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TRASTORNOS DE SUEÑO EN LOS NIÑOS Y ADOLECENTES

Los niños no son ajenos a los trastornos del sueño. Se estima que entre el 25-
30% de las visitas al pediatra están relacionadas con algún problema ligado al
sueño, y los padres pueden hacer mucho para ayudar a sus hijos a tener el
sueño profundo y reparador que necesitan para crecer, vivir sanos y
mantenerse bien despiertos durante el día.
Cualesquiera que sean los problemas nocturnos en una familia (conseguir que
se vayan a la cama, o que se queden en ella), hay que tener presente que son
frecuentes en muchos hogares, al menos ocasionalmente. Las parasomnias, la
ansiedad provocada por la separación y el insomnio causado por malos
hábitos, el estrés, las enfermedades, algunos medicamentos o la
sobreexcitación son causas suficientes para alterar el sueño, que pueden darse
en cualquier familia en cualquier momento.

El insomnio en los niños


Desde antes del nacimiento, los niños tienen neuronas cerebrales con
capacidad de ejercer como “reloj biológico” y el control del sueño y de la vigilia
está determinado por este reloj biológico, que permite que el niño duerma a
ciertas horas y esté despierto a otras. Sin embargo, el funcionamiento de este
reloj biológico, también se ve influido por las condiciones medioambientales de
luz-oscuridad, de modo que en condiciones de oscuridad, nuestro cerebro
segrega una hormona llamada melatonina, que facilita el sueño, mientras esta
hormona es inhibida por la luminosidad exterior. Aproximadamente, a partir del
tercer mes de vida se aprende a sincronizar estas dos informaciones, de
manera que puede empezar a coincidir el ciclo vigilia-sueño con el ciclo día-
noche.

¿Cuántas horas necesitan dormir los niños?


Un recién nacido duerme un total de 16 horas diarias, en 6 – 8 episodios de
sueño de 4 horas cada uno, con periodos intercalados de vigilia. Así, el recién
nacido no respeta la noche, despertándose una o varias veces a lo largo de la
misma.
Desde el primer mes hasta los 3 – 6 meses, la duración de los despertares
nocturnos va disminuyendo y empieza a dormir de manera continua
prácticamente durante toda la noche. No obstante, en casi un tercio de los
niños en edad preescolar persisten estos despertares nocturnos, como
consecuencia de una consolidación inadecuada del período de sueño nocturno.
Entre los 2 y los 4 años duermen por la noche unas 10 horas, más las dos
siestas habituales. A partir de los tres años de edad va disminuyendo la
“necesidad” de dormir durante el día, hasta prácticamente desaparecer antes
de los seis años.
De los 5 a los 10 años de edad, el sueño alcanza un grado de madurez
suficiente como para permitir la comparación con el adulto. Aunque existen
importantes variaciones individuales, el número de horas de sueño suele ser
2,5 veces superior al adulto y la proporción de sueño REM es similar a la del
adulto.
Pasados los 7 años, no es habitual que el niño necesite dormir la siesta. Si
ocurre, lo más probable es que por la noche duerma menos de lo que necesita
o que padezca de algún problema durante el descanso nocturno.
A partir de la adolescencia, el número de horas de sueño disminuirá hasta un
promedio de 7 a 8 horas, que podría ser insuficiente ya que se produce un
incremento de la somnolencia diurna, que ha llevado a pensar que las
necesidades totales de sueño no disminuyan sino que aumenten durante la
adolescencia.

¿Cuándo debemos sospechar un problema de sueño en un niño?


Las necesidades de sueño varían considerablemente. No hay un patrón de
sueño homogéneo y lo que necesita un niño no tiene porque ser aplicable a
otro. Sin embargo, si le cuesta regularmente conciliar el sueño o mantenerlo a
lo largo de la noche o si se encuentra cansado y soñoliento durante el día, se
debe sospechar la existencia de un problema de sueño o de los hábitos que
conducen a éste.
Algunas causas conductuales y psicológicas de los problemas de sueño
infantiles.

a. Malos hábitos:
Al igual que en el adulto, en los niños pueden producirse dificultades para
iniciar o mantener el sueño, aunque raramente se quejan de este problema y
suelen estar contentos de permanecer despiertos.
La iniciación del sueño requiere una compleja coordinación de circunstancias
biológicas y de conductas aprendidas: Por un lado, el organismo tiene que
estar fisiológicamente preparado para el sueño. Por otro lado, las conductas
que realizamos en los momentos previos a dormir, se acaban convirtiendo en
rituales facilitadores del sueño que cuando faltan, nos impiden dormir.

Los rituales de conciliación también son necesarios en los niños, y con


frecuencia el problema del insomnio infantil no se debe a despertarse por la
noche, sino a no poder volver a dormirse, debido a que los estímulos que
asocian al inicio de sueño, no están presentes a mitad de la noche cuando se

despiertan (papá o mamá, luz, cuento…). GLORIA

b. Estrés YANELA
Debido a horarios irregulares, sobre activación, problemas familiares, miedos
infantiles o ansiedad de separación.
Los niños necesitan de la rutina para desarrollarse, ya que ésta les ofrece
seguridad. Cuando ésta seguridad se encuentra amenazada, los niños
reaccionan mostrando su ansiedad a través del llanto, cambios de conducta y
resistencia a dormirse por la noche. Se comportan de la misma manera
cuando, tras un día excitante se les dice que tienen que acostarse, ya que el
dormirse supone un cambio sobre la actividad que tanto están disfrutando. A
veces, el problema puede provenir de la existencia de horarios familiares
excesivamente irregulares.
c. Siestas largas
Las siestas largas por la tarde, por ello, ante un problema de insomnio infantil,
una de las primeras medidas a considerar va a ser la reducción o incluso
supresión del sueño diurno (siestas).
Un niño puede tener dificultades para separarse por la noche del resto del
mundo o pueden captar cambios sutiles en el ambiente familiar, y ser una
causa de problemas a la hora de acostarse. Incluso en la seguridad de un
hogar feliz los niños pueden llegar a tener miedo de la oscuridad o de criaturas
imaginarias situadas en las esquinas oscuras del dormitorio.
Sea cual sea el caso, la respuesta de los padres tiene que ser siempre de
apoyo. Hay que hablar con el niño de sus temores y miedos.
En los niños de más de tres años pueden utilizarse técnicas de refuerzo
positivo como premios si su conducta es la apropiada.

d. Negarse a ir a la cama
El niño o la niña recurren a excusas y/o a conductas de manipulación para
retrasar el momento de ir a la cama. Muchas veces requieren a los padres para
que alguno de ellos (o los dos) le acompañen hasta que se duerma, o bien
solicitan ir al lecho de los padres. También pueden haber conductas rituales
(pedir agua, que todos vayan a besarles, etc.) En todos estos casos el
“beneficio secundario”, neurótico, es conseguir suplementos de atención, así
como “ser el dueño” de la situación”, mediante conductas para manipular a
quienes le rodean. Es un trastorno funcional, y como tal debe ser tratado.

e. Levantarse durante la noche


Suele ser un corolario del anterior. También la excusa suele ser el miedo. La
finalidad es que se le permita dormir con los padres, o desplazar a alguno del
lecho para quedarse con el otro. También el beneficio secundario es la
atención que se recibe y la manipulación del ambiente. Nuevamente nos las
vemos con un trastorno funcional, y en el siguiente apartado exponemos la
forma de abordarlo.
f. Terrores nocturnos
El DSM-IV los encuadra en el apartado de “parasomnias” junto a las pesadillas
y los sonambulismos. Los terrores nocturnos consisten en episodios
recurrentes de despertar súbito, que aparece durante el primer tercio del
periodo principal de sueño (fases 3 y 4 del sueño no REM) y que se inicia con
un grito de pánico. Cada episodio se acompaña de ansiedad intensa y signos
de activación vegetativa (taquicardia, disnea, sudoración). El niño normalmente
responde mal, en forma obnubilada o incoherente a las preguntas, pues tras el
episodio se presenta invaria-blemente un periodo de algunos minutos de
confusión y desorientación, junto a movimientos estereotipados (por ejemplo:
agarrarse a la almohada). Si el niño se ha vuelto a dormir antes de cesar el
periodo de confusión, es probable que al día siguiente no recuerde lo acaecido.
La mayor parte de las veces es un trastorno benigno, transitorio y pocas veces
requiere tratamiento. Suele ser evolutivo en forma espontánea. Caso de no
mejorar, también puede ser objeto de es-tudio neurofisiológico.

g. Pesadillas
Suelen presentarse en el transcurso de trastornos por ansiedad. El niño se
despierta llorando o gritando, pero resulta fácil comunicarse con él y consolarle.
Si se presentan en el transcurso de un trastorno por ansiedad, deberemos
abordarlo como quedó expuesto en el aparta-o dedicado a estos trastornos.
Reseñamos aquí las pesadillas episódicas tras haber sufrido algún tipo de
miedo, amenaza o películas que nuestras TV gustan de programar en horarios
que parecen escogidos por mentecatos o por pervertidos, o por quienes son
ambas cosas a la vez. También hay programas infantiles o juveniles que
muestran profusión de monstruos, brujas, situaciones límite y dramones
lacrimógenos y angustiantes. Las imágenes quedan grabadas en la mente del
niño, y posteriormente le impiden conciliar el sueño, o reaparecen en forma de
vistosas pe-sadillas.

h. Sonambulismo
El niño, sin despertarse, se levanta de la cama y deambula por su habitación o
por el resto de la casa. Se interpreta como una alteración del ritmo del sueño,
con inmadurez de los mecanismos inhibitorios que provocan la relajación y la
inmovilidad. Puede explorarse mediante EEG continuo durante el sueño. Si no
es recurrente ni implica riesgos puede dejarse sin tratamiento, siendo con
frecuencia evolutivo a mejoría en forma espontánea. En el caso contrario
puede tratarse con antidisrítmicos (ej: carbamacepina) en dosis única nocturna
(200 a 400 mg). Sea como sea, puede ser interesante el estudio
neurofisiológico (EEG contínuo durante el sueño).

i. Insomnio LUCERO
Dificultad para conciliar el sueño, o despertarse a media noche sin poderlo
reconciliar. Se asocia a trastornos por ansiedad, o a estados de-presi-vos.
Algunos problemas somáticos pueden incidir en tipos concretos de in-somnio:
1. Alergias: Los niños afectados dormirán de modo fragmentado e
interrumpido.
2. Dolores: Las otitis y los cólicos son muy frecuentes en los niños.
Cualquier cuadro que produzca dolor, molestia o fiebre nocturna
interrumpirá el sueño nocturno. Si el cuadro se cronifica, con el tiempo
se suele haber condicionado malos hábitos de sueño en el niño, que
pueden persistir pese a la desaparición del dolor, probablemente por
desajustes en el ritmo de sueño y por la adquisición de malos hábitos.
3. Enuresis: Es probable que la enuresis sea el más estresante de los
trastornos del sueño para el niño, ya que no solamente es una fuente de
pérdida de sueño, sino también de vergüenza. Se considera que existe
enuresis cuándo a los cinco años de edad no existe aún control sobre el
esfínter de la vejiga. La enuresis afecta a el 15% de los niños y al10% de
las niñas, aunque la mayoría de ellos mejora a medida que crecen,
conviene acudir al médico para buscar solución y acelerar el proceso.
4. Enfermedades crónicas: En principio, cualquier enfermedad crónica es
susceptible de causar alteraciones persistentes del sueño. Trastornos
tales como dolores de cabeza, asma, diabetes mellitus, reflujo
gastroesofágico o crisis epilépticas pueden alterar el sueño de quién lo
padece. El problema de insomnio puede ser una consecuencia directa
del problema, del tratamiento, o de la ansiedad generada por la
enfermedad. Por todo esto, es conveniente que como primera medida el
niño sea sometido a un examen médico lo más completo posible por
parte de su pediatra.
5. Medicamentos: Cualquier medicamento puede llegar a alterar el sueño.
Medicamentos relativamente inocuos que son prescritos para tratar
enfermedades agudas o crónicas pueden llegar a perturbar el sueño
(p.ej. los antibióticos, los bronco dilatadores, etc.)

Una vez localizado el problema (por asociación temporal entre el inicio del
tratamiento y del trastorno de sueño), debe de interrumpirse el tratamiento
siempre que esto sea posible. Si no lo es, deberá intentarse; cambiar la hora de
la toma, modificarla dosis, emplear otro medicamento similar, mantener el
mismo fármaco pero utilizar un preparado diferente, variarla vía de
administración.
Otras causas médicas que deben ser tenidas en cuenta son problemas
dentales, gastrointestinales, alergias y apnea del sueño. También es
conveniente descartar la presencia de parásitos.

j. Hipersomnia
El niño tiende a dormirse du-rante el día. A veces se asocia al insom-nio y en
ocasiones deriva de una alteración de los ritmos del sueño, o del síndrome de
apnea durante el sueño. También puede aparecer en el curso de depresiones.
Hay que valorar que el niño no esté tomando algún fármaco que produzca
sueño: tranquilizantes, antihistamínicos, algún antitusígeno, ciproheptadina o
similares. Caso de ser persistente o recurrente, y de no responder a causas
visibles, será de interés el estudio neuropsiquiátrico y/o neurofisio-lógico (EEG
contínuo durante el sueño).

Tratamiento de los trastornos funcionales del sueño


En el caso de trastornos funcionales de sueño (grupos 1 y 2), lo que hay que
hacer es lo siguiente:
El niño debe ir a la cama a la hora estipulada, y los padres expondrán con
claridad que debe permanecer allí. Si grita o llora, no hay que temer los
repro-hes de los vecinos. Hemos de solucionar este problema, y un día u otro
había de hacerse. Los problemas (rabietas, llantos, gritos) pueden durar varias
horas, pero al final cesarán. Se trata de que el niño advierta que “la cosa va en
serio”, y que nada va a conseguir con sus rabietas.
Como métodos de “negociación” podemos dejar la puerta abierta, o una luz
(tipo “piloto”) en su habitación, o decirle que se quede en la habi­tación jugando
hasta que le venga el sueño sin importar la hora que sea, dejarle puesta la
radio o instalarle un DVD para que vea dibujos animados. Da igual. Lo
importante es no transigir con el abandono de la habitación. Es necesario que
el proceso de haga con mucha calma, manteniendo los padres la sonrisa en los
labios, y sin dejarse impresionar por la escenificación dramática que el niño
puede intentar. Pensemos que, cuando los padres acceden a deman-das
inapropiadas de los hijos, están manifestando también un problema más o
menos neurótico. Se angustian si sus hijos les reprochan cosas, o si ven a los
niños angustiados. Pero en este intercambio de ansiedades, cada uno refuerza
la angustia de los otros. Es necesario que alguien (el más fuerte, el mayor o el
más interesado) empiece a mostrar calma y aplomo, con lo que el ambiente se
va serenando y los niños llegan a realizar conductas apropiadas.

¿A qué edad es aconsejable que los niños empiecen a dormir solos? RAQ
Solamente du-rante los primeros meses de vida es aconsejable que el niño
permanezca en la habitación de sus padres. La necesidad de alimentarle con
frecuencia y la posibilidad de que se presenten llantos que es necesario
evaluar, hacen que la permanencia en la habitación conyugal sea un factor de
comodidad. Pero más allá de los 6 meses, pocas veces se mantendrá la
necesidad mencionada. El bebé puede ser colocado en una habitación para él,
y pocos son los niños que se quejan a esa edad. El hecho de que su habitación
sea cercana a la de los padres, o el empleo de mecanismos transmisores,
facilita el control del sueño. Suele ser conveniente llevar al niño a su habitación,
que habremos decorado con sus posesiones más preciosas (juguetes,
peluches, biberones, posters de sus “artistas” predilectos de los dibujos
animados, etc.) Los artilugios favoritos del niño se colocarán en la camita. Una
vez dejado en la cama, lo que hay que hacer es: apagar la luz, decirle adiós y
dejarle solo.
Tratamiento de los trastornos orgánicos del sueño
El terror nocturno y el sonambulismo pueden ser expresiones de una pobre
regulación de los procesos de sueño. Su comprensión exigiría la realización de
EEG continuo en laboratorios especialmente dotados para el análisis del
sueño. Creemos que pocas veces se hace, aunque existen “laboratorios de
sueño” en bastantes servicios de neurofisiología. Son trastornos benignos que
no suelen necesitar tratamiento y que tienden a cesar o a minimizarse por
encima de los 15 o 16 años. Los casos que cursan con fenómenos disrítmicos
en EEG pueden responder favorablemente al tratamiento con carbamazepina,
a dosis tres veces menor que las terapéuticas (que son de alrededor 16.9
mg/kg de peso/día en trastornos epilépticos).

En hipersomnia por síndrome de Pickwick o por apnea obstructiva durante el


sueño, relacionada con obesidad masiva e insuficiencia pulmonar secundaria
hay que tratar la obesidad y, si las circunstancias lo aconsejan, emplear
estimulantes bajo un estricto control. En apneas secundarias a hipertrofia
amigdalar o adenoidal, deberá tratarse quirúrgicamente la causa. El síndrome
de Kleine Levine, con hipersomnia periódica asociada a bulimia e
hipersexualidad suele darse transitoriamente en adolescentes, y debe
explorarse en cuanto a personalidad y estado de ánimo. Lo mismo cabe decir
de las hipersomnias psicógenas, con fatiga neurótica y ganas de dormir. La
hipersomnia que puede aparecer en lesiones cerebrales, encefalitis y tumores,
suele ser de aparición reciente y algo constante, sin producirse en ataques. La
narcolepsia suele requerir el empleo de estimulantes: amfetamina (10 a 20
mg/día), dextroamfetamina (5 a 10 mg/día) o metilfenidato (60 a 120 mg/día).
También puede responder al empleo de antidepresivos tricíclicos y de IMAO.
Estos últimos no pueden combinarse con ningún otro fármaco.

Los trastornos antecitados merecen el auxilio de un Servicio de Neurología, y


mejor si cuenta con laboratorio de neurofisiología y posibilidadde efectuar EEG
continuos durante sueño. Los neurofisiólogos deben colaborar con los
neumólogos (y/o los ORL) en el diagnóstico de los trastornos de apnea durante
el sueño.
El insomnio suele ir asociado a ansiedad y/o a depresión. Hay que investigar
estas causas antes de determinar el camino a seguir. Los insomnios “reactivos”
a excitaciones, TV o medicamentos, lógicamente responden a la retirada del
agente causal. Lo mismo cabe decir de los insomnios secundarios a patología
orgánica, los cuales responden al tratamiento de la enfermedad primaria
(apnea durante el sueño, mioclonias, etc.)

Conducta a seguir (Trastornos del sueño)


1. Si el trastorno del sueño es funcional, la mayor parte de las veces será
suficiente con variar las condiciones ambientales que están favoreciendo el
beneficio secun-ario. Las líneas de actuación son las anteriormente expuestas.

2. El insomnio puede ser expresión de un trastorno depresivo. Descártelo


mediante la entrevista.

Detecte también la presencia de elementos ambientales “irritativos” (TV, etc.) y


“extírpelos”. Si no hay más remedio aconseje benzodiacepinas de acción
rápida. El lormetacepam debe ser preferido a cualquier otra benzodiacepi-na
por su rápida eliminación y su ausencia de efecto rebote. Deberían emplearse
única-mente como solución a corto plazo en tanto no se resuelve el problema
que crea la ansiedad. Si prefiere emplear infusiones, recomiende una
preparación a base de 2/3 tila, 1/6 valeriana y 1/6 passiflora (fórmula que nos
ha sido proporcionada por el Dr. Ferrer Gelabert, quien la aprendió de su
abuelo, también médico). El efecto hipnótico es notable.

3. Los terrores nocturnos y el sonambulismo son trastornos benignos que


pueden dejarse sin tratamiento. Caso de ser muy estresantes para la familia
pueden responder al empleo de carbamazepina (dosis única nocturna: 200 400
mg). Es pertinente efectuar comprobaciones EEG, para descartar crisis
parciales psicomotoras.

4. En trastornos con visos de organicidad, es prudente la consulta neurológica


y/o neurofisiológica. En los casos más complejos (narcolepsia, s. de Pickwic,
etc.) el diagnóstico y el tratamiento deben supeditarse al correcto diagnóstico
LINCOGRAFÍA
https://www.drromeu.net/trastornos-de-sueno-en-los-ninos/
http://www.iis.es/problemas-trastornos-del-sueno-infantil-en-ninos-insomnio-
especialista/

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