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Definiendo la fronteras de la libertad en el mundo de la caña: Cuba, Brasil y

Luisiana después de la emancipación


Por Rebecca J. Scott
En enero de 1866, William Dougherty, un agente de la Oficina de Refugiados, Hombres Liberados y
Tierras abandonadas, presentó su informe sobre las plantaciones en dos parroquias del sur de Luisiana.
En dicho reporte se lamentaba sobre la influencia de los soldados negros que regresaban de prestar
servicio en el Ejército de la Unión: “al poseer nociones erróneas e incongruentes sobre la libertad,
rechazan cualquier tipo de trato por el cual, estén obligados a trabajar por un período de un año, y ya que
muchos de ellos poseen una considerable cantidad de dinero al ser dados de baja del ejército, tienen la
opción de ir a trabajar o no, junto a este ejemplo sus consejos a otras personas de color no es el mejor”
Como la exasperación de Dougherty sugiere, la lucha para obtener acuerdos laborales en el mundo
posterior a la emancipación, era también una lucha sobre los valores .Aún más, la diferentes partes
involucradas en dicha lucha tenían “nociones incongruentes” sobre cómo y donde definir las fronteras de
la libertad.
La esclavitud, y sus complejas variaciones dentro de las Américas, había sido en su esencia, un
sistema de disciplina laboral. Los africanos habían sido forzosamente transportados al Nuevo Mundo para
que trabajasen bajo coerción. Una vez que ellos y sus descendientes escaparon de dicho sistema de
coerción, la cuestión de que acontecería con el fin de dicho sistema, se convirtió en urgente.
Para aquellos que controlaban los recursos de la sociedad, el problema tenía un significado
sumamente particular: si la producción de bienes básicos iba a ser mantenida, era entonces necesario
crear algún tipo de esquema que asegurara un acceso confiable a la fuerza de trabajo. Sin embargo
había un amplio espectro de posibilidades, todas con precedentes en sociedades agrarias: trabajo
asalariado, arrendamiento, rentas pagadas en trabajo, aparcería y minifundio. Dentro de las posibilidades
se podía tanto entregar las tierras a los ex esclavos, como privarlos del acceso a la misma. El trabajo
podía ser compensado tanto con dinero como con bienes, los sueldos podían ser pagados por día, por
tarea, por mes o por año. Los contratos podían ser de variados períodos de tiempo y podían ser escritos,
orales o seguir las costumbres. Ya que los empleadores buscaban estrategias que les permitieran
asegurar un continuo control, aquellos que diseñaban las políticas debatieron en torno a las implicancias
de la libertad jurídica en la esfera de la producción y reflexionaron sobre el significado preciso del
concepto de “trabajo libre”
Para aquellos que habían sido esclavos y que no controlaban recursos materiales significativos, el
problema de la naturaleza del trabajo libre tuvo una especial urgencia y significado. No sólo el bienestar
material sino también la vida social y cultural así como la posibilidad poder hacerse escuchar en
cuestiones políticas estaba en cuestión. Recientes investigaciones han mostrado claramente que los ex
esclavos a lo largo de las Américas buscaron lograr acceso a recursos productivos y desplegaron todo el

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poder que pudieron para tratar de moldear tanto el carácter de su trabajo como las relaciones sociales en
el que el mismo se encontraba inserto.
Una manera de aproximarse a los distintos patrones que esta lucha adquirió, es examinar su
desenvolvimiento en zonas que compartían una fuerte concentración de un mismo cultivo, en este caso,
las regiones de producción de caña de azúcar de Luisiana, Cuba y Brasil. Al ser la caña un cultivo
perecedero, el acceso seguro a mano de obra estacional y disciplinada se convirtió en una cuestión
central, la producción de azúcar a su vez requería cada vez unidades productivas de mayor escala para
lograr mayores beneficios. Todos los productores de azúcar enfrentaron similares incertidumbres en
cuanto a los mercados y la inestabilidad de los precios .Sin embargo los modos de obtención de mano de
obra que surgieron en estas tres sociedades varió sustancialmente. Las características específicas de la
caña como cultivo y del azúcar como una commodity parecen haber condicionado, pero no determinado,
la organización del trabajo y la evolución de las relaciones laborales.
Estas variaciones representan algo más que diferentes estrategias adoptadas por los plantadores
bajo distintas circunstancias. Las sociedades de plantaciones de azúcar han sido largamente un lugar no
solo de producción coercitiva y de excepcionalmente alta mortalidad, sino también comunidades de
trabajadores esclavizados que han sido capaces de rebelarse y también de negociar día a día. Aún más,
el proceso de emancipación ha presenciado en varias instancias iniciativas tomadas por aquellos que
estaban esclavizados. En cada uno de los casos examinados aquí, el poder de clase de los plantadores
fue reconstruido, pero las relaciones laborales sobre las cuales dicho poder descansaba, fueron
moldeadas por los retos presentados por los antiguos esclavos y otros trabajadores rurales.
Explorar este contexto desde una perspectiva comparativa revela la importancia de la dependencia
de un cultivo con características específicas pero también aporta evidencia contra “ el determinismo del
cultivo”que el azúcar a veces inspira. Tal comparación ilumina la formas mediante las cuales las
relaciones laborales en la producción del azúcar, condicionaron el carácter de una acción colectiva en
cada región. El proceso fue recíproco: los retos tanto colectivos como individuales presentados por los ex
esclavos ayudaron a determinar la disposición de recursos y las formas de trabajo que emergieron, la
composición de la fuerza de trabajo y la organización del trabajo a su vez moldearon las posibilidades de
futura acción colectiva. Por ende las dramáticas huelgas en la década de 1870 y 1880 en Luisiana, y la
insurgencia interracial y anticolonial que agitó a Cuba desde 1895 hasta 1898 reflejaron las formas
específicas mediante las cuales mucho de sus participantes se ganaron la vida en el mundo de la caña.
En los Estados Unidos antes de la Guerra Civil, el cultivo de la caña estaba concentrado en el delta
y parroquias ribereñas del sur de Luisiana. Hacia mediados del siglo XIX la mayoría de las tierras aptas
para el cultivo de la caña habían sido ocupada y la población esclava de la zona azucarera había llegado
a 125000 personas.

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Alrededor de 1300 plantaciones cultivaban y procesaban caña para el mercado interno, la mayoría
de los molinos azucareros utilizaban máquinas de vapor. Setenta plantadores también habían instalado
eficientes vacuum pans hervir el jugo de la caña de azúcar.
La industria estaba caracterizada por un alto nivel de inversiones de capital y operaba
eficientemente gracias a los aranceles aduaneros que proveían de un variado nivel de protección con
respecto al azúcar importada, ya que el azúcar local tenía una temporada de cultivo más corta y molinos
procesadores más pequeños que su competidor caribeño, Cuba. El promedio anual de producción entre
1857 y 1861 fue de 161.000 toneladas métricas, llegando a una producción equivalente a los 25 millones
de dólares.
El inicio de la Guerra Civil puso a esta prosperidad en alto riesgo. Nueva Orleans cayó en manos de
las fuerzas de la Unión en la primavera de 1862 y poco después tropas de la Unión ocuparon las más
importantes regiones azucareras del estado. Los plantadores se encontraron en una situación delicada.
Muchos habían sido Whigs y unionistas, opositores a la secesión de la Confederación, sin embargo eran
totalmente dependientes del trabajo esclavo para su prosperidad, y la ocupación de la Unión amenazaba
con minar la autoridad de los plantadores sobre los esclavos. Mientras los oficiales de la Unión se
preocupaban por mantener la seguridad, la tranquilidad y la producción, estaban divididos por la
necesidad de transformar el carácter del trabajo en las áreas bajo su control. Algunos oficiales estaban
satisfechos con permitir a los plantadores que continuaran trabajando en más o menos la misma forma en
que lo habían hecho en los viejos tiempos, en tanto que otros oficiales y hombres reclutados en Luisisana
veían la oportunidad de mostrar cierto compromiso con la causa antiesclavista y mostrar las virtudes del
trabajo libre. Los mismos esclavos siguieron la lógica de la ocupación un paso más allá y presionaron
para obtener la libertad total, con muchos de ellos huyendo hacia las líneas militares de la Unión y
presentándose ante el ejército como un fait accompli.
La exigencia militar combinada con la agitación de los esclavos ayudaron a disolver la institución de
la esclavitud bajo la presión de la ocupación, de los hombres negros que se enlistaban en el ejército y el
intermitente apoyo de la Unión a los esclavos fugitivos. Los plantadores no podían ya por sí mismos
ejercer poder sobre aquellos que todavía consideraban como sus esclavos. Por ende, antes de la
emancipación los oficiales de la Unión enfrentaron el problema de definir el carácter de las obligaciones
laborales.
El general Benjamín F. Butler, comandante del departamento del Golfo, requirió trabajo a los
esclavos fugitivos que habían llegado a las líneas del Ejército de la Unión, les requirieron pequeños
trabajos y servicio bajo supervisión militar . Durante la cosecha de 1862, los oficiales de la Unión forzaron
a los fugitivos a trabajos en las propiedades azucareras, los militares, a través de la coacción militar,
buscaban forzar la disciplina laboral en aquellas plantaciones que pertenecían a dueños de esclavos
“leales a la Unión “ que prometían pagar salarios a sus esclavos y organizar la producción de azúcar en

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las propiedades que habían sido confiscadas. La experiencia dejó un sabor amargo : muchos
trabajadores nunca recibieron paga alguna y algunos fueron sometidos a castigos físicos.
Los resultados de las elecciones para el Congreso, llevadas a cabo en las parroquias ocupadas en
el año 1862 fueron aprobados por el gobierno federal, eximiendo por lo tanto a los esclavos de Luisiana
de los distritos azucareros de la Proclamación de Emancipación de 1863, que estuvo destinada sólo a las
zonas que continuaban en rebelión contra la Unión.
Por los tanto durante 1863 los oficiales de la Unión nuevamente improvisaron. El general Nathaniel
Banks, sucesor de Butler, trató de instituir contratos entre los plantadores y el gobierno, a través de los
cuales, los esclavos estarían sujetos por un año a trabajar por un salario nominal o una fracción del
producto cultivado. Tanto los plantadores como los esclavos se opusieron a dichos contratos, los
plantadores buscando aumentar su control directo sobre la mano de obra, y los esclavos buscando mayor
movilidad y libertad así como una remuneración más apropiada. La lucha se volvió abierta, y los esclavos
se rehusaron a trabajar, se apropiaron de herramientas, y en algunos casos, trataron de trabajar
independientemente en plantaciones abandonadas.
A comienzos de 1864, bajo una creciente crítica al sistema de trabajo supervisado por el ejército de
la Unión, Banks emitió nuevas regulaciones, apenas más generosas que las del año previo, pero todavía
basadas en los ejes del trabajo asalariado y los contratos anuales. Las nuevas regulaciones establecían
la entrega de un acre de tierra para los trabajadores con familia y recomendaba entregas de tierra más
extensas como parte de un “incentivo a la industria independiente”.Las órdenes emitidas por el
Departamento del Tesoro al mes siguiente impedían el aumento del algodón o de la caña de azúcar, en
esas tierras mostrando que las entregas de tierra eran una extensión de las prevenciones tomadas para
asegurar el abastecimiento del ejército antes que un primer paso hacia la subdivisión de la tierra para
producción de subsistencia.
El incremento del reclutamiento de soldados negros alteró aún más el trabajo en las plantaciones,
sin embargo, para el verano de 1864,Thomas Conway, jefe del Bureau de trabajo Libre, informó que
alrededor de 35000 personas liberadas en el sur de Luisiana estaban empleadas como jornaleros
asalariados en las plantaciones a través de contratos formales
El esfuerzo por imponer contratos de un año, con significativas restricciones sobre la libertad de
movimiento, tenía múltiples orígenes. Surgió en parte de las necesidades específicas de las fuerzas de
ocupación de la Unión y los arrendatarios a quienes se les había otorgado permiso para explotar
propiedades confiscadas o abandonadas. También satisfacía el deseo de los plantadores de controlar la
movilidad de los trabajadores y asegurar la provisión de mano de obra en la temporada de cosecha. En
contraste con el modelo que surgirá posteriormente en Cuba y Brasil donde la forma de pago a los ex
esclavos era el pago por día o por trabajo.

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Los activistas radicales de Nueva Orleáns, particularmente los artesanos y los profesionales entre la
gens de coluer (N.T nombre con el que se designaba en las colonias francesas y en Nueva Orleáns a la
gente de color y mulatos libres antes de la abolición de la esclavitud, quienes constituían una parte
importante de la sociedad de Nueva Orleáns) y sus aliados unionistas blancos, denunciaron los esfuerzos
de los plantadores por ejercer nuevamente el control laboral sobre aquellos que habían sido sus esclavos.
Aún cuando había una brecha entre las gens de coleur y los esclavos de las plantaciones, en el período
anterior a la guerra, la necesidad de una alianza se había vuelto evidente, ya que Luisiana se convirtió en
el foco de una lucha nacional por los derechos civiles y el significado de trabajo libre “ no tenemos
derechos que podamos considerar seguros mientras los mismos sean negados a los trabajadores de las
plantaciones de azúcar” observó un hombre de color libre al periodista Whitelow Reid en 1865.No todas
las gens de coleur estaban de acuerdo, pero contribuidores del Tribune (diario de la ciudad de Nueva
Orleáns) mantenían la presión sobre esta cuestión.
Junto con el esfuerzo de los activistas de Nueva Orleáns existía un esfuerzo previo y
descentralizado de ciento de ex esclavos en las parroquias azucareras. Trabajando independientemente
en las viejas propiedades, a veces organizados en “compañías de trabajo” hombres y mujeres de las
plantaciones como Potts, Jonson y Woollawn trataron de lograr cierto grado de propiedad de la tierra y el
derecho a elegir sus propios cultivos y sus propios líderes. Plantaron maíz, algodón y ocasionalmente
caña de azúcar en propiedades abandonadas, en algunos casos rechazando los reclamos de los
arrendatarios. Durante 1863,1864 y los primeros meses de 1865, parecía como si esta situación estuviera
prevaleciendo y a la vez sustituyendo varias formas de trabajo familiar orientadas a la producción de
subsistencia por formas de trabajo en cuadrilla en la producción de azúcar. Estas formas parciales de
propiedad habían sobrevivido en los intersticios de una economía de guerra, que operaba bajo una
ineficiente y torpe supervisión del gobierno federal, en un momento en que las autoridades de la Unión
emitían señales confusas, cuando la paz fue restaurado estas formas de trabajo fueron destrozadas.
Aunque hubiera sido técnicamente viable entregar tierras para la producción de caña a los ex
esclavos liberados, como habían sido entregadas en aparcería tierras algodoneras en el norte de Luisiana
y en la zona de producción de caña del Brasil, la mayoría de los plantadores de la región azucarera de
Luisiana, parecían convencidos que los ex esclavos no eran socios adecuados en la empresa del cultivo
de la caña. El subinspector de hombres liberados de la parroquia de Fafourche reportó en 1866 que “los
plantadores se muestran contrarios a arrendar tierras a los esclavos liberados aún cuando en algunas
parroquias se ha procedido de esa forma”
Los plantadores preferían contratos laborales por largos plazos que asegurasen el trabajo en
cuadrilla y limitaran el acceso de la mano de obra liberada a recursos productivos. Algunos de los
términos de un contrato laboral de la plantación de William Minor muestran este objetivo “ los trabajadores
acuerdan ser respetuosos, obedecer las órdenes y cumplir con todas las reglas y regulaciones (emitidas
por el superintendente de esclavos liberados de este distrito), trabajar 10 horas cada día excepto

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domingo, cuidar a los animales, no cultivar por propia cuenta ni algodón, ni caña o maíz, seguir turnos
regulares durante la estación de molienda de la caña y reportarse por la mañana al hospital cuando por
enfermedad no se pueda trabajar”
Algunos delegados Afroamericanos a la convención constituyente de Luisiana propusieron la
subdivisión de las grandes propiedades mediante el procedimiento de limitar el tamaño de las terrenos
que podían ser comprados en remates y el aumento de los impuestos sobre la tierra no cultivada. Estas
propuestas no fructificaron y las plantaciones de azúcar cambiaron de manos pero continuaron operando
como unidades productivas de gran escala. El número de molinos azucareros volvió al nivel de la
preguerra con 1224 molinos operando en 1873
Un creciente número de molinos tenían a sociedades y corporaciones como dueños, a veces con
una fuerte presencia de capital proveniente del norte. Aún cuando las tierras destinadas a la producción
de caña raramente eran divididas, algunas entregas de parcelas para producción de consumo
continuaron. Al mismo tiempo los plantadores tuvieron que ceder en el número de días y horas de trabajo
que podían solicitar de sus jornaleros. El diario de la familia DeClouet del año 1867 refleja las
concesiones hechas así como el desagrado de los plantadores al hacerlas “Viernes Santo, no se trabaja
esta mañana, los negros son muy piadosos para violar la santidad de este día trabajando, sin embargo no
son tan píos para no poder irse de pesca al río. De todos modos retomaron el trabajo a las dos de la tarde
como de costumbre” y una semana más tarde” les dimos a los negros sus tierras“
Aun cuando algunos plantadores hallaron dificultades en obtener el capital necesario para hacer
mejoras había mano de obra disponible, y los precios del azúcar eran relativamente buenos a fines de la
década de 1860 y comienzos de 1870 . Los aranceles aduaneros sobre el azúcar importada parcialmente
protegieron a Luisiana de la competencia el azúcar cubana. Los plantadores no recurrieron a la
subdivisión de la tierra como una medida desesperada ante la falta de capital, pero tampoco tenían la
capacidad de procesamiento que les permitiera expandir el total de las tierras puestas en la producción
de azúcar. El pago de los salarios y el permitir que los esclavos viviesen en las viejas barracas pueden
haber sido la forma óptima de obtener trabajo, perpetuando a la vez relaciones sociales dependientes.
Aún más el cultivo de alimentos así como el de la caña tendieron a extender en forma relativamente
pareja a lo largo del año la demanda de mano de obra, haciendo que los contratos anuales fuesen
atractivos.
Con estas limitaciones los esclavos liberados buscaron influenciar sobre el nivel de salarios a través
de periódicas interrupciones de trabajo, y tanto individuos como familias migraban al fin de cada año
hacia propiedades donde recibieran mejor paga.
Las oportunidades no eran mucho mejor en otros lados pero esta posibilidad de movilidad puso algo
de presión sobre los plantadores. Los salarios gradualmente subieron y la producción creció aunque
lentamente. Para 1870 la producción de azúcar había llegado a casi 77000 toneladas métricas, modesta

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para los niveles de la preguerra pero impresionantes comparados con el declive inmediatamente posterior
a la guerra.
Para los plantadores, sin embargo, el problema del acceso al crédito se volvió más severo con el
pánico de 1873, y las condiciones en el mercado mundial del azúcar. Combinado con el creciente poder
de los trusts refinadores de azúcar, que forzaban a los productores a bajar costos para poder competir.
Afectados por la caída de los precios de su cultivo, los plantadores se embarcaron en un esfuerzo
concertado para enfrentar lo que ellos llamaron “la crítica escasez de mano de obra” intentando bajar los
costos atrayendo mano de obra estacional. Algunos plantadores también entraron en una explícita
colaboración para fijar y en algunos casos reducir los salarios.
Luisiana en 1870 era un difícil y sangriento terreno sobre el cual liberar batallas sobre el control del
proceso de trabajo. Por un lado se desarrollaron frágiles alianzas entre los Republicanos y los
afroamericanos, a los que recientemente se les había otorgado el derecho a votar en elecciones locales y
estaduales lo que en algunas ocasiones podía implicar un desafío para los plantadores. Por otro lado, los
grupos paramilitares explícitamente supremacistas, estaban creciendo en importancia, apelando a los
plantadores y otros sectores blancos para “restaurar a los legítimos gobernantes a sus estados”
Para la mayoría de los empleadores rurales, la lucha sobre el control de la mano de obra y la
cuestión más amplia del ejercicio de autoridad sobre la población de color eran inseparables. Pero el
objetivo no era fácil. Los trabajadores del azúcar se encontraban en contacto con un gran número de
otros trabajadores, estaban en comunicación constante con parientes y aliados en Nueva Orleáns, no
habían abandonado la búsqueda de tierra y de una mayor autonomía.
Cuando los plantadores de la parroquia de Terrebourne trataron de reducir los salarios en 1873, la
respuesta fue rápida. Alrededor de 200 trabajadores se encontraron en la Iglesia de Zion y se organizaron
en una asociación con un doble objetivo: “formar subasociaciones y arrendar tierra ellos mismos” y
“comprometerse a no trabajar para ningún plantador por menos de $ 20 al mes, más raciones, etc., y que
los pagos fueran efectuados en efectivo”.Un segundo encuentro para ratificar estas demandas fue
organizado por W.H. Keys y T.P. Shurben, el primero era miembro de la Legislatura de Luisiana, el grupo
realizó una marcha encabezada con un pífano y un tambor a través del pueblo de Houma,”amenazante
para los ciudadanos pero sin ocasionar daño” de acuerdo al reporte hostil del diario de Nueva Orleáns
Daily Picayune
El siguiente paso fue extensión de la huelga. El día martes 13 de enero, un grupo de alrededor de
50 hombres conducidos por Alfred Kennedy, en apariencia armados, bajaron hasta el bayou y se
detuvieron tratando de impedir el trabajo en la plantación de H.O. Minor. Fueron disuadidos en su primer
intento, Minor buscó un pelotón del sheriff y luego a las fuerzas de la milicia. Un acuerdo no especificado
fue consensuado pero sin que ello evitara una gran cantidad de informes alarmantes en la prensa sobre
asesinatos e incendios perpetrados por los alborotadores, los cuales resultaron finalmente falsos. El

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contenido preciso de dicho acuerdo no fue registrado pero parece que el mismo concernía a los salarios
solamente y no se mencionaban concesiones en cuanto al arrendamiento de tierras.
La resistencia de los trabajadores a la reducción de salarios combinada con la inevitable
competencia entre los empleadores, fue suficiente para frustrar los esfuerzos por imponer techos
salariales a comienzos de la década de 1870. A medida que la Reconstrucción avanzaba a mediados de
la década de 1870 y que los grandes propietarios de tierras se movían hacia un completo control político,
algunos plantadores tuvieron éxito en imponer retenciones de salarios y pago en bonos.
El esfuerzo por reducir costos también estimuló el desarrollo de centrales, los cuales aprovechaban
las ventajas de las economías de escala al moler caña de múltiples proveedores. Muchas plantaciones de
pequeña escala delegaron el procesamiento del azúcar y se convirtieron en proveedores de cañas para
los grandes centrales. En teoría la apertura de molinos a distintos proveedores creaba nuevas
oportunidades para los pequeños productores también. Pero en lugar de crear nuevas posibilidades para
que los ex esclavos pudieran cultivar caña en forma semi independiente, el crecimiento de los centrales
llevó a la perpetuación de las divisiones raciales de larga data.
Los plantadores primero buscaron colones inmigrantes y luego granjeros blancos para que
participaran en este proceso de transición del modelo productivo. Aunque los granjeros negros pudieron
ocasionalmente comprar tierras para el cultivo del azúcar de propiedades en banca rota, o establecerse
como proveedores, la tendencia fue a que los plantadores buscaran establecer relaciones con
arrendatarios o aparceros blancos que pudiesen proveer azúcar para los molinos.
La fuerza de trabajo en el azúcar siguió estando compuesta principalmente de trabajadores
afroamericanos, aunque algunos pequeños granjeros blancos y recientes inmigrantes italianos eran
empleados en tiempos de cosecha. Las relaciones entre los grandes propietarios de tierras, aparceros y
trabajadores asalariados estaban caracterizadas por una superposición de categorías de clase y de raza.
Al mismo tiempo la relativa ausencia de tierra para el arriendo y la aparcería entre los afroamericanos en
la parroquias azucareras reforzó el viejo patrón de residencia de los trabajadores en la plantación y
significó una menor dispersión de la población que en las regiones algodoneras. Las propiedades rurales
continuaron siendo centros de población. Aún cuando las mujeres habían abandonado el trabajo
asalariado de tiempo completo en las plantaciones al fin de la guerra, por ejemplo, continuaron viviendo
en las barracas y continuaron trabajando estacionalmente en la caña. Al mismo tiempo la fuerza laboral
era complementada con jóvenes hombres negros de las parroquias algodoneras que viajaban a la región
azucarera para la cosecha
Con líneas raciales moldeando la división del trabajo y con la supremacía blanca triunfante en el
campo político, la situación era poco propicia para la acción colectiva. Un reciente estudio de los
trabajadores del puerto de Nueva Orleáns sostiene que los trabajadores blancos y negros inicialmente
ocuparon “mundos materiales e ideológicos separados” “haciendo cualquier alianza interracial muy

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frágil”.Pero en los campos de caña así como en el puerto, tales alianzas ocasionalmente se dieron. El
ejemplo más dramático fue la huelga azucarera de 1887.
En noviembre de 1887 entre 6000 y 10000 trabajadores rurales, bajo el liderazgo de las asambleas
locales de los Caballeros del Trabajo, detuvieron el trabajo en las parroquias de Terrebonne y Lafourche
para protestar contra los intentos de los plantadores de reducir los salarios e implementar el pago en
bonos. La mayoría de los huelguistas eran negros, aunque algunos trabajadores blancos estaban
involucrados como organizadores y participantes. La mayoría de los huelguistas blancos, sin embargo,
provenían de la región del Bajo Lafourche, donde plantaciones no muy desarrolladas empleaban a
trabajadores blancos, negros y mulatos. Los plantadores estaban dispuestos allí a llegar a un arreglo
rápido con los huelguistas.
En el Alto Lafourche, los líderes de la huelga así como los huelguistas eran en su totalidad negros, y
los plantadores se oponían a cualquier tipo de arreglo. Allí los trabajadores negros se encontraron
luchando casi completamente solos.
Los plantadores persuadieron al gobernador para que mandara la milicia, la cual instaló
ametralladoras Gatling en la plaza principal de la parroquia de Thibodaux y cooperó con el desalojo de los
huelguistas de sus chozas. Muchos trabajadores se replegaron a Thibodaux, donde fueron alojados por
familias negras urbanas. Con la situación todavía altamente inestable, la milicia fue retirada y la iniciativa
pasó a los plantadores y a los vigilantes blancos locales. Cuando dos hombres blancos recibieron
disparos por parte de grupos desconocidos el 22 de Noviembre, la represión comenzó. El comité de
defensa blanco local, comenzó a secuestrar de sus casas a hombres negros vinculados con la huelga y a
ejecutarlos. Al menos 30 hombres negros fueron asesinados en lo que más tarde se conoció como la
masacre de Thibidaux. La huelga se rompió, los Caballeros del trabajo fueron pronto expulsados de la
parroquia.
Mary Pugh, la esposa de un plantador, quien presenció la masacre escribió: “hemos tenido tres días
horribles, y el miércoles excedió todo lo que yo haya visto durante la guerra . Estoy harta de todo este
horror, pero también se que si las cosas no hubieran sido así, nosotros estaríamos muertos antes de que
pasara mucho tiempo. Creo que esto resolverá este problema de quien va a dominar si los negros o los
blancos en los próximos 50 años”.
Sus amargas predicciones reflejaban la fusión de preocupaciones tanto raciales como laborales
entre los plantadores .En las décadas siguientes, los trabajadores azucareros de Luisiana serían
políticamente silenciados. Las comunidades afroamericanas sobrevivieron, pero los salarios fueron bajos,
las oportunidades escasas, y el lugar de trabajo dejó de ser un espacio donde la acción colectiva pudiera
organizarse.
La concentración de la producción se aceleró, y para fines de siglo sólo 275 molinos estaban
trabajando en la molienda. El proceso de incremento de la producción de caña no conllevó a que se
incrementara en número de productores negros : en 1900, 2964 granjeros blancos declaraban al azúcar

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como su principal fuente de ingreso, comparado con sólo 906 granjeros negros (esto contrasta
dramáticamente con la situación del sector algodonero donde había 28390 granjeros blancos y 51078
granjeros negros).Trabajo asalariado, no arrendamiento o aparcería era el patrón dominante del trabajo
de los afroamericanos en la zona azucarera .La parroquia de St. Mary, por ejemplo, la mayor parroquia
productora de azúcar en el estado, tenía una población negra de 20264 pero sólo 248 granjas de
propietarios negros u operadas por granjeros negros.
La imposibilidad de acceso a la tierra condenó a los ex esclavos y sus descendientes al rol de
peones rurales asalariados, y la derrota política bloqueó la posibilidad de algún tipo de compensación al
organizarse como trabajadores. La agricultura cooperativa fue pionera durante la guerra y el intento de
organización sindical en 1880 fracasó bajo la presión de un modelo de trabajo asalariado sostenido tanto
por los plantadores y el estado, combinado con una creciente hostilidad a cualquier tipo de organización
de los afroamericanos. La siguiente fase de acción colectiva exitosa tendría que esperar a una
reconfiguración del poder en el estado y la nación.

En la isla de Cuba la lucha por definir el significado de la libertad adquirió una forma distinta. La
región azucarera de Luisiana era un rico enclave en una nación poderosa cuya economía estaba basada
en otros productos. El azúcar en Cuba, en contraste, era la mayor fuente de riqueza en la última colonia
española en el nuevo mundo. La reorganización de la producción después de la emancipación definiría el
destino de toda la economía de la isla; la conexión entre emancipación y el emergente nacionalismo
cubano definiría el futuro político de la colonia.
A comienzos de 1860, aproximadamente 173000 esclavos vivían en alrededor de 1500 propiedades
azucareras, y el promedio anual de producción entre 1860 y 1864 era de 478000 toneladas métricas. Los
ingenios (combinación de plantaciones y molinos) más grandes de Cuba eran tecnológicamente
avanzados, la mayoría empleando máquinas de vapor y una significativa minoría utilizando vacuum pans
para el procesamiento de la caña. A pesar de las contradicciones existentes entre esclavitud y avance
técnico, las mayores plantaciones de Cuba continuaron incorporando nueva maquinaria aún cuando
continuaban adquiriendo más esclavos.
Hacia fines de 1860, sin embargo, algún tipo de abolición aparecía como posible. Los liberales
españoles gradualmente enunciaron principios antiesclavistas; el gobierno español finalmente aplicó los
tratados que prohibían el tráfico atlántico de esclavos, la victoria del ejército de la Unión en la Guerra civil
de los EEUU incrementó la posibilidad de intervenir en apoyo de la abolición; los rebeldes anticoloniales
en las provincias del este liberaron a los esclavos en las zonas bajo su control e hicieron llamados para
terminar con la esclavitud en toda la isla. La Emancipación en sí misma fue gradual y conflictiva. A
medida que el parlamento español encaraba medidas que parcialmente trataban la cuestión de la
abolición, los esclavos presionaban para un cambio más rápido y completo, mientras que los plantadores
intentaban limitar y condicionar el proceso de transición hacia la abolición. Durante el período formal del

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patrocinio, entre 1880 y 1886, lo patrocinados aceleraron su movimiento a favor de la libertad a través de
la autocompra, la huida, las demandas judiciales, y la negociación individual. Más de 100000 ganaron su
libertad antes de la abolición final en 1886. Aunque las fuerzas externas hicieron que la abolición
apareciera como un paso lógico, fueron las iniciativas y la determinación de los esclavos, aprendices, y
rebeldes los que hicieron que la misma fuera real e irrevocable.
Los plantadores respondieron al fin de la esclavitud con lo que se podría caracterizar como una
innovación aprensiva. Los plantadores ya cultivaban caña en tierras ricas, procesaban el jugo con
maquinaria avanzada, y vendían el azúcar al mercado norteamericano en expansión. Sin embargo el
mercado para el azúcar cubana se estaba convirtiendo en oligopólico, a medida que un pequeño grupo
de refinadores norteamericanos buscaban semiprocesar azúcar a precios bajos para refinar y vender.
La expansión era esencial para sobrevivir, y muchos plantadores dudaron que sus ex esclavos
pudiesen proveer mano de obra suficiente para una industria azucarera en expansión.
Los plantadores exploraron la posibilidad de la inmigración mientras procedían a construir un
ferrocarril de trocha angosta y expandían su red de proveedores de caña.
La clave para la rápida expansión de la producción de azúcar cubana era el desarrollo de un
sistema bajo el cual los colonos (granjeros productores de caña) se contrataban con el central para
proveer caña para la molienda. La compensación pagada a los colonos reflejaba el precio del azúcar en
La Habana, transfiriendo, por lo tanto, algo del riesgo de los precios inestables de los dueños de los
centrales a los cultivadores.
Algunos propietarios entregaron pequeños terrenos de producción de caña a sus ex esclavos para
que los cultivaran, como un medio de mantenerlos en la propiedad. En tanto pequeños productores, tanto
propietarios como arrendatarios, comenzaron a cultivar cañas en sus tierras a medida que la expansión
de las líneas ferroviarias los acercaban a los centrales, y algunos arrendaban tierras adicionales a los
centrales. Los dueños de los molinos en zonas de nuevo desarrollo arrendaban tierras a inmigrantes de
España y de las Islas Canarias quienes utilizaban mano de obra familiar para proveer caña a los centrales
con los cuales tenían contratos. Finalmente, algunos ex propietarios rurales y algunos nuevos
empresarios se convirtieron en grandes productores de caña empleando gran cantidad de trabajadores
rurales. Todos estos productores eran llamados colonos, y su caña complementaba aquella cultivada por
trabajadores asalariados en tierras bajo la administración directa del central.
La dependencia del colono respecto del central para transformar su cultivo en una commodity que
pudiera ser vendida, combinada con la cualidad perecedera de la caña, significaron que aún cuando un
colono fuera dueño de la tierra, no era un productor independiente. Cláusulas restrictivas y contractos por
varios años generalmente evitaron que estos productores buscaran otros compradores. Las demoras
implicaban serias pérdidas, ya que el contenido de sucrosa de la caña declina gradualmente después que
el momento pico de la zafra ha pasado y declina precipitadamente una vez que la caña ha sido cortada.
Un colono sostenía a comienzos de 1890 que se contrataba más caña de la que en realidad se podía

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moler dejando así a algunos colonos varados en época de la zafra. Muchos colonos producían cultivos de
subsistencia, permitiéndoles amortiguar los períodos de precios bajos o centrales poco confiables.
Bajo el sistema de colonato la cuestión del acceso a la tierra estaba, de alguna manera,
subordinada a la cuestión del acceso al central. Los grandes centrales estaban preocupados por
asegurarse la provisión de la caña, estaban dispuestos a arrendar tierra a precio nominal, los términos de
los contratos de la caña más que la cantidad de la tierra a arrendar determinaban el nivel de ganancias.
Aún cuando el colono pagaba el arriendo en efectivo, sus obligaciones iban más allá de las estipuladas
para un arrendatario convencional ya que estaba obligado por contrato a plantar caña, y la variable crucial
del tiempo de entrega de su cultivo era establecida por el central. Más que una forma de arriendo el
colonato era en muchos casos un tipo de contrato agrícola (farming contract), quizás estructuralmente
comparable con los arreglos modernos mediante los cuales los pollos son criados por contrato para un
comprador específico o los tomates son producidos para una empresa de conservas.
Los pequeños productores que no estaban bajo los contratos de los colonos a menudo trataban de
diversificar sus cultivos antes que dedicarse exclusivamente al cultivo del azúcar. Por ejemplo, los
registros de las tierras de la municipalidad de Güines en la provincia de La Habana en la primera parte del
siglo XX muestran un gran diversidad de pequeños productores que cultivaban una gran variedad de
cultivos, dispersos entre grandes propiedades y colonias. Los pequeños productores, arrendatarios y
precaristas solían plantar un poco de caña para vender al central más cercano, pero sus tierras no
aparecen registradas como colonias, y probablemente no fuesen contados como colonos en los censos.
Estas transformaciones en los patrones de producción tenían múltiples implicancias para aquellos
que habían sido esclavos. Los ex esclavos, en algún sentido, participaban en dos procesos simultáneos:
eran gente liberada tratando de hacer algo con respecto a su nuevo status y eran trabajadores rurales
tratando de adaptarse a las relaciones de producción en la agricultura que se encontraban en un proceso
de rápido cambio. Para aquellos que permanecieron en las viejas provincias azucareras, donde el
colonato estaba menos desarrollado, las posibilidades eran pocas.En la provincia de Matanzas en el
oeste, por ejemplo, la adquisición de tierras era casi imposible. El censo de 1899 contó aproximadamente
26000 hombres y mujeres de color que trabajaban en la agricultura en la provincia, pero había sólo 537
granjas arrendadas o propiedad de gente de color, y éstas ocupaban menos del 4 por ciento de la tierra
destinada a la agricultura. La mayoría de la gente liberada se habían convertido en peones asalariados.
La situación era algo diferente en Santa Clara una provincia productora de azúcar con una historia
de agricultura mixta, en la cual el colonato floreció. Ahí, la mayoría de la gente de color eran trabajadores
asalariados pero un número significativo habían logrado convertirse en propietarios y arrendatarios. El
censo contaba 2737 granjas con propietarios o arrendatarios de color. La participación de dueños o
arrendatarios de color era alrededor del 11 por ciento del total de gente de color que trabajaba en el
sector agrícola en Santa Clara y el 3 por ciento en Santiago de Cuba . Ambas áreas tenían una tradición
de pequeña propiedad en mano de gente de color libre aún antes de la abolición.

Scott 12
En la isla en su totalidad, sin embargo, la mayoría de las propiedades eran formalmente
denominadas “plantaciones de azúcar”, incluyendo tanto las propiedades que procesaban la caña como
aquellas que no lo hacían, las cuales eran arrendadas por blancos o tenían propietarios blancos. El censo
de 1899 informó que 11271 de esas plantaciones en la isla eran operadas por arrendatarios o propietarios
blancos y 3165 (correspondiendo sólo un 4.5 por ciento de la tierra destinada al azúcar) era operada por
dueños o arrendatarios de color .Por lo tanto, mientras un número mayor de gente de color se convirtió en
productores de azúcar en Cuba que en Luisiana, en ambos casos eran sobrepasados en número más de
tres a uno por sus contrapartes blancos.
Es difícil determinar con precisión cuantos ex esclavos habían logrado tener acceso a la tierra, en
parte porque el censo agrícola registraba la posesión de la tierra antes que la gente y el censo de la
población agrupaba aquellos que trabajaban en la agricultura sin distinguir entre trabajadores asalariados
y quien era y un cultivador independiente. Lo que es más, el trabajo de las mujeres en propiedades
familiares era sin duda muy significativo, pero las mujeres parecen no haber contado como trabajadoras
agrícolas a menos que estuvieran realizando un trabajo asalariado en el momento del censo. Los niños y
otros parientes del dueño o arrendatario a veces compartían el acceso a la tierra . Por lo tanto lo que
aparece en el censo como posesión de la tierra individual en realidad representaba el lugar de trabajo de
varias personas . Al mismo tiempo, ya que la extensión de la tierra en manos de gente de color era
generalmente muy pequeña, algunos miembros de la familia, especialmente los más jóvenes, también
trabajaban como peones asalariados.
Aunque la mayoría de los ex esclavos en Cuba no podían adquirir suficiente tierra para convertirse
en cultivadores independientes, una minoría sustancial, tenía suficiente acceso para evitar la completa
proletarización. En sociedades tales como Barbados, donde el derecho a cultivar pequeños lotes de
tierras para la subsistencia dependía de la provisión de mano de obra al dueño de la plantación, el cultivo
de tales lotes en cierto modo incrementaba la dependencia, porque todos las formas de subsistencia
venían de la órbita de la plantación. Pero, en Cuba, el cultivo de lotes para la subsistencia parece haber
creado una margen para un manejo autónomo. Un observador norteamericano, escribiendo un poco más
tarde, daba una clara idea de la paradoja que enfrentaban los plantadores cubanos en su trato con sus
trabajadores, una paradoja enraizada en la fluctuación estacional de la demanda de mano de obra
requerida en la plantación:
`El hecho que a la mano de obra de la plantación no se le asegure empleo a lo largo de todo el año,
hace que ellos dependan de lo cultivado en pequeños lotes de tierras para su subsistencia y limitan sus
necesidades a lo que estos pequeños lotes puedan producir. Por lo que de algún modo se vuelven
independientes de los propietarios de tierras en cuestión de empleo y estos últimos se enfrentan con una
fuente de mano de obra menos fiable.´

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Esta falta de fiabilidad junto con las reducidas necesidades era, por supuesto, una reflejo de una
duradera estrategia de supervivencia. A través de su rechazo a la transformación en masa de esclavos a
proletarios, los hombres y mujeres libres presentaron una serie de retos a aquellos que intentaron
controlar y moldear su trabajo en el cultivo del azúcar. Las autoridades coloniales españolas brevemente
consideraron leyes contra la vagancia para tratar de forzar a la población rural a convertirse en
trabajadores asalariados. Pero las autoridades se mostraron renuentes a poner en marcha medidas que
podían alimentar la lucha anticolonial.
La importación de trabajadores adicionales desde la península parecía políticamente más
apropiado. Algunos inmigrantes españoles recibieron incentivos para convertirse en colonos, mientras
que otros eran contratados en las plantaciones como trabajadores asalariados. Diez mil españoles
viajaron a Cuba estacional o permanentemente, proveyendo trabajo adicional para la industria azucarera
en expansión.
La temida rebelión emergió a pesar de todo. Los nacionalistas cubanos se rebelaron contra el
estado español en una serie de levantamientos en 1868-1878 y 1879-1880,y para 1895 habían
encontrado los medios para organizar una revuelta multirracial a lo largo y ancho de la isla. La supresión
política, los problemas económicos y las afrentas directas de la autoridades españolas había dado origen
a resentimientos, y la brillante dirección de los emigrados había lograr articular una alianza separatista
multirracial. Aunque el gobierno español se movió rápidamente para enfrentar el peligro de la insurgencia
y mandó a establecer guarniciones militares tanto en las ciudades como en las propiedades azucareras,
la insurgencia cobró fuerza . Los rebeldes pronto llegaron a dominar la mayor parte de las regiones
rurales.
Miles de cubanos de color de las zonas rurales se unieron a la lucha, tanto como oficiales como
soldados enlistados. Aunque muchos provenían del pequeño campesinado, las propias plantaciones de
azúcar sirvieron como centro de reclutamiento y como campo de batalla en la lucha por la expansión del
movimiento. Al mismo tiempo los residentes de las plantaciones que no se unieron a la lucha armada
proveyeron importante ayuda material a través de la producción de alimentos o contrabandeando
provisiones para el ejército insurgente. El central era una institución muy porosa, con cientos de
trabajadores yendo y viniendo durante el curso de los eventos. Aún más, su fuerza de trabajo era un
conjunto de ex esclavos, campesinos, y trabajadores inmigrantes. No había posibilidad de encerrarlos
como se había hecho con los esclavos en las décadas de 1860 y 1870, aunque esto no impidió que las
autoridades españolas trataran de hacerlo.
Los antiguos esclavos que lucharon en las huestes insurgentes creyeron que las oportunidades que
se les habían negado después de la emancipación podrían concretarse en una nueva república y que las
distinciones y privilegios de la sociedad colonial iban a extinguirse. Pero esto no fue así . Los Estados
Unidos intervinieron, asestando el golpe de gracia al colonialismo español, ocupando la isla y abriendo el

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camino a nueva inversión masiva en la industria azucarera. La visión nacionalista de la
autodeterminación, la cual para los afrocubanos implicaba también igualdad racial, fue dejada de lado.
Aún después del retiro formal de las fuerzas de ocupación de EEUU el desarrollo económico
continúo. La industria se expandió mediante la puesta en producción de nuevas tierras destinadas al
cultivo del azúcar y la construcción de nuevos centrales. Aunque algunos observadores cubanos temían
que se dieran un proceso de proletarización de los colonos, el patrón básico de compra de caña a los
colonos para ser procesada junto con la caña de las plantaciones continuó. Cultivadores en pequeña
escala de productos de subsistencia y para el mercado estaban realmente amenazados por la expansión
del azúcar, ya que los nuevo centrales de propiedad americana en el este solían adquirir nuevas tierras
que eran cultivadas directamente con mano de obra asalariada.
Los ex esclavos enfrentaron creciente competencia cuando los plantadores reclutaron cortadores de
caña provenientes de España, Haití, y Jamaica. Los trabajadores del azúcar cubanos usualmente
resistieron el creciente poder de las grandes propiedades e intentaron protegerse contra el ejercicio
arbitrario del poder por parte de los plantadores . En la municipalidad de Cruces, localizada en la zona del
centro sur de Cuba, el distrito con la concentración más alta de plantaciones de azúcar en la isla, las
huelgas de las ciudades en 1902 se expandieron al campo. Ahí, el gremio de los trabajadores, liderado
por anarquistas, llevaban la bandera roja de una plantación a otra, deteniendo en ellas el trabajo..aún
cuando la ideología del Gremio de los Trabajadores estaba fuertemente influenciado por los inmigrantes
españoles, su credo repudiaba las divisiones étnicas .
Un llamado a reunión del Gremio señalaba como centro de reunión el Centro africano local, dentro
de los participantes estaba Evaristo Landa, un líder mulato que había actuado en la guerra de 1895-1898.
Su estrategia de movilización parece haber sido la alianza con los miembros de antiguas sociedades
culturales y educativas afrocubanas, el reclutamiento de veteranos que habían ganado prestigio en la
Guerra de Independencia, y el análisis de la crisis de los salarios en el relativamente nuevo mensaje del
anarquismo.
La construcción de estas alianzas interétnicas e interraciales reflejaban diversas fuerzas ideológicas
y sociales. Los anarquistas nacidos en España, siempre en minoría numérica, tenían buenas razones
para repudiar las divisiones sobre la base de la nacionalidad: Los veteranos afrocubanos de la guerra de
independencia tenían todas las razones para reavivar el antirracismo de José Martí y Antonio Maceo.
Para ambos la lucha contra la esclavitud podía proveer una importante elemento simbólico. El diario
anarquista ¡Tierra!, editado por un español ,describía como el principal elemento de lucha del movimiento
“la emancipación de todos los esclavos, y la desaparición de todos los privilegios”
Al mismo tiempo, estas estrategias reflejaban las realidades de las relaciones sociales. El trabajo
asalariado en el azúcar no estaba asociado con un solo grupo socioracial. Aunque los afrocubanos
estaban probablemente sobre representados en el trabajo en los campos y subrepresentados en el
trabajo de los centrales, la concentración de trabajadores estacionales españoles en la zafra de la caña,

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significaba que el trabajo en los campos no estaba altamente segregado racialmente como en el caso de
Luisiana. Una fuerza laboral multirracial no llevaba a alianzas interraciales automática pero las hacía
viables.
La movilización de la resistencia fue también facilitada por las fluidas comunicaciones entre campo
y ciudad. La estacionalidad del trabajo en los centrales y los campos de cultivo significaba que los
trabajadores agrícolas eran también habitantes de las ciudades durante gran parte del año y el trabajo
agrícola asalariado era frecuentemente parte de una estrategia familiar más amplia de subsistencia. Tales
estrategias familiares tenían variantes tanto rurales como urbanas, construyendo una división sexual del
trabajo que variaba de acuerdo a las estaciones y a las oportunidades. Algunas mujeres se transformaron
en trabajadoras urbanas de tiempo completo, otras regresaban al trabajo en los campos en la época de
zafra.
Tanto para los hombres como para las mujeres, la plantación no definía los límites de su existencia.
La búsqueda de los trabajadores de un mayor control sobre el ritmo y las formas de trabajo tenía
múltiples implicancias. Un observador norteamericano, Victor S, Clark, comentaba en 1902 sobre la
preferencia de muchos trabajadores cubanos por los contratos o el trabajo a destajo antes que un salario,
y atribuía en parte el crecimiento del colonato a estas preferencias. Sus explicaciones eran
condescendientes pero sin embargo astutas “El trabajo a destajo parece ser atractivo a la tendencia
especulativa de la naturaleza del trabajador que le agrega interés a su tarea. También conlleva un
sentimiento de autoestima .El trabajador se siente más independiente, su propio dueño de esta
forma”.Para los propios trabajadores crear y mantener cierta distancia con respecto a los viejos patrones
de vigilancia directa sobre su trabajo no era un simple hecho de vanidad. Era parte de definir el
significado de libertad. En realidad, esta seguridad en sí mismos podía ser llevada un paso más adelante
y convertirse en un reclamo de igualdad. “Cuba es uno de los países más democráticos en el
mundo”informaba Clark. “En ningún otro lugar el miembro menos considerado de la comunidad aspira con
tanta confianza a la igualdad social” Sin embargo aunque la ocupación de los EEUU había desbaratado
las aspiraciones de una completa independencia nacional, muchos cubanos todavía insistían en su propia
versión de los valores republicanos
En Cuba, por lo tanto, la transición del trabajo no pago en el sector azucarero a un sistema de
trabajador libre asalariado, frecuentemente involucraba un cambio de residencia, aumentaba la movilidad
física, creaba una nueva división del trabajo familiar, e implicaba la incorporación a una fuerza de trabajo
étnicamente heterogénea. La mayoría de los ex esclavos permanecieron en las zonas azucareras
convirtiéndose en trabajadores asalariados trabajando por día o por mes antes que transformarse en
aparceros, arrendatarios o propietarios. En este aspecto se parecían a los ex esclavos de Luisiana .Sin
embargo al unirse a la mano de obra libre, los ex esclavos se incorporaron a un grupo cuyo número
crecía rápidamente debido a la llegada de europeos y luego por la inmigración proveniente del Caribe
inglés, así como por el empleo de mano de obra nativa blanca.

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Bajo estas circunstancias la transición a la mano de obra libre tuvo un significado particular para los
ex esclavos y sus descendientes: continuaron trabajando sin grandes expectativas de progreso pero en
un entorno transformado, con nuevos compañeros de trabajo y nuevos empleadores. Los trabajadores
cubanos generalmente insistían en la posibilidad de movilidad física y generalmente pudieron ampliar sus
opciones a través de la inmigraciones internas o través del acceso a lotes para cultivos de subsistencia.
La relativa apertura de importantes porciones del hinterland cubano a fines del siglo XIX ayudó a que
estas estrategias fueran posibles: la presencia de una significativa población rural de color libre había
sentado precedentes. Al mismo tiempo, aquellos que trabajaban en las propiedades azucareras trataron
de definir los términos bajo los cuales iban a trabajar, a veces estableciendo contratos para realizar una
tarea específica antes que estar supervisados como trabajadores asalariados, uniéndose a veces en la
búsqueda de salarios más altos.
Mientras que los anarquistas de Cruces se identificaron abiertamente con una clase de hombres
que debían sudar para obtener su salario, muchos trabajadores cubanos se encontraban en un status
intermedio entre la independencia y la dependencia, habían tomado caminos alternativos a los que los
plantadores habían imaginado que sería la vía rápida a la proletarización. El acceso de ellos a recursos
productivos fue atenuado, pero ellos resistieron tanto sustancial como simbólicamente al hecho de ser
relegados a mera mano de obra asalariada. Los abogados que entrevistaron a un transportista de azúcar
cubano Antonio Matos y Navarro se asombraron ante la distinción que éste hacía entre un trabajador y un
contratista
P4 Por quién esta empleado en este momento?
R en este momento trabajo con mi carro
P5 pero para quién?
R para mí, ya que es mi carro
La proletarización puede haber sido el eventual destino de Antonio Matos y Navarro, quien
trabajaba en el establecimiento Hormiguero de propiedad norteamericana. Pero para 1904 aún no había
cedido en su imaginario su autonomía, ésta era sin embargo frágil y en definitiva dependería de su
capacidad para continuar siendo propietario del carro y presumiblemente del buey, y en la demanda de
sus servicios por parte del mercado. Para muchos ex esclavos con carro o sin él, la transición hacia la
dependencia de un salario avanzaría aún mucho más rápido.

El nordeste de Brasil donde la producción de azúcar había sido pionera, presenta un cuadro muy
distinto. Aunque había cientos de miles de esclavos en la región hacia 1870, la región ya había sido
eclipsada, dentro de la economía nacional de Brasil, por la rápida expansión de la industria cafetalera en
el sur del país. Después de un período de crecimiento a mitad de siglo, la industria azucarera se encontró
en una situación crecientemente insegura, imposibilitada de competir internacionalmente con el azúcar

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cubano y el azúcar de remolacha europea. Muchos esclavos eran vendidos y enviados desde el nordeste
a zonas cafetaleras, otros adquirieron su libertad en plantaciones azucareras en decadencia durante las
últimas décadas de la esclavitud. Sin embargo la muchos de los plantadores no deseaban deshacerse de
la mayoría de sus esclavos y tan tarde como 1887 había todavía 77000 esclavos en Bahía y otros 41000
en Pernambuco Los dueños de las plantaciones de azúcar se preocuparon por el decreciente número de
esclavos y por “el fermento de la indisciplina” que atribuían a la propaganda emancipacionista
En Mayo de 1888 la institución de la esclavitud finalmente llegó a su fin bajo la presión de la
agitación abolicionista, las iniciativas de los esclavos y las políticas imperiales. En Bahía Reconcavo, un
exasperado plantador y consejero municipal escribió desde San Francisco de Conde que todo era
completa confusión, él y varios de sus vecinos habían liberado a los esclavos que les quedaban unos
días antes, esperando incorporarlos al resto de la población de ex esclavos y arrendatarios..Pero, él
informó, aún las plantaciones mejor manejadas estaban presenciando una respuesta que definieron como
“inercia respetuosa” de la gente liberada. Él anticipó que pronto verían que la provincia vería una
demanda de la gente liberada para permanecer en las propiedades sin una contraprestación en trabajo o
renta. Aunque su lenguaje se hacia eco de las usuales predicciones de la élite sobre la pereza de la mano
de obra liberada, también identificó lo que aparece como en el centro de las demandas de los ex
esclavos: obtener o retener el acceso a la tierra. Dos meses más tarde, informó que la gente liberada
creía que por virtud del decreto de abolición, ellos debían tener acceso a la tierra y que esperaban que los
plantadores les entregaran tierras
Los plantadores del nordeste tenían una larga tradición mediante la cual permitían a la población
rural, en muchos casos ex esclavos, ocupar lotes de tierra como moradores. La palabra significaba
literalmente residente, el término se refería a arrendatarios que pagaban en trabajo y que ocupaban
tierras a cambio de la contraprestación de mano de obra a los propietarios de la tierra. Ahora algunos de
los esclavos recientemente liberados llevaban este modelo un paso más adelante, insistiendo en el
acceso inmediato a la tierra en sus propios términos. Otorgar el acceso a la tierra podía significar para el
propietario una instancia de negociación ya que les permitía pagar salarios por debajo del nivel de
subsistencia, pero la “respetuosa inercia” de los ex esclavos no dejaba dudas de que el título formal de
los plantadores sobre la tierra no implicaba un dominio incontestado.
Un año después de la abolición, el mismo imperio cayó y Brasil comenzó un largo experimento con
un gobierno republicano dominado por la élite. El gobierno federal estaba deseoso de subsidiar a la
inmigración para las regiones cafetaleras en expansión del sur, pero los propietarios de tierras en el resto
del país fueron dejados solos para resolver el problema de la provisión de mano de obra. Por los tanto,
mientras en las regiones cafetaleras las relaciones laborales fueron rápidamente transformadas por el
desarrollo de nuevas formas de aparcería con mano de obra inmigrante, en el nordeste los plantadores
volvieron a formas tradicionales de trabajo dependiente. La legislación contra la vagancia proveyó una
coerción legal y los esfuerzos ocasionales para establecer colonias de inmigrantes posibilitaron la

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incorporación de algunos trabajadores, pero cada empleador era enteramente responsable de reclutar o
retener su propia fuerza de trabajo.
El poder señorial en el Brasil, en la política así como en la aniquiladora guerra rural, había
largamente descansado sobre el dominio de dependientes libres así como de los esclavos. Los
dependientes seleccionados servían literalmente como capangas, defendiendo, os intereses de los
propietarios de tierras con violencia si era necesario. El grupo de gente que debía alguna forma de
servicio dependiente al patrón incluía a campesinos que habían sido autónomos y que se encontraban
subordinados a la propiedad así como los ex esclavos que habían obtenido su libertad durante el largo
proceso de declive de la esclavitud. Aunque vivían en tierras que eran parte de las grandes propiedades,
estos moradores habían evitado convertirse en mano de obra asalariada y cultivaban productos para su
alimentación antes que dedicarse al trabajo en el cultivo del azúcar. En concordancia con el patrón de
trabajo esclavo disperso del nordeste de Brasil, algunos moradores hasta poseían un esclavo o dos.(un
morador de Bahía multado por no haber registrado al hijo de un esclavo explicaba su olvido como el
resultado de “ la ignorancia de un hombre rústico, pobre, y un hombre que tenía la desgracia de vivir entre
gente igualmente rústica”)
En términos prácticos los moradores no era ni campesinos ni completamente proletarios, trabajaban
por un salario pero dependían de los cultivos familiares de subsistencia y de cultivos en pequeña escala
para el mercado. Generalmente cultivaban mandioca,” la hermana pobre” de la caña, la cual era esencial
para la subsistencia y podía ser vendida en los mercados de las villas cercanas. En Bahía, por ejemplo,
los moradores de las propiedades azucareras a comienzos del siglo XX cultivaban mandioca y tabaco
para la venta, asegurándoles un pequeño ingreso marginal “que era utilizado en Febrero durante los
festivales de Santo Amaro”.Estos moradores también llevaban a cabo servicios laborales no pagos a
cambio del “ favor” de que les fuera permitido cultivar sus lotes (roças) o de recibir adelantos de sus
salarios.
Aún cuando hubiese una abundante oferta de mano de obra en la zona de las plantaciones, los
plantadores buscaban inmigrantes del interior árido, el sertao .Las condiciones extremadamente difíciles
del sertao propiciaban la inmigración estacional de los corumbas, catingueiros o retirantes; quienes
llegaban con una desesperada necesidad de trabajo. Permanecían en la costa, a menudo trabajando
como arreadores de ganado de las propiedades hasta que las lluvias llegaban al interior. Su presencia
durante el tiempo de cosecha reducía aún más la presión por aumento de salarios o a la fijación de
contratos por plazos largos para los trabajadores residentes a la que podían estar sujetos los plantadores.
El historiador y geógrafo brasileño Manuel Correira de Andrade ha sostenido que el trabajo
asalariado como tal sólo se convirtió en práctica general en el nordeste recién a comienzos del siglo XX y
no predominó en la industria azucarera hasta la década de 1960 con la aplicación del Estatuto del
Trabajador Rural .La transición, en efecto, no fue de la esclavitud al trabajo asalariado sino de la
esclavitud a formas de trabajo híbridas, con desviaciones y retrocesos a lo largo del proceso.

Scott 19
En efecto, diversas formas de trabajo dieron flexibilidad a la industria azucarera, permitiendo que las
empresas expandieran la producción de azúcar sin una gran inversión de efectivo, mientras retenía una
potencial reserva de trabajadores. Al mismo tiempo la estructura de la producción de azúcar estaba en
cambio. El primer paso fue el establecimiento de los ingenios centrales que no perduraron en el tiempo,
estos molinos fuertemente subsidiados por el estado no cultivaban su propia azúcar pero molían caña de
una gran número de proveedores. La siguiente fase fue la de la usina, una empresa integrada
verticalmente que cultivaba a la vez que procesaba la caña, mientras obtenía caña adicional de otros
cultivadores . Las usinas se parecían más a los centrales de Luisiana y Cuba, y se convirtieron en la
forma dominante de producción en gran parte del nordeste brasileño al fin del siglo.
El cultivo de la caña para proveer a molinos que pertenecían a otros tenia una larga historia, y los
labradores de la caña habían constituido un importante grupo social intermediario en el período colonial y
en las primeras etapas nacionales. Estos primeros cultivadores de caña dependían de los molinos pero
como propietarios de esclavos compartían ciertos intereses y aspiraciones con los grandes plantadores.
Como los colonos en Cuba, su riqueza, status y categorización racial variaba y el término labradores de
caña inicialmente incluía a los propietarios de tierras, rentistas y aparceros.
El número de cultivadores de caña parece haber permanecido relativamente alto a lo largo del
período post emancipación. Aún más que en Cuba, los dueños de pequeñas propiedades con molinos
primitivos vendían caña a grandes molinos vecinos para la molienda. Estos forneceadores de caña y los
pequeños labradores de caña (cultivadores de caña, a menudo aparceros)constituían un grupo rural
medio a veces en declive a veces en ascenso.
Los contratos escritos eran generalmente menos común en Brasil que en Cuba, por lo tanto es
difícil comparar la situación de Cuba y Brasil de los cultivadores de caña. Pero de acuerdo a los analistas
de la industria del período de la post emancipación en Pernambuco, los grandes proveedores de caña
debían un porcentaje de su producción al molino a cambio de la molienda y empleaban grandes números
de trabajadores que cobraban salarios que, por lo menos un grupo de cultivadores consideraban
miserables.
Los pequeños labradores de caña generalmente debían un alto porcentaje del valor de la caña que
producían para el molino como forma de renta, entre 30 y 50 por ciento de la producción final.
En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX los dueños de los molinos centrales
o usinas buscaban controlar importantes zonas de caña y activamente buscaban comprar tierra de las
tradicionales propiedades azucareras. Particularmente en Pernambuco, el intento de monopolizar las
tierras por parte de las usinas fue percibido por los viejos propietarios como una poco deseada
transformación y un acto de agresión contra sus prerrogativas. De cualquier modo las periódicas caídas
en el precio del azúcar también restringían a las usinas. Para poder reducir costos los dueños de los
molinos centrales estaban dispuestos a implementar un sistema de aparcería para la caña en las tierras

Scott 20
recientemente adquiridas. Como en Cuba, los cultivadores de azúcar pudieron obtener una parcial
independencia al costo de absorber el impacto de los bajos precios del azúcar.
La consecuencia del desarrollo de los molinos centrales en Brasil, fueron notoriamente diferentes
del desarrollo de los centrales en Cuba. El incremento de la productividad sin embargo no hizo que la
región nordeste del Brasil fuese más competitiva ya que la productividad creció aún más en Cuba. Entre
1880 y 1910 las exportaciones de azúcar de los estados de Pernambuco, Halagaos y Paraíba mostraban
un promedio de crecimiento anual a tasa cero, comparado con el 4 por ciento de crecimiento anual en
Cuba.
En 1894, la producción total de Brasil llegó a menos de un tercio de la de Cuba.
La población continuó creciendo pero la demanda era débil la producción se mantenía estancada,
los salarios eran muy bajos, y la reorganización interna que acompañó la abolición fue menos profunda
que en Cuba o Luisiana.
Entre otras cosas, ninguna guerra había acompañado la emancipación en el nordeste de Brasil,
como fue el caos de Luisiana y Cuba. Los molinos no fueron ni quemados ni confiscados; la
transformación no fue acelerada por la destrucción del viejo equipo. Las pequeñas propiedades de
Pernambuco, por ejemplo, a menudo retenían sus molinos y molían su propia caña cuando no quedaban
satisfechos con los precios ofrecidos por las usinas.. En Bahía, tan tardíamente como la década de 1920
había todavía 2000 pequeños molinos llamados engenhocas, los cuales producían azúcar y raspadura
cruda, un tosco tipo de azúcar marrón para el consumo local.
Fue este proceso al cual Peter Eisenberg llamó “modernización sin cambio” el que ha sido
generalmente interpretado como una continuidad de la dependencia y pobreza de los antiguos esclavos.
Mientras que esta última visión es precisa, en verdad los pobladores rurales del nordeste pueden haber
sufrido mayor desnutrición después de la emancipación, se ha puesto demasiado énfasis en la
continuidad, lo cual puede opacar la importancia del acceso a la tierra que los ex esclavos obtuvieron.
Aún para los ocupantes de tierras y los pequeños productores de caña, la posibilidad de producir para el
mercado o cultivos de subsistencia les permitieron tener un sentido de identidad como campesino o
cultivador antes que como trabajador rural y les proveyó una forma de limitar la dependencia directa de
un salario. El acceso a la tierra hizo posible utilizar más intensamente la fuerza laboral de los miembros
de las familias, incluyendo las mujeres, los niños y el intercambio de trabajo con otros vecinos. Estos
intercambios laborales, eventualmente, fortalecieron los lazos horizontales entre los pobres, dándoles un
contrapeso a las obligaciones más asimétricas inherentes a la relación patrón cliente que caracterizaba el
vínculo con el dueño de la tierra.
Aún cuando el trabajo realizado por los arrendatarios podía diferir poco del realizado por los
esclavos, las órbitas de sus vidas habían adquirido nuevas formas. Mientras que los esclavos habían
vivido en barracas bajo supervisión directa, los moradores usualmente construían sus propias chozas
distribuidas en distintos lugares de las propiedades rurales.

Scott 21
Aún cuando una mayor dispersión de la población fue frenada por el desarrollo de los molinos
centrales, la dispersión a pequeña escala dentro de las propiedades podía ser de crucial importancia en
el desarrollo de una vida orientada hacia la familia y los vecinos antes que hacia el empleador, y, hasta la
medida en que la libertad de movimiento podía ser mantenida, ésta proveía algún límite a las exacciones
a que podían serles impuestas a los pobladores rurales.
La categoría de morador, no representaba ninguna identidad racial fija. La incorporación de los
esclavos liberados a la población rural databa de largo tiempo y continuó después de la abolición
expandiendo el tamaño de la población rural libre que había estado compuesta por africanos, europeos,
indios y personas de descendencia mestiza. Aunque el empobrecimiento y el origen africano estaban
ciertamente vinculados, el trabajo en las plantaciones no estaba racialmente segregado.
Gran parte de la región de la costa ya estaba ocupada pero algunos antiguos esclavos encontraron
espacio en los cuales plantar mandioca, si la economía azucarera decaía, o se volcaban al cultivo de
tabaco, un producto que se podía comercializar fácilmente y se podía cultivar en pequeños lotes de tierra
con modestas inversiones de capital. En este aspecto el tabaco en Bahía puede haber sido comparable a
la producción de café en el este de Cuba o las bananas en Jamaica, una zona de agricultura en la cual
existía un pequeño campesinado, que incluía ex esclavos y sus descendientes los cuales podían producir
para el mercado de productos de exportación. Las fábricas de tabaco de los pueblos del Reconcavo,
particularmente Cachoeira y Sao Felis, también ofrecían posibilidades de empleo.
Para disminuir el nivel de dependencia, que parecía inevitable si se permanecía en las propiedades,
algunos antiguos esclavos en el nordeste migraron a zonas de tierras abiertas, particularmente al agreste,
la franja de tierra más seca pero no árida que se encuentra entre las plantaciones de la costa y la zona
árida del sertao, La ganadería, el cultivo de algodón y las regiones productoras de alimentos del agreste
habían estado por largo tiempo vinculadas a la región azucarera, y el movimiento entre una y otra zona
era tanto lógico como familiar.
Al adaptarse a diferentes patrones de vida en el interior, los inmigrantes estacionales que llegaban a
la costa desde el agreste y el sertao se resistían a trabajar durante todo el año bajo la supervisión directa
del propietario o el capataz. Para los contemporáneos preocupados por la modernización, esta insistencia
en “ la libertad de vagabundear muertos de hambre” parecía idealista. Pero uno necesita sólo leer
algunas descripciones del trabajo en la caña o del turno de 12 horas en el “infierno del molino de azúcar”
para entender algunos de los motivos que explicaban estas actitudes.
Los trabajadores, por lo tanto, obtuvieron fragmentos de independencia de sus empleadores y
defendían ciertas formas de comunidad. Sin embargo, la población rural como un todo era
extraordinariamente pobre y hambrienta . Los antiguos esclavos tenían un grado de movilidad física, en
contraste con la inmovilidad de los esclavos, y tenían un mayor acceso a lotes para cultivos de
subsistencia o para producir para el mercado en pequeña escala. Pero compartían con el antiguo sector
rural libre del Brasil, una existencia precaria y vulnerable. Muy pocos parecen haberse convertido en

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arrendatarios en el sector de la caña con posibilidades de seguir ascendiendo en la jerarquía agrícola aún
menos tuvieron la oportunidad de lograr ascender en la estructura social agrícola.
Esfuerzos concertados para cambiar la estructura de poder eran raros en las primeras décadas de
la república. La acción colectiva más dramática de este período, el movimiento de masas de seguidores
de Antonio Conselheiro, se originó fuera de la región azucarera, aunque también atrajo a antiguos
esclavos de las plantaciones a medida que se expandía. La visión de este movimiento de autonomía y
redención fue extinguido en un brutal ataque del ejército en 1897.
La mayor parte de la lucha sobre el control de los términos de trabajo parece haberse dado a través
de la insistencia en los derechos de acceso a la tierra para producir cultivos de subsistencia y para el
mercado, y la resistencia a comprometerse al trabajo asalariado de tiempo completo, y a través de formas
de intercambio laboral entre pequeños cultivadores. La lucha continuó durante el siglo XX aún cuando el
crecimiento de los molinos centrales trajo aparejado el establecimiento de residencias fijas y el intento de
imponer reglas de conducta destinadas a forzar a los trabajadores a adoptar una vida regular.
En 1922, una comisión del gobierno informó que aunque el pago diario del trabajo era común en el
sector rural del estado de Bahía, un número importante de trabajadores trabajaban por empreitada .Los
salarios en la costa eran pagados en dinero pero en zonas más aisladas el pago era a veces en alimentos
y mercancías. El informe observa que “ los salarios no varían en sus formas de pago y éstas son
generalmente aceptadas sin queja por los trabajadores” Lo salarios era un poco más bajos en
Pernambuco donde los migrantes del interior llegaban en Septiembre para trabajar en la caña y donde las
mujeres y los niños trabajaban por día. Cuando el trabajo era corto, los trabajadores podían insistir en un
pago por trabajo antes que pago por día; algunas formas de arriendo y aparcería eran pactadas a través
de arreglos orales. El informe señala con sorpresa que había muchos trabajadores en Pernambuco
quienes preferían “vivir en libertad” aún en miserables chozas antes que trabajar como peones
asalariados en el sector agrícola bajo la dirección de propietarios, administradores y capataces.
Continuidad, sí pero era una continuidad de complejas negociaciones y renegociaciones llevadas a cabo
con pocos recursos y gran tenacidad.

Años después de la emancipación en Cuba, Brasil y Luisiana, trabajadores empobrecidos todavía


se dirigían a los campo para realizar el arduo trabajo de cortar y cosechar caña. Pero los mecanismos a
través de los cuales este trabajo era extraído y las relaciones de clase dentro de las cuales el trabajo
estaba encuadrado, habían cambiado marcadamente desde el tiempo de la esclavitud. Aún más a pesar
de la similitud física de las situaciones, aquellos que cultivaban y cortaban caña en Cuba, Brasil y
Luisiana estaban situados en términos diferentes en cuanto al acceso a los recursos productivos.
Igualmente importante, las relaciones sociales entre los trabajadores y entre trabajadores y empleadores
reflejaban construcciones muy diferentes de raza y política.

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Parece claro que la producción de azúcar no impone límites en el tipo de sistema laboral que puede
ser adoptado. La cosecha y el procesamiento de la caña deben estar coordinados para prevenir la
pérdida de sacarosa y durante el pico de la demanda laboral de la zafra los requerimientos de mano de
obra debían ser cubiertos antes de que llegaran las lluvias (en Cuba) y la helada (en Luisiana) .como un
economista ha señalado, “un cultivo dado no determina el entorno socio político, pero imprimirá cierto
patrón en el entorno sobre el cual se desarrollo”La variedad de relaciones laborales asociadas con la
producción de azúcar en las décadas después del fin de la esclavitud sugieren que el proceso por el cual
la producción de azúcar moldea el entorno en el cual se establece puede adquirir formas complejas .Más
allá de que se busque resaltar el rol del azúcar son los trabajadores y los plantadores los que siguen
jugando un rol central en esta historia.
Dentro del objetivo global de producir azúcar, había múltiples vías de llegar a ese objetivo. Por lo
tanto la coordinación entre la zafra y el procesamiento del azúcar podía ser lograda mediante la coerción
y el trabajo intenso de la esclavitud .Podía ser lograda también a través de contratos entre cultivadores y
molinos centrales monopólicos. Si un cultivador de caña no tenía otro modo de moler la caña no podía
ignorar los tiempos impuestos por el molino. Había costos del molinos que estaban asociados con las
dificultades en balancear las entregas individuales y el mantenimiento de la calidad, pero había también
ahorro en los gastos del área de gerenciamiento y en la transferencia de riesgos y el control de la mano
de obra a los cultivadores individuales. Los plantadores en Cuba fueron relativamente rápidos en seguir
esta vía por una significativa fracción de su producción.
La necesidad de mano de obra durante la zafra podía ser cubierta, manteniendo un gran número de
trabajadores residentes en las plantaciones, como en Luisiana, o permitiendo a los aparceros que vivieran
en las tierras marginales de las plantaciones a cambio de trabajo durante la temporada de la zafra como
en el caso de Brasil o atrayendo trabajadores de las ciudades cuando se necesitaba complementar la
fuerza laboral permanente, como en el caso de Cuba. En cada caso la mano de obra estacional adicional
era suplementada con la migración de hombres jóvenes desde las parroquias algodoneras en Luisiana,
con el flujo de trabajadores españoles y del Caribe inglés para cortar caña en Cuba y con el movimiento
de trabajadores del interior hacia la costa durante la cosecha en Brasil. Pero la proporción de cada grupo
en la fuerza laboral podía variar ampliamente, dependiendo en parte de los costos y la dificultad de
mantener mano de obra residente y el grado de estacionalidad en la demanda de mano de obra.
La oferta de trabajo en una región dada afectaba el patrón de trabajo que surgiría pero no en forma
lineal. Por ende en Cuba, la expansión de la capacidad de molienda y la emigración de esclavos que
habían sido liberados, crearon una aparente escasez de mano de obra, y formas de contratos de cultivo
de caña se expandieron para atraer inmigrantes y pequeños cultivadores a la producción de azúcar. En
Brasil, el crecimiento de la población y la ausencia de formas alternativas de empleo crearon una
población excedente, permitiendo el uso de mano de obra casi no remunerada lo cual desalentó la
inmigración. En Luisiana los plantadores trataron de evitar lo que era percibido como una escasez de

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mano de obra, buscando inicialmente retener a sus trabajadores a través de contratos anuales y luego
alentando la inmigración estacional de las parroquias algodoneras.
Estructuras más amplias de capital y los mercados de commodity podían limitar o expandir el arco
de estrategias disponibles para los plantadores. En el nordeste de Brasil mercados débiles y escaso
capital limitaron la adopción del trabajo asalariado, por lo tanto reforzando el modelo cultural de la
relación patrón-cliente. En Cuba, en contraste, la disponibilidad de capital norteamericano ayudó a abrir la
posibilidad de un crecimiento rápido y la atracción de trabajadores a través de incentivos salariales. En
Luisiana, los empresarios del norte y el capital norteño estimularon la recuperación económica y la
innovación tecnológica pero no modificaron el orden racial y político impuesto por los plantadores locales.
En cada área, el estado mostró diferentes grados de voluntad y capacidad para intervenir, así como
diferentes políticas sobre la cuestión del control laboral. En Luisiana, el ejército de la Unión reforzó los
esfuerzos tempranos de imponer contratos anuales pero la conmoción de la ocupación y la
Reconstrucción abrieron nuevos espacios para que la mano de obra liberada pudiera ganar espacio en su
lucha contra sus antiguos amos. Más tarde la milicia estatal actuó como rompehuelgas y las olas de
represión y el desencanto completaron el objetivo de silenciar a los trabajadores de la caña. En Cuba la
reticencia del estado colonial a crear oposición restringió los esfuerzos por lograr un control directo de la
fuerza laboral, y el estímulo a la inmigración española ayudaron a garantizar una fuerza laboral rural
multiétnica. Sin embargo la conducta autoritaria de los oficiales españoles en la isla reforzaron el
nacionalismo cubano alentando la ideología separatista que logró unir a los negros, blancos y los mulatos
cubanos contra la dominación colonial.
En el nordeste de Brasil, los dueños de tierras estaban preparados para afrontar el disciplinamiento
de la mano de obra en sus propios términos. La demanda de mano de obra, al menos en Pernambuco,
estaba en declive a medida que el equipo moderno incrementaba la productividad en un período de
limitados mercados para el azúcar brasileño. Los trabajadores del nordeste no contaron con la fuerza que
tuvieron sus contrapartes cubanos quienes se beneficiaban de la escasez de mano de obra en una
industria azucarera en expansión. El estancamiento de la producción fue compensada con cierta
estabilidad en las relaciones sociales. En momentos de crisis, sin embargo como el movimiento liderado
por Antonio Conselheiro, la fuerza militar estaba disponible para restaurar el poder de clase de los
propietarios de tierras y eliminar cualquier reto a las relaciones sociales establecidas.
Los plantadores realizaron elecciones en respuesta a mercados cambiantes, a la tecnología
disponible y a la posibilidad de emplear recursos del estado. Al mismo tiempo, tenían que contener los
esfuerzos de los esclavos recientemente liberados para lograr seguridad, tener voz y cierto grado de
acceso a la propiedad de la tierra. No habría sido posible plantar, cosechar y moler la caña sin alguna
forma de acatamiento de los propios trabajadores. En Luisiana, los sueños de acceder a la tierra por parte
de los esclavos liberados fueron frustrados, pero repetidas huelgas lograron un incremento de los salarios
más allá de los niveles del período inmediato de la posguerra.

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En Cuba, una serie de tenaces movimientos interraciales dentro de los trabajadores del sector
azucarero hicieron imprudente para cualquier poder imperial, España o Estados Unidos tratar de ejercer
coerción directa en las plantaciones de azúcar. Las fuerzas españolas que trataron de tomar propiedades
en 1896 usualmente se encontraron con el uso de armas de fuego en dichas propiedades para evitar la
toma de las mismas por parte de los españoles, los empleadores que trataron de pagar en bonos se
encontraron privados de trabajadores. Aún en Brasil, donde las continuidades en el control parecían tan
completas, los derechos a la tierra y a terrenos para la subsistencia estaban tan fuertemente enraizados
que las desposesión de la misma tuvo que esperar hasta mediados del siglo XX.

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