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CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO

2.1. CAUSAL DE VACANCIA POR INCAPACIDAD MORAL

Para Pareja Paz, S. (2001), define que la incapacidad moral puede estar
determinada por locura, idiotez o parálisis. Lo moral por corrupción, venalidad, o
prodigalidad. Pero no basta que exista la incapacidad moral, sino que tiene que
ser declarada por el Congreso.

Según Guevara (2013), la incapacidad moral puede ser consecuencia


de enajenación mental, que las buenas costumbres que tienen relación con la
incapacidad moral, y entre las buenas costumbres con la forma cómo deben
administrarse las rentas públicas; es decir, con la honradez, la honorabilidad.

Para Bustamante (1997), la incapacidad moral la define como la


carencia o aptitud para poder desempeñarse en el ejercicio de cargos públicos.

Es apropiado mencionar el trabajo que realizo Magno Abraham García


Chávarri (2013), Titulado Vacancia por Incapacidad Moral del presidente de la
Republica. La presente tesis, con el propósito de establecer una distinción
conceptual entre la vacancia por incapacidad moral y otras figuras e
instituciones, se presentó una breve revisión de los diferentes mecanismos de
determinación de responsabilidad de altos funcionarios por parte del Parlamento
o Congreso. Allí se observó cómo los distintos Jefes de Gobierno o presidentes,
Congresistas en algunos casos, Jueces del mayor grado, entre otros
funcionarios según cada realidad, eran pasibles de ser acusados ante la
Representación Nacional por la comisión de una falta política, o más bien se
determinaba la autorización de su procesamiento penal a efectos de determinar
su responsabilidad jurídica si la hubiere. Corresponde al propósito de este
apartado estudiar si la figura del presidente de la República o la del Jefe de
Gobierno en un esquema parlamentario, de ser el caso, está sujeta a la
institución de la vacancia o falta en el ejercicio del cargo y, particularmente, si la
causal de incapacidad moral peruana tiene algún antecedente o referencia en el
Derecho Comparado al que se ha tenido acceso. Ello resulta importante a
efectos de determinar mejor los alcances que la figura peruana debiera tener en
la actualidad.

Es pertinente mencionar el trabajo de Juan T. Falconi Vargas (2008),


sobre la Vacancia de Autoridades Elegidas Democráticamente. Los cargos de
elección popular se cubren por quienes son votados como titulares mediante la
participación de la población, en forma de elección universal, directa y secreta.
Sin embargo, no siempre dichos titulares permanecen en el cargo todo el plazo
para el cual fueron elegidos democráticamente. Ello se debe a diversas
circunstancias contempladas en distintas figuras jurídicas, entre las cuales
queremos destacar la de la vacancia. Inicialmente, se entenderá a la vacancia
en su acepción común, cotidiana, es decir, en aquella situación en virtud de la
cual un cargo permanente carece de titular o está sin proveerse o cubrirse, por
razón de muerte, despido, jubilación, cesantía u otra causa relativa a su antiguo
titular. En el relativamente reciente proceso de Elecciones Generales 2006 se
eligieron a un (1) presidente de la República y dos (2) vicepresidentes, cinco (5)
representantes al Parlamento Andino, y ciento veinte (120) congresistas de la
República. En las Elecciones Regionales y Municipales del mismo año 2006 el
número de autoridades elegidas fue mucho obviamente mayor: veinticinco (25)
presidentes regionales, veinticinco (25) vicepresidentes y doscientos veintiocho
(228) consejeros regionales, así como a ciento noventa y cinco (195) alcaldes y
a mil seiscientos noventa y cuatro (1694) regidores provinciales, y a mil
seiscientos quince (1615) alcaldes y a ocho mil cuatrocientos cuarenta y seis
(8446) regidores distritales. Ahora bien, no existiendo un gran número de
trabajos doctrinarios ni jurisprudenciales sobre el tema de las vacancias, es
conveniente delimitar bien dicha figura sobre la base del contraste con otras
instituciones jurídicas más conocidas y con las cuales puede confundirse. Las
similitudes y diferencias entre ellas nos ayudarán a perfilar mejor el tema central
del presente trabajo.

Dentro de este marco el trabajo de Ciro Parisuaña Molleapaza (2013),


sobre el tema titulado La Eficacia del Proceso de Vacancia de Autoridades
Municipales por la Causal de Restricciones a las Contrataciones, para la
Protección de los bienes Municipalidades, en el Jurado Nacional de Elecciones
El objetivo principal de la investigación es determinar la eficacia del proceso de
vacancia de autoridades municipales por la causal de restricciones a las
contrataciones para la protección de los bienes municipales. Pues, el Jurado
Nacional de Elecciones ha resuelto las solicitudes de vacancia de autoridades
municipales por la aludida causal, desestimando en la mayoría de veces y
asumiendo criterios contradictorios. Para ello, la investigación se enmarca en el
enfoque mixto, y por su naturaleza jurídica en el enfoque jurídico social. Esta
orienta a la exploración, la descripción y el entendimiento, mediante el método
hermenéutico, y sus técnicas del análisis del discurso y el dogmático jurídico,
con sus instrumentos de observación cualitativa y cuantitativa, bitácora de
registro, bitácora de análisis y ficha de análisis del discurso. Su muestra es
probabilística aleatoria simple, constituida por las resoluciones del proceso de
vacancia de autoridades municipales por la causal de restricciones a las
contrataciones y la protección de los bienes municipales, emitidas por el Jurado
Nacional de Elecciones del Perú, durante el año 2014. Como resultado, se ha
determinado que proceso de vacancia de autoridades municipales por la causal
de restricciones a las contrataciones, no es eficaz para la protección de los
bienes municipales. Pues, existe mayor proporción de resoluciones
desfavorables respecto a las resoluciones favorables, y esto desprotege los
bienes municipales. Además, los fundamentos que adopta el Jurado Nacional de
Elecciones para los procesos de vacancia de autoridades municipales por la
causal de restricciones a la contratación, no son uniformes.

De esta manera, el de trabajo de Luis Alberto Espinoza Quispe (2015),


sobre el tema de Análisis de la reforma legislativa del tratamiento de mandato,
vacancia y suspensión de autoridades regionales y municipales en el Perú. La
investigación es elaborada luego de haber observado la necesidad de una
reforma electoral, específicamente el tratamiento de revocatoria del mandato,
vacancia y suspensión de autoridades regionales y municipales, precisamente
porque en él se analizan la naturaleza y los procedimientos de las instituciones
que permiten el abandono del cargo de manera anticipada por las autoridades
elegidas antes del término del mandato representativo nacido de las urnas.
Realizo una exposición del proceso metodológico de la investigación, exposición
del problema, considero la justificación, como también la causa que originan este
problema. Planteo un objetivo general: de analizar las causas de la reforma
electoral. La tesis contiene también capítulos destinados a presentar estas
instituciones desde la óptica de su incidencia en la democracia que conlleva la
renovación de las autoridades estatales por medio del ejercicio del derecho de
sufragio. Ello implica también que estas tengan el deber de cumplir hasta su
término el mandato representativo conferido por sus electores, así como de su
regulación de lege ferenda, “para una futura reforma de la ley”, esto es, en la
propuesta de norma futura prevista en el anteproyecto de Código Electoral y
Código Procesal Electoral. Se trata de una investigación cualitativa, de tipo
descriptivo y analítico por los aspectos anteriormente mencionados y permitirá
tener una idea razonada de la revocatoria, la vacancia y la suspensión de
autoridades regionales y municipales, de tal modo que este sea un medio para
profundizar los conocimientos existentes. Finalmente se establece en el presente
trabajo de investigación, las conclusiones a las que arribamos en base a los
indicadores, los cuales permitieron sugerir propuestas referentes a estas
instituciones, el cual esperamos pueda ser objeto del más amplio debate para
lograr la unicidad de la normativa electoral y ser aprobada su codificación.
Dentro de esta perspectiva la Constitución de 1823 en su Art 76° regula
una forma de vacancia presidencial, pero sin emplear el término vacancia, al
establecer la sucesión en casos de muerte, renuncia, destitución del presidente,
o cuando llegue el caso de mandar personalmente la fuerza armada, será el
vicepresidente quien habrá de concurrir con las mismas calidades a administrar
el Estado.

Mientras que, la Constitución de 1826 en su Art. 81°, igualmente no


menciona la palabra vacancia de la presidencia, sin embargo, es obvio que, por
renuncia, muerte, enfermedad o ausencia del presidente de la República, se
produce la vacancia presidencial, por lo que el vicepresidente le sucederá en el
acto.

Después la Constitución de 1828 en su Art. 83° establece una forma de


vacancia presidencial sin mencionarla, al permitir que un vicepresidente
reemplace al presidente en casos de imposibilidad física o moral, o cuando salga
en campaña y en defecto de uno y otro ejercerá el cargo provisionalmente el
presidente del Senado, quedando entre tanto suspenso las funciones de
Senador.

Más adelante la Constitución de 1834 en su Art. 80° define la vacancia


(se utiliza el término por vez primera) por muerte, admisión de su renuncia,
perpetua imposibilidad física, destitución legal y término de su período
constitucional.

En consecuencia, el Art. 80° es concordante con el Art. 81°, que precisa


que cuando vacare la Presidencia de la República, por muerte, renuncia o
perpetua imposibilidad física, se encargará provisionalmente del Poder Ejecutivo
el Presidente del Consejo de Estado; quien en estos casos y en el de la
destitución legal convocará a los Colegios Electorales dentro de los primeros
diez días de su Gobierno, para la elección del Presidente.
Entonces, la suspensión en el ejercicio del cargo se encuentra
establecida en el Art 83° por mandar en persona el Presidente la fuerza pública,
por enfermedad temporal, y por ausentarse a más de ocho leguas de la capital
de la República. Y que en cualquiera de estos casos le subrogará el presidente
del Consejo de Estado. La Constitución de 1856 en su Art. 83° plantea la
vacancia de hecho y de derecho.

Vacancia de hecho es:


 Por muerte.
 Por celebrar cualquier pacto contra la independencia o integridad
nacional.
 Por atentar contra la forma de gobierno.
 Por impedir la reunión del Congreso, suspender sus sesiones o
disolverlo.

Vacancia por derecho:


 Por admisión de su renuncia.
 Por incapacidad moral o física.
 Por destitución legal.
 Por haber terminado su período

Asimismo, en su Art. 88° regula la suspensión del ejercicio presidencial


por mandar en persona la fuerza pública, y por enfermedad temporal.
La Constitución de 1860 en su Art. 88° establece la vacancia presidencial
además por caso de muerte; en los siguientes:

 Por perpetua incapacidad, física o moral del presidente.


 Por admisión de su renuncia.
 Por sentencia judicial que lo declare reo de los delitos designados en
el Art. 65°.
 Por terminar el período para que fue elegido.
A continuación, se propone la suspensión del ejercicio presidencial en el
Art. 93°, además de las causales conocidas se adiciona la causal de hallarse
sometido a juicio en los casos expresados en el Art. 65°.

Sin embargo, la Constitución de 1867 se establece la vacancia de hecho


en el Art. 79°, vacancia de hecho:

 Por muerte del presidente.


 Por incapacidad moral o física.
 Por atentar contra la forma de gobierno.
 Por impedir la reunión del Congreso, suspender sus sesiones o
disolverlo.

En el Art. 80° del mismo cuerpo constitucional se establece la vacancia


de derecho:

 Por admisión de su renuncia.


 Por incapacidad moral o física.
 Por haber terminado su período.
 Por sentencia judicial que lo declare reo del delito que motivó su
suspensión conforme el Art. 79°, incisos 2°,3° y 4°.

La suspensión del ejercicio presidencial se plantea en el Art. 81° por dos


causales: Por mandar en persona el presidente la fuerza pública; y por
enfermedad temporal.

La Constitución de 1929 establece la vacancia en el art. 115°, además


del caso de muerte, en las causales siguientes:

 Por permanencia incapacidad física o moral del presidente declarado


por el Congreso.
 Por admisión de su renuncia.
 Por sentencia judicial que lo declare reo de los delitos asignados en
el Art. 96°.

La suspensión del ejercicio presidencial por las siguientes:

 Por mandar en persona el presidente la fuerza pública.


 Por enfermedad temporal cuando lo resuelva el Congreso.
 Por hallarse sometido a juicio en los casos expresados en el Art. 96°.

La Constitución de 1933 en su Art. 144° establece la vacancia


presidencial en casos de muerte, además, en las siguientes:

 Por permanente incapacidad física o moral del presidente declarado


por el Congreso.
 Por la aceptación de su renuncia.
 Por sentencia judicial que lo conduce por los delitos enumerados en
el Art. 150-°
 Por salir del territorio de la República sin permiso del Congreso; y
 Por no reincorporarse al territorio de la República vencido el permiso
que le hubiere concedido el Congreso.

La suspensión está reconocida en el Art. 145° por los siguientes:

 Por mandar en persona el presidente la fuerza armada.


 Por incapacidad física temporal del presidente declarado por el
Congreso; y
 Por hallarse sometido a juicio conforme al Art. 150°

La Constitución de 1979 en su Art. 206° consagra la vacancia


presidencial, retomando la norma constitucional de 1933, además del caso de
muerte, por:

 Incapacidad moral o permanente incapacidad física declarada por el


Congreso.
 Aceptación de la renuncia por el Congreso.
 Salir del territorio nacional sin permiso del Congreso o no
reincorporarse al cargo al vencimiento de éste.
 Destitución al haber sido sentenciado por algunos de los delitos
mencionados en el Art. 210°

Y la suspensión del ejercicio presidencial se reconoce en el Art. 207° por


las causales siguientes:

 Incapacidad temporal declarada por el Congreso


 Hallarse sometido a juicio, conforme al Art. 210°

2.1.1. Distinción Conceptual

A. Vacancia y Revocatoria

Son los únicos medios previstos por la Constitución y regulados por la


ley, para dejar sin efecto un cargo que proviene de una elección popular. De este
tema en común surge la importancia de ambas figuras, mecanismos que pueden
ser promovidos además por un solo ciudadano activo. Ahora bien, con afán
didáctico, conviene establecer un conjunto de similitudes y diferencias entre
ambas instituciones. La primera similitud que puede encontrarse entre ambas
figuras está en el tiempo en que se pueden configurar las situaciones jurídicas y
fácticas que se invocarán en el pedido, sea este de vacancia o revocatoria. Es
decir, sin que tenga que establecerse, necesariamente, una suerte de evaluación
de la autoridad elegida en el desempeño de su cargo. Así, si bien algunas de las
causales legales que originan la declaración de vacancia están relacionadas con
determinadas situaciones que podrían haberse configurado, incluso, antes de
que la autoridad regional o local asuma el cargo para el cual fue elegida
democráticamente, la consulta popular de revocatoria también podría ser
promovida por hechos que no tienen relación directa con el desempeño de las
funciones que desarrolla la referida autoridad. De este modo, aun cuando
finalmente ocurre en ambos casos el retiro del cargo, no necesariamente este se
da como consecuencia de un mal ejercicio de las funciones para las que fue
popularmente elegido. Otra similitud entre la autoridad vacada y la revocada se
halla en el modo de reemplazar a dicha autoridad. De esta manera:

Cuando se vaca a una autoridad, se acredita como tal al ciudadano que


alcanzó el siguiente lugar en el número de votos de la misma lista de candidatos
por la cual postuló el ahora vacado, y siempre para completar el periodo del
mandato faltante para el cual fue elegido el titular.

Si como resultado de la consulta popular correspondiente se revoca a


una autoridad determinada, se acredita como tal al ciudadano que alcanzó el
siguiente lugar en el número de votos de la misma lista de candidatos por la cual
postuló el revocado, y siempre para completar el periodo del mandato faltante
para el cual fue elegido el titular. Ahora bien, es preciso anotar aquí que, de
acuerdo con el Art. 25º de la Ley de los Derechos de Participación y Control
Ciudadanos N° 26300, de confirmarse la revocatoria de más de un tercio de los
miembros del Concejo Municipal o del Consejo Regional, se convocaría a nuevas
elecciones, pero siempre dentro del período por el que fueron elegidas las
autoridades revocadas.

En el caso de las figuras bajo análisis, hay otro elemento en común: el


papel esencial que en ellas juega el Jurado Nacional de Elecciones. En el caso
de las vacancias, el JNE actúa como segunda y definitiva instancia en los
procesos tramitados y resueltos ante el Consejo Regional o el Concejo Municipal.
En el caso de las revocatorias, el JNE se desempeña, al igual que en otros
procesos electorales, como ente rector, pues convoca la consulta, fiscaliza el
proceso en general, emite las resoluciones correspondientes, proclama los
resultados respectivos y, de ser el caso, realiza el llamado a quienes deberán
suceder a las autoridades revocadas.

Resulta también de importancia establecer las diferencias que


mantienen entre sí las figuras bajo análisis, a fin de dar a entender que el
ciudadano no puede acudir indistintamente a cualquiera de ellas. Verificándose
determinadas circunstancias fácticas y jurídicas, sólo una de dichas figuras
resultará aplicable y la otra no.

La primera diferencia entre ambas figuras tiene que ver con en el


cumplimiento de ciertos requisitos que acompañan una petición de vacancia o
de revocatoria. Siendo la consulta de revocatoria un derecho de control
ciudadano, es comprensible que para dar inicio a este mecanismo deba contarse
con la participación de un porcentaje de la población, porcentaje que de acuerdo
a la LPCC se concreta si la solicitud para que se lleve a cabo es suscrita por al
menos el veinticinco por ciento (25%) de los electores de la circunscripción con
un máximo de cuatrocientas mil firmas, sobre la cual tiene jurisdicción la
autoridad que se pretender revocar. Por el contrario, en los procesos de vacancia
no existe similar exigencia, pues basta un ciudadano activista para iniciarla.

Se presenta otra diferencia en el carácter masivo de la participación


ciudadana en la toma de la decisión final. Y es que cuando la consulta popular
de revocatoria fue establecida como un derecho de control de los ciudadanos,
ellos quedaron legitimados para decidir a través de la emisión de su voto si la
autoridad respectiva continúa en su cargo o no. Por el contrario, el proceso de
vacancia no tiene un carácter participativo masivo de la población, propio de un
proceso electoral, pues está más orientado a la observación del procedimiento
legal previamente establecido y que concluye, en primera instancia, con la
decisión del Consejo Regional o del Concejo Municipal, y, de existir apelación,
con la decisión definitiva y en última instancia del JNE.

La siguiente diferencia está relacionada con los hechos que provocan


una vacancia o una revocatoria:

 Para declarar la vacancia de alguna autoridad, el solicitante


necesariamente deberá basarse en alguna causal establecida en la ley
respectiva. En efecto, para que la vacancia sea establecida será preciso que se
presente cierta situación que configure alguna de las causales establecidas por
el Art. 22° de la Ley Orgánica de Municipalidades N° 27972, o por el Art. 30° de
la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales N° 27867, debiendo acreditarse los
hechos que las sustentan.

 Para solicitar la revocatoria de una autoridad de gobierno regional o


local, la normatividad electoral vigente no ha establecido ninguna causal, y, por
tanto, la revocatoria podría producirse sin que exista mayor razón. En el caso de
la revocatoria de autoridades, tal como lo dispone la LPCC, la solicitud que se
presenta a fin de que la consulta se lleve a cabo solo debe estar fundamentada
en cualquier circunstancia aun la más subjetiva, pero no se requieren probar los
hechos invocados o que motivan este pedido.

 La oportunidad para el inicio de cada uno de los procesos bajo análisis


puede marcar diferencias a tomar en cuenta. La solicitud de vacancia puede
presentarse en cualquier momento del periodo de gobierno regional o municipal,
mientras que la solicitud de realización de la consulta de revocatoria no puede
presentarse durante el primer y el último año de mandato en este caso, por
ejemplo, ni en el 2007 ni en el 2010. Esto último se sustenta en que, no existiendo
la obligación de probar los fundamentos que sirven de base a la solicitud de
revocatoria, es necesario establecer algunas limitaciones para evitar que éste
mecanismo de control ciudadano termine desvirtuándose si apenas en el primer
año del respectivo mandato local o regional se le hace vulnerable, afectándose
así la gobernabilidad.

En ese mismo orden de ideas, hay una diferencia respecto a la


posibilidad de presentar nuevamente la solicitud de vacancia y la de consulta
popular de revocatoria:

 La vacancia permite que puedan presentarse diversas peticiones,


amparándose en una misma causal, no obstante haberse emitido
pronunciamiento denegatorio con anterioridad. La excepción se dará si se
sustenta la misma causal, en los mismos hechos. Es decir, la única limitación
estaría dada por el criterio del ne bis in idem.
 En el caso de que no se hubiere logrado el número de votos exigidos
para que se revoque a la autoridad, sólo transcurridos dos años podrá admitirse
una nueva solicitud contra la citada autoridad. Y ello, en la práctica, hace
imposible que vuelva a presentarse tal solicitud, ya que el mandato de ambas
autoridades es solo por cuatro años.

De esta circunstancia anteriormente descrita se desprende otra


diferencia. En el proceso de vacancia hay un carácter contencioso, litigioso, es
decir, en él existe una incertidumbre jurídica que requiere ser determinada, con
la posibilidad de que la decisión que en primera instancia se adopte sea revisada
por el Jurado Nacional de Elecciones como tercero imparcial encargado de
administrar justicia en materia electoral. Por su parte, la consulta de revocatoria
no tiene ese carácter. No puede hablarse aquí de la posibilidad de revisión final
de la decisión tomada por el electorado en las ánforas. Finalmente, merece
comentarse algunas situaciones límites que son posibles de configurarse en la
realidad:

 Según el Art. 23º de la LPCC ya citado, si como resultado de la


consulta popular se confirmase la revocatoria de más de un tercio de los
miembros del Concejo Municipal o del Consejo Regional, se procedería a
convocar a nuevas elecciones para ocupar los cargos revocados y por el periodo
faltante. De este modo, estas nuevas autoridades podrían incurrir igualmente en
alguna situación que conlleve a un nuevo pedido de su vacancia o revocatoria.

 Si un ciudadano que hubiera ocupado el cargo de alcalde o regidor


hubiera sido vacado por la causal relacionada a la comisión de delito doloso, o
hubiera sido revocado como consecuencia de una consulta popular, dicha
apartamiento del cargo se convierte en impedimento para su eventual
postulación al cargo de Presidente o Consejero de algún Consejo Regional,
constituyéndose así en una causal de inelegibilidad.
B. Vacancia y Destitución

Según Sar Suárez (2005), entiende que la Constitución Política regula


de manera genérica a los gobiernos locales. Establece en su Art 31° y en el
inciso 10, del Art 195° una “reserva de ley” para desarrollar más detenidamente
su estructura y funcionamiento, además de las razones por las cuales los
alcaldes y regidores pierden el cargo a través de la declaratoria de vacancia.

Esta reserva de ley ha sido desarrollada por el Congreso de la República,


en los términos del artículo 106º de la Constitución, es decir, a través de una ley
orgánica. La LOM regula que, para la pérdida del cargo de alcalde o regidor, en
concordancia con el mandato constitucional, deberán observarse
necesariamente las diferentes reglas contenidas en todas las normas que
conforman “el bloque de constitucionalidad”.

El bloque de constitucionalidad ha sido definido por el Tribunal


Constitucional, como aquellas disposiciones “que se caracterizan por
desarrollar o complementar los preceptos constitucionales relativos a los fines,
estructura, organización y funcionamiento de los órganos y organismos
constitucionales, de precisar detalladamente las competencias y deberes
funcionales de los tribunales de éstos, así como de los derechos, deberes,
cargas públicas y garantías básicas de los ciudadanos”.

Lo mismo sucede para el caso de vacancia de autoridades del gobierno


regional Art. 30º de la LOGR, como lo ha reconocido el mismo TC: “Asimismo, la
decisión sobre la vacancia o no de la autoridad en cuestión corresponde al
Consejo regional, siendo que su decisión podrá ser apelada al Jurado Nacional
de Elecciones, quien resuelve en última y definitiva instancia. En este sentido, la
decisión del Jurado Nacional de Elecciones no vulnera la autonomía regional,
sino que se limita a ejercer las competencias que la propia constitución le asigna,
toda vez que emite una decisión luego de un pronunciamiento sobre el fondo del
asunto efectuado por el Consejo Regional de San Martín, cuestión que se
encuentra conforme con la Constitución y las leyes”.
Asimismo, la Constitución en el Art. 142° y 181° otorga al JNE la función
de impartir justicia en materia electoral. En dicho ámbito electoral se incluyen las
vacancias, en tanto que esta figura tiene una innegable naturaleza electoral, toda
vez que los derechos electorales y la garantía de la preservación de la voluntad
popular no se agotan el día de la elección, sino que se prolongan en el tiempo,
del inicio del mandato a su término. García de Enterría y Martínez Carande,
(2004).

Ahora bien, es conveniente aclarar la norma contenida en el Art. 8° y 22°


del Código Procesal Constitucional, Ley N° 28237, referida a la destitución que
podría dictar un Juez Penal contra la autoridad o funcionario público que
pretende desconocer una sentencia dictada en el marco de un proceso
constitucional.

C. Vacancia y Suspensión

Por su parte Bernales Ballesteros (2005), explica que la suspensión


implica la pérdida temporal de un derecho, situación o cargo. Por ello, la gran
diferencia entre una vacancia y una suspensión es precisamente el efecto de
cada una en el tiempo sobre el cargo electivo. En el caso de la declaración de
vacancia de un cargo de elección popular, el cese del ejercicio es definitivo,
mientras que, en el caso de una suspensión en el cargo, dicho cese es siempre
por un término establecido, sin que implique la pérdida del mandato. Así, por
ejemplo, el inciso 1 del Art. 25º de la LOM establece como causal de suspensión
la incapacidad física o mental temporal. De allí que, en el entendido que se
produzca la recuperación física o mental de la autoridad, se levanta la
suspensión. Pero en caso de que este mismo impedimento físico o mental sea
permanente, corresponderá entonces pasar de la suspensión a la vacancia,
pérdida definitiva del cargo. Cabe recordar que declarada la suspensión o la
vacancia, el procedimiento de reemplazo de la autoridad en cuestión es el mismo
que ya se anotado en los párrafos precedentes. Esto es, se convoca al
ciudadano que se encuentra ubicado inmediatamente después en la lista de
candidatos por la cual postuló el ahora vacado o suspendido.
LA VANCIA PRESINDENCIAL

Según GUDE FERNÁNDEZ (2000), Plantear la vacancia presidencial


como cualquier moción cotidiana de práctica parlamentaria carente de
argumentos jurídicos o políticos dignos de tener en cuenta utilizando sólo
argumentos subjetivos por el prurito de sacar lonja para su beneficio, no sólo es
nada serio, sino que revela el nivel de madurez y responsabilidad política de un
sector de la oposición que se vacila alegremente manipulando una institución
constitucional que sólo se debe proponer en casos extremos de evidente
gravedad gubernamental.

El Diccionario de la Real Academia Española nos dice que la palabra


vacancia del latín vacatia, significa cargo o empleo que se encuentra sin proveer.
O como explica el Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual de Guillermo
Cabanellas, sobre el referido término, en su segunda acepción, significa, puesto,
cargo, empleo libre y sin proveer por muerte, renuncia, jubilación, cesantía u otra
causa relativa a su antiguo titular.

Para Ramírez del Villar, aludiendo a la incapacidad moral contenida en


el Proyecto de Ley sobre el “Estatuto (1988), nos dice que el término
“incapacidad” es empleado en su acepción jurídica, o sea, como carencia de
aptitud legal para ejecutar válidamente determinados cargos y oficios públicos.
El proyecto considera que la conducta deshonrosa, la grave falta ética, el delito
común doloso, califican la incapacidad moral y la consiguiente vacancia del
cargo, previa comprobación y votación calificada de 2/3 del número legal de
congresistas a fin de evitar el uso político alusivo a la causal.

Es obvio que la incapacidad física o mental permanentes inhabilitan el


desempeño del cargo. En ambos casos el Congreso debe actuar cumpliendo
iguales garantías de seriedad y verdad.
2.2. ACUSACIÓN CONSTITUCIONAL

Tal como afirma Valle Riestra, J. (2000) “El poder del virrey era
inmenso, al extremo de habérsele calificado como el Alter Rex americano, como
una verdadera imagen del monarca, y hasta como una encarnación suprema del
Estado”. Sin embargo, dicho funcionario tenía en el juicio de residencia la
contingencia que lo limitaba. Al respecto, la historia ha dejado detallados, dos
contrastes en el gobierno de un virrey: de un lado, el ingreso bajo palio y la salida
con residencia; y del otro, el cuadro optimista y rosado de las memorias de los
virreyes, y los cuadernos o expedientes de residencia.

De acuerdo al concepto expresado y contenido en la parte inicial del Art.


99 de la Constitución, la acusación constitucional se entiende como un
mecanismo procesal de control político destinado a promover, de un lado, la
defensa y eficacia de las normas e instituciones previstas en la Constitución,
contra el abuso del poder en que pudiesen incurrir los altos funcionarios públicos;
y del otro, la intervención del Órgano Judicial, a través de la Corte Suprema en
la investigación, juzgamiento y eventual penalización de determinadas altas
autoridades o ex autoridades estatales, cuando pesaren sobre ellas denuncias
con razonabilidad jurídica de perpetración de un ilícito penal cometido en el
desempeño de la función pública.

A diferencia de la Constitución de 1979, en donde se presentaba la


relación de funcionarios y ex funcionarios con derecho a la acusación
constitucional, sin que esto fuese óbice para que una ley determinase al resto de
funcionarios beneficiarios de esta prerrogativa, el texto vigente ha utilizado un
listado cerrado. Esto significa que no se puede extender su beneficio a personas
distintas de las textualmente enumeradas en el artículo 99.

Tenemos entonces que, la acusación constitucional y la inmunidad


parlamentaria son institutos se conectan en la medida en que tienen un objeto
sustancialmente análogo: proscribir cualquier forma de procesamiento penal sin
que previamente el Congreso de la República hubiere dispuesto el retiro o
despojo de la prerrogativa funcional de la inmunidad. No obstante, lo expuesto,
existen también diferencias significativas. Al respecto, de conformidad con lo
establecido por el Tribunal Constitucional en el caso sesenta y cinco congresistas
de la República Expediente N°. 00006-2003-AI/TC, se quedó establecido que
en el levantamiento de la inmunidad parlamentaria el Congreso de la República
solo asume un rol estrictamente verificador de la ausencia de contenido político
en una demanda; en tanto que en la acusación constitucional se asegura la
inexistencia de un probable abuso o exceso en el ejercicio del poder; en cuyo
caso se procede a la sanción política o la intervención del Poder Judicial, según
sea el caso juicio o antejuicio político. Asimismo, García Toma, V. (2001),
plantea diferencias de orden formal y material.

A. Diferencias de Orden Formal

Todos los funcionarios que gozan de la garantía institucional de la


inmunidad como son todos los congresistas, defensor del pueblo y miembros del
Tribunal Constitucional, tienen además acceso a la prerrogativa de la Acusación
Constitucional. En cambio, no todos los titulares de la prerrogativa de la
Acusación Constitucional tienen acceso a la garantía de la inmunidad los
ministros de Estado, miembros del Consejo Nacional de la Magistratura, vocales
de Corte Suprema, fiscales supremos y contralor general.

B. Diferencias de Orden Material

La garantía de la inmunidad opera desde la elección en el cargo hasta


un mes después de haber cesado en él, la prerrogativa de la acusación
constitucional opera hasta cinco años después de haber cesado en el cargo. En
el orden formal se acredita que conforme a lo establecido en los Art. 99, 162 y
201 de la Constitución existen algunos altos funcionarios públicos que
acumulativamente gozan del privilegio de la inmunidad y del derecho a no ser
procesados sin el previo tamiz autoritativo que surge de la acusación
constitucional; en cambio existen otros que gozando del instituto de la acusación
constitucional carecen de la prerrogativa de la inmunidad.

2.2.1. Juicio Político

Según el abogado y político peruano, Paniagua Corazao, V. (1999),


define el juicio político como una institución de clara naturaleza política, que se
lleva a cabo a través de un órgano eminentemente de ese tipo, como es el
Parlamento o Congreso. Sus fines, objetivos y actos materia de su procedimiento
son de absoluta índole política. Nació en Inglaterra, era entendido como la
solemne acusación llevada por los comunes a la Cámara Alta o de los Lores, en
tanto tenían estos últimos un carácter de gran inquisición de la nación y obraban
como suprema Corte de justicia.

Según Valencia Escamilla, L. (2002), el juicio político es entendida


como una institución de clara naturaleza política y que se lleva a cabo a través
de un órgano eminentemente político como es el congreso o parlamento. Los
fines y objetivos que persigue el juicio político, así como los actos materia de su
procedimiento, son, pues, de absoluta materia política. Así mismo, se puede
distinguir el juicio político inglés, parecido a un juzgamiento penal, del juicio
político norteamericano, de carácter inequívocamente político y no criminal.

Bajo causales de mala conducta fue concebido para promover la


remoción de determinados funcionarios este mecanismo del juicio político
comenzó a perder utilidad a favor de la época, institución de la responsabilidad
política.

A. Objetivo

Según Cairo Roldán, O. (2003), el objetivo es la sanción política ante


un acto moral o políticamente reprensible de tal grado que llegue a lesionar la
respetabilidad de la función que el alto representante estatal está
desempeñando. El juicio político no tiene por finalidad el castigo de los
delincuentes, sino la protección del Estado. Lo que se busca en el juicio político
es retirarle el poder a quien está haciendo un mal uso de él e impedir, por otro
lado, que éste pueda volver a retomarlo en el futuro. Este retiro del poder es
claramente un objetivo político del juicio político, y es precisamente sobre la base
de consideraciones de índole política que el congreso, instancia política por
excelencia, reflejo de los múltiples sectores políticos de una sociedad
determinada, sancione con la suspensión, destitución, o inhabilitación al
funcionario considerado políticamente responsable. El juicio político agota su
objetivo cuando el funcionario es separado o ya no está más en el cargo: eso es
finalmente lo que se persigue.

Por otro lado, Gallo Vicente, J. (1999) explica que lo político, a


diferencia de lo jurídico, tiene que ver con el análisis de la conveniencia u
oportunidad. En otros términos, el juicio político sanciona una determinada
conducta o actuación de un funcionario estatal, una política de gobierno llevada
a cabo por el ministro de un sector o ramo determinado por estimarla
políticamente inconveniente o inoportuna. La discrecionalidad del órgano político
sancionador, como es apreciable, es pues muy amplia.

B. Materias

Según Paniagua Corazao, V. (1999), El juicio político sanciona la falta


política. Ahora bien, esta denominada falta política puede estar contenida en la
comisión de un delito común, en la comisión de un delito de función, en la omisión
de un deber de función o en la comisión de una acción o conducta carente de
naturaleza penal, pero sí moralmente reprimible, en la medida en que éstas
afecten la dignidad, la autoridad o el decoro de la función política. En otras
palabras, el juicio político no sanciona la comisión de un delito de función por sí
mismo, sino que lo condenará siempre y cuando a través de esta comisión se
lesione la dignidad del Estado. El juicio político castiga y reprime una conducta
por considerarla políticamente incorrecta, aun cuando dicha acción no sea
penalmente perseguible.

Así, por ejemplo, un funcionario estatal puede ser removido de su cargo


a través de un juicio político por causa de su embriaguez habitual o porque
solicitara, siendo juez, para sí mismo y los suyos cercanos, favores a compañías
ferroviarias, algunas de las cuales seguían procesos judiciales en el tribunal
donde trabajaba. Como se puede apreciar con facilidad, en el primer caso la
destitución de un funcionario responde una causa estrictamente moral o ética: la
embriaguez no comporta ninguna comisión de un delito, sino que es un acto que
en sí mismo lesiona la dignidad y autoridad del cargo. El sancionado con la
remoción si bien no cometió delito alguno, su conducta de ebriedad habitual
mancillaba la dignidad estatal. Y esta consideración fue la que tomó el órgano
político para sancionarlo.

Por otro lado, Blackstone Oxford, W. (1997), lo define como la


destitución del juez, se puede observar que el referido funcionario es sancionado
por la comisión de un delito cometido en ejercicio de sus funciones: el delito de
tráfico de influencias, pues buscaba conseguir favores económicos respecto de
las compañías ferroviarias que seguían procesos judiciales en el tribunal que
este juez integraba. En este caso, la destitución es la sanción política que se
impone a la comisión de un delito de función, pero no por el delito en sí mismo
considerado, aisladamente, sino en la medida en que arrastra o significa la lesión
a la dignidad y autoridad del cargo de magistrado judicial.

C. Sanciones

Según Paniagua Corazao, V. (1999), como se ha indicado en los


párrafos precedentes, las posibles sanciones previstas en el juicio político son
las siguientes: la suspensión en el ejercicio del cargo, la destitución en el ejercicio
del cargo y la inhabilitación para ejercer la función por un determinado período
de tiempo. La sanción del juicio político busca, pues, retirarle el poder a quien el
órgano político, que es representante de los múltiples intereses de la sociedad,
considera que lo está ejerciendo de forma políticamente reprensible y, a la vez
alternativamente, impedir que el mismo sujeto pasivo de la sanción política
pueda retomar el poder en un futuro.

En primer lugar, el retiro del poder a quien se juzga que lo está ejerciendo
indebidamente, desde parámetros de consideración estrictamente políticos, lleva
a sancionarlo sea con la suspensión de su cargo (por un lapso determinado) o
con su destitución, que implica el fin de su mandato. Por otro lado, si además del
retiro del poder se estimase conveniente el que el funcionario destituido no tenga
la posibilidad de retomar el poder, se le impondrá asimismo la sanción de
inhabilitación para ejercer la función pública por un período determinado. Ahora
bien, en el caso norteamericano, la inhabilitación puede ser temporal o perpetua,
según lo decida el Senado. En el modelo inglés, la sanción acordada por la
Cámara de los Lores sí puede acarrear además una sanción penal.

D. Efectos

Según Cairo Roldán, O. (2003), explica que siendo el objetivo del juicio
político la protección de la dignidad y autoridad del cargo estatal, y su materia la
sanción de una falta política por consideraciones estrictamente de esa índole,
resulta pues consecuencia natural que la decisión o sentencia acordada por el
órgano político no sea revisable en sede judicial. Esta decisión concluye el
procedimiento y tiene un efecto que es doble: por un lado, y de naturaleza
administrativa, la suspensión o destitución del acusado, y, por otro lado, la
inhabilitación temporal o permanente de éste para volver a ejercer alguna función
o cargo público.

La razón que fundamenta el hecho de que la decisión emitida por el


órgano político no sea judicialmente revisable radica en que en el proceso de
formulación de la mencionada decisión no han intervenido consideraciones de
naturaleza jurídica sino valoraciones de conveniencia u oportunidad política. Si
la decisión de destitución, por ejemplo, de un alto funcionario ha sido elaborada
bajo parámetros políticos que, por su misma naturaleza son discrecionales y
responden a particulares convicciones o ideologías respecto del deber-ser de
una determinada conducta política o de gobierno, nada tienen que hacer las
consideraciones jurídicas formales y materiales, cuyo margen de acción es por
ello más restringido. En otros términos, a un juez se le exige decidir sobre los
hechos y el derecho, bajo parámetros preestablecidos y generales. Sin embargo,
estos mismos requerimientos son inapropiados para el juicio político por su
misma naturaleza. De allí que la decisión final del juicio político no pueda ser
discutida en su validez por ningún tribunal jurisdiccional, ya que el proceso
seguido para su asunción no ha sido jurídico sino político.
No obstante, lo anterior, existe actualmente una corriente, aún incipiente,
que postula la flexibilización de las denominadas decisiones políticas no
justiciables. Sobre todo, esta decisión se presentaría en la posibilidad de que la
judicatura ordinaria o constitucional, pueda entrar a analizar decisiones de
gobierno que impliquen la restricción irrazonable de derechos fundamentales,
como en los casos de un establecimiento de un régimen de excepción o la dación
de un Decreto de necesidad y urgencia.

2.2.2. Antejuicio Político

Según el magister en Derecho Constitucional Gustavo Gutierrez, T.


(2009), el Antejuicio Político tiene raíces en algunas instituciones que con el paso
del tiempo han caído en desuso, como es el caso del juicio de residencia y el
juicio político. No obstante, debe señalarse que hay en la historia mecanismos
de control, pero como instrumentos perversos como el ostracismo y el bill of
attainder. El primero cuyo objeto era la expulsión de los enemigos del tirano, y el
segundo un modo de sanción penal en forma legislativa.

El parlamento es la expresión popular de una nación, y como tal se


constituye en el primer poder del Estado; le toca la alta función de legislar y
fiscalizar. En ese horizonte, ejerce diversos mecanismos de actuación para
cumplir con sus funciones constitucionales. Así, podemos advertir que el
Congreso aprueba las leyes, autoriza al poder ejecutivo legislar vía decretos
legislativos, verifica la constitucionalidad de los decretos de urgencia, controla a
los ministros mediante la censura, y autoriza el procesamiento de los más altos
funcionarios del estado, entre otras formas de actuación. Es decir, no solamente
dicta las normas más importantes del país, sino además controla a los
estamentos del poder. Ese control, es el denominado, control político, el cual es
verdad, ha adquirido pleno relieve en el estado democrático contemporáneo y,
tal vez, la función más importante de los parlamentos actuales.

Precisamente dentro de esa gama de mecanismos que forman parte del


llamado control político ubicamos al Antejuicio, por un lado, protege al
funcionario público de las denuncias sin fundamento jurídico ni político, y de otro
viabiliza la persecución penal cuando haya mérito para tales propósitos; es decir,
por un lado, establece los mecanismos para la fiscalización de los que detentan
el poder; y, de otro, impide que los cuestionamientos terminen por destruir la
credibilidad de los altos funcionarios y sopesen en la organización del Estado.

Ciertamente, en el estado democrático el poder no está exento de


control. Díez Picazo, L. (2001), recuerda al respecto que “a diferencia de lo que
ocurre en los regímenes absolutistas y dictatoriales, el Estado democrático de
derecho no es sino la manifestación más compleja y evolucionada, hasta la
fecha, de los ideales del constitucionalismo. Se funda sobre la tensión entre dos
grandes principios rectores: la investidura de los gobernantes por los gobernados
a través de elecciones libres y la sujeción de los gobernantes a la legalidad”

El Antejuicio constituye un instrumento del control político que procura


preservar la conducta de los altos funcionarios dentro de la legalidad. Eguiguren
Praeli, F. (2002), sostiene que el antejuicio político “es una prerrogativa que el
Derecho Constitucional otorga a determinados altos magistrados del Estado, con
la finalidad de que no sean procesados ante el Poder Judicial, sin antes recibir
la venia del Congreso a través del procedimiento establecido, tanto en la
Constitución como en el Reglamento del Congreso”.

En ese mismo horizonte, el profesor Rubio Correa M. (2002), precisa


que “el antejuicio es una prerrogativa porque el principio general es que toda
persona pueda ser demandada o denunciada ante los tribunales y, en tal caso,
queda sometida a jurisdicción. Cuando se trata de las personas a quienes se
hace antejuicio, la situación es distinta: ninguna demanda o denuncia que se
haga contra ellos los somete a jurisdicción de los tribunales, a menos que el
Congreso autorice tal procesamiento.”

A. Procedimiento
El Antejuicio político está desarrollado en el Artículo 89º del Reglamento
del Congreso de la República, conforme a las disposiciones prescritas en los
artículos 99º y 100º de la Constitución. El juicio político es una figura sin
antecedentes en el Perú, de manera que su incorporación es una innovación de
la Constitución de 1993. Se origina como consecuencia de estatuir una instancia
que se avoque al conocimiento de las faltas o infracciones constitucionales.

La infracción constitucional, como señala Luna Cervantes, E. (2005) es


la violación de la norma constitucional que no ha sido tipificada como delito. En
sentido lato, puede configurar como infracción a la Constitución toda vulneración
a las disposiciones que contiene la misma; así, podría considerarse como
infracciones, el atentar contra la independencia de funciones del Poder Judicial
(Art. 139 inciso 2); que el presidente no dirija al Congreso un mensaje anual para
dar cuenta de su gestión (Art. 118, inciso 8); que los magistrados no concurran
al Congreso cuando son interpelados (Art. 131); la cual es pasible de una sanción
por responsabilidad política que generalmente es la destitución o inhabilitación.

Se trata sin lugar a dudas de una aproximación al juicio político, instituto


que consuma un acto político, su finalidad no es sancionatoria sino
esencialmente la de retirar al funcionario de la administración pública, haya o no
de por medio la comisión de un delito que será materia de los cauces ordinarias
que dieran lugar.

B. Delitos Comprendidos

El Art. 99º de la Constitución señala que la acusación constitucional en


el ejercicio del control político de la legalidad procede por la supuesta comisión
de ilícito penal perpetrado “en el ejercicio o desempeño de la función”. Entonces,
es entendida en consecuencia que no se tratan de delitos de función en estricto,
sino de delitos en el curso del cargo, que son parámetros con ocasión de la
función que cumpla el dignatario. Tampoco es materia del beneficio la
perpetración de los delitos comunes que en el caso de los demás funcionarios a
excepción de los parlamentarios son procesados en el fuero común
directamente; en lo que atañe a los parlamentarios, procede aquí el
levantamiento de la inmunidad.

Para los penalistas Caro Jhon y Huamán Castellares (2010), con buen
criterio delinean el tema cuando sostienen que “los delitos en el ejercicio de la
función pública no responden a una clasificación basada en requisitos
específicos de autor, sino que esta tiene una razón de ser que el autor,
necesariamente un alto dignatario, cometa un delito haciendo mal uso de la alta
función pública que desempeña. Sobre la base de estas consideraciones
podemos sostener que es perfectamente posible la realización de delitos
comunes ejerciendo la función pública. El parámetro para determinar si estamos
o no ante un delito en el ejercicio de la función pública es precisar el rol del alto
dignatario, el cual se debe analizar desde una óptica normativa, la misma que
tiene como su base la Constitución Política. Por lo mismo, si un delito común o
un delito especial, sino que será un delito en el ejercicio de la función pública,
teniendo como prerrogativa el antejuicio político.”

C. Legitimación

Legitimación Pasiva

La fórmula empleada por la Constitución de 1993, inversamente a la de


1979, es numerus clausus, y no podría ser de otra manera, tratándose de una
prerrogativa. No obstante, cierto sector de la doctrina e inclusive el Tribunal
Constitucional propone incorporar en esta lista a los miembros del Jurado
Nacional de Elecciones, al Jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales,
y al Jefe del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil, por tratarse de
“funcionarios públicos de la mayor importancia en un Estado democrático de
derecho, teniendo la obligación de asegurar que las votaciones traduzcan la
expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos, y que los escrutinios
sean reflejo exacto y oportuno de la voluntad del elector expresada en las urnas
por votación directa”. Sentencia del Tribunal Constitucional Nº 0006-2003/AI-
TC, fundamento 4.
Legitimación Activa

De conformidad con el Art. 89 del Reglamento del Congreso de la


República quienes formulan la denuncia constitucional deben tener legitimidad
para accionar el proceso. Así, tienen legitimación activa, para el proceso de
acusación constitucional, los Congresistas, el Fiscal de la Nación, y cualquier
persona que se considere directamente agraviada.

Según Landa Arroyo, C. (2003) hace notar que “cabría preguntarse


quién asume la legitimidad activa de la denuncia constitucional cuando los
hechos o conductas denunciadas no sólo afectan a una persona en particular
sino a toda una comunidad, por ejemplo, o quién denuncia por la comisión de un
delito de función cuando la persona agraviada no se muestra resuelta a
denunciarlo, tal delito quedará impune, debe abrir margen de legitimidad activa
de la denuncia constitucional; además de justificar la intervención del Tribunal
constitucional a “efectos solamente de calificar la admisibilidad y procedencia de
las denuncias constitucionales …”

Al respecto el citado autor corresponde al Ministerio Público, conforme a


su atribución constitucional prevista en el Art. 159º ser la instancia que persiga
el delito. En consecuencia, cualquier persona puede recurrir al Ministerio Público
para activar el procedimiento, con lo cual el aparente vacío alegado proclive a la
impunidad no resulta cierto ni mucho menos la necesidad de prever un
mecanismo para que el Tribunal Constitucional termine interfiriendo las
atribuciones de los poderes del Estado. En todo caso, una mejor articulación
coronaria con éxito cualquier falencia que se advierta.

D. Materias Comprendidas

Un tema que genera siempre debate, es lo concerniente a determinar en


qué casos procede el Antejuicio. En principio, es de consuno, que opera cuando
se trate de imputaciones penales. El tema es dilucidar si es sobre cualquier ilícito
penal. De acuerdo a la Constitución, el antejuicio procede por “todo delito en el
ejercicio de la función”, con lo cual se abre la brecha para dilucidar que, ocurre
con los delitos comunes, sean o no cometidos en el ejercicio de la función.

Al respecto el Tribunal Constitucional ha señalado que: “si el Congreso


advirtiera que la materia sobre la que versa la denuncia sólo puede ser
subsumida en la configuración de un delito común, aun cuando en un inicio el
procedimiento haya sido tramitado como si se tratase de una acusación
constitucional, debe limitarse a levantar la prerrogativa funcional sin formular
acusación alguna, pues los casos de delitos comunes no se encuentran
contemplados en el art. 99º de la Constitución”.

E. Plazo

Conforme al Art. 99º de la Constitución, el plazo para el Antejuicio se


extiende hasta cinco años después que los funcionarios con dicha prerrogativa
hayan cesado en sus cargos. Para Rubio Correra, M. (2001) esta medida, trae
las siguientes consecuencias:

 La primera que, los magistrados aludidos se hallan protegidos por


el antejuicio hasta cinco años después de haber cesado en sus funciones, lo que
debe entenderse como un plazo que caduca cumplidos cinco años medidos por
período natural, no útil, como se mide todo plazo dado en años dentro del
Derecho.

 La segunda que, transcurrido ese plazo, caduca la posibilidad de


que esa persona sea procesada por el hecho imputable, ya que el antejuicio es
imposible y, sin él, tiene el privilegio de no ser procesada. Violar este principio
sería inconstitucional y procedería una acción de amparo.

 La tercera que, como el plazo de cinco años es de caducidad, la


tarea de investigación y moralización del Congreso tiene que ser particularmente
rápida y eficiente. Si el plazo caduco y la acusación contra quien presuntamente
ha cometido delito no se realiza, entonces el propio Congreso estará avalando
conductas antijurídicas en los hechos, problema de cuya gravedad no es
necesario hacer ningún comentario.

Precisamente, ello hace imperativo prever mecanismos que terminen por


evitar que el antejuicio se pervierta y concluya como un elemento de impunidad.
Ello sí coronaría un privilegio imposible en un estado democrático constitucional.
El antejuicio suspende en efecto los plazos prescriptos para la judicialización es
verdad, pero también caduca la posibilidad de dar inicio a la persecución penal
luego de la conclusión de los cinco años posteriores a la conclusión del cargo.

En ese sentido, el procedimiento del antejuicio es más flexible en su


objetivo. Ciertamente, no es una exigencia imperativa la concurrencia del
funcionario denunciado. Así, Art. 89º del Reglamento del Congreso de la
República explicita que: “Si el denunciado no formula su descargo dentro del
plazo previsto, se tiene por absuelto el trámite …”.

Inclusive en cuanto a la notificación de los cargos. El reglamento en el


mismo dispositivo prescribe: “… En caso de que el denunciado no tenga domicilio
conocido o se encuentre fuera del país, se le notifica, adjuntando un breve
resumen de la denuncia a través del Diario Oficial “El Peruano”, en su Página
Web y en el Portal del Congreso.”

F. Órgano Competente

El órgano competente para la investigación del antejuicio es la Sub


Comisión de Acusaciones Constitucionales, la misma que se encuentra
integrada por diez congresistas, entre ellos su presidente, designados por la
Comisión Permanente del Congreso de la República.

Ahora bien, los congresistas que integran esta Comisión están


impedidos de presentar denuncias constitucionales, en razón que terminarían
asemejándose al juez y parte prohibido en sede judicial.
G. Facultades del órgano competente

La Sub Comisión se encuentra facultada a ejercitar todos los recursos


necesarios para cumplir con el mandato encargado; es decir, tramitar un pedido
de antejuicio. En ese sentido, la Sub Comisión puede inclusive ejercer los
apremios que establece el Art. 88º del Reglamento para las Comisiones
Investigadoras; es decir, solicitar que el citado sea conducido por la fuerza
pública, cuando no comparezca el día y hora señalados o el denunciado u otra
persona que tenga relación con la investigación se resista a exhibir o hacer
entrega de documentos necesarios para el esclarecimiento de los hechos
investigados; solicitar que se autorice el allanamiento de los domicilios y locales
para practicar incautación de libros, archivos, documentos y registros que
guarden relación con el objeto de la investigación; en ambos casos, siempre en
cuando sea útil y pertinente para los fines de la investigación.

Para que la Sub Comisión tenga la facultad de poder incoar estos


apremios, deberá solicitar autorización ante el Juez Especializado en lo Penal,
el mismo que accederá a la petición y ordenará que se realice por el mérito de
la solicitud en el primer caso, y previa evaluación de los argumentos presentados
por la Sub Comisión en el segundo caso.

Finalmente, debe indicarse que conteste al inciso d) del Art. 89 del


Reglamento durante todo el proceso de investigación los miembros de la
Subcomisión de Acusaciones Constitucionales gozan de licencia de pleno
derecho en los órganos del Congreso a los que estén obligados a asistir, con la
finalidad de evitar la frustración del procedimiento y la consabida caducidad.

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