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CONFIGURALOGÍA

UNA EPISTEMOLOGÍA “OTRA” PARA LA INVESTIGACIÓN DECOLONIAL

Alexander Ortiz Ocaña1

EDITORIAL ACADEMIA ESPAÑOLA


2018

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Doctor en Ciencias Pedagógicas, Universidad Pedagógica de Holguín, Cuba. Doctor Honoris Causa en Iberoamérica, Consejo Iberoamericano en
Honor a la Calidad Educativa (CIHCE), Lima. Perú. Magíster en Gestión Educativa en Iberoamérica, CIHCE, Lima, Perú. Magíster en
Pedagogía Profesional, Universidad Pedagógica y Tecnológica de la Habana. Licenciado en Educación. Recibió el premio a la excelencia
educativa 2007 y 2008 otorgado por el CIHCE con sede en Lima, Perú. Mejor pedagogo novel de Cuba en el año 2002. Ha realizado asesorías
pedagógicas, talleres y conferencias en Cuba, México, Brasil, Ecuador, Venezuela, Panamá, Chile, Paraguay y Colombia. Docente de planta de
Tiempo Completo de la Universidad del Magdalena, Santa Marta, Colombia. Email: alexanderortiz2009@gmail.com
TABLA DE CONTENIDO
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE ESCRIBE ESTE LIBRO? 03

I-HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA CIENCIA SOCIO-


HUMANA EN EL TERCER MILENIO 25

1.1-Azar, caos, desorden y catástrofes 25


1.2-Ciencia, arte y filosofía 40

II-NUEVA RACIONALIDAD CIENTÍFICA EN EL SIGLO XXI 65

2.1-Aportes de las Neurociencias 65


2.2-Complejidad, sistemas autorreferentes, estructuras disipativas y
autopoiesis 81
2.3-Hacia una racionalidad configuracional 102

III-TEORÍA Y PARADIGMA CONFIGURACIONAL DE LA CIENCIA 113

3.1-¿Qué es una teoría? 113


3.2-¿Qué es un paradigma? 118
3.3-Configuracionismo: Modelo epistémico del siglo XXI. 124
3.4-Fundamentos de la Configuralogía: nueva ciencia configuracional 140

IV-ONTOLOGÍA Y COMPLEJIDAD DE LA CONFIGURACIÓN 166

4.1-Génesis y ontología de la Configuración 166


4.2-Diferencias entre la configuración y las nociones de sistema,
complejidad, holos y sintagma. 198
4.3-Niveles de complejidad configurativa 203
4.4-Tipología de configuraciones: macro, meso y micro-configuración 208

V-CATEGORIZACIÓN DE LA TEORÍA CONFIGURACIONAL 218

5.1-Categorías que caracterizan las configuraciones 218


5.2-Autoconfiguración 255

VI-LA CONFIGURACIÓN EN LOS PROCESOS SOCIO-HUMANOS 264

6.1-Teoría Configuracional de la Personalidad (Fernando González


Rey) 264
6.2-Configuración de los procesos socio-humanos. 269
6.3-Comprensión configuracional de los procesos humanos y sociales 278
6.4-Configuraciones socio-humanas y “realidad objetiva” 284

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 293

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¿POR QUÉ Y PARA QUÉ SE ESCRIBE ESTE LIBRO?

El origen de este libro tiene sus raíces en el año 2004, en el inicio y desarrollo de
una línea de investigación sobre el desarrollo humano integral que, en la misma medida
en que avanzaba, me fue llevando hacia nuevas construcciones teóricas y conceptuales
que progresivamente me han conducido a la necesidad de esta reflexión
epistemológica, por cuanto los retos de continuar una elaboración teórico-conceptual
dentro de la definición holística de la personalidad, me llevaron a considerar el carácter
configuracional de sus cualidades y atributos.
Por otro lado, Martínez (2012; p. 227) afirma que en muchos de nuestros
ambientes académicos, la desorientación epistemológica sigue siendo uno de sus
rasgos más sobresalientes; y, en otros, se cabalga con feliz ingenuidad, se trabaja
dentro de moldes teóricos y metodológicos, dentro de coordenadas teórico-prácticas
que dan frutos en apariencia, sólidos únicamente porque no son cuestionados en su
basamento epistémico.
Pero este cuadro caótico de la educación, no es nuevo. En la reunión de la
comisión de política educativa celebrada el 20 de julio de 1978, Bateson señaló que los
actuales procesos educativos son, desde el punto de vista del estudiante, una estafa.
Las presentes notas tienen como objetivo explicar esta opinión.
Se trata de una cuestión de caducidad y obsolescencia. Si bien gran parte de lo
que las universidades enseñan hoy es nuevo y se utiliza, los presupuestos o premisas
sobre los cuales se basa toda nuestra enseñanza son antiguos y, en mi opinión
caducos y obsoletos.
Bateson se refiere a nociones tales como las siguientes (2011; p. 231):
a) El dualismo cartesiano que separa a la “mente” de la “materia”.
b) El extraño fisicalismo de las metáforas que empleamos para describir y explicar
los procesos mentales: “potencia”, “tensión”, “energía”, “fuerzas sociales”, etc.
c) Nuestro supuesto antiestético, fruto del acento que Bacon, Locke y Newton
pusieron mucho tiempo atrás en las ciencias físico-naturales, de que todos los
fenómenos (incluidos los psicológicos) pueden y deben ser estudiados y evaluados en
términos cuantitativos.
La concepción del mundo -la epistemología latente y en parte inconsciente- que
esas ideas, en su conjunto, generan está concentrada en tres aspectos diferentes
(Bateson, 2011; p. 231-232):
a) Desde el punto de vista pragmático, resulta claro que estas premisas y sus
corolarios llevan a la codicia, a un crecimiento monstruosamente exagerado, a la
guerra, la tiranía y la contaminación ambiental. En este sentido, día a día se demuestra
que nuestras premisas son falsas, aunque los estudiantes sólo se percatan a medias de
ellos.
b) Desde el punto de vista intelectual, esas premisas son obsoletas por cuanto la
teoría de los sistemas, la cibernética, la medicina holística, la ecología y la psicología de

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la gestalt brindan modos demostrablemente de comprender el mundo de la biología y
del comportamiento.
c) Desde el punto de vista religioso, las premisas mencionadas han dejado de
servir de base y se han vuelto a todas luces intolerables, y por ende, obsoletas, hace
más o menos cien años. En el periodo que siguió a la teoría darwiniana de la evolución,
esto fue enunciado de manera bastante trasparente por pensadores como Samuel
Butler y el príncipe Kropotkin, pero ya en el siglo XVIII William Blake había vislumbrado
que la filosofía de Locke y la de Newton solo podían generar “oscuros molinos
satánicos”.
Es evidente, a partir de los planteamientos de Bateson, que estamos necesitando
una reformulación de nuestros preconceptos, necesitamos una nueva ontología y una
concepción epistemológica más acorde con la verdadera complejidad de los procesos
humanos y sociales.
El problema radical que nos ocupa aquí reside en el hecho de que nuestro aparato
conceptual clásico -que creemos riguroso, por su objetividad, determinismo, lógica
formal y verificación- resulta corto, insuficiente e inadecuado para simbolizar o modelar
realidades que se nos han ido imponiendo, sobre todo a lo largo del siglo XX, ya sea en
el mundo subatómico de la física, como en el de las ciencias de la vida y en las ciencias
humanas. Para representarlas adecuadamente necesitamos conceptos muy distintos a
los actuales y mucho más interrelacionados, capaces de darnos explicaciones globales
y unificadas. (Martínez, 2008; p. 31)
Heisenberg, uno de los fundadores de la teoría cuántica y, junto con Albert
Einstein y Niels Bohr, uno de los gigantes de la física moderna, escribe y analiza el
singular dilema con el que se encontraron los físicos durante las tres primeras décadas
del siglo XX al explorar la estructura de los átomos y la naturaleza de los fenómenos
subatómicos.
Dicha exploración les puso en contacto con una extraña e inesperada realidad,
que destruyó los cimientos de su visión del mundo y les obligó a cambiar radicalmente
su forma de pensar. El mundo material que observan había dejado de parecer una
máquina, compuesta por multitud de objetos independientes, y su aspecto era más bien
el de un todo indivisible; una red de relaciones que incluía de un modo esencial al
observador humano. (Capra, 2009; p. 15)
En sus esfuerzos por asimilar la naturaleza de los fenómenos atómicos, continúa
Capra (2009; p. 16), a los científicos les dolió descubrir que sus conceptos básicos, su
lenguaje y en definitiva su forma de pensar era inadecuada para expresar esa nueva
realidad.
El universo de la física estaba volviéndose mucho más extraño que todo lo que
cabía esperar... ¡Como que para los físicos cuánticos, la materia misma parecía
haberse desmaterializado! En palabras de Popper, las bases físicas de la realidad han
llegado a hacerse más parecidas a una nube que a una roca. (Laszlo, 1997; p. 43)
Laszlo (1997; p. 44) nos recuerda que ya en los primeros años veinte, los físicos
cuánticos, con Niels Bohr a la cabeza, se vieron obligados a suspender toda
especulación sobre la naturaleza independiente de las cosas que estaban observando,
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y pasaron a considerar como simples "fenómenos" a las entidades subatómicas que
eran objeto de sus investigaciones (unas entidades que, por lo demás, no sobrepasan
la masa de Planck, equivalente a 10-5 g). Ahora bien, cuando las únicas cosas
conocidas son "fenómenos", la realidad objetiva se evapora. Porque los fenómenos -
como decía Heisenberg no son "obras hechas por la naturaleza" sino sólo "textos de
ciencia". «El físico atómico tiene que resignarse ante el hecho de que su ciencia no es
sino un eslabón más en la infinita cadena de discusiones que el hombre entabla con la
naturaleza, y también a que ya no se pueda hablar, sin más, de naturaleza en sí». Y
añadía: «Hemos sacado un suspenso en la asignatura de lenguaje». Bohr, por su parte,
estaba de acuerdo en que: «la física concierne únicamente a lo que podemos decir
acerca de la naturaleza». Daba, pues, la impresión de que las obras que produce la
naturaleza -los objetos de la física clásica- se hurtaban a la visión de los físicos
cuánticos. Así, para Eddington, el mundo externo de la física se había convertido en un
mundo de sombras. «Nada es real -escribió-, ni siquiera la mujer con quien uno está
casado. La física cuántica lleva al científico a creer que hasta su propia mujer es una
ecuación diferencial mejor elaborada que otras». De todos modos, Eddington se
apresuraba a añadir que seguramente resultaría poco delicado expresar esta opinión en
la vida doméstica.
Con la revolución einsteiniana -que se puso en marcha al cambiar el siglo- los
físicos han dejado atrás de modo irrevocable el paradigma mecanicista. De hecho, fue
alrededor de dos décadas después cuando abandonaron los últimos vestigios del
pensamiento mecanicista clásico, al producirse el advenimiento de la teoría cuántica.
(Laszlo, 1997; p. 46)
A partir de la revolución del cálculo infinitesimal, una serie de disciplinas científicas
entre las que cabe citar la cibernética, la teoría general de sistemas, la termodinámica
de procesos alejados del equilibrio, la dinámica no lineal, la teoría general de procesos
evolutivos, la teoría del caos y la de la auto-organización, han experimentado un
desarrollo muy rápido. Diversos científicos de vanguardia, de von Bertalanffy a
Prigogine, y de Wiener a Ashby y Abraham, han aprendido a descifrar las dinámicas
intrínsecas de los sistemas complejos, renunciando a todo intento de descomponerlos
en sus elementos constitutivos. (Laszlo, 1997; p. 48)
En muchos ámbitos de la física se alcanzaron importantes progresos sólo cuando
se abandonó el modelo de la máquina como sistema de explicación, como descripción
de la realidad en esos ámbitos.
Cuando se dio este pasó y se comprendió que la descripción general de la
realidad utilizada en la esfera sensorial era inaplicable a muy diferentes clases de
datos, se registraron progresos aún mayores.
Y si los propios físicos han tomado esa decisión, no vacilo en afirmar que en las
ciencias humanas y sociales constituye un imperativo dicho cambio de mentalidad en el
umbral del siglo XXI.
LeShan y Margenau (2002; p. 182) sugieren que en las ciencias sociales se
realizarán progresos mayores cuando los estudiosos de este campo abandonen el
supuesto de que sólo hay una serie de principios según los cuales funciona todo el

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cosmos, principios representados exactamente por las leyes de la esfera visual y táctil
que suponen esencialmente el modelo mecánico de la realidad.
Es reconocible el amplio rol de la ciencia en el ofrecimiento de pautas vitales, y su
influencia en prácticamente todas las esferas de la sociedad. Como muy bien afirman
Bohm y Peat (2008; p. 25), la ciencia ejerce en la actualidad una influencia creciente
sobre las sociedades del mundo, pero aun así, en sus fundamentos se halla acosada
por serias dificultades. Entre estas, una de las más importantes se relaciona con su
acercamiento fragmentario a la naturaleza y la realidad.
Lo que se necesita es un enfoque completamente nuevo, una oleada
creativa…..que vaya más allá de las ideas tácitas e inconscientes que han llegado a
dominar la ciencia. Con todo, esta nueva visión incluirá cuestiones sobre la naturaleza
de la creatividad y sobre lo que podría ayudar a fomentarla. (Bohm y Peat, 2008; p. 36)
Se necesitan nuevos planteamientos conceptuales, es preciso penetrar en lo más
profundo de nuestra mente y remover nuestra matriz epistémica, desequilibrar nuestras
creencias acerca de la ciencia y dar el salto hacia nuevos modelos científicos.
Thomas Kuhn hizo un estudio de cómo se desarrollan las ideas científicas, a partir
del cual defiende que la actividad dominante de la ciencia tiene lugar a lo largo de
extensos períodos de lo que él llama ciencia normal. En estos períodos no se
cuestionan a profundidad los conceptos fundamentales de la ciencia, y luego esta
ciencia normal deviene en revolución científica. Aquí las teorías y las ideas cambian de
manera radical y se crean nuevos paradigmas en forma de sistemas completos de
conceptos y perspectivas.
Pero los paradigmas incluyen no sólo sistemas de teorías, principios y doctrinas,
sino también lo que Bohm y Peat (2008; p. 37) han llamado “estructura tácita de las
ideas”, que se transmite de generación en generación de científicos y que constituye la
base del aprendizaje ontológico y epistemológico.
En la actualidad se habla mucho en diversos círculos científicos sobre el cambio
de paradigma. La idea que hay detrás de todas estas discusiones es que la ciencia,
nuestra cultura, y nuestra forma de pensar en general están a las puertas de un cambio
que implicaría un nuevo modelo del universo sobre cómo deben analizarse los objetos
de estudio y cómo debería funcionar la actividad científica. Tal parece que las ciencias
están a punto de pasar de la imagen mecánica del mundo a una nueva imagen.
Lo malo de esta actitud está en que todavía ella se aferra a la vieja idea de que
hay sólo un "paradigma" que abarca todo el cosmos. Pero desde la mecánica cuántica y
la teoría de la relatividad esta idea ya no es válida. No necesitamos un nuevo modelo
de realidad en la esfera sensorial. El viejo es perfectamente apropiado. Necesitamos
nuevos modelos en el microcosmo y en el macrocosmo, y los estamos desarrollando.
Necesitamos nuevos modelos en las esferas de la conciencia y la parapsicología y
podemos desarrollarlos. Estos modelos habrán de ser compatibles con los demás que
emplea la ciencia aunque serán diferentes. No necesitamos un "nuevo paradigma" que
abarque todo el cosmos. Debemos más bien considerar cada dominio de experiencia y
ver qué descripción de la realidad conviene a sus datos. (LeShan y Margenau, 2002; p.
229)

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Necesitamos un nuevo paradigma para las ciencias humanas y sociales, un
paradigma que tenga en cuenta la verdadera complejidad de los seres humanos, su
conciencia, sus procesos mentales, su pensamiento y sus relaciones. Se necesita un
nuevo paradigma que nos permita comprender e interpretar a la sociedad como sistema
dinámico y complejo.
Los avances de la ciencia en el siglo XX de una u otra manera son aplicaciones de
la teoría general de la relatividad de Einstein formulada en 1905. Muchos de los
presupuestos epistemológicos de las ciencias fácticas, específicamente de la física,
fueron extrapolados a las ciencias sociales y se aplicaron de manera acrítica y
descontextualizada al estudio de los procesos socio-humanos. Es por ello que hoy es
preciso reconsiderar estas posturas.
En Physis and Philosophy, Heisenberg ofrece un brillante análisis sobre los
problemas conceptuales y un vivo relato sobre las enormes dificultades personales que
experimentaron dichos físicos cuando su investigación les obligó a ampliar su
pensamiento. Sus experimentos atómicos les constriñeron a pensar en nuevas
categorías sobre la naturaleza de la realidad, y el gran acierto de Heisenberg fue
reconocer esta situación de una manera nítida.
Estos cambios epistemológicos han tenido como fundamentación el pensamiento
humano (sujeto) y un área del conocimiento: Astronomía, Física, Química, Biología,
Psicología (objeto), analizando este objeto como algo externo al sujeto, como si fueran
hechos demostrados.
Sin embargo, la ciencia ya no puede considerarse como un hecho demostrado. La
ciencia es una explicación armónica y coherente de un proceso, fenómeno,
acontecimiento o situación. Es por ello que debe modificarse la concepción tradicional
acerca de la ciencia.
Dice Heidegger (1974; p. 19), el más renombrado filósofo existencialista del siglo
XX: “por todas partes se han detectado hoy en las distintas disciplinas tendencias a
poner la investigación sobre nuevos fundamentos”
Por otro lado, Schrödinger (1967; p. 122), Premio Nobel y descubridor de la
ecuación fundamental de la mecánica cuántica (base de la física moderna), considera
que la ciencia actual nos ha conducido por un callejón sin salida y que “la actitud
científica ha de ser reconstruida, que la ciencia ha de rehacerse de nuevo”.
Los propios esfuerzos de Fritjof Capra han estado encaminados precisamente a
cambiar la ciencia actual, de tal modo que dichas consideraciones pudieran
incorporarse en el marco científico del futuro. Para ello, hizo hincapié en que el primer
paso debía consistir en cambiar el enfoque mecanicista y fragmentario de la ciencia
clásica por un paradigma holístico, en el que el énfasis principal se desplazara de las
entidades independientes a las relaciones. Esto permitiría introducir contexto y
significado.
Acabó diciendo que “sólo cuando se dispusiera de dicho marco holista podrían
empezar a darse los pasos necesarios en respuesta a las preocupaciones de una gran
diversidad de científicos.” (Capra, 2009; p. 157)

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Capra (2009; p. 162) empezó por elaborar y revisar la metodología de la ciencia
convencional, en la que se acumulan datos mediante la observación y la medición, para
interconectarlos a continuación con la ayuda de modelos conceptuales expresados,
siempre que fuera posible, en lenguaje matemático. Subrayó que la cuantificación de
toda afirmación ha sido considerada tradicionalmente criterio fundamental del enfoque
científico y estuvo de acuerdo con Laing en que dicha ciencia es inadecuada para la
comprensión de la naturaleza de la conciencia, ni puede tampoco ocuparse de
cualidades ni valores.
En un diálogo con Laing, Capra afirmó que una auténtica ciencia de la conciencia,
por ejemplo, tendría que ser un nuevo tipo de ciencia, que se ocupara de cualidades en
lugar de cantidades, y basada en experiencias compartidas en lugar de medidas
verificables. Los datos de dicha ciencia serían pautas de experiencia, que no pueden
ser cuantificadas ni analizadas. Por otra parte, los modelos conceptuales que
interconectan dichos datos tendrían que tener coherencia lógica, como todo modelo
científico, y puede que incluso incluyeran elementos cuantitativos. Esta nueva ciencia
cuantificaría sus afirmaciones cuando dicho método fuera apropiado, pero también
podría ocuparse de cualidades y valores basados en la experiencia humana.
Laing por su parte dijo que la nueva ciencia, la nueva epistemología, sólo puede
afirmarse en un cambio de actitud, un giro de ciento ochenta grados; del propósito de
dominar y controlar la naturaleza, a la idea, por ejemplo, de San Francisco de Asís, de
que el conjunto de la creación es nuestra compañera, por no decir nuestra madre. Sólo
entonces podremos considerar las percepciones alternativas que surjan.
Laing especuló sobre un nuevo tipo de lenguaje, adecuado para la nueva ciencia.
Señaló que el lenguaje científico convencional es descriptivo, mientras que el lenguaje
necesario para experiencias compartidas deberían ser representativo [Yo diría
configurativo]. Sería un lenguaje más semejante a la poesía, o incluso a la música,
capaz de representar directamente una experiencia, transmitiendo de algún modo su
carácter cualitativo.
“Cada vez son mayores mis dudas acerca del lenguaje como paradigma necesario
para el pensamiento. Si pensamos en términos musicales, ¿eso es un lenguaje?”
(Laing, citado en Capra, 2009; p. 163)
De manera que se necesitan otros lenguajes de expresión científica, otros
diálogos, formas diferentes de hacer ciencia, una nueva racionalidad científica.
Según Capra (2009; p. 254), nuestras instituciones sociales son incapaces de
resolver los principales problemas de nuestra época, por el hecho de aferrarse a una
visión anticuada del mundo, la visión mecanicista de la ciencia del siglo XVII. Tanto las
ciencias naturales como las sociales y las humanidades se han ajustado al modelo
clásico de la física newtoniana, y las limitaciones de esta visión del mundo son ahora
evidentes en múltiples aspectos de la crisis global. Si bien el modelo newtoniano es
todavía el paradigma dominante en nuestras instituciones académicas y en la sociedad
en general.....los físicos han ido mucho más allá.
Con el paradigma geocéntrico había 79 problemas científicos que no se podían
resolver. Fue Copérnico con su nueva visión, con su perspectiva diferente, con el

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cambio de paradigma, quien legó un modelo epistemológico para comprender y
resolver esos problemas.
Capra describe la visión del mundo que ve emerger de la nueva física, con sus
énfasis en la interconexión, las relaciones, las pautas dinámicas y los cambios y
transformaciones permanentes, y expresa su convicción de que otras ciencias deberían
cambiar su filosofía subyacente en consonancia, a fin de ser consecuentes con esta
nueva visión de la realidad.
Hemos de ser muy cautelosos cuando decidimos que esto causa aquello y aquello
causa esto, porque solemos pasar por alto muchos factores de gran importancia. Los
factores genéticos tampoco tienen una importancia desmesurada. Tenemos tendencia a
tratar la genética como si fuese una especie de magia. (Capra, 2009; p. 322)
Este cambio radical, según Capra (2009; p. 255), constituye el único modo de
resolver verdaderamente nuestras urgentes problemas económicos, sociales y
ambientales.
Como se aprecia, el movimiento holístico y sistémico de la ciencia avanza
ciertamente en una orientación de configuracionalidad, pero una ciencia auténticamente
configuracional precisa cambios fundamentales en nuestras actitudes, en nuestras
prácticas de socialización, en nuestra educación y en nuestros valores básicos. Esto
sólo ocurrirá muy gradualmente, si es que algún día ocurre.
No obstante, en estos momentos dispongo de una copiosa reserva de
emocionantes ideas, con las que me dispongo a elaborar mi propia síntesis conceptual.
Según Martínez (2009a; p. 75) los descubrimientos en microfísica holonómica
parecen postular partículas u ondas generadas por el pensamiento que pueden ayudar
a explicar fenómenos de orden mental y nos inclinan a aceptar el mundo no material ni
ponderable de la mente. La ciencia empieza a aceptar la telepatía, la telequinesis, la
clarividencia, la precognición y otros fenómenos paranormales como fenómenos
cotidianos y “reales”.
Esta teoría de la racionalidad o esquema de comprensión e inteligibilidad de la
realidad, en general, y del comportamiento humano, en particular, constituye un
paradigma emergente, es decir, un paradigma que brota de la dinámica y dialéctica
histórica de la vida humana y se impone, cada vez con más fuerza y poder convincente,
a nuestra mente inquisitiva. (Martínez, 2008; p. 101)
La epistemología actual revela que en la ciencia tradicional aún persisten muchas
actitudes y procedimientos investigativos que constituyen creencias o hábitos de
pensamiento, muy difíciles de desprenderse de la mente humana. Los procesos
mentales cotidianos que mecanizan la vida y anulan el pensamiento crítico, creativo y
reflexivo, contradicen los hallazgos de los estudios científicos más avanzados de los
últimos 40 ó 50 años.
De esta manera, siguiendo con Martínez (2008; p. 45), se deben calificar, en las
ciencias humanas, las explicaciones casuales lineales cuando se les otorga un valor
absoluto (ya que carecen de evidencia), las leyes de probabilidad (que son leyes
estocásticas, es decir, que sólo indican una tendencia), la plena objetividad (que no
existe), la inferencia inductiva (que es injustificable), la verificación empírica (que es
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imposible) y otros aspectos centrales de la ciencia clásica cuando se cree ciegamente
en ellos.
Pero el mundo en que hoy vivimos se caracteriza por sus interconexiones a un
nivel global en el que los fenómenos físicos, biológicos, psicológicos, sociales y
ambientales, son todos recíprocamente interdependientes. Para describir este mundo
de manera adecuada necesitamos una perspectiva más amplia, holista y ecológica, es
decir, en relación con todo lo existente e interdependiente, pues “todo influye sobre
todo”; pero esto no nos lo pueden ofrecer las concepciones reduccionistas del mundo ni
las diferentes disciplinas aisladamente; necesitamos una nueva visión de la realidad, un
nuevo “paradigma”, es decir, una transformación fundamental de nuestro modo de
pensar, de nuestro modo de percibir y de nuestro modo de valorar. (Martínez, 2008; p.
73)
En fin de cuentas, dice Martínez (2008; p. 40) eso es lo que somos también cada
uno de nosotros mismos: un todo físico-químico-biológico-psicológico-social-cultural-
espiritual que funciona maravillosamente y que constituye nuestra vida y nuestro ser.
Por esto, el ser humano es la estructura dinámica o sistema integrado más complejo de
todo cuanto existe en el universo. Y cualquier área que nosotros cultivemos debiera
tener en cuenta y ser respaldada por un paradigma que las integra a todas.
En armonía con todo lo expresado, necesitamos un paradigma más pertinente,
loable y universal, necesitamos interpretaciones sobre las interpretaciones, la
explicación de las explicaciones y las comprensiones de las comprensiones.
Es de esperar que el nuevo paradigma emergente sea el que nos permita superar
el realismo ingenuo, salir de la asfixia reduccionista y entrar en la lógica de una
coherencia integral, sistémica y ecológica, es decir, entrar en una ciencia más universal
e integradora, en una ciencia verdaderamente interdisciplinaria y transdisciplinaria.
(Martínez (2008; p. 40)
Los conocimientos científicos cada vez se consideran más relativos, menos
absolutos, en el sentido de que no son infalibles ni omnipotentes. Es por ello que la
ciencia avanza, crece y se desarrolla no sólo por acumulaciones de nuevas ideas y
conocimientos, sino también por medio de las revoluciones científicas, es decir, por
cambios de paradigmas epistemológicos, que sustituyen las pautas básicas de una
racionalidad por las de otra, o perfecciona, complementa, fertiliza y vigoriza las reglas
existentes, aunque no sean compartidas totalmente.
Por lo tanto, una actividad recurrente del investigador prudente debe ser el revisar
y analizar la firmeza del terreno que pisa y la fuerza y dirección de las corrientes de las
aguas en que se mueve, es decir, la solidez de los supuestos que acepta y el nivel de
credibilidad de sus postulados y axiomas básicos. Solo así podrá evitar el fatal peligro
de construir sobre arena.
Es decir, de acuerdo con Zemelman (2009; p. 15), no se trata simplemente de
hacer un juego de artificios que nos deslumbre o de buscar caminos nuevos porque
sean simplemente nuevos y que, por el mero hecho de serlos, sean en sí mismos
valiosos. El sentido que tiene la discusión de tipo epistémica o metodológica es el que
se refiere a las urgencias de conocimiento que plantea el momento histórico actual.

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En este momento las ciencias sociales están viviendo algo que todos tenemos
muy claro: o realmente se asumen como ciencias o dejan de serlo, para transformarse
en algo que si bien es cierto que no legítimo, tampoco le hago un juicio peyorativo. Pero
hay que asumirlo porque tiene consecuencias en el orden del pensamiento, en el orden
del alcance que sus conclusiones puedan tener, es decir, transformarse simplemente
en un oficio profesional. (Zemelman, 2009; p. 17)
Este es un asunto fundamental, porque la realidad, lo que nos rodea, las
circunstancias que nos conforman son impresionantemente dinámicas, complejas e
imprevisibles.
No es que la realidad esté esperando que llegue un científico a describirla, es que
existen una gran cantidad de invasiones de nuevos procesos que no aparecían o no se
creía que pudieran desplegarse algún día, que de pronto aparecen, y eso coloca a las
ciencias humanas y sociales ante el reto de tener que comprender a interpretar esas
complejidades, las cuales no siempre responden necesariamente a situaciones posibles
de organizarse en términos de un esquema simple de relación causa-efecto. Los
procesos socio-humanos no son lineales y determinados por causas únicas, son
procesos dinámicos y complejos, multifactoriales y pluridimensionales.
Ahí hay un problema muy importante que nos lleva de nuevo a repensar el tema
de la actividad científica social del sujeto, y el tema de lo aleatorio, del azar, de lo
imprevisible, de lo emergente, que de una manera más formal nos obliga a cuestionar
los esquemas de causa-efecto.
Es indudable que esto no significa negar una lógica causal, sino relativizarla,
ubicarla dentro de una cantidad de relaciones que pueden ser más complejas que la
relación causa-efecto. (Zemelman, 2009; p. 20)
Igualmente, afirma Martínez (2008; p. 69), a lo largo del siglo XX, hemos vivido
una transformación radical del concepto del conocimiento y del concepto de ciencia.
Estamos llegando a la adopción de un nuevo concepto de la racionalidad científica, de
un nuevo paradigma epistemológico. El modelo científico positivista -que imperó por
más de tres siglos- comenzó a ser cuestionado severamente a principios del siglo XX
por los físicos y por los psicólogos de la gestalt; luego, más tarde -en la segunda
década- por los lingüistas, y finalmente -durante las décadas de 1930, 1940, 1950 y,
sobre todo, en la década de 1960- por los biólogos y los filósofos de la ciencia.
La crisis de los paradigmas científicos, que empieza a plantearse abiertamente a
mediados del siglo XX, en nuestros días ha estallado de manera incontenible e
inocultable. Hoy ningún científico, investigador o pensador responsable puede seguir
transitando por los caminos trillados con la tranquila seguridad epistemológica de otros
tiempos.
Por poner un ejemplo: la interpretación y comprensión de la Biblia en el siglo XX
cambió 5 veces, por lo tanto, no se puede hacer un análisis literal y mecánico de lo allí
planteado.
No solamente estamos ante una crisis de los fundamentos del conocimiento
científico, sino también del filosófico, y, en general, ante una crisis de los fundamentos
del pensamiento humano. Una crisis que genera incertidumbre en las cosas vitales, y
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esto, precisamente y de manera paradójica, en un período en que no aparecen límites
para la explosión de los conocimientos y el gran volumen de información a la que
estamos siendo sometidos día a día en todas nuestras actividades.
Según Martínez (2009a; p. 22), el cuestionamiento está dirigido, especialmente
hacia el “logos científico tradicional”, es decir, hacia los criterios que rigen la
“cientificidad” de un proceso lógico y los procesos de su racionalidad, que marcan los
limites inclusivos y exclusivos del saber científico.
Sin lugar a dudas, en la ciencia occidental se avanza de manera vertiginosa hacia
la construcción de un nuevo paradigma que cambiará mucho nuestra visión acerca de
la llamada realidad objetiva y de muchos aspectos de la esencia y naturaleza humana.
Ya Aristóteles había formulado en su tiempo una famosa idea relacionada con sus
nociones holistas y teleológicas: “el todo es más que la suma de sus partes”, sin
embargo, la ciencia occidental no tuvo en cuenta ni desarrolló el profundo contenido de
esta frase de ahí que se ocultaron los problemas que ella encierra.
En criterio de Martínez (2008; p. 116), esa ciencia no estaba preparada para tratar
semejantes problemas. Por ello, optó, más bien, por elegir como idea rectora la
segunda máxima del discurso del método de Descartes: “fragmentar todo problema en
tantos elementos simples y separados como sea posible”.
Este enfoque constituyó el paradigma conceptual de la ciencia durante tres siglos,
y ha dado buenos resultados en algunos campos de la física y en la tecnología de ellos
derivada, donde los hechos observados pueden dividirse en cadenas casuales aisladas,
de dos o tres variables, pero se ha demostrado totalmente incapaz de explicar
adecuadamente una estructura de alto nivel de complejidad como son los hechos
humanos donde entra en acción un alto número de variables con fuerte interacción
entre ellas. (Martínez, 2008; p. 117)
Es por ello que existe una necesidad imperiosa de cambiar el paradigma actual
aún dominante, de manera que podamos integrar en un todo coherente, armónico y
lógico, el cada vez más inmenso flujo de conocimientos científicos originales y
creativos, procedentes de las diversas disciplinas y áreas del saber que se han
revelado ante el estatus impositivo de la ciencia clásica tradicional, por cuanto advierten
el conflicto irreconciliable entre los saber actuales que están construyendo y los saberes
analizados e interpretados desde los paradigmas arcaicos.
El viejo paradigma newtoniano-cartesiano, y sobre todo la mentalidad positivista
que generó, incurren en un grave error epistemológico al no valorar los nexos de
interdependencia que tienen los elementos constituyentes de una entidad y los nexos
de diferentes realidades. Precisamente esos nexos constituyen la base de lo que será
el nuevo paradigma. Pero al enfrentarnos a la red de relaciones que se dan dentro de
una realidad cualquiera y entre diferentes realidades, nos encontramos con varias
antinomias fundamentales que de ninguna manera podemos eludir, es más, que
constituyen el verdadero centro del problema que nos ocupa. (Martínez, 2012; p. 113)
Es evidente que en este tercer milenio estamos asistiendo a un cambio de
paradigma científico, tal vez el cambio más grande que se ha efectuado en la historia
de la ciencia y de la humanidad.
12
La euforia reduccionista y determinista de la ciencia mecanicista parece disminuir
y finalmente se nota casi inerte, y la física, así como otros muchos campos científicos,
abraza con vehemencia los sistemas abiertos, complejos, no lineales y dinámicos, con
una extraordinaria novedad, y una originalidad y creatividad sin límites. Esto se
evidencia especialmente en la obra de Ilya Prigogine 2, cuya teoría de estructuras
disipativas es tan hermosa como profunda y trascendental.
Estructuras disipativas constituyen simplemente una forma de permitir la evolución
de estados superiores más organizados, a partir de estructuras menos complejas. Las
estructuras disipativas no son en realidad explicaciones de la vida o de la mente como a
veces se sugiere, sino que son más bien descripciones de lo que debe ocurrirle a la
materia para que se desplieguen y extiendan esferas superiores.
Según Prigogine (1989) en este momento la humanidad está atravesando una
crucial época de transformación, mientras que también la ciencia experimenta una
espectacular transición. Cada vez con mayor claridad un número creciente de
científicos perciben que un nuevo paradigma está tomando forma. Por todas partes
vemos fluctuaciones, evolución, diversificación. Y esto puede afirmarse no sólo a nivel
de los fenómenos macroscópicos -como en la química- sino también a nivel
microscópico en la física de partículas y en la vasta escala de la moderna cosmología.
(En: Laszlo, 1989; p. 9)
Este fue, por cierto, un avance fundamental, continúa Prigogine (1989): la
mecánica cuántica fue fundamentalmente la primera ciencia que se vio forzada a dejar
de lado la descripción determinista. El proceso fue difícil. Einstein, por ejemplo, se
oponía al carácter estadístico de la mecánica cuántica; en uno de sus últimos trabajos
expresó que, de todos modos, este carácter se aplicaba sólo a los problemas
microscópicos descritos en la mecánica cuántica, mientras que en el mundo
macroscópico el determinismo seguía siendo la regla. Sobre este punto, los desarrollos
de las últimas décadas no corroboraron a Einstein. (En: Laszlo, 1989; p. 9)
Sin embargo, Einstein decía que la formulación de un problema es mucho más
importante que su propia solución, la cual puede ser una simple cuestión de habilidad
matemática o experimental, afirmaba que plantear nuevos interrogantes, nuevas
posibilidades y alternativas, ver los viejos problemas desde nuevas perspectivas,
requiere imaginación, originalidad y creatividad, además de contribuir al avance real y
significativo en la ciencia.
En conclusión, como dice Martínez (2009a; p. 95), nace una nueva objetividad de
la concepción científica, basada también en una diferente teoría de la racionalidad.
El objetivo será lograr un todo armónico, integrado, coherente y lógico, que nos
ofrezca -como decía Braithwaite- una elevada satisfacción intelectual, que es el criterio
y meta última de toda validación. Cualquier sistema -señala Bateson- sea una sociedad,

2 (25 de enero de 1917 Moscú - 28 de mayo de 2003, Bruselas) Físico, químico, sistémico y profesor universitario belga de origen ruso,
galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1977, por sus contribuciones en la termodinámica de no equilibrio, particularmente en la
teoría de las estructuras disipativas.

13
una cultura, un organismo o un ecosistema, que logre mantenerse a sí mismo, es
racional desde el propio punto de vista.
Es evidente que toda estructura de conceptos básicos, toda proposición de nuevas
nociones científicas, nos lleva hacia una racionalidad diferente, hacia un nuevo modelo
de inteligibilidad, hacia un nuevo enfoque de comprensión de la realidad, es decir, hacia
un nuevo paradigma científico.
Como se aprecia, actualmente, según muchos autores, estamos en un umbral de
un nuevo paradigma de la racionalidad. Sin embargo, según Martínez (2012; p. 215),
estamos todavía bastante lejos de tener una claridad y, menos aún, un consenso de
opiniones sobre los rasgos definitorios de dicho paradigma.
Esta teoría de la racionalidad o esquema de comprensión e inteligibilidad de la
realidad brota de la dinámica y dialéctica histórica de la vida humana y se impone, cada
vez con más fuerza y poder convincente, a nuestra mente inquisitiva. (Martínez, 2009a;
p. 95)
La teoría del conocimiento o filosofía de la nueva ciencia en que se apoyan, sobre
todo, las ciencias humanas, rechazan el “modelo especular”, que considera al sujeto
conocedor como un espejo y esencialmente pasivo, al estilo de la cámara fotográfica.
Aceptan, en cambio, el “modelo dialéctico”, respaldado por toda la orientación post-
positivista actual, que considera el conocimiento como el resultado de una dialéctica (de
un diálogo) entre el sujeto (sus intereses, valores, creencias etc.) y el objeto o
fenómeno en estudio. No existirían, por consiguiente, conocimientos estrictamente
“objetivos”. Y esto implica la redefinición de muchos otros términos como, por ejemplo,
lógica, verdad, verificación, significado, descubrimiento científico, variable, inferencia,
generalización, causa y efecto, etc. (Martínez, 2008; p. 28)
Martínez (2009a; p. 201) dice que prefiere utilizar el término ciencias
humanas.....en lugar del término ciencias sociales, que es más limitante, ya que las
ciencias humanas incluyen todo lo relacionado con el estudio del hombre: su desarrollo,
educación, aspectos psicológicos, sociológicos, culturales, éticos, espirituales, etc. En
esta obra se prefiere el término ciencias socio-humanas.
No obstante, siguiendo con Martínez (2009a; p. 96), lo más claro que emerge de
todo este panorama es que el término “ciencia” debe ser revisado. Si lo seguimos
usando en su sentido tradicional restringido de comprobación empírica, tendremos que
concluir que esa ciencia nos sirve muy poco en el estudio de un gran volumen de
realidades que hoy constituyen nuestro mundo. Pero si queremos abarcar ese amplio
panorama de intereses, ese vasto abanico de lo cognoscible, entonces tenemos que
extender el concepto de ciencia, y también de su lógica, hasta comprender todo lo que
nuestra mente logra mediante un procedimiento riguroso, sistemático y crítico que, a su
vez, es consciente de los postulados que asume.
Como se aprecia, todos los autores mencionados anteriormente han venido
manifestando su inconformidad e insatisfacción con la racionalidad mecánica,
determinista, dogmática, lineal, reduccionista y unidireccional de la ciencia actual, y han
planteado la necesidad de un nueva racionalidad científica, un nuevo paradigma
epistemológico, el imperativo de sustituir el modelo lineal, positivista y cuantitativo de

14
pensar y de hacer ciencia, por un modelo más auténtico, creativo, original e incluyente,
que asimile la realidad empírica del mundo en que vivimos e interactuamos.
Es evidente que durante las últimas décadas del siglo XX ha ocurrido un cambio
impactante en los conceptos e ideas de la ciencia. Los nuevos conceptos, que aún
están siendo elaborados en las actuales teorías emergentes, sistémicas y de la
complejidad, han modificado radicalmente mi cosmovisión, trasladándome desde el
pensamiento mecanicista, reduccionista y determinista de Descartes y Newton a una
visión compleja, sistémica, holística, ecológica, dialéctica y configuracional.
Según Capra, la exploración del mundo atómico y subatómico por parte de los
físicos los hizo contactarse con una realidad extraña e inesperada. En sus esfuerzos
por captar y reflejar esa nueva realidad, los físicos se percataron dolorosamente de que
sus conceptos básicos, su lenguaje y toda su forma de pensar eran inadecuados para
describir los fenómenos atómicos. Sus problemas no se limitaron al ámbito intelectual,
sino que se extendieron a una intensa crisis emocional e incluso existencial. Les tomó
largo tiempo superar dicha crisis, pero al final fueron recompensados con profundas
reflexiones respecto a la naturaleza de la materia y su relación con la mente humana.
No obstante a ello, esta nueva visión no ha sido de ningún modo fácil de aceptar por los
científicos modernos.
Por otro lado, siguiendo e integrando las ideas de la Asociación de Psicología
Humanista, Miguel Martínez Miguélez señala cuatro características como las más
típicas en los autores más representativos de esta orientación psicológica (Martínez,
2009b; p. 9)
1. Una atención centrada en la experiencia humana consciente como fenómeno
primario ineludible al estudiar al hombre. Las explicaciones teóricas y la conducta
externa son consideradas como posteriores y secundarias ante la experiencia misma y
ante la significación de esta para la persona.
2. Un énfasis en cualidades tan profundamente humanas como la elección, la
creatividad, la elaboración y la autorrealización, en cuanto opuestas a un pensar sobre
los seres humanos en términos mecanicistas y reduccionistas.
3. Fidelidad al significado y valor cuando se eligen los problemas de estudio e
investigación, y oposición al énfasis que se pone en la objetividad metodológica a
expensas de la significación.
4. Especial aprecio por la dignidad y valor del hombre e interés en el desarrollo del
potencial inherente a cada persona.
Aunque la psicología científico-humanista no es empiricista o positivista, si es
empírica (basada en la experiencia) y positiva (afirma la realidad). (Martínez, 2009b; p.
22)
Según Martínez (2009a; p. 76), la comunidad universitaria, frecuentemente, es
conservadora por necesidad: los profesores necesitamos algo establecido para
enseñarlo a los alumnos; pero los profesores universitarios no podemos convertirnos en
las vestales del viejo paradigma. No es raro que se vea en un acto creativo algo
heterodoxo, subversivo e incómodo para el sistema establecido, y, a veces, hasta algo
irritante para sabios profesionales que ven la labor de su vida, sus teorías y su obra
amenazada por la nueva idea.
15
Esto es comprensible, pero lejos de amilanarnos, lo que debe exigir es mayor rigor
científico y nivel crítico, pero no debe conducir al dogmatismo, pues ello estaría en los
antípodas de la misión auténtica de la universidad.
Como académicos en un mundo en transición nos toca la difícil misión de enseñar
cómo vivir sin certeza y, sin embargo, no quedar paralizados con la incertidumbre.
Como investigadores, no debiéramos apoyarnos demasiado en una doctrina específica,
ni tampoco confinar nuestro modo de pensar en el recinto de una única orientación
filosófica sino, más bien, estar preparados para cambiar los fundamentos de nuestro
conocimiento ante la aparición de nuevas experiencias (Martínez, 2012; p. 158)
El paradigma positivista está impregnado en el campo académico universitario a
pesar de que después de los estudios de muchos simposios internacionales sobre la
filosofía de la ciencia (véase Suppe, 1977, 1979), se levantó “el acta de defunción de la
concepción heredada (el positivismo lógico), la cual, a partir de ese momento, quedó
abandonada por casi todos los epistemólogos” (Echeverría, 1989, p. 25), debido, como
señala Popper (1977, p. 118), a sus “dificultades intrínsecas insuperables”. (Martínez,
2008; p. 165),
En palabras de Bateson (2010; p. 468), esa arrogante filosofía científica está
ahora obsoleta, y en su lugar alboreó el descubrimiento de que el hombre es sólo una
parte de sistemas más amplios, y que la parte nunca puede controlar el todo.
Por consiguiente, no podemos tener un simple control lineal. No vivimos en un
universo que permita un simple control lineal. La vida no es así. (Bateson, 2010; p. 468)
Aun dentro del ser humano individual, según Bateson (2010; p. 469), el control es
limitado. Podemos, en cierta medida, emprender la tarea de aprender incluso
características abstractas como la arrogancia o la humildad, pero de ninguna manera
somos los capitanes de nuestra alma.
Por otro lado, según Laszlo (2009; p. 33), los sistemas complejos -los biológicos y
también los sociales- evolucionan a través de bifurcaciones. La evolución en la biosfera
es un proceso integral: incluye organismos unicelulares en un extremo de la escala de
organización y complejidad, y biosferas enteras pobladas por organismos multicelulares
por el otro. El proceso está dirigido por el flujo de energía liberada por el Sol. Las
plantas transforman en biomasa la energía libre; la biomasa es consumida por los
herbívoros, que a su vez son alimento de carnívoros, creando un ciclo continuo que
constituye un sistema termodinámico abierto. Este molino energético impulsa los
procesos biológicos y bioquímicos en la biosfera.
El proceso evolutivo es integral, pero su desarrollo es muy poco lineal. Las
bifurcaciones periódicas en la historia evolutiva de los sistemas biológicos y ecológicos
señalan el curso de la evolución en la Tierra, con sus fases tempranas sucediendo a
través del universo. (Laszlo, 2009; p. 33)
La nueva realidad es de naturaleza intrínsecamente sorprendente. Nada sigue
siendo de la misma manera que antes; todo se "bifurca". Esta expresión, que proviene
de las matemáticas y de la teoría del caos, indica que el desarrollo de un sistema
encuentra un cambio rápido y totalmente imprevisto.

16
Vivimos en una era de bifurcación en medio de una transformación fundamental
de nuestro mundo: en un macrocambio. (Laszlo, 2009; p. 11)
Pero no sólo cambia nuestro mundo, sino que también lo está haciendo la ciencia,
adoptando la forma de un cambio de paradigma.
Resulta interesante e importante constatar que el mapa del mundo también está
cambiando; la propia ciencia se encuentra a las puertas de un cambio de paradigma. El
nuevo paradigma nos proporciona una comprensión más profunda de la naturaleza de
los cambios cuánticos en sistemas complejos, tanto naturales como sociales. (Laszlo,
2009; p. 12)
La visión del mundo sobre la que la gente moderna deposita su confianza es
aquella que consideran científica. Esta visión está sobre todo basada en la física de
Newton, la biología de Darwin y la psicología de Freud. Sin embargo, esas
concepciones han sido sobrepasadas por nuevos descubrimientos. A la luz de las
nuevas revelaciones, el universo no es un conjunto de pedazos de materia inertes,
inánimes y desangelados. La vida no es un accidente aleatorio, y las pulsiones básicas
de la psique humana incluyen mucho más que el impulso sexual y el auto-placer.
Según Laszlo (2009; p. 73), materia, vida y mente son elementos coherentes que
forman parte de un proceso de gran complejidad aunque coherente y armonioso.
Espacio y tiempo están unidos conformando el telón de fondo del universo. La materia
está perdiendo su papel predominante como característica fundamental de la realidad,
retirándose ante la energía, y los campos continuos están sustituyendo a las partículas
discontinuas como elementos básicos de un universo bañado en energía y repleto de
información. La realidad a la que denominamos universo es un todo integrado, sin
fisuras, evolucionando a lo largo de eones de tiempo cósmico y produciendo
condiciones en las que pueden emerger la vida y, luego, la mente y la consciencia.
El concepto de realidad que asoma en las fronteras de la investigación científica
guarda poco parecido con el concepto clásico que nos enseñaron en la escuela. El
nuevo concepto es más amplio -se extiende a múltiples universos que surgen en un
meta universo posiblemente infinito- y más profundo, alcanzando dimensiones por
debajo del terreno del “cuanto”. (Laszlo, 2009; p. 15)
Asimismo es más completo, vertiendo luz sobre fenómenos que eran ignorados o
considerados "anómalos" y relegados a la metafísica, teología o parapsicología hasta
hace muy pocos años. (Laszlo, 2009; p. 16)
Para Laszlo, una de las dificultades con que nos encontramos al intentar
desarrollar una nueva conciencia y difundirla entre la gente es el divorcio existente entre
la emergente concepción del mundo que definen las nuevas ciencias y la más
extendida, ésa que defiende la clase científica y tecnológica. Es decir, me parece que
también necesitamos actualizar la idea que tenemos de los contenidos reales de la
ciencia. La sociedad en general lleva años de retraso respecto a los últimos avances
científicos. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 46)
Por otro lado, según Grof, la ciencia tiene un enorme prestigio y lo que la mayoría
entiende por ciencia es el paradigma newtoniano-cartesiano dominado por el
materialismo monista, y esta manera de pensar tiene consecuencias funestas para
17
nosotros tanto como individuos como integrantes de una colectividad. Por esta razón
necesitamos poder combinar lo que sería una transformación interior profunda y una
revisión radical de las obsoletas concepciones científicas del mundo. Por eso creo,
Ervin, que tu obra es extremadamente importante para el futuro de todos. Al margen de
ofrecer una brillante síntesis de las teorías generales existentes, como, por ejemplo, los
marcos conceptuales de David Bohm, Rupert Sheldrake e Ilya Prigogine, también nos
permite traspasar los límites entre la ciencia y la espiritualidad. En una cultura en que la
ciencia infunde respeto y autoridad, si su mensaje es claramente antiespiritual, va a
inhibir sin lugar a dudas la búsqueda espiritual de las personas. (Laszlo, Grof y Russell,
2008; p. 47)
Creo que es fascinante comparar la situación en la psicología y psiquiatría
actuales con lo que ocurrió en la vanguardia de la física durante las primeras décadas
del siglo. ¡Qué poco les costó a los físicos iniciar una radical transición conceptual de la
física newtoniana a las teorías de la relatividad de Einstein y de ahí a la teoría cuántica!
Por analogía disponemos de una gran cantidad de datos que demuestran que el
conocimiento científico actual de la conciencia y la mente humana, es inadecuado e
insostenible, sobre todo en los terrenos de la religión comparativa, la antropología, la
psiquiatría experimental, la psicoterapia experiencial, la parapsicología, la tanatología y
otros campos. Sin embargo, la ciencia académica ha ignorado por completo todo este
material. (Grof; en: Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 48)
Para Grof, otra cosa que se necesita urgentemente es un pensamiento sintético y
sistémico que una el mosaico fragmentado de los nuevos descubrimientos y conceptos
en un todo comprensivo. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 145)
Si no cambiamos de dirección, probablemente llegaremos exactamente adonde
nos dirigimos. Este proverbio chino, aplicado al mundo de hoy, sería desastroso.
En este sentido, Laszlo (1989; p. 33-38) nos ofrece una serie de datos e
informaciones muy precisas que dan cuenta de la magnitud de la problemática mundial
y la necesidad de cambiar nuestra forma de pensar y configurar una nueva matriz
epistémica:
La población mundial crece un término medio de casi 232.000, personas por día,
lo que hace unos 85 millones por año. De estos recién llegados, aproximadamente 78
millones nacen en los países pobres en desarrollo, y sólo 7 millones en los países aún
prósperos. Debido a este desequilibrio, ya en 1983 las tres cuartas partes de la
población mundial vivía en el Tercer Mundo, y sólo la cuarta parte en el resto;
proporción ésta que pasará a ser del 79 contra el 21 por ciento en el año 2000 y del 83
contra el 17 por ciento en 2020. Si las actuales tendencias se mantienen, la población
de África, el más pobre de los continentes pobres, se triplicará en los 45 años que
median entre 1980 y 2025, pasando de 500 millones a 1.500 millones. Pero ya hoy en
día hay más de 300 millones de africanos crónicamente mal nutridos, 150 millones con
deficiencia alimentaria aguda y 60 millones al filo de la inanición. Como el número de
los que están muriendo de hambre deberá aumentar de 60 a 130 millones hacia el año
2000.
En los países pobres del mundo hay cada vez menos dinero para el desarrollo.
Mientras el Tercer Mundo intenta pagar sus más de 1.200.000 dólares de deuda
18
externa, en realidad transfiere unos 40.000 millones por año a los bancos y gobiernos
de los países "ricos" y de los organismos financieros internacionales por ellos creados.
La restricción financiera impuesta a los países deudores exprime hasta la última gota de
sus economías, produciendo una espiral que lleva a más deuda, más restricción y más
deuda. El número de economías críticamente empobrecidas es creciente: en 1964
había 26 países en la lista de las Naciones Unidas de "países menos desarrollados".
Hoy hay más de 40.
Las poblaciones de los países pobres amenazan con rebasar los límites de
viabilidad tanto en el campo como en las ciudades. De hecho, la concentración urbana
se ha convertido en una gran amenaza para el futuro de la humanidad. En 1950 sólo
unos 600 millones de personas vivían en ciudades; hoy hay bastante más de 2.000
millones. Y también en este aspecto el desequilibrio entre Norte y Sur aumenta
rápidamente.
Hacia mediados del siglo XX había el doble de habitantes urbanos en el mundo
desarrollado que en el mundo en desarrollo. Actualmente hay más pobladores urbanos
-una vez y media más- en el Sur que en el Norte. En la década de 1950 sólo una ciudad
del Sur tenía una población de más de cuatro millones de habitantes, mientras que
hacia el fin del siglo habrá 60 ciudades en esas condiciones; y en el año 2025 el
número de megalópolis de países pobres se elevará a 135, si es que la capacidad de
las ciudades para mantenerse aumenta.
Tampoco estamos obrando mejor en lo que respecta a mantenernos dentro de los
límites de nuestra capacidad en el rubro de la producción de alimentos básicos. Todos
los días perdemos un promedio de 70 millones de toneladas de capa superficial de
terrenos fértiles, y unos 75.000 acres de selvas tropicales. Entre el 35 y el 40 por ciento
de la superficie terrestre está amenazada por la desertificación, es decir, una extensión
igual a la de los Estados Unidos, Canadá y China juntos. La principal causa es la
pérdida de bosques. Más de la tercera parte de la zona boscosa de la Tierra se ha
perdido ya. Nuestro planeta tenía unos 6.200 millones de hectáreas de bosques cuando
empezaron las grandes intervenciones Rumanas, con la Revolución Neolítica. Hoy no
hay más de 4.200 millones de hectáreas. Los bosques desaparecen a un ritmo
acelerado; podemos quedarnos sin selvas tropicales en los comienzos del próximo
siglo. Este hecho incide ya en la raíz misma de los principales desequilibrios
ambientales que padecemos. Los árboles no sólo proporcionan gran parte de la energía
necesaria para cocinar y calentarnos, sino que también absorben dióxido de carbono, el
"gas de invernadero" del que ponemos 200.000 millones de toneladas en la atmósfera
por año.
Aun cuando las temperaturas de invernadero elevan más la temperatura en los
trópicos que en los polos, ya un escaso calentamiento de las regiones polares derretiría
algo de los casquetes polares. Las aguas así liberadas se derramarían hacia el
Ecuador, elevando el nivel de los océanos. Si la temperatura global se elevara 1,5
grados, el nivel del mar podría subir unos 20 cmts. Si hay una elevación de 4,5 las
aguas se elevarían 140 cmts. El efecto sería desastroso. Más de 2.000 millones de
personas (más de un tercio de la humanidad) viven a no más de 60 kmts de una costa.
Si bien algunas de estas regiones densamente pobladas son elevadas, muchas otras
están casi al nivel del mar. El casquete polar se derretiría y se elevaría el nivel de los
19
océanos. Las zonas costeras se inundarían y las ciudades quedarían sumergidas. A
menos que se construyeran a tiempo presas y diques, los rascacielos de Nueva York
emergerían de las aguas como islas en el mar; y Londres, Estocolmo, Tokio y muchas
capitales más tendrían canales en vez de calles.
Por otro lado, Laszlo (2009; p. 20-21) nos ofrece una caracterización muy precisa
de la grave situación mundial actual:
 Existe una inseguridad cada vez mayor tanto en países ricos como pobres, así
como una mayor propensión en muchas regiones del mundo a echar mano del
terrorismo, la guerra y otras formas de violencia.
 El fundamentalismo islámico se extiende por el mundo musulmán, los neonazis
y otros movimientos extremistas resurgen en Europa, y el fanatismo religioso hace acto
de presencia en todo el mundo.
 Los gobiernos tienden a contener la violencia organizando guerras; los gastos
militares mundiales no han hecho más que aumentar en los últimos 15 años,
“alcanzando más de un billón (un trillen estadounidense) de dólares al año.”
 Uno de cada tres habitantes urbanos del mundo vive en barrios de chabolas,
suburbios miserables y guetos urbanos. Más de 900 millones de personas aparecen
clasificadas como habitantes de barrios bajos y degradados. En los países más pobres,
el 78% de la población urbana subsiste en condiciones críticas y peligrosas.
 Aunque las mujeres y las niñas tienen más acceso a la educación que en
épocas anteriores, en muchas partes del mundo son pocas las mujeres que cuentan
con un empleo, y muchas más las que se ven obligadas a hacer equilibrios para llegar a
fin de mes en el "sector informal".
 La frustración y el descontento no hacen más que aumentar ya que el poder y la
riqueza están cada vez más concentrados, aumentando la brecha entre los ricos y
poderosos y la población pobre y marginada. El 80% del producto interior mundial
pertenece a 1.000 millones de personas; el 20% restante lo comparten 5.500 millones.
 El cambio climático amenaza con convertir grandes extensiones del planeta en
zonas inhabitables y no cultivables. Pocos son los países que siguen siendo
autosuficientes en términos alimentarios, y las reservas mundiales de alimentos no
hacen sino disminuir.
 La cantidad de agua potable disponible es cada vez menor; más de la mitad de
la población mundial se enfrenta a restricciones de agua potable. Por término medio
mueren 6.000 niños al día a causa de la diarrea provocada por la contaminación del
agua.
Como se aprecia, las sociedades modernas, han aceptado las riquezas y los
poderes que la ciencia les brindaba, pero aún no han aceptado el más profundo
mensaje de la ciencia, sólo lo han escuchado: la exigencia de una revisión total de los
fundamentos epistemológicos, la definición de nuevas y variadas fuentes de verdad, la
ruptura radical con la tradición científica determinista y reduccionista y el abandono
definitivo de la «antigua alianza», así como la necesidad de forjar una nueva ciencia.
Armadas con todos los poderes, disfrutando de todas las riquezas que deben a la
Ciencia, nuestras sociedades intentan aún vivir y enseñar sistemas de valores
arruinados ya, en su raíz, por esta misma ciencia. (Monod, 2007; p. 176)

20
Por otro lado, las teorías e hipótesis que expone Laszlo (1997), son ofrecidas sin
dogmatismo alguno a la consideración del lector, reconociendo sin reservas la magnitud
de la cuestión que se afronta y la osadía de las respuestas que se proponen.
Según Laszlo (1997; p. 29), existe un flujo y una respiración comunes, de manera
que todas las cosas se relacionan por simpatía.
Sin embargo, “nunca se llegó a arrumbar del todo el viejo sueño de dar con un
modelo unificador que, subyaciendo a todas las cosas que vemos y a todos los sucesos
que experimentamos, de hecho lo conectase todo.” (Laszlo, 1997; p. 30)
En la segunda mitad del siglo XX, el vacío espiritual que habían creado los
sistemas fragmentarios de conocimiento ha hecho resurgir el antiguo sueño y ha puesto
en marcha una nueva búsqueda, que se está intensificando en la actualidad. A medida
que avanza el siglo XXI, los procesos humanos y sociales se vuelven más dinámicos y
complejos, y ya no están bajo nuestro control.
Con la finalidad de salvaguardar nuestro planeta, se están explorando nuevas
formas de entender la interconexión establecida entre las personas en el seno de cada
sociedad, así como la que se da entre las diversas sociedades, y entre la humanidad y
la naturaleza. Como revelan las fotografías que tomaron los astronautas del proyecto
Apolo, nuestro planeta es un mundo perteneciente a otros mundos más amplios: el
sistema solar, la galaxia y el universo en conjunto. El interés en aumento por las
visiones integradoras abarca estas vastas dimensiones de la realidad y nos mueve a
tratar de conocer nuestros orígenes, nuestro lugar en el universo y nuestro papel en la
naturaleza y en este mismo cosmos. (Laszlo, 1997; p. 31)
No hay que subestimar el papel de la ciencia en la revitalización actual del viejo
sueño de la humanidad por alcanzar un conocimiento total, nos alienta Laszlo (1997; p.
32), y continúa: Si bien es cierto que la ciencia teórica no puede sustituir al arte ni a la
religión, ni tampoco proporcionar captaciones intuitivas sobre la naturaleza de la
realidad, de todas formas, su función es mucho más fundamental de lo que se suele
admitir. Y ello porque no sólo permite hacer observaciones y descripciones, sino que
también suministra explicaciones e interpretaciones. Una simple catalogación de todo
cuanto podemos observar, daría como resultado un desconcertante despliegue de una
inmensa multiplicidad de objetos, pero diría muy poco acerca de las conexiones
existentes entre ellos. La investigación del significado es elemento esencial de la
empresa científica, por mucho que la misma esté sometida a la disciplina que imponen
unos criterios y métodos rigurosos. Dado que en ciencia todo análisis viene
complementado por una síntesis, ocurre que todo eventual incremento en la diversidad
del mundo observado conduce a una ampliación de la visión panorámica unitaria
coherente.
La ciencia está en el umbral de una nueva "revolución" que promete ser más
amplia, y ciertamente desarrollarse con mayor rapidez, que la revolución copernicana
que reemplazó el modelo geocéntrico del universo por el heliocéntrico. La revolución
que se ve venir anuncia la sustitución de la concepción materialista-reduccionista de la
materia y de la mente, que todavía prevalece, por otra visión emergente que estaría
basada en un campo global. (Laszlo, 1997; p. 33)

21
El próximo gran cambio de paradigma científico será, según Laszlo (1997; p. 33),
de naturaleza transdisciplinar, y además será una revolución cosmológica en el sentido
clásico del término, según el cual la cosmología es la ciencia de la totalidad de la
realidad (recordemos que, en griego clásico, kosmos significa "totalidad ordenada").
Los diversos misterios con los que nos enfrentamos y las múltiples extrañezas que
han aparecido en el campo científico, debemos mirarlas bajo una óptica nueva, con una
visión más abierta, flexible y abarcadora; ya es hora de despertar del letargo científico
en el que hemos estado durante decenas de años, los tiempos han madurado lo
suficiente como para levantarnos y echar a andar en la búsqueda de nuevas
concepciones epistemológicas.
Una reflexión en profundidad sobre los esquemas conceptuales que hemos
heredado puede conducir a la formulación de un paradigma científico nuevo, que
trascienda el reduccionismo y el materialismo en favor de una concepción unificadora,
de una concepción según la cual la realidad está conformada de una manera orgánica
gracias a ciertos campos universales interactivos. (Laszlo, 1997; p. 34)
Como se evidencia, Ervin Laszlo es un genio del pensamiento sistémico.
Según Ken Wilber, Laszlo es quizás el único pensador vivo que ha explicado con
todo lujo de detalles un asombroso y a menudo injustamente olvidado hecho: vivimos
abocados a un universo totalmente interconectado en el que todas y cada una de sus
partes aparecen relacionadas entre sí de manera casi milagrosa. Su obra, que abarca
cuatro décadas, es un claro y firme acicate que nos insta a identificar el tapiz ricamente
entretejido que constituye el mundo, la vida, las esperanzas y los sueños. Adoptando
una visión de la totalidad, Laszlo ha ayudado a muchísimas personas a escapar de las
estrechas limitaciones y la deprimente fragmentación que llevan obsesionando al
mundo moderno desde hace al menos tres siglos. (En: Laszlo, Grof y Russell, 2008; p.
8)
Ya que hemos hablado de un cambio paradigmático en la ciencia, Ervin Laszlo
nos invita a que profundicemos un poquito más en ello.
“¿Qué clase de paradigma podemos esperar? ¿Cuál necesitaríamos en realidad?
Queda claro que el nuevo paradigma tendría que componer los fragmentos de nuestra
actual representación de la realidad. Debería abarcar los últimos avances en el campo
de las ciencias naturales, sobre todo en la nueva física, y trasladarlos al contexto de las
ciencias humanas y sociales. Un cambio paradigmático de este estilo podría ser crucial,
porque vivimos unos tiempos inestables, una época muy sensible ante cualquier
"fluctuación", conjunto de ideas, concepciones del mundo y valores, por muy pequeños
e insignificantes que puedan parecer. Bajo estas circunstancias podría aparecer otro
Hitler, pero también otro Mesías. Necesitamos ser conscientes del poder de las ideas y
de su divulgación, sobre todo cuando reflejan las grandes necesidades de nuestros
tiempos. Eso significa potenciar aquellos paradigmas que podrían tener un efecto
positivo en la humanidad y el mundo en general.” (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 124)
Laszlo destaca que hay un elemento en el pensamiento de Jung que apunta hacia
esa dirección. Como todos sabemos, Jung formuló su concepto del arquetipo en
colaboración con Wolfgang Pauli. Le sorprendía el hecho de que así como su propio
análisis de la psique humana le había conducido al descubrimiento de estos
22
"irrepresentables" que son los arquetipos, la investigación en la física cuántica también
había llegado a otros "irrepresentables": las macropartículas del universo físico, unas
entidades imposibles de describir en detalle. Jung llegó a la conclusión de que cuando
se asumía la existencia de dos o más irrepresentables, siempre cabía la posibilidad de
que no se tratara de una cuestión de dos o más factores, sino tan sólo de uno. Según el
psicólogo, el único factor común que subyace a los mundos de la física y la psicología y
los conecta es unus mundus. Eso significa que los terrenos de la mente y la materia (la
psiché y la fisis) son aspectos complementarios de la misma realidad trascendental del
unus mundus unitario. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 131)
Los arquetipos son unos modelos dinámicos fundamentales cuyas distintas
representaciones caracterizan los procesos mentales y físicos. En el ámbito mental
organizan las imágenes y las ideas; en el físico, las estructuras y las transformaciones
de la materia y la energía. Sin embargo, la realidad fundamental es el unus mundus y
eso, en sí mismo, no es psíquico ni físico: se sitúa más allá, o subyace a ambos
mundos. Es cierto que todo esto recuerda mucho la reciente idea de David Bohm del
orden implicado, que, a su vez, también es un ámbito que trasciende el tiempo y el
espacio y en el que todas las cosas se encuentran unidas; y es sólo nuestra interacción
con el orden explicado, el orden que "se desarrolla" en el espacio y el tiempo, lo que las
separa. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 132)
Hoy vivimos en un mundo globalmente interconectado, donde todos los
fenómenos biológicos, genéticos, neuronales, psicológicos, sociales, culturales y
ambientales están inextricablemente interconectados. Para describir, caracterizar,
comprender e interpretar este mundo de una manera adecuada se necesita una
perspectiva configuracional y esto no lo ofrece la cosmovisión cartesiana, ni la
newtoniana, ni los científicos positivistas.
De ahí que, está claro que los seres humanos somos procesos inmanentes de un
todo y ese todo es un proceso inmanente a nosotros. De manera que los problemas
científicos están de manera inevitable todos interconectados, es decir, configurados.
Insisto, lo que necesitamos es, entonces, un nuevo paradigma epistemológico,
una nueva visión científica de la realidad que nosotros mismos configuramos y un
cambio fundamental en nuestros pensamientos, concepciones y actitudes. Los inicios
de este cambio desde la concepción mecanicista, reduccionista y determinista de la
realidad a la holística-configuracional son visibles en todos los campos y áreas del
saber, y es probable que dominen aún las próximas décadas.
Hace muchos años que vengo planteando estas ideas con gente muy diversa y
estoy tranquilo y sosegado, de manera que no me irrita, ni me perturba si la gente
comprende realmente lo que estoy diciendo o se limita a escuchar y/o leer por civismo,
cortesía y educación.
Es así que, basándome en la inspiración, la intuición científica, la colaboración
incondicional y los aportes de muchas mujeres y hombres de ciencia, destacados
(Gregory Bateson, Fritjof Capra, Edgar Morín, Ilya Prigogine, Ervin Laslo, entre otros),
logro presentar en este libro, en un sólo volumen, una crítica al antiguo paradigma
científico, una reseña general de sus falencias, fisuras y limitaciones conceptuales, y
una síntesis creativa de la nueva visión configuracional emergente de la ciencia.
23
Precisamente, en esta obra se caracteriza un nuevo paradigma epistemológico
para la ciencia del tercer milenio. Así, en este libro se incita a un debate sobre lo que he
denominado Configuralogía: teoría de las configuraciones.
Tengo la firme convicción de que la ciencia del tercer milenio, la Configuralogía,
será capaz de ocuparse de la totalidad de la gama de los fenómenos naturales,
personales y socioculturales de un modo unificado, utilizando conceptos distintos pero
consecuentes entre sí para describir diferentes aspectos y niveles de la realidad. La
teoría emergente de los sistemas vivos y auto-organizadores, que se aproxima bastante
a una descripción unificada de la vida, la mente y la memoria, confirma mis
convicciones.
Primeramente, en este libro propongo un viaje hacia la construcción de una nueva
ciencia socio-humana en el tercer milenio. Se ofrece una conceptualización del
Configuracionismo como modelo epistémico del siglo XXI, abordo los fundamentos de
la Configuralogía: nueva ciencia configuracional y se discute acerca de la ontología de
la noción de configuración, en la que describo una tipología de configuraciones: macro,
meso y micro-configuración.
Especial atención y tratamiento se le da a la configuración en los procesos socio-
humanos, a partir de la comprensión configuracional de dichos procesos, analizando las
configuraciones socio-humanas en la “realidad objetiva”, los niveles de complejidad
configurativa y las categorías que caracterizan las configuraciones, destacando la
autoconfiguración humana.
Al finalizar la conversación con esta obra, el lector debe haber reconocido que la
Teoría de las Configuraciones que propongo es una alternativa necesaria y un
paradigma emergente para la comprensión científica en este tercer milenio, sin
embargo, no es una receta infalible, no es una camisa de fuerza ni una fórmula mágica
para resolver cualquier problema científico que enfrentemos.
Es más bien una exhortación al diálogo complejo y holístico, un llamado a la
evolución dialéctica de las ideas de la ciencia, una aclamación para que las teorías
científicas aprendan a convivir unas con otras, de tal manera que, en últimas, nosotros,
los humanos, por medio de la coexistencia pacífica de las teorías, podamos aprender a
convivir en el plano de las ideas científicas, y convivir de manera plácida y apacible, una
verdadera convivencia, una convivencia digna.
Espero y deseo que disfrutes esta modesta obra. Y sobre todo, que sea muy útil
en tu labor investigativa y/o formativa.

24
I-HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA CIENCIA SOCIO-HUMANA EN
EL TERCER MILENIO
1.1-Azar, caos, desorden y catástrofes
Según Martínez (2012; p. 76), si tuviéramos que sintetizar en pocos conceptos el
modelo o paradigma newtoniano-cartesiano, señalaríamos que valora, privilegia,
defiende y propugna la objetividad del conocimiento, el determinismo de los fenómenos,
la experiencia sensible, la cuantificación aleatoria de las medidas, la lógica formal y la
“verificación empírica”.
Para Bateson, la lógica es precisamente incapaz de abordar circuitos recurrentes
sin generar paradoja, y las cantidades no son precisamente la materia de que se
componen los sistemas de comunicación complejos.
En otras palabras, la lógica y la cantidad resultaron ser expedientes inapropiados
para describir a los organismos, sus interacciones y su organización interna. En su
debido momento mostraremos por qué son inapropiados, pero por ahora se le pide al
lector acepte que en 1979 no existe ningún modo convencional de explicar o aun
describir los fenómenos de la organización biológica y de la interacción humana.
(Bateson, 2011; p. 31)
En la época de Newton una persona con determinado nivel de educación podía
tener una idea general del conocimiento que había acumulado la ciencia a lo largo de
su desarrollo y consolidación en su devenir histórico, pero en la actualidad eso es
prácticamente una quimera. El ritmo del desarrollo de la ciencia lo hace imposible.
Estamos inmersos en una revolución científica asombrosamente vertiginosa, los
conocimientos caducan con una rapidez extraordinaria, envejecen muy rápido.
Proliferan cada día nuevas teorías que intentan comprender el mundo que nos rodea y
al propio ser humano.
En este sentido, Stephen W. Hawking en su libro La teoría del todo: el origen y el
destino del universo, afirma:
“La mecánica cuántica permite que el universo tenga un comienzo que no sea una
singularidad. Esto significa que las leyes de la física no tienen que dejar de ser válidas
en el origen del universo. El estado del universo y sus contenidos, como nosotros
mismos, están completamente determinados por las leyes de la física, hasta el límite
establecido por el principio de incertidumbre. ¡Para que luego hablen del libre albedrio!”
(Hawking, 2007; p. 82-83)
Pero, ¿realmente el universo funciona a partir del cumplimiento de leyes que
podemos descubrir?
Pasteur escribió: “La vida, tal como se nos presenta es una función de la asimetría
del universo y una consecuencia de este hecho”.
Ahora bien, una característica intrínseca de cualquier teoría del universo que se
pretenda verdaderamente "unificada" debería ser el tomar en consideración el hecho de
la emergencia progresiva de configuraciones de materia cada vez más complejas e
integradas, que además cuentan con rasgos progresivamente más diferenciados.
(Laszlo, 1997; p. 65)

25
Y Prigogine3 (2008; p. 33) lo ratifica: “El universo es asimétrico. Hoy entendemos
mejor esta afirmación, porque la ruptura de la simetría a la que alude Pasteur está
relacionada con el no equilibrio, con la irreversibilidad. En cuanto a esta última, aparece
como una consecuencia de la inestabilidad inherente a las leyes dinámicas de la
materia.”
¿Será que los hechos en el mundo surgen por azar, debido al caos?
Un supuesto general de la obra de Bateson es que tanto el cambio genético como
el proceso denominado “aprendizaje” (incluidas las modificaciones somáticas
provocadas por el hábito y por el ambiente) son procesos estocásticos.
En cada caso hay, a juicio de Bateson, una corriente de sucesos que es aleatorio
en ciertos aspectos y un proceso selectivo no aleatorio que hace que algunos de los
componentes aleatorios “sobrevivan” más que otros.
Nada nuevo puede haber sin lo aleatorio. (Bateson, 2011; p. 161)
Tanto para las mutaciones como para el aprendizaje es menester tener siempre
presentes las potenciales patologías de la tipificación lógica. Lo que posee valor de
supervivencia para el ser humano en particular puede ser letal para la población en su
conjunto o para la sociedad; lo que es bueno por un breve lapso de tiempo, la cura de
los síntomas por ejemplo, puede ser adictivo o letal a largo plazo.
Fue Alfred Russell Wallace quien señaló, en 1866, que el principio de la selección
natural se asemeja al de la máquina de vapor regulable. Vamos a suponer que es así, y
que tanto el proceso de aprendizaje individual como el de los cambios de población
bajo la selección natural pueden mostrar las patologías de todos los circuitos
cibernéticos: oscilación excesiva y desenfreno.
Supongamos que el cambio evolutivo y el cambio somático son similares en lo
fundamental, incluidos el aprendizaje y el pensamiento, que ambos son de naturaleza
estocástica, aunque sin duda las ideas, preceptos y proposiciones descriptivas sobre
las cuales opera cada proceso son de una tipificación lógica muy diferente a la de las
ideas del otro proceso.
Este embrollo de tipificaciones lógicas es lo que ha originado tanta confusión,
tanta controversia e incluso tantas estupideces acerca de asuntos tales como “herencia
de los caracteres adquiridos” y la legitimidad de invocar el “espíritu” como un principio
explicativo. (Bateson, 2011; p. 162)
Toda esta cuestión ha tenido una historia curiosa. En cierta época era intolerable
para muchos la sugerencia de que la evolución podía tener un componente aleatorio.
Ello contradecía supuestamente todo lo conocido acerca de la adaptación y el designio,
así como cualquier creencia en un creador con características mentales.
La crítica de Samuel Butler al origen de las especies consistió, en esencia, en
acusar a Darwin de excluir a la mente de los principios explicativos relevantes. Butler

3
Prigogine nació en Moscú, Rusia, en un hogar de origen judío. Huyó con su familia en 1921, tras la constitución de la URSS, hacia Europa
Occidental, estableciéndose en Bélgica en 1929. Estudió química en la Universidad Libre de Bruselas en Bélgica, donde fue profesor
de fisicoquímica y física teórica a partir de 1947. Obtuvo el Premio Nobel de Química en 1977, por sus contribuciones en la termodinámica de
no equilibrio, particularmente en la teoría de las estructuras disipativas.
26
quería imaginar que una mente no aleatoria operaba en algún lugar del sistema, y por
ende Butler prefería las teorías de Lamarck a las de Darwin.
Resultó, empero, que dichas críticas se equivocaron precisamente en la
corrección que eligieron aplicar a la teoría darwiniana. Hoy concebimos el pensamiento
y el aprendizaje (y quizás el cambio somático) como estocásticos. Enmendaríamos a
los pensadores decimonónicos, no agregando un espíritu no estocástico al proceso
evolutivo, sino proponiendo que también el pensamiento y la evolución comparten ese
carácter estocástico. Ambos son proceso espiritual. (Bateson, 2011; p. 163)
En criterio de Köhler (1967; p. 94), la ciencia ha sido capaz de formular ciertas
leyes que siguen siempre los procesos aislados, pero cuando son múltiples los factores
que operan al mismo tiempo, pueden afectar el orden, inclinando hacia el caos.
En efecto, el efecto mariposa fue descubierto en los años 60 por el meteorólogo
estadounidense Edward Lorenz, mientras estaba confeccionando un modelo del clima
del mundo en una computadora, se trata del efecto de un llamado atractor caótico, que
toma la forma de una mariposa con las alas extendidas.
El tiempo atmosférico de la Tierra, estando en un estado permanentemente
caótico, según Laszlo (1989; p. 108) parece estar regido por esta criatura de extraño
aspecto, más que por las simples curvas y los puntos y elipses que constituyen el punto
y los atractores periódicos de sistemas más estables.
Debido a que los atractores caóticos rigen el estado ultrasensible que se conoce
ahora con el nombre de caos, el efecto mariposa llegó a ser identificado con una
historia fantástica pero atrayente. Es la de una mariposa monarca volando a lo largo de
la costa de California del Sur. Agitó sus alas inesperadamente, y a la semana siguiente
el clima de la Mongolia exterior se tornó absolutamente impredecible.
El caos, tanto en la sociedad, como en los seres humanos, como en la naturaleza,
es ultrasensible; la más leve modificación puede nuclear, expandir y cambiar la
dinámica del sistema dinámico y complejo que lo manifiesta.
Ahora bien, el hecho de que el clima del mundo esté en un estado de caos no
significa que sea desordenado; sólo significa que su orden es complejo y sutil, sensible
a variaciones minúsculas. Es por eso que hasta los gases propelentes que salen de un
vaporizador pueden interferir con él, para no hablar de la combustión de madera,
carbón y petróleo. El clima no es el único sistema que está en condición de caos:
también los centros cognitivos del cerebro humano están en un estado constantemente
caótico. Debido a esta condición sutilmente ordenada, el cerebro puede responder a
cambios ínfimos en su input con cambios importantes en las instrucciones que imparte
al cuerpo. Los estados cerebrales que están especialmente vinculados con el caos
pueden ser especialmente creativos; los científicos y los artistas, los poetas y los
profetas conciben sus mejores ideas y reciben su mayor inspiración en los "estados de
conciencia alterados" típicos del sueño, la meditación y el trance. (Laszlo, 1989; p. 109)
La sociedad también entra en un estado de caos algunas veces. Este estado
caótico no significa anarquía sino bifurcación. La sociedad también es sensible a las
pequeñas fluctuaciones.

27
El caos es el pasaporte de la humanidad para pasar de una edad a la siguiente. La
pesada mano del pasado se levanta: liberadas del vínculo con las creencias y normas
establecidas, la creatividad y la innovación pueden manifestarse plenamente y dar
frutos. (Laszlo, 1989; p. 109)
El caos que interviene durante las épocas de bifurcación en la evolución de las
sociedades, al ser ultrasensible, es de hecho sensible a los valores. Ni las leyes ni las
normas, ni tampoco los dogmas religiosos y las ideologías políticas, sino los nuevos
valores e ideales de la gente son las mariposas que, agitando sus alas, determinan la
manera en que la sociedad se transforma. (Laszlo, 1989; p. 109)
Al igual que caos, bifurcación es una palabra compleja, que significa algo más que
lo que significaba antes. Caos significaba desorden y confusión; actualmente significa
clases de orden, complejas, ultrasensibles y sutiles.
Bifurcarse, por su parte, aparece definida en los diccionarios como: (Del lat.
bifurcus, ahorquillado; de bis, dos, y furca, horca). Dividirse en dos ramales, brazos o
puntas una cosa [Diccionario de la Real Academia Española], y actualmente significa
una manera curiosa y fundamental en que los sistemas complejos se comportan en el
mundo real. (Laszlo, 1989; p. 42)
Según Prigogine (2012; p. 83), “si se perturba un sistema aislado en equilibrio. En
el mundo de los fenómenos disipativos se pueden despreciar las perturbaciones, en el
mundo de la dinámica no”, por otro lado, sabemos que “la mecánica cuántica ha
introducido el azar en la física. Sin embargo, el azar sólo entraba en juego a nivel
microscópico, y algunos han sacado la conclusión de que, a nivel macroscópico, el azar
resultaría eliminado por la ley de los grandes números. Pero ahora vemos que no es
así: el azar permanece esencial incluso a nivel macroscópico.” (Prigogine, 2012; p.86)
Es evidente que el desarrollo, evolución y expansión de la ciencia está regido por
las leyes del caos y el azar. El desorden crea orden. “La ciencia pacta con el azar. El
azar se refine.” (Wagensberg, 2007; p. 28)
Para Wagensberg (2007; p. 31), una evolución espontánea es, como todo cambio,
una colección de estados o configuraciones, pero ¿qué es lo que determina la flecha o
dirección de tal evolución? Un sistema abandona un estado para ocupar el siguiente
accesible, porque el segundo es más probable que el primero. El proceso consiste pues
en una sucesión de estados cada vez más probables y, en consecuencia, cada vez más
caóticos, aburridos y feos. El estado final es lógicamente el compatible con la máxima
probabilidad, un estado donde ya nada más puede ocurrir.
En este sentido, la investigación científica se mueve buscando nuevos lenguajes
cuando detecta inconsistencias. Y estos lenguajes promueven el giro aleatorio, la vuelta
al desorden y al azar.
La ciencia es efectivamente determinista (lo contrario sería negarse a sí misma) y
representa el intento infatigable por representar el mundo conocido a través de un
sistema cerrado y perfecto. (Wagensberg, 2007; p. 65)
El concepto azar tiene por lo menos dos aspectos: uno epistemológico relacionado
con la ignorancia del sujeto observador y pensante, y que interesa sobre todo a la
física, y otro ontológico relacionado con el objeto en sí y que interesa más bien a la
28
meta, pseudo o parafísica (en el sentido más respetuoso posible de tales prefijos.
(Wagensberg, 2007; p. 71)
Los sistemas dinámicos y complejos no son estables y la fluctuación más simple y
menguada puede crecer hasta llevar al sistema hacia un nuevo estado oscilántico, cuya
indulgencia es cuestionable. Es el recurso que se reserva la naturaleza, su carta
escondida, para introducir legítimas novedades y originales incertidumbres. Se trata de
la consecución del orden mediante las fluctuaciones, lo cual supone, como mínimo, la
intervención del azar.
Estas situaciones críticas, estas catástrofes, estos puntos donde las soluciones se
desdoblan -y por ello llamados bifurcaciones- son la expresión de la contingencia y del
límite finito a la descripción determinista. La adaptación representa la componente
rutinaria y previsible, y la auto-organización la componente novedosa. Un sistema
continúa en la historia si responde a las adaptaciones para las que es requerido y si la
auto-organización advenida tras la crisis resulta ser buena en relación al entorno.
(Wagensberg, 2007; p. 146)
Demócrito solía decir que «Todo lo que existe en el universo es fruto del azar y de
la necesidad.»
Sin embargo, para Monod (2007; p. 22), todo artefacto es un producto de la
actividad de un ser vivo que expresa así, y de forma particularmente evidente, una de
las propiedades fundamentales que caracterizan sin excepción a todos los seres vivos:
la de ser objetos dotados de un proyecto que a la vez representan en sus estructuras y
cumplen con sus performances (tales como, por ejemplo, la creación de artefactos). En
vez de rechazar esta noción (como ciertos biólogos han intentado hacer), es por el
contrario indispensable reconocerla como esencial para la definición misma de los
seres vivos. Diremos que éstos se distinguen de todas las demás estructuras de todos
los sistemas presentes en el universo, por esta propiedad que llamaremos teleonomía.
La noción de teleonomía implica la idea de una actividad orientada, coherente y
constructiva. (Monod, 2007; p. 57)
El organismo es una máquina que se construye a sí misma. Su estructura
macroscópica no le es impuesta por la intervención de fuerzas exteriores. Se constituye
de forma autónoma, gracias a interacciones constructivas internas. Aunque nuestros
conocimientos concernientes a la mecánica del desarrollo sean totalmente insuficientes,
sin embargo se puede, desde ahora, afirmar que las interacciones constructivas son
microscópicas, moleculares, y que las moléculas en cuestión son esencialmente, sino
únicamente, proteínas. (Monod, 2007; p. 58)
Es bien sabido que el principio de incertidumbre planteado por Heisenberg jamás
ha sido aceptado del todo por algunos de los más grandes físicos modernos, incluyendo
a Einstein, quien decía que él estaba seguro que Dios no juega a los dados. Otros
físicos sólo ven este principio como una noción operativa, más no esencial.
No obstante, todos los esfuerzos hechos para sustituir la teoría cuántica por una
estructura más refinada, en la que la incertidumbre hubiera desaparecido, han
fracasado y muy pocos físicos parecen dispuestos a creer hoy en día que este principio
pueda desaparecer de su disciplina. (Monod, 2007; p. 125)
29
A lo largo del siglo XX, los mismos físicos han cambiado radicalmente su
comprensión del mundo material. Los descubrimientos revolucionarios de la física
subatómica y de la astrofísica han destruido la imagen del universo como un sistema
mecánico infinitamente complejo y totalmente determinista formado por partículas
indestructibles de materia.
Cuando la investigación del universo se desplazó del mundo de nuestra realidad
ordinaria, o de la “zona de las dimensiones medias,” al micro universo de las partículas
subatómicas y al macro universo de las galaxias distantes, los físicos descubrieron las
limitaciones de la visión mecanicista del mundo y las trascendieron.
La imagen del universo que había dominado la física durante casi trescientos años
se desmoronó bajo el surgimiento de nuevas observaciones y de pruebas
experimentales. La comprensión de la materia, del tiempo y del espacio que Newton
había tenido y que se ajustaba al sentido común fue sustituido por el extraño mundo
maravilloso de la física relativista cuántica, que está lleno de paradojas
desconcertantes.
La materia, concebida en el sentido ordinario de “cosas sólidas”, desapareció
completamente de la escena. Las dimensiones claramente separadas de espacio y
tiempo absolutos se fundieron en el continuo espacio-tiempo cuatridimensional de
Einstein y la conciencia del observador tuvo que ser reconocida por un elemento que
desempeña un importante papel en la creación de lo que anteriormente parecía ser
una realidad puramente objetiva e impersonal.
Similares saltos adelante se han producido también en otras muchas disciplinas.
La teoría de sistemas y de la información, el concepto de los campos morfogenéticos de
Rupert Sheldrake, el pensamiento holonómico de David Bohm y Karl Pribram, las
investigaciones de Ilya Prigogine sobre las estructuras disipativas, la teoría del caos y la
dinámica interactiva unificada de Ervin Laszlo constituyen simplemente unos cuantos
ejemplos relevantes de estos nuevos descubrimientos.
Estas nuevas teorías muestran una nueva convergencia y una compatibilidad
crecientes con la visión mística del mundo y con los descubrimientos de la psicología
transpersonal. También proporcionan una nueva apertura a la antigua sabiduría que la
ciencia materialista rechazaba y ridiculizaba. Este acortamiento de distancias de
distancias entre la visión del mundo de las ciencias puras y duras y de la psicología
transpersonal es sin duda un fenómeno alentador y apasionante. (Grof, 1998; p. 275)
Sin embargo, para Grof (1998; p. 276) sería un grave error para los psicólogos,
psiquiatras e investigadores de la conciencia dejar que su pensamiento conceptual
fuese limitado y controlado por las teorías de la nueva física en sustitución de las viejas.
Como mencioné antes, cada disciplina tiene que basar sus estructuras teóricas en
las observaciones de su propia área de investigación. El criterio de validez y
confiabilidad de los hallazgos y de los conceptos científicos en un área determinada no
radica en su compatibilidad con las teorías en otra área, sino en el rigor del método
científico con el que se obtuvieron, la armonía en el empleo de las técnicas e
instrumentos de investigación y la coherencia de los análisis hermenéuticos.

30
Según Monod (2007; p. 111), de Platón a Whitehead, y de Heráclito a Hegel y
Marx, es evidente que estas epistemologías metafísicas han estado siempre
íntimamente asociadas a las ideas morales y políticas de sus autores. Estos edificios
ideológicos, presentados como a priori, eran en realidad construcciones a posteriori
destinadas a justificar una teoría ético-política preconcebida.
El único a priori, para la ciencia, es el postulado de objetividad que le ahorra, o
más bien le prohíbe, tomar parte en este debate. La ciencia estudia la evolución, sea la
del universo o la de los sistemas que contiene, como el de la biosfera, incluido el
hombre. Sabemos que todo fenómeno, todo acontecimiento, todo conocimiento, implica
interacciones, generadoras por sí mismas de modificaciones en los componentes del
sistema. (Monod, 2007; p. 111)
Sin embargo, esta noción no es incompatible con la idea de que existen entidades
inmutables en la estructura del universo. Más bien al contrario, la estrategia
fundamental de la ciencia en la compresión e interpretación de los objetos de estudio,
es el descubrimiento de las invariantes.
Toda ley física, como todo desarrollo matemático, especifica una relación de
invariancia; las proposiciones más fundamentales de la ciencia son postulados
universales de conservación. Es fácil ver, en todo ejemplo que se quiera escoger, que
de hecho es imposible analizar un fenómeno cualquiera en otros términos que los de
las invariantes conservadas por este fenómeno. (Monod, 2007; p. 112)
En realidad, se puede entonces conjeturar que todas las invariantes, sincronías y
simetrías que constituyen la configuración del discurso científico son ficciones que
sustituyen a la realidad para dar de ella una imagen operacional, vacía en parte de
contenido, pero accesible a una lógica fundada en un principio de identidad puramente
abstracto, quizá convencional, pero que los seres humanos no podemos prescindir de
ella.
Respecto a lo anterior, Monod (2007; p. 112) hace notar que el estatuto científico
ha sido profundamente modificado por la revolución cuántica. El principio de identidad
no figura como postulado físico en la ciencia clásica. Sólo interviene como operación
lógica, sin que sea necesario suponer que corresponde a una realidad sustancial. La
diferencia es absoluta por lo que respecta a la física moderna, en la que uno de los
postulados fundamentales es la identidad absoluta de dos átomos que se encuentren
en el mismo estado cuántico. De ello proviene, igualmente, el valor de representación
absoluta, no perfectible, otorgado a las simetrías atómicas y moleculares en teoría
cuántica.
Parece pues que ya no se puede restringir el principio de identidad al estatuto de
simple regla para la conducta del espíritu: es preciso admitir que al menos a escala
cuántica expresa una realidad sustancial. Sea lo que sea, existe y existirá en la ciencia
un elemento platónico que no se podría eliminar sin arruinarla. En la diversidad infinita
de los fenómenos singulares, la ciencia sólo puede buscar las invariantes. (Monod,
2007; p. 113)
Köhler ( 1967; p. 115) afirmaba que en las distribuciones ordenadas, el patrón al
que se ajustan las fuerzas es exactamente tan regular como lo es la distribución del
material, pero está claro que, en los patrones regulares, las fuerzas se hallan más
31
concretamente equilibradas que en las distribuciones irregulares. Así, pues, ya que la
interacción no perturbada opera en el sentido del equilibrio, debe operar hacia una
distribución ordenada, tanto de fuerzas como de materiales.
La autodistribución dinámica en este sentido es el género de función que la
psicología de la configuración considera esencial en la teoría neurológica y en la teoría
psicológica. De modo más particular opina que el orden de los hechos existentes en un
campo visual constituye en gran medida el resultado de la autodistribución de procesos.
Desde este punto de vista, un campo visual estacionario corresponde a una distribución
equilibrada de procesos subyacentes. Cuando las condiciones cambian, el resultado
evolucionará siempre en el sentido del equilibrio. (Köhler, 1967; p. 115)
En estas páginas no se puede hacer una exposición sistemática de la teoría del
caos, que por otra parte se puede encontrar en obras especializadas, pero lo que me
gustaría resaltar aquí es el papel fundamental del caos y el azar en todos los niveles de
descripción del ser humano y la sociedad.
Precisamente, el tema principal de los Encuentros Internacionales de Ginebra de
1983, fue Orden y Desorden, temática que en la actualidad ocasiona numerosas
confrontaciones socioculturales. Esto se refrenda en un texto de Jean Starobinski:
“Hoy no existe ningún campo -ciencias físicas, humanas, creación artística,
instituciones jurídicas, vida económica, debates políticos- cuyos problemas no parezcan
apelar a las nociones antagonistas el orden y del desorden, o a aquellas, más flexibles
pero no por ello menos antinómicas, del equilibrio y del desequilibrio. Todo nos lleva a
creer que estas nociones son indispensables para interpretar el conjunto de las
realidades que se presentan en nosotros o en torno a nosotros”. (Citado en Prigogine,
2012; p. 81)
Schifter (2001; p. 18) afirma que “existe una ciencia del desorden.....La ciencia del
caos encuentra el desorden escondido entre un aparente orden real.”
Por otro lado, Morín afirma que la primera revolución científica del siglo XX,
comenzaba por la termodinámica de Boltzmann, desencadenada por el descubrimiento
de los quanta, proseguida en la desintegración del universo de Laplace, cambió
profundamente nuestra concepción del mundo.
La mayor aportación del conocimiento del siglo XX ha sido el conocimiento de los
límites del conocimiento. La mayor certidumbre que nos ha dado es la de la
imposibilidad de eliminar ciertas incertidumbres, no sólo en la acción sino también en el
conocimiento. Y describe los impactos de dicha revolución científica (Morín, 2010a; p.
72-73):
 Minó la validez absoluta del principio determinista.
 Cambió el orden del mundo, grandioso relicario de la perfección divina, para
subsistirlo por una elación dialógica (a la vez complementaria y antagonista)
entre orden y desorden.
 Existe incluso, en el seno de los fenómenos deterministas que obedecen a una
dinámica no lineal, una incertidumbre en el predecir por efecto de la ausencia
de información completa sobre los estados iniciales o sobre la multiplicidad
enredada de las interretroacciones. Es el caos determinista.
32
 Reveló los límites de los axiomas identitarios de la lógica clásica.
 Restringió lo calculable y lo mensurable a una provincia dentro de lo
incalculable y desmesurado.
 Suscitó una problematización de la racionalidad científica, ilustrada
principalmente por las obras de Bachelard, Piaget, Popper, Lakatos, Kuhn,
Holton, Feyerabend.
 Hemos aprendido que todo lo que existe no ha podido nacer más que del caos
y la turbulencia, y debe resistir a enormes fuerzas de destrucción.
Pero para Morín (2008; p. 49), el desorden (conductas aleatorias, competiciones,
conflictos) es ambiguo pues, de una parte, es uno de los componentes del orden social
(diversidad, variedad, flexibilidad, complejidad), mientras que de otra sigue
comportándose estrictamente como desorden, es decir, como amenaza de
desintegración.
Es increíble que aún en esta última condición planteada por Morín, el desorden y
la amenaza permanente que representada, la que asigna a la sociedad su carácter
complejo, dinámico y vivo, de reorganización y reconfiguración permanentes.
Por lo tanto, “aunque conservemos y descubramos nuevos archipiélagos de
certidumbres, debemos saber que navegamos en un océano de incertidumbre.” (Morín,
2010a; p. 76)
En el día de hoy, al decir de Morín (2010a; p. 78-79) nos encontramos en la
noche y la niebla y nadie puede predecir el mañana. De este modo, el conocimiento de
la historia debe servirnos no sólo para reconocer los caracteres a la vez determinados y
aleatorios del destino humano, sino para abrirnos a la incertidumbre del futuro. Hay,
pues, que prepararse para nuestro mundo incierto y contar con lo inesperado.
Es evidente que no hay orden sin desorden, el caos es una cualidad inherente a la
armonía, la coherencia necesita de la aleatoriedad y las fluctuaciones conllevan a la
configuración holística de los procesos humanos y sociales, revelándose el orden
fortuito.
En términos generales, puede definirse un orden fortuito como un caso especial de
orden caótico. Sus características son las siguientes (Bohm y Peat, 2008; p. 145):
1) Es de grado infinito.
2) No tiene correlaciones significativas o extensiones de suborden de grado bajo.
3) Tiene un comportamiento de media bastante constante, y tiende a variar dentro
de dominios limitados. Este dominio permanece más o menos constante, o cambia muy
lentamente.
Está claro que el azar no puede igualarse con la ausencia total de orden concreto,
que satisface los tres requisitos que apuntan Bohm y Peat.
De esta manera, Bohm y Peat (2008; p. 151) explican un sistema dentro de un
sistema de este tipo, sin la necesidad de tener en cuenta las posibles contingencias
externas, sino que es una necesidad interna. Esto los lleva a proponer una nueva
metáfora: el azar es necesidad (de una forma determinada).

33
El tratamiento anterior, aunque válido hasta cierto punto, es todavía una
abstracción y una aproximación. Porque para Bohm y Peat (2008; p. 151) no hay
sistema al que pueda considerársele correctamente como totalmente aislado y auto-
determinado. Así, la mayor parte de los sistemas de alguna complejidad pueden
desarrollar inestabilidades, de modo que pueden resultar profundamente afectados
incluso por débiles interacciones externas. Y, lo que es más importante, entre las leyes
de la naturaleza no existe ninguna afirmación específica que sea total y universalmente
valida. Porque, como ya hemos señalado muchas veces, cualquier cosa que digamos
que es algo, no lo es, ya que también es algo más y algo distinto.
Una ley más amplia también dejaría sitio para esto, permitiendo que incluso los
órdenes más básicos conocidos pudieran ser, al menos en potencia, de grado muy alto
o infinito. En casos extremos se acercarían incluso al orden caótico o aleatorio. (Bohm y
Peat, 2008; p. 152)
La idea de que tanto la regularidad como el azar de un contexto determinado
pueden contener ordenes que están escondidos en ese contexto, pero que pueden
revelarse en otros contextos, tiene una significación bastante amplia para Bohm y Peat
(2008; p. 154). Estos autores ejemplifican que el orden de una lengua, o de la música,
no puede encontrarse con el estudio de los órdenes regulares de vibración de las ondas
sonoras, o de los órdenes de movimiento, casi aleatorios, de las moléculas de aire que
las conduce. De hecho, la mente, a no ser que deje de estar sometida a las ya
conocidas nociones de orden, no podrá proporcionar un contexto en el que puedan
descubrirse nociones de orden básicamente nuevas.
Cuando la música y el arte exploran ordenes nuevos, no pueden captarlos ni
siquiera quienes están a otros más antiguos y conocidos. Es posible que en la
naturaleza existan todavía más ordenes nuevos, que van más allá de los aprehensibles
con la teoría cuántica, incluso en su interpretación casual, extendidos por la idea de
órdenes de grado infinito en el movimiento de las partículas. (Bohm y Peat, 2008; p.
155)
Así, cualquiera que pudiera ser la base de un orden de este tipo en los procesos
naturales, según Bohm y Peat (2008; p. 156), sería aprehendido por nuestras
concepciones actuales como falta total de orden, o sea, lo que normalmente se
denomina desorden o aleatoriedad. Por consiguiente, hemos de ser conscientes de la
importancia de estar abiertos a nuevas nociones de orden general, si no que queremos
que la ciencia permanezca ciega a los importantes ordenes, complejos y sutiles, que
escapan al burdo engranaje de nuestras maneras de pensamiento actual.
Asimismo, Morín (2010a; p. 81) nos recuerda que todos debemos ser plenamente
conscientes de que nuestra propia vida es una aventura, incluso cuando la creemos
encerrada en una seguridad funcional, todo destino humano comporta una
incertidumbre irreductible, comprendiendo en ella la certeza absoluta, que es la de su
muerte, ya que ignora la fecha. Cada uno debe ser plenamente consciente de participar
en la aventura de la humanidad que es lanzada a lo desconocido con una rapidez cada
vez más acelerada.
No obstante, Hawking (2007) se empeña en construir, como bien se expresa con
elocuencia en el título de su libro, una “teoría del todo”.
34
¿Puede haber realmente una teoría unificada de todo? ¿O sólo estamos
persiguiendo un espejismo? A estas auto-preguntas Hawking (2007; p. 134) se
responde:
Parece haber tres posibilidades:
 Existe realmente una teoría unificada completa, que descubriremos algún día si
somos suficientemente inteligentes.
 No existe ninguna teoría última del universo, sino sólo una secuencia infinita de
teorías que describen el universo cada vez con mayor precisión.
 No hay ninguna teoría del universo. Los sucesos no pueden predecirse más allá
de cierta medida, sino que ocurren de una manera aleatoria y arbitraria.
“¿Qué significaría el que realmente descubriéramos la teoría definitiva del
universo? Pondría fin a un largo y glorioso capítulo en la historia de nuestra lucha por
entenderlo. Pero también revolucionaría la comprensión que tiene la gente normal de
las leyes que gobiernan el universo.” (Hawking, 2007; p. 136)
Hegel le contestaría de la siguiente manera:
“Respecto al contenido, los otros se facilitan a veces demasiado la tarea de poseer
una gran vastedad. Hacen acopio de una gran cantidad de material, a saber, lo ya
conocido y ordenado, y, ocupándose con referencia de rarezas y curiosidades, dan
tanto más la impresión de poseer ya lo demás, aquello que ya conoce a su manera el
saber, y de dominar a su vez lo que está aún desordenado, y con ello sujetarlo todo
bajo la idea absoluta; esta parece así ser reconocida en todo y haber llegado a ser
ciencia desarrollada. Pero considerando más de cerca este desarrollo, se ve que no se
ha producido porque uno y lo mismo se haya configurado a sí mismo diversamente,
sino que es la repetición informe de lo uno y de lo mismo, que se aplica externamente a
los diferentes materiales, y una aburrida apariencia de diversidad.” (Hegel, 1994; p. 30)
En este sentido, Hawking (2007; p. 125) reconoce que “sería muy difícil construir
de golpe una completa teoría unificada del todo, así que, en su lugar, tenemos que
avanzar encontrando teorías parciales. Estas describen un abanico limitado de sucesos
y desprecian otros efectos.”
Pero en los últimos años ha habido un cambio espectacular. Un ejemplo de este
nuevo punto de vista que se abre camino hoy es la declaración solemne de sir James
Lighthill en 1966, quien fuera presidente de la Unión Internacional de Mecánica Pura y
Aplicada.
Lighthill se expresaba así:
“Llegados a este punto debo hacer un alto y hablar en nombre de la gran
hermandad de los expertos de la mecánica. Hoy somos muy conscientes de que el
entusiasmo que sentían nuestros predecesores por el éxito maravilloso de la mecánica
newtoniana les llevo a ser generalizaciones, en el campo de la predicción…., que hoy
han resultado ser falsas. Queremos pedir disculpas por haber inducido a error al público
culto al propagar, a propósito del determinismo de los sistemas que cumplen las leyes
newtonianas del movimiento, unas ideas que después de 1960 ya no se pueden
sostener.” (Citado en Prigogine, 2008; p. 43-44)

35
Esta es una declaración muy significativa y singular. Generalmente, los
historiadores de la ciencia están acostumbrados a presenciar revoluciones científicas
en las que una teoría se derrumba a partir del triunfo de otra, y cualquier científico
puede equivocarse y disculparse por los errores cometidos. Pero es algo
extremadamente extraño y relevante que los expertos admitan que durante más de 300
años han estado equivocados en un aspecto tan básico y trascendental de su ámbito
laboral.
En este sentido, un fenómeno único en el ámbito de las ciencias lo constituye la
renovación de la más antigua de las ciencias occidentales: la dinámica.
Durante mucho tiempo el determinismo y el reduccionismo fueron los símbolos y
las banderas principales que enarbolaban los científicos con el fin de mostrar la
inteligibilidad, objetividad y rigurosidad de la ciencia, sin embargo, en la actualidad
estas condiciones constituyen apenas propiedades que sólo son válidas en algunos
casos limitados. Parece que yacen inertes el determinismo, el reduccionismo y la
objetividad científica.
Según Prigogine, estos escasos casos corresponden a los sistemas dinámicos
estables, de tal manera que la noción de probabilidad que había introducido Boltzmann
para poder expresar la flecha del tiempo ya no corresponde a la ignorancia científica y
adquiere un significado objetivo y con un significado importante.
Para Prigogine (2008; p. 45), la razón de la declaración de sir James Lighthill es,
concretamente, “el descubrimiento de los sistemas dinámicos caóticos.”
“El simple hecho de que unos sistemas pueden volverse caóticos no es ninguna
novedad. El ejemplo clásico es la transición entre movimiento laminar y turbulento. Pero
un líquido es un sistema complejo, con una población enorme de partículas en
interacción. Es un sistema tan complejo que no podemos pretender describirlo en
términos de trayectorias individuales. En consecuencia, los físicos podían pensar que
se podía proceder por aproximaciones, y una vez más el caos y la irreversibilidad
podían ser resultado de estas aproximaciones. Pero la novedad reside en que
actualmente tenemos sistemas caóticos muy simples, y ya no nos sirve la coartada de
la complejidad. El carácter inestable e irreversible pasa a ser parte integrante de la
descripción en el nivel fundamental.” (Prigogine, 2008; p. 45)
“El desplazamiento de Bernoulli es el prototipo del caos dinámico. Debemos, pues,
inclinarnos por una aproximación estadística basada en el empleo de probabilidades.
Es un hecho de la mayor importancia, porque al abandonar las trayectorias nos
apartamos de las certidumbres tranquilas de la dinámica clásica. En realidad es lo que
Boltzmann había propuesto hace cien años, pero ahora la introducción de
probabilidades corresponde a una necesidad objetiva relacionada con la inestabilidad.”
(Prigogine, 2008; p. 48)
Pero según Prigogine (2009; p. 26) “un proceso probabilístico es unidireccional.
Conduce al estado más probable, en el futuro o en el pasado. Por el contrario, el
proceso dinámico inicial es invariable respecto a la inversión temporal.”
De esta manera, a lo largo de la historia de la humanidad, han proliferado
múltiples teorías encaminadas a comprender nuestro universo y las leyes que
36
determinan su ordenamiento; tema clave que se ha debatido en todas las mitologías,
religiones y filosofías.
De hecho, durante mucho tiempo en su devenir histórico la ciencia ha asumido la
creencia que detrás de los desórdenes aparentes de la naturaleza siempre existe un
orden oculto. Los pitagóricos y Platón son predecesores de esta filosofía.
Para Platón cuando cada cosa está en su lugar se constituye el estado ideal del
Cosmos. Una figura cuasi-mítica llamada Demiurgo es el ordenador, quien ordena el
desorden al crear el Cosmos que, en efecto, significa belleza, arreglo, orden, mundo.
A Platón le fascinaba el orden, sin embargo le prestaba gran atención al desorden
y propone que el orden ideal no puede ser jamás instituido de manera absoluta en los
objetos materiales porque hay algo que se resiste, que impide este ordenamiento total.
Y en este sentido la Naturaleza está en constante agitación.
La ciencia durante muchos siglos ha estado influida por estos conceptos de
Platón:
“En el nivel superior se encuentran las ideas y formas matemáticas que
constituyen los modelos ideales de todas las cosas. Es el dominio del orden. Al otro
extremo se encuentra el CAOS, estado primordial carente de orden y desorden, que
escapa de toda descripción. Entre esos dos niveles está nuestro mundo, resultado del
trabajo del Demiurgo, que tiene un poco de orden y desorden.” (Schifter, 2001; p. 16)
El desorden no es más que una disposición irregular de elementos, un estado de
confusión, es decir, un orden perturbado.
Para Barrera (2010; p. 20) “la comprensión griega del cosmos esta en relación con
el orden, con la simetría, con la regularidad. El cosmos se constituye en la forma del
kaos, de ahí que se puede decir que el cosmos es la manera como el kaos se revela,
las formas mediantes las cuales la posibilidad de posibilidades se expresa. El kaos se
comprende a través del orden, por intermedio del cosmos, pues éste -y con esto puede
indicarse cualquier evento-, es expresión del caos, y a su vez es evidencia de totalidad.
Si kosmos es orden y kaos condición antecedente, éste se expresa como algo
necesario pues el kaos explica el orden. En otras palabras, es el kaos la condición que
explica el orden por lo que todo orden esta ordenado al kaos y este a la totalidad. ¿Y el
desorden? Pues tiene que ver con la situación de un orden que no es tal. Se quiere
decir con la anterior que el desorden alude a la condición del orden, del cosmos,
cuando el mismo no se ha realizado, o cuando no ha logrado expresarse formalmente,
pues la referencia del desorden es el orden, más no necesariamente el kaos.”
“Hablar de desorden corresponde a los términos del orden, aun cuando este orden
esté inscrito dentro del caos. Si algo queda claro de la teoría del caos es que el orden
está en relación a sí mismo, pero particularmente en correspondencia con el caos, pues
esta relación kaos-kosmos (desorden-orden) se expresa como cambio. El orden
corresponde al kaos. El caos para ser apreciado debe ser visto como orden, lo que
obliga a considerar a todo orden como caológico, cosa que hace que sea el cambio la
condición permanente, pues a todo orden le sucederá el caos y todo caos se expresará
como orden.” Barrera (2010; p. 21)
Rosenblueth afirmaba que es posible predecir el futuro de un sistema si se
37
conocen en un momento dado las condiciones de los elementos que lo constituyen, lo
cual da cuenta del principio del determinismo o causalidad que ha estado presente en la
ciencia clásica desde su surgimiento.
Sin embargo, según Schifter (2001; p. 17), una de las primeras sacudidas a la
sólida estructura del determinismo la proporcionó la conocida teoría cinética de los
gases, desarrollada por J. C. Maxwell y luego perfeccionada por L. Boltzman, quienes
hacen emerger el orden del caos, pues las regularidades observadas en el nivel
macroscópico provienen de la incapacidad que tenemos para predecir las trayectorias
individuales de los átomos.
“El lenguaje de la estadística es una manera subjetiva de analizar la objetividad de
la naturaleza. Recurrimos a ella no porque los acontecimientos sean de naturaleza
azarosa, sino porque desconocemos subjetivamente cuál va a ser el curso que van a
tomar dichos acontecimientos. Cada una de las partes que integran los sistemas de la
naturaleza tiene una historia individual, pero como integran sistemas tan complejos, en
los cuales interviene un número tan grande de partes, es imposible conocer la historia
individual de cada parte y por ello debemos recurrir a la estadística.” (Schifter, 2001; p.
17)
La concepción causal y determinista del mundo colapsa con la aparición de la
teoría de la mecánica cuántica, en particular con el principio de la incertidumbre de
Heisenberg, que plantea que no se puede medir al mismo tiempo la posición y la
velocidad de una partícula.
Heisenberg afirma que si se requiere precisar dónde está la partícula, su momento
lineal se vuelve indefinido y viceversa: al tratar de definir la velocidad dentro de límites
estrechos, menos se sabe dónde se halla la partícula.
De lo anterior se deduce que de acuerdo con la mecánica cuántica, no existe
seguridad para las medidas iniciales, siempre es insegura y, por lo tanto, la teoría del
caos certifica que las incertidumbres impiden hacer cualquier predicción.
Por otro lado, Charles Darwin decía que las variaciones aleatorias, seleccionadas
en forma ciega, pueden engendrar toda la diversidad de formas vivientes, lo cual es otro
ejemplo del desorden que puede generar el orden.
Además, las teorías genéticas desarrolladas por Gregor Medel, formuladas en
1865, pero que fueron aceptadas a partir de 1900, también constituyen un fuerte golpe
a las leyes del determinismo, por cuanto él descubre que las mezclas de especies
siempre son posibles y que resultan tan fecundas como sus precursores, en cambio los
híbridos son frecuentemente estériles, en el caso de que sean viables. No obstante,
Mendel reconoce que el grado de esterilidad no se encuentra asociado estrictamente
con la afinidad de las formas, por cuanto está administrado por leyes oscurecidas y
desconocidas.
Por otro lado, W. Freeman, profesor de neurobiología de la Universidad de
California ha estudiado por más de 40 años los fenómenos de la percepción. Al ver, oír
y escuchar, nuestro cerebro desencadena en fracciones de segundos un complejo
mecanismo por medio del cual reconocemos el estímulo que lo estimula.
El caos determinista, según Freeman, está presente en esos mecanismos
38
complejos, por cuanto representa una forma de entender cómo un grupo de neuronas
cambia abruptamente la actividad que realiza al menor estímulo.
Los científicos piensan que el caos en el cerebro es consecuencia de que dos
áreas se excitan una a otra pero no tienen la capacidad de generar una frecuencia
común de oscilación. La competencia entre las partes incrementa la sensibilidad e
inestabilidad del sistema, que contribuyen al caos.
Durante las últimas décadas se ha abierto camino un nuevo concepto: la noción
de inestabilidad dinámica asociada a la de “caos”.
“La palabra caos hace pensar en desorden, imposibilidad de previsión. Pero no es
así. Al contrario, como veremos en estas páginas, se puede incluir el “caos” en las leyes
de la naturaleza, pero a costa de generalizar esta noción, incorporándole las de
probabilidad e irreversibilidad.” (Prigogine, 2008; p. 8)
Prigogine (2008; p. 8-9) dice que “la formulación tradicional de las leyes de la
naturaleza oponía las leyes fundamentales intemporales a las descripciones
fenomenológicas, que incluyen las flechas del tiempo. La consideración del “caos” lleva
así una nueva coherencia, a una ciencia que no sólo habla de leyes, sino también de
sucesos, que no está condenada a negar la emergencia de lo nuevo, y por consiguiente
de su propia actividad creadora.”
Según Prigogine (2008; p. 71), es una suerte en Poincaré haya demostrado la
imposibilidad de eliminar las interacciones, ya que si se pudieran eliminar, entonces el
isomorfismo del universo lo reduciría a unas partículas libres, y todo sería tan
“incoherente” que no habría química, ni biología, ni culturas humanas. De manera que
“la definición habitual del caos nos lleva a unas representaciones estadísticas
irreducibles (no podemos volver a la descripción en trayectorias)”
Para este autor, la inestabilidad y el caos constituyen situaciones normales en el
ámbito de los problemas que aborda la física contemporánea. “En los sistemas estables
no hay diferencia. Porque en un sistema estable podemos utilizar la descripción en
términos de trayectorias. También podemos usar una descripción probabilista, pero esta
se reduce a un caso particular de la descripción estadística es la única que incluye la
aproximación al equilibrio. De este modo hemos formulado de nuevo el problema del
caos.” (Prigogine, 2008; p. 64)
Quizá el aspecto más inesperado es que, según Prigogine (2009; p. 36) “a todos
los niveles de orden, aparece la coherencia del caos para condiciones de no equilibrio:
un mundo en equilibrio alcanza un grado de coherencia que, para mí al menos, es
sorprendente.”
En definitiva, Prigogine (2009; p. 53) descubre “una jerarquía de propiedades:
inestabilidad (clásica o cuántica) que conduce a un comportamiento nuevo que hace
que las propiedades del sistema puedan describirse en términos de proceso aleatorio.”
De ahí que el no equilibrio sea posible aplicarlo a los distintos niveles de
descripción accesibles en la actualidad, “es fuente de orden, de coherencia; entre las
unidades surgen correlaciones. El no equilibrio como origen de orden se presenta ya
como uno de los principios más generales que podemos formular actualmente.

39
Concebido como la entropía máxima accesible a un sistema dado, el equilibrio se
convierte en sinónimo de desorden, de caos.” (Prigogine, 2009; p. 55)
Prigogine declara que está totalmente de acuerdo con Leclerc (1972) cuando dice
que “en el siglo actual, sufrimos las consecuencias del divorcio entre ciencia y filosofía
que siguió el triunfo de la física newtoniana en el siglo XVIII. Y no es sólo el diálogo
entre ciencia y filosofía el que se ha resentido” (Citado en Prigogine, 2009; p. 18)
Esta es una de las raíces esenciales de la dicotomía entres las dos culturas.
Existe una oposición rígida, rebelde e irreductible entre la razón clásica, que es una
visión atemporal, determinística, mecanicista y dogmática de la ciencia, y nuestra
existencia moderna, con la consiguiente interpretación oscilántica del tiempo y la
ciencia al modo del torbellino y del vuelo de las mariposas.
De ahí que el azar, el caos, el desorden y las catástrofes, constituyen procesos
inmanentes a la actividad científica contemporánea.
1.2-Ciencia, arte y filosofía
Ha sido norma en el pasado insistir sobre la diferencia entre las ciencias y las
humanidades, o ciencias de la naturaleza (ciencias duras) y ciencias del espíritu
(ciencias blandas o débiles). Esto es, en parte, una reacción a los éxitos maravillosos
de las “ciencias duras”. Si las humanidades no pueden mostrar resultados similares,
entonces se asume que esto es porque tienen una identidad diferente.
También existe, por supuesto, un movimiento unificador, integrador y totalizador
de la ciencia, pero se trata de una reacción a la división previa del campo intelectual, y
porque el simple hecho de ser sólo una reacción, la unidad sigue siendo más débil y
frágil que la división.
Según Luhmann (1998; p. 25) vivimos instalados en la diferencia, no en la unidad.
Las ciencias duras se identifican con la complejidad y las ciencias blandas con el
sentido. El problema nuclear de las ciencias duras es la complejidad de la complejidad y
el de las ciencias blandas es el sentido del sentido.
Por otro lado, LeShan y Margenau (2002; p. 199) consideran que el método de la
ciencia consiste en indagar y establecer la realidad perceptiva -lo que se percibe como
exterior a nuestra experiencia interna- y describirla de suerte que podamos percibir algo
nuevo y luego cambiar. El método del arte consiste en cambiar nuestra experiencia
interior de suerte que luego percibimos el mundo exterior (y nuestra experiencia interior)
de manera diferente.
En cualquier período de una cultura el arte y la ciencia tienen ciertas convenciones
y vacas sagradas. Aquellos que violan en los Estados Unidos no verán sus cuadros
colgados en galerías ni sus artículos aceptados en las publicaciones científicas. Hay
otras culturas con controles más rígidos que los que tiene la actual sociedad occidental.
(LeShan y Margenau, 2002; p. 201)
En esas culturas la violación de las convenciones y de las reglas del arte o de la
ciencia es castigada con la prisión, hospital psiquiátrico o a veces la muerte.
Como cada nuevo desarrollo del arte (y de la ciencia, según observamos al
considerar el reduccionismo) implica un cambio en las construcciones de la realidad
40
accesibles a nosotros, deberíamos esperar que cada nuevo desarrollo modificara
nuestras percepciones de lo anterior. Y ciertamente es eso lo que comprobamos.
(LeShan y Margenau, 2002; p. 202)
En todas las pinturas conocidas en el mundo de Leonardo... (Y en todas aquellas
anteriores a él que luego hemos descubierto)... los pintores siempre componían sus
obras atendiendo a los contornos. Leonardo, al hacer indistintos los contornos, al
prolongar las fronteras de los objetos; a distancias completamente distintas de las
perspectivas abstractas de sus predecesores... y al colocar todas las cosas vistas en un
fondo borroso y de varios tonos de azul, inventó una manera de representar el espacio
como Europa nunca había conocido antes. Ya no se trataba de un mero ambiente
neutro de los cuerpos, sino que su espacio abarcaba figuras y observadores por igual
en la vasta perspectiva abierta al infinito. (LeShan y Margenau, 2002; p. 202)
En efecto, existe mucha conexión entre la verdad científica, por una parte, y la
belleza y la estética, por la otra. Si un hombre tiene opiniones falsas respecto de su
propia naturaleza, podría ejecutar acciones que en algún sentido fueran feas para una
determinada comunidad.
Por otro lado, Prigogine (2009; p. 90) nos dice que “se cumplen las condiciones
mínimas para que, sin un grosero contrasentido, podamos afirmar que la termodinámica
describe la génesis propiamente histórica de estructuras activas; parece ser que, por
primera vez, el objeto de la física ya no es radicalmente distinto al de las ciencias
llamadas humanas y que, por consiguiente es posible un intercambio real entre estas
disciplinas. Así, en el estudio de las propiedades de estabilidad de los sistemas
termodinámicos, la física podrá inspirarse en conceptos y métodos de las ciencias
humanas, del mismo modo que éstas, en los modelos y en las matemáticas que
comienzan a ponerse a punto.”
Pero, como muy bien nos alerta Foucault (2011; p. 245-246), si se toma el
establecimiento del discurso matemático como prototipo para el nacimiento y el devenir
de todas las demás ciencias, se corre el riesgo de homogeneizar todas las formas
singulares de historicidad, de reducir a la instancia de un sólo corte todos los umbrales
diferentes que puede franquear una práctica discursiva y reproducir indefinidamente en
todos los momentos del tiempo, la problemática del origen; así se encontrarían
anulados los derechos del análisis histórico-trascendental. Modelo, las matemáticas lo
fueron sin duda para la mayoría de los discursos científicos en su esfuerzo hacia el rigor
formal y la demostratividad; pero para el historiador que interroga el devenir efectivo de
las ciencias, son un mal ejemplo, un ejemplo que no se debería, en todo caso,
generalizar.
De manera que “un diálogo entre ciencias naturales y ciencias humanas, incluidas
arte y literatura, puede adoptar una orientación innovadora y quizá convertirse en algo
tan fructífero como lo fuera durante el período griego clásico o durante el siglo XVII con
Newton y Leibniz.” (Prigogine, 2009; p. 19)
Por tanto, es un imperativo configurar la tríada ciencias naturales o exactas,
ciencias socio-humanas y arte.
En este sentido Comte (2008; p. 42) se refiera a “.....los filósofos modernos, que,
no habiendo podido ellos mismos superar suficientemente el estado metafísico, nunca
41
se han colocado en el punto de vista social, el único, sin embargo, susceptible de una
plena realidad, científica o lógica, puesto que el hombre no se desarrolla aisladamente,
sino colectivamente. Desechando como radicalmente estéril, o más bien profundamente
nociva, esa viciosa abstracción de nuestros psicólogos o ideólogos, la tendencia
sistemática.....cobra al fin toda su importancia, porque señala en él el verdadero
fundamento filosófico de la sociabilidad humana, al menos en cuanto esta depende de
la inteligencia, cuya influencia capital, aunque de ningún modo exclusiva, no se podría
negar.”
Así, han surgido también teorías comprensivas del ser humano y, por lo tanto,
nuevas concepciones y enfoques de investigación científica en las ciencias humanas y
sociales, sobre las cuales sería interesante hacer algunas reflexiones epistémicas,
epistemológicas, ontológicas y metodológicas.
Estas nuevas teorías de la racionalidad o esquema de comprensión e
inteligibilidad de la realidad, en general, y del comportamiento humano, en particular,
constituye un paradigma emergente, es decir, un paradigma que brota de la dinámica y
dialéctica histórica de la vida humana y se impone, cada vez con más fuerza y poder
convincente, a nuestra mente inquisitiva. (Martínez, 2012; p. 156)
Ahora bien, es preciso aclarar que llevar a cabo una discusión seria, coherente,
fluida, armónica y rigurosa acerca de los enfoques de investigación científica en las
ciencias humanas y sociales, constituye verdaderamente un problema científico en este
tercer milenio. Y más aún si lo hacemos basados en un abordaje desde las ciencias
histórico-hermenéuticas, dada su complejidad epistemológica y las diversas posturas
científicas, modelos epistémicos, metodologías, tipos de investigación, modalidades,
métodos y técnicas que proliferan hoy en el ámbito sociocultural.
“Es cierto que, independientemente de nuestra apreciación final de estos
complejos problemas, el universo en que vivimos posee un carácter plural y complejo.
Desaparecen estructuras, como en los procesos de difusión, pero aparecen otras
estructuras, como en biología y, con mayor claridad aún, en los fenómenos sociales.
Por lo que sabemos, algunos fenómenos están adecuadamente descritos por
ecuaciones deterministas, como sucede con los movimientos planetarios, pero otros,
como la evolución biológica, implica procesos estocásticos.” (Prigogine, 2009; p. 23)
Por otro lado, los diversos paradigmas y enfoques hermenéuticos, sistémicos,
cualitativos, holísticos y dialécticos, que coexisten en el área socio-humana, hacen de
esta tarea una labor que, de aparentemente inteligible y expedita, exenta de
dificultades, peligros y conflictos, transita hacia los caminos más tortuosos, ininteligibles
y contradictorios del debate epistemológico en el siglo XXI.
“Lo artificial es determinista y reversible. Lo natural contiene elementos esenciales
de azar e irreversibilidad. Esto llama a una nueva visión de la materia en la que ésta ya
no sea pasiva como la descrita en el mundo del concepto mecánico, sino asociada a
actividad espontanea. Este cambio es tan profundo que creo que podemos hablar con
justicia de un nuevo dialogo del hombre con la naturaleza.” (Prigogine, 2009; p. 23-24)
Ante esta realidad, urge, desde nuestra humildad científica, asumir posiciones
epistemológicas mucho más agresivas, provocadoras y cáusticas, que no soslayen la
turbulencia, el caos, la multiplicidad de eventos y la pluralidad conceptual, característica
42
de las ciencias socioculturales, que son las teorías de la vida y la epistemología
humana, en contraposición a la quietud, la placidez y el sosiego predominante aún en
dichas ciencias, como si éstas pudieran predecir los destinos del ser humano, el sentido
de la vida y el significado del amor, que cada día nos sorprende más con sus
desconciertos, laberintos y confusiones.
Desde luego que, nos dice Prigogine (2009; p. 24), “para recorrer el camino que
separa la descripción clásica de la naturaleza hasta la nueva que empieza a esbozarse,
han sido necesarios numerosos hallazgos sorprendentes tanto teóricos como
experimentales. Podemos decir que buscamos esquemas globales, simetrías, leyes
generales inmutables y hemos descubierto lo mutable, lo temporal, lo complejo. Los
ejemplos son abundantes. Como sabemos, la teoría cuántica postula una notable
simetría, la existente entre materia y antimateria, pero nuestro mundo carece de esta
simetría. Predomina sobradamente la materia sobre la antimateria, y es una feliz
circunstancia, porque, si no, la aniquilación entre materia y antimateria significaría el fin
de todas las partículas con masa. El descubrimiento de un gran número de partículas
inestables es otro ejemplo; puede que incluso todas las partículas sean inestables. De
cualquier modo, la idea de un sustrato inmutable, permanente de la materia ha sufrido
un duro golpe.”
Según Maturana (1990), el ser humano posee dos vías para acceder al
conocimiento: la razón y el amor. Pero nuestro intelecto es un camino incompleto para
conocer, por cuanto está cargado de creencias, representaciones conceptuales,
nociones, vivencias, experiencias praxiológicas y complejos sistemas cognoscitivos. En
cambio, el amor es el medio esencial, el camino científico e infalible para la obtención
del conocimiento. Para Maturana (1990; p. 209) el amor es “la aceptación del otro junto
a uno en la convivencia.”
El amor es el fundamento biopsicosocial de los eventos, situaciones y
acontecimientos culturales, por cuanto, sin amor, es decir, sin la aceptación del otro
junto a uno en la convivencia, no hay socialización, y sin socialización, no hay lenguaje,
y sin lenguaje, no hay ser humano, no hay humanidad.
Precisamente lo único que nos diferencia de los animales no humanos es el
lenguaje, más preciso, el diálogo, la conversación, la palabra, porque, al decir de
Maturana, los animales no humanos también se comunican, es decir, tienen lenguaje, o
sea, lenguajean. En este sentido, cualquier cosa que obstaculice, destruya o limite la
aceptación del otro junto a uno, destruirá también el proceso biopsicosocial que lo
engendra.
“Hemos querido reemplazar el amor por el conocimiento como guía en nuestro
quehacer y en nuestras relaciones con otros seres humanos y con la naturaleza toda, y
nos hemos equivocado. Amor y conocimiento no son alternativas, el amor es un
fundamento mientras que el conocimiento es un instrumento. Más aun, el amor es el
fundamento del vivir humano, no como una virtud que como la emoción que en lo
general funda lo social, y en particular hizo y hace posible lo humano como tal en el
linaje de primates bípedos a que pertenecemos (Maturana y Verden – Zolter, 1993), y al
negarlo en el intento de un fundamento racional a todas nuestras relaciones y acciones
nos hemos deshumanizado volviéndonos ciegos a nosotros mismos y a los otros. En

43
esta cegera hemos perdido en la vida cotidiana la mirada que permite ver la armonía
del mundo natural a que pertenecemos, y ya casi no somos capaces de la concepción
poética que trata a ese mundo natural, a la biosfera en su armonía histórica
fundamental, como el reino de Dios, y vivimos en lucha con él.” (Maturana y Varela,
2004; p. 34)
Precisamente, este libro inaugura una discusión que no se agota en sus páginas y,
al mismo tiempo, nos impulsa a la búsqueda de alternativas metodológicas y
epistemológicas.
Los científicos de hoy estamos en una encrucijada y, a pesar de ello, nos paraliza
la perplejidad frente a la realidad del desamor, la desesperanza, la apatía y la desidia
por la lectura, la investigación y el aprendizaje, después de siglos de avance científico-
investigativo, educativo y sociocultural.
Sin embargo, la inercia, el estatismo y el letargo en que han estado sumidas
durante siglos las ciencias humanas y sociales debe servirnos de acicate hoy para
escudriñar sus laberintos epistémicos y praxiológicos, con el fin de obsequiarle, en los
albores de este tercer milenio, nuevos modelos, paradigmas, enfoques, perspectivas,
metodologías, tipos de investigación, métodos, técnicas, procedimientos e instrumentos
más afines a su esencia epistemológica y a su finalidad praxiológica.
¿Será que, avanzando tras Maturana, el amor debe convertirse en el método
científico por excelencia? ¿O será que el nuevo paradigma científico para las ciencias
sociales y humanas es precisamente el amor?
En efecto, en nuestro interior hay “pensamientos, sentimientos, miedos,
esperanzas, recuerdos, todos vagos y móviles, en la medida que no sabemos, o no nos
preocupa saber, si provienen de nosotros o de algún otro agente – en realidad, parece
como si no perteneciesen al sujeto, ni al mundo objetivo.” (Feyerabend, 2001; p. 101)
La ciencia no es el único camino para acceder al conocimiento. O al menos la
ciencia que conocemos hasta hoy. Existen otras alternativas. Incluso muchas
alternativas pueden tener éxito allí donde la ciencia ha fallado. Debemos encontrar esas
alternativas. O mejor aún, debemos redefinir la ciencia, debemos construir una nueva
ciencia.
El problema radical que nos ocupa aquí, según Martínez (2011, p. 20), reside en el
hecho de que nuestro aparato conceptual clásico -que creemos riguroso, por su
objetividad, determinismo, lógica formal y verificación- resulta corto, insuficiente e
inadecuado para simbolizar o modelar realidades que se nos han ido imponiendo, sobre
todo a lo largo del siglo XX, tanto en el mundo subatómico de la física, como en el de
las ciencias de la vida y las ciencias humanas. Para representarlas adecuadamente
necesitamos conceptos muy distintos a los actuales y mucho más interrelacionados,
capaces de darnos explicaciones globales y unificadas.
En la misma ciencia más pura, la genialidad de Einstein ha sido ubicada, no en su
inteligencia, considerada bastante normal, sino en su imaginación desbordada y muy
fuera de lo común.
De ahí que él repitiera frecuentemente que “la ciencia consiste en crear teorías”,
es decir, modelos imaginados, estructuras teóricas, analogías, alegorías, símiles y
44
comparaciones para representar los significados posibles de las realidades que nos
circundan. (Martínez, 2011, p. 7)
Asimismo, Heisenberg (1990, p. 121), uno de los creadores de la teoría cuántica,
dice al respecto: “es precisamente lo limitado y estrecho de este ideal de cientificidad de
un mundo objetivo, en el cual toda debe desenvolverse en el tiempo y en el espacio
según la ley de la casualidad, lo que está en entredicho”
“Estamos llegando al final de la ciencia convencional”, señala Prigogine (1994; p.
40); es decir, de la ciencia determinista, lineal, mecánica, reduccionista y homogénea, y
presenciamos el surgimiento de una conciencia oscilántica, de la discontinuidad, de la
no linealidad, de la diferencia, la complejidad y la necesidad del diálogo.
El cuestionamiento está dirigido, especialmente, hacia el “logos científico
tradicional”, es decir, hacia los criterios que rigen la “cientificidad” de un proceso lógico
y los soportes de su racionalidad, que marcan los límites inclusivos y exclusivos del
saber científico. (Martínez, 2011, p. 18)
Como dice Bridman, Premio Nóbel de Física, citado en Martínez (2000; p. 49): “No
existe un método científico como tal....; el rasgo distintivo más fértil de proceder del
científico ha sido el utilizar su mente de la mejor forma posible y sin freno alguno.”
Por otro lado, Batanaz (1996; p. 45; citado en Bisquerra) reconoce las
características de la nueva ciencia:
“La ciencia no es algo abstracto y aislado del mundo, sino que depende del
contexto social en el que se desenvuelve, sin el que es imposible comprender la
conducta humana; los seres humanos interpretan la realidad y ponen en práctica sus
pensamientos, sentimientos y acciones en un contexto determinado; por lo tanto, las
reglas y el orden social, junto con el pasado de los individuos, constituye la base de su
interpretación de la realidad.
La conducta humana es un fenómeno complejo y diferenciado y en consecuencia
no se puede pretender alcanzar una explicación de ella de forma similar a como se
explican los fenómenos en las ciencias naturales. Desde esta perspectiva, la captación
de las relaciones internas y profundas de las acciones proporciona el fundamento para
cualquier explicación o comprensión de ellas. El interés por la intencionalidad de las
actuaciones sustituye a los esfuerzos por explicar sus causas, de tal modo que la
comprensión se ofrece como una alternativa a la explicación causal y a la predicción,
pilares básicos del paradigma positivista.
Las teorías científicas son relativas, precisamente porque se fundamenta en los
valores propios de cada sociedad, y éstos evolucionan. De aquí se deriva la
imposibilidad de invocar criterios de universalidad, objetividad y certeza absoluta para
los conocimientos científicos.”
Estas características de la nueva ciencia, devienen en principios que en la práctica
se orientan hacia el estudio de unas dimensiones clave, que Bartolomé (1992; p. 17;
citado en Bisquerra) sintetiza de la siguiente manera:
 Las conductas naturales para descubrir leyes.
 Las situaciones sociales identificadas por el lugar, los actores y las actividades.
45
 Los significados de textos/acciones.
 Los procesos sociales.
 La relación entre sociedad/persona (interacción social).
 Los procesos cognitivos.
 Los patrones culturales de un grupo mediante la identificación de creencias y
prácticas concretas.
 Los patrones de interacción social entre miembros de un grupo cultural.
 La construcción de sistemas semánticos en individuos y grupos que son
expresión de su conocimiento cultural.
“Hay muchas personas que describen sus impresiones en poesías, comedias,
cuadros, novelas, y no sólo se les sigue prestando atención, sino que tienen algo que
ofrecer; podemos aprender algo de ellas y podemos aprender algo del modo como ven
el mundo.” (Feyerabend, 2001; p. 129)
Por otro lado, los físicos-filósofos que crearon la nueva física en este siglo (Max
Planck4, Albert Einstein5, Niels Bohr6, Heisenberg7, Schrödinger8) sostienen que “no
llegaron a sus hallazgos siguiendo una receta o una fórmula metodológica y ni siquiera
un procedimiento lógico por medio del cual se pudiera ir de los datos de la observación
hasta la teoría científica.” (Martínez, 2000; p. 90-91)
Erwin Schrödinger (1887-1961), quien nació en Viena, Austria, donde estudió y fue
profesor de física en la universidad hasta 1927, año en que fue llamado a Berlín para
reemplazar a Max Planck en la cátedra de física; en 1933, al acceder Hitler al poder,
decide abandonar Alemania y ese mismo año le conceden el Premio Nobel, que
compartió con Paul Dirac, por la formulación matemática de la mecánica cuántica.
Schrödinger fue un científico dedicado a la investigación de la física atómica, física
del estado sólido y mecánica estadística, se mostró siempre muy sensible a las
implicaciones sociales de la tecnología y preocupado por el aspecto humanístico de la
ciencia y la ética científica.
El libro ¿Qué es la vida?, una de sus principales obras, se publicó por primera vez
en 1944, y es fruto de una serie de conferencias dictadas por el autor en el Institute for
Advanced Studies del Trinity College de Dublín, en febrero de 1943.
Este libro es considerado un clásico en la materia, en él Schrödinger expone su
pensamiento científico y filosófico con una claridad capaz de acercar los temas más
complejos al lector no especializado.

4
Premio Nobel de Física en el año 1918, por las aportaciones que realizó en favor al avance de la física, debido a sus descubrimientos sobre
los cuantos de energía.
5
Premio Nobel de Física en el año 1921, por sus aportaciones a la física teórica y, especialmente, por el descubrimiento de la ley del efecto
fotoeléctrico.
6
Premio Nobel de Física en el año 1922, por sus servicios en la investigación de la estructura de los átomos y de la radiación que de ellos emana.
7
Premio Nobel de Física en el año 1932, por la creación de la mecánica cuántica, cuya aplicación tiene, entre otras cosas, el estudio y
descubrimiento de las formas alotrópicas del hidrógeno.
8
Premio Nobel de Física en el año 1933, por el descubrimiento de nuevas formas para la aplicación de la teoría atómica.
46
Erwin Schrödinger, declaró en una ocasión: «El pensamiento de Boltzmann fue mi
primer amor en ciencia. Nadie me ha cautivado ni podrá cautivarme como él».
Por su parte Einstein precisa que “están en un error aquellos teóricos que creen
que la teoría se obtiene inductivamente a partir de la experiencia.” (Hanson, 1977, p.
229).
Él mismo, al hablar de su trabajo en la búsqueda de teorías explicativas para sus
datos, dice que “tal teoría no le gusta”, que “no le gustan sus elementos”, que “no le
gustan sus implicaciones”, etc. Y su asistente personal de investigación dice que el
método de Einstein, aunque basado en un profundo conocimiento de la física, “era
esencialmente estético e intuitivo…; que Einstein era sobre todo un artista de la ciencia”
(Clark R.W., 1972, p. 648-650).
Sin embargo, es pertinente advertir que cuando los científicos como Einstein
hablan de “gustos” en contextos como éste, en realidad quieren decir que algo “no les
satisface intelectualmente”.
Como muy bien señala Morín (1984), los diversos trabajos de Kuhn, Popper,
Feyerabend y Lakatos tienen como rasgo común mostrar que las teorías científicas,
como los “icebergs”, tienen una enorme parte sumergida que no es científica, y que
constituye la zona ciega de la ciencia pero que es indispensable para el desarrollo de la
ciencia.
Como se aprecia, el contacto con la obra epistemológica de Popper, Kuhn,
Lakatos y Feyerabend, estimulan el pensamiento de Morín en relación con el rol de la
ciencia en ese reto transdisciplinar que proyecta.
“El único medio que existe para salvarse de esta situación es el intento de saltar
fuera de estos encasillamientos conceptuales y ver otro panorama: contemplando los
linderos de nuestros conceptos aceptados, de nuestras construcciones teoréticas, de
nuestros sistemas formales de creencias, etc., en una palabra, de la validez de nuestra
teoría de la racionalidad; y, para ello, debemos asumir una actitud básica y
esencialmente critica.” (Morín, 1984).
Este estilo moriniano, que une el arte de escribir literatura al discurso
tradicionalmente considerado más objetivo y científico, es expresión máxima de la unión
fertilizante entre lo personal y lo social, lo aleatorio con lo intencional, lo emocional con
lo racional y con lo reflexivo, con el fin de ordenar, estructurar y configurar, para volver a
cuestionar, y cuestionar nuevamente en un proceso infinito.
Cuando interactuamos con el mundo físico, biológico y cultural que nos rodea, nos
encontramos a nosotros mismos, e interactuamos con nosotros mismos. La ciencia
contemporánea vive un momento en el que cada vez más comprende que el estudio de
cualquier aspecto de la experiencia humana debe ser multifacético.
Cada vez más comprendemos que la mente humana no existe sin cerebro y sin
cultura. Sin embargo, mientras más entendemos la complejidad del ser humano y del
universo, más nos proponen pensamientos y acciones reduccionistas y antiecológicos.
Recientemente supimos que el astrofísico británico Stephen Hawking considera
que Peter Higgs debería ganar el Premio Nobel de Física tras la comprobación de su

47
teoría sobre el bosón (uno de los dos tipos básicos de partículas elementales de la
naturaleza) que lleva su nombre, popularmente conocido como "la partícula de Dios".
Los resultados anunciados el miércoles 4 de junio de 2012 por la Organización
Europea para la Investigación Nuclear (CERN) sobre la existencia de una nueva
partícula "indican de manera contundente que hemos descubierto el bosón de Higgs",
dijo Hawking, en declaraciones a la BBC. "Es un resultado muy importante y Peter
Higgs se merece el Nobel por este motivo", aseguró el autor de Breve historia del
tiempo.
"Sin embargo, hasta cierto punto para mí es una lástima que este gran avance en
Física se han logrado con experimentos que han dado resultados que no me esperaba",
añadió Hawking. "Por este motivo, yo hice una apuesta con el físico Gordon Kane de la
Universidad de Michigan, a favor de que la partícula de Higgs no se encontraría. Pero
parece ser que he perdido 100 dólares", confesó el astrofísico.
Por su parte, el presidente del Instituto de Física (IOP) del Reino Unido, Peter
Knight, señaló que "el descubrimiento del bosón de Higgs es tan importante para la
física como el descubrimiento del ADN lo fue para biología". Además, dijo que este
hallazgo establece el marco para "una nueva aventura en el esfuerzo por comprender la
estructura del Universo".
Para el científico, esta noticia es "un logro notable". "Quince años de colaboración
internacional y de trabajo duro en la construcción del Gran Colisionador de Hadrones
(LHC) ha dado sus frutos", destacó
Del mismo modo, indicó que "este anuncio asegura que el Modelo Estándar es
correcto y ahora se podrá empezar a explorar hasta donde lleva esta partícula y
profundizar más en el Modelo Estándar".
Sin embargo, resulta terriblemente difícil aceptar como válido cualquier nuevo
modelo. Estamos tan atados a la imagen del mundo que se nos enseñó cuando éramos
niños que cualquier sugestión de otra imagen -o, como ocurre en este caso, la
sugestión de la imagen con la cual nos educamos es válida sólo para una parte de la
realidad y que otras partes de la realidad necesitan otras imágenes-, es
automáticamente juzgada como un disparate. Después de dos mil años durante los
cuales se creyó a pie juntillas que la geometría de Euclides era la geometría válida,
matemáticos tales como Bolyai y Lobachevsky expusieron sistemas de geometría
diferentes del euclidiano con la esperanza de que se los considerara en conexión con
las actuales propiedades del espacio. Esos matemáticos trataban de mostrar que el
sistema de Euclides era válido sólo una pequeña parte de la realidad y que para otras
partes se necesitaban otros sistemas. Los demás matemáticos los consideraron al
principio como poco serios y poco cuerdos. El primer movimiento de nuestro instinto es
rechazar lo nuevo, especialmente si lo nuevo supone una serie de imágenes del
mundo; v entonces decimos con entera convicción "el modelo de nuestro sentido común
es la verdadera descripción de la realidad y aun cuando no lo fuera solo hay una
verdad, por más que no sepamos lo que ella sea. Una cosa es verdad o no lo es y las
verdades se aplican universalmente". Este credo, rechazado ahora por la física
moderna, aún despierta en nosotros profundas resonancias de verdad. (LeShan y
Margenau, 2002; p. 51)
48
Por eso, ya LeShan y Margenau (2002; p. 228) no preguntan qué construcción del
cosmos, qué estado de conciencia es el correcto; cuándo lo usamos, percibimos la
realidad y reaccionamos a ella. Únicamente preguntamos qué construcción y qué
estado de conciencia son más efectivos en cuanto a ayudarnos a alcanzar
determinadas metas. El concepto de un estado de conciencia "correcto" o "normal" es
un concepto que hemos de colocar en la atiborrada y polvorienta estantería marcada
con este rótulo "Ideas anticuadas". Pero podemos preguntar, "¿Qué estado de
conciencia es el más útil para resolver ciertas necesidades y alcanzar ciertas metas?" y
"¿Qué estado de conciencia predomina estadísticamente y en qué situaciones
culturales?"
Como se aprecia, en el universo humano y social existen objetos que satisfacen a
leyes clásicas de determinación, reversibles y alterables, pero estos objetos
corresponden a casos muy simples, y realmente son muy pocos casos, excepcionales.
Por otro lado, a la inmensa de los objetos se les aplica el segundo principio de la
termodinámica. Es por ello que Prigogine (2008; p. 111) propone que hoy, incluso
dejando a un lado la historia, “es preciso hacer una distinción cosmológica entre estos
dos tipos de situaciones. Es una distinción entre estabilidad, por un lado, e inestabilidad
y caos por otro.”
Por otro lado, según LeShan y Margenau (2002; p. 52), cuando tratamos a una
persona, el fenómeno de conducta de grupo (dinámica grupal, etc.) no existe.
Sencillamente no existe en este dominio, y desde él no podría predecirse su existencia.
Podemos observar ciertas cosas sobre la psicología de un individuo o de un número de
individuos aislados.
Pero una vez que los individuos entran en relación, cobra existencia una serie
enteramente nueva de fenómenos observables (los fenómenos de la conducta grupal).
La existencia de estos fenómenos no podría predecirse por el estudio de los individuos
en cuestión. Podemos decir que un grupo se conduce de una determinada manera a
causa de los individuos que lo componen y podemos demostrar la verdad de esto. Sin
embargo, por el hecho de medir las variables de la conducta del grupo (por ejemplo, "la
cohesión de grupo") no podemos predecir comportarán los individuos del grupo.
(LeShan y Margenau, 2002; p. 53)
En las esferas de la experiencia interior y de la conducta con sentido, el pasado
está determinado, el futuro no lo está.
En el caso de cualquier individuo podemos observar que las experiencias y la
conducta del adulto dependen de experiencias de la niñez y son compatibles con ellas.
(LeShan y Margenau, 2002; p. 55)
Sin embargo, partiendo de las experiencias de la niñez no podemos predecir las
experiencias de la persona adulta.
Para generalizar aún más, digamos que cuando se trata de la experiencia y la
conducta humanas, el presente puede considerarse como continuación del pasado y
determinado por éste, pero que el futuro no puede predecirse en la medida en que se
manifiestan nuevos fenómenos cuya existencia es, en principio, imposible de predecir.
Desde el punto de vista de la teoría de los dominios, esta situación se interpreta de la

49
misma manera que lo que a menudo se llama organización jerárquica de algunos
dominios del conocimiento. (LeShan y Margenau, 2002; p. 56)
Lo anterior demuestra la complejidad de los procesos humanos y sociales.
Sin embargo, las disputas epistemológicas entre Popper, Kuhn, Lakatos y
Feyerabend, pasan por alto el problema de la complejidad.
“La enfermedad de la teoría está en el doctrinarismo y en el dogmatismo, que
cierran a la teoría sobre ella misma y la petrifican. La patología de la razón es la
racionalización, que encierra a lo real en un sistema de ideas coherente, pero parcial y
unilateral, y que no sabe que una parte de lo real es irracionalizable, ni que la
racionalidad tiene por misión dialogar con lo irracionalizable.” (Morín, 2001; p. 34)
Según Echeverría (1989; p. 25), en un simposio internacional sobre la estructura
de las teorías científicas, celebrado en marzo de 1969 en la ciudad de Urbana, Illions,
EUA, “…se levantó el acta de defunción de la concepción heredada (el positivismo
lógico), la cual, a partir de este momento, quedó abandonada por casi todos los
epistemólogos”.
La invitación del simposio decía textualmente (Suppe, 1979, prefacio):
“Tradicionalmente los filósofos de la ciencia han construido las teorías científicas
como un cálculo axiomático en que a los términos teoréticos y a las proposiciones se
les da una interpretación observacional parcial por medio de reglas de correspondencia.
Recientemente, la adecuación de este análisis ha sido desafiada por numerosos
filósofos, historiadores de la ciencia o científicos. En su lugar han sido propuestos y
discutidos varios análisis alternativos de las estructuras de las teorías. El propósito de
este simposio es reunir a los principales proponentes de los más importantes análisis
alternativos, a los historiadores de la ciencia y a los científicos, para explorar y
responder a la pregunta: ¿Cuál es la estructura de una teoría científica?”
En este simposio, con éstas y muchas otras ideas, se levantó el acta de defunción
del positivismo lógico, que quedó abandonado por casi todos los epistemólogos,
debido, según Popper (1977, p. 118), “a dificultades intrínsecas insuperables”.
En ese ataúd memorable se introdujeron muchas ideas que, sin embargo, siguen
circulando en nuestros medios académicos como “conocimientos científicos”, cuando
en realidad no son más que cadáveres ambulantes. Es muy grande el daño que
podemos hacer a nuestros estudiantes por falta de actualización epistemológica y
basándonos en una “racionalidad” endiosada (la diosa razón del siglo de las luces) que,
más que una auténtica razón, está constituida por hábitos y rutinas mentales. (Martínez,
2008; p. 24)
Por otro lado, Bachelard (1993), el filósofo de las ciencias, ya había descubierto
hace mucho tiempo que “lo simple no existe: sólo existe lo simplificado”. La ciencia
construye su objeto extrayéndolo de un ambiente complejo para ponerlo en situaciones
experimentales no complejas. La ciencia es el estudio del universo simple, es una
simplificación heurística necesaria para extraer ciertas propiedades, ver ciertas leyes.
George Lukács, el filósofo marxista, decía en su vejez, criticando su propia visión
dogmatica: “lo complejo debe ser concebido como elemento primario existente. De

50
donde resulta que hace falta examinar lo complejo de entrada en tanto complejo y pasar
luego de lo complejo a sus elementos y procesos elementales.”
Pero la complejidad no comprende solamente cantidades de unidades e
interacciones que desafían nuestras posibilidades de cálculo; comprende también
incertidumbre, indeterminaciones, fenómenos aleatorios. En un sentido, la complejidad
siempre está relacionada con el azar. De este modo, la complejidad coincide con un
aspecto de incertidumbre, ya sea en los límites de nuestro entendimiento, ya sea
inscrita en los fenómenos.
La complejidad no se reduce a la incertidumbre, es la incertidumbre en el seno de
los sistemas ricamente organizados. Tiene que ver con los sistemas semi-aleatorios
cuyo orden es inseparable de los azares que incluyen. La complejidad esta así ligada a
una cierta mezcla de orden y desorden, mezcla intima, a diferencia del orden/desorden
estadístico, donde el orden, pobre y estático, reina a nivel de las grandes poblaciones, y
el desorden, pobre por una indeterminación, reina a nivel de las unidades elementales.
Para comprender aún más el desafío que implica la teoría del desorden es
conveniente hacer una breve una exploración de algunos de los principales
planteamientos de Balandier (1997), quien, en su teoría del desorden afirma que “…la
naturaleza no es lineal, nada es simple, el orden se oculta tras el desorden, lo aleatorio
esta siempre en acción, lo imprevisible debe ser comprendido. Se trata de una
descripción diferente del mundo que conviene producir en el presente, en la cual la
consideración del movimiento y sus fluctuaciones predominan sobre la de las
estructuras, las organizaciones, la permanencia. La clave es otra dinámica calificada de
lo no lineal, que le da acceso a la lógica de los fenómenos aparentemente ordenados.”
“La consciencia del desorden está avivada. Engendra reacciones contrarias,
vacilaciones. Para unos, el pasado (conservador de la tradición) incluso lo arcaico
(factor de permanencia y de lo universal), se refiere al orden, revela las señales mas
sólidamente afianzadas, propone los repertorios o las guías necesarias para una
orientación según la cual nuestro tiempo podría ser examinado, interpretado,
organizado. Para otros, es la confusión y la inestabilidad, el movimiento que aligera la
pesadez del orden preexistente, la abundancia de lo nuevo, lo que da todas sus
oportunidades a una libertad nueva y fecunda: el desorden se vuelve creador; los
periodos de transición ejercen entonces una verdadera fascinación, son vistos como
aquellos que hacen retroceder las fronteras de lo imposible, en las cuales se realizan
rupturas y avances. Entre esos dos polos se sitúan las ignorancias, las interrogaciones,
las dudas, los acomodamientos y los desconciertos, todo lo que puede llevar a un
escepticismo trivial, todo lo que contribuye igualmente a nutrir una demanda impaciente
de orden, sin medir los riesgos.” (Balandier).
El desorden se vuelve destructor cuando hay una pérdida de orden, cuando los
elementos se disocian, y tienden a no constituir más una estructura, una organización,
sino que se convierten en una simple suma. El desorden se vuelve creador cuando
produce una pérdida de orden acompañada de una ganancia de orden, que es
generador de un orden nuevo reemplazante del antiguo, y puede ser superior a él. El
proceso de complejización opera según esta lógica, no por adición, sino por sustitución
a un nivel más elevado, proceso que es más apreciado en las interacciones humanas.

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La mente humana tiene una propensión natural innata a buscar el sentido o
significado de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad, de las situaciones, de las
acciones humanas, de los acontecimientos, de los procesos y de los eventos.
Cuando le encuentra un sentido “satisfactorio intelectualmente”, se dice que
conoce algo. “Conocer es aprehender un dato a una cierta función bajo una cierta
relación. En tanto significa algo, dentro de una determinada estructura (Martínez, 2012).
“La capacidad interpretativa del ser vivo que concibe al hombre no como un
agente que “descubre” el mundo, sino que lo constituye. Es lo que podemos llamar el
giro ontológico de la modernidad, que hacia el fin siglo XX se perfila como un nuevo
espacio de vida social y de pensamiento que ciertamente está cambiando
progresivamente el rostro de la ciencia.” (Maturana y Varela, 2004; p. 34)
Por su parte Morín (1984) señala en este sentido que “todo conocimiento opera
mediante la selección de datos significativos: separa (distingue o desarticula) y une
(asocia, identifica), jerarquiza (lo principal, lo secundario) y centraliza (en función de un
núcleo de nociones maestras). Estas operaciones, que utilizan la lógica, son de hecho
comandadas por principios “supralógicos” de organización de pensamiento o
paradigmas, principios ocultos que gobiernan nuestra visión de las cosas y del mundo
sin que tengamos consciencia de ello.”
El problema teórico de la complejidad es el de la posibilidad de entrar en las cajas
negras. Es el considerar la complejidad organizacional y la complejidad lógica. En este
caso, la dificultad no está solamente en la renovación de la concepción de objeto, sino
que está en revertir las perspectivas epistemológicas del sujeto, es decir, el observador
científico; lo propiamente científico era, hasta el presente, eliminar la imprecisión y una
imprecisión cierta, no solamente en los fenómenos, sino también en los conceptos, y
uno de esos grandes progresos de las matemáticas de hoy es el de considerar los
conjuntos imprecisos.
Se insiste entonces en la urgencia de incorporar en la actividad científica una
cosmovisión universal que permita entender la parte no sólo como segmento aislado,
sino expresión viva de su universo natural.
De ahí que sea un imperativo afrontar y desafiar la complacencia y ebriedad de los
científicos sociales de pacotilla, intrascendentes y triviales, que hoy constituyen un
lastre, un atasco científico y una atadura investigativa, cuyo embeleso los tiene
enajenados, en éxtasis vitalicio y embriaguez eterna.
Cuidado con esta “sombría pandilla de intelectuales que escriben con estilo
cansino, que repiten ad nauseam unas pocas frases fundamentales, que están
interesados, sobre todo, en dar vueltas alrededor de ciertos ídolos intelectualistas,
como la verosimilitud y el aumento de contenido. Sus discípulos se muestran asustados
o desagradables, según el tipo de oposición que suscita en ellos un mínimo de
imaginación. No critican, no inventan métodos para relativizar las ideas; rechazan lo
que no les gusta con ayuda de discursos convencionales. Si un asunto no es familiar, si
no se puede tratar fácilmente, se desconciertan lo mismo que un perro que ve a su amo
vestido de una forma insólita: no saben si correr, ladrar, morderlo o lamerle la cara.”
(Feyerabend, 2001; p. 57-58)

52
Estamos asistiendo a una nueva era que define el destino de la humanidad. No
podemos eludir el debate con soluciones simplistas y metafísicas, abstrusas y
esotéricas, que evidencian, en ocasiones, la ambivalencia epistemológica de los
científicos sociales, educativos y pedagógicos.
¿Podemos continuar aceptando sus proposiciones y sus visiones del mundo que
no incorporan a los seres humanos y sí sus caricaturas teóricas, de las que han sido
eliminadas la parte más importante de la vida humana, su subjetividad?, ¿o acaso no es
necesario informar a todos de las opciones disponibles y dejar que ellos decidan de
acuerdo con sus amores, sus miedos, su piedad y su sentido de lo sagrado? Hemos
visto que los campos más abstractos del conocimiento no sólo permiten la participación
de todos los ciudadanos, sino que invitan a ella. Sabemos que los ciudadanos de la
mayor parte de los países occidentales van muy por delante de sus políticos en su
deseo de frenar la carrera de armamentos. Sabemos también que el sentido común
suele ser superior a las proposiciones de los expertos; esto lo demuestran los juicios
por jurado que utilizan expertos. Combinemos estos descubrimientos y desarrollemos
una nueva clase de conocimiento que sea humano no porque incorpore una idea
abstracta de humanidad, sino porque todo el mundo pueda participar en su
construcción y cambio, y empleemos este conocimiento para resolver los dos
problemas pendientes en la actualidad, el problema de la supervivencia y el problema
de la paz; por un lado, la paz entre los humanos y, por otro, la paz entre los humanos y
todo el conjunto de la Naturaleza. (Feyerabend, 2005; p. 17)
Enterremos de una vez y por todas las soluciones hieráticas y subrepticias y
demos nacimiento a la verdadera ciencia social, comprometida con los principales
problemas del siglo XXI que impiden la felicidad de los seres humanos y la maravillosa
posibilidad de construir un proyecto de vida digna.
Es incongruente a veces nuestra postura epistemológica si la pasamos por el
tamiz de la práctica sociocultural próxima y cotidiana. Es inadmisible que la pobreza, la
hambruna y la miseria pululen como hormigas laboriosas por nuestros espacios y
tiempos mientras nosotros absurdamente y aparentemente ingenuos estamos absortos
y cautivados por las melodiosas teorías de la medición y la predicción científica.
Inaudito es, además, que algunos científicos de la educación, la pedagogía y la
sociedad, de manera insólita, apliquen de manera mecánica y dogmática técnicas,
procedimientos e instrumentos originarios de las ciencias naturales y fácticas, como si
pudiésemos “medir” las relaciones sociales y humanas.
Sobre lo anterior, dice Prigogine que el problema de la medición es quizá el que
ilustra con más claridad las dificultades de la mecánica cuántica en su formulación
tradicional. Y cita un extracto de la relación que presento Niels Bohr en 1961, en el que
se hace un resumen de las discusiones que hubo en el consejo Solvay de 1927:
“Para introducir la discusión sobre estos puntos, en la conferencia me pidieron que
abordara los problemas de tipo epistemológico con los que tropezamos en física
cuántica. Yo aproveche la ocasión para centrar la discusión sobre la cuestión de una
terminología apropiada y para subrayar el punto de vista de la complementariedad.
Sobre todo sostuve que una explicación univoca de los experimentos físicos requiere el
uso de un lenguaje común, un adecuado refinamiento del vocabulario propio de la física
53
clásica, tanto en el procedimiento experimental como en la anotación de las
observaciones.” (Citado en Prigogine, 2008; p. 99-100)
“Nuestro mundo es un mundo de cambios, de intercambios y de innovación. Para
entenderlo, es necesaria una teoría de los procesos, de los tiempos de vida, de los
principios y de los fines; necesitamos una teoría de la diversidad cualitativa, de la
aparición de lo cualitativamente nuevo.” (Prigogine, 2009; p. 70-71)
Y si los premios nobel de Física y Química nos están alertando desde hace más
de cien años acerca de la indeterminación de los procesos, es increíble que los
científicos socio-humanos aún sigan aferrados a las metodologías empírico-analíticas
para el estudio del ser humano y la sociedad. Los instrumentos científicos llamados
cuantitativos no permiten revelar la verdadera esencia de los procesos humanos y
sociales.
Hay que seguir de cerca las alertas de Prigogine (2009; p. 62), por cuanto él
insiste en el hecho de que, “en modo alguno, hay que sustituir el modelo por una
decisión, sino al contrario, el modelo debe servir para facilitar la explicación de las
motivaciones de la decisión.”
Sería interesante entonces “medir” las relaciones sociales y humanas, en verdad
sería maravilloso poder hacerlo para saber de una vez donde se incuba el amor y cuál
es su trayectoria y destino. Pero no es así. Proliferan guerras injustas, conflictos
inusitados, retoña la maldad desde nuestros corazones mientras atónitos y
apesadumbrados, nos quedamos observando paralizados, inmóviles y estupefactos, la
destrucción de nuestra especie.
Igual que existe una teoría de las inteligencias múltiples, debería existir una teoría
de la estupidez humana (vale la tautonomía, por cuanto sólo el ser humano es estúpido
y tal parece que los animales no humanos son más inteligentes que nosotros los
humanos, porque protegen más a los miembros de su especie)
No más ridiculeces y minucias en las ciencias sociales y humanas. Que la pueril y
cándida actitud cotidiana de los actores socioeducativos y culturales no nos haga caer
en el profundo, sombrío y tenebroso precipicio donde yacen inertes los incautos y
necios científicos cuasisociales o, mejor, cuasicientíficos sociales. O incluso mejor aún,
cuasicientíficos cuasisociales.
Como muy bien afirma Feyerabend (2001; p. 25), “Nada es más importante que
esto: impedir que la gente sea objeto de intimidaciones por parte de ignorantes
presuntuosos. La astrología constituye también un ejemplo excelente de cómo los
ignorantes – es decir, los científicos – con el concurso de otros ignorantes – los filósofos
de la ciencia, por ejemplo – corren el riesgo de engañar a todo el mundo.”
Y más adelante argumenta: “[.....] No tendría nada que objetar si los adversarios
de la astrología dijesen: no nos gusta la astrología, la despreciamos, no leeremos
nunca libros que traten de ella y, desde luego, no la apoyaremos. Esa actitud es
legítima. No se puede forzar a la gente a amar lo que odia, ni siquiera se puede forzarla
– o, al menos, no se debería hacerlo – a que se informe sobre un asunto. Pero nuestros
científicos, racionales y objetivos, no manifiestan simplemente sus gustos, se
comportan como si dispusiesen de razonamientos y se sirven de su considerable
54
autoridad para dar fuerza a sus antipatías. Pero con los argumentos que utilizan corren
el riesgo de poner en evidencia su penosa ignorancia.” (Feyerabend, 2001; p. 33-34)
A veces algunos científicos se sienten molestos y se enojan y juzgan y critican
injustamente y sin fundamento lógico porque “una teoría, que no están en condiciones
de comprender, no le satisface....ya que no las comprenden, o que opongan resistencia
porque les resulta más cómodo [.....] En fin, está más claro que el agua: se rechazan las
nuevas ideas porque resulta más cómodo.” (Feyerabend, 2001; p. 39)
No nos dejemos engañar. No nos amilanemos porque rechacen nuestras ideas y
concepciones científicas.
Según Feyerabend (2001; p. 113) los filósofos de la ciencia prefieren ser
“científicos” antes que seres humanos, y es por ello que propone “quitar los problemas
fundamentales, incluidos los epistemológicos, de las manos de los expertos (médicos,
filósofos de la ciencia, etc., etc.) y poner su solución en manos de los ciudadanos. A los
expertos se les reservaría una función consultiva, se les pediría consejo, pero no
tendrían la última palabra. Iniciativas ciudadanas en vez de epistemología: ese es mi
lema.”
"La ciencia está en conocer la oportunidad y aprovecharla; es hacer lo que
conviene a nuestro pueblo, con sacrificio de nuestras personas y no hacer lo que
conviene a nuestras personas con sacrificio de nuestro pueblo."
En esta definición de ciencia que nos ha legado José Martí se aprecia el amor del
maestro por el pueblo y por el conocimiento, situando al saber humano en un lugar
privilegiado siempre que esté al servicio de las personas y no del propio ser humano
que hace ciencia.
Pero ya el gran filósofo nos había alertado: “Esta parquedad en el recibir o
parsimonia en el dar no es, sin embargo, decorosa para la ciencia. Quien sólo busca
edificación, quien anhele únicamente envolver en niebla la variedad terrestre de su
existencia y de pensamiento, y ansia la indeterminada satisfacción de esa
indeterminada divinidad, vea donde pueda encontrarla: fácilmente hallara por sí mismo
el medio de fantasear y exaltarse. La filosofía, en cambio, tiene que guardarse de
querer ser edificante.” (Hegel, 1994; p. 25-26)
Por cuanto, según Hegel (1994; p. 26) “esta manera profética de hablar cree, en
efecto, mantenerse en el centro y en lo más profundo, mira con deprecio a la
determinación (al horos), y se mantiene deliberadamente alejada de los conceptos y de
la necesidad, así como la reflexión que sólo habita en la finitud. Pero así como hay una
superficie vacía, así hay también una huera profundidad, y así como hay un expandirse
de la sustancia, que es un derramarse en una multiplicidad finita sin fuerza ni cohesión,
así también hay una intensidad sin contenido que, teniéndose como pura fuerza sin
extensión, es lo mismo que la superficialidad.”
En este sentido, los científicos sociales debemos asumir un modelo de ciencia que
nos permita estar cada día más cerca de los sujetos investigados, que sea capaz de
penetrar sus esencia afectivo-emocional, sus sentimientos, miedos, esperanzas y
sucesos significativos; un modelo epistémico que nos permita revelar la esencia

55
humana, sus peculiaridades biogenéticas, psicosociales, neurológicas y culturales;
como base de sus particulares formas de vida.
Siguiendo a Feyerabend (2001; p. 47): “Estas particulares formas de vida sólo se
pueden estudiar científicamente después de haberlas aprendido, y se deben aprender
cómo se aprende una lengua, esto es, participando en sus actividades características.”
Ahora bien, este libro no pretende describir metodológicamente estas actividades
características, y mucho menos ofrecer recetas científicas y pautas investigativas, sino
abrir espacios de reflexión, sensibilización, concientización y motivación, que expandan
la conciencia crítica y creativa ante los retos educativos, socioculturales y científicos
que se nos avecinan, y promover la sensación de urgencia por nuevos caminos de
acción científica e investigativa en el campo concreto de las ciencias sociales.
Feyerabend (2001; p. 137) advierte que “en el campo social – que incluye la
transmisión de los conocimientos – no tenemos telescopios o microscopios, contamos
tan sólo con nuestros instintos, nuestras convicciones, nuestros presuntos
conocimientos y nuestras percepciones. Ciertas emociones fuertes pueden cambiar
estos factores y hacernos ver las cosas bajo una luz diferente.”
“Los sociólogos, en su impaciencia por imitar lo que consideran que es el auténtico
método científico, dejan de lado todos estos medios de instrucción “subjetivos” y, de
esta forma, se incapacitan a sí mismos y a los demás para ver importantes aspectos del
mundo; tratan de ser “objetivos” y acaban por encerrarse en prisiones subjetivas.”
(Feyerabend, 2001; p. 137)
Es así que, nuestro irrenunciable, inconmensurable e inexorable compromiso es
con el pueblo, con esos niños, niñas, adolescentes y jóvenes que demandan
satisfacción afectiva-emocional, e incluso con los profesionales, maestros
investigadores y trabajadores sociales, tenemos el impostergable deber de hacerlos
emerger del ocio, la comodidad, la pereza, la indolencia, la apatía y la indiferencia,
atributos humanos incompatibles e inconcebibles en el preludio del tercer milenio.
A continuación, debido a su importancia y trascendencia, se transcriben algunos
fragmentos de un diálogo sostenido en el año 1999 entre Ervin Laszlo, Stanislav Grof y
Peter Russell, que fue publicado en el libro La Revolución de la Conciencia (Laszlo,
Grof y Russell, 2008; p. 49-55):
Russell: A medida que esta clase de observaciones gocen de mayor credibilidad,
asistiremos a un significativo y gradual cambio del paradigma científico. Podría ser el
cambio más decisivo del pensamiento occidental, y quizás estemos ya en la primera
fase. Thomas Kuhn, que introdujo la idea de los paradigmas hace unos treinta años,
destacó el hecho de que el cambio pasaba por varios estadios. Primero se descubrían
datos anómalos que no encajaban en el modelo actual de la realidad. Como nadie
cuestionaba el modelo aceptado, las anomalías solían ignorarse, o incluso negarse.
Luego, al ir acumulándose el número de irregularidades sin poder descartarlas, se
modificaba el modelo existente para intentar acomodar en él los datos excepcionales.
En el caso clásico de la revolución copernicana, los datos anómalos fueron el hecho de
que los planetas no se movían en suaves órbitas circulares, como deberían haber
hecho si en efecto se desplazaban alrededor de la Tierra. Los astrónomos medievales
intentaron ajustar esas peculiaridades añadiendo epiciclos a las órbitas (curvas que
56
describían los círculos que daban vueltas alrededor de otros círculos); y cuando éstos
no bastaron para dar una explicación de los fenómenos observados, añadieron otros
epiciclos a los anteriores (círculos que daban vueltas alrededor de otros círculos
mientras estos asimismo describían otras curvas alrededor de otros círculos): como
consecuencia, crearon un modelo muy farragoso. Sin embargo, la concepción básica
del mundo seguía sin cuestionarse.
Respecto a los fenómenos de la conciencia nos encontramos en un estadio
parecido. En lo que concierne a la ciencia occidental, la conciencia es una gran
anomalía. No hay nada en el modelo científico de la realidad que prediga que los seres
humanos deberían ser conscientes, y tampoco hay manera alguna de encontrar una
explicación adecuada. Sin embargo, si de algo podemos estar plenamente seguros es
de la conciencia. Eso es lo que Descartes intentaba demostrar con su famoso cogito
ergo sum podré dudar de mis percepciones, podré dudar de mis pensamientos, incluso
de mis sentimientos, pero de lo que es imposible dudar es del hecho de que percibo,
pienso y siento, de que soy un ser consciente.
Es decir, los científicos en la actualidad se encuentran en la incómoda situación de
verse continuamente enfrentados a la existencia de su propia conciencia y, sin
embargo, no disponer de una explicación plausible.
En el pasado la ciencia sencillamente ignoraba la conciencia. No le era necesaria;
a fin de cuentas, estudiaba el mundo físico y no la mente. Hoy en día la ciencia está
descubriendo que ya no puede prescindir tranquilamente del tema de la conciencia, y
se encuentra en el segundo estadio del cambio paradigmático, el que consiste en
intentar agrandar el modelo imperante para incorporar de alguna manera la anomalía
en cuestión. Algunos científicos recurren a la física cuántica, los hay que se basan en la
teoría de la información y, por último, también preocupa a los expertos en
neuropsicología. Sin embargo, ninguno de ellos ha conseguido grandes resultados en
esta dirección. La razón es que todos intentan explicar la conciencia a partir del
paradigma existente de espacio, tiempo y materia. El hecho de no realizar progresos
notables sugiere que quizás se hallen en el camino equivocado. Lo que se necesita es
un nuevo modelo de la realidad completamente distinto, que incluya la conciencia como
un aspecto fundamental de la realidad, tan fundamental como el espacio, el tiempo y la
materia; quizás incluso mucho más determinante.
Éste es el tercer estadio del proceso de Kuhn, la creación de un nuevo modelo
radicalmente distinto que dé una explicación de los fenómenos anómalos. No obstante,
todavía no hemos llegado a eso. Vemos que el viejo paradigma no funciona. Vemos
todas sus lagunas y defectos, aunque sólo unos pocos se atreven a pensar más allá de
ese paradigma limitado de espacio, tiempo y materia; y eso es precisamente lo que se
necesita para que surja un nuevo modelo. Por el momento, no obstante, la ciencia sigue
firmemente anclada en el modelo antiguo.
Laszlo: Seguimos arrastrando el paradigma caduco y tratándolo como si fuera la
realidad en lugar de un modelo. Creemos en él (es decir, la mayoría de los científicos y
los que consideran que la ciencia es fuente de toda verdad), literalmente.
Russell: Sí. Eso es lo que siempre ocurre con los paradigmas. La gente cree que
el modelo es la verdad, y contemplan toda la realidad a la luz de ese modelo.
57
Grof: Gregory Bateson analizó en diversos ensayos y conferencias la confusión
existente entre mapa y territorio. Decía que es como entrar en un restaurante y comerse
la carta en lugar de la comida.
Laszlo: Por suerte, incluso en el augusto mundo de la ciencia, a veces se operan
cambios sutiles que tienen unas consecuencias tremendas y, por lo general,
impredecibles. Hasta es posible desechar un esquema considerado real durante
trescientos años. Eso es precisamente lo que ocurrió durante la primera década de este
siglo, cuando la relatividad de Einstein fue aceptada y desplazó a la mecánica clásica
de Newton. ¿Cómo ocurrió en realidad? Después de todo, los físicos también podían
explicar los mismos fenómenos a la luz de otras teorías muy dispares. Siempre hay más
de una explicación para todas las cosas. (Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 51)
Grof: Es cierto. ¿Por qué se aceptó la teoría de Einstein basada en los resultados
obtenidos a partir de la medición del perihelio de Mercurio durante el eclipse solar? En
realidad, la predicción no era exacta; tan sólo se ajustaba algo más a las medidas
actuales que las derivadas del modelo newtoniano.
Laszlo: En el fondo prácticamente se podía llegar a las mismas predicciones a
través de la física newtoniana si se aceptaba la teoría balística de la luz. Imaginemos
que la luz (el flujo de fotones) tiene masa y que la masa del Sol y otros cuerpos celestes
atrae estos fotones. Obtendremos una línea curva, la misma que si hubiéramos
aceptado que el espacio (o el espacio-tiempo) era curvo.
Grof: Entonces, ¿por qué se aceptó la teoría de Einstein en lugar de la de
Newton?
Laszlo: Al final parece ser que el motivo fue algo que la ciencia considera casi un
factor estético: la simplicidad y la elegancia. En este caso se buscó la simplicidad y
elegancia de las matemáticas básicas de una teoría. En esta especial teoría de la
relatividad que por primera vez propuso Einstein las ecuaciones del movimiento
permanecían invariables incluso cuando existía una aceleración del movimiento. Las
famosas "invariables relativas" hacían que las ecuaciones resultaran constantes y
elegantes. Por otro lado, al descubrir los extraños efectos que salieron a la luz en las
postrimerías del siglo xix (la radiación del cuerpo negro, por ejemplo), los físicos no
tuvieron que añadir suposiciones ad hoc, ni recurrir a otros recursos para salvar la
teoría conservando su validez.
Unos siglos antes Copérnico había realizado una hazaña similar con su teoría
heliocéntrica. Acabó con esos epiciclos añadidos a otros epiciclos que los astrónomos
necesitaban para conservar la validez de la antigua astronomía geocéntrica. Copérnico
se convenció de que la naturaleza ama la simplicidad. Así es; a los científicos les
encanta que ésta aparezca en sus teorías, que ya son lo bastante complicadas de por
sí como para hacerlas más complejas de lo absolutamente necesario. Este principio es
fundamental en la ciencia moderna para aceptar nuevas teorías.
Russell: Siempre me ha fascinado el aspecto simple e invariable del cosmos.
Empecé a trabajar de matemático porque me atraía la simplicidad y la belleza de la
materia, y lo que encontré más fascinante de todo (reconozco que para mí fue como
una revelación) fue el descubrimiento de que existe una ecuación básica que subyace a
la mecánica de todo el mundo físico. Todo se reduce a la ecuación de Euler expresada
58
de una u otra manera, o lo que en términos populares se conoce como la ecuación de
onda. Es una fórmula muy simple, pero sumamente eficaz.
Puede aplicarse a la oscilación de un péndulo, la dinámica del átomo, la
propagación de la luz o el movimiento de los planetas. ¡Es tan simple y tan bella! Si
entonces me hubierais preguntado si existía un dios, habría respondido que ese dios
estaba en las matemáticas.
Sin embargo, lo más relevante de todo es que las matemáticas, que son una
creación de la mente humana, deban estar en relación con la realidad física.
Grof: Uno podría pensar que la capacidad de las matemáticas para modelar
fenómenos del mundo material sería uno de los principales obstáculos contra la
defensa de la separación cartesiana entre la res cogitans y la res extensa, la mente y la
materia. ¿Cómo es posible, en cambio, que un sistema producto de la psique prediga
correctamente los fenómenos en un contexto absolutamente distinto?
Laszlo: Los científicos tienden a considerar los fenómenos de manera aislada e
intentan explicarlos con la matemática más simple y hermosa. No obstante, la
simplicidad y la belleza de la matemática cambian ante la multiplicidad de los
fenómenos considerados. Si entendemos que el mundo físico y el biológico forman una
misma unidad, veremos que ahí funciona un conjunto de conceptos básicos distinto del
que podríamos aplicar a cada uno de los ámbitos por separado. Si, por otro lado,
contemplamos el mundo de la psique humana e incluimos en él los hallazgos más
esotéricos de la experiencia (por ejemplo, las experiencias transpersonales y las
experiencias al borde de la muerte de que hablábamos antes), el sistema de explicación
único volverá a cambiar. Buscaremos otros conceptos aclaratorios más generales.
Quizás en un futuro próximo una matemática básica y bella rija una parte considerable
de la realidad: un ámbito que también incluya la conciencia humana en el mundo vivo y
el universo físico.
Russell: Sí, creo que ésta es la dirección que hemos tomado: el nuevo paradigma
podría surgir muy pronto. Lo único que necesitamos es que alguien reúna todas las
piezas en una ordenación radicalmente distinta y produzca un modelo teórico que
pueda dar razón del mundo de la mente así como del mundo de la materia. Es algo que
encuentro muy excitante, y además se ha convertido en el eje de mi trabajo durante
estos últimos años. Ahora vemos la conciencia como algo que surge del espacio, el
tiempo y la materia, algo que aparece como resultado de la actividad física en el
sistema nervioso del ser humano. No obstante, vamos en dirección contraria. Creo que
tarde o temprano tendremos que aceptar que la conciencia es absolutamente
fundamental para el cosmos y no algo que surge de la materia.
En cierto sentido no planteo nada nuevo. La sabiduría antigua tradicional ya se
había ocupado del tema. La mayor parte de la filosofía hinduista, por ejemplo, se deriva
del supuesto de que la conciencia es absolutamente fundamental. La ciencia en la
actualidad rechaza esta clase de ideas, pero al final quizás tenga que aceptar la
posibilidad de que haya algo cierto en todas ellas.
Laszlo: Nos dirigimos hacia una nueva cultura en la que la ciencia ocuparía una
parte, la sabiduría antigua, otra, y en la que ambas podrían encontrar una nueva

59
manera de integrarse. No se trataría de recuperar o reinterpretar el pasado, sino de
elaborar una nueva síntesis.
Grof: Sí, la dirección que hemos tomado no es una simple regresión y vuelta atrás
hacia las ideas obsoletas, sino una progresión en espiral en la que algunos de los
elementos anteriores aparecen a un nivel más elevado, formando parte de una síntesis
creativa de la sabiduría antigua y la ciencia moderna.
Russell: Me gusta la idea de la espiral, porque implica volver a donde ya hemos
estado pero habiendo adquirido algo más. Yo no creo que asistamos a un mero retomo
de las tradiciones antiguas. Eran muy válidas para su época, pero nosotros vivimos en
un mundo diferente, inmersos en otro clima social, y poseemos un conocimiento distinto
del cosmos.
Lo que ahora necesitamos es una sabiduría contemporánea que se adecúe a los
tiempos actuales. El mensaje central es el mismo. Es lo que Aldous Huxley llamó "la
filosofía perenne", la misma sabiduría básica recurrente que aflora en diversas épocas y
culturas y en momentos diferentes. Sin embargo, su formulación real varía
considerablemente. Lo que hoy en día necesitamos es una formulación en términos
contemporáneos comprensible para la gente de la calle y, al mismo tiempo, acorde con
nuestros tiempos.
Creo que en eso consiste la revolución de la conciencia. Estamos redescubriendo
para nosotros la sabiduría eterna en términos contemporáneos, y dándole la
importancia que merece en un mundo donde predominan la ciencia y la razón.
Por otro lado, Feyerabend (2005; p. 32) considera que la ciencia en su mejor
aspecto, es decir, la ciencia en cuanto es practicada por nuestros grandes científicos,
es una habilidad, o un arte, pero no una ciencia en el sentido de una empresa
«racional» que obedece estándares inalterables de la razón y que usa conceptos bien
definidos, estables, «objetivos» y por esto también independientes de la práctica. O,
para utilizar una terminología tomada del gran debate sobre la distinción entre
«Geisteswissenschaften» (Ciencias del espíritu) y «Naturwissenschaften» (Ciencias de
la naturaleza), no existen «ciencias» en el sentido de nuestros racionalistas; sólo hay
humanidades. Las «ciencias» en cuanto opuestas a las humanidades sólo existen en
las cabezas de los filósofos cabalgadas por los sueños.
La ausencia de estándares «objetivos» no hace la vicia más fácil: la dificulta aún
más. Los científicos no pueden seguir apoyándose en reglas de pensamiento y acción
bien definidas. No pueden decir: nosotros poseemos ya los métodos y estándares para
una investigación correcta; todo lo que necesitamos es aplicarlos. Porque según la
visión de la ciencia defendida por Mach, Boltzmann y Einstein, los científicos no sólo
son responsables de una aplicación adecuada de los estándares existentes, sino que
además son responsables de esos mismos estándares. (Feyerabend, 2005; p. 33)
Feyerabend no distingue entre ciencia y arte. Para Feyerabend (2005; p. 53), la
ciencia buena es un arte, no una ciencia.
Ya sé que en el pasado yo mismo fui un caprichoso de la ciencia, pero
actualmente me he hecho muy escéptico sobre la autoridad de la ciencia en temas

60
ontológicos. El hecho de que la «ciencia funciona» no elimina mi incomodidad. La
ciencia funciona algunas veces, y con frecuencia falla. (Feyerabend, 2005; p. 57)
Y, además, la eficiencia de la ciencia viene determinada por criterios que
pertenecen a la tradición científica. La ciencia no salva almas, pero esto no es parte de
su “funciona”. (Feyerabend, 2005; p. 58)
Digamos finalmente que el conocimiento científico es sólo una forma de
conocimiento. La filosofía o el arte, son otras formas de conocimiento, puesto que
también pretenden configurar una imagen del mundo o de alguna de sus partes.
Una propiedad de todo conocimiento científico es, sin embargo, la exigencia de su
proyección y aplicación. Significa esto que el conocimiento adquiere su razón de ser en
el momento en que sirve para predecir, para describir o para orientarnos en nuestro
quehacer cotidiano, en nuestro funcionamiento en el mundo.
En cambio, el arte, según Wagensberg (2007; p. 86), no tiene por qué tener tal
servidumbre o tal honor. En arte, el intento de elaborar directamente una imagen de la
complejidad del mundo es legítimo sin la asunción previa de actitudes o, en todo caso,
asumiendo otras.
La filosofía -una forma de conocimiento- se permite la duda desde este mismo
punto de partida: pensador y resto del mundo, sujeto y objeto, trazan un amplio círculo,
un círculo indefinido pero seguramente más virtuoso que vicioso. La ciencia -otra forma
de conocimiento- liquida la cuestión asumiendo el principio de objetivización del mundo,
en virtud del cual la observación es lícita, esto es, el pensador puede sustraerse del
mundo para contemplarlo independientemente de sí mismo y llegar, por lo tanto, a un
acuerdo con otros pensadores que apliquen idéntico principio. Esto da lugar y sentido a
cierta definición moderna de la ciencia: ciencia es el acuerdo que se alcanza entre
científicos de prestigio. (Wagensberg, 2007; p. 89)
Cualquier objeto de este mundo puede considerarse, en principio, como un todo
compuesto por ciertas partes en interacción. Cada partición define un conjunto distinto
de interrelaciones y un modo distinto de comprender el todo.
Wagensberg (2007; p. 94) llama partición al conjunto de los tres elementos
fundamentales que define: el todo, las partes y sus mutuas interacciones.
Entendida así, una particular partición equivale también a una particular forma de
inteligibilidad científica. En efecto, dado que el todo no suele ser una simple suma de
partes, y sus mutuas interacciones. Entendida así, una particularidad para comprender
un objeto es, ¿por qué no?, la capacidad para relacionar entre sí los distintos elementos
fundamentales de la partición. (Wagensberg, 2007; p. 95)
En definitiva, consideraremos el arte como una forma de conocimiento, la más
ávida y valerosa con respecto a la complejidad humana y social, por cuanto elabora
imágenes de sucesos del mundo que nos rodea y de nosotros mismos.
El conocimiento artístico se distingue del conocimiento científico por sus actitudes
fundamentales, y es por ello que la ciencia está más limitada y constreñida que el arte.
Y por ello su utilidad y su influencia sobre nuestra interacción con el mundo, es distinta.
Y por ello sabemos más de la ciencia que del arte.

61
El arte no es, en efecto, un conocimiento muy conocido. Pero se ha escrito mucho
sobre él.
En este sentido, Wagensberg (2007; p. 109) hace las siguientes precisiones:
 El arte es una manifestación de la sublimación. Donde, según Freud, debemos
entender la sublimación como la desviación de un instinto de su objeto directo,
no admisible socialmente, y su trasposición a la órbita de una satisfacción
indirecta, intachable y admirada desde el punto de vista social. El arte sería
entonces una manifestación de la neurosis, y el de oficio artista, un neurótico.
 El arte es una manifestación de lo sublime. O de lo bello.
 El arte es una forma de huir de la realidad.
 El arte es una compensación, una indemnización o un desagravio por la
realidad.
 El arte es una fuente de verdad.
 El arte es una manifestación del espíritu.
 El arte es una manifestación de la cohesión social.
 El arte es un foco de revolución.
 El arte es una manifestación de la libertad.
Wagensberg (2007; p. 110) considera el arte como una forma de conocimiento
basado en el principio de comunicabilidad de complejidades no necesariamente
inteligibles.
Está claro, la mente es el ente creador del mundo material, del conocimiento
científico; sin embargo, en la obra terminada no es sino un accesorio marginado e
insignificante que puede omitirse sin que por ello el efecto total pierda el menor mérito.
A cambio de esta autoinmolación altruista, el científico suministra conocimiento
universal y aplicable, cuya reputación nadie cuestiona. El artista, en cambio, renuncia a
la universalidad y a la aplicabilidad. A cambio de ello, tiene luz, sonido, calor, color... Y,
por no haberse excluido del mundo, no se pregunta dónde y por qué puede
interaccionar con él. Cree en tal posibilidad por el principio de comunicabilidad. Por ello
tampoco sufre el complejo de servir al mundo real. Al contrario, si conviene, incluso
puede vanagloriarse de huir de él (véase el Romanticismo o alguna de las frases
adelantadas al final del apartado anterior). O erigirse en la compensación de los
sufrimientos que la realidad provoca (otra de las frases) (algo que ofrecer, por cierto,
para la salud interior del maltrecho científico creador). Y eso no impide, naturalmente —
y si conviene—, tomar la realidad cotidiana como tema para amar u odiar (véase ahora
el Pop-Art en la versión warholiana). Mi yo no sólo está a salvo de caliginosas con-
tradicciones, sino que encuentro en el arte una forma de cultivarlo, un modo para
contemplarme. (Wagensberg, 2007; p. 117)
Cuando un artista sospecha que se ha alejado demasiado de su obra, lo que de
todos modos ocurre con frecuencia, entonces se sobresalta y, a veces trata de rein-
tegrarse en ella como sea.

62
En criterio de Wagensberg (2007; p. 118), la separación entre creador y creado
explica más cosas. En el caso de la ciencia, por ejemplo, explica que la ciencia pueda
enseñarse. La obra, una vez creada, se libera de su creador. Pertenece a todo el
mundo y puede ser universalizada, que para eso están las universidades. La no
separación, la libertad del arte con respecto al científico principio de objetivización,
explica en cambio que el arte no pueda enseñarse.
Son palabras de Borges: «El arte no puede enseñarse, se puede enseñar el amor
al arte». He aquí una noble aspiración para las escuelas y academias de arte.
También explica ciertas correlaciones entre la historia de la ciencia y la historia del
arte. La tremenda aceleración de la ciencia a partir del siglo XVII ha traído consigo,
claro, todos los traumas humanos del principio de objetivización, sólo tímidamente
perturbados en los años veinte por el principio de incertidumbre de Heisenberg.
Wagensberg (2007; p. 119) precisa que el principio de objetivización crea
conocimiento universal falsable y corroborable, por lo que la virtud de la sinceridad en el
científico es asunto absolutamente insustancial. El principio de comunicabilidad invita a
creer en el artista. Al artista la sinceridad se le supone. Y hay que sospechar cuando un
artista proclama su sinceridad expresamente o cuando reclama que hay que creer en él
porqués es inocente con respecto a la complejidad que representa.
A cambio de ello pretenden servir para conducir nuestra interacción con el mundo.
En la nomenclatura de capítulo cuarto: tienen una vertiente aplicadora. Nos
proporcionan órganos exosomáticos (instrumentos de observación, medios de
locomoción, de previsión) y normas morales, ideologías, ideales, utopías... Pero ni el
científico más bravo competiría con el pintor de perdices. ¿Quién conoce, por ejemplo,
la biofisicoquímica de la belleza? No hemos hecho otra cosa que responder a esta
pregunta, pero Wagensberg (2007; p. 119) nos invita a oir otras voces:
De lo que no se puede hablar, mejor es callarse (Ludwig Wittgenstein en el
Tractatus Lógico-philosophicus) ¡y pintarlo! (Félix de Azúa en «El País»).
Seguimos con Wagensberg (2007; p. 128) quien nos dice que para conocer la
belleza hay que mostrarla; elegir una forma de arte y transmitirla.
El arte es la continuación del conocimiento por otros medios. O, mejor dicho, con
otros principios fundamentales, allí donde otras formas de conocimiento entregan sus
armas. La tendencia primera acaso sea tratar de obtener conocimiento al estilo
científico, pero, cuando la elaboración de una imagen de la complejidad no es aplazable
a que ésta sea analizada, entonces se produce la desviación del instinto, la
sublimación. Y no hay engaño en la operación de captar la totalidad mediante el acto
artístico [lo que Hauser llama the fallacy of wholism (54)], el principio de
comunicabilidad de las complejidades ininteligibles es la actitud que lo legitima.
(Wagensberg, 2007; p. 129)
El arte, en criterio de Wagensberg (2007; p. 137), al prescindir del principio de
objetivización, no puede evitar que sus qués y cómos dependan del hombre, de su
entorno y de su momento. El artista, creador o contemplador, no puede sustraerse a su
tiempo y a su sociedad.
Y por ello la complicidad, cuando se da, lo es mucho más cuando creador y
63
contemplador pertenecen al mismo suceso histórico. Y eso es, es verdad, lo más difícil,
porque exige un gran nivel de arte y de inquietud en la comunidad contempladora. Es
cuando la consumación del acto artístico adquiere su significado exacto y profundo. El
arte puede volver, en principio, a tiempos anteriores.
El caso de la ciencia, según Wagensberg (2007; p. 138), es distinto, porque tiene
una clara facultad de manejar su propia evolución. La ciencia cambia la historia del
hombre y, en este sentido indirecto, cambia el arte. La ciencia puede aumentar el
caudal y calidad de sus resultados a través de los recursos y del número de científicos
que forma y que pone a trabajar. Pero no está claro que haya más arte porque aumente
el número de organizaciones artísticas o el número de gentes que se dediquen al arte.
Se diría que el volumen de arte que puede dar un momento y lugar es una cantidad que
se conserva ortogonalmente a los desvelos de organizadores, comerciantes y críticos.
La crisis en el arte aparece, en todo caso, cuando se pretende (o simplemente se
espera) un desfase entre la realidad individual y social y la producción artística; cuando
necesitamos consumir más o mejor de lo que se produce. O cuando alguien necesita
que se consuma menos. Porque no se puede apretar el acelerador del arte, pero sí el
freno. (Wagensberg, 2007; p. 139)
Porque el hombre es un suceso del mundo que cree tener la facultad de tirar de
los hilos de su propio drama, algo que, naturalmente, depende del conocimiento que
aquél haya conseguido de sí mismo y del resto del universo. Es por eso que inventa
ideologías y confecciona utopías. (Wagensberg, 2007; p. 141)
Creo que no queda mucho por decir. Arte, ciencia y filosofía deben estar unidas.
Representan formas diferentes de conocimiento que deben complementarse. El
conocimiento científico, el filosófico y el artístico constituyen una tríada sistémica y
holística, una configuración válida que nos permite orientarnos de una mejor manera en
este complejo y caótico mundo lleno de acontecimientos impredecibles e
incertidumbres.

64
II-NUEVA RACIONALIDAD CIENTÍFICA EN EL SIGLO XXI
2.1-Aportes de las Neurociencias
La reflexión hermenéutica me ha permitido concretar algunas ideas que amplían,
complementan, fertilizan y vigorizan el contexto de la problemática urgente de modificar
de manera sustancial los conceptos científicos y enfoques epistemológicos para el
desarrollo de las ciencias sociales y humanas, sin descolgarnos de los autores clásicos
y actualmente reconocidos. O como diría el maestro Miguel Martínez Miguélez,
haciendo alusión a una frase de Newton: sin bajarnos de sus hombros.
La ciencia tiene fines y busca alcanzar unos propósitos, para su desarrollo
necesita del pensamiento, la creatividad, la imaginación y la construcción de teorías.
Nada de ello es reducible al comportamiento y acción de un agregado o conjunto de
átomo. De ahí que lo que nuestra cultura del siglo XXI está pidiendo a grandes gritos es
un planteamiento equilibrado y satisfactorio que nos relacione de modo adecuado lo
mental y lo físico. Una configuración sistémica y compleja en el ámbito científico. Este
planteamiento está siendo defendido desde muchas áreas distintas del conocimiento,
tanto por parte de la ciencia como de la filosofía y la epistemología.
En este sentido, con la finalidad de lograr una mayor comprensión del proceso
científico social y humano, que permita proponer una nueva ciencia y un nuevo
paradigma epistemológico para este tercer milenio, he asumido una concepción
paradigmática configuracional, basada en teorías científicas emergentes, que se
aprecian en publicaciones realizadas desde el pasado siglo y que aún se continúan
haciendo nuevas ediciones y reimpresiones en esta primera década del siglo XXI.
Me refiero a las mencionadas ciencias del caos y la complejidad (Schifter, 2001;
Morín, 2001; 2010; 2011; Prigogine, 2008; 2009; 2012), la Teoría de Sistemas
(Bertalanffy, 2007; Gigch, 2007; Luhmann, 2008), el paradigma holográfico (Pribram,
2008), las ciencias de la cultura (Cassirer, 2005), la nueva concepción sistémico-
ecológica propuesta por el eminente físico Frijof Capra (2002; 2007; 2008; 2010)
La Teoría de Sistemas empezó con von Bertalanffy a manera de reflexión en
Biología y se expandió estrepitosamente a partir de la década del 50, teniendo
aplicaciones en múltiples áreas del saber, por lo que puede ser considerada una teoría
universal, por cuanto “toda realidad conocida, desde el átomo hasta la galaxia, pasando
por la molécula, la célula, el organismo y la sociedad, puede ser concebida como
sistema, es decir, como asociación combinatoria de elementos diferentes.” (Morín,
2011; p. 41)
Laszlo (1989; p. 137) también considera que las nuevas ciencias de los sistemas
fuera del estado de equilibrio remontan sus orígenes a la teoría general de los sistemas
de Ludwig von Bertalanffy, pero incluye a la cibernética de Norberto Wiener y a la teoría
de la información de Claude Shannon.
Los conceptos básicos y las teorías fueron desarrollados en diversos dominios de
las ciencias naturales y sociales, como también en la filosofía. Estos conceptos
alcanzaron su madurez con la termodinámica del no equilibrio de Ilya Prigogine y los
actuales avances en la construcción de modelos matemáticos del caos y la
transformación en los sistemas dinámicos.
65
Bateson (2010; p. 506) también refiere este acontecimiento como un proceso
históricamente significativo que tuvo lugar en su vida, aproximadamente en 1946-1947:
“Fue precisamente la coalescencia de algunas ideas que se habían desarrollado
en distintos lugares durante la Segunda Guerra Mundial. A la congerie de esas ideas
podemos denominarla Cibernética o teoría de la información o teoría de los sistemas.
Las ideas se generaron en distintos lugares: en Viena, por Bertalanffy; en Harvard, por
Wiener; en Princeton, por von Neumann; en las laboratorios de la Bell Telephone, por
Shannon; en Cambridge, por Craik, etcétera. Todos estos procesos, que se
desarrollaron en distintas centros intelectuales, se ocupaban de problemas de la
comunicación, en especial de qué es un sistema organizado.”
Una de las raíces de la cibernética se remonta a Whitehead y Russell y lo que se
llama la Teoría de los Tipos Lógicos. En principio, el nombre no es la cosa nombrada, el
nombre del nombre no es el nombre, y así sucesivamente. (Bateson, 2010; p. 507)
Estas ciencias, según Laszlo, 1989; p. 137), nos dan una visión nueva de la
naturaleza de la realidad. En esta visión, el hombre y la sociedad no son extraños en el
universo sino que forman parte de la gran cadena de la evolución, que comenzó con el
Big Bang hace 18.000 millones de años y se manifiesta ahora en los fenómenos de la
vida, la cultura y la conciencia. Las nuevas ciencias describen las características
dinámicas de esta evolución y sus principales etapas.
Si es que hay una base sólida para evaluar el próximo paso en la evolución de la
humanidad, y para intentar dirigirla por el bien de todos, sin duda estas ciencias están
en una situación privilegiada para proporcionarla. (Laszlo, 1989; p. 137)
En Latinoamérica, me han servido de sustento el enfoque configuracional de la
personalidad, del eminente psicólogo cubano Fernando González Rey (1997), la
concepción biológica del conocimiento (Maturana y Varela, 2002; 2003; 2009), la teoría
neural de la oscilación (Llinás, 2003), los enfoques y métodos holísticos (Barrera, 2004;
2008; 2010 y Fuentes, Álvarez, Matos, 2004), las propuestas cualitativas etnográficas y
emergentes de Miguel Martínez Miguélez (2008; 2009; 2011; 2012), así como la
Epistemología del Sur (propuesta esbozada por Boaventura de Sousa Santos, 2009;
2010), entre otras teorías, que dan cuenta de la realidad social y humana de una
manera mucho más nítida y diáfana.
Además, me sustento en los impresionantes avances de la Neurociencia actual y
en las propuestas esperanzadoras, de gran alcance y extensión, de notables
neurocientíficos (Antonio Damasio, David Linden, Michael Gazzaniga), que evidencian
el carácter holístico, complejo y configuracional del cerebro y la mente humana, en
tanto configuración de configuraciones afectivo-emocionales, cognitivo-intelectuales e
instrumentales-praxiológicas.
La ciencia es una actividad cognoscitiva, que genera conocimientos, hasta tal
punto que en la actualidad la ciencia es el paradigma de todas las demás fuentes de
conocimiento. Como las neurociencias nos informan sobre los mecanismos por los que
surgen las teorías y demás conocimientos científicos, es preciso recurrir a estas
ciencias para hacer una teoría de la ciencia.

66
A partir de las neurociencias se podría investigar de qué manera los científicos
usan sus capacidades cognitivas para interaccionar con el mundo. Esas capacidades
tienen base biológica (la percepción, la sensación, la atención, la concentración, el
lenguaje, el pensamiento, la imaginación, la memoria, el sueño, el control motor, la
inteligencia y la creatividad)
Parra esta tarea es preciso interpretar todas las teorías científicas desde el ámbito
de las neurociencias. El giro neurocientífico está avalado por el éxito de las
neurociencias que en las últimas décadas han desarrollado los modelos más
poderosos de cognición humana.
En este sentido Martínez (2008; p. 217) destaca que en 1990, el congreso de los
Estados Unidos emitió una resolución por medio de la cual designó la década de 1990
como “década del cerebro”, y destinó más de 500 millones de dólares para el estudio de
la neurociencia durante ese año. Actualmente se realizan más de medio millón de
investigaciones anuales sobre el cerebro.
Siguiendo a Martínez (2008; p. 217), hay que precisar que los conocimientos que
especifican la naturaleza constitutiva del cerebro humano son todos muy
sorprendentes, en apariencia, increíbles y casi imposibles de imaginar. Pensemos que
una sola molécula de ADN (responsable de la codificación genética y que no se ve a
simple vista) tiene en su doble espiral 3000 millones de peldaños que llevan la
información para la reproducción exacta de cada especie.
Por ello, veamos sólo algunos datos más (Martínez, 2008; p. 218 y 2012; p. 29-
30):
 El cerebro humano tiene solo 2% del peso del cuerpo, pero consume 20% de su
energía, de su oxígeno.
 Está compuesto por unas 100 mil millones de neuronas, cada una de las cuales
se interconecta con otras por un numero de sinapsis que va de varios
centenares a más de 20000, formando una red estructural que es 100 veces
más complejas que la red telefónica mundial.
 Sin embargo, el tiempo de activación entre dos sinapsis es inferior a un
milisegundo (Eccles, 1973).
 Una estimación modesta de la frecuencia de impulsos entre los dos hemisferios
supera los 4000 millones por segundo, 4000 megahertz (MHz) (Eccles, 1980; p.
366), cuando las computadoras más complejas se acercan ahora (2007) a los
2000 MHz.
 De esta manera, la velocidad de procesamiento de información del sistema
nervioso no consciente supera toda posible imaginación humana, siendo de uno
a 10 millones de bits (unidad de información) por segundo (Hainer, 1968), lo
cual equivale a unas 300 páginas de lenguaje de un libro normal.
 Toda experiencia sensorial, consciente o inconsciente, queda registrada en el
aparato neuronal y podrá ser evocada con posterioridad, si se dan ciertas
condiciones propicias; y algo parecido sucede con nuestro conocimiento
hereditario inconsciente, que constituye una base de potencialidad aún mucho
mayor (Popper, 1980; p. 136-137).

67
 Parece ser que el cerebro, al igual que algunos sentidos como la vista y el oído,
utilizan los principios holográficos para almacenar información, de modo que,
registrando únicamente la pauta de difracción de un evento (no la imagen, sino
el computo capaz de reducirla), conserva la información de la totalidad y así el
todo está en cada parte y estas en el todo y el aprendizaje se reduce a la
organización jerárquicas de estructuras. Esto indicaría que el cerebro sigue el
sabio consejo de no poner en la cabeza nada que pueda ubicarse en una
estantería.
 Del mismo modo, la vastedad y los recursos de la mente son tan grandes que el
ser humano puede elegir, en un instante dado cada una de las 1040 sentencias
diferentes de que dispone una lengua culta (Polanyi, 1969; p. 151).
 Estos y otros datos similares nos llevan a concluir que el cerebro humano es la
realidad más compleja del universo que habitamos.
 Nos podemos preguntar qué sentido o significado tiene, o qué función
desempeña, esta asombrosa capacidad del cerebro humano que reside en su
ilimitada posibilidad de memoria y en su inimaginable velocidad de procesar
información. Nuestra respuesta es que esa dotación gigantesca está ahí,
esperando que se den las condiciones apropiadas para entrar en acción.
Para desempeñarse en la sociedad, el ser humano debe prever el resultado de
sus acciones teniendo en cuenta la información que recibe por los órganos de los
sentidos. Para Llinás (2003) la capacidad de predicción es probablemente la función
primordial del cerebro humano.
La predicción “opera tanto a niveles conscientes como reflejos, y es la más
generalizada de las funciones cerebrales en la mayoría, sino en todos los niveles de su
operación.” (Llinás, 2003, p. 27)
Llinás revolucionó el concepto que antes se tenía sobre el sistema nervioso, es
decir, «la esencia de la naturaleza humana». Los planteamientos de Llinás (2003)
rompen por completo las antiguas creencias y marcan un nuevo paradigma sobre la
manera de entendernos a nosotros mismos y nuestra interacción con lo que llamamos
«realidad».
El cerebro es “una maravillosa máquina biológica, intrínsecamente capaz de
generar patrones globales oscilatorios que literalmente son nuestros pensamientos,
percepciones, sueños, en fin, el sí mismo.” (Llinás, 2003; p. 155)
El cerebro es una entidad muy diferente de las del resto del universo. Es una
forma diferente de expresar todo. La actividad cerebral es una metáfora para todo lo
demás. Somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del
mundo real (Llinás, 2003).
Thomas DeMarse, profesor de la Universidad de Florida ha creado un 'cerebro
vivo' que puede pilotar un simulador de vuelo.
"Es un plato con 60 electrodos dispuestos en forma de rejilla en su fondo, sobre
eso colocamos neuronas corticales vivas de ratas, que vuelven a conectarse
rápidamente, formando una red neural viva - un cerebro". Las células trabajando en

68
equipo, logran estabilizar el “avión”, espontáneamente se asocian en red y sin mediar
instrucción alguna “deciden estabilizar un vuelo virtual.”
Es un hito en la investigación, pues al parecer las neuronas actúan solas, sin
instrucciones, lo que empieza a demostrar que el cerebro es vivo, dinámico y creativo
por su propia naturaleza. El cerebro aprende por sí sólo y en la interacción con el
medio, su naturaleza es bio-neuro-psico-social (genética y cultural).
Generalmente, cuando hablamos del cerebro nos referimos a este órgano en
singular, aunque en realidad para comprender en toda su dimensión el funcionamiento
del cerebro humano debemos analizarlo en sus tres sistemas que los neurólogos
conciben como tres computadoras biológicas interconectadas entre sí, fusionadas en
una sola estructura, es decir, configuradas.
El cerebro utiliza la gran cantidad de informaciones disímiles que tiene
almacenadas y las relaciona en forma armónica, sistémica, coherente y creativa para
crear nuevo conocimiento y nuevas redes y circuitos de comunicación neuronal que le
permitan resolver sus propios problemas, es decir, nuestros problemas.
El sistema nervioso no es rígido, es plástico y flexible, es un sistema dinámico que
se transforma y evoluciona a lo largo del tiempo. Los módulos, sistemas y áreas
cerebrales actúan como una unidad sinérgica. No puede considerarse organizado en
niveles autónomos entre sí, sino configurados armónicamente, de manera coherente,
en forma de sistemas de configuraciones neuropsicológicas.
En este sentido, el cerebro humano es una configuración de configuraciones,
integradas por sistemas, y éstos por circuitos y redes que se comunican entre sí y con
otros circuitos y redes pertenecientes a otros sistemas configurados.
Aunque a veces se habla de que el ser humano posee tres cerebros, en realidad
es sólo un cerebro configurado por tres sistemas bien delimitados entre sí, según el
modelo de la estructura cerebral "cerebro triuno”, de Paul MacLean (Instituto Nacional
de Salud Mental de los EE.UU)
Según esta teoría de la división cerebral, el cerebro humano está conformado por
tres partes:
1) Cerebro reptil (el cocodrilo que llevamos dentro).
2) Cerebro límbico (el caballo).
3) Neocórtex (la parte más distintivamente “humana”).
En la parte más profunda de la estructura cerebral, en el extremo superior de la
espina dorsal, está ubicado el sistema reptil de nuestro cerebro (primario, primitivo o
posterior). Aproximadamente en el centro de la estructura cerebral, entre el sistema
reptil y la corteza cerebral, está el cerebro límbico (medio), el segundo sistema del
cerebro. La corteza cerebral (Neocórtex) es el tercer sistema del cerebro y es el más
conocido de los tres.
El sistema reptil del cerebro es el responsable del control muscular, cardiaco y
respiratorio, es el encargado de nuestra supervivencia, está involucrado en la
concepción de la delimitación territorial y provoca nuestra tendencia a mantener una

69
existencia rígida, estricta, obsesiva y casi programada, que se caracteriza por la
repetición como conducta cotidiana. En el sistema límbico procesamos nuestras
emociones y las relaciones con los demás. El Neocórtex proporciona la capacidad para
desarrollar la memoria, solucionar problemas y ser creativos.
Sin embargo, fue Roger W. Sperry9, fue quien estableció hace casi dos décadas,
la división cerebral en hemisferios derecho e izquierdo en su teoría de los hemisferios
cerebrales.
Según Enciso (2004; p. 89), el cerebro humano “actúa como un órgano integral,
compuesto por los dos hemisferios –derecho e izquierdo- hasta cierto punto
especializados e interrelacionados entre sí, por un cuerpo calloso que hace las veces
de puente, con doscientos millones de fibras de unión.”
Frecuentemente se dice y se admite que “el hemisferio izquierdo del cerebro rige
la parte racional del ser humano. Es el origen de las funciones lógicas, analíticas y
verbales, que ejerce mayor control sobre la destreza manual, la lectura y el lenguaje. El
derecho se dirige a la parte emocional, actúa más con la comunicación no verbal,
dotado de sensibilidad y capacidad espacial. Involucra la creatividad y los aspectos
excepcionales del talento humano.” (Enciso, 2004; p. 89)
En el hemisferio izquierdo se procesan las funciones asociadas con el lenguaje, la
lógica y las matemáticas. Este lado del cerebro “abarca las estructuras que
implementan palabras y frases y que median en diversos aspectos léxicos y
gramaticales” (Damasio y Damasio, 1992; p. 92) y en el otro lado del cerebro están
situados los conceptos artísticos, musicales y creativos.
Estos dos hemisferios están conectados por una compleja red de más de 200
millones de neuronas, lo cual significa que, a pesar de que cada uno se encarga de
diferentes funciones, los dos están involucrados en casi todas las actividades mentales
(Cruz, 2003).
De hecho, “el conjunto de estructuras neurales que representan los conceptos
propiamente dichos se distribuye en el hemisferio derecho e izquierdo en numerosas
regiones sensoriales y motoras” (Damasio y Damasio, 1992; p. 92). En estos
hemisferios se producen las más complejas interconexiones neuronales, que
proporcionan al ser humano su capacidad intelectual y emocional.
El control del cuerpo por parte de los hemisferios es cruzado. Es decir, el
hemisferio derecho domina la mitad izquierda del cuerpo, y el izquierdo, la derecha.
Como se aprecia, el hemisferio derecho y el izquierdo controlan funciones
absolutamente diferentes. Mientras el hemisferio derecho controla facultades como la
capacidad creativa, artística y la orientación espacial; el hemisferio izquierdo lo hace
sobre otras, como el cálculo matemático, la comprensión verbal y la memoria. Sin
embargo, a pesar de ello, ambos se complementan. La mayoría de las actividades que
realizamos requieren la intervención conjunta de las funciones localizadas en los dos
hemisferios.

9
Neurofisiólogo norteamericano, ganador del Premio Nobel de Medicina en 1981.

70
Por ejemplo, el aprendizaje y la actuación matemática es una particularidad
transcultural del ser humano, lo que significa que es un rasgo genéticamente heredado,
es decir, existen configuraciones matemáticas en el cerebro. “La existencia, por
ejemplo, de idiotas sabios, matemáticos que pueden hacer cálculos de miles de
millones pero que tienen disfunciones cognitivas en los demás aspectos, parecería
confirmar la existencia de dicho mecanismo neurofisiológico.” (Alper, 2008; p. 130).
De ahí que consideremos que existen configuraciones neurofisiológicas de lo
matemático en nuestro cerebro, entonces podemos afirmar que también poseemos
genes matemáticos, responsables del surgimiento de estas configuraciones. Por otro
lado, todas las generaciones de todas las culturas humanas han tenido la capacidad
para hablar y comprender una lengua, lo cual indica que dentro de nuestros
cromosomas existen genes en los que se originan nuestras capacidades lingüísticas.
“Cuando nos estamos desarrollando en el útero materno, la función de estos
genes del lenguaje es la de ordenarles a nuestros cuerpos que desarrollen conexiones
neurofisiológicas especializadas en donde se generaran nuestras capacidades
lingüísticas.” (Alper, 2008; p. 87).
Además, según Alper (2008; p. 83) el hecho de que las afasias musicales existan
indica que, al igual que el lenguaje, “nuestras capacidades musicales deben estar
integralmente relacionadas con nuestra estructura neurofisiológica.”
Las personas pueden sufrir afasias musicales, las cuales son semejantes a la
afasia lingüística y que consisten en la pérdida de alguna capacidad musical especifica
debido a una lesión física del cerebro. Por ejemplo, un compositor puede perder su
capacidad para componer luego de sufrir un derrame cerebral, o un músico su
capacidad para tocar un instrumento.
Un equipo de investigadores liderado por la antropóloga Helen Fisher, de la
Universidad de Rutgers ha trabajado para determinar la neuroquímica presente en las
conductas propias de los lazos afectivos. Fisher sostiene que el apego entre las parejas
que están enamoradas es producido por cambios en el cerebro, particularmente en un
grupo de neurotransmisores llamados monoaminas, entre los cuales están la dopamina,
la norepinefrina y la serotonina.
Para determinar estos cambios, Fisher sometió a parejas que sentían y un gran
amor mutuo a una imagen de resonancia magnética funcional (IRM), que puede
detectar cambios en el flujo sanguíneo del cerebro asociados con los afectos y el amor.
Fisher descubrió que mientras que la lujuria está determinada por la testosterona y el
estrógeno, los lazos afectivos están determinados por dos neurotransmisores llamados
oxitocina y vasopresina. Así que, aparentemente, incluso el amor romántico y los lazos
afectivos pueden reducirse a procesos neuroquímicos. Esta hipótesis fue confirmada
posteriormente por Andreas Bartles, del University College de Londres.
Bartles observo que cuando a los estudiantes sometidos a una IRM les mostraron
fotografías de seres queridos, hubo regiones del cerebro que se activaron de manera
significativa (a diferencia de fotos de otras personas, que tuvieron una reacción más
débil). Las zonas que se iluminaron hacían parte de la corteza cingular anterior, la
ínsula mediana, y partes del putamen y del núcleo caudado. (Tomado de Alper, 2008;
p. 115)
71
Estudios relativamente recientes del matrimonio de neurólogos portugueses
Hanna y Antonio Damasio (1992) permitieron localizar con éxito los sistemas que, en el
cerebro humano, operan nuestras diferentes comprensiones10 y el lugar donde se
procesan e irradian las inteligencias intra e interpersonal definidas11 por Gardner (2007)
o las competencias que Goleman (1996) bautizó con el nombre de “inteligencia
emocional”12.
Incluso, la música puede afectarnos fisiológicamente. “La música puede producir
una excitación emocional intensa y genuina que va desde la felicidad extática a la
profusión de lágrimas.” (Storr, 1992; p.29).
En efecto, para todo comportamiento humano existen genes especializados que
posibilitan el desarrollo de las zonas neurofisiológicas específicas en donde se
generaran dichas conductas. Por cada capacidad que tiene el ser humano, ya sea
cognitiva o afectiva, existe un sitio fisiológico en el cerebro en donde se genera. Por
ejemplo, “nuestra capacidad de visión está directamente relacionada con la corteza
visual y el calibre de nuestros ojos. Así mismo, la capacidad musical está directamente
relacionada con el calibre de las zonas del cerebro encargadas de generarla.” (Alper,
2008; p. 186). Incluso, la conciencia moral del ser humano está instaurada en nuestro
cerebro y determina en un 50 % nuestra conducta.
Conocer esta información es importante para un filósofo, científico o epistemólogo,
por cuanto se demuestra científicamente la identificación del centro de procesamiento
de los procesos cognitivos y afectivos del ser humano, que originan el conocimiento
humano, por lo tanto, no es un error hablar de Neuro-epistemología.
El gran neurólogo y neurocirujano Wilder Penfield (1966) llama áreas
comprometidas a aquellas áreas del córtex que desempeñan funciones específicas; así,
las áreas sensoriales y motoras están comprometidas desde el nacimiento con esas
funciones, mientras que las áreas dedicadas a los procesos mentales superiores son
áreas no comprometidas, en el sentido de que no tienen localización espacial concreta,
y su función no está determinada genéticamente. (Martínez, 2008; p. 218)
Penfield hace ver que, mientras la mayor parte de la corteza cerebral de los
animales está comprometida con las funciones sensoriales y motoras, en el hombre
sucede lo contrario: la mayor parte de su cerebro no está comprometida. Sino que está
disponible para la realización de un futuro no programado.
El hemisferio izquierdo, que es consciente, realiza todas las fundamentaciones
que requieren un pensamiento analítico, elementalista y atomista; su modo de operar es
digital, lineal, sucesivo y secuencial en el tiempo, en el sentido de que va paso a paso;
recibe la información dato a dato, la procesa en forma lógica, discursiva, casual y
sistemática, y razona verbal y matemáticamente, al estilo de una computadora donde
toda “decisión” depende de la anterior; su modo de pensar le permite conocer una parte
a la vez, no todas ni el todo; es predominantemente simbólico, abstracto y proposicional

10 Este mismo tema es admirablemente analizado por Antonio Damasio (1994) en su libro El error de Descartes.
11 Establecemos que la inteligencia humana es sólo una y en el libro Aprendizaje y Comportamiento basados en el funcionamiento del cerebro
humano: Emociones, Procesos Cognitivos, Pensamiento e Inteligencia, explicamos por qué.
12 No estamos de acuerdo con esta categorización, sería mejor hablar de Emociones Inteligentes o, simplemente, Inteligencia.

72
en su función, poseyendo una especialización y un control casi completo de la
expresión del habla, la escritura, la aritmética y el cálculo, con las capacidades verbales
e ideativas, semánticas, sintácticas, lógicas y numéricas (Martínez, 2012; p. 32)
El hemisferio derecho, en cambio, cuyo proceso es predominantemente
inconsciente, desarrolla todas las funciones que requieren un pensamiento o una visión
intelectual sintética y simultanea de muchas cosas a la vez. Por ello, este hemisferio
está dotado de un pensamiento intuitivo que es capaz de percepciones estructurales,
sincréticas, geométricas, configuracionales o gestálticas, y puede comparar esquemas
en forma no verbal, analógica, metafórica, alegórica e integral. Su manera de operar se
debe, por consiguiente, a su capacidad de aprehensión estereognosica del todo, a su
estilo de proceder en forma holista, compleja, no lineal, tacita, simultanea, asociativa y
acasual. Este le permite orientarse en el espacio y lo habilita para el pensamiento y la
apreciación de formas espaciales, el reconocimiento de rostros, formas visuales e
imágenes táctiles, la comprensión pictórica, la de estructuras musicales y, en general,
de todo lo que requiere un pensamiento visual, imaginación o que está ligado a la
apreciación artística (Martínez, 2012; p. 32)
Aunque la actividad del hemisferio derecho es sobre todo inconsciente debido a su
alta velocidad, tiene, no obstante, una especie de reverberación en el izquierdo. De este
modo, la mente consciente, que actúa solo sobre este hemisferio, puede, sin embargo,
tener un acceso indirecto prácticamente a toda la información que le interesa, en un
momento dado, del hemisferio derecho. Por esta razón, ambos hemisferios tienen una
estructura y desarrollan actividades especializadas, pero que se complementan; en
efecto, muchas funciones de codificación, almacenamiento y recuperación de
información dependen de la integración de estas funciones en ambos hemisferios. Aun
mas, la complementariedad se encuentra tan radicada en su naturaleza que en los
casos de atrofia congénita de un hemisferio, el otro trata de realizar el trabajo de los
dos, y –según Sperry- al cortar el cuerpo calloso (impidiendo, con ello, el paso de
información de uno a otro), cada hemisferio opera de manera independiente como si
fuera un cerebro completo, pero, evidentemente, en forma menos eficaz aun en la
realización de sus propias funciones específicas. (Martínez, 2012; p. 33)
La velocidad de trabajo y procesamiento de información de ambos hemisferios es
totalmente diferente: mientras el sistema nervioso racional consciente (hemisferio
izquierdo) procesa apenas unos 40 bits (unidades de información) por segundo, la
plena capacidad de todo el sistema nervioso inconsciente (asentado, en su mayor
parte, en el hemisferio derecho, el cerebelo y el sistema límbico) alcanza de uno a 10
millones de bits por segundo (Hainer, 1968).
No obstante, la neurociencia actual sostiene que no tenemos dos sistemas
cerebrales independientes (el sistema cognitivo y el sistema afectivo), sino uno solo
integrado: el sistema cognitivo-afectivo, y que, de esta manera, los estados afectivos
adquieren una importancia extraordinaria, ya que pueden inhibir, distorsionar, excitar o
regular los procesos cognoscitivos. (Martínez, 2008; p. 282)
Si es cierto que nuestro sistema cognoscitivo y el afectivo no son dos sistemas
totalmente separados, sino que forman un solo sistema: la estructura cognitivo-emotiva;
entonces es muy comprensible que se unan lo lógico y lo estético para darnos una

73
vivencia total de la realidad experienciada. Esto, naturalmente, no desmiente el hecho
de que predomine una vez uno y otra el otro, como constatamos en la vida y
comportamiento cotidiano de las personas. (Martínez, 2008; p. 43)
John Eccles (1985), premio nobel por sus descubrimientos sobre transmisión
neurológica, estima que el cuerpo calloso está compuesto por unos 20 ciclos cada una,
transportan una cantidad tan fantástica de tráfico de impulsos en ambas direcciones
que supera los 4000 millones de segundo, 4000 megahertz (4 gigagertz). Este tráfico
inmenso, que conserva los dos hemisferios trabajando juntos, sugiere por si mismo que
su integración es una función compleja y de gran trascendencia en el desempeño del
cerebro. (Martínez, 2008; p. 219)
Por otro lado, desde lo epistemológico, hoy tiene una extraordinaria importancia la
relación entre el sistema límbico o lóbulo límbico y el Neocórtex prefrontal, es decir,
entre el sistema emotivo y el cognitivo, unidos a través de una gran red de canales de
circulación en ambas direcciones.
El sistema límbico abarca un ensamblaje extremadamente complejo de
estructuras, cuya plena comprensión, tanto estructural como funcional, no ha sido aun
alcanzada. Sin embargo, sabemos muy bien que el sistema límbico da un colorido
emocional, cambiando en gran medida las percepciones conscientes; y, viceversa, que,
mediante la corteza prefrontal (sistema consciente), el sujeto ejerce una influencia de
control sobre las emociones generadas por el sistema límbico.
Es más, hoy día se avanzan teorías que los consideran como un solo sistema, la
estructura emocional-cognitiva, ya que hay vías de complicada circulación que van
desde las entradas sensoriales al sistema límbico y luego, de ahí, al lóbulo prefrontal,
regresando de nuevo al sistema límbico, y posteriormente, una vez más, al lóbulo
prefrontal.
Nauta (1971), un gran estudioso de la relación entre los sistemas prefrontal y
límbico, señala que el estado interno del organismo (hambre, sed, miedo, tensión,
angustia, rabia, placer, alegría, etc.) se indica a los lobulos prefrontales desde el
hipotálamo, los núcleos septales, el hipocampo, la amígdala y demás componentes del
sistema límbico, a través de una gran red de vías y circuitos que llevan intenso tráfico
de información; el corte prefrontal sintetiza toda esta información emotiva, sentimental y
apetitiva y traza, luego, una guía adecuada de conducta.
De esta manera, los estados afectivos adquieren una importancia extraordinaria,
ya que pueden inhibir, distorsionar, excitar o regular los procesos cognoscitivos,
conclusión esta que deberá cambiar muchas practicas anti educativas, que no se
preocupan de crear el clima o atmosfera afectivos necesarios para facilitar los procesos
de aprendizaje y el fomento y desarrollo de la creatividad. (Martínez, 2008; p. 220)
Martínez (2008; p. 221) precisa que son muchos los autores e investigadores que
han demostrado que falta de desarrollo estructural lleva luego a una incapacidad
funcional.
Sperry lo especifica en los siguientes términos: “muchos elementos internos de
nuestro cerebro se activan solamente con operaciones muy especificas y, si estas
actividades no se realizan (de una manera particular durante las etapas del desarrollo
74
infantil y juvenil cuando las neuronas y sus sinapsis dependen mucho del uso), las
neuronas involucradas pueden sufrir un proceso regresivo, dejando profundas
deficiencias funcionales en su maquinaria integradora” (Bogen, 1976).
Según Kervran (1982), el hipotálamo funciona como un transductor capaz de
convertir los neutrinos en electrones o viceversa, según actúe como emisor o como
receptor. Algo similar harían la epífisis y el timo.
De esta manera, el sistema cognitivo y el emotivo formarían un solo suprasistema
(conclusión esta de imaginables consecuencias para la epistemología) y también se
comprendería más la interdependencia que hay entre los seres vivos y su entorno.
(Martínez, 2008; p. 21)
Otro aspecto muy significativo a tener en cuenta, es el debate que existe con
relación al papel de lo interno y lo externo en el conocimiento humano, que es casi tan
antiguo como la psicología. Este debate ha estado caracterizado por el análisis del
carácter aprendido o innato de la conducta humana, o si el conocimiento humano
depende de lo genético o de lo social.
Mientras que los fieles conductistas ortodoxos sostienen que nuestro entorno es el
factor determinante de todo conocimiento humano, los genetistas conductistas
investigan la influencia que tienen nuestros genes en este aspecto.
En la década anterior se había especulado que el cuerpo humano estaba
conformado por aproximadamente 100.000 genes, de los cuales se suponía que entre
“50.000 y 70.000 participan en el funcionamiento del cerebro” (Peyser y Underwood,
1998; p. 62), lo cual ilustra el papel tan importante que tiene el genoma humano en
nuestra estructura neurofisiológica.
Sin embargo, los cálculos más recientes proponen que el genoma humano está
compuesto de un número mucho menor de lo que se había especulado anteriormente, y
que realmente es de unos 34.000 genes y no de 100.000, como se suponía en esos
años.
Por otro lado, “al momento de nacer, el cerebro de un niño tiene 100 mil millones
de neuronas, casi tantas células nerviosas como el número de estrellas que hay en la
Vía Láctea” (Nash, 1997; p.50).
En este número de células con las que nacemos, “existen más de 50 trillones de
conexiones (sinapsis)” (Begley, 1998; p.30), lo que indica que antes de ser influidos por
nuestro entorno, ya existían más de 50 trillones de conexiones en nuestro cerebro, las
cuales juegan un papel fundamental en el desarrollo emocional, psicológico, intelectual
y conductual.
De hecho, nuestros genes tienen una influencia tan importante en el conocimiento
humano que “actualmente los científicos calculan que los genes determinan alrededor
del 50 por ciento de la personalidad de un niño” (Peyser y Underwood, 1998; p. 62), es
decir “aunque la experiencia puede ser el arquitecto del comportamiento humano,
parece que nuestros genes son su base.” (Alper, 2008; p.166).

75
De ahí que podemos afirmar que aproximadamente el 50 % de nuestros genes
crean y configuran la estructura neurofisiológica de nuestro cerebro. Somos mitad
configuración genética, biológica, y mitad configuración social, cultural.
Es innegable que el ser humano está conformado por una combinación de estas
dos fuerzas interactivas: la experiencia y los genes, lo externo y lo interno, lo cultural y
lo biológico, lo social y lo psicológico, pero mientras más aprendemos sobre genética y
neurofisiología, más descubrimos con exactitud en qué grado los genes influyen
realmente en nuestras emociones, percepciones, cogniciones, aprendizajes y
comportamientos.
Partiendo de lo anterior, podemos decir que el cerebro humano es una
configuración viva, dinámica, lúdica y creativa de redes y circuitos neuronales,
configurados armónicamente, de manera coherente, en forma de sistema de
configuraciones neuronales: La configuración afectiva, la configuración instrumental y la
configuración cognitiva.
Reiteramos que el ser humano aprende, se desarrolla y se configura por sí sólo y
en la interacción con el medio (objetos y sujetos), su naturaleza es bio-neuro-psico-
social (genética y cultural).
El resultado del aprendizaje del ser humano es la mente humana, con todo su
sistema configuracional: componentes, módulos, sistemas y dispositivos afectivos,
cognitivos e instrumentales.
Otro de los aportes de la neurociencia actual, de una importancia capital, es el que
esclarece el proceso de atribución de significados.
Así, por ejemplo, los estudios sobre la transmisión neurocerebral nos señalan que,
frente a una sensación visual, auditiva, olfativa, etc., antes de que podamos decir “es tal
cosa”, se da un ir y venir, entre la imagen o estimulo físico respectivos y el centro
cerebral correspondiente, de cien hasta mil veces, dependiendo del tiempo empleado.
Cada uno de estos “viajes” de ida y vuelta tiene por finalidad ubicar o insertar los
elementos de la imagen o estimulo sensible en diferentes contextos de nuestro acervo
nemónico buscándole un sentido o significado. Pero este sentido o significado será muy
diferente de acuerdo con ese “mundo interno personal” y con la respectiva estructura en
que se ubica: valores, actitudes, creencias, necesidades, intereses, ideales, temores,
etc. (Martínez, 2008; p. 49)
De modo que la exploración del cerebro humano, pese a las barreras opuestas a
la experimentación, será siempre irreemplazable, por la posibilidad que ofrece de
comparar los datos objetivos y subjetivos relativos a una experiencia. En cualquier
caso, la estructura y el funcionamiento del cerebro pueden y deben ser explorados
simultáneamente a todos los niveles accesibles con la esperanza de que estas
investigaciones, muy diferentes tanto por sus métodos como por su objeto inmediato,
convergerán un día. Por el momento casi sólo convergen por las dificultades que
comportan. (Monod, 2007; p. 154)
Popper (1980; p. 486) afirma que “la epistemología encaja bastante bien con
nuestro conocimiento actual de la filosofía del cerebro, de modo que ambos se apoyan
mutuamente”
76
En sus últimos años de vida, Popper enriqueció su epistemología inspirándose en
el conocimiento de la neurofisiología y estructuras neuronales del cerebro, que hoy
constituyen una vía idónea y pertinente para ilustrar y solventar dudas y problemas que
habían generado discusiones interminables en el ámbito epistemológico.
Popper (1980; p. 140; 483-484; 557) dice que “el yo, en cierto sentido, toca el
cerebro del mismo modo que un pianista toca el piano o que un conductor acciona los
mandos de su coche”, y agrega que no hay datos sensoriales (…), que lo que la
mayoría de las personas considera un simple dato es de hecho el resultado de un
elaboradísimo proceso. Nada se nos da directamente: sólo se llega a la percepción tras
muchos pasos (cien, o mil, pasos de toma y dame), que entrañan la interacción entre
los estímulos que llegan a los sentidos, el aparato interpretativo de los sentidos y la
estructura del cerebro.
La relación, interacción o interconexión entre el sistema afectivo o emocional y el
sistema cognitivo o intelectual tienen una importancia extraordinaria, es decir, entre el
Neocórtex o módulo prefrontal del cerebro y el sistema límbico regulador de las
emociones y sentimientos humanos hay una relación armónica, configurados por medio
de una inmensa red de canales de circulación en múltiples direcciones.
El sistema límbico gobierna, controla y regula el acto humano emocional
modificando las percepciones conscientes y, viceversa, mediante la corteza prefrontal
(sistema cognitivo), el ser humano ejerce una influencia de control y regulación sobre
las emociones generadas por el sistema límbico.
Es más, como hemos dicho, hoy día se avanzan teorías que los consideran como
un solo sistema, la estructura cognoscitivo-emotiva, ya que hay vías de complicada
circulación que van desde las entradas sensoriales al sistema límbico y luego, de ahí, al
lóbulo prefrontal, regresando de nuevo al sistema límbico y, posteriormente, una vez
más, al lóbulo prefrontal (Eccles, 1980; p. 307-308; 391-392).
Martínez (2009a; p. 118) considera que si la estructura cognoscitivo-emotiva forma
un solo sistema, es muy comprensible que se unan lo lógico y lo estético para darnos
una vivencia total de la realidad experienciada. Esto, naturalmente, no desmiente el
hecho de que predomine una vez uno y otra el otro, como constatamos en la vida y
comportamiento cotidiano de las personas.
La mente de todo investigador prudente, quiéralo o no, consciente o
inconscientemente, explícita o implícitamente, comienza su trabajo interpretando el
valor y el significado de las cosas, es decir, hermenéuticamente; y también lo hará
tratando de evitar los prejuicios, las hipótesis posiblemente engañosas y las teorías
preconcebidas, es decir, fenomenológicamente. (Martínez, 2009a; p. 152)
De esta manera, todo investigador, quizá sin quererlo y sin saberlo, aplica, a su
modo, los métodos hermenéutico y fenomenológico, y resuelve los principales
problemas que le presenta el proceso investigativo, siendo -como dice Heidegger- lo
que es por naturaleza: “un ser interpretativo, pues todos sus intentos cognitivos no son
sino expresiones de su interpretación”. (Citado en Martínez, 2009a; p. 153)
Por otro lado, el nervio óptico está compuesto por más de un millón de canales
que trabajan en ambas direcciones, y sabemos que en la naturaleza no hay órganos
77
inútiles. ¿Qué hacen tantos canales? De acuerdo con los que nos dice Popper y Eccles
(Eccles es premio nobel en transmisión neurocerebral) en su obra El yo y su cerebro
(1980), en el mismo instante en que aparece la imagen en la retina comienza un
intensísimo dialogo, un ir y venir de información, un toma y dame, entre esa imagen y
nuestro centro visor, ubicado en la parte occipital del cerebro. Ese intercambio de
información va a tal velocidad que en una fracción de segundo se repite sentenares -y
aun millares- de veces, dependiendo de la agilidad mental de cada sujeto. (Citados en
Martínez, 2009a; p. 144)
Martínez (2009a; p. 145) se pregunta: ¿Qué es lo que dialogan la imagen de la
retina y el centro visor? Y él mismo contesta: Cada elemento de la imagen y ésta en su
totalidad es comparada o relacionada con el gigantesco archivo de información
constituido por nuestro acervo mnemónico, es decir, con la amplísima red de nuestras
experiencias anteriores. Este proceso tiene por finalidad interpretar y darle sentido a la
imagen física que está en la retina. Evidentemente, esa interpretación y ese sentido o
significado dependerán de cuales hayan sido nuestras experiencias previas. Y si la
imagen, o la sensación (tratándose de otros sentidos), no tiene relación alguna con
nuestras experiencias anteriores, simplemente no la entendemos.
En este sentido, Mountcastle (1975) afirmaba lo siguiente:
Todos creemos vivir directamente inmersos en el mundo que nos rodea, sentir sus
objetos y acontecimiento con precisión y vivir en el mundo real y ordinario. Afirmo que
todo eso no es más que una ilusión perceptiva, dado que todos nosotros nos
enfrentamos al mundo desde un cerebro que se halla conectado con lo que esta “ahí
fuera” a través de unos cuantos millones de frágiles fibras nerviosas sensoriales. Esos
son nuestros únicos canales de información, nuestras líneas vitales con la realidad.
Estas fibras nerviosas sensoriales no son registradores de alta fidelidad, dado que
acentúan ciertas características del estímulo, mientras que desprecian otras. La
neurona central es un contador de historias, por lo que respecta a las fibras nerviosas
aferentes, y nunca resulta completamente fiable, permitiendo distorsiones de cualidad y
de medida en una relación espacial forzada aunque isomórfica entre “fuera” y “dentro”.
La sensación es una abstracción, no una réplica, del mundo real.
La intensa interconexión informativa entre el sistema límbico (reacciones instintivo-
emotivas, no conscientes) y el Neocórtex prefrontal (consciente y lógico) es un hecho
importante a tener en cuenta.
También es importante que tengamos en cuenta que en el hombre se produce una
activación neuronal unilateral, mientras que en la mujer se produce una activación
neuronal bilateral. Es decir, el cerebro masculino procesa el lenguaje y la lectura
mediante la activación del cerebro izquierdo, mientras que el cerebro femenino se
activa en ambos hemisferios.
Esto es extraordinariamente significativo para la estructuración del proceso
investigativo, por cuanto el cerebro se prepara primero para el componente emocional y
luego para el cognitivo, sin embargo la configuración afectiva se consolida
aproximadamente a los 16 años. San Agustín decía que no hay nada que llegue al
pensamiento sin pasar por el sentimiento.

78
Por otro lado, el notable psicólogo colombiano, creador de la Pedagogía
Conceptual, Miguel De Zubiría Samper, basándose en la extensa obra de Alexander
Luria, discípulo de Lev Vigotsky, establece tres módulos mentales: la unidad cognitiva,
la unidad afectiva y la unidad ejecutiva.
Según De Zubiría (2009; p. 19; t. 3), la unidad cognitiva “conoce, clasifica, ordena
e integra la información perceptual en nociones o pensamientos.”
Cuando el estudiante se relaciona con los sujetos (hermana, madre, profesor,
amigo) y objetos (perro, carro, árbol, ropa, comida), construye, asimila y se apropia de
imágenes mentales de cada tipo de objeto y/o sujeto; y es a través de estas
operaciones cognitivas que se produce la configuración cerebral y de la mente humana.
“La unidad afectiva valora, decide qué hacer y sugiere el mejor comportamiento
ante cada situación. Emplea instrumentos afectivos (emociones, sentimientos,
actitudes) a fin de elegir en las distintas esferas de la vida: interpersonal, amorosa,
familiar, intelectual, laboral y productiva.” (De Zubiría, 2009; p. 19; t. 3).
Siguiendo el mismo ejemplo anterior, el estudiante, en esa relación sujeto – objeto
y sujeto – sujeto, sostiene una relación afectiva con todo lo que le rodea, y en
dependencia de su implicación emocional y del significado de esos objetos y/o sujetos,
así se implicará también el estudiante en dicha relación.
“La afectividad valora para decidir, para lo cual cumple variadas funciones.
Establece las necesidades, los anhelos, define las ilusiones, fija las motivaciones, crea
las angustias, los temores, define lo que nos es importante y valioso. Con
consecuencias enormes, pues al definir los fines la afectividad decide cómo cada
persona invierte su existencia.” (De Zubiría, 2009; p. 23; t. 3).
Ahora bien, lo afectivo media lo cognitivo, lo precede, lo conduce y guía su
desarrollo, es su motor impulsor, lo cual entrevió genialmente el maestro Jean Piaget
cuando afirmó categóricamente que “el intelecto pone los medios y la afectividad los
fines”, es por ello que, “como reiteró tantas veces el maestro Aristóteles el arte de
valorar consiste en hacerlo en la situación adecuada, con la intención adecuada, en el
momento adecuado, con la intensidad adecuada.” (De Zubiría, 2009; p. 19; t. 3). ¡Y eso
sí es bien difícil!
Lo afectivo, integrado a lo cognitivo, se lleva a la práctica mediante lo instrumental,
es decir, “la unidad ejecutiva transforma el conocimiento y los afectos en lenguaje o en
acciones constructivas.” (De Zubiría, 2009; p. 19; t. 3), pero este proceso es mucho más
complejo de lo que se describe en estas páginas, no se trata de reducir la mente
humana a simples módulos o unidades estáticas, ya que el cerebro tiene un carácter
dinámico y sus funciones, procesos y facultades deben ser analizadas con un enfoque
configuracional, que se traslada a la mente humana.

79
MENTE HUMANA

CONFIGURACIÓN CONFIGURACIÓN
AFECTIVA COGNITIVA

CONFIGURACIÓN
EXPRESIVA

Entre el cerebro y la mente humana se produce una interacción dialéctica,


dialógica y configuradora. El cerebro crea la mente humana, apoyándose para ello en
sus configuraciones y sistemas de redes y circuitos de comunicación neuronal, y la
mente humana modifica y reconfigura al cerebro, apoyada en sus configuraciones
afectivas, cognitivas e instrumentales. La una no puede existir sin el otro, y viceversa,
ambos se complementan armónicamente y de manera creativa en su desarrollo y
configuración.
Las nociones, conceptos, teorías, creencias, pensamientos, información, saberes,
aptitudes, facultades intelectuales y conocimientos del ser humano se configuran, se
relacionan entre sí, son interdependientes, formando así la configuración cognitiva de la
mente humana. Así mismo ocurre con la configuración afectiva, que no es otra cosa
que la interrelación armónica entre los afectos, emociones, sentimientos, actitudes y
valores humanos. Por otro lado, la configuración instrumental es el resultado de las
configuraciones que se producen entre las operaciones, instrumentos, acciones,
habilidades y destrezas del ser humano.
Estas tres configuraciones (afectiva, cognitiva e instrumental) se configuran
también entre sí en la mente humana, en unos procesos e interacciones dinámicas,
complejas e interdependientes.
La Psicología Configurante concibe la mente humana como una configuración de
configuraciones (afectivas, cognitivas e instrumentales) que, en su dinámica y
funcionamiento, configura los afectos, las emociones, los sentimientos, las actitudes y
los valores en la cualidad o configuración mayor que moviliza al ser humano y
determina su comportamiento: el amor, formando así la configuración afectiva de la
mente humana.
Asimismo, esta configuración afectiva determina la configuración cognitiva, es
decir, las nociones, conceptos, informaciones, creencias, teorías y conocimientos del
ser humano, con sus procesos de memorización, imaginación, pensamiento y
creatividad, se configuran en la configuración cognitiva del ser humano.
80
A su vez, las configuraciones afectivas y cognitivas determinan la configuración
instrumental, integrada por el conjunto de operaciones, acciones, habilidades, destrezas
y actos que el ser humano muestra en el desarrollo de su actividad.
En efecto, el ser humano actúa como piensa, y piensa como siente, dime lo que
tienes en tu corazón y te diré lo que tienes en tu mente, dime lo que tienes en tu mente
y te diré lo que eres capaz de expresar y hacer. Dime lo que sientes y te diré lo que
piensas, dime lo que piensas y te diré cómo actuarás. La configuración afectiva,
determina la configuración cognitiva, y ésta determina la configuración instrumental.
Es un proceso holístico - configuracional, es decir, totalizador, multidireccional,
donde se interrelacionan procesos psicológicos de diversas direcciones (afectivas,
instrumentales y cognitivas); en la actividad y en la comunicación, con la influencia de
factores propios de la condición bio-psico-social de los seres humanos implicados, que
los hacen particulares, singulares, únicos, especiales e irrepetibles, comunes pero a la
vez diversos y complejos.
2.2-Complejidad, sistemas autorreferentes, estructuras disipativas y
autopoiesis
Desde que Galileo, Descartes y Newton inventaran la física, los objetos descritos
por la ciencia han sido muy simples, así como las leyes para describir la realidad y las
expresiones matemáticas de dichas leyes. Precisamente, parte del prestigio de la
ciencia, su rigor, universalidad y belleza, se deben a esta simplicidad.
Según Wagensberg (2007; p. 11), en más de tres siglos de ciencia todo ha
cambiado excepto tal vez una cosa: el amor por lo simple. Planeaba ya Descartes en su
Discurso del método: «Empecemos con los sistemas más simples y de más fácil
discernimiento para ascender después gradualmente a la comprensión de los más
complejos». Se trata, sí, de un reconocimiento de lo complejo, pero con tendencia a
sugerir que las leyes de lo complejo se obtienen combinando hábilmente las de lo
simple.
La universalidad de las leyes de Newton se ha reducido fuertemente con la
relatividad y la cuántica gracias precisamente a la dialéctica científica, a la «revisión» y
a la «traición». Las leyes de Newton han quedado por ello confinadas dentro de una
demarcación clara que se refiere a objetos grandes, lentos y simples. Mejor diríamos
que las leyes de Newton explican tan bien la caída de una manzana sobre la cabeza de
Newton en Cambridge como la caída de una manzana sobre la cabeza de Einstein en
Princeton. La esencia del cambio que propone la ciencia moderna para la complejidad,
y el hombre lo es, sugiere una evolución entre adaptaciones y catástrofes; si existe
algún modelo del conocimiento científico en el que mirarse, nada mejor, hoy, que su
última propuesta. (Wagensberg, 2007; p. 158)
Una complejidad asalta la mente. La mente se inquieta, tiene miedo. De hecho la
angustia crónica y esencial del ser humano es el miedo a tener miedo. La complejidad
debe ser tratada de algún modo. Ya hemos acordado que el conocimiento es una
buena terapia, al menos inicialmente. Según sea el tipo e intensidad de la complejidad
incidente, se impone un método u otro para la elaboración de esa representación que
llamamos conocimiento. (Wagensberg, 2007; p. 161)

81
El matemático francés Pierre Simon de Laplace afirmaba categórico, en 1776, que
si se conociera la velocidad y la posición de todas las partículas del Universo en un
instante dado, entonces se podría producir su pasado y futuro para el resto los siglos.
Siguiendo con Wagensberg (2007; p. 42), es pues la hora de atravesar la frontera
que separa lo lineal de lo no lineal, de dar un salto para abandonar la proximidad al
equilibrio. Y sólo lejos de él encontraremos una verdadera discontinuidad en el
concepto de cambio y de complejidad.
Resulta pues muy interesante resaltar aquí la reconciliación entre azar y
determinismo, identificada por Wagensberg (2007; p. 44): La descripción de un sistema
con bifurcaciones implica la coexistencia de ambos: entre dos bifurcaciones reinan las
leyes deterministas, pero en la inmediata vecindad de tales puntos críticos reina el azar.
Esta rara colaboración entre azar y determinismo es el nuevo concepto de historia que
propone la termodinámica moderna, lo que hemos de llamar de ahora en adelante: la
esencia del cambio.
Los elementos fundamentales del cambio son, según Prigogine:
1) función, la actividad básica descrita por las leyes no lineales;
2) la complejidad espacio-temporal de dicha función;
3) las fluctuaciones.
Por otro lado, un concepto muy limitante del enfoque reduccionista, según
Martínez (2012; p. 183), es la creencia de que la estructura genética es lo único que
determina los caracteres de un organismo. Este “determinismo genético” es una
consecuencia directa de la concepción según la cual los organismos vivientes son
máquinas controladas por cadenas lineales de causa y efecto. Esta idea no tiene en
cuenta el hecho de que los organismos son sistemas compuestos de muchos niveles:
los genes están insertados en los cromosomas que, a su vez, funcionan dentro de los
núcleos celulares, y las células están incorporadas a los tejidos, y así sucesivamente.
Todos estos niveles de complejidad configurativa comprenden una serie de
relaciones, conexiones, interacciones e interconexiones que influyen en la configuración
y el desarrollo del organismo y tienen como resultado un amplio número de variaciones
de la configuración genética en todas las manifestaciones de su complejidad.
Martínez (2012; p. 155) ilustra que la complejidad del objeto por estudiar se
evidencia al entrar a fondo en cualquier disciplina académica, y piensa en la psicología
que, por su naturaleza, está cercana a todo ser humano: El espectro y radio de la
acción y experiencia humanos, objeto del estudio psicológico son prácticamente
ilimitados. Además, los eventos psicológicos están multideterminados, son ambiguos en
sus significados, son polifacéticos, están ligados a sus contextos o insertos en vagos y
complejos nexos y relaciones, y cambian o se desvanecen con gran facilidad.
Por todo ello, no pueden ser comprendidos o configurados a partir del uso de
conceptos o teorías simples, estáticas, deterministas o reduccionistas, ni abordados con
métodos y técnicas estáticas y uniformes.
La selectividad de nuestra percepción se pone de relieve al analizar un proceso
cognoscitivo. En ese análisis se constata cómo diferentes personas, e incluso una
82
misma persona en momentos o situaciones diferentes, ordena los elementos de su
percepción de acuerdo con sus intereses presentes, necesidades, valores, sensibilidad
perceptiva, capacidad de formar imágenes y metáforas, repertorio discriminativo previo,
etc., de tal manera que el fruto de la conceptualización de la misma realidad puede
variar mucho en su esencia y características. (Martínez, 2012; p. 155)
“Si decimos que el mundo tiene un sentido, y si éste es perfectamente inteligible,
esto significa que el pasado y el futuro están abiertos ante nosotros como un libro. Por
el contrario, si negamos lo anterior, no es posible discernir ninguna regla y si no
entendemos el pasado, menos podremos predecir el futuro.” (Schifter, 2001; p. 19)
Volviendo a Hawking, precisamente, unas páginas más adelante, en el mismo libro
sobre la teoría del todo, el eminente científico se contradice al reconocer lo difícil que
resulta hablar de la memoria humana “porque no conocemos en detalle cómo funciona
el cerebro.” (Hawking, 2007; p. 115)
Y no sólo por esta razón, sino además, porque el ser humano es muy complejo, y
la memoria no es una consecuencia sólo de su evolución biogenética y de la estructura
neural de sus circuitos cerebrales, sino además, de su acción sociocultural.
El ser humano tiene una dimensión holística y sistémica bio-psico-social, de ahí
que su estudio no deba realizarse sólo desde las ciencias naturales y exactas. Las
ciencias sociales, humanas, o socio humanas tienen la palabra al respecto.
Según Morín (2010a; p. 50) el ser humano nos parece en su complejidad: es un
ser a la vez totalmente biológico y totalmente cultural. El cerebro por medio del cual
pensamos, la boca por medio de la cual hablamos, la mano por medio de la cual
escribimos, son órganos totalmente biológicos al mismo tiempo que totalmente
culturales. Lo que es más biológico -el sexo, el nacimiento, la muerte- es al mismo
tiempo lo que está más embebido de cultura.
Nuestras actividades biológicas más elementales, comer, beber, defecar, están
estrechamente ligadas a normas, prohibiciones, valores, símbolos, mitos, ritos, es decir
a aquello que hay más específicamente actual; nuestras actividades más culturales,
hablar, cantar, bailar, amar, meditar, poner en movimiento nuestro cuerpo y nuestros
órganos, y entre ellos el cerebro. (Morín, 2010a; p. 50-51)
Siguiendo a Morín (2010a; p. 51), en lo sucesivo el concepto de hombre tiene una
doble entrada: una entrada biofísica [genética-neural] y una entrada psico-socio-
cultural, y las dos entradas se remiten mutuamente.
Según Prigogine (2008; p. 111), “existe un estrecho vínculo entre irreversibilidad y
complejidad. Cuanto más nos elevamos en los niveles de complejidad (química, vida,
cerebro), más evidente es la flecha del tiempo, lo cual corresponde al papel constructivo
del tiempo, tan evidente en las estructuras disipativas.”
Asimismo, según Morín (2011; p. 59), la complejidad es un fenómeno cuantitativo
y cualitativo, “es un fenómeno cuantitativo, una cantidad extrema de interacciones e
interferencias entre un número muy grande de unidades. De hecho, todo sistema auto-
organizador (viviente), hasta el más simple, combina un número muy grande de
unidades, del orden del billón, ya sean moléculas en una célula, células en un
organismo (más de diez billones de células en el cerebro humano, más de treinta
83
billones en el organismo).”
Y más adelante aclara: “Pero la complejidad no comprende solamente cantidades
de unidades e interacciones que desafían nuestras posibilidades de cálculo; comprende
también incertidumbres, indeterminaciones, fenómenos aleatorios. En un sentido, la
complejidad siempre está relacionada con el azar. De este modo, la complejidad
coincide con un aspecto de incertidumbre, ya sea en los límites de nuestro
entendimiento, ya sea inscrita en los fenómenos. Pero la complejidad no se reduce a la
incertidumbre, es la incertidumbre en el seno de los sistemas ricamente organizados.
Tiene que ver con los sistemas semi-aleatorios cuyo orden es inseparable de los azares
que incluyen. La complejidad está así ligada a una cierta mezcla de orden y de
desorden, mezcla íntima, a diferencia del orden/desorden estadístico, donde el orden
(pobre y estático) reina a nivel de las grandes poblaciones, y el desorden (pobre, por
pura indeterminación) reina a nivel de las unidades elementales.” (Morín, 2011; p. 60)
¿Qué es la complejidad?
Quien mejor que Edgar Morín para respondernos:
“A primera vista la complejidad es un tejido (complexus: lo que está tejido en
conjunto) de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la
paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es,
efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones,
determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que la
complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable,
del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre...De allí la necesidad, para el
conocimiento, de poner orden en los fenómenos rechazando el desorden, de descartar
lo incierto, es decir, de seleccionar los elementos de orden y de certidumbre, de quitar
ambigüedad, clarificar, distinguir, jerarquizar...Pero tales operaciones, necesarias para
la inteligibilidad, corren el riesgo de producir ceguera si eliminan a los otros caracteres
de lo complejo.” Morín (2011, p. 32)
En este contexto de análisis del desarrollo de las teorías científicas es preciso
señalar que las diferentes ciencias, las disciplinas que las integran y sus diversas
aplicaciones profesionales deberán buscar y seguir los principios de inteligibilidad que
se derivan de una racionalidad más respetuosa de los diversos aspectos del
pensamiento, una racionalidad múltiple y diversa que, a su vez, es generada por lo que
hoy se ha dado en llamar “paradigma de la complejidad”.
Por fin, dice Morín (2010a; p. 157), hay que ser consciente del problema del
paradigma. Un paradigma reina sobre los espíritus porque instituye los conceptos
soberanos y su relación lógica (disyunción, conjunción, implicación, etc.), los cuales
gobiernan de manera oculta los conceptos y las teorías científicas que se efectúan bajo
su imperio. Ahora bien, en el día de hoy emerge, de modo disperso, un paradigma
cognitivo que comienza a poder establecer unos puentes entre ciencia y disciplinas no
comunicantes
En términos de Morín, en la teoría de la complejidad se trata no solamente de
reconocer la presencia, sino de integrar, a lo aleatorio, tanto en su carácter de
imprevisibilidad, como su carácter de evento; no se trata de localizar de manera
estadística, sino de concebir, en su carácter radical y polidimensional, a la información,
84
concepto no reducible a la materia y a la energía. Se trata de integrar siempre al
ambiente, incluido hasta en la concepción del mundo. Se trata de integrar al ser
auto/eco/organizado, hasta en el concepto del sujeto.
Siguiendo a Morín, para comprender el problema de la complejidad hay que saber,
antes que nada, que hay un paradigma de la simplicidad, por cuanto para este autor la
idea de complejidad incluye la imperfección porque incluye la incertidumbre y el
reconocimiento de lo irreductible.
Además, el padre de la Teoría de la Complejidad afirma que la simplificación es
necesaria, pero debe ser relativizada, es decir, que él acepta la reducción consciente de
que es reducción, y no la reducción arrogante que cree poseer la verdad simple, por
detrás de la aparente multiplicidad y complejidad de las cosas. La complejidad se halla
en el corazón de la relación entre lo simple y lo complejo porque una relación tal es, a la
vez, antagonista y complementaria.
Morín (2011; p. 33) destaca que “la dificultad del pensamiento complejo es que
debe afrontar lo entramado (el juego infinito de inter-retroacciones), la solidaridad de los
fenómenos entre sí, la bruma, la incertidumbre, la contradicción. Pero nosotros
podemos elaborar algunos de los útiles conceptuales, algunos de los principios, para
esa aventura, y podemos entrever el aspecto del nuevo paradigma de complejidad que
debiera emerger.”
Frente a estas realidades habría entonces que sustituir el paradigma de
“disyunción/reducción/unidimensionalización” por un paradigma de
“distinción/conjunción” que permita distinguir sin desarticular, asociar sin identificar o
reducir. Este paradigma llevaría en sí un principio de unidad múltiple que escapa de la
unidad abstracta por lo alto (holismo) y por lo bajo (reduccionismo).
Es evidente que la traslucidez epistémica de las teorías de la complejidad permite
lograr una mejor y mayor comprensión científica de los procesos sociales y humanos,
por cuanto sus pulidos conceptos, principios, fundamentos y postulados, constituyen
verdaderos guías epistemológicos, magníficos hilos conductores que facilitan y orientan
la investigación en los procesos humanos y sociales.
De esta manera, a medida que vamos penetrando y comprendiendo la naturaleza
humana, nos vemos obligados a abandonar los conceptos actuales de la ciencia, por
cuanto éstos no permiten comprender (no dan cuenta de) la verdadera complejidad
humana.
Es por ello que en este siglo proliferan nuevas categorías científicas en la filosofía,
en la ciencia y en la epistemología, ha ido emergiendo un nuevo lenguaje para la
comprensión de los procesos sociales y humanos y para los complejos sistemas vivos,
psíquicos y sociales13.
Así, hoy nos enfrentamos a diversas teorías que dan cuenta de la complejidad
natural, humana y social y representan un paradigma emergente: teoría de los sistemas
dinámicos, dinámica no lineal, dinámica de redes, sistemas autorreferentes, estructuras

13
Sistemas autorreferentes propuestos por el eminente y controvertido sociólogo alemán Niklas Luhmann.
85
disipativas, teoría holográfica, complejidad, enfoque holístico, concepción ecológica,
autopoiesis14, entre otros.
Estas teorías constituyen el resultado de múltiples investigaciones desarrolladas
en las ciencias naturales, exactas y sociales. La aparición y propagación de estas
teorías indica que al parecer la Química, la Biología, la Física, la Matemática, las
Neurociencias, la Psicología, la Sociología, la Antropología, incluso la Pedagogía, la
Teoría Curricular y la Didáctica, se encuentran hoy en una encrucijada científica.
De la respuesta que brinden estas ciencias en los próximos años a la intersección
de teorías y complejidades intrínsecas, y a la confluencia de factores que ensombrecen
su validez y pertinencia, dependerá su vitalidad.
El intelecto agente y el intelecto paciente, de Aristóteles, es retomado por
Maturana en la noción de autopoiesis que, a su vez, actualmente, es tomado en las
ciencias socio-humanas pero de una manera dogmática, mecánica, acrítica y
descontextualizada, lo cual constituye un peligro epistemológico en la ciencia actual, es
una bomba de tiempo que podría hacer desaparecer la ciencia.
Según Einstein, el representante más ilustre de la ciencia clásica, para llegar a la
armonía de lo eterno había que ir más allá del mundo sensible con sus tormentos y
añagazas.
El mundo que se nos presenta en nuestro aparente exterior, nos muestra una
complejidad desbordada de contradicciones, paradojas, emboscadas, artificios y
artimañas que desequilibran nuestro inocente, cándido e incauto sistema cognitivo.
De esta manera, para Prigogine (2008; p. 113) el triunfo de la ciencia estaría
relacionado con la demostración de que nuestra vida -inseparable del tiempo- sólo es
una ilusión. Es un concepto grandioso, sin duda, pero también profundamente
pesimista. La eternidad no conoce sucesos, pero ¿Cómo disociamos la eternidad de la
muerte?
En cambio, el mensaje de la obra de Prigogine es optimista. La ciencia empieza a
ser capaz de describir la creatividad de la naturaleza, y hoy el tiempo ya no habla de
soledad, sino de alianza entre el hombre y la naturaleza descrita por él.
La tendencia al orden en los sistemas abiertos es la tesis fundamental de Ilya
Prigogine (2008; 2009; 2012), que le hizo acreedor del premio nobel, y está relacionada
con la teoría de las estructuras disipativas.
El propio Ilya Prigogine, premio Nobel de química en 1977, tras su descubrimiento
y descripción de las estructuras disipativas, junto con sus aportaciones a la
termodinámica del no-equilibrio, declara el derrumbamiento del ideal de la física clásica,
mecánica cuántica y Einstein incluidos, y propone su Física de la Complejidad como
alternativa que sustituya el paradigma clásico como un todo.
Este último paradigma, según Prigogine y su escuela, sólo se aplica a los casos
más simples y menos interesantes del mundo, deja fuera, de modo característico, al
sujeto humano y una de sus dimensiones más específicas: la irreversibilidad del tiempo.

14
Neologismo introducido por Maturana como noción principal en su Teoría de los Seres Vivos.

86
Basándose en esta crítica, Prigogine no duda en afirmar que la física clásica
aliena al hombre (cosa, por otra parte, dicha repetidas veces por los movimientos
anticultura y anti ciencia mucho antes que él) y aboga por la reconquista del
«significado» de la realidad, una cuestión, dice Prigogine, “tan antigua como la
humanidad, y muy relacionada con ella la otra cuestión del significado de la diferencia, y
relación, entre lo racional y lo irracional.”
Es importante significar que cuando Prigogine fue galardonado en 1977 con el
premio nobel de química, el comité evaluador informó que lo honraba con tal premio por
crear teorías que salvan la brecha entre varias ciencias, es decir, entre varios niveles y
realidades en la naturaleza.
La teoría de Prigogine desmiente la tesis de la ciencia tradicional, para la cual la
emergencia de lo nuevo era pura ilusión, y que consideraba la vida en el universo como
un fenómeno fruto del azar, raro e inútil, “como una anomalía accidental en una lucha
quijotesca contra el absoluto dictamen de la segunda ley de la termodinámica y de la
entropía, que determinaría inexorablemente en la muerte térmica como perspectiva
final.” (Martínez, 2012; p. 127)
Prigogine invierte completamente este modo de ver las cosas y llama a los
sistemas abiertos “estructuras disipativas”, es decir, que su forma o estructura se
mantiene por una continua “disipación” (o consumo) de energía.
Según Martínez (2012; p. 128), cuanto más compleja sea una estructura
disipativa, más energía necesita para mantener todas sus conexiones. Por ello, también
es más vulnerable a las fluctuaciones internas. Se dice, entonces, que está más lejos
del equilibrio. Debido a que estas conexiones solamente pueden ser sostenidas por el
flujo de energía, el sistema está siempre fluyendo. Cuanto más coherente e
intrincadamente esté conectada una estructura, más inestable es. Así, al aumentar la
coherencia se aumenta la inestabilidad. Pero, esta inestabilidad es la clave de la
transformación. La disipación de la energía, como demostró Prigogine con refinados
procedimientos matemáticos, crea el potencial para un repentino reordenamiento. El
continuo movimiento de energía a través del sistema crea las fluctuaciones. Si estas
alcanzan un cierto nivel crítico, “perturban” el sistema y aumentan el número de nuevas
interacciones en él mismo.
Los elementos de la vieja estructura entran en una nueva interacción unos con
otros y realizan nuevas conexiones, y así, las partes se reorganizan formando una
nueva entidad: el sistema adquiere un orden superior, más integrado y conectado que
el anterior; pero este requiere un mayor flujo de energía para su mantenimiento, lo que
lo hace, a su vez, menos estable, y así sucesivamente. (Martínez, 2012; p. 129)
En el año 1972, Aharon Katchalsky organizó todo un trimestre de sesiones de
trabajo en el instituto tecnológico de Massachusetts con los más destacados
neurocientíficos para introducir la teoría de Prigogine en la neurociencia.
Según Katchalsky el cerebro tiene solo el 2% del peso del cuerpo y consume el
20% de oxigeno disponible. Esto se debe al hecho de que el aumento y la disminución
de la afluencia de energía, es una característica típica de las estructuras disipativas
inestables.

87
La aplicación de estos principios a los fenómenos biológicos, psicológicos y
socioculturales, no implica, según Martínez, ningún criterio reduccionista. Al contrario,
estas interpretaciones se basan en una homología fundamental, en la interrelación de la
dinámica auto-organizadora a muchos niveles.
Sin embargo, en honor a la verdad, es necesario precisar que aunque la
transformación de que habla Prigogine parece ocurrir en todos los niveles de la
realidad, sus ecuaciones solamente demuestran la transformación en el nivel de
energías termodinámicas y de entropía y no de información simbólica, de intuición y
mental.
No obstante, en varias partes de la obra de Prigogine, el científico ha insistido en
la sucesión inestabilidad (caos) - probabilidad - irreversibilidad, y en el hecho de que en
ciertos aspectos su enfoque sigue las intuiciones geniales de Boltzmann.
“Los atractores extraños pueden poblar de manera más o menos densa líneas,
superficies, volúmenes. Pueden tener dimensiones que no se expresan con números
enteros, porque se distribuyen densamente en el interior de volúmenes o de superficies.
Se denominan fractales, porque su dimensión (en el sentido de la geometría) no es un
número entero. Con los atractores fractales uno puede esperar comportamientos muy
irregulares, caóticos, y continuas fluctuaciones. Pero, nos podemos preguntar: los
fenómenos caóticos que observamos, ¿son de naturaleza fractal o más bien de la
naturaleza de los juegos de azar?” (Prigogine, 2012; p. 90)
No obstante, preveo que en este complejo, disperso y no lineal tercer milenio
desaparecerán aquellas ciencias que no reconozcan la complejidad de sus objetos de
estudio, la divergencia, aleatoriedad y relatividad de los hallazgos científicos, así como
el necesario azar y desequilibrio para su desarrollo y progreso.
La concurrencia de múltiples factores aparentemente desestabilizantes en el
ámbito científico nos obliga a considerar la paradoja, la dicotomía, la turbulencia y, por
qué no, la improvisación, el zig zag y la anarquía. De no hacerlo así, los científicos,
como científicos, no como seres humanos, y la ciencia, estamos llamados a
desaparecer de la palestra científica planetaria.
Vemos, pues, que “la inestabilidad, las fluctuaciones y la irreversibilidad
desempeñan un papel en todos los niveles de la naturaleza: química, ecológica,
climatológica, biológica con la formación de biomoléculas, y finalmente cosmológica.”
(Prigogine, 2012; p. 74)
Unas ciencias se extinguirán, otras ciencias se integrarán unas a otras, las más
fuertes epistémicamente absorberán a las más débiles y, por supuesto, surgirán nuevas
ciencias.
Como muy bien afirma Hegel (1994; p. 28), la ciencia, “corona de un mundo del
espíritu no está acabada en su comienzo. El comienzo del nuevo espíritu es el producto
de una amplia revolución en las más diversas estructuras, el galardón de una carrera
múltiplemente intrincada, así como de esfuerzos y fatigas también múltiples. Es el todo
que, de la sucesión y de su extensión, ha vuelto sobre sí; es su simple concepto que ha
devenido. Pero la realidad de este simple todo consiste en que aquellas configuraciones

88
que se han convertido en momentos, se desarrollen y se configuren de nuevo en el
sentido en que devinieron, pero en su nuevo elemento.”
En este concierto tenebroso, no debemos dejar cegarnos por la perturbación, el
tiempo es irreversible, la indeterminación acecha, y la inestabilidad epistemológica se
apodera de nuestro quehacer científico. En esta bifurcación sólo tenemos dos caminos:
perecer o avanzar. Sólo la imaginación, la originalidad, la innovación y la creatividad
epistemológica nos pueden salvar como científicos. Y sólo nosotros los científicos
podemos salvar la ciencia, reconociendo su complejidad inmanente, como cualidad
invariante que la caracteriza.
Según Edgar Morín (2010b), dos revoluciones científicas han introducido de facto
la complejidad.
Ya Morín ha indicado cómo emergió la noción de complejidad de manera marginal
en una esfera de matemáticos/ingenieros. Y ahora indica que el siglo XX ha conocido
dos revoluciones científicas que han introducido de facto la complejidad sin reconocer
sin embargo esta noción que sigue implícita.
Para Morín (2010b; p. 158), la primera revolución, tras la termodinámica del siglo
XIX, es la de la microfísica y la cosmofísica que han introducido la indeterminación, el
alea -allí donde reinaba el determinismo- y han elaborado métodos propios para tratar
las incertidumbres que encontraban.
La segunda revolución es aquella que reúne disciplinas y restablece entre ellas un
tejido común. Comienza en la segunda parte del siglo XX. Así, en los años 60, las
ciencias de la Tierra concibieron a la Tierra como un sistema físico complejo que hoy
permite articular la geología, la sismología, la vulcanología, la meteorología, la ecología,
etc. En la misma época, la ecología se desarrolla como conocimiento científico
destinado a unir los datos y las informaciones procedentes de las diferentes disciplinas
físicas y biológicas en la concepción de los ecosistemas. (Morín, 2010b; p. 158)
Morín (2011; p. 24) afirma: “Si la complejidad no es la clave del mundo, sino un
desafío a afrontar, el pensamiento complejo no es aquél que evita o suprime el desafío,
sino aquél que ayuda a revelarlo e incluso, tal vez, a superarlo.”
La obra de Morín debe ser tomada no sólo como un método o estrategia que el
lector debe utilizar en su campo específico de práctica disciplinar, sino como una
exhortación a encontrar el modo de pensar el pensamiento complejo para edificar una
práctica compleja, es una invitación a enfrentar el desafío de la complejidad, que es el
reto de pensar complejamente como modo de actuación cotidiana. Actitud que debe
caracterizar a todo científico, a partir de la propia complejidad de los objetos de estudios
actuales de la ciencia.
Morín (2011; p. 22) advierte que “la palabra complejidad no tiene tras de sí una
herencia noble, ya sea filosófica, científica, o epistemológica. Por el contrario, sufre una
pesada tara semántica, porque lleva en su seno confusión, incertidumbre, desorden. Su
definición primera no puede aportar ninguna claridad: es complejo aquello que no
puede resumirse en una palabra maestra, aquello que no puede retrotraerse a una ley,
aquello que no puede reducirse a una idea simple. Dicho de otro modo, lo complejo no
puede resumirse en el término complejidad, retrotraerse a una ley de complejidad,
89
reducirse a la idea de complejidad. La complejidad no sería algo definible de manera
simple para tomar el lugar de la simplicidad. La complejidad es una palabra problema y
no una palabra solución.”
La ecología es una ciencia natural fundada por Haeckel, en 1873, que se propone
estudiar las relaciones entre los organismos y el medio en el que viven. Sin embargo,
sea que la preocupación ecológica gozaba de una atención secundaria en el ámbito
general de las ciencias naturales, sea porque el medio ambiente era esencialmente
concebido como un molde geo climático, unas veces formativo (lamarckiano) y otras
selectivo (darwiniano), en cuyo seno las diferentes especies viven sometidas a un
desorden generalizado regido por una sola ley, la del más fuerte o el más apto, no ha
sido sino en una época reciente cuando la ciencia ecológica ha llegado a la conclusión
de que la comunidad de seres vivos (biocenosis) que ocupan un espacio o «nicho»
geofísico (biótopo) constituyen junto con él una unidad global o ecosistema. ¿Por qué
sistema? Porque el conjunto de tensiones, interacciones e interdependencias que
aparecen en el seno de un nicho ecológico constituye, a pesar y a través de
aleatoriedades e incertidumbres, una auto-organización espontanea. (Morín, 2008; p.
29)
Desde el Instituto de Santa Fe (1984) se impone la palabra para designar como
«sistemas complejos» a sistemas dinámicos con un gran número de interacciones y
retroacciones, en cuyo interior se efectúan procesos muy difíciles de predecir y
controlar, y que la concepción clásica era incapaz de considerar. (Morín, 2010b; p. 145)
Por su parte, según Luhmann (1998; p. 26), cuando se piensa sobre la
complejidad, dos conceptos diferentes vienen a la mente. El primero se basa en la
distinción entre elementos y relaciones. Si tenemos un sistema con un número
creciente de elementos, cada vez se hace más difícil interrelacionar cada elemento con
todos los otros. El número de relaciones posibles deviene demasiado grande con
respecto a la capacidad de los elementos para establecer relaciones.
Luhmann (1997; p. 69) define como complejo a un conjunto interrelacionado de
elementos cuando ya no es posible que cada elemento se relacione en cualquier
momento con todos los demás, debido a limitaciones inmanentes a la capacidad de
interconectarlos.
Para Luhmann (1997; p. 76), la complejidad es una medida de la indeterminación
o de la falta de información. Vista de este modo, la complejidad es la información que le
falta a un sistema para poder comprender y describir completamente su entorno
(complejidad del entorno) o bien a sí mismo (complejidad del sistema).
Luhmann hace una determinación espectacular del concepto de complejidad:
Por complejo queremos designar aquella suma de elementos conexos en la que,
en razón de una limitación inmanente a la capacidad de acoplamiento, ya no resulta
posible que cada elemento sea vinculado a cada otro, en todo momento. El concepto
“limitación inmanente” remite a la complejidad interior de vinculación de los elementos,
a la que ya no puede acceder el sistema y que posibilita, a su vez, su “capacidad de
unidad”. En este sentido, la complejidad es un estado de cosas autocondicionado,
debido a que elementos deben constituirse complejamente para fungir como unidad en

90
el nivel superior de la formación de sistemas, y por lo tanto su capacidad de
acoplamiento es limitada. (Luhmann, 1998; p. 47)
Ahora bien, la noción de complejidad es demasiado compleja para una versión
conceptual simple, definida y delimitada.
Por ello todo lo que vemos es complejo. Complicarse o morir, sería la frase. El
hombre (una de las complejidades más interesantes) es un buen ejemplo de ambas al-
ternativas. Está claro que, desde los tiempos de las cavernas hasta hoy, el hombre se
ha ido independizando del azar con el que su entorno le mortifica. Teme menos las con-
diciones climáticas adversas, no depende tanto de los golpes de fortuna para
alimentarse, ha inventado el dinero para amortiguar las oscilaciones de la desventura
local y el crédito para amortiguar las oscilaciones de dinero. En definitiva, el azar es
miedo y el conocimiento combate sistemáticamente el miedo. Para eso tenemos la
cultura, la ciencia o la tecnología. Con la tecnología, el hombre se ha n lío y tal cosa
ilustra, por cierto, la otra alternativa. (Wagensberg, 2007; p. 68)
La complejidad atrae hoy fuertemente a los físicos y a aquellos matemáticos
dispuestos a hacer concesiones al mundo real. Y he aquí la clave: el método basado en
el binomio teoría-experiencia (modelo mental frente a resultado observado) debe ser
ensanchado, la idea de inteligibilidad científica, renovada. Numerosos intentos han
arrancado llenos de júbilo con el método tradicional de la física: la teoría del caos, la
termodinámica de los procesos irreversibles, la de las catástrofes, la de los fractales, la
sinergética, la de sistemas, la lógica de conjuntos difusos. (Wagensberg, 2007; p. 98)
Asimismo, el nuevo significado de bifurcación deriva de algunas de las ramas más
recientes y esotéricas de las ciencias contemporáneas. Estas incluyen la termodinámica
de los sistemas fuera del equilibrio (conocida también como termodinámica de los
procesos irreversibles), y la teoría de los sistemas dinámicos (la rama más reciente de
la dinámica clásica). No obstante, esto no debe asustarnos; independientemente de su
origen técnico, el significado científico de bifurcación es fácil de captar. (Laszlo, 1989; p.
42)
En el uso científico en general, el significado básico de bifurcación es un súbito
cambio de dirección en la manera en que los sistemas se desenvuelven. En la mayoría
de los casos, la manera en que los sistemas se desenvuelven muestra una definida
clase de pauta; por ejemplo, crecimiento y expansión en algunas dimensiones y
disminución y contracción en otras. En la bifurcación esta pauta vira en una nueva
dirección. Es en este sentido que el significado que los diccionarios registran para la
palabra bifurcación tiene su raison d´être. La trayectoria evolutiva del sistema se divide
en dos ramales, se bifurca. (Laszlo, 1989; p. 43)
Por otro lado, las ideas que ha expuesto Prigogine cada día tienen más eco. Y
para demostrarlo él mismo toma un texto de Lighthill como ejemplo: The Recently
Recognized Failure of Predictability in Newtonian Dynamics.
Este texto testimonia perfectamente la reciente revolución de las ideas en
mecánica clásica: “Tengo que hablar a favor de la amplia confraternidad entre los
profesionales de la mecánica. Querríamos pedir excusas colectivamente por haber
engañado al público difundiendo ideas sobre el determinismo de los sistemas basados

91
en las leyes de Newton sobre el movimiento que, desde 1960, se han demostrado
inexactas”. (Citado en Prigogine, 2012; p. 59)
En la concepción clásica de la ciencia el determinismo era fundamental, y la
probabilidad era una sólo una aproximación a la descripción determinista, debido
fundamentalmente a la información imperfecta de los científicos de entonces.
Para Prigogine (2012; p. 62) “hoy la situación es la inversa: las estructuras de la
naturaleza nos constriñen a introducir la probabilidad independientemente de la
información que poseamos. La descripción determinista no se aplica de hecho más que
a situaciones sencillas, idealizadas, que no son representativas de la realidad física que
nos rodea.”
Prigogine (2009; p. 49) propone que “los modelos que adoptamos para el estudio
del nuevo mundo natural deben necesariamente presentar un carácter pluralista que
refleje la variedad de fenómenos que observamos.”
Desde la fundación de la física por Galileo, Descartes y Newton, ha predominado
en las ciencias naturales la idea de lo simple y determinado, la búsqueda de un
universo básico, elemental y estable ante nuestros ojos.
Las ideas científicas contemporáneas han venido evolucionando, sin embargo se
evidencia un progresivo deterioro de las posiciones epistemológicas.
Es por ello que, actualmente, “hay que rendirse a la evidencia de que a cualquier
nivel que nos sea accesible, desde las partículas elementales hasta la cosmología, la
naturaleza ya no se aviene a este paradigma clásico.” (Weinberg, 1994)
Esta afligida realidad ha sido develada por diversos eminentes científicos de este
siglo15. Sin embargo, hasta hoy, a pesar de ser conscientes de la urgencia, son
insuficientes las propuestas de alternativas epistemológicas para las ciencias humanas
y sociales y, por otro lado, las existentes no agotan, en su debate inmanente, este
tema.
Los problemas cruciales de nuestra época implican el reconocimiento de la
complejidad, del caos, de las fluctuaciones, el desorden y la oscilación, lo cual nos
permitirá encontrar instrumentos para describirla, caracterizarla y comprenderla y
efectuar una lectura configuracional dentro de este nuevo contexto de las relaciones
siempre cambiantes del ser humano con el mundo que le rodea.
Prigogine (2009; p. 107) lo patentiza con su sapiencia y brillantez científica: “Si hay
que abandonar una ilusión, es precisamente la de una verdad general, universalmente
aplicable; si hay que extraer una conclusión de la extrema especificidad de las
descripciones lejanas al equilibrio, es precisamente la legitimidad de la multiplicidad de
los puntos de vista complementarios.”
La temporalidad es un factor importante para comprender los sistemas vivos,
psíquicos y sociales. La historia constituye un ineludible mecanismo para el estudio de
la actividad humana, ya sea a nivel del sujeto individual o a nivel de la sociedad en
general. Sus procesos sólo pueden entenderse en términos de evoluciones temporales.

15
Edgar Morín, Ilya Prigogine, Humberto Maturana, Niklas Luhmann, Frijof Capra, Miguel Martínez Miguélez, Marco Fidel Barrera Morales.
92
Es una realidad innegable que, en este siglo XXI, la ciencia experimenta un
cambio radical de perspectiva. Los fundadores de la ciencia clásica quisieron eternizar
la universalidad de la ciencia y el carácter eterno e indestructible de las leyes de la
naturaleza.
Como decía concisamente Isaiah Berlin: “buscaron esquemas globales, marcos
unificadores universales en los que todo lo existente apareciera interrelacionado
sistemáticamente, es decir, lógica o casualmente, en los que cupiera las vastas
estructuras sin dejar fisura alguna por la que se introdujera lo espontáneo, los episodios
inesperados; marcos en los que cualquier cosa que ocurriera fuera absolutamente
explicable, al menos al principio, en términos de leyes generales inmutables”. (Citado
en Prigogine, 2009; p. 182)
Sin embargo, a pesar de que formularon modelos generales para perpetuar la
racionalidad más absoluta, hoy, tres siglos después de Newton, percibimos que no se
lograron dichos objetivos. El interés hoy se orienta cada vez más hacia dinámicas no
lineales, estructuras disipativas, fluctuaciones, relaciones tríadicas, sistemas complejos
y su evolución temporal.
La opción sistémica general es reconocida por Martínez (2012; p. 143) como una
opción epistémica más clara, en el sentido de que todas las ciencias humanas
pretenden describir “totalidades organizadas” que, como estructuras sistémicas,
contiene y llevan en sí mismas el principio de su inteligibilidad.
El sistema entero, por consiguiente, es totalmente, intensamente conservador,
cerrado sobre sí mismo, y absolutamente incapaz de recibir cualquier instrucción del
mundo exterior. Como se ve, este sistema, por sus propiedades, por su funcionamiento
de relojería microscópica que establece entre ADN y proteína, así como entre
organismo y medio, relaciones de sentido único, desafía toda descripción «dialéctica».
Es fundamentalmente cartesiano y no hegeliano: la célula es una máquina. (Monod,
2007; p. 121)
Ya Hegel (1966, p. 16 y 19) había escrito: “lo verdadero es el todo”, ya que cada
entidad es un subsistema del todo, y “lo verdadero sólo es real como sistema”.
La ciencia se irá centrando cada vez más en el descubrimiento de estructuras
ordenadas en los sistemas dinámicos y tratará de encontrar y formular las propiedades
invariables de estos complejos sistemas. (Martínez, 2009b; p. 41)
En efecto, en los albores del tercer milenio observamos tendencias científicas muy
bien marcadas encaminadas a la configuración de invariantes procesales de los
eventos y a considerar al ser humano, investigador-observador, como el centro de todo
proceso de investigación.
De esta manera se refrenda la posición de Protágoras cuando, en el siglo V A.C.,
decía que el hombre es la medida de todas las cosas.
Como se aprecia, desde los inicios del siglo XX comienza la revolución científica,
fundamentalmente en física; lo cual implicó que los requerimientos y concepciones
epistemológicas no fueron sostenibles ni siquiera en la física, de lo cual Martínez (2011;
p. 15-16) nos da varios ejemplos:

93
 Einstein relativiza los conceptos de espacio y de tiempo (no son absolutos, sino
que dependen del observador) e invierte gran parte de la física de Newton.
 Heisenberg introduce el principio de indeterminación o de incertidumbre (el
observador afecta y cambia la realidad que estudia) y acaba con el principio de
casualidad.
 Pauli16 formula el principio de exclusión (hay leyes-sistema que no son
derivables de las leyes de sus componentes), que nos ayuda a comprender la
aparición de fenómenos cualitativamente nuevos y nos da conceptos
explicativos distintos, característicos de niveles superiores de organización.
 Niels Bohr establece el principio de complementariedad: puede haber dos
explicaciones opuestas para los fenómenos físicos y, por extensión, quizá, para
todo fenómeno;
 Max Planck, Schrödinger y otros descubren, con la mecánica cuántica, un
conjunto de relaciones que gobiernan el mundo subatómico, similar al que
Newton descubrió para los grandes cuerpos, y afirman que la nueva física debe
estudiar la naturaleza de un numeroso grupo de entes que son inobservables,
ya que la realidad física ha tomado cualidades que están bastante alejadas de
la experiencia sensorial directa.
Según Martínez (2011; p. 17), todos estos resultados científicos cambian tanto la
situación de la ciencia que hasta los mismos físicos señalan que “en las ciencias
naturales son cada vez más las hipótesis que no son susceptibles de contrastación
experimental o empírica y, por tanto, el ideal de una ciencia completamente
independiente del hombre, es decir, plenamente objetiva, es una ilusión.”
Por otro lado, Capra (2012, p. 55; 81) afirma que a nivel subatómico, las
correlaciones y las interacciones de las partes de la unidad son más importantes que
las partes mismas. Hay movimiento pero no hay, en el fondo, objetos que se mueven;
hay actividad, pero no hay actores; no existen danzantes, sólo existe la danza.
El primer libro de Fritjof Capra, El tao de la física (1975), puso en evidencia algo
que diversos científicos e intelectuales venían comentando desde hace algunas
décadas en forma privada: El vertiginoso paralelo entre las teorías científicas en boga y
las tradiciones espirituales de oriente.
En efecto, años más tarde el propio Capra develaría el gran aporte que había
significado para él contar con los comentarios de Werner Heisenberg, el connotado
físico que había hecho enmudecer a todos aquellos que defendían el carácter
predictible de la naturaleza, encajonada entre ecuaciones y axiomas infalibles, con su
paradójica formulación del principio de la indeterminación.
En distintos escritos se subrayaba cada vez con más énfasis algo que Stanislav
Grof, uno de los padres de la psicología transpersonal, disciplina que surgió
precisamente del crisol de estos paradigmas, expresó en los siguientes términos:
“Por lo general no se menciona en la mayoría de los libros de texto que muchos de
los fundadores de la física moderna, tales como Einstein, Bohm, Heisenberg,

16
Wolfgang Ernst Pauli (1900-1958), físico austríaco, nacionalizado suizo y luego estadounidense. Premio Nobel de física en el año 1945, por el
descubrimiento del principio de exclusión, también llamado el principio de Pauli.

94
Schroedinger, Bohr y Oppenheimer, no sólo hallaron su trabajo plenamente compatible
con la visión mística del mundo, sino que en cierto modo entraron en el campo místico a
través de la investigación científica” (Grof; p. 31)
En efecto, al revisar la obra de estos científicos es imposible no coincidir en que
esas visiones de la naturaleza, centradas en el papel significativo del observador en el
campo de la percepción de los fenómenos naturales, se emparentaban en forma
congruente con miradas que habían sido legadas por las ancestrales tradiciones
espirituales.
Es en el reconocimiento de estas tradiciones desde donde podemos fundamentar
la visión de Pitágoras, Platón y la nueva ciencia. De allí que Stanislav Grof, quien
conoció y compartió visiones con Gregory Bateson (1904-1980) a partir de su
residencia en el Instituto Esalen, afirmara que la ciencia moderna es netamente
neoplatónica y neopitagórica.
Todos los físicos contemporáneos han aceptado el tema central contenido en este
discurso: el hecho de que la física moderna ha trascendido la visión mecanicista
cartesiana del mundo y que ello nos está llevando un concepto holístico e
intrínsecamente dinámico del universo. Y esta visión del mundo de la física moderna no
solo está teniendo un fuerte impacto en las demás ciencias, sino que también tiene la
posibilidad de ser paradigmáticamente modeladora y epistemológicamente unificadora.
(Martínez, 2012; p. 181)
De esta manera, la visión del mundo que emerge de la física moderna se
caracteriza por ser compleja, dialéctica, orgánica, holística, ecológica y sistémica, en el
sentido de la teoría general de sistemas, tal como la concibe su fundador, el brillante
pensador austrocanadiense Ludwig Von Bertalanffy (1976; 1978; 2007).
Hay que destacar que desde el año 1940, en torno al Instituto Tecnológico de
Massachussets (MIT) y al Instituto para Estudios Avanzados de Princeton fue
desarrollándose la llamada “epistemología experimental” que representó un esfuerzo
por parte de una generación de brillantes científicos (Warren McCulloch, John Von
Neumann, Alan Turing y Norbert Wiener) de abordar los procesos mentales desde una
perspectiva distinta a como lo venían haciendo psicólogos y filósofos, es decir, tenían el
propósito de explicarlos por medio de formulaciones precisas y razonamientos
matemáticos, así pensaban crear la ciencia de la mente, término que finalmente Wiener
(1948), uno de los prodigios de esa generación quien ya a los once años había
comenzado una vertiginosa carrera por diversas universidades norteamericanas,
bautizó con el nombre de Cibernética.
La palabra cibernética está tomada del griego y quiere decir: piloto, timón. Uno de
los conceptos que Wiener desarrolla es el de feedback, es decir, retroacción o
retroalimentación, para hacer referencia a aquel principio según el cual las
informaciones sobre lo que está sucediendo alimentan continuamente al sistema,
permitiéndole adaptarse a los nuevos acontecimientos.
Es cierto que este grupo de investigación tenía distintas posiciones filosóficas
respecto de cómo abarcar este desafío, sin embargo el carácter experimental de sus
investigaciones así como los logros que comenzaron a representar, especialmente en el
campo de las nuevas tecnologías, determinaron que el grupo proyectara sus ideas
95
hacia diversas latitudes con la consiguiente aceptación de muchos otros técnicos y
pensadores que recogieron extasiados sus formulaciones y descubrimientos.
El papel que comenzó a jugar la lógica como base de la cibernética determinó que
esta disciplina, así como los trabajos en que se vieron involucrados Russell y
Withehead, cobrara una insospechada importancia.
Asimismo, Bertalanffy vería impulsada su teoría general de sistemas como una de
las herramientas fundamentales de esta nueva disciplina.
De este modo, las llamadas Conferencias de Macy, en Nueva York, patrocinadas
por la Josiah Macy Jr. Fundation, no sólo fueron dándole cuerpo a este torbellino de
ideas, sino que además posibilitaron que otros investigadores, provenientes de diversas
áreas de la ciencia, comenzaran a desarrollar sus propias proposiciones teóricas. Entre
ellos se encontraba uno de los pensadores clave de este proyecto: el antropólogo
Gregory Bateson.
Bateson (1980; p. 200) definió la cibernética como: “Rama de las matemáticas que
se ocupa de los problemas del control, la recursividad y la información”.
En efecto, uno de los intelectuales que llevó sus indagaciones por el camino de la
ciencia de la mente y del orden fue sin duda este ecologista de la mente, quien, influido
por un conjunto de teorías que comenzaban a gestarse en el terreno científico,
desarrolló una visión propia excesivamente abstracta pero muy creativa y original,
partiendo desde el punto de vista sistémico en el que la vida y la mente constituyen un
conjunto de procesos que representan la dinámica de la auto-organización.
Por lo tanto, Bateson sostenía que la mente es un fenómeno que caracteriza a los
organismos, sociedades y ecosistemas vivos, anterior incluso al desarrollo del cerebro y
del sistema nervioso superior, los que finalmente hacen posible, en tanto estructuras
biológicas, la realización de esta dinámica fundamental de los sistemas auto-
organizados.
Bateson llegó a estas conclusiones preguntándose acerca de cuál es la pauta que
conecta los distintos sistemas vivos auto-organizados, los que bien pueden incluir seres
vivos, comunidades, familias, bosques, etc.
Con esta pauta, que en el fondo constituye una meta-pauta, se hacen analogías
con los conceptos de patrón, mente, forma, cualidad y configuración, diferenciándola de
las nociones físicas de materia, energía y cantidad, teniendo presente no obstante, que
las primeras pueden “corporizarse” en las segundas, lo que resuelve la clásica
dicotomía cartesiana entre materia “res extensa” y mente “res cogitans”. De esta
manera queda resuelto el problema de la relación entre la mente y el cerebro o entre la
psique y el cuerpo.
Sin embargo, para hacer honor a quien honor merece hay que decir que esta
visión global de los sistemas auto-organizativos tiene sus antecedentes en los
fundadores de la teoría de la Gestalt, Max Wertheimer y sus colaboradores Kurt Koffka
y Wolfgang Köhler, a los que siguió la investigación de Kurt Goldstein.
Para ellos, los organismos vivos no perciben el medio como elementos aislados,
sino como Gestalten, es decir, como totalidades o configuraciones.

96
Wertheimer (1998; p 131), en su obra Pensamiento Productivo señala:
“Hay contextos en los cuales ocurre que el todo no puede deducirse de las
características de las partes, por separado, sino más bien a la inversa. Lo que ocurre en
una parte del todo está, en muchos casos, determinado por la estructura interna del
conjunto.”
De la misma manera, Bateson elaboró una teoría de la comunicación en la cual
plantea que en los sistemas culturales el traspaso de la información está regido por un
principio de causalidad circular, en el que se genera una retroacción entre el efecto y la
causa, lo que retoma el postulado cibernético de feedback, y cuestiona el fundamento
lineal de la “teoría matemática de la comunicación” de Claude Shannon, retomada
posteriormente por Roman Jakobson.
Este principio sistémico circular es la clave en las posteriores concepciones de los
pensadores sistémicos, gestados esencialmente a partir de la Escuela de Palo Alto, en
la costa oeste de EE. UU.: Paul Watzlawick, John Weakland, Richard Fish, Virginia
Satir; y, paralelamente, la Escuela de Milán: Mara Selvini, Giuliana Prata, Luigi Boscolo
y Gianfranco Cecchin, en Italia.
A estos desarrollos teóricos que revolucionaron no sólo el campo de la
comunicación, sino todo una concepción acerca del rol que ocupa el observador en los
procesos que distingue y que por lo tanto configuran las diversas visiones sociales, les
siguieron los modelos de la llamada cibernética de segundo orden o cibernética del
sistema de observación, principalmente de los trabajos de Heinz Von Foerster y Luigi
Boscolo, quien se autodefine como construccionista, entre otros importantes científicos,
y se ha elaborado asimismo el paradigma constructivista radical, concepto acuñado por
Ernest Von Glasersfeld.
A ellos se ha sumado el aporte de los neurofisiólogos Humberto Maturana y
Francisco Varela quienes son los gestores, producto de su trabajo conjunto acerca de
los llamados sistemas autopoiéticos, de la llamada Escuela de Santiago.
En una ponencia que denominó “Las múltiples figuras de la circularidad”, Varela
(1998; p. 129) hace algunos comentarios que se ajustan coherentemente con su
camino de meditación budista tibetano:
“La circularidad de los sistemas vivos y sociales es efectivamente el hilo de
Ariadna que permite comprender su capacidad para la autonomía [...] me parece que la
noción de circularidad (autorreferencia, reflexividad) es importante para muchos de
nosotros no solamente en terapia familiar sino también en la ciencia.”
Como muy bien afirma Prigogine (2009; p. 69-70) “a pesar de lo que digan
inconscientemente ciertos biólogos, nuestra ciencia, a la que ellos creen invocar, no es
ya la de Laplace, ni la de Kant. Y, por consiguiente, la creatividad que fuera exponente
de la cuestión crítica (el hombre no haya su lugar en el mundo que describe, la
creatividad que fuera la encarnación de la protesta contra las pretensiones de una
ciencia que sólo sabe explicar por reducción a la insignificancia) encontrará -creemos
que lo encuentra ya- un puesto nuevo, central, en el pensamiento científico.”
Ahora bien, “el grupo es incapaz de innovar, sólo el individuo es capaz de adoptar
un comportamiento nuevo, una necesidad nueva, una creencia nueva. No se trata de
97
una convicción espiritualista, sino de una distinción que determina la diferencia entre los
niveles de descripción. Los mecanismos de imitación propagan o frenan la inventiva
individual, ahogándola o permitiéndola transformar la vida social con arreglo a las
interferencias -oposición o adaptación- entre las diversas corrientes imitativas.”
(Prigogine, 2009; p. 113)
Sobre este asunto, Prigogine (2009; p. 102) cita un párrafo de un trabajo de René
Thom17:
“Al principio, con notable ingenuidad, muchos teóricos de las ciencias humanas
pensaban poder introducir en ellas los métodos precisos y cuantitativos de las ciencias
exactas. Está claro que hay que abandonar esta esperanza, y, por el contrario, podría
suceder que se infiltraran en las ciencias exactas -en un futuro no muy lejano- los
métodos de sutil análisis, cualitativos y un tanto difusos, de las ciencias humanas. No
obstante, las ciencias humanas adolecen de grandes lagunas: muchas de ellas son
incapaces de precisar su objeto.”
Todo esto ilustra la complejidad de la historia de la ciencia. Por un lado, como dice
Prigogine (2009; p. 175), “vamos hacia una perspectiva pluralista. Por otro, existe una
tendencia a encontrar una nueva unidad en aspectos aparentemente contradictorios de
nuestra experiencia.”
“Resulta evidente que este nuevo enfoque aúna ciencias y humanidades.
Tradicionalmente, las ciencias se ocupaban de universales, y las humanidades de
acontecimientos. Actualmente, es la interpretación humanista de la naturaleza en
términos de acontecimientos lo que se difunde en la propia ciencia. Por lo tanto, no es
sorprendente que algunos conceptos que recientemente hayan sido puestos de relieve
encuentren explicación simultáneamente en las ciencias y en las humanidades.
Mencionaré el caso del concepto “no linealidad”. Es fundamental en el proceso de las
estructuras disipativas, pero está claro que también lo es para entender cualquier forma
de sociedad.” (Prigogine, 2009; p. 176)
Y afirma más adelante: “No hay sistema estable para todas las fluctuaciones
estructurales, no existe fin para la historia.” (Prigogine, 2009; 177)
El problema consiste en encontrar un punto de diálogo armónico y coherente entre
ambas culturas científicas, un terreno firme en el que las ciencias naturales y exactas,
puedan encontrarse con las ciencias socio-humanas, para convivir de manera útil y
pertinente, desarrollando procesos beneficiosos para la consolidación de ambas.
Para evitar malentendidos, Prigogine (2009; p. 219) hace hincapié en que él no
trata de reducir la evolución socio-cultural a las leyes de la física, sino que por contrario,
“el análisis de los ejemplos más simples de autoorganización demuestra una
sorprendente riqueza de aspectos, aunque, desde luego, queda excluida cualquier
simple extrapolación automática a situaciones en que intervengan la sociología
humana. No obstante, es importante señalar que la vida, con sus correspondientes
aspectos biológicos y socio-culturales, ya no parece ser una excepción a las leyes de
la naturaleza, y no logra su propósito gracias a la intervención exclusiva de un ejército

17
René Thom (1923-2002), matemático francés célebre por sus trabajos en topología y fundador de la “teoría de las catástrofes”. Medalla Fields
en 1958.
98
de demonios de Maxwell en lucha con las leyes de la naturaleza. Estos aspectos de la
vida parecen estar más bien de acuerdo con tales leyes, si se tienen debidamente en
cuenta las importantes características de la inestabilidad y de la no linealidad.”
Según Martínez (2009a; p. 15) hoy en día hay una situación que no es algo
superficial, ni coyuntural, un problema profundo y serio, cuya raíz llega hasta las
estructuras lógicas de nuestra mente, hasta los procesos que sigue nuestra razón en el
modo de conceptualizar y dar sentido a las realidades; por ello, este problema desafía
nuestro modo de entender, reta nuestra lógica, reclama un alerta, pide mayor
sensibilidad intelectual, exige una actitud crítica constante, y todo ello bajo la amenaza
de dejar sin rumbo y sin sentido nuestros conocimientos considerados como los más
seguros por ser “científicos”.
La epistemología actual ha ido logrando una serie de metas que pueden formar ya
un conjunto de postulados irrenunciables, como los siguientes (Martínez, 2009a; p. 15):
 Toda observación es relativa al punto de vista del observador (Einstein);
 Toda observación se hace desde una teoría (Hason);
 Toda observación afecta al fenómeno observado (Heisenberg);
 No existen hechos, solo interpretaciones (Nietzsche);
 Estamos condenados al significado (Merleau-Ponty);
 Ningún lenguaje consistente puede contener los medios necesarios para definir
su propia semántica (Tarsky);
 Ninguna ciencia está capacitada para demostrar científicamente su propia base
(Descartes);
 Ningún sistema matemático puede probar los axiomas en que se basa (Godel);
 La pregunta ¿Qué es la ciencia? No tiene una respuesta científica (Morín).
Estas idea matrices conforman una plataforma y una base lógica conceptual para
asentar todo proceso racional con pretensión “científica”, pero coliden con los
parámetros de la racionalidad científica clásica tradicional.....Esto nos remite al
concepto de ciencia. Aristóteles, y la tradición clásica, siempre identificaron la ciencia
como su demostración: la ciencia valía tanto cuanto era capaz de probar. Einstein, en
cambio, dice que la ciencia consiste en crear teorías, y Kant había expresado que la
ciencia es un sistema o totalidad de conocimientos ordenados según principios. Un
análisis del proceso de demostración, del de sistematización de los conocimientos y del
proceso de la creación de una teoría, nos hará ver que estos tres procesos no son
antagónicos, sino más bien complementarios; es decir, que Aristóteles, Einstein y Kant
ponen el énfasis en tres momentos de un mismo proceso más amplio (Martínez, 2009a;
p. 16)
El proceso de la imaginación de una teoría que enlaza y da sentido a un grupo de
datos (Einstein), el proceso de su sistematización (Kant) y el proceso por medio el cual
se trata de demostrar, a uno mismo o a otra persona, que esa imaginación es lógica y
razonable (Aristóteles). Es conveniente añadir que estos procesos pueden darse en
cualquier disciplina, ya sea, por ejemplo, física, biología, psicología, historia, filosofía,
teología, etc., cada una según su propia naturaleza; por tanto, todas serían acreedoras
de una cierta cientificidad, aunque Martínez aclara que este término deba usarse en
forma analógica.
99
La misión de la ciencia ya no es expulsar el desorden de sus teorías, sino tratarlo.
Su misión ya no es disolver la idea de organización, sino concebirla e introducirla para
federar unas disciplinas parcelarias. He aquí porque un nuevo paradigma, quizás, está
a punto de nacer… (Morín, 2010a; p. 158)
Un paradigma científico puede definirse como un principio de distinciones-
oposiciones fundamentales entre alguna nociones matrices que generan y controlan el
pensamiento, es decir, la constitución de teorías y la producción de los discursos de los
miembros de una comunidad científica determinada (Morín, 1982).
De esta manera, el paradigma se convierte en un basamento regente del
conocimiento y de la existencia humana, y es por ello que es difícil la adecuada
comunicación y entendimiento entre dos personas que estén ubicadas en paradigmas
diferentes.
Según Martínez (2012; p. 228), un conocimiento de algo, sin referencia y ubicación
en un estatuto epistemológico que le dé sentido y proyección, queda huérfano y resulta
ininteligible, es decir, ni siquiera sería conocimiento.
Ahora bien, dice Martínez (2009a; p. 23) que toda estructura cognoscitiva
generalizada, o modo de conocer, en el ámbito de una determinada comunidad o
sociedad, se origina o es producida por una matriz epistémica.
La matriz epistémica según Martínez (2009a; p. 24) sería algo así como el
trasfondo existencial y vivencial, el mudo-de-vida y, a su vez, la fuente que origina y rige
el mundo general de conocer, propio de un determinado periodo histórico-cultural y
ubicado también dentro de una geografía específica, y, en su esencia, consistiría en el
modo propio y peculiar, que tiene un grupo humano, de asignar significados a las cosas
y a los eventos, es decir, en su capacidad específica del homo sapiens que, en la
dialéctica y proceso histórico-social de cada grupo étnico, civilización o cultura, ha ido
generando o estructurando su matriz epistémica.
La matriz epistémica, por consiguiente, sería un sistema de condiciones del
pensar, prelógico o preconceptual, generalmente inconsciente, que constituiría “la
misma vida” y “el modo de ser”, y que daría origen a una cosmovisión, a una mentalidad
e ideología, a una idiosincrasia y talante específicos, a un espíritu del tiempo, a un
paradigma científico, a cierto grupo de teorías y, en último término, también a un
método y a unas técnicas o estrategias adecuadas para investigar la naturaleza de una
realidad natural o social. (Martínez, 2009a; p. 24)
En conclusión, la verdad del discurso no está en el método sino en la episteme
que lo define. (Martínez, 2012; p. 228)
Por episteme Foucault (2011; p. 249) entiende, de hecho, el conjunto de las
relaciones que pueden unir, en una época determinada, las prácticas discursivas que
dan lugar a unas figuras epistemológicas, a unas ciencias, eventualmente a unos
sistemas formalizados; el modo según el cual en cada una de esas formaciones
discursivas se sitúan y se operan los pasos a la epistemologización, a la cientificidad, a
la formalización; la repartición de esos umbrales, que pueden entrar en coincidencia,
estar subordinados los unos a los otros, o estar desfasados en el tiempo; las relaciones
laterales que pueden existir entre unas figuras epistemológicas o unas ciencias en la
100
medida en que dependen en prácticas discursivas contiguas pero distintas. La episteme
no es una forma de conocimiento o un tipo de racionalidad que, atravesando las
ciencias más diversas, manifestara la unidad soberana de un sujeto, de un espíritu o de
una época; es el conjunto de las relaciones que se pueden descubrir, para una época
dada, entre las ciencias cuando se las analiza en el nivel de las regularidades
discursivas.
La descripción de la episteme presenta, pues, según Foucault (2011; p. 249),
varias características esenciales:
a) Abre un campo inagotable y no puede jamás ser cerrada;
b) No tiene como fin reconstituir el sistema de postulados al que obedecen todos
los conocimientos de una época, sino recorrer un campo indefinido de
relaciones.
c) No es una figura inmóvil que, aparecida un día, estaría destinada a
desvanecerse no menos bruscamente.
d) Es un conjunto indefinidamente móvil de escansiones, de desfases, de
coincidencias que se establecen y se deshacen.
Según Martínez (2009a; p. 26), la reflexión y crítica hermenéutica sobre el modo
de conocer pudiera terminar postulando una matriz epistémica distinta, con un sistema
de asignación de significados y procesos operativos también diferentes. Muchas
manifestaciones de la posmodernidad y, sobre todo, del postpositivismo, así lo hacen
entender.
Además, la episteme, como conjunto de relaciones entre unas ciencias, unas
figuras epistemológicas, unas positividades y unas prácticas discursivas, permite
aprehender el juego de las compulsiones y de las limitaciones que, en un momento
dado, se imponen al discurso: pero esta limitación no es aquella, negativa, que opone al
conocimiento la ignorancia, al razonamiento la imaginación, a la experiencia armada la
fidelidad a las apariencias, y el ensueño a las inferencias y a las deducciones; la
episteme no es aquello que se puede saber en una época, habida cuenta de las
insuficiencias técnicas, de los hábitos mentales, o de los limites puestos por la tradición;
es lo que, en la positividad de las practicas discusivas, hace posible la existencia de las
figuras epistemológicas y de las ciencias. (Foucault, 2011; p. 250)
En fin, se ve que el análisis de la episteme que realiza espectacularmente
Foucault (2011; p. 250), no es una manera de reasumir la cuestión critica (“dada alguna
cosa como ciencia, ¿Cuál es su derecho o su legitimidad?”); es una interrogación que
no acoge el dato de la ciencia más que con el fin de preguntarse lo que para esa
ciencia es el hecho de ser dado. En el enigma del discurso científico, lo que pone en
juego no es su derecho a ser una ciencia, es el hecho de que existe. Y el punto por el
que se separa de todas las filosofías del conocimiento, es el de que no refiere ese
hecho a la instancia de una donación originaria que fundase, en un sujeto
trascendental, el hecho y el derecho, sino a los procesos de una práctica histórica.
“Dado que todas las cosas son causadas y causantes, ayudadas y ayudantes,
mediatas e inmediatas, y todas se interrelacionan por un lazo natural e insensible que
une las más alejadas y las más distintas, considero imposible conocer las partes sin
conocer el todo, igual que conocer el todo sin conocer las partes.” (Pascal)
101
Como se aprecia, Pascal nos exhortaba de algún modo a un conocimiento
dinámico, flexible y oscilántico, en movimiento, a un conocimiento que avanza en
espiral, que progresa moviéndose del todo a las partes, de las partes al todo y del todo
a las partes nuevamente, lo cual constituye la interés común de todas las ciencias.
En este sentido Hegel nos da una lección acerca del proceso de configuración de
la ciencia:
“La ciencia expone, en su configuración, tanto este movimiento formativo en su
detalle y su necesidad, como aquello que ha pasado ya a ser momento y propiedad del
espíritu. El fin es la intelección que el espíritu tiene de lo que es el saber. La
impaciencia reclama lo imposible, a saber: la consecución del fin sin los medios. De una
parte, hay que soportar la longitud de ese camino, pues todos los momentos son
necesarios; de otra, hay que detenerse en cada uno, pues cada uno de ellos es a su
vez una figura individual entera, y será considerado por completo únicamente cuando
se considerado por completo únicamente cuando se considere su determinación como
un todo o como algo concreto, o bien, cuando se considere el todo en la peculiaridad de
esa determinación.” (Hegel, 1994; p. 42)
De ahí que propongo hacer una síntesis configurante, creadora, dialéctica,
holística, armónica y coherente, que integre estas teorías y hallazgos físicos, químicos,
matemáticos, biogenéticos, neurocientíficos, psicológicos, sociológicos, antropológicos
y socio-humanos en general, en un contexto natural-físico-biogenético-
neuropsicológico-sociocultural, permitiendo la comprensión por parte de cualquier ser
humano de una manera nítida, convincente e inteligible: la asunción de una concepción
configurativa de la ciencia para la comprensión de los procesos humanos y sociales,
precisamente desde una racionalidad configuracional.
2.3-Hacia una racionalidad configuracional
"Ciencia", es una palabra que viene de scire (saber), y que está relacionada con
scindere (escindir, cortar). Ahora bien, el lenguaje admitido en ciencia no es otro que el
matemático, el cual constituye una herramienta bien afilada, que sirve para cortar en
pedazos -es decir, para analizar- las observaciones, y agruparlas luego de tal modo que
finalmente puedan ser compartidas, al poder ser repetidas. Paradójicamente, las
matemáticas también permiten hacer predicciones, que conducen a nuevas
observaciones. (Pribram, En: Laszlo, 1997; p. 11)
No debemos ignorar que este concepto de ciencia ha cambiado, y sentimos cada
vez con más fuerza que debe cambiar.
Paralelamente, la reforma debe tener un carácter epistemológico e integrar la
ciencia de la ciencia en el seno de la propia ciencia, siempre cruelmente dividida entre
el empirismo que cree aprehender directamente los objetos y el idealismo pragmático
que supone estar manipulando siempre conceptos eficaces.
Ahora bien, a medida que el tiempo pasa, cada vez descubrimos con mayor
claridad que el problema de la ciencia es, aunque llevado a un grado superior, el de
todo conocimiento: la relación entre el sujeto observador y el objeto observado. Ya sea
en microfísica, en teoría de la información, en historia o en etnografía, se hace evidente
que el objeto investigado ha sido construido por el observador, que siempre pasa a
102
través de una descripción cerebral y que ésta, aun no siendo ni con mucho un puro
fantasma, conlleva un carácter de ambigüedad que sólo pueden ser elucidado por
medio de una descripción de la descripción (von Foerster, en prensa) y una inscripción
del descriptor. Se trata pues, de establecer el metasistema del sistema científico, en
cuyo marco la nueva metafísica permitirá comprender mejor el formidable abismo que
se abre entre ciencia y valores (ética), entre ciencia y finalidad (antropolítica), pero sin
que, por descontado, consiga superarlo. (Morín, 2008; p. 245)
Según Pribram, la ciencia del siglo XX se ha mostrado extraordinariamente
capacitada para scire. Sin embargo, desde el punto de vista cognitivo, las formulaciones
matemáticas resultan incompletas. Los, por así decir, aspectos narrativos de la ciencia,
los conceptos y los significados hacia los cuales apuntan los cómputos matemáticos,
han sido menospreciados, incluso -con frecuencia- deliberadamente, como en el
conocido caso de la llamada interpretación de Copenhague de la física cuántica. (En:
Laszlo, 1997; p. 12)
Este menosprecio ha creado un malestar considerable en algunos eminentes
científicos.
Habitualmente se invocan los campos para explicar las (inter) acciones a
distancia... Newton concibió y teorizó tales acciones e interacciones en términos de
fuerza, y ya nos hemos acostumbrado tanto a semejante innovación newtoniana que
llegamos a considerar la fuerza de gravedad como si fuese una "cosa", mientras que,
por supuesto, lo único que de verdad tenemos son observaciones de acciones a
distancia. (Pribram, En: Laszlo, 1997; p. 13)
Como bien señala Laszlo, esto quiere decir que simplemente deducimos que
existe la gravedad a partir de tales observaciones; de modo que la gravedad no es, por
supuesto, ninguna cosa que se pueda observar directamente, sino algo "cuya existencia
se deduce” (Pribram, En: Laszlo, 1997; p. 13)
De modo que el quinto campo no es algo que pueda deducirse de una serie de
observaciones. Es, más bien, una función transformada de otros campos cuya
existencia sí que se deduce a partir de observaciones. Este aspecto que presenta, de
realidad de segundo orden, es lo que hace al quinto campo tan difícil de captar. De
hecho, en tanto que la tecnología no nos había proporcionado todavía el conocidísimo y
muy ingenioso invento que materializa las fórmulas matemáticas de la realidad
holográfica, tan sólo los matemáticos eran capaces de imaginar semejante tipo de
organización. Leibniz fue quien primero describió una entidad [de tipo holográfico] que
llamó "mónada", ¡pero por cierto que hasta Gabor, hace pocos años, no ha nacido la
holografía! (Pribram, En: Laszlo, 1997; p. 14)
Laszlo (1997; p. 19) ha indagado los principios básicos que podrían permitir
entender la dinámica fundamental de la naturaleza, por el lado de la metafísica de
procesos de Whitehead, de la cibernética de Wiener, y de la teoría general de sistemas
de von Bertalanffy, sin olvidar tampoco la teoría de sistemas disipativos de Prigogine ni
el orden implicado de David Bohm.
Sin embargo, según este autor, él no puede decir que se haya sentido satisfecho;
y esto porque aunque es cierto que cada teoría estudiada contribuía con alguna cosa o
algún punto de vista fundamental que se echaba en falta en las precedentes, ninguna
103
de ellas planteaba ningún concepto básico realmente capaz de fundamentar, sin dejar
lugar a dudas y desconfianzas razonables, una dinámica unificada de los procesos.
Pero cuando Laszlo se encontraba justo en este punto, su búsqueda dio un giro
inesperado.
En física se da el caso de que las propiedades de los elementos constitutivos
simples se analizan hoy en términos de "sistemas de interrelaciones", en lugar de
intentar reconstruir dichos sistemas partiendo de las propiedades de sus componentes.
Entre las teorías que siguen este método se pueden citar la teoría de la matriz S
de Heisenberg y la teoría bootstrap de Chew.
Por otra parte, según Laszlo (1997; p. 49), en las teorías del campo cuántico, los
sistemas decisivos se conciben en términos de interacciones entre campos, las cuales
se considera que constituyen, de hecho, las partículas mismas, en lugar de darse por
sentado que son las partículas las que crean los campos.
A primera vista, la diferencia entre derivar las propiedades de las partes de las
propiedades del todo, o alternativamente reconstruir las propiedades del todo a partir de
las propiedades de las partes, puede parecer excesiva. Pero si bien nos fijamos, nos
daremos cuenta enseguida de que se trata de una distinción capital.
Según Laszlo (1997; p. 49), un campo continuo no es reductible a las partículas
que puedan encontrarse "salpicadas" por todo su ámbito, igual que un sistema dinámico
que sigue una trayectoria "evolucionaría" no es reductible tampoco a las ecuaciones
diferenciales que definen las relaciones entre los parámetros individuales de que
consta.
Desde luego, considerar que el todo, de algún modo, constituye a cada una de las
partes, no es una alternativa nada banal frente a la concepción corriente de que, por el
contrario, son las partes las que constituyen el todo.
El enfoque teórico que propone ir del todo a la parte no es necesariamente
especulativo. Hace ya más de un siglo, los matemáticos William Hamilton y Karl Gustav
Jacobi demostraron que es posible, sin merma alguna de rigor, tratar eventos locales en
función de un campo total. Cada movimiento particular puede ser considerado en
función de un movimiento de orden superior, más que como resultado de la acción de
fuerzas mecánicas separadas. (Laszlo, 1997; p. 49)
Por otro lado, los enfoques holísticos y sistémicos van conquistando un campo del
conocimiento tras otro, y aunque queda todavía un largo camino por recorrer, no es
menos cierto que las tendencias que actualmente se detectan auguran que una nueva
revolución científica está en puertas.
Errol Harris (1988), filósofo de la ciencia, ha resumido sus principales líneas de
ofensiva de lo que podría lograr la nueva "cosmología de la totalidad" que está
emergiendo (Laszlo, 1997; p. 51-52):
 Proporcionar una descripción adecuada de la totalidad del universo como algo
simple, indivisible y formado por partes relacionadas entre sí, que se pueden distinguir
pero nunca separar completamente.

104
 Desvelar el principio universal que organiza los sistemas. Dicho principio está
presente de modo inmanente en todas las partes del universo, cada una de las cuales
lo manifiesta y lo ejemplifica.
 Poner de manifiesto la escala jerárquica de diferenciación que estratifica todas
las partes del universo, según una progresión de niveles emergentes de complejidad
creciente, en la que cada parte expresa el principio organizador con mayor plenitud y
adecuación que las partes que la preceden en la escala.
 Desplegar una red compleja de interdependencias cuyos elementos estén,
todos ellos, ajustados unos con respecto a otros, en estructura y función.
Según Laszlo (1997; p. 66), una teoría que trate del modo como se genera la
complejidad en el mundo empírico no tiene ciertamente que ir más allá del enfoque
científico. Aunque es cierto que las leyes que permiten entender la integración
progresiva de las entidades materiales -de las partículas a los organismos- no son
fáciles de establecer, eso no significa que tales leyes no existan.
Es demasiado fácil relegar el problema al dominio de la metafísica, o
alternativamente descartarlo sin más, afirmando que las realidades complejas surgen
por pura casualidad a partir de sus elementos constitutivos simples. Pretender que las
moléculas, las células y los tejidos que constituyen un complejo organismo vivo, son
producto de una serie de accidentes fortuitos, resulta tan infundado como atribuir la
complejidad del mundo de lo viviente a la acción de principios místicos o metafísicos.
(Laszlo, 1997; p. 67)
No nos queda otro remedio que afrontar el reto que supone el conseguir
finalmente elaborar una teoría dotada del suficiente fundamento empírico y de la
necesaria armonía y coherencia interna como para ser capaz de explicar y argumentar
el movimiento ascendente de la naturaleza humana hacia niveles elevados e
impredecibles de complejidad y orden configurativo.
Una teoría que explique, además, este extraordinario fenómeno dando prueba de
mejor sentido lógico que el que manifiestan, por un lado los enfoques basados en el
simple funcionamiento del azar y por otro los metafísicos puramente especulativos.
(Laszlo, 1997; p. 67)
La complejidad es una cualidad inmanente a todos los sistemas vivos,
psicológicos y sociales, es un dato objetivo del universo socio-humano, no es una
ilusión del ser humano, producto de su imaginación científica, ni una invención
proyectada por nuestra subjetividad.
El cerebro es objetivamente mucho más complejo que una neurona, lo mismo que
un ser vivo, cualquiera que sea, es mucho más complejo que su cerebro. Por tanto, es
incuestionable y razonable la pertinencia y urgencia de exigirle creatividad a los
científicos para que, con rigor, ética y seriedad, desde sus investigaciones, den cuenta
del hecho palpable e indiscutible de la emergencia de la complejidad en la naturaleza
humana y social.
Como se aprecia, la complejidad es un juego de lo paradójico cuya salida-llegada
sólo puede ser una síntesis, que a su vez puede ser entendida como el trayecto a
nuevas situaciones paradójicas. Es necesario realizar una primera distinción: lo
105
complejo no es lo complicado, es lo sencillo; lo complicado no es lo complejo, es lo
simple, de tal modo que en un primer orden, lo complejo es el reverso de lo sencillo y lo
complicado es el reverso de lo simple. (Ballester y Colom, 2012; p. 274)
De nuevo en palabras de Morín (1993; p. 441) “la complejidad se expresa en fin
por la asociación de nociones antinómicas, y que por ello parecen contradictorias. No
obstante, la contradicción puede no ser más que aparente: una paradoja se resuelve
desde el momento en que se sitúan las dos proposiciones antagonistas en un sistema
de referencias enrriquecidos donde aparezca su complementariedad lógica”.
Igualmente como ha señalado Navarro (1997; p. 117): “la noción de complejidad
es ella misma compleja, y puede ser abordada desde muchos ángulos diferentes”. En
ese sentido Navarro propone “considerar la complejidad como una propiedad exhibida
por (al menos) algunos objetos que admiten una pluralidad de descripciones
complementarias, distintas pero (en principio) no contradictorias”.
Más adelante el propio Navarro (1997; p. 121) mantiene que “la pluralidad de
clausuras organizacionales interpenetradas y transpenetradas que es características
de ciertos objetos, es no solo la causa –al propio tiempo que la manifestación- de la
complejidad actual a los mismos, sino también el recurso que proporciona a tales
objetos el potencial necesario para ulteriores incrementos de esa complejidad”.
Por ejemplo, Bohm (1987) considera que, a lo largo de las últimas cuatro décadas,
las nociones teóricas básicas de la física se han mantenido en un estado de confusión
severa persistente. De ahí que desde hace mucho tiempo un cambio profundo resulte
necesario. La reforma que Bohm propone es radical: según él, hay dos niveles de
realidad, uno que se revela en los fenómenos mismos, y otro que está detrás (o más
bien debajo) de ellos.
En último extremo, una descripción básica del universo tendría que basarse en
este nivel subyacente que Bohm llama "implicado" a la vista de la etimología latina del
término, que no es otra que "plegado" o "enrollado". La característica esencial del orden
implicado es que todo lo que sucede en el espacio y en el tiempo se encuentra
"plegado" (o "enrollado") en él.
Un ejemplo podría ser un vórtice o remolino, que carece de existencia
independiente del movimiento del fluido en el que se forma, aun teniendo una forma
relativamente constante, recurrente y estable. Por mucho que el remolino parezca un
objeto independiente, lo cierto es que su estructura proviene totalmente de la dinámica
de la corriente. (Laszlo, 1997; p. 70)
E1 mismo Heisenberg mantuvo una postura ambigua en cuanto a dar una
interpretación del aspecto de la realidad a que hace referencia la teoría cuántica: unas
veces insinúa una interpretación mentalista, y otras, una fisicista.
Por ejemplo, escribió que «finalmente, estamos siendo empujados a creer que las
leyes naturales que formulamos matemáticamente en la teoría cuántica no se refieren a
las partículas en sí, sino al conocimiento que tenemos de dichas partículas... De
manera que se evapora cualquier concepción sobre la realidad objetiva de las
partículas... disolviéndose en la claridad transparente de unas matemáticas que ya no

106
representan el comportamiento de las partículas elementales sino más bien nuestro
propio conocimiento de dicho comportamiento». (Heisenberg, 1958)
Y sin embargo, en otro momento mantenía que «si queremos describir en qué
consiste lo que sucede en un acontecimiento que ocurre en el nivel atómico, tendremos
que partir de constatar que la palabra "sucede" se aplica al mundo físico, no al acto
psíquico de la observación; y diremos que el paso de "lo posible" a "lo realizado" se
produce tan pronto como entra en juego una interacción entre el objeto a observar y el
aparato de medida (y el resto del universo, a través de él), pero que no está ligado, al
acto de registrar el resultado en la mente del observador». (Citado en Laszlo, 1997; p.
73)
Stapp (1993), por su parte, elige la interpretación ontológica. Si le seguimos en
esta línea, podemos intentar definir de entrada -como él lo hace- los límites dentro de
los cuales se aplica la teoría. ¿La realidad probabilística de la física cuántica está, pues,
limitada al dominio subatómico, en el que los objetos reales no sobrepasan la masa de
Planck, equivalente a 10-5 g, o bien se aplica igualmente a los fenómenos
macroscópicos? (Laszlo, 1997; p. 74)
Para Bateson (2010; p. 173), la mera racionalidad teleológica, sin la ayuda de
fenómenos tales como el arte, la religión, el sueño y otros semejantes, es
necesariamente patogénica y destructora de la vida; y que su virulencia surge
específicamente de la circunstancia de que la vida depende de circuitos
interconectados de contingencias, en tanto que la conciencia sólo puede ver pequeños
arcos de aquellos circuitos que interesen a la actividad humana.
En una palabra, la conciencia, huérfana de ayuda, tiene siempre que complicar al
hombre en algún tipo de estupidez, del que fue culpable la evolución cuando obligó a
los dinosaurios a adoptar los valores de sentido común de una carrera armamentista.
La evolución inevitablemente reconoció su error un millón de años después y los borró
de la faz de la tierra. (Bateson, 2010; p. 173)
La conciencia no tutelada tiende siempre necesariamente al odio; no sólo porque
es de buen sentido común exterminar a los otros tipos, sino por la razón más profunda
de que, al ver sólo arcos de círculo, el individuo es continuamente sorprendido y se
írrita necesariamente cuando su política de cabeza dura se revierte para estragar la
vida del inventor. (Bateson, 2010; p. 174)
Tal es el mundo en que vivimos -un mundo de estructuras en circuito- y el amor
sólo puede sobrevivir si la sabiduría (es decir, en un sentido, el reconocimiento del
hecho de la circuitidad) cobra una voz eficaz. (Bateson, 2010; p. 174)
A pesar de lo explicado anteriormente, aún existen reminiscencias del paradigma
positivista en la aplicación de las técnicas cualitativas. Un ejemplo de ello es la postura
de Glauser y Strauss en su propuesta de la teoría fundada en los datos.
En este sentido plantean que están “…..adoptando la posición de que la
adecuación de una teoría para la sociología no puede, hoy, ser separada de los
procesos de los cuales ellas es generada”, y sugieren que “.....es propensa a ser una
mejor teoría aquella que ha sido inductivamente desarrollada desde la investigación
social.” (Citado en Quinn, 1990; p. 66)
107
Con esta postura, se eterniza la dependencia de la construcción teórica respecto a
los procesos inductivos a partir de las datos empíricos, como modalidad de teorizar, lo
cual, desde el punto de vista epistemológico, ubica a las técnicas cualitativas en la
misma posición en que están las cuantitativas desde el punto de vista metodológico.
Estas reminiscencias del paradigma positivista imperante en el uso de los
instrumentos de investigación, nos evidencian cuán difícil resulta lograr una ruptura
epistemológica y la potencia de las concepciones aún vigentes en las que nos basamos
para producir nuevo conocimiento, a pesar de que las técnicas tienen posibilidades de
conducirnos hacia nuevas formas de hacer ciencia.
Como se aprecia, el análisis del desarrollo epistemológico en la ciencia es
inseparable de las influencias filosóficas que están ubicadas en etapas paradigmáticas
diferentes, y cuyas formas diversas de expresión transciende los límites temporales
dentro de los que se definen las referidas etapas paradigmáticas.
De esta manera, el desarrollo del paradigma positivista en la ciencia es compatible
no sólo con las posiciones del empirismo y el pragmatismo, sino también con muchas
definiciones procedentes del racionalismo, sobre todo en lo relativo a la separación
radical entre el objeto y el sujeto del conocimiento, y en la representación del
conocimiento como una relación lineal y unilateral entre ambos; sólo que el
racionalismo enfatiza el protagonismo de la razón dentro de estas relaciones, mientras
que el empirismo enfatiza el objeto.
Al reconocer la realidad como determinante del conocimiento, de hecho nos
estamos planteando su presencia como parte inseparable del propio proceso de
conocer, el cual se desarrolla a través de una relación dialéctica con aquella, donde el
aumento de la complejidad de una de las partes conduce necesariamente al aumento
de la complejidad en la otra, y produce así nuevas situaciones contradictorias entre el
conocimiento y la realidad.
A través de estas contradicciones, el proceso del conocimiento va produciendo
nuevas zonas de sentido sobre lo real, cuya constitución define un conjunto de nuevos
retos e interrogantes para el propio conocimiento. (González, 1997; p. 5)
González (1997; p. 5) entiende por zonas de sentido aquellos espacios de la
realidad que se vuelven inteligibles ante el desarrollo de la teoría; es decir, permanece
oculto para el hombre antes del momento teórico que permite su construcción en forma
de conocimiento. Al entrar en una zona de sentido, el conocimiento se integra con
nuevas formas de lo real, lo que aumenta su sensibilidad para avanzar cada vez más
en sus propios términos sobre esos espacios de lo real.
La realidad no aparece en el proceso de conocimiento de forma estática sino
como un proceso activo, dentro del cual la ciencia avanza construyendo nuevas zonas
de sentido que van dando cuenta de un mundo diferente: aquel que resulta explícito en
términos de conocimiento humano. (González, 1997; p. 5)
El positivismo no sólo soslaya la condición activa y protagónica del sujeto de
investigación y su objeto en las ciencias humanas sino que, niega y soslaya también el
carácter activo y dinámico de la propia realidad, la cual se comprende de forma
estática, fija y ordenada de manera regular, no como procesos dinámicos y funcionales
108
que se integran y desintegran de manera permanente y dan lugar a nuevas formas de
funcionamiento que representan la creación de nuevas modalidades de realidad en el
proceso del devenir socio-histórico y cultural del ser humano.
En la representación positivista se excluye del conocimiento científico todo lo
dinámico, cambiante, contradictorio, funcional e irregular, así como todo lo que no sea
susceptible de expresarse al nivel de lo observable. De ahí la necesidad de una nueva
racionalidad científica.
Hasta ahora, la reflexión de los filósofos sobre la ciencia ha girado en torno a la
racionalidad. Esta racionalidad es ya un modelo estereotipado en la mente del filósofo
que lo aplica por igual a todas las disciplinas científicas. Según la tradición filosófica que
arrastra desde los griegos, la racionalidad es lo característico del pensar humano,
justamente lo que diferencia al hombre de los animales, pero este concepto de
racionalidad no se adapta a la actividad científica.
La racionalidad científica no es más que el discurso epistemológico sobre el uso
efectivo de medios y procesos apropiados para conseguir metas deseadas.
La realidad, aun cuando no aparece de forma independiente de los procesos
subjetivos del ser humano, que la hacen inteligible en términos del conocimiento
humano, y aun cuando su aparición progresiva dentro de este proceso va a depender
de los recursos con que cuenta el sujeto de investigación en cada momento socio-
histórico de su interrelación con ella, de hecho se va develando de manera progresiva,
en formas cada vez más dinámicas, dialécticas y complejas. Precisamente, la
continuidad y congruencia de una teoría a lo largo del tiempo está dada en la presencia
de lo real en el conocimiento científico.
En este esbozo, la esencialidad del conocimiento científico no aparece asociada a
atributos estáticos, únicos e inmutables, que expresan de forma directa e isomórfica la
cualidad de lo estudiado, sino como una forma de construcción conceptual que,
expresándose a través del objeto de estudio, se configura sobre la base de otro
conjunto de factores que resultan irreductibles a la relación sujeto-objeto, como son los
procesos sociales y humanos que mediatizan esta configuración, el desarrollo socio-
histórico de la teoría, los procesos de construcción del conocimiento científico.
La realidad no es algo pasivo en relación con el conocimiento. Con frecuencia, en
nuestro afán de destacar el lugar activo del sujeto en el conocimiento, nos olvidamos de
que la realidad también es activa, y no se subordina pasivamente al curso de nuestra
construcción, sino que la contradice en su majestuosa riqueza, dentro del cual se
desarrolla y reconstruye permanentemente el conocimiento. (González, 1997; p. 7)
La nueva ciencia está buscando un concepto invisible, clave y categórico, estricto
y general, un concepto disipado, extraño a la exacta reflexión de la ciencia clásica
tradicional, pero que parece transcendental para el ulterior desarrollo y consolidación de
la ciencia. La vía a seguir parece correcta, la búsqueda de la correlación, del equilibrio,
de la coherencia y de la armonía. El nuevo concepto es la noción de configuración.
La nueva ciencia deberá dar cuenta de los procesos retroactivos y recursivos,
constantes y permanentes, que se dan entre las antinomias de las que está conformada

109
la realidad y la vida. Los bucles no unen, sino que modifican, transforman, configuran y
posibilitan el logro de las antinomias.
Desde esta óptica, la comprensión de los contrarios sólo es posible mediante un
bucle mediador que no debe entenderse nunca como un nudo, o elemento intermedio
de conexión, sino como un proceso transformador, de tal manera que el pensamiento
de la complejidad se conforma como un proceso productor de conocimiento en el
sentido de que sus unidades de conocimiento no son unidades sino el circuito-bucle
transformador; es decir, el conocimiento sólo será conocimiento si es conocimiento
acerca de la generatriz transformadora de las antinomias mencionadas. De ahí que la
complejidad es la integración de la incertidumbre en el conocimiento, siempre que
entendamos el conocimiento en la incertidumbre. En definitiva, sólo lo exiguo es
creativo.
Aquí precisamente es donde adquiere una importancia de primer orden la Teoría
de las Configuraciones, emerge así una nueva racionalidad científica: la racionalidad
configuracional, por lo que se hace necesario precisar de manera considerable este
término y encaminar nuestro esfuerzo epistémico a la identificación de nuevas nociones
y conceptos relevantes.
La psicología de la gestalt, desde donde se ha traducido el término configuración,
desde fines del siglo XIX, establece un viaducto significativo con Aristóteles y se
constituye, de hecho, en una teoría epistemológica de las configuraciones.
Es necesario aclarar que la configuración no es un simple agregado, donde las
partes se añaden unas a otras, no son partes, ni elementos, sino procesos dinámicos
complejos, es un holos donde éstos se auto-ordenaban e interconectan en una
determinada configuración.
La teoría gestáltica alemana no afirma que el todo es más que la suma de sus
partes, sino que el todo es diferente a la suma de sus partes, es decir, que las
propiedades, cualidades o atributos del todo (proceso) son diferentes de las
propiedades de la relación entre los subprocesos.
En el caso concreto de las ciencias humanas y sociales su estudio se encamina a
procesos conscientes, caracterizados por la intencionalidad, los deseos y expectativas,
los intereses y convicciones, la capacidad humana de elección y autodeterminación, los
procesos creativos, la originalidad, los procesos de autorrealización, las actitudes,
afectos, valores, emociones y sentimientos humanos, es decir, una amplia gama de
configuraciones neuropsicológicas y socioculturales.
La personalidad es un todo suficientemente integrado y coherente, y para poder
comprenderla es necesario considerarla como un sistema neuropsíquico o, si se quiere,
como un sistema de sistemas. (Martínez, 2008; p. 122)
Por otro lado, Martínez (2008; p. 120) nos dice que cuando un paradigma científico
se va agotando en su capacidad de explicar la realidad, en su poder de generar
conocimientos útiles en el área para la cual se creó, lo más sabio y lógico es pensar en
concebir otro, cambiando el “modo de pensar”, partiendo de nuevos conceptos básicos,
de nuevos axiomas, de nuevos presupuestos.

110
Esto es lo que han venido haciendo la psicología de la gestalt, el estructuralismo
francés y el enfoque de sistemas. Estas tres orientaciones tienen básicamente la misma
idea central: las realidades no están compuestas de agregados de elementos, forman
totalidades organizadas con fuerte interacción, y su estudio y comprensión requiere la
captación de esa dinámica interna que las caracteriza. (Martínez, 2008; p. 120-121)
Es decir, el nuevo paradigma debe encaminarse a identificar la dinámica interna
de los procesos, es decir, la unidad de síntesis, la configuración relacional significativa,
que caracteriza al objeto de estudio.
En cierta ocasión, Einstein dijo que los científicos son como los detectives que se
afanan por seguir la pista de un misterio; pero que los científicos creativos deben
cometer su propio “delito” y también llevar a cabo la investigación.
Einstein, como otros científicos eminentes, sabía esto por propia experiencia.
Primero habían cometido el “delito” de pensar y creer en algo que iba en contra del
pensamiento “normal” y corriente de los intelectuales y, segundo debían traducirlo a un
lenguaje más clásico y que dijera “algo” a quienes permanecían todavía en “otro
mundo”. (Martínez, 2008; p. 282-283)
Morín (2011; p. 105) lo argumenta de la siguiente manera:
“Ante todo, creo que tenemos necesidad de macro-conceptos. Del mismo modo
que un átomo es una constelación de partículas, que el sistema solar es una
constelación alrededor de un astro, del mismo modo tenemos necesidad de pensar
mediante constelación y solidaridad de conceptos.
Más aún, debemos saber que, con respecto a las cosas más importantes, los
conceptos no se definen jamás por sus fronteras, sino a partir de su núcleo. Es una idea
anticartesiana, en el sentido que Descartes pensaba que la distinción y la claridad eran
características intrínsecas de la verdad de una idea.
Luhmann destaca que mediante el establecimiento de círculos autorreferenciales
en forma de doble contingencia, todos los sistemas sociales están obligados a
seleccionar sus propios recursos para abrirse, al mismo tiempo, a los acontecimientos.
De ello puede resultar la necesidad de seleccionar a su vez estos condicionamientos y
de no dejar su selección por completo al azar. Este control de un nivel superior se logra
gracias a que los sistemas sociales se orientan a sí mismos diferenciándose de su
entorno.
Esta forma de autorreferencia es la que Luhmann (1998; p. 405) denomina
reflexión, entendiéndola como aquel caso en el que coinciden referencia al sistema y
autorreferencia. Un sistema orienta sus operaciones por la propia unidad, para lo cual
no se considera como diferencia productora el antes/después de los procesos, sino la
diferencia sistema/entorno. Sólo dentro de esta diferencia es posible designar al
sistema o al entorno, tematizando así como unidad la complejidad llamada sistema o
entorno. La reflexión requiere, en otras palabras, la introducción de la diferencia
sistema/entorno en el sistema. Cuando esto suceda desde el punto de vista de la
unidad de esa diferencia, hablaremos de racionalidad. La racionalidad, por lo tanto, sólo
puede alcanzarse mediante la reflexión, pero no toda reflexión es racional.
Tomemos el amor y la amistad. Podemos reconocer netamente, en su centro, al
111
amor y la amistad, pero está también la amistad amorosa, y los amores amigables.
Están aún los casos intermedios, las mezclas entre amor y amistad; no hay una frontera
neta. No hay que tratar nunca de definir a las cosas importantes por las fronteras. Las
fronteras son siempre borrosas, son siempre superpuestas. Hay que tratar, entonces,
de definir el corazón, y esa definición requiere, a menudo, macro-conceptos.”
Según Morín (2008; p. 23), el giro copernicano tiene lugar poco antes de 1950.
Shannon (1949) con la teoría de la información, y Wienes con la cibernética (1948),
inauguran una perspectiva teórica aplicable tanto a las máquinas artificiales como a los
organismos biológicos, a los fenómenos psicológicos como a los sociológicos.)
Algo más tarde, en 1953, el esfuerzo llevado a cabo en el campo de la biología
molecular consigue abrir la brecha decisiva que permite a la biología ramificarse hacia
«abajo»: el descubrimiento de la estructura química del código genético por parte de los
bioquímicos norteamericanos Watson y Crick. (Morín, 2008; p. 24)
El viejo paradigma ha sido reducido a astillas, pero el nuevo aún no ha sido
constituido. (Morín, 2008; p. 28)
La definición de macro-conceptos en las ciencias humanas y sociales nos lleva de
manera inexorable a la identificación, descripción y caracterización de configuraciones.
De esta manera, emerge una nueva ciencia configuracional, la teoría de las
configuraciones, la Configuralogía, como nuevo paradigma epistemológico para el
tercer milenio, por cuanto “la ciencia (o lo que se da por tal) se localiza en un campo de
saber y desempeña en él un papel. Papel que varía según las diferentes formaciones
discursivas y que se modifica con sus mutaciones.” (Foucault, 2011; p. 240)

112
III-TEORÍA Y PARADIGMA CONFIGURACIONAL DE LA CIENCIA
3.1-¿Qué es una teoría?
Según Ferrater (2010; p. 348) el significado primario del vocablo ‘teoría’ es
contemplación. De ahí que se pueda definir la teoría como una visión inteligible o una
contemplación racional. El vocablo teoría, de theos, contemplación, también asociado
con divinidad, advierte sobre el rasgo exquisito de su desarrollo y su formación.
En la actualidad el término ‘teoría’ no equivale exactamente al de ‘contemplación’,
pues designa una construcción intelectual que aparece como resultado del trabajo
filosófico o científico.
Los filósofos de la ciencia especialmente han introducido interpretaciones muy
diversas acerca de la naturaleza de las teorías científicas. Para unos la teoría es una
descripción de la realidad (descripción de percepciones o descripción de los datos de
los sentidos). Para otros la teoría es una verdadera explicación de los hechos. Otros
sólo la identifican como un simbolismo útil y cómodo.
Muchos autores han manifestado que el análisis de la naturaleza de la teoría
plantea problemas epistemológicos, pero que se lo puede soslayar sin excesivo daño
para el análisis que debe limitarse a descubrir la estructura de la teoría.
Por otro lado, Teoría, en Quillet (1971), es un término de amplia significación que
puede ser definido desde diferentes puntos de vista. En filosofía, una teoría es una
síntesis de conocimiento organizada de acuerdo con un principio que hace posible la
explicación de determinados hechos; en tal sentido muchos fenómenos o
acontecimientos biológicos, químicos, cósmicos, etc., se explican mediante teorías
(teoría cromosómica de la herencia, teoría atómica molecular, teoría de la evolución).
El Diccionario Larousse (1998), define la teoría como el conocimiento
especulativo, ideal, independiente de toda explicación; conjunto de teoremas y de leyes
organizadas sistemáticamente, sometidas a la verificación experimental, y que están
encaminadas a establecer la veracidad de un sistema científico; conjunto sistematizado
de opiniones o ideas sobre un tema determinado; quien teoriza trata un asunto solo en
teoría, racional y especulativamente.
En la teoría, para Ander Egg (1995), se incluyen las leyes, y constituye un sistema
explicativo global que apunta hacia la comprensión de la realidad.
Según el Diccionario Trillas (1985), la teoría no es más que un conocimiento
especulativo puramente racional; es una hipótesis, y una serie de leyes que relacionan
determinados fenómenos.
Por su parte, Hernández, Fernández y Baptista (1998) afirman que la teoría como
la explicación del cómo y porqué ocurre o se manifiesta un fenómeno. Si no logra
hacerlo, no es una teoría, podría llamarse creencia, conjunto de suposiciones,
ocurrencia, especulación, preteoría o de cualquier otro modo, pero nunca teoría.
Asimismo, según Kerlinger (1981) la teoría es un conjunto de conceptos o
constructos, definiciones y proposiciones relacionadas entre sí, que presentan un punto
de vista sistemático de fenómenos o de! evento estudiado, especificando relaciones
entre variables, con el objeto de explicar y predecir los fenómenos.
113
Hall y Lindsey (1979, p. 2000), consideran la teoría como una suposición no
demostrada, o una especulación concerniente a la realidad; también podría definirse
como un conjunto de convenciones creadas por el teórico, en otras palabras, las teorías
o explicaciones no son necesariamente verdades demostradas.
Finalmente, Hurtado de Barrera (2000) define la teoría como el conjunto
organizado de principios, inferencias, creencias, descubrimientos y afirmaciones por
medio del cual se interpreta una realidad cualquiera. Una teoría es útil porque describe,
explica y permite predecir el fenómeno o hecho al que se refiere, además de que
organiza el conocimiento al respecto y orienta la investigación que se lleve a cabo sobre
el fenómeno. Por eso no hay teorías "malas o inadecuadas"; lo que ocurre es que se
toman por teorías postulados que no son tales, es decir, como consecuencia del abuso
que generalmente se hace del término "teoría".
Según Einstein, la ciencia es un intento por hacer que la diversidad caótica de
nuestra experiencia sensorial corresponda a un sistema de pensamiento lógico y
uniforme. De ahí que, todas las ciencias, “todas las teorías científicas representan un
marco teórico para que un cuerpo de observaciones experimentales cobre sentido. Pero
la utilidad primaria de una teoría no es sólo ver hacia atrás, sino también hacia delante.
Una teoría científica viable predice otros hallazgos y sugiere enfoques para
verificaciones experimentales posteriores.” (Collins, 2007; p. 202).
Polanyi (1958, p. 171) dice que “la ciencia es un sistema de creencias con las
cuales estamos comprometidos… y, por tanto, no puede ser representada en términos
libres de compromiso”
Si Polanyi tiene razón, como es evidente por todo lo que hemos dicho hasta ahora,
es también racional conceptuar que las primeras creencias del ser humano, son
epistémicas, lo cual crea la necesidad de una epistemología configuracional.
En este sentido, Polanyi (1957; p. 480-484) nos recuerda:
“En los días en que podía silenciarse una idea diciendo que era contraria a la
religión, la teología se convirtió en la mayor fuente de las falacias. Hoy, cuando todo
pensamiento humano puede desacreditarse calificándolo de no-científico, el poder
ejercido previamente por la teología ha pasado a la ciencia; así, la ciencia ha llegado a
ser la mayor fuente de errores.”
¡La ciencia ha llegado a ser la mayor fuente de errores! Esta afirmación, venida de
tan eminente académico, que enseñó tanto la física nuclear como las formas de
comprender al hombre, nos plantea un gravísimo problema y nos lanza un reto
inevitable: debemos ser plenamente conscientes de las aguas en que nos movemos y
de las corrientes que nos arrastran. (Martínez, 2012; p. 231)
A partir de todo lo expresado anteriormente, asumo la concepción de Martínez
(2008; p. 155), quien afirma que una teoría es una construcción mental simbólica,
verbal o icónica, de naturaleza conjetural o hipotética, que nos obliga a pensar de un
modo nuevo al completar, integrar, unificar, sistematizar o interpretar un cuerpo de
conocimientos que hasta el momento se consideraban incompletos, imprecisos,
inconexos o intuitivos. La teoría es, por tanto, un modelo ideal, sin contenido
observacional directo, que nos ofrece una estructura conceptual inteligible, sistemática
114
y coherente para ordenar los fenómenos; de manera más concreta, suele consistir en
un sistema de hipótesis, formulas legaliformes y hasta leyes ya establecidas, de modo
que su síntesis puede incluir desde lo plenamente conocido hasta lo meramente
sospechado.
Precisamente, siguiendo con Martínez (2008; p. 300), el proceso en que se da un
descubrimiento científico reduce la atención focal de las observaciones a un nivel
subsidiario, centrando la conciencia no en ellas, sino en su coherencia teórica interna.
Este acto de integración, este acto de comprensión que se puede identificar tanto en la
percepción visual de los objetos como en el descubrimiento de las teorías científicas, es
un poder especial de nuestra capacidad cognoscitiva, y es lo que Polanyi (1969) llama
“conocimiento tácito”.
El conocimiento tácito se fundamenta en todo lo que nosotros ya sabemos y
aplicamos en forma automática, no consciente; está constituido por una gran multitud
de asociaciones que dan origen a nuevos significados, a nuevas ideas y a nuevas
aplicaciones de lo viejo. Ya Aristóteles había señalado que es el alma (la psique) la que
ve, y no el ojo. (Martínez, 2008; p. 301)
Como ha sido señalado por numerosos científicos, sólo se llega a una buena
teoría mediante el ejercicio de la imaginación creativa.
Tal vez se podría hablar de descubrir leyes, pero, si se trata de teorías, solamente
se puede decir que son inventadas o construidas, ya que la formación de una teoría no
consiste en descubrir o en destapar un hecho escondido; la teoría es un modo de mirar
los hechos, un modo de organizarlos y representarlos conceptualmente a través de una
nueva red de relaciones entre sus partes constituyentes. Aunque la teoría se ajusta y
acomoda en cierto modo al mundo exterior, en otro sentido importante crea un mundo
propio (Kaplan, 1979, citado en Martínez, 2008; p. 302)
Así, en este capítulo se caracteriza la Teoría de las Configuraciones, la
Configuralogía, como nuevo paradigma epistemológico para la ciencia del tercer
milenio.
Como dice Hegel (1966; p. 47), “debemos estar convencidos de que lo verdadero
tiene por naturaleza el abrirse paso al llegar su tiempo y de que sólo aparece cuando
éste llega, razón por la cual nunca se presenta prematuramente ni se encuentra con un
público aún no preparado para ello”
Hasta los años sesenta el empirismo lógico domino en el ámbito de la metodología
de la ciencia. Como resultado de la fusión entre positivismo lógico y escuela logicista de
las matemáticas, el empirismo lógico trató de reducir el conocimiento científico a aquel
observable empíricamente y el proceso de investigación a una lógica rigurosa.
El empirismo lógico heredó de las matemáticas al aspecto formal de su concepto
de teoría, como conjunto de enunciados lógicamente estructurados y semánticamente
interpretados. En su versión más sofisticada, dentro de esta corriente, la teoría de los
dos niveles del lenguaje científico de Carnap reconoció la diferencia entre nivel teórico y
observacional en los enunciados que llevó al concepto clásico de teoría:
a) La estructura de las teorías científicas debe ser la de un sistema axiomático
deductivo.
115
b) La interpretación de tales sistemas se da por un conjunto de reglas semánticas
(reglas de correspondencia) que permiten conectar conceptos teóricos con
observacionales.
Pero el concepto clásico de teoría sufrió muchas críticas desde sus orígenes y en
los años sesenta entró francamente en crisis:
a) Se cuestionó si era posible dar fundamentación lógica a todo el proceso de
investigación científica, frente a evidentes asincronías entre la discusión epistemológica
y las prácticas de investigación de los científicos y la presencia de mediaciones entre
los niveles teórico y observacional que se resistían a la lógica deductiva (Putnam,
1986).
b) La evidencia de que las teorías reales eran solo parcialmente sistemas
hipotético-deductivos.
c) La incertidumbre en las reglas de correspondencia entre el lenguaje teorico y
observacional
d) La ausencia de una teoría de la observación y el supuesto de lo empírico como
dado sin mediaciones frente a las doctrinas hermenéuticas que surgían.
e) El cuestionamiento desde los treinta del concepto de verificación por Popper y,
sobre todo, la doctrina de Kuhn acerca de las revoluciones científicas que introducían
elementos extra lógicos en la substitución de paradigmas.
Desde los años sesenta ha habido intentos de romper con la camisa de fuerza
positivista, en particular en cuanto a su concepto de teoría, dentro de estos intentos
estarían los de Bachelard con su concepto de perfil epistemológico, que introduce las
nociones de maduración conceptual y de sus relaciones desiguales en una teoría.
Para Sneed (1986) una teoría científica es una estructura conceptual que puede
generar una variedad de aserciones empíricas acerca de un rango de aplicaciones
vagamente especificado, pero no completamente inespecificado. La estructura de la
teoría para este autor seria en forma de redes, con un núcleo formado por elementos
teóricos básicos y medios a través de los cuales se vinculan redes.
Cada red sería un racimo de aplicaciones especializadas. Los diversos racimos
están ligados y sobrepuestos. Además cada teoría implicaría métodos para poderla
aplicar y aplicaciones exitosas. Se trataría de pasar de la expresión teórica a través de
una lógica de primer orden, la igualdad propia del positivismo, a otra de segundo orden,
propio de la teoría de conjuntos. De esta manera, las teorías tendrían entidades
teóricas (T-theoretical) y entidades no lingüísticas que pueden reconstruirse como
conjuntos (T-no theoretical), formando una red compleja que Suppe (1989) contrapone
a la de sistema.
Moulines (1986) especificó el concepto de red teórica, señalando que una teoría
científica tiene la estructura de una red arbórea, los nódulos son estructuras complejas
definibles por conjuntos (elementos teóricos). Un elemento teórico tendría un aspecto
formal semántico (núcleo de la red), uno pragmático (aplicación a la resolución de
problemas), otro sociológico (aceptado por cierta comunidad) y uno histórico (con cierta
validez temporal).
Dentro de las nociones que remiten a estos intentos de apertura frente a la rigidez
lógica positivista está la de configuración. Esta noción ha sido utilizada de diversas
116
formas: en teoría de sistemas significa diversidad de enfoque sobre un objeto
(approaches), diversas representaciones del objeto sería su configuración
(Shedrovitsky).
Una manera diferente de concebir a la configuración es como contorno del objeto
(límite entre sistema y no sistema), de esta manera no denota una forma de relación
sino un conjunto de relaciones que definen a un objeto como en Suppe (Maturana,
1995).
Zemelman adopta una definición semejante, es decir la de configuración como
entorno, aunque se trataría de trascender sus límites y así acuña la idea de
configuración problemática (Zemelman, 1992).
En síntesis, la noción de configuración concibe al objeto como dado o como
dándose, ha sido entendida como conjunto, racimo o contorno de representaciones de
un objeto, para unos se trata de sistematizar, para otros de desparametralizar pero
apunta sólo vagamente a la forma interna de las relaciones.
Según De la Garza, es posible llevar la noción de configuración en otra dirección,
hacia un concepto alternativo de teoría en cuanto a sus relaciones internas. Para
ubicarlo dentro de los fundamentos de la descripción articulada tendríamos que partir
que la posibilidad de desarticulación de conceptos de sus relaciones originales está
relacionada con lo fuerte o débil de estas relaciones en la teoría original.
Es decir, asi como Bachelard pensó en perfiles de maduración de conceptos y sus
relaciones, asi como Stangmuller habló de teorías pre-sistemáticas como variables
libres, es posible hablar en forma más general de relaciones fuertes o débiles entre
conceptos en una teoría. Fuertes como las relaciones causales o deductivas, débiles
como aquellas que vienen de formas de razonamiento cotidiano.
En realidad no se trataría de una dualidad de fortaleza debilidad sino de posibles
niveles intermedios. En segundo término, el reconocimiento de que en una teoría
pueden articularse conceptos propiamente teóricos con términos del lenguaje común.
Tercero, que cuando predominan las formas débiles de relación en las teorías se trata
más bien de una configuración.
Es decir, una configuración es un arreglo de características o de propiedades del
objeto que pueden estar en relaciones fuertes o débiles. Un concepto puede ser
concebido de forma semejante, como configuración de dimensiones con diversos
grados de fortaleza en sus relaciones. En esta medida, la desarticulación entre
conceptos puede implicar en un primer momento la definición de configuraciones
débiles, como arreglo de dimensiones conceptuales de diversos orígenes. Asimismo, la
capacidad de una teoría de ser desarticulada depende de la dureza de las relaciones en
sus configuraciones. En última instancia el concepto puede ser visto como una
configuración más o menos dura y la teoría como configuración de configuraciones (De
la Garza).
Siguiendo a De la Garza, una alternativa es el uso de la noción de configuración
en lugar de la de concepto: un concepto posee contenido a priori, antes de ser
verificado; una configuración es un arreglo de características que se extraen de la

117
misma realidad, es decir es un resultado más que un a priori que se somete a
verificación.
Lo anterior influye en el propio proceso de acercamiento empírico: la vía
conceptual es la de la hipótesis en la que las relaciones entre conceptos y contenidos
de estos deben ser claros, la de la configuración es la de planteamiento amplio de
dimensiones, sin constituir un solo concepto, referidos al problema que interesa y donde
sus relaciones o exclusiones no se conocen a priori. Es decir, no se trata de un
planteamiento empirista, por el contrario parte de las teorías en juego, aunque no de
una sola de ellas para no cerrara las opciones.
De tal manera que los factores a considerar en una configuración vienen
inicialmente de las teorías, pero no conforman un concepto ni sus relaciones con otros
son aceptadas de antemano. En el método hipotético deductivo se procede del
concepto al dato y se verifica o no, en esta alternativa se va de las dimensiones a los
datos y en esta confrontación se acepta, se desecha o se incorporan dimensiones no
consideradas al principio. En el primer método, el proceso acaba con la verificación de
la hipótesis.
En la opción que sostiene De la Garza, la confrontación con el mundo empírico
debe complementarse con el descubrimiento de nuevas relaciones entre
configuraciones, afinar sus dimensiones, analizar sus funcionalidades, contradicciones,
discontinuidades u obscuridades.
En la primera opción el resultado puede ser la verificación de un modelo, por
ejemplo de producción o industrial, en la segunda es la construcción de una
configuración de configuraciones, con potencialidades, limitaciones e incertidumbres a
llenar por la acción de sujetos, de tal manera que futuro no es estrictamente predecible,
a lo sumo definible como espacio de acción viable en la coyuntura (De la Garza).
3.2-¿Qué es un paradigma?
Etimológicamente, la palabra paradigma se deriva de las raíces “para”, que
significa “del lado de”, “en la perspectiva de”, “bajo la óptica de” y de deiknymi, que
significa “mostrar”, es decir, “mostrar del lado de”, lo que corresponde a lo que en
filosofía se denomina “perspectivismo” (Hurtado, 2011, p.29)
De esta manera, las descripciones, comprensiones, propuestas, concepciones,
teorías y soluciones que proceden de un paradigma surgen de una postura o
perspectiva particular que, por ser parcial, siempre deja considerar algún aspecto.
En otras palabras, un paradigma alude a una manera determinada de ver la
realidad, una forma de actuar o una particular manera de ver según un particular punto
de vista; es decir, un paradigma es una visión parcial de la realidad desde un único
punto de vista mediante el cual se asume que se está percibiendo la totalidad.
(Fernández, 2007; p. 284)
Según Barrera (2008; p. 106) un paradigma es “una manera particular de ver,
juzgar y actuar [...] tiene que ver con la actitud perspectivista referida a la ubicación de
cualquier persona con respecto a la realidad, desde su manera de ver las cosas.” El
paradigma es “una forma de percibir, de organizar, de definir, de analizar o de
interpretar la realidad” (De Moragas, 1976; p. 24, citado en Barrera, 2008; p. 106)
118
Como se aprecia, la conceptualización del término paradigma como “perspectiva”
está fundamentada en su origen etimológico y además es compartida por diversos
autores. Es por ello que, una actitud paradigmática de manera implícita reconoce y
valora otras formas de obtener conocimiento, de lo contrario no estaríamos en
presencia de un paradigma.
Para Runes (1994), un paradigma es la forma latina del nombre griego que señala
un modelo, nombre dado por Platón a sus ideas del mundo inteligible que eran un
modelo de las cosas del mundo sensible.
Según Ferrater (2010; p. 202-203), en distintas formas y distintos vocablos se ha
distinguido desde Platón entre lo sensible y lo inteligible. En la medida en que influyó
Parmenides en Platón, lo sensible se distinguía de lo inteligible como la multiplicidad se
distingue de la unidad. Pero en sus esfuerzos por deshacerse de las consecuencias,
Platón admitió así mismo una multiplicidad inteligible o ideal. Lo inteligible son, para
platón, las cosas en cuanto son verdaderas, los seres que son; lo sensible son las
cosas en cuanto son materia de opinión. La distinción entre lo sensible y lo inteligible se
encuentra asimismo en Aristóteles: las cosas sensibles son objeto de los sentidos; las
cosas inteligibles son objetos del pensamiento, de la inteligencia, de la razón. Sin
embargo, el modo de distinguir, y de relacionar, lo sensible y lo inteligible difieren en
Platón y en Aristóteles. En el primero hay, por un lado, una separación entre lo sensible
y lo inteligible, y por otro lado una relación de fundamentación: lo inteligible es el
fundamento, cuando menos en cuanto modelo, de lo sensible. En el segundo no hay
separación entre lo sensible y lo inteligible, este último se halla de algún modo en el
primero.
Paradigma es un concepto redescubierto por Thomas S. Kuhn (1962), utilizado
para caracterizar, más que para definir, el marco conceptual y metodológico en el cual
son planteados y sucesivamente resueltos los problemas de las investigaciones, para
constituir un todo más o menos coherente mediante el cual el investigador se relaciona
con los objetivos de su estudio.
En una de sus más importantes obras, (La estructura de las revoluciones
científicas), Kuhn expresa que el paradigma “es lo que los miembros de una comunidad
científica comparten, y, recíprocamente, una comunidad científica consiste en hombres
que comparten un paradigma.” (1975; p. 271)
Sin embargo, a mi juicio, la definición más completa de paradigma que aporta
Kuhn (1975; p. 271) y que hace justicia a lo más profundo de su pensamiento es la que
expresa que el paradigma “es la concepción del objeto de estudio de una ciencia
acompañada de un conjunto de teorías básicas sobre aspectos particulares de ese
objeto. El paradigma define los problemas que deben investigarse, la metodología a
emplear y la forma de explicar los resultados de la investigación. El paradigma con esas
características esa aceptado por una comunidad científica determinada que así se
diferencia de otra.”
Un paradigma, como señala Kuhn, no es sólo una teoría científica determinada,
sino toda una manera de trabajar, pensar, comunicar y percibir. Fundamentalmente, se
basa en las técnicas e ideas que se transmiten de manera tácita durante el aprendizaje
de un científico, en la universidad, por ejemplo.
119
Sin embargo, desde la publicación del libro de Kuhn, mucha gente identifica
paradigma con una teoría general fundamental, y cambio de paradigma con un cambio
producido conscientemente en esta teoría. De esta manera, pueden existir personas
que lleguen a proponer un cambio de paradigma.
No obstante, eso no significa perder lo principal de la idea de Kuhn, según la cual
la infraestructura tácita, prácticamente inconsciente, invade el trabajo y el pensamiento
de una comunidad científica.
En definitiva, en la obra de Kuhn aparecen más de 20 definiciones de paradigma,
incluso a veces se identifica con modelo o estilo de ver las cosas, de percibir, conocer y
pensar. Esto trae como consecuencia que diferentes autores, al considerar una
definición de paradigma como única y verdadera, sustentan y argumentan criterios
epistémicos la mayoría de las veces contradictorios.
Mires (1996; p. 159) se fundamenta en Kuhn y define el concepto de paradigma
como “un "estilo de ver", percibir, conocer y pensar que: es producido
predominantemente por las comunidades científicas, recoge creencias anidadas en el
pensar colectivo que no es científico, se traduce en palabras principalmente escritas,
consagradas oficialmente por manuales y se establece institucionalmente en
organizaciones que se forman a su alrededor.”
El concepto de paradigma ha sido reconocido como sugerente, tentador y
provocativo, sin embargo su historia ha estado llena de críticas, basadas tanto en la
dificultad para resolver problemas creados por la comparación de teorías creadas en
paradigmas distintos, como por la ambigüedad presentada en sus diferentes
definiciones.
El paradigma como perspectiva se refiere a aspectos epistémicos, teóricos,
metodológicos, éticos o disciplinares. “Los aspectos epistémicos (la posición acerca de
qué es la ciencia), aspectos teóricos (las diferentes teorías que concuerdan con tal
visión de ciencia), aspectos metodológicos (los métodos que se adecuan a los objetos
de interés de las teorías aceptadas), aspectos éticos (los valores involucrados), y
aspectos disciplinares (cómo se expresa esa episteme en cada disciplina).” (Hurtado,
2011; p. 30)
Lo anterior significa que el paradigma está integrado por teorías científicas,
conceptos, nociones, valores, principios, métodos, procedimientos y técnicas que
orientan la actividad científica investigativa. Por lo tanto, los científicos que comparten
un mismo paradigma se rigen por las mismas reglas y normas para conducir su modo
de actuación científica.
Los paradigmas científicos son realizaciones científicas universalmente
reconocidas que durante cierto tiempo proporcionan modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica. Se infiere la dependencia de la modelación
respecto al paradigma científico del momento histórico concreto en que se efectúa.
El paradigma científico determina las relaciones sociales, culturales y epistémicas,
delimita los aspectos observables dentro de un contexto determinado, y también precisa
aquellos elementos que se ignoran en un proceso investigativo.

120
Morín (2011; p. 28) tiene una visión muy diferente e interesante de lo que
constituye un paradigma. Dejemos que sea él mismo quien nos lo diga:
“Todo conocimiento opera mediante la selección de datos significativos y rechazo
de datos no significativos: separa (distingue o desarticula) y une (asocia, identifica);
jerarquiza (lo principal, lo secundario) y centraliza (en función de un núcleo de nociones
maestras). Estas operaciones, que utilizan la lógica, son de hecho comandadas por
principios «supralógicos» de organización del pensamiento o paradigmas, principios
ocultos que gobiernan nuestra visión de las cosas y del mundo sin que tengamos
conciencia de ello.”
Para Morín (2011; p. 154-155) “un paradigma es un tipo de relación lógica
(inclusión, conjunción, disyunción, exclusión) entre un cierto número de nociones o
categorías maestras. Un paradigma privilegia ciertas relaciones lógicas en detrimento
de otras, y es por ello que un paradigma controla la lógica del discurso. El paradigma es
una manera de controlarla lógica y, a la vez, la semántica.”
El paradigma condiciona la lectura de los datos y hechos, direcciona las
emociones, sentimientos, pensamientos y vivencias, precisa las interpretaciones sobre
los acontecimientos y las valoraciones acerca de los fenómenos, eventos y situaciones
de la realidad.
Es una visión generalizada, mayormente aceptada, sobre un fenómeno así como
la mejor manera o procedimiento para investigarlo. Un paradigma provee una serie de
conceptos, de elementos que se asumen en el tratamiento de un tema. Una vez
aceptado, domina la disciplina define lo que se hace en esta. Si algún estudioso no lo
asume, al abordar determinado tema, la comunidad académica no lo acepta o lo hace
sólo periféricamente.
Los paradigmas se insertan en la ciencia y se apropian de sus categorías,
revelando las ideas que lo sustentan, los comportamientos científicos que los
desarrollan y consolidan, la teoría que subyace y la práctica transformadora que
evidencie su vigencia y las formas particulares de hacer ciencia, de orientar procesos
investigativos y favorecer el desarrollo teórico de la ciencia.
“Se dice del pensar paradigmático como aquel que percibe la realidad a partir de
un conjunto preestablecido de ideas y por medio del cual se interpreta lo que se
percibe. Se dice además que un paradigma corresponde a una manera particular de
“ver, juzgar y actuar”; también; que el paradigma tiene que ver con la actitud
perspectivista referida a la ubicación de cualquier persona con respecto a la realidad,
desde su manera de ver las cosas. En el decir de moragas, el paradigma es “una forma
de percibir, de organizar de definir, de analizar o de interpretar la realidad” (De
Moragas, 1976; p. 24).
Según Barrera (2008; p. 106) “una actitud paradigmática tácitamente reconoce
otras formas de conocer (por eso es paradigma). De lo contrario, es paradogma:
manera rígida, absoluta y excluyente, que deja a un lado otras perspectivas, otros
paradigmas que posiblemente permiten ver la realidad desde otro ángulo, desde otra
ubicación, desde otro contexto de ideas.”
Un paradigma científico puede definirse como un principio de distinciones-
121
relaciones-oposiciones fundamentales entre algunas nociones matrices que generan y
controlan el pensamiento, es decir, la constitución de teorías y la producción de los
discursos de los miembros de una comunidad científica determinada (Morín, 1982).
El paradigma se convierte así, según Martínez (2008; p. 280) en un principio rector
del conocimiento y de la existencia humana. De aquí nace la intraducibilidad y la
incomunicabilidad de los diferentes paradigmas y las dificultades de comprensión entre
dos personas ubicadas en paradigmas alternos.
En la ciencia los paradigmas tienen una importancia crucial, por cuanto, gracias a
ellos se construye conocimiento científico, se generan las disciplinas, se potencia el
saber e incluso se construyen nuevas ciencias.
“El paradigma es importante pues cuando se adquiere permite precisar
coordenadas y determinar espacios de relación social, cultural y epistémica. Por lo
regular, un paradigma determina lo que se ha de ver dentro de un contexto, como
también aquello que se va a desconocer; los paradigmas condicionan la lectura de los
hechos, orientan las vivencias y precisan interpretaciones sobre los acontecimientos.
Por eso, los paradigmas se rodean de su propia ciencia, de los axiomas
correspondientes pues para que un paradigma se exprese como tal tiene que tener
ideas que lo sustenten, actitudes que lo consoliden, teoría y praxis que demuestren su
vigencia y maneras particulares de hacer ciencia, de orientar procesos y de propiciar
realizaciones históricas.” (Barrera, 2008; p. 106-107)
En este sentido, Hurtado (2011; p. 41-44) describe siete paradigmas: empirismo
(Bacon, Locke), racionalismo (Descartes), positivismo (A. Comte), materialismo histórico
dialéctico (Karl Marx), pragmatismo sociológico (Mao Tse Tung), estructuralismo
(Saussure, Levi Straus) y pragmatismo (Peirce, William James, Kurt Lewin).
Ahora bien, de la definición de paradigma dada por Kuhn (1978), quiero rescatar
aquí aquella parte que se refiere a su función de proporcionar “formas de respuestas” a
los resultados obtenidos en la investigación, función que, a decir de Kuhn, debe
consistir en ofrecer modelos de problemas y de soluciones a una comunidad científica.
Frente a esas afirmaciones, Briones (2010; p.104) se pregunta qué significa,
dentro de la ciencia, solucionar un problema. Para este autor, la respuesta es más bien
directa: “solucionar un problema, según una de las concepciones epistemológicas,
consiste en explicarlo, sea mediante una teoría, leyes o hipótesis, mediante sus causas
o con la descripción del mecanismo que lo produce. Según la otra
concepción.....solucionar un problema propuesto y averiguado en la investigación
consiste en comprenderlo e interpretarlo.”
También solucionar un problema, en el caso concreto de las ciencias sociales y
humanas, implica un cambio o transformación de un proceso, evento o fenómeno
determinado.
“La incompatibilidad de paradigmas en las ciencias sociales debe considerarse
más desde la dirección ontológica (concepción del ser último de las cosas) que desde
una concepción gnoseológica (como teoría del conocimiento, en cuanto a las
posibilidades y formas de conocer los objetos), o, mejor aún, desde la metodología de
la investigación.” (Briones, 2010, p. 105)
122
De esta manera, pudiéramos significar como mínimo sólo tres paradigmas
epistemológicos en las ciencias socio-humanas: el paradigma explicativo-descriptivo
(empírico, analítico), el paradigma comprensivo-interpretativo (hermenéutico, histórico,
dialéctico), y el paradigma del cambio o la transformación social (socio-crítico)
“Un nuevo paradigma no es contradictorio al anterior, por el contrario, lo
complementa desde una perspectiva novedosa y original; por lo tanto, los diferentes
modelos epistémicos en investigación, constituyen maneras complementarias de
percibir la misma realidad, es decir, aspectos complementarias del proceso investigativo
global.” (Fernández, 2007; p. 285)
Un paradigma, para Capra (2009; p. 21), vendría a significar el conjunto de ideas,
percepciones y valores que constituyen una visión particular de la realidad, y que forma
la base del modo en que una sociedad se organiza.
Ninguno de estos modelos epistémicos o paradigmas epistemológicos ha logrado
ofrecer una interpretación del mundo humano y social a partir de su comprensión
profunda, en mi opinión, debido, entre otras razones, a que no se ha revelado el
carácter complejo, holístico y sistémico de la realidad social circundante, no se ha
develado ni se ha puesto de relieve la verdadera complejidad de los objetos de estudio
de las ciencias sociales y humanas, y su eminente carácter dialéctico, poliédrico y
multidimensional.
Según Prigogine, aunque en tiempos de Newton la ciencia opere una separación
entre mundo del hombre y naturaleza física, comparte con la religión el interés en
encontrar leyes físicas universales que testimonian la sabiduría divina. Así pues, si bien
la ciencia moderna nace de la ruptura de la antigua alianza animista con la naturaleza,
instaura otra alianza con el Dios cristiano, legislador racional del universo.
A juicio de Prigogine, incluso la revisión crítica de Kant es sólo un giro aparente,
porque si bien es verdad que en la filosofía kantiana el sujeto impone la ley a la
naturaleza a través de la ciencia, también es verdad que con Kant viene sancionada la
distinción entre ciencia y verdad, y con ella la separación entre las dos culturas.
Prigogine nos dice que el universo accesible a nuestras investigaciones ha
estallado y que el tiempo ha adquirido una nueva imagen:
“Ironía de la historia: en cierto sentido Einstein ha resultado ser, contra su
voluntad, el Darwin de la física. Darwin nos ha enseñado que el hombre está inmerso
en la evolución biológica; Einstein nos ha enseñado que estamos inmersos en un
universo en evolución”. (Prigogine, 2012; p. 16)
La reflexión crítica de Prigogine se disipa finalmente en una nueva imagen de la
misma ciencia, causada por los más recientes resultados científicos:
“Cada gran era de la ciencia ha tenido un modelo de la naturaleza. Para la ciencia
clásica fue el reloj; para la ciencia del siglo XIX… fue un mecanismo en vías de
extinción. ¿Qué símbolo podría corresponder a nuestra época? Tal vez la imagen que
usaba Platón: la naturaleza como obra de arte”.
Lo anterior revela el imperativo de construir una nueva ciencia socio-humana para
este tercer milenio, a partir de la integración sistémica, sintética y creativa de estos

123
modelos y de otras propuestas contemporáneas, postmodernas y originales, que
emergen de nuestro contexto sociocultural. En este escenario emerge el
Configuracionismo como paradigma epistemológico del siglo XXI.
3.3-Configuracionismo: modelo epistémico del siglo XXI
Según Capra (2009; p. 74), cuando han tenido lugar revoluciones científicas
importantes, se ha tenido la sensación de que los cimientos de la ciencia se
tambaleaban. De ahí que Descartes escribiera en un célebre discurso del método: En
cuanto a que (las ciencias) toman prestados sus principios de la filosofía, considero que
no se puede construir nada solido sobre cimientos tan inestables.
Trescientos años más adelante, Heisenberg escribió en su Physis and Philosophy
que los cimientos de la física clásica, es decir el edificio que el propio Descartes había
construido, se resquebrajaban: La violenta reacción ante los últimos descubrimientos de
la física moderna solo puede comprenderse cuando uno se da cuenta de que los
cimientos de la física han comenzado a tambalearse; y que este movimiento ha
causado la impresión de que iba a desaparecer el terreno en el que la ciencia se apoya.
Einstein, en su autobiografía, describe sus impresiones en términos muy parecidos
a los de Heisenberg: Es como si el terreno en el que uno se apoyaba hubiera
desaparecido, sin que se vislumbre por lugar alguno ningún fundamento sólido sobre el
que pueda construirse.
Parece que la ciencia del futuro habrá dejado de necesitar cimientos firmes, dice
Capra (2009; p. 75), que la metáfora de la construcción será sustituida por la de la red,
o el entrelazamiento, en que ninguna parte es más fundamental que cualquier otra.
La teoría “bootstrap” de Chew es la primera teoría científica en la que dicha
“filosofía de entrelazamiento” se ha formulado explícitamente y Chew confirmó, en una
conversación sostenida con Capra, que el hecho de abandonar la necesidad de
fundamentos firmes puede suponer la mayor transformación y el cambio más profundo
en las ciencias naturales:
Creo que eso es cierto, -dice Chew- y que también lo es que el enfoque de
“bootstrap” no merece todavía la aprobación de los científicos debido a la larga
tradición de la ciencia occidental. No está organizado como ciencia, debido
precisamente a su falta de fundamentos firmes.
La propia idea de la ciencia contradice, en cierto sentido, el enfoque “bootstrap”,
porque la ciencia quiere preguntas formuladas con total claridad y que puedan ser
verificadas experimentalmente sin ambigüedad alguna.
Sin embargo, parte del esquema “bootstrap” es el hecho de que ningún concepto
se considera como absoluto y siempre esperamos encontrar puntos débiles en nuestros
conceptos anteriores. Degradamos permanentemente conceptos, que en un pasado
reciente se hubiesen considerado fundamentales y se hubiesen utilizado como lenguaje
para plantear preguntas.
“El caso es que -prosiguió Chew- cuando uno formula una pregunta debe tener
algunos conceptos básicos que acepta para poder formularla. Pero en el enfoque
“bootstrap”, en el que todo el sistema representa una red de relaciones sin ningún

124
fundamento firme, la descripción de nuestro tema puede empezar en una gran variedad
de lugares distintos. No hay ningún punto claro de partida. Y por el modo en que
nuestra teoría ha evolucionado a lo largo de los últimos 40 años, lo típico es que no
sepamos qué preguntas formular. Nos guiamos por la consistencia y cada vez que ésta
aumenta sugiere algo que está incompleto, aunque raramente adquiere la forma de una
pregunta bien definida. Vamos más allá de la estructura de preguntas y respuestas.
(Capra, 2009; p. 75)
Capra (2009; p. 76), refiere que cuando los científicos comenzaron a explorar los
fenómenos atómicos a principios de este siglo, descubrieron que -lamentablemente-
todos los conceptos y teorías que utilizamos para describir la naturaleza son limitados.
Debido a las limitaciones esenciales de la mente relacional, debemos aceptar el hecho
de que, en palabras de Heisenberg, “toda palabra o concepto, por muy claro que pueda
parecer, tiene sólo una gama limitada de aplicación”.
Las teorías científicas nunca pueden facilitarnos una descripción completa y
definitiva de la realidad. Siempre serán meras aproximaciones a la naturaleza
verdadera de las cosas. Para ser sinceros, los científicos no se ocupan de la verdad; se
ocupan de descripciones limitadas y aproximadas de la realidad.
Este reconocimiento es un aspecto esencial de la ciencia del tercer milenio.
Precisamente, el Configuracionismo es un modelo epistémico que responde a las
exigencias del siglo XXI. Es un modelo holofacético, por cuanto los resultados de la
actividad científica se pueden obtener en todas las facetas del conocimiento humano, y
contribuyen a aumentar el patrimonio social, científico y cultural de la humanidad.
Este modelo propone categorías, nociones científicas, métodos, técnicas,
procedimientos e instrumentos propios bien definidos, además de ser ordenado y
concebido de manera estratégica. La ciencia en este modelo es clara, concisa y
precisa; para lo cual se apoya de definiciones y constructos que permiten al científico
socio-humano construir lenguajes propios, creando categorías y nociones científicas.
La inteligibilidad del modelo se evidencia en los resultados obtenidos, los cuales
se registran y se plasman en un informe o documento comunicable a través de
diferentes medios.
El Configuracionismo es un modelo holístico, sistémico, dialéctico y complejo, por
cuanto las ideas, teorías y conocimientos científicos obtenidos, se interconectan
lógicamente entre sí, para formar una totalidad configurada de manera armónica y
coherente. Es un modelo transferible, porque sus resultados son útiles y constituyen
aportes concretos que contribuyen al desarrollo integral del ser humano en diversas
dimensiones de su vida.
En el modelo configuracionista, la hermenéutica oscilántica se convierte en un
poderoso mecanismo de configuración científica, a través del diálogo heurístico y la
dialéctica configurante.
La alteridad es una cualidad que distingue al Configuracionismo de otros modelos
epistémicos, por ser una propuesta dinámica, creativa y transformacional, que facilita el
avance científico al crear nuevos conocimientos y complementar los ya existentes.

125
Uno de los ponentes más influyentes del Festival de la Ciencia de Génova de
2006 fue precisamente Fritjof Capra. En este festival Capra dio una conferencia
titulada Leonardo da Vinci: la unidad de ciencia y arte.
Según Capra, podemos aprender mucho de la ciencia de Leonardo. Dado que
nuestras ciencias y tecnologías se han ido estrechando cada vez más en sus enfoques,
no se pueden comprender los problemas de nuestro tiempo desde una perspectiva
interdisciplinar, dominados como estamos por compañías con escaso interés por el
bienestar de los seres humanos.
Según Capra, necesitamos una ciencia que honre y respete la unidad de todas la
formas de vida, reconozca la interdependencia fundamental entre todos los fenómenos
humanos y nos reconecte con la Tierra viva. Ésta es exactamente la ciencia que
Leonardo da Vinci anticipó y esbozó hace 500 años.
Precisamente, el Configuracionismo tiene sus orígenes en la filosofía aristotélica y
de su maestro Platón, así como en la concepción científica y artística de Leonardo Da
Vinci y constituye una epistemología alternativa en el siglo XXI.
Leonardo Da Vinci nació el 15 de abril de 1452 en Vinci y muere el 2 de Mayo de
1519. En sus 67 años de vida, cultivó la serenidad y la confianza en sí mismo, lo cual le
ayudó a superar con ecuanimidad y honradez muchísimas adversidades, fracasos,
infortunios y decepciones profesionales y, por tanto, le permitió proseguir con paz,
sosiego y serenidad su investigación científica, incluso en momentos de convulsiones,
agitaciones y movimientos políticos.
Leonardo era muy consciente de que su talante científico y artístico, sus
competencias investigativas y sus habilidades artísticas eran únicos, sin embargo jamás
ostentó ni presumió al respecto.
Según Capra (2008b; p. 46), en ningún pasaje de sus cuadernos de notas se
ufana de la originalidad de sus inventos o descubrimientos, ni alardea de la superioridad
de sus ideas, aun cuando explica todo lo que las separa de las creencias tradicionales.
Semejante ausencia de arrogancia y de egolatría era realmente notable.
Otra cualidad que lo distinguía era su pasión por la vida y por todas las cosas
vivas. No se sumergía sólo intelectualmente en el estudio de las formas vivas, sino
también emocionalmente. Respetaba y reverenciaba enormemente la creatividad de la
naturaleza, y sentía particular compasión por los animales. Su amor a los caballos era
proverbial entre sus contemporáneos y fácil de apreciar en sus dibujos, en los que
empleó la agudeza de su capacidad de observación para representar con exquisitos
detallas los movimientos y las «nobles proporciones» de los animales. (Capra, 2008b;
p. 46)
De la misma reserva da muestras Leonardo en relación con su trabajo científico.
Aunque su intención era publicar finalmente los resultados de sus investigaciones, los
mantuvo ocultos durante toda la vida, aparentemente por miedo a que le robaran las
ideas. (Capra, 2008b; p. 53)
El único aspecto importante en el que Leonardo no fue un eminente científico en el
sentido en que se considera en la modernidad es precisamente en este secreto en
torno a su obra científica y su afán de ocultarla.
126
Si Leonardo hubiese compartido, divulgado y discutido sus descubrimientos con
los profesionales e intelectuales de su tiempo, podríamos vaticinar que su influencia so-
bre el desarrollo posterior de la ciencia occidental habría sido tan amplia y profunda
como lo logró en la historia del arte.
Pero lamentablemente su influencia sobre los científicos que le sucedieron fue
prácticamente nula porque su obra científica estuvo oculta mientras él tuvo vida y,
después de su muerte, su obra científica permaneció mucho tiempo escondida en sus
cuadernos de notas.
Como reflexionaba Kenneth Keele, el eminente estudioso de Leonardo:
La soledad intelectual del artista-científico Leonardo no fue meramente
contemporánea, sino que se prolongó durante siglos. (Citado en Capra, 2008b; p. 54)
Uno de los atributos mentales que caracterizan a los sujetos talentosos y que se
aprecia en Leonardo es una intensa curiosidad y un gran entusiasmo por descubrir y
comprender.
Esta curiosidad era una cualidad sobresaliente de Leonardo, de quien Kenneth
Clark dijo que era «el hombre con la curiosidad más insaciable de la historia».
Otra cualidad indicativa de su gran talento es su extraordinario poder para
concentrarse de manera intensa durante largos períodos de tiempo.
Según Capra (2008b; p. 56), Leonardo al parecer trabajó de manera muy similar a
Newton, y la mayor parte del tiempo no sólo en un problema, sino en varios a la vez.
Capra detalla que Isaac Newton era capaz de retener mentalmente un problema
matemático durante semanas hasta que éste se rendía al poder de su mente. Se
cuenta que cuando se le preguntó cómo había hecho sus notables descubrimientos,
Newton respondió: «Tuve el tema constantemente presente y esperé hasta que, poco a
poco, los primeros resplandores del amanecer se convirtieron en plena luz del día.»
Leonardo tenía una gran capacidad para recordar grandes cantidades de
información como un todo coherente, armónico y sistémico, una única configuración.
Newton mantenía en la mente durante meses demostraciones matemáticas que
había deducido hasta que finalmente las escribía y las publicaba.
Se dice que Goethe entretenía a sus compañeros de largas jornadas de viaje en
diligencia recitándoles sus novelas, palabra por palabra, antes de trasladarlas al papel.
Y está también la famosa historia de Mozart, que, todavía niño, escribió una
partitura completa del Miserere de Gregorio Allegri, complicada composición para coro
a cuatro voces, después de haberla oído tan sólo una vez.
En criterio de Capra (2008b; p. 60), lo que diferencia a Leonardo de los otros
«hombres universales» del Renacimiento italiano no estriba sólo en que al formular
preguntas que nadie se había planteado hasta entonces llegó mucho más lejos que
cualquier otro en sus investigaciones, sino también en que, con su reconocimiento de
modelos que interrelacionaban formas y procesos pertenecientes a diferentes dominios
y la integración de sus descubrimientos en una visión unificada del mundo, trascendió
las fronteras disciplinarias de su época.
127
De esta manera, Leonardo da Vinci se convirtió en el primer científico en centrar
su atención en los modelos que relacionan las estructuras básicas con los procesos de
los sistemas vivos.
En la actualidad, a este enfoque de la ciencia se denomina «pensamiento
sistémico y complejo».
A juicio de Capra (2008b; p. 61), ésta es la esencia de lo que Leonardo llama
hacerse universal. En una traducción libre de este enunciado al lenguaje científico
moderno, lo reformularía de esta manera: «Para quien puede percibir modelos de
interconexión, es fácil ser un pensador sistémico»
Es más fácil entender la síntesis de arte y ciencia en Leonardo, según Capra
(2008b; p. 62), si tenemos presente que en su época estos términos no se empleaban
con el mismo sentido que hoy. Para sus contemporáneos, arte significaba habilidad (en
el sentido en que hoy hablamos del «arte de la medicina» o del «arte de la administra-
ción de empresas»), mientras que scientia significaba conocimiento o teoría.
Leonardo insistió una y otra vez en que el «arte», o habilidad, de la pintura debía
apoyarse en la «ciencia» del pintor, esto es, en un sólido conocimiento de las formas vi-
vas, así como en la comprensión intelectual de su naturaleza intrínseca y de sus
principios subyacentes.
También ponía de relieve que dicha comprensión implicaba un proceso intelectual
continuado discorso mentale y que, por tanto, era justo ver en la pintura una empresa
intelectual. «Los principios científicos y verdaderos de la pintura escribió en el Tratado
son captados por la mente sin operaciones manuales. Es la ciencia de la pintura, que
reside en la mente que la concibe.» (Capra, 2008b; p. 62)
El tercer elemento de la síntesis de Leonardo, además del arte (habilidad) y la
scientia (conocimiento), es la fantasía o imaginación creativa del artista.
Durante toda su vida, Leonardo se refirió a sí mismo como inventor. A su juicio, un
inventor era una persona que creaba un objeto artificial o una obra de arte uniendo
diversos elementos en una nueva configuración, inexistente en la naturaleza.
Leonardo no distinguía entre el proceso de diseño, entendido éste como la
configuración abstracta o teórica de múltiples procesos y/o componentes, y el proceso
de ejecución producción material. Sin embargo, para él siempre fue más importante lo
concreto pensado que la realización física o material.
Vale la pena recordar que la mayoría de las máquinas y de los aparatos
mecánicos que inventó, diseñó y presentó en magníficos dibujos, nunca llegaron a
hacerse realidad; y aunque era famoso como arquitecto, su nombre no va unido a
ningún edificio conocido. Incluso como pintor, muchas veces parecía más interesado en
la solución de problemas de composición el discorso mentale que en la conclusión real
de la pintura. (Capra, 2008b; p. 64)
Para Capra (2008b; p. 71), la obra de Leonardo constituye una fascinante
ilustración visual del proceso que los teóricos de la complejidad conocen como «emer-
gencia», a saber, el surgimiento espontáneo de nuevas formas de orden a partir del
caos y la confusión.

128
De acuerdo con la teoría le la complejidad, la creatividad -generación de nuevas
formas- es una propiedad clave de toda vida, e implica el verdadero proceso de
creación que Leonardo revelaba en sus exquisitos trabajos preparatorios. En efecto,
nuestras intuiciones más creativas y originales surgen de esos estados de
incertidumbre y de confusión.
Los problemas que atraen a Leonardo son problemas teóricos de diseño
arquitectónico. Las preguntas que se formula son las mismas que explora mediante la
ciencia de formas orgánicas, esto es, preguntas sobre modelos, organización espacial,
ritmo y flujo. (Capra, 2008b; p. 87)
Para Leonardo, según Capra (2008b; p. 100), el reconocimiento de la multiplicidad
de modelos de relaciones en la naturaleza era el sello distintivo de una ciencia
universal.
En la actualidad también urge ese conocimiento universal, sistémico, complejo o
configuracional, que es precisamente una de las razones que hacen tan pertinente hoy
la visión unificada, dialéctica y holística que Leonardo tenía del mundo.
En una ocasión, sobre la base de una autopsia que Leonardo le hizo a un anciano
fallecido, el genio científico diagnosticó brillantemente que el anciano había fallecido por
espesamiento y estrechamiento de los vasos sanguíneos, estado que se conoció con el
nombre de arterioesclerosis más de trescientos años después desde el descubrimiento
de Leonardo.
Leonardo algún día tuvo que haber decidido argumentar los fundamentos
matemáticos de la ciencia que estaba proponiendo, y para ello quizá pensó escribir dos
tratados matemáticos: Tratado de la pintura y Tratado de la luz y la sombra.
El primero, un Libro sobre perspectiva, trataría de las leyes de la perspectiva y la
óptica geométrica que es preciso dominar para comprender la visión, la representación
de objetos sólidos y la reproducción pictórica de la luz y la sombra.
El segundo, un Tratado sobre la cantidad continua, acompañado de un volumen
titulado De ludo geométrico (Del juego de la geometría), presentaría la geometría de las
transformaciones, que Leonardo concebía como las matemáticas adecuadas a la
descripción de las cualidades de las formas vivas. Durante más de diez años Leonardo
había explorado este nuevo tipo de geometría.
En cuanto a la anatomía, se propuso escribir un Discurso sobre los nervios, los
músculos, los tendones, las membranas y los ligamentos, además de un Libro especial
sobre los músculos y los movimientos de las extremidades. Estos dos libros
constituirían en conjunto el estudio definitivo del cuerpo humano en movimiento que
realizó su autor. (Capra, 2008b; p. 176)
Por ejemplo, en la colección de sus notas sobre pintura, conocida como Trattato
della pittura (Tratado de la pintura), dice:
La ciencia de la pintura se extiende a todos los colores de las superficies y a las
figuras de los cuerpos que esas superficies cubren [...] Con filosófica y sutil
especulación, [la pintura] toma en consideración todas las cualidades de las formas [...]

129
La pintura es verdaderamente ciencia, hija legítima de la naturaleza, porque nace de la
naturaleza. (Citado en Capra, 2008b; p. 25)
Para Leonardo, según Capra (2008b; p. 25), la pintura es arte y ciencia a la vez,
una ciencia de las formas naturales, de las cualidades, completamente distinta de la
ciencia mecanicista que surgiría doscientos años después. Las formas de Leonardo son
formas vivas, constantemente modeladas y transmutadas por procesos subyacentes. A
lo largo de toda su vida estudió, dibujó y pintó las rocas y los sedimentos de la tierra,
modelados por el agua; el crecimiento de las plantas, modelado por su metabolismo; y
la anatomía del cuerpo animal (y humano) en movimiento.
En la historia intelectual y científica de Occidente, el Renacimiento se extiende de
comienzos del siglo XV a finales del XVI, y caracteriza el período de transición de la
Edad Media al mundo moderno.
En la década de 1460, cuando el joven Leonardo da Vinci recibía en Florencia su
formación de pintor, escultor e ingeniero, la visión del mundo de sus contemporáneos
se entremezclaba con el pensamiento medieval.
La ciencia en sentido moderno no existía como método riguroso, empírico y
sistemático para obtener conocimiento acerca del mundo natural.
El conocimiento acerca de los fenómenos naturales era el que habían legado
Aristóteles y otros filósofos de la antigüedad, conocimiento que a veces era acertado y
otras veces era erróneo.
Los teólogos escolásticos fusionaron luego dichos conocimientos con la doctrina
cristiana y los presentaron como credo oficialmente autorizado. Cualquier crítica a la
ciencia de Aristóteles era para las autoridades un ataque a la Iglesia. Por esta razón,
condenaban los experimentos científicos y eran considerados como subversivos.
Según Capra (2008b; p. 23). Leonardo da Vinci rompió con esta tradición y estas
reglas normativas. Cien años antes que Galileo y Bacon, desarrolló por sí solo un nuevo
enfoque empírico de la ciencia, que implicaba la observación sistemática de la
naturaleza, el razonamiento lógico y ciertas formulaciones matemáticas: precisamente
las características principales de lo que hoy se conoce como método científico.
Leonardo advirtió claramente que estaba abriendo un nuevo campo.
Humildemente se autodenominó omo senza lettere («inculto»), pero no sin cierta ironía
y orgulloso de su nuevo método, pues se consideraba un «intérprete entre la naturaleza
y los seres humanos». Allí donde mirase, había nuevos descubrimientos por realizar, y
su creatividad científica, que combinaba la apasionada curiosidad intelectual con la
inmensa paciencia y el ingenio experimental, fue su principal fuerza impulsora a lo largo
de la vida. (Capra, 2008b; p. 24)
El concepto que Leonardo tenía del alma, según Capra (2008b; p. 31), se
aproxima mucho a lo que los científicos cognitivos de hoy llaman «cognición», es decir,
proceso del conocimiento. Tan ingeniosa es su teoría de cómo los impulsos sensoriales
viajan a lo largo de los nervios desde los órganos sensoriales hasta el cerebro, que
dudo de que los neurocientíficos de hoy pudieran concebir nada mejor si se vieran
obligados a trabajar sin ningún conocimiento de electromagnetismo, bioquímica y
microbiología.
130
Leonardo nunca concibió el cuerpo humano como una máquina, a diferencia de
Descartes. Pese a ser un ingeniero brillante que inventó innumerables máquinas y
artilugios mecánicos, reconocía con nitidez, y lo documentó con magníficos diseños,
que la anatomía de los animales y de los seres humanos implican funciones mecánicas,
pero que los seres vivos no constituyen máquinas.
Decía que «la naturaleza no puede dar movimiento a los animales sin instrumen-
tos mecánicos», pero para él eso no implicaba que los organismos vivos fueran
máquinas. Sólo daba a entender que, para comprender los movimientos del cuerpo
animal, necesitaba explorar los principios de la mecánica, lo cual él hizo durante
muchos años de una manera rigurosa y sistemática.
Comprendió claramente que los medios de los movimientos corporales eran
mecánicos. Pero, para Leonardo, su origen estaba en el alma, cuya naturaleza no era
mecánica sino espiritual. (Capra, 2008b; p. 35)
Leonardo no cultivaba la ciencia y la ingeniería con el fin de dominar la naturaleza,
que es por lo que abogaría Francis Bacon un siglo después. Tenía profundo respeto por
la vida, compasión especial por los animales y gran respeto por la complejidad y
exuberancia de la naturaleza.
A pesar de ser un brillante inventor y proyectista, Leonardo, según Capra (2008b;
p. 35), siempre pensó que el ingenio de la naturaleza era enormemente superior al
propósito humano. Estaba convencido de que lo prudente era respetar la naturaleza y
aprender de ella, actitud que hoy ha vuelto a presentarse en la práctica del proyecto
ecológico.
La síntesis de arte y ciencia propia de Leonardo está imbuida de una profunda
conciencia ecológica, de un enfoque holístico, una concepción sistémica y un
pensamiento configuracional.
No es sorprendente que hablara con gran desprecio de los llamados
«compendiadores», es decir, los reduccionistas de su época:
Los compendiadores de obras infligen daño al conocimiento y al amor [...] ¿Qué
valor tiene quien, para simplificar aquello de lo que pretende dar un conocimiento
completo, deja de lado la mayor parte de las cosas que componen el todo? [...] ¡Oh,
estupidez humana! [...] No advertís que caéis en el mismo error del que despoja a un
árbol de su adorno de ramas llenas de hojas entremezcladas de flores fragantes o de
frutos con el fin de demostrar la utilidad del árbol para producir tablones. (Citado en
Capra, 2008b; p. 36)
Esta brillante valoración constituye un significativo testimonio de la matriz
epistémica de Leonardo, y está a la vez tamizada por un turbulento vaticinio: reducir el
valor a los árboles únicamente a la calidad su madera y valorar la belleza de la vida
sólo por partes mecánicas es una impresionante caracterización y lamentablemente
acertada acerca de la mentalidad dominante nuestro mundo actual. Y esto hace
precisamente que el legado de Leonardo tenga un extraordinario valor y sea
extremadamente pertinente para nuestra época.
Nuestras ciencias y tecnologías han estrechado progresivamente su campo, de
modo que hoy somos incapaces de comprender nuestros problemas multifacéticos
131
desde una perspectiva interdisciplinaria. Necesitamos con urgencia una ciencia que
haga honor a la unidad de la vida y la respete, que reconozca la fundamental
interdependencia de todos los fenómenos naturales y vuelva a conectarnos con la tierra
viva. Lo que necesitamos hoy es exactamente el tipo de pensamiento y de ciencia que
Leonardo da Vinci anticipó y esbozó hace quinientos años, en la culminación del
Renacimiento y el amanecer de la moderna era científica. (Capra, 2008b; p. 36)
Durante los años en que Leonardo vivió en Milán, entretuvo a la corte con fábulas,
canciones y encantadora conversación. «Cantaba muy bien y se acompañaba con la
lira, para deleite de toda la corte», nos cuenta Paolo Giovio.
Pero Leonardo también perseguía su investigación científica con intensa
concentración y a menudo necesitaba evadirse para pasar largos períodos en soledad.
«El pintor o dibujante debe ser solitario -escribió en el Tratado de la pintura-, sobre todo
cuando está absorto en reflexiones y consideraciones que, al aparecer continuamente
ante sus ojos, proporcionan a la memoria un material que debe ser bien guardado.»
Es probable que esos frecuentes períodos de retiro en soledad, que dedicaba a la
contemplación y a prolongadas observaciones de la naturaleza, contribuyeran a crear el
aire de misterio que le rodeaba. (Capra, 2008b; p. 45)
La obra científica de Leonardo era prácticamente desconocida en su vida y
permaneció oculta durante más de doscientos años tras su muerte en 1519. Sus
descubrimientos pioneros y originales ideas no ejercieron influencia directa en los
científicos que lo sucedieron, aunque durante los cuatrocientos cincuenta años
siguientes su concepción de una ciencia de las formas vivas volvería a aparecer en
diversas épocas.
En esos períodos, los problemas con los que Leonardo había luchado volvían a
abordarse con niveles crecientes de complejidad a medida que los científicos
progresaban en su comprensión de la estructura de la materia, las leyes de la química y
el electromagnetismo, la biología celular y molecular, la genética y el papel decisivo de
la evolución en la plasmación de formas del mundo vivo.
En la actualidad, dada nuestra ventaja de contar con la ciencia del siglo XXI,
podemos reconocer en Leonardo da Vinci un temprano precursor de todo un linaje de
científicos y filósofos cuyo centro de interés fue la naturaleza de la forma orgánica.
Entre ellos figuran, en criterio de Capra (2008b; p. 28), Immanuel Kant, Alexander
von Humboldt y Johann Wolfgang von Goethe en el siglo XVIII; Georges Cuvier,
Charles Darwin y D'Arcy Thompson en el XIX; Alexander Bogdanov, Ludwig von
Bertalanffy y Vladimir Vernadsky a comienzos del XX; y Gregory Bateson, Ilya Prigogine
y Humberto Maturana a finales del siglo XX; lo mismo que morfologistas y teóricos de la
complejidad contemporáneos, como Brian Goodwin, Ian Stewart y Ricard Solé.
Mientras los manuscritos de Leonardo se llenaban de polvo en antiguas
bibliotecas europeas, Galileo Galilei era celebrado como el «padre de la ciencia
moderna». Sin embargo, Capra (2008b; p. 28) sostiene que el verdadero fundador de la
ciencia moderna fue Leonardo da Vinci.

132
¿Cuál habría sido entonces el desarrollo del pensamiento científico a lo largo de
los últimos cinco siglos en caso de que los cuadernos de notas de Leonardo da Vinci se
hubiesen conocido y estudiado poco después de su muerte?
Es asombroso que en sus estudios matemáticos de las «cantidades continuas» y
las «transmutaciones» experimentara con una forma rudimentaria de topología mucho
antes de que Henri Poincaré desarrollara esta importante rama de las matemáticas
modernas a comienzos del siglo XX.
La principal herramienta de Leonardo para la representación y el análisis de las
formas de la naturaleza fue su extraordinaria facilidad para el dibujo, que en la práctica
llegaba a igualar la rapidez de su visón.
La observación y la documentación se fundían en un único acto. Utilizaba su
talento artístico para producir dibujos asombrosamente bellos que al mismo tiempo
hacían las veces de diagramas geométricos.
Como se aprecia, para Leonardo, el dibujo era un vehículo perfecto para formular
sus modelos conceptuales, unas «matemáticas» perfectas para su ciencia de las
formas orgánicas.
En ambos sentidos es válida su afirmación de que «el dibujo comprende en sí
mismo todas las formas de la naturaleza». Para poner en práctica su arte, necesitaba la
comprensión científica de las formas de la naturaleza; y para analizar las formas de la
naturaleza necesitaba la habilidad artística para dibujarlas. (Capra, 2008b; p. 29)
Capra (2008b; p. 213) llama la atención acerca de que Leonardo da Vinci
desarrolló y practicó en solitario las características esenciales del método científico,
quinientos años antes de que éste fuera reconocido y formalmente descrito por filósofos
y científicos. En su enfoque empírico, Leonardo practicaba el estudio de la literatura
disponible, las observaciones sistemáticas, la experimentación, las mediciones
cuidadosas y repetidas, la formulación de modelos teóricos y los frecuentes intentos de
generalizaciones matemáticas.
Sólo recientemente, gracias a la cuidadosa datación de sus notas, lo que hoy hace
posible seguir la evolución de sus ideas y técnicas, el método de Leonardo ha salido a
la luz en toda su amplitud. Durante siglos, la edición de las selecciones de sus
cuadernos de notas se atuvo al criterio de la ordenación temática, de modo que
presentaba unos junto a otros juicios contradictorios, originarios de diferentes períodos
de la vida de su autor. Pero en las tres últimas décadas, los cuadernos de notas han
sido por fin correctamente datados. (Capra, 2008b; p. 213)
Al comienzo de sus investigaciones científicas, desde las primeras líneas escritas,
hasta las de los últimos días, Leonardo llenó sus cuadernos de notas de afirmaciones
relacionadas con la importancia crítica de la observación y la experimentación
metódicas.
En este sentido, nunca se cansó de acentuar la importancia de la sperienza, es
decir, la experiencia directa de los fenómenos naturales, lo cual constituyó un cambio
revolucionario que Leonardo aportó a la filosofía natural del siglo XV.

133
Mientras que los filósofos y los científicos griegos habían eludido la
experimentación, y la mayoría de los humanistas del Renacimiento repetían
acríticamente las afirmaciones de los textos clásicos, es significativa y notable la
inconmovible confianza de Leonardo en la observación directa de la naturaleza.
«Todo nuestro conocimiento tiene su origen en los sentidos», observó en su
primer cuaderno de notas, conocido como Códice Trivulziano; «La sabiduría es hija de
la experiencia», leemos en el Códice Forster; y en el Tratado de la pintura afirmó: «A mi
manera de ver, esas ciencias son inútiles y están llenas de errores que no han nacido
de la experiencia, madre de toda certeza [...] es decir, que no pasan por ninguno de los
cinco sentidos ni al comienzo, ni a mitad de camino, ni al final.» (Citado en Capra,
2008b; p. 214)
Según Capra (2008b; p. 214), esta manera de abordar el estudio de la naturaleza
no tenía precedente en tiempos de Leonardo y sólo volvería a aparecer en el siglo XVII,
en la era de la Revolución Científica.
Capra (2008b; p. 215) refiere que, cuando Leonardo vivía en Roma y tenía ya más
de sesenta años, un día estaba ocupándose de problemas de mecánica y llenaba un
pequeño cuaderno de notas con una serie de elaborados diagramas de balanzas y
poleas, escribió en un momento dado:
«Definiré ahora la naturaleza de las balanzas compuestas...»
Pero luego, como si repentinamente pensara en futuros lectores, necesitados de
educación científica, se interrumpe y agrega su hoy famoso manifiesto sobre el método
científico:
«Antes de dar un paso más, realizaré experimentos, porque mi propósito es
exponer primero la experiencia y luego, mediante el razonamiento, mostrar por qué esa
experiencia está destinada a operar precisamente de esa manera. Es ésta la verdadera
regla que deben seguir quienes reflexionan sobre los fenómenos de la naturaleza. »
(Citado en Capra, 2008b; p. 215)
Como ya hemos relatado, en la historia intelectual y científica de Europa es común
atribuir el primer desarrollo de este riguroso enfoque empírico a Galileo Galilei, que
nació ciento doce años después que Leonardo da Vinci, y a quien se reconoce como
padre de la ciencia moderna.
Para Capra no cabe ninguna duda de que, en caso de haberse publicado los
escritos científicos de Leonardo en vida de su autor, o de haberse estudiado con
amplitud sus cuadernos de notas poco después de su muerte, este honor habría
recaído en él.
Leonardo estaba dotado de una excepcional capacidad de observación y una
penetrante memoria visual complementada por sus grandes habilidades como
dibujante, es por ello que el enfoque empírico en él se dio con toda naturalidad.
En los cuadernos de notas, Leonardo comentó repetidamente cómo debía
realizarse un buen experimento e insistió en particular en la necesidad de cuidadosas
repeticiones y variaciones. Así, en el Manuscrito A leemos lo siguiente: «Antes de es-
tablecer una regla general para este caso, ponía a prueba dos o tres veces y observa si

134
las repeticiones producen los mismos efectos.» En el Manuscrito M anota: «Este
experimento debería realizarse varias veces, a fin de que ningún accidente entorpezca
o falsee la prueba.» (Citado en Capra, 2008b; p. 216)
Generalmente, para desarrollar sus observaciones, Leonardo partía de conceptos
y explicaciones de aceptación general y a menudo resumía lo que había recogido de los
textos clásicos antes de comenzar a poner a prueba esa información con sus
observaciones personales. A veces anotaba apresuradamente estos resúmenes en
forma de esquemas, o incluso de muy elaborados dibujos. Esto indica que el enfoque
sistemático y la cuidadosa atención al detalle que Leonardo aplicó a sus observaciones
y experimentos son típicos de su método de investigación científica.
Según Capra (2008b; p. 219), siempre que Leonardo hizo un progreso en la
comprensión de los fenómenos naturales, fue consciente de que las analogías y los
modelos de interconexión con problemas de otras áreas llevarían aparejada la
correspondiente revisión de sus ideas teóricas.
Este método lo condujo a ocuparse de muchos problemas no sólo una vez, sino
muchas veces en diferentes períodos de su vida, a lo largo de la cual fue modificando
paso a paso sus teorías a medida que su conocimiento científico evolucionaba.
El método de Leonardo de reconsiderar repetidamente sus ideas teóricas en
diversas áreas lleva implícito el hecho de que jamás daba por «definitivas» sus
explicaciones. Aunque confiaba en la certeza del conocimiento científico, como hizo la
mayoría de los filósofos y los científicos de los tres siglos siguientes, sus sucesivas
formulaciones teóricas en campos diversos presentan gran semejanza con los modelos
teóricos característicos de la ciencia moderna. (Capra, 2008b; p. 219)
Tanto en el arte como en la ciencia, Leonardo siempre estuvo más interesado en
el proceso de exploración y diagnóstico que en los resultados finales o la obra acabada.
Es por ello que tantas de sus pinturas y toda su ciencia quedaron inacabadas, como
trabajos en curso. Lo anterior debido a que Leonardo estuvo siempre dispuesto a
revisar sus modelos cuando sentía que nuevas observaciones o nuevos conocimientos
se lo exigían, al igual que hacen los científicos modernos.
Si bien es cierto que los científicos modernos dan a conocer en ponencias, mo-
nografías y libros el estado de su trabajo en diversas etapas de desarrollo, la ciencia en
su conjunto es siempre un trabajo en curso. Ésta es una característica general del
método científico moderno. Se sigue reemplazando unos modelos y teorías por otros
nuevos, que se consideran superiores, pero que son limitados, aproximados, y que, con
el progreso del conocimiento, están a su vez destinados a ser sustituidos.
Desde la Revolución Científica del siglo XVII este progreso en ciencia ha sido una
empresa colectiva. Continuamente los científicos se intercambian cartas, artículos y
libros, además de discutir sus teorías en diferentes encuentros. Este continuo in-
tercambio de ideas está bien documentado y, por tanto, facilita enormemente a los
historiadores el seguimiento del progreso de la ciencia a lo largo de los siglos.
En el caso de Leonardo, la situación es completamente distinta. Trabajó solo y en
secreto, no publicó nada de sus hallazgos y sólo raramente fechó sus notas. (Capra,
2008b; p. 220)
135
Leonardo da Vinci es el padre del configuracionismo. Su visión de la naturaleza y
los seres vivos lo confirma. Su inclinación a una concepción holística, dinámica y
configuracional del mundo puede apreciarse en sus obras artísticas y en sus notas
científicas.
La tensión entre mecanismo y holismo, entre el estudio de la materia (o sustancia,
estructura, cantidad) y el de la forma (o modelo, orden, cualidad), se remonta al origen
mismo de la filosofía y la ciencia de Occidente.
El estudio de la materia fue defendido por Demócrito, Galileo, Descartes y Newton;
el de la forma, por Pitágoras, Aristóteles, Kant y Goethe.
Leonardo se incorporó a la tradición de Pitágoras y Aristóteles, pero la combinó
con su propio método, rigurosamente empírico, para formular una ciencia de las formas
vivas, sus modelos de organización y sus procesos de crecimiento y transformación.
Tenía profunda conciencia de la interrelación fundamental de todos los fenómenos y de
la interdependencia y generación mutua de todas las partes de un todo orgánico, lo que
en el siglo XVIII Immanuel Kant definiría como «auto-organización».
En el Códice Atlántico, Leonardo resumió de modo elocuente su profunda
comprensión de los procesos básicos de la vida parafraseando una afirmación del
filósofo jónico Anaxágoras:
«Todas las cosas tienen su origen en todas las cosas, todas están hechas de
todas las demás y todas se convierten en todas las demás, porque lo que existe en los
elementos está hecho de estos elementos.» (Citado en Capra, 2008b; p. 224)
La Revolución Científica reemplazó la visión aristotélica del mundo por la
concepción del mundo como máquina. A partir de ese momento, el enfoque mecanicista
el estudio de la materia, las cantidades y los elementos constituyentes dominó la
ciencia occidental.
Sólo en el siglo XX se pusieron por completo en evidencia los límites de la ciencia
newtoniana y el mundo mecanicista cartesiano comenzó a ceder el paso a una visión
holística, compleja, ecológica, sistémica y configuracional, similares a la que desarrolló
Leonardo da Vinci.
Con el surgimiento del pensamiento sistémico y su énfasis en las redes, la
complejidad, las configuraciones y los modelos de organización, podemos hoy apreciar
más plenamente el poder de la ciencia de Leonardo y su pertinencia a nuestra era
moderna.
Según Capra (2008b; p. 224), la ciencia de Leonardo es una ciencia de
cualidades, deformas y proporciones, más que de cantidades absolutas.
Leonardo prefería representar las formas de la naturaleza en sus dibujos ante que
describir su configuración, y no las analizaba en función de medidas exactas, sino de
sus proporciones.
Para los artistas del Renacimiento, la proporción era la esencia de la armonía y la
belleza. Leonardo llenó muchas páginas de sus cuadernos de notas con elaborados
diagramas de proporciones entre las diversas partes de la figura humana, y dibujó los
diagramas correspondientes para estudiar el cuerpo del caballo. No le interesaban las
136
mediciones absolutas, las cuales en su época no eran tan exactas ni tan importantes
como lo son en el mundo moderno.
A Leonardo le impresionó siempre la gran diversidad y variedad de las formas
vivas. «Tan encantadora y abundante es la naturaleza en sus variaciones -escribió en
un pasaje sobre la manera de pintar los árboles- que sería imposible encontrar entre los
árboles del mismo tipo una planta que se asemejara por completo a otra de las
inmediaciones, y no sólo eso, sino que tampoco en sus ramas, hojas y frutos se
encontrarían dos exactamente iguales.» (Citado en Capra, 2008b; p. 225)
Como se aprecia, Leonardo reconocía en esta infinita variedad una característica
decisiva de las formas vivas, pero también trató de clasificar en diferentes tipos las que
estudió. En este sentido, elaboró listas de diferentes partes del cuerpo, como los labios
y la nariz, e identificó distintos tipos de figuras humanas, variedades de especies de
plantas e incluso diferentes clases de remolinos de agua. Siempre que observó formas
naturales, registró sus características esenciales en dibujos y diagramas, las clasificó
en tipos si era posible, y trató de comprender los procesos y las fuerzas subyacentes a
su formación. (Capra, 2008b; p. 225)
Además de las variaciones en el seno de una especie en particular, Leonardo
prestó atención a las semejanzas de formas orgánicas en diferentes especies y a las
semejanzas de modelos en distintos fenómenos naturales. Los cuadernos de notas
contienen en gran número dibujos de esos modelos: semejanzas anatómicas entre la
pierna de un hombre y la pata de un caballo, entre vórtices en espiral y follajes
espiralados de ciertas plantas, entre la corriente de agua y la fluidez de movimiento del
cabello, etcétera. En un folio de dibujos anatómicos, anota que las venas del cuerpo
humano se comportan como naranjas, «en las que, cuanto más viejas son, más gruesa
se hace la piel y, por tanto, más pequeña es la pulpa». (Citado en Capra, 2008b; p. 227)
La ciencia de Leonardo es absolutamente dinámica, como las configuraciones
humanas (afectiva, cognitiva e instrumental). Presenta las formas de la naturaleza en
montañas, ríos, plantas y el cuerpo humano en incesante movimiento de
transformación.
Para él, la forma nunca es estática. Se da cuenta de que las formas vivas son
constantemente moldeadas y transformadas por procesos subyacentes. Estudia las
múltiples maneras en que las rocas y las montañas son moldeadas por turbulentas
corrientes de agua y en que las formas orgánicas de plantas, animales y el cuerpo
humano, son moldeadas por su metabolismo.
El mundo que presenta Leonardo, tanto en su arte como en su ciencia, es un
mundo en desarrollo y en movimiento, en el cual todas las configuraciones y formas son
simplemente fases de un proceso continuo de transformación. (Capra, 2008b; p. 228)
Al mismo tiempo, la concepción dinámica, compleja y holística que Leonardo tenía
de las formas orgánicas muestra un extraordinario paralelismo con la nueva concepción
sistémica y configuracional de la vida que ha surgido en la vanguardia de la ciencia en
los últimos cuarenta años.
En la ciencia de las formas vivas de Leonardo, los modelos de organización de la
vida y sus procesos fundamentales de metabolismo y crecimiento eran los hilos
137
conceptuales unificadores que interconectaban su conocimiento del macrocosmos y el
microcosmos. En el macrocosmos, los temas principales de su ciencia eran los
movimientos del agua y el aire, las formas y las transformaciones geológicas, así como
la diversidad botánica y los modelos de crecimiento de las plantas. En el microcosmos,
su principal centro de atención era el cuerpo humano: su belleza y sus proporciones, los
mecanismos de sus movimientos y lo que tenía en común con otros cuerpos animales
en movimiento, sobre todo los pájaros en vuelo. (Capra, 2008b; p. 229)
En efecto, todo sistema es una configuración estática, pero toda configuración es
un sistema dinámico.
Leonardo advirtió que el aire que se halla debajo de las alas del pájaro es
comprimido por el vigoroso movimiento de éstas hacia abajo. «Observa cómo las alas,
al chocar con el aire, sostienen a la pesada águila en el tenue aire de las alturas»,
anotó en el Códice Atlántico, para agregar luego esta notable observación: «Tanta es la
fuerza que ejerce el objeto contra el aire como la que el aire ejerce contra el objeto.»
(Citado en Capra, 2008b; p. 244)
Increíblemente, esta observación de Leonardo fue retomada doscientos años
después por Isaac Newton, y a partir de entonces se conoce como tercera ley de
Newton o ley de acción y reacción.
Durante sus años más prolíferos, Leonardo prosiguió sus conjeturas sobre las
características básicas de los flujos de agua. Advirtió entonces que la geometría de
Euclides era insuficiente para describir las formas de las olas y los remolinos. Alrededor
de 1505 comenzó un nuevo cuaderno de notas, conocido hoy como Códice Forster I,
con las palabras «Un libro titulado "De la transformación", a saber, de un cuerpo en otro
sin disminución ni incremento de materia». En cuarenta folios de este cuaderno de
notas analizó y dibujó una gran variedad de transformaciones de unas formas
geométricas en otras, semicírculos en medialunas, cubos en pirámides, esferas en
cubos, y otras. Estas páginas eran el inicio de su larga fascinación por un nuevo tipo de
geometría, una geometría de formas y transformaciones, que hoy se conoce como
topología. (Capra, 2008b; p. 153)
Leonardo era muy consciente del papel decisivo de las matemáticas en la
formulación de las ideas y en el registro y la evaluaron de los experimentos. «No hay
certeza -escribió en sus cuadernos de notas- allí donde no se puede aplicar ninguna de
las ciencias matemáticas ni ninguna otra con ellas relacionada.» En sus Estudios
anatómicos proclamó, en un evidente homenaje a Platón: «Que no lea mis principios
nadie que no sea matemático.» (Citado en Capra, 2008b; p. 251)
Pero Capra (2008b; p. 251) precisa que Leonardo no concebía las matemáticas
como un matemático, sino como un científico. Su aspiración era utilizar el lenguaje
matemático para proporcionar coherencia y rigor lógico a las descripciones de sus
observaciones científicas. Sin embargo, en su época no había un lenguaje matemático
apropiado para expresar el tipo de ciencia que él perseguía, esto es, la exploración de
las formas de la naturaleza en sus movimientos y transformaciones. Por eso Leonardo
utilizó su capacidad de visualización y su gran intuición para experimentar con nuevas
técnicas que presagiaban ramas de las matemáticas que no se desarrollarían hasta

138
varios siglos más tarde. Entre ellas están la teoría de las funciones y los campos del
cálculo integral y la topología.
Es evidente que Leonardo se dio cuenta de que las matemáticas de su época eran
inapropiadas para registrar los resultados más importantes de su investigación
científica, es decir, la descripción de las formas vivas de la naturaleza en sus movimien-
tos y transmutaciones incesantes. De ahí que, en lugar de las matemáticas, empleó a
menudo su excepcional facilidad para el dibujo con el fin de documentar sus
observaciones mediante imágenes, a menudo asombrosamente bellas, pero que hacen
al mismo tiempo las veces de diagramas matemáticos.
Su célebre dibujo «Agua que cae sobre agua», por ejemplo, no es una instantánea
realista de un chorro de agua que cae en una charca, sino un elaborado diagrama del
análisis de Leonardo de diversos tipos de turbulencia causados por el impacto del
chorro. (Capra, 2008b; p. 256)
En contraste con las rígidas figuras estáticas de la geometría de Euclides, Capra
(2008b; p. 259) afirma que Leonardo concibe las relaciones geométricas de modo
intrínsecamente dinámico.
Lo anterior es evidente incluso en sus definiciones de los elementos básicos de la
geometría: «La línea se crea con el movimiento del punto. La superficie se crea por el
movimiento de la línea en sentido transversal [...] el cuerpo se crea con el movimiento
de la extensión de la superficie.» (Citado en Capra, 2008b; p. 260)
En el siglo XX, el pintor y teórico del arte Paul Klee empleó palabras casi idénticas
para definir la línea, el plano y el cuerpo en un pasaje que todavía hoy se utiliza en la
enseñanza del diseño arquitectónico:
El punto se mueve [...] y nace la línea: la primera dimensión. Si la línea se
desplaza para formar un plano, tenemos un elemento de dos dimensiones. En el
movimiento del plano hacia los espacios, el choque de planos da origen al cuerpo.
(Citado en Capra, 2008b; p. 260)
En su ejemplo más sofisticado, Leonardo transforma un dodecaedro -sólido
regular de doce caras pentagonales- en un cubo del mismo volumen. Y lo hace en
cuatro pasos claramente ilustrados (Capra, 2008b; p. 264):
1. Descompone el dodecaedro en doce pirámides iguales de base pentagonal;
2. Descompone cada una de estas pirámides en cinco pirámides más pequeñas
con bases triangulares, de modo que el dodecaedro ha quedado descompuesto
en sesenta pirámides iguales;
3. Transforma la base triangular de cada pirámide en un rectángulo de la misma
superficie que, por tanto, conserva el volumen de la pirámide;
4. Reúne de un modo ingenioso las sesenta pirámides rectangulares en un cubo
que, evidentemente, tiene el mismo volumen que el dodecaedro original.
En un alarde de ingenio final, asegura Capra (2008b; p. 264), Leonardo recorre en
sentido inverso los pasos de todo el procedimiento, empezando por un cubo y
terminando en un dodecaedro del mismo volumen. Huelga decir que este conjunto de

139
transformaciones es una demostración de gran imaginación y considerable capacidad
de visualización.
Puesto que la ciencia de Leonardo era una ciencia de las cualidades, de las
formas orgánicas y sus movimientos y transformaciones, la «necesidad» matemática
que él veía en la naturaleza no es la que se expresa en cantidades y en relaciones
numéricas, sino la que está hecha de formas geométricas en continua auto-
transformación de acuerdo con leyes y principios rigurosos. (Capra, 2008b; p. 274)
Como se puede apreciar, Leonardo no separó la filosofía, de la ciencia y el arte, y
tampoco separó la ontología (teoría de lo que existe en el mundo, su esencia y
naturaleza) de la epistemología (teoría del conocimiento científico), haciendo en este
sentido una propuesta configuracional de la ciencia.
3.4-Fundamentos de la Configuralogía: nueva ciencia configuracional
Según Maturana (2003; p. 195), las ciencias modernas son conjuntos de
afirmaciones fundadas en explicaciones científicas; y, son explicaciones científicas,
proposiciones generativas que satisfacen el criterio de validación de las explicaciones
científicas. Por ello, hay tantos dominios científicos como dominios de fenómenos que
uno puede explicar científicamente. En otras palabras, puede haber tantas ciencias
como clases de fenómenos pueda uno explicar con explicaciones definidas o aceptadas
según el criterio de validación de las explicaciones científicas. Desde esa perspectiva,
la psicología es un ámbito en el cual uno puede hacer ciencia como en cualquier otro en
la medida en que uno tiene preguntas que contestar, o fenómenos que explicar, como
científico.
Como ya hemos argumentado, en los presupuestos teóricos de la Configuralogía
como ciencia, subyacen la teoría de la complejidad, la Gestalt, la teoría holográfica, el
enfoque holístico y ecológico, y la nueva teoría de sistemas, ciencias que se concentran
en la dinámica de la autotrascendencia y se basan en la obra de notables teóricos de
sistemas, tales como Gregory Bateson, Wolfgang Köhler, Ervin Laszlo, Fritjof Capra y
Edgar Morín, entre otros no menos importantes.
Bateson reconoce 16 presupuestos básicos que todo científico debe compartir, los
cuales se convierten en características comunicacionales básicas, que constituyen un
cimiento importante para nuestra teoría configuracional.
1. La ciencia nunca prueba nada (Bateson, 2011; p. 37-39)
La ciencia a veces mejora las hipótesis y otras veces las refuta, pero probarlas es
otra cuestión, y esto tal vez no se produzca jamás salvo en el reino de la tautología
totalmente abstracta. En ocasiones podemos decir que si se dan tales y tales supuestos
y postulados abstractos, entonces tal o cual cosa debe seguirse de ello absolutamente.
Pero, nuevamente, la verdad acerca de lo que puede ser percibido, o acerca de aquello
a lo cual se llega por inducción a partir de una percepción, es otra cosa.
Digamos que la verdad significaría una correspondencia precisa entre nuestra
descripción y lo que describimos, o entre nuestra red total de abstracciones y
deducciones y alguna comprensión total del mundo exterior. En este sentido, la verdad
no es asequible. Y aun dejando de lado las barreras de la codificación -la circunstancia
de que nuestra descripción estará dada en palabras, figuras o imágenes, mientras que
140
lo que describimos será de carne y hueso, de sangre y acción-, aun soslayando ese
estorbo de la traducción, nunca podremos reclamar haber alcanzado un conocimiento
definitivo de nada.
La predicción no puede ser nunca absolutamente válida, y por ende la ciencia no
puede nunca probar una generalización o siquiera verificar un solo enunciado
descriptivo y de esa forma arribar a una verdad definitiva.
2. El mapa no es el territorio, y el nombre no es la cosa nombrada (Bateson,
2011; p. 40-41)
Este principio, hecho célebre por Alfred Korzybski, tiene referencia con muchos
niveles. De un modo general, nos recuerda que cuando pensamos en cocos o en
cerdos, no tenemos cocos o cerdos en el cerebro. Pero, en un sentido más abstracto, el
enunciado de Korzybski nos dice que en todo pensamiento, o percepción, o
comunicación de una percepción, hay una trasformación, una codificación, entre la cosa
sobre la cual se informa, la Ding an sich, y lo que se informa sobre ella. En especial, la
relación entre esa cosa misteriosa y, el informe sobre ella suele tener la índole de una
clasificación, la asignación de una cosa a una clase. Poner un nombre es siempre
clasificar, y trazar un mapa es en esencia lo mismo que poner un nombre.
3. No hay experiencia objetiva (Bateson, 2011; p. 42)
Toda experiencia es subjetiva. Esto no es más que un mero corolario de lo que se
afirma en el punto 4: que son nuestros cerebros los que fabrican las imágenes que
creemos "percibir".
La experiencia de lo exterior siempre está mediada por determinada órganos
sensoriales y vías neurales. En tal medida, los objetos son creación mía, y mi
experiencia de ellos es subjetiva, no objetiva.
4. Los procesos de formación de imágenes son inconscientes (Bateson,
2011; p. 42-48)
Esta generalización parece ser válida para todo lo que ocurre entre mi acción, a
veces consciente, de dirigir un órgano de mis sentidos hacia cierta fuente de
información y mi acción consciente de derivar información de una imagen que "yo" creo
ver, oír, palpar, gustar u oler. Hasta un dolor es ciertamente una imagen creada.
La retina periférica recibe un cúmulo de información que permanece fuera de la
conciencia -posiblemente (aunque no seguramente) en la forma de una, imagen-.
Los procesos de la percepción nos son inaccesibles; sólo tenemos conciencia de
los productos de esos procesos y, desde luego, son esos productos los que
necesitamos. Estos dos hechos generales son para mí el comienzo de la epistemología
empírica primero, que yo no tengo conciencia de los procesos de construcción de las
imágenes que conscientemente veo, y segundo, que en estos procesos inconscientes
aplico toda una gama de presupuestos que se incorporan a la imagen terminada.
Todos sabemos, naturalmente, que las imágenes que "vemos" son en realidad
fabricadas por el cerebro o espíritu. Pero poseer este saber intelectual es muy distinto
de darse cuenta de que es verdaderamente así.

141
La epistemología, en el nivel de la historia natural, es en su mayoría inconsciente y
en consecuencia difícil de modificar.
En síntesis: no existe un libre arbitrio contra las órdenes inmediatas de las
imágenes que la percepción presenta al “ojo del espíritu”, pero merced de una ardua
práctica y a la autocorrección es parcialmente posible alterar esas imágenes.
5. La división del universo percibido en partes y tonalidades es conveniente
y puede ser necesaria, pero ninguna necesidad determina de qué modo debe
practicársela.
La cuestión de la necesidad formal aquí planteada puede tener la siguiente
respuesta. Evidentemente, el universo se caracteriza por una distribución desigual de
conexiones causales y de otro tipo entre sus partes; o sea, hay regiones de densa
conexión separadas entre sí por regiones de conexión menos densa. Bien puede ocurrir
que, necesaria e inevitablemente, haya procesos sensibles a la densidad de la
interconexión, de modo tal que aumente esa densidad o que los raleados nexos se
vuelvan más raleados aun. En tal caso, el universo presentara forzosamente una
apariencia en que las totalidades estarán ligadas por la raleza relativa de su
interconexión. (Bateson, 2011; p. 78)
Observo no solo que lo procesos de la precepción visual son inaccesibles a la
conciencia, sino también que es imposible construir en palabras una descripción
aceptable de lo que debe de suceder en el más simple acto de visión. El lenguaje no
suministra medio alguno de expresión para lo que no es consciente. (Bateson, 2011; p.
78)
Suelo felicitar a estos estudiantes por su capacidad para crear lo que se asemeja
a muchas hipótesis científicas, que "explican" una regularidad perceptible en función de
alguna entidad creada por la imaginación. (Bateson, 2011; p. 51)
6. Las secuencias divergentes son impredecibles (Bateson, 2011; p. 51-53)
De acuerdo con la imagen popular de la ciencia, todo es en principio, predecible y
controlable; y si algún suceso o proceso no lo es en el presente estado de nuestro
conocimiento, con un poco más de nuestro conocimiento y, en especial con un poco
más de habilidad práctica podremos predecir y controlar las variables indomadas.
Esta concepción es errónea, no sólo en los detalles sino por principio. Es incluso,
posible definir grandes clases de fenómenos en que la predicción y el control son
simplemente imposibles, por razones muy fundamentales pero muy comprensibles.
Podemos conocer lo genérico, pero lo específico escapa a nosotros.
7. Las secuencias convergentes son predecibles (Bateson, 2011; p. 55)
En contraste con esto, el movimiento de los planetas dentro del sistema solar, la
tendencia de una reacción química en una mezcla iónica de sales, el impacto de las
bolas de billar (que involucra a millones de moléculas), todos estos son fenómenos
predecibles porque nuestra descripción de los sucesos se refiere al comportamiento de
inmensas multitudes o clases de individuos. Esto es lo que hace que la estadística
tenga alguna justificación científica, siempre y cuando el especialista en estadística

142
recuerde en todo momento que sus enunciados sólo están referidos a agregados de
individuos.
En ese sentido, las llamadas "leyes probabilísticas" actúan como mediadoras entre
las descripciones del comportamiento del individuo y las del comportamiento de la
grosera multitud.
8. "Nada puede provenir de la nada" (Bateson, 2011; p. 56-57)
Esta cita de El rey Lear compendia en un enunciado único toda una serie de
máximas medievales, o más modernas, que incluyen a las siguientes:
a. La ley de la conservación de la materia y su inversa, la que dice que no puede
esperarse que aparezca ninguna materia nueva en el laboratorio. (Decía Lucrecio:
"Nada puede crearse de la nada por poder divino".)
b. La ley de conservación de la energía y su inversa que no puede esperarse que
aparezca nueva energía en el laboratorio.
c. El principio que demostró Pasteur: no puede esperarse que aparezca nueva
materia viviente en el laboratorio.
d. El principio de que no puede crearse un nuevo orden o pauta sin información.
9. El número es diferente de la cantidad (Bateson, 2011; p. 60-63)
Esta diferencia es básica para cualquier clase de teorización en ciencias de la
conducta, para cualquier manera de imaginar lo que acontece entre los organismos o
dentro de ellos como parte de sus procesos de pensamiento.
Los números son el producto del recuento; las cantidades, el producto de la
medición. Esto significa lo siguiente: es verosímil que los números sean exactos,
porque existe una discontinuidad entre cada entero y el siguiente: entre "dos" y "tres"
hay un salto; pero en el caso de la cantidad, no existe ese salto, y por ello es imposible
que una cantidad cualquiera sea exacta. Puedes tener exactamente tres tomates, pero
jamás podrás tener exactamente tres litros de agua. La cantidad es siempre
aproximada.
En otras palabras: el número es el mundo de la pauta, la Gestalt y el cálculo
digital; la cantidad es el mundo del cálculo analógico y probabilístico.
Ciertas aves pueden de alguna manera distinguir los números hasta siete, pero se
ignora si lo hacen por recuento o por reconocimiento de pautas.
Aparentemente, lo que creíamos una rareza o peculiaridad del funcionamiento
humano -a saber, que nosotros, los seres humanos de Occidente, obtenemos los
números por recuento o por reconocimiento de pautas, en tanto que obtenemos las
cantidades por medición- resulta ser una especie de verdad universal.
10. La cantidad no determina la pauta (Bateson, 2011; p. 64-65)
Es imposible, en principio explicar una pauta cualquiera invocando una única
cantidad; pero nótese que un cociente entre dos cantidades es ya el comienzo de una
pauta. En otros términos, cantidad y pauta son de diferente tipo lógico y no se amoldan
entre sí en un mismo acto de pensamiento.
143
Lo que parecer ser la génesis de una pauta por la cantidad surge cuando la pauta
ya estaba latente antes de que la cantidad influyera en el sistema. El caso más
conocido es el de la tensión que romperá una cadena en su eslabón más débil. Por el
cambio de una cantidad, la tensión, una diferencia latente se pone de manifiesto, o,
como dirían los fotógrafos, se "revela". El revelado de un negativo fotográfico es
precisamente el poner de manifiesto diferencias latentes establecidas en la emulsión
fotográfica por una exposición previa diferencial a la luz.
Imagínese una isla con dos montañas. Un cambio cuantitativo, un aumento, en el
nivel del mar que rodea a esta única isla puede convertirla en dos islas; ello sucederá
cuando el nivel del mar supere la hondonada entre ambas montañas. También aquí la
pauta cualitativa estaba latente antes de que la cantidad influyera en ella; y cuando
cambió la pauta, ese cambio fue súbito y discontinuo.
En el discurso explicativo hay una fuerte tendencia a invocar cantidades de
tensión, de energía, y qué sé yo cuántas cosas más, para explicar la génesis de una
pauta. Creo que todas esas explicaciones son inadecuadas o erróneas. Desde el punto
de vista de un agente cualquiera que impone un cambio cuantitativo, todo cambio de
pauta que suceda, será impredecible o divergente.
11. En biología no hay "valores" monótonos (Bateson, 2011; p. 65)
Un valor monótono es aquel que o bien sólo aumenta, o bien sólo disminuye. La
curva que lo representa no tiene "quebraduras"; o sea, nunca pasa del aumento a la
disminución, o viceversa. Las sustancias objetos, pautas o secuencias de experiencia
que son deseadas por el hombre y en algún sentido "buenos" para su organismo (p. ej.,
los elementos de la dieta alimenticia, las condiciones de vida, la temperatura, la
diversión, la actividad sexual, etc.) nunca son tales que una mayor cantidad de ellos sea
siempre mejor qué una cantidad menor. Más bien, para todos los objetos y experiencias
hay una cantidad que tiene valor óptimo. Por encima de esa cantidad, la variable se
vuelve tóxica; por debajo de ella, el ser humano siente privación.
12. A veces lo pequeño es hermoso (Bateson, 2011; p. 66)
Tal vez no haya ninguna variable que plantee de manera tan clara y vívida para el
analista los problemas del estar vivo como el tamaño.
13. La lógica es un modelo deficiente de la causa y el efecto (Bateson, 2011;
p. 71-72)
Utilizaremos las mismas palabras para referirnos a secuencias lógicas y a
secuencias de causa y efecto. Decimos: "Si se aceptan las definiciones y postulados de
Euclides, entonces dos triángulos que tengan sus tres lados iguales son iguales entre
sí". Y también decimos: "Si la temperatura desciende por debajo de 0º C, entonces el
agua se solidifica".
Pero los "si... entonces..." de la lógica del silogismo son muy distintos de los "si...
entonces..."de la causa y el efecto.
Cuando las secuencias de causa y efecto se vuelven circulares (o adquieren
formas más complejas aún que la circular), la descripción o trazado de esas secuencias

144
en la lógica atemporal se torna auto-contradictoria. Se generan paradojas que la lógica
pura no puede tolerar.
Los "si... entonces..." de la causalidad contienen tiempo, mientras que los "si...
entonces..." de la lógica son atemporales. De esto se desprende que la lógica es un
modelo incompleto de la causalidad.
14. La causalidad no opera hacia atrás (Bateson, 2011; p. 72-73)
La lógica a menudo puede ser invertida, pero el efecto nunca precede a la causa.
Esta generalización ha sido un escollo para las ciencias de la psicología y de la biología
desde la época de Platón y Aristóteles. Los griegos se inclinaban a creer en los que
luego se denominó causas finales, pensaban que la pauta generada al final de una
secuencia de sucesos podía considerarse, de algún modo, causal respecto del
derrotero seguido por esa secuencia. Esto condujo a todo el asunto de la teleología
(telos significa el fin o finalidad de una secuencia de sucesos).
Lo cierto es que cuando los sistemas causales se tornan circulares, un cambio en
una parte cualquiera del círculo puede considerarse como causa de un cambio, en un
momento posterior, en cualquier variable y en cualquier lugar del círculo. Así, un
aumento de la temperatura de una habitación puede ser considerado causa del cambio
en el encendido del termostato, y, alternativamente, puede considerarse que la acción
del termostato controla la temperatura de la habitación.
15. Por lo común, el lenguaje sólo destaca uno de los aspectos de una
interacción cualquiera (Bateson, 2011; p. 73-74)
Siempre hablamos como si una "cosa" pudiera "tener" cierta característica. Una
piedra, decimos, es "dura", "pequeña", "pesada", "parda", "densa" "frágil", "caliente",
"móvil", "inmóvil", "visible", "comestible", "no comestible", etc.
Así está hecho nuestro lenguaje: "La piedra es dura". Etcétera. Y esa manera de
hablar basta para ir al mercado: "Esa es una nueva marca". "Las papas están podridas".
"Los huevos están frescos". "El recipiente está roto". "El diamante está rajado". "Un kilo
de manzanas es suficiente". Y así siguiendo.
Pero esta manera de hablar no es correcta para la ciencia o la epistemología. Para
pensar correctamente, conviene suponer que todas las cualidades y atributos, adjetivos,
etc., se refieren al menos a dos conjuntos de interacciones en el tiempo.
"La piedra es clara" significa: a) que cuando se quiere introducir un objeto en ella
resiste a la penetración, y b) que ciertas interacciones continuas entre
las partes moleculares de la piedra las mantienen de algún modo unidas.
"La piedra está inmóvil" hace referencia al lugar en que está situada la piedra
respecto del lugar de la persona que habla y de otras posibles cosas inmóviles.
También hace referencia a cuestiones internas de la piedra: su inercia, su falta de
distorsión interna, su falta de fricción superficial, etc.
El lenguaje afirma de continuo, mediante la sintaxis de sujeto y predicado, que las
"cosas" de alguna manera "tienen" cualidades y atributos. Una manera más precisa de
hablar insistiría en que las "cosas" son producidas, en que se las concibe separadas de

145
otras "cosas", y en que sus relaciones internas y su comportamiento en relación con
otras cosas v con el hablante son lo que las torna "reales"..
Es preciso tener bien en claro esta verdad universal: sean lo que fueren las
"cosas" en su mundo pleromático y cosístico, sólo pueden ingresar en el mundo de la
comunicación y del significado merced a sus nombres, sus cualidades y sus atributos (o
sea, merced a informes sobre sus relaciones internas y externas y sobre sus
interacciones).
16. Las palabras "estabilidad" y "cambio" describen unas partes de nuestras
descripciones (Bateson, 2011; p. 74-77)
"Estable" suele aplicarse como un adjetivo aplicado a una cosa. Se dice que un
compuesto químico, una casa, un ecosistema o un gobierno son "estables". Si
indagamos un poco más, se nos dirá que el objeto estable no se modifica bajo el
impacto o la tensión derivados de alguna variable interna o externa, o quizás que
resiste el paso del tiempo.
Si empezamos a investigar qué hay detrás de este uso de la "estabilidad",
hallaremos una amplia gama de instrumentos. En el nivel más simple, tenemos la
dureza o la viscosidad físicas, cualidades descriptivas de las relaciones de impacto
entre el objeto estable y algún otro.
De ello se infiere que nuestros enunciados acerca de la "estabilidad" de entidades
vivas deben ser siempre rotulados con referencia a cierta proposición descriptiva, de
modo tal que la tipificación de la palabra "estable" resulte clara.
Análogamente, todo enunciado acerca del cambio exige las mismas precisiones.
En primer lugar, siempre que un científico tiene ante sí una lista por un impulso
natural empieza a clasificar u ordenar sus miembros. Yo lo he hecho en parte,
dividiendo la lista en cuatro grupos, dentro de los cuales los miembros se vinculan de
diversas maneras. No sería un ejercicio trivial enumerar las maneras en que pueden
conectarse tales verdades o presupuestos. El agrupamiento que yo he fijado es el
siguiente:
Un primer grupo incluye los presupuestos 1 a 5, que parecen aspectos conexos
del fenómeno necesario de la codificación. Aquí por ejemplo, la proposición de que "la
ciencia nunca prueba nada" se reconoce fácilmente como un sinónimo de la distinción
entre mapa y territorio; ambas derivan de los experimentos de Ames y de la
generalización de la historia natural en el sentido de que "no hay experiencia objetiva".
Es interesante advertir que, en el aspecto abstracto y filosófico, este grupo de
generalizaciones debe depender muy estrechamente de algo parecido a la "navaja de
Occam" o regla de economía. Sin un criterio supremo de esa índole, no hay una
manera concluyente de elegir entre una hipótesis y otra. El criterio que resulta
indispensable es el de la simplicidad versus la complejidad. Pero junto a estas
generalizaciones tenemos su conexión con la neurofisiología, los experimentos de
Ames, etc. Uno se pregunta de inmediato si el hecho de que el material sobre la,
percepción no acompañe al de carácter más filosófico no se debe a que el proceso de
la percepción contiene algo así como un criterio de economía. El análisis de las

146
totalidades y las partes en la proposición 5 es una formulación de una clase común de
trasformación que tiene lugar en los procesos que llamamos descripciones.
Las proposiciones 6, 7 y 8 forman un segundo grupo, que se ocupa de las
cuestiones referidas a lo aleatorio y lo ordenado. Observará el lector que la idea de que
lo nuevo sólo puede sacarse de lo aleatorio está en casi total contradicción con la
inevitabilidad de la entropía.
Por otro lado, desde 1975 hasta sus últimas obras, la labor de Capra ha estado
encaminada a sistematizar el paradigma ecológico. Para la formulación de esta síntesis
paradigmática ha incursionado en el ámbito de diversas disciplinas, desde la física, su
campo profesional, hasta la química, la biología, pasando por la psicología, la
economía, las ciencias sociales, e incluso las teorías cognitivas. Su hipótesis, que logra
argumentar, sistematizar y desarrollar de manera enfática consiste en pensar y
configurar un campo unificado del conocimiento, donde los conceptos de red y vida
sean los centrales.
Desde esta perspectiva, la vida en su totalidad, como atributo del planeta, empieza
a ser el centro de interés y no tanto el hombre, o los objetos. Es importante señalar que
Capra inaugura y promueve un nuevo tipo de investigación, que se ajusta precisamente
a su visión en red de los procesos socio-humanos: la conversación, como modalidad
original y creativa de cooperar mediante el diálogo y el encuentro.
A lo largo de más de más de 30 años Capra ha ido estableciendo las
características del nuevo paradigma ecológico, que incorpora los aportes del
pensamiento sistémico y holístico pero va más allá.
"La percepción desde la ecología profunda reconoce la interdependencia
fundamental entre todos los fenómenos y el hecho de que, como individuos y como
sociedades, estamos todos inmersos en (y finalmente dependientes de) los procesos
cíclicos de la naturaleza. (…) La ecología profunda no separa a los humanos -ni a
ninguna otra cosa- del entorno natural. Ve el mundo, no como una colección de objetos
aislados, sino como una red de fenómenos fundamentalmente interconectados e
interdependientes. La ecología profunda reconoce el valor intrínseco de todos los seres
vivos y ve a los humanos como una mera hebra de la trama de la vida." (Capra, 2010;
p. 28-29)
Características fundamentales del paradigma ecológico formulado por Fritjof
Capra:
 El paradigma ecológico y la conciencia ecológica enfatiza en los principios y
valores de sostenibilidad, interconexión, cooperación, espiritualidad, intuición,
originalidad, creatividad, conservación, responsabilidad social, síntesis,
asociación, experiencia de vida, no linealidad y calidad.
 Se vincula con la totalidad de la vida y con la conciencia y experiencia
espiritual, por lo tanto, se sitúan más allá de los paradigmas productivistas y
racionalistas, en un nivel más profundo y trascendental.
 La visión ecológica global no sólo observa algo como un conjunto, sino también
el modo en que ese conjunto se halla inserto en otros mayores. Es una visión
holística.
147
 La totalidad es lo primordial. No hay partes. Las propiedades de lo que
llamamos partes sólo pueden ser entendidas a partir de la dinámica del
conjunto. Las partes no son más que un modelo de una red inseparable de
relaciones.
 La realidad es una red de relaciones y nuestras descripciones forman parte de
esa red interconectada. La metáfora del conocimiento se desplaza de la
imagen de construcción hacia la imagen de la red.
 Se enfatiza y está orientado hacia los procesos. No existen estructuras
fundamentales. Toda la red de relaciones es intrínsecamente dinámica. Cada
estructura es la manifestación de un todo subyacente.
 La epistemología está dentro de la vida, no fuera. Las observaciones y
descripciones no son independientes del observador y del proceso de
conocimiento. La mente es intrínseca a la vida. Conocer es
una función primordial de los sistemas vivos.
 No hay un conocimiento absoluto, completo y definitivo de la realidad. Los
conceptos, teorías y descubrimientos son limitados y aproximados.
Como puede apreciarse, Fritjof Capra, presenta una transformación en la visión
del mundo contemporáneo. El desarrollo de la humanidad ha producido abuso, exceso,
desconcierto, desenfreno, violencia, factores que se han mezclado simbióticamente con
una era de desarrollo científico, grandes adelantos tecnológicos y alianzas económicas
estratégicas, entre otros.
Esta no es más que la realidad de la convivencia general, consecuencia de
múltiples factores a través de la historia de la humanidad y consecuencia inmediata del
viejo paradigma mecanicista reduccionista, basado en la idea de que la esencia natural
de la materia se encuentra en los objetos y no en sus interconexiones, que domina
ampliamente la organización política, económica y social y con ello el pensamiento y las
ideas de la mayoría de quienes dirigen los destinos de la humanidad, tanto en naciones
desarrolladas como en países en vía de desarrollo.
Los criterios han cambiado y hoy se hace imposible analizar un problema local o
mundial en forma aislada, lo que pareciera acarrear una serie de desaciertos en las
políticas nacionales y mundiales.
Es precisamente aquí, en esta objetividad, en donde razonan y se integran las
distintas instituciones sociales. En la escuela convergen, en espacio y tiempo, las
virtudes y los defectos del conglomerado social, como resultado inmediato de lo que es
precisamente la educación: relación entre personas.
Asimismo, dice Martínez (2008) que casi todos los problemas metodológicos
tienen un fondo esencialmente epistemológico. Es por ello que la epistemología actual
deberá ir logrando una serie de metas que puedan formar un conjunto de postulados
generales, de alto nivel, que parezcan irrenunciables y que pudieran presentarse como
los rieles de la nueva ciencia.
Estos postulados, o principios básicos, relacionándolos con sus autores y
proponentes, pudieran tomar la forma siguiente (Martínez, 2008; p. 55):
148
 “El ser no se da nunca a nadie en su totalidad, sino sólo según ciertos aspectos
y categorías” (Aristóteles, Metafísica, Libro IV).
 Toda observación es relativa al punto de vista del observador: es la teoría la
que decide lo que se puede observar (Einstein, 1905: véase Bronoswski, 1979,
p. 249).
 Toda observación afecta al fenómeno observado (Heisenberg, 1958).
 No existen hechos, solo interpretaciones (Nietzsche, 1972).
 Estamos condenados al significado (Merlau-ponty, 1975).
 Ningún lenguaje consistente puede contener los medios necesarios para definir
su propia semántica (Tarski, 1956).
 Ninguna ciencia está capacitada para demostrar científicamente su propia base
(descartes, 1983).
 Ningún sistema matemático puede probar los axiomas en que se basa (Godel,
en Bronowski, 1978, p. 85).
 Hay tantas realidades como puntos de vista (Ortega y Gasset).
 La pregunta ¿Qué es la ciencia? No tiene una respuesta científica (Morín,
1983).
Estas ideas matrices conforman un proceso de racionalidad con pretensión
“científica” defendible hoy día epistemológicamente, pero coliden con los parámetros de
la racionalidad científica clásica tradicional y postulan un nuevo paradigma epistémico.
(Martínez, 2008; p. 55)
La Configuralogía se sustenta en las concepciones de varios eminentes científicos
pertenecientes a distintas disciplinas:
 Wolfgang Köhler (1887-1967; Psicólogo)
 Gregory Bateson (1904-1980; Antropólogo)
 Ilya Prigogine (1917-2003; Químico)
 Edgar Morín (1921; Filósofo)
 Humberto Maturana (1928; Biólogo)
 Niklas Luhmann (1927-1998; Sociólogo)
 Frijof Capra (Físico)
 Fernando González Rey (Psicólogo)
 Homero Fuentes González (Pedagogo)
 Miguel Martínez Miguélez (Epistemólogo)
 Boaventura de Sousa Santos (Sociólogo)
 Marco Fidel Barrera Morales (Comunicador y Periodista)
Precisamente, este último autor afirma que la expresión holística alude a la
“corriente de pensamiento que orienta sobre la necesidad de apreciar los hechos, las
situaciones, las cosas, las ideas y los eventos......de la manera más amplia posible. Esa
actitud propicia un mejor conocimiento del evento en sí, de sus relaciones, contexto e
149
identidad, y prepara al interesado en cuanto a la necesidad de precisar criterios,
categorías y recursos.....para el acercamiento investigativo formal. La holística insiste
en que la realidad es una, en cuanto compleja..... Que los eventos son expresión de
hechos, circunstancias y evidencias más amplias, que pueden ser apreciados cada uno
en su particularidad o en relación con el contexto, teniendo en cuenta sus múltiples
efectos y variadas vinculaciones.” (Barrera, 2008; p.101)
La palabra "holística" procede del griego holos que significa "todo", "íntegro",
"entero", "completo". Por lo tanto, es un adjetivo calificativo que se refiere al conjunto, al
"todo" en sus relaciones con sus aspectos o eventos que lo integran. (Weil, 1993).
Según Weil (1993), el término holismo designa una fuerza vital responsable de la
formación de conjuntos de gestalts, se diría; esa misma fuerza sería la formadora de
átomos y moléculas en el plano físico, de células en el plano biológico, de ideas en el
plano psicológico, y de la personalidad en el plano espiritual; el propio universo sería un
conjunto en constante formación.
Barrera (2010; p. 15) afirma que el holismo es una doctrina filosófica que tiene su
origen en los planteamientos del filósofo sudafricano Jan Christian Smuts (1870-1950),
nacido en Malinesbury.
Smuts (1926) fue el primero en utilizar el término en su libro "Holismo y Evolución",
Alfred Adler descubrió éste aporte y lo expuso en su propuesta filosófica.
Su raíz holos, procede del griego y significa "todo", "íntegro", "entero", "completo",
y el sufijo ismo se emplea para designar una doctrina. Es necesario distinguir holismo,
como doctrina, de holística, como práctica de la totalidad.
Smuts insiste en que cualquier mirada permitirá apreciar que el mundo está lleno
de conjuntos, y que los conjuntos están en relación con los contextos u holos, y éstos a
su vez están contenidos en otros más, configurando el cosmos e integrando realidades
y procesos de manera constante, dinámica e interactiva.
Según Barrera (1999, citado en Fernández, 2007; p. 196-197), la holística alude a
la tendencia que permite entender la realidad desde el punto de vista de las múltiples
interacciones que la caracterizan; corresponde a una actitud integradora como también
a una teoría explicativa que orienta hacia una comprensión contextual de los procesos,
de los protagonistas y de sus eventos. La holística se refiere a la manera de ver las
cosas enteras, en su totalidad, en su conjunto, en su complejidad, pues de esta forma
se pueden apreciar interacciones, particularidades y procesos que por lo regular no se
perciben si se estudian por separado los aspectos que conforman el todo.
Barrera (2008; p. 102) precisa que “la holística -no debe confundirse con el
holismo que alude a la doctrina de la totalidad y se constituye un ontologismo
epistémico de corte panteísta, que en oportunidades deriva hacia un gnosticismo-,
considera que todo evento debe ser apreciado en su mayor complejidad y en su
contexto para poder obtener una visión más amplia y completa de dicho evento, sin que
dicha visión agote ni la comprensión ni el evento.”
En la perspectiva holista, el holos (hol, holo, significa entero, todo, integro) se
percibe -a la manera de Heráclito-, no en su totalidad sino a partir de sus síntomas,

150
vislumbres e indicios los cuales constituyen evidencia de fenómenos, procesos,
situaciones, acontecimientos y eventos más complejos.
“La expresión evento -expresión que también se relaciona con la física, como
también con la organización de actividades-, corresponde a hecho, circunstancia, cosa,
ser o principio que en su debido momento es considerado para su estudio, visto como
dinámico, que no es una fracción única ni aislada de la totalidad sino que es producto
de ella (la noción de “parte” es relativamente equivocada); que el evento se inscribe en
complejus de relaciones donde tiene razón de ser y en donde su estudio es más
fructífero, pues se explica de mejor manera.” (Barrera, 2008; p. 102)
De ahí que el conocimiento científico del evento se convierte en una maravillosa
oportunidad para continuar conociendo, profundizando, valorando y, en muchas
ocasiones, como afirma Barrera (2008; p.102), para acceder a “procesos mediante los
cuales se llega a comprensiones que remiten a otros eventos, sinergias e indicios.”
Para esto se debe considerar que el evento es afectado y perturbado de manera
positiva o negativa, favorable o no, por el observador, según el principio de
incertidumbre de Heisenberg.
El evento expresa la totalidad, hace evidente el holos, pero no es la totalidad. “La
holística alude a la comprensión epistémica según la cual el conocimiento es variado y
complejo y ha de apreciarse de manera amplia, interdisciplinaria y
transdisciplinariamente hablando, en el contexto en el cual se origina, de forma que
puede ser apreciado de mejor manera, de acuerdo a las sinergias y eventos que lo
caracterizan y según las variadas interpretaciones que en el subyacen, a fin de apreciar
el sustrato común, los aspectos esenciales que determinan el sentido tanto de la
actividad de conocer como de lo que se conoce. Para la holística lo uno es complejo y
la realidad es integral, multidimensional y trascendente. (Barrera, 2008; p. 103)
Por lo tanto, es necesario dar una mirada a la ciencia desde una concepción
holística, multidisciplinar y, por supuesto, asumir concepciones epistemológicas que
den cuenta de la complejidad del objeto de estudio, es decir, hacer entendible y
operativa una teoría configuracional de las ciencias.
Es por ello que el esfuerzo no puede sustentarse en ninguna disciplina particular,
porque la nueva realidad y los nuevos desafíos obligan ineludiblemente a una
transdisciplinariedad.
En palabras de Max-Neef (2006; p. 39), “la transdisciplinariedad es una solución
que, con miras a alcanzar un mayor entendimiento, va mas allá de los ámbitos
esbozados por disciplinas estrictas. Mientras que el lenguaje de una disciplina puede
limitarse a describir algo (un elemento aislado, por ejemplo), puede resultar necesaria
una actividad interdisciplinaria para explicar algo (una relación entre elementos). Por la
misma razón, para entender algo (un sistema como se lo interpreta por otro sistema de
mayor complejidad) se requiere una participación personal que vaya más allá de las
fronteras disciplinarias, convirtiéndola así en una experiencia transdisciplinaria.”
“La holística corresponde a la comprensión filosófica que propicia una visión del
mundo, de la vida y del sí mismo desde la integralidad, con sentido de transcendencia.
Pudiera ser interpretada como una teoría explicativa pero, más que ello, es una manera
151
compleja e integrativa de saber, de conocer… puede ser vista como un movimiento
filosófico y cultural y una tendencia de la praxis y del conocimiento, así como también
como una actitud que valora la condición integrativa del saber, que auspicia la vivencia
de ideas y valores que orientan lo humano hacia una vida con sentido.” (Barrera, 2010;
p. 11)
Según Barrera (2010; p. 11), “ante las nociones reduccionistas del conocimiento y
de la ciencia –nociones de singular importancia pero que condenan la totalidad
antropológica, por ejemplo, a una expresión binaria en oportunidades, o a una
constatación fáctica de un paradigma, en otros momentos-, la holística representa una
oportunidad para trascender la fragmentación y el reduccionismo hacia experiencias en
las cuales se aprecia como el efecto de totalidad determina el sentido de las cosas.”
De ahí que sólo un enfoque configuracional nos permite comprender, por ejemplo,
de qué manera la política científica de un país, la economía, la educación y la salud
convergen hacia una encrucijada. He conocido de casos cada vez más numerosos e
impresionantes donde la mala salud es el resultado de la mala política científica, al igual
que las fisuras en la economía, o las insuficiencias en la educación.
Si las políticas científicas diseñadas por los gobernantes, asesorados por los más
eminentes científicos de un país, afectan, como, de hecho, sabemos que así es- a la
totalidad de una sociedad, los científicos entonces ya no podemos pretender que
nuestra única preocupación son los problemas científicos de investigación. Tal
pretensión sería poco ética, puesto que implicaría asumir la responsabilidad por la
acción, pero no por las consecuencias de la acción.
Los científicos, cada día más, nos enfrentamos a situaciones desconcertantes,
donde cada vez entendemos menos, de ahí que las cosas están realmente mal, y se
volverán peores, a menos que dediquemos mucha más energía de imaginación,
originalidad y creatividad al diseño de transdisciplinas coherentes, armónicas y
significativas. Vivimos una época de transición científica trascendental, lo cual significa
que los cambios de paradigma no sólo son necesarios, sino que son imprescindibles y
además improrrogables, como lo ha demostrado Maturana (1976; 1992; 1994; 1995;
1996) en sus investigaciones y publicaciones.
Este biólogo, nacido en Chile en 1928, obtuvo su doctorado en la Universidad de
Harvard trabajando sobre la filosofía de la visión de la rana. En un momento de la
investigación Maturana comprendió que algo estaba ocurriendo mal en su investigación
porque, a pesar de trabajar rigurosamente, no podía organizar los datos obtenidos.
Sabía que no era un problema del modelo experimental que había diseñado
cuidadosamente, sino de la forma en que estaba interrogando a la naturaleza. Fue así
que se le ocurrió que la pregunta que estaba haciendo tenía como supuesto subyacente
la idea de que la rana tenía que ver lo que hay en el mundo como si fuera un espejo, es
decir, que le estaba imponiendo al mundo un esquema representacional.
“Todo el entendimiento científico se funda en reconocer, implícita o explícitamente,
que en nuestro explicar solo tratamos con sistemas determinados en su estructura
cualquiera sea el dominio de explicar que consideremos, de modo que si no se cumple
el determinismo estructural, pensamos en error o en conocimiento insuficiente. Ocurre
además, que no siempre podemos conocer la estructura de un sistema en el momento
152
en que queremos computar sus cambios estructurales, ya sea porque no tenemos
acceso a ella, o porque en el intento de conocerla la destruimos, o porque la dinámica
estructural del sistema es tal, que cambia recursivamente con sus cambios de estado, y
cada vez que buscamos regularidades en sus respuestas al interactuar con él, nos
encontramos con que su estructura ha cambiado y responde de manera diferente.”
(Maturana y Varela, 2004; p. 25)
Las investigaciones de Maturana han tenido una gran influencia en la historia de la
filosofía de la percepción porque rompieron con la idea tradicional existente que trataba
al sistema nervioso como un analizador pasivo de las dimensiones físicas del estímulo.
Si la visión de la rana no es pasiva ni puede asimilarse a la óptica especular,
mucho menos lo es el fenómeno de observación humana, que incluye muchas más
dimensiones cognitivas y afectivas, y más complejas.
Maturana y otro biólogo chileno, que fuera alumno suyo, Francisco Varela (1946-
2001), ampliaron el foco de sus investigaciones que, desde entonces, implicaron el
desarrollo de una concepción dinámica de la vida y del conocimiento.
“Puesto de otra manera, orden y caos son dos aspectos de los comentarios
explicativos que un observador puede hacer sobre lo que pasa en la dinámica
sistemática espontánea de constitución de un sistema en un dominio de determinismo
estructural desconocido para él o ella, y no dos condiciones intrínsecas de lo que un
observador puede llamar el mundo natural.” (Maturana y Varela, 2004; p.27)
El impacto de sus trabajos en la reflexión epistemológica y en las ciencias
cognitivas contemporáneas ha sido muy importante. Sus principales aportes están
relacionados con las ideas siguientes (Maturana y Varela, 2004; p. 45-46):
 El problema de la autonomía de lo vivo es central y hay que cernirlo en su forma
mínima, en la caracterización de la unidad viviente.
 La caracterización de la unidad viva mínima no puede hacerse solamente sobre
la base de componentes materiales. La descripción de la organización de lo
vivo como configuración o pattern es igualmente esencial.
 La organización de lo vivo es, en lo fundamental, un mecanismo de constitución
de su identidad como entidad material.
 El proceso de constitución de identidad es circular: una red de producciones
metabólicas que, entre otras cosas, producen una membrana que hace posible
la existencia misma de la red. Esta circularidad fundamental es por lo tanto una
autoproducción única de la unidad viviente a nivel celular. El término de
autopoiesis designa esta organización mínima de lo vivo.
 Toda interacción de la identidad autopoiética ocurre, no solo en términos de su
estructura físico-química, sino que también en tanto unidad organizada, esto es,
en referencia a su identidad autoproducida. Aparece de manera explícita un
punto de referencia a las interacciones y por tanto la emergencia de un nuevo
nivel de fenómenos: la constitución de significados. Los sistemas autopoiéticos
inauguran en la naturaleza el fenómeno interpretativo.
153
 La identidad autopoiética hace posible la evolución a través de series
reproductivas con variación estructural con conservación de la identidad. La
constitución identitaria de un individuo precede, empírica y lógicamente, el
proceso de evolución.

En los últimos años del siglo XX, y en la primera década del presente siglo XXI,
estamos asistiendo y participando de notables cambios en la epistemología, que han
acompañado y se han nutrido del inminente cambio paradigmático en las ciencias.
Así, nuevas categorías han ido dando forma a nuestra visión sobre el mundo que
nos rodea, entre las que se destaca la de “red”, que hoy ocupa un lugar significativo en
la construcción de sentido tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales.
Pensar en red significa e implica la posibilidad de tener en cuenta el alto grado de
interconexión de los fenómenos, eventos y procesos, y “establecer itinerarios de
conocimiento tomando en cuenta las diversas formas de experiencia humana y sus
múltiples articulaciones.” (Najmanovich, 2008; p. 172)
El sujeto es, en la mirada de Najmanovich (2008; p. 172), a la vez, “tejedor y parte
de la trama, configura el mundo y le da sentido y, al mismo tiempo, él mismo va
adquiriendo forma y cambiando en las interacciones.”
El siglo XXI avanza a pasos agigantados “bajo el signo de la complejidad [y de las
nuevas teorías de sistema], tanto en la ciencia como en la epistemología. Así como la
ciencia clásica se caracterizó por privilegiar la linealidad, la predicción y la conservación
mecanicista; los nuevos paradigmas pusieron el acento en los procesos dinámicos y no
lineales.” (Najmanovich, 2008; p. 173)
En este sentido, son destacables los aportes de Edgar Morín, nacido en Francia
en 1921, un hombre con intereses multidisciplinarios y actividad transdisciplinaria, que
ha recorrido los caminos del saber, como historiador, antropólogo, filósofo y sobre todo,
teórico de la complejidad.
Morín, al igual que Ilya Prigogine, pero profundizando más en los aspectos
epistemológicos, desarrolla una concepción del conocimiento que disuelve las barreras
impuestas por la tradición y propone un nuevo modo de diálogo con la naturaleza, la
sociedad y el propio pensamiento humano.
Precisamente, desde los enfoques en los que se sustenta y hacen distinción a la
complejidad, “el saber no se concibe como una representación o producto de la mente
de su sujeto aislado, sino como una actividad configuradora en la que participamos los
seres humanos junto con nuestras producciones y tecnologías, en un intercambio
abierto con el medio ambiente.” (Najmanovich, 2008; p. 175)
Sobre el concepto básico de complejidad, afirma Luhmann:
“A través del trazado de unos límites y de una diferencia entre el exterior y el
interior van surgiendo ámbitos de varia complejidad. El mundo es siempre más
complejo que cualquier sistema en el mundo, lo que significa que en el mundo son
posibles muchos más sucesos que en el sistema, que el mundo puede admitir más
situaciones que un sistema. En comparación con el mundo, todo sistema excluye para

154
sí más posibilidades, reduce la complejidad y forma de esta manera un orden con
menos posibilidades en cuyo seno los fenómenos vivenciales y la acción pueden
orientarse mejor. La separación de lo exterior y lo interior estabiliza, pues, una falla de
la complejidad, y ello, al objeto de acercar a los fenómenos vivenciales y a la acción un
limitado abanico de posibilidades. (Luhmann, s/f; p. 162)
La teoría de los sistemas, en el enfoque dado por el sociólogo alemán Niklas
Luhmann (1927-1998), es una ambiciosa propuesta para analizar la sociedad de un
nivel científico adecuado y que permita encontrar solución a los problemas que se
presentan en ella. Los antecedentes de Luhmann se encuentran en Spencer, Durkheim,
Malinowski y Parsons quien fuera su mentor.
Es pertinente señalar que Luhmann toma el concepto de autopoiesis18, elaborado
por Maturana y Varela. Sin embargo, el teórico alemán lo generaliza al hacerlo aplicable
a la conciencia y a los sistemas sociales. Maturana considera a estos sistemas como
alopoiéticos por cuanto están subordinados en su accionar a la conservación de la
autopoiesis de los seres humanos. Para el epistemólogo chileno, por otro lado, el
sistema social está compuesto por comunicaciones.
“Una unidad autopoiética era simplemente el resultado de la organización
espontánea de un elemento de conjuntos en una unidad compuesta particular como
consecuencia del operar de sus propiedades, sin que ninguna de estas permitiese
predecir lo que iba a ocurrir.” (Maturana y Varela, 2004; p. 22)
Según Luhmann, la comunicación, y no la acción como afirma Maturana, es el
elemento unitario de los sistemas sociales. De esta manera, en la teoría de Luhmann la
sociedad es un sistema sin referencia al hombre como tal.
Es extraño negar o no darse cuenta que en las ciencias humanas y sociales el
desarrollo está direccionado por las personas, no por los objetos, y precisamente los
objetos de estudio de éstas ciencias somos los seres humanos, ya sea nivel individual
(psíquico) o a nivel grupal (social). El inicio, centro y final de un proceso científico social
es un ser humano. De ahí que se requiera una nueva epistemología para las ciencias
sociales, una epistemología socioconfiguracional.
Albert Einstein comúnmente afirmaba: "La relación recíproca entre la
Epistemología y Ciencia es notable. Ellas son dependientes una de la otra. La
Epistemología sin contacto con la Ciencia se convierte en un esquema vacío. La
Ciencia sin Epistemología es - en todo cuanto sea concebible - primitiva y embrollada.”
Pues bien, en la actualidad constituye un imperativo la comprensión, desarrollo y
consolidación de la nueva ciencia y la nueva epistemología, configuradas. De esta
manera, la nueva ciencia y la epistemología que la sustenta, vienen a llenar el vacío de
la ciencia y de la epistemología actual.
Como se aprecia, una nueva filosofía germina, una nueva ciencia nace, una nueva
epistemología crece y se desarrolla, y como consecuencia de lo anterior, un nuevo

18
Red de producciones de componentes, que resulta cerrada sobre sí misma porque los componentes que produce la constituyen al generar las
mismas dinámicas de producciones que los produjo, y al determinar su extensión como un ente circunscrito a través del cual hay un continuo
flujo de elementos que se hacen y dejan de ser componentes según participan o dejan de participar en esa red (Maturana y Varela, 2004; p. 15)

155
paradigma irrumpe en la gran escena científica del planeta: el Paradigma
Configuracional.
Como ya hemos precisado, la Configuralogía, representada en la Teoría de las
Configuraciones que propongo, sitúa su marco epistemológico general en varias teorías
construidas en el pasado siglo XX y en los primeros años de este siglo XXI, a saber:
 Psicología de la Gestalt, representada en Wolfgang Köhler (1935)
 Ecología de la mente, esbozada por el eminente antropólogo Gregory Bateson
(1972; 1979)
 Teoría Holográfica desarrollada por Karl Pribram (1978)
 Nuevas teorías sistémicas y de la complejidad (Morín, 1976; 1990; Prigogine,
1976; 1983; 1991; 1999; Maturana, 1976; 1992; 1994; 1995; 1996; Luhmann,
1987)
 Concepción sistémico-ecológica, propuesta por el eminente físico Frijof Capra
(1975; 1992; 1998)
 Propuesta de una nueva ciencia y un paradigma emergente, formulada por
Miguel Martínez Miguélez (1997; 1998; 1999; 2006)
 Concepción epistemológica de los procesos sociales y humanos, que se
manifiesta en autores como Fernando González Rey (1997) y Homero Fuentes
González (2004)
 Teoría Holística argumentada y desarrollada por Marco Fidel Barrera Morales
(2002; 2004; 2006)
 Teorías neurocientíficas (Llinás, 2003; Damasio, Linden, Gazzaniga; 2010;
2012)
 Epistemología del Sur, propuesta esbozada por Boaventura de Sousa Santos
(2009; 2010)
Todos estos autores, mediante el esbozo de sus propuestas teóricas, de una u
otra manera reconocen los procesos humanos como procesos biogenéticos,
neuropsicológicos y socioculturales, procesos dinámicos, sistémicos y complejos, de
construcción de significados y sentidos, desde donde es posible considerarlos como
conscientes y por tanto de naturaleza dialéctica, ecológica y holística. ¡Y por supuesto,
configuracional!
Como se aprecia, la concepción configuracional de la ciencia reconoce, en la
complejidad, en el enfoque holístico y en la nueva teoría de sistemas, tres pilares
insoslayables de su fundamento epistemológico y ontológico.
Nuestra concepción apunta a la definición de algunos aspectos que, aunque
ampliamente tratados por diferentes autores, desde diferentes contextos
sociohistóricos, culturales y teóricos, no han quedado a nuestro juicio totalmente
agotados, por cuanto constituyen aspectos muy polémicos y por lo tanto requieren de
un profundo análisis y reflexión.

156
Desde esta perspectiva, las proposiciones que se presentan pretenden disminuir
cada vez más la distancia entre los modelos y las concepciones teóricas y la práctica
enriquecedora, lo que está avalado por el hecho de que la mayoría de las cuestiones
que se exponen, no obstante ser enriquecidas con la inclusión de otras concepciones
científicas contemporáneas, son producto de numerosas investigaciones y aplicaciones
realizadas en el contexto de los procesos educativos infantiles y universitarios.
La Teoría Holístico Configuracional propuesta por Fuentes, Álvarez y Matos (2004)
constituye una aproximación epistemológica, teórica y metodológica a los procesos
sociales, interpretados como procesos de desarrollo humano, que parte del
reconocimiento de que estos procesos en tanto realidad objetiva constituyen espacios
de construcción de significados y sentidos, entre los sujetos implicados.
En correspondencia con lo anterior, la Teoría de las Configuraciones que se
desarrolla en este libro incorpora una concepción de proceso que revela el carácter
constructivo y de desarrollo humano de los procesos sociales; el papel activo,
consciente y participativo de los sujetos implicados, en un contexto interactivo, donde la
comunicación, la motivación, la relación entre lo individual y lo social, lo reflexivo y
constructivo constituyen sustentos fundamentales en la apertura de espacios al respeto,
la confiabilidad, la responsabilidad y el papel que desempeñan los sujetos implicados.
“Los procesos se desarrollan en el tiempo y el espacio a través de una sucesión
de eventos, los que al igual que el proceso mismo, constituyen realidad objetiva.
Entendemos por evento la existencia del proceso en un espacio y un tiempo, en el que
se alcanza un objetivo y donde se desarrolla una actividad identificada. Los procesos
sociales se modelan como sistemas de procesos conscientes, lo que implica
reconocerles su naturaleza compleja, holística y dialéctica. A ello se adiciona el hecho
de que al ser estos entendidos como sistemas de procesos objetivos - subjetivos, se
estructuran de diversas formas en el curso de su desarrollo, se manifiestan en la
actividad y en la comunicación entre los sujetos implicados y se configuran a través de
las relaciones de significación que en los mismos se producen. Lo anterior determina
que el estudio y comprensión de las regularidades que los caracterizan, requiera de
métodos y enfoques que respeten las estructuras de relaciones que emerjan en los
mismos.” (Fuentes, 2004; p. 2)
La Configuralogía pretende ser una ciencia, configurando un conjunto de
disciplinas científicas; pero es también un método y una actitud intelectual hacia los
procesos socio-humanos.
Los científicos socio-humanos hemos tomado conciencia de la necesidad de
configurar una metateoría que tenga la posibilidad de asimilar e incorporar a su sistema
categorial la diversidad de hallazgos y construcciones de las ciencias humanas y
sociales, los cuales han conducido al desarrollo de múltiples mini teorías que, sin
dudas, han fragmentado la epistemología socio-humana aunque han servido de base
para una concepción más holística y configuracional
Pienso que, como afirma Laszlo (1989; p. 159), podríamos abrirnos paso hacia
una comprensión integrada de todo lo que hay en la corriente general de la experiencia.
No lo haremos en detalle. Pero quizá podamos explicar las pautas generales de la
experiencia dentro de una única teoría auto consistente. Cuando digo "única" no quiero
157
decir final. Toda teoría estará sujeta a cambios. Pero en cada momento dado podemos
buscar la serie más simple posible de explicaciones o conceptos que describan el caso
que tenemos ante nosotros.
Creo que todo lo que experimentamos es una evidencia posible, a ser tenida en
cuenta en nuestras teorías. Todo lo que se experimenta requiere cierta explicación.
Percibo diversidad en la realidad, lo que los griegos llamaban la naturaleza múltiple de
la realidad. Al mismo tiempo, estoy constantemente preguntando si es posible encontrar
una pauta en la diversidad, lo que los griegos llamaban lo uno. Por lo uno no entiendo
una única clase de sustancia o una única entidad privilegiada, como una célula o un
átomo. Quiero decir, más bien, un diseño arquitectónico, una trama que se repita en
diversas clases de transformaciones, una trama que revele algo acerca de la naturaleza
misma del universo en el que vivimos. (Laszlo, 1989; p. 159)
Precisamente, la Configuralogía es la Teoría de las Configuraciones y representa
un nuevo paradigma epistemológico para la ciencia del tercer milenio que, no sólo
configura teorías diversas de la complejidad, con enfoques holísticos, sistémicos,
holográficos y ecológicos, combinados con la neuro-epistemología y la etno-
epistemología, sino que hace una apuesta epistemológica y ontológica proponiendo la
noción de Configuración como categoría, teleología, lógica y método invariante para el
estudio y comprensión de los procesos humanos y sociales.
Ahora bien, esclarezco que la noción de configuración no es una categoría
omniepistémica, no es la clave mágica que permite solucionar todos los problemas
epistemológicos y ontológicos en el ámbito científico, es más bien una noción a
investigar, a analizar profundamente, a cuestionar, comprender, argumentar y
desarrollar.
No obstante, la configuración es una noción decisiva, sin embargo no es aún un
concepto configurado completamente y de manera total. Esta noción puede
configurarse a partir de una complejización y de una concretización del sistemismo, el
holismo y el dialectismo y, aun así aparecer todavía como un desarrollo, aún no
logrado, de la Teoría Configuracional; puede también decantarse a partir del
configuracionismo, con la condición de que haya un cepillado epistémico y una
modelación que hagan aparecer lo configuracional en la configuración.
Abraham Maslow (1975; p. 30-31), al referirse a las explicaciones multicausales
en el dominio de las ciencias humanas, comenta:
“Es, de una manera particular, en los datos de la personalidad donde esta teoría
se derrumba en la forma más completa. Resulta fácil demostrar que dentro de cada
síndrome de la personalidad existe una relación diferente de la casual. Es decir, si
usamos el vocabulario casual tendríamos que decir que cada parte del síndrome es, al
mismo tiempo, una causa y un efecto de cada una de las otras partes, como también lo
es cada grupo formados por estas otras partes y, aun mas, tendríamos que decir que
cada parte es causa y efecto del todo de que es parte. Tal absurda conclusión es la
única posible si usamos solamente el concepto de casualidad.”
La toma de conciencia de este grupo de realidades, llevo a la psicología de la
gestalt a concebir otro modo de pensar la ciencia, partiendo de nuevas nociones y

158
conceptos básicos, es decir, de un nuevo paradigma científico: el paradigma
configuracional.
La configuración es el punto de partida de todo proceso científico socio-humano,
es el problema científico, la intencionalidad, el método y la solución.
La configuración representa la teleología y lógica de los procesos humanos y
sociales, es medio y es fin, es proceso y es resultado, es causa y efecto, es función,
intención, sentido y significado de los procesos socio-humanos; es la categoría
científica que permite estudiarlos y comprenderlos para poder transformarlos, constituye
el método de investigación de excelencia de los procesos humanos y sociales, es la
célula, reto y desafío de la epistemología configuracional, representada en la
Configuralogía como ciencia del tercer milenio.
Configuramos nuestra propuesta alternativa en la denominación de Epistemología
Configuracional, no sólo porque configura las corrientes, doctrinas y modelos del
paradigma cualitativo, sino porque ninguna de ellas ratifica esta condición en la
presentación de una alternativa compleja, holística, dialéctica y sistémica que diferencie
el proceso de producción, construcción y configuración del conocimiento científico.
La ciencia es, en sí misma, una modelación y configuración de objetos de estudio,
una producción humana con la historia y necesidades propias como sistema complejo y
dinámico. La ciencia no se puede definir desde una razón trascendental y divina, ni
tampoco desde un mundo estático y pasivo que espera ser aprehendido de manera
isomórfica por el ser humano. La ciencia es una forma de construcción del objeto
definida desde las posibilidades y potencialidades de su propia historia y desarrollo,
construcción que tiene su propio devenir y evolución en término de los múltiples y
complejos determinantes que se integran en la expresión del pensamiento científico, el
cual está lejos de representar una simple relación lineal y unilateral sujeto-objeto en
términos del conocimiento científico.
La ciencia es un proceso progresivo, multidimensional y abierto que no aspira al
establecimiento de verdades absolutas, completas y terminadas en sus diferentes
momentos parciales de desarrollo. El conocimiento científico representa una
herramienta más del ser humano para vivir, expresarse, extenderse y trascender en sus
relaciones con el mundo que le rodea, sea humano o no, garantizando de esta manera
la continuidad de su vida, su supervivencia, la cual, además de consolidarse como
cultura, integra a la realidad en su devenir y desarrollo, expresándola de forma
inteligible en los términos de la cultura y del propio conocimiento científico. Esta relación
entre realidad y conocimiento es un proceso histórico, subjetivo, holístico, sistémico,
complejo, dialéctico y configuracional, que no se agota en sus diferentes momentos
actuales.
Bachelard (1934; p. 142) expresa que “el espíritu científico es esencialmente una
rectificación del saber, una ampliación de los cuadros del conocimiento. Su estructura
es la conciencia de los errores históricos. Científicamente la verdad es pensada como
rectificación de un largo error. (…) toda la vida intelectual de la ciencia juega
dialécticamente sobre este diferencial del conocimiento, en la frontera de lo
desconocido. Las ideas no baconiana, no euclidianas no cartesianas, quedan

159
resumidas en estas dialécticas históricas que presenta la rectificación de un error, la
extensión de un sistema, el complemento de un pensamiento.”
La definición bachelariana de ciencia, orientada a verla como proceso permanente
de ampliación, profundización, enriquecimiento y complementación de lo actual, como
rectificación y fertilización de lo anterior, en un proceso permanente de modificación,
cambio y transformación, es un indicador del propio carácter dinámico, complejo y
holístico de la representación de objeto de estudio que subyace en dicha definición.
Hay puntos esenciales en la comprensión de la ciencia expresada por Bachelard:
el énfasis e insistencia en el carácter procesal de la ciencia, en el compromiso que la
misma implica con una realidad viva, dinámica y cambiante, que compromete al
investigador con un esfuerzo intelectual permanente.
De ahí que la ciencia deje de ser una acumulación sumativa de un conjunto de
resultados parciales, linealmente encadenados entre sí, para ser considerada como un
proceso productivo y creativo permanente, que conduce a una continua ampliación y
perfeccionamiento que implica la construcción de nuevas modalidades del
comportamiento de lo real dentro del conocimiento científico: la configuración.
La comprensión configuracional de la ciencia considera el conocimiento científico
no sólo como un producto o un conjunto de saberes obtenidos a partir de la
comprobación empírica sino como un proceso en desarrollo constante, en evolución y
trascendencia. La ciencia configuracional es como un proceso integrador de lo objetivo
y lo subjetivo, de la emoción y la razón, es decir, de lo consciente y lo intuitivo, de la
afectividad y la cognición humana, de lo general y lo particular, de lo cualitativo y lo
cuantitativo, de lo secuencial lineal y lo simultáneo global, de lo fisiológico y lo
psicológico, de lo biológico y lo cultural, de la mente y el cuerpo, de la materia y la
conciencia, del pensamiento racional o analítico con el pensamiento intuitivo o sintético.
Según Capra (2009; p. 78), el hecho de que todos los conceptos y teorías de la
ciencia son aproximaciones a la auténtica naturaleza de la realidad, válidos sólo para
cierta gama de fenómenos, fue evidente para los físicos a principios de este siglo,
gracias a los espectaculares descubrimientos que condujeron a la formulación de la
teoría cuántica.
Desde entonces, los físicos han aprendido a ver la evolución del conocimiento
científico en términos de una secuencia de teorías, o “modelos”, cada uno más preciso
y de mayor alcance que el anterior, pero sin que ninguno de ellos represente una
versión completa y definitiva de los fenómenos de la naturaleza.
Según Morín (2010b; p. 151), todos los grandes procesos de transformación han
comenzado con desviancias, como la desviancia monoteísta en un mundo politeísta, las
desviancia religiosa del mensaje de Jesús en el seno del mundo judío, después,
desviancia en la desviancia, su transformación por Pablo en el seno del imperio
romano; desviancia, el mensaje de Mahoma expulsado de La Meca que se refugia en
Medina. El nacimiento del capitalismo es desviante en sí mismo en un mundo feudal.
El nacimiento de la ciencia moderna es un proceso desviante a partir del siglo
XVII. El socialismo es una idea desviante en el siglo XIX... Dicho de otro modo, todos

160
los procesos comienzan con desviancias que, cuando no son ahogadas, exterminadas,
son capaces entonces de realizar transformaciones en cadena. (Morín, 2010b; p. 152).
Precisamente, el enfoque configuracional que propongo constituye una desviancia
epistemológica que debe contribuir a la configuración de una cultura fundamental.
¿Por qué la palabra «cultura fundamental»? se pregunta Morín (2010b; p. 164). Y
él mismo se contesta: Porque eso es lo que falta. De hecho, se trata de enseñar lo más
vital, lo más importante para afrontar la vida, cosa todavía demasiado ignorada por la
enseñanza.
1. El conocimiento como fuente de error o de ilusión; en ninguna parte se enseña
las trampas del conocimiento que proceden del hecho de que todo conocimiento es
traducción y reconstrucción.
2. La racionalidad, como si fuera algo evidente siendo que sabemos que la
racionalidad conoce sus perversiones, sus enfermedades infantiles o seniles.
3. La cientificidad. ¿Qué es la ciencia, sus fronteras, sus límites, sus posibilidades,
sus reglas? Existe una literatura bastante abundante, pero que nunca ha sido
consultada por los científicos reclutados por el CNRS, por ejemplo. La mayoría de las
veces no saben nada de la polémica entre Niels Bohr y Einstein, ni de los trabajos de
Popper, Lakatos, Kuhn, etc.
Para Morín, la ciencia es una forma crítica de ver el mundo, incapaz de concebir lo
que excede a su concepción de la racionalidad. Es una forma simplificante de
considerar al ser humano. Morín piensa que la ciencia ha llegado a un momento
evolutivo, al mismo tiempo de crisis y de metamorfosis; pero esta crisis tiene que ver
con la ciencia clásica -con todos sus límites que Morín ha criticado desde hace tanto
tiempo-; pero la irrupción de la complejidad en las ciencias debe transformar el
conocimiento científico. Y, en ese sentido “un conocimiento científico abierto debe
permitir superar el cientifismo y todas las ideologías del cientificismo.” (Morín, 2010b; p.
184)
Por otro lado, Chew considera que la ciencia del futuro podrá consistir
perfectamente en un mosaico de teorías y modelos entrelazados, al estilo “bootstrap”.
Ninguno de ellos sería más fundamental que los demás y todos ellos deberían darse
consistencia mutuamente. Este tipo de ciencia acabaría por ir más allá de las
distinciones disciplinarias convencionales y se serviría del lenguaje más apropiado para
describir los distintos aspectos de la estructura polivalente e interrelacionada de la
realidad.
La visión que tengo de la ciencia del tercer milenio es la de una configuración de
modelos y teorías consistentes entre sí, cada uno de ellos limitado y aproximado, y
ninguno de ellos basado en fundamentos firmes, lo cual me ha ayudado enormemente
a aplicar el método científico de investigación socio-humana a una amplia variedad de
fenómenos.
Según Barrera (2010; p. 12), “el todo -la vida, el universo-, se expresa como
totalidad, pero se aprecia a través de múltiples y variados eventos, algunos grandes y
otros pequeños, unos extraños y otros familiares, en oportunidades, naturales y en
otros insólitos. El todo como todo es imposible de apreciar en su plenitud; por ello, se
161
revela como detalle, como signo, como particularidad… es a través de las evidencias
como el todo se da a conocer.” Precisamente, las configuraciones son los eventos y
procesos a través de los cuales se aprecia el todo.
Si se reconoce la cualidad de complejidad, la comprensión de la configuración se
hace más nítida e inteligible, por cuanto dicha noción prepara el camino para nuevas
comprensiones más asequibles.
Como lo afirma Theilard de Chardin (1967; p. 132), dicha complejidad corresponde
a la “cualidad” de las cosas de estar formadas por “un número mayor de elementos”
“estrechamente organizados entre sí”, aunque preciso que en nuestro enfoque la
configuración no está integrada por elementos sino por procesos y eventos dinámicos.
Por otra parte Morín (1998; p. 415), propone que la complejidad “debe planearse
correlativamente en el marco gnoseológico (el pensamiento de la realidad) y en el
marco ontológico (la naturaleza de la realidad)
Según Morín (2011; p. 58), “la idea de complejidad estaba mucho más diseminada
en el vocabulario común que en el científico. Llevaba siempre una connotación de
advertencia al entendimiento, una puesta en guardia contra la clarificación, la
simplificación, la reducción demasiado rápida. De hecho, la complejidad tenía también
delimitado su terreno, pero sin la palabra misma, en la Filosofía: en un sentido, la
dialéctica, y en el terreno lógico, la dialéctica hegeliana, eran su dominio, porque esa
dialéctica introducía la contradicción y la transformación en el corazón de la identidad.”
De ahí la importancia de tener en cuenta una noción de complejidad sistémica y
holística, con el fin de comprender el sentido configuracional de la ciencia del tercer
milenio, que cuestiona la opción de la ciencia clásica occidental, sustentada en la idea
rectora del discurso del método de Descartes: “fragmentar todo problema en tantos
elementos simples y separados como sea posible”, y retoma la máxima holista de
Aristóteles: “el todo es más que la suma de sus partes”
Según Mind Bulletin (Citado en Pribram, 2008; p. 13), “nuestros cerebros
construyen matemáticamente la realidad “concreta” al interpretar frecuencias de otra
dimensión, una esfera de realidad primaria significativa, pautada, que trasciende el
espacio y el tiempo. El cerebro es un holograma que interpreta un universo holográfico.”
Este neurocientífico dice que cuando la terapia va bien se da un fuerte sentimiento
de que emerge un modelo escurridizo, un poderoso tema central evidente en todos los
niveles a la vez.
El terapeuta no dice nada nuevo al paciente, “pero razona con algo que el
paciente ya conoce y lo clarifica. El cambio se produce como consecuencia de la
expansión de los modelos configuracionales a lo largo del tiempo”. (Pribram, 2008; p.
22)
Transcribo aquí la cronología de una idea, presentada por Mind Bulletin (Citado en
Pribram, 2008; p. 24-25) por cuanto constituye un antecedente epistemológico
significativo de la Teoría Configuracional que propongo:
1714 - Gottfried Wilhelm von Leibniz, descubridor del cálculo integral y diferencial,
dijo que por debajo del universo material hay una realidad metafísica que le sirve de

162
base y lo genera. Espacio y tiempo, masa y movimiento de la física y transferencia de
energías son constructos intelectuales.
1902 - William James propuso que el cerebro filtra normalmente una realidad
mayor.
1905 - Albert Einstein publicó sus teorías.
1907 - Henri Bergson dijo que la realidad última es un impulso vital que sólo es
comprensible por intuición. El cerebro proyecta la realidad mayor.
1929 - Alfred Whitehead, matemático y filósofo, describió la naturaleza como un
gran nexo en expansión de acontecimientos que no terminaban en la percepción
sensorial. Dualismos de tipo de espíritu/materia son falsos; la realidad es inclusiva y
entrelazada.
1929 - Karl Lashley publicó su gran cuerpo de investigación en donde demostraba
que la memoria específica no se encuentra en ningún sitio especial del cerebro sino que
está distribuida por todo él.
1947 - Dennis Gabor empleo el cálculo de Leibniz para describir la posible
fotografía tridimensional: la holografía.
1965 - Emmertt Leith y Juris Upatnicks anunciaron que habían construido
hologramas con el recién inventado rayo láser.
1969 - Karl Pribram, que había trabajado con Lashley como neurocirujano,
propuso que el holograma constituía un poderoso modelo para los procesos cerebrales.
1971 - El físico David Bohm, que había trabajado con Einstein, propuso que la
organización del universo podía ser holográfica.
1975 - Pribram sintetizó sus teorías y las de Bohm en una publicación alemana
sobre la psicología de la Gestalt.
1977 - Pribram especuló sobre las unificadoras implicaciones metafísicas de la
síntesis.
Cuando está cambiando un paradigma, indicó Pribram, la ciencia se ve a menudo
forzada a reexaminar conceptos anteriores.
Leibniz, el filósofo y matemático del siglo XVII, cuyo descubrimiento del cálculo
integral hizo posible la holografía, postulaba un universo de mónadas, unidades que
incorporan la información del todo. Leibniz sostenía que el comportamiento
delicadamente con ordenado de la luz indicaba un subyacente orden radical, pautado,
de la realidad.
De modo semejante dijo Henri Bergson en 1907 que la realidad última es una red
subyacente de conexión y que el cerebro tamiza la realidad mayor.
En 1929 Alfred north Whitehead, matemático y filósofo, describió la naturaleza
como un gran nexo expandente de acontecimientos que están más allá de la
percepción sensorial. Nosotros sólo imaginamos que la materia y el espíritu son
diferentes, cuando, en realidad, están entrelazados.

163
Dice Martínez (2011, p. 54) que las investigaciones de la neurociencia (que
superan el medio millón por año) parecieran indicar que el cerebro, al igual que algunos
sentidos como la vista y el oído, utilizan los principios holográficos para el
almacenamiento de información, de modo que, registrando únicamente la pauta de
difracción de un evento (no la imagen, sino el computo capaz de reproducirla), conserva
la información de la totalidad, y, así, el todo está en cada parte y éstas en el todo, y el
aprendizaje se reduce a la organización jerárquica de estructuras de estructuras. En
general, los datos relacionados con la capacidad, la velocidad, la sutileza y la
complejidad del cerebro humano son tan fuera de nuestras posible imaginación, que
parecieran datos de fábula o, como señala el eminente Neurofisiólogo Sherrington,
datos que constituyen “una trama encantada”.
Pribram (2008) reconoce que el modelo holográfico no se asimila fácilmente;
también trastoca radicalmente nuestros sistemas anteriores de creencias, nuestro
entendimiento normal, de sentido común, de las cosas del tiempo y del espacio.
Crecerá una nueva generación acostumbrada al pasamiento holográfico. Y para
facilitarles el camino, Pribram sugiere que los niños aprendan en la escuela primaria
acerca de la paradoja, puesto que los nuevos hallazgos científicos están siempre llenos
de contradicciones.
El famoso físico Niels Bohr dijo que cuando aparece, la gran innovación parece
confusa y rara. Su descubridor sólo la entenderá a medias y para todos los demás será
un misterio. No hay ninguna esperanza para ninguna idea que no parezca extraña al
principio. Aplíquese esta máxima a la Configuralogía, teoría que se propone en este
libro.
En 1977 Pribram dijo que las ciencias humanistas de hoy serán el núcleo de las
ciencias exactas dentro de 10 a 15 años, lo mismo que la psicología cognitiva,
considerada antes humanista, tomó precedencia sobre el conductismo. También predijo
el nacimiento de un holismo claro, de un cambio de paradigma que abarcaría a todas
las ciencias.
Y en realidad estamos asistiendo aún a este cambio paradigmático en las
ciencias.
Marilyn Ferguson (Citada en Pribram, 2008; p. 37-38) elogia al modelo holográfico,
argumentando que es una de esas teorías integrales que abarca toda la vida salvaje de
la ciencia y del espíritu. Quizá sea el paradigma paradójico, sin límites, por el que ha
estado clamando nuestra ciencia.
Su poder explicativo, dice Ferguson, enriquece y amplía muchas disciplinas,
dando sentido a viejos fenómenos y planteando nuevas y urgentes cuestiones. La
teoría lleva implícita la asunción de que los estados armónicos, coherentes, de la
conciencia están más sintonizados con el nivel primario de la realidad, una dimensión
de orden y armonía. Esta sintonización se vería estorbada por la ira, la angustia y el
miedo, y facilitada por el amor y la empatía. Hay implicaciones para el aprendizaje, los
entornos, las familias, las artes, la religión y la filosofía, la curación y la auto-curación.
Según Bob Samples, el regalo del modelo holográfico estriba en que sus
metáforas están más vinculadas con la ecología. Es decir, cada persona adquiere
experiencias que se codifica en el cerebro, se establece un campo de energía
164
multidimensional. Este modelo de energía, es decir, el pensamiento, se genera
simultáneamente por todo el cerebro.
Otro investigador, Ralph Abraham, denomina macrones a estas configuraciones
de energía. El macron puede imaginarse como un modelo sumamente específico de
energía en tres dimensiones. Abraham señala que el pensamiento es un generador de
macrones. Más aún, sugiere que los macrones establecen una especie de ecología
energética en el cerebro que favorece la fijación de ciertas configuraciones
neuroquímicas. Si una persona repite un determinado macrón de pensamiento
establece lo que él llama memoria a largo plazo. Si los macrones no se repiten se da
entonces memoria a corto plazo. Fuera de estas especulaciones, es interesante
observar que los macrones son sumamente regulares en su configuración geométrica
básica. (En Pribram, 2008; p. 166)
“El proceso de recordar puede perturbarse de manera general, o incluso puede
trastornarse algún aspecto del proceso general. Pero nunca se pierde una sola huella
de memoria de alguna experiencia particular mientras se retiene todo lo recordable.
Este hecho se ha confirmado sobradamente tanto a través de la observación clínica en
el hombre como en los experimentos en animales. Así que, de una manera o de otra, la
memoria tiene que distribuirse, el input experimentado procedente de los sentidos se
reparte por una extensión suficiente del cerebro para que el recuerdo de esa
experiencia se resista a la lección cerebral.” (Pribram, 2008; p. 48)
Ferguson afirma que el modelo holográfico ayuda también a explicar el extraño
poder de la imagen, por qué los acontecimientos se ven afectados por lo que
imaginamos, por lo que visualizamos. Tal vez pueda hacerse real la imagen retenida en
un estado trascendental.
Y más adelante se pregunta: ¿Qué es lo que nos fragmenta?, ¿Qué nos hace un
todo?
Yo le puedo contestar a Marilyn Ferguson que lo que nos hace un todo es la
noción de configuración.

165
IV-ONTOLOGÍA Y COMPLEJIDAD DE LA CONFIGURACIÓN
4.1-Génesis y ontología de la configuración
Cuando surgen nuevos conocimientos que no se ajustan ni armonizan con las
categorías, modelos y esquemas de estas esferas y ámbitos, es más pertinente
abandonar los campos y alimentar el nuevo conocimiento. Este es precisamente uno de
los más espinosos y trascendentales retos y desafíos del paradigma configuracional, en
su pretensión de elevarse altamente, en lo teórico, a la categoría de ciencia de las
ciencias.
La Configuralogía, en efecto, en tanto teoría de las configuraciones está llamada a
convertirse en el cimiento teórico, ontológico, epistemológico e incluso metodológico
que permita analizar, comprender, explicar y desarrollar las demás áreas del saber
científico.
Ahora bien, el Paradigma Configuracional sugiere una dinámica de vida que no es
lineal, ni mecánica ni dogmática, de ahí que su esbozo tampoco puede hacerse en esos
términos lineales, por cuanto no sería entonces una representación auténtica y lo más
exacta posible de la verdad y belleza reales de esta moderna y original teoría.
Además, como esta teoría tiene intrínseca una gran sensibilidad para las formas
no racionales de la experiencia y la expresión, aún es mayor la dificultad para explicarla
y comprenderla.
Podría servir de ayuda el recordar a Korzybski y hacer hincapié en que cualquier
cosa que digamos que es la configuración, no lo es. Es más de lo que decimos, y es
capaz de desplegarse de infinitas maneras diferentes. Intentar atribuir la configuración
solamente al objeto (proceso social) o al sujeto (proceso humano) resulta demasiado
limitado. La configuración es algo más que eso. Es ambos y ninguno a la vez, incluso
algo que va más allá de todo esto: un proceso dinámico, sistémico y complejo, en el
que se ven implicados el sujeto, el objeto y el ciclo de percepción-comunicación que los
une y relaciona. Este enfoque sugiere que ninguna configuración es una verdad
absoluta, ya que, en realidad, su capacidad para conducir a una actividad coherente y
consistente es siempre limitada.
Es por ello que, en este libro, no soy capaz de comunicar lo que es la
Configuralogía con diagramas, colores, dibujos, olores, sonidos, temperaturas,
vibraciones, tactos, tonos, gestos expresivos, fórmulas matemáticas o sustancias
químicas. Estoy obligado a hacer toda explicación mediante códigos, categorías,
nociones y símbolos que tienen un limitado alcance. No obstante, intentaré
aproximarme a una ontología lo más cercana de la configuración.
La ontología en Ferrater (2010; p. 265) se entiende de maneras diferentes. Por un
lado, se concibe como ciencia del ser en sí, del ser último o irreducible, de un primer
ente en que todos los demás consisten, es decir, del cual depende todo los entes. En
este caso, la ontología es verdaderamente metafísica, esto es, ciencia de la realidad o
la existencia en el sentido propio del vocablo.
Por otro lado, la ontología parece tener como misión la determinación de aquello
en lo cual los entes consisten y de aquello en que consiste el ser en sí. Entonces es
una ciencia de las esencias y no de las existencias. La ontología es aquella indagación
166
que se ocupa del ser en cuanto ser, pero no como una mera entidad formal, ni como
una existencia, si no como aquello que hace posible las existencias. Este es el sentido
de la ontología de la noción de configuración.
Un aspecto esencial en el Configuracionismo es el ideal o unas promesas de
inteligibilidad intrínseca fundados en el postulado de que una configuración es
autosuficiente y no necesita recurrir a ninguna clase de elementos ajenos a su esencia
y naturaleza, para ser comprendida.
Por otra parte, unas realizaciones, en la medida en que se han llegado a alcanzar
efectivamente ciertas configuraciones y en que su utilización pone en evidencia algunos
caracteres generales y aparentemente necesarios que estas presentan a pesar de sus
variedades.
En una primera aproximación, una configuración es un sistema complejo de
transformaciones dinámicas que entraña unos códigos en tanto que sistema complejo
(por oposición a las propiedades de los elementos) y que se conserva o se enriquece
por el mismo juego de sus transformaciones, sin que éstas lleguen a un resultado fuera
de sus fronteras o reclame unos elementos exteriores. En una palabra, una
configuración comprende así los tres caracteres de totalidad, de transformaciones y de
autorregulación, que Piaget (1980) asigna a la estructura.
En una segunda aproximación, aunque se puede tratar tanto de una fase ulterior
como inmediatamente subsiguiente al descubrimiento de la configuración, ésta debe
poder dar lugar a una formalización. Únicamente hay que comprender muy bien que
esta formalización es la obra del teórico, y que la configuración, aunque que
aparentemente es independiente de él, forma parte de sus sistema de creencias, en
tanto que ha sido configurada por él.
Existen, pues, diferentes grados posibles de formalización que dependen de las
decisiones del teórico, mientras que el modo de existencia de un configuracionismo que
este descubre debe precisarse en cada terreno particular de investigaciones.
La noción de transformación nos permite en primer lugar delimitar el problema,
pues si fuera necesario englobar en la idea de configuración todos los formalismos y
todos los sentidos del término, el configuracionismo cubriría de hecho todas las teorías
filosóficas no estrictamente empiristas que recurren a unas formas o a unas esencias,
de Platón a Husserl, pasando sobre todo por Kant, e incluso ciertas variedades de
empirismo, como el «positivismo lógico», que apela a unas formas sintácticas y
semánticas para explicar la lógica.
Ahora bien, en un sentido definido al momento, la lógica en sí misma no siempre
contiene «configuraciones», en tanto que configuraciones de conjunto y de
transformaciones: en múltiples aspectos ha seguido siendo tributaria de un atomismo
bastante resistente y el configuracionismo lógico sólo está en sus inicios.
El carácter de totalidad propio a las configuraciones no puede discutirse, pues la
única oposición sobre la cual todo científico debería estar de acuerdo es la de las
configuraciones y de los agregados, o compuestos partiendo de elementos
independientes del todo.

167
Una configuración está ciertamente formada de elementos, pero éstos están
subordinados a unos códigos que caracterizan al sistema como tal; y éstas códigos,
llamadas de composición, no se reducen a unas asociaciones acumulativas, sino que
confieren al todo, en su calidad de tal, unas propiedades de conjunto distintas de
aquellas de los elementos. Por esta razón, los elementos inmanentes a las
configuraciones deberían ser considerados como operaciones o procesos dinámicos y
no como simples partes de una estructura.
En este punto Piaget (1980; p. 12) nos recuerda que cuando Auguste Compte
quiso explicar al hombre por medio de la humanidad, y no a la humanidad por medio del
hombre, cuando Durkheim consideraba el todo social como emergiendo de la reunión
de los individuos como las moléculas de la de los átomos, o cuando los gestaltistas
creían discernir en las percepciones primarias una totalidad inmediata comparable a los
efectos de campo en electromagnetismo, tenían ciertamente el mérito de recordarnos
que un todo es algo distinto de una simple suma de elementos previos, pero,
considerando al todo como anterior a los elementos o contemporáneo de su contacto,
se simplificaban la tarea a riesgo de fallar en los problemas centrales de la naturaleza
de los códigos de composición.
Ahora bien, más allá de los esquemas de asociación atomística y los de las
totalidades emergentes, existe una tercera posición, que es la de los estructuralismos
operatorios: es la que adopta desde el inicio una actitud relacional, según la cual lo que
cuenta no es el elemento ni un todo imponiéndose como tal sin que se pueda precisar
cómo, sino las relaciones entre los elementos; dicho de otra manera, los procedimientos
o procesos de composición (según se hable de operaciones intencionales o de
realidades objetivas), el todo sólo es la resultante de estas relaciones o composiciones
cuyos códigos son las del sistema. (Piaget, 1980; p. 13)
De hecho, este problema que plantea ya la misma noción de totalidad, se precisa
desde que se toma seriamente la segunda característica de las «configuraciones», en
el sentido contemporáneo del término, y que consiste en ser un sistema de
«transformaciones» dinámicas y no una «forma» estática cualquiera.
En este sentido, una actividad configurante sólo puede consistir en un sistema dé
transformaciones dinámicas.
Ahora bien, aunque encontramos formas en todos los niveles del comportamiento
humano, hasta los esquemas sensoriales motores y en sus casos particulares los
esquemas perceptivos, eso no indica que todo es «configuración». En un sentido quizá
sí, pero solamente en el sentido de que todo es configurable.
Pero la configuración en su calidad de sistema complejo autorregulador y
autopoiético de transformaciones dinámicas no se confunde con una forma cualquiera:
un montón de palomas volando presenta para nosotros una forma, pero no puede llegar
a ser una «configuración» hasta que se le asigna una teoría refinada que haga
intervenir el sistema total de sus movimientos espontáneos y coherentes.
Según el propio Bateson, él no es un filósofo muy leído, y la filosofía no es su
oficio. No es un antropólogo muy leído, y la antropología no es exactamente su oficio.
Sin embargo, ha hecho algo que a Korzybski le interesaba mucho hacer y que ha
interesado a todo el movimiento de la semántica; me refiero a que Bateson estudió un
168
área de impacto entre el pensamiento filosófico muy abstracto, por una parte, y la
historia natural del hombre y otros seres vivientes, por la otra.
Remontémonos al enunciado original, del cual deriva en primer término la fama de
Korzybski, el enunciado de que el mapa no es el territorio. Este aserto surge de una
gama muy amplia de pensamiento filosófico que procede de Grecia y que serpentea a
todo lo largo de la historia del pensamiento europeo de los últimos 2000 años.
Todo comienza, supone Bateson (2010; p. 480), en el enfrentamiento de los
pitagóricos con sus predecesores, y la disputa tomó la forma de: "¿Tu pregunta es de
qué están hechas las cosas, de tierra, fuego, agua, etcétera o preguntas cuál es su
patrón?" Pitágoras era partidario de preguntar por el patrón y no por la sustancia. Esta
controversia se prolongó época tras época, y su mitad pitagórica fue, en conjunto, hasta
hace poco, la parte sumergida. Los gnósticos siguen a los pitagóricos, y los alquimistas
siguen a los gnósticos, etcétera. La disputa llegó a un punto culminante a fines del siglo
XVIII, cuando se constituyó una teoría de la evolución con fundamentos pitagóricos, que
luego fue descartada. Esta teoría asignaba un lugar a la Mente.
Esa teoría evolucionista, plasmada en las postrimerías del siglo XVIII, la teoría
lamarckiana (que fue la primera teoría transformista organizada de la evolución), según
(Bateson, 2010; p. 480), se construyó a partir de curiosos antecedentes históricos,
descriptos por Lovejoy en The Great Chain of Being. Antes de Lamarck, se creía que el
mundo orgánico, el mundo viviente, tenía una estructura jerárquica, con la Mente en la
cima. La cadena, o escala, descendía pasando sucesivamente por los ángeles, el
hombre, los simios, hasta llegar a los infusorios o protozoarios, y por debajo de éstos,
hasta las plantas y las piedras.
Lo que hizo Lamarck fue poner cabeza abajo esa escala, precisa Bateson (2010;
p. 480). Observó que los animales cambiaban cuando se los somete a la presión del
ambiente. Se equivocaba, por supuesto, al creer que esos cambios eran heredados,
pero de cualquier manera esos cambios eran para él la prueba de la evolución. Cuando
puso cabeza abajo la escala, lo que había sido la explicación, es decir, la Mente, se
convirtió ahora en lo que debía explicarse. Su problema fue explicar la Mente.
Según Bateson (2010; p. 480), Lamarck estaba convencido de la evolución, y allí
se detenía su interés al respecto. Por ello, si usted lee la Phüosophie Zoologique
(1809), observará que el primer tercio de ella está consagrado a resolver el problema
de la evolución y a poner cabeza abajo la taxonomía, y que el resto del libro se dedica,
en realidad, a la psicología comparativa, ciencia que él fundó. Lo que realmente le
interesaba era la Mente. Lamarck había utilizado el hábito como uno de los fenómenos
axiomáticos en su teoría de la evolución, y eso, por supuesto, lo llevó al problema de la
psicología comparada.
Ahora bien, la mente y el patrón, en cuanto principios explicativos que, en primer
término, requieren investigación, según Bateson (2010; p. 480) fueron expulsados del
pensamiento biológico en las teorías evolutivas posteriores desarrolladas a mediados
del siglo XIX por Darwin, Huxley, etcétera. Había aún algunos chicos malcriados, como
Samuel Butler, que decían que era imposible desentenderse así de la mente, pero eran
voces débiles, y, dicho sea de paso, nunca miraron los organismos. No creo que Butler

169
mirara jamás alguno que no fuera su propio gato, pero a pesar de ello sabía más acerca
de la evolución que algunos de los pensadores más convencionales.
Ahora, por fin, con el descubrimiento de la cibernética, la teoría de los sistemas, la
teoría de la información y otros hechos comparables, comenzamos a contar con una
base formal que habilitó a Bateson para pensar sobre la mente y sobre todos estos
problemas de una manera que era totalmente heterodoxa desde alrededor de 1850
hasta la Segunda Guerra Mundial.
Bateson (2010; p. 483) sostiene que la palabra "idea", en su sentido más
elemental, es sinónimo de "diferencia". En la Crítica del juicio, Kant, si lo he entendido
correctamente, afirma que el acto estético más elemental es la selección de un hecho.
Argumenta que en un trozo de tiza existe un número infinito de hechos potenciales. La
Ding an sich [la cosa en sí], el trozo de tiza, no puede entrar nunca en un proceso de
comunicación o mental debido a su infinitud. Los receptores sensoriales no pueden
aceptarla; la filtran y la excluyen. Lo que hacen es elegir y extraer del trozo de tiza
ciertos hechos, los cuales, luego, empleando una terminología moderna, se convierten
en información.
Lo que entendemos por información -la unidad elemental de información- es una
diferencia que hace una diferencia, y está en condiciones de hacer una diferencia
porque las vías nerviosas por las que transita y en las que es continuamente
transformada están, por su cuenta, provistas de energía. Las vías están prontas para
ponerse en actividad. Podemos decir que la pregunta está ya implícita en ellas.
(Bateson, 2010; p. 484)
A pesar de estas excepciones, sigue siendo válido en términos generales que la
codificación y transmisión de las diferencias fuera del cuerpo es muy diferente de la
transmisión de diferencias dentro del cuerpo, y esta diferencia tiene que mencionarse,
porque podría llevarnos a un error garrafal de consecuencias extremadamente nocivas
para la ciencia.
Comúnmente pensamos el "mundo físico" externo como algo separado de un
"mundo mental" interno. Es mi creencia que esta división se basa sobre el contraste en
la codificación y la transmisión que se dan dentro, y fuera del cuerpo. (Bateson, 2010; p.
485)
Para Bateson el mundo mental -la mente-, el mundo del procesamiento de la
información, no está limitado por la piel.
Bateson retoma la concepción de que la transformación de una diferencia que
recorre un circuito es una idea elemental. Si esto es correcto, preguntémonos qué es
una mente. Decimos que el mapa es diferente del territorio. ¿Pero qué es el territorio?
Operacionalmente, alguien salió con su retina o con un instrumento de medición e hizo
representaciones que luego se dibujaron en el papel. Lo que hay en el papel del mapa
es una representación de lo que hubo en la representación retiniana del hombre que
hizo el mapa; y a medida que retrocedemos preguntando, nos topamos con una
regresión al infinito, con una serie de mapas. El territorio no aparece nunca en absoluto.
El territorio es Ding an sich, y no podemos hacer nada al respecto. El proceso de la
representación siempre lo filtrará, excluyéndolo, de manera que el mundo mental es
sólo mapas de mapas de mapas, al infinito.
170
Para Bateson todos las "fenómenos" son, literalmente, "apariencias".
Bateson desarrolla más el punto, diciendo que en cada paso, a medida que una
diferencia se transforma y propaga por su vía, la materialización de la diferencia antes
de ese paso es un "territorio", del que la materialización después del paso es un
"mapa". La relación mapa-territorio se efectúa en cada paso.
Pero Bateson plantea que también podemos seguir la cadena hacia adelante. Yo
recibo varias clases de cartografías que denomino datos o información. Una vez
recibidos, actúo, Pero mis acciones, mis confracciones musculares, son
transformaciones de diferencias del material de entrada. Y recibo nuevamente datos
que son transformaciones de mis acciones. Obtengo así un cuadro del mundo mental
que, de una manera u otra, ha escapado de un salto de nuestra imagen tradicional del
mundo físico.
El resultado se esa interacción recursiva, retroactiva y dinámica es a lo que yo
llamo configuración.
Según De la Garza, el concepto de configuración ha sido utilizado sobre todo en la
teoría del sistema actual que pone el acento en el problema de los límites entre sistema
y entorno, como diversos enfoques o representaciones del objeto y a través de ella
tener un sistema de imágenes. También las configuraciones son vistas como racimos o
conjuntos de formas de representación de los objetos, engarzando con la concepción
conjuntista de la teoría (Shedrovisky, 1972), sin embargo, estas concepciones si bien
apuntan a la posibilidad de que un objeto pueda ser pensado desde diversas
perspectivas, tratan de darle coherencia como si fuera esta coherencia una propiedad
de los objetos mismos y no de los enfoques.
De cualquier forma, estas nociones de configuración no remiten de manera clara
hacia la estructura de la teoría. Si quisiéramos revisar el término de configuración con
miras a su apertura frente a lo real tendríamos que especificarlo de la siguiente manera
(De la Garza):
1) Recuperando la idea del continuum entre inobservables y observables en la
teoría y extendiéndolo al continuum entre términos teóricos (sean observables o
inobservables) y del lenguaje común. Una configuración puede aceptar un rango de
términos en su continuum. Es decir, puede haber teorías con más densidad de
inobservables que otras pero también con mayor densidad de términos que otras.
2) En cuanto a la relación entre conceptos, estas pueden ser más precisas o más
ambiguas por niveles de claridad, de las más claras a las más obscuras. La claridad
extrema puede asimilarse a la deducción o bien a la casualidad, la ambigüedad puede
implicar polivalencia e incluso indefinición en la relación.
Bachelard había hablado de niveles de maduración entre los conceptos de una
teoría y de las relaciones entre estos. Sin embargo, la noción de maduración de la idea
de aceptación de significados y relaciones no claras pero que en el futuro se
madurarían o aclararían, lo cual no corresponde con nuestra idea de configuración
abierta. No necesariamente la obscuridad conceptual o de relación es un defecto,
puede ser una característica de la propia realidad.

171
3) El concepto de red conceptual puede también ser útil siempre y que se
especifiquen sus propiedades. Si una red no es sólo un sistema, puede flexibilizarse a
través de grados de claridad en la relación y no excluyendo además de la obscuridad la
posibilidad de la contradicción, la disfuncionalidad o la discontinuidad. En el fondo está
la concepción de que en el lenguaje como en la realidad no todo tiene que ser
coherente, que la incoherencia no significa la muerte súbita del organismo, también que
la ontología del todo articulado y funcional no puede sostenerse, que una imagen más
adecuada es la del descubrimiento de lo que está conectado y lo que no, asi como de
sus contradicciones.
En cuanto a lo no conectado puede asimilarse al concepto de incertidumbre en la
conexión, sin embargo una visión reconstructiva no solo en el pensamiento sino en la
realidad tiene que contemplar que dentro de restricciones que hay que investigar, lo
incierto puede ser conectado a través de las prácticas. Es decir, el espacio de
posibilidades para la acción no puede ser visto como una jaula de hierro para la acción,
de una dureza estructural tal que impida la creación. Por el contrario, las articulaciones
precisas frente a las ambiguas u obscuras podrían ser más difíciles de alterar por las
practicas, en cambio las practicas pueden encontrar en los espacios de incertidumbre
mejores alternativas de reconstrucción de la realidad.
Al mismo tiempo, la introducción de este contexto flexible y abierto de teoría a
través de la noción de configuración permite pensar mejor en posibilidades mayores de
desarticulación conceptual en aquellas configuraciones más ambiguas que en las más
precisas. Finalmente, la contradicción no puede ser asimilada al ser y no ser del objeto,
sino a aspectos contradictorios en la configuración de acuerdo con las teorías de origen
de los conceptos desarticulados o transportados.
En este punto, cabe abordar el problema de la relación de una reconstrucción en
términos de configuraciones, según la concepción de De la Garza, que muestre lo claro
y lo ambiguo, lo preciso y lo obscuro, la incertidumbre y la contradicción en la realidad
dándose y los sujetos involucrados. Este problema tiene dos formas. La primera es la
incorporación del sujeto, su subjetividad y su acción en la propia construcción de
conocimiento. La otra es la relación entre construcción de conocimiento y
transformación del sujeto. El primero resulta capital dentro de la concepción sujeto-
objeto, de actualización y subversión de estructuras, de articulación entre objetividad y
subjetividad es decir, el análisis de las configuraciones dándose no puede reducirse a
sus aspectos estructurales, estas tienen que articularse con otras configuraciones
prácticas de los sujetos y de capacidad de dar sentido.
En esta línea, las transformaciones o actualizaciones de la estructura tendrían que
ubicarse dentro del triángulo estructuras-subjetividades, acciones, identificado a los
sujetos pertinentes, pero analizando-articulando sus acciones y subjetividades, vistas
estas también como configuraciones con las propiedades ya enunciadas. Las
interacciones pueden estudiarse con más propiedad como periodización de
interacciones (conflictos, alianzas, negociaciones entre sujetos, procesos de formación
o destrucción de sujetos), en donde cada periodo estaría enmarcado por un viraje en la
constitución del sujeto. Dependiendo del problema y sus dimensiones temporales y
espaciales, estos dos periodos pueden ser de mayor o menor duración.

172
Aquí es donde aparece con mayor propiedad la idea de proceso de transformación
como articulación de procesos de diversas temporalidades y espacialidades, no todos
ellos estructurales, una parte directamente de interacción y subjetivos. Si la subjetividad
puede verse como aparato de dar sentido y de decidir la acción, puede estudiarse a
partir de grandes campos no sistémicos o de sistematicidad limitada entre aquellos
cognitivos, valorativos, estéticos, sentimentales, con formas de razonamiento cotidianos
o bien lógico deductivas (De la Garza, 1992).
En cada campo es posible identificar conceptos ordenadores, inicialmente como
variables libres, posteriormente mostrando sus funcionalidades, contradicciones y
discontinuidades, sin llegar nunca a formar un gran sistema. Campos parcialmente
coherentes, con polisemia, capacidad de jerarquización, niveles de conciencia, estratos
fosilizados junto a elementos particulares superficiales o ideológicos.
De tal manera que las transformaciones de las estructuras, entendidas como
configuraciones pueden dinámicamente articularse con configuraciones subjetivas en
diversos momentos de interacción entre sujetos, conformando un periodo dinámico de
configuración de configuraciones en rearticulación, que en sus espacios de
incertidumbre, contradicciones polares y fuerza subjetiva de los actores encuentra una
definición el espacio de posibilidades para la acción viable.
Siguiendo a De la Garza, nos falta un problema por esclarecer, ¿Cómo se valida
esta forma configuracional del conocimiento? ¿Cuál es el sentido del conocimiento
objetivo frente a tanta intervención de la subjetividad? No estamos asimilando
completamente el conocimiento científico al ordinario, pero atendiendo a algunas de las
discusiones más actuales de la filosofía de la ciencia, tampoco creemos en un criterio
rígido de demarcación, la idea de continuum puede ser dotada con el añadido de uno
que implica a su vez un perfil cognoscitivo de términos teóricos y del lenguaje común
dentro de la estructura de una teoría.
Las antinomias supuestas entre abstracto y concreto en el pensamiento, sistémico
y asistémico, deducción e intuición, dato y argumentación, generalidad y particularidad,
observable e inobservable, prueba y especulación, hemos mostrado que son más bien
polos de un continuum y que el llamado conocimiento científico implica un perfil
concreto, disciplinario, histórico y social, entre estas antinomias. El perfil dependerá del
tipo de objeto, en esta medida la distinción entre ciencia natural y social tampoco sería
de dos naturalezas diferentes pero si de objetos menos a más subjetivados.
Como se aprecia, la cosmovisión configuracional destaca la fundamental
interrelación e interdependencia de todos los fenómenos y la naturaleza
intrínsecamente dinámica de la realidad que configuramos. Para utilizar esta visión en
la descripción de los organismos vivos, debemos ir más allá de la física y adoptar un
marco de referencia que parece ser una extensión natural de los conceptos de la física
moderna. Este marco es la teoría holística-configuracional, a veces llamada teoría
gestáltica. En realidad, el término "configuracional" es un poco resbaladizo, polisémico y
engañoso. Más bien constituye un enfoque particular, un lenguaje y una perspectiva
específica.
La visión configuracional concibe al mundo en términos de relaciones, integración,
retroacción e interconexión. Las configuraciones constituyen holos dinámicos y
173
funcionales, son todos integrados cuyos procesos no se pueden reducir a las de
unidades más pequeñas. En vez de concentrarse en partes, elementos y componentes,
el enfoque configuracional destaca los principios básicos de organización, los
subprocesos inmanentes al proceso dinámico, las funciones y los significados.
Las configuraciones no son creaciones sino revelaciones de las intenciones,
sentidos y significados de la praxis del vivir, hasta ahora no expresados.
La configuración no se refiere a una parte o a la unión de partes, sino a la totalidad
de un sistema funcional y dinámico. La configuración da cuenta de las relaciones entre
los procesos y no sólo del proceso en sí.
Los procesos inmanentes a la configuración están en estado de continua fluidez,
fluctuación y cambio permanente, manifestando pautas cíclicas y oscilaciones continuas
entre dichos procesos.
Las configuraciones operan con los procesos del azar y no pueden consolidarse
de otra manera, pero operan en un dominio de exigencias rigurosas del que el azar es
expulsado, a partir de la organización armónica, coherente y sistémica de los procesos
inmanentes, en un proceso de mayor complejidad que evidencia su afán teleonómico.
De estas exigencias, y no del azar, las configuraciones develan sus orientaciones
ascendentes, sus complejidades configurativas y el despliegue ordenado de
interconexiones del que nos ofrece la imagen o figura: la configuración.
La configuración, tal como la veo, puede asociarse, aunque no son lo mismo, a lo
que Heidegger llama constitución, o a los tipos ideales de Weber, el arquetipo de Jung,
la trama de Fritjof Capra, lo que Jaques Monod llama simulación, o los tipos lógicos de
Russell.
Los ejemplos de configuraciones abundan en la naturaleza y en los sistemas
vivos, psíquicos y sociales. Cada organismo es un todo integrado, y por lo tanto, una
configuración dinámica y funcional.
El cerebro humano, por ejemplo, es la configuración más compleja que existe, en
tanto es una configuración dinámica y funcional de configuraciones complejas y
sistémicas. Es una red compleja de relaciones sistémicas igualmente complejas.
La red de relaciones inmanentes a una configuración es intrínsecamente dinámica.
Pero las configuraciones no se limitan a los organismos individuales y sus partes. Los
mismos procesos de la totalidad se encuentran en configuraciones sociales tales como
una familia o una comunidad.
Todas las configuraciones son totalidades cuyos procesos específicos surgen de
las interacciones e interdependencia de los mismos procesos, es decir, las
interconexiones entre procesos genera nuevos procesos y, por consiguiente, nuevas
funciones y significados.
Los procesos configurativos desaparecen cuando una configuración se
descompone en forma física o teórica en elementos aislados, separados y
fragmentados. Aunque en cualquier configuración podemos identificar procesos
individuales, la esencia, carácter y naturaleza del todo es siempre diferente a la suma
de sus partes, como lo concebían los psicólogos de la Gestalt.
174
Las configuraciones son intrínsecamente dinámicas. Sus formas no son
estructuras rígidas, sino manifestaciones y expresiones flexibles, funcionales y estables
de procesos subyacentes. Pensar configuracionalmente es pensar en procesos,
interconexiones, funciones, sentido y significados.
Es muy probable que la noción de configuración cumpla una función fundamental
en el futuro desarrollo de la nueva visión holística de la ciencia y del mundo en general.
La cuestión central sería, como afirman Maturana y Pörksen (2010; p. 56), si uno
está dispuesto a renunciar a las propias certezas si ocurre algo inesperado. En ese
caso, las desilusiones que uno sufre no necesariamente desembocarán en frustración y
enojo, sino que también pueden fundamentar, sin ningún dramatismo, una nueva forma
de ver. Uno reconoce sin gran drama que las propias expectativas no se cumplen, y
entonces se reorienta.
Según el físico Frijof Capra (1992), la teoría cuántica demuestra que todas las
partículas se componen dinámicamente unas de otras de manera autoconsciente, y, en
ese sentido, puede decirse que contienen la una a la otra, que se definen la una con la
otra. De esta forma, la física, la nueva física, es un modelo de ciencia para los nuevos
conceptos y métodos de otras disciplinas.
En el campo de la biología, Dobzhansky (1976) ha señalado que el genoma, que
comprende tanto genes reguladores como operantes, trabaja como una orquesta y no
como un conjunto de solistas.
También Köhler (para la psicología, 1967) solía decir que “en toda estructura
dinámica cada parte conoce dinámicamente a cada una de las otras.”
Y Ferdinand de Saussure (1954), para la lingüística, afirmaba que “el significado y
valor de cada palabra esta en las demás”, que el sistema es “una totalidad organizada,
hecha de elementos solidarios que no pueden ser definidos más que los unos con
relación a los otros en función de su lugar a esta totalidad”.
Martínez (2008; p. 75), por su parte, precisa que si la significación y el valor de
cada elemento de cada estructura dinámica o sistema está íntimamente relacionado
con los demás, si todo es función de todo, y si cada elemento es necesario para definir
los otros, no podrá ser visto ni entendido “en sí”, en forma aislada, sino a través de la
posición y de la función o papel que desempeña en esa estructura dinámica o sistema.
La naturaleza íntima de las configuraciones sistémicas dinámicas, en efecto, su
identidad esencial, está constituida por la relación entre los subprocesos inmanentes, y
no por éstos tomadas en sí, como entidades independientes. La relación es un proceso
emergente, nuevo, otro proceso diferente a los procesos que lo constituyen y que le dan
origen.
El punto crucial y limitante de nuestra matemática tradicional, por ejemplo, se debe
a su carácter abstracto, a su incapacidad de captar la entidad relacional. La abstracción
es la posibilidad de considerar un objeto o un grupo de objetos desde un sólo punto de
vista, prescindiendo de todas las restantes particularidades que pueden tener.
(Martínez, 2008; p. 75)

175
El enfoque integral ha demostrado que los organismos vivientes son
intrínsecamente dinámicos, pues sus formas visibles son manifestaciones estables de
un proceso subyacente. Ahora bien, el proceso y la estabilidad sólo son compatibles si
los procesos forman modelos rítmicos: fluctuaciones, vibraciones, oscilaciones y ondas.
(Capra, 2008a; p. 349)
Nuestro universo, la sociedad, las relaciones humanas y todos los seres vivos
están conformados esencialmente por sistemas dinámicos, no lineales, sistemas
complejos, holísticos y configuracionales, tanto en los ámbitos físico, químico, genético
y biológico, como en los ámbitos neurocientífico, psicológico, social y cultural.
En palabras de Aracil (1986, p. 13), si observamos nuestro entorno, vemos que
estamos inmersos en un mundo de sistemas. Al considerar un árbol, un libro, un área
urbana, cualquier aparato, una comunidad social, nuestro lenguaje, un animal, el
firmamento, en todos ellos encontramos un rango común: se trata de entidades
complejas, formadas por partes en interacción mutua, cuya identidad resulta de una
adecuada armonía entre sus constituyentes, y dotadas de una sustantividad propia que
transciende a la de esas partes; se trata, en suma, de lo que, de una manera genérica,
denominamos sistemas.
En un “sistema” se da un conjunto de unidades interrelacionadas de tal manera
que el comportamiento de cada parte depende del estado de todas las otras, pues
todas se encuentran en una estructura que las interconecta. La organización y
comunicación en el enfoque de sistemas desafía la lógica tradicional, remplazando el
concepto de energía por el de información, y el de causa-efecto por los de estructura y
realimentación. En los seres vivos, y sobre todo en los seres humanos, se dan
estructuras de un altísimo nivel de complejidad, las cuales están constituidas por
sistemas cuya comprensión desafía la agudeza de las mentes más privilegiadas.
(Martínez, 2012; p. 133)
Si encuentro a alguien capaz de ver las cosas en su unidad y en su multiplicidad.
Ese es el hombre al que yo busco como a un Dios, decía Platón, y por otro lado la
teoría cuántica nos obliga a ver el universo, no como una colección de objetos físicos,
sino más bien como una red compleja de relaciones entre las distintas partes de un
todo unificado, como señala Frijof Capra.
Según Martínez (2012; p. 139), si analizamos de una manera mucho más
profunda la relación “partes-todo” y enfocamos más de cerca su aspecto gnoseológico,
diremos que hay dos modos de aprehensión intelectual de un elemento que forma parte
de una totalidad.
Polanyi (1966; p. 22-23) lo expresa de la siguiente manera:
…no podemos comprender el todo sin ver sus partes, pero podemos ver las partes
sin comprender el todo… cuando comprendemos como parte de un todo una
determinada serie de elementos, el foco de nuestra atención pasa de los detalles hasta
ahora no comprendidos a la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la
atención no nos hace perder de vista los detalles, puesto que solo se puede ver un todo
viendo sus partes, pero cambia por completo la manera como aprehendemos los
detalles. Ahora los aprehendemos en función del todo en que hemos fijado nuestra
atención. Llamaré a esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la
176
aprehensión focal que emplearíamos para entender a los detalles en sí, no como partes
del todo.
En este campo Polanyi sigue de cerca las ideas de Merleau-Ponty sobre el
concepto de estructura.
En efecto Merleau-Ponty (1976; p. 204; 243) afirma que las estructuras no pueden
ser definidas en términos de realidad exterior, sino en términos de conocimiento, ya que
son objetos de la percepción y no realidades físicas; por eso, las estructuras no pueden
ser definidas como cosas del mundo físico, sino como conjuntos percibidos y,
esencialmente, consisten en una red de relaciones percibidas que, más conocida, es
vivida.
Como científico y filósofo, Polanyi (1966) trata de esclarecer en múltiples estudios
lo que estas ideas implican, y llega así a su teoría del conocimiento tácito y a la lógica
de la inferencia tacita. Estos son poderes extraordinarios (usados ordinariamente) que
posee el ser humano, acerca de los cuales apenas tiene conciencia, precisamente
porque su dinámica es inconsciente o actúa a un nivel subliminal. En efecto, la mayor
parte del proceso mental es inconsciente.
El hecho de que los elementos subsidiarios de percepción pueden ser
inespecificables, según Martínez (2012; p. 140) muestra algo más importante: que el
conocimiento tácito puede ser adquirido sin que seamos capaces de identificar lo que
hemos llegado a conocer; hemos llegado a conocer algo “invisible”, pero cierto.
De esta manera, en la estructura de este conocimiento tácito encontramos un
mecanismo que produce descubrimientos mediante pasos que no podemos especificar.
Este mecanismo podría explicar la intuición científica, para la cual no se tiene
ninguna otra explicación plausible. De esta manera, la intuición científica, emergente, se
podría explicar cómo el resultado de un conocimiento tácito que emerge naturalmente
cuando adoptamos una lógica dialéctica o un enfoque interdisciplinario o, dentro de una
sola disciplina, una perspectiva más amplia y rica en información. (Martínez, 2012; p.
141)
Cuando analizamos el contexto en que se da la verdadera intuición, constatamos
que no es una simple conjetura y, menos aún, el resultado de un acertijo o de intentos
por ensayo y error. La verdadera intuición es una visión intelectual de una relación, que
puede ser el significado, el alcance o la estructura e un problema o situación; es
espontanea, intima, inesperada, instantánea, intensamente clara (tal como si esta idea
o verdad estuviera a la vista) y no ocurre por vía de razonamiento; simplemente, uno es
“arrastrado” hacia la nueva verdad. Y estos fuertes sentimientos de convicción, de la
vivencia del Eureka, son –según MacLean (1978)-, en gran parte, generados por una
tormenta que desencadena el sistema límbico, es decir, que tienen una gran
componente emotiva. (Martínez, 2012; p. 38)
Hace mucho tiempo Pascal dijo una frase que se ha hecho famosa: “el corazón
tiene razones que la razón no conoce”.
Pero no es al corazón físico a lo que se refiere pascal, y ni siquiera a los
sentimientos, sino a la función cognoscitiva de la intuición, que es capaz de sintetizar y
aprehender la totalidad de una realidad o situación dada.
177
Por supuesto, la intuición no es infalible. Ningún conocimiento humano es
absoluto, omnipotente e infalible. Pero el proceso intuitivo, que se desarrolla más allá
del umbral de la conciencia, puede seguir una lógica implícita, imposible de captar a
nivel consciente debido a la complejidad, dinamismo, fluidez y rapidez de las relaciones
que emergen de dicho proceso.
Esta posición sobre la lógica implícita es sostenida por autores como Polanyi
(1969), Kuhn (1978), Weimer (1979) y, sobre todo, Henri Poincaré (1972, p. 84), quien,
después de sus descubrimientos matemáticos y astronómicos, refiriéndose al proceso
inconsciente de las intuiciones que le llevaron a esos hallazgos, afirma:
…el yo subliminal no es en forma alguna inferior al yo consciente; no es
meramente automático, es capaz de discernimiento; tiene tacto y delicadeza; sabe
cómo elegir y adivinar… conoce como adivinar mejor que el yo consciente, ya que tiene
éxito donde este ha fracasado. En una palabra, ¿no es el yo subliminal superior al yo
consciente?
Popper señala (1973; p. 31) que “el acto por el que se inventa o concibe una teoría
no requiere análisis lógico”
Y Martínez (2012; p. 39) asegura que quizá la falta mayor de nuestra educación
haya consistido en cultivar, básicamente, un solo hemisferio, el izquierdo, y sus
funciones racionales conscientes, descuidando la intuición y las funciones holistas y
gestálticas del derecho e, igualmente, marginando la componente emotiva y afectiva y
su importancia en el contexto general.
De esta manera, mientras en un nivel llevamos una existencia que parece racional
y cuerda, en otro nivel estamos viviendo una existencia rabiosa, competitiva, miedosa y
destructiva. La armonía entre las tres partes del cerebro, entre las tres estructuras
fundamentales -hemisferio izquierdo, hemisferio derecho y sistema límbico-, su
equilibrio y sabia orquestación deberá ser un objeto fundamental de nuestra educación
moderna.
Hay además, otro aspecto de extremada significación y trascendencia, y es el que
se deriva de la función activa de la mente autoconsciente, la cual es capaz de provocar
cambios en los acontecimientos neuronales, formando y creando, así, su propio
cerebro.
Cuando el pensamiento, dice Eccles (1980, p. 318), lleva a la acción, como
neurólogo, me veo obligado a conjeturar que, de algún modo, mi pensamiento cambia
los patrones operativos de las actividades neuronales de mi cerebro. Así, pues, el
pensamiento acaba por controlar las descargas de impulsos de las células piramidales
de mi corteza cerebral, y finalmente las contradicciones de mis músculos y los patrones
de conducta que se derivan de ahí.
La conclusión a que llegan tanto Popper como Eccles (1980, p. 534) es que la
actuación de la personalidad y del yo van formando y estructurando el cerebro y que,
por ello, “está muy claro que nuestro cerebro es, al menos en parte, el producto de
nuestra mente”.
Estos autores hacen ver que aunque el yo y la mente consciente tienen una base
física que parecen centrarse en el cerebro, son algo muy distinto de cualquier otra
178
realidad existente o del mismo cerebro, lo cual se demuestra por el hecho de que
“podemos perder partes considerables del cerebro sin que ello interfiera con nuestra
personalidad” (Popper, 1980, p. 130).
Una posición más o menor similar, había sostenido también Sperry (1969):
En este esquema se considera que los fenómenos conscientes interactúan con los
aspectos fisicoquímicos y fisiológicos del cerebro, gobernándolos en gran medida.
Obviamente, también se produce la relación inversa, por lo que se concibe una
interacción mutua entre las propiedades fisiológicas y mentales. Aun así, la
interpretación presente tendería a restaurar a la mente en su vieja posición prestigiosa
sobre la materia, en el sentido de que los fenómenos mentales trascienden claramente
los fenómenos de la fisiología y de la bioquímica. (Citado en Martínez, 2012; p. 40)
Son muchos los autores e investigadores que han demostrado que la falta de
desarrollo estructural lleva a una incapacidad funcional.
Sperry lo especifica en los siguientes términos: “muchos elementos internos de
nuestro cerebro se activan solamente con operaciones muy específicas y, si estas
actividades no se realizan -de una manera particular durante las etapas del desarrollo
cuando las neuronas y sus sinapsis dependen mucho del uso- las neuronas
involucradas pueden sufrir un proceso regresivo, dejando profundas deficiencias
funcionales en su maquinaria integradora” (Bogen, 1976; citado en Martínez, 2012; p.
41)
Como se aprecia, la neurociencia y las nuevas teorías de sistemas, holísticas,
ecológicas y de la complejidad cumplen la doble función de educarnos en las nuevas
formas de comprendernos a nosotros mismos, a los contextos en los que vivimos y a
todo el universo, así como la de retarnos a explorar y cuestionar las creencias y
concepciones con las que crecimos y los comprendemos.
La información que se deriva del enorme interés que han despertado estas teorías
no constituye una excepción. En esta versión incipiente del universo y el ser humano
reside una gran cantidad de información sobre la dinámica y la conciencia de la vida,
pero hay que comprenderla para poder apreciarla, valorarla y aquilatar realmente en su
justa medida su valía.
Una estrategia para comprender el paradigma configuracional es utilizar un tipo de
razonamiento que configura la deducción, inducción, intuición, análisis, síntesis,
abstracción, concreción, sensación, reducción fenomenológica, emoción, sentimiento e
introspección. Como resultado de esta configuración, propongo que en el marco de
comprensión de este nuevo paradigma consideremos la creación de una forma más
completa de razonamiento que podemos denominar “razonamiento configuracional”
También es importante señalar que el paradigma configuracional no es
específicamente psicológico, pedagógico, didáctico, filosófico, matemático, químico,
físico, sociológico, biológico o neurocientífico. Es humildemente una teoría de la que
emergen explicaciones y comprensiones de las diversas dinámicas, movimientos y
actividades que asociamos con la vida y el pensamiento humano.
Sin embargo, a la luz de este nuevo paradigma nos vemos obligados a replantear
muchas de las categorías y nociones científicas heredadas del siglo anterior y que hoy
179
son improcedentes en este tercer milenio. En realidad no existen entes como la
matemática, la biología, la psicología, la química, la pedagogía o la física. Estos
conceptos, áreas, disciplinas o como quiera que se les llame, son puros constructos
elaborados por el ser humano para facilitar la comprensión, el desarrollo, articulación y
consolidación del conocimiento científico.
Por otro lado, como ha dicho Morín (2010a; p. 18), “los conocimientos divididos no
sirven más que para utilizaciones técnicas. No llegan a conjugarse para alimentar un
pensamiento que pueda considerar la situación humana, en el seno de la vida, sobre la
tierra, en el mundo y que pueda hacer frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo.
No llegamos a integrar nuestros conocimientos en orden a conducir nuestras vidas.”
Según Martínez (2011, p. 31), Karl Bühler en Viena, uno de los psicólogos más
importantes de Europa en la década de los veinte y treinta, y de gran fama mundial, al
igual que los gestaltistas, trató de mostrar que la construcción teórica -organización- era
una función básica de la mente humana al margen de asociaciones de las impresiones
de los sentidos u otros “átomos del pensamiento”. La actividad organizativa y teorizante
de la mente gozaría de una cierta prioridad, la cual determinaría los tipos de totalidades
a las cuales uno trata como “elementos” en el pensamiento. Bühler insistía en que sus
argumentos contra el atomismo psicológico refutaban también el atomismo
epistemológico y filosófico.
Precisamente, el mundo en que hoy vivimos se caracteriza por sus
interconexiones a un nivel global en el que los fenómenos físicos, biológicos,
psicológicos, sociales y ambientales, son todos recíprocamente interdependientes. Para
describir este mundo de manera adecuada necesitamos una perspectiva más amplia,
holista y ecológica, que no nos pueden ofrecer las concepciones reduccionistas del
mundo ni las diferentes disciplinas aisladamente; necesitamos una nueva visión de la
realidad, un nuevo paradigma, es decir, una transformación fundamental de nuestro
modo de pensar, de nuestro modo de percibir y de nuestro modo de valorar. (Martínez,
2011, p. 38)
Ludwig Wittgenstein, nacido en Viena en 1889 y fallecido en Cambridge en 1951,
afirma que generalmente, los problemas se solucionan no con nueva información, sino
ordenando lo que siempre hemos conocido.
Wittgenstein es una figura central en la filosofía de la ciencia que, por la evolución
influencia de su pensamiento, ilustra muy apropiadamente y en forma paradigmática la
doctrina fundamental de las dos orientaciones filosóficas básicas y la transición de una
a otra, es decir, del positivismo al postpositivismo.
Bartley (1987; p. 156) destaca que, para mejorar sus actividades educativas,
Wittgenstein “leyó los escritos de los psicólogos de la gestalt y quedó impresionado por
ellos”, que incluso, fue estudiante de Karl Bühler en Viena, uno de los psicólogos más
importantes de Europa en la década de los años veinte y treinta, y de gran fama
mundial.
Como ya hemos expresado, Bühler, al igual que Köhler y otros gestaltistas, trató
de mostrar que la construcción teórica -configuración- es una función básica de la
mente humana al margen de asociaciones de las impresiones de los sentidos u otros
átomos del pensamiento. La actividad organizativa y teorizante de la mente goza de
180
una cierta prioridad, la cual determina los tipos de totalidades a las cuales le llamamos
procesos del pensamiento, es decir, configuraciones cognitivas.
Bühler y Köhler insistían en que sus argumentos contra el atomismo psicológico
refutaban también el atomismo epistemológico y filosófico. Parece que, inicialmente,
Wittgenstein tuvo profundas discrepancias y cerradas discusiones con Bühler, pero
luego se puso en frecuencia con éste.
Bartley (1987) puntualiza que las semejanzas entre lo que fue la segunda filosofía
de Wittgenstein y los gestaltistas emerge claramente en varios puntos básicos.
En consecuencia, en mi discusión de la última filosofía de Wittgenstein, afloran de
vez en cuando referencias de Bühler, Köhler y otros psicólogos de la gestalt, ya que
hay, en efecto, sorprendentes semejanzas entre algunas de ellas (Bartley, 1987; p.
157):
1. Su oposición al atomismo psicológico y lógico;
2. Contextualismo o configuracionismo en vez de atomismo;
3. Un convencionalismo lingüístico radical construido en oposición a las doctrinas
esencialistas;
4. La idea de “pensamientos sin imágenes”
Paradójicamente, dice Morín, en la actualidad son las ciencias humanas las que
aportan la contribución más débil al estudio de la condición humana, y precisamente
porque están separadas, divididas y compartimentadas. Esta situación oculta
totalmente la relación individuo/especie/sociedad, y oculta al mismo ser humano.
Igual que el fraccionamiento de las ciencias biológicas aniquila la noción de vida,
el fraccionamiento de las ciencias humanas aniquila la noción de hombre.
De este modo Levi-strauss pensaba que el objetivo de las ciencias humanas no
consiste en revelar al hombre sino disolverlo en estructuras.
Haría falta más bien considerar una ciencia antropo-social reestructurada que
considerara a la humanidad en su unidad antropológica y sus diversidades individuales
y culturales. (Morín, 2010a; p. 52)
La segunda revolución científica del siglo XX, comenzada en varias áreas del
saber en los años sesenta, desarrolló grandes reestructuraciones que conducen a
integrar, contextualizar y globalizar unos saberes que se concebían divididos y
fraccionados, y que a partir de ese momento permiten armonizar y articular entre sí las
disciplinas científicas de manera fertilizada.
El desarrollo anterior de las disciplinas científicas, tras haber dividido y
compartimentado cada vez más el campo del saber, había roto las entidades naturales
sobre las cuales han versado siempre los grandes interrogantes humanos: el cosmos,
la naturaleza, la vida, y finalmente el ser humano. Las nuevas ciencias, ecología,
ciencia de la tierra, cosmología, son multi- o transdisciplinarias: tienen por objeto, no un
sector o una parcela sino un sistema complejo que forma un todo organizador. (Morín,
2010a; p. 32)

181
Según Morín, la idea sistémica comenzó progresivamente, en nuestro último
medio siglo, a minar la validez de un conocimiento reduccionista. Formulada por
Bertalanffy en el curso de los años cincuenta, la teoría general de sistemas, al partir del
hecho de que la mayoría de los objetos de la física, la astronomía, la biología, la
sociología, átomos, moléculas, células, organismos, sociedades, astros, galaxias…
formaba sistemas (es decir, conjuntos de partes diversas que constituyen un todo
organizado), reencontró la idea a menudo formulada en el pasado de que en un todo es
más que el conjunto de las partes que lo componen.
En la misma época, la cibernética establecía los primeros principios de la
organización de máquinas que disponen de programas informacionales y de
dispositivos de regulación, cuyo conocimiento no podía reducirse al de sus partes
constitutivas.
Como ha manifestado Morín (2010a; p. 32), la organización en sistema produce
unas cualidades o propiedades desconocidas por las partes concebidas aisladamente:
las “emergencias”. De este modo, las propiedades del ser vivo son desconocidas a la
escala de sus constituyentes moleculares aislados, emergen dentro y por fuera de esta
organización y retroactúan sobre las moléculas constitutivas de dicha organización.
La tradición surgida y desarrollada de las disciplinas científicas era tan enérgica y
firme que el pensamiento sistémico quedo por mucho tiempo desterrado fuera de las
ciencias tanto fácticas como socio-humanas, y pudiéramos decir que permanece
relegado todavía en los inicios del tercer milenio.
Estas ciencias sistémicas, según Morín, operan el restablecimiento de conjuntos
constituidos a partir de interacciones, retroacciones, interretroacciones, y constituyen
complejos que se organizan de por sí. Al mismo tiempo, las mismas resucitan las
entidades naturales: el universo (cosmología), la tierra (ciencias de la tierra), la
naturaleza (ecología), la humanidad (por medio de la apuesta en perspectiva del
proceso multimilenario de hominización gracias a la nueva prehistoria).
De este modo, todas estas ciencias, según Morín (2010a; p. 33), rompen el viejo
dogma reduccionista de explicación por lo elemental: consideran unos sistemas
complejos donde las partes y el todo se introducen y se entre organizan y, en el caso de
la cosmología, una complejidad que se encuentra más allá de cualquier sistema.
Así, el estudio de la condición humana no depende sólo de la iluminación que le
presten las ciencias humanas. Tampoco depende sólo de la reflexión filosófica y de las
descripciones literarias. También depende de las ciencias naturales renovadas y
reestructuradas que son la cosmología, las ciencias de la tierra y la ecología. (Morín,
2010a; p. 43)
En efecto, continúa Morín, estas ciencias no se limitan a presentarnos un tipo de
conocimiento que organiza un saber anteriormente dispersado de provocar la
interrogación y la reflexión en la historia de nuestra cultura, y suscitan con ello de un
modo nuevo los problemas fundamentales: ¿Qué es el mundo, qué es nuestra tierra, de
dónde venimos? Nos permiten insertar y situar la condición humana en el cosmos, la
tierra, la vida.

182
Nos encontramos en un planeta minúsculo, satélite de un sol de suburbio, astro
pigmeo perdido en medio de miles de millones de estrellas de la vía láctea, la cual es a
su vez una galaxia periférica dentro de un cosmos de expansión, carente del centro.
Somos hijos marginales del cosmos, formados de partículas, átomos, moléculas del
mundo físico. Y no sólo somos marginales, sino que estamos casi perdidos en el
cosmos, casi extraños precisamente por obra de nuestro pensamiento y nuestra
conciencia que nos permiten examinarlo asi…. (Morín, 2010a; p. 43-44)
Como se aprecia, existían ya ciencias multidimensionales, como la geografía, que
va desde la geología a los fenómenos económicos y sociales. Hay ciencias que han
pasado a ser periscópicas como la historia, ciencias que lo eran ya antes como la
ciencia de las civilizaciones (islam, india, china). Ahora han aparecido las nuevas
ciencias “sistémicas”: ecología, ciencias de la tierra, cosmología. (Morín, 2010a; p. 33)
A fin de cuentas, puntualiza Martínez (2011, p. 45), eso es lo que somos también
cada uno de nosotros mismos: un “todo físico-químico-biológico-psicológico-social-
cultural-espiritual”, que funciona maravillosamente y que constituye nuestra vida y
nuestra vida y nuestro ser. Por esto, el ser humano es la estructura dinámica o sistema
integrado más complejo de todo cuanto existe en el universo. Y cualquier área que
nosotros cultivemos debiera tener en cuenta y ser respaldada por un paradigma que las
integre a todas.
Es de esperar, según Martínez (2011, p. 46) que el nuevo paradigma emergente
sea el que nos permita superar el realismo ingenuo, salir de la asfixia reduccionista y
entrar en la lógica de una coherencia integral, sistémica y ecológica, es decir, entrar en
una ciencia más universal e integradora, en una ciencia verdaderamente
interdisciplinaria y transdisciplinaria.
Las diferentes disciplinas deberán buscar y seguir los principios de inteligibilidad
que se derivan de una racionalidad más respetuosa de los diversos aspectos del
pensamiento, una racionalidad múltiple que, a su vez, es engendrada por un paradigma
de la complejidad.
Hasta donde conocemos, solamente en Pasos hacia una ecología de la mente, de
Gregory Bateson (1979), Edgar Morín en su obra ciencia con conciencia (1984), Frijof
Capra en la tercera edición de la obra El tao de la física (1992) y la obra El paradigma
emergente, de Miguel Martínez Miguélez (1993,1997), han abordado la temática de lo
que pudiéramos llamar “postulados” de este paradigma emergente, sistémico,
ecológico, de la complejidad, que, a partir de una síntesis creadora, una
complementación hermenéutica y un enfoque dialéctico, hoy yo llamo Paradigma
Configuracional.
Según Martínez (2011, p. 50), estamos poco habituados todavía al pensamiento
“sistemico-ecológico”. El pensar con esta categoría básica cambia en gran medida
nuestra apreciación y conceptualización de la realidad. Nuestra mente no sigue sólo
una vía casual, lineal, unidireccional, sino también, y a veces sobre todo, un enfoque
modular, estructural, dialectico, gestáltico, interdisciplinario, donde todo afecta e
interactúa con todo, donde cada elemento no sólo se define por lo que es, o representa
en sí mismo, sino, y especialmente, por su red de relaciones con todos los demás.

183
Sin lugar a dudas, como ya hemos expresado, la forma más espectacular del
configuracionismo sin lugar a dudas la ha proporcionado la teoría de la Gestalt, nacida
en 1912 de los trabajos convergentes de W. Köhler y de M. Wertheimer, y por su
prolongación en psicología social debida a K. Lewin.
Es interesante señalar a este respecto que el primer intento de configuracionismo
explícito en biología, el «organicismo» de Bertalanffy, se inspiró en los trabajos de la
psicología experimental en el terreno de las Gestalts o estructuras perceptivas y
motrices.
La teoría de la Forma o Gestalt se desarrolló en el ambiente de la fenomenología,
pero solamente ha conservado de ésta la noción dialéctica de interacción fundamental
entre el sujeto y el objeto, y se ha comprometido en la dirección naturalista debida a la
formación de físico que había recibido Köhler y al papel que han desempeñado en él y
en otros los modelos de «campos».
Además, estos modelos han ejercido sobre la teoría configuracional una influencia
que Piaget (1980; p. 65) juzga en ciertos aspectos nefasta, aunque fue estimulante en
sus principios.
Efectivamente, dice Piaget (1980; p. 65) un campo de fuerzas, como un campo
electromagnético, es una totalidad organizada, es decir, en donde la composición de las
fuerzas toma una cierta forma según las direcciones y las intensidades; solamente se
trata ahí de una composición que se produce casi instantáneamente y, si se puede aún
hablar de transformaciones, estas son casi inmediatas.
Ahora bien, ya en el terreno del sistema nervioso y de los «campos» poli-
sinápticos, la velocidad de las corrientes eléctricas es mucho más lenta. Y si la
organización de una percepción a partir de las aferencias es rápida, no es una razón
para generalizar este ejemplo a todas las Gestalts.
Ahora bien, la preocupación de los efectos del campo condujo a Köhler a ver un
acto auténtico de inteligencia solamente dentro de la «comprensión inmediata» (el
insight), como si los titubeos que preceden a la intuición final no fueran ya inteligentes.
Y sobre todo el modelo de campo sin duda es responsable de la poca importancia
atribuida por los gestaltistas a las consideraciones funcionales y psicogenéticas y,
finalmente, a las actividades del sujeto. (Piaget, 1980; p. 66)
Hoy no es posible hablar de configuración sin tener en cuenta a Wolfgang Köhler,
quien es el padre de la Psicología de la Gestalt, nació en Reval, Estonia, en la costa
Báltica, en 1887, y falleció el 11 de junio de 1967, a los 80 años.
Estudió en la Universidad de Berlín, se doctoró en el año 1909 y fue profesor en la
misma hasta 1935. En esta fecha se trasladó a los Estados Unidos, donde, hasta su
retiro, practicó la docencia en el Swarthmore College, dedicándose a la investigación en
los campos de la filosofía y la psicología. Fue una de las principales personalidades que
dieron origen a la psicología de la Gestalt, junto con Max Wertheimer y Kurt Koffka. De
todas formas, Köhler hizo algunas de las contribuciones más significativas. Köhler
contribuyó a establecer el concepto de aprendizaje por Insight: discernimiento repentino
y automático sobre una serie de estímulos.

184
Sin embargo, según José Germain, en su presentación al libro Psicología de la
Forma (Köhler, 1972), la teoría de la Gestalt se inicia con Von Ehrenfels (1890), quien
acuña el término Gestalt, que Spearman traduce por “shape” y Parsons por “pattern”,
que habla de un grado mayor o menor de la Gestalt.
Posteriormente Wundt trató de manera incidental la cuestión en su principio de
“síntesis creadora”, como también lo hace Kruger, discípulo de Wundt, en 1907.
Meinong y sus discípulos durante los años 1910-1914 continúan el proceso de
desarrollo de la teoría gestáltica, con su teoría de los complejos y relaciones. Aborda el
tema, y con más precisión sus discípulos Benussi (1914), Witasek (1910), que publica
el libro Psychologie der Raumwahrnemungen des Auges.
El término se precisa con Schuman (1902-1904), quien atribuye la preeminencia
de la forma a la distribución de la atención, hasta que uno de sus discípulos,
Wertheimer (1912), da el gran impulso a la nueva teoría con un trabajo sobre la
percepción visual de los movimientos y a partir de aquí aparecen los trabajos de Köhler
(1918-1921) y Koffka (1924), que reelabora la teoría de Wertheimer y escribe el libro
The growth of the mind, y posteriormente su tratado de Psicología.
A estos trabajos hay que añadir los de G. E. Müller, que resume su punto de vista
en un libro: Komplex Theorie und Gestaltheorie, publicado en 1923 y, finalmente, los
trabajos de Rubin, Katz, Mcleod y tantos otros.
Es decir, que desde Ehrenfels hasta Köhler, una evolución constante marca el
desarrollo de esta teoría psicológica. Puede decirse que la Gestalt-Theorie alcanza su
mayoría de edad cuando Köhler es nombrado profesor ordinario de la Universidad de
Berlín en 1921, a partir de su clásico libro Die Physischen Gestalten in Ruhe und
stationaren Zustand, en 1921, dedicado a su maestro Stumpf.
Köhler (1972) a los psicólogos les dice que la impresión definida de una figura
visual, el carácter específico de un motivo musical y el sentido de una frase inteligible,
son indudablemente más que la suma de sus partes o sensaciones, algo diferente, y a
los físicos, que hay que estudiar en qué condiciones un sistema físico logra un estado
independiente del tiempo, esto es, un estado de equilibrio, un estado estacionario; en
general podemos decir que este estado es el alcanzado cuando una cierta condición es
satisfecha para el sistema como “todo”, la energía potencial ha de haber alcanzado un
mínimo y la entropía un máximo.
La idea central del configuracionismo gestaltista es la de totalidad. Ya en 1890,
Ehrenfels había demostrado la existencia de percepciones relativas a las cualidades de
conjunto o de forma (Gestaltqualitát) de los objetos complejos, tales como una melodía
o una fisonomía; efectivamente, si se traspone la melodía de un tono a otro, todos los
sonidos particulares pueden encontrarse cambiados, aunque, no obstante, se pueda
reconocer la misma melodía.
Solamente Ehrenfels vio en estas cualidades de conjunto unas realidades
perceptivas superponiéndose a las de las sensaciones. La originalidad de la teoría de la
Gestalt no es la existencia de las sensaciones en calidad de elementos psicológicos
previos y a atribuirles solamente el papel de elementos «configurados», pero no el de
«configurantes», sino la existencia de una totalidad como tal; aquí es donde interviene
185
la hipótesis de campo, según la cual las aferencias no afectarían aisladamente al
cerebro, sino que desembocarían, por mediación del campo eléctrico del sistema
nervioso, en unas «formas» de organización casi inmediatas. Pero según Piaget (1980;
p. 67) quedan por encontrar las leyes de esta organización.
Ahora bien, como que en un campo los elementos están constantemente
subordinados al todo, cada modificación local entrañando una modificación del
conjunto, la primera ley de las totalidades perceptivas, es, no solamente que existen
unas propiedades del todo como tal, sino, además, que el valor cuantitativo del todo no
es de ningún modo igual al de la suma de las partes. Dicho de otra manera, esta
primera ley es la de la composición no aditiva del todo, y Köhler es muy explícito en
este punto, puesto que, en su libro Psicología de la Configuración, niega a la
composición de las fuerzas mecánicas el carácter de Gestalt a causa de su
composición aditiva.
Sin embargo, ya en el terreno únicamente de las percepciones, Piaget (1980; p.
69) se pregunta si la hipótesis del campo, con sus diversas consecuencias anti
funcionalistas, es suficiente para dar cuenta de los fenómenos.
Con respecto al campo cerebral, Piéron demostró que si se muestran a cada ojo
por separado uno de los dos excitantes de una experiencia habitual de movimiento
aparente, este no se produce por falta del circuito inmediato entre los dos hemisferios
cerebrales que supondría la teoría.
Desde el punto de vista psicológico se pueden someter las percepciones a toda
clase de aprendizajes, lo que no está muy de acuerdo con la interpretación por un
campo físico; E. Brunswick demostró la existencia de lo que él llamó las «Gestalts
empíricas» por oposición a las «Gestalts geométricas»; por ejemplo, si presentamos en
visión rápida (taquistoscopia) una forma intermedia entre una mano y una figura con
cinco apéndices muy simétricos, solamente la mitad de los adultos corrigen el modelo
en esta dirección (ley de la buena forma geométrica) y la otra mitad en el sentido de la
mano (Gestalt empírica); ahora bien, si las percepciones quedan modificadas bajo la
influencia de la experiencia y, como dice Brunswick, de las probabilidades de ocurrencia
(frecuencias relativas de los modelos reales), es pues que su estructuración obedece a
unas leyes funcionales y no solamente físicas (leyes de campo), y el mismo Wallace,
principal colaborador de Köhler, reconoció el papel de la memoria en las
estructuraciones perceptivas. (Piaget, 1980; p. 69)
Además, Piaget (1980; p. 69) ha demostrado por su parte que existe una notable
evolución de las percepciones con la edad, y que, además de los efectos de campo
(pero interpretados en el sentido de un campo de centrado de la mirada), existen unas
«actividades perceptivas» o relaciones por exploraciones casi intencionadas,
comparaciones activas, etc., que modifican sensiblemente las Gestalts en el transcurso
del desarrollo; si se estudia en particular la exploración de las figuras por el registro de
los movimientos oculares, se comprueba que estos están cada vez mejor coordinados y
ajustados con la edad. En cuanto a los efectos de campo, sus interacciones casi
inmediatas parecen ser debidas a unos mecanismos probabilistas de «encuentros»
entre las partes del órgano registrador y las de la figura percibida y, sobre todo, de
«acoplamientos» o correspondencias entre estos encuentros, y podemos sacar de este

186
esquema probabilista una ley que coordine las diversas ilusiones óptico-geométricas
planas actualmente conocidas.
En fin, ya en el campo de la percepción, el sujeto no es el simple teatro en las
escenas del cual se representan unas obras independientes de él y reguladas
anticipadamente por los códigos de un equilibrio físico automático: es actor y, a
menudo, incluso el autor de estas configuraciones, “que ajusta a medida que se van
desarrollando mediante una equilibración activa compuesta de compensaciones
opuestas a las perturbaciones exteriores, o sea, con una continua autorregulación.”
(Piaget, 1980; p. 70)
Como se aprecia, para Piaget (1980; p. 72), lo que es válido en el campo
perceptivo, se impone a fortiori en los de la motricidad y de la inteligencia, que los
gestaltistas querían subordinar a las leyes de la composición de las Gestalts en general,
especialmente perceptiva.
En un libro sobre la inteligencia de los monos superiores, admirable por otra parte
por los nuevos hechos que descubre, Köhler presenta el acto de inteligencia como una
reorganización repentina del campo perceptivo en el sentido de las mejores formas; y
Wertheimer, por su lado, ha buscado reducir el juego de los silogismos o de los
razonamientos matemáticos a unas reestructuraciones que obedezcan a las leyes de la
Gestalt.
Pero dos dificultades primordiales se oponen a estas interpretaciones por la
extensión de las hipótesis de «campo». La primera es que las estructuras lógico
matemáticas, aun presentando sin ninguna sombra de duda unas leyes de totalidades,
no son unas Gestalts, puesto que su composición es rigurosamente aditiva (2 y 2
suman exactamente 4, aunque, o porque, esta adición participa de las leyes de la
estructura total de grupo). La segunda es que el sujeto sensorio-motor o inteligente es
activo y construye él mismo sus estructuras mediante unos procedimientos de
abstracciones reflejas que, excepto en casos bastante excepcionales, no tienen gran
cosa que ver con la figuración perceptiva. (Piaget, 1980; p. 72)
Sin embargo, al decir de (Köhler, 1967; p. 235), los procesos organizados
dependen de la totalidad de estímulos y de sus “interrelaciones de características” de
un modo que no puede ser analizado en efectos independientes de los estímulos
locales.
La configuración depende de las características y particularidades de los eventos,
situaciones y acontecimientos, y a sus relaciones inmanentes. De ahí que, si la
interrelación es el significado de la configuración, deberá entonces depender de dichas
características y particularidades. El aprendizaje, el conocimiento, y la conducta
humana constituyen el sentido y significado de la configuración.
Por esta razón, una fracción del conjunto original de estímulos no puede
establecer un proceso que está de hecho contenido en el tipo primario. A lo que más
bien da lugar una fracción así, es a una secuencia que difiere en ciertos aspectos de la
correspondiente parte del acontecer original. En consecuencia, el proceso que se dé
ahora podrá no poseer contrapartida equivalente en la huella unitaria de dicho
acontecer y podrá ser esta razón no ser apto para evocar en el recuerdo sus otras
partes. (Köhler, 1967; p. 236)
187
Como se aprecia, los psicólogos Gestalt, liderados por Max Wertheimer y
Wolfgang Köhler, veían la existencia de todos irreductibles como un aspecto clave de la
percepción. Los organismos vivos, afirmaban, perciben no en términos de elementos
aislados, sino de patrones perceptuales integrados, conjuntos organizados dotados de
significado, que exhiben cualidades ausentes en sus partes. (Capra, 2010; p. 51)
Durante la república de Weimar de la Alemania de los años veinte, tanto la
biología organicista como la psicología Gestalt formaron parte de una corriente
intelectual mayor que se veía a sí misma como un movimiento de protesta contra la
creciente fragmentación y alienación de la naturaleza humana. Toda la cultura Weimar
se caracterizaba por su aspecto antimecanicista, por su «hambre de totalidad» (Capra,
2010; p. 52)
La «trama de la vida» es, desde luego, una antigua idea que ha sido utilizada por
poetas, filósofos y místicos a través de los tiempos para comunicar su percepción del
entretejido y la interdependencia de todos los fenómenos.
En otras palabras, la trama de la vida está constituida por redes dentro de redes.
En cada escala y bajo un escrutinio más cercano, los nodos de una red se revelan
como redes más pequeñas. Tendemos a organizar estos sistemas, todos ellos
anidando en sistemas mayores, en un esquema jerárquico situando los mayores por
encima de los menores a modo de pirámide invertida, pero esto no es más que una
proyección humana. En la naturaleza no hay un «arriba» ni un «abajo» ni se dan
jerarquías. Sólo hay redes dentro de redes. (Capra, 2010; p. 54-55)
Como dije al inicio de este epígrafe, considero a Köhler el padre de la Psicología
de la Gestalt, y su formulación de la ley del isomorfismo le otorga el pleno derecho a
esa consideración excepcional.
Para Ehrenfels, las nuevas características, en sí, constituían objetos sumamente
interesantes. No reconoció el significado, mucho más general, de la organización, o
bien el hecho de que son los productos de la organización los que, en su mayor parte,
proporcionan sus mejores ejemplos de gestaltqualitaten como atributos.
Ahora bien, en el idioma alemán (al menos desde los tiempos de Goethe) el
sustantivo Gestalt posee dos significados: aparte de designar la forma, como atributo de
cosas, tiene el significado de una entidad concreta per se, que posee o puede poseer
una forma como una de sus características.
Desde los tiempos de Ehrenfels, el acento de mayor importancia se ha deslazado
de las cualidades de Ehrenfels a los hechos correspondientes de la organización y así,
pues, el problema de las entidades específicas en campos sensoriales. En
consecuencia, cuando hablamos de psicología de la Gestalt usamos este término, en
general, como alusivo a su objeto específico y a la organización. (Köhler, 1967; p. 150)
Desde este punto de vista, incluso la segregación de entidades específicas en
campos sensoriales aparece como uno, aunque muy importante, de los varios aspectos
que incluye la psicología de la configuración. De hecho, el concepto de Gestalt puede
ser aplicado mucho más allá de los límites de la experiencia sensorial. De acuerdo con
la definición funcional y más general del término, los procesos de aprendizaje, del

188
recuerdo, volitivos, los correspondientes a las actitudes emocionales, al pensamiento, a
la acción, etc., han de ser asimismo incluidos en él.
Todo ello hace más evidente que Gestalt, en el sentido de forma, ya no constituye
el centro sobre el que se enfoca la atención del psicólogo de la configuración, puesto
que el término, en dicho sentido, no es ya en absoluto aplicable a algunos de los
hechos por los que se interesa. En campos distintos a los de la psicología, los procesos
de desarrollo que tienen lugar en la ontogenia, así como algunos otros temas
biológicos, habrán de ser, probablemente, enfocados de un modo análogo. Lo
importante es que nos demos cuenta de que la amplitud no supone falta de precisión.
(Köhler, 1967; p. 151)
Las cosas que tenemos a nuestro alrededor son en su mayoría entidades muy
estables. En consecuencia, se perciben sus formas específicas, a no ser que interfieran
condiciones casuales o bien un camuflaje intencionado. Por esta razón se deja tan
fácilmente de tener en cuenta el problema de la forma visual. (Köhler, 1967; p. 157)
Ehrenfels tenía razón al decir que la forma constituye una característica traslocal
de ciertas áreas. En consecuencia, los procesos subyacentes deberían poseer también
una característica traslocal. Ahora bien, la forma es un atributo exclusivo de entidades
que están destacadas dentro del campo visual. Así, pues, cuando hay procesos que
están relativamente segregados de totalidades funcionales más amplias, adquieren al
mismo tiempo la característica traslocal que es responsable de la forma del objeto
indicado.
Ya que la forma visual presupone la segregación de un objeto visual
correspondiente, la existencia de forma específica depende de los mismos factores de
estimulación que determinan la organización de cosas. Puede demostrarse fácilmente
que ciertas relaciones formales dentro del patrón de estímulos dado son decisivas.
(Köhler, 1967; p. 158)
La forma experimentada va unida a la organización de las totalidades y
subtotalidades correspondientes (Köhler, 1967; p. 159), la forma es un atributo visual
(Köhler, 1967; p. 165)
Una frase que se asociaba frecuentemente con las propiedades únicas de los
conjuntos organizados, y que los psicólogos de la forma no empleaban, les creó
muchas dificultades: el todo es más que la suma de las partes. Muchos psicólogos
americanos se inclinaban a considerar esta afirmación como el tema principal de la
psicología de la forma, y procedieron a atacarla con fuerza. Köhler, sin embargo, dijo
que lo que él había dicho realmente era que el todo es diferente de la suma de las
partes.
Pascal había formulado ya el imperativo de unión que conviene introducir en el día
de hoy en la ciencia, fundamentalmente en las ciencias humanas y sociales: “dado que
todas las cosas son causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e
inmediatas, y todas se entretejen por un lazo natural e insensible que une las más
alejadas y las más diferentes, considero imposible conocer las partes sin conocer el
todo, igual que conocer el todo sin conocer particularmente las partes…”
Por otro lado, Morín (2011; p. 125) lo describe y explica de la siguiente manera:
189
“La visión simplificada implicaría decir: la parte está en el todo. La visión compleja
dice: no solamente la parte está en el todo; ¡el todo está en el interior de la parte que
está en el interior del todo! Esta complejidad se diferencia de la confusión del todo que
está en el todo y recíprocamente.
Lo dicho es válido para cada célula de nuestro organismo, que contiene la
totalidad del código genético presente en nuestro cuerpo. Esto es válido para la
sociedad: desde la infancia ella se imprime en tanto todo en nuestro espíritu, a través
de la educación familiar, la educación escolar, la educación universitaria.
Estamos frente a sistemas extremadamente complejos en los que la parte está en
el todo y el todo está en la parte. Esto es válido para la empresa que tiene sus reglas de
funcionamiento y, en cuyo interior, juegan las leyes de la sociedad en su totalidad.”
Por ejemplo, cuando se tocan a la vez las dos notas, “do” y “sol”, producen un
sonido que, en música, se llama una quinta. Esta cualidad no está ni en el “do” ni el
“sol”, ni depende de esas notas concretas. Dos notas cualesquiera con la relación 2/3
se reconocerán inmediatamente como una quinta, cualquiera que sea la parte de la
escala en que se toquen. La quinta es una Gestalt que difiere de cualquiera de sus
partes, y ni el mayor conocimiento de sus partes separadas nos dará nunca la más
remota idea de lo que es la quinta.
Köhler con frecuencia insistía que tanto los datos introspectivos como los de la
conducta son hechos fenoménicos y que establecer diferencia entre ellos es o como un
acertijo metafísico sin solución o una diferencia bizantina.
En cualquier rama de las ciencias, los datos fenomenológicos son puntos de
partida, los primeros pasos para construir una estructura conceptual dentro de la cual
encaja los datos. Ellos en sí mismos no tienen ni interés ni significación especial. Son
importantes en la medida en que sirven para probar una hipótesis, dar validez a una
teoría o ayudar a ulteriores especulaciones.
Las hipótesis y las teorías son construcciones lógicas, pero no observaciones,
aunque la observación sea necesaria para su formulación. El mundo de la física
moderna está, en muchos grados, alejado del mundo de los fenómenos, de donde
partió, y al que siempre tiene que ser capaz de volver. El mundo de los fenómenos es
aquel en que vivimos: casas, mesas, sillas, coches, rocas, montañas, ríos y lagos, etc.
Pero el mundo de la física es muy distinto, está continuamente alejándose de nuestra
vista, ya desde los tiempos de galileo y newton, hasta que pronto consistirá en poco
más que fórmulas matemáticas.
El conocimiento matemático no es más riguroso que el histórico-filológico; posee,
tan solo, el carácter de “exactitud”, que no es equivalente al de rigor. Exigir exactitud de
la historia sería contravenir a la idea del rigor específico de las ciencias del espíritu, la
referencia al mundo que impera en todas las ciencias, en cuanto tales, las hace buscar
el ente mismo, para hacer objeto de escudriñamiento y de fundamentación, en cada
caso, el “qué” de las cosas y su modo de ser. En las ciencias se lleva a cabo -en idea-
un acercamiento a lo esencial de toda cosa. (Heidegger, 2006; p. 16-17)
Los hechos en sí mismos son importantes solamente por el papel que juegan en la
construcción de hipótesis científicas, por lo tanto, cualquier discusión sobre qué hechos
190
son materia para una u otra ciencia, y cuáles no lo son, es completamente irrelevante.
Cualquier cosa que ayude a construir una hipótesis es de utilidad y puede tomarse en
cuenta.
En la página 43 del libro Psicología de la Forma, Carroll C. Pratt afirma que
“Titchener consideraba la percepción como un conjunto de sensaciones y como algo
que siempre tiene un sentido derivado de la experiencia pasada. La percepción de la
distancia, por ejemplo, debe ser evidentemente el resultado de un aprendizaje. La retina
es bidimensional y así no puede haber ni estímulo para la distancia ni sensación de
distancia. Sin embargo, parece que vemos las distancias clara e inmediatamente, dice
Titchener. (A Beginner´s Psychology, 1918, p. 117) ¿Cómo sucede eso? Lo que pasa
es que un contexto de sensaciones e imágenes visuales y kinestésicas se acumulan en
el núcleo bidimensional y le confiere el significado de distancia. El ojo, sin ayuda, no
puede percibir la distancia, aunque la distancia parezca evidente. La distancia es una
ilusión aprendida.”
En el estudio de la percepción, la Psicología de la Forma asignó un papel menor a
las sensaciones y al significado; a las sensaciones porque son más o menos
abstracciones artificiales que aparecen raramente en observaciones; y al significado
porque es considerado con demasiada frecuencia como una papelera en la que
cualquier cosa que no encaja bien bajo la rúbrica de sensación e imagen se arroja y se
descarta.
Köhler formula el principio básico de la psicología de la forma: la experiencia
fenomenológica, sea cual sea su procedencia, está compuesta primero y principalmente
de Gestalten, y las cualidades terciarias de la Gestalten existen, tanto en las
impresiones visuales y auditivas como en aquellas que provienen del interior de nuestro
cuerpo.
No existen migraciones de unas vivencias a otras. Por ejemplo, un ritmo auditivo
es auditivo, de eso no cabe dudas, pero el mismo ritmo -una Gestalt- puede ser también
visual o táctil y la graciosa cadencia del ritmo de un vals, en tanto cualidad terciaria,
estará presente en las tres modalidades. Las Gestalten y sus cualidades terciarias
revelan innumerables relaciones icónicas, o relativas a una imagen, y analogías a
través de las modalidades.
Según Carroll C. Pratt, las características más notables de la percepción son:
tridimensionalidad, curvatura, movimiento, inclinaciones, agrupamientos (ser capaces
de agruparse), toda clase de formas, contorno, diversas constancias, cuerdas, acordes,
melodías, lenguaje, ritmos. Estos fenómenos son Gestalten, no sensaciones, y
comportan sus propias leyes y métodos de investigación que tiene poca semejanza con
los principios y procedimientos de la ciencia clásica.
La cordialidad de la expresión es una cualidad terciaria que junto con
innumerables otras cualidades de la percepción se describen mejor con palabras que
también se usan para estados de ánimo. La cordialidad de un rostro es más fácil de
recordar que la anchura de la nariz, la distancia entre los ojos, la raya del pelo, la forma
de los labios, el tamaño de las orejas o incluso el color de los ojos.
Por ejemplo, dice Köhler (1972; p. 64), las imágenes que vemos en el cine nunca
se mueven al ser proyectadas las distintas fotografías en la pantalla. Una fotografía es
191
sustituida rápidamente por otra; durante el cambio no se proyecta luz en la pantalla. Por
lo tanto, una película consiste en una secuencia de distintas fotografías en reposo. Los
movimientos que el público ve son todos movimientos aparentes o estroboscópicos. No
sería fácil convencer a la gente de que no ocurre de hecho, en la pantalla, ningún
movimiento real y que los movimientos que les parecen ver son el resultado de miles de
errores de juicio cometidos en unos minutos.
“Desde la primera infancia el ser humano advierte el hecho de que ciertas
regiones del mosaico perceptivo se mueven juntas, se las puede manejar como
unidades, y en ese sentido práctico se comportan como si fuesen entidades unitarias.
Estas experiencias prácticas se imprimen en la memoria del niño; por consiguiente,
cuando aparecen de nuevo las mismas regiones del mosaico se rememoran las
experiencias tempranas de su comportamiento unitario y, como resultado, esas
regiones aparecen ahora como si fuesen unidades perceptivas morales.” (Köhler, 1972;
p. 76)
Köhler (1972; p. 81-84) describe que ha encontrado otros hechos interesantes en
entidades morales segregadas y solamente en esas entidades. Llamaré a estos hechos
“cualidades parciales dependientes”, porque deben su aspecto al papel que juegan en
tales “todos”. En una melodía, por ejemplo, un tono dado se llama la tónica. Se oye
como una especie de punto de reposo en la melodía. Claro está que esta propiedad de
un tono depende de su posición, dentro de la melodía. Porque si se transporta la
melodía a otro nivel de la escala, adquiere otro tono, y la tónica anterior pierde su
carácter como punto de reposo.
En una simple percepción visual aparecen otras cualidades dependientes. Por
ejemplo, cuando miramos a una unidad molar llamada cuadrado, cuatro puntos en el
límite de su figura tienen el carácter de “esquinas”. Precisamente los mismos puntos del
límite de un circulo. Por tanto, el ser una esquina no es una propiedad que adquieren
dentro de un contexto espacial, más extenso.
Wertheimer había ampliado sus observaciones de forma radical. En el campo
visual (aunque también en otros campos de la percepción) objetos unitarios individuales
forman parte, con frecuencia, de unidades perceptivas mayores a las que se le llama
comúnmente “grupos”. Cuando esto acurre, uno observa a menudo en este nuevo y
más alto nivel efectos de unificación, que son iguales que los que acabo de mencionar
al examinar las propiedades de los objetos individuales.
Un ejemplo sencillo: cuando se coloca un amplio número de pequeños círculos en
puesto equidistantes a cada uno, este conjunto de figuras segregadas aparece como
una figura cuadrangular; en otras palabras, una de las cualidades de la Forma de
Ehrenfels se ve ahora como una propiedad de todo el grupo, formado por objetos
separados en el espacio. Más todavía, dentro del grupo, ciertos elementos adquieren
además “cualidades parciales dependientes”, cualidades que deben a su colocación
dentro de la entidad mayor: así, cuatro de los pequeños círculos aparecen como
“esquinas” del grupo-cuadrado. Por triviales que estos hechos puedan parecer al
profano, han sido importantes para el ulterior desarrollo de la Psicología de la Forma,
especialmente después de que Wertheimer hubiese investigado muchas formas de
agrupamiento.

192
La formación de entidades unitarias mayores, es decir, los grupos aparte de las
unidades individuales segregadas, la aparición de cualidades gestálticas y de
cualidades parciales dependientes dentro de esos grupos, pueden parecer otros tantos
misterios.
Como se aprecia, la Psicología de la Gestalt, desde fines del siglo XIX, establece
de nuevo un viaducto ontológico y epistemológico con Aristóteles y se instituye como
una teoría epistemológica de la configuración. Una gestalt es eso, un todo configurado
compuesto de diferentes procesos que derivan sus propiedades de la posición,
movimiento y función que tienen con respecto a la totalidad configurada.
En una configuración, es decir, en una totalidad organizada, según Wertheimer, lo
que ocurre en el todo no se deduce de los elementos individuales, sino al revés, lo que
ocurre en una parte de este todo lo determinan las leyes internas de la estructura de
ese mismo todo; es decir, el todo no se explica por las partes, sino que son las partes
las que, por su inserción en el todo, reciben significado y explicación.
Por otro lado, en la introducción a su Tratado de electricidad y magnetismo,
Maxwell comparaba los métodos de Faraday con los que entonces estaban en boga en
la Física matemática.
Los métodos de Faraday, decía Maxwell (1873; p. X-XI, Citado en Köhler, 1972; p.
88), recuerda aquellos en que uno empieza con un “todo” dado, y sólo después llega a
las partes por análisis, mientras que los métodos corrientes se basan en el principio de
empezar por las partes y construir el todo, por síntesis.
Maxwell dejó claro que él prefería el sistema de Faraday, es decir, partir del todo y
de ahí transitar hacia sus partes.
En otro lugar del mismo tratado señala Maxwell (1873; p. 163):
“Estamos acostumbrados a considerar el universo como compuesto de partes, y
los matemáticos generalmente empiezan por considerar una única partícula y después
imaginar su relación con otra partícula y así sucesivamente. Este ha sido considerado el
método más natural. Concebir una partícula requiere, sin embargo, un proceso de
abstracción, puesto que todas nuestras percepciones están relacionadas con cuerpos
extensos, de forma que la idea de totalidad que está en nuestra conciencia en un
instante dado es quizá una idea tan primitiva como la idea de cualquier cosa individual.”
(Citado en Köhler, 1972; p. 89).
Cuando Maxwell hizo estas manifestaciones no estaba, por supuesto, influido por
ningún psicólogo de la Forma. El párrafo que acabo de citar fue escrito en 1873, casi
cuarenta años antes de que los psicólogos de la Forma empezasen su trabajo.
Köhler leyó las conferencias que Max Planck había pronunciado en Nueva York en
1909. En una de estas conferencias Planck expone el concepto de los procesos
irreversibles, un concepto que juega un papel fundamental en lo que los físicos llaman
el Segundo Principio de la Termodinámica.
En relación con esto, Planck (1910; p. 96-97) hace la siguiente manifestación:
“En física tenemos la costumbre de intentar explicar un proceso físico
descomponiéndolo en sus distintos elementos. Consideramos todos los procesos
193
complicados como una combinación de simples procesos elementales…, esto es,
pensamos del todo que tenemos delante como la suma de sus partes. Pero este
procedimiento presupone que la división de un todo no afecta el carácter de este todo…
ahora bien, cuando nos enfrentamos de esta manera con procesos irreversibles, la
irreversibilidad se pierde simplemente. No pueden entenderse tales procesos si se
presupone que todas las propiedades de un todo pueden ser comprendidas estudiando
sus partes.” (Citado en Köhler, 1972; p. 90).
Planck añade la siguiente frase, extraordinaria, retomada por Köhler (1972; p. 90):
“me parece que la misma dificultad se presenta cuando consideramos la mayor parte de
los problemas de la vida mental”.
También Eddington (1929, p. 103) escribió:
“Hay una forma de examen ideal que estudiaría cada una de las pequeñas
divisiones del espacio, una por una, para ver que contienen y, de esta forma, hacer lo
que se consideraría como un completo inventario del mundo. Pero este análisis falla
delante cualquier rasgo del mundo que no esté situado dentro de un minúsculo
compartimiento.” (Citado en Köhler, 1972; p. 91).
Estas citas reveladas por Köhler demuestran que los primeros psicólogos de la
forma, en aquel tiempo no familiarizados aún con estas notables afirmaciones de los
grandes científicos, trabajaron de un modo casi ingenuo, más no ilusorio, en una
dirección que estaba completamente de acuerdo con las tendencias que habían
aparecido ya en las Ciencias Naturales.
Por otro lado, Wilhem Wundt, quien es considerado el fundador de la psicología
experimental, afirma:
“Los procesos del cerebro y los hechos psicológicos correspondientes se
diferencian totalmente en cuanto a su naturaleza, a sus elementos y a las conexiones
entre esos elementos.” (Citado en Köhler, 1972; p. 95).
Descartes se impacientaba con tales puntos de vista. Según él, el cuerpo era una
máquina, y por eso los conceptos psicológicos tenían que dejarse de lado cuando se
estudiaba simplemente esta máquina.
Sin embargo, todo esto no está tan claramente expresado en los propios escritos
de Descartes. En su tiempo, un filósofo que quería continuar sus estudios sin ser
molestado tenía que andar con mucho cuidado. Recientemente habían sido quemados
en público en las afueras de París los escritos de Harvey, descubridor de la circulación
de la sangre. Según el punto de vista tradicional, una criatura de tanta dignidad como el
hombre no podía ser una morada de desasosiego tan permanente como el que suponía
la circulación de la sangre. Las cosas perfectas, se creía, son siempre estables y
sólidas.
También había que tener presente los muchos sinsabores a que Galileo se vio
sometido por sus puntos de vista en Astronomía. Al usar su nuevo telescopio para
observar el sol y los planetas, se había encontrado con que aquí también había alguna
complicación y cambio, mientras que las autoridades sabían con seguridad que en el
distinguido reino del más allá de la Luna todo ocurría de manera simple, estable y
armónica.
194
Aún más, otro filósofo, Giordano Bruno, había sido quemado en la hoguera por
sus originales ideas sobre el universo. Por esta razón, y durante algún tiempo,
Descartes guardó partes de sus manuscritos clandestinamente y, a menudo, exponía
sus opiniones como si se tratase de las fantasías de otros y no de sus propias
convicciones. La interpretación del organismo humano como una máquina era algo
ofensivo. Por eso descartes disfrazo sus ideas diciendo que él estaba interesado solo
en un robot que se parecía al cuerpo humano de la forma más sorprendente.
Köhler (1972; p. 100-101) cita unos cuantos párrafos de Descartes (1664), de su
tratado De l´Homme y de otra obra, Les passions de l´Ame:
“Deseo que te des cuenta de que todas las funciones que atribuyo a esta máquina
mía son consecuencia natural de la forma en que sus “órganos” están conectados y
dispuestos -exactamente como los movimientos de un reloj u otra cosa automática se
originan de la disposición de ciertos pesos y ruedas-. Esto sirve para la manera en que
nuestra máquina digiere; para la forma en que laten su corazón y sus venas, en que
respira, esté despierta o dormida; sirve para la estimulación de sus órganos sensoriales
externos por la luz, el sonido, el olor, el sabor, el calor y similares; para la retención de
tales impresiones en la memoria, y también para las emociones internas llamadas
apetitos y pasiones. Finalmente, es válido también para los movimientos externos de
sus miembros. Hasta tal punto están estos movimientos de la máquina de acuerdo con
las acciones de los objetos externos, y también con las pasiones e impresiones
almacenadas en la memoria, que “la imitación de un ser humano auténtico” es casi
perfecta. Evidentemente, para entender la máquina, no es necesario referirse a un
principio anímico especial vegetativo o sensitivo. Tenemos que referirnos solamente a
la sangre y al espíritu animal, que son agitados por el calor permanente del corazón. Y
este ardor es, desde luego, exactamente idéntico al calor que se encuentra en cualquier
objeto inanimado.”
Después, Descartes pasa a considerar el sistema nervioso. Aquí, dice Köhler
(1972; p. 102), Descartes afirma que tenemos un conjunto de receptáculos y tubos en
los que este fluido, el espíritu animal, se almacena o circula. ¿En dónde están estos
receptáculos? Al llegar a este punto, el autor expone una tesis singular. Aunque
nosotros consideramos el tejido del cerebro como fundamental, para Descartes este
tejido formaba principalmente las paredes que encerraban los receptáculos realmente
importantes, y estos receptáculos son lo que llamamos los ventrículos, ciertos espacios
rodeados por tejido cerebral y rellenos de líquido cerebroespinal cefalorraquídeo. Pero
en la neurología de Descartes estos ventrículos son de importancia primordial porque
contiene el espíritu animal, la materia que hace que la máquina humana funcione.
Köhler (1972; p. 102), cita de nuevo a Descartes:
“Hay poros en las paredes de los receptáculos cerebrales a través de los cuales el
espíritu animal pasa a los nervios, y según por qué poros y por qué nervios entre en un
caso dado, puede cambiar la forma de los músculos en los que termina el nervio, de
forma que los miembros de la máquina se mueven, lo mismo que el aire de un globo
hace que el globo se dilate y se endurezca.”
Después de esta sorprendente interpretación aerodinámica de la acción de los
músculos, Descartes hace la siguiente afirmación:
195
“Tales cosas no son, desde luego, conocidas por las grutas artificiales y las
fuentes de los jardines reales, en las que el simple poder del agua, conforme escapa,
basta para poner en acción un mecanismo u otro, o incluso para hacer que ciertos
instrumentos toquen música u otros pronuncien algunas palabras -enteramente de
acuerdo con la disposición de las tuberías que conectan la fuente con estos
mecanismos. Ciertamente se pueden comparar los nervios de nuestra máquina con
tales tuberías, y sus músculos y tendones con los mecanismos y resortes de los
artefactos que el agua acciona, y el espíritu animal con el agua misma. Aún más: los
objetos exteriores que en nuestra máquina impresionan los órganos sensoriales, y así,
indirectamente, causan la actividad muscular, son como visitantes que se aproximan a
una de estas grutas o fuentes y, sin darse cuenta, pisan cierta plancha escondida en el
suelo, después de lo cual la estatua de una Diana que se está disponiendo para el
baño, se retira con sigilo a los arbustos cercanos, y cuando tratando de seguirla pisan
otra placa, un Neptuno se aproxima, amenazador, con el tridente, o un monstruo marino
les escupe en la cara un chorro de agua. Desde luego, si se colocase un alma racional
en nuestra máquina, en medio de su cerebro, desempeñaría el papel del hombre
responsable de tales fuentes y, por lo tanto, debería estar en el centro mismo, el lugar
desde el que parten las diversas tuberías hacia los receptáculos especiales que acabo
de mencionar.” (Citado en Köhler, 1972; p. 103-104)
Como se aprecia, dice Köhler (1972; p. 104-105), Descartes no supone que la
transmisión en los nervios sea exclusivamente un quehacer del espíritu animal que se
desplaza a través de estos conductos como cañerías. Esto, cree él, sucede “sólo
cuando nuestros músculos son empujados a la acción; esto es, cuando la transmisión
nerviosa ocurre hacia la periferia. La transmisión en la dirección opuesta que tiene por
causa un estímulo periférico, sigue un principio diferente. En medio de cada tubo
nervioso hay un filamento que se prolonga desde el órgano sensorial hasta el extremo
central del tubo en el cerebro. El estímulo de cualquier parte de un órgano sensorial
significa una ligera sacudida de esta fibra, sacudida que se transmite al cerebro a través
de la fibra, y como resultado, cierto poro de la pared de los ventrículos se abre
temporalmente. En este momento, claro está que algo del espíritu animal se cuela por
el tubo o cañería, viaja en dirección opuesta y activa algún musculo, de forma que
obtenemos lo que ahora llamamos acciones reflejas, por ejemplo, la retirada automática
de un pie que se ha arrimado demasiado al fuego.”
Es curioso que extraño cuadro de la acción de los nervios fuese totalmente
aceptado durante casi ciento cincuenta años, esto es, hasta la última parte del siglo
XVIII. La idea principal de Descartes, sin embargo, era la del organismo una máquina,
el sistema nervioso como máquina, y, a este respecto, los puntos de vista actuales, con
frecuencia, son casi tan cartesianos como si el filósofo viviese entre nosotros,
cambiando únicamente aquellos detalles que estaban equivocados en su obra original.
Volvamos ahora a la interpretación que hizo Descartes de las funciones del
organismo humano y especialmente a su curiosa neurología que Köhler denomina
Teoría de la máquina porque Descartes deduce, de una manera obvia, “formas
ordenadas de las disposiciones anatómicas del cuerpo humano, las cuales no permiten
otras formas de acción.” (Köhler, 1972; p. 110)

196
Hemos visto que la neurología actual se diferencia de la neurología de Descartes
en muchos otros aspectos. Sin embargo, según Köhler (1972; p. 111) “es todavía una
premisa importante sobre el pensamiento de neurología que el curso verdadero y
ordenado de los procesos neurológicos debe estar dictado en su totalidad por los
ordenamientos anatómicos, es decir, por las limitaciones que implica.”
Una de las tareas que encomienda Köhler fue encontrar la estructura de los
procesos físicos que ocurren en el cerebro. A veces, el término “estructura” es
empleado en un sentido puramente geométrico, sobre todo en la vieja teoría de
sistemas. Pero cuando Köhler usa el vocablo en su conexión presente se refiere a “un
aspecto funcional de los procesos, a la distribución de tales procesos, una distribución
que ellos asumen (y pueden mantener también) como una consecuencia de las
interrelaciones dinámicas o interacciones entre sus partes.” (Köhler, 1972; p. 127)
Aquí recuerdo la afirmación de Max Planck que ya había mencionado: La
naturaleza de los procesos irreversibles, puede entenderse solamente cuando
consideramos las situaciones físicas como “todos” y no como la suma de sus partes
locales.
Tiene que haber, en la opinión de Maxwell, de Planck, de Köhler, y en la mía
propia, conjuntos o todos, funcionales, estructurados, dinámicos y relacionales, ya que
“es la articulación, en el sentido de organización, no en el número y tamaño de las
similitudes individuales de la serie, de la que depende el efecto de aislamiento19”
(Köhler, 1972; p 170)
En efecto, tienen que existir configuraciones físico-químicas, biogenéticas,
neuropsicológicas, socioculturales, que permitan caracterizar a nuestro universo, al ser
humano como sistema biológico, psíquico y cultural, y a los sistemas sociales.
Los psicólogos de la Gestalt, liderados por Max Wertheimer y Wolfgang Köhler,
veían la existencia de todos irreductibles como un aspecto clave de la percepción. Los
organismos vivos, afirmaban, perciben no en términos de elementos aislados, sino de
patrones perceptuales integrados, conjuntos organizados dotados de significado, que
exhiben cualidades ausentes en sus partes.
Sin embargo, Köhler (1967; p. 136) ha subrayado el hecho de que la organización
sensorial constituye una realización característica del sistema nervioso, porque ciertos
autores parecen pensar que, de acuerdo con la psicología de la configuración, las
configuraciones o Gestalten, es decir: las entidades segregadas o destacadas, existen
fuera del organismo y simplemente se extienden o se proyectan en el sistema nervioso.
Köhler insiste en que reiteradas ocasiones en que este punto de vista es erróneo.
La configuración designa un conjunto de procesos solidarios entre sí, o cuyos
subprocesos son funciones y significados unos de otros. Los procesos de una
configuración están interrelacionados, cada proceso o subproceso está relacionado con
los demás y con la totalidad. Una configuración está compuesta de miembros
procesales, no de partes; la configuración es un todo dinámico, no es una suma de
partes.

19
Esta afirmación se refiere a los experimentos que dirigió Kohler, pero que aún no había preparado para su publicación
197
Los miembros de un todo de esta índole están enlazados entre sí de tal forma que
puede hablarse de no independencia relativas de unos con otros, y de compenetración
mutua. En la configuración hay enlace y función, no hay adición y fusión. Es por ello
que en la descripción de una configuración salen a relucir vocablos tales como
articulación, compenetración funcional y solidaridad.
Mientras en psicología la estructura es una configuración, en Dilthey aparece
como una conexión significativa. Tal conexión es propia de los complexos psíquicos, de
los objetos culturales y hasta del sistema completo del espíritu objetivo. En esta idea de
la conexión significativa desempeña un papel fundamental el elemento temporal e
histórico, configuracionales subjetivamente, las totalidades estructurales aparecen
como vivencias, objetivamente, aparecen como formas del espíritu. Las
configuraciones, como conexiones significativas no se pueden explicar, en vez de
explicación hay descripción, comprensión e interpretación.
La configuración es una función de los sistemas relacionales, la configuración
común de dos o más de estos sistemas equivale a la referencia de cada uno de los
procesos inmanentes al sistema y de cada uno de los de otro u otros.
4.2-Diferencias entre la configuración y las nociones de sistema,
complejidad, holos y sintagma.
A partir de la consideración de utilizar la noción de ‘configuración’ en nuestra
propuesta epistemológica, resulta necesario establecer la diferencia con las nociones
de sistema, complejidad, holos y, sobre todo, con la noción de ‘sintagma’ utilizada por
Barrera (2008) en el desarrollo de su Teoría Holística, y hacer una breve referencia a la
misma por su importancia gnoseológica, ontológica, teleológica, epistemológica, teórica
y metodológica.
Según Barrera (2008; p. 108) “el sintagma es una metáfora conceptual que en
holística alude al proceso integrativo, de ideas y valores, producto de las relaciones del
conocimiento o de distintos modelos epistémicos. Sintagma en su etimología alude a la
resultante de un proceso o actividad en donde convergen distintos aspectos, los cuales
dan origen a procesos o eventos caracterizados por expresar integrativamente distintos
aspectos allí contenidos. Dicho de otra forma, sintagma se refiere al proceso dinámico e
integrativo mediante el cual distintos saberes se conjugan y se integran para dar origen
a nuevas formas de conocer, como también a variados modelos e interpretaciones
epistémicas.”
Sintagma, en su etimología griega significa coincidencia (de sin) y forma, manera
(tagma), es decir, coincidencia en alguna forma o manera.
“Los sintagmas se logran por convergencia de paradigmas; también, mediante el
desarrollo de presupuestos conceptuales y filosóficos que de manera progresiva
generan una matriz epistémica basada en la riqueza conceptual de los eventos. El
sintagma requiere integración teorética; pero para que esta ocurra se precisa
comprensión por parte del investigador de los distintos paradigmas y de los modelos
epistémicos susceptibles de ser considerados en la investigación.” (Barrera, 2008; p.
108)

198
Sin embargo, según el Diccionario Océano, (1999), la configuración es:
“Disposición de las partes o elementos que componen un cuerpo u objeto y le dan su
peculiar figura.”
En el Diccionario de Psicología, de Friedrich Dorsch (1985) se define la
configuración como, “forma, gestalt, ordenación espacial. También la trama de relación
en el contenido de una percepción”.
El propio diccionario hace referencia a la configuración del curso de la acción y
significa que: “En el carácter y la personalidad, no deben considerarse solamente el tipo
y la estructura, sino también su dinámica. El cómo del desarrollo de la existencia puede
considerarse como configuración del curso, característica de la personalidad en su
conjunto.”
Como se aprecia, una configuración no es lo mismo que un sintagma.
“En su desarrollo el sintagma cuenta con cuatro niveles de complejidad. Si se
toma como ejemplo el desarrollo de una investigación, el primer nivel perceptual
corresponde a la descripción de los paradigmas. Un segundo nivel aprehensivo, está
determinado por las relaciones entre paradigmas, lo que propicia la interpretación. Un
tercer nivel comprensivo, expresado como fundamentación y desarrollo argumental de
la investigación. Y un cuarto nivel integrativo que se manifiesta desde el núcleo
sintagmático como fundamento teorético de la investigación, como aporte reflexivo del
investigador.” (Barrera, 2008; p.110)
Para argumentar aún más las diferencias entre configuración y sintagma, resulta
útil referir las consideraciones de la psicología de la Gestalt, de donde se ha traducido
el término configuración.
Según el Diccionario Enciclopédico Quillet (1971), Gestalt es una palabra
alemana que en español, a pesar de ser de uso corriente, suele traducirse por
estructura, forma, configuración, figura. Designa una totalidad psíquica integradas por
elementos o miembros solidarios entre sí, interdependientes, y cuyo sentido está dado
por el de la totalidad que integran. La Gestalt es un todo organizado y no una suma de
partes. Aplicada en psicología, constituye una corriente psicoterapéutica de amplia
aceptación.
Según Runes (1994) la psicología de la Gestalt fue una reacción contra los
elementos psíquicos de la psicología analítica o asociacionista y los substituyó por el
concepto de Gestalt o todo organizado, por cuanto las partes no son anteriores al todo,
si no que derivan su carácter de la estructura del todo. El concepto de Gestalt se aplica
tanto a lo físico como a lo fisiológico, como a los niveles psicológicos, y, en psicología,
tanto para la organización sensible originaria como para los procesos superiores
intelectuales y asociativos de la mente.
En el diccionario Manual de Psicología, de Horace B. English (s/f) se define: “Una
Gestalt es un todo indivisible, articulado, que no puede constituirse con una mera
adición de elementos independientes”, y se reconoce que “cada parte no es un
elemento independiente, sino un miembro de un todo, cuya naturaleza misma depende
de su carácter de miembro del todo.”

199
“Para devenir saber propiamente dicho, o para engendrar el elemento de la
ciencia, que es su mismo concepto puro, tiene que avanzar penosamente por un largo
camino. -Este devenir, tal como va a presentarse en su contenido y en las
configuraciones que en él se muestran, no será lo que suele imaginarse como una
conducción de la conciencia no científica hacia la ciencia; será también algo distinto de
la fundamentación de la ciencia-.” (Hegel, 1994; p. 40)
“La categoría configuración la hemos utilizado para expresar la constitución
subjetiva de los distintos tipos de relaciones y actividades que caracterizan la vida
social de la persona. Las configuraciones son categorías complejas, pluridimensionales,
que representan la unidad dinámica sobre la que se definen los diferentes sentidos
subjetivos de los eventos sociales vividos por el hombre.” (González, 1997; p. 92)
Según Hegel (1994; p. 41), “el individuo particular es el espíritu incompleto, una
configuración concreta en cuya existencia entera domina una determinación, y en la
cual están presentes las demás sólo con rasgos borrosos.”
A estos elementos teóricos el propio González (1997; p. 92-93), adiciona:
“Las configuraciones son relaciones entre estados dinámicos diversos y
contradictorios entre sí, la que se produce en el curso de las actividades y relaciones
sociales del sujeto a través de las diferentes emociones producidas en dichas
actividades.
Las configuraciones subjetivas son verdaderos sistemas autorregulados, con
posibilidades imprevistas de cambio y reestructuración a lo largo del tiempo, así como
de integración y desintegración dentro de otras configuraciones que, en cada momento
del desarrollo, caracterizan los sentidos subjetivos dominantes en cada sujeto
concreto.”
En cambio, según Barrera (2008; p. 113) “el núcleo sintagmático constituye una
condición epistémica, dinámica e integrativa. En el núcleo sintagmático se puede
producir un modelo teórico diferente, producto de las interacciones con los distintos
paradigmas. El Mt20 naciente puede a su vez ser postulado como nuevo paradigma. Los
sintagmas son exigentes en cuanto que requieren el conocimiento de los distintos
paradigmas, cuando de precisar la matriz epistémica se trata o cuando se desea
profundizar en el estudio de los paradigmas en aras de propiciar una forma de
pensamiento distintivo. La sintagmagrafía (infogramas que determinan las relaciones de
paradigmas y sintagmas) pueden servir de recurso para precisar aspectos relacionados
con paradigmas presentes en un evento (sea investigación, contexto, empresa o
situación).”
Por otro lado, para Fuentes, Álvarez y Matos (2004; p. 6), “las configuraciones
constituyen un reflejo subjetivo de la realidad objetiva, cuyo fundamento en última
instancia está en las propias regularidades objetivas de esa realidad estudiada, que al
ser reflejada en el sujeto y ser empleada conscientemente por éste, permite la
comprensión y transformación de esa realidad.”

20
Se refiere a Modelo Teórico
200
Cinco años después Homero Fuentes afirma que con la categoría configuración se
identifican aquellas expresiones dinámicas del objeto, de naturaleza objetivo - subjetiva,
que, al relacionarse e interactuar dialécticamente, se integran en torno a los sentidos
que el proceso va adquiriendo para el sujeto, conforme a lo cual se va configurando un
proceso de investigación que asciende a niveles cualitativamente superiores de
organización y desarrollo. (Fuentes, 2009)
Como se aprecia, la categoría configuración se ha utilizado para dar cuenta del
carácter dinámico, complejo, dialéctico, sistémico, individual, irregular y contradictorio
que tiene la organización de los procesos humanos y sociales.
El filósofo Wittgenstein (2012; p. 62-64) hace un enunciado de proposiciones,
hilvanadas lógica y conceptualmente, que develan la esencia de las configuraciones:
 Nos hacemos figuras de los hechos.
 La figura representa el estado de cosas en el espacio lógico, el darse y no
darse efectivos de estados de cosas.
 La figura es un modelo de la realidad.
 A los objetos corresponden en la figura los elementos de la misma.
 Los elementos de la figura hacen en ella las veces de los objetos.
 La figura consiste en que se elementos se interrelacionan de un modo y manera
determinados.
 La figura es un hecho.
 Que los elementos de la figura se comporten unos con otros de un modo y
manera determinados, representa que las cosas se comportan así unas con
otras.
 Esta interrelación de los elementos de la figura se llama subestructura y la
posibilidad de la misma, su forma de figuración.
 La forma de figuración es la posibilidad de que las cosas se interrelacionen al
igual que los elementos de la figura.
 La figura esta enlazada así con la realidad; llega hasta ella.
 Es como un patrón de medida aplicado a la realidad.
 Sólo los puntos extremos de las marcas tocan el objeto a medir.
 Así pues de acuerdo con esta concepción a la figura pertenece también la
relación figurativa que la convierte en figura.
 La relación figurativa consiste en las coordinaciones entre los elementos de la
figura y los de las cosas.
 Estas coordinaciones son, por asi decirlo, los tentáculos de los elementos de la
figura con lo que esta toca la realidad.
 Para hacer figura, pues, el hecho ha de tener algo en común con lo figurado.
 En la figura y en lo figurado tiene que haber algo idéntico en orden a que
aquella pueda siquiera ser figura de esto.
 Lo que la figura ha de tener en común con la realidad para poder figurarla a su
modo y manera -correcta o falsamente- en su forma de figuración.
 La figura puede figurar cualquier realidad cuya forma tenga.
 La figura espacial todo lo espacial, la cromática, todo lo cromático, etc.
 Pero la figura no puede figurar su forma de figuración; la ostenta.
201
 La figura representa su objeto desde fuera (su punto de vista en su forma de
representación); por ello representa su objeto correcta o falsamente.
 La figura no puede, sin embargo, situarse fuera de su forma de representación.
 Lo que cualquier figura, sea cual fuere su forma, ha de tener en común con la
realidad para poder siquiera -correcta o falsamente- figurarla, es la forma lógica,
esto es, la forma de la realidad.
 Si la forma de la figuración es la forma lógica, la figura se llama la figura lógica.
 Cualquier figura es también una figura lógica. (Por el contrario, no toda figura
es, pongamos por caso, espacial)
 La figura lógica puede figurar el mundo con lo figurado la forma lógica de la
figuración.
 La figura, figura la realidad en la medida en que representa una posibilidad al
darse y no darse efectivos de estados de cosas.
 La figura representa un posible estado de cosas en el espacio lógico.
 La figura contiene la posibilidad del estado de cosas que representa.
 La figura concuerda o no con la realidad; es correcta o incorrecta, verdadera o
falsa.
 La figura representa lo que representa, independientemente de su verdad o
falsedad, por la forma de la figuración.
 Lo que la figura representa es su sentido.
 Su verdad o falsedad consiste en el acuerdo o desacuerdo de su sentido con la
realidad.
 Para reconocer si la figura es verdadera o falsa, tenemos que compararla con la
realidad.
 Por la figura sólo no cabe reconocer si ella es verdadera o falsa.
 No existe una figura verdadera a priori.
Como se aprecia por medio del análisis detallado de estas proposiciones del
filósofo del lenguaje, la configuración está formada por agrupaciones, mutualidades o
asociaciones, de un extraordinario alto nivel de complejidad, que se relacionan de
manera dialéctica y están constituidas por sistemas de sistemas, cuyas funciones y
dinámica son muy difíciles de describir, interpretar, comprender, explicar y predecir.
Denomino configuración a la comprensión e interpretación holística de estos
sistemas de sistemas y las relaciones dialécticas y dinámicas entres sus procesos,
funciones, regularidades, significados, rasgos caracterológicos, y entre ellos mismos.
A pesar de que la configuración está integrada por sistemas, en ella no aparecen
componentes, ni elementos, ni estructuras. La configuración constituye una
organización dinámica de procesos relacionales y funcionales que dan sentido a la
configuración, que se despliega en una totalidad multidimensional de relaciones e
interacciones, dando cuenta así de su complejidad.
No es lo mismo una configuración que un sistema. Aunque ambos están
relacionados. En este sentido, todo sistema es una configuración estática y toda
configuración es un sistema dinámico. Es por ello que podemos identificar
configuraciones vivas, configuraciones psicológicas y configuraciones sociales.

202
El ser humano es una configuración sistémica y compleja de configuraciones que
autoconfigura las configuraciones vivas, las psicológicas y las sociales. El ser humano,
en su devenir histórico, muestra sus configuraciones biogenéticas, neuropsicológicas,
psicosociales y socioculturales. El ser humano es una configuración biopsicocultural.
“Bajo una comprensión holística son importantes la tesis, la antítesis y la síntesis,
como también las distintas interacciones y zonas de influencia común susceptibles
todas de generar episteme, amén de nuevas opciones para conocer. Las posturas
excéntricas, bloqueadoras y de enfrentamiento cerrado en nombre de la dialéctica son
opuestas, por supuesto, a la dialéctica (pues niegan la antítesis y la síntesis). En
holística se aprecia el proceso dialéctico desde la complejidad en el contexto de
múltiples sinergias e interacciones bajo el principio de posibilidades abiertas: múltiples,
fascinantes, complejas opciones se pueden plantear.” (Barrera, 2008; p. 111)
Una configuración es una totalidad organizada, integrada por procesos dinámicos,
funcionales y relacionados, internamente y externamente, con otras configuraciones
contextuales de un mismo o diferente orden de complejidad, que tienen sentido y
significado para ella misma y para otras configuraciones relacionadas o no con ella.
Inherente al carácter configuracional del proceso está lo dinámico, lo constructivo,
lo procesal, de manera que las configuraciones no existen como un hecho estático, no
son un componente, ni un elemento, sino que se construyen en su dinámica a través de
las relaciones que en éste se establecen.
De ahí que la configuración sólo puede ser reconocida si está organizada
holísticamente, como un todo, incluyendo al proceso y al contexto configurante. De esta
manera, el proceso y el contexto configurante están inextricablemente articulados y
armonizados.
Denomino contexto configurante a aquellos procesos con potencialidades
configuradoras.
Las potencialidades configuradoras son las posibilidades, perspectivas y
solvencias que tiene una configuración de configurarse con otras configuraciones y dar
lugar así a configuraciones de orden superior, de complejidades extraordinarias.
En este sentido, el contexto configurante constituye una configuración que cuando
se configura con otras configuraciones forman configuraciones de orden superior,
extraordinarias.
Los sistemas, procesos, contextos, relaciones, regularidades y rasgos
caracterológicos de las configuraciones están conectados y articulados, compenetrados
mutuamente, armonizados, son solidarios entre sí y mantienen relaciones armónicas y
coherentes de interdependencia, en el sentido de que cada uno de ellos constituye y
simboliza funciones y significados de otros. Son atributos y cualidades inmanentes de la
configuración. Constituyen su complejidad inmanente como cualidad que la caracteriza.
4.3-Niveles de complejidad configurativa
Según Morín (2011; p. 45), “la realidad está....tanto en el vínculo como en la
distinción entre el sistema abierto y su ambiente....Lógicamente, el sistema no puede
ser comprendido más que incluyendo en sí al ambiente, que le es a la vez íntimo y

203
extraño y es parte de sí mismo siendo, al mismo tiempo, exterior.”
Ese vínculo es absolutamente crucial desde el punto de vista epistemológico,
metodológico, teórico, empírico, por cuanto en lo metodológico es muy difícil estudiar
sistemas abiertos como entidades aislables.
“Teórica y empíricamente, el concepto de sistema abierto abre la puerta a una
teoría de la evolución, que no puede provenir más que de interacciones entre sistema y
eco-sistema y que, en sus lazos organizacionales más notables, puede ser concebido
como un desborde del sistema en un meta-sistema. La puerta está....abierta hacia una
Teoría de Sistemas auto-eco-organizadores, por cierto abiertos ellos mismos (porque
lejos de escapar a la apertura, la evolución hacia la complejidad la acrecienta), es decir,
de sistemas vivientes.” (Morín, 2011; p. 45)
Finalmente, concluye Morín (2011; p. 45) “siendo la relación fundamental entre los
sistemas abiertos y el eco-sistema de orden material-energético y, a la vez,
organizacional/informacional, se podría tratar de comprender el carácter al mismo
tiempo determinado y aleatorio de la relación eco-sistémica.”
Es increíble que una idea tan valiosa tomo la de sistema abierto haya emergido
tan tarde, lo cual demuestra cuán difícil de percibir es la evidencia. De hecho, esta
concepción ella está presente....en algunas teorías, “en Freud donde el Yo es un
sistema abierto al mismo tiempo sobre el ello y el superyo, no pudiendo constituirse
más que a partir de uno y otro, manteniendo relaciones ambiguas pero fundamentales
con uno y otro; la idea de personalidad, en la Antropología Cultural, implica igualmente
que ésta sea un sistema abierto sobre la cultura (pero desafortunadamente, en esa
disciplina, la cultura es un sistema cerrado).” (Morín, 2011; p. 45)
El yo, el ello y el superyo de Freud constituyen cada uno por separado una
configuración compleja. Y los tres unidos forman una configuración compleja
extraordinaria.
Asumo las configuraciones humanas como unidades constitutivas que responden
a una condición subjetiva. De ahí que, asumir una concepción del ser humano como
configuración compleja y sistémica, implica no darle sentido a la división entre la
cognición y el afecto, pues estos constituyen una unidad funcional de lo afectivo y lo
cognitivo. No obstante, en el caso concreto de la mente humana, ésta podría
caracterizarse como una configuración de configuraciones, por medio de la
configuración afectiva o emocional, la configuración cognitiva o intelectual y la
configuración instrumental o praxiológica.
Cuando un observador produce una unidad compuesta en su praxis de vivir [como
es el caso de la mente humana], produce, en criterio de Maturana (2009b; p. 127), una
entidad en la cual la configuración de relaciones entre los componentes que constituyen
su organización es un subconjunto de todas las relaciones reales que tienen lugar entre
sus componentes al realizar éstos su estructura y constituirla como una totalidad en el
dominio de existencia en el cual se produjeron.
De esta forma, la organización de una unidad compuesta no agota las relaciones y
las interacciones en las cuales los componentes que la realizan pueden participar en su
dominio de existencia. El resultado de esto es que la realización estructural de una
204
unidad compuesta, sus componentes, pueden participar, a través de otras propiedades
que no sean aquellas que las impliquen en la realización de su organización, en la
realización de la organización de otras muchas unidades compuestas que, por tanto, se
intersectan estructuralmente con ella. Más aún, cuando los componentes de una unidad
compuesta son en sí mismos unidades compuestas, aquélla puede participar en las
intersecciones estructurales que tienen lugar a través de los componentes de sus
componentes. En cualquier caso, cuando un observador, u observadora, diferencia dos
o más sistemas que se intersectan estructuralmente, el observador, u observadora,
diferencia dos o más unidades compuestas distintas llevadas a cabo a través del mismo
cuerpo. (Maturana, 2009b; p. 128)
El ser humano, como todo ser vivo, no es un agregado de elementos
yuxtapuestos; es un todo integrado que constituye un supra sistema dinámico, formado
por muchos subsistemas perfectamente coordinados: el subsistema físico, químico,
biológico, psicológico, social, el cultural, el ético-moral y el espiritual. Todos juntos e
integrados constituyen la personalidad, y su falta de integración o coordinación
desencadena procesos patológicos de diferente índole: orgánica, psicológica, social, o
varias juntas. (Martínez, 2008; p. 241)
Al decir de Morín (2011; p. 89) “el paradigma de simplicidad es un paradigma que
pone orden en el universo, y persigue al desorden. El orden se reduce a una ley, a un
principio. La simplicidad ve a lo uno y ve a lo múltiple, pero no puede ver que lo Uno
puede, al mismo tiempo, ser Múltiple. El principio de simplicidad o bien separa lo que
está ligado (disyunción), o bien unifica lo que es diverso (reducción).”
Y para explicar lo anterior toma como ejemplo precisamente al hombre.
“El hombre es un ser evidentemente biológico. Es, al mismo tiempo, un ser
evidentemente cultural, meta-biológico y que vive en un universo de lenguaje, de ideas
y de conciencia. Pero, a esas dos realidades, la realidad biológica y la realidad cultural,
el paradigma de simplificación nos obliga ya sea a desunirlas, ya sea a reducir la más
compleja a la menos compleja. Vamos entonces a estudiar al hombre biológico en el
departamento de Biología, como un ser anatómico, fisiológico, etc., y vamos a estudiar
al hombre cultural en los departamentos de ciencias humanas y sociales. Vamos a
estudiar al cerebro como órgano biológico y vamos a estudiar al espíritu, the mind,
como función o realidad psicológica. Olvidamos que uno no existe sin el otro; más aún,
que uno es, al mismo tiempo, el otro, si bien son tratados con términos y conceptos
diferentes.” (Morín, 2011; 89)
Rogers (1989, p. 106) repitió muchas veces, especialmente en sus últimos
tiempos, que el “deseaba anteponer y valorar a la persona por encima de todo”, el
concepto de persona lo entiende tanto en su singularidad sustancial, con sus
características de unicidad, autonomía, dignidad y responsabilidad, como en su carácter
relacional interpersonal de interacción con otras personas, pues toda persona nace,
vive, se desarrolla y muere estando en relación con otros seres humanos, de los cuales
depende continuamente.
Estos aspectos relacionales y sociales constituyen su propia esencia y existencia y
se viven, más o menos interesantemente, según las vicisitudes de la vida misma; no se
pueden dividir considerando, por un lado, las experiencias vivenciales del asesor y, por
205
el otro, las del asesorado, pues ambos aparecen al inicio de la relación y se integran en
un “encuentro” interpersonal y experiencial de reflexión mutua que forman una sola
realidad configurada. En esa configuración pueden entrar, y de hecho lo hacen por vías
inimaginables, los elementos o estructuras dinámicas físicas, químicas, biológicas,
psicológicas, sociales, culturales y espirituales de cada persona. De todo ello, irá
surgiendo naturalmente una nueva persona con todos los signos de salud y bienestar.
(Martínez, 2008; p. 248)
Como ya hemos dicho, el gran biólogo y genetista Dobzhansky (1967) ha
señalado que el genoma, que comprende tanto genes reguladores como operantes,
trabaja como una orquesta y no como un conjunto de solistas.
Durante el primer mes, de manera específica, podemos decir que tanto la madre
como el bebé sufren los siguientes cambios:
Día 1: fecundación;
Día 4: el óvulo llega al útero;
Día 7: se inicia la implantación del ovulo en la cavidad uterina; se forma el tubo
neural, primitiva medula espinal; una extremidad se abulta: es la cabeza;
Día 25: comienza a latir un diminuto corazón con 120 latidos por minuto; se le
conoce como embrión; mide 9 mm y pesa 0.5 gramos.
Durante el segundo mes: se perfila su cara; se forman sus ojos y tiene parpados;
crecen sus brazos y piernas; van desarrollándose sus huesos largos, sus órganos
internos y su cerebro; el embrión flota en su saco lleno de liquido amniótico; mide 4 cm
y pesa 5 g. y así en adelante, en una sucesión de prodigiosas etapas, una tras otra.
El nivel de complejidad de este proceso es tan alto que su maravilloso diseño
requirió la división de sus funciones y compromisos en dos sexos, cada uno de los
cuales tiene su participación, y la buena marcha de la creación de un nuevo ser, desde
la concepción hasta la adultez, requiere la armonía e integración de los dos. Es más, la
naturaleza humana no está representada por ninguno de los sexos por separado, sino
por la integración de los dos. (Martínez, 2008; p. 313)
Ahora bien, inherente al carácter configuracional de un proceso determinado está
el movimiento, lo dinámico, lo creativo, lo fluctuante, de manera que las configuraciones
no existen como un hecho estático, no son un componente, son un proceso, y se
construyen en su dinámica a través de las relaciones de modificación, cambio y
transformación que en éste se establecen.
De acuerdo a esta concepción las configuraciones que permiten caracterizar
externamente un proceso constituyen rasgos caracterológicos que especifican el
proceso considerado y lo distinguen de otros procesos. Un ejemplo de ello pueden ser
configuraciones como: pensamiento, inteligencia, emociones, sentimientos, habilidades,
destrezas, creatividad, valores, actitudes, competencias, convivencia, identidad, entre
otras, que constituyen rasgos caracterológicos de la personalidad de un sujeto.
Asimismo, cada una de estas configuraciones puede ser comprendida si la
analizamos y caracterizamos mediante sus rasgos caracterológicos inherentes, es
decir, a través de sus configuraciones inmanentes.
206
Es preciso comprender que la configuración de una configuración es posible si se
da la recurrencia de interacciones cooperativas definida por Maturana. Es decir, si hay
recurrencia de interacciones cooperativas entre dos o más procesos o entre un proceso
y un contexto configurante, el resultado podría ser una configuración, siempre que la
recurrencia de interacciones cooperativas se convierta en un mecanismo mediante el
cual dichos procesos y contexto realicen su autopoiesis.
La recurrencia de interacciones cooperativas siempre es expresión del movimiento
y dinámica de los procesos presentes en una configuración, en el que emergen sus
relaciones preferenciales. En efecto, la configuración de relaciones preferenciales
denota la identidad configuracional.
Estas relaciones preferenciales pueden darse entre procesos o al interior de un
proceso determinado, dando lugar a configuraciones con diversos grados de
complejidad.
Según Bateson (2010; p. 488), existe la jerarquía de diferencias que los biólogos
llaman "niveles". Me refiero a diferencias como las que median entre una célula y un
tejido, entre un tejido y un órgano, un órgano y un organismo, un organismo y la
sociedad.
Son éstas las jerarquías de unidades o de Gestalten, en las cuales cada
subunidad es una parte de la unidad superior de extensión más vasta. Y, como siempre
sucede en la biología, esta diferencia o relación que Bateson (2010; p. 489) denomina
"parte de" es tal, que ciertas diferencias en la parte tienen efecto informacional sobre la
unidad más extensa, y viceversa.
En efecto, existen diferentes niveles de complejidad de los contextos, procesos y
sistemas socio-humanos, operando (urdiendo, forjando, fraguando, tramando) en cada
nivel otros contextos, procesos y sistemas complejos y dinámicos.
En cada nivel sistémico de complejidad en orden ascendente se manifiestan y
revelan regularidades e interconexiones diferentes que no se aprecian en
complejidades inferiores. No es lo mismo una conversación con uno mismo, que entre
dos personas, o entre varios sujetos en un grupo.
No es lo mismo las interrelaciones humanas del sujeto individual, que un
matrimonio, una familia, los ciudadanos de una región, o la sociedad en general. En la
medida en que aumenten los niveles de complejidad en las relaciones, en esa misma
medida aparecen otras relaciones, interconexiones y regularidades que no estaban en
las configuraciones de orden inferior.
Ahora bien, las configuraciones socio-humanas no están formadas por redes
estructurales de componentes, sino por procesos dinámicos relacionados entre sí y con
el contexto configurante.
La función de cada componente de esa red consiste en transformar o sustituir a
los demás, de modo que la red entera se genera a sí misma de manera continua. Esta
es la clave de la definición sistémica de la vida: las redes vivas se crean y se recrean a
sí mismas sin cesar, mediante la transformación o la sustitución de sus componentes.
De este modo experimentan constantes cambios estructurales al mismo tiempo que
mantienen sus patrones de organización en forma de red. (Capra, 2003; p. 33)
207
Configuración, por lo tanto, sugiere contexto, proceso, evento, relación,
complejidad, realidades objeto de estudio, signadas por la imbricación, la interconexión
e interdependencia, armonía y coherencia.
La configuración, como totalidad, no se manifiesta plenamente, hay que insistir,
pues esta se reconoce a través de los detalles, de las evidencias y referencias. Son los
eventos, los procesos, los acontecimientos y las situaciones las que revelan el sentido
trascendente, relacional, sistémico, complejo e integrativo de la configuración.
En el caso de la relación sujeto - sociedad, esta configuración es dialéctica,
compleja y configuracional, por cuanto cada sistema autorreferente (Niklas Luhmann),
tanto el vivo como el psíquico y el social son, a la vez, sistema y entorno.
Según Maturana (2009b; p. 127), cuando un observador produce una unidad
compuesta en su praxis de vivir, produce una entidad en la cual la configuración de
relaciones entre los componentes que constituyen su organización es un subconjunto
de todas las relaciones reales que tienen lugar entre sus componentes al realizar éstos
su estructura y constituirla como una totalidad en el dominio de existencia en el cual se
produjeron.
De esta forma, la organización de una unidad compuesta no agota las relaciones y
las interacciones en las cuales los componentes que la realizan pueden participar en su
dominio de existencia. El resultado de esto es que la realización estructural de una
unidad compuesta, sus componentes, pueden participar, a través de otras propiedades
que no sean aquellas que las impliquen en la realización de su organización, en la
realización de la organización de otras muchas unidades compuestas que, por tanto, se
intersectan estructuralmente con ella. Más aún, cuando los componentes de una unidad
compuesta son en sí mismos unidades compuestas, aquélla puede participar en las
intersecciones estructurales que tienen lugar a través de los componentes de sus
componentes. En cualquier caso, cuando un observador, u observadora, diferencia dos
o más sistemas que se intersectan estructuralmente, el observador, u observadora,
diferencia dos o más unidades compuestas distintas llevadas a cabo a través del mismo
cuerpo. (Maturana, 2009b; p. 128)
4.4-Tipología de configuraciones: macro, meso y microconfiguración.
Según Laszlo (2009; p. 48), necesitamos alcanzar una comprensión más profunda
de la dirección de la evolución a través de los macro-cambios. Los conceptos
procedentes de la teoría de sistemas pueden proporcionamos el entendimiento
necesario. Empecemos con el concepto de "supra sistema". La formación de sistemas
de nivel más elevado a través de la interconexión de sistemas anteriormente más
autónomos (que pasan a ser subsistemas del sistema emergente) es una noción
familiar en la teoría general de sistemas y evolutiva. Los supra sistemas emergen a
través de la creación de "hiperciclos" en los que los subsistemas están vinculados
mediante ciclos que los catalizan mutuamente entre sí. El resultado es que los
subsistemas se tornan cada vez más interdependientes, y el supra sistema constituido
conjuntamente por ellos adquiere estructura y autonomía.
El universo es total e incesantemente coherente. El fenómeno de la coherencia es
bien conocido: tiene que ver con ondas lumínicas que cuentan con una diferencia

208
constante de fase. En una condición de coherencia, las relaciones de fase permanecen
constantes y los procesos y ritmos están armonizados. (Laszlo, 2009; p. 133)
Las fuentes de luz normales, según Laszlo (2009; p. 134), son coherentes en unos
cuantos metros; láseres, microondas y otras fuentes lumínicas tecnológicas son
coherentes a lo largo de distancias bastante superiores. Pero el tipo de coherencia que
está apareciendo en varias ramas de las ciencias empíricas es más compleja e
importante. Indica una conexión casi instantánea entre las partes o elementos de una
cosa, tanto si esa cosa es un cuanto, un átomo, un organismo o una galaxia. Este tipo
de coherencia aparece en campos tan diversos como la física cuántica, la biología, la
cosmología y la investigación cerebral y de la consciencia.
En este sentido, los acontecimientos que tienen lugar en el sistema nervioso y que
van acompañados por experiencias, constituyen sólo subprocesos inmanentes a
procesos dinámicos y funcionales más amplios. En este sentido, dependen de
situaciones a las que no tiene acceso directo lo empírico.
Sobre esto Köhler (1967; p. 205) pregunta: ¿Es lícito pretender establecer una
teoría adecuada acerca de acontecimientos psicológicos sobre la mera base de la
experiencia, si los procesos subyacentes a ésta no representan otra cosa que un sector
dentro de una totalidad funcional más amplia? Y él mismo responde con la analogía de
que nadie puede comprender una partida de ajedrez si únicamente observa los
movimientos que se verifican en una esquina del tablero.
Para comprender los procesos humanos y sociales no debemos ver solamente la
totalidad separada de los microprocesos inmanentes, pero tampoco debemos ver sólo
las especificidades y particularidades. La comprensión macro exige el análisis micro, y
la comprensión micro demanda de un análisis macro. Son inseparables. Están
interconectados. Lo macro y lo micro en los seres humanos, en sus relaciones y en la
sociedad, constituyen dos caras de una misma moneda. Son dos momentos de un
mismo filme. Condición, sentido y significado a la vez.
Las configuraciones humanas no parten de la nada, y si toda configuración es el
resultado de una génesis, debemos admitir que una génesis constituye siempre la
transformación de una configuración más simple a una configuración más compleja, y
ello según una regresión infinita.
Existen, pues, unos puntos de partida que debemos asignar a la construcción de
las configuraciones.
Piaget (1980; p. 75) designa estos datos de partida con el término global de
«coordinación general de las acciones», entendiendo con ello los lazos comunes a
todas las coordinaciones sensorio-motrices, sin entrar en el análisis de los niveles que
empiezan con los movimientos espontáneos del organismo y los reflejos que sin duda
son sus diferenciaciones estabilizadas, o incluso con los complejos de reflejos y de
programación instintiva, como la mamada del recién nacido, y que a través de las
costumbres adquiridas conducen hasta el umbral de la inteligencia sensorio-motriz o de
las conductas instrumentales.
Ahora bien, en todos estos comportamientos cuyas raíces son innatas y cuyas
diferenciaciones son adquiridas, encontramos ciertos factores funcionales y
209
determinados elementos estructurales comunes. Los factores funcionales son la
asimilación -o proceso según el cual una conducta se reproduce activamente y se
integra nuevos objetos (por ejemplo, chuparse el pulgar integrándolo en el esquema de
la mamada) - y la acomodación de los esquemas de asimilación a la diversidad de los
objetos. (Piaget, 1980; p. 75)
En el caso de la construcción de las configuraciones cognitivas, afectivas e
instrumentales, es evidente que lo «vivido» no juega un papel significativo, ya que tales
configuraciones no se encuentran en la conciencia de los sujetos, sino, lo que no es lo
mismo, en su comportamiento operatorio-instrumental, en su cotidianidad, en su
biopraxis, y que jamás han tomado conciencia de ellas en cuanto a configuraciones
holísticas.
Es evidente, en este caso, que si hay que acudir a las actividades del sujeto para
dar cuenta de las configuraciones precedentes, se trata de un sujeto epistémico,
configurado conceptualmente por el investigador, es decir, de los mecanismos comunes
a todos los sujetos individuales del mismo nivel; dicho de otro modo, de un sujeto
cualquiera.
La propia formalización de las configuraciones es una configuración que en lo
teórico conduce a una genealogía de las configuraciones, mientras que en lo práxico,
su progresiva nivelación engendra las filiaciones psicogenéticas.
La función esencial que conduce a la formación de las configuraciones es la de la
«configuración», por la que hemos sustituido la de «asociación», propia de los
esquemas atomísticos de las teorías no estructuralistas, y la de «asimilación», propia
de la teoría constructivista, esencia y paradigma del estructuralismo de Piaget.
Efectivamente, la configuración es generadora de configuraciones. Desde el punto
de vista biológico, en cada una de sus interacciones con los cuerpos o energías del
medio, el organismo configura a éstos con sus propias configuraciones, al mismo
tiempo que se configura a las situaciones, siendo pues la configuración el factor de
permanencia y de continuidad de las formas del organismo.
En el campo del comportamiento tiende a repetirse una acción (configuración
generativa u operación reproductora), y de ahí una configuración que tiende a
integrarse los objetos conocidos o nuevos de los que su ejercicio tiene necesidad
(configuraciones recognoscitiva y generalizadora).
De esta manera, la configuración es fuente de procesos relacionales e
interconexiones, y en correspondencia, de «configuraciones», y en el plano conceptual
confluye en estos sistemas complejos y dinámicos que son las configuraciones.
Pero la configuración como proceso generativo no es una configuración, en el
sentido conceptual o concreto, no es más que un aspecto funcional de las formaciones
configuracionales, que interviene en cada caso particular pero que, tarde o temprano,
conduce a las configuraciones recíprocas, es decir, a las interconexiones más
esenciales y profundas que articulan a las configuraciones unas con otras.
Cuando se unen un grupo de entidades separadas, la parte que desempeña en la
unificación la igualdad (o bien la similitud) no puede ser explicada en términos de

210
aprendizaje. El mismo factor posee una influencia unificadora en el caso de que se trate
de áreas continuas, ya representen o no objetos conocidos. (Köhler, 1967; p. 124)
Köhler (1967; p. 125) precisa que los grupos consistentes en miembros separados
poseen un especial interés desde el punto de vista teórico, ya que demuestran que una
determinada unidad pueda estar segregada y, sin embargo, pertenecer al mismo tiempo
a una unidad mayor.
Pero no es que haya nada peculiar en tal subordinación por parte de las unidades,
dice Köhler (1967; p. 125), y ejemplifica que en física, una molécula constituye una
totalidad funcional más amplia, que contiene diversos átomos como totalidades
subordinadas. Funcionalmente, los átomos corresponden a la molécula unidad, pero en
esta unidad no pierden, sin embargo, su individualidad propia.
Wertheimer realizó múltiples observaciones casuales de otras personas, y fue el
primero en reconocer la fundamental importancia de la agrupación espontánea en
campos sensoriales. Demostró, asimismo, mediante múltiples ejemplos, los principios
de tal agrupación. La mayoría de sus ilustraciones se refieren a la agrupación de puntos
y líneas separados, ya que cuando se emplean tales figuras, en lugar de objetos que
muestran una continuidad, las demostraciones son menos vulnerables a objeciones
alusivas a un conocimiento previo, también subrayaba que los mismos principios son
válidos con respecto a la formación de las otras totalidades sensoriales.
No conozco otra introducción mejor a este tema que la representada por el trabajo
de Wertheimer. Algunos de los principios son fáciles de comprender. Ya hemos
considerado el que afirma que los objetos iguales y similares tienden a constituir
unidades y a separarse de los objetos que se les asemejan menos. Allí donde este
principio no se aplica, la proximidad relativa es frecuentemente decisiva. (Köhler, 1967;
p. 125)
Por otro lado, al igual que el físico acostumbra a decir que la tensión superficial
tiende a reducir el área de las superficies líquidas, Köhler (1967; p. 126) afirma que en
el campo sensorial, la agrupación tiende más bien a establecer unidades de
determinadas clases. Las totalidades sencillas y regulares -es decir: las áreas cerradas-
se forman con más facilidad y frecuencia que las totalidades irregulares y abiertas. En
este sentido, la ordenación de campos sensoriales muestra una marcada predilección
por modos particulares de organización, al igual que la formación de moléculas y las
tensiones superficiales que estudia la física operan en direcciones específicas.
La índole elemental de las totalidades continúas está demostrada a través de
observaciones acerca de las primeras reacciones de ciegos congénitos adultos que
comienzan a ver después de ser operados. Los problemas que más interesan al
oftalmólogo en estos casos son los relativos a la visión en profundidad y a la original
similitud entre las formas vistas y las formas percibidas mediante el tacto. Los
resultados se han enfocado de modos diversos, más no se ha prestado la suficiente
atención a uno de los aspectos de los hechos observados. Durante los primeros test
realizados tras la intervención, se le muestra al paciente un objeto que conocía ya por el
tacto cuando estaba aún ciego, y rara vez puede proporcionar una respuesta correcta.
Con muy pocas excepciones, no reconoce las respectivas formas cuando les son ahora
ofrecidas sólo a su visión. Pero en sus reacciones hay algo que es muy significativo:
211
cuando se le pregunta acerca de “esta cosa” que “está” ante él, comprende la
pregunta. Se da cuenta de que tiene ante él una entidad específica a la que refiere la
pregunta y a la que intenta denominar. Por tanto, si el objeto posee una forma simple y
compacta, el paciente no precisa aprender que “agregado de sensaciones” ha de
considerar como un objeto. La organización visual elemental parece estar a su
disposición de inmediato. (Köhler, 1967; p. 129)
En efecto, existen configuraciones dinámicas de interacciones intraprocesales y
configuraciones dinámicas de interacciones interprocesales. De cualquier manera, el
proceso es también una configuración, conformada por subprocesos (procesos de
orden inferior), que constituyen configuraciones de menor complejidad o
microconfiguraciones.
La configuración de varios procesos y/o contextos configurantes, o sea, de varias
configuraciones, da origen o genera una macroconfiguración o configuración de mayor
complejidad, un macroproceso o proceso de orden superior.
Las macroconfiguraciones forman complejidades de muchos niveles
configurativos: configuraciones de configuraciones. Como muy bien ejemplifica Capra,
el cuerpo humano contiene sistemas de órganos compuestos de varios órganos y cada
órgano está formado por tejidos y cada tejido está compuesto por células. Todos estos
ejemplos constituyen configuraciones que evidencian niveles superiores e inferiores de
complejidad que forman parte de totalidades más amplias.
Dichos niveles son esencialmente niveles de complejidad, que no están
separados, sino interconectados interdependientes.
Bohm se refiere a la existencia de orden de órdenes: todo orden tridimensional
está ordenado a su vez en las tres dimensiones de la otra partícula. Así que debe
tratarse como de seis dimensiones, una partícula corriente. Un objeto corriente con 1024
partículas de energía, pongamos por caso, debería tratarse como 3×10 24 dimensiones,
etc. El universo se trataría como algo de dimensiones infinitas. Eso es lo que se llama
espacio de configuración o a veces espacios de fases, si lo extendemos un poco. En la
mecánica clásica este espacio de configuración se ve como una abstracción. (En
Pribram, 2008; p. 136)
Lo que los físicos llaman espacio de configuración es lo que yo llamo macro, meso
y microconfiguración, que son más bien niveles diferentes de complejidad
configuracional.
Si establecemos un nivel intermedio que sirva de eje articulador, puente, cigüeñal
o viaducto entre los microprocesos y los macroprocesos, es decir, entre las
microconfiguraciones y las macroconfiguraciones, podríamos hablar de mesoprocesos
o mesoconfiguraciones.
Una configuración de orden superior o de mayor complejidad, o sea, una
macroconfiguración surge al configurar otras configuraciones de orden inferior o de
menor complejidad, es decir, mesoconfiguraciones o microconfiguraciones, lo cual
podría generar cambios, modificaciones y transformaciones en las configuraciones de
orden inferior y viceversa.

212
Las microconfiguraciones expresan el movimiento y transformación del proceso
(macroconfiguración) y como resultado de éstos, en el mismo se desarrollan
cualidades. Las transformaciones se expresan mediante mesoconfiguraciones y el
resultado de las transformaciones por las macroconfiguraciones.
Las macroconfiguraciones se expresan mediante la relación entre configuraciones,
como rasgos que en su relación dialéctica dan significación y sentido al proceso, pero
igualmente, diferentes configuraciones que expresan movimientos coexistentes, se
relacionan dialécticamente y con ello se revela la existencia de nuevas
transformaciones, con lo que se va construyendo un conocimiento cada vez más
esencial del proceso.
Esta consideración permite comprender cómo la Configuralogía es consecuente
con el carácter infinito de la construcción del conocimiento sobre la realidad objetiva-
subjetiva y el autodesarrollo de la conciencia de los sujetos en ese mismo proceso.
Por ejemplo, el matrimonio como configuración tiene un orden superior a la
personalidad individual de los sujetos implicados en el mismo, dada su mayor
complejidad, y la personalidad de éstos sujetos implicados en el matrimonio constituyen
configuraciones de orden inferior respecto a éste, que podría generar, a partir de su
dinámica, cambios, modificaciones y transformaciones en la personalidad de dichos
sujetos.
Ahora bien, la personalidad de cada sujeto implicado constituye una configuración
de orden superior o mayor complejidad en relación con otras configuraciones humanas
de orden inferior o menor complejidad que configuran la personalidad individual, como
por ejemplo la configuración cognitiva, o la configuración afectiva.
En el ejemplo anterior, el matrimonio es una macroconfiguración respecto a la
configuración cognitiva y a la configuración afectiva, que constituyen
microconfiguraciones. La personalidad de cada sujeto puede caracterizarse como
mesoconfiguración. Sin embargo, la personalidad de cada sujeto puede caracterizarse
como macroconfiguración respecto a las emociones, afectos, sentimientos, valores o
actitudes humanas, cada uno de los cuales sería una microconfiguración. La afectividad
humana, en este caso se comporta como una mesoconfiguración.
Esta es la dialéctica hermenéutica configuracional de las macro, meso y
microconfiguraciones, ejemplificadas en los procesos humanos y sociales.
Si hacemos este mismo análisis pero enmarcado en el sujeto individual y partimos
de la teoría de los seres vivos (Maturana, 2002b), podemos comprender y caracterizar
la dinámica configuracional, a partir de un análisis minucioso y detallado de sus
interacciones con el contexto configurante.
Este proceso más o menos se desarrolla de la siguiente manera:
1. Las interacciones del sujeto con el contexto configurante activan en sus
configuraciones psicológicas (micro) cambios procesales que devienen en
modificaciones en la dinámica configuracional del pensamiento, sentimientos y demás
configuraciones psicológicas, que él configura como configuraciones psicológicas.

213
2. Las modificaciones en la dinámica configuracional, como sistema complejo
cerrado de configuraciones, devienen en cambios en sus configuraciones (meso)
configuradas, que constituyen procesos dinámicos e interactivos.
3. Los cambios en dichas configuraciones (meso) como sistema configuracional
cerrado devienen en cambios en su dinámica configuracional y, por lo tanto, en las
correlaciones configuracionales (procesales) que constituyen las interacciones del
sujeto con el contexto configurante.
4. El cambio en las correlaciones procesales del sujeto genera cambios en la
configuración de interacciones del sujeto con el contexto configurante, con lo que se
modifica la configuración de cambios configuracionales activados en éstas y su función
como procesos dinámicos e interactivos del sujeto como sistema configuracional,
emergiendo así configuraciones más complejas.
En esta dinámica circular en forma de espiral se regresa al punto 1 pero en un
nivel superior de complejidad, desarrollo y configuración, incluso emergen y articulan
nuevas configuraciones, formando un sistema complejo de procesos recursivos,
autónomos, originales y creativos.
Según Maturana (2002b; p. 203), al cambiar las correlaciones senso-efectoras del
organismo cambia la configuración de encuentros de los sensores del organismo con el
medio, con lo que cambia la configuración de cambios estructurales gatillados en éstos
y su participación como componentes neuronales del sistema nervioso.
Es decir, el modo de vivir de un organismo modula el operar de subsistema
nervioso al modular su dinámica estructural, y el operar del sistema nervioso modula el
vivir del organismo al modular el curso de sus interacciones al modular sus
correlaciones senso-efectoras. (Maturana, 2002b; p. 204)
Lo anterior significa que los seres humanos, como organismos vivos, somos
sistemas cerrados determinados por nuestra estructura, y nada externo al ser humano
puede determinar su configuración interna, aunque sí perturbarla. Precisamente las
configuraciones psicológicas del ser humano, no están localizadas en su interior, no
constituyen un ente físico que podemos encontrar en el cerebro o en alguna otra parte
de nuestro cuerpo, más bien constituyen un espacio relacional, una configuración
intersubjetiva.
Los entes psíquicos o mentales, así como los procesos espirituales y las vivencias
que a ellos se asocian, son dinámicas relaciónales del ser vivo que no son tratables
como entes materiales o localizables en procesos orgánicos precisamente porque son
entes relacionales. (Maturana, 2002b; p. 210)
Es debido al carácter relacional de los entes y procesos psíquicos, en criterio de
Maturana (2002b; p. 211), que nuestros vivires humano y fisiológico se entrelazan en
una continua modulación recíproca, y nuestra corporalidad fluye por cauces que se
configuran en y con su participación. Somos en cuerpo y relación (alma) como somos
en nuestra vida psíquica, mental o espiritual. Somos en cuerpo y relación (alma) lo que
pensamos que somos, lo que queremos ser, lo que no queremos ser, lo que
lamentamos no haber sido y lo que nuestra cultura es, tanto como lo que llegamos a ser
al transformarnos en la reflexión sobre nuestro ser y vivir.
214
Siguiendo a Maturana (2002b; p. 212), podemos decir que nosotros, los seres
humanos, comenzamos a adquirir el espacio psíquico humano desde el momento en
que nuestra madre nos abre el camino a la existencia humana en el momento del
embarazo en que nos acepta y desea. Somos, como humanos, el espacio psíquico que
vivimos, y éste lo llevamos en nuestra corporalidad, no como una cosa, sino como un
modo de ser.
Es decir, adquirimos nuestra vida mental, psíquica, y espiritual como modos
relacionales del vivir que configuran la dinámica de estados de nuestro sistema
nervioso. Y nuestro sistema nervioso se configura desde el útero en un sistema que da
origen a la vida psíquica, espiritual o mental como dominio relacional en el que su
dinámica de estados tiene sentido. Pero pasa algo más. La dinámica estructural del
sistema nervioso y, por lo tanto, su dinámica de estados, no es modulada por los
objetos o situaciones que un observador ve en el ambiente, sino por las configuraciones
sensoriales que admite el organismo en cada instante como perturbaciones según la
estructura en ese instante de sus sensores y sistema nervioso. Maturana (2002b; p.
213)
Como seres humanos somos lo que somos en el conversar, pero en la reflexión
podemos cambiar nuestro conversar y nuestro ser. Al decir de Maturana (2002b; p.
214), esa es nuestra libertad, y nuestra libertad pertenece a nuestro ser psíquico y
espiritual.
En este sentido, la dinámica configuracional conlleva a que las configuraciones
psicológicas inmanentes al sujeto cambian de manera contingente a la evolución de las
interacciones del sujeto con el contexto configurante, de manera tal que la propia
dinámica configuracional como sistema cerrado de cambios de relaciones
configuracionales permanece generando correlaciones configurativas en el sujeto, que
dan sentido a su existencia como sujeto psicológico en su relación interactiva con el
medio que le rodea y los demás sujetos.
Puede comprobarse que la fórmula estímulo-respuesta resulta aquí de nuevo
equivocada, avanzamos junto a Köhler (1967; p. 168), ya que ignora el hecho de que
entre el estímulo y la respuesta tienen lugar los procesos de organización y
particularmente la formación de grupos unitarios en los que las partes adquieren
características nuevas.
Para demostrar que el concepto de autodistribución dinámica explica la
trasposición, Köhler considera la existente en los sistemas físicos.
Si todas las fuerzas correspondientes a una determinada distribución dinámica se
equilibran unas con otras, su equilibrio no se romperá, si la intensidad de todas ellas
disminuye o aumenta en la misma proporción. En consecuencia, tales estados
dinámicos son ampliamente independientes de los hechos absolutos que prevalecen en
sus diversas partes. (Köhler, 1967; p. 169)
La forma es probablemente el atributo más importante de las cosas segregadas,
pero hay otras características estrechamente relacionadas con la presencia o con la
ausencia de forma visual.

215
Por otro lado, a lo largo de los últimos 40 años, Chew, con la ayuda de sus
colaboradores, ha utilizado el enfoque “bootstrap” para desarrollar una teoría global de
las partículas subatómicas, junto con una filosofía más general de la naturaleza.
Esta filosofía “bootstrap” no sólo abandona la idea de los bloques fundamentales
de materia, sino que no acepta ninguna entidad fundamental en absoluto: ninguna
constante, ley, ni ecuación fundamental.
El universo físico se ve como una red dinámica de sucesos interrelacionados.
Ninguna de las propiedades de cualquier parte de dicha red es fundamental; todas se
desprenden de propiedades de otras partes y la consistencia global de sus
interrelaciones determina la estructura de la totalidad de la red. (Capra, 2009; p. 56)
Esta concepción de redes de relaciones es muy parecida a la concepción
configuracional que anima este libro.
No aspiro a un descubrimiento decisivo que demuestre de una vez por todas mi
teoría, sino que para mí el reto consiste en configurar, con paciencia y lentitud, una
configuración de conceptos, ninguno de los cuales es más fundamental que cualquiera
de los demás.
Conforme progresa la teoría configuracional, las interconexiones de esta
configuración adquieren cada vez una mayor precisión, y el conjunto de la configuración
está cada vez mejor enfocado y configurado.
En este proceso, la teoría configuracional se hace también cada vez más
emocionante a medida que la configuración incluye un mayor número de conceptos; es
decir, conforme éstos se explican mediante la autoconsciencia global de la
configuración conceptual.
El problema de la complementariedad como síntesis de integración de lo individual
y de lo colectivo, de la escala micro y la escala macro, ha sido abordado por Simmel:
“la existencia del hombre no es, en parte social y, en parte, individual sino que se haya
bajo la categoría fundamental, irrepetible, de una unidad que sólo podemos expresar
mediante la síntesis o simultaneidad de las dos determinaciones opuestas: el ser a la
vez parte y todo, producto de la sociedad y elemento de la sociedad; el vivir por el
propio centro y para el propio centro“. (Simmel, 1977; p. 46-51)
Nadie puede ser sujeto individual si no es como parte de un sujeto colectivo, nadie
puede ser sujeto autónomo si no es como elemento que se relaciona en su entorno, “su
autonomía (la del individuo-sujeto) para escapar del solipsismo, debe conjugarse con la
autonomía de los otros individuos” (Ibáñez, 1990; p. 7)
Los seres humanos (como sistemas psíquicos, es decir, procesos), tienen su
identidad propia al mismo tiempo que participan de la identidad del todo, si bien la
identidad del todo no puede entenderse sino como alteridad (reconocimiento de la
presencia de otros sujetos, de otras culturas, de otras formas de ser y estar).
La identidad del individuo se conforma, pues, en referencia a los otros individuos,
identidad y autonomía, no pueden entenderse sin la alteridad que les deja participar del
juego de la comunicación relacional.

216
Precisamente la clave de la complementariedad se encuentra aquí, en la apertura-
actividad sistémica con suficiente tolerancia, en la aptitud sistémica para proyectar la
diversidad en unidad, sin anular la diversidad, es decir en proyectar la unidad en
diversidad, sin anular la individualidad.
La realidad social, efectivamente, y gracias a la complejidad aportada por los
nuevos sistemas de comunicación-información, no puede ser analizada de forma lineal
ya que los cambios que se producen son exponenciales y acelerados, múltiples y
complejos, de tal manera que hoy, ni la evolución ni en general ninguna situación social,
se desarrolla en base a cambios lineales sino en base a saltos, o bucles; es decir, no se
puede poseer una visión estable del mundo social, fruto de creencias tales como “las
mismas causas producen los mismos efectos”; hoy en día, los efectos modifican las
causas, simplemente, porque los procesos se dan en redes; no se sabe dónde se inicia
y donde concluye el fenómeno social, porque éstos se dan al unísono en sistemas de
redes inextricables y complejos que, efectivamente, el discurso decimonónico no puede
dotar de sentido porque sin duda la realidad social era realmente diferenciada.
(Ballester y Colom, 2012; p. 368)

217
V-CATEGORIZACIÓN DE LA TEORÍA CONFIGURACIONAL
5.1-Categorías que caracterizan las configuraciones
Iniciemos este epígrafe con una pregunta muy significativa. ¿Cuáles son los ejes
problémicos significativos que emergen del paradigma configuracional y cómo nos
permiten estas regularidades epistémicas comprender e interpretar y, por tanto, explicar
los procesos humanos y sociales?
En este epígrafe me gustaría exponer algunas de mis más firmes creencias y
nociones acerca de la esencia, naturaleza, implicaciones y perspectivas de este
paradigma. Al hacerlo, pretendo revelar las precisiones más elementales en las que se
sustenta la Configuralogía.
El problema de los atributos de la configuración se ha convertido en un problema
especial entre los muchos a los que debe enfrentarse el científico socio-humano, quien
necesita utilizar, en el estudio teórico de las cualidades sociales y humanas, los
conceptos funcionales aplicados a la organización sensorial.
Con el fin de comprender y caracterizar la noción de configuración, hemos
identificado y argumentado teóricamente siete categorías (quizá podrían ser más, o
menos, eso no es lo más importante) que permiten representar la noción de
configuración que, como hemos explicado, es una noción compleja, espinosa y
embarazosa, muy difícil de describir, comprender, ilustrar y ejemplificar.
Estas categorías son:
1. Configuración sistémica
2. Holonimia21
3. Holoedridad
4. Holoformidad
5. Proceso
6. Contexto configurante
7. Rasgos caracterológicos
A su vez, ha sido necesario revelar los cinco rasgos que caracterizan a las
configuraciones, los cuales permiten analizarlas, comprenderlas, interpretarlas,
describirlas, explicarlas, argumentarlas, caracterizarlas e, incluso, direccionarlas,
predecirlas y proyectarlas en el tiempo.
Estos rasgos caracterológicos son:
 Interconexiones
 Funciones
 Sentido y significado
 Regularidades

21
Noción utilizada por Karl Pribram en su Teoría Holográfica
218
 Ritmo configurativo
A continuación paso a explicar cada una de las categorías que caracterizan las
configuraciones:
Configuración sistémica
Un sistema, para Bertalanffy (1976, 1978), es un conjunto de unidades o de
elementos entre los que existen relaciones pluriformes. Todo sistema posee unidades
(objetos o elementos), relaciones entre ellos, un medio en el que se encuentra y una
estructura aglutinadora.
La forma de funcionar en el medio tiende al equilibrio y al mantenimiento de la
identidad. Los elementos no tienen sentido en sí mismos sino en función del todo y
están interrelacionados de tal forma que una acción que produzca un cambio en una de
las unidades probablemente producirá cambios en el sistema.
Como dice Hegel (1994; p. 36), “el saber sólo es real como ciencia o como
sistema, y sólo puede ser expuesto como tal.”
Ahora bien, en la Teoría de la Configuración, un sistema está integrado por
procesos relacionados entre sí por alguna forma de interacción que los identifica con
determinada independencia, armonía y coherencia, donde los procesos adquieren la
identidad de otros procesos inherentes (subprocesos) y sus relaciones e
interconexiones determinan el significado alrededor del cual se integran éstos, a la vez
que los subprocesos le aportan sentido al sistema.
En la determinación de la configuración sistémica se revelan las relaciones e
interconexiones entre los subprocesos y la dinámica del todo: la totalidad y dinámica
configuracional.
La configuración sistémica constituye el sistema de procesos y subprocesos
inherentes a una totalidad organizada, que pueden ser identificados por medio de las
relaciones de sentido y significación dentro de los fines y funciones establecidas por la
configuración.
Estas relaciones de sentido y significación determinan una configuración y le
aportan identidad, armonía y coherencia a los procesos y subprocesos inmanentes.
Toda unidad tiene una configuración especificable en términos de relaciones entre
procesos o ambos.
La configuración sistémica representa las relaciones e interconexiones entre los
procesos que definen a una totalidad compleja, dinámica, funcional y sistémica como
una unidad de una determinada clase.
Por lo tanto, la configuración define y conserva su identidad de clase al
conservarse como un conjunto de relaciones invariantes. Si cambia la configuración de
la totalidad, cambia la identidad de clase de ésta, y la unidad original se modifica,
constituyendo otra configuración.
Es frecuente, dice Maturana (2002b; p. 283), que se desvaloricen las nociones
generales. Es frecuente que se diga: "¡Ah, no!, es muy general, no tiene aplicación
práctica". Cada vez que usted diga eso a alguien es porque no sabe de qué está

219
hablando, y lo mismo ocurre si lo escucha decir de alguien. Esto por una razón muy
simple: las nociones generales son efectivamente las más potentes justamente porque
lo penetran todo, y es desde el adecuado entendimiento general de los problemas que
uno puede pararse para enfrentar las situaciones particulares que uno tenga que
enfrentar.
Según Maturana (2002b; p. 286), todos los seres vivos somos sistemas dinámicos
en continua interacción con nuestra circunstancia, y el curso de los cambios
estructurales que están teniendo lugar todo el tiempo en nosotros, es contingente a
nuestras interacciones en nuestra circunstancia. Estas interacciones en nuestra
circunstancia corrientemente involucran a otros seres vivos, y en particular, a otros
seres humanos. El resultado es que, querámoslo o no, nuestra historia de cambio
estructural sigue un curso contingente a la historia de nuestras interacciones.
Y es precisamente en esas interacciones donde se manifiesta la dinámica
configuracional.
La configuración de una configuración es su conformación, los procesos,
interconexiones, funciones y significados que la hacen ser una totalidad, una unidad
total (holística) que representa un caso particular de una clase determinada.
Por lo tanto, la combinación dinámica y funcional de una configuración puede
cambiar sin que ésta desaparezca mientras tales cambios se dan con conservación de
la organización que la define.
La teoría moderna de los sistemas de la vida considera los organismos vivos en
términos de múltiples fluctuaciones interdependientes y yo utilizo el concepto de macro-
configuración para describir la pauta total que conecta dichos procesos múltiples de
fluctuación.
La configuración no es una sustancia, ni tiene el significado puramente cuantitativo
del concepto científico de energía. Se utiliza de manera constante en nuestra propuesta
epistemológica para describir las diversas pausas de oscilación, fluidez y fluctuación en
el organismo humano, así como los intercambios continuos entre el organismo y el
contexto configurante.
La configuración no se refiere al flujo de ninguna substancia en particular, sino que
representa más bien el principio de dicho flujo que, desde mi punto de vista es siempre
cíclico y oscilántico.
Configuración significa expresión dirigida y organizada de movimiento; no es una
expresión fortuita de movimiento.
El término configuración implica siempre una valoración y dicha valoración es la
definición de orientación. La configuración implica direccionalidad, movimiento en una
orientación determinada. Dicha orientación puede ser también explícita, aleatoria y/o
desordenada que conduce al orden, al todo.
Desde el punto de vista de los sistemas dinámicos, no lineales y funcionales, un
sistema vivo se caracteriza por múltiples fluctuaciones. Dichas fluctuaciones tienen
ciertas intensidades relativas, además de orientación y muchas otras pautas que
podríamos describir.

220
En este sentido, la configuración tiene algo del concepto científico de energía y del
concepto común cotidiano de química, en cuanto a que está asociado a un proceso.
Pero no es cuantitativo, es cualitativo, es una cualidad, un atributo, un proceso, es una
descripción cualitativa de una pauta dinámica, de una pauta de procesos.
La configuración la utilizo como medio para la descripción de pautas dinámicas y
funcionales, es un concepto teorico, no existe algo en algún lugar que se llame
configuración, y es en este sentido que digo que configuración es una noción teórica.
Es un concepto evolucionado y racional en la psicología de la Gestalt y en la
ciencia configuracional que propongo, pero en el lenguaje cotidiano, evidentemente no
lo es, por cuanto el término se utiliza para designar la estructura de un objeto, por
ejemplo, un computador o un software.
El aspecto cualitativo de configuración radica en su direccionalidad. Cualidad, en
este sentido, corresponde a una direccionalidad determinada, o determinable, la
orientación del movimiento.
La cualidad hace referencia al movimiento, los procesos, las funciones, el
significado, o al cambio, y especialmente a los cambios vitales importantes en la vida
humana, el espacio psíquico y el ambiente sociocultural, es decir, el contexto
configurante. De manera que la orientación es el aspecto clave de la cualidad, el más
importante, y quizá podría decirse que es el único.
Cuando existen muchos movimientos formando un sistema dinámico
interrelacionado, aparece una pauta dinámica y funcional, que es lo que yo llamo
configuración sistémica, porque configuración no es el vacío, es la pauta organizada de
interconexiones, definida de un modo direccional y funcional.
La conformación de la configuración sistémica es su forma definitoria, la totalidad,
el holos configurativo, las interconexiones que la constituyen como unidad total y
definen su identidad. Una configuración conserva su identidad mientras conserva su
conformación, pero si sus procesos, funciones, significados e interconexiones cambian,
se modifica también la identidad de la configuración.
Por ejemplo, las células son estructuralmente entidades separadas, pero
funcionalmente son elementos constitutivos de los tejidos, y los órganos son formas
individuales de órdenes progresivamente superiores, pero también tienen roles
significativos como partes del organismo, y el desarrollo embriológico es un despliegue
de su potencial interno. Igualmente la encina podría verse como una bellota que ha
desplegado su potencial.
Según Grof (1998; p. 77), también podríamos seguir este proceso en la dirección
opuesta y profundizar en el microcosmos. Las células contienen orgánulos que están
hechas de moléculas y están compuestas de átomos. Los átomos pueden dividirse en
partículas subatómicas y estas, a su vez, en quarks, que se consideran habitualmente
los elementos más pequeños de la materia. En ninguno de los ejemplos citados
pueden entenderse las partes como entidades separadas e independientes del sistema
que constituyen. Sólo tienen sentido en el contexto de totalidades más amplias y, en
definitiva, como partes de la totalidad de la creación.

221
Los organismos vivos –plantas, animales y seres humanos- pertenecen a diversos
ecosistemas que se han desarrollado dentro de la biosfera de nuestro planeta. En la
compleja estructura dinámica del universo, cada parte constituyente es una entidad
separada y, al mismo tiempo, es miembro de un todo más amplio. Individualidad y
participación en un contexto más amplio están dialécticamente combinadas e
integradas. (Grof, 1998; p. 82)
La nueva relación que la ciencia moderna ha descubierto entre el todo y sus
partes fue explorada y sistemáticamente descrita por el escritor y filósofo británico
Arthur Koestler. En su libro Janus, titulado con el nombre del dios romano de dos caras,
Koestler acuñó el término holon para reflejar el hecho de que todo lo que existe en el
universo es simultáneamente un todo y una parte.
La raíz de esta palabra, hol, sugiere totalidad e integridad (del griego holos: todo) y
el sufijo on, que se utiliza habitualmente en los nombres de partículas elementales,
denota una parte o un elemento constitutivo. Los holones son entidades de dos caras,
como Jano, en los niveles intermedios de cualquier jerarquía, que pueden ser descritas
como totalidades o como partes, según como se les mire: desde “abajo” o desde
“arriba” (Koestler, 1978).
El concepto de holones ha sido recientemente más desarrollado de una forma muy
sofisticada y creativa por Ken Wilber (1995).
Los holones pueden acumularse en aglomerados más amplios. Las bacterias, por
ejemplo, pueden formar un cultivo, o las estrellas pueden formar una galaxia. Estos son
holones sociales compuestos por elementos del mismo orden. Estos holones también
pueden crear holones emergentes de un orden superior. Los átomos de hidrogeno y
los de oxigeno pueden combinarse en moléculas de agua, las macromoléculas pueden
formar células y las células pueden organizarse en organismos multicelulares. Estos
son ejemplos de holones de un orden progresivamente superior. Lo que es importante
desde el punto de vista de nuestra exposición es que en los estados holotrópicos todos
los holones, individuales o sociales, tienen sus estados subjetivos correspondientes.
Estos estados nos permiten identificarnos vivencialmente, de una forma autentica y
convincente, con cualquier aspecto de la existencia que en nuestra conciencia cotidiana
ordinaria sentimos con un objeto separado de nosotros. (Grof, 1998; p. 83)
De esta manera, siguiendo con Grof (1998; p. 83), podemos identificarnos
conscientemente con átomos, moléculas o células concretas del cuerpo, ya sea como
entidades individuales, también podemos atravesar la identificación existencial con
grupos humanos enteros, como, por ejemplo, todas las madres, todos los soldados o
todos los cristianos del mundo.
Ideas similares al concepto del holon de Koestler fueron expresadas en el siglo
XVIII en el trabajo filosófico y matemático Gottfried Wilhelm von Leibniz. En su
monadología, Leibniz (1951) describió el universo como algo compuesto por unidades
elementales llamadas mónadas.
Estas mónadas tienen muchas características de las jivas jainistas. Lo mismo que
en la visión del mundo jaimista, en la filosofía del Leibniz todo el conocimiento del
universo entero puede deducirse de la información contenida en cada una de las
mónadas.
222
Es interesante el hecho de que Leibniz originase la técnica matemática que sirvió
para el desarrollo de la holografía óptica, un nuevo campo que proporcionó por primera
vez una base científica sólida al conflicto de la interpenetración mutua. Los hologramas
ópticos demuestran muy claramente las relaciones paradójicas que pueden existir entre
las partes y el todo, incluyendo la posibilidad de recuperar la información del todo a
partir de cada una de sus partes.
Es posible que al crear los mundos fenoménicos, la conciencia absoluta esté
utilizando los mismos principios que encuentran su expresión material en la holografía
óptica. En cualquier caso, el modelo holográfico es el mejor marco conceptual de que
disponemos hasta la fecha para explicar el mundo de los fenómenos transpersonales.
(Grof, 1998; p. 86)
Abraham Maslow (1964), el psicólogo estadounidense ya fallecido, que
desempeñó un papel importante en la fundación tanto de la psicología humanista como
de la psicología transpersonal, entrevistó a centenares de personas que habían vivido
estados unitivos espontáneos, o “experiencias cumbre”, tal como él las llamó. Él fue
capaz de mostrar que las experiencias místicas no son síntomas de una patología ni
pertenecen a los manuales de psiquiatría.
A menudo se producen en personas que no tienen problemas emocionales
graves y que, si no fuera por dichas experiencias, serian consideradas “normales”
según los criterios psicológicos corrientes. Además, si estas experiencias se producen
en un entorno compresivo y son bien integradas, pueden tener consecuencias
benéficas como un mejor funcionamiento, una mayor creatividad o la “autorrealización”.
(Grof, 1998; p. 102)
La existencia de coincidencias extraordinarias de este tipo es difícil de reconciliar
con la comprensión del universo desarrollada por la ciencia materialista. Es más fácil
imaginar que estos sucesos tienen un significado más profundo y que son creaciones
lúdicas de la inteligencia cósmica. Esta explicación es particularmente plausible cuando
contienen un elemento de humor, como es a menudo el caso.
Grof (1998; p. 119-120) utiliza como ilustración una verdadera historia de la vida
del astronauta americano Neil Armstrong, el primer hombre que piso la luna. Si se
combina la probabilidad astronómica de que algo de este tipo sucede por azar con el
exquisito humor de esta historia, nos encontramos sin duda ante una de las
“coincidencias” más singulares de todos los tiempos.
Al descender del módulo lunar, justo antes de que sus pies tocasen la superficie
de la luna, Neil Armstrong pronuncio sus famosas palabras: un pequeño paso para el
hombre, un paso grande para la humanidad.
Mucho menos conocido es que, al subir de nuevo al módulo lunar tras dejar la
superficie de la luna, murmuró otra frase: ¡buena suerte, señor Gorski!. Tras su regreso
a la tierra, algunos periodistas intrigados le preguntaron qué significaba aquella frase,
pero Armstrong se negó a revelarlo. Algunos pensaron que podría haber sido dirigida a
algún cosmonauta soviético, pero no había ninguno de este nombre. Tras diversos
esfuerzos frustrados por parte de los periodistas, se olvidó todo el asunto.

223
En una fiesta en florida, alguien suscitó de nuevo la cuestión. En esta ocasión, Neil
Armstrong se sintió libre para desvelar el sentido de su frase puesto que, entre tanto,
señor Gorski y su esposa habían muerto.
Cuando Neil era niño, los Gorski eran los vecinos de la puerta de al lado. Un día,
Neil estaba jugando a la pelota en su jardín con sus amigos. En algún momento, la
pelota aterrizó en el jardín de los Gorski bajo la ventana abierta de su dormitorio y a Neil
le tocó recuperarla. Los Gorski se hallaban en medio de una acalorada discusión.
Cuando Neil estaba recogiendo la pelota, oyó a la señora Gorski gritar: ¿sexo oral?
¿Quieres sexo oral? ¡Tendrás sexo oral cuando el niño de al lado se pasee por la luna!.
¡Tanta coincidencia no puede ser casualidad!
Como se aprecia, asociado al concepto de configuración sistémica se introduce el
de niveles de complejidad, que reconoce la existencia de órdenes y cualidades
superiores e inferiores que representan distintos niveles de diferente complejidad, los
cuales se manifiestan y expresan por regularidades, donde cada nivel inferior está
incluido en el nivel superior y debe considerarse como un subproceso de éste, lo que
está relacionado con la noción de holoformidad y holonimia.
Holonimia
La importancia de los patrones rítmicos en la percepción visual ha sido destacada
por Karl Pribram con respecto a su modelo holográfico del cerebro. Pribram también ha
extendido la metáfora del holograma sugiriendo que el todo está, de algún modo,
contenido en cada una de sus partes, lo cual podría ser una propiedad universal de la
naturaleza.
El concepto de holonimia también se encuentra en dos teorías de la física
moderna: la teoría del "tirante" de partículas, de Geoffrey Chew, y la teoría del orden
entrelazado o implicado, de David Bohm.
La holonimia es una propiedad universal de la naturaleza, la sociedad y el
pensamiento humano, es un atributo que caracteriza a los sistemas autorreferentes,
que Niklas Luhmann los clasifica en tres tipos: los sistemas vivos, los sistemas
psíquicos y los sistemas sociales.
Es una noción introducida por Karl Pribram en su Teoría Holográfica, y expresa
que el ser está de alguna manera contenido en cada una de sus partes. En este
sentido, podríamos afirmar que la configuración está contenida en sus procesos
inmanentes, es decir, en las configuraciones de menor complejidad que la conforman.
De esta manera, la macroconfiguración está contenida en la mesoconfiguración, y
ambas están contenidas en la microconfiguración.
La importancia de las frecuencias en la percepción señalada particularmente por el
neuropsicólogo Karl Pribram, le permitió desarrollar el modelo holográfico del cerebro
en el que la percepción visual se lleva a cabo a través de un análisis de modelos de
frecuencia y la memoria visual está organizada como un holograma. Según Pribram,
esto explica por qué a la memoria visual no la podemos localizar con precisión en el
interior del cerebro. Como en un holograma, el todo está codificado en cada una de las
partes.

224
Según Capra (2008a; p. 351), hasta ahora, la validez del holograma como modelo
para la percepción visual no ha sido establecida firmemente, pero al menos resulta útil
como metáfora. Su importancia principal puede consistir en su insistencia en el hecho
de que el cerebro no almacena la información recibida en lugares bien definidos, sino
que la distribuye muy extensamente y, desde una perspectiva más amplia, en el pasaje
conceptual de estructuras a frecuencias.
Otro aspecto interesante de la metáfora holográfica es su posible relación con dos
ideas de la física moderna. Una de ellas es la idea, expresada por Geoffrey Chew,
según la cual las partículas subatómicas están compuestas dinámicamente las unas por
las otras, de suerte que cada una de ellas comprende a todas las demás; la otra idea es
la noción, formulada por David Bohm, de un orden implícito, según la cual toda la
realidad estaría implícita en cada una de sus partes.
Todos estos enfoques tienen en común la idea de que la holonimia el concepto de
que todo el ser está de alguna manera contenido en cada una de sus partes bien
pudiera ser una propiedad universal de la naturaleza. (Capra, 2008a; p. 351)
Por otro lado, Bohm comprende que el holograma es demasiado estático como
para utilizarlo como modelo del orden implicado a nivel subatómico. Para expresar la
naturaleza esencialmente dinámica de la realidad subatómica, ha acuñado el término
“holomovimiento”. Según él, el holomovimiento es un fenómeno dinámico, del que
fluyen todas las formas del universo físico.
El objetivo de su enfoque es estudiar el orden implicado en dicho holomovimiento,
no ocupándose de la estructura de los objetos, sino de la estructura del movimiento,
teniendo así en cuenta tanto la unidad como la naturaleza dinámica del universo.
(Capra, 2009; p. 72)
Esta idea la han expresado también muchas tradiciones místicas y parece
desempeñar un papel muy importante en las visiones místicas de la realidad.
Recientemente, la metáfora del holograma ha inspirado a varios investigadores y se ha
aplicado a distintos fenómenos físicos y psicológicos. Desgraciadamente, no siempre se
toman las precauciones necesarias, y en el entusiasmo general se pierden de vista las
diferencias que existen entre una metáfora, un modelo y el mundo real. El universo
claramente no es un holograma, pues presenta gran cantidad de vibraciones de
frecuencias diferentes, y por tanto el holograma suele resultar útil sólo como analogía
para describir los fenómenos relacionados con este tipo de vibraciones. (Capra, 2008a;
p. 352)
Bohm afirma que “el holomovimiento es un término indefinible. En matemáticas
existe la noción de lo indefinible, que, no obstante, puede convertirse en fuente de
relaciones definibles. Pues bien, el holomovimiento es fundamentalmente un término
indefinible que tiene varios factores o aspectos, como luz, electrones, sonido,
neutrones, neutrinos, etc., y también pensamiento, deseo, voluntad, etc. Y no podemos
reducir necesariamente el uno al otro, aunque todo está relacionado entre sí.” (En:
Pribram, 2008; p. 115)
Según Bohm, somos parte del holomovimiento y por lo tanto no podemos
interactuar con él. La conciencia misma es un rasgo del holomovimiento en esta
concepción y, por eso, el contenido de la conciencia se refiere al holomovimiento en su
225
conjunto. Es un poquito como Leibniz, si quiere expresarlo asi: cada mónada se refiere
al todo, pero con distintos grados de compleción y perfección. (En: Pribram, 2008; p.
125)
Finalmente, Bohm explica que si adoptamos ahora la concepción del
holomovimiento, con esa vasta reserva de energía y espacio vacío, si decimos que la
propia materia es esa pequeña onda en el espacio vacío, podríamos decir mejor que el
espacio (y partimos del espacio general) es, como un todo, la base de la existencia, y
que nosotros estamos en él. Así que el espacio no nos separa, nos une. Por eso es
como decir que hay dos puntos separados y que cierta línea de puntos los conecta, lo
que revela cómo creemos que están relacionados, o decir que hay una línea real y que
los puntos son abstracciones. (En: Pribram, 2008; p. 128)
Precisamente, la configuración constituye la unidad sistémica para el estudio y
comprensión de los eventos y procesos de la realidad socio-humana, en un contexto de
relaciones e interacciones multidimensionales constantes, constitutivas del “orden
implicado”, en términos de David Bohm.
El orden implicado debe extenderse con bastante frecuencia a una realidad, es
una totalidad no fragmentada, incluyendo el universo entero con todos sus campos y
partículas. Así que tenemos que decir que el holomovimiento envuelve y despliega un
orden multidimensional, cuya dimensionalidad es, en efecto, infinita. (Bohm, 1998; p.
263).
Holoformidad
El holograma es un tipo especial de sistema de almacenamiento óptico en el que
cada parte individual contiene toda la imagen de la forma condensada. La parte está en
el todo y el todo está en cada parte, una especie de unidad en la diversidad y diversidad
en la unidad. El punto crucial es sencillamente que la parte tiene acceso al todo. Así
que, si el cerebro funcionase como un holograma, tendría acceso a un todo mayor, a un
campo o esfera de frecuencia holística que trascendería los limites espaciales y
temporales.
Y, según, Pribram (2008) este campo podría ser muy bien el dominio de la unidad
en la diversidad trascendental descrito (y experimentado) por los grandes místicos y
sabios del mundo.
Ken Wilber expone su punto de vista al respecto: se esté o no de acuerdo con el
(los) nuevo(s) paradigma(s), hay una conclusión clara: con mucho, la nueva ciencia
requiere espíritu; como poco, deja un amplio espacio para el espíritu. En cualquier caso,
la ciencia moderna ya no niega el espíritu. Y eso es lo que hace época. Como ha
observado Hans Küng, la respuesta normal a la pregunta de “¿Cree usted en el
espíritu?” solía ser “¡Claro que no, soy científico!”. Pero muy pronto podría ser esta:
“claro que creo en el espíritu. Soy científico”. (En: Pribram, 2008; p. 11)
Ahora bien, cuando se habla de configuraciones como totalidades identitarias y
coherentes (macroconfiguraciones), se puede referir a todo el universo, porque es en
última instancia la mayor totalidad conocida. Sin embargo, cuando se está analizando
algún fenómeno social o humano se necesita poner contornos en la configuración
considerada.
226
Con basamento en la holoformidad se pueden determinar los procesos que
constituyen una configuración reconocible, es decir, la macroconfiguración, porque se
identifican sus contornos, lo que permite comprenderla, explicarla e interpretarla y con
ello establecer regularidades dentro del proceso o entre el proceso y su entorno
configurante.
Dejemos que sea Hegel quien lo explique, en esta conceptualización del desarrollo
y evolución de configuraciones:
“Lo verdadero es el todo. Pero el todo tan sólo es la esencia que no se completa
sino por su desarrollo. Hay que decir del absoluto que es esencialmente resultado, que
solamente en final es lo que en verdad es, y en ello consiste precisamente su
naturaleza, en ser algo real, sujeto o mismificación.” (Hegel, 1994; p. 34)
Lo esencial es tener presente que la configuración es cualquier entidad holoforme,
que se muestra como independiente y coherente, aunque se encuentre situada al
interior de otra configuración (meso), o aunque circunde y contenga a otras
configuraciones (micro) de menor alcance y complejidad.
La coherencia de la configuración se determina a través de comprobar la
holoformidad de la misma.
A la manera de un punto de holograma, llevamos en el seno de nuestra
singularidad, no sólo toda la humanidad, toda la vida, sino también casi todo el cosmos,
comprendiendo en él su misterio que yace sin duda en el fondo del naturaleza humana.
He aquí pues los dones que una nueva cultura científica puede aportar a la cultura
humanista: la situación del ser humano en el mundo, minúscula parte del todo pero que
lleva la presencia del todo en esta parte minúscula. Lo revela a la vez en su pertenencia
y su alienidad respecto del mundo. De este modo la iniciación a las ciencias nuevas se
convierte al mismo tiempo en iniciación, por medio de estas ciencias, en nuestra
condición humana. (Morín, 2010a; p. 51)
Holoedridad
Toda configuración tiene una naturaleza orgánica, por lo tanto una acción que
produzca cambio en uno de sus procesos, con mucha probabilidad producirá cambios
en todos los otros procesos de ésta. En otros términos, cualquier acción en un proceso
de la configuración afectará todos los demás procesos, debido a la relación existente
entre ellos.
El efecto total de esos cambios o alteraciones se presentará como un movimiento
de toda la configuración, que siempre reaccionará como totalidad a cualquier estímulo
producido en cualquiera de sus procesos inmanentes. Las múltiples y diversas caras de
la configuración están integradas en un todo configuracional.
La configuración total (macroconfiguración) se representa por todos los procesos y
sus relaciones e interconexiones necesarias para cumplir funciones que precisan las
finalidades para la cual fueron configurados los procesos y relaciones.
Las configuraciones, a diferencia de los sistemas, no tienen restricciones ni
limitaciones introducidas en su dinámica, no tienen límites (fronteras) que delimiten

227
condiciones bajo las cuales debe existir, lo cual evidencia sus características
holoédricas, autorreferenciales y autopoieticas.
Una descripción pura abarcaría todos los hechos (o sea todas las diferencias
afectivas) inmanentes en los fenómenos descritos, pero indicaría ninguna clase de
conexión entre esos fenómenos que pudiera tornarlos más comprensibles.
En cambio, una explicación puede ser total sin ser descriptiva. (Bateson, 2011; p.
95)
Una explicación tiene que ofrecer algo más de lo que ofrece una descripción, y, a
la postre, la explicación apela a la tautología, la cual, según yo la he definido, es un
conjunto de proposiciones de tal manera vinculadas entre sí que los nexos entre las
proposiciones son forzosamente válidos. (Bateson, 2011; p. 97)
La totalidad es mayor que la suma de sus partes a causa de que la combinación
de las partes no es una simple adición, sino que tiene la índole de una multiplicación o
un fraccionamiento, o la índole de la creación de un producto lógico. (Bateson, 2011; p.
100)
Proceso
Según Zemelman (2009; p. 39), hay un problema de manejo del concepto de
estructura muy claro y que es perfectamente comprensible, porque éste es uno de los
conceptos más fuertes que conforman el paradigma de la racionalidad científica desde
hace muchos siglos.
Diría que en el concepto de estructura se condensó, durante muchísimo tiempo, la
gran aportación del paradigma de la explicación científica desde el siglo XVII en
adelante que implicaba buscar, a partir de la regularidad, la estructura como la
invariante. Esto se transformó, por lo tanto, en el discurso de las variaciones en torno
de un eje invariante, lo que correspondía a una regularidad numérica o empírica.
Eso puede estar bien, el problema está cuando se transforma en una categoría
extrapolable a cualquier situación del pensamiento, ese es el punto, entonces ya no
estamos solamente ante la exigencia de la invariante, estamos frente a la estructura
transformada en una estructura categorial, excluyente de cualquier otra concepción de
cientificidad.
Zemelman (2009; p. 40) selecciona este problema debido a que es uno de los
puntos que está en la dificultad o en el obstáculo para poder resolver algunas
exigencias epistémicas de hoy, consistentes, muchas de ellas, en cambiar el paradigma
de lo que estamos llamando de la ciencia o de la simplicidad. El problema no es tanto la
causa, a lo mejor ni siquiera el concepto de ley, el problema puede estar más bien en el
concepto de estructura que se vincula con la dificultad, por ejemplo, de manejar la idea
de proceso. Todos han pasado por la dificultad enorme de manejar la idea de proceso.
No se trata de negar la determinación, se trata de complejizarla. Para ponerlo en
términos más exactos, se trata de complejizar el alcance que tiene la determinación.
Pero, en todo caso, lo que sí está muy claro es que el concepto mismo de
determinación clásica ya no puede seguir siendo el actual, entendiendo por concepto
clásico de determinación lo que todos sabemos, determinar es negar, vale decir, es

228
reducir la realidad a aquello que está dentro de la determinación y olvidarse simple-
mente de todo aquello que está fuera de sus límites, por eso la estoy negando, pero la
estoy negando como realidad. (Zemelman, 2009; p. 42)
La articulación de niveles de realidad cumple la función de exigencia de
objetividad, y Zemelman (2009; p. 44) entiende este concepto de objetividad como
relación entre niveles y momentos de un fenómeno.
Esto tiene que ver con un tema que es casi de sentido común, siguiendo con
Zemelman (2009; p. 46), tiene que ver con la naturaleza compleja del objeto, con la
naturaleza transdisciplinaria del mismo. ¿Por qué se está diciendo lo que se está
diciendo, de la manera como se está diciendo? Sin pretender hacer un diagnóstico, la
cuestión que subyace es que se exprese en los enunciados la complejidad del objeto.
Cuando decimos que ya los objetos no son sólo sociológicos, no son sólo económicos,
no son sólo antropológicos, sino que son socioantropológicos, políticos, culturales, en
otro lenguaje más epistémico, es lo mismo que estoy diciendo aquí.
El problema es que ese otro lenguaje, ya no es simplemente una constatación de
una situación producida en el ámbito del conocimiento concreto, sino que apunta a la
forma de razonamiento, que es lo que interesa discutir. (Zemelman, 2009; p. 47)
Por otro lado, según Bateson (2011; p. 206), es menester explayarse algo más
sobre la relación entre forma como un análogo de lo que he denominado tautología, y la
de proceso como un análogo de lo que he denominado tautología, y la de proceso
como un análogo de la suma de fenómenos que se quiere explicar. La tautología es con
respecto a la descripción lo que la forma es con respecto al proceso.
Esta dicotomía, que priva en nuestros espíritus científicos cuando miramos “hacia”
el mundo de los fenómenos, es también propia de las relaciones entre los mismos
fenómenos que procuramos analizar. (Bateson, 2011; p. 206)
La dicotomía existe a ambos lados de la valla que nos separa de los sujetos de
nuestro discurso. Las cosas-en-si (las dingeansich), inaccesibles a nuestra indagación
directa, mantiene entre sí relaciones comparables a las que existen entre ellas y
nosotros. Ellas (aun las que están vivas) tienen experiencia directa una de otra –
cuestión esta que tiene gran significación, y primer postulado necesario para toda
comprensión del mundo viviente-. Lo decisivo es el presupuesto de que las ideas (en un
sentido muy lato de la palabra) tienen consistencia y realidad. Ellas son las que
podemos conocer, y no podemos conocer nada más. Las “realidades verdaderas” son
las regularidades o “leyes” que las ligan entre sí. Y esa es la mayor proximidad a que
podemos llegar con respecto a la verdad última. (Bateson, 2011; p. 207)
Bateson (2011; p. 209) sostiene que las relaciones implícitas o inmanentes en los
sucesos de la historia personal, la secuencia del zigzag de pasos que llevan de la forma
al proceso, y de nuevo a la forma, suministran un paradigma muy eficiente para el
cartografiado de muchos fenómenos, algunos de los cuales ya han sido mencionados.
Bateson (2011; p. 210) afirmó que este paradigma no se limita a una narración
personal de como llego a construirse un fragmento determinado de teoría, sino que
reaparece una y otra vez siempre que en la organización de los fenómenos predomina
el proceso espiritual. En otras palabras: cuando sacamos la noción de tipificación lógica
229
del campo de la lógica abstracta y comenzamos a cartografiar sucesos biológicos
reales en las jerarquías de este paradigma, de inmediato nos encontramos con que en
el mundo de los sistemas espirituales y biológicos la jerarquía no es solo una lista de
clases, sino que se ha convertido también en una (escala en zig-zag de dialéctica entre
la forma y el proceso)
Bateson (2011; p. 211) afirma además, que la misma naturaleza de la percepción
sigue este paradigma; que el aprendizaje debe modelarse sobre un paradigma en
zigzag de esta misma índole, que en el mundo social la relación entre el amor y el
matrimonio, o entre la educación y la posición social, necesariamente se atiene a un
paradigma semejante; que en la evolución, la relación entre el cambio somático y el
filogenético, y entre lo aleatorio y lo seleccionado, tiene esta forma en zig-zag. Este
autor sugiere que relaciones similares privan, en un nivel más abstracto, entre la
formación de nuevas especies y la variación, entre la continuidad y la discontinuidad, y
entre el número y la cantidad.
Si un suceso cualquiera depende de cierta característica de una muestra múltiple
de alguna otra especie de sucesos, debe trascurrir tiempo para la acumulación de esa
muestra, y ese tiempo trascurrido interrumpirá a trechos el suceso dependiente
produciendo una discontinuidad. Pero, desde luego, en un mundo de causación
puramente física no habría tales “muestras”. Las muestras son creaciones artificiales de
la descripción, hijas del espíritu, y conformadoras del proceso espiritual. (Bateson,
2011; p. 218)
No puede concebirse un mundo de los sentidos, de la organización y la
comunicación, sin discontinuidad, sin umbrales. Si los órganos de los sentidos pueden
únicamente recibir noticias acerca de la diferencia, y si las neuronas o bien actúan o
bien no actúan, el umbral se convierte de suyo en uno de los caracteres de la
configuración del mundo viviente y espiritual.
El claroscuro está muy bien, pero William Blake nos asegura rotundamente que
los hombres sabios ven contornos y por consiguiente los trazan. (Bateson, 2011; p.
219)
Lo que resulta durante más tiempo verdadero, en criterio de Bateson (2011; p.
222), de hecho resulta verdadero durante más tiempo que aquello que no resulta
verdadero durante tanto tiempo.
Bajo la lente de un macroscopio suficientemente grande, ninguna idea puede ser
errónea, ninguna finalidad puede ser destructiva, ninguna disección puede estar
descaminada. (Bateson, 2011; p. 223)
“Tú dijiste que las partes de una totalidad las hacemos nosotros”, le dice a
Bateson su hija, en uno de sus famosos metálogos.
“No, yo dije que las partes son útiles cuando queremos describir totalidades”
(Bateson, 2011; p. 223)
Precisamente, el término configuración es generalmente empleado en el sentido
de sistema total, holístico (macro-configuración). Ahora bien, las configuraciones, a
diferencia de los sistemas, no están integradas por elementos estructurales
(componentes, partes) necesarios para la operación del sistema total, llamados
230
subsistemas; sino que el sistema, en tanto configuración, se configura en procesos y
subprocesos, meso-configuraciones y micro-configuraciones, de manera respectiva.
Estos procesos están formados por configuraciones de orden inferior, más
detalladas, de menor complejidad. De manera que, tanto el nivel de complejidad de las
configuraciones como el nivel de complejidad de los procesos dependen de la
complejidad intrínseca de las configuraciones inherentes al sistema total (macro-
configuración), holístico.
Luhmann (1998; p. 65) define el concepto de proceso, argumentando que éstos se
realizan de tal manera que acontecimientos concretos, selectivos, se basan
cronológicamente unos en otros, se suceden, es decir, incorporan selecciones previas,
respectivamente previsibles como premisas de selección, en la selección individual.
Es comprensible entonces que la introducción de un tipo particular de proceso
constituya actualmente el principal propósito de la Configuralogía. Los científicos
sociales que deseen familiarizarse con esta teoría deben concentrar su atención sobre
situaciones, acontecimientos o eventos extensos que se distribuyan, intercambien,
fluyan, oscilen y regulen a sí mismas como totalidades dinámicas y funcionales.
Como es lógico, estos procesos tienen ciertas particularidades que sólo poseen
como estados extensos, y lo mismo sucede con los subprocesos inmanentes.
Los procesos y las relaciones entre los procesos inmanentes a una unidad
sistémica determinada constituyen su configuración. Las relaciones que constituyen la
configuración de una unidad total se realizan como subprocesos de las relaciones que
se realizan en el proceso, que incluye más relaciones que las de los subprocesos
subordinados.
El concepto de proceso se identifica con los límites entre la configuración y su
contexto configurante.
Contexto configurante
Según Bateson (2010; p. 182), la misteriosa y polimórfica relación entre contexto
y contenido predomina tanto en la anatomía como en la lingüística; y los evolucionistas
del siglo XIX, preocupados por lo que entonces se llamaba las "homologías", estaban,
de hecho, estudiando precisamente las estructuras contextuales del desarrollo
biológico. Todo el contenido de esta especulación se torna casi lugar común cuando
advertimos que lo mismo la gramática que la estructura biológica son productos de un
proceso de comunicación y de organización. La estructura de la planta es una
transformación compleja de instrucciones genotípicas, y el "lenguaje" de los genes,
como cualquier otro lenguaje, debe tener necesariamente una estructura contextual.
Además, en toda comunicación tiene que existir pertinencia entre la estructura
contextual del mensaje y alguna estructuración del recipiente. Los tejidos de la planta
no podrían "leer" las instrucciones genotípicas portadas por los cromosomas de cada
célula si la célula y el tejido no existieran, en determinado momento, en una estructura
contextual.
Lo que hasta aquí se ha dicho servirá de suficiente definición de lo que aquí
entendemos por "forma y patrón". El centro de la discusión estuvo situado, más sobre la
forma que en el contenido; sobre el contexto más que en lo que ocurre "en” el contexto
231
dado; sobre la relación más que sobre las personas o hechos relacionados. (Bateson,
2010; p. 182)
Para Bateson (2010; p. 183) lo que evoluciona es el contexto. “Nada tiene
significado si no se lo ve en algún contexto”, solía decir. A esta visión de Bateson se la
llama trasferencia y es un fenómeno general en las relaciones humanas.
Es una característica universal de toda interacción entre personas, porque,
después de todo, la conformación de lo sucedido ayer entre tú y yo pasa a conformar
nuestra manera de reaccionar hoy uno frente al otro. Y esa conformación es, en
principio, una “trasferencia” del aprendizaje anterior. (Bateson, 2011; p. 25)
Lo que Bateson (2011; p. 149) afirma es que existe un aprendizaje del contexto,
aprendizaje diferente del que ven los experimentadores, y que nace de una especie de
descripción doble que va de la mano con la relación y la interacción. Además, como
todos los temas del aprendizaje contextual, esos temas relacionales se auto-convalidan.
El orgullo se nutre de la admiración, pero siendo esta condicional -y el hombre orgulloso
teme el desprecio del otro-, de ello se desprende que nada puede hacer el otro para
disminuir el orgullo. Si muestra desprecio, igualmente refuerza el orgullo.
El entorno se da en forma de sentido y los límites del entorno son límites de
sentido; por consiguiente, se remiten al mismo tiempo, hacia afuera y hacia dentro. El
sentido, en general, y los límites del sentido, en particular, garantizan el nexo
insuperable entre sistema y entorno mediante la forma especial de sentido: remisiones
redundantes. Ningún sistema de sentido se puede perder definitivamente en el entorno
o en sí mismo, ya que siempre lleva implícito el sentido que remite más allá de los
límites. El proceso de diferenciación del sistema con ayuda de los límites particulares
del sentido articula un nexo de remisiones del mundo universales, con la conciencia de
que para el sistema se señala que es lo que pretende consigo mismo y con su entorno.
(Luhmann, 1998; p. 79)
Pero, en palabras de Luhmann (1998; p. 80) el límite mismo está determinado por
el sistema, de tal manera que la diferencia del sistema con el entorno puede concebirse
como un resultado del sistema, a saber, tematizado como un proceso autorreferencial.
En nuestra teoría configuracional, el contexto configurante es el conjunto de todos
los procesos que, dentro de una proximidad específica, pueden tener alguna influencia
sobre la dinámica de la configuración. Las proximidades son las condiciones
contextuales dentro de la cual la configuración existe, opera, se despliega, se desarrolla
y se configura con otras configuraciones.
La configuración y el contexto configurante tienen un carácter relativo, que se
establece según los criterios con que se defina la propia configuración. Por ejemplo, el
universo está formado de múltiples configuraciones que se interrelacionan, siendo
posible pasar de una configuración a otra más abarcadora (macro-configuración), como
también pasar a procesos inherentes a ella, es decir, a configuraciones de menor
complejidad (meso y micro-configuraciones).
Las configuraciones se desarrollan en un contexto configurante en el que existen,
se despliegan y son condicionadas por éste, no existiendo configuraciones que estén
fuera del contexto configurante, ni viceversa, de manera que una configuración es, a la
232
vez, un contexto configurante, y un contexto configurante es, a la vez, una
configuración.
Como dice Maturana (2002b; p. 203), al cambiar las correlaciones sensoefectoras
del organismo cambia la configuración de encuentros de los sensores del organismo
con el medio, con lo que cambia la configuración de cambios estructurales gatillados en
éstos y su participación como componentes neuronales del sistema nervioso.
El modo de vivir de un organismo modula el operar de subsistema nervioso al
modular su dinámica estructural, y el operar del sistema nervioso modula el vivir del
organismo al modular el curso de sus interacciones al modular sus correlaciones
sensoefectoras. (Maturana, 2002b; p. 204)
Rasgos caracterológicos:
Como ya afirmamos, con el fin de comprender, analizar, describir, explicar y
argumentar las configuraciones, ha sido necesario revelar los rasgos que las
caracterizan, los cuales permiten, a su vez, direccionarlas e, incluso, predecirlas y
proyectarlas. Estos rasgos caracterológicos son:
Interconexiones
A partir de la Segunda Guerra Mundial, se puso de moda la investigación
"interdisciplinaria". Y esto significa habitualmente, por ejemplo, que un ecólogo
necesitará de un geólogo que le informe de las rocas y el suelo que forman el terreno
que aquél está investigando. Pero hay otro sentido en el cual la labor científica puede
pretender ser interdisciplinaria.
El hombre que estudia la disposición de las hojas y ramas cuando crece una
planta de flor puede observar una analogía formal entre las relaciones formales que se
dan entre las ramas, las hojas y los pimpollos y las relaciones formales que existen
entre diferentes clases gramaticales de palabras que integran una oración. Pensará en
una hoja no como algo plano y verde sino como algo relacionado de alguna manera
particular con el tallo del cual crece y con el tallo secundario (o brote) que se forma en
el ángulo que cae entre la hoja y el tallo primario. De manera similar, el lingüista
moderno piensa en un "nombre" no como el "nombre de una persona, lugar o cosa",
sino como miembro de una clase de palabras definidas por su relación dentro de la
estructura de la oración, con los "verbos" y otras partes de ella. (Bateson, 2010; p. 181)
Bateson (2010; p. 181) afirma que quienes piensan primero en las cosas que son
relacionadas (los relata) rechazarán por rebuscada cualquier analogía entre la
gramática y la anatomía de las plantas. Después de todos una hoja y un sustantivo no
se asemejan entre sí por su apariencia externa. Pero si pensamos primero en las
relaciones y consideramos los términos relacionados como definidos exclusivamente
por sus relaciones, comenzamos a asombrarnos. ¿Es que existe una analogía profunda
entre la gramática y la anatomía? ¿Existe una ciencia interdisciplinaria que se ocupe de
tales analogías? ¿Cuál sería el objeto formal de esa ciencia? ¿Y por qué deberíamos
esperar que tales analogías remotas tengan significado?
Al hablar de cualquier analogía, es importante definir con exactitud qué es lo que
pretendemos cuando decimos que la analogía es significativa. En el ejemplo presente,
no pretendemos que un sustantivo tenga el mismo aspecto que una hoja. Ni siquiera
233
pretendemos que la relación entre hoja y tallo sea la misma que entre sustantivo y
verbo. (Bateson, 2010; p. 181)
Lo que Bateson (2010; p. 182) quiere decir es que lo que pretendemos es,
primero, que, lo mismo en la anatomía que en la gramática, las partes tienen que
clasificarse de acuerdo con las relaciones que median entre ellas. En ambos campos,
las relaciones tienen que pensarse como algo primario, y los términos relacionados
como algo secundario. Además de esto, se pretende que las relaciones son del tipo
generado por procesos de intercambio de información.
Bateson comenzó a pensar en esas cosas mucho tiempo atrás, y he aquí dos
nociones que elaboró antes de la segunda guerra mundial, cuando estaba trabajando
en lo que llamó la “dinámica” o la “mecánica” de la cultura Iatmul del rio sepik (nueva
guinea). (2011; p. 147-148):
Una de esas nociones fue que a unidad de interacción y la unidad de aprendizaje
caracterológico (no la mera adquisición de la denominada “respuesta” cuando suena el
timbre, sino la adquisición de la predisposición para tales automatismos) coinciden
entre sí.
El aprendizaje de los contextos de la vida es una cuestión que debe ser
examinada, no internamente, sino como relación externa entre dos seres. Y una
relación es siempre un producto de doble descripción.
Es correcto (y constituye un gran avance) comenzar a pensar en los dos bandos
que participan en la interacción como dos ojos, cada uno de los cuales da una visión
binocular en profundidad. Esta doble visión es la relación.
La relación no es interior a la persona individual. No tiene sentido hablar de
“dependencia”, “agresividad”, “orgullo” etc. Todas estas palabras tienen su raíz en lo
que ocurre entre personas, no en tal-o-cual-cosa presuntamente situada dentro de una
persona.
Hay, sin duda, un aprendizaje en el sentido más restringido. Hay cambios en A y
hay cambios en B que corresponden a la dependencia-protección de la relación. Pero la
relación viene primero: es precedente.
Sólo si uno se aferra de manera rigurosa a la primacía y prioridad de la relación
puede evitar las explicaciones dormitivas. El opio no contiene un principio dormitivo, y
el hombre no contiene un instinto agresivo.
El material de nueva guinea y muchas otras cosas que obtuve después me
enseñaron que no iría a ninguna parte explicando la conducta orgullosa, por ejemplo,
mediante la referencia al “orgullo” de un individuo. Tampoco se puede explicar la
agresión por referencia a la “agresividad” instintiva (o aun adquirida). Afirmo que esa
explicación, que desplaza la atención del campo interpersonal a un artificioso instinto
interior (o tendencia, o principio, o lo que sea), es un gran disparate que no hace sino
ocultar los verdaderos interrogantes.
Si tú quieres hablar, digamos, del “orgullo”, debes tomar como referencia dos
personas o dos grupos, y lo que acontece entre ellos. A es admirado por B; la
admiración de B es condicional, y puede trocarse en desprecio, etc. Puedes entonces

234
definir una especie particular de orgullo por referencia a una pauta particular de
interacción.
Lo mismo es válido para la “dependencia”, el “coraje”, la “conducta pasiva-
agresiva”, el “fatalismo”, etc. Todos los adjetivos caracterológicos deben ser reducidos
o ampliados a fin de derivar sus definiciones de pautas de intercambio, o sea, de
combinaciones de descripción doble.
Así como la visión binocular ofrece la posibilidad de un nuevo orden de
información (acerca de la profundidad), así también la comprensión (consciente e
inconsciente) de la conducta a través de la relación ofrece un nuevo tipo lógico de
aprendizaje. (En su libro Pasos hacia una ecología del espíritu, Bateson (2010, 2011)
ha llamado a esto “aprendizaje II” o “deutero-aprendizaje”.)
La cuestión nos resulta un poco difícil de captar porque hemos sido enseñados a
pensar en el aprendizaje como un asunto entre dos unidades: el maestro “enseña” –se
nos decía- y el estudiante (o el animal experimental) “aprende”. Pero ese modelo lineal
progresivo quedo caduco cuando nos anoticiamos de los circuitos cibernéticos de
interacción. La unidad mínima de interacción contiene tres componentes. (En esto los
tres experimentadores estaban en lo cierto, pese a su ceguera respecto de las
diferencias en los niveles lógicos).
Llamemos a esos tres componentes “estimulo”, “respuesta” y “refuerzo”. De ellos,
el segundo es el refuerzo del primero y el tercero es el refuerzo del segundo. La
respuesta del que aprende refuerza el estímulo del que enseña, etc.
El orgullo es: admiración condicional concedida por un espectador, más respuesta
del actor, más una medida adicional de admiración… (¡Córtese la secuencia donde se
quiera!) Por supuesto, los componentes de los contextos de aprendizaje pueden
interconectarse de centenares de modos distintos, y consecuentemente hay centenares
de “rasgos” caracterológicos; lo extraño es que de esos centenares los
experimentadores han buscado alrededor de media docena.
En efecto, los científicos y las mentes científicas han considerado una ilusión la
sensación de la interconexión entre los seres humanos, y la de éstos con la naturaleza.
A partir de entonces empezaron a manifestarse las evidencias al respecto.
Bateson construyó una escala para pensar acerca de la pauta que conecta.
Podemos ahora aproximarnos con palabras a su tesis central: La pauta que
conecta es una metapauta. Es una pauta de pautas. Es esa metapauta la que define
esta amplia generalización: que, de hecho, son las pautas las que conectan. (Bateson,
2011; p. 21)
Bateson (2011; p. 23) decía que hemos sido adiestrados para pensar en las
pautas (a excepción de las de la música) como cosas fijas. Eso es más cómodo y
sencillo, pero, desde luego, carece de sentido. En verdad, para comenzar a pensar
acerca de la pauta que conecta lo correcto es considerarla primordialmente (cualquiera
sea el significado de esta palabra) como una danza de partes interactuantes, y sólo
secundariamente fijada por diversas clases de límites físicos y por los límites que
imponen de manera característica los organismos.

235
Asimismo, según Laszlo (2009; p. 14), si consideramos nuestras conexiones en el
marco de las nuevas ciencias -sobre todo de la física cuántica-, veremos que aparecen
indicaciones acerca de que la "unión" que la gente experimenta a veces no es ilusoria y
que la explicación no está más allá del campo de la ciencia. Igual que los cuantos, y los
átomos y moléculas, pueden conectarse instantáneamente a través del tiempo y el
espacio, también los organismos vivos -sobre todo el cerebro y sistema nervioso
complejo y suprasensible de los organismos evolucionados- pueden conectarse
instantáneamente con otros organismos, con la naturaleza y con el cosmos en su
conjunto. Se trata de algo vital, importantísimo, pues admitir la intuición de las
conexiones con nuestra consciencia cotidiana puede inspirar la solidaridad que tanto
necesitamos para vivir en este planeta para vivir en armonía entre nosotros y con la
naturaleza.
Los científicos saben ahora que las partículas están involucradas -conectadas de
forma no local- entre sí a través del espacio: cuentan con una unidad previa que está
activa y manifiesta. Las cosas vivas de todo tipo están conectadas de manera no local a
través de la biosfera; la suya es una conexión sutil que también está activa y es real,
aunque lo hayamos descubierto recientemente. (Laszlo, 2009; p. 117)
En las vanguardias de la ciencia están apareciendo evidencias que demuestran
que a un nivel profundo todas las cosas del cosmos están conectadas entre sí. Esta
conexión, como Laszlo (2009; p. 203) sugiere, es válida respecto a los cerebros
humanos: en estados cerebrales y mentales alterados, las ondas cerebrales de distintos
individuos, aunque estén separados por distancias finitas, se sincronizan y los ritmos
expuestos por uno de ellos son recogidos por los demás. El universo, incluyendo a los
seres humanos, es fundamentalmente coherente y, según parece, también de manera
no local.
La sorprendente coherencia no local de los cerebros y mentes de distintos
individuos produce cierto número de los denominados fenómenos paranormales,
incluyendo la telepatía, visión remota, curación a distancia, dolor de gemelos y conexión
con independencia de la distancia entre personas relacionadas emocionalmente. En
estos casos, la coherencia no local entre las mentes de los individuos está intermediada
por sus cerebros y cuerpos. (Laszlo, 2009; p. 203)
Asimismo, para Dilthey (2000; p. 121), el curso de la vida consta de partes, de
vivencias que se haya en una mutua conexión interna. Cada vivencia individual está
referida a un sí-mismo del cual es parte; por la estructura, está vinculada a las otras
partes en una conexión. En todo lo espiritual encontramos conexión; de modo que la
conexión es una categoría que brota de la vida. Captamos la conexión en virtud de la
unidad de la conciencia. Esta es la condición bajo la que se halla toda captación; y está
claro que el que tenga lugar la conexión no es algo que se siga sin más del hecho de
que a la unidad de la conciencia le haya sido dada una multiplicidad de vivencias. La
conexión de la vida nos es dada solamente porque la vida misma es una conexión
estructural, en la cual las vivencias se hallan en relaciones vivibles. Esta conexión es
concebida bajo una categoría abarcaste, la cual es un modo de proposición acerca de
toda realidad efectiva, a saber, la relación del todo y las partes…

236
Por otro lado, en un universo Hamilton-Jacobi las cosas no son entidades cerradas
sino productos de una totalidad interconectada.
No hay ni causas simples ni efectos aislados, sino que todas las cosas causan y
determinan a cada una de ellas. Y todo lo que ocurre, no importa cuándo ni dónde, en
criterio de Laszlo (1997; p. 50), es resultado de todo lo que ha ocurrido anteriormente, y
es -a su vez- la base de todos los acontecimientos que sucederán a partir de ese
momento. La realidad es como un sistema de ondas interactuantes y, más que cosas
separadas y sucesos independientes, en este universo hay ondulaciones moviéndose
sobre otras ondulaciones, las cuales se forman sobre olas que se desplazan sobre
otras olas, propagándose -e interpenetrándose- en un mar en el que no existen junturas
ni límites.
Ha emergido, pues, una nueva visión panorámica del universo, una visión en gran
manera unificada. En ella, todas las partículas y fuerzas del universo físico se originan a
partir de una "fuerza unificada super grande" y, aunque se separan en distintos
acontecimientos dinámicos, no por ello dejan de mantener interacciones. El espacio-
tiempo se ha convertido en un continuum dinámico del que las partículas y fuerzas son
elementos integrantes. Cada partícula y cada fuerza afecta a todas las demás. No
existen "cosas" y fuerzas separadas en la naturaleza, sino sólo series de
acontecimientos interactuantes con características diferenciadas. (Laszlo, 1997; p. 94)
David Bohm trató de completar la teoría cuántica considerando otra componente
que pertenecería al campo de la física clásica. Según Laszlo (1997; p. 95), su factor Q
funciona como una onda-piloto que elimina la indeterminación probabilística del estado
cuántico. Bohm localiza este factor en un nivel fundamental del universo que denomina
"orden implicado", en el que se generan todas las formas de organización que emergen
en el reino fenoménico (que constituye el "orden desplegado"). El precio que la teoría
de Bohm exige pagar es la aceptación como artículo de fe, de la "realidad separada" del
orden implicado (por utilizar una terminología que ha popularizado Carlos Castañeda).
El orden implicado es la dimensión primaria de la realidad, pero resulta imposible
conocerlo directamente puesto que todas nuestras observaciones y experimentos se
refieren a la "realidad secundaria" del orden desplegado.
Ahora bien, en éste último, el origen y las funciones que cumple la onda-piloto no
se ponen de manifiesto, debiendo quedar, por tanto, como meras suposiciones ad hoc.
Sucede que Bohm necesita el orden implicado precisamente para eliminar el carácter
ad hoc de su hipótesis de una "componente perteneciente al terreno de la física clásica"
que estaría presente en el nivel cuántico; y esto aunque dicho orden aparezca, en su
teoría, como una cosa que es preciso aceptar como artículo de fe. (Laszlo, 1997; p. 96)
Según Stanislav Grof, la física moderna ha demostrado que no existen objetos
separados en el mundo y que el universo es una red unificada de procesos
subatómicos. Sin embargo, en nuestra vida diaria tenemos un especial sentido de la
propiedad sobre nuestras vidas individuales, nuestros cuerpos y egos. Cuando el
proceso de la autoexploración abarca el inconsciente colectivo, todas las vidas
humanas que han existido en la historia se convierten en nuestras vidas. Como decía
antes, en mi última disquisición, todas ellas tienen un único protagonista: la conciencia
absoluta, Brahman, el Tao o cualquier otro término que podamos emplear aquí. No

237
obstante, las vivimos con sentido de la propiedad, como si fueran "nuestras vidas
anteriores". Aún no nos hemos desprendido de nuestro ego y ya nos aferramos a lo que
queda de nuestra identidad separada. (En: Laszlo, Grof y Russell, 2008; p. 166)
Precisamente, en criterio de Capra (2009; p. 82), Gregory Bateson será
considerado como uno de los pensadores más influyentes de nuestra época por los
historiadores del futuro. Lo singular de su pensamiento se debe a su amplio alcance y a
su generalidad. En una época caracterizada por la fragmentación y la excesiva
especialización, Bateson desafió los supuestos básicos y los métodos de diversas
ciencias, buscando pautas más allá de las pautas y procesos subyacentes en las
estructuras. Declaró que las relaciones deberían constituir la base de toda definición y
su objetivo principal era descubrir los principios de organización en todos los
fenómenos que observaba, o, en sus propias palabras, “la pauta que los conecta”
El concepto de una pauta de relaciones, especula Capra (2009; p. 257), parece de
algún modo más próximo a la idea de la calidad. Y él tiene la sensación de que una
ciencia cuyo interés primordial lo constituyan las redes de pautas dinámicas
interdependientes, estará más cerca de lo que Schumacher denomina “ciencia de la
comprensión”
A continuación reproduzco un diálogo que Capra (2009; p. 85-86) reconstruye de
memoria, una de estas conversaciones que tuvo con Bateson.
Un día estaban sentados en la terraza junto al pabellón de Esalen, y Bateson
hablaba de lógica:
- La lógica es un instrumento muy elegante -decía- y le venimos sacando un buen
rendimiento desde hace unos dos mil años. El problema, sin embargo, es que cuando la
aplicamos a los cangrejos y las marsopas, y a las mariposas y sus costumbres… a todo
eso que es tan bello -agregó después de que su voz se perdiera en la lejanía y hacer
una pausa mirando al océano-, la lógica no acaba de ser satisfactoria -concluyó,
mirando fijamente a Capra.
- ¿No?
- No lo es -prosiguió con brío-, porque esa gran estructura de seres vivos no ha
sido compaginada con la lógica. Fíjate en que, cuando te encuentras con pautas
circulares de casualidad, como siempre ocurre en el mundo vivo, el uso de la lógica te
hará caer en paradojas. Piensa sólo en el termostato, un simple órgano sensorial, ¿de
acuerdo?
Hizo una pausa, miró fijamente a Capra para comprobar que le seguía la
conversación y prosiguió:
- Si está encendido, se apaga; si está apagado, se enciende. Si es sí, es no; si es
no, es sí.
Entonces dejó de hablar, para dejar que Capra reflexionara sobre lo que acababa
de decir. Su última frase le recordaba a Capra las paradojas clásicas de la lógica
aristotélica, que era, evidentemente, lo que se proponía. Por consiguiente, Capra se
arriesgó a dar un salto.
- De modo que la pregunta sería: ¿mienten los termostatos?, preguntó el físico.
238
- Sí, no, si, no -respondió Bateson, con un destello en la mirada- ¿Te das cuenta?
El equivalente cibernético de la lógica es la oscilación.
Hizo una nueva pausa y, en aquel momento, de pronto Capra tuvo una visión
relacionada con algo que le interesaba desde hacía tiempo. Se emocionó y, con una
provocativa sonrisa, exclamó:
- ¡Heráclito ya lo sabía!
- Heráclito ya lo sabía -repitió Bateson, devolviéndome la sonrisa.
- Y también lo sabía Lao Tzu –agregó Capra.
- Sí, definitivamente, como también lo saben esos árboles, la lógica no les sirve de
nada.
- En tal caso, ¿Qué utilizan en su lugar?, preguntó Capra.
- La metáfora.
- ¿La metáfora?
- Sí, la metáfora. Así es como esa gran estructura de interconexiones mentales se
mantienen unidas. La metáfora está en la propia raíz de la vida, concluyó Bateson.
Poco después de Capra conocer a Bateson, éste le contó un chiste que le
encantaba, que repitió en muchas de sus conferencias, y que creo puede ayudarnos a
comprender su forma de pensar y de presentar ideas. Así es como se lo contó a Capra
(2009; p. 87-88):
Había un hombre que tenía un ordenador muy potente y quería saber si los
ordenadores podrían llegar a pensar. De modo que decidió preguntárselo a la máquina
en su mejor Fortran: “¿Será algún día capaz de pensar como un ser humano?”, el
ordenador hizo unos clics, zumbidos y parpadeos, hasta que por fin imprimió su
respuesta en una hoja de papel, como suelen hacerlo esos aparatos. El individuo se
apresuró a coger la copia de la impresora y, meticulosamente impresas sobre la misma,
había las siguientes palabras: “Eso me recuerda una historia”
Según comenta Capra (2009; p. 88), Bateson consideraba las historias, parábolas
y metáforas como expresiones esenciales del pensamiento humano, de la mente
humana. A pesar de que era un pensador muy abstracto, nunca trataba ninguna idea en
términos puramente abstractos, sino que le presentaba de un modo concreto, a través
de una historia.
La importancia de las historias en el pensamiento de Bateson está íntimamente
vinculada con la importancia de las relaciones. Si tuviera que describir el mensaje de
Bateson en una sola palabra, el término que utilizaría seria “relaciones”; era lo que
siempre hablaba. Un aspecto central del nuevo paradigma emergente, tal vez el
esencial, es el cambio de objetos o relaciones. Según Bateson, la relación debería
constituir la base de toda definición; la forma biológica es un conjunto de relaciones,
más que de partes, y así es también cómo funciona el pensamiento humano; en
realidad, solía decir, es nuestra única forma de pensar. (Capra, 2009; p. 88)
A menudo Bateson hacía hincapié en que para describir con precisión la
naturaleza uno tendría que intentar hablar su lenguaje. Según Capra (2009; p. 88), en
239
una ocasión ilustró este punto con mucho dramatismo, formulando la siguiente
pregunta:
-¿Cuántos dedos hay en una mano?
- Cinco respondieron tímidamente algunos concurrentes, después de una
desconcertada pausa.
- ¡No! exclamo Bateson.
Entonces algunos respondieron “cuatro”, pero tampoco le pareció aceptable. Por
último, cuando todo el mundo se dio por vencido dijo:
- ¡No! La respuesta correcta es que uno no debe formular esta pregunta; es una
pregunta estúpida. Esta sería la respuesta que daría una planta, porque en el mundo de
las plantas y de los seres vivos en general no existen los dedos, existen sólo las
relaciones.
Dado que las relaciones constituyen la esencia del mundo viviente, según Bateson
sería preferible hablar un lenguaje de relaciones para describirlo. Y esto es lo que
hacen las historias. Éstas, afirmaba Bateson, constituyen el camino real del estudio de
las relaciones. Lo importante en una historia, lo verdadero de la misma no es el
argumento, las cosas, ni sus personajes, sino las relaciones entre ellos. Bateson definía
la historia como “un conjunto de relaciones formales dispersas por el tiempo” y esto era
lo que se deponía en todas sus conferencias, desarrollar una red de relaciones formales
a través de una colección de historias (Capra, 2009; p. 89). Es decir, desplegaba una
configuración conceptual comprensiva.
Según Bateson (2010; p. 279), la diferencia entre el mundo newtoniano y el mundo
de la comunicación consiste simplemente en esto: el mundo newtoniano adscribe
realidad a los objetos y los simplifica, excluyendo el contexto del contexto -excluyendo,
en realidad, todas las metarrelaciones- y excluyendo a fortiori una regresión infinita de
tales relaciones. Contrariamente, el teórico de la comunicación insiste en examinar las
metarrelaciones y las simplifica excluyendo todos los objetos.
"En mi pensamiento, cualquier cosa vale tanto como otra de este mundo, y una
herradura servirá", porque en el pensamiento y la experiencia no hay cosas sino sólo
mensajes y cosas equivalentes.
En este mundo, por cierto, yo, como objeto material, no tengo pertinencia y, en
ese sentido, tampoco realidad. Pero “yo”, sin embargo existe en el mundo
comunicacional como elemento esencial de la sintaxis de mi experiencia, y en la
experiencia de otros, y las comunicaciones de otros pueden lesionar mi identidad, hasta
el punto de destruir la organización de mi experiencia. (Bateson, 2010; p. 279)
Lo que Bateson (2010; p. 295) ha aportado a esta discusión es la idea de que el
contraste entre la parte y el todo, cada vez que este contraste aparece en el dominio de
la comunicación, es simplemente un contraste en la asignación de tipos lógicos.
El todo se encuentra siempre en una metarrelación con sus partes. De la misma
manera como en lógica la proposición nunca puede determinar la metaproposición,
también en asuntos de control el contexto menor nunca puede determinar el mayor.
(Bateson, 2010; p. 296)
240
Tal como Bateson (2010; p. 297) lo ve, el mundo está formado por una red muy
compleja (más que por una cadena) de entidades que tienen entre sí este tipo de
relación, pero con esta diferencia, que muchas de esas entidades tienen sus propias
provisiones de energías y quizá sus propias ideas acerca de hacia dónde les gustaría
dirigirse.
En un mundo como éste los problemas del control se tornan más afines al arte que
a la ciencia, no sólo porque tendemos a pensar en lo arduo y en lo impredecible como
contextos propios del arte, sino porque los resultados de error probablemente sean
alguna clase de fealdad. (Bateson, 2010; p. 297)
Según Bateson (2010; p. 297) los especialistas en ciencias sociales, haríamos
bien en reprimir nuestra avidez por controlar ese mundo que comprendemos de una
manera tan imperfecta. No debemos permitir que el hecho de nuestra comprensión
imperfecta alimente nuestra angustia y de esa manera incremente la necesidad de
controlar. Más bien, nuestros estudios podrían inspirarse en un motivo, antiguo, pero
que hoy goza de menos honor: la curiosidad respecto del mundo del que formamos
parte. La recompensa de tal tarea no es el poder sino la belleza.
Como se aprecia, para Bateson (2010; p. 301) es obvio que en la mente no
existen objetos ni acontecimientos: ni cerdos, ni palmeras, ni madres. La mente sólo
contiene transformaciones, perceptos, imágenes, etcétera, y reglas para formar estas
transformaciones, perceptos, imágenes etcétera. De qué manera existen estas reglas,
no lo sé, pero presumiblemente están encarnadas en la maquinaria misma que creó las
transformaciones. Las reglas, por cierto, no son comúnmente explicitadas como
"pensamientos" conscientes.
En cualquier caso, carece de sentido decir que un hombre fue atemorizado por un
león, porque el león no es una idea. El hombre forma una idea del león.
El mundo explicativo de la sustancia no puede invocar ninguna diferencia y
ninguna idea, sino sólo fuerzas e impactos. Y, per contra, el mundo de la forma y la
comunicación no invoca cosas, fuerzas o impactos, sino sólo diferencias e ideas. (Una
diferencia que hace una diferencia es una idea. Es un "bit” o unidad de información.)
Pero esto lo aprendí sólo después: la teoría del doble vínculo me capacitó para
aprenderlo. Y sin embargo, por supuesto, está implícito en la teoría que difícilmente
podía haber sido creada sin ello. (Bateson, 2010; p. 301)
El trabajo original de Bateson sobre el doble vínculo contiene numerosos errores
debido simplemente a que no había aún examinado articuladamente el problema de la
reificación. Hablaba en ese trabajo como si un doble vínculo fuera alguna cosa, y como
si tales cosas pudieran contarse.
Todos los sistemas biológicos (los organismos y las organizaciones sociales o
ecológicas de organismos) son capaces de cambios adaptativos.
Pero, en criterio de Bateson (2010; p. 303), los cambios adaptativos revisten
muchas formas, tales como la respuesta, el aprendizaje, la sucesión ecológica, la
evolución Biológica, la evolución cultural, etcétera, de acuerdo con la dimensión y la
complejidad del sistema que elijamos considerar.

241
Para Martínez (2008; p. 124) la vida humana se presenta en “totalidades
dinámicas y estructuradas” orientadas hacia una meta. Las acciones humanas no son
entidades aisladas ni aislables. Tienen múltiples relaciones con otros elementos con los
cuales forman sistemas dinámicos que persiguen un fin. Lo esencial de una estructura,
así entendida, es que es un sistema con gran interacción entre las partes
constituyentes, que puede crecer, diferenciarse progresivamente, autorregularse y
reproducirse, y que conserva su red de relaciones, aun cuando se alteren, se constituya
y, en algunos casos, incluso, se eliminen partes. Una estructura psíquica (que es un
complejo organizado de elementos aparentemente diferentes, como impulsos,
sentimientos, recuerdos, percepciones, pensamientos, conductas, etc. Y que se
sobreponen, se entretejen e interactúan), cumple una función dentro de la estructura
total de la personalidad y, si de alguna manera es mutilada, coartada o inhibida,
reaccionará protegiéndose y buscando autopreservarse.
Las asociaciones y reciprocidad de la configuración expresan el rasgo de ésta de
alcanzar cualidades que son resultado de la integración de los procesos y que no se
manifiestan en éstos por separado.
Maturana y Varela (2004; p. 65) solían decir: “Lo que nos interesa no son las
propiedades de sus componentes, sino los procesos, y relaciones entre procesos.”
Jung intentó comprender la psique humana en su totalidad y se interesaba
particularmente por sus relaciones con el medio ambiente, en su sentido más amplio.
Especialmente su concepto del inconsciente colectivo supone un vínculo entre el
individuo y el conjunto de la humanidad incomprensible desde un marco mecanicista.
Jung utilizó también conceptos sorprendentemente parecidos a los de la física cuántica.
Interpretó el inconsciente como un proceso que incluía “pautas dinámicas
colectivamente presentes”, que denomino arquetipos. Dichos arquetipos, según Jung,
estaban arraigados en una red de relaciones en las que todo arquetipo, a fin de
cuentas, incluye todos los demás. (Capra, 2009; p. 145)
A estos arquetipos yo los denomino Configuraciones Colectivas Inmanentes.
Según Capra (2009; p. 166), Roland Fischer ha introducido una nueva
perspectiva, recordándonos que lo que percibimos es en gran parte una creación de los
procesos interactivos. Por ejemplo -explicó-, la dulzura que gustamos con el azúcar, no
es una propiedad del azúcar ni de nosotros mismos. Nosotros producimos la
experiencia de la dulzura en el proceso de interacción con el azúcar.
Este es exactamente el tipo de observación que hacia Heisenberg acerca de los
fenómenos atómicos, a los que en la física clásica se suponía dotados de propiedades
objetivas e independientes -afirma Capra.
Heisenberg demostró, por ejemplo, que un electrón puede mostrarse como
partícula o como onda, según como se observe. Si se plantea la pregunta a partir de la
partícula, la respuesta corresponderá a la partícula, pero si se plantea a partir de la
onda la respuesta corresponderá a la onda. “Las ciencias naturales -escribió
Heisenberg- no se limitan a describir y explicar la naturaleza, forman parte de la
interrelación entre la naturaleza y nosotros mismos”.

242
Si todo el universo es como lo dulce -reflexiona Laing-, que no pertenece ni al
observador ni a lo observado sino a la relación entre ambos, ¿Cómo puede uno hablar
del universo como si fuera un objeto observado? Parece que hablamos como si
existiera un universo que evoluciona de algún modo.
Por otro lado, según Capra, es muy difícil hablar de la evolución del universo en su
conjunto, porque el concepto de evolución implica una sensación de tiempo y cuando
se habla del conjunto del universo, hay que ir más allá del concepto convencional de
tiempo lineal.
Por la misma razón no tiene mucho sentido decir “primero hubo materia y a
continuación conciencia” o “primero conciencia y después materia”, porque estas
afirmaciones, a su vez implican un concepto lineal del tiempo que no es apropiado al
nivel cósmico. (Capra, 2009; p. 167)
Hay un hecho psicológico que juega un papel fundamental en el pensamiento
configuracional, que es la conciencia subjetiva de interconexiones, es decir, “en un
campo visual ordinario pueden aparecer cientos de relaciones, una vez que
empecemos a interesarnos en ellas y aislar pares de datos que muestran las relaciones
en cuestión. Hablando en términos generales, relaciones particulares sólo emergen
cuando nuestra atención está dirigida por el camino adecuado.” (Köhler, 1972; p. 188)
De hecho, cuando aprehendemos una relación tenemos una visión interior de su
dependencia de la naturaleza de los datos relacionados.
“Para cada orden de acontecimientos, estas leyes deben ser divididas en dos
clases, según que vinculen por semejanza los que coexisten, o -por filiación- los que se
suceden. Esta indispensable distinción corresponde esencialmente, en cuanto al mundo
exterior, a la que este nos ofrece siempre espontáneamente entre los dos estados
correlativos de existencia y de movimiento; de donde resulta, en toda ciencia real, una
fundamental diferencia entre la apreciación estática y la apreciación dinámica de un
asunto cualquiera. Ambas clases de relaciones contribuyen igualmente a explicar los
fenómenos, y llevan paralelamente a preverlos, aunque las leyes de la armonía
parezcan destinadas sobre todo a la explicación, y las leyes de sucesión, a la previsión.
En efecto, trátese de explicar o de prever, todo se reduce siempre a establecer
vínculos: todo lazo real, sea estático o dinámico, descubierto entre dos fenómenos
cualesquiera, permite a la vez explicarlos y preverlos uno después de otro; pues la
previsión científica corresponde evidentemente al presente, e incluso al pasado, tanto
como al futuro, puesto que siempre consiste en conocer un hecho independientemente
de su exploración directa, en virtud de sus relaciones con otros ya dados.” (Comte,
2008; p. 36-37)
Como se aprecia, la categoría ‘interconexiones’ se refiere a que la totalidad del
proceso no es igual, sino diferente a la suma de sus subprocesos, de ahí que dicha
totalidad implica una nueva cualidad, diferente y superior, privilegiada, por lo que, si se
investiga un proceso, se tendrá que analizar no a sus subprocesos uno por uno, sino a
la integración de la configuración como la totalidad en su complejidad, su organización y
las relaciones que de ella surgen.
Una particularidad de la configuración es que está en relación con otros eventos y
procesos, con otras configuraciones, pues cualquier denominación expresa múltiples
243
relaciones, manifiesta una condición dinámica, en permanente interacción, y se
evidencia de totalidad: es su evidencia, más no es la totalidad.
Además, la configuración se percibe como multidimensionalidad; es variada en su
composición y en sus manifestaciones y expresa relaciones diversas continuas, a veces
aparentemente insólitas y en otras paradójicas, que le dan sentido y significado a la
configuración.
Dejemos que sea Köhler (1972; p. 189-190) quien nos lo explique:
“Todos los problemas con los que podemos enfrentarnos, y también las soluciones
de tales problemas, los materiales en cuestión muestran algunas relaciones; pero estas
relaciones especiales son tales que se tropieza con una dificultad. Sin embargo,
podemos ahora descubrir otras relaciones en el material dado que hagan desaparecer
la dificultad. En algunos casos, al principio, somos incapaces de ver cualquier relación
en la materia que sea de importancia para nuestro cometido. Cuando sucede esto
tenemos que inspeccionar la situación dada hasta que, por fin, muestre relaciones de
las que se derive una solución. De esta forma no solo nuestra comprensión del
problema depende de hacernos conscientes de ciertas relaciones, sino también
podemos no resolver el problema sin descubrir ciertas nuevas relaciones. En su
mayoría, estas relaciones no son tan simples y tan inmediatamente accesibles como
eran las relaciones de tamaño y brillantes en mi ejemplo. Con frecuencia son de un tipo
mucho más abstracto y conceptual, y casi siempre tenemos que tratar no con una
relación, sino más bien con conjuntos de situaciones, y así, con relaciones entre
relaciones”, es decir, interconexiones
Por interconexión entiendo a la construcción de una relación coherente, armónica,
holológica y consistente, de interdependencia equilibrada entre procesos dados, y entre
éstos y los contextos configurantes.
En efecto, las configuraciones, procesos y contextos configurantes están en
constante interconexión. Si se pierde la comunicación interactiva entre la configuración,
los procesos y el entorno configurante o existen insuficiencias en los niveles de
correlación, interdependencia y articulación entre los procesos de una configuración
(como puede ser el pensamiento, los sentimientos, la personalidad de un sujeto, una
organización educativa, una sociedad, etc.) los significados se asimilan, se subjetivizan
y se expanden, y la configuración se va reduciendo a formas gradualmente más simples
de complejidad, desde lo macro hasta lo micro-configuracional, pudiendo llegar a la
dispersión, disolución, descomposición o desintegración de la configuración por
ausencia de correlaciones e interconexiones.
Según la comprensión configuracional “el todo y cada una de las sinergias están
estrechamente ligados con interacciones constantes y paradójicas” (Weil, 1996).
Cada evento o proceso está relacionado con otros acontecimientos, los cuales
producen entre sí nuevas relaciones y eventos en un proceso mayor que implica a la
configuración. Cada circunstancia, cada hecho, cada situación produce una serie de
nuevas situaciones, las cuales de alguna u otra manera influyen sobre sí y sobre los
otros eventos, en un contexto más amplio.

244
“Este proceso relacional, esta holopraxis natural y social, afecta el todo en sus
posibilidades y crea a su vez una aprehensión novedosa en el campo de la
investigación y de la vida misma ya que si el humano trata de determinar sus propios
límites, la orientación holística conduce a aceptar que le lindero de toda comprensión,
vivencia y razón de ser, está en las interacciones de cada evento, así como también en
el sentido de trascendencia.” (Barrera; 2010; p 18)
Una unidad total interactúa a través de la operación de sus procesos y funciones.
Los entes psíquicos o mentales, por ejemplo, así como los procesos espirituales y
las vivencias que a ellos se asocian, son dinámicas relacionales del ser vivo que no son
tratables como entes materiales o localizables en procesos orgánicos precisamente
porque son entes relacionales. (Maturana, 2002b; p. 210)
Es debido al carácter relacional de los entes y procesos psíquicos que nuestros
vivires humano y fisiológico se entrelazan en una continua modulación recíproca, y
nuestra corporalidad fluye por cauces que se configuran en y con su participación.
Según Maturana (2002b; p. 211), somos en cuerpo y relación (alma) como somos
en nuestra vida psíquica, mental o espiritual. Somos en cuerpo y relación (alma) lo que
pensamos que somos, lo que queremos ser, lo que no queremos ser, lo que
lamentamos no haber sido y lo que nuestra cultura es, tanto como lo que llegamos a ser
al transformarnos en la reflexión sobre nuestro ser y vivir.
Cada vez que en un sistema o relación entre sistemas establecen una relación
que se conserva, se abre un espacio para que todo lo demás cambie en torno a lo que
se conserva. (Maturana, 2008; p. 40)
En la cultura matríztica pre-patriarcal europea, la vida humana tiene que haberse
vivido como parte de una red de procesos cuya armonía no dependía exclusiva o
primariamente de ningún proceso particular. El pensamiento humano tiene que haber
sido entonces naturalmente sistémico, maneando un mundo en el que nada era en sí o
por sí mismo, y en el que todo era lo que era en sus conexiones con todo lo demás.
(Maturana y Verden-Zöller, 1993; p. 47)
Nosotros, los seres humanos, comenzamos a adquirir el espacio psíquico humano
desde el momento en que nuestra madre nos abre el camino a la existencia humana en
el momento del embarazo en que nos acepta y desea. Somos como humanos el
espacio psíquico que vivimos, y este lo llevamos en nuestra corporalidad, no como una
cosa, sino como un modo de ser.
Para Maturana (2002b; p. 212) adquirimos nuestra vida mental, psíquica, y
espiritual como modos relacionales del vivir que configuran la dinámica de estados de
nuestro sistema nervioso.
Y nuestro sistema nervioso se configura desde el útero en un sistema que da
origen a la vida psíquica, espiritual o mental como dominio relacional en el que su
dinámica de estados tiene sentido. Pero pasa algo más. La dinámica estructural del
sistema nervioso y, por lo tanto, su dinámica de estados, no es modulada por los
objetos o situaciones que un observador ve en el ambiente, sino por las configuraciones
sensoriales que admite el organismo en cada instante como perturbaciones según la

245
estructura en ese instante de sus sensores y sistema nervioso. (Maturana, 2002b; p.
213)
Como seres humanos somos lo que somos en el conversar, pero en la reflexión
podemos cambiar nuestro conversar y nuestro ser. Esa es nuestra libertad, y nuestra
libertad pertenece a nuestro ser psíquico y espiritual. (Maturana, 2002b; p. 214)
Es casi imposible concebir a una persona, a un ser humano, desarrollándose o
existiendo ella sola en el universo. Como dijo una vez el psicólogo W. Köhler "Un
chimpancé solitario no es un chimpancé"; y esto es mucho más evidente en el caso de
un ser humano solitario.
Una copiosa bibliografía de psicología y de psiquiatría ofrece claro testimonio de
que los caracteres psicológicos humanos sólo se desarrollan en las relaciones con otras
personas. (LeShan y Margenau, 2002; p. 232)
En este dominio de múltiples seres humanos comprobamos que se "manifiestan"
tres clases de observables: "identidad individual autoconsciente", "comunicación" y
"relaciones entre personas" (LeShan y Margenau, 2002; p. 233)
Ninguna de las dos proposiciones es un epifenómeno del dominio de la otra.
Según LeShan y Margenau (2002; p. 248), el cerebro no segrega la conciencia así
como la conciencia no segrega al cerebro. Diferentes dominios tienen diferentes
observables.
No obstante, Laszlo (1989; p. 158) nos invita a relevar con sentido común la
realidad, que hoy tenemos en nuestra mente, la realidad de los objetos, personas,
árboles y piedras:
“Si queremos darle sentido a todo esto, tenemos que tener cierta comprensión
general de las relaciones entre los objetos. Damos por sentado, por ejemplo, que entre
ellos hay relaciones causales. Después, si estamos interesados en las razones más
específicas por las que ciertas clases de cosas acontecen, empezamos a experimentar
con ellas. Las pruebas pueden llevarnos a una comprensión de las regularidades de las
relaciones entre las cosas. Luego es posible desarrollar teorías que expliquen esas
regularidades. Estas teorías pueden ser usadas no sólo para explicar las regularidades
sino también para predecirlas. Predecirlas se convierte así en un elemento básico para
la verificación o la invalidación de la teoría.”
En general, la ciencia teórica se ha movido dentro de los límites de las disciplinas.
En criterio de Laszlo (1989; p. 158), hay un intento de integración, dentro de la física,
con la teoría general de la relatividad, las teorías de campo unificadas, las teorías de la
gran unificación, etc. Y existe también un intento de integración dentro de las ciencias
de la vida con las teorías de la macro evolución, la síntesis neo darwiniana y el resto.
Pero hay también una necesidad de contemplar la posibilidad de vincular entre sí a
estas teorías ya integradas, dentro de un marco conceptual que les dé coherencia y
ponga en evidencia la relación que existe entre ellas.
Esta era la tarea de los filósofos, pero ahora es posible dentro de las nuevas
ciencias de la evolución y la complejidad. (Laszlo, 1989; p. 158)

246
Incluso, según Grof (1998; p. 55), en la práctica espiritual y sistemática con
estados holotrópicos de conciencia, podemos trascender repetidamente lo limites
ordinarios del ego corporal e identificarnos con otras personas, animales, plantas o
aspectos inorgánicos de la naturaleza y también con diversos seres arquetípicos. En
este proceso descubrimos que cualquier límite del universo material y de otras
realidades es en última instancia arbitrario y relativo. Liberándonos de las limitaciones
de la mente racional y del corsé del sentido común y de la lógica cotidiana, podemos
romper las muchas barreras que nos separan, expandir nuestra conciencia en
dimensiones inimaginables y experimentar posteriormente la unión y la identidad con la
fuente transcendente de todo ser.
Funciones
Según Laszlo (1997; p. 80), Prigogine fue uno de los primeros en constatar las
implicaciones transdisciplinares del estudio de los procesos evolucionados. Un sistema
vivo, dice Prigogine, no es como un mecanismo de relojería que puede explicarse
totalmente sobre la base de relaciones causales sencillas entre sus partes constitutivas;
en un organismo, cada órgano y cada proceso es función de la totalidad global. Y
añade que convendría adoptar una perspectiva similar en las ciencias sociales.
La teoría de la evolución irreversible de sistemas abiertos desde un punto de vista
termodinámico, resulta de aplicación en química-física, y se aplica igualmente a los
sistemas biológicos y a los sistemas humanos. (Laszlo, 1997; p. 81)
En criterio de Laszlo (1997; p. 84), la dinámica interactiva propuesta por Prigogine
crea vínculos entre sistemas pertenecientes a todos los campos de observación: físico,
químico, biológico, ecológico e incluso social. Proporciona un pasaporte, por así decir,
que permite pasar de la física y la química a la biología y la ecología, e internarse
incluso en las ciencias sociales. Pero, de todos modos, queda en pie la pregunta
esencial: ¿Suministra la dinámica de Prigogine una explicación plenamente satisfactoria
de las diversas formas de orden que aparecen en la naturaleza como resultado de la
auto-organización?
Llegados a este punto, Laszlo (1997; p. 84) constata que siguen sin respuesta
cuestiones muy importantes. En la dinámica de Prigogine, el camino que concretamente
sigue el desarrollo de un sistema en evolución, queda también dominado por el juego
del azar.
Los procesos de bifurcación pueden ser descritos por ecuaciones aleatorias que
establecen una cierta distribución probabilística en lo que se refiere al resultado final. Ni
la historia del sistema ni tampoco las características del flujo de energía que llega a él
procedente del medio externo, deciden cuál -de entre todas las numerosas
fluctuaciones posibles- será la que efectivamente se nuclee. Y esto no deja de implicar
una dificultad importante: si ni el pasado de un sistema ni tampoco el medio que le
rodea determinan el camino que va a seguir una bifurcación evolutiva, entonces cada
nuevo régimen dinámico que adopte un sistema complejo quedará totalmente a merced
de la selección aleatoria que se lleva a cabo entre las múltiples fluctuaciones que tienen
lugar. Si las formas de evolución que despliega un solo sistema se vuelven ya
impredecibles, entonces las que se desarrollen entrando en juego múltiples sistemas
tendrán que implicar -con toda verosimilitud- una diversidad realmente extraordinaria.
247
De modo que si la evolución de los sistemas estuviese guiada por dinámicas
estrictamente prigoginianas, los mismos tenderían necesariamente a divergir y a
diversificarse, mucho más que a converger y unificarse. Incluso dos sistemas que
partieran de un mismo estado y que contaran con condiciones iníciales idénticas,
divergirían en el curso de sus evoluciones respectivas, dado que cada uno de ellos se
hallaría expuesto a una serie distinta de influencias externas, aparte de responder a un
modelo diferente de fluctuación interna. No cabe duda, pues, de que Prigogine tenía
sus buenas razones para referirse a una cierta "pro-piedad de divergencia" que sería un
rasgo fundamental de los procesos evolucionarios. (Laszlo, 1997; p. 85)
Pero la cuestión no puede reducirse a esto. Si, de veras, lo que principalmente
hiciesen los sistemas en evolución fuese diversificarse más y más a lo largo del tiempo,
entonces, en criterio de Laszlo (1997; p. 85), tendríamos que estar rodeados por un
auténtico caos completamente descoordinado, en vez de encontrarnos con las formas
coherentes de orden que manifiestan tanto las macro estructuras que estudia la
cosmología como las microestructuras de la física, y que igualmente vemos en la
química y en las ciencias de la vida.
Así pues, para que esta teoría se adecúe a los hechos, está claro que, además de
dar cuenta de las dinámicas que conducen a la divergencia, tendrá que describir las
dinámicas de convergencia. (Laszlo, 1997; p. 86)
En efecto, toda configuración tiene una dinámica inmanente, funciones y
finalidades que expresan el resultado de la integración de los procesos, y las relaciones
que entre éstos se establecen determinan una organización a través de la cual se
cumplen funciones y se alcanzan finalidades como aspiración.
Prigogine (2009; p. 260) recurre al lenguaje sociológico, y considera la función
como la microestructura del sistema, mientras que la organización a gran escala
espacial o espacio-temporal corresponde a la macro-estructura. “Una fluctuación origina
una modificación local de la microestructura que, si los mecanismos reguladores
resultan inadecuados, modifica la macro-estructura. Esto, a su vez, determina el
espectro de posibles fluctuaciones futuras. Por lo tanto, tenemos en ello la expresión
natural de la idea de que las sociedades funcionan como una máquina, refiriéndonos a
los períodos deterministas entre las inestabilidades, y que la sociedad está regida por
acontecimientos críticos (por ejemplo, grandes hombres), que se producen en
momentos de inestabilidad. Lejos de contraponer azar y necesidad, consideramos que
ambos aspectos son esenciales en la descripción de sistemas no lineales inestables.”
El proceso de configuracionalización, es decir, la identificación, tipificación y
definición de la configuración, tiene un carácter relativo y subjetivo, ya que depende de
quienes la delimiten y establezcan, por cuanto lo que para algunos puede ser
considerado como una macro-configuración para otros sólo se trata de una meso o
micro-configuración o al contrario, ello depende del alcance y la precisión de las
funciones y finalidades, y de la extensión y alcance del problema científico planteado,
así como de su sentido y significados.
Sentido y significado
La noción de “contexto” se liga a otra noción tampoco del todo definida: la de
“significado”. Desprovistas de contexto, las palabras y las acciones carecen de todo
248
significado. Esto es válido no únicamente para la comunicación humana a través de las
palabras sino para cualquier otra clase de comunicación, de proceso mental, de
espíritu. (Bateson, 2011; p. 26)
"Significado" puede considerarse un sinónimo aproximado de patrón, redundancia,
información y "restricción", dentro de un paradigma del siguiente tipo:
Se dice que cualquier agregado de acontecimientos u objetos (por ejemplo, una
secuencia de fonemas, una pintura, una rama o una cultura) contiene "redundancia" o
"patrón" si dicho agregado puede dividirse mediante una "marca de corte" de tal manera
que un observador que percibe sólo lo que está de un lado de la marca de corte puede
conjeturar con un éxito superior al previsible por el azar, qué hay del otro lado de la
marca de corte. (Bateson, 2010; p. 157)
Podemos entonces decir, según Bateson (2010; p. 158), que lo que está de un
lado de la marca contiene información o tiene significado acerca de lo que se encuentra
del otro lado. O, para emplear el lenguaje de los ingenieros, el agregado contiene
"redundancia". O, también, desde el punto de vista de un observador cibernético, la
información disponible de un lado de la marca de corte restringirá (es decir, reducirá la
posibilidad de) las conjeturas erradas.
Según Martínez (2008; p. 124), el objeto de estudio de las ciencias humanas no
son los “actos físicos” realizados por el hombre, sino las “acciones humanas” las cuales
tienen un significado y un propósito y desempeñan una función......el acto en sí no es
algo humano: lo que lo hace humano es la intención que lo anima, el significado que
tiene para el actor, el propósito que alberga, la meta que persigue; en una palabra, la
función que desempeña en la estructura de su personalidad. La comprensión de la
significación y función de las acciones humanas es el objeto específico de estudio de
las ciencias de la conducta. Sin embargo, el significado y la función no son fenómenos
que puedan someterse a una observación empírica, y no siempre puede recogerse a
través de un cuestionario, ya que, a veces, ni siquiera son conscientes para el sujeto.
El acceso a estas realidades no observables se logra a través de una comprensión
interpretativa. Esta comprensión descubrirá el sistema o estructura subyacente que da
sentido a los actos externos. Un acto físico o conducta externa puede tener muchos
sentidos, y actos diferentes pueden tener el mismo significado: de aquí la
improcedencia de las definiciones operacionales, base de toda investigación con
orientación positivista. Por esto, en pleno rigor, un acto físico en sí no es ningún “dato”,
es decir, algo dado; el verdadero dato lo constituye el acto físico con el significado que
tiene en la estructura personal del sujeto. En la orientación fenomenológica y
hermenéutica, el significado es el verdadero dato, la magnitud de un dato está dada por
su nivel de significación y este dato se da en un contexto individual y en una estructura
personal y social, que hay que conocer para interpretarlo. Ningún procedimiento
metodológico, por consiguiente, deberá contextualizar los actos físicos, separándolos
de la estructura personal o social; de lo contrario, serán hechos muertos y no podrían
ser interpretados correctamente. (Martínez, 2008; p. 124)
Los significados están representados por la tendencia a la fluctuación y oscilación
que tienen las configuraciones, por la tendencia a la variabilidad y modificabilidad de las
mismas.
249
Prigogine (2009; p. 89) ha denominado “orden por fluctuaciones” “al orden
generado por el estado de no equilibrio. Efectivamente, cuando, en vez de desaparecer,
una fluctuación aumenta dentro de un sistema, más allá del umbral crítico de
estabilidad, el sistema experimenta una transformación profunda, adopta un modo de
funcionamiento completamente distinto, estructurado en el tiempo y en el espacio,
funcionalmente organizado. Lo que entonces surge es un proceso de auto-
organización, lo que hemos denominado “estructura disipativa”. Podemos decir que la
estructura disipativa es la fluctuación amplificada, gigante, estabilizada por las
interacciones con el medio; contrariamente a las estructuras en equilibrio, como los
cristales, la estructura disipativa sólo se mantiene por el hecho de que se nutre
continuamente con un flujo de energía y de materia, por ser la sede de procesos
disipativos permanentes.”
De esta manera, a medida que las perturbaciones del entorno configurante
aumentan, las configuraciones pueden transformarse a procesos más simples o más
complejos, de menor o mayor complejidad, en dependencia del significado que tengan
las perturbaciones para la configuración.
Existen perturbaciones facilitantes, estimuladoras y potenciadoras del desarrollo y
perturbaciones que limitan, obstaculizan o presentan barreras al desarrollo de la
configuración. Por el contrario, cuando disminuyen las perturbaciones del entorno
configurante es probable que, como consecuencia, exista una tendencia al orden y a la
estabilidad en el proceso configuracional, lo cual es símbolo de estancamiento,
retroceso o desarrollo insuficiente del mismo.
Hemos de admitir, dice Köhler (1967; p. 162) que las entidades específicamente
dadas, junto con sus formas, adquieren fácilmente significados, pero cuando esto
sucede, tales entidades se dan en primer término, y los significados se agregan
ulteriormente a tales cosas dotadas de forma. No estoy informado acerca de todos los
hechos en los que se apoya la afirmación de que el aprendizaje es el que construye
cosas y formas. Cierto es que las situaciones deficientemente organizadas, en las que
las entidades y formas específicas están apenas aludidas, son susceptibles de
percibirse claramente por el hecho de ser dichas entidades bien conocidas.
En este caso, sin embargo, la cuestión principal es la relativa a qué factores fueron
los que establecieron estas entidades en la vida previa. Está claro que las condiciones
hubieron de ser entonces más favorables y probablemente lo fueron desde el punto de
vista de la organización sensorial. En todo caso, tales observaciones están lejos de
demostrar que el aprendizaje transforma las así llamadas sensaciones en cosas
específicas. Lo que se observa realmente es sólo que una organización neta, que ha
sido experimentada en el pasado, tiende a mejorar una organización inferior
actualmente dada. E insistimos en que la práctica previa no ejerce tal influencia si la
situación presente está fuertemente organizada de una manera distinta. (Köhler, 1967;
p. 162)
Aquí es importante recordar el afán de Bateson por encontrar “la pauta que
conecta”. Una pauta es algo que nosotros construimos. Pero no nos detenemos allí.
Verificamos si esas pautas se adaptan a nuestros mapas experienciales. La búsqueda
de significado es un atributo básico de la mente humana. Está incorporado a nuestro

250
aparato perceptual. En realidad, percibimos imágenes caóticas, caleidoscópicas de
visiones y sonidos, texturas y sabores, que constantemente convertimos en
experiencias significativas.
El mundo del sentido común es un nivel del significado, del sentido. El mundo
científico es un segundo nivel. El mundo místico es aún un nivel diferente. Cuando
unamos todo esto estaremos en contacto con el nivel más alto. Ese nivel más alto
puede no sernos accesible en el momento actual, pero no por ello debemos abandonar
la búsqueda. (Laszlo, 1989; p. 159)
Los sistemas psíquicos y sociales surgieron en el camino de la coevolución. Un
tipo de sistema es entorno imprescindible del otro. Las razones de esa necesariedad
radican en la evolución misma que posibilita ese tipo de sistemas. Las personas no
pueden permanecer ni existir sin los sistemas sociales, y viceversa. La coevolución
condujo hacia ese logro común que es utilizado por los sistemas tanto psíquicos como
sociales. Ninguno de ellos puede prescindir de ese logro común, y para ambos es
obligatorio como una forma indispensable e ineludible de complejidad y autorreferencia.
A este logro evolutivo le llamamos sentido. (Luhmann, 1998; p. 77)
Según Luhmann (1998; p. 108), el concepto de sentido se introdujo formalmente
dentro de una teoría social de sistemas; destacamos, sin embargo, que la referencia de
sentido de todas las operaciones es una necesidad indispensable para los sistemas
tanto psíquicos como sociales. Ambos sistemas surgieron en el camino de la
coevolución. Uno no es posible sin el otro, y viceversa. El proceso de diferenciación
tuvo lugar, si se puede decir así, frente al sentido, el cual es la verdadera “sustancia” de
este nivel emergente de evolución. De aquí que sea falso (o dicho con más suavidad,
es un antropocentrismo incorrecto) conferirle a lo psíquico, es decir, a lo que está
cimentado a la medida de la conciencia, una especie de primacía ontológica de lo
social.
Es una equivocación buscar un “portador” del sentido. En criterios de Luhmann
(1998; p. 109) el sentido se soporta a sí mismo al posibilitar autorreferencialmente su
propia reproducción, y sólo estas formas de reproducción diferencian las estructuras
psíquicas de las sociales.
Para los sistemas constitutivos de sentido todo tiene sentido, no hay objetos libres
de sentido. (Luhmann, 1998; p. 89)
Los cambios en el sentido y los significados del proceso están relacionados con
las perturbaciones en la configuración pues a medida que aumenta la perturbación,
proliferan, se diseminan y se expanden los significados, dado que la perturbación
positiva es la base de la organización, el orden, la estabilidad y el desarrollo,
permitiendo así que emerjan las regularidades.
Tenemos que considerar que el sentido presupone sistemas autopoiéticos
dinámicos -sistemas psíquicos que usan la conciencia como el medio de sus
operaciones o sistemas sociales que emplean como tal la comunicación-. En ambos
casos los elementos básicos no son unidades estables (como células, átomos o
individuos), sino eventos que desaparecen tan pronto como aparecen. Su reproducción
constante continuamente nuevos elementos. No pueden acumular elementos -acciones,
por ejemplo-, porque la continua desaparición de los mismos es una condición
251
necesaria de la continuidad del sistema. Así, la disolución y la desintegración se
convierten en causas necesarias de su reproducción. Sin la continua pérdida de sus
elementos, estos sistemas acumularían, después de un corto espacio de tiempo,
demasiados elementos, lo que los incapacitaría para preservar su orden. El sentido, por
consiguiente, tiene que estar basado en la inestabilidad de los elementos. Afirmar esto
es solo otra forma de decir que el sentido es privativo de los sistemas dinámicos. La
precondición básica para ello reaparece en lo que podríamos llamar la inestabilidad de
la actualidad. (Luhmann, 1998; p. 28)
El centro de la experiencia dotada de sentido actual no puede quedarse donde
está, tiene que moverse. La estructura del sentido, basada como está en la diferencia
entre actualidad y potencialidad, en criterio de Luhmann (1998; p. 29), está relacionada
con este problema. La función de su estructura dual es organiza la atención de manera
alternante entre la actualidad, que es cierta pero inestable, y la potencialidad, que es
incierta pero estable. En efecto, tenemos que pagar por nuestro mundo, y lo hacemos
con la inestabilidad o con la incertidumbre. Esto significa que no tenemos acceso a la
certidumbre estable. Sin embargo, podemos mejorar esta situación relacionando los
problemas inversos de la certidumbre inestable y de la incertidumbre estable. Esta
relación puede mostrarse como sentido y evolucionar con la variación y selección
cultural de sentidos exitosos. Esta evolución del sentido parece dar como resultado una
complejidad creciente.
La conclusión de Luhmann (1998; p. 29) por tanto, puede ser expresada diciendo
que el sentido es una representación de la complejidad. El sentido no es una imagen o
un modelo usado por los sistemas psíquicos o sociales, sino, simplemente, una nueva y
poderosa forma de afrontar la complejidad bajo la condición inevitable de una
selectividad forzosa.
Regularidades
Las regularidades de una configuración están dadas en las configuraciones que la
integran, en su propia organización, procesos y/o contextos configurantes.
Las regularidades constituyen aquellos rasgos caracterológicos invariantes de la
configuración, las características o cualidades más estables y significativas, que dan
cuenta de las principales relaciones e interconexiones fundamentales.
Son los atributos relevantes y más pertinentes de la configuración, los cuales se
expresan y manifiestan en sus funciones determinantes, revelando así sus significados
extraordinarios que facilitan su configuración con otras configuraciones, generando,
forjando y organizando así configuraciones de orden superior, de mayores niveles de
complejidad, incluso desconocidas para el propio ser humano: configuraciones infinitas.
Valgan aquí estas palabras de Prigogine (2009; p. 133), expresadas al finalizar la
conferencia Tiempo, vida y entropía, pronunciada en el Living State, Nueva Delhi, en
diciembre de 1981:
“De mis estudios sobre sistemas complejos a una escala mucho más modesta, he
sacado la impresión firme de que es difícil siquiera llegar a imaginar o enumerar todas
las posibilidades que presentan los sistemas no lineales alejados del equilibrio. Y esto
me resulta aún más evidente si consideramos el universo como un todo con las
252
sorprendentes no linealidades descritas por la ecuación de Einstein y con las enormes
desviaciones del equilibrio que debieron predominar en su fase pretérita de formación.
Por consiguiente, finalizaré con una apostilla optimista: la historia no tiene final.”
La configuración de la historia es imperecedera, cada vez encuentra nuevas
configuraciones creativas que se retroconfiguran en nuevas configuraciones,
proporcionando un perpetuo ritmo configurativo.
Ritmo configurativo
Los seres humanos somos sujetos intrínsecamente dinámicos, nuestras conductas
son manifestaciones estables de los procesos neuropsicológicos. Así, los procesos
sociales son dinámicos por naturaleza.
Teniendo en cuenta que la historia como fenómeno es accesible al observador
sólo en el dominio de las descripciones, es sólo en este dominio que la historia puede
participar en la generación de la conducta del observador, y de hecho esto ocurre.
De todo esto surge que una espiral es una figura que conserva su forma (vale
decir, sus proporciones) a medida que crece en una de sus dimensiones por adición en
el extremo abierto. No hay espirales verdaderamente estáticas.
Pero los alumnos de Bateson se veían en dificultades. Buscaban todas las
características formales que jubilosamente habían encontrado en el cangrejo.
Pensaban que lo que el profesor les pedía era simetría formal, repetición de partes,
repetición modulada, etc. Ahora bien: la espiral no tiene simetría bilateral, ni está
dividida en partes.
Según Bateson (2011; p. 22), sus alumnos tenían que descubrir:
a) que toda simetría y división era en cierto modo el resultado, el saldo, del hecho
de crecer;
b) que el crecimiento impone exigencias formales; y
c) que una de estas exigencias es satisfecha (en un sentido matemático, ideal) por
la forma en espiral.
Cuando se combinan dos o más pautas rítmicas, tiene lugar interesantes
fenómenos, los cuales, en criterio de Bateson (2011; p. 92), ilustran ampliamente el
enriquecimiento de la información al combinar una descripción con otra.
En el caso de las pautas rítmicas, la combinación de dos de ellas genera una
tercera; se vuelve entonces posible investigar una pauta desconocida combinándola
con una segunda pauta conocida y examinando la tercera pauta que entre ambas
generan.
Esto “fenómenos del moaré” ilustra tres principios, según Bateson (2011; p. 93):
Primero: dos pautas cualesquiera adecuadamente combinadas pueden generar
una tercera.
Segundo: dos cualesquiera de estas tres pautas pueden servir de base para una
descripción de la tercera.

253
Tercero: a través de estos fenómenos podemos aproximarnos al problema de
definir qué significa la palabra “pauta”.
En este sentido, nos dice Prigogine (2008; p. 93):
“Creo que la idea de un tiempo vinculado al nivel estadístico, y más concretamente
a la evolución de las correlaciones, tiene un claro alcance intuitivo. Cuando
comparamos dos sociedades humanas (como la sociedad del neolítico con la sociedad
actual), no es que los hombres, tomados individualmente, sean distintos, más o menos
inteligibles, sino que las relaciones entre individuos han experimentado una enorme
aceleración.”
“El futuro es incierto, más incierto aun lo que hacía presagiar la mecánica cuántica
tradicional con las relaciones de incertidumbre de Heisenberg.” (Prigogine, 2008; p. 95)
Según Prigogine (2008; p. 19), “la aparición de los paradigmas evolutivos hizo que
la paradoja del tiempo volviera a entrar en el ámbito de la ciencia, ya que, por un lado,
en la ciencia newtoniana no había flecha del tiempo, y por otro, el concepto de
irreversibilidad es esencial tanto en termodinámica como en biología.”
En efecto, “nos encontramos en un período de “bifurcación” al que no se aplica el
concepto de la ley clásica de la naturaleza” (Prigogine, 2008; p. 26), de esta manera, “la
evolución se realiza a través de una sucesión de estadios descritos por leyes
deterministas y leyes probabilistas. La probabilidad y el determinismo no se oponen ni
siquiera a escala macroscópica, sino que se complementan. La existencia de
bifurcación da un carácter histórico a la evolución de un sistema. La historia se
introduce entonces en los sistemas más simples de la química y la hidrodinámica.”
(Prigogine, 2008; p. 29)
“Una propiedad destacada de estas bifurcaciones es su sensibilidad, el hecho de
que pequeñas variaciones en la naturaleza del sistema lleven a la elección preferente
de una de las dos ramas. Para eso basta con romper la simetría.” (Prigogine, 2008; p.
30)
Estos puntos de bifurcación revelan que incluso a escala macroscópica la
predicción que podemos hacer del futuro es una mezcla de determinismo y
probabilidades. “En el punto de bifurcación la predicción tiene un carácter probabilista,
mientras que entre los puntos de bifurcación podemos hablar de leyes deterministas.”
(Prigogine, 2008; p. 36)
Los ritmos configurativos están conformados por fluctuaciones, incertidumbres y
oscilaciones en las conductas humanas y en los comportamientos de los sistemas
sociales, que generan movimientos transformacionales en su configuración.
Igual que en el proceso de la percepción, el ritmo también cumple una función
importante en las numerosas maneras de interacción y de comunicación de los
organismos vivientes. La comunicación humana, por ejemplo, tiene lugar hasta cierto
punto a través de la coordinación y sincronización de los ritmos individuales.
En unos documentales rodados recientemente se puede observar como una
conversación entre dos seres humanos implica una danza sutil y casi invisible en la que
la secuencia detallada de los modelos de lenguaje está sincronizada a la perfección, no

254
sólo con los movimientos más íntimos de la persona que habla, sino también con los
movimientos correspondientes del que lo escucha.
Las dos personas que entablan una conversación están encerradas en una
secuencia de movimientos rítmicos, complejos y sincronizados, con precisión, que dura
mientras permanecen atentos e interesados en la conversación.
Una coordinación de ritmos análoga parece ser la causa del fuerte vínculo que
existe entre un recién nacido y su madre y, muy probablemente, entre dos enamorados.
En cambio, cuando los ritmos de dos individuos no están sincronizados, surgirá la
oposición, la antipatía y el desacuerdo. (Capra, 2008a; p. 352)
Los modelos rítmicos son un fenómeno universal, pero al mismo tiempo permiten
a los individuos expresar sus distintas personalidades. Según Capra (2008a; p. 350), la
manifestación de una identidad personal única es una característica importante de los
seres humanos, y parece que esta identidad, es, en esencia, una identidad de ritmo.
Los seres humanos pueden reconocerse por su modo de hablar, por los movimientos
de su cuerpo, por sus gestos, por su manera de respirar y por muchas otras acciones
que representan diferentes tipos de modelos rítmicos. Además, hay muchos ritmos
«congelados», como las huellas digitales o la letra de un ser humano, que se relacionan
únicamente con cada individuo. Estas observaciones indican que los modelos rítmicos
típicos de un individuo son distintas manifestaciones de un mismo ritmo personal, una
«pulsación interna» que es la esencia de la identidad personal.
El hecho de que estas categorías configurativas se presenten de manera
separada se debe sólo a que es imposible hablar de todas al mismo tiempo, sin
embargo, por su esencia y naturaleza, se superponen, se entretejen, se configuran y
poseen una interconexión sólida, de tal manera que al pensar en una hay que tener
siempre presente la realidad de las demás. En efecto, las categorías antes definidas se
pueden relacionar de manera armónica y coherente.
La configuración se identifica mediante su organización, procesos y contexto
configurante, pero las transformaciones y dinámica de la configuración están
determinadas por las relaciones, funciones y significados, es decir, por sus rasgos
caracterológicos. En el caso concreto del ser humano, del sujeto humano individual
dotado de subjetividad, podemos considerar con precisión una categoría que constituye
un rasgo caracterológico invariante: la autoconfiguración.
5.2-Auto-configuración
Bateson (2010; p. 460) recuerda que el doctor Laing le hizo notar que lo obvio
puede resultar muy difícil de ver para la gente. Por eso las personas son sistemas auto-
correctivos. Son auto-correctivos contra la perturbación, y si lo obvio no es de una clase
que puedan asimilar fácilmente sin perturbación interna, sus mecanismos correctivos
operan para desviarlo por una senda lateral, para ocultarlo, aun hasta el punto de cerrar
los ojos, si es necesario, o de excluir distintas partes del proceso de percepción. La
información puede ser modelada como una perla en crecimiento, para que no resulte
molesta; y esta modelación se hará de acuerdo con la comprensión que el sistema
mismo tenga de qué es lo que puede resultar molesto. También esto -la premisa
respecto de qué puede causar perturbación- es algo que se aprende y que luego se
perpetúa o conserva.
255
Para Bateson (2010; p. 460) existen tres sistemas o circuitos conservadores
enormemente complejos. Uno es el individuo humano. Su fisiología y neurología
conservan la temperatura corporal, la química de la sangre, la longitud, tamaño y forma
de los órganos durante el crecimiento y el período embriológico, como también todas
las restantes características del cuerpo. Este es un sistema que conserva los
enunciados descriptivos referentes al ser humano, cuerpo o alma.
Pero lo mismo es verdad en cuanto a la psicología del individuo, donde tiene lugar
el aprendizaje para conservar las opiniones y los componentes del statu quo. En
segundo lugar, tratamos con la sociedad donde vive ese individuo, y esta sociedad
también es, otra vez, un sistema de las mismas características generales. Y, en tercer
lugar, tratamos con el ecosistema, el contorno biológico natural de esos animales
humanos. (Bateson, 2010; p. 460)
Es decir, Bateson (2010; p. 471) considera tres sistemas cibernéticos u
homeostáticos: el organismo individual humano, la sociedad humana y el ecosistema
más amplio. La conciencia la estudia como un importante componente en el
acoplamiento de estos sistemas.
Por otro lado, como ya precisamos, la autopoiesis es un neologismo que se utiliza
como noción fundamental en la Teoría de los Seres Vivos del eminente biólogo y
científico chileno Humberto Maturana.
La autopoiesis hace referencia a la “red de producciones de componentes, que
resulta cerrada sobre sí misma porque los componentes que produce la constituyen al
generar las mismas dinámicas de producciones que los produjo, y al determinar su
extensión como un ente circunscrito a través del cual hay un continuo flujo de
elementos que se hacen y dejan de ser componentes según participan o dejan de
participar en esa red.” (Maturana y Varela, 2004; p. 15)
En nuestra Teoría de Configuraciones la autopoiesis se introduce como categoría
que expresa el proceso que se produce en las configuraciones, el que (a pesar de ser
un constructo teórico elaborado por los sujetos conscientemente) tiende a cobrar ciertos
niveles de autonomía propia, independiente de quienes lo crearon y de los sujetos que
lo hacen realidad, como es el caso de mente humana, cognición, afectividad, identidad,
competencias, inteligencia, pensamiento, conciencia, creatividad, entre otros procesos
que representan configuraciones humanas complejas y sistémicas.
Según Prigogine (2008; p. 49), tradicionalmente “se asociaba el orden al equilibrio
(caso de los cristales) y el desorden al no equilibrio (caso de la turbulencia). Hoy
sabemos que es inexacto: la turbulencia es un fenómeno altamente estructurado, en el
cual millones y millones de partículas se insertan en un movimiento extremadamente
coherente.”
Y más adelante agrega:
“Hoy día las experiencias de laboratorios (como las experiencias numéricas con
los ordenadores) muestran que cuando se afronta el dominio del no-equilibrio, se
establecen nuevas interacciones de largo alcance: el universo del no-equilibrio es un
universo coherente. Y esto representa un hecho nuevo, que contradice todo lo que se
pensaba hasta hace muy pocos años.” (Prigogine, 2008; p. 49)
256
Lo anterior significa que determinadas configuraciones fundamentalmente sociales
y humanas, que son expresión de procesos de esa realidad sociocultural, se generan
continuamente a sí mismas en determinadas condiciones o se trata de agencias o
instituciones, que según plantea el sociólogo británico A. Giddens, (citado en Maturana,
1994; p. 28 ) "producen y reproducen las condiciones de su propia existencia", o bien,
que "se levanta por sus propios cordones, y se constituye como distinto del medio
circundante por medio de su propia dinámica, de tal manera que ambas cosas son
inseparables", lo cual es comprensible a partir de un análisis minucioso de los rasgos
caracterológicos de las configuraciones.
Martínez (2009a; p. 171) ha señalado que cuando una realidad no es un agregado
o yuxtaposición de elementos, sino que sus “partes constituyentes” forman una totalidad
organizada con fuerte interacción entre sí, es decir, cuando constituyen un sistema, su
estudio y comprensión requiere la captación de esa estructura dinámica interna que lo
define y caracteriza.
Köhler ( 1967; p. 115), por su parte, afirma que en las distribuciones ordenadas, el
patrón al que se ajustan las fuerzas es exactamente tan regular como lo es la
distribución del material, pero está claro que, en los patrones regulares, las fuerzas se
hallan más concretamente equilibradas que en las distribuciones irregulares. Así, pues,
ya que la interacción no perturbada opera en el sentido del equilibrio, debe operar hacia
una distribución ordenada, tanto de fuerzas como de materiales.
La auto-distribución dinámica en este sentido es el género de función que la
psicología de la configuración considera esencial en la teoría neurológica y en la teoría
psicológica. De modo más particular opina que el orden de los hechos existentes en un
campo visual constituye en gran medida el resultado de la autodistribución de procesos.
Desde este punto de vista, un campo visual estacionario corresponde a una distribución
equilibrada de procesos subyacentes. Cuando las condiciones cambian, el resultado
evolucionará siempre en el sentido del equilibrio. (Köhler, 1967; p. 115)
En los procesos auto-distribuidos, los acontecimientos locales tienen lugar
exclusivamente dentro de la distribución como totalidad. Por ello, el estado de función
totalmente extendido es una unidad. En unidades socio-humanas tenemos en cuenta
como sentido y significado las relaciones dinámicas entre los subprocesos inmanentes
que mantienen íntegramente al proceso. Tales relaciones se extienden de un modo
continuo a través del proceso en su totalidad y es su geometría dinámica y funcional la
que está relacionada de manera isomórfica con las características espaciales de los
campos perceptivos.
Las relaciones dinámicas en cuestión operan en las células, fibras y líquidos
tisulares, los cuales ocupan ciertos volúmenes de espacio físico; pero suponemos,
continua Köhler (1967; p. 175) por lo que concierne a nuestro problema, que sólo
cuentan las relaciones dinámicas, mientras que las distancias y áreas geométricas a
través de las cuales se extiende el orden dinámico no poseen significado directo
alguno. Cierto es que, en grado considerable, el orden dinámico depende de la
geometría del medio en el que tiene lugar. Así, por ejemplo, una gran distancia, en
términos de geometría cerebral, equivale al mismo tiempo a una gran distancia
funcional, etc.

257
Tal dependencia, no obstante, se halla lejos de equivaler a una identidad, ya que,
en primer término, las relaciones dinámicas dentro de los procesos son relaciones
funcionales, mientras que las relaciones geométricas no son funciones en este sentido.
Y, en segundo término, la extensión funcional a la que me refiero no sólo depende de
las dimensiones geométricas del medio, sino también de las leyes de la física que
determinan la autodistribucion. (Köhler, 1967; p. 175)
Cuando el problema de la configuración fue planteado por primera vez, nadie
podía prever que iba a estar íntimamente relacionado con el concepto de auto-
distribución dinámica, ni tampoco aparecieron en la posición central que hoy asumen
los hechos correspondientes a la organización sensorial. El punto de partida estuvo
representado por la observación de que los campos sensoriales muestran
características que son genéricamente distintas de las sensaciones de la teoría
tradicional.
Fue Christian von Ehrenfels el que, a partir de una observación de Ernst Mach,
llamó la atención de los psicólogos sobre el hecho de que quizás los datos cualitativos
más importantes acerca de los campos sensoriales habían sido dejados completamente
en el olvido por el análisis habitual.
Mientras antes se suponía que una sensación ocupaba su lugar en el campo
independientemente -es decir: determinada exclusivamente por su estímulo local-, lo
más notable, con respecto a las cualidades, que introdujo Ehrenfels en la psicología
científica, fue su relación con series de estímulos. Nada surge en virtud de la
estimulación estrictamente local per se, sino que “la acción conjunta” de diversos
estímulos es lo que ejerce tales efectos específicos en un campo sensorial. (Köhler,
1967; p. 147)
Si el valor de cada elemento de una estructura dinámica o sistema está
íntimamente relacionado con los demás, si todo es función de todo, y si cada elemento
es necesario para definir a los otros, no podrá ser visto ni entendido “en sí”, en forma
aislada o descontextualizada, sino a través de la posición y de la función o papel que
desempeña en la estructura. Más aún se evidenciará esta situación cuando estos
procesos se entrelazan, interactúan y forman un todo coherente y lógico, como sucede
con los valores, actitudes, intereses y creencias de una persona, una familia, un grupo
social o una cultura específica. Todo esto exige un enfoque holista e interdisciplinario
de la realidad. (Martínez, 2009a; p. 171)
En este sentido, la noción de auto-configuración humana es compleja, sistémica y
dialéctica, y la autoconfiguración humana es un proceso complejo y sistémico que
depende de condiciones biogenéticas, neuropsicológicas y socioculturales. Para
configurarnos a nosotros mismos, nos hace falta configurar un saber, un hacer y un ser,
vivir en un lenguaje y una cultura, pero además, hace falta que esa misma cultura sea
suficientemente variada, rica y diversificada, como para que podamos elegir y vivenciar
nosotros mismos, las ideas, concepciones, valores y normas sociales, y podamos
reflexionar de manera autónoma e independiente.
Esa autonomía es relativa y se nutre de una dependencia también relativa, en el
sentido de que dependemos de una formación, de un proceso educativo por el que
hemos transitado, de un lenguaje, de unas normas sociales, de una cultura, de la
258
sociedad en general; dependemos, además, en cierta medida de nuestro cerebro, que a
su vez depende de un programa biogenético, y dependemos también, por supuesto, de
nuestros genes.
Nos dejamos influenciar por nuestro cerebro y de nuestros genes y, hasta cierto
punto, somos influenciados por nuestra configuración neurogenética, por cuanto ellos,
nuestro cerebro y nuestros genes, orientan a nuestro organismo las premisas para
continuar la vida.
Asimismo, con nuestra mente, dotada de cultura, reconfiguramos nuestro cerebro
y los genes que nos orientan, de ahí que seamos capaces de elegir dentro de nuestra
cultura, los universos conceptuales, procedimentales y axiológicos que nos interesan y
desarrollar nuestras propias ideas y concepciones, gracias precisamente a esos genes
y a nuestro cerebro, reconfigurados, socializados, culturalizados.
Según Allport (1973, p. 642), la memoria influye en la percepción y el deseo en la
intención, la intención determina la acción, la acción forma la memoria y así
indefinidamente”.
Es decir, todos estos procesos de la cognición humana están entrelazados e
interactúan unos con otros, están configurados y cada uno constituye condición, sentido
y significado de los demás.
El elefante tiene un período de gestación de casi dos años (660 días). Es decir, a
veces los cambios y modificaciones configuracionales en el ser humano no se
manifiestan de inmediato sino que es necesario un período de gestación e incubación
significativo para que se produzca lo que pudiéramos llamar aprendizaje.
Todo esto nos lleva a pensar que los fenómenos, situaciones y procesos humanos
son individuales, particulares, únicos, auténticos e irrepetibles, de ahí la necesidad de
utilizar métodos especiales para su estudio científico correcto.
Por otro lado, como afirma Martínez (2009b; p. 100), la vida psíquica no es
atomística, sino dinámica; no es causada, sino motivada; y no es mecánica, sino que
actúa con un propósito. Esta realidad nos obliga a buscar conceptos que la expresen y
representen más cabalmente, y tales conceptos se conviertan, a su vez, en categorías
de conocimiento. Estos conceptos no serán tanto conceptos de contenido, cuanto
conceptos de proceso, concepto sobre realidades dinámicas. La vida psíquica debe ser
captada en su integridad, como se nos presenta realmente. Si la fragmentamos, aún
cuando sea de buena fe, y con fines de estudio, no estaremos estudiando esa vida
psíquica, sino otra cosa y, por consiguiente, llegaremos a conclusiones falsas.
La vida psíquica se representa en “porciones” o “totalidades” dinámicas y
“estructuradas” que tienen un sentido y una meta, y son como “complejos
neuropsíquicos”, “sistemas orgánicos de fuerzas activas” o “estructuras muy compactas
e integradas”. Estas “totalidades organizadas” son las que hay que respetar para captar
su peculiar naturaleza y significación. Nos referimos a ellas con los nombres de
“estructuras o sistemas psíquicos”, apunta Martínez (2009b; p. 101).
En efecto, las distribuciones dinámicas son totalidades funcionales. Köhler (1967;
p. 119) nos da el ejemplo del circuito eléctrico, en el que las diferencias de potencial y
las intensidades de la corriente se distribuyen por sí mismas a lo largo de los
259
conductores de modo tal que se establece y mantiene un estado constante o
estacionario. Ninguna parte de esta distribución es autosuficiente; las características del
fluido local dependen por completo del hecho de que el proceso, como una totalidad,
asume la distribución constante.
Un proceso o sistema psíquico es, por consiguiente, un complejo organizado de
subprocesos aparentemente diferentes (como impulsos, sentimientos, recuerdos,
percepciones, pensamientos, conductas, etc.) que se sobreponen, se entretejen,
interactúan, expresan gran interdependencia y tienen un significado, función o propósito
común.
Cada uno de estos procesos psíquicos está, a su vez, compuesto por subprocesos
de menor amplitud y complejidad. Y todos los procesos psíquicos de un individuo
forman su “personalidad”, la cual constituye la configuración psíquica más amplia y
expresa su filosofía de la vida, su estilo personal o su modo peculiar de ser.
En realidad, lo que describo no son más que las configuraciones psicológicas del
ser humano como sistema dinámico, holístico y complejo. Sin embargo, en nuestro
enfoque configuracional, las estructuras que Martínez menciona son configuraciones
psíquicas (afectivas, emocionales, cognitivas, intelectuales, conductuales, etc.) dotadas
de sentido y significado. Las estructuras nos remiten a elementos, los cuales denotan
estatismo, es por ello que la Configuralogía prefiere utilizar las nociones de procesos y
configuraciones, no de elementos ni de estructuras, ya que éstas no dan cuenta del
carácter dinámico y complejo de la personalidad humana, en cambio las
configuraciones y los procesos psíquicos son dinámicos por esencia y naturaleza.
Ahora bien, entrando más a fondo en el fenómeno “partes-todo”, Martínez precisa
que hay dos modos de aprehensión intelectual de un elemento que forma parte de una
totalidad.
Polanyi lo expresa de la siguiente manera:
No podemos comprender un todo sin ver sus partes, pero podemos ver las partes
sin comprender el todo…. Cuando comprendemos como parte de un todo una
determinada serie de elementos, el foco de nuestra atención pasa de los detalles hasta
ahora no comprendidos a la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la
atención no nos hace perder de vista los detalles, puesto que sólo se puede ver un todo
viendo sus partes, pero cambia por completo la manera como aprehendemos los
detalles. Ahora los aprehendemos en función del todo en que hemos fijado nuestra
atención. Llamaré a esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la
aprehensión focal que emplearíamos para atender a los detalles en sí, no como partes
de un todo (1966, pp. 22-23). (Martínez, 2009b; p. 102)
Al hablar de partes y de elementos de una totalidad, tanto Martínez como Polanyi
fraccionan al ser humano, lo cual no permite comprenderlo en su verdadera esencia y
naturaleza. Aunque estos autores, en otros apartes de sus escritos, advierten del
peligro de fragmentar al ser humano, sin embargo, el lenguaje los traiciona. Proponen
que no se debe fragmentar al ser humano como objeto de estudio, pero en los términos
que utilizan (elementos, partes, estructura) lo fragmentan.

260
El ser humano es una unidad holística irreductible; cada uno de sus procesos
inmanentes está interconectado con todos los demás. La conexión e interacción
armónica y coherente entre los procesos que definen y caracterizan al ser humano no
permite separarlos porque perderían su esencia y naturaleza, su notabilidad, sentido y
significado.
Si separamos los procesos inherentes al ser humano obtendríamos otra cosa,
pero no a un ser humano, en toda su identidad. Es por ello que debemos tener en
cuenta los aportes de la psicología de la configuración: “el todo es diferente a las partes
y a la suma de ellas”, es decir, el todo contiene atributos y cualidades que no están en
la suma de las partes, ni en cada una de ellas por separado. De aquí, la necesidad de
una metodología configuracional, que sea científica, pero a la vez respetuosa de la
esencia y naturaleza humana.
La relación de las configuraciones biogenética, neuropsicológica y sociocultural es
una relación tríadica configuracional. Cuántas veces hemos tenido la impresión de ser
libres sin serlo en realidad. Pero, al mismo tiempo, nos sentimos con libertad, del mismo
modo que somos capaces de analizar hipótesis de comportamiento, de hacer
elecciones, de tomar decisiones, de optar.
Somos una configuración de autonomía, libertad y potencias ocultas que no son
simplemente las fuerzas del inconsciente descubiertas por el psicoanalista Simon
Freud. He aquí una de las complejidades propiamente humanas.
Pero según Morín (2011; p. 100) “la complejidad es diferente de la completud.
Creemos, a menudo, que los que enarbolan la complejidad pretenden tener visiones
completas de las cosas. ¿Por qué lo pensarían así? Es verdad que pensamos que no
podemos aislar los objetos unos de otros. En última instancia, todo es solidario. Si
tenemos sentido de la complejidad, tenemos sentido de la solidaridad. Más aún,
tenemos sentido del carácter multidimensional de toda realidad.”
En algunas reflexiones de este libro he aplicado el concepto de configuración a
experiencias exteriores y también a procesos biogenéticos o cerebrales inmanentes al
ser humano como sistema vivo.
Sin embargo, por mi propia experiencia cotidiana y por nuestro paradigma acerca
de la ciencia y de la vida en general, puedo decir que la configuración se refiere a la
totalidad del proceso, lo cual significa que uno mismo está incluido.
Es decir, puedo sostener que ciertos principios generales de la dinámica
configuracional pueden aplicarse tanto al yo como a contextos configurantes en
general, y a ambos configurados en sólo una unidad total.
Cuando usemos el concepto de configuración debemos aplicarlo tanto al sujeto
como a otros procesos del contexto configurante.
Esto es lo extraordinariamente notable de la cosmología de Maturana, el
fundamento operacional en que se basa para demostrar justamente que la condición
última de nuestra naturaleza es precisamente este "ser humano" que se hace (nos
hacemos) continuamente a sí mismo, en un operar recursivo, tanto de procesos
autopoiéticos como sociales (lenguaje), con los cuales se genera continuamente la

261
auto-descripción de lo que hacemos. No es posible conocer sino lo que se hace.
Nuestro ser humano es, pues, una continua creación humana.
Por tanto, dice Behncke, si el desarrollo individual depende de la interacción
social, la propia formación, el propio mundo de significados en que se existe, es función
del vivir con los demás. La aceptación del otro es entonces el fundamento para que el
ser observador o auto-consciente pueda aceptarse plenamente a sí mismo. Sólo
entonces se redescubre y puede revelarse el propio ser en toda la inmensa extensión
de esta interdependiente malla de relaciones que conforma nuestra naturaleza
existencial de seres sociales, puesto que, al reconocer en los demás la legitimidad de
su existencia (aun cuando no la encontremos deseable en su expresión presente), se
encontrará el individuo libre también para aceptar legítimamente en sí mismo todas las
dimensiones que al presente puedan darse en su ser y que tienen precisamente su
origen en el todo social.
En el fondo, lo que hace el niño es adquirir un patrón de relación [configurar una
configuración], lo que hace es transformarse en la convivencia en una cierta manera de
modo que va surgiendo un ser de una cierta clase, dice Maturana. Es por eso que su
biología se llama ontogenia, el ser se va generando, va surgiendo este ser, que en el
presente continuo se va transformando en un proceso onto-configurativo.
La auto-configuración es la expresión dinámica de las inter-retro-configuraciones
vivenciadas por el ser humano en su devenir sociohistórico. En este sentido, es preciso
definir una entidad gnoseológica nueva: la configuración transpersonal.
En sí mismo se trata, no de un señalar algo, sino de un configurar productivo del
propio orden; se configura por sí misma y para sí misma la posibilidad de un proceso
universal. Resultado de ello es ese atravesar universal de la trama de relaciones
absoluta, trama encerrada ella misma en sí misma, y que constituye el orden válido en
sí. Las determinaciones relacionales de la ordenación no son meras yuxtaposiciones
del tipo de «uno y otro y otro más, etc.», sino que el uno viene determinado en cuanto el
uno del otro. En sí mismo es tanto él mismo como también otro, es decir, todos los otros
(¿cuál es el haber previo? ¡El mirar para otro lado!) El tanto... como también...,
especialmente por lo ilimitado de su universalidad, proporciona la estructura categorial
formal fundamental de la trama de objetos en su ordenación absoluta. (Heidegger,
2011; p. 83)
La configuración de ésta, es decir, la actuación adecuada para la formación del
sistema, es para Heidegger (2011; p. 83), el universal estar en movimiento del
determinar, el fundamental estar en todas partes y en ningún sitio del actuar
cognoscitivo. Por cierto, que ese estar en todas partes y en ningún sitio es algo pero
que muy señalado, nada del estilo de simplemente centrarse en un sector de objetos
predeterminado, de dejarse atraer por él por aquello de que es fácil de encontrar, sino
un determinar cognoscitivo que continuamente se configura su posibilidad propia en
tanto configura el proceso de ordenación, que por sí mismo dirige sus esfuerzos a que
pueda darse una movilidad universal y continua. Mientras la trama de clasificación sea
de tal modo que en ella se dé un tener que mantenerse parado, estará sin acabar, es
decir, no habrá llegado a sí misma, a su posibilidad más íntima.

262
Según Maturana, todos los seres vivos se van transformando... La genética
constituye un punto inicial, un espacio de posibilidades, entonces todo lo que va
pasando, ocurre en la epigénesis, la transformación en el espacio relacional en el cual
la transformación que ese organismo sufre es contingente a su fluir en ese espacio
relacional o auto-configurativo.
El caso de las esponjas es particularmente notable. Estos primitivos animales, nos
explica Laszlo (1997; p. 145), son verdaderos organismos pluricelulares que cuentan
con varias clases de células distintas, estrechamente coordinadas en la realización de
sus funciones especializadas. Cuando una esponja se parte en trozos muy pequeños, y
se hacen pasar estos por un tamiz lo bastante fino como para obtener un puré de
células vivas separadas, resulta que las células en cuestión pueden volver a juntarse
para formar un organismo completo. Parece como si dichas células estuvieran guiadas
por un sistema de orientación que funciona incluso cuando se hallan separadas unas de
otras.
Las esponjas no son los únicos organismos capaces de llevar a cabo semejantes
proezas regenerativas; los erizos de mar hacen cosas parecidas. En este caso se trata
de organismos más complejos, con aparato digestivo, sistema vascular, un sistema
locomotor formado por pedúnculos tubulares y un anillo de placas que rodea su
exoesqueleto. Cuando se quedan sin el calcio que necesita dicho exoesqueleto para su
mantenimiento, sus partes se separan y se disuelven en una masa de células
separadas, pero tan pronto como vuelve a introducirse el nivel requerido de calcio, esas
células se reorganizan formando erizos de mar completos. (Laszlo, 1997; p. 145)
En especies todavía más complejas, estas formas de regeneración son
imposibles, pero se dan casos de reconstrucción parcial casi tan impresionantes como
las anteriores. Valgan unos pocos ejemplos ofrecidos por Laszlo (1997; p. 145): cuando
los científicos parten por la mitad un huevo de libélula y destruyen una de las dos
mitades, la que queda origina de todos modos una libélula completa. Si cortamos un
gusano del género planaria en varios trozos, observaremos cómo se regenera un
individuo completo a partir de cada segmento. Si se le amputa una pata a un tritón, al
animal le crece una pata nueva, cosa que, sin embargo, no le ocurre a una rana pese a
su afinidad con el tritón. Este mismo anfibio es capaz de regenerar el cristalino de uno
cualquiera de sus ojos: si, mediante una operación quirúrgica, se le quita, en seguida
los tejidos del borde del iris se reorganizan y producen un cristalino nuevo.
Los seres humanos generamos el espacio interaccional en que vivimos.
El amor al prójimo comienza a aflorar entonces, en el entendimiento de los
procesos que generan el fenómeno existencial de la conciencia de sí mismo, en una
expansión de los impulsos naturales de altruismo comunitario, precisamente como la
condición necesaria de lo social, y no como un mandato de una supra-naturaleza
diferente de la nuestra. (Maturana y Varela, 2003; p. XXVII)

263
VI-LA CONFIGURACIÓN EN LOS PROCESOS SOCIO-HUMANOS
6.1-Teoría Configuracional de la Personalidad (Fernando González Rey)
Analizar la personalidad como sistema de configuraciones, según González (1997;
p. 112), representa un paso adelante en su definición como sistema complejo, ello
implica que el desarrollo de formas metodológicas alternativas para su estudio, por su
carácter complejo y cualitativo, represente una verdadera ruptura epistemológica en
relación con los procesos, instrumentos y categorías, utilizados por la investigación y
las diferentes formas de construcción teórica que han caracterizado su estudio en la
historia de la psicología.
La personalidad en esta definición, dice González (1997; p. 112), se nos presenta
como una organización compleja de configuraciones, formaciones, niveles de
integración y síntesis diferentes que coexisten en complejas relaciones dialécticas
dentro de su organización general, constituida de forma diferencial en cada sujeto
concreto. El sujeto psicológico concreto se expresa en sus diferentes funciones
psicológicas a través de sus recursos y motivaciones diversas, las que
simultáneamente se reorganizan en su propia expresión y no actúan como atributos
rígidos que definen a priori su expresión individual.
Como sistema complejo, la personalidad no puede ser conocida de forma directa
por el significado lineal de ningunas de las expresiones parciales del sujeto. El
conocimiento sobre la personalidad es de franca naturaleza constructiva e
interpretativa, lo cual supone tener en cuenta al sujeto como realidad diferenciada, que
se expresa en una situación existencial única, mediatizada de forma general por la
cultura y las características del ambiente social de los que todo somos parte.
(González, 1997; p. 112)
En la medida en que la construcción teórica de González (1997) y el desarrollo de
su trabajo de investigación lo acercaban más a una definición de la personalidad como
construcción teórica de las formas más complejas de organización de la subjetividad
individual, se iba complejizando su propia representación teórica sobre ella, así como
sus definiciones metodológicas para su estudio. Es así que, en el plano metodológico
asumió desde los inicios de sus investigaciones, una orientación cualitativa, definida
más por la naturaleza de los problemas a enfrentar, que por una reflexión de carácter
epistemológico.
En la mayoría de estas investigaciones pedagógicas se aborda el estudio de los
aspectos cognitivos y/o de los componentes motivacionales de la personalidad, pero,
aun cuando se trata de lograr una unidad entre ambos, esto no siempre se alcanza,
o no se alcanza totalmente, ya sea por el enfoque conceptual de partida, o por los
procedimientos metodológicos utilizados. No obstante ha habido intentos fructíferos
de integración de lo cognitivo y lo afectivo al abordar el estudio de aspectos
específicos de la personalidad.
En el área del aprendizaje, los trabajos experimentales logran la apropiación de
los conocimientos y habilidades necesarios en las materias de estudio, lo que eleva
la eficacia de lo aprendido, pero, aunque logran influir en el desarrollo
intelectual y motivacional de los alumnos no se han encontrado los mecanismos y

264
condiciones esenciales para contribuir realmente a la formación y desarrollo integral de
la Personalidad de los escolares y a su crecimiento personal.
Estas limitaciones indican que las metodologías utilizadas y los postulados de
partida no bastan para alcanzar ese propósito. En los últimos años se han elaborado
algunos sistemas conceptuales y metodológicos autóctonos latinoamericanos que,
tomando lo mejor de lo foráneo e incorporándolo a las experiencias del continente han
permitido el desarrollo de algunas teorías y metodologías propias más integrales.
Dentro de estos enfoques se destaca la Teoría de la Personalidad de
Fernando González Rey (1985), en la que concibe a este sistema no sólo como un
conjunto de contenidos, sino como un sistema de contenidos y funciones psicológicas
que participan activa y conscientemente en la regulación del comportamiento.
Sus investigaciones en esta área, en sujetos adolescentes, jóvenes y adultos,
sanos y enfermos, le han permitido concluir la importancia de los aspectos funcionales
de la personalidad en la salud de los seres humanos y plantear la necesidad de tener
en cuenta, en la educación, la formación y desarrollo de una personalidad sana,
capaz de enfrentar las contingencias de la vida con recursos personológicos
funcionales efectivos.
González (1985) concede un papel relevante a la comunicación en la formación y
desarrollo de la personalidad. Ha planteado interesantes ideas acerca del proceso
educativo y de las fuerzas motrices del desarrollo de la personalidad.
Para este autor, tradicionalmente se ha hecho excesivo énfasis en los aspectos
procesales y en el resultado del aprendizaje. Con esto, según él, se ha olvidado que
el aprendizaje se da, básicamente, en un proceso interactivo profesor-alumno, por
lo que en él influye de manera destacada la comunicación.
Para González (1985), la interacción profesor-alumno rebasa el momento
meramente cognitivo de construcción del conocimiento. Lo primero que el profesor
debe lograr es la formación de una verdadera relación maestro-alumno,
caracterizada por la seguridad, el respeto y la motivación hacia la actividad.
Ubicar el aprendizaje en un marco interactivo implica, para él, reconocer:
 El carácter necesario de la comunicación en el proceso de construcción del
conocimiento.
 El papel de una atmósfera institucional sana en el desarrollo de las
potencialidades del sujeto para el aprendizaje.
 El aprendizaje como proceso cooperativo y de integración.
 El sentido que tiene el bienestar emocional del sujeto en sus distintos sistemas
de relaciones, para el aprendizaje.
El aprendizaje, entonces, es un proceso activo e integral del sujeto en la
construcción del conocimiento y no puede verse como la simple reproducción de una
información elaborada fuera de él y trasmitida mecánicamente, tampoco es una
construcción meramente cognitiva. Considerar el aprendizaje de este modo es, según
este autor, tener en cuenta su carácter desarrollador.

265
En su criterio, entender el aprendizaje como proceso de comunicación implica
la utilización del diálogo y del trabajo conjunto profesor-alumno y alumno-alumno en
el proceso de construcción del conocimiento.
Por otro lado, enfatiza en la necesidad de recontextualizar el error dentro del
proceso de construcción del conocimiento y despojarlo de los elementos negativos
que se le asignan en los sistemas tradicionales, ya que esto último provoca
sentimientos de frustración que inciden de una manera directa en la autoestima del
escolar, disminuyéndola, lo que tiene un efecto negativo sobre su desarrollo
personal.
En este sentido, González (1985; p. 13) expresa: “A través de este prisma, toda
conducta o actividad conscientemente asumida por el hombre es portadora de una
determinada carga emocional, procedente del sistema de motivos de la personalidad,
que se materializa, mediante una compleja elaboración cognitiva, en una estrategia
concreta de acción.”
La personalidad se adquiere mediante un proceso de desarrollo condicionado
histórico y socialmente, gracias a la actividad que realiza el sujeto en el proceso de
comunicación con los demás. El ser humano, al nacer, es simplemente un individuo
perteneciente a la especie humana y solamente mediante un proceso de desarrollo, a
través de la interacción con la realidad y de sus relaciones sociales, deviene
personalidad.
La personalidad está integrada por un conjunto de elementos que abarcan los
aspectos de contenido psicológico y funciones estrechamente relacionados entre sí, por
lo que el funcionamiento psicológico de ella depende de la interacción entre dichos
aspectos.
Constituyen contenidos psicológicos de la personalidad aquellos que son
esenciales para el individuo, que resultan significativos en su vida. Esto indica que no
todos los contenidos de la psiquis son contenidos de la personalidad. La
personalización de un determinado contenido, implica la acción activa del individuo en
el proceso de configuración individual del mismo.
Dentro de la estructura de la personalidad, los contenidos responden al qué, o
sea, qué contiene la personalidad, qué contenidos psíquicos regulan la personalidad, de
qué manera se organizan y estructuran los mismos, y cuáles son los mecanismos y
leyes que participan en su función reguladora.
Además, todo contenido de la personalidad representa un determinado nivel de
unidad entre lo afectivo y lo cognitivo, precisamente, su estructura se fundamenta entre
el vínculo existente entre el afecto y la cognición.
En sus estudios, González Rey (1985) ha definido tres niveles de integración de
los contenidos psicológicos. Estos son:
a) Las unidades psicológicas primarias. Este nivel se define como una integración
cognitivo-afectivo relativamente estable que actúa de manera inmediata sobre el
comportamiento ante situaciones cotidianas.

266
Estos contenidos se caracterizan, además de por su significación (son importantes
para el sujeto), por poseer una estabilidad relativa, una insuficiente reflexión, una fuerte
carga emocional y actuar de forma rápida, su acción reguladora es directa e inmediata
sobre la regulación del comportamiento. Entre ellos tenemos a: los motivos, las
actitudes, los estereotipos, las cualidades de la personalidad, los rasgos del carácter,
las normas, los valores, etc.
b) Las formaciones psicológicas: Son sistemas de contenidos psicológicos
elaborados de maneras activas por el sujeto, significativas y personalizadas, que
regulan su comportamiento presente en función de objetivos futuros.
Sus características más importantes vienen dadas por: ser plurimotivadas,
relativamente estables, estas mediatizadas por las operaciones cognitivas de la
personalidad, sus contenidos aparecen siempre elaborados por el sujeto y están
asimilados a regular el comportamiento a partir de objetivos y estrategias a largo plazo.
Contenidos de este nivel son las formaciones motivacionales complejas, las que
poseen las características antes mencionadas en un alto grado de desarrollo. Las más
estudiadas hasta ahora son: las interacciones profesionales, las ideales, los intereses,
la autovaloración, la concepción del mundo y el carácter.
Esto no quiere decir que se haya agotado su estudio; realmente aún es necesario
un trabajo investigativo profundo para determinar otras formaciones psicológicas,
además de seguir abordando y profundizando en las ya conocidas.
c) Las síntesis reguladoras, configuraciones o subsistemas integradores:
Constituyen integraciones de alto nivel de complejidad, que integran de modo
personalizado contenidos de niveles inferiores, de modo que regulan el comportamiento
del sujeto, con una alta mediatizaron.
Entre sus características más relevantes se encuentran el que integran de modo
simultáneo otros contenidos o formaciones, además estas integraciones aparecen en
estructuraciones diversas y complejas, diferentes para cada sujeto, jugando un papel
destacado en toda la regulación de su comportamiento.
Según González (1997; p. 112), analizar la personalidad como sistema de
configuraciones representa un paso adelante en su definición como sistema complejo;
“ello implica que el desarrollo de formas metodológicas alternativas para su estudio; por
su carácter complejo y cualitativo, represente una verdadera ruptura epistemológica en
relación con los procesos instrumentos y categorías, utilizados por la investigación y las
diferentes formas de construcción teórica que han caracterizado su estudio en la
historia de la psicología.”
“La personalidad en esa definición se nos presenta como una organización
compleja de configuraciones, formaciones, niveles de integración y síntesis diferentes
que coexisten en complejas relaciones dialécticas dentro de su organización general,
constituida de forma diferencial en cada sujeto concreto. El sujeto psicológico concreto
se expresa en sus diferentes funciones psicológicas a través de sus recursos y
motivaciones diversas, las que simultáneamente se reorganizan en su propia expresión
y no actúan como atributos rígidos que definen a priori su expresión individual.”
(González, 1997; p. 112)
267
Como sistema complejo, la personalidad no puede ser conocida de forma directa
por el significado lineal de ninguna de las expresiones parciales del sujeto. “El
conocimiento sobre la personalidad es de franca naturaleza constructiva e
interpretativa, lo cual supone tener en cuenta al sujeto como realidad diferenciada, que
se expresa en una situación existencial única, mediatizada de forma general por la
cultura y las características del ambiente social de los que todos somos parte. En
determinado momento, tanto la cultura como aspectos políticos, o de otro tipo, pueden
devenir relevantes para la construcción teórica sobre la personalidad, de acuerdo con el
tipo de problema dentro del cual su conocimiento adquiera relevancia para la
investigación” (González, 1997; p. 112)
Ahora bien, González Rey no considera a la personalidad solamente como un
conjunto de contenidos psicológicos con un mayor o menor nivel de integración o
estructuración, sino que también insiste en que hay que tomar en cuenta el
funcionamiento de estos contenidos, o sea, el elemento procesal o funcional de la
personalidad.
El aspecto funcional de la personalidad se refiere al cómo, o sea, cómo los
contenidos operan en el comportamiento, cómo ejerce la personalidad su función
reguladora.
La función reguladora de la personalidad no puede ser estudiada o valorada de
una dimensión cuantitativa (por lo menos, no en lo fundamental), sino que requiere de
un abordaje cualitativo, holístico, complejo, sistémico, dialéctico y configuracional, para
lo cual resulta importante la determinación de indicadores, que permitan su estudio y
valoración.
En sus investigaciones, González (1985) ha encontrado seis particularidades que
distinguen cualitativamente, en su integración, el ejercicio de dicha función reguladora.
De ahí que considere que constituyen indicadores funcionales de la regulación de la
personalidad. Estos indicadores son:
a) Rigidez-flexibilidad: Expresa la mayor o menor capacidad del sujeto para
cambiar y reorganizar decisiones y proyectos y adecuarlos a algunas exigencias y
situaciones que puedan presentarse, así como cambiar alternativas y estrategias de
conducta concretas, sin aferrarse a un mismo camino o vía de acción.
b) Estructuración temporal de los contenidos psicológicos. Se refiere a la
existencia de una perspectiva futura que se expresa en un sistema de objetivos
mediatos que regulan la conducta actual del sujeto, el cual muestra que es o no capaz
de proyectar, de plantearse aspiraciones y metas a largo plazo y de regular su
comportamiento presente en función de estos objetivos o aspiraciones futuras.
c) Capacidad de reestructurar el campo de acción. Tiene que ver con la mayor o
menor capacidad del sujeto para reestructurar su vida y actuación, su futuro, cuando las
condiciones lo exijan. Es capaz de utilizar de modo afectivo la información de que
dispone, reflexionar sobre la situación en la que se encuentra (campo de acción) y
organizar comportamientos que varían su conducta o su vida. El que el individuo posea
o no esta capacidad determina que pueda enfrentar las contingencias críticas de su
vida con mayores recursos o con estos muy limitados.

268
d) Mediatización de las operaciones cognitivas en las funciones reguladoras. Con
este indicador se explica la capacidad de utilizar de forma consciente y activa las
operaciones intelectuales (análisis, síntesis, comparación, abstracción, generalización)
en la regulación de su comportamiento, o sea, si el sujeto es capaz de reflexionar,
valorar y elaborar de modo personal la información que obtiene y de integrarla a la que
ya posee, así como de utilizar estas operaciones en la elección de alternativas de
comportamiento, así como de la estructuración de las respuestas a las distintas
situaciones y exigencias de su medio. Cuando esto no ocurre, el sujeto no puede
resolver adecuadamente los problemas que la vida le plantea.
e) Esfuerzo consciente por explicar sus interrelaciones con la realidad. Este
indicador expresa el mayor o menor esfuerzo estable y consciente del sujeto por
comprender y explicar sus interrelaciones con el medio, o sea, sus vivencias, ideas,
criterios (condiciones internas) y sus relaciones con las situaciones, personas,
condiciones y exigencias del medio (condiciones externas), lo que le permite estructurar
y regular mejor su comportamiento.
Cuando el individuo no intenta ser consciente de estas relaciones mutuas, no
puede explicarse con absoluta claridad lo que ocurre y el por qué ocurre, lo que afecta
la decisión que tome.
f) Esfuerzos volitivos en la consecución de los objetivos. Esto se refiere a los
esfuerzos sistemáticos por vencer los obstáculos que pueden aparecer en el camino del
sujeto y entorpecer el logro de los objetivos propuestos, de tal modo que lucha
establemente por alcanzar lo que quiere y su comportamiento hacia la consecución de
sus propósitos.
Expresa no solo la voluntad del sujeto para lograr sus objetivos en la vida, también
la fuerza y significación que esos objetivos tienen para él.
Ahora bien, en cada sujeto estos indicadores funcionales y los contenidos
psicológicos se integran de modo particular y específico en el ejercicio de la regulación
y autorregulación. A este modo específico de integración el autor le llama nivel de
regulación.
En sus investigaciones empíricas, F. González Rey encontró dos niveles de
regulación de la personalidad: a uno le llamo nivel consciente volitivo y al otro le llamo
nivel de estereotipos, normas y valores.
En el primero los indicadores funcionales se manifiestan en su expresión de
máximo desarrollo, en el segundo estos aparecen en su expresión mínima. En el
consciente volitivo los contenidos se integran, por lo general, a nivel de formaciones
psicológicas o síntesis reguladora; en el otro, por lo general predominan las unidades
psicológicas primarias.
6.2-Configuración de los procesos socio-humanos
Si la configuración es un sistema complejo de transformaciones dinámicas que
como totalidad contiene sus códigos, y unos códigos que garantizan su autopoiesis,
entonces todas las formas de investigaciones concernientes a la sociedad y a los seres
humanos, por variadas que sean, conducen a configuraciones, puesto que los
conjuntos o subconjuntos sociales y humanos se imponen de entrada en tanto que
269
totalidades, ya que estas totalidades son dinámicas y en consecuencia sedes de
transformaciones dinámicas.
En Durkheim la totalidad todavía no es más que emergente, porque surge de sí
misma de la reunión de los componentes y constituye así una noción primera y, como
tal, explicativa; por el contrario, su más íntimo colaborador, Marcel Mauss, es
considerado por Claude Lévi-Strauss como el iniciador del estructuralismo
antropológico porque, particularmente en sus estudios referentes al don, ha buscado y
descubierto el detalle de las interacciones transformadoras.
La configuración no pertenece a la conciencia, sino al comportamiento, a la
cotidianidad, a la biopraxis, y el ser humano adquiere de ella sólo un conocimiento
limitado a través de tomar conciencia de manera incompleta, proceso que se efectúa en
determinados momentos de no adaptación vital.
En el discurso, en las explicaciones, en las ideologías, traemos a la mano mundos,
dominios operacionales en coordinación conductual consensual recursiva, que
constituyen ámbitos sociales de realización epigénica en que nos configuramos como
seres humanos. (Maturana, 2003; p. 60)
El organismo es un sistema determinado estructuralmente y, por lo tanto, en la
interacción del organismo con el medio, es el organismo el que determina cuál es la
configuración estructural del medio que gatilla en él un cambio estructural. Debido a
esto, el observador no puede caracterizar tal configuración estructural con
independencia de lo que le pasa al organismo como consecuencia de la ocurrencia de
una interacción. Por esto, es sólo mediante los cambios conductuales del organismo
que un observador puede caracterizar al medio en términos de configuraciones
estructurales que actúan como agentes perturbantes (perturbaciones) en la interacción.
(Maturana, 2003; p. 64)
Esta modelación de la realidad es un proceso que afecta profundamente al
modelador. Por ejemplo, en nuestra configuración de la realidad está incluida una
definición de "ser humano" y de la relación de esta entidad con el resto del cosmos. Y
en la definición están también incluidas respuestas a preguntas tales como "¿Es bueno
el universo?" y "¿Es regido por leyes?" Esas respuestas definen el cosmos de cada
individuo y, por lo tanto, la manera en que el individuo se modela a sí mismo para
ajustarse a su cosmos. Ornar preguntaba "¿Cuál es la arcilla del alfarero y cuál es el
cacharro?" Más recientemente Jung observaba que no sólo Goethe había creado a
Fausto, sino que también Fausto había creado a Goethe. Se trata de un sistema circular
y cibernético. Cuando el sistema se deforma y cuando el modelador y el universo ya no
se corresponden recíprocamente, sobreviene esa abrumadora "ansiedad catastrófica".
El individuo queda profundamente perturbado. (LeShan y Margenau, 2002; p. 38)
En otras palabras, continúa Maturana (2003; p. 65), es sólo a través de los
cambios conductuales que el observador distingue en un organismo en la contingencia
de una perturbación dada, que el observador puede caracterizar tal contingencia como
un "objeto perturbante" y describirla como un objeto (algo independiente de) para el
organismo. Finalmente, es esta asociación que el observador hace entre el "objeto
perturbante" caracterizado por la conducta del organismo que lo configura, y tal

270
conducta distinguida por él o ella de manera independiente, lo que constituye el
fenómeno que en el vivir cotidiano se connota con la palabra percepción.
El fenómeno connotado con la palabra percepción consiste en la configuración
que el observador hace de objetos perceptuales mediante la distinción de clivajes
operacionales en la conducta del organismo, al describir las interacciones de éste en el
fluir de su correspondencia estructural en el medio. La armonía entre organismo y
medio que se quiere rescatar con la noción usual de percepción, por lo tanto, es propia
de este fluir de cambios estructurales del organismo en conservación de la adaptación,
y fracasa cuando esta correspondencia estructural se pierde. (Maturana, 2003; p. 65)
Por otro lado, como se aprecia en sus últimos trabajos, González (1997; p. 92)
presentó entre las categorías esenciales para la construcción teórica de la
personalidad, la categoría configuración, la que ha utilizado para expresar la
constitución subjetiva de los distintos tipos de relaciones y actividades que caracterizan
la vida social de la persona. Las configuraciones son categorías complejas,
pluridimensionales, que representan la unidad dinámica sobre la que se definen los
diferentes sentidos subjetivos de los eventos sociales vividos por el ser humano.
González (1997; p. 92) afirma que las configuraciones son pluridimensionales, en
el sentido que ellas expresan la integración necesaria de diferentes elementos que, por
una u otra vía, se han convertido en estados dinámicos, es decir, estados portadores de
un valor emocional estable que constituyen verdaderas necesidades para el sujeto.
Estos estados, sin embargo, tendrán un sentido subjetivo solamente dentro de su
interrelación necesaria con otros estados constituidos en las configuraciones subjetivas
a las que se integre.
González (1997; p. 92) ha definido las configuraciones como la interrelación entre
estados dinámicos diversos y contradictorios entre sí, la que se produce en el curso de
las actividades y relaciones sociales del sujeto a través de las diferentes emociones
producidas en dichas actividades. Tales estados dinámicos, al constituirse en sentidos
subjetivos dentro de una configuración, pueden generalizarse a otras configuraciones
en dependencia de su fuerza y sentido en la constitución subjetiva actual de la
personalidad. Las configuraciones existen en permanentes vínculos entre sí, que tienen
mucho que ver con las situaciones actuales que el sujeto enfrenta. Las configuraciones
se modifican ante las emociones que aparecen en los diferentes momentos de la vida
del sujeto, a la vez que son parte de los determinantes de dichas emociones.
La categoría configuración la hemos diseñado para dar cuenta del carácter
dinámico, complejo, individual, irregular y contradictorio que tiene la organización de la
personalidad. Las configuraciones se constituyen a nivel psicológico, pero
simultáneamente expresan la calidad de las diferentes actividades y relaciones sociales
desarrolladas por el sujeto. (González, 1997; p. 92)
González (1997; p. 93) precisa que las configuraciones no se constituyen como
expresión de una lógica de lo interno y lo externo, sino como expresión de una lógica
donde lo interno y lo externo se integran y dan lugar a un nuevo proceso, en el que lo
interno se externaliza permanentemente y viceversa. Las configuraciones son unidades
constitutivas de la personalidad que responden a su condición subjetiva.

271
La constitución de una configuración a nivel subjetivo no es expresión directa de
una lógica externa que se impone desde afuera y define lo subjetivo meramente por el
reflejo de lo acontecido fuera. En la constitución de una configuración, lo externo
aparece definido dentro del propio proceso de externalización del mundo subjetivo del
sujeto, quien al actuar sobre el medio, produce nuevos hechos y situaciones que, en su
novedad, aparecen como externos al proceso que los engendró, y devienen internos en
el proceso de formación de su sentido subjetivo. (González, 1997; p. 93)
Avanzando tras González (1997; p. 93), podemos afirmar que el sentido subjetivo
de una nueva experiencia no aparece de forma directa como expresión del carácter
interactivo de la experiencia y el sujeto, sino que es resultado de una compleja
mediatización de la organización personológica, en la que interviene activamente el
propio sujeto en su acción constructiva, aún cuando el sentido de esta acción no va a
depender de su intención.
Lo social, por tanto, en criterio de González (1997; p. 93) representa de forma
permanente una combinación dialéctica entre lo externo y lo interno: es externo, pues lo
social como forma de la realidad no se agota en aquellos aspectos que tienen una
significación para el sujeto individual; y es interno, porque su significación siempre va a
depender de un proceso de constitución de sentido, en el cual lo interno y lo externo
pierden su condición como antinomia y se integran en una compleja relación dialéctica
dentro de su definición subjetiva.
El concepto de configuración representa una construcción teórica en la que pierde
sentido la división entre la cognición y el afecto, pues éstas constituyen una unidad
funcional de lo afectivo y lo cognitivo. En las configuraciones se constituye
subjetivamente lo afectivo, pues en ellas las emociones diversas, asociadas a los
estados dinámicos que la constituyen, se convierten en sentidos subjetivos estables del
sujeto. Este es un proceso cuyo carácter dinámico no se define sólo por componentes
de naturaleza afectiva de la personalidad, sino por el propio sentido subjetivo de las
operaciones y capacidades intelectuales organizadas alrededor de las relaciones y
actividades que se constituyen a nivel subjetivo en las diferentes configuraciones de la
personalidad. (González, 1997; p. 93)
Con frecuencia el fenómeno de las emociones es tratado desde su naturaleza
biológica, como también desde su carácter social; ambos aspectos han sido
considerados en una relación dialéctica por diferentes autores, como por ejemplo,
Wallon (1971), cuya teoría de las emociones representó un importante paso de avance
en la psicología de su época.
La subjetividad como forma de lo real se expresa en la organización y desarrollo
de los procesos y estructuras simbólicas, así como en la constitución de los sentidos
subjetivos asociados o no al desarrollo simbólico. Las emociones constituyen complejos
procesos de significación, pero de una significación afectiva no necesariamente
derivada de la mediatización simbólica. (González, 1997; p. 93)
Coincido con Sartre (1967; p. 29) cuando escribe: "Resulta, pues, imposible
considerar la emoción como un desorden psicofisiológico. Tiene su esencia, sus
estructuras particulares, sus leyes de aparición, su significación. No puede proceder

272
desde fuera de la realidad humana. Es el hombre, por el contrario asume su emoción;
por consiguiente la emoción es una forma organizada de la existencia humana”.
Los diferentes estados dinámicos que se interrelacionan entre sí en la constitución
de las distintas configuraciones subjetivas resultan de las emociones que aparecen
asociadas en las diferentes necesidades del sujeto características de sus formas de
relación con la realidad, las cuales se integran en motivos diversos en lo que adquieren
su sentido subjetivo. Estos motivos, como categoría sicológica concreta, tienen una
naturaleza configuracional. (González, 1997; p. 94)
González (1997; p. 94) conserva el término configuración subjetiva para los
motivos más complejos de la personalidad, los que integran en un mismo sistema
diferentes elementos dinámicos procedentes de necesidades diversas.
En palabras de González (1997; p. 96):
“Los estados dinámicos que integrasen las configuraciones subjetivas no
corresponde a una taxonomía rígida de elementos separados, conformada de una vez y
por todas como definitoria de la organización intrapsíquica del sujeto, sino que
representa tendencias relativamente estables asociadas a la producción de un tipo
particular de emociones relacionas con la manera en que una o varias necesidades
específicas aparecen constituidas en los motivos integrados a cada configuración
subjetiva particular.”
Las configuraciones subjetivas de la personalidad no actúan corno unidades
dinámicas aisladas, sino que se integran permanentemente de forma total o parcial, a
través de algunos de sus estados dinámicos dentro de otras configuraciones en
relaciones que, como ya señalamos, pueden ser muy rápidas o transitorias y que se
relacionan estrechamente con el estado actual del sujeto. El momento actual de las
relaciones del sujeto es uno de los elementos que intervienen en la compleja
determinación de estos procesos de la personalidad. El desarrollo de la personalidad en
ningún momento se separa de lo que ocurre en la trama de las relaciones del sujeto.
(González, 1997; p. 98)
Como se aprecia, las configuraciones se integran de diferentes formas entre sí,
precisadas por González (1997; p. 98): por complementación, contradictoriamente, e
incluso coexisten de forma irreconciliable, aunque a nivel personológico se organicen
jerárquicamente y sean unas más influyentes y dominantes que otras. Los conflictos
entre las configuraciones pueden ser de diferente naturaleza; éste es un aspecto que
aún necesita investigarse en esta representación configuracional de la personalidad, la
que se encuentra en un momento inicial de su construcción teórica. En nuestra opinión,
los conflictos de la personalidad se expresan a nivel emocional en las vivencias del
sujeto, ante las cuales este emprenderá acciones y desarrollará construcciones que
pasarán a ser elementos esenciales en el curso del conflicto.
En fin, el poderoso desarrollo y el uso intensivo de la función de configuración es
lo que parece que caracteriza las propiedades únicas del cerebro humano. Esto al nivel
más profundo de las funciones cognitivas, aquel en el que se apoya el lenguaje y que,
sin duda, éste explicita sólo en parte.

273
El niño que manifiesta su alegría preparándose para el paseo, imagina
evidentemente, es decir, configura por anticipación, los descubrimientos que hará, las
aventuras que le esperan, los espantos deliciosos que experimentará, sin peligro,
gracias a la tranquilizante presencia de su protector. Más tarde, configura todo ello de
nuevo en sueños, confusamente mezclado.
En el niño pequeño, la configuración subjetiva parece sólo parcialmente disociada
de la actividad neuromotriz. Su ejercicio se traduce en el juego.
Pero en el hombre, la configuración subjetiva se convierte en la función superior
por excelencia, la función creadora. Es la reflejada por la simbólica del lenguaje que la
explicita transponiendo y resumiendo sus operaciones.
De ahí el hecho, subrayado por Chomsky, de que el lenguaje, incluso en sus más
humildes empleos, es casi siempre innovador: traduce una experiencia subjetiva, una
configuración particular, siempre nueva.
El ser humano sabe explicar sus experiencias subjetivas: la experiencia nueva, el
encuentro creador no perece ya con aquel en el que habrá sido configurado por primera
vez.
Todos los hombres de ciencia han debido, pienso yo, darse cuenta de que su
reflexión, a nivel profundo, no es verbal: es una experiencia imaginaria, simulada con la
ayuda de formas, de fuerzas, de interacciones que apenas componen una «imagen» en
el sentido visual del término. No teniendo nada más en el campo de la conciencia, a
fuerza de centrar la atención en la experiencia imaginaria, yo mismo me he sorprendido
al identificarme con una molécula de proteína. (Monod, 2007; p. 161)
Sin embargo, no es en este momento cuando aparece la significación de la
experiencia configurada, sino solamente una vez explicitada simbólicamente. No creo
en efecto que haga falta considerar como símbolos las imágenes no visuales sobre las
que opera la configuración, sino más bien, si me atrevo a decirlo, como la «realidad»
subjetiva y abstraía, directamente ofrecida a la experiencia imaginaria.
En cualquier caso, en el uso corriente el proceso de configuración está
enteramente enmascarado por la palabra que le sigue casi inmediatamente y parece
confundirse con el mismo pensamiento.
Pero se sabe que numerosas observaciones objetivas prueban que en el hombre
las funciones cognitivas, incluso complejas, no están inmediatamente ligadas a la
palabra (o a cualquier otro medio de expresión simbólica). Se pueden citar
principalmente los estudios hechos sobre diversos tipos de afasias. Quizá las
experiencias más impresionantes son las recientes de Sperry, en sujetos cuyos dos
hemisferios cerebrales habían sido separados por sección quirúrgica del «corpus
callosum». El ojo derecho y la mano derecha, en estos sujetos, sólo comunican
información al hemisferio izquierdo, y recíprocamente. Así un objeto visto por el ojo
izquierdo, o palpado por la mano izquierda, es reconocido sin que el sujeto pueda
nombrarlo. O en ciertos tests difíciles donde se trataba de emparejar la forma
(tridimensional) de un objeto, sostenido en una de las dos manos, al desarrollo en el
plano de esta forma, representada en una pantalla, el hemisferio derecho (afásico) se

274
mostraba, con mucho, superior al hemisferio «dominante» (izquierdo), y más rápido en
la discriminación. (Monod, 2007; p. 162)
Resulta tentador especular sobre la posibilidad de que una parte importante, quizá
la más «profunda» de la configuración objetiva, sea realizada por el hemisferio derecho.
Si es legítimo considerar que el pensamiento reposa sobre un proceso de
configuración subjetiva, para Monod (2007; p. 163) “es preciso admitir que el alto
desarrollo de esta facultad en el ser humano es el resultado de una evolución en el
curso de la cual, en la acción concreta, preparada por la experiencia imaginaria, es en
lo que la eficacia de este proceso, su valor de supervivencia, ha sido probado por la
selección.”
Así pues, por su capacidad de representación adecuada y de previsión exacta
confirmada por la experiencia concreta, el poder de configuración nervioso central, en
nuestros antepasados ha sido llevado hasta el estado alcanzado en el Homo sapiens.
(Monod, 2007; p. 163)
El configurador subjetivo “no tenía derecho a equivocarse cuando se trataba de
organizar una cacería de panteras con las armas de que disponía el Australántropo, el
Pitecántropo o incluso el Homo sapiens de Cro-Magnon.” (Monod, 2007; p. 163)
La herramienta lógica innato, heredada de nuestros antepasadas, no nos engaña
y nos permite «comprender» los acontecimientos del universo, es decir, describirlos en
lenguaje simbólico y preverlos, con tal que los elementos de información necesarios
sean suministrados al configurador.
Herramienta de anticipación enriqueciéndose sin cesar con los resultados de sus
propias experiencias, la configuración “es la herramienta del descubrimiento y de la
creación. El análisis de la lógica de su funcionamiento subjetivo es el que ha permitido
formular las reglas de la lógica objetiva y crear nuevos instrumentos simbólicos, tales
como las matemáticas.” (Monod, 2007; p. 163)
Grandes pensadores, como por ejemplo Albert Einstein, a menudo se han
maravillado, con razón, del hecho de que los entes matemáticos creados por el hombre
puedan representar tan fielmente a la naturaleza sin deberle nada a la experiencia.
Nada, es cierto, a la experiencia individual y concreta, pero todo a las virtudes de
la configuración forjado la experiencia innumerable y cruel de nuestros humildes
antepasados.
Confrontando sistemáticamente la lógica y la experiencia, según el método
científico, confrontamos de hecho toda la experiencia de nuestros antepasados con la
experiencia actual. (Monod, 2007; p. 163)
Si bien podemos adivinar la existencia de esta maravillosa herramienta (la
configuración), también sabemos traducir, mediante el lenguaje, el resultado de sus
operaciones, no tenemos ninguna idea de su funcionamiento, de sus procesos
inmanentes.
“La experimentación fisiológica es, en este aspecto, casi impotente todavía. La
introspección, con todos sus peligros, nos ha dicho pese a todo un poco más sobre
ello.” Queda el análisis del lenguaje que, sin embargo, revela el proceso de
275
configuración “sólo a través de transformaciones desconocidas y no aclara, sin duda,
todas sus operaciones.” (Monod, 2007; p. 164)
El carácter vivo, contradictorio y multidimensional de las propias relaciones
humanas, según González (1997; p. 98), aparece de forma mediatizada y como parte
de un proceso que mantiene su continuidad dentro de la propia subjetividad, en las
configuraciones donde estas relaciones se constituyen. Así, por ejemplo, un padre
puede ser muy cariñoso con su hijo, pero intolerante con sus errores y fracasos, lo que
provocará una reacción emocional profunda e intensa por la propia significación afectiva
del padre, definida en gran medida por la calidad de la relación afectiva general con el
hijo. Esto puede acontecer por el carácter contradictorio de la relación, así como por la
incapacidad de ambos para construir con otros sentidos las contradicciones generadas
en ella, situación que puede conducir a otra configuración subjetiva de la relación en
ambos.
Por otro lado, un proceso tiene significación distinta cuando está aislado o cuando
está integrado a otro proceso, ya que su posición, movimiento o su función le confieren
propiedades diferentes. Es más, una modificación que afecte a uno de los procesos
modifica las propiedades de la configuración, pero éstas pueden permanecer idénticas
cuando cambian todos los procesos si conservan entre ellos la misma configuración,
que conserva la gestalt, es decir, la red de relaciones configuradas.
En este sentido, Merleau-Ponty (1976; p. 243) afirma que las estructuras no
pueden ser definidas en términos de realidad exterior, sino en términos de
conocimiento, ya que son objetos de la percepción y no realidades físicas; por esto, las
estructuras no pueden ser definidas como cosas del mundo físico, sino como conjuntos
percibidos y, esencialmente, consisten en una red de relaciones percibidas, que, más
que conocida, es vivida.
La configuración no es sólo una determinada estructuración física de elementos;
más bien, la configuración es la organización de procesos con su dinámica y
significado. “Así como la trama de una novela no es simplemente un conjunto de
palabras, ni la armonía de una sonata consiste en un conjunto de notas, ni el diseño
arquitectónico de un edificio se reduce a la mera suma de más o menos ladrillos”
(Martínez, 2011; p. 31), igualmente, cada proceso se transforma al entrar en una
interconexión sistémica.
Cada proceso, al formar una nueva configuración, toma en sí mismo algo de la
esencia de las otras, cede algo de sí mismo y queda modificado. “Esto es lo que le
sucede a cada ser humano al entrar a formar parte de un grupo social, ya sea un
partido político, una institución, un club social, un equipo deportivo o cualquier otro
grupo humano.” (Martínez, 2011; p. 31)
Por consiguiente, la identificación de una estructura humana, ya sea psíquica o
social, con determinado grado de generalización, exige considerar al ser humano como
una configuración compleja, por lo tanto, debemos localizar primero las configuraciones
individuales en seres humanos o situaciones particulares, acontecimientos, eventos,
procesos, etc., mediante el estudio científico y la configuración de lo que esencial o
universal, lo cual se denota por lo necesario, imprescindible, esencial o invariante.

276
En este caso lo universal y general no es lo que se repite muchas veces, sino
aquellas propiedades y atributos de la configuración, que están presentes por esencia e
invariabilidad. La configuración de esa esencia o invariante depende de la perspicacia,
ingenio, intuición y sutileza intelectual más que del empleo de técnicas científicas, lo
cual no quiere decir que las técnicas no sean necesarias y pertinentes sino que la
originalidad, la creatividad humana, el trabajo y esfuerzo intenso, son los mecanismos
esenciales para identificar configuraciones.
Por su parte, Allport (1973), un eminente estudioso de la personalidad, nos señala
varias ideas excelentes para la comprensión de las configuraciones y expresiones de la
vida de otras personas. Este autor considera la personalidad como un sistema y
producto complejo formado por la dotación biológica, la modelación cultural, el estilo
cognoscitivo y el tanteo espiritual.
Es decir, para comprender a otra persona tenemos que entender un sistema
neuropsíquico, biogenético y sociocultural.
El esquema multipolar que hemos delineado nos permite, comprender, no sólo el
proceso de humanización, sino todo aquello que es humano. Entre otras muchas cosas,
esta proposición general significa que toda unidad de comportamiento humano (práxica)
es a un mismo tiempo genética-cerebral-social-cultural-eco-sistémica (lo que no impide,
según las necesidades de cada estudio particularizado, despreciar tal o tal otro aspecto
por hallarse implicado de forma escasamente acusada). (Morín, 2008; p. 230)
Significa asimismo que el fundamento de la ciencia del hombre es policéntrico; el
hombre no tiene una esencia particular estrictamente genética o cultural, no es una
superposición cuasi-geológica del estrato cultural sobre el estrato biológico. Su
naturaleza cabe buscarla en la interrelación, la interacción y la interferencia que
comporta dicho policentrismo. (Morín, 2008; p. 231)
En este sentido, las Ciencias Sociales se configuran sobre la base de las
relaciones de significación y su objeto lo constituyen los procesos que de modo
consciente se desarrollan en la sociedad a través de las relaciones de carácter social
entre los sujetos implicados, y en los cuales se preserva, se desarrolla y difunde la
cultura acumulada por la humanidad y se da solución a las necesidades de la propia
sociedad.
Por configuración de los procesos sociales se entiende aquellos rasgos
(conceptuales) y cualidades, que (en tanto expresiones dinámicas de los mismos, al
relacionarse dialécticamente con otras de la misma naturaleza) se integran en un todo
que va adquiriendo niveles cualitativamente superiores de comprensión, más
esenciales y que constituyen a su vez configuraciones de orden superior. (Fuentes,
Álvarez y Matos, 2004; p. 6).
Estos autores afirman que las configuraciones constituyen un reflejo subjetivo de
la realidad objetiva, cuyo fundamento en última instancia está en las propias
regularidades objetivas de esa realidad estudiada, que al ser reflejada en el sujeto y ser
empleada conscientemente por éste, permite la comprensión y transformación de esa
realidad.

277
Esto es muy discutido y controversial, por cuanto, como ya explicamos, en la
actualidad existen otras concepciones basadas en la complejidad y en el nuevo enfoque
sistémico, que muestran tendencias incompatibles con esta posición, en el sentido de
que el ser humano no fotografía el mundo que le rodea, sino que lo construye, lo
configura, a partir de su evolución biogenética, espontánea, y de las interacciones
recursivas que tiene con el entorno interno y externo, que son oscilantes, imprevisibles
e impredecibles, donde lo inesperado, el caos, el desorden, la probabilidad y/o la
incertidumbre, e incluso la catástrofe, revelan la irreductibilidad, diversidad, multiplicidad
y pluralidad de los procesos sociales y humanos.
“La irreversibilidad presupone un universo en el que hay limitaciones para la
predicción del futuro,.... la irreversibilidad no es una propiedad universal. Sin embargo,
el mundo en conjunto parece permanecer a esos complejos sistemas de azar intrínseco
para los que la irreversibilidad es significativa, y es a esta categoría de sistemas con
ruptura de simetrías temporales a la que pertenecen todos los fenómenos vitales y, por
consiguiente, la existencia humana.” (Prigogine, 2009; p. 33)
6.3-Comprensión configuracional de los procesos humanos y sociales
La compresión de las realidades humanas y sociales, que constituyen procesos
sistémicos, holísticos, complejos, dinámicos, no lineales y configuracionales, requiere
de interacciones dialécticas, heurísticas y hermenéuticas sujeto-sujeto y sujeto-objeto,
para comprender el carácter transdisciplinar de dichos procesos.
Todos los fenómenos socio humanos están interconectados y para explicar
cualquiera de ellos necesitamos comprender todos los demás, lo que es evidentemente
imposible. Lo que hace que la ciencia tenga sentido y pertinencia es el hecho de que
sean posibles las aproximaciones científicas.
Si el investigador se satisface con una comprensión aproximada de la esencia,
carácter y naturaleza humana entonces puede describir de ese modo determinados
grupos de fenómenos, eventos y acontecimientos, ignorando otros objetos de estudio
de menor significación.
De esta manera, el científico puede explicar muchos problemas a partir de
subproblemas y problemas auxiliares relacionados y, por consiguiente, comprender
distintos aspectos de la naturaleza humana de un modo aproximado, sin tener que
comprenderlo todo al mismo tiempo, de manera simultánea.
Por consiguiente, las teorías científicas socio-humanas son descripciones
aproximadas de los fenómenos sociales y humanos y, según Chew, cuando se
descubre que cierta teoría funciona, siempre es esencial preguntarse: ¿Por qué?
¿Cuáles son sus límites? ¿De qué modo preciso es una aproximación?
Para Chew estas preguntas constituyen un primer paso hacia un mayor progreso y
la idea de progresar mediante sucesivos pasos aproximativos es para él, el elemento
clave del método científico.
Para Capra (2009; p. 77), la mejor ilustración de la actitud de Chew fue una
entrevista que ofreció a la televisión británica hace algunos años. Cuando le
preguntaron cuál sería para él el mayor descubrimiento de la ciencia durante la
aproximada década, no mencionó ninguna gran teoría unificadora ni descubrimientos
278
emocionantes, sino que respondió simplemente: “la aceptación del hecho de que todos
nuestros conceptos son aproximaciones”.
Este es un hecho probablemente aceptado en teoría por la mayoría de los
científicos en la actualidad, pero ignorado por muchos de ellos en su trabajo y todavía
más desconocido fuera del campo de la ciencia.
En los seres vivos se da una organización de sistemas de sistemas de sistemas
imbricados en varios niveles (físicos, químicos, neurofisiológicos, psicológicos, etc.)
cuya comprensión requiere el descubrimiento de un paradigma epistemológico
adecuado que, evidentemente, no será nada simple. (Martínez, 2009a; p. 136)
Sólo un paradigma configuracional será pertinente y tendrá el potencial necesario
para analizar con amplitud y profundidad, comprender, interpretar y explicar de manera
científica la organización compleja de los seres humanos y su relación con los procesos
y sujetos con los que interactúa.
Morín (1983), trata de una auto (geno-feno-ego) -eco-re-organización y explica el
aporte y significado, en la organización vital, de cada uno de estos factores: autonomía
(en el nivel genotípico, fenotípico e individual), unidad ecológica y capacidad de
renovación.
La persona es considerada, hoy día, por las ciencias humanas, como una
superestructura sumamente compleja, cuya riqueza existencial y vivencial desborda los
alcances de una sola o unas pocas ciencias o disciplinas académicas. En realidad, el
ser humano es un todo “físico-químico-biológico-psicológico-ético-moral-espiritual”, que
tiene existencia propia, independiente y libre.
Cada una de estas estructuras es dinámica y está ya compuesta por una serie
compleja de otras subestructuras o subsistemas, y todas juntas, supeditadas unas a
otras en el orden y jerarquía señaladas, forman una superestructura dinámica de un
altísimo nivel de complejidad, que es la persona humana. (Martínez, 2009a; p. 86)
“Los procesos sociales no son hechos estáticos, predeterminados de por sí, sino
que se desarrollan en el espacio y el tiempo; se van construyendo paulatinamente por
los sujetos implicados a través de sus interacciones e implicaciones en diferentes
situaciones, mediante la comunicación y la realización de actividades en las que
despliegan sus recursos personales, emociones, sentimientos, afectos, conflictos. Son
procesos en los que en función de los sentidos que adquieran para cada sujeto, serán
personalizados; por lo que podrán ser explicados como procesos diferenciados al nivel
individual, resultado de la integración de lo cognitivo y lo afectivo, y como la integración
de múltiples procesos subjetivos. Entonces siendo así, el proceso analizado puede ser
entendido, como un proceso que se configura en su propio desarrollo, es decir, va
revelando nuevos rasgos y cualidades que son síntesis de relaciones dinámicas que
pueden subjetivizarse, en virtud y a través de los sentidos que las mismas adquieren.”
(Fuentes, Álvarez y Matos, 2004; p. 4).
En el desarrollo del proceso las relaciones dialécticas que se establecen son
capaces de configurarse formando relaciones de significación que al sintetizarse se
constituyen, no en partes, componentes o agregados de la totalidad, sino en
expresiones configuracionales de ésta.
279
Estas relaciones dialécticas que se dan en el proceso configuran rasgos,
cualidades, relaciones, funciones y significados, que explican formas particulares de
ritmo configuracional en los movimientos del proceso, como lógica interna del mismo,
donde se van configurando las diferentes síntesis que, en su configuración necesaria,
definen la relevancia de cada relación procesal.
Por lo tanto, considerar el carácter configuracional de un proceso significa
comprenderlo como totalidad compleja y en desarrollo, a partir del estudio de sus
diferentes niveles de síntesis de las relaciones que se dan en su interior y,
consecuentemente, configurarlas.
Comprender de manera configuracional un proceso implica observar
holísticamente, de manera sistémica, dialéctica y compleja, prestar atención a todo el
contenido y movimiento del proceso o evento.
Casi siempre los seres humanos miramos las cosas de manera parcial, conforme
a nuestro placer, o a nuestro condicionamiento, o según algún punto de vista ideal;
siempre miramos las cosas fragmentariamente (Krishnamurti, 1984; p. 208)
Como seres humanos que utilizamos lenguajes complejos, somos capaces de
analizar, identificar, comparar, diferenciar, clasificar, describir y explicar situaciones,
procesos, circunstancias, fenómenos, eventos y procesos, como resultado de algunos
conocimientos especiales adquiridos.
Sin embargo, lo que parece que no nos percatamos en nuestra cotidianidad, es
que describir y explicar no implican comprender. La comprensión es algo más; es algo
diferente, especial y bello.
Dejemos que sea Max-Neef (2006; p. 126) quien lo exprese:
“El describir y el explicar se vinculan al conocimiento que es materia de la ciencia.
El comprender, en cambio, es forma de iluminación respecto de la esencia y del sentido
de las cosas y, por lo tanto, más que contribuir al incremento del conocimiento, es
generador de sabiduría. Así acotados los conceptos, es posible constatar que hemos
alcanzado una etapa de nuestra historia que se caracteriza por el hecho de que
sabemos mucho pero comprendemos muy poco. Es aquí donde, a mi juicio, radica el
meollo del problema.”
En efecto, comprender los procesos socio-humanos de manera configuracional
significa literalmente ubicarlos en un contexto histórico y cultural, y establecer la
esencia y naturaleza de sus relaciones, funciones, significados y demás rasgos
caracterológicos.
“Resulta evidente que una sociedad es un sistema no lineal en el que lo que hace
cada individuo repercute y se amplifica por efecto del socius. Esta no linealidad
característica ha aumentado espectacularmente como consecuencia de la
intensificación de intercambios de todo tipo.....el trinomio del flujo, la función y la
estructura, que se observa en todos los sistemas, desde los más elementales hasta los
más complejos, con la salvedad de que, en sistemas complejos como los sistemas
humanos, el flujo no es algo establecido, sino que alterna y lo relanza la sociedad, por
lo tanto, está contenido en el proceso de humanización de la naturaleza.” (Prigogine,
2009; p. 56-57)
280
Al decir de Prigogine (2009; p. 59) “el trinomio flujo/función/estructura implica una
retroalimentación (feed-back) evolutiva: pueden surgir nuevas estructuras que, a su vez,
modifiquen el flujo, lo que, a su vez, posibilitaría la emergencia de nuevas estructuras.
Por lo visto nos hallamos en una coyuntura en la que las estructuras creadas en un
período precedente han generado nuevos flujos, sin que estos hayan encontrado su
inserción social en forma de estructuras adecuadas para procesarlos. De ahí el
malestar y la angustia que se observa a todos los niveles. Lo que ha construido la
generación anterior aparece por todas partes en forma de nuevos flujos de intercambio,
los cuales inducen a reanudar las construcciones históricas precedentes.”
La realidad sociocultural y humana es compleja, dialéctica, polisémica y
polilémica, por cuanto sus proposiciones son disyuntivas, asimétricas y estocásticas,
dada su diversidad, heterogeneidad y contradicciones inherentes. En este sentido, el
principal problema de las ciencias humanas y sociales es la mente humana, en tanto
que ésta se convierte en sujeto y objeto del conocimiento científico.
“Una mente simplista es una mente llena de respuestas. También es una mente
que no se percata del hecho de que las respuestas deben estar precedidas por
preguntas pertinentes. La persona de mente simplista busca inspiración y
conocimientos en teorías simplistas. Más aún, se trata de personas que suelen ser muy
activas y, por lo tanto, doblemente peligrosas.” (Max-Neef, 2006; p. 129)
Ya mencionamos que la mente humana, considerada como una configuración
compleja, puede comprenderse, analizarse y caracterizarse mediante la configuración
afectiva, la cognitiva y la instrumental. La comprensión de la sociedad debe seguir
también éstos complejos derroteros.
Para Max-Neef (2006; p. 129), “lo que resulta serio y preocupante es que mientras
nuestras sociedades se tornan cada vez más complejas, nuestras teorías destinadas a
interpretarlas, se tornan crecientemente simplistas. Esto es peligroso, ya que se sabe
que los parámetros de un sistema sólo pueden ser controlados desde un sistema de
mayor complejidad. Ello equivale a decir, en otras palabras, que a través de teorías y
modelos simplistas no podemos pretender comprender el comportamiento de sistemas
sociales como aquellos que nos preocupan y de los que formamos parte.”
Esto tiene un extraordinario significado porque “para una mente simplista, todo lo
que es importante es precisamente aquello que puede ser medido” (Max-Neef, 2006; p.
129), pero las configuraciones humanas y sociales son inconmensurables,
incontrolables e impredecibles.
Además, el ser humano es esencialmente afectivo. La afectividad humana es base
y cimiento de la cognición. Sin afectos y emociones no hay desarrollo humano. Los
afectos, emociones, sentimientos, actitudes y valores son configuraciones dinámicas
que configuran la afectividad y la cognición humana y, por lo tanto, participan de
manera activa y protagónica en la construcción de conocimientos científicos. La
cognición es inmanente a la afectividad.
Lo anterior es imprescindible para la comprensión de los procesos socio-humanos
por cuanto en las ciencias sociales y humanas el objeto de estudio es configurado por
el sujeto de investigación, y en este sentido todo objeto socio-humano es subjetivo. El
ser humano vive subjetivamente.
281
En los procesos socio-humanos, ya sean individuales o grupales, se dan
relaciones comunicativas muy difíciles de revelar por el investigador, dadas las propias
limitaciones de nuestro lenguaje, nuestro pensamiento y nuestra creatividad.
De ahí que “la solución a los peligros derivados de la utilización de teorías
simplistas consiste en idear métodos que, ya sea por nuestra participación directa o
nuestra vinculación intelectual comprometida, nos permitan realmente ser parte, o
sentirnos realmente identificados con aquello que pretendemos comprender. Es
imposible la comprensión si nos separamos del objeto al que pretendemos comprender.
La separación sólo puede generar conocimiento, pero no comprensión.” (Max-Neef,
2006; p. 133)
Es necesario por tanto un proceso conversacional heurístico que permita analizar,
profundizar, describir, argumentar y, por tanto, comprender, lo que estamos observando
y escuchando, en las propias palabras o estados de los sujetos implicados y, aún así,
es preciso ser conscientes de que toda interpretación será aproximativa, dado el peso y
poder de la subjetividad humana en cualquier proceso hermenéutico.
Nunca podemos predecir un suceso humano o social con certeza, sólo podemos
decir que es probable que ocurra, pero en realidad no tenemos la seguridad de que así
será.
Los procesos socio-humanos no están integrados por entidades aisladas, sino por
configuraciones relacionales de orden inferior que, a su vez, están configuradas con el
investigador (sujeto observador), con sus creencias y concepciones, vivencias,
experiencias, emociones, valores, actitudes, afectos, sentimientos e incluso ideologías,
dando lugar así a configuraciones de orden superior, con niveles de complejidad
asombrosos, admirables y sorprendentes.
En otras palabras, la comprensión de las situaciones, contextos o procesos socio-
humanos, debe ocurrir desde la posibilidad más plausible: la configuración, ya que en
su dinamismo, en las relaciones, en los eventos, surgen sinergias, ocurren relaciones y
se generan acontecimientos. Es la configuración lo determinante, aun cuando este
reconocimiento no impide que se aprecie cada caso en particular, apreciación que es
más provechosa cuando ocurre dentro de una comprensión configuracional de la
realidad.
La configuración es un proceso holístico, multidimensional y transdisciplinar,
donde se interrelacionan diversos procesos complejos de diversas áreas, con la
participación de factores propios de la condición bio-psico-social de los seres humanos
implicados.
Además, dichos procesos se amplían a las relaciones con otros seres humanos, a
los procesos sociales de mayor complejidad, a nivel de la familia, de la comunidad, de
la sociedad y a las condiciones socioculturales y contextuales en que se desarrolla.
Cada uno de sus eventos está presente en los que le preceden y en los que le
sucederán, siendo cada uno de estos procesos expresión del todo, comportándose
como una compleja totalidad inseparable en su esencia, que conduce a la
consideración del carácter configuracional del mismo, al analizar la complejidad de los
rasgos del proceso.
282
El carácter complejo se evidencia por los múltiples movimientos y
transformaciones que se suscitan en su desarrollo y dan cuenta de las cualidades del
proceso como un todo, y que en su integración determinan el comportamiento dialéctico
del mismo.
El carácter dialéctico del proceso implica reconocer lo contradictorio de las
relaciones que en éste se producen y que constituyen su fuente de desarrollo y
transformación y hacen de éstas la base del estudio de la realidad objetiva-subjetiva.
“En todos los procesos sociales, tienen lugar diversas contradicciones que deben
ser asumidas por los sujetos implicados. De hecho su carácter objetivo se desarrolla
simultáneamente con un profundo sentido personal y subjetivo para los sujetos
implicados, lo cual no se puede separar de su valor social. Es un proceso donde
dialécticamente se relacionan, entre otros: lo individual y lo social; la gestión y el
desarrollo, lo objetivo y lo subjetivo, lo cognitivo, lo axiológico y lo afectivo; lo externo y
lo interno; en palabras de Vigotsky, lo intersubjetivo y lo intrasubjetivo; la regulación
externa y la autorregulación. Todas expresadas en innumerables formas que no son
ajenas a la voluntad y actitud de los individuos y grupos humanos, condicionando los
avances y retrocesos del proceso.” (Fuentes, Álvarez y Matos, 2004; p. 3).
Según estos autores (Fuentes, Álvarez y Matos, 2004; p. 3), la concepción
dialéctica del proceso como una totalidad, frente a la cual se reconoce lo particular, lo
singular de los hechos, como abstracciones en un tiempo y un espacio, determina una
lógica y un método dialéctico y holístico para construir una representación de éste,
basada en sus contradicciones, en la cual, lo más importante es partir de los cambios
cuantitativos que conducen a cualitativos, de las relaciones contradictorias, de las
tendencias de los procesos, de las interacciones de todos los aspectos de la totalidad
que se construye y reconstruye en un proceso en constante desarrollo.
Por otro lado, Arnold Toynbee dedicó toda su vida a intentar comprender las
fuerzas y fibras que configuran la historia humana.
Prigogine (2009; p. 286) utiliza una cita extraída de su Study of History, revisada y
resumida por A. Toynbee y J. Caplan, en el que habla de su búsqueda de un “factor
positivo”, responsable de la “diferenciación de la historia”:
“El efecto de una causa es inevitable, invariable e imprevisible. Pero la iniciativa
que adopta cualquiera de las partes vivas en un encuentro, no es una causa: es un reto.
Su consecuencia no es un efecto: es una respuesta. Reto y respuesta parecen causa y
efecto sólo en tanto que representan una secuencia de acontecimientos. Pero es una
secuencia de distinto cariz. A diferencia del efecto de una causa, la respuesta a un reto
no está predeterminada, no es necesariamente uniforme en todos los casos y, por lo
tanto, es intrínsecamente imprevisible. A partir de ahora, considerare el problema con
una nueva visual. Veré a personas allí donde, hasta ahora, he visto fuerzas. Describiré
las relaciones entre personas como retos que suscitan respuestas.”
Es imprescindible integrar en un marco científico las nociones o mecanismos de
retos y respuestas.
“Creemos que la interacción entre función-estructura-fluctuación es fundamental
para entender las estructuras sociales y su evolución....La complejidad resulta limitada
283
por la estabilidad que, a su vez, está limitada por la potencia de imbricación sistema-
ambiente...... la idea de progreso o de aumento continuo de complejidad dista mucho de
ser sencilla.” (Prigogine, 2009; p. 287-288)
En palabras de Leach (1967, citado en Prigogine, 2009; p. 296):
“Las ideas de Darwin pertenecen al mismo periodo del siglo XIX de la economía
del “laisser faire”, la doctrina de que, en la libre competencia, el mejor siempre triunfa.
Pero, si los procesos naturales de la evolución deben siempre conducir a la
supervivencia del mejor, ¿Por qué preocuparse? La observación consciente de un
hombre inteligente sólo serviría para empeorar las cosas. Es mucho mejor, sin duda,
mantenerse al margen y ver lo que acontece”.
Leach es partidario, sin embargo, de una actitud distinta, y afirma: “El cambio no
es algo que nos da la naturaleza, sino algo que nosotros podemos decidir provocar en
la naturaleza, ¡y en nosotros mismos!”
Está claro que, dice Prigogine, según esta perspectiva, uno de los principales
objetivos de la ciencia moderna es comprender la dinámica del cambio.
Ahora bien, el espíritu de toda esta orientación epistemológica no es nuevo, pues
nos viene desde finales del siglo XIX, cuando Dilthey, Weber, Jaspers y otros teóricos
germánicos distinguieron claramente entre explicar y comprender; sin embargo, en el
siglo XX, los teóricos de la escuela de Frankfurt (Adorno, Horkheimer y especialmente
Habermas) le dieron un enfoque original y novedoso.
La explicación se centra en el análisis y la división para buscar las causas de los
fenómenos y su relación y semejanza con otras realidades, con las cuales es
comparada, referida y relacionada, es decir, “insertada en las leyes más amplias y
universales”, y tienen más aplicación en las ciencias de la naturaleza.
Las relaciones que establece pueden permanecer, sin embargo, exteriores a los
objetos analizados; no conducen a su naturaleza. La comprensión, por el contrario, es
la captación de las relaciones internas y profundas mediante la penetración en su
intimidad, para ser entendida desde adentro, en su novedad, respetando la originalidad
y la indivisibilidad de los fenómenos y tratando de entender, a través de la interpretación
de su lengua y gestos, el sentido que las personas dan a sus propias situaciones.
En lugar de parcelar lo real, como hace la explicación, la comprensión respeta su
totalidad vivida; así, el acto de comprensión reúne las diferentes partes en un todo
comprensivo y se nos impone con mayor y más clara evidencia. Evidentemente, la
comprensión se vuelve indispensable en las ciencias humanas. (Martínez, 2008; p. 39-
40)
6.4-Configuraciones socio-humanas y “realidad objetiva”
Como se aprecia, las configuraciones socio-humanas constituyen configuraciones
potencialmente infinitas de procesos humanos y/o sociales individuales y/o colectivos
que se define por interacciones recursivas y oscilánticas de circularidad espirálica en
las relaciones procesales generales en la configuración.
Mientras que una configuración no cambie o se automodifique existe la posibilidad
de que la recurrencia de otras configuraciones dé origen a procesos configuracionales.
284
Por ejemplo, sabemos por Maturana que el sistema nervioso del organismo vivo
genera las configuraciones psicológicas a través de sus estados referenciales.
Maturana y Varela (2004; p. 127-128) aseguran que existen “estados del sistema
nervioso que, como estados referenciales, definen los subdominios de los posibles
estados que el sistema nervioso (y el organismo) pueden adoptar bajo perturbaciones,
como matrices de relaciones internas posibles. Como resultado, cuando el sistema
nervioso está en estados referenciales diferentes, compensa las mismas perturbaciones
(caracterizadas como configuraciones del ambiente) siguiendo modos de cambio
diferente. Las emociones, el sueño, la vigilia, son estados referenciales. En la dinámica
del sistema nervioso, los estados referenciales se definen, como cualquier otro estado
del sistema nervioso, por relaciones de actividad neuronal, y como tales son generados
por cambios de actividad neuronal, y causan cambio de actividad neuronal. Lo peculiar
de ellos es que constituyen estados sobre los cuales otros estados pueden insertarse
como subestados en el proceso de generación de la autopoiesis del organismo. Por
tanto, su distinción solo pertenece al dominio de observación; para el sistema nervioso
son parte de su dinámica estado-determinada.”
Las configuraciones psicológicas en particular y las socio-humanas en general
existen en la realidad objetiva independiente del ser humano que las analiza u observa
en tanto que el acto de enunciación del término que las designa forma parte de esa
realidad. Sin embargo, no existe la realidad objetiva independiente del ser humano, por
cuanto la realidad objetiva es creada subjetivamente por el investigador o sujeto que
observa con el fin de comprender de una mejor manera los complejos procesos socio-
humanos.
La distinción que hacemos de los procesos socio-humanos a medida que
interactuamos con ellos de manera recursiva, constituye la generación de
configuraciones como categorías o dimensiones descriptivas, comprensivas,
explicativas y/o proyectivas.
De ahí que el pensamiento, las emociones, los valores, los sentimientos, las
actitudes, la memoria, la imaginación, la inteligencia, la creatividad, la convivencia, la
identidad, las competencias, entre otras, constituyen configuraciones psicosociales y,
en tal sentido, son dimensiones descriptivas, comprensivas, explicativas y/o
proyectivas, por cuanto son procesos existentes en la realidad lingüísticamente
configurada por el sujeto, en el sentido de que nuestras descripciones y explicaciones
forman parte de esa realidad, que es a su vez, una configuración sistémica, compleja y
holística, configurada por nosotros los seres humanos.
O sea, no existe una realidad objetiva ni una realidad subjetiva sino sólo una
realidad: la realidad lingüísticamente configurada.
“Las descripciones como conducta lingüística constituyen fuentes de
perturbaciones del sistema nervioso y, por lo tanto, parte de su ambiente. En
consecuencia, la fenomenología de transformaciones del sistema nervioso....también se
aplica a las interacciones del organismo en el dominio de descripciones, y la
organización del sistema nervioso es también función de la historia de interacciones del
organismo en este dominio. Las implicaciones son obvias. El operar del sistema
nervioso no hace distinciones entre sus diferentes fuentes de perturbación y, en
285
consecuencia, no hace ninguna diferencia con respecto a esta operación el que los
agentes perturbadores sean características del ambiente físico o interacciones
conductuales con organismos acoplados. Por lo tanto, aunque el sistema nervioso
opera de una manera determinista de estado en estado, el tiempo como un modo de
comportamiento entra en la determinación de sus estados a través del dominio
descriptivo como un componente en el dominio de la conducta del organismo. Lo mismo
ocurre con cualquier otro componente del dominio de las descripciones que, aunque no
representan estados del sistema nervioso, constituyen componentes causales en el
dominio conductual; tal es el caso por ejemplo con nociones como belleza, libertad y
dignidad. Ellas surgen como dimensiones en el dominio del comportamiento del
organismo a través de distinciones referidas a él mismo, como resultado del
acoplamiento de la fenomenología del sistema nervioso como una red neuronal cerrada
y el dominio de interacciones del organismo.” (Maturana y Varela, 2004; p.131)
En este majestuoso despliegue de la vida, todos los organismos respondían
continuamente con cambios estructurales a la influencias del entorno, y lo hacían de
forma autónoma según sus respectivas naturalezas. Desde los albores de la vida las
interacciones de esos organismos vivos, tanto entre sí como el medio no vivo, fueron
interacciones cognitivas. A medida que sus estructuras iban creciendo en complejidad,
lo hacían también sus procesos cognitivos, lo que acabaría por conducir a la percepción
consciente, el lenguaje y el pensamiento conceptual. (Capra, 2003; p. 99)
Según Capra (2010; p. 99) el estudio del patrón es crucial para la comprensión de
los sistemas vivos, puesto que las propiedades sistémicas -como hemos visto- emergen
de una configuración de relaciones ordenadas. Las propiedades sistémicas son
propiedades de un patrón. Lo que se destruye cuando un sistema vivo es diseccionado,
es su patrón. Sus componentes siguen ahí, pero la configuración de las relaciones entre
ellos -el patrón- ha sido destruida y en consecuencia el organismo muere.
La mayoría de científicos reduccionistas no pueden comprender las críticas al
reduccionismo porque no llegan a entender la importancia del patrón. Afirman que todos
los organismos vivos están hechos en última instancia de los mismos átomos y
moléculas que componen la materia inorgánica y que, por tanto, las leyes de la biología
pueden ser reducidas a las de la física y la química. Si bien es cierto que todos los
organismos vivos están hechos en última instancia de átomos y moléculas, son «algo
más» que átomos y moléculas. Existe algo más en la vida, algo inmaterial e irreducible:
el patrón de organización.
El observador humano constituye el nexo final en la cadena de los procesos de
observación, y las propiedades de cualquier objeto atómico sólo se pueden comprender
en términos de la interacción que tiene lugar entre el objeto observado y el observador.
Esto significa que el ideal clásico de una descripción objetiva de la naturaleza ha dejado
ya de tener validez. (Capra, 2007, p. 99-100)
En el caso de la psicología [y de las ciencias humanas y sociales en general],
estamos ante una definición esencial, al plantear la subjetividad como objeto de estudio,
o al reconocer lo subjetivo como una forma de lo real constitutiva del ser humano, la
cual se constituye en el sujeto psicológico por complejos procesos de construcción y
asimilación que caracterizan su vida social. Tales procesos son vivenciales de forma

286
continua, dando lugar a las configuraciones subjetivas que caracterizan las
organizaciones individualizadas de la personalidad humana. Esta subjetividad, sin
embargo, no constituye una esencia intrapsíquica que determine linealmente el
comportamiento desde “dentro” hacia afuera, sino que es parte esencial de la
configuración de elementos diferentes, sobre lo que el sujeto organiza su expresión
individual como momento vivo permanente de su propia subjetividad. La subjetividad no
es una realidad cosificada, sino un proceso vivo del individuo como sujeto psicológico
concreto. (González, 1997; p. 7)
Sobre el lugar de lo social en la vida psíquica del ser humano, Rubinstein (1949; p.
19) afirmó:
La dimensión social no se mantiene como hecho externo con respecto al sujeto;
ella penetra dentro y desde dentro determina su conciencia, por medio de:
a) El lenguaje, el habla, esta forma social del conocimiento;
b) El sistema del saber, que es el fruto teóricamente concientizado y formalizado
de la práctica social;
c) La ideología, que en la sociedad de clases representa los intereses clasistas; y,
por último,
d) La correspondiente organización de la práctica individual, la sociedad va
configurado tanto el conocimiento como la forma de la conciencia individual de cada
persona.
La subjetividad, de constituida, pasa a tener carácter constituyente de cada nueva
adquisición que aparece a lo largo de su desarrollo. Toda nueva adquisición será el
resultado de la mediatización subjetiva de lo actual, proceso en el que una experiencia
externa por su origen, se convierte en interna por su naturaleza. Este paso no es una
transposición de planos, sino la transformación cualitativa que implica el tránsito de una
experiencia de un sistema a otro. (González, 1997; p. 52)
Con relación a lo anterior, significando el carácter activo del sujeto y de la
personalidad en el proceso de su desarrollo y configuración, Wallon (1971; p. 288)
asevera:
...Entre el organismo y el medio existe una continuidad o más exactamente una
unidad. No son dos entidades que deban ser estudiadas separadas y posteriormente
ensambladas. No hay ninguna dependencia mecánica de una respecto a la otra. Se
manifiestan simultáneamente, en todos los niveles de la evolución, por acciones
recíprocas del sujeto y el medio. El entorno más importante para la formación de la
personalidad no es el entorno físico, sino el social. De manera alternativa, la
personalidad se confunde con él y se disocia. Su evolución no es uniforme, sino hecha
de oposiciones e identificaciones: es dialéctica.
Según González (1997; p. 53), la consideración del tema de la personalidad como
expresión compleja del desarrollo de la subjetividad, fue colocada prácticamente por
todos los pioneros de la introducción del pensamiento materialista dialéctico en la
psicología, para quienes la acción de lo social, como claramente se expresa en la cita

287
del pensamiento de Wallon (1971), era inseparable de la acción del sujeto y de la
expresión de la personalidad.
La personalidad es considerada por estos autores, como un sistema complejo,
holístico, sistémico y dialéctico; yo la veo como una configuración dinámica y compleja,
que se expresa simultáneamente como proceso y como organización en su carácter
constitutivo del sujeto, quien a su vez es parte de otra configuración, la configuración
social, condición que forma parte de su naturaleza contradictoria y configuracional.
En relación con el tema de la personalidad, Vygotski (1995; p. 14) expresó:
No sólo la personalidad en general sino también sus diferentes aspectos, al
investigarse atentamente, ponen de manifiesto la misma unidad en la variedad, la
misma estructura compleja y la misma interrelación de sus diferentes funciones. (...) La
personalidad se desarrolla como un todo único, como un todo único reacciona ante la
deficiencia, ante la alteración del equilibrio originado por ella y forma un nuevo sistema
de adaptación y un nuevo equilibrio en lugar del alterado.
Como se aprecia, Vygotski (1995) tiene una representación compleja, holística,
sistémica, dialéctica y dinámica de la personalidad, ubicando en ella la capacidad de
respuesta integral del sujeto ante un problema que, como la deficiencia, afecta el
equilibrio general del sujeto.
En su representación sobre las potencialidades funcionales de la personalidad
expresa:
...debido a que la personalidad representa una unidad y actúa como un todo único,
ésta, en el desarrollo, hace avanzar de forma desproporcional unas u otras funciones
diversas y relativamente independientes unas de las otras. Estos postulados, es decir,
la variedad de las funciones relativamente independientes en el desarrollo y la unidad
de todo el desarrollo de la personalidad, además de no contradecirse unos a los otros,
también, como demostró Stern, se condicionan recíprocamente. (Vygotski, 1995; p. 14)
El carácter dinámico, holístico, complejo, sistémico y dialéctico que Vygotski
otorga a la categoría personalidad, confiere a ésta un valor funcional en la integración
de lo psíquico, que tendrá profundas implicaciones epistemológicas para la psicología,
particularmente para la configuración del conocimiento sobre sus formas más complejas
de expresión.
Por otro lado, Rubinstein (1949) también le asigna un gran significado a la
categoría personalidad, respecto a ella destaca:
"Cada una de estas concepciones psicológicas (se refería a la psicología de la
conciencia y al conductismo) seccionaba la personalidad, al haber separado, primero,
su conciencia de su actividad, para luego, por un lado, disgregar la conciencia en
procesos y funciones impersonales, y por otro, desarticular la conducta en hábitos y
reacciones sueltas." (Citado en Abuljanova, 1973; p. 126)
Rubinstein (1949) enfatiza la unidad de la conciencia y la actividad, principio a
través del cual pretende mantener la relación dialéctica entre lo externo y lo interno,
sobre los cual afirma que “los fenómenos psíquicos intervienen en la vida del hombre
no sólo como condicionados sino también, y a la par con ellos, como condicionantes;

288
siendo determinados por las condiciones de vida del hombre, los fenómenos psíquicos
condicionan su comportamiento y su actividad.”
Según González (1997; p. 54), el desarrollo del pensamiento de Vygotski después
de su muerte, tuvo tres direcciones principales: la encabezada por Leontiev, a la que se
adscribieron una gran cantidad de las principales figuras de la psicología soviética de
entonces; la desarrollada por Bozhovich quien desarrolló las ideas de Vygotski en el
campo de la personalidad y la motivación humana, vía en que continuó la tradición
orientada a la construcción compleja de la psique en términos de la integración de lo
afectivo y lo cognitivo dentro de la estructura de la personalidad (esta autora fue
particularmente crítica con las posiciones desarrolladas por Leontiev). Finalmente, la
línea representada por Luria, orientada al desarrollo de las ideas de Vygotski en el
campo de la neuropsicología.
Vygotski (1968) siempre enfatizaba el carácter de reconfiguración de lo externo
que implicaba el proceso de internalización, sobre ello precisaba: “llamamos
interiorización (…) a la reconstrucción interna de una oración externa.” (Vygotski, 1968;
p. 162)
González (1997; p. 56) hace una valoración en la que considera interesante la
propia preocupación de Vygotski de que la analogía entre el instrumento y el signo no
es más que eso, una analogía, rechazando toda pretensión de identidad entre ellos. Sin
dudas que, en el proceso de búsqueda del mecanismo que al nivel psicológico pudiera
expresar el paso de lo social a lo interno, lo psicológico, Vygotski apeló al concepto de
internalización con el fin de resolver el problema, asociando la interiorización con la
formación del signo, el cual es un concepto clave de toda su construcción teórica. El
signo representaba una categoría clave en la definición de las funciones psíquicas
superiores, construcción compleja que explicita la organización del mundo psíquico,
aunque con ella no logra la integración que tanto le interesó de lo cognitivo y lo afectivo.
Vygotski (1968; p. 162) afirma que “…todo aquello que es interno en las formas
superiores haya sido antes interno, es decir, haya sido para otro lo que ahora es para
uno mismo”.
Como se aprecia, en su énfasis en la universalidad del principio desarrollado en el
concepto de internalización, Vygotski intenta materializar el desarrollo cada vez más
complejo de sus ideas respecto a la subjetividad del ser humano, lo cual constituye el
sello histórico de la época en que se desenvolvió.
Metarreflexión
El concepto de enfoque científico nos permite tener en cuenta una noción
hondamente profunda: la configuracionalidad, en el sentido de que, si cada enfoque
plantea una mirada diferente de la realidad y una argumentación muy particular de la
misma desde su concepción ontológica y epistemológica, entonces varios enfoques
integrados, y el diálogo armónico y coherente entre ellos, nos deben dar un patrimonio
conceptual y metodológico mucho más sustancioso.
En la física se ha introducido el concepto de complementariedad, que podría
considerarse básico para la configuracionalidad, aunque no significan lo mismo. Niels
Bohr (1958) explica que la luz se comporta como una partícula en determinadas
289
condiciones de observación, y como una onda en otras, por lo cual se llega a
conclusiones que resultan conceptualmente incompatibles, pero que, con una base
epistemológica más rigurosa, son complementarias.
De este modo, Bohr estableció su famoso principio de complementariedad para la
física. Al aplicar este principio a la comprensión de otros objetos de estudio se podría
concretar en los invariantes epistemológicos (Ornstein, 1973; p. 31):
 Un determinado fenómeno se manifiesta al observador en modos conflictivos.
 La descripción de este fenómeno depende del modo de observarlo.
 Cada descripción es racional, es decir, tiene una lógica consistente.
 Ningún modelo puede subsumirse o incluirse en otro, ya que, supuestamente,
se refieren a una misma realidad.
 Las descripciones complementarias no son independientes una de otras.
 Los modos alternos de descripción nunca llevan a predicciones incompatibles.
 Ninguno de los modelos complementarios de un determinado fenómeno es
completo.
Una consecuencia del principio de complementariedad, de gran trascendencia
epistemológica, es la posibilidad de superar los conceptos de “objetividad” y
“subjetividad” con uno más amplio y racional, que es el de “enfoque”. El enfoque es una
perspectiva mental, un abordaje, o una aproximación ideológicos, un punto de vista
desde una situación personal, que no sugiere ni la universalidad de la objetividad ni los
prejuicios personales de la subjetividad; sólo la propia apreciación. (Martínez, 2009a; p.
92)
La Teoría de las Configuraciones reconoce al proceso socio-humano como un
área de construcción de significados y sentidos entre sujetos implicados, lo cual se
expresa como un sistema de procesos conscientes, y por tanto de naturaleza compleja,
holística y dialéctica, es por ello que se le concede un papel esencial al sujeto en la
configuración del proceso en el cual está implicado.
La Configuralogía ofrece una perspectiva epistemológica, ontológica, teórica y
metodológica que permite explicar la configuración de los procesos sociales y humanos
a partir de las relaciones dialécticas entre configuraciones: macro, meso y micro, que
constituyen las regularidades que se manifiestan en las relaciones entre éstas, por lo
que sirven de soporte teórico al diseño de los instrumentos que con carácter
metodológico conducen a la configuración praxiológica del proceso.
El existir científico se identifica como una conducta peculiar con respecto al ente:
está referido de una manera muy especial al ente y nada más....Esto hace que la
ciencia renuncie a la pregunta por la nada: ya que ella sería, desde su punto de vista, la
negación del ente. Pero de la pregunta por la nada resulta que esta remisión al ente se
debe a la nada misma: “sólo porque la nada se hace patente puede la ciencia convertir
al ente mismo en objeto de investigación”.
Pero además “sólo cuando la ciencia existe a partir de la metafísica
[transcendencia] puede ella ganar siempre de nuevo su tarea esencial la cual no
consiste en coleccionar y ordenar conocimientos, sino en el descubrimiento siempre
renovado del ámbito global de la verdad de la naturaleza e historia”.....Y la existencia
290
del científico consiste en esto: en investigar fundamentos, no en el simple coleccionar y
ordenar conocimientos. (Heidegger, 2006; p. 75)
La Teoría de las Configuraciones que propongo no es una receta infalible que yo
aporto, no es una camisa de fuerza ni una fórmula mágica para resolver cualquier
problema científico que enfrentemos. Es más bien una exhortación al diálogo complejo
y holístico, un llamado a la evolución dialéctica de las ideas de la ciencia, una
aclamación para que las teorías científicas aprendan a convivir unas con otras, de tal
manera que, en últimas, nosotros, los humanos, por medio de la coexistencia pacífica
de las teorías, podamos aprender a convivir en el plano de las ideas, y convivir de
manera plácida y apacible, una verdadera convivencia, una convivencia digna, basada
en el amor, en la aceptación del otro, de lo múltiple y lo plural, en el reconocimiento
legítimo identitario de los demás seres humanos.
En un momento de su vida, Carl Rogers cambió su práctica en la formación de
terapeutas y comenzó a usar el lema “actitudes más que técnicas”.
Ya san Agustín había señalado esta realidad y la expresó frecuentemente en sus
escritos: ama y haz lo que quieras -decía él-; es decir, él estaba seguro que cuando se
ama, se podrá hacer “cualquier cosa”, porque esa cualquier cosa estará guiado por el
amor y, por tanto, será bueno.
Es claro que la actitud personal o el espíritu con que “se realizan las operaciones”
las impregna de una realidad invisible pero auténtica que juega el papel principal y
decisivo. (Martínez, 2009a; p. 162)
Cada uno de nosotros carga con toda una trama relacional, dentro de la cual
nuestro modo de pensar, hablar y actuar tiene su sentido. Eso significa que a pesar de
que nuestro encuentro pueda ser de naturaleza netamente personal, ambos
inevitablemente formamos parte de una dinámica sistémica. Sin la conciencia de la
fuerza determinante de la cultura, nos falta la capacidad de reflexión que nos permita
determinar lo que hacemos (por nuestras propias decisiones) y lo que sólo pasa a
través de nosotros (por nuestro origen). Recién la conciencia de estas improntas crea la
oportunidad de liberación. (Maturana y Pörksen, 2010; p. 141)
En este sentido, Maturana propone un pensamiento autopoiético cuando afirma
que “uno inevitablemente participa en la creación del mundo en el que vive.” (Maturana
y Pörksen, 2010; p. 205)
Sin lugar a dudas, nuevos paradigmas epistemológicos emergen en los albores
del siglo XXI, una nueva concepción de la ciencia se está gestando para el tercer
milenio, espero haber persuadido al lector de lo importante que resulta esta afirmación.
Si lo he logrado, se debe a que su pensamiento está transitando de fases lógicas
concretas a fases reflexivas, creativas, críticas y configuracionales. El lector está
mostrando el alto grado de configuración y desarrollo de su pensamiento
configuracional.
Post-scriptum
La Configuralogía, teoría de las configuraciones (o configuracional), no pretende
ser la única opción posible para la investigación socio-humana actual, ni siquiera su
intención es ser la mejor de todas, es solamente una propuesta más, otra de las tantas
291
existentes, que constituye una alternativa viable y pertinente, en tanto dispone de
aptitudes solventes y especiales para esta función debido a la posición central que le
asigna al concepto de autoconfiguración.
A una teoría epistemológica que concibe a sus objetos de estudio como sistemas
auto-configurativos le resulta mucho más fácil presentar su propia auto-configuración.
Este y no otro resultado debe esperarse cuando la teoría se reconoce a sí misma en su
propio campo de investigación como uno de entre muchos otros objetos de estudio. La
propia teoría configuracional es auto-configurativa y, por consiguiente, se estudia a sí
misma.
Una investigación orientada por esta teoría de las configuraciones puede ser sólo
una configuración, es decir, una entre muchas, pero no la única; una micro-
configuración, o sea, la configuración de una configuración de una configuración de la
investigación socio-humana, en tanto macro-configuración. En verdad es una
configuración de muy poco alcance e influencia en relación al nivel global de las
ciencias humanas y sociales.
Si la teoría de las configuraciones generalmente funciona, hay muchas
probabilidades de que también en este caso funcione. Cuanto más elaborada sea la
teoría general, más ricas serán las consecuentes restricciones para una teoría
epistemológica. De ahí que, la epistemología socio-humana podría sacar provecho
sobre todo del conocimiento de que también su propia auto-configuración tiene una
disposición particular hacia la contingencia, y que la contingencia se condiciona a sí
misma y configura así una complejidad configurada, con el resultado de que la
configuración, respecto al entorno configurante, es capaz de configurar una alta
indolencia con una delimitada comprensión.
Por consiguiente, antes de iniciar una investigación configuracional en el campo
de las ciencias humanas y sociales, es necesario aclarar los problemas lógicos y
teóricos de la misma; es necesario decidir previamente por el planteamiento científico-
teórico de partida, para que haya claridad sobre los fundamentos epistemológicos del
propio método de investigación y las técnicas a emplear.

292
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