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Roque J. Caivano*
1. Introducción
5
Un muestrario de esas situaciones puede verse en HWANG, Michael y CHUNG, Katie Chung: “Defining the
indefinable: Practical problems of confidentiality in arbitration”, Journal of International Arbitration, vol. 26, N° 5,
2009, ps. 609 y siguientes.
6
Se ha señalado que, en el Grupo de Trabajo que elaboró la Ley Modelo, prevaleció la opinión de que éste es un tema
que, más que en una ley, debe estar contemplado en los reglamentos. SANDERS, Pieter: “UNCITRAL’s Model Law
on international and commercial arbitration: Present situation and future”, Arbitration International, vol. 21, N° 4,
2005, ps. 443 y siguientes.
7
La legislación ecuatoriana, por ejemplo, no instaura la confidencialidad, sino la facultad de las partes de convenirla:
“Las partes, sin perjuicio de los derechos de terceros, podrán convenir en la confidencialidad del procedimiento
arbitral; en este caso podrán entregarse copias de lo actuado solamente a las partes, sus abogados o al juez que conozca
el recurso de nulidad u otro recurso al que las partes se hayan sometido” (artículo 34, Ley de Arbitraje y Mediación de
1997, según codificación de la misma efectuada en 2006).
La legislación de Costa Rica sobre arbitraje doméstico nada prevé. Sin embargo, la recientemente aprobada Ley de
Arbitraje Comercial Internacional (promulgada el 10 de mayo de 2011), dispone genéricamente que “el procedimiento
arbitral será confidencial” y que ese carácter se mantendrá cuando el expediente deba ser conocido ante los tribunales
de justicia, en cuyo caso “se le dará únicamente acceso a las partes y sus representantes”. También dispone que, salvo
acuerdo expreso en contrario, el laudo, una vez que se encuentre firme, será público y en él constarán los nombres de
los árbitros y de los abogados participantes, aunque las partes serán identificadas únicamente mediante sus iniciales
(artículo 38).
partes, el deber de tomar todas las medidas razonables para impedir divulgaciones
no autorizadas de la información confidencial (artículo 26.2) y al tribunal arbitral
el deber de informar a las partes, al inicio del proceso, de los deberes impuestos
por esta norma (artículo 26.3). Finalmente, prevé que las deliberaciones de los
árbitros se desarrollarán en privado (artículo 27.1).
La reciente reforma a la legislación australiana aplicable a arbitrajes
internacionales incorporó una pormenorizada regulación del deber de
confidencialidad que tienen las partes y los árbitros17. Regula con precisión qué
debe entenderse por “información confidencial”18, y dispone que el concepto
de “revelación” incluye “la entrega o comunicación” de esa información “por
cualquier medio” (artículo 15.1). Prescribe el deber de las partes y de los árbitros
de no revelar información confidencial relativa al arbitraje salvo en los propios
casos que la ley determina, o cuando sea permitida en virtud de una orden
del tribunal arbitral o de un tribunal judicial, cuando éstos están autorizados a
emitirla (artículos 23.C.1 y 23-C-2). Luego detalla cuáles son las circunstancias
en que la información confidencial puede ser revelada, tanto por las partes como
por el tribunal arbitral19, y avanza todavía más en reglar cuándo el tribunal arbitral
puede emitir una orden permitiendo la revelación (artículo 23-E) y en qué casos
un tribunal judicial puede prohibir a las partes revelar información confidencial
(artículo 23-F-1) o, en sentido contrario, permitir la revelación de información
confidencial de un arbitraje (artículo 23-G-1).
La Ley de Arbitraje peruana (Decreto Legislativo N° 1071 de 2008) también
contiene normas sobre este tema, al que dedica el extenso artículo 51, y una
referencia al carácter privado de las audiencias, en el artículo 42.3. Conforme esta
última disposición, “salvo acuerdo distinto de las partes o decisión del tribunal
arbitral, todas las audiencias y reuniones serán privadas” (artículo 42.3)20. El
artículo 51 ofrece una regulación que pretende ser integral sobre el régimen de
confidencialidad imperante en el arbitraje21. En primer lugar, dispone que “salvo
implícitamente– por las partes, requerida por el tribunal arbitral o para cumplir con una obligación legal o permitir el
adecuado desempeño de funciones públicas, necesaria para proteger legítimos intereses de las partes, o realizada en
función de un interés público o en el interés de la justicia (artículo 26.1).
17
International Arbitration Act 1974 (N° 136/1974), modificada por ley N° 97/2010. Las normas sobre confidencialidad,
contenidas en los artículos 15.1, y 23-C a 23-G, fueron incorporadas en esta última reforma.
18
Esa expresión significa toda información relativa a un procedimiento arbitral o a un laudo dictado en él, e incluye,
por ejemplo, los escritos o peticiones realizadas al tribunal arbitral por una de las partes, las pruebas aportadas al
proceso, las anotaciones hechas por el tribunal arbitral sobre la prueba oral o las presentaciones hechas ante él y la
transcripción de pruebas rendidas en forma oral, así como las decisiones procesales o laudos dictados por el tribunal
(artículo 15.1).
19
En general, la revelación es permitida cuando es consentida por todas las partes del proceso, efectuada a los
profesionales o asesores de las partes, necesaria para asegurar el derecho de defensa en juicio de una de las partes, para
establecer o proteger derechos de alguna de las partes en relación con terceros o para ejecutar el laudo o para deducir
algún recurso judicial permitido por la ley, efectuada en cumplimiento de una orden judicial o autorizada por alguna
otra norma legal (artículo 23.D).
20
Probablemente por esta razón, el artículo 39.4 dispone que “salvo pacto en contrario, el tribunal arbitral no puede
disponer la consolidación de dos o más arbitrajes, o disponer la realización de audiencias conjuntas”.
21
En la Exposición de Motivos de la ley se explica: “El artículo 51 propone regular por primera vez con claridad
en el Perú las reglas de confidencialidad que deben observar los árbitros, el secretario, las instituciones arbitrales, las
partes y demás participantes en un arbitraje. Es de destacar que, tratándose de laudos arbitrales en los que intervenga
el Estado peruano, se dispone que éstos sean públicos, debido a que en los mismos se pueden haber resuelto materias
De todos los sujetos que participan en un arbitraje, los árbitros son quienes
más nítidamente están alcanzados por el deber de confidencialidad, cuando
éste existe24. La situación de las partes, en cambio, depende en buena medida
de la posición que se adopte respecto de la existencia de un deber implícito de
confidencialidad25. En similar situación se encuentran la institución arbitral y los
abogados, para quienes, en principio, también rige el deber de confidencialidad:
las primeras, por tratarse de una obligación, explícita en el propio reglamento,
que importan al interés general o al uso o afectación de fondos públicos, situaciones en las que por transparencia, los
ciudadanos y autoridades deben contar con acceso a la información pertinente”.
22
Curiosamente, la ley no contempla otros supuestos en los cuales la misma ley autoriza la judicialización del arbitraje,
como son la asistencia que puede requerirse a un juez para la actuación de pruebas, que incluye la posibilidad de que la
actuación del medio probatorio se realice ante la autoridad judicial (artículo 45, numerales 1 y 2); o la asistencia para la
ejecución forzada de medidas cautelares dispuestas por los árbitros (artículo 48).
23
Como dato interesante, debe destacarse que la nueva ley peruana no ha conservado una disposición contenida
en la anterior Ley General de Arbitraje (N° 26.572, de 1996), que establecía el deber del juez, en caso de haber
tenido que recurrirse a la ejecución forzada judicial de un laudo, de ordenar la publicación de un aviso en ese sentido:
“El Juez ordenará, a instancia de la parte que solicite la ejecución, la publicación en los diarios y/o revistas que se
señale, de un aviso en donde se haga mención de haberse tenido que recurrir a la instancia judicial para obtener la
ejecución del laudo” (LGA de 1996, artículo 87). Esta norma “constituí[ía] un interesante dispositivo que reverdec[ía]
la antigua práctica de los primeros gremios de comerciantes de épocas medievales, en donde el agremiado afectado
podía publicitar la conducta ilegal del infractor, hiriendo así su reputación que, ante los ojos de los demás agremiados,
lo condenaba prácticamente al ostracismo”. CHÁVEZ BARDALES, Enrique: “Nuevas perspectivas sobre privacidad
y confidencialidad en el arbitraje comercial internacional”, Rev. Lima Arbitration, N° 3, 2007/2009, ps. 238 y
siguientes.
24
La existencia de un deber implícito de confidencialidad, en ausencia de acuerdo expreso, y de normas legales o
reglamentarias que lo impongan, es una cuestión extensamente debatida en el derecho comparado. Es por ejemplo,
negada por los tribunales judiciales suecos, australianos y canadienses (ver, por ejemplo, Swedish Supreme Court,
27/10/2000, in re Bulgarian Foreign Trade Bank Ltd. v. A.I. Trade Finance Inc., Yearbook of Commercial Arbitration,
vol. XXVI, 2001, ps. 291 y siguientes; High Court of Australia, 1995, in re Esso/BHP v. Plowman, (1995) 128 ALR 391;
Cour d’appel de Québec, 10/12/2010, in re Michel Rhéaume Investissement Ltée. et al. c. Société d’investissements
L’excellence Inc. et al., N° 500-09-018934-083, 500-17-034270-069). Sobre el tema puede verse, CAIVANO, Roque
J.: “Una mirada comparativa sobre la confidencialidad en el arbitraje comercial”, Rev. de Derecho Comercial y de las
Obligaciones, N° 244, septiembre/octubre de 2010, ps. 609 y siguientes.
25
Ver nota anterior y referencias allí contenidas. Hacemos notar que, a nuestro juicio, el deber de confidencialidad
existe para las partes, aunque no haya sido expresamente pactado, como una obligación naturalmente implícita en el
convenio arbitral.
liability of arbitrators and arbitral institutions in international arbitrations under French Law”, Arbitration International,
vol. 5, N° 4, 1989, ps. 323 y siguientes.
43
Ver, DITCHEV, Alexandre: “Le contrat d’arbitrage. Essai sur le contrat ayant pour objet la mission d’arbitrer”,
Revue de l’arbitrage, 1981, ps. 395 y siguientes.
44
Debe anotarse que, aunque aisladas, existen opiniones diferentes acerca de la naturaleza de la relación de los árbitros
con las partes, y hay autores que juzgan que, más que nacer de un contrato, esa relación nace de la ley. Ver, por ejemplo,
MUSTILL, Michael J. y BOYD, Stewart C.: The law and practice of commercial arbitration in England, ed. Butterworths, 2ª
edición, Londres, 1989, ps. 220 y siguientes. Asimismo, SMITH, Murray L.: “Contractual obligations owed by and to
arbitrators: Model terms of appointment”, Arbitration International, vol. 8, N° 1, 1992, ps. 17 y siguientes.
45
CLAY: op. cit., ps. 501 y 513.
46
Se ha argumentado que el acuerdo arbitral es un contrato bilateral entre las partes, que se convierte luego en un
acuerdo trilateral cuando los árbitros aceptan el cargo. De ese modo, los árbitros asumen una función cuasi-judicial,
con todas las responsabilidades y deberes inherentes a ese status. English Court of Appeal, 1991, in re K/S Norjarl
A/S v. Hyundai Heavy Industries Co. Ltd. [1991] 3 All ER 211 (CA).
Sin embargo, esta construcción lleva a un problema difícil de salvar cuando el acuerdo arbitral es declarado nulo, pues
en ese caso la jurisdicción del árbitro carece de base contractual, lo que importaría eliminar el efecto que produce el
principio kompetenz-kompetenz. Ver, LIONNET, Klaus: “The arbitrator’s contract”, Arbitration International, vol. 15,
N° 2, 1999, ps. 161 y siguientes.
47
FOUCHARD, Philippe, GAILLARD, Emmanuel y GOLDMAN, Berthold: Traité de l’arbitrage commercial international,
ed. Litec, París, 1996, p. 618. En el mismo sentido, LEMES, Selma M. Ferreira: Árbitro. Princípios da independência e da
imparcialidade, ed. LTR, San Pablo, 2001, p. 103.
48
CREMADES, Bernardo M.: Estudios sobre arbitraje, ed. Marcial Pons, Madrid, 1997, p. 186.
observar una conducta acorde con los principios que enuncia, entre los cuales
está el de la confidencialidad: “[El árbitro] [d]eberá mantener la confidencialidad
de los asuntos y de las decisiones, y no abusar de la confianza que las partes han
depositado en él. No debe usar la información confidencial que haya conocido
por su posición de árbitro para procurar ventaja personal” (artículo 3, inciso h).
El reglamento del Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio
de Guayaquil es todavía más terminante: “Los conciliadores, árbitros, secretarios
y peritos, deberán ejercer su cargo, respetando el principio de confidencialidad,
sin divulgar información alguna que haga relación a los casos asignados. Este
principio no tiene excepción alguna, y bajo ninguna circunstancia podrán hacer
uso de la información a la que hayan tenido acceso, ni aun para fines docentes o
académicos, salvo que las partes de común acuerdo, por escrito y expresamente,
renuncien a este principio” (artículo 84).
2.2. El secreto de las deliberaciones y la expresión de una disidencia
Además del deber general de confidencialidad de los árbitros, algunas normas
consagran de manera expresa una derivación específica de aquel: el deber de los
árbitros de mantener en secreto las deliberaciones del tribunal arbitral49.
Este deber parece ser consecuencia de la naturaleza jurisdiccional de la misión
de los árbitros. Aunque algunos consideran que esta norma del derecho francés
(antes contenida en el artículo 1469 del Código, hoy ubicada en el artículo 1479)
es el resultado de trasladar a los árbitros una regla que también existe para los
jueces (NCPC, artículo 448)50, recientemente la Corte de Apelaciones de París
juzgó que esta última norma no es aplicable al arbitraje51.
Como quiera que sea, el fundamento del secreto de las deliberaciones de
los árbitros descansa más bien en la necesidad de mantener la igualdad de las
partes en el proceso y resguardar su derecho de defensa, tanto como preservar
la independencia de los árbitros. En efecto: (i) si una de las partes tomase
conocimiento de la forma en que los árbitros están considerando el caso, podría
adaptar su estrategia y sus argumentos para beneficio propio, alterando de ese
49
El ejemplo más conocido es el Nuevo Código Procesal Civil francés (artículo 1479). Pero también pueden verse
normas similares en las legislaciones sobre arbitraje de Rumania (Código Procesal Civil, modificado en 1993, artículo
3601), Argelia (Código de Procedimiento Civil y Administrativo, según Ley N° 08-09 del 25 de febrero de 2008, artículo
1025), Marruecos (Código Procesal Civil, artículo 327-22) y Escocia (Ley de Arbitraje de 2010, artículo 27.1).
50
LOQUIN, Eric: “Les obligations de confidentialité dans l’arbitrage”, Revue de l’arbitrage, 2006, N° 2, ps. 323 y
siguientes.
La Corte de Apelaciones de París, antes de la entrada en vigencia del artículo 1469 del NCPC, había considerado que
el secreto de las deliberaciones era predicable para los árbitros, como lo era para los jueces, aunque la violación de
ese deber no acarreaba la nulidad del laudo. Cour d’appel de París, 1ère Ch. suppl., 11/03/1981, in re Daniel Barre c.
Société los Solidaires, Revue de l’arbitrage, 1982, ps. 84 y siguientes.
Esta asimilación se ha hecho también en otros sistemas jurídicos: “El secreto profesional que obliga a un juez estatal
también debe obligar a un árbitro. Y quizás en este último caso es todavía más imperativo, dado que el arbitraje es una
forma privada de solución de controversias en la que nada es accesible al público. Las deliberaciones de los árbitros
deben estar protegidas de los curiosos, aun cuando su curiosidad sea sana”. BEDJAOUI, Mohammed: “The arbitrator:
One man-three roles: Some independent comments on the ethical and legal obligations of an arbitrator”, Journal of
International Arbitration, vol. 5, N° 1, 1988, ps. 7 y siguientes [Traducción libre del autor].
51
Cour d’appel de Paris, 1ère Ch. C, 7/10/2008, in re SAS Merial c. Klocke Verpackung-Service GMBH, Revue de
l’arbitrage, 2009, p. 352.
las discusiones que los árbitros mantuvieron durante las deliberaciones60. Mucho
menos si el laudo indica que ha sido dictado por unanimidad61.
En otras palabras: “Un voto disidente solo expresa una valoración diferente de
los hechos del caso o, más raramente, una interpretación diferente de los puntos
de derecho. No necesariamente implica revelar el contenido de las deliberaciones
en sí mismas, es decir, el proceso a través del cual cada árbitro da forma a su
opinión, ni los argumentos debatidos, ni las consideraciones hechas por unos u
otros ni, eventualmente, las ‘negociaciones’ entre los árbitros que dieron lugar
a la formación de la mayoría. Si esto sucediera, cualquier indicación en este
sentido caería fuera del concepto de ‘voto disidente’ y constituiría una desviación
inaceptable”62. Pero la emisión de un voto disidente “no equivale, en sí misma, a
una violación al secreto de las deliberaciones o a la confidencialidad”63.
Antes de entrar al examen de los efectos que puede acarrear la violación de los
árbitros a su deber de confidencialidad, es conveniente hacer una referencia
previa sobre los efectos de esta infracción en general.
3.1. Efectos de la violación del deber de confidencialidad, en general
La determinación de las consecuencias de una violación al deber de confidencialidad
depende de muchos factores, por lo que no es posible dar una respuesta única
para todas las posibles situaciones64. En esencia, la solución puede variar según
cuál sea el sistema legal aplicable, la fuente que se atribuya a ese deber y la relación
que exista entre el ofensor y el agraviado.
La condición sine qua non que debe darse para que la violación al deber de
confidencialidad proyecte consecuencias es que ese deber exista y que cubra la
específica situación que se invoca, cuestiones que suelen no ser claras, desde
que puede estar en duda la existencia misma de la confidencialidad y su alcance
objetivo o material. Pero con ello no es suficiente: aun si existiera ese deber,
y la información divulgada estuviese protegida por él, es preciso indagar si
el autor de la revelación era de aquellos que estaban obligados a mantener la
droit de l’arbitrage interne et international en Suisse, ed. Payot, Lausana, 1989, ps. 416 y siguiente; LÉVY, Laurent: “Dissenting
opinions in international arbitration in Switzerland”, Arbitration International, vol. 5, N° 1, 1989, ps. 35 y siguientes;
FERNÁNDEZ ROZAS: op. cit.
60
BORN, Gary: International commercial arbitration, ed. Kluwer Law International, 2ª edición, 2009, p. 2467.
61
Cour d’appel de Bruxelles, 6/12/2000, J.T. 2001, p. 572. En contra, la Corte de Apelaciones de Rouen, hace un
cuarto de siglo, interpretó que la mención, en el laudo, de que éste había sido adoptado por unanimidad, violaba el
principio del secreto de las deliberaciones (aunque esa violación no era susceptible de sanción). Cour d’appel de Rouen,
16/04/1986, Revue de l’arbitrage, 1988, p. 327.
62
WERNER, Jacques: “Dissenting opinions: Beyond fears”, Journal of International Arbitration, vol. 9, N° 4, 1992,
ps. 23 y siguientes [Traducción libre del autor].
63
REES, Peter J. y ROHN, Patrick: “Dissenting opinions: Can they fulfil a beneficial role?”, Arbitration International,
vol. 25, N° 3, 2009, ps. 329 y siguientes [Traducción libre del autor].
64
RUBINO-SAMMARTANO, Mauro: International arbitration. Law and practice, ed. Kluwer Law International, 2ª edición,
2001, ps. 804 y siguientes.
65
En un examen más exhaustivo, podría considerarse que el deber de confidencialidad importa mucho más que la
simple abstención de divulgar cierta información, y que apareja también el deber de tomar todas las acciones necesarias
para impedir que ella sea divulgada. De cualquier manera, nuestro análisis no variaría, toda vez que las obligaciones de
“no hacer” son la contracara de las obligaciones “de hacer”, y su régimen legal es el mismo.
66
Lo primero suele ser relativamente sencillo si la ley, además de establecer la confidencialidad, también determina
sobre quiénes pesa esa obligación (aun así, como vimos en el capítulo 1, hay muchas legislaciones que solo disponen
la confidencialidad como un “principio” del arbitraje, sin precisar su alcance objetivo ni subjetivo). Lo segundo no lo
es tanto, ya que aun las que identifican a los obligados, no suelen precisar quiénes serían los legitimados para exigirlo o
para reclamar una compensación por los daños que su incumplimiento produzca.
67
La cuestión es bastante más compleja, pues si bien el principio general es que los contratos solo producen efectos
entre las partes, esto es relativamente más estricto en el aspecto pasivo que en el activo. Salvo excepciones, los contratos
no pueden hacer nacer obligaciones en cabeza de terceros; pero son muchas más las hipótesis en que un tercero puede
invocar derechos nacidos de un contrato en el cual no fue parte. Ver, en general, LARROUMET, Christian: “Promesse
pour autrui, stipulation pour autrui et arbitrage”, Revue de l’arbitrage, 2005, N° 4, ps. 903 y siguientes.
autora sugiere la conveniencia de un régimen de “inmunidad calificada”, que mantenga el principio general pero que
establezca ciertos supuestos en los cuales el árbitro sería responsable.
70
House of Lords, 1607, in re Floyd & Barker, 77 Eng. Rep. 1305 (1607); Ídem, 1612, in re The Case of the Marshalsea,
77 Eng. Rep. 1027 (1612).
71
House of Lords, 1974, in re Sutcliffe v. Thakrah [1974] AC 727 [Traducción libre del autor].
72
US Supreme Court, 1872, in re Bradley v. Fisher, 80 U.S. (13 Wall.) 335, 20 L.Ed. 646 (1872).
73
“El alcance y los límites de la inmunidad de los árbitros han sido determinados por el grado de ‘comparabilidad
funcional’ que existe entre el rol de los árbitros y el de los jueces”. NOLAN, Dennis R. y ABRAMS, Roger I.: “The
arbitrator’s immunity from suit and subpoena”, en Arbitration 1987: Proceedings of the 40th Annual Meeting, ed. National
Academy of Arbitrators, 1988, ps. 149 y siguientes. [Traducción libre del autor]
74
Jones v. Brown, 54 Iowa 74, 78, 6 N.W. 140, 37 Am. Rep. 185 (1880).
75
Supreme Court of Massachusetts, 1884, in re Hoosac Tunnel Dock and Elevator v. O’Brien, 137 Mass. 424; 1884
Mass. LEXIS 287 (1884).
76
Ver, en general, HWANG, Michael, CHUNG, Katie y CHENG, Fong Lee: “Claims against arbitrators for breach
of ethical duties”, en ROVINE, Arthur W. (ed.): Contemporary issues in international commercial arbitration and mediation. The
Fordham papers 2007, ed. Martinus Nijhoff Publishers, Leiden, 2008, ps. 225 y siguientes.
77
La anterior Ley de Arbitraje doméstico (Commercial Arbitration Act, de 1985), luego de sentar el principio general en
términos similares, aclaraba que sí sería responsable por acciones u omisiones fraudulentas (artículo 51).
prescribe que los árbitros no serán responsables por negligencia ni por errores
de hecho, de procedimiento o de prueba cometidos en el curso del proceso o al
dictar el laudo (artículo 25).
En general, en los países cuyo sistema jurídico está basado en el derecho
romano, la solución es la opuesta: la regla suele ser la responsabilidad de los
árbitros por incumplimiento de sus deberes.
El Código Procesal Civil y Comercial de la Nación argentina establece el
principio general de la responsabilidad de los árbitros y, además, contempla una
situación particular, enderezada a la omisión de dictar el laudo. En el primero
determina que “la aceptación de los árbitros dará derecho a las partes para
compelerlos a que cumplan con su cometido, bajo pena de responder por daños
y perjuicios” (artículo 745); en el segundo, dispone: “Los árbitros que, sin causa
justificada, no pronunciaren el laudo dentro del plazo, carecerán de derecho a
honorarios. Serán asimismo responsables por los daños y perjuicios” (artículo
756)78.
Lo que se desprende de las mencionadas normas de la legislación argentina,
especialmente de la primera, es que no existe limitación alguna establecida en la
ley acerca del alcance de la responsabilidad de los árbitros. El artículo 745 citado,
lejos de restringirla, ratifica la pauta general del régimen de responsabilidad civil
del derecho argentino: tanto en materia contractual como extracontractual, el
principio es que los daños causados por culpa o dolo son resarcibles79. Sobre
esa base, un autor sistematiza los supuestos que podrían generar responsabilidad
a un árbitro señalando dos causales genéricas principales y algunas específicas:
las primeras serían el ocultamiento de causas de excusación que lo descalifican
como tal y el incumplimiento (o cumplimiento defectuoso) de su cometido; y
las formas de incumplimiento específico consistirían en dejar vencer el plazo
sin producir el laudo o dictar un laudo que contenga causales de nulidad que lo
invaliden como tal80.
78
No obstante la amplitud de esta norma, una autora aboga por “una regulación más estricta” de la responsabilidad de
los árbitros. DIOGUARDI, Juana: “Responsabilidad de los árbitros y revisión de la cosa juzgada”, Rev. La Ley, 2005-A,
ps. 1401 y siguientes.
Por contraste, el Proyecto de Código Civil argentino de 1998 limitaba la responsabilidad de jueces y árbitros a daños
causados por “dolo o culpa grave” (artículo 1686.b). Un comentario crítico a esta proyectada disposición puede verse en
MOSSET ITURRASPE, Jorge: “Responsables privilegiados. Los jueces”, Rev. El Derecho, 186, ps. 1169 y siguientes.
79
“El árbitro, como cualquier persona que con su accionar ilícito cause un daño, está expuesto a la acción de
responsabilidad mediante la cual el damnificado pretenderá el resarcimiento de los perjuicios. En este supuesto, la
responsabilidad encuentra base en el incumplimiento de sus obligaciones o en el ejercicio irregular de sus facultades. El
árbitro responde civilmente conforme las reglas generales: existiendo un daño causado por dolo, culpa o negligencia,
nace la obligación de resarcir (artículos 506, 511,1066 y siguientes, Código Civil)”. CAIVANO, Roque J.: Arbitraje, ed.
Ad Hoc, 2ª edición, Buenos Aires, 2006, ps. 176 y 177.
80
GREGORINI CLUSELLAS, Eduardo L.: “El arbitraje y la responsabilidad de los árbitros”, Rev. La Ley, 2008-F,
ps. 816 y siguientes.
88
Esta disposición repite, literalmente, lo establecido en el artículo 40 de la ley.
89
De un lado, dispone que responde de los daños ocasionados a las partes el árbitro que con dolo o culpa grave ha
omitido o retardado actos procesales, ha renunciado al cargo sin motivo justificado o ha omitido o impedido el dictado
del laudo dentro del plazo establecido; del otro, remite a algunas de las disposiciones relativas a la responsabilidad de los
jueces (Ley 117/1988, del 13 de abril de 1988, artículo 2, incisos 2 y 3), remisión de la cual resulta que la interpretación
de la ley o la valoración de los hechos y la prueba no puede dar lugar a responsabilidad, y que constituye culpa grave la
grave violación de la ley determinada por negligencia inexcusable, la afirmación –basada en negligencia inexcusable– de
un hecho cuya existencia está incontrastablemente excluido de los actos del procedimiento, o la negación –basada en
negligencia inexcusable– de un hecho cuya existencia resulta incontrastablemente de los actos del proceso (artículo
813-ter, texto según Decreto Legislativo 40/2006 del 2 de febrero de 2006).
90
[Énfasis añadido. Traducción libre del autor].
91
Curiosamente, no existe en la ley brasileña una norma que establezca la responsabilidad civil de los árbitros, como
lo hace el artículo 17 respecto de su responsabilidad penal. Conforme esta norma “los árbitros, en el ejercicio de sus
funciones o en razón de ellas, queda equiparados a los funcionarios públicos, a los efectos de la legislación penal”.
92
LEMES, Selma M. Ferreira: Árbitro. Princípios da independência e da imparcialidade, Ed. LTR, San Pablo, 2001, p. 157. La
autora aclara que los árbitros no responden por errores in iudicando, es decir, por la manera en que cumplen su función
jurisdiccional, sino únicamente por los desvíos de su conducta personal.
93
BATISTA MARTINS, Pedro A., LEMES, Selma M. Ferreira y CARMONA, Carlos A.: Aspectos fundamentais da Lei de
Arbitragem, ed. Forense, Rio de Janeiro, 1999, ps. 289 y siguientes.
3.2.2. La naturaleza de la relación entre los árbitros y las partes, y los remedios a que puede
dar lugar
Si, como pensamos, al aceptar el cargo los árbitros asumen implícitamente el
deber de mantener la confidencialidad, es obvio que su violación importaría
responsabilizarlos de las consecuencias dañosas que esa inconducta pueda
provocar.
Como hemos explicado en el parágrafo 2.1 precedente, los árbitros y las partes
están vinculados, jurídicamente, por una relación de naturaleza contractual. El
acuerdo que da origen a su misión se materializa con la designación y aceptación
del cargo por parte del árbitro, y de él surgen ciertas obligaciones para los árbitros94.
Entre ellas, de ese acuerdo nace, expresa o implícitamente, el deber de los árbitros
de mantener la confidencialidad de la información que conozca con motivo de su
función95. De estos dos postulados (la naturaleza contractual de la relación entre
los árbitros y las partes, y el hecho de que el deber de confidencialidad nazca de
esa relación) se deriva que la responsabilidad de los árbitros por la revelación
indebida de información confidencial deba ser analizada a la luz de los principios
generales del derecho de los contratos, y daría lugar a los remedios previstos en
cada ordenamiento para la infracción a obligaciones nacidas de un contrato.
Cabe recordar que el incumplimiento de una obligación contractual brinda
al acreedor algunos medios idóneos para proteger su derecho. Ellos son
básicamente: (a) una acción para procurar su cumplimiento forzado en especie96
, (b) una acción para resolver el contrato por la vía del pacto comisorio y reclamar
el pago de los daños e intereses97; y (c) una excepción (la exceptio non adimpleti
contactus) para impedir que una de las partes pueda exigir el cumplimiento a la
otra, siendo a su vez deudor de prestaciones exigibles98. Los dos primeros son
considerados medios “agresivos” para afrontar la situación de incumplimiento,
desde que traen como consecuencia la compulsión para obtener el cumplimiento o
la resolución del vínculo contractual que les dio origen, mientras que la excepción
de incumplimiento ha sido caracterizado como un remedio “defensivo”, en tanto
su objeto es oponerse al progreso de una acción entablada por el deudor99.
Aunque legalmente posible de intentar, el primero de los remedios (reclamar
de los árbitros el cumplimiento de la obligación de confidencialidad in natura)
94
CLAY, Thomas: L’arbitre, ed. Dalloz, París, 2001, ps. 501 y 513.
95
“[A] las facultades ínsitas de toda tarea de juzgar se le deben sumar otras [obligaciones] propias al arbitraje: una vez
que ha aceptado el cargo no puede renunciar a él sin justo motivo, y debe respetar la confidencialidad del arbitraje
evitando promocionarse con el fallo”. SANTOS BELANDRO, Rubén B.: Seis lecciones sobre el arbitraje privado (interno e
internacional), ed. Asociación de Escribanos del Uruguay, Montevideo, 2002, p. 121.
96
En el Derecho argentino, ello surge claramente de los artículos 505, incisos 1) y 2) y 1204 in fine, del Código Civil.
En el derecho anglosajón de los contratos este remedio se conoce como specific performance.
97
En el Derecho argentino, pueden verse los artículos 1203, 1204, 505 inc. 3), 506 y 511, del Código Civil. Sobre el tema,
remitimos a nuestros trabajos: CAIVANO, Roque J.: “Apuntes sobre el pacto comisorio tácito”, Rev. Jurisprudencia
Argentina, 1993-I, ps. 889 y siguientes; CAIVANO, Roque J.: “El pacto comisorio tácito y la resolución contractual por
vía judicial”, Rev. La Ley, 1996-B, ps. 625 y siguientes.
98
En el Derecho argentino, puede verse el artículo 1201 del Código Civil. Ver, asimismo, CAIVANO, Roque J.: “La
excepcion de incumplimiento contractual”, Rev. La Ley, 1995-D, ps. 667 y siguientes.
99
BENDERSKY, Mario: Incumplimiento de contrato, ed. Depalma, Buenos Aires, 1963, ps. 5 y 6.
100
Gráficamente se ha dicho que “los jueces pueden emitir una orden para impedir futuras violaciones a la
confidencialidad, pero si el caballo se ha escapado del establo, esa orden es de un valor relativo una vez que la
información ya ha sido divulgada”. HWANG, Michael y CHUNG, Katie Chung: “Defining the indefinable: Practical
problems of confidentiality in arbitration”, Journal of International Arbitration, vol. 26, N° 5, 2009, ps. 609 y siguientes
[Traducción libre del autor].
101
La pretensión del excepcionante puede traducirse en la expresión “no cumplo hasta que tú cumplas”. De prosperar
la excepción, no se produce la extinción de la obligación, sino su neutralización temporaria, hasta tanto el actor cumpla
u ofrezca hacerlo. La acción instaurada resulta improcedente en los términos y en el momento en que fue planteada,
pero queda intacto el derecho que la fundamentó, desde que este nace de una relación jurídica bilateral que ambas
partes consideran válida y vigente. FORTE, Roberto y DO CAMPO, Adriana R.: “Algunos aspectos de la excepción
de incumplimiento contractual”, Rev. La Ley, 1980-C, ps. 1112 y siguientes.
102
Sea que se la considere una derivación de la teoría de la causa, sea que se la presente como una sanción al
incumplidor, la justificación de la facultad resolutoria es la misma: la interdependencia de las obligaciones y la necesidad
de proteger al contratante que ha obrado de buena fe. Si bien es cierto que en principio los contratos se celebran para
ser cumplidos (pacta sunt servanda), no es menos cierto que en determinadas situaciones el contrato deja de ser, para la
parte cumplidora, un instrumento útil para lograr el fin propuesto, y se convierte en un sacrificio. Cuando ello sucede
como consecuencia del incumplimiento de la contraparte, en virtud de la correlación entre ambas obligaciones, es
lógico que pueda aquél ser liberado de su obligación, permitiéndole disolver el vínculo contractual.
103
MESSINEO, Francesco: Doctrina general del contrato, ed. Ejea, Buenos Aires, 1952, tomo II, p. 345.
104
Si bien la legislación argentina no recoge este requisito de modo expreso, doctrina y jurisprudencia se han pronunciado
coincidentemente interpretando que esta es una exigencia implícita. A modo de ejemplo, en las Sextas Jornadas
Nacionales de Derecho Civil (Santa Fe, 1977) se aprobó el siguiente despacho: “Importancia del incumplimiento: para
que proceda la resolución por incumplimiento, es menester que éste sea de suficiente entidad, quedando su aplicación
a criterio judicial, conforme a los principios de la buena fe y del abuso del derecho. Cuando se trate de pacto comisorio
expreso, deberá considerarse también la intención de las partes al estipularlo”.
105
En principio, para habilitar esta solución el incumplimiento debe ser total (o, si es parcial, debe ser importante), debe
recaer sobre obligaciones principales (aquellas que dieron sentido y razón de ser al contrato mismo) y ser de suficiente
entidad como para quitar interés al acreedor respecto de la ejecución ulterior. MIQUEL, Juan L.: Resolución de los contratos
por incumplimiento, ed. Depalma, Buenos Aires, 1979, p. 126.
106
GASTALDI, José María: Pacto comisorio, ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1985, ps. 138 y 139.
107
La facultad resolutoria está consagrada como un derecho del acreedor frente al incumplimiento de su contraparte:
“En los contratos con prestaciones recíprocas, cuando uno de los contratantes incumpla sus obligaciones, el otro
puede optar por exigir el cumplimiento o la resolución del contrato, salvo, en cualquier caso, el resarcimiento del daño”
(artículo 1453). Pero el Código aclara que “el contrato no podrá resolverse si el incumplimiento de una de las partes
tiene escasa importancia en relación con el interés de la otra” (artículo 1455) [Traducciones libres del autor].
108
Artículo 7.3.1: “(1) Una parte puede resolver el contrato si la falta de cumplimiento de una de las obligaciones de
la otra parte constituye un incumplimiento esencial. (2) Para determinar si la falta de cumplimiento de una obligación
constituye un incumplimiento esencial se tendrá en cuenta, en particular, si: (a) el incumplimiento priva sustancialmente
a la parte perjudicada de lo que tenía derecho a esperar en virtud del contrato, a menos que la otra parte no hubiera
previsto ni podido prever razonablemente ese resultado; (b) la ejecución estricta de la prestación insatisfecha era
esencial según el contrato; (c) el incumplimiento fue intencional o temerario; (d) el incumplimiento da a la parte
perjudicada razones para desconfiar de que la otra cumplirá en el futuro; (e) la resolución del contrato hará sufrir a la
parte incumplidora una pérdida desproporcionada como consecuencia de su preparación o cumplimiento”.
Ello, claro está, exigirá que se demuestre que existieron perjuicios, así como
su cuantía y la relación de causalidad entre ellos y la infracción, prueba que no
siempre será sencilla en la práctica121.
3.3. La responsabilidad penal de los árbitros
En la Argentina y en Francia, la amplitud con que está concebido el delito de
violación de secretos podría hacer incurrir a los árbitros en responsabilidad penal.
En efecto, conforme el Código Penal argentino, incurre en este delito quien
“teniendo noticia, por razón de su estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un
secreto cuya divulgación pueda causar daño, lo revelare sin justa causa” (artículo
156). En el derecho francés, el Código Penal describe la conducta punible como
“la revelación de una información de carácter secreto por una persona que sea
depositaria de ese secreto por su estado o profesión, o en razón de una misión o
función temporaria” (artículo 226-13)122.
Siendo claro que los árbitros acceden a la información en razón de su específica
misión o función, cometerán este delito en la medida que la información revelada
pueda calificar como secreto123.
En sentido contrario, se ha dicho que en el derecho suizo no sería posible
atribuir a los árbitros responsabilidad criminal, dado que las normas del Código
Penal que regulan la violación del secreto no aplican a los árbitros, que no son
mencionados en ellas124.
125
“Desde el momento que el arbitraje se funda en la confianza, el respeto de las normas de ética profesional por
parte de los árbitros tiene singular importancia, ya que constituye el vehículo esencial para mantener la dignidad de
éstos, y el prestigio de la institución arbitral, como mecanismo alternativo de solución de conflictos”. FIGUEROA
VALDES, Juan Eduardo: “La ética en el arbitraje internacional”, trabajo presentado en la XXXIX Conferencia de la
Inter-American Bar Association, Nueva Orleans, junio de 2003, accesible en http://www.camsantiago.com/articulos/
ARBITRAJE%20Y%20ETICA%202003.doc
126
“Una actuación arbitral que ha asumido plenamente y sin reservas un código ético se alza como elemento esencial
en tres distintas direcciones: el propio prestigio profesional de los árbitros, el del centro de arbitraje que eventualmente
haya intervenido en su designación y, en definitiva, de la propia institución arbitral en un marco geográfico
determinado”. FERNÁNDEZ ROZAS, José Carlos: “Trayectoria y contornos del mito de la confidencialidad en el
arbitraje comercial”, Revista de Arbitraje Comercial y de Inversiones, vol. II, Nº 2, 2009, ps. 335 y siguientes.
127
Curiosamente, el Código Deontológico no incluye el de confidencialidad entre los deberes éticos. Si bien ese deber
sí está contenido en el Reglamento de Arbitraje (artículo 8), es dudoso que la Cámara pueda sancionar a un árbitro por
la infracción al deber de confidencialidad, toda vez que el artículo 13 citado prevé las sanciones para “el árbitro que no
respete las normas del presente Código Deontológico”.
128
Code of Professional Responsibility for Arbitrators of Labor-Management Disputes of the National Academy
Of Arbitrators, American Arbitration Association and Federal Mediation And Conciliation Service, Rule C, “Privacy of
Arbitration”.
129
MANTILLA SERRANO, Fernando: Ley de Arbitraje, ed. Iustel, Madrid, 2005, p. 153.
130
FERNÁNDEZ ROZAS, José Carlos: “Trayectoria y contornos del mito de la confidencialidad en el arbitraje
comercial”, Revista de Arbitraje Comercial y de Inversiones, vol. II, Nº 2, 2009, ps. 335 y siguientes.
131
FOUCHARD, Philippe, GAILLARD, Emmanuel y GOLDMAN, Berthold: Traité de l’arbitrage commercial international,
ed. Litec, París, 1996, p. 764. Asimismo, Clay explica que, a pesar de lo “peligroso” que pueda ser, según la naturaleza o
las circunstancias del caso, la violación a la confidencialidad no constituye una causal de anulación del laudo. Referido
a la publicación del laudo, señala: “no porque sea publicado será anulable”. CLAY: op. cit., p. 601.
También se ha puesto de manifiesto que las consecuencias para el infractor deberían ser suficientemente onerosas para
que tengan un efecto disuasorio real que evite filtraciones indebidas de información confidencial, pero no llegando
al extremo de llevar a la nulidad del laudo, solución que tentaría a la parte insatisfecha con el resultado a utilizar esta
drástica sanción en su provecho. LAZAREFF, Serge: “Confidentiality and arbitration: Theoretical and philosophical
reflections”, ICC Bulletin, Special Supplement, Confidentiality in arbitration, 2009, ps. 81 y siguientes.
132
MÜLLER, Christoph: “La confidentialité en arbitrage commercial international: un trompe-l’œil? On est souvent
satisfait d’être trompé par soi-même”, ASA Bulletin, vol. 23, N° 2, 2005, ps. 216 y siguientes.
133
Cour d’appel de París, 1ère Ch. suppl., 11/03/1981, in re Daniel Barre c. Société los Solidaires, Revue de l’arbitrage,
1982, ps. 84 y siguientes.
y siguientes.
141
PALACIO, Lino E.: Derecho Procesal Civil, ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1992, N° 1465, LexisNexis on line, Nº
2512/001326.
142
BIANCHI. Roberto A.: “La nulidad del laudo arbitral por falta esencial del procedimiento”, Rev. Jurisprudencia
Argentina, 2003-II, ps. 77 y siguientes.
143
RIVERA, Julio César: “Recursos contra laudos arbitrales”, Rev. Jurisprudencia Argentina, 2007-I, ps.1268 y siguientes.
144
Ley Modelo de UNCITRAL, artículo 34.2: “El laudo arbitral solo podrá ser anulado por el tribunal indicado en el
artículo 6º cuando: (a) la parte que interpone la petición pruebe: i) que una de las partes en el acuerdo de arbitraje a
que se refiere el artículo 7º estaba afectada por alguna incapacidad, o que dicho acuerdo no es válido en virtud de la
ley a que las partes lo han sometido, o si nada se hubiera indicado a este respecto, en virtud de la ley de este Estado;
o ii) que no ha sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de las actuaciones arbitrales o no ha
podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus derechos; o iii) que el laudo se refiere a una controversia no prevista
en el acuerdo de arbitraje o contiene decisiones que exceden los términos del acuerdo de arbitraje; no obstante, si las
disposiciones del laudo que se refieren a las cuestiones sometidas al arbitraje pueden separarse de las que no lo están,
solo se podrán anular estas últimas; o iv) que la composición del tribunal arbitral o el procedimiento arbitral no se han
ajustado al acuerdo entre las partes, salvo que dicho acuerdo estuviera en conflicto con una disposición de esta ley de
la que las partes no pudieran apartarse o, a falta de dicho acuerdo, que no se han ajustado a esta ley; o (b) el tribunal
compruebe: i) que, según la ley de este Estado, el objeto de la controversia no es susceptible de arbitraje; o ii) que el
4. Conclusión
Con todo lo complejo que puede resultar cualquier intento por brindar precisiones
en un tema que se caracteriza por la diversidad de situaciones que puede presentar
y por la disparidad de enfoques o soluciones en el derecho comparado147, hay
algo que no parece seriamente controvertible: los árbitros tienen, respecto de
las partes, el deber de mantener la reserva sobre lo que conozcan con motivo
del arbitraje. Como vimos, varias normas legales imponen este deber de manera
expresa. Muchos más son los reglamentos que lo hacen. Pero aun en ausencia
de normas legales o reglamentarias, es ampliamente reconocido que existe, en
el arbitraje comercial, un genérico deber de confidencialidad que alcanza a los
árbitros.
La delicada misión que los árbitros están llamados a prestar –nada menos que
administrar justicia en un caso determinado– exige de ellos el máximo ejercicio
de prudencia y discreción. Si la privacidad es una cualidad intrínseca del proceso
arbitral, y una de las razones que pueden haber motivado la celebración de un
acuerdo arbitral, este deber está implícitamente contenido en la convención que
vincula a los árbitros con las partes, y que se perfecciona con la designación y
aceptación del cargo. El deseo –expreso o presunto– de las partes de guardar el
secreto de la información relativa al arbitraje tiene como uno de los principales
destinatarios a los propios árbitros, en quienes aquellas depositan una importante
dosis de confianza que no puede ser traicionada.
A consecuencia de ello, y salvo cuando la legislación consagre de manera
expresa la inmunidad de los árbitros, éstos responden por las consecuencias
derivadas de su infracción al deber de confidencialidad. Esa conducta no solo
está reñida éticamente con el comportamiento esperable de un árbitro, sino que
es también jurídicamente reprochable. Y puede exponer a los árbitros a tener que
responder en varios ámbitos: por un lado, desde la esfera de la responsabilidad
civil, que proyecta consecuencias en orden a su status de árbitro al estar expuesto
a su recusación o remoción y al resarcimiento de los daños y perjuicios que
ocasione; por el otro, desde el ámbito de la responsabilidad criminal, si la
legislación penal aplicable tipificara esa conducta como delito; y, finalmente,
desde la óptica disciplinaria, pueden recibir sanciones de la institución arbitral
cuyas listas integran.
147
“Sea la confidencialidad expresamente pactada o considerada implícita, es un hecho de la realidad que establecer
reglas precisas sobre ella es extremadamente difícil”. ASHFORD, Peter: “Documentary discovery and international
commercial arbitration”, The American Review of International Arbitration, vol. 17, N° 1, 2006, ps. 89 y siguientes
[Traducción libre del autor].