Estoy seguro de que si salimos hasta los límites de Itz algo encontraremos,
no podemos quedarnos aquí sin hacer nada.

—Pero nadie ha llegado hasta allá Rik—profirió uno de los presentes.


—Así es, pero hay que intentarlo, es necesario…—aseveró con seguridad
Rik.

—Eso es muy peligroso—expresaba una fémina de edad avanzada con


suma preocupación.

—Pues yo estoy contigo—afirmó con valentía Timo y a su vez levantó la


mano.
La multitud seguía opinando y en general no se ponían de acuerdo. —

Bueno, bueno, mañana a primera hora salimos, quien quiera venir, adelante—
pronunció en voz alta y acto continuo se apartó del bullicio.

El individuo Kurt sugirió que fueran los varones los que salieran a la

travesía y que las zuris se quedaran en el palacio para no arriesgar sus vidas,

por supuesto que también se quedarían otros sujetos para continuar con la
construcción de las casas.

—Querido, ¿estás seguro de hacer esto? ¡Es una locura! Creo que hay que

replantear todo antes, los riesgos pueden ser…

—Es necesario Yaya—interrumpió Rik a su amada colocando su dedo

índice en la boca, la miró con ternura y tras brindarle un fuerte abrazo, replicó:

—Todo va a salir bien. Yaya ocultaba sus lágrimas, no quería que Rik se

expusiera a otra excursión, pues nadie aseguraba que sería un éxito o

regresaran con bien. Ambos en estos momentos se miraban sin decir una
palabra, al poco tiempo se retiraron.

Esa misma tarde varios aldeanos se dirigieron a hacer unos pequeños

morrales con lo indispensable para emprender el viaje y Rik fue directo a la


habitación del dirigente, ahí permaneció durante horas buscando algo que le

pudiera dar una pista de su paradero. El joven hablaba en voz alta y observaba
el lugar con detenimiento, caminaba de lado a lado y revisaba todo el espacio;
al no hallar nada se sentó en un sillón - se sentía fatal -, agachó la cabeza

colocando sus manos en el rostro y al quitarlas bajó la vista, entonces notó en


el suelo una chispita que brillaba, así que con sumo cuidado se aproximó a ella

y con los dedos quiso levantarla, en sí, era diminuta, lucía como una pequeña
bolita del tamaño de la punta de un alfiler; al tratarla de sujetar ésta se clavó en
su dedo índice, Rik se quejó al sentir el pinchazo (era un pequeño dolor, pero

debido a su mal humor aumentó su enojo), al instante trató de quitarla y no


pudo, desde entonces se quedó enterrada ahí, él la acercó a sus ojos y la vio

resplandecer. El muchacho con un dejo de pesadumbre salió del cuarto.

Este individuo no sabía que la chispita que había encontrado pertenecía al

Yaax, el medallón del líder; por lo que esa partícula tendría algo de poder que
más adelante descubriría él mismo.

Días atrás fue cuando Nohek desapareció, a causa de los repugnantes Imox

que invadieron mundo blanco; lamentablemente estas terribles creaturas

pudieron traspasar el mágico lugar, la razón era evidente, querían obtener su

más preciado tesoro, ¡el Yaax!, lógicamente para tener sus respectivos

poderes.

El dirigente estaba solo en su cuarto una noche cuando sucedió lo

inesperado, en un parpadeo apareció un grupo considerable de los Imox, los


abominables seres provenientes de la Ciudad Dormida; todo pasó tan rápido

que le fue imposible pedir auxilio, sabía bien que venían por él y sobre todo,

por el medallón. Los adversarios intentaban retener al líder, aunque si lograban


tocarlo, el Yaax emitía fuertes toques, por lo que se les dificultaba

inmovilizarlo.
Más tarde los malignos lo acorralaron y sujetaron para tratar de quitarle el
tesoro, entre el forcejeo y el barullo fue cuando una chispa mágica cayó al

piso, afortunadamente nadie de los presentes se percató de ello.


Nohek luchaba con todas sus fuerzas, pero era inútil, así que por la propia

seguridad de Itz, no dudó en teletransportarse a otro mundo; de esta manera


cerró los ojos y tomó el Yaax con sus manos, la cadena rodeaba su cuello y en
seguida pidió transportarse a otro lugar (cabe mencionar que cuando esto

sucedía, el sitio al que llegaría era desconocido, por lo que no sabía con
certeza en dónde se encontraría); en esta ocasión, arribó a un desierto con todo

y los repugnantes Imox.

El clima de Belmont era terrible, el calor ahí era tremendo, ¡realmente

insoportable!, a parte había constantes tormentas de arena. Todos se


desorientaron al darse cuenta de que ya no se hallaban en el reino de hielo, los

Imox estaban enfurecidos con el líder por lo que hizo y al poco tiempo se

inició una persecución.

El horizonte era de color marrón y el cielo se percibía de un hermoso azul

intenso. Por desgracia los malignos capturaron inmediatamente a Nohek, así

que ahora juntos caminaban entre las dunas con mucho trabajo.

La enérgica luz que había en este territorio incomodaba a los malignos, por

lo que trataban de tapar el sol con sus brazos para proteger sus ojos. Al
principio por supuesto que los adversarios amenazaron al maestro para que los

regresaran a Itz, le gritaban que hiciera uso del Yaax, pero él comentó que le

sería imposible, argumentando que en el trayecto el medallón se había caído -


eso fue lo que inventó -, sin embargo, ellos no creyeron un ápice de esa

historia, aunque el medallón ya no lo veían por ningún lado, inclusive


revisaron al dirigente de pies a cabeza y éste no apareció por ninguna parte. En
este momento las creaturas malignas no sabían cómo regresar al mundo blanco

o a su Ciudad Dormida, pues ya habían agotado su única posibilidad de


teletransportarse al ir a Mundo Blanco, de hecho, otro regimiento mucho

mayor de los Imox se había quedado allá, y de seguro pronto arribarían al


palacio (esta situación la desconocía Nohek).
El maestro improvisó todo eso de que se perdió el tesoro gracias a que pudo

poner su medallón en modo invisible, ciertamente él lo veía colgando en su


cuello, e inclusive lo sentía, pero los demás no. De esta manera a los seres

oscuros no les quedó de otra que seguir en donde estaban, continuaron

avanzando durante días en el desierto y así se abrían paso entre tales

condiciones extremas.
Al maestro le preocupaba que salieran los “Galupsillos”, una especie de

cangrejos que viven en este hábitat y son muy peligrosos, pues aniquilan a

todo el que invade este espacio; por ello miraba los granos de arena con

frecuencia.

Aquí el clima era sofocante, al paso de un tiempo la energía de los seres se

agotaba, además el maestro se percató de que su medallón comenzaba a

derretirse, cuestión que le era de suma preocupación, pues eso significaba que

su reino a su vez se derretía. Mientras tanto, los habitantes de Itz, se enfocaban


en la búsqueda de su líder por segunda ocasión.

Un gran grupo de Itzies hacía tiempo que se abrían paso entre la nieve en

Mundo Blanco, hasta que consiguieron llegar a la división de la tierra (la que
provocó el temblor), todos reafirmaban que era inverosímil pasar al otro lado,

no obstante, Rik se rehusaba a darse por vencido. Los individuos acamparon


varias noches allí para ponerse de acuerdo en el siguiente paso a seguir, sin
embargo, otros decían que lo mejor era regresar al Kolbe.

Anteriormente, el día en que este grupo de expedición se preparaba muy


temprano para salir del palacio central para realizar el segundo viaje, una

pequeña llamada Keyla descubrió en los alrededores del palacio una pared
oculta mientras jugaba con las flores de invierno; justamente corría por ahí
cuando pasó esto, al sujetar una rosa blanca, un tramo de nieve se abrió de

improviso de derecha a izquierda, esta compuerta estaba a tan sólo unos pasos
de donde ella estaba, entonces la chiquilla con gran curiosidad se acercó

rápido y se dio cuenta de que habían unas escaleras, así que decidió

introducirse y bajarlas en medio de la oscuridad; iba con sumo cuidado sin

dejar de tantear las paredes, al poco tiempo llegó hasta un cuarto amplio que
tenía indumentaria y unas mascarillas raras, luego al dar otros pasos más

encontró un laberinto que la llevaría directo hacia el salón de estalagmitas, ahí

se topó con Rik, que estaba a punto de salir con los demás a buscar al líder.

Keyla de inmediato le avisó lo sucedido y por fortuna el joven tenía la buena

disposición de averiguar de qué se trataba, así que ambos salieron donde las

flores y la compuerta seguía todavía abierta, por lo tanto bajaron las escaleras

y al hacerlo, esta vez una luz ubicada en el techo se prendió al instante para

vislumbrar mejor el lugar, esto sucedió gracias a la chispa que traía Rik, él al
ver lo que había guardado allí se quedó perplejo: había unas reservas del elixir

junto con ropa suficiente para utilizarla justo ahora que salieran.

Ambos fueron por los demás para darles la buena noticia, entre todos
ayudaron a sacar las mascarillas y el ropaje, en seguida los aldeanos se lo

pusieron para andar con mayor comodidad en la excursión, eran pantaloncillos


gruesos, botas, guantes y chamarras.
La pequeña Keyla fue homenajeada por sus compañeros antes de que se

marcharan y todos los residentes estaban sumamente contentos por su


hallazgo.

Rik decidió dejar una ración del elixir para los que se quedaban en el Kolbe
y de esta manera llevarse otra parte para los que saldrían, no obstante, no sabía
cuánto tiempo duraría el elixir. Este sujeto en el viaje había indicado que

usaran las mascarillas durante el día, éstas parecían de oxígeno y lo que


respiraban eran las propiedades de las shazas.

En estos momentos Rik se encontraba con el grupo acampando, él

desechaba la idea de regresar al Kolbe sin haber hallado al maestro, seguía con

la esperanza con encontrarlo, pero la ruptura por el sismo hacía una gestión
inverosímil de cumplir, era casi seguro que no podrían continuar.

Una mañana cuando la mayoría quería retornar con o sin el consentimiento

“del nuevo guía” (Rik), justo él se sintió derrotado, se hincó muy cerca del

acantilado y miraba el vacío, primero lo observó durante un rato sin parpadear,

después cerró los ojos con fuerza y en silencio hizo una plegaria, del mismo

modo pensó para sí, «Por favor, quiero cruzar al otro lado»; acto continuo

soltó un gritó con todas sus fuerzas que se replicó como eco en todo el reino

de Itz. Al segundo sintió que una rabia profunda invadía su ser, su respiración
era agitada y las venas del cuerpo se le saltaban; el joven lucía fuera de sus

cabales, se puso de pie y repitió gritando lo que había pedido antes para sí,

aunque en esta ocasión lo hizo en forma de mandato:


—¡Quiero cruzar al otro lado!—a la vez señaló al lugar donde quería llegar

con su dedo derecho.


Al poco tiempo una línea horizontal iba siendo creada en el aire de punta a
punta, parecía un palo, pero hecho de hielo.

Los habitantes no podían creer lo ocurrido, la vara estaba anclada a la nieve


de extremo a extremo y era tan fuerte como el acero, con ayuda de las

luciérnagas se confirmó que el otro lado estuviera seguro. Ahora era un hecho
que podían cruzar.
Rik estaba boquiabierto al ver que la línea había sido creada de la nada de

forma mágica, se dio cuenta que todo sucedió gracias a la chispa que prendía
de él en su dedo; inmediatamente sintió gran alivio y tenía lágrimas en los

ojos. Los demás hacían gran algarabía y festejaban lo sucedido.

En breve los individuos se preparaban para caminar sobre la viga de hielo,

parecía una cuerda como la que usaban los equilibristas, asimismo tenía unos
aproximados 4 centímetros de diámetro, por lo que ahora desafiarían a la

suerte, los más valientes estaban dispuestos a jugársela.

Nadie de los presentes jamás había hecho algo parecido y ahora les tocaba

hacerla de funámbulos o malabaristas; sin duda, era un gran riesgo, pues no

contaban con arnés de seguridad y una caída a esa altura implicaba una muerte

segura.

El primero en intentar la hazaña fue Rik, todos debían de cruzar más de

veinte metros de longitud en el recorrido y realmente era una peligrosa proeza.


Este joven al instante casi pierde el equilibrio debido a los vientos que eran

intensos; el miedo lo acogía, sin embargo, trataba de disimularlo, quería dar el

ejemplo de valentía; su concentración era enorme y caminaba de forma lenta.


Los presentes guardaban silencio ante tal desafío.

Los minutos se hacían eternos, Rik avanzaba con una zozobra espantosa y
se imaginaba que del otro punto lo esperaba su amada Yaya, eso lo ayudaba en
el trayecto.

Afortunadamente, al paso de un tiempo logró llegar al otro extremo a salvo;


todos aplaudieron y el muchacho sonreía como nunca, levantó la mano en

señal de victoria.
Después fue el turno de Grant, otro individuo de la comunidad, que era de
mediana edad; con gran aplomo dirigió sus pasos hasta la vara, ahí puso el pie

derecho, aunque al instante retrocedió, de repente se sintió desconfiado, en


verdad se le veía perturbado. Todos le decían que no mirara hacia abajo, él se

tocó la boca y abrió los ojos en gran medida, quería que los nervios se alejaran

de él de una buena vez. En breve colocó de nuevo el pie y luego el otro, así

daba pequeños pasos; sus piernas se movían como gelatinas. Realmente la


línea de hielo parecía una cuerda, porque era bastante flexible.

Eran momentos de mucha tensión, los espectadores contenían la respiración

y otros mejor ni observaban al compañero en turno. Unos se rehusaron a

continuar el trayecto, en definitiva no cruzarían y en su lugar volverían al

palacio para informales a todos que fue posible pasar gracias a la mágica

aparición de la vara.

Grant al paso de unos minutos llegó donde se hallaba Rik e inmediatamente

se abrazaron con fuerza.


Hasta ahora las cosas habían salido bien, así que otro sujeto iniciaría lo

mismo, igualmente varios más, aunque el riesgo aumentó después, ya que las

ráfagas de viento eran implacables.


A veces la neblina era tanta que reducían en gran medida la visibilidad, de

hecho, la viga por momentos no se veía.


Aún así con todo y el mal clima, muchos lograron cruzar.
Los que no quisieron atravesar, desde su lugar echaban porras a los

temerarios y brincaban de emoción al ver que alguno lograba llegar a salvo;


todavía estaban las tiendas de campaña puestas y las pertenencias de los itzies

yacían ahí junto con las mascarillas del elixir, los que sí cruzaron tomaron la
decisión de hacerlo sin ellas para no tapar su visión.
Pronto comenzó a nevar, aunque ya sólo faltaban tres aldeanos en atravesar.

Al penúltimo individuo comenzó a darle vértigo, rápido cerró los ojos y sin
poder evitarlo comenzó sentir desconfianza - estaba a medio camino -. Tras

unas cuantas respiraciones mejor se acuclilló para recuperarse, después de

unos segundos se puso de pie hasta que se sintió seguro y así volvió a avanzar.

Más tarde, logró llegar al otro lado.


El último aldeano en pasar fue Timo (el varón más joven de la comunidad),

éste se notaba realmente serio cuando observaba la gran brecha que tenía que

cruzar, si lo pensaba demasiado no sabía si era capaz de intentarlo; entonces se

dirigió a la orilla e inició con mucho cuidado, por instantes bajaba la mirada y

se percataba de la enorme altura a la que se encontraba.

Los lugareños que a lo lejos atestiguaban la hazaña, por momentos creían

ver a su compañero flotando en el aire o caminando entre las nubes.

Al poco tiempo el aldeano en cuestión resbaló, sus pies se abrieron y pronto


los trataba de acomodar para poder continuar; todos lo animaban, pero él les

pidió que guardaran silencio, de esta manera sólo se oía el soplido del viento.

El joven logró seguir, ya estaba llegando a la mitad de camino, sentía


escalofríos y su respiración era agitada, en general tenía los nervios de punta.

Más tarde el muchacho titubeó, así que se detuvo. Rik comenzó a gritarle
diciéndole que ya por poco lo lograba, entonces Timo volvió a extender los
brazos y trató de acomodar los pies en la vara, en breve daba otros pasos más,

pero como había aguanieve hacía más difícil su paso.


—No puede ser…—exclamó en voz alta Timo.

—¡Ya falta poco!—gritaba Rik con gran fuerza y movía las dos manos
hacia él.
—Esto va mal, se está derritiendo—vociferó el equilibrista e hizo alto total,

en seguida sintió que se le paralizaba el corazón al apreciar que la viga estaba


realmente resbaladiza, en aquel momento volteó para revisar el tramo que

había pasado, entonces se dio cuenta de que tenía mucha agua; no cabía duda,

la vara se disolvía.

—¿Qué?—prorrumpió Rik.
—¡Esto se está diluyendo!

—Oh no. ¡Vamos!—alentaba a su compañero que pendía casi en el aire.

—No—contestó Timo con la preocupación a flor de piel.

—Anda, ya casi llegas—reiteraba Rik.

En aquel momento Timo se quedó en blanco, las palabras del nuevo líder

retumbaban en su cabeza un par de veces; a parte el paisaje se difuminaba,

pues sintió un ligero mareo y la vista le fallaba.

Tras tomarse unos momentos tomó una bocanada de aire y prosiguió su


andar.

La comunidad estaba de pie observando al jovencillo.

—¡Eso es, tú puedes!—expresaba Rik desde el otro extremo.


Timo sin poder impedirlo resbaló de nuevo, en esta ocasión no pudo

mantener el equilibro y lamentablemente cayó, de milagro alcanzó a agarrarse


con la mano izquierda y con premura trataba de volver a subir.
Rik al instante se asustó en gran medida, veía cómo su compañero se

esforzaba por sujetarse, sus pies se movían en el aire de un lado a otro por su
intento desesperado de trepar la viga; el nuevo guía al darse cuenta de que no

podía, dijo en voz alta a los demás que iría por el joven.
—Tranquilo ahí voy—le gritó enérgicamente.
—Rápido—vociferaba Timo. Trataba de agarrarse con fuerza y aún no

lograba asirse con la otra mano.


—¡Ya voy!—reiteraba Rik.

En breve el joven pudo sostenerse con ambas manos y cerró los ojos por el

susto, rogaba poder subir de nuevo; tenía los diez dedos afianzados a la vara,

pero ya no resistía, en segundos cada uno de sus dedos se abría paulatinamente


sin que pudiera hacer algo.

Cuando se preparaba Rik para acercarse más a la viga y subir, Timo cayó al

vacío…

En seguida se oyó un grito estremecedor y otros se sumaron a los alaridos;

todos estaban incrédulos.

Con tal desventura se hizo un silencio total, nadie se atrevía a hablar. Unos

agacharon la cabeza y algunos comenzaron a llorar.

El sol se estaba ocultado y un dejo de pesadumbre se percibía en el


ambiente por la pérdida del joven.

Rik todavía no asimilaba lo ocurrido, se había quedado perplejo; pronto

arrugó todo su rostro y corrió hasta la orilla, por impulso se aproximó


demasiado al acantilado, tenía los pies en el borde y la nieve caía a pedazos,

por lo que varios compañeros tuvieron que tomarlo por los brazos, asimismo
le decían que nada podía hacer…
—¡Cómo voy a explicárselo a su madre!—pronunciaba en sollozos Rik

quien se hallaba absolutamente perturbado.


Había numerosos aldeanos en los dos extremos de nieve, pues se hallaban

separados por el gigante hueco. Todos los presentes se encontraban parados y


seguían impresionados, lamentablemente eran testigos de la tragedia. La nieve
seguía cayendo, el frío era intenso y el viento movía sus ropajes.

Varios itzies abrazaron a Rik, pero no había manera de confortarlo, en estos


momentos lloraba como un niño, estaba desconsolado.

Pasaron unos segundos y un zumbido comenzó a escucharse, se trataba de

cientos de luciérnagas que subían del socavón volando, estas criaturas

pudieron sujetar a Timo, ahora mismo lo llevaban al lado seguro de la nieve


donde se encontraba Rik junto con los demás, y éstos al percatarse de ello, le

dijeron que volteara; tras varias negativas así lo hizo, al instante se dio cuenta

de que su joven compañero estaba vivo; todos aplaudieron e hicieron gran

algarabía.

Entre tanto griterío el muchacho aterrizaba entre las capas de nieve, los

guardianes de luz lo colocaron acostado boca arriba; él tenía una sonrisa

gigantesca y en seguida se puso de pie.

—¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo!—expresaba Timo en voz alta y a la par se


tocaba con las manos el cuerpo entero, después era abrazado por varios de sus

camaradas.

Ahora la felicidad embriagaba a toda la comunidad.


—Haberlo sabido antes y mejor hubiéramos cruzado de esta manera—le

decía el guía al joven mientras se aproximaba hacia él y a la vez se carcajeaba.


—Por supuesto. ¡Reto cumplido!—celebró Timo.
—No cabe duda…—replicó Rik. Luego les gritó a todos:

—¡Bien hecho! Lo logramos. ¡Logramos la hazaña!—todos soltaron un


grito apabullante.

Las luciérnagas brillaban en gran medida y pronto ayudaron a llevar las


pertenencias de los aldeanos de extremo a extremo. Todos agradecieron su
apoyo y al sentirse a salvo se acostaron sobre lo congelado, posteriormente

jugaron por un rato haciendo guerritas de nieve. Más tarde continuarían con su
cometido.

El maestro seguía en el desierto de Belmont y para su infortunio fue picado

por una serpiente en el tobillo, el dolor era intenso, pero era lo de menos, ya

que sabía bien que el veneno era ponzoñoso (podía decirse que mortal). Él
aguantaba lo más posible en ese inhóspito lugar, justo ahora yacía en el suelo y

se retorcía por tanto malestar, de hecho sentía que todo su cuerpo se colapsaba,

al parecer se le estaba paralizando algunas partes, no obstante, no hizo uso del

medallón para curarse, ya que los adversarios descubrirían que lo tenía

consigo. Al no poder caminar Nohek uno de los malignos lo alzó sobre sus

hombros para llevarlo cargando. Los mugrosos intrusos parecían que no se

habían dado un baño en años, olían terrible y con el clima caliente su hedor se

hacía insoportable, incluso el dirigente por momentos perdía la conciencia,


esto se debía a que los pobladores de la Cudad Dormida vivían entre la

porquería y la mugre.

Los imox eran creaturas grandes y de complexión gruesa (tenían dos brazos
y dos piernas); la cara de estos seres era igual a los mamíferos conocidos como

murciélagos, no obstante, no contaban con alas y tampoco volaban, nada de


eso. Cuando estos enemigos llegaron al Mundo Blanco se oyó un trueno
estridente y en seguida descendieron a este universo desde lo alto, era como si

cayeran varios paracaidistas desde un avión, pero estos seres aterrizaron sin
ayuda de nada; en ese momento los bichos de luz fueron adormecidos por un

gas que los adversarios rociaron a su llegada, por ello no pudieron


combatirlos.
Uno de los adversarios en cuanto llegó expresó: “—¡Aborrezco este lugar!,

aquí todo el tiempo es gélido…”, mientras tanto los demás observaban con
asombro el territorio blanco.

Por otra parte, una zuri de edad avanzada, encontró dentro del Kolbe varios

trozos de hielo, eran de gran tamaño y diversas formas; ella con sumo interés

comenzó a juntarlos a modo de rompecabezas, sin saberlo estaba ayudando a


que Mundo Blanco no se derritiera por completo, tenía que lograr solamente

una cosa: formar un gran cubo.

Más tarde varios pequeños ayudaron a Bianca en esta tarea.

Al poco rato, los seres que estaban en el desierto, hicieron una pausa para

descansar. Nohek tenía el lado derecho amoratado, por lo que la preocupación

aumentaba, ya que estaba al tanto de que el daño del veneno era brutal.

Igualmente al ver que el clima de ese lugar acabaría por derretir el medallón, y

al saber la gravedad de su estado, el líder tomó la decisión de transportarse a


Itz, entonces hizo lo propio - sin previo aviso -; en un santiamén volvió a abrir

los ojos y ya se encontraba en otra parte, aunque con las apestosas creaturas a

sus espaldas.
Estando en este otro sitio, el dirigente se dio cuenta de que las cosas

andaban mal, evidentemente algo había fallado porque estaban en un mundo


distinto y no en Itz. Cabe señalar que cuando el maestro se encontraba en otra
región y decidía regresar a su mundo, siempre podía hacerlo con absoluta

precisión.
El territorio donde se localizaban actualmente se llamaba Codvi. Este sitio

es muy agradable, donde un hermoso paisaje se aprecia debido a que está


rodeado de vegetación; justo en este preciso instante Nohek y los malignos se
encuentran en balsas hechas de madera - alrededor de siete troncos forman

cada embarcación y están amarrados por cuerdas -; éstas van a toda velocidad
por el río, el canal es largo y alrededor hay formidables árboles color verde.

La corriente de agua es peligrosa, pues hay formaciones rocosas que

pueden ocasionar un accidente.

Esta vez, el dirigente de Itz está solo en una barcaza (cuestión que le brindó
algo de alivio) y los enemigos en otras, por cierto, están muy cerca de él y las

creaturas apestosas al darse cuenta de ello, hacen todo lo posible por

acercársele.

También puede apreciarse cómo unos cuantos Imox se distraen con algunos

insectos, en realidad quieren atraparlos para degustarlos como bocadillos. El

maestro aprovecha su torpeza y hace lo posible para evitar que lo agarren.

Durante varios minutos los seres abominables han intentado aproximársele

al líder a como dé lugar, al parecer sí podrán hacerlo, pues se van acercando


tanto, que incluso dos de ellos están a punto de brincar hacia su balsa; además

el medallón ahora estaba expuesto y los adversarios están amenazándolo con

arrebatárselo.
Nohek se encuentra desesperado, voltea a su alrededor para tratar de hallar

una salida, sin embargo, lamentablemente está rodeado de cuantiosas


embarcaciones ocupadas por los adversarios; además, las balsas se
aproximaban a toda velocidad a un destino desfavorable, irían en caída libre a

una gran cascada. Así que pronto el maestro tendría que volver a
teletransportarse a otro territorio, sólo que rogaba que esta vez no hubiera

ninguna equivocación.
Uno de los seres malignos al fin logró saltar a la barcaza de Nohek, aunque
el apestoso resbaló de inmediato y quedó con gran parte con el cuerpo

sumergido en el agua, todavía así pudo tomar el pie del maestro, él con toda su
energía trataba de deshacerse de su agarre, pero su extremidad seguía con la

herida que le propinó la serpiente y el dolor acrecentaba, en sí, guardar el

equilibrio en esas circunstancias era todo un reto. En segundos ágilmente otro

enemigo saltó a su lado junto con otros, el líder se movía todo lo posible para
que no le arrebataran el Yaax, éste seguía en parte derretido, entonces él de

inmediato activó el tesoro para curarse, de esta forma ahora ya estaba libre de

la lesión y podría moverse mejor, gracias a eso reaccionó rápido y le dio una

patada fuerte en la cabeza al Imox que se hallaba en el agua, así pudo liberarse

y éste fue golpeado por una gran roca que lo dejó inconsciente al instante.

Nohek seguía combatiendo como luchador, incluso se quitó otro ser de

encima que era del doble de su tamaño y al lograrlo quedó en la orilla de la

balsa, de esta forma él iba siendo acorralado por varias criaturas; al mismo
tiempo la embarcación se aproximaba cada vez más a la caída del agua, ésta se

deslizaba sin parar e iba formando la gran cascada blanca, el sonido de ésta se

oía cada vez más fuerte debido a la cercanía. Al pie del salto del agua se
creaba una alberca con agua color azul turquesa.

Los enemigos gruñían como perros sin cesar y se acercaban al maestro cada
vez más. Justo cuando la balsa estaba a punto de caer a la cascada, el maestro
sujetó el medallón para teletransportarse, en segundos desapareció al igual que

la mayoría de los malignos, su balsa junto con las de ellos quedaron ahí sobre
el agua; y las creaturas que se encontraban más lejos del maestro quedaron

atrapados en ese mundo, de esta manera algunos cayeron a más de 100 metros
de altura junto con el agua y las barcazas.

En cuanto a las zuris (féminas) que estaban en Itz se preocupaban y


ocupaban día a día de los más pequeños, sobre todo se aseguraban de que

tuvieran las mascarillas colocadas para recibir el elixir. Y como ellas

extrañaban demasiado las auroras boreales, caminaban todavía por las noches

para ver si de casualidad regresaban; en general a esta comunidad les

fascinaba las auroras por la aparición de tonalidades en el cielo, este fenómeno


atmosférico de la naturaleza los hipnotizaba y comúnmente lo llamaban “el

baile de colores”, precisamente por la producción de luces difusas que se

mezclaban y brillaban; era algo maravilloso de presenciar.

Rik, seguía andando con sus compañeros por el territorio helado, aunque al

poco tiempo dejó de avanzar, ya que se dio cuenta de unas huellas extrañas en

la nieve, entonces se agachó para percibir mejor las pisadas, sabía

perfectamente que no eran de ellos, en general nadie conocía a quien

pertenecían, pues jamás las habían visto. Posteriormente el grupo de

expedición caminó otro poco más, pero sólo un trayecto corto, ya que la
mayoría se encontraban sumamente debilitados, al parecer el suministro del

elixir se acababa.
A poca distancia se encontraba la gran montaña Kea, la cual debían trepar,

eran los límites del reino y nadie había llegado hasta ahí, todos estaban al tanto
que existía el Valle de las amapolas porque sus ancestros habían contando

historias al respecto, pero en realidad no sabían si era real o se trataba de una


leyenda.

Posteriormente estos Itzies escalarían dicha montaña, y por cierto, era


mucho más grande que la “Siete”, por lo mismo estaban conscientes de que

sería muy difícil, podría decirse que sólo expertos conseguían lograrlo, sin

duda, gastarían su última energía en ello.


Rik seguía con el espíritu aventurero, aunque le preocupaba salir victorioso de

esta situación y en realidad sí les costó mucho trabajo subir, el oxígeno les

hacía falta y andaban aletargados, incluso con dolor de cabeza debido a que a

medio camino ya no tenían reserva del elixir; sus cuerpos estaban totalmente
debilitados y sentían que ya no podían más, en definitiva su estado de salud

era deplorable, algunos tenían alucinaciones y lucían con cuerpos sumamente

delgados; parecían unas momias vivientes.

Al bajar y llegar al valle se sorprendieron tremendamente, la belleza de ese

espacio era incomparable, los aldeanos por primera ocasión veían con sus

propios ojos las hermosas amapolas color rojo de las que tanto habían oído

hablar, estas flores destacaban entre todo el ambiente blanco de nieve que

había, eran muchas hectáreas repletas de ellas y parecía que las flores eran
infinitas.

El aroma en esta zona era muy agradable, ¡una verdadera delicia!, por lo

que los pobladores se tomaron un tiempo para disfrutar de las flores (por cierto
nunca se marchitan). Asimismo al estar ahí se dieron cuenta de que había más

huellas y que tales eran como las anteriores, entonces caminaron otro tramo y
al girar a la derecha, hallaron a miles de luciérnagas en el piso, para su
sorpresa estaban sin vida, pues habían sido aniquiladas. Esta situación era

sumamente grave, alguien había destruido cientos de creaturas mágicas de este


reino y que lo salvaguardaban. ¡Alguien había irrumpido el mundo blanco!

Rik, así como los demás estaban profundamente extrañados y preocupados,


realmente no había señales de vida de otros entes, habían las huellas, pero no
los seres, asunto que agravaba todavía más la circunstancias. El joven guía en

su interior se enfrentaba a su mayor miedo, que alguien hubiese entrado a su


mundo, y no estaba equivocado, de esta manera una y otra vez se preguntaba

en silencio, «¿Quiénes?, ¿quiénes irrumpieron este reino?».

La mayoría de los Itzies - que se hallaban en la excursión - querían regresar

lo antes posible para proteger a los que se encontraban en el palacio central;


Rik por su parte deseaba encontrar al maestro. Esa noche acamparon e

hicieron turnos para estar lo más alerta posible.

En el Kolbe, un grupo de zuris prepararon una infusión al recolectar hojas

de diferentes árboles, así consiguieron crear una bebida que ayudó a la

comunidad a obtener energía de nuevo al terminarse las shazas de las

mascarillas.

Los otros Imox, los que precisamente habían marcado el territorio de

mundo blanco con sus pisadas, andaban cada vez más cerca de estos
excursionistas, con antorcha en mano se abrían paso entre la oscuridad y se

sentían victoriosos por haber acabado con cientos de luciérnagas, al terminar

con sus vidas trataron de comer estos bichos de luz, pero su sabor les fue
insoportable (gracias a que su sangre contiene una sustancia dulce, les fue

intolerable a estos depredadores degustarlas).


Mientras los Itzies dormían fueron interceptados por estos malignos, que al
ver el campamento, se dejaron ir con todo para capturarlos. En aquel momento

se llevó a cabo una lucha cuerpo a cuerpo, en definitiva el grupo de expedición


estaba en desventaja, porque no tenían fuerzas para nada.

Afortunadamente unas cuantas luciérnagas llegaron a apoyar a los nativos


del reino de hielo y emitían luces aquí y allá, el espectáculo era alucinante, por
instantes arrojaban un sonido imperceptible para los lugareños, pero

desastroso para los enemigos de los itzies, en consecuencia los malignos se


molestaron con las creaturas que revoloteaban sin parar; su auxilio les sirvió

un poco a los habitantes, ya que sólo lograron atontar a esos apestosos con el

ruido y únicamente consiguieron cegarlos temporalmente con la luz que

emitían.
La pelea duró hasta el alba, los lugareños habían podido defenderse hasta

ese momento, pero para su mala suerte justo ahora los adversarios decidieron

usar sus poderes, de esta manera unieron sus energías e hicieron un remolino

junto con la nieve, entonces se formó un gigantesco embudo de aire que iba

girando a modo de torbellino, así lograron crear una creatura gigante: un oso

polar. Dicho monstruo formado de nieve - al ser corpulento - con gran

facilidad lograba atacar a varios grupos de aldeanos, les lanzaba a diestra y

siniestra nieve que los aplastaba o mataba al instante, muchos de ellos eran
arrojados como muñecos de trapo y al segundo perecían.

Los Imox sonrían a sus anchas, estaban orgullosos de su monumental

creatura, éste caminaba en dos patas y su fuerza era enorme.


Más tarde, Rik pudo pelear contra el oso, aunque exclusivamente logró

controlarlo un poco, pues hizo uso de la chispa del Yaax para pedir que este se
derritiera (a veces esta mágica chispa hacía lo que este joven pedía, en esta
ocasión se cumplió su petición y si tocaba al oso por alguna parte ésta se

esfumaba), sin embargo, el monstruo tomaba de nuevo su forma original con


gran facilidad.

Los aldeanos se quedaban sin fuerzas para contraatacar a los malignos y el


reino ya daba señales de estarse derritiendo en algunas partes, esto era gradual,
pero llegaría un punto en el que ya no habría retorno, al menos que el maestro

regresara a Itz.
Nohek por su parte ya había activado el medallón, le preocupaba que de

nuevo no funcionara, atribuía el error anterior a que éste se estaba derritiendo.

De esta manera en un abrir y cerrar de ojos el líder se hallaba en otra zona,

por fortuna pudo regresar al Mundo Blanco; tuvo que tomar esa decisión de
teletransportarse, al darse cuenta de que más de una cuarta parte del medallón

se había consumido, lo cual indicaba que era inminente regresar a su reino,

además esa fue la única forma de evitar caer a la cascada estando en Codvi.

Lamentablemente el líder se encontraba lejos de Rik, debido a que había

llegado a un área más cercana del Kolbe y con los enemigos que había

regresado, ahora lo sostenían por los brazos y se dirigían al palacio (el Yaax

estaba en modo invisible)

Rik y su equipo también ya habían sido capturados por los Imox, el oso
había lanzado nieve y con ella había formado cadenas que los inmovilizaron

de manos y pies, de hecho el monstruo los controlaba con una larga cadena

unida a la de ellos y los llevaba como perros, de esta manera todos caminaban
para retornar al palacio.

Más tarde, como los Itzies ya no tenían fuerzas para andar dejaron caer sus
cuerpos, entonces se acostaron boca arriba, en estos lapsos respiraban de
forma agitada y suplicaban descansar - estaban a punto de cruzar el lago

congelado -. Los enemigos aceptaron hacer una pausa para luego continuar, el
oso se sentó y al hacerlo, la superficie se movió ligeramente; cuando volvieron

a proseguir, los malignos comenzaron a arrastrar a los aldeanos de los pies


sobre el lago, éste parecía una pista de hielo. Tras un lapso, un crujido
comenzó a escucharse, el témpano en algunas partes empezó a romperse,

entonces las abominables creaturas corrieron aterrorizados para protegerse,


pero unos no lo lograron, por el peso de estos seres el hielo no resistió, así que

varios cayeron sin poder salvarse, entre ellos, el oso. Esta bestia sin poder

evitarlo era tragada por el agua helada, asimismo los eslabones eran

arrastrados con él, afortunadamente uno de los Imox había dejado sobre el
hielo una de sus armas, por lo que el joven Timo reaccionó y tomó una de ellas

que estaba a su alcance al ver que las cadenas se hundirían junto con el

monstruo, y con ayuda de otros, pudieron liberase de las pesadas ataduras que

tenían en el cuerpo.

Los aldeanos agradecían haber podido quitarse las cadenas y en seguida al

ver que el hielo seguía fracturándose trataron de ponerse de pie, otros más con

sumo cuidado intentaban llegar a la orilla arrastrando sus cuerpos acostados

con la intención de no quebrar más el témpano.


Una vez que los lugareños se dirigían a la orilla, en eso, uno de ellos pisó un

pedazo frágil, por lo tanto en aquel momento se sumergió en el agua.

—¡Por favor ayúdenme!—gritaba aterrado Kurt. —No me dejen…—hacía


todo lo posible por no hundirse.

—Ya vamos—gritó fuerte Rik quien presuroso llegó hacia él y le brindó su


mano, pronto se reunieron los demás y entre todos trataron de socorrerlo.
Después de varios intentos lograron sacarlo de ahí, asimismo pudieron salir

del lago congelado, aunque también otros Imox, por cierto, ellos estaban con
un humor de la fregada, porque tenían hambre y no habían probado bocado

alguno desde que salieron de su Ciudad Dormida. Estos seres se alimentan de


ratas o cucarachas vivas, su brebaje favorito es un tipo de licuado de insectos
con mucho lodo, una mezcla perfecta de moscas con lombrices; para su mala

suerte en mundo blanco no había nada de eso.


Rik a estas alturas del partido sabía que su maestro había sido capturado

por estos enemigos, por lo que haría lo necesario para escapar y encontrarlo,

en definitiva no permitiría que sus compañeros murieran en manos de estos

abominables seres.
Su dirigente seguía avecinándose al Kolbe, por lo que sugirió otro camino

para llegar lo más tarde posible, las apestosas creaturas le hicieron caso.

Los adversarios que se encontraban con Rik perdieron varias armas en el

lago, a pesar de ello, sumado a la pérdida de su bestia, pudieron continuar al

mando de los itzies, debido a que habían sido amenazados con las pocas que

les quedaban, así que fueron sometidos.

El joven que había creado la vara de hielo trató de usar su chispa de Yaax

para liberar a sus compañeros, pero no funcionó, al parecer el destello se había


encogido, de hecho ya casi ni se distinguía.

Esa noche Timo trató de darle ánimos a Rik y él se lo agradeció, pero se fue

a dormir con un mal sabor de boca; más que derrotado se sentía frustrado,
ahora más que nunca tenía que pensar en algo para poder huir.

Los Imox hicieron una fogata y alrededor los aldeanos dormían.


“Esa noche algo interrumpió mi sueño, con prisa me puse de pie y
presencié algo que jamás hubiera imaginado…

Ante mí, se presentaba un eclipse, tal como la profecía lo predecía.


«No puede ser… ¡No es real!, no lo es… pronunciaron mis labios».

Mi vida hace tan solo unos días era tranquila, agradable ¡y nada
perturbaba nuestra tranquilidad aquí!, ahora todo era tan diferente…
Las estrellas en un instante comenzaron a desplomarse, algunos meteoritos

caían del cielo y así el mundo blanco era destruido; yo trataba de correr y
hacer algo por mi hogar, pero todo era un caos, ¡era terrible!

Los Imox se sentían perdidos al igual que nosotros, los palacios explotaban

por el estallido de los meteoritos.

Un grito se oyó y expresó que nuestro reino desaparecería. Con


desesperación comencé a buscar a mis familiares, entre el gentío vi el rostro

de mi querida Yaya; corrí directamente hacia ella, le gritaba que se

protegiera, fue entonces cuando me dieron un golpe, no sé si fueron los

asquerosos adversarios o quizás fue algún meteorito; sin remedio caí al suelo,

cerré mis ojos y ya no supe de mí…

Cuando desperté yacía en la nieve, permanecía herido y el reino de Itz

seguía en penumbra por el eclipse lunar, al parecer los cuerpos celestes

estaban exactamente alineados; se decía que cuando esto sucediera, ya no


existiría nuestro orbe.

Sin poder moverme observaba la calamidad, me asombraba ver que la

profecía era cierta. El cono de sombra oscurecía cada vez más la luna. ¡Se
agotaba el tiempo de vida y quería correr a los brazos de Yaya!, ahora ya no

la veía.
Después Timo se acercó, gesticulaba en gran medida, estaba justo frente a
mí, sin embargo, yo no oía su voz, luego leí en su boca mi nombre: “¡Rik!”, en

seguida cayó abatido por el fuego. Las lágrimas que había contenido se
derramaban sin cesar, además gritaba de forma estrepitosa; era el peor

momento de mi existencia.
Tras unos minutos se oyó un estallido y mi visión se fue a negros…”.

El joven Rik despertó de esta horrible pesadilla, respiraba de forma

acelerada y se sentó en seguida para estar cómodo, al instante se tocó a sí

mismo para ver si estaba vivo, entonces dio un gran suspiro al verse a salvo…
luego miró a su alrededor, seguía en la fogata con los adversarios y sus

compañeros; aún era de noche y al poco periodo volvió a conciliar el sueño.

Al salir el sol, Rik vio a Kurt hablando con mucha familiaridad con el
dirigente de los Imox llamado Oko, eso se le hizo algo extraño, entonces

rápido se puso de pie; primero pensó que a lo mejor seguía soñando por lo que

sacudió ligeramente la cabeza y se talló los ojos; acto seguido caminó un

pequeño tramo hasta que ambos se dieron cuenta de su presencia y voltearon.

—¡Vaya, ya despertó el bello durmiente!—vociferó el cabecilla de los

imox.

—Buenos días “líder”, perdón… ¡su majestad!—decía en tono burlón Kurt

y al mismo tiempo hacía una reverencia.

—¿Qué te pasa Kurt?—reclamaba Rik.


—¿A mí?, ¡nada!—él reía a sus anchas.

—Ya. ¿Qué te traes con éste?


—¡Yo soy el líder de los Imox, pequeño parásito! Te voy a dar una paliza a

ver si así aprendes a respetarme.


—¿Así le das la bienvenida a nuestro huésped? ¡Mal, mal, muy mal Rik!

—¿De qué hablas Kurt? ¡Responde!


—De una vez dile amigo—agregó Oko dando unas palmaditas en el
hombro de Kurt.

—Él es Oko, cabecilla de los enemigos - como ya te lo dijo - y acaba de


encontrarse con su regimiento.
—Ya escúpelo Kurt, ah… bueno mejor yo lo hago… Kurt es mi nuevo

amigo, desde ahora somos aliados.


—¡No es cierto! ¿De qué rayos habla?—estaba boquiabierto Rik.

—Cállate, mejor ni te metas; tú no eres el único que puede tomar el control.

Te guste o no así están las cosas—alzó la voz Kurt.

—Pero somos compañeros, ¡tú eres un itzie!


—Bla, bla, bla, bla—canturreaba Kurt.

—¿Hablas en serio? ¿Por qué hiciste eso? ¡Oh vamos, eres de los nuestros!

—Nos hemos unido. ¿Ya te quedó claro?—intervenía Oko.

—Kurt, ¿te volviste loco?

—Por favor, tú eres el loco Rik, siempre quieres controlar a los demás,

¡pero se acabó! ahora es mi turno.

—Tenemos que encontrar al maestro y él, ¡sólo él puede estar a cargo del

reino de Itz!
—Digas lo que digas Rik, no voy a cambiar de parecer.

Los aldeanos comenzaban a despertarse y en seguida se acercaron a

escuchar la discusión.
—Ey somos familia, ¡hermanos! ¡No puedes estar del lado de ellos!

—Yo decido con quien juntarme…


—¿En verdad nos vas a traicionar?—Rik estaba a centímetros de la cara de
Kurt y él sólo se volteó.—¡No Kurt! No le vas a dar la espalda a tu comunidad

—lo agarró por el brazo con fuerza.


—¡Suéltame!—la mirada de Kurt era escalofriante, en seguida se soltó de

su agarre y sacó una navaja.


—Kurt ¡yo te salve en el lago!, ¿lo recuerdas?—Rik dio unos pasos hacia
atrás.

Los demás individuos murmuraban entre sí y decían a los que preguntaban


qué pasaba, que Kurt los había traicionado y que se había ido al bando de los

Imox.

Kurt volteó a ver a sus compañeros así como a Rik y con coraje les dijo:

—El líder se fue, ¡simplemente se largó, nos abandonó y todos tenemos


derecho a los poderes del Mundo Blanco y del medallón!

—No sabemos qué pasó… Además, ¡Mundo Blanco va a quedar en manos

de estos asquerosos intrusos! ¿Qué no ves?, luego te darán una patada, por

favor no les creas—Rik lucía desesperado.

—¡Ya me dijeron los Imox que hay muchos medallones y el maestro nunca

nos lo informó!, sólo es cuestión de saber dónde están, por eso voy a ayudarlos

a obtenerlos, nos apoderaremos de los tesoros y yo me quedaré con unos.

—Basura, no les creas Kurt.


—¡Cállate!

—Son sólo patrañas. Eso es mentira, no hay más Yaax.

—¡Suficiente!—intervino Oko que estaba enojado, al momento hizo una


señal para que sus creaturas vinieran por Rik y lo apartaran. —¡Ya deja de

patalear!—gritó el principal de los Imox con voz fuerte y a la vez levantó a


Rik por unos momentos agarrándolo de su vestimenta.
—Si quieres seguir con vida será mejor que te calmes—sugirió Kurt.

Luego Oko lo dejó caer.


—No puedo creerlo Kurt…

—¡Ya no fastidies Rik!


—No seas ruin. De seguro te convencieron para que los ayudes, pero al
final ellos se quedarán con todo. ¡Entiende!—gritaba a lo lejos Rik que ya

estaba inmovilizado por un par de Imox.


Ciertamente a Kurt le desagradó que Rik asumiera el liderazgo y diera las

órdenes a partir de todas las desventuras que sucedieron en Mundo Blanco y

ahora ambicionaba tener mucho poder. Los enemigos lo convencieron con

facilidad para que los ayudara a averiguar dónde estaban los demás tesoros;
estas creaturas malignas no sólo venían por el Yaax de Nohek, sino que

además querían encontrar los otros tesoros, pero para ello, primero debían

apoderarse del Yaax de Itz.

En realidad como dijo Kurt sí existían otros medallones y no eran réplicas,

sino auténticos, cabe hacer hincapié en que los pobladores no tenían idea de

esto, aunque el maestro desde luego estaba al tanto de todo, pero desconocía

su ubicación; lo único que sabía era que los Yaax se hallaban ocultos en un

cofre debajo del mar en otro orbe, asimismo los tesoros eran de diversos
materiales o metales por lo que en su mayoría tenían tonalidades amarillentas

y brillaban tanto como el astro, en definitiva el líder de Itz no sabía dónde se

encontraban.
Los otros adversarios que andaban junto con Nohek, arribaron pronto al

palacio.
Gracias a que estos repugnantes seres (los que andaban con Rik) y unieron
sus poderes, también pudieron llegar rápido al Kolbe, ya que anteriormente

crearon unas bolas gigantes con la nieve, éstas parecían de plástico y adentro
iban los habitantes de Itz, así, rodando con rapidez avanzaban; de vez en

cuando los malignos las empujaban o lanzaban con gran fuerza, los pobres
lugareños parecía que se encontraban dentro de una lavadora (sus cuerpos se
golpeaban de una lado al otro sin control).

Los procedentes de la Ciudad Dormida también crearon algunos vehículos


pesados, parecían tanques con tracción de orugas, pero perfectamente

adaptados para avanzar en la nieve, el principal era llevado por dos perros

feroces e inmensos que lo hicieron avanzar a máxima velocidad mientras las

pelotas transparentes giraban; cuando llegaron a la parte del hueco de tierra,


los malignos se divertían lanzando las pelotas a la otra orilla, lo hacían con las

manos o a patadas, además hacían apuestas para entretenerse. Rik en esos

momentos pegaba con todas sus fuerzas el interior de la bola, quería salir de

ahí y ayudar a sus compañeros, pues veía que desgraciadamente unas esferas

no lograban pasar y caían con ellos al fondo; los enemigos disfrutaban el

suceso (ellos pudieron atravesar la brecha sin problema gracias a que sus

vehículos tenían un sistema de máxima velocidad).

Al entrar en el Kolbe - los imox que iban con Nohek - aterrorizaron a los
habitantes con su llegada, los aldeanos corrían pidiendo auxilio y un grupo

menor (en su mayoría zuris y kovis) consiguieron esconderse en el cuarto

secreto donde hallaron las mascarillas del elixir y las vestimentas, en seguida
se encerraron ahí, entre ellos, se hallaba la pequeña Keyla.

El maestro venía atado de manos y los lugareños pudieron ver que lo


llevaban al vestíbulo de las estalagmitas, algunos aldeanos también fueron
trasladados ahí. Mientras tanto Kurt recorría todo el palacio con ayuda de

varios imox, pretendían revisar todo el espacio para encontrar algo que los
llevara a localizar los otros medallones y por órdenes de él hicieron un

desastre, ahora todo era un tiradero, las cosas estaban fuera de su lugar y a
pesar de que este aldeano les avisó de los lugares ocultos y revisaron ahí, no
encontraron nada; en breve regresaron al salón con las manos vacías.

Ya en el vestíbulo de estalagmitas el líder seguía inmovilizado, aunque con


el medallón de forma invisible y se rehusaba a cooperar para cambiarlo. En

consecuencia los apestosos seres capturaron un bebé, uno de los imox lo

sostenía en sus brazos y la criatura lloraba sin control, así amenazaron a

Nohek a entregar el tesoro, y al ver que no cedía, le dieron un ultimátum: o el


Yaax o la vida del bebé. El dirigente ni se inmutó, por supuesto que trataba de

encontrar una solución; de inmediato los aldeanos le rogaban que por favor

salvara al pequeñín, así que tras unos segundos activó el medallón en modo

visible con un solo soplido, entonces dio una palabra desconocida y transportó

al chiquillo al salón secreto en un abrir y cerrar de ojos (ahora se hallaba a

salvo con los otros lugareños). Los abominables imox se enfurecieron al ver

que el líder hizo desaparecerlo, así que unos en venganza golpearon a varios

itzies.
—¡No!—enunció el dirigente sin dejar de ver a sus coterráneos y amigos

que yacían en el suelo malheridos.

Los demás adversarios se acercaron al maestro para tratar de arrancarle la


cadena con el medallón, no obstante, Nohek ya estaba libre de las muñecas,

pues había recibido ayuda de uno de los aldeanos para quitarle las ataduras
que lo paralizaban, por lo que pudo arrojar el tesoro a una esquina en el mismo
salón, de esta manera lo congeló en un bloque de hielo imposible de romper.

Los enemigos corrieron hacia el Yaax y de inmediato trataron de sacarlo, en


definitiva no había manera…

Con sumo coraje uno de los malignos lanzó varias veces al maestro de lado
a lado y cuando se desplomó quedó lesionado, también se lastimó el brazo con
uno de los picos; los otros imox usaban sus poderes para liberar el tesoro, pero

ni con fuego, ni sus armas, ni con cientos de poderes pudieron despedazar el


hielo.

Nohek se ponía en pie con dificultad cuando los enemigos soltaron un

gruñido al unísono que retumbó las paredes del salón, a la par, lo rodearon y

extendieron sus brazos para confinar al maestro a un territorio peligroso


(dentro del mismo reino de hielo); en realidad lo arrojaron al lodo y ahora

permanecía como espantapájaros, esta zona estaba ubicada cerca de la

montaña “Siete” y para llegar a donde estaba él, ahora había que cruzar varios

metros cubiertos de fango, lo peor de todo era que ahí se hallaban cientos de

plantas carnívoras de gran tamaño, lo que dificultaba más el acceso; aquello

fue obra de los propios imox que crearon todo eso estando a distancia en aquel

momento.

Rik en estos instantes estaba por ingresar al palacio central junto con sus
compañeros y demás imox, entonces las luciérnagas se aparecieron y en

conjunto los atacaban; ante aquella distracción el joven guía al igual que Timo,

lograron escaparse.
La pequeña Keyla estaba escondida y de hecho atestiguó todo lo sucedido

con el maestro en el salón de estalagmitas, cuando lo vio herido rodaron


cuantiosas lágrimas de sus ojitos, ella trató de no hacer ruido para evitar que la
descubrieran; posteriormente logró escabullirse justo cuando Rik trataba de

escapar y alcanzó a avisarle dónde estaba ahora Nohek, también le dio una
daga con la cual pudo liberarse de las mordazas al igual que a su compañero;

de inmediato la valiente pequeña regresó al cuarto secreto por la parte de


afuera y los muchachos se dirigieron hacia la montaña Siete.
Rik al enterarse por Keyla que el medallón estaba congelado, sabía muy

bien que se agotaba el tiempo de vida, ya que tampoco contaban con el agua
de la gran fuente que les ayudaba a subsistir (esta dejó de fluir en cuanto se

congeló el Yaax).

Después, en el camino se encontraron a otros dos sujetos, uno llamado Cori

y el otro Leroy, ambos que se les unieron para rescatar a su líder.


Rik mientras caminaba notaba que el territorio que siempre había estado

helado de punta a punta, ahora se derretía. Y al acercase más hacia el monte

este grupo se percató de que pronto llegarían a la zona perdida, porque se

toparon con algunos bichos que caminaban por el territorio blanco, incluso a

Timo se le subieron varios animalejos en el pie, al instante trató de quitárselos

de encima; posteriormente caminaron otro poco y al encontrarse con el lodo

vieron que el área era una inmundicia.

Los sujetos se quedaron un tiempo en la orilla del lugar viendo cómo se


comportaban las creaturas, entonces descubrieron que las plantas carnívoras

dormían de día y por la noche estaban alerta por si alguien quería traspasar

este territorio.
Cuando el astro rey salió fue el momento que aprovecharon ellos para

entrar a esta área, caminaban con dificultad entre el lodo y se hundían un poco,
en sí, les era muy cansado moverse, además trataban de no hacer ruido para no
despertar a estas singulares especies de plantas.

A estas horas todos estaban embarrados de fango de pies a cabeza y hacían


pequeñas pausas para recuperar las fuerzas, en realidad se les hacía eterno el

trayecto.
Al poco tiempo, inesperadamente comenzó a oscurecerse de nuevo y sólo
la luna llena les brindaba algo de iluminación, todos se extrañaron al verse en

las tinieblas tan pronto, en definitiva no contaban con que los imox acortaran
el día (lo hicieron usando su poder para que las plantas carnívoras estuvieran

más alerta y para ello las noches durarían más tiempo). Al instante se

preocuparon al verse entre la penumbra, aunque inexplicablemente las plantas

seguían adormecidas.
Posteriormente Timo pisó sin darse cuenta una de las ramas de estos seres,

entonces un grito apabullante comenzó a oírse - provenía de la planta -.

El joven pronunció: —¡Oh, oh!—ésta seguía chillando por lo que despertó

a las demás, todas movían rápido sus mandíbulas en defensa y los aldeanos

comenzaron a correr. Cori tenía una de ellas muy cerca de él, entonces

cubierto de lodo se quedó sumamente quieto para evitar que lo devoraran. A

Leroy le cayó un escupitajo de otra en los ojos y éste gritaba de dolor, al

segundo dejó de ver por un tiempo.


A partir de lo anterior todos se habían separado y trataban de alejarse de las

plantas como podían, ahora los aldeanos eran su presa y querían atraparlos;

esta especie era capaz de realizar movimientos rápidos en diversas direcciones


a pesar de ser muy grandes, abrían y cerraban las dos coberturas duras y

rígidas que poseían (parecían unas conchas de exoesqueletos de los moluscos),


ambas tanto arriba como abajo tenían espinas que se vislumbraban como
varios colmillos, si estas atrapaban algo de inmediato se afianzaban y sería

imposible escapar de ellas.


Timo se aferró a una piedra que encontró y allí se ocultó un par de minutos.

Rik pudo ir al auxilio de Leroy cuando gritó que no tenía visión, así los dos
ahora avanzaban esquivando los organismos vivos que los querían devorar.
Este grupo andaba entre la penumbra y todavía les faltaba mucho por

recorrer. El estar en este espacio se había vuelto una verdadera pesadilla para
todos, ya que estaban realmente agotados.

Más tarde, las plantas grandes de color verde se tranquilizaron un poco. Y

cuando volvió el día Timo murmuraba el nombre de sus compañeros, el

silencio prevalecía y con sumo cuidado trataba de hallarlos.


Los aldeanos tenían que aprovechar la luz para reencontrarse lo más pronto

posible y así poder llegar a Nohek.

Por otra parte los adversarios en un parpadeo habían creado una torre

precisamente al lado del Kolbe y así con ayuda de telescopios podían vigilar al

maestro - por ahora ellos estaban en un festín alardeando que se hallaban al

mando en el Mundo Blanco -, en eso Kurt estando en lo alto hizo una revisión

de rutina y se percató de que Rik iba en camino a rescatar a Nohek, en seguida

avisó a los imox y unos fueron tras él en el vehículo que parecía tanque con
los perros rabiosos.

Por sugerencia de Kurt, llevaron también a Yaya para poder amenazar a

Rik.
Timo todavía no encontraba a sus compañeros, asimismo ellos se abrían

paso en el fango. Cuando el más joven trató de matar una cucaracha que
recorría su brazo izquierdo, de reojo logró ver a Cori, entonces le gritó para
que lo esperara, él volteo y sus labios pronunciaron: —¡Timo!, al instante una

planta carnívora detrás de él se despertó y con mucho sigilo se preparó para


atacarlo, sin embargo, él no se percató, ya que le sonreía a su amigo y con

pasos lentos se le acercaba. Timo también se sentía aliviado de toparse con


uno de sus compañeros y avanzó hacia éste. La planta que se acercaba a Cori y
en segundos lo atrapó, él gritaba, pero no servía de nada, ésta lo había sujetado

con fuerza, incluso se cerró y luego lo devoró.


Timo presenció esa terrible situación, primero se quedó pasmado, pero

después trató de abrir la planta, le pegaba con fuerza, aunque era inútil;

además otras creaturas se acercaban a él, por lo que salió despavorido; cuando

pudo tomar un respiro se sentó y lloró desconsoladamente abrazando sus


piernas, al poco tiempo se quedó dormido.

Tras un período este joven sintió que algo lo tomaba por el hombro,

despacio se despabilaba y por la cerrazón no podía ver bien, con mucho miedo

movió con cautela su cabeza hacia un lado.

—Timo…—alguien susurró su nombre, era Rik. En cuanto cruzaron las

miradas se abrazaron, Leroy iba también. Rik estaba muy contento por

encontrar al joven y le preguntó por Cori, Timo agachó la cabeza y al instante

cerró los ojos en señal de que lo habían perdido; Rik lamentó lo sucedido y en
seguida se limpió las lágrimas, asimismo todos juntaron sus puños haciendo

una plegaria por su compañero fallecido.

De pronto las plantas despertaron de nuevo y empezaron a atacarlos, ellos


comenzaron a esquivarlas.

Este grupo ya había cruzado media área, igualmente sólo un par de


luciérnagas pudieron atravesar este lugar, estas al llegar al maestro brillaron en
gran medida, entonces él supo de inmediato que Rik venía a su rescate.

Más tarde a lo lejos pudieron ver a Nohek, todos se alegraron y recuperaron


su energía (el líder estaba inmovilizado en unos maderos como un

espantapájaros), si bien su gozo duraría pocos segundos, ya que de pronto


oyeron un crujido feroz, eran los imox que se encontraban justamente atrás de
ellos a tan sólo unos metros.

—¡Atrapen a las sanguijuelas!—gritó uno de ellos.


Rápido los lugareños comenzaron a correr hacia el dirigente y las plantas

carnívoras chillaban sin control; los enemigos de los aldeanos atacaron a sus

propias creaturas, pues su sonido les era ensordecedor.

Favorablemente Timo logró escabullirse de las garras de uno de estos


abominables seres, aunque ahora estaba perdido, quería retomar el rumbo para

ir directamente hacia el maestro, que por cierto, ya no lo veía a lo lejos.

Tanto Rik como Leroy pudieron llegar al dirigente, en seguida lo desataron

y juntos emprendieron la huida. Cuando retornaron había un silencio total, de

hecho no se visualizaban ninguno de los procedentes de ciudad dormida, así

que aprovecharon lo más posible para andar libremente, ahora debían hallar a

Timo a como diera lugar, por cierto él se había acostado para pasar

desapercibido ante los malignos, ahora uno de ellos con su olfato rastreaba su
presencia, estaba a centímetros del muchacho, tanto que hasta podía percibir

su aliento; el joven contenía la respiración y el enemigo estaba a punto de

pisarlo, afortunadamente pasó de largo sin notarlo.


Nohek le contó a Rik que el medallón se ubicaba congelado en el salón de

estalagmitas, además le avisó que irían por uno de los túneles secretos para
llegar a él, porque el palacio estaba rodeado de los malignos. Ambos estaban a
punto de salir de esta zona cuando se detuvieron a platicar todo esto, Leroy

estaba con ellos, pero andaba totalmente desorientado, aún no recobrara del
todo la vista, veía borroso por lo que dio unos pasos en otra dirección y los

demás no se dieron cuenta, acto continuo fue atrapado por uno de los
depredadores de insectos, que en segundos se lo tragó. Sus compañeros
voltearon a su alrededor, estaban apesadumbrados al escuchar semejante ruido,

sabían bien que alguna planta que no había sido exterminada por los imox
había atrapado a su camarada, sin embargo, tuvieron que seguir en la búsqueda

de Timo.

Los provenientes de ciudad dormida se hallaban extraviados en este terreno

lodoso debido a que las plantas al haber expirado esparcieron un gas que nubló
su vista, incluso después los adormeció por un olor espantoso que se generó,

en verdad fue muy tóxico para ellos.

El más joven ahora estaba trepado en un conjunto de plantas muertas para

ubicarse en lo alto, al observar a sus compañeros brincó para acercarse a ellos,

el líder se llevó un gran susto, pero cuando lo vio se puso contento; al fin

estaban juntos y regresarían al palacio por el Yaax, esta vez irían por un túnel

escondido que el maestro conocía bien. En poco tiempo pudieron llegar al

pasadizo por un costado de la montaña Siete, ahí había un hueco que el


dirigente ubicó quitando un poco de nieve, asimismo les pidió que bajaran y

confiaran en él (había un tubo que parecía un tobogán, éste los arrojaría debajo

de la tierra).
Ahora mismo caminaban por ahí y estaban a salvo, era como andar en un

tubo de drenaje, este era suficientemente grande para que el maestro y los
jóvenes pudiesen andar a pie; asimismo ahí había mucha luz, pues todo
alrededor se apreciaba limpio.

Los enemigos jamás darían con este sitio, en estos momentos apenas se
despertaban, al llegar donde habían dejado a Nohek se irritaron al darse cuenta

de que este se había esfumado.


Yaya permanecía en las orillas del fango con otros malhechores, cuando
supo que no encontraron a Rik se sintió de maravilla.

Los imox regresaban al Kolbe y a su paso usaban sus poderes para hacer
una réplica de su Ciudad Dormida en el territorio de hielo, parecía ahora un

mundo negro en lugar de mundo blanco; había fango por doquier, así como

insectos, arañas, escarabajos y hormigas, entre otros animales; la nieve estaba

siendo reemplazada por lodazal y en general la región de Itz parecía un


pantano infinito. A pesar de ello, Bianca pudo completar el rompecabezas y

logró terminar el cubo, situación que apoyó a detener la destrucción de este

orbe. Ella y los demás pequeños estaban resguardados en una bóveda oculta.

Los lugareños que yacían en el pasadizo subterráneo estaban a punto de

llegar al Kolbe, pero por otra compuerta secreta que daba al salón de

estalagmitas. El maestro para abrir una enorme roca que obstruía el paso

pronunció un par de palabras a modo de contraseña, al instante comenzaron a

formarse unas piezas que encaban entre sí, similar a un engranaje, entonces el
tubo o pasadizo que pisaban giró para un lado y la roca para el otro (al pasar

esto ellos flotaban como lo hacen los astronautas cuando experimentan la falta

de peso o ingravidez en las naves espaciales). Posteriormente todo se quedó


quieto y la roca comenzaba a difuminarse ante sus ojos, de esta manera

pudieron ingresar al vestíbulo y ahora estaban rodeados de los cientos de


picos; una vez que entraron en seguida se formó de nuevo el pedrusco que
obstruía el paso y en silencio caminaron hacia el fondo para adquirir el

medallón.
En breve Rik, el maestro y Timo estaban a un metro del Yaax.

—Bien ¿ahora cómo lo sacamos del bloque?—preguntó con curiosidad


Timo.
—Shhhhh—pedía silencio Rik.

Unos cuantos adversarios hacían guardia afuera en el pasillo, uno de ellos


oyó voces, por lo que se acercó y se asomó al salón, entonces vio a los itzies;

los malignos se quedaron en silencio y uno de ellos hizo señas a los demás

para que dieran la alerta y fueran por refuerzos.

—Tranquilos yo sé cómo sacarlo de ahí—pronunció Nohek, todos estaban


inmersos en el tesoro.

—¡Genial!—sonrió Timo sin dejar de ver el Yaax.

El maestro se acercó más al medallón y con la palma de su mano tocó unos

cuantos picos del suelo que estaban alrededor, éstos simultáneamente hacían

un sonido como las claves de notas musicales, además las protuberancias se

iban alumbrando de diferentes colores. Al terminar, el medallón emergió del

bloque con gran facilidad.

Oko se hizo presente junto con su ejército y los lugareños quedaron


rodeados de enemigos.

—Vaya, vaya, vaya… ¿Tenemos intrusos?—se carcajeaba Oko, al igual que

sus súbditos.
Timo y Rik giraron, ahora veían de frente a los imox.

El maestro también volteó y expresó:


—¡No se acerquen!
—No están en condiciones de pedir nada, ¿o no jefe?—emitió uno de los

subalternos.
—¡Miren el medallón está libre!—formulaba el jefe de los imox mostrando

los colmillos, acto continuo sin darle importancia a la advertencia de Nohek


dio unos pasos hacia el frente.
Los aldeanos movieron sus piernas para irse y al punto se oyó:

—¡Alto! ¡No se muevan!—dijo en tono amenazante otro de los enemigos,


el que sostenía una lanza enorme en sus manos.

El líder miró a sus aldeanos sin decir una palabra.

En eso llegó Kurt y no estaba solo, traía a Yaya.

—¡Yaya!—pronunciaron los labios de Rik.


Ella emitió una pequeña sonrisa.

—¡Mira a quien te traje Rik!, ¿no me lo agradeces?

—¡Ni se te ocurra hacerle daño Kurt!—Rik dio unos pasos hacia ella, pero

de inmediato los adversarios se acercaron a él de forma amenazadora.

—A mí no me amenaces, créeme no te conviene; la vida de Yaya y tu hijo

están en mis manos, más bien, en tus manos, así que no intentes nada—decía

Kurt.

Rik estaba totalmente desconcertado, miró a Yaya y ella afirmó lo que dijo
Kurt con un movimiento de su cara.

—¡Ay qué momento tan conmovedor!—comentaba Kurt. —¿En serio no

sabías que va a tener un engendro tuyo?


—¡Aléjate del tesoro!—ordenó Oko gritando a Nohek al ver que se movía,

éste extendió las manos hacia arriba en señal de paz. Timo avanzaba despacio
unos cuantos pasos hacia atrás.
—Mira Oko…—pronunciaba Nohek.

—¡Un movimiento más y termino con tu comunidad, ahora mismo!


¿Entendido? ¡Ahora Itz me pertenece!

Nohek movía la cabeza en señal de negación.


—Y no sólo eso, ¡si no quieres que los tuyos mueran o desaparezca tu reino
tendrás que decirnos dónde están los demás tesoros!

Rik veía a Yaya que lloraba a mares y los imox le avisaron a él que no
intentara nada si quería ver algún día a su hijo.

—Aguarden, no le hagan daño—pedía Rik.

—Pues depende de ti y sobre todo del maestro. Tienen que cooperar o…—

afirmaba Kurt.
Uno de los Imox se aproximó a la amada de Rik y con un arma apuntaló su

vientre de forma amenazadora.

—No por favor, ¡déjenla ir!—expresó en voz baja Rik y a la vez derramaba

algunas lágrimas, al segundo estaba hincado.

—Pues dile a tu adorado “lídercillo” que escupa la verdad—vociferaba

Kurt.

—Me estoy cansando de esto…—indicaba Oko con su voz rasposa.

—¡Pero eso de la existencia de los medallones no es cierto!—decía Rik


desesperado.

—Kurt ayúdanos por favor, esto se está saliendo de control; no permitas

que estos monstruos se apoderen de Itz, ¡es tu casa!—pedía en tono de súplica


el maestro.

—No dramatices… Y te equivocas, yo no tengo casa, además con los otros


medallones podré tener los mundos que yo quiera a mis pies. No me vengas
con palabrerías y más te vale cooperar.

¿En verdad se va a quedar callado sabiendo que es verdad lo de los


medallones?—enfrentó Kurt a Nohek que se quedó mudo.

Oko sacó una de sus armas, seguía amenazando con matar a Yaya, pero no
sólo eso, sino también en aniquilar a todos los habitantes si no les decía la
verdad sobre los demás tesoros. Asimismo, este cabecilla se acercaba para

tomar el Yaax que flotaba sobre el bloque de hielo, lo quería tener ya entre sus
asquerosas manos.

Nohek al ver que Oko daba pasos hacia el tesoro de Itz, le aseguraba que no

había otros medallones, gritaba que estaba equivocado y el cabecilla le

indicaba que se le acababa el tiempo, que le dijera con absoluta precisión


dónde se hallaban o se iba a arrepentir.

El maestro seguía negando todo, Oko se acercaba más y más al rincón y

enseñaba sus filosos colmillos, sus ojos se veían como en trance al visualizar

el ansiado medallón.

—Maestro ¡haga algo!, ¿está seguro de que no hay otros Yaax, cierto?—

pronunciaba Rik al ver en peligro a Yaya.

Nohek agachó la mirada, entonces el joven se dio cuenta de que lo que

decía Kurt era verdad.


—¡Entonces sí es cierto!—pronunció el amado de Yaya sorprendido.

—Ahí lo tienes, el maestro es un mentiroso, sólo quiere el poder para sí

mismo—gritó el traidor de la comunidad.


—¡Cállate Kurt!

—No lo haré, aquí ya no manda “el maestro”, que no se te olvide. ¡Y no me


colmes la paciencia u ordeno que te eliminen y también a él!
—¡Dígales ya maestro!—expresaba gritando y en tono de mandato Rik.

El líder ni pestañeaba estaba inmerso en lo más hondo de sus pensamientos.


—¡Le ordeno que no se quede callado!—ahora Rik se acercaba a Nohek de

forma amenazante.
—Ey Rik, tranquilo—expresaba Timo temiendo que le hiciera daño al
dirigente.

—¡Entiéndeme, la vida de mi Yaya y mi bebé están en peligro…!—exponía


Rik alterado.

El cabecilla de los imox se lanzó directo al medallón y al brincar para

obtenerlo, el Yaax se esfumó por completo, debido a que el maestro pudo decir

a tiempo un vocablo que hizo que el tesoro se trasladara directo a su cuello, así
Nohek se había desplazado unos metros en el aire y en cuanto alcanzó el Yaax,

en segundos ambos desaparecieron. de esta forma, el abominable imox ser

cayó sobre el bloque de hielo.

—¡A ellos!—ordenó Kurt a los seres malignos para que capturaran a los

aldeanos y a su vez fueran a ayudar a su jefe. Asimismo, los picos de

estalagmitas comenzaron a desprenderse y comenzaron a atacar a los imox,

por todos lados eran lanzados como proyectiles a sus cuerpos y ellos trataban

de esquivarlos.
Timo salió corriendo y entre la confusión del momento logró salir a la zona

de las esculturas de hielo, ahí se quedó escondido. Rik agachó la mirada hacia

el suelo al perder el equilibrio por el movimiento de los picos, entonces se dio


cuenta de un mensaje que el maestro puso ahí antes de dispersarse y sólo él

pudo vislumbrarlo; el texto decía que lo veía urgentemente en el teleférico que


estaba atrás del palacio (éste estaba cubierto por una muralla de árboles, por
eso los imox no se percataron de su existencia).

Después Rik dirigió la vista a su amada y trató de llegar a ella.


—Llévensela—gritaba Kurt refiriéndose a Yaya, ésta en seguida fue llevada

a otro lado.
—Yaya, Yaya—clamaba Rik a todo volumen, sin embargo, al darse cuenta
de que no podía alcanzarla decidió ir por el laberinto que lo llevaría al cuarto

secreto.
—¡Inútiles! ¡Son una bola de ineptos!—vociferaba Oko al ver que no

estaban los aldeanos, pero sobre todo debido a que el medallón se había

esfumado, gruñía en sin cesar del coraje que le dio.


Rik entró al cuarto secreto y al ver que había itzies con premura les contó el
plan a seguir, primero les pidió que guardaran silencio, entonces todos

subieron las escaleras y salieron por la compuerta que daba a las flores de

invierno, así logró liberarlos. Timo al ver al grupo de inmediato se unió a ellos

y en cuanto se reencontraron festejaron por unos segundos.

—¿A dónde vamos?—preguntaba Timo a Rik.

—El maestro me dijo que nos encontráramos en el teleférico.

—Pero hay muchos más aldeanos sometidos.

—Lo sé, pero primero hay que hacer lo que el líder nos pide y luego

vendremos por ellos.


—De acuerdo—decía el jovencillo.

Detrás de que salieron los aldeanos las esculturas cobraron vida, Nohek
activó la magia del Yaax para ello y ahora atacaban a los imox, los combatían

para resguardar al grupo de aldeanos que habían emprendido la huida. Oko


ordenó a sus feroces perros atacarlas, pero las figuras consiguieron herirlos

con las filosas espadas que unas llevaban consigo.


Al paso de un periodo los más pequeños lloraban, pues estaban cansados de
tanto caminar, Rik repetía que tenían que ser valientes y pedía que aceleraran

el paso, le preocupaba que los enemigos los alcanzaran; al poco tiempo los
pobladores de Ciudad Dormida siguieron sus huellas en la nieve e iban tras
ellos.

El maestro recorrió ese mismo tramo al igual que Rik, pero minutos antes
volando sobre el Yaax, por eso llegó en un santiamén a donde se encontraba el

teleférico; antes de entrar y movilizarse hizo uso del tesoro, este colgaba ya de

su cuello y entonces lo colocó en dirección hacia el cielo, pronto el medallón

se agrandó y de él brotaron unos destellos que parecían chispas de metal, esto


era una señal para los mundos más cercanos y hacer del conocimiento a sus

dirigentes que algo grave estaba pasando, pero sobre todo, para pedir ayuda

(obviamente los encargados no descuidarían sus respectivos universos).

El maestro necesitaba apoyo para expulsar a las abominables creaturas de

su reino y por eso se comunicó con otros líderes, en realidad no esperaba que

llegaran otros seres a su auxilio, sino que a través del medallón se acumularan

los poderes de otros reinos para potencializar su poder; los imox a lo lejos

vieron la señal en el cielo y se apresuraron para allá. Pronto las chispas


cesaron y el líder descansó un poco, tras una pausa volvió acomodar el

medallón hacia arriba y ahora otros destellos provenían de arriba, así los

poderes se guardaban en el Yaax.


Rik llegó a lo alto - donde se ubicaba la cabina - junto con Timo y los

demás aldeanos, poco a poco subían para cruzar a otro gran espacio de Itz,
aunque esa ruta no llegaba a los límites del reino. Nohek quería desterrar lo
más pronto posible a los adversarios, aunque esperaba que la mayoría de los

aldeanos estuvieran a salvo.


En varias ocasiones trasladaban a los habitantes hasta que todos llegaran al

otro paraje donde se hallaba un hermoso carrusel, a los kovis (pequeños) les
gustaba mucho esta atracción, era una gran plataforma giratoria con figurillas
de hielo que se elevaba a gran altura, así daba varias vueltas y al paso de un

tiempo la maquinaria se volteaba por completo por lo que todos giraban de


cabeza. En esta área también hay una fuente, cuya agua siempre fluye y los

aldeanos beben de ésta con frecuencia, el sabor es dulce y les ayuda a estar

sanos, ya que en este mundo no existen las enfermedades.

Cuando por fin caminaban en este sitio, se oyó lo siguiente en un altavoz:


—Hola Rik, ¿cuál es la prisa? Si quieres salvar a Yaya ¡regresa!—reía el

cabecilla de los imox.

El muchacho hizo alto total, volteó a ver tanto al líder como a Timo.

—No vayas, de seguro es una trampa—opinaba uno de ellos.

—No Timo, no la puedo abandonar.

—Bien… Anda ve por ella. Yo llevaré a los demás, no podemos esperarte,

si cuando regreses no distingues nuestro rastro las luciérnagas te ayudarán.

—¡Está bien!
Rik regresó y corrió como loco hasta que vio a Yaya que se hallaba en el

transporte aéreo sola, los malignos hacían todo lo posible para destruirlo, unos

estaban trepados golpeando el teleférico para que cayera, asimismo otros, a lo


lejos utilizaban correas largas para tumbarlo. Los gritos de su amada se oían

sin cesar, Yaya pedía auxilio y por momentos se asomaba por la ventana.
—¡Mi amor, tranquila!—profería Rik.
Kurt del otro lado reía, ahora tenía el altavoz.

A estas alturas del partido era imposible que Rik llegara hasta donde estaba
ella. La cabina se movía mucho, ya que los adversarios habían cortado uno de

los cables.
—¡Déjenla en paz!—gritaba Rik. —¿Dónde rayos está el maestro? ¡Nohek!
¡Ayuda!

El teleférico seguía sacudiéndose de lado a lado.


—¿Qué esperas para rescatar a tu amada?

—¡Eres un ruin!

—Ay, pero mira cómo me ofendes…—se oía aún su voz en megáfono.

El transporte en estos instantes permanecía ladeado, estaba a punto de caer.


Nohek estaba solo y a lo lejos (estaba suspendido en el aire), desde allá

activó el medallón y con su poder hizo que los imox se dirigieran en el aire

hacia la zona del socavón, es decir, los seres abominables iban siendo

arrastrados por el Yaax, era como si un imán gigante desde arriba los atrajera,

al igual que sus armas. El tesoro era manipulado por el líder que yacía parado

sobre él, de esta manera volaba, ya que el medallón se había convertido en la

base circular transparente.

Las luciérnagas se juntaron donde se localizaba Rik e hicieron una

formación especial, se ubicaron abajo del teleférico, parecían una red; de esta
manera él podía atravesar para llegar a la cabina, ésta seguía inclinándose cada

vez más.
—Detente miserable—gritaba Rik a Kurt con todas sus fuerzas al ver que

se acercaba a Yaya estando del otro lado (su adversario había logrado trabar
una de las correas largas al transporte y en seguida la usó para treparse en

ella).
—¡Te aborrezco Rik y no vas a lograrlo!—el enemigo de Rik hizo uso de
una de las armas que quedaban a su disposición, ésta lanzaba llamas y la

utilizó en seguida, disparaba una y otra vez sin parar.


—Te voy a derribar…—Rik esquivaba los fogonazos como podía, a la vez
se dirigía a Yaya y ella pegaba de gritos; afortunadamente el lanzador se trabó,

entonces Kurt cegado por la furia decidió ir contra él.


En breve Rik extendía su mano y le decía a la fémina que saliera, ella tenía

tanto miedo que se quedó pasmada.

—Ey Yaya, ¡sal ya!—expresaba el lugareño desesperado al ver que Kurt

llegaría rápido.
—Por mi cuenta corre que no sales de esta—Kurt vociferaba.

—¡Vamos! ¡Mírame Yaya!—ella tenía la mirada perdida. —Linda, ¿puedes

escucharme? ¡Yaya!

—¡Rik!—pronunció Yaya casi murmurando, sus ojos lo miraron y se

engrandecieron.

—Sí mi amor, soy yo; vine por ti. Tenemos que irnos.

Cuando Rik al fin sostenía la mano de su amada, Kurt le apretó el otro

brazo y luchaba por jalarla.


—¡Suéltala!

—No lo haré.

El traidor hacia todo lo posible para que la fémina cayera.


—Te juro que no vas a ganar Rik—gritaba Kurt.

Yaya en estos momentos soltó la mano de Rik, además tenía sólo un pie en
la cabina, se afianzaba con todas sus fuerzas a la puerta, pero Kurt no la dejaba
en paz; Yaya tenía los nervios hechos trizas y se tocaba el vientre.

—¡Basta!—gritaba ella en sollozos.


—Ya déjala en paz, ¡te lo advierto!—emitía Rik, su voz sonaba

amenazadora.
—Ella no se irá contigo, ¡me oyes! Es más, despídete porque ya nunca la
vas a volver a ver—decía Kurt hecho un energúmeno, de pronto dio un jalón

definitivo y así logró halar a Yaya; ella soltó un gran alarido al salir de la
cabina y ahora permanecía hincada y sujetada a la mano de Kurt, ambos

estaban sobre la correa y cuando él tenía planeado empujarla dicha liga se

trozó.

El traidor cayó al vacío y Yaya pudo ser sujetada por Rik que aún
permanecía parado sobre la red, los dos con gran esfuerzo intentaban entrar a

la cabina; al poco rato respiraban llenos de alivio.

La pareja se abrazaba cuando los interrumpió los ruidos que hacía la cabina

al deslizarse más, entonces las luciérnagas se acercaron a la cabina y ellos

salieron de inmediato, asimismo pisaron la malla que los bichos de luz

formaron.

—Todo está bien—la consolaba Rik. Mientras tanto, las luciérnagas se

agrupaban aún más y en conjunto se desplazaban hacia la orilla, los animales


de luz parecían ahora una plataforma que se movía en el aire y al llegar a la

nieve se desintegraron; ambos no se dieron cuenta de esto hasta después.

Pronto comenzó a caer la noche. El dirigente del reino de hielo seguía


reuniendo a todos los imox desde lo alto, justo estaba arriba donde se partió la

tierra; algunos malignos yacían todavía esparcidos en diferentes puntos del


territorio de Itz, cada uno dejaba de tocar el suelo y era alzado por el Yaax,
más bien, los malignos eran atraídos hacia el medallón aunque no quisieran y

eran ubicados bajo éste; al poco tiempo los adversarios parecían una enorme
colmena de abejas suspendida en el aire y cuando el líder juntó a todos, los

arrojó directo a la abertura y cayeron.



El maestro estaba contento de haber lanzado a los imox al fondo de la
tierra, no obstante, al poco tiempo se dio cuenta de que Oko faltaba, en estos

instantes él hacía todo lo posible por sostenerse de la nieve con unos picos que
clavó ahí, además gracias a que varias armas quedaron colgando en el

territorio de nieve, éste pudo resistirse y no cayó como los demás; en cuanto

pudo estar de pie comenzó a usar sus poderes, empezó atraer armas desde el

fondo hasta que juntó varias y logró hacer una licuadora gigantesca, este
artefacto se hallaba suspendido en el aire y se ubicaba a pocos metros del

maestro, asimismo estaba repleto de filosas aspas que giraban a gran

velocidad. Oko quería arrastrar a Nohek hacia el aparato.

—¡Tú te irás a el fondo, no yo!—increpaba el maligno que con éxito

arrastraba al maestro hacia el artefacto, igualmente lo dirigía hacia el hueco.

Nohek utilizaba el medallón para contrarrestar la fuerza de su oponente.

Oko al ver que el maestro estaba a punto de tocar con su pie las aspas reía

como loco. El líder al no poder luchar más y al verse dentro del artefacto juntó
sus manos y formó una bola con las chispas de los otros poderes (otorgados

por los líderes de otros mundos), cuando la luz era segadora la lanzó al fondo

del aparato y la luminosidad a la vez rebotó a su enemigo, por lo que ambos


fueron arrojados al hoyo; después la tierra se cimbró y al instante se cerró.

El maestro respiraba de forma acelerada, se sentía realmente exhausto, pero


funcionó su proceder. Los imox fueron condenados a lo más profundo de la
tierra, asimismo quedaron completamente congelados.

¡Los aldeanos ya estaban a salvo!, fueron liberados y una vez que salieron
se reunieron afuera del Kolbe, en seguida Nohek se dirigió a reunirse con

ellos, todos le dieron la bienvenida y la felicidad embelesó de nuevo a la


comunidad.
Pronto todo regresó a la normalidad en el reino de Itz, desapareció la

mugre, el lodo y los bichos que habían producido los malignos. Las casas -
con ayuda del Yaax - estaban reconstruidas en un soplo al igual que las

esculturas de hielo y el teleférico, en general el maestro arregló todos los

desperfectos que había.

Desde entonces cada luna llena se conmemoraba el suceso con un gran


festejo y la mágica aparición de unas pequeñas bolitas que se hallaban

enterradas en la nieve (alrededor de la fuente), eran de varios colores y sólo se

encontraban en esta época; así que los lugareños se reunían y corrían

entusiasmados a buscar las esferitas, juntaban varias hasta tener suficientes

para realizar adornos, las zuris hacían collares o pulseras con ellas y si las

tenían puestas y giraban, sus vestimentas cambiaban de colores de un

momento a otro.

Esa misma noche retornó la calma al territorio blanco. El Yaax resplandecía


como nunca y permanecía como de costumbre en el cuello del maestro.

Asimismo, los aldeanos estaban llenos de alegría y preparaban una gran fiesta

para celebrar la victoria.


¡Las auroras boreales reaparecieron y al fin la paz regresó a Mundo Blanco!


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