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El hambre Manuel Mujica Láinez

El hambre Manuel Mujica Láinez (en Misteriosa Buenos Aires) El cuento “El hambre”, de
Manuel Mujica Láinez (argentino- 1910-1984) pertenece a su obra Misteriosa Buenos
Aires, serie de relatos que se constituyen en una rememoración de la historia española y
argentina. El relato El hambre está basado en un hecho real que consta en las crónicas de
Ulrico Schmidl, uno de los primeros cronistas de las Indias, que viajó con Pedro
de Mendoza a América. “El hambre” retoma el dato histórico principal de la crónica de
Smidl: “ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano”. MM Láinez
nos presenta este acto de antropofagia con todo un ropaje estético literario propio de su
prosa; en este caso, a través imágenes y metáforas excelentemente logradas. La historia
de Mujica Láinez ubica sus hechos en los días posteriores a la primera fundación de
Buenos Aires, a cargo de Pedro de Mendoza y sus hombres. La acechanza de los indios es
abrumadora para los españoles, quienes están al borde de sus fuerzas, acuciados por el
desabastecimiento y el hambre. Pedro de Mendoza agoniza en su tienda, donde
contrastan los lujos y la suntuosidad de las pertenencias que el español trajera desde su
tierra, con las oleadas de putrefacción de los cadáveres en descomposición que rodean su
tienda de campaña. Baitos, el ballestero español, es el personaje principal. Resentido y
consumido por el odio a sus superiores, los considera soberbios y vanidosos, aun ante la
situación límite que todos están viviendo Deplora sobre todo la arrogancia de Bernardo
Centurión, quien en medio del dramatismo reinante se pasea con su abrigo de pieles y
ostenta el brillo del oro en sus anillos. El relato muestra el odio y la desesperación de
Baitos en un crescendo que parece ya conducirlo a la locura. Especula cómo hacer para
saciar su hambre. Piensa complotarse con su hermano Francisco, quien también forma
parte del grupo de españoles, para poder conseguir comida. La idea surge clara en medio
de las antorchas y los gritos de los indios, cercanos al fuerte español. El ballestero le
propondrá a Francisco que maten a Bernardo Centurión, el más odiado de todos sus
superiores, para comérselo. En la oscuridad de la fría noche, Baitos cumple con su
función de custodio. Aprovecha la soledad y el silencio para terminar de definir su plan.
Ve a lo lejos a Bernardo Centurión en su atavío de pieles, y el odio transformado ya en
locura y enajenación, se hace presente. Decide entonces consumar el asesinato.
Enceguecido, hunde su cuchilla a través de la gruesa piel del abrigo del español; el acero
llega hasta la carne del enemigo y Baitos hinca sus dientes. Hasta que de pronto, éstos
chocan con el anillo de su hermano Francisco, quien se le ha adelantado en el asesinato
de Centurión y se ha vestido con su propio abrigo de pieles. El grito desesperado de
Baitos irrumpe en plena noche. Acaba de tomar conciencia de que ha ultimado a su
propio hermano, reconociéndolo por el anillo que su madre le entregara antes de partir
hacia América.

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