Sie sind auf Seite 1von 8

LA ORGANIZACIÓN DE LAS ENTIDADES TERRITORIALES EN

COLOMBIA

DELIA LORENA AROCA ORTIZ

COD: 050950332017

UNIVERSIDAD DEL TOLIMA

FACULTAD DE EDUCACIÒN

LICENCIATURA EN CIENCIAS NATURALES

IBAGUE

2018
LA ORGANIZACIÓN DE LAS ENTIDADES TERRITORIALES EN
COLOMBIA

La constitución del año 1991 en Colombia, trajo consigo el desarrollo de una


serie de estamentos jurídicos altamente novedosos, introdujo garantías ciudadanas,
una amplia gama de mecanismos de participación y reestructuró la organización de
las entidades territoriales en Colombia, en su conformación geográfica, los cambios
no fueron sustanciales, no obstante, en las prerrogativas, funciones y las facultades
a su cargo, la transformación del andamiaje estructural del país se vio altamente
diversificado, dando paso a unas entidades territoriales más fortalecidas y con una
capacidad de acción mayor, más aun sí se hacía una comparativa con la estructura
y el modelo imperante en la constitución anterior, donde la centralización del Estado
reducía el margen de acción institucional de esas entidades territoriales.

Así, es imperioso reconocer que la Constitución del año 1991, es la


consecuencia de la beligerancia entre fuerzas políticas y grupos sociales altamente
diversos, pues por primera vez existía una representación de todos los grupos
sociales por disimiles que fuesen sus convicciones, que convenían en un gran
acuerdo nacional por la unidad del Estado y el fortalecimiento institucional, por tanto,
esa pluridiversidad en la participación llevó a tocar temas de vital importancia para
reorientar el funcionamiento estatal y con ello dar asiento más profundo a las bases
de esa nueva estructura estatal, que buscaba dar cabida a todos y corregir los
errores tan costosos para el Estado desde su existencia republicana.

Muchos fueron los temas álgidos que se tocaron alrededor de la


constituyente, sin embargo, como lo refiere Estupiñan (2012), la reorientación del
modelo estatal y el choque entre centro y periferia en torno a la idea del Estado
unitario, fue uno de los temas con mayor convergencia de ideas y que mayor tensión
generó, pues ello no solo implicaba de suyo una forma de división geográfica o socio
política del Estado, sino más allá, llevaba a la reasignación de recursos, la
distribución del poder y la perdida de dominio del centro, para dar espacio a que las
regiones fuesen propietarias de su propio rumbo y su desarrollo fuese orientado por
sus propias políticas, es decir, implicaba una autonomía relativa pero nunca antes
vista en las regiones.

Por tanto, refulge imperioso a partir de lo que aquí se desarrolla, sustentar la


tesis de que, es el título XI, de la Constitución Política de Colombia, que atañe a la
organización territorial en Colombia, la que más cambios introdujo al modelo estatal
colombiano y que más reformas implicó para el andamiaje institucional del país;
pues es indudable la influencia de la reasignación de competencias a los entes
territoriales, el cambio de un modelo esquemático del Estado jerarquizado en el nivel
central y subsumido a un poder constituido en la capital del país, dando cabida a
uno en que las competencias estaban repartidas en todos los niveles y la capacidad
de decisión dejó de ser una prerrogativa del orbe central.

De esa manera, un desarrollo cabal de lo planteado, exige hacer un barrido


esquemático y muy genérico de los cambios allí introducidos, pues aunque en la
Constituyente de 1991 hubo planteamientos múltiples de como reorientar la
organización del Estado colombiano, variando entre federalismo y regionalismo
hasta la conformación de una república unitaria, es ésta última la que se adopta y
transforma el modelo territorial en Colombia, aunque bien, siguiendo con lo
expuesto por Estupiñán (2012), la propuesta de constituirse en república unitaria
pero con autonomía de las regiones, fue fuertemente atacada, por el temor de la
fragmentación y el protagonismo que pudiesen tener los actores armados ilegales
en esos territorios, como consecuencia de la autonomía que habían logrado esas
entidades territoriales, ello no era más que un temor infundado y altamente
propiciado por los capitales políticos mayoritarios en el nivel central que veían como
ello podría ser la pérdida del control económico del país en manos de unos pocos.

Ello como antesala a lo vivido en el proceso para el desarrollo de la propuesta


de unidad territorial pero a su vez con independencia relativa, proceso entendido
dentro del marco de las nuevas prerrogativas dadas a las entidades territoriales, con
el fin de propiciar su desarrollo y enfilar los recursos económicos en pro del
fortalecimiento de esas unidades o porciones territoriales, que denominó la
Constitución Política de 1991 como entidades territoriales, dentro de las que
clasificó a los departamentos, los distritos, los municipios y como innovación
sustancial dentro de ese marco de agrupación y reconocimiento de todas las
porciones territoriales, agregó a los territorios indígenas, muestra significativa de la
apropiación de todos los espacios sociales y de la conformación de los integrantes
del territorio colombiano, quedando abierta además la posibilidad de constituir como
entidad territorial a las regiones y provincias, es decir, el carácter pluralista que
enmarcaba la nueva constitución y que tan amplio desarrollo tuvo en torno a la
conformación territorial del Título XI, propugno por dar posibilidad real de
participación en la conformación del Estado, a la mayoría de los sectores y a la más
amplia gama de estructuras territoriales en pro de la participación de la repartición
de los recursos, que aunque aún provienen del centro, es su forma de destinación
la que se introdujo como elemento bandera de esa nueva estrategia de desarrollo
territorial.

Así, con el desarrollo de esa perspectiva territorial, hasta ahora aquí


esbozada y que tanto influyó en la nueva conformación estructural del Estado, traída
por la Constitución Política de 1991, se introdujo además una serie de conceptos
que marcaron el derrotero de la nueva configuración estatal en el país, pues a su
turno, la repartición de esas prerrogativas y la distribución armónica de las
competencias, en aras de la gestión de los intereses territoriales, se desarrolló en
el marco de la autonomía territorial, elemento por demás característico de esa
perspectiva novedosa expuesta, lo que implicó la elección de sus propias
autoridades políticas, con la incorporación de la elección de Alcaldes y
Gobernadores por voto popular, la potestad para el ejercicio de las competencias
que corresponden a cada entidad territorial, la administración de los recursos y el
manejo de los tributos a los que correspondía su recolección, al margen de la
posibilidad de hacerse participe de las rentas del orden nacional, lo que aseguró
mayor recaudación tributaria y con ello, el aumento considerable de los recursos
para el cumplimiento de las nuevas facultades que le fueron asignadas y que con
anterioridad correspondían al orden nacional, frente a esto, Zuluaga (2011),
estableció que el desarrollo de ese nuevo título de la Constitución Política, no trajo
solo una repartición de competencias y funciones, mucho menos una
esquematización de un nuevo modelo de estructura estatal, sino que más allá,
desarrollo los términos cruciales para la identidad constitucional colombiana, pues
dio aplicación al término unitario, al de descentralización y autonomía, aporte por
demás valioso, que no solo implica una perspectiva de desarrollo territorial, sino que
más allá propugna por el cumplimiento de los fines del Estado mediante la
materialización de las garantías otorgadas a los ciudadanos y la importancia de su
participación en la nueva forma de Estado.

Aunque bien, la perspectiva de autonomía o independencia, como aquí ha


sido dicho en reiteradas oportunidades, es realmente relativa, pues aunque no
puede negarse el cambio sustancial que para el Estado colombiano y más aún para
la periferia esa nueva configuración implicó, cierto es que el orden central no arrojo
la autonomía plena ni se desligó en su entereza de la presencia estatal en las
regiones, pues bien, aunque la entidad territorial en sí misma representa el Estado
en la región o en la periferia, la participación de la estructura central del poder, no
se apartó en su totalidad y aun dejó a su cargo una serie de funciones, que pueden
ser entendidas desde dos aristas, una primera como de mera garantía, para
asegurar que el nivel territorial del Estado cumpliese a cabalidad con las nuevas
funciones y competencias asignadas, o bien, desde la perspectiva de la no perdida
de vigencia, participación y control relativo sobre todo el territorio nacional, como
forma de garantizar que la estructura de poder del nivel central no perdiese
capacidad de decisión en todo el territorio, lo que Zuluaga (2011), consagra como
la conciliación de los intereses, pues como fue dicho, el proceso de desarrollo del
título, se dio en el marco de una puja entre centralismo y regionalismo, en donde
quienes detentaban el poder se negaban a su entrega total y quienes eran nuevos
actores en la conformación estatal, abogaban por una participación real en dicha
conformación, por lo que ello fue el resultado de la conciliación y el punto medio de
la pacificación de los intereses contrapuestos.

Esa conciliación, dio como resultado que al margen del otorgamiento de


autonomía, se dejase establecido, que dicho ejercicio autónomo, debían ejercerse
en torno a principios como coordinación, concurrencia y subsidiariedad con el nivel
central, es decir, la gestión de los intereses territoriales en parte deben ser
conciliados con el orden nacional, pues de una u otra manera es quien gira la mayor
cantidad de recursos para ese desarrollo territorial, por tanto, se deja al arbitrio de
las entidades territoriales la utilización de los recursos en los lugares que a bien
consideren, pero se deja supeditado a las orientaciones dadas por el nivel central,
tómese como ejemplo el Sistema General de Participaciones, en el que se le dice
al nivel territorial que son autónomos y que tienen una participación en los recursos
que conforman el presupuesto, no obstante, el 96% de esa participación debe
invertirse en los sectores que el nivel considere como prioritarios, por tanto, pueden
manejarse, conformarse autónomamente, pero deben seguir las pautas dadas por
el nivel central.

Así, de manera muy genérica se desarrolló la parte general del título que trajo
consigo la novísima configuración de la estructura estatal, sin embargo, a reglón
seguido, el constituyente instituyó tres regímenes como forma para la aplicación de
esa nueva configuración, para con ello fijar la forma de la participación de los
recursos y el desarrollo de esa autonomía pregonada, por tanto, en aras del
desenvolvimiento del título en su parte genérica, se compilo el régimen
departamental, el municipal y el especial, como formas determinantes de las
entidades territoriales configuradas, proceso que Ibarra (2007), consideró como el
enfoque de Estado región, que aunque carece de rigurosidad, dio cabida a una
perspectiva de identidad regional, cultural, económica, administrativa, geográfica y
funcional, del que aún se puede aprender mucho pero que aportó a que el proceso
constituyente tuviese frutos reales, al acercar los efectos de un ordenamiento
jurídico pluralista a las regiones y con ellos al ciudadano común, que vive apartado
del diario acontecer nacional pero que requiere de un Estado que concurra para el
aseguramiento de su bienestar y la garantía de unos niveles de sana convivencia
mínima.

Así, como fue dicho, el cambio estructural del Estado y su distribución


territorial, fue uno de los puntos traídos por el Constituyente de 1991 que más
cambios representó para el Estado y su andamiaje, pues en parte aseguró que
todos fuesen participes de la conformación del Estado y a su vez, volcó la actividad
administrativa de éste hacia la periferia, mediante la introducción de ese término de
autonomía, que además constituyo al municipio como la entidad territorial
fundamental dentro de la división política y administrativa del Estado Colombiano,
concepto que no solo representa la descripción de una forma organizativa sino que
además como refiere Jiménez (2012) empodera al ciudadano y da vida al Estado
Regional, lo que profundiza la autonomía territorial permitiendo la formación de un
adecuado ordenamiento territorial, perspectiva territorial que en últimas concilio la
idea del poder general del Estado Nación desde el centro frente al poder local, del
Estado Región, es decir, su importancia dentro de la estructura del Estado fue tal
que en tanto contrapuso intereses, a su vez materializó la idea de unidad nacional,
de garantías ciudadanas y de participación democrática, pilares del nuevo Estado y
de la concepción de Estado Social de Derecho, que cimentó todo el Estado
Colombiano a partir de 1991.

Entonces, tal como finalmente considera Naranjo (1993), el tema del


ordenamiento territorial fue en tanto álgido por la lucha del poder constituido con el
convergente, como a su vez representó una serie larga y una lista incontable de
nuevos conceptos de vital importancia para la estructura del Estado, pues reprodujo
el funcionamiento del Estado pero ahora descentralizado, con la idea de una
independencia político administrativa de los entes territoriales, sin descuidar la
concepción de la unidad nacional, en donde confluye la idea de la garantía de
derechos de los ciudadanos y de la estructura funcional del Estado mismo,
elementos transformadores de las relaciones sociales y que implicaron para el país
un cambio sustancial en la forma de ejercer la gobernanza, disponer los recursos y
gestionar la actividad estatal nacional en el marco de una labor meramente
garantista, por tanto, es el contraste de una serie divergente de aplicaciones sobre
el ciudadano y para este mismo.
REFERENCIAS

Constitución Política de Colombia del 4 de julio del año 1991.

Estupiñán, L. (2012). El ordenamiento en la Asamblea Nacional


Constituyente de 1991. Lectura socio- jurídica desde el nivel intermedio de gobierno.
Revista Opinión Jurídica. Universidad de Medellín. Tomado de:
http://www.scielo.org.co/pdf/ojum/v11n21/v11n21a02.pdf

Zuluaga, R. (2011). La organización territorial en la Constitución de 1991.


Universidad Pontificia Javeriana. Cali, Valle. Colombia.

Ibarra, J. (2007). Reflexiones sobre el ordenamiento territorial en Colombia.


Revista Justicias Juris. Universidad Autónoma del Caribe. Tomado de:
https://www.uac.edu.co/images/stories/publicaciones/revistas_cientificas/juris/volu
men-4-no-7/art-5.pdf

Jimenez, W. (2011). Tres inconsistencias de la constitución del 91 frente al


tema territorial. Revista Prolegómenos, derechos y valores. Tomado de:
http://www.redalyc.org/pdf/876/87622536016.pdf

Naranjo, V. (1993). El ordenamiento territorial en la Constitución de 1991.


Revista de Derecho Público. Universidad de los Andes. Tomado de:
https://derechopublico.uniandes.edu.co/index.php?option=com_content&view=artic
le&id=300%3Ael-ordenamiento-territorial-en-la-constitucion-de-
1991&catid=26%3A3&Itemid=77&lang=es

BIBLIOGRAFÍA

Arbeláez, G. (2014). El ordenamiento territorial: instrumento para la


gobernabilidad. Revista Opinión Jurídica. Universidad de Medellín. Tomado de:
http://revistas.udem.edu.co/index.php/opinion/article/view/1309/1290

Castañeda, L. (2014). Ordenamiento Territorial: elementos para su


desarrollo. Universidad Católica de Colombia. Tomado de:
http://repository.ucatolica.edu.co/bitstream/10983/1617/1/Ordenamiento%20Territo
rial.pdf

Das könnte Ihnen auch gefallen