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La actividad autónoma.

La autonomía, en tanto que autogobierno, es una conquista que podemos acompañar pero NO podemos
hacer por ellos y ellas.
De esta forma, si queremos acompañar en este camino hacía su autonomía es importante tener algunas cosas
en cuenta y aunque no soy amiga de decálogos ni recetas, aquí van algunas reflexiones prácticas:
1. Para un desarrollo autónomo hace falta primero un apego seguro. Es muy importante sentirse querido
y tranquilo para confiar en uno mismo así como en los demás.
2. Responder afirmativamente a su hambre (pecho y/o biberón a demanda) y a su sueño o necesidad
de vigilia es un paso necesario para confiar en uno mismo en las señales del propio cuerpo y en sí mismos, así
como para la confianza en los demás y en un mundo que acoge y no provoca angustia.
3. No ofrecer soluciones ni anticiparnos en los problemas que se presentan o en las situaciones que intentan
resolver, dar espacio para que encuentren sus propias soluciones. Da igual que pensemos que nuestra solución es
mejor. Lo importante aquí no es encontrar la “mejor” solución si no la propia. Si nos demandan ayuda podremos de-
cir “yo lo hago así” en lugar de “se hace así”. De esta forma damos lugar a distintas posibilidades y soluciones.
4. No es necesario encontrar soluciones inmediatas.
5. No enseñar movimientos ni intervenir en su desarrollo y maduración psicomotora. No colocar al bebé
en posturas ni posiciones a las que no ha llegado por sí mismo. Todo a su tiempo y no es un tiempo que deci-
damos nosotros.
6. Respetar sus decisiones siempre que no entren en conflicto con la propia integridad, con la de otros y
con la de los objetos materiales. Cada familia que decida dónde está límite.
7. La autonomía no es un laissez faire (dejar hacer) ni un “todo vale”. La conquista de la autonomía tam-
bién implica una responsabilidad hacia y para el otro.
8. Acompañar en los éxitos y los fracasos. Acompañar no quiere decir juzgar, quiere decir estar dispo-
nible y presentes cuando lo necesiten. Podemos participar de sus éxitos y alegrías así como sostenerlos en sus
frustraciones y momentos de impotencia, pero evitaremos los juicios de valor.
9. Acompañar en la expresión de emociones y sentimientos. No negarlos ni juzgarlos. Podremos decir “no se
pega” pero no diremos “no te enfades”, “no llores”, “no ha sido nada”… Podemos buscar otras formas de ca-
nalizar emociones y sentimientos que no comprometan la integridad de otras personas o de objetos de valor.
10. Preservar el tiempo de la infancia como tiempo autotélico (cualquier acción que tiene en sí misma la jus-
tificación de su propio fin) y dar espacio para las actividades autotélicas. Autotélico es un tiempo de disfrute en
sí mismo sin un fin ni un objetivo más allá. El juego es una actividad autotélica. Si juzgamos el juego rompemos
el valor de la actividad en sí misma. Por ejemplo, decir “muy bien” después de hacer un dibujo puede provocar
que el niño o niña pinte para sentirse aprobado y no por el placer de la actividad en sí misma.
11. Involucrarlos en la vida cotidiana, en nuestra vida y en la vida en familia. No solo en las “tareas del ho-
gar”. Involucrarlos en conversaciones, actividades y decisiones. De forma real y siempre acorde a su madurez.
12. Confiar en nuestros hijos y en la infancia en general, darles la oportunidad de hacer y deshacer.
13. La autonomía no es obligatoria. De otra forma perdería todo sentido de ser, ya no sería autonomía.
Que un niño pequeño sepa bajar las escaleras no quiere decir que esté obligado a hacerlo, los procesos
madurativos y de desarrollo no son lineales. Si le insistimos y forzamos a hacerlo le estamos llevando hacía
independencia seguramente prematura. Autonomía es autogobierno, puede decidir no bajar las escaleras en
ese momento ó no ponerse los calcetines él solo. No pasa nada.
La autonomía es una conquista, una conquista que igual que la libertad no se da, se toma.
Es la conquista de vuestros hijos e hijas. Así, mi tarea como educadora no es la de enseñar a vuestros
hijos a ser autónomos, eso no se puede enseñar, creo que mi tarea es la preservar el espacio de vuestros
hijos, su infancia, sus tiempos y sus expresiones, para que la autonomía pueda darse. La autonomía es
una potencia. Es una conquista hacia la emancipación. Libertad y responsabilidad en una relación ética.
Nuestra tarea es acompañarlos, sostenerlos cuando lo necesiten, alegrarnos con ellos de sus logros. Pre-
servar el mundo para que sea un buen lugar, darles la bienvenida, ser hospitalarios. Transformar nuestra
mirada a su favor. Estar presentes.

La autonomía es una capacidad y una potencia que reside en todos y cada uno de nosotros.
El ser autónomo es un ser que conoce su propia potencia, su voluntad, que va en su búsqueda y que puede
tomar decisiones de forma responsable.
Es una conquista que podemos acompañar pero no podemos hacer por ellos y ellas.
Debe quedar claro que la autonomía es una capacidad y como tal se entiende como proceso y debe estar
marcado por el propio niño/a.
La autonomía, en tanto que autogobierno, no es obligatoria, es algo que se va dando cuando le damos con-
fianza, tiempo, espacio y no intervenimos constantemente en la actividad del infante.
Así mismo el niño/a no está obligado a realizar todas las actividades y movimientos por sí mismo. Puede
decidir en cada ocasión, cómo, cuándo y cuál es el momento en el que desea ser ayudado.
Tampoco esto quiere decir que no debamos atender al niño o dejarlo a su suerte, es sumamente importante
el acompañamiento de una figura de apego que le de seguridad y tranquilidad.
Permitir a un infante moverse en libertad no solo va a favorecer que desarrolle una mejor salud corporal,
en su fisiología, equilibrio y movimientos, sino que le va a conferir un mayor conocimiento de sí mismo y de sus
posibilidades o límites, así como una mayor confianza en su capacidad de tomar decisiones.
Cuando le decimos a un niño/a cómo debe jugar o lo colocamos en cierta posición, estamos promoviendo su
dependencia del adulto.
Ya sea porque el pequeño/a va a buscar constantemente nuestra aprobación y no va a realizar los juegos
o movimientos por propia iniciativa o placer.
Sentar a un niño/a que aún no puede sentarse por sí mismo implica en la mayor parte de casos inmovilizarlo,
ya que no saben salir de esta posición por sí solos.
Los niños/as que son colocados en posiciones a las que no han llegado por sí mismos tampoco suelen saber
salir de estas, por lo que la dependencia del adulto se establece como dinámica cada vez con más fuerza,
además de que puede provocar estados de irritabilidad y frustración con más frecuencia que en niños/as que
pueden moverse con libertad y de forma autónoma.
No quiere decir solos.
Quiere decir por sí mismos.
El Movimiento Libre consiste en dejar que el bebé se mueva libremente y sin intervención del adulto.
El movimiento se da de forma espontánea y autónoma. Al bebé/niño/a no se le coloca en ninguna posición
a la que no haya llegado por sí mismo/a (salvo la inicial boca arriba).
¿En qué se basa el movimiento libre?
• Confianza plena en la iniciativa del bebé/niño/a y en su capacidad para moverse y relacionarse
con el mundo que le rodea, objetos y seres.
• El desarrollo psicomotor es un proceso madurativo.
• Un desarrollo armónico de la lateralidad, el equilibrio y el movimiento sólo puede estar asegurado
cuando dejamos que maduren y se desarrollen a su propio ritmo, un ritmo que debe estar marcado por la
iniciativa del infante y no por la del adulto.
Una vez partimos de esta posición boca arriba encontramos, más o menos, esta secuencia de desarrollo y
maduración psicomotora.
• De la posición de tumbado hacia arriba hasta volverse sobre el vientre; vueltas repetidas, rodar (fig.
1-6).
• Desde reptar hasta el gateo (fig. 7-10)
• Hacia la posición sentada (fig. 11-15)
• Hacia la posición de pie (fig. 16-20)
• Desde ponerse en pie libremente y agacharse hasta la marcha estable (fig. 21-25).
Esta descripción corresponde solamente a los grandes movimiento motrices y que existen una gran va-
riedad de movimientos y posiciones intermedias fundamentales, que los niños/as practican por propia
iniciativa y que se colocan entre uno y otro gran movimiento descrito en este esquema.

Entre estos movimientos intermedios se da el subir y bajar escaleras gateando o moverse en planos inclinados,
acodarse, arrodillarse, desplazarse d rodillas ponerse en cuclillas…
• En el periodo de “volverse de costado” a “volverse sobre el vientre”, se cambia de postura un promedio
de 25 veces en 30 minutos.
• En el periodo de “volverse sobre el vientre” a “levantarse hasta la posición gatas” o “ponerse semisen-
tado”, se cambia de postura una promedio de 42 veces cada 30 minutos.
• En el periodo de “sentarse” o “arrodillarse” hasta “ponerse en pie”, se cambia de postura un promedio
de 63 veces cada 30 minutos.
• En el periodo de “ponerse en pie” hasta los primeros pasos, el promedio de cambio de postura es de
74 veces cada 30 minutos.

Podéis imaginar la gran actividad que esto implica y porqué no hace ninguna falta hacerles practicar o
ponerlos a realizar ningún tipo de ejercicio guiado. Por sí mismos y de forma espontánea realizarán todos
aquellos movimientos necesarios para su desarrollo y, serán ellos también, los que marquen qué movimiento, su
duración y la intensidad.

Organización del espacio y materiales.


Es fundamental pensar en un espacio que promueva y facilite este movimiento libre y esta acti-
vidad autónoma.
Esto quiere decir que será un espacio seguro, en el cuál el bebé y el niño/a podrá moverse a sus anchas y
podrá coger y tocar todo aquello que se encuentre.
El espacio y los materiales deben ser siempre seguros y adaptados.
Evitaremos dentro de lo posible, zonas “oscuras” dentro de la zona de juego que requieran constantemente de
un “no” por parte del adulto. Este aspecto nos dará la tranquilidad de poder acompañarle desde la distancia.
Puntos clave son:
• Que la ropa permita y facilite el movimiento libre. Se evita vestirles si no hace frío. Se evitan las ca-
puchas, la ropa demasiado gruesa o estrecha. Siempre que sea posible se recomienda dejarlos descalzos, ya
que los pies son un punto de agarre y equilibrio fundamental en el equilibrio.
• Adecuar espacios amplios y lo más diáfanos posibles y con suelos firmes que no se hundan ni se
arruguen dificultando el movimiento y el desplazamiento.
• Mobiliario adaptado que permita subir y bajar, moverse en planos inclinados, atravesar túneles…
• Materiales a siempre a su alcance, sin exceso y adecuados a cada etapa. Materiales fáciles de ma-
nipular, que puedan llevarse a la boca y que no necesiten la “ayuda” del adulto. En general se recomiendan
lo que se llama “materiales desestructurados“, que no son más que materiales sin un fin en concreto y que en su
mayor parte forman parte de la vida cotidiana (tapas, botes, boles, telas, objetos de madera, piedras, aros,
tapones de corcho, telas…). Se pueden combinar perfectamente con otro tipo de material más estructurado
siempre y cuando no se “enseñen” a usar.
Los bebés y niño/as necesitan sentirse seguros con el espacio y con los adultos que lo acompañan, lo suficien-
temente tranquilo para sentir que no hay peligro y poder dedicar su atención en explorar.
Esto seguramente querrá decir que van a necesitar nuestra presencia constantemente,
sobre todo si hablamos de bebés, que no vamos a poder irnos de la habitación sin que lloren y se sientan inse-
guros sin nuestra presencia. Esto es completamente natural y se irá pasando a medida que el bebé madure.
Toda esta organización del espacio, el mobiliario y el material tiene el objetivo de que vuestros hijos e hijas
puedan moverse y explorar libremente, de forma autónoma y por propia iniciativa.

No quiere decir solos, quiere decir por sí mismos.


De eso se trata.

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