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El deber de confidencialidad de los árbitros en el arbitraje

comercial desde un enfoque comparativo

Roque J. Caivano*

1. Introducción

1.1. El objeto de este trabajo


Un axioma frecuentemente repetido es que el arbitraje es confidencial. Más aún,
suele afirmarse que ésta es una de las diferencias sustanciales entre el arbitraje y
el litigio judicial, y una de las ventajas más apreciadas del primero1, cuando no,
una de las principales razones por las cuales los usuarios escogen resolver sus
controversias por esta vía2.
Sin embargo, como se verá, el tratamiento legislativo del tema dista mucho de
ser uniforme. En el derecho comparado se advierte una notoria disparidad en la
forma de plasmarlo normativamente, lo cual parece obedecer a que la noción varía
en función de las diferentes situaciones en que puede presentarse3. Excluyendo
los arbitrajes con partes estatales (y, en especial, los arbitrajes de inversión)4, aun
circunscribiendo el análisis al arbitraje comercial con partes privadas, salta a la
vista que hay muchas legislaciones que ni siquiera se refieren al tema, y otras que

* Profesor de la Universidad de Buenos Aires. Árbitro Internacional.


1
En las Notas de la Comisión de Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (conocida por sus
siglas en inglés, UNCITRAL) sobre la organización del proceso arbitral se lee: “se acostumbra a considerar que la
confidencialidad es uno de los rasgos más ventajosos y útiles del arbitraje” (parágrafo 31).
2
ROTHMAN, Philip: “Pssst, please keep it confidential: Arbitration makes it possible”, Dispute Resolution Journal,
vol. 49, N° 3, 1994, ps. 69 y siguientes.
3
POUDRET, Jean-François y BESSON, Sébastien: Comparative law of international arbitration, ed. Thomson/Sweet &
Maxwell, Londres, 2007, p. 315.
4
Originariamente, los principios propios del arbitraje comercial fueron casi automáticamente extendidos a arbitrajes
con partes estatales. Sin embargo, hoy se advierte una tendencia creciente a reconocer las diferencias estructurales
entre unos y otros, y a permitir que, en los últimos, distintos aspectos sean expuestos al conocimiento público. Ello, en
definitiva, no es sino admitir que un Estado, así esté sometido a un arbitraje, no deja por ello de tener la obligación de
informar a sus ciudadanos sobre la marca de asuntos públicos. Entre la numerosa bibliografía disponible sobre el tema,
puede verse LEON, Barry y TERRY, John: “Special considerations when a State is a party to international arbitration”,
Dispute Resolution Journal, febrero-abril de 2006, ps. 68 y siguientes; EGONU, Mabel I.: “Investor-State arbitration
under ICSID: A case for presumption against confidentiality?”, Journal of International Arbitration, vol. 24, N° 5,
2007, ps. 479 y siguientes.

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establecen en forma más o menos genérica un difuso deber de confidencialidad,


sin mayores precisiones acerca de quiénes se ven alcanzados por esta obligación
y qué información está revestida de la condición de confidencial.
El objeto de este trabajo no es examinar los múltiples aspectos que el problema
presenta, lo cual exigiría un desarrollo mucho más extenso5, ni tampoco analizar
en detalle las normas contenidas en la actual Ley de Arbitraje peruana, lo cual
requeriría un conocimiento más profundo de las normas y principios del derecho
peruano. Nos limitaremos a explorar la situación en que se encuentran los árbitros
respecto de la confidencialidad, desde una mirada comparativa, con la aspiración
de que ello pueda servir de fuente para interpretar las disposiciones que, sobre el
tema, ha incorporado el Decreto Legislativo N° 1071/2008.
1.2. La disparidad en el tratamiento legislativo de la confidencialidad
Una clasificación apenas primaria de las legislaciones sobre arbitraje permite
distinguir tres categorías de leyes: aquellas que no contienen siquiera una mera
mención de la confidencialidad, aquellas que apenas enuncian un principio
general, aunque sin mayor regulación, y aquellas que, con matices, avanzan en
una reglamentación que pretende abarcar, al menos, los supuestos más usuales.
Dentro de la primera categoría se ubican la Ley Modelo de arbitraje comercial
internacional de UNCITRAL6, así como las legislaciones sobre arbitraje de
Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Austria, Bélgica, Botswana, Bulgaria, Canadá,
Chile, Colombia, Corea, Dinamarca, Egipto, Estados Unidos de Norteamérica,
Gran Bretaña, Guatemala, Holanda, Honduras, Italia, Japón, México, Panamá,
Paraguay, Portugal, Suecia, Suiza, Túnez, Uganda y Uruguay, entre otras7.
En la segunda, podemos situar a aquellas que, si bien se refieren a la
confidencialidad, no avanzan más que en enunciados más o menos genéricos o
regulaciones fragmentarias, pero carecen de un régimen que permita discernir
claramente cuál es el alcance objetivo del deber de confidencialidad ratione materiae
(qué aspectos del arbitraje son confidenciales) y ratione personae (quiénes están

5
Un muestrario de esas situaciones puede verse en HWANG, Michael y CHUNG, Katie Chung: “Defining the
indefinable: Practical problems of confidentiality in arbitration”, Journal of International Arbitration, vol. 26, N° 5,
2009, ps. 609 y siguientes.
6
Se ha señalado que, en el Grupo de Trabajo que elaboró la Ley Modelo, prevaleció la opinión de que éste es un tema
que, más que en una ley, debe estar contemplado en los reglamentos. SANDERS, Pieter: “UNCITRAL’s Model Law
on international and commercial arbitration: Present situation and future”, Arbitration International, vol. 21, N° 4,
2005, ps. 443 y siguientes.
7
La legislación ecuatoriana, por ejemplo, no instaura la confidencialidad, sino la facultad de las partes de convenirla:
“Las partes, sin perjuicio de los derechos de terceros, podrán convenir en la confidencialidad del procedimiento
arbitral; en este caso podrán entregarse copias de lo actuado solamente a las partes, sus abogados o al juez que conozca
el recurso de nulidad u otro recurso al que las partes se hayan sometido” (artículo 34, Ley de Arbitraje y Mediación de
1997, según codificación de la misma efectuada en 2006).
La legislación de Costa Rica sobre arbitraje doméstico nada prevé. Sin embargo, la recientemente aprobada Ley de
Arbitraje Comercial Internacional (promulgada el 10 de mayo de 2011), dispone genéricamente que “el procedimiento
arbitral será confidencial” y que ese carácter se mantendrá cuando el expediente deba ser conocido ante los tribunales
de justicia, en cuyo caso “se le dará únicamente acceso a las partes y sus representantes”. También dispone que, salvo
acuerdo expreso en contrario, el laudo, una vez que se encuentre firme, será público y en él constarán los nombres de
los árbitros y de los abogados participantes, aunque las partes serán identificadas únicamente mediante sus iniciales
(artículo 38).

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obligados a mantener la confidencialidad). Ejemplos de esta categoría son las


legislaciones de Bolivia8, Brasil9, España10, Francia11 y Venezuela12.
Claros exponentes de la tercera categoría son las nuevas legislaciones de Nueva
Zelanda, Perú, Escocia y Australia que, aun con lagunas, contienen un mayor
grado de precisión en relación con el alcance del deber de confidencialidad.
La Ley de Arbitraje de Nueva Zelanda de 200713, ha incorporado
pormenorizadas normas sobre la confidencialidad. No solo consagra, como
principio general, que el tribunal arbitral debe conducir el procedimiento
en privado (artículo 14-A) y establece que el acuerdo arbitral hace presumir
una prohibición, para las partes y para los árbitros, de divulgar información
confidencial (artículo 14-B). También se ocupa de detallar cuáles son los casos
en que la confidencialidad cede, y una de las partes o el tribunal arbitral pueden
divulgar información referida a un proceso arbitral14. Inclusive, la ley avanza en
establecer un régimen para los procedimientos judiciales relacionados con la
Ley de Arbitraje, estableciendo algunas excepciones a la publicidad de aquellos
(artículos 14-F a 14-I).
También la nueva Ley de Arbitraje de Escocia, sancionada en 201015, regula
de manera pormenorizada el régimen de confidencialidad. Por un lado, define
que la expresión “información confidencial” significa, en la norma, toda
información relativa a la controversia, al procedimiento o al laudo, siempre que
no esté, o hubiese estado, en el dominio público (artículo 26.4). Y establece que la
divulgación de la información confidencial relativa a un arbitraje, por los árbitros
o por una parte, implicará una violación al deber de confidencialidad, salvo las
excepciones permitidas por la ley16. Por el otro, impone al tribunal arbitral y a las
8
Solo establece como uno de los principios comunes al arbitraje y a la conciliación el “principio de privacidad, que
consiste en el mantenimiento obligatorio de la necesaria reserva y confidencialidad” (artículo 2.3, Ley de Arbitraje y
Conciliación N° 1770 de 1997), sin aclarar cuál es el alcance de ese principio.
9
Apenas dice que en el desempeño de su función el árbitro deberá proceder con “discreción” (artículo 13.6, Ley N°
9307 de 1996.
10
Aunque avanza un poco más, señalando que “los árbitros, las partes y las instituciones arbitrales, en su caso, están
obligadas a guardar la confidencialidad de las informaciones que conozcan a través de las actuaciones arbitrales”
(artículo 24.2, Ley de Arbitraje N° 60 de 23 de diciembre de 2003), nada dice sobre cuál es la información que debe
mantenerse en reserva.
11
Hasta 2011, la legislación francesa solo imponía el secreto de las deliberaciones del tribunal arbitral (artículo 1469,
Nuevo Código Procesal Civil). Con la reforma introducida al Código Procesal por el Decreto 2011-48 del 13 de enero
de 2011, esta norma pasó, con redacción casi idéntica, al artículo 1479. Pero, además, en el párrafo final del nuevo
artículo 1464 se dispone que “salvo la existencia de una obligación legal y a menos que las partes hayan dispuesto lo
contrario, el procedimiento arbitral está sujeto al principio de confidencialidad”. Como se ve, no solo no determina qué
elementos del arbitraje son confidenciales, sino tampoco quiénes están alcanzados por ese deber.
12
Dispone, sin mayores precisiones, que “salvo acuerdo en contrario de las partes, los árbitros tendrán la obligación de
guardar la confidencialidad de las actuaciones de las partes, de las evidencias y de todo contenido relacionado con el
proceso arbitral” (artículo 42, Ley de Arbitraje Comercial de 1998).
13
Ley de Arbitraje de 1996, reformada por Ley N° 94 de octubre de 2007.
14
Por ejemplo, si la revelación es necesaria para asegurar el derecho de defensa de alguna de las partes, para el
establecimiento o protección de derechos de una parte en relación con un tercero, o para la instauración o prosecución de
una acción judicial al amparo de la misma ley (siempre que, además, la publicidad no exceda de aquello razonablemente
necesario para esos propósitos); si se realiza en cumplimiento de una orden judicial; si es autorizada o requerida por la
ley o por alguna autoridad regulatoria competente, o si es autorizada por los árbitros o por un tribunal judicial en los
casos en que les es permitido extender estas autorizaciones.
15
Aprobada por el Parlamento escocés el 18 de noviembre de 2009 y promulgada el 5 de enero de 2010, con entrada
en vigencia a partir del 7 de junio de 2010.
16
En general, son excepciones al deber de confidencialidad, los casos en que la revelación sea autorizada –explícita o

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partes, el deber de tomar todas las medidas razonables para impedir divulgaciones
no autorizadas de la información confidencial (artículo 26.2) y al tribunal arbitral
el deber de informar a las partes, al inicio del proceso, de los deberes impuestos
por esta norma (artículo 26.3). Finalmente, prevé que las deliberaciones de los
árbitros se desarrollarán en privado (artículo 27.1).
La reciente reforma a la legislación australiana aplicable a arbitrajes
internacionales incorporó una pormenorizada regulación del deber de
confidencialidad que tienen las partes y los árbitros17. Regula con precisión qué
debe entenderse por “información confidencial”18, y dispone que el concepto
de “revelación” incluye “la entrega o comunicación” de esa información “por
cualquier medio” (artículo 15.1). Prescribe el deber de las partes y de los árbitros
de no revelar información confidencial relativa al arbitraje salvo en los propios
casos que la ley determina, o cuando sea permitida en virtud de una orden
del tribunal arbitral o de un tribunal judicial, cuando éstos están autorizados a
emitirla (artículos 23.C.1 y 23-C-2). Luego detalla cuáles son las circunstancias
en que la información confidencial puede ser revelada, tanto por las partes como
por el tribunal arbitral19, y avanza todavía más en reglar cuándo el tribunal arbitral
puede emitir una orden permitiendo la revelación (artículo 23-E) y en qué casos
un tribunal judicial puede prohibir a las partes revelar información confidencial
(artículo 23-F-1) o, en sentido contrario, permitir la revelación de información
confidencial de un arbitraje (artículo 23-G-1).
La Ley de Arbitraje peruana (Decreto Legislativo N° 1071 de 2008) también
contiene normas sobre este tema, al que dedica el extenso artículo 51, y una
referencia al carácter privado de las audiencias, en el artículo 42.3. Conforme esta
última disposición, “salvo acuerdo distinto de las partes o decisión del tribunal
arbitral, todas las audiencias y reuniones serán privadas” (artículo 42.3)20. El
artículo 51 ofrece una regulación que pretende ser integral sobre el régimen de
confidencialidad imperante en el arbitraje21. En primer lugar, dispone que “salvo
implícitamente– por las partes, requerida por el tribunal arbitral o para cumplir con una obligación legal o permitir el
adecuado desempeño de funciones públicas, necesaria para proteger legítimos intereses de las partes, o realizada en
función de un interés público o en el interés de la justicia (artículo 26.1).
17
International Arbitration Act 1974 (N° 136/1974), modificada por ley N° 97/2010. Las normas sobre confidencialidad,
contenidas en los artículos 15.1, y 23-C a 23-G, fueron incorporadas en esta última reforma.
18
Esa expresión significa toda información relativa a un procedimiento arbitral o a un laudo dictado en él, e incluye,
por ejemplo, los escritos o peticiones realizadas al tribunal arbitral por una de las partes, las pruebas aportadas al
proceso, las anotaciones hechas por el tribunal arbitral sobre la prueba oral o las presentaciones hechas ante él y la
transcripción de pruebas rendidas en forma oral, así como las decisiones procesales o laudos dictados por el tribunal
(artículo 15.1).
19
En general, la revelación es permitida cuando es consentida por todas las partes del proceso, efectuada a los
profesionales o asesores de las partes, necesaria para asegurar el derecho de defensa en juicio de una de las partes, para
establecer o proteger derechos de alguna de las partes en relación con terceros o para ejecutar el laudo o para deducir
algún recurso judicial permitido por la ley, efectuada en cumplimiento de una orden judicial o autorizada por alguna
otra norma legal (artículo 23.D).
20
Probablemente por esta razón, el artículo 39.4 dispone que “salvo pacto en contrario, el tribunal arbitral no puede
disponer la consolidación de dos o más arbitrajes, o disponer la realización de audiencias conjuntas”.
21
En la Exposición de Motivos de la ley se explica: “El artículo 51 propone regular por primera vez con claridad
en el Perú las reglas de confidencialidad que deben observar los árbitros, el secretario, las instituciones arbitrales, las
partes y demás participantes en un arbitraje. Es de destacar que, tratándose de laudos arbitrales en los que intervenga
el Estado peruano, se dispone que éstos sean públicos, debido a que en los mismos se pueden haber resuelto materias

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El deber de confidencialidad de los árbitros

pacto en contrario, el tribunal arbitral, el secretario, la institución arbitral y, en


su caso, los testigos, peritos y cualquier otro que intervenga en las actuaciones
arbitrales, están obligados a guardar confidencialidad sobre el curso de las
mismas, incluido el laudo, así como sobre cualquier información que conozcan a
través de dichas actuaciones, bajo responsabilidad” (numeral 1). Luego aclara que
“este deber de confidencialidad también alcanza a las partes, sus representantes
y asesores legales, salvo cuando por exigencia legal sea necesario hacer público
las actuaciones o, en su caso, el laudo para proteger o hacer cumplir un derecho
o para interponer el recurso de anulación o ejecutar el laudo en sede judicial”
(numeral 2)22. Finalmente, establece que “en todos los arbitrajes regidos por este
Decreto Legislativo en los que interviene el Estado peruano como parte, las
actuaciones arbitrales estarán sujetas a confidencialidad y el laudo será público,
una vez terminadas las actuaciones” (numeral 3)23.

2. Justificación y alcance del deber de confidencialidad de los árbitros

De todos los sujetos que participan en un arbitraje, los árbitros son quienes
más nítidamente están alcanzados por el deber de confidencialidad, cuando
éste existe24. La situación de las partes, en cambio, depende en buena medida
de la posición que se adopte respecto de la existencia de un deber implícito de
confidencialidad25. En similar situación se encuentran la institución arbitral y los
abogados, para quienes, en principio, también rige el deber de confidencialidad:
las primeras, por tratarse de una obligación, explícita en el propio reglamento,

que importan al interés general o al uso o afectación de fondos públicos, situaciones en las que por transparencia, los
ciudadanos y autoridades deben contar con acceso a la información pertinente”.
22
Curiosamente, la ley no contempla otros supuestos en los cuales la misma ley autoriza la judicialización del arbitraje,
como son la asistencia que puede requerirse a un juez para la actuación de pruebas, que incluye la posibilidad de que la
actuación del medio probatorio se realice ante la autoridad judicial (artículo 45, numerales 1 y 2); o la asistencia para la
ejecución forzada de medidas cautelares dispuestas por los árbitros (artículo 48).
23
Como dato interesante, debe destacarse que la nueva ley peruana no ha conservado una disposición contenida
en la anterior Ley General de Arbitraje (N° 26.572, de 1996), que establecía el deber del juez, en caso de haber
tenido que recurrirse a la ejecución forzada judicial de un laudo, de ordenar la publicación de un aviso en ese sentido:
“El Juez ordenará, a instancia de la parte que solicite la ejecución, la publicación en los diarios y/o revistas que se
señale, de un aviso en donde se haga mención de haberse tenido que recurrir a la instancia judicial para obtener la
ejecución del laudo” (LGA de 1996, artículo 87). Esta norma “constituí[ía] un interesante dispositivo que reverdec[ía]
la antigua práctica de los primeros gremios de comerciantes de épocas medievales, en donde el agremiado afectado
podía publicitar la conducta ilegal del infractor, hiriendo así su reputación que, ante los ojos de los demás agremiados,
lo condenaba prácticamente al ostracismo”. CHÁVEZ BARDALES, Enrique: “Nuevas perspectivas sobre privacidad
y confidencialidad en el arbitraje comercial internacional”, Rev. Lima Arbitration, N° 3, 2007/2009, ps. 238 y
siguientes.
24
La existencia de un deber implícito de confidencialidad, en ausencia de acuerdo expreso, y de normas legales o
reglamentarias que lo impongan, es una cuestión extensamente debatida en el derecho comparado. Es por ejemplo,
negada por los tribunales judiciales suecos, australianos y canadienses (ver, por ejemplo, Swedish Supreme Court,
27/10/2000, in re Bulgarian Foreign Trade Bank Ltd. v. A.I. Trade Finance Inc., Yearbook of Commercial Arbitration,
vol. XXVI, 2001, ps. 291 y siguientes; High Court of Australia, 1995, in re Esso/BHP v. Plowman, (1995) 128 ALR 391;
Cour d’appel de Québec, 10/12/2010, in re Michel Rhéaume Investissement Ltée. et al. c. Société d’investissements
L’excellence Inc. et al., N° 500-09-018934-083, 500-17-034270-069). Sobre el tema puede verse, CAIVANO, Roque
J.: “Una mirada comparativa sobre la confidencialidad en el arbitraje comercial”, Rev. de Derecho Comercial y de las
Obligaciones, N° 244, septiembre/octubre de 2010, ps. 609 y siguientes.
25
Ver nota anterior y referencias allí contenidas. Hacemos notar que, a nuestro juicio, el deber de confidencialidad
existe para las partes, aunque no haya sido expresamente pactado, como una obligación naturalmente implícita en el
convenio arbitral.

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o aun implícita en el “contrato de administración del arbitraje” que vincula a


las partes con la institución arbitral26; los abogados, por la específica naturaleza
de su labor profesional, que les impone el deber de confidencialidad, como
parte del deber de “fidelidad” hacia su cliente, y que suele estar contemplada
en los Códigos de Ética de los colegios de abogados y aun en algunos Códigos
Penales27. Mucho más discutido es el deber de confidencialidad de testigos y
peritos, quienes no están ligados al arbitraje por un vínculo contractual (no hay
relación jurídica convencional alguna con las partes, ni con los árbitros ni con la
institución que administra el arbitraje)28.
A pesar de la aparente uniformidad con que se admite el deber de
confidencialidad de los árbitros, conviene ahondar en la justificación que le da
origen y en las consecuencias que su violación es capaz de producir.

2.1. La fuente de la que nace el deber de confidencialidad de los árbitros

Como se dijo, no hay mayores dudas sobre la obligación de confidencialidad que


los árbitros asumen, así sea implícitamente, al aceptar el cargo de árbitro en un
caso determinado29. Más aún, se señala que esta es una de las obligaciones de
los árbitros que nacen antes de aceptar el cargo y subsisten inclusive luego de
finalizado el proceso y dictado el laudo: “Cualquiera sea el valor que finalmente se
reconozca a la confidencialidad, el árbitro está obligado a respetarla durante toda
la instancia arbitral. El secreto no es eficaz si no es permanente. ¿De qué serviría
una confidencialidad temporal? El árbitro debe guardar el secreto sobre lo que
conoce, no solamente durante el proceso sino también antes y después. Todo
lo que el árbitro conoce cuando es contactado por los litigantes en vista de una
eventual designación deberá permanecer en secreto, sea finalmente designado o
no, y el secreto sobre las cuestiones ventiladas en el proceso deberá mantenerse,
se dicte o no un laudo”30. Del mismo modo, se ha dicho que aun cuando pueden
existir dudas sobre otros aspectos de la confidencialidad en el arbitraje, “es claro
26
Ver, DERAINS, Yves y SCHROEDER, Catherine: “Institutions d’arbitrage et responsabilité”, en MOURRE, Alexis
(dir.), Les Cahiers de l’arbitrage, ed. LGDJ, vol. 2010, N° 1, ps. 219 y siguientes; LOQUIN, Eric: “Les obligations de
confidentialité dans l’arbitrage”, Revue de l’arbitrage, 2006, N° 2, ps. 323 y siguientes;
27
Por ejemplo, el Código Penal argentino sanciona como delito del derecho criminal a quien teniendo noticia, por
razón de su estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un secreto cuya divulgación pueda causar daño, lo revele sin
causa justificada. De igual manera, el Código Penal francés castiga con prisión y multa la revelación de una información
de carácter secreto por una persona que sea depositaria de ese secreto por su estado o profesión.
28
Si bien es dable esperar de ellos cierta discreción, éstos son verdaderos terceros respecto de quienes no puede
invocarse un implícito deber de confidencialidad: salvo que la ley extienda el deber de confidencialidad a su respecto,
ni el acuerdo entre las partes ni el reglamento arbitral (cuya fuerza vinculante para las partes deriva de su voluntaria
aceptación) le son oponibles a los testigos o expertos, que solo podrían estar obligados a mantener reserva si fuesen
ellos mismos parte de un acuerdo en tal sentido. SMIT, Hans: “Confidentiality in arbitration”, Arbitration International,
vol. 11, N° 3, 1995, ps. 337 y siguientes; MISRA, Joyiyoti y JORDANS, Roman: “Confidentiality in international
arbitration. An introspection of the public interest exception”, Journal of International Arbitration, vol. 23, N° 1,
2006, ps. 39 y siguientes; TRAKMAN, Leon E.: “Confidentiality in international commercial arbitration”, Arbitration
International, vol. 18, N° 1, 2002, ps. 1 y siguientes.
29
“[E]l deber de confidencialidad de los árbitros parece ser el aspecto menos controversial”. WEIXIA, Gu:
“Confidentiality revisited: Blessing or curse in international commercial arbitration”, The American Review of
International Arbitration, vol. 15, N° 3-4, 2004, ps. 607 y siguientes [Traducción libre del autor].
30
CLAY, Thomas: L’arbitre, ed. Dalloz, París, 2001, ps. 597 y 598 [Traducción libre del autor].

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El deber de confidencialidad de los árbitros

que los árbitros están sujetos a un deber de confidencialidad, no solo en relación


a sus deliberaciones, que son secretas en el arbitraje doméstico francés sino
también porque tienen un status similar al de los jueces estatales y, como tales,
no pueden ser llamados como testigos en relación con un caso en el cual hayan
intervenido”31.
Sin embargo, no siempre es clara la fuente de la que ese deber surge, en
ausencia de normas legales, convencionales o reglamentarias que lo impongan.
A nuestro juicio, la privacidad es una de las condiciones inherentes al arbitraje.
Siendo ello así, debe presumirse que las partes han querido evitar que la información
relativa al caso tome estado público. Y, lo digan o no expresamente, debe presumirse
también su intención de extender a los árbitros el deber de confidencialidad que
implícitamente han creado para ellas mismas. Debe recordarse que los contratos
obligan no solo a lo específicamente estipulado sino también a las consecuencias
naturales que razonablemente puedan considerarse implícitamente comprendidas
en ellos32. De donde, teniendo en cuenta el carácter estrictamente privado del
arbitraje, es lícito inferir que los árbitros han conocido, comprendido y aceptado
la naturaleza reservada de la misión que les ha sido encomendada, y han asumido,
al aceptar el cargo, mantener el secreto de lo que conozcan a consecuencia de su
misión, como una obligación inherente a su función33.
Aun en ausencia de específicas normas, se ha considerado que, bajo el derecho
suizo, y como consecuencia de la relación de confianza que crea el contrato entre las
partes y los árbitros34, éstos tienen el deber de mantener en reserva la información
obtenida en un arbitraje35, y de guardar el secreto de las deliberaciones36. Se
considera que los árbitros incurrirían en responsabilidad civil ante la violación del
deber de confidencialidad37, aunque no sería posible atribuirles responsabilidad
criminal, dado que las normas del Código Penal que regulan la violación del
secreto no aplican a los árbitros, que no son mencionados en ellas38.
31
DELVOLVÉ, Jean-Louis, ROUCHE, Jean y POINTON, Gerald H.: French arbitration. Law and practice, ed. Kluwer
Law International, 2003, p. 101.
32
En igual sentido, LOQUIN, Eric: “Les obligations de confidentialité dans l’arbitrage”, Revue de l’arbitrage, 2006,
N° 2, ps. 323 y siguientes.
33
Aun reconociendo que “las cosas no son tan simples”, Fernando De Trazegnies señala que “en general, esta
prohibición [de divulgar lo que se conozca con motivo del arbitraje] se encuentra interiorizada moralmente en cada
árbitro peruano por lo que, aun en los casos en que no existe una regla institucional (como sucede en los arbitrajes
ad hoc), la confidencialidad se observa rigurosamente y sin la menor duda de su obligatoriedad”. También apunta
que “esta concepción confidencial del arbitraje se encuentra igualmente enraizada dentro de la tradición europea y
de la norteamericana”. DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando: “La publicidad del arbitraje”, Boletín del Centro
de Conciliación y Arbitraje Nacional e Internacional de la Cámara de Comercio de Lima, Año III, Nº 5, abril 2005,
accesible en www.camaralima.org.pe/arbitraje/boletin/edic-ant/5/voz_arbitro1.htm
34
BUCHER, Andreas y TSCHANZ, Pierre-Yves: International arbitration in Switzerland, ed. Helbing & Lichtenhahn Verlag
AG, Basilea, 1989, p. 65. Ver, en general, RADJAI, Noradèle: “Confidentiality in international arbitration: Brief overview
of the position in Switzerland and further reading”, ASA Bulletin, vol. 27, N° 1, 2009, ps. 48 y siguiente.
35
BLESSING, Marc: “Requirements and expectations regarding a modern place of arbitration”, en HONSELL,
Heinrich, VOGT, Nedim Peter, SCHNYDER, Anton K. y BERTI, Stephen V. (eds.): International Arbitration in
Switzerland, ed. Kluwer Law International, 2000, ps. 153 y siguientes.
36
Tribunal Fédéral Suisse, 1ère Cour civile, 12/11/1991, in re B. Moser c. BMY, ASA Bulletin, vol. 10, N° 2, 1992, ps.
264 y siguientes.
37
POUDRET, Jean-François y BESSON, Sébastien: Comparative law of international arbitration, ed. Thomson/Sweet &
Maxwell, Londres, 2007, p. 321. En el mismo sentido, BUCHER y TSCHANZ: op. y loc. cits.
38
JOLLES, Alexander y CANALS DE CEDIEL, Maria: “Confidentiality”, en KAUFMANN-KOHLER, Gabrielle y

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En el derecho brasileño, cuya ley solo obliga al árbitro a “proceder con


discreción” (Ley de Arbitraje N° 9307 de 1996, artículo 13.6), se ha interpretado
que esta disposición es suficiente para fundar su deber de confidencialidad: “En el
desempeño de la función de juzgador, el árbitro está obligado a guardar el secreto
de las cuestiones relativas al juicio, pues no solamente es una determinación
inherente al oficio que ejerce y al instituto del arbitraje sino, por encima de todo,
es una imposición de carácter legal [...] El árbitro recibe, en contrapartida a sus
poderes, deberes y responsabilidades impuestas por el acuerdo arbitral y/o por
la ley aplicable [...] Al aceptar el encargo, el árbitro asume, automáticamente,
responsabilidad por el secreto, no solo de la causa en examen y de las partes
involucradas, sino también de las cuestiones sometidas a su decisión, y de los
hechos y de las pruebas presentadas”39. En el mismo sentido, se ha dicho que
en la expresión del artículo 13.6, que obliga a los árbitros a “proceder con
discreción” está claramente contenido el deber de confidencialidad que pesa
sobre aquellos40.
De todas maneras, reconocido casi universalmente que los árbitros están
obligados a guardar la confidencialidad de la información que conocen con
motivo del arbitraje, no son uniformes las opiniones acerca del fundamento
jurídico sobre el cual ese deber se apoyaría. La explicación más atinada es la
que brinda Thomas Clay: sin perjuicio de las obligaciones deontológicas que los
árbitros puedan tener al amparo de los Códigos de Ética o Normas de Conducta
a las cuales estén sujetos, o del principio de confianza y buena fe inherente a su
condición de árbitro a su juicio, “el verdadero fundamento jurídico que impone a
los árbitros el deber de guardar el secreto sobre lo que conocen durante el curso
de un arbitraje, es el vínculo convencional que lo une con las partes a través
del ‘contrato de arbitrar’. Se trata de una obligación civil contractual –e incluso
precontractual– que entraña responsabilidad en caso de violación”41.
Los árbitros están ligados a las partes por una relación de naturaleza contractual.
Ciertamente no es un contrato de mandato: esta tesis, que antiguamente tuvo
algún predicamento en la doctrina, hoy ha sido pacíficamente abandonada. Es
claro que los árbitros no son mandatarios de las partes, sino que nacen, en cabeza
de aquellos, atribuciones (facultades y potestades) de naturaleza eminentemente
jurisdiccional. Pero ello no impide reconocer la existencia de un vínculo
convencional entre las partes y los árbitros: existe un acuerdo de voluntades en
virtud del cual aquellas los designan (directa o indirectamente) como árbitros
para un determinado caso y éstos aceptan42.
STUCKI, Blaise (eds.): International arbitration in Switzerland: A handbook for practitioners, ed. Kluwer Law International,
2004, ps. 89 y siguientes.
39
BATISTA MARTINS, Pedro A., LEMES, Selma M. Ferreira y CARMONA, Carlos A.: Aspectos fundamentais da Lei de
Arbitragem, ed. Forense, Rio de Janeiro, 1999, ps. 289 y siguientes [Traducción libre del autor].
40
NUNES PINTO, José Emilio: “A confidencialidade na arbitragem”, Revista de Arbitragem e Mediação, vol. 6, julio-
septiembre de 2005, ps. 25 y siguientes.
41
CLAY, Thomas: L’arbitre, ed. Dalloz, París, 2001, p. 599 [Traducción libre del autor].
42
FOUCHARD, Philippe: “Relationship between the arbitrator and the parties and the arbitral institution”, ICC
Bulletin, Special Supplement, The status of the arbitrator, 1995, ps. 14 y siguientes. Ver, también, ROBINE, Eric: “The

126 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

Aunque existe algún debate acerca de la específica calificación del contrato43,


esta conclusión es prácticamente unánime44. Podrá considerarse que se trata de
un nuevo acuerdo entre las partes y los árbitros45, o de la “incorporación” de
los árbitros como parte del acuerdo arbitral a consecuencia de su aceptación46.
Pero, en cualquier caso, la naturaleza contractual de la relación entre las partes y
los árbitros no está en tela de juicio47: como se ha explicado, “cuando las partes
se someten voluntariamente a estar y pasar por lo que determine un tercero, se
comprometen respecto de éste y obligan al árbitro contractualmente. El arbitraje
es, en consecuencia, un contrato de las partes con el árbitro para la solución de
los conflictos que separan a quienes buscan la paz contractual”48.
Ese deber de los árbitros puede, asimismo, tener origen en el Código de Ética
o en las reglas de conducta que tienen muchas de las instituciones arbitrales.
El Código de Ética para árbitros en disputas comerciales, aprobado por la
American Bar Association y la American Arbitration Association en febrero de 2004,
dispone que los árbitros “deben honrar la relación de confianza y confidencialidad
inherente a esa función”, lo que, en particular, implica que: (A) el árbitro tiene
una relación de confianza con las partes y no debe, en ningún momento, utilizar
información confidencial adquirida durante un arbitraje, para obtener ventajas o
afectar los intereses de las partes; (B) el árbitro debe mantener como confidencial
todas las cuestiones relacionadas con el proceso arbitral y la decisión; (C) es
inapropiado que un árbitro informe a cualquiera de las decisiones que va a
adoptar antes de darla a conocer a todas las partes, y también sobre la sustancia
de las deliberaciones entre los árbitros (Canon VI).
El Código de Ética del Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de
Lima, que es “de observancia para todos los árbitros que actúen como tales por
designación de las partes o del Consejo Superior de Arbitraje, integren o no el
Registro de Árbitros del Centro” (artículo 1), establece que los árbitros deberán

liability of arbitrators and arbitral institutions in international arbitrations under French Law”, Arbitration International,
vol. 5, N° 4, 1989, ps. 323 y siguientes.
43
Ver, DITCHEV, Alexandre: “Le contrat d’arbitrage. Essai sur le contrat ayant pour objet la mission d’arbitrer”,
Revue de l’arbitrage, 1981, ps. 395 y siguientes.
44
Debe anotarse que, aunque aisladas, existen opiniones diferentes acerca de la naturaleza de la relación de los árbitros
con las partes, y hay autores que juzgan que, más que nacer de un contrato, esa relación nace de la ley. Ver, por ejemplo,
MUSTILL, Michael J. y BOYD, Stewart C.: The law and practice of commercial arbitration in England, ed. Butterworths, 2ª
edición, Londres, 1989, ps. 220 y siguientes. Asimismo, SMITH, Murray L.: “Contractual obligations owed by and to
arbitrators: Model terms of appointment”, Arbitration International, vol. 8, N° 1, 1992, ps. 17 y siguientes.
45
CLAY: op. cit., ps. 501 y 513.
46
Se ha argumentado que el acuerdo arbitral es un contrato bilateral entre las partes, que se convierte luego en un
acuerdo trilateral cuando los árbitros aceptan el cargo. De ese modo, los árbitros asumen una función cuasi-judicial,
con todas las responsabilidades y deberes inherentes a ese status. English Court of Appeal, 1991, in re K/S Norjarl
A/S v. Hyundai Heavy Industries Co. Ltd. [1991] 3 All ER 211 (CA).
Sin embargo, esta construcción lleva a un problema difícil de salvar cuando el acuerdo arbitral es declarado nulo, pues
en ese caso la jurisdicción del árbitro carece de base contractual, lo que importaría eliminar el efecto que produce el
principio kompetenz-kompetenz. Ver, LIONNET, Klaus: “The arbitrator’s contract”, Arbitration International, vol. 15,
N° 2, 1999, ps. 161 y siguientes.
47
FOUCHARD, Philippe, GAILLARD, Emmanuel y GOLDMAN, Berthold: Traité de l’arbitrage commercial international,
ed. Litec, París, 1996, p. 618. En el mismo sentido, LEMES, Selma M. Ferreira: Árbitro. Princípios da independência e da
imparcialidade, ed. LTR, San Pablo, 2001, p. 103.
48
CREMADES, Bernardo M.: Estudios sobre arbitraje, ed. Marcial Pons, Madrid, 1997, p. 186.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 127


Roque J. Caivano

observar una conducta acorde con los principios que enuncia, entre los cuales
está el de la confidencialidad: “[El árbitro] [d]eberá mantener la confidencialidad
de los asuntos y de las decisiones, y no abusar de la confianza que las partes han
depositado en él. No debe usar la información confidencial que haya conocido
por su posición de árbitro para procurar ventaja personal” (artículo 3, inciso h).
El reglamento del Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de Comercio
de Guayaquil es todavía más terminante: “Los conciliadores, árbitros, secretarios
y peritos, deberán ejercer su cargo, respetando el principio de confidencialidad,
sin divulgar información alguna que haga relación a los casos asignados. Este
principio no tiene excepción alguna, y bajo ninguna circunstancia podrán hacer
uso de la información a la que hayan tenido acceso, ni aun para fines docentes o
académicos, salvo que las partes de común acuerdo, por escrito y expresamente,
renuncien a este principio” (artículo 84).
2.2. El secreto de las deliberaciones y la expresión de una disidencia
Además del deber general de confidencialidad de los árbitros, algunas normas
consagran de manera expresa una derivación específica de aquel: el deber de los
árbitros de mantener en secreto las deliberaciones del tribunal arbitral49.
Este deber parece ser consecuencia de la naturaleza jurisdiccional de la misión
de los árbitros. Aunque algunos consideran que esta norma del derecho francés
(antes contenida en el artículo 1469 del Código, hoy ubicada en el artículo 1479)
es el resultado de trasladar a los árbitros una regla que también existe para los
jueces (NCPC, artículo 448)50, recientemente la Corte de Apelaciones de París
juzgó que esta última norma no es aplicable al arbitraje51.
Como quiera que sea, el fundamento del secreto de las deliberaciones de
los árbitros descansa más bien en la necesidad de mantener la igualdad de las
partes en el proceso y resguardar su derecho de defensa, tanto como preservar
la independencia de los árbitros. En efecto: (i) si una de las partes tomase
conocimiento de la forma en que los árbitros están considerando el caso, podría
adaptar su estrategia y sus argumentos para beneficio propio, alterando de ese

49
El ejemplo más conocido es el Nuevo Código Procesal Civil francés (artículo 1479). Pero también pueden verse
normas similares en las legislaciones sobre arbitraje de Rumania (Código Procesal Civil, modificado en 1993, artículo
3601), Argelia (Código de Procedimiento Civil y Administrativo, según Ley N° 08-09 del 25 de febrero de 2008, artículo
1025), Marruecos (Código Procesal Civil, artículo 327-22) y Escocia (Ley de Arbitraje de 2010, artículo 27.1).
50
LOQUIN, Eric: “Les obligations de confidentialité dans l’arbitrage”, Revue de l’arbitrage, 2006, N° 2, ps. 323 y
siguientes.
La Corte de Apelaciones de París, antes de la entrada en vigencia del artículo 1469 del NCPC, había considerado que
el secreto de las deliberaciones era predicable para los árbitros, como lo era para los jueces, aunque la violación de
ese deber no acarreaba la nulidad del laudo. Cour d’appel de París, 1ère Ch. suppl., 11/03/1981, in re Daniel Barre c.
Société los Solidaires, Revue de l’arbitrage, 1982, ps. 84 y siguientes.
Esta asimilación se ha hecho también en otros sistemas jurídicos: “El secreto profesional que obliga a un juez estatal
también debe obligar a un árbitro. Y quizás en este último caso es todavía más imperativo, dado que el arbitraje es una
forma privada de solución de controversias en la que nada es accesible al público. Las deliberaciones de los árbitros
deben estar protegidas de los curiosos, aun cuando su curiosidad sea sana”. BEDJAOUI, Mohammed: “The arbitrator:
One man-three roles: Some independent comments on the ethical and legal obligations of an arbitrator”, Journal of
International Arbitration, vol. 5, N° 1, 1988, ps. 7 y siguientes [Traducción libre del autor].
51
Cour d’appel de Paris, 1ère Ch. C, 7/10/2008, in re SAS Merial c. Klocke Verpackung-Service GMBH, Revue de
l’arbitrage, 2009, p. 352.

128 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

modo la igualdad de oportunidades que ambas deben tener para defender su


caso; (ii) si se conociese su pensamiento antes de dictar el laudo, los árbitros
estarían sujetos a mayores presiones52.
La lógica de esta regla es irrebatible. Conforme la mayoría de las leyes y
reglamentos, los árbitros deben “tratar a las partes con igualdad y darse a cada
una de ellas plena oportunidad de hacer valer sus derechos53” y la divulgación
por los árbitros del contenido de las deliberaciones, además de violar la más
elemental regla de prudencia, constituye una flagrante infracción a ese deber54.
También es incuestionable su utilidad práctica. La independencia de los árbitros
debe ser celosamente resguardada, pues constituye la mejor garantía de seriedad
en un arbitraje, lo que justifica extremar los recaudos para evitar que se filtre a
las partes información sobre lo que aquellos están considerando antes de dictar
el laudo55.
Se ha discutido, a este respecto, si la expresión de una disidencia, la
exteriorización, por uno de los árbitros, de un voto disidente al de la mayoría,
implica infringir este deber56. La doctrina tradicional francesa era de la opinión de
que al identificarse a uno de los árbitros como portador de una opinión distinta a
la de la mayoría, se estaba en presencia de una infracción al deber de mantener en
secreto las deliberaciones del tribunal57. Sin embargo, la tendencia actual parece
ir en sentido contrario: las disidencias son generalmente permitidas por la ley,
por el reglamento o por la práctica arbitral y no necesariamente constituyen una
violación al deber de confidencialidad58, en la medida que no esté revelando las
opiniones individuales de los árbitros que conforman la mayoría59, o el detalle de
52
LOQUIN: op. cit.
53
Artículo 18, Ley Modelo de UNCITRAL. Este principio, con pequeños matices, está reproducido en casi todas las
leyes y reglamentos arbitrales.
54
“El secreto de los debates contribuye también a reforzar la independencia de raciocinio y la libertad de decisión
de cada árbitro, amén de consolidar el principio de igualdad de las partes no solo hasta que acaezca el laudo arbitral,
sino con posterioridad al mismo”. FERNÁNDEZ ROZAS, José Carlos: “Trayectoria y contornos del mito de la
confidencialidad en el arbitraje comercial”, Revista de Arbitraje Comercial y de Inversiones, vol. II, Nº 2, 2009, ps.
335 y siguientes.
55
“La confidencialidad de las deliberaciones internas del tribunal arbitral es esencial para una discusión franca y abierta
de los árbitros. La idea de que el arbitraje es confidencial debe tener su mayor firmeza cuando es aplicada a las
deliberaciones internas de los árbitros”. SMIT, Hans: “Dissenting opinions in arbitration”, en ICC Bulletin, vol. 15, N°
1, 2004, ps. 37 y siguientes [Traducción libre del autor].
“[El hecho de que un árbitro] filtre a las partes las deliberaciones secretas de los árbitros [puede] poner a una de
aquellas, por ejemplo la que no está satisfecha con la aplicación de la ley o la apreciación de los hechos, en posición
de interferir en el procedimiento o cuestionar el laudo”. FRANCK, Susan D.: “The role of international arbitrators”,
International Law Students Association Journal of International and Comparative Law, vol. 12, 2006, ps. 499 y
siguientes [Traducción libre del autor].
56
Acerca del problema de los votos disidentes en general, y de las formas de lidiar con él, puede verse ARROYO,
Manuel: “Dealing with dissenting opinions in the award: Some options for the Tribunal”, ASA Bulletin, vol. 26, N° 3,
2008, ps. 437 y siguientes.
57
BREDIN, Jean-Denis: “Le secret de délibéré arbitral”, en Études offertes à Pierre Bellet, ed. Litec, París, 1991, ps. 71 y
siguientes; DE BOISSÉSON, Matthieu: Le droit français de l’arbitrage interne et international, ed. GLN-Joly, París, 1990, p.
802. Conforme este último autor, con la emisión de un voto disidente por parte de uno de los árbitros, el secreto de
las deliberaciones está en peligro: “aun cuando el autor de la opinión minoritaria no describa expresamente cómo se
llevaron a cabo las deliberaciones, su opinión de todas maneras reflejará cómo fue abordado el problema, cuáles fueron
las discusiones relevantes y cómo se adoptó la decisión final”. DE BOISSÉSON: op. cit. [Traducción libre del autor]
58
CLAY: op. cit., p. 601; CAMPELLO DE MENEZES, Caio: “O voto divergente em arbitragems comerciais
internacionais”, Revista de Arbitragem e Mediação, vol. 8, enero-marzo de 2006, ps. 17 y siguientes.
59
FOUCHARD, Philippe, GAILLARD, Emmanuel y GOLDMAN, Berthold: Traité de l’arbitrage commercial international,
ed. Litec, París, 1996, p. 629. En igual sentido, LALIVE, Pierre, POUDRET, Jean-Francois y REYMOND, Claude: Le

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 129


Roque J. Caivano

las discusiones que los árbitros mantuvieron durante las deliberaciones60. Mucho
menos si el laudo indica que ha sido dictado por unanimidad61.
En otras palabras: “Un voto disidente solo expresa una valoración diferente de
los hechos del caso o, más raramente, una interpretación diferente de los puntos
de derecho. No necesariamente implica revelar el contenido de las deliberaciones
en sí mismas, es decir, el proceso a través del cual cada árbitro da forma a su
opinión, ni los argumentos debatidos, ni las consideraciones hechas por unos u
otros ni, eventualmente, las ‘negociaciones’ entre los árbitros que dieron lugar
a la formación de la mayoría. Si esto sucediera, cualquier indicación en este
sentido caería fuera del concepto de ‘voto disidente’ y constituiría una desviación
inaceptable”62. Pero la emisión de un voto disidente “no equivale, en sí misma, a
una violación al secreto de las deliberaciones o a la confidencialidad”63.

3. Las consecuencias de la infracción al deber de confidencialidad de los


árbitros

Antes de entrar al examen de los efectos que puede acarrear la violación de los
árbitros a su deber de confidencialidad, es conveniente hacer una referencia
previa sobre los efectos de esta infracción en general.
3.1. Efectos de la violación del deber de confidencialidad, en general
La determinación de las consecuencias de una violación al deber de confidencialidad
depende de muchos factores, por lo que no es posible dar una respuesta única
para todas las posibles situaciones64. En esencia, la solución puede variar según
cuál sea el sistema legal aplicable, la fuente que se atribuya a ese deber y la relación
que exista entre el ofensor y el agraviado.
La condición sine qua non que debe darse para que la violación al deber de
confidencialidad proyecte consecuencias es que ese deber exista y que cubra la
específica situación que se invoca, cuestiones que suelen no ser claras, desde
que puede estar en duda la existencia misma de la confidencialidad y su alcance
objetivo o material. Pero con ello no es suficiente: aun si existiera ese deber,
y la información divulgada estuviese protegida por él, es preciso indagar si
el autor de la revelación era de aquellos que estaban obligados a mantener la
droit de l’arbitrage interne et international en Suisse, ed. Payot, Lausana, 1989, ps. 416 y siguiente; LÉVY, Laurent: “Dissenting
opinions in international arbitration in Switzerland”, Arbitration International, vol. 5, N° 1, 1989, ps. 35 y siguientes;
FERNÁNDEZ ROZAS: op. cit.
60
BORN, Gary: International commercial arbitration, ed. Kluwer Law International, 2ª edición, 2009, p. 2467.
61
Cour d’appel de Bruxelles, 6/12/2000, J.T. 2001, p. 572. En contra, la Corte de Apelaciones de Rouen, hace un
cuarto de siglo, interpretó que la mención, en el laudo, de que éste había sido adoptado por unanimidad, violaba el
principio del secreto de las deliberaciones (aunque esa violación no era susceptible de sanción). Cour d’appel de Rouen,
16/04/1986, Revue de l’arbitrage, 1988, p. 327.
62
WERNER, Jacques: “Dissenting opinions: Beyond fears”, Journal of International Arbitration, vol. 9, N° 4, 1992,
ps. 23 y siguientes [Traducción libre del autor].
63
REES, Peter J. y ROHN, Patrick: “Dissenting opinions: Can they fulfil a beneficial role?”, Arbitration International,
vol. 25, N° 3, 2009, ps. 329 y siguientes [Traducción libre del autor].
64
RUBINO-SAMMARTANO, Mauro: International arbitration. Law and practice, ed. Kluwer Law International, 2ª edición,
2001, ps. 804 y siguientes.

130 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

confidencialidad, y si lo estaba respecto de quien invoca la violación de ese deber.


En ese caso, deberá examinarse cuál es el vínculo existente entre el infractor y el
perjudicado por la difusión de información confidencial.
Dicho de otra manera, la violación a la confidencialidad solo será susceptible
de proyectar consecuencias si se dieran, acumulativamente, todas las siguientes
condiciones: (i) existe un deber de confidencialidad; (ii) la información revelada o
publicada está protegida por ese deber; (iii) el autor de la divulgación es “deudor”
de ese deber; y (iv) el perjudicado es “acreedor” de ese deber.
Desde el punto de vista del derecho general, si existe, el deber de
confidencialidad crea en cabeza de alguien una obligación. En su aspecto
material, en tanto implica el imperativo primario de “no divulgar”, simplificando
su análisis podríamos decir que estamos en presencia de un deber de abstención,
de una obligación de “no hacer”65. En su aspecto personal, como toda obligación,
genera un vínculo de sujeción entre dos partes: un deudor y un acreedor. Una
de las particularidades del deber de confidencialidad en el arbitraje es que puede
nacer de una diversidad de fuentes (la ley, el reglamento, un convenio) y que
en un arbitraje intervienen varios sujetos (las partes, los árbitros, los testigos o
peritos, la institución que administra el arbitraje) que, a su vez, se relacionan entre
sí a través de una red de vínculos también múltiples (parte-parte, parte-árbitro,
árbitro-institución, parte-institución, parte-testigo, árbitro-testigo, institución-
testigo, etcétera).
En ese verdadero enjambre de relaciones jurídicas, las combinaciones pueden
ser casi infinitas. Y presentan no pocas dificultades a la hora de identificar quiénes
son, respectivamente, deudores y acreedores del deber de confidencialidad. Si
éste nace de la ley, habrá que analizar quién es la persona en cuya cabeza la
ley pone esa obligación y en protección de los intereses de quién lo hace66. Si
nace de un convenio, habrá que verificar quiénes son deudores y acreedores de
ese deber, que no necesariamente coincidirán con las personas que hayan sido
parte de ese acuerdo67. Si nace del reglamento, habrá que examinar quiénes de
todos los participantes están sujetos a esas normas, cuya aplicación es usualmente
consecuencia de su voluntaria aceptación.

65
En un examen más exhaustivo, podría considerarse que el deber de confidencialidad importa mucho más que la
simple abstención de divulgar cierta información, y que apareja también el deber de tomar todas las acciones necesarias
para impedir que ella sea divulgada. De cualquier manera, nuestro análisis no variaría, toda vez que las obligaciones de
“no hacer” son la contracara de las obligaciones “de hacer”, y su régimen legal es el mismo.
66
Lo primero suele ser relativamente sencillo si la ley, además de establecer la confidencialidad, también determina
sobre quiénes pesa esa obligación (aun así, como vimos en el capítulo 1, hay muchas legislaciones que solo disponen
la confidencialidad como un “principio” del arbitraje, sin precisar su alcance objetivo ni subjetivo). Lo segundo no lo
es tanto, ya que aun las que identifican a los obligados, no suelen precisar quiénes serían los legitimados para exigirlo o
para reclamar una compensación por los daños que su incumplimiento produzca.
67
La cuestión es bastante más compleja, pues si bien el principio general es que los contratos solo producen efectos
entre las partes, esto es relativamente más estricto en el aspecto pasivo que en el activo. Salvo excepciones, los contratos
no pueden hacer nacer obligaciones en cabeza de terceros; pero son muchas más las hipótesis en que un tercero puede
invocar derechos nacidos de un contrato en el cual no fue parte. Ver, en general, LARROUMET, Christian: “Promesse
pour autrui, stipulation pour autrui et arbitrage”, Revue de l’arbitrage, 2005, N° 4, ps. 903 y siguientes.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 131


Roque J. Caivano

Así como es posible que el deber de confidencialidad se extienda objetivamente


solo a algunos aspectos, también es posible que alcance subjetivamente a
algunos de los participantes. Y es aún posible que el obligado a mantener la
confidencialidad no lo esté respecto de todos los sujetos de un arbitraje, sino solo
de algunos de ellos.
Nos limitaremos aquí a analizar cuáles pueden ser las consecuencias de la
violación del deber de confidencialidad por parte de los árbitros. A este respecto,
anticipamos que las soluciones dependen, sustancialmente, del ordenamiento
jurídico al cual estén sujetos, y de las específicas reglas de conducta que puedan
vincularlos con la institución que administra el arbitraje. Sin embargo, es posible
pensar en tres ámbitos diferentes en los cuales esa conducta antijurídica podría
proyectar consecuencias para los árbitros (civil, penal y disciplinariamente),
y en una posible consecuencia específica, respecto de la nulidad del laudo.
Analizaremos estas cuestiones en los parágrafos subsiguientes.
3.2. La responsabilidad civil de los árbitros

3.2.1. Responsabilidad vs. inmunidad de los árbitros


La cuestión de la responsabilidad de los árbitros no es un tema sobre el cual
pueda darse una respuesta universal, ya que los distintos sistemas jurídicos suelen
variar de manera significativa: mientras en algunos el principio es que los árbitros
son civilmente responsables, en otros prevalece el criterio opuesto, sentando la
inmunidad como regla68. Sin pretender ahondar en este tema, que justificaría una
obra completa, señalaremos algunos de los postulados básicos de los principales
sistemas en relación con el tema más amplio de la responsabilidad de los árbitros,
con miras a establecer algunos principios que sirvan de ayuda para determinar las
consecuencias posibles de la violación al deber de confidencialidad.
Lo primero que salta a la vista en una aproximación general a los sistemas
legales que regulan la responsabilidad de los árbitros es que existe una tendencia
a extender a éstos el régimen de responsabilidad previsto para los jueces. Como
corolario de ello, existen dos corrientes bien marcadas en orden al principio
general: los que consagran la inmunidad y los que preconizan la responsabilidad
de los árbitros69.
68
Sobre este tema pueden verse dos completísimos trabajos: HAUSMANINGER, Christian: “Civil liability of
arbitrators. Comparative analysis and proposals for reform”, Journal of International Arbitration, vol. 7, N° 1990, ps.
7 y siguientes; y, más recientemente, FRANCK, Susan D.: “The liability of international arbitrators: A comparative
analysis and proposal for qualified immunity”, New York Law School Journal of International and Comparative
Law, vol. 20, N° 1, 2000, ps. 1 y siguientes. Asimismo, LALIVE, Pierre: “Irresponsibility in international commercial
arbitration”, Asia Pacific Law Review, vol. 7, N° 2, 1999, ps. 161 y siguientes.
69
Naturalmente, en ambos casos, se trata de principios generales, que admiten variadas excepciones. Y, también en
ambos casos, los sistemas no están exentos de críticas ni de autores que abogan por su modificación. Ver, por ejemplo,
los dos primeros trabajos citados en la nota precedente. Además, RUTLEDGE, Peter B.: “Toward a contractual
approach for arbitral immunity”, Georgia Law Review, vol. 39, 2004, ps. 151 y siguientes. Este último autor propone
reemplazar el sistema de inmunidad de los derechos anglosajones por un sistema de responsabilidad general, sujeto a
excepciones contractualmente pactadas.
Ver, también, TRULI, Emmanuela: “Liability vs. quasi-judicial immunity of the arbitrator: The case against absolute
arbitral immunity”, The American Review of International Arbitration, vol. 17, N° 3, 2006, ps. 383 y siguientes. La

132 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

Ejemplo de los primeros son los países del common law.


En Inglaterra, la doctrina de la inmunidad judicial, sentada por la Cámara
de los Lores a principios del siglo XVII70, fue luego aplicada por analogía a los
árbitros, al interpretar que este principio, establecido para garantizar una más
rápida y eficiente administración de justicia, es igualmente predicable respecto
de los árbitros que “están en la misma posición que los jueces, llevan a cabo
más o menos la misma función y la ley ha reconocido por décadas que el orden
público requiere que a ellos también se les acuerde la misma inmunidad”71. Más
recientemente, este principio fue incorporado como regla en la propia Ley de
Arbitraje de 1996, cuyo artículo 29 dispone que los árbitros (e inclusive sus
empleados o agentes) no serán responsables por actos realizados en el desempeño
real o presunto de las funciones que le han sido encomendadas, salvo que se
demuestre la mala fe en su actuación o la responsabilidad en que pueda incurrir
en razón de su renuncia.
Similar ha sido la evolución en los EE.UU.: inspirados en la doctrina de la
inmunidad judicial, establecida por la Corte Suprema en 1872 en el caso “Bradley
v. Fisher”72, los tribunales comenzaron a extender esta misma doctrina a los
árbitros73. Asimilando a los árbitros con los jueces, en 1880, un tribunal de Iowa
resolvió que un árbitro no puede ser demandado por daños74, y pocos años más
tarde la Corte Suprema de Massachusetts consideró a los árbitros dignos de esa
protección, para preservar su independencia, imparcialidad y libertad de criterio,
afirmando que éstos son “cuasi-jueces” y cumplen una función judicial75.
En otros países del common law la situación es similar76. En Australia, la
inmunidad de los árbitros está actualmente establecida en la legislación, tanto para
arbitrajes internacionales como domésticos: la Ley de Arbitraje Internacional de
1974, recientemente reformada por Ley 97 de 2010, dispone que los árbitros no
son responsables por acciones u omisiones en que hubiesen incurrido de buena fe
(artículo 28.1), redacción que repite casi literalmente la Ley de Arbitraje Comercial
de 2010 (artículo 39.1)77. En Singapur, la Ley de Arbitraje Internacional de 2001

autora sugiere la conveniencia de un régimen de “inmunidad calificada”, que mantenga el principio general pero que
establezca ciertos supuestos en los cuales el árbitro sería responsable.
70
House of Lords, 1607, in re Floyd & Barker, 77 Eng. Rep. 1305 (1607); Ídem, 1612, in re The Case of the Marshalsea,
77 Eng. Rep. 1027 (1612).
71
House of Lords, 1974, in re Sutcliffe v. Thakrah [1974] AC 727 [Traducción libre del autor].
72
US Supreme Court, 1872, in re Bradley v. Fisher, 80 U.S. (13 Wall.) 335, 20 L.Ed. 646 (1872).
73
“El alcance y los límites de la inmunidad de los árbitros han sido determinados por el grado de ‘comparabilidad
funcional’ que existe entre el rol de los árbitros y el de los jueces”. NOLAN, Dennis R. y ABRAMS, Roger I.: “The
arbitrator’s immunity from suit and subpoena”, en Arbitration 1987: Proceedings of the 40th Annual Meeting, ed. National
Academy of Arbitrators, 1988, ps. 149 y siguientes. [Traducción libre del autor]
74
Jones v. Brown, 54 Iowa 74, 78, 6 N.W. 140, 37 Am. Rep. 185 (1880).
75
Supreme Court of Massachusetts, 1884, in re Hoosac Tunnel Dock and Elevator v. O’Brien, 137 Mass. 424; 1884
Mass. LEXIS 287 (1884).
76
Ver, en general, HWANG, Michael, CHUNG, Katie y CHENG, Fong Lee: “Claims against arbitrators for breach
of ethical duties”, en ROVINE, Arthur W. (ed.): Contemporary issues in international commercial arbitration and mediation. The
Fordham papers 2007, ed. Martinus Nijhoff Publishers, Leiden, 2008, ps. 225 y siguientes.
77
La anterior Ley de Arbitraje doméstico (Commercial Arbitration Act, de 1985), luego de sentar el principio general en
términos similares, aclaraba que sí sería responsable por acciones u omisiones fraudulentas (artículo 51).

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 133


Roque J. Caivano

prescribe que los árbitros no serán responsables por negligencia ni por errores
de hecho, de procedimiento o de prueba cometidos en el curso del proceso o al
dictar el laudo (artículo 25).
En general, en los países cuyo sistema jurídico está basado en el derecho
romano, la solución es la opuesta: la regla suele ser la responsabilidad de los
árbitros por incumplimiento de sus deberes.
El Código Procesal Civil y Comercial de la Nación argentina establece el
principio general de la responsabilidad de los árbitros y, además, contempla una
situación particular, enderezada a la omisión de dictar el laudo. En el primero
determina que “la aceptación de los árbitros dará derecho a las partes para
compelerlos a que cumplan con su cometido, bajo pena de responder por daños
y perjuicios” (artículo 745); en el segundo, dispone: “Los árbitros que, sin causa
justificada, no pronunciaren el laudo dentro del plazo, carecerán de derecho a
honorarios. Serán asimismo responsables por los daños y perjuicios” (artículo
756)78.
Lo que se desprende de las mencionadas normas de la legislación argentina,
especialmente de la primera, es que no existe limitación alguna establecida en la
ley acerca del alcance de la responsabilidad de los árbitros. El artículo 745 citado,
lejos de restringirla, ratifica la pauta general del régimen de responsabilidad civil
del derecho argentino: tanto en materia contractual como extracontractual, el
principio es que los daños causados por culpa o dolo son resarcibles79. Sobre
esa base, un autor sistematiza los supuestos que podrían generar responsabilidad
a un árbitro señalando dos causales genéricas principales y algunas específicas:
las primeras serían el ocultamiento de causas de excusación que lo descalifican
como tal y el incumplimiento (o cumplimiento defectuoso) de su cometido; y
las formas de incumplimiento específico consistirían en dejar vencer el plazo
sin producir el laudo o dictar un laudo que contenga causales de nulidad que lo
invaliden como tal80.

78
No obstante la amplitud de esta norma, una autora aboga por “una regulación más estricta” de la responsabilidad de
los árbitros. DIOGUARDI, Juana: “Responsabilidad de los árbitros y revisión de la cosa juzgada”, Rev. La Ley, 2005-A,
ps. 1401 y siguientes.
Por contraste, el Proyecto de Código Civil argentino de 1998 limitaba la responsabilidad de jueces y árbitros a daños
causados por “dolo o culpa grave” (artículo 1686.b). Un comentario crítico a esta proyectada disposición puede verse en
MOSSET ITURRASPE, Jorge: “Responsables privilegiados. Los jueces”, Rev. El Derecho, 186, ps. 1169 y siguientes.
79
“El árbitro, como cualquier persona que con su accionar ilícito cause un daño, está expuesto a la acción de
responsabilidad mediante la cual el damnificado pretenderá el resarcimiento de los perjuicios. En este supuesto, la
responsabilidad encuentra base en el incumplimiento de sus obligaciones o en el ejercicio irregular de sus facultades. El
árbitro responde civilmente conforme las reglas generales: existiendo un daño causado por dolo, culpa o negligencia,
nace la obligación de resarcir (artículos 506, 511,1066 y siguientes, Código Civil)”. CAIVANO, Roque J.: Arbitraje, ed.
Ad Hoc, 2ª edición, Buenos Aires, 2006, ps. 176 y 177.
80
GREGORINI CLUSELLAS, Eduardo L.: “El arbitraje y la responsabilidad de los árbitros”, Rev. La Ley, 2008-F,
ps. 816 y siguientes.

134 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

Similares reglas, estableciendo la responsabilidad de los árbitros por el


incumplimiento de sus deberes en general, se encuentran –por ejemplo– en los
ordenamientos boliviano81, español82, peruano83, o uruguayo84. No encontramos
normas específicas en el derecho suizo, pero la doctrina considera que los
árbitros incurrirían en responsabilidad civil ante la violación del deber de
confidencialidad85.
No obstante que la Ley de Arbitraje de Finlandia no contiene previsión alguna
sobre la responsabilidad de los árbitros, la Corte Suprema resolvió, en 2005, que
un árbitro era responsable por los daños y perjuicios ocasionados –en el caso, por
haber sido anulado el laudo luego de conocerse que existían causales no reveladas
que hubiesen justificado la recusación del árbitro–, sobre la base de interpretar
que la relación entre un árbitro y las partes es de naturaleza contractual y aplican
los principios generales sobre responsabilidad derivada del incumplimiento de
un contrato86.
En El Salvador, el Reglamento General de la Ley de Mediación, Conciliación y
Arbitraje (Decreto Ejecutivo Nº 65 del 2 de septiembre de 2003) dispone que para
funcionar como tales, los Centros de Arbitraje deben contar con autorización del
Ministerio de Gobernación (artículo 6). Dichos centros quedan, así, sometidos a
la fiscalización del Ministerio, que podrá aplicar sanciones por infracciones a lo
dispuesto en la Ley o en el mismo Reglamento, “sin perjuicio de la responsabilidad
civil o penal a que hubiere lugar” (artículo 28)87. El reglamento incluye, entre las
infracciones graves, el incumplimiento del deber de confidencialidad “por parte
de los árbitros o personal administrativo del Centro” (artículo 29, inciso a); y
dispone que “la aceptación del nombramiento por parte de los árbitros en el
caso del arbitraje institucional obliga a ellos y al Centro de Arbitraje respectivo,
81
Ley de Arbitraje y Conciliación, N° 1770 de 1997, artículo 15.II: “Las personas que acepten el cargo de árbitro
quedarán obligadas a cumplir su función conforme a lo pactado por las partes, lo establecido en el reglamento
institucional adoptado o lo prescripto en la presente ley. Los árbitros serán responsables civil y penalmente por el
ejercicio desleal o fraudulento de su función, por los daños ocasionados y por los delitos cometidos en el arbitraje”.
82
Ley de Arbitraje N° 60/2003, artículo 21.1: “La aceptación obliga a los árbitros y, en su caso, a la institución arbitral, a
cumplir fielmente el encargo, incurriendo, si no lo hicieren, en responsabilidad por los daños y perjuicios que causaren
por mala fe, temeridad o dolo. En los arbitrajes encomendados a una institución, el perjudicado tendrá acción directa
contra la misma, con independencia de las acciones de resarcimiento que asistan a aquélla contra los árbitros”.
83
Ley de Arbitraje, Decreto Legislativo N° 1071/2008, artículo 32: “La aceptación obliga a los árbitros y, en su caso, a
la institución arbitral, a cumplir el encargo, incurriendo si no lo hicieren, en responsabilidad por los daños y perjuicios
que causaren por dolo o culpa inexcusable”.
84
Código General del Proceso, artículo 483: “Los árbitros que aceptaren el encargo lo consignarán con su firma al
pie del compromiso o de un testimonio del mismo. La aceptación del cargo da derecho a las partes a compeler a los
árbitros a su cumplimiento bajo pena de responder por los daños y perjuicios”.
85
POUDRET, Jean-François y BESSON, Sébastien: Comparative law of international arbitration, ed. Thomson/Sweet &
Maxwell, Londres, 2007, p. 321. En el mismo sentido, BUCHER, Andreas y TSCHANZ, Pierre-Yves: International
arbitration in Switzerland, ed. Helbing & Lichtenhahn Verlag AG, Basilea, 1989, p. 65.
86
Finnish Supreme Court, 31/01/2005, in re Ruolas v. Professor J. Tepora, KKO 2005:14, comentado en MÖLLER,
Gustaf: “The Finnish Supreme Court and the liability of arbitrators”, Journal of International Arbitration, vol. 23, N°
1, ps. 95 y siguientes. Con todo, la Corte aclaró que, con la finalidad de salvaguardar la independencia de los árbitros y
evitar presiones indebidas de las partes, un árbitro solo puede ser encontrado responsable por daños en circunstancias
excepcionales.
87
Dado el alcance del reglamento, y la forma en que las sanciones están descriptas, no parece que la autoridad de
aplicación tenga facultades para sancionar a los árbitros sino únicamente a los Centros de Arbitraje. De todas maneras,
la violación parte de los árbitros al deber de confidencialidad proyecta consecuencias para el Centro en cuya lista está
inscripto, que pueden llegar inclusive a la revocación de la autorización para funcionar como tal.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 135


Roque J. Caivano

a cumplir su encargo con esmero y dedicación, incurriendo en la obligación de


reparar los daños y perjuicios que llegaren a causar a las partes o a terceros, en
caso de no hacerlo así” (artículo 32)88.
Por contraste, hay sistemas que, no obstante establecer la responsabilidad
de los árbitros, lo hacen solo respecto de determinadas conductas particulares.
Un ejemplo es el Código Procesal Civil italiano, que responsabiliza a los árbitros
por hechos determinados, entre los cuales no se contempla la violación a la
confidencialidad89. Es cierto que la legislación italiana no impone un deber de
confidencialidad pero, aun si ella fuese expresamente pactada, es dudoso que su
violación pueda aparejar la responsabilidad de los árbitros, dada la forma en que
está redactada la norma: en el primer párrafo del artículo 813-ter describe las
causales vinculadas con la inactividad del árbitro en el dictado de actos procesales
o del laudo, y en el párrafo segundo señala que “fuera de los casos precedentes,
los árbitros responden exclusivamente por dolo o culpa grave dentro de los límites
previstos en el artículo 2, incisos 2 y 3, de la Ley 117/1988 del 13 de abril de
1988”90.
La Ley brasileña de arbitraje de 1996, como vimos, solo establece que en el
desempeño de su función el árbitro deberá proceder con “discreción” (Ley de
Arbitraje N° 9307 de 1996, artículo 13.6). Si se interpretara que esa norma es
suficiente para establecer el deber de confidencialidad de los árbitros, o cuando
éste deber surja expresamente contenido en un acuerdo del que los árbitros sean
parte, su infracción podría dar lugar a responsabilidad civil, a pesar de la ausencia
de una norma expresa en tal sentido91. La doctrina ha interpretado que “dejando de
cumplir sus funciones por culpa, [el árbitro] será civilmente responsable y obligado
a reparar el daño causado a las partes”92; y que “el árbitro tiene responsabilidad
para con las partes del proceso arbitral, debiendo guardar estricto secreto, so pena
de responder por la violación de esa obligación impuesta por la ley”93.

88
Esta disposición repite, literalmente, lo establecido en el artículo 40 de la ley.
89
De un lado, dispone que responde de los daños ocasionados a las partes el árbitro que con dolo o culpa grave ha
omitido o retardado actos procesales, ha renunciado al cargo sin motivo justificado o ha omitido o impedido el dictado
del laudo dentro del plazo establecido; del otro, remite a algunas de las disposiciones relativas a la responsabilidad de los
jueces (Ley 117/1988, del 13 de abril de 1988, artículo 2, incisos 2 y 3), remisión de la cual resulta que la interpretación
de la ley o la valoración de los hechos y la prueba no puede dar lugar a responsabilidad, y que constituye culpa grave la
grave violación de la ley determinada por negligencia inexcusable, la afirmación –basada en negligencia inexcusable– de
un hecho cuya existencia está incontrastablemente excluido de los actos del procedimiento, o la negación –basada en
negligencia inexcusable– de un hecho cuya existencia resulta incontrastablemente de los actos del proceso (artículo
813-ter, texto según Decreto Legislativo 40/2006 del 2 de febrero de 2006).
90
[Énfasis añadido. Traducción libre del autor].
91
Curiosamente, no existe en la ley brasileña una norma que establezca la responsabilidad civil de los árbitros, como
lo hace el artículo 17 respecto de su responsabilidad penal. Conforme esta norma “los árbitros, en el ejercicio de sus
funciones o en razón de ellas, queda equiparados a los funcionarios públicos, a los efectos de la legislación penal”.
92
LEMES, Selma M. Ferreira: Árbitro. Princípios da independência e da imparcialidade, Ed. LTR, San Pablo, 2001, p. 157. La
autora aclara que los árbitros no responden por errores in iudicando, es decir, por la manera en que cumplen su función
jurisdiccional, sino únicamente por los desvíos de su conducta personal.
93
BATISTA MARTINS, Pedro A., LEMES, Selma M. Ferreira y CARMONA, Carlos A.: Aspectos fundamentais da Lei de
Arbitragem, ed. Forense, Rio de Janeiro, 1999, ps. 289 y siguientes.

136 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

3.2.2. La naturaleza de la relación entre los árbitros y las partes, y los remedios a que puede
dar lugar
Si, como pensamos, al aceptar el cargo los árbitros asumen implícitamente el
deber de mantener la confidencialidad, es obvio que su violación importaría
responsabilizarlos de las consecuencias dañosas que esa inconducta pueda
provocar.
Como hemos explicado en el parágrafo 2.1 precedente, los árbitros y las partes
están vinculados, jurídicamente, por una relación de naturaleza contractual. El
acuerdo que da origen a su misión se materializa con la designación y aceptación
del cargo por parte del árbitro, y de él surgen ciertas obligaciones para los árbitros94.
Entre ellas, de ese acuerdo nace, expresa o implícitamente, el deber de los árbitros
de mantener la confidencialidad de la información que conozca con motivo de su
función95. De estos dos postulados (la naturaleza contractual de la relación entre
los árbitros y las partes, y el hecho de que el deber de confidencialidad nazca de
esa relación) se deriva que la responsabilidad de los árbitros por la revelación
indebida de información confidencial deba ser analizada a la luz de los principios
generales del derecho de los contratos, y daría lugar a los remedios previstos en
cada ordenamiento para la infracción a obligaciones nacidas de un contrato.
Cabe recordar que el incumplimiento de una obligación contractual brinda
al acreedor algunos medios idóneos para proteger su derecho. Ellos son
básicamente: (a) una acción para procurar su cumplimiento forzado en especie96
, (b) una acción para resolver el contrato por la vía del pacto comisorio y reclamar
el pago de los daños e intereses97; y (c) una excepción (la exceptio non adimpleti
contactus) para impedir que una de las partes pueda exigir el cumplimiento a la
otra, siendo a su vez deudor de prestaciones exigibles98. Los dos primeros son
considerados medios “agresivos” para afrontar la situación de incumplimiento,
desde que traen como consecuencia la compulsión para obtener el cumplimiento o
la resolución del vínculo contractual que les dio origen, mientras que la excepción
de incumplimiento ha sido caracterizado como un remedio “defensivo”, en tanto
su objeto es oponerse al progreso de una acción entablada por el deudor99.
Aunque legalmente posible de intentar, el primero de los remedios (reclamar
de los árbitros el cumplimiento de la obligación de confidencialidad in natura)
94
CLAY, Thomas: L’arbitre, ed. Dalloz, París, 2001, ps. 501 y 513.
95
“[A] las facultades ínsitas de toda tarea de juzgar se le deben sumar otras [obligaciones] propias al arbitraje: una vez
que ha aceptado el cargo no puede renunciar a él sin justo motivo, y debe respetar la confidencialidad del arbitraje
evitando promocionarse con el fallo”. SANTOS BELANDRO, Rubén B.: Seis lecciones sobre el arbitraje privado (interno e
internacional), ed. Asociación de Escribanos del Uruguay, Montevideo, 2002, p. 121.
96
En el Derecho argentino, ello surge claramente de los artículos 505, incisos 1) y 2) y 1204 in fine, del Código Civil.
En el derecho anglosajón de los contratos este remedio se conoce como specific performance.
97
En el Derecho argentino, pueden verse los artículos 1203, 1204, 505 inc. 3), 506 y 511, del Código Civil. Sobre el tema,
remitimos a nuestros trabajos: CAIVANO, Roque J.: “Apuntes sobre el pacto comisorio tácito”, Rev. Jurisprudencia
Argentina, 1993-I, ps. 889 y siguientes; CAIVANO, Roque J.: “El pacto comisorio tácito y la resolución contractual por
vía judicial”, Rev. La Ley, 1996-B, ps. 625 y siguientes.
98
En el Derecho argentino, puede verse el artículo 1201 del Código Civil. Ver, asimismo, CAIVANO, Roque J.: “La
excepcion de incumplimiento contractual”, Rev. La Ley, 1995-D, ps. 667 y siguientes.
99
BENDERSKY, Mario: Incumplimiento de contrato, ed. Depalma, Buenos Aires, 1963, ps. 5 y 6.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 137


Roque J. Caivano

resultará, en la mayoría de los casos, de escasa utilidad práctica. En general,


la ejecución en especie de obligaciones de hacer suele ser compleja, dadas las
dificultades para lograr la adecuación de la conducta del deudor remiso: obtenida la
sentencia que condena a “hacer” algo, su ejecución forzada es siempre dificultosa.
Mucho más dificultosa, y poco práctica, es la acción tendiente a ejecutar una
obligación de no hacer, como la que nos ocupa. El deber de confidencialidad
traduce, principalmente, una obligación de no divulgar. Siendo que la violación
de ese deber consiste en haber difundido información que debió mantenerse en
reserva, con la infracción se habrá producido, en los hechos, una situación ya
consumada, de imposible retroceso. Esta acción podría, eventualmente, tener
algún sentido cuando se ejerza para impedir que se consume una revelación
anunciada, pero una vez hecha pública la información confidencial, la acción
destinada a forzar el cumplimiento del deber de no revelar, en la mayoría de los
casos, ya no tendrá utilidad100.
La excepción de incumplimiento tampoco parece representar un medio
idóneo para hacer valer el incumplimiento al deber de confidencialidad de los
árbitros. Como se sabe, este mecanismo es útil únicamente cuando las partes son
recíprocamente acreedor y deudor de obligaciones de cumplimiento simultáneo
y uno de ellos demanda al otro por el incumplimiento, sin haber cumplido las
obligaciones a su cargo. El demandado, en esa hipótesis, puede excepcionarse
del cumplimiento que se le reclama, con fundamento en la interdependencia
o conexión de las obligaciones emergentes de los contratos bilaterales y en la
injusticia que representaría que una de las partes pudiera exigir el cumplimiento
de las obligaciones a cargo de la otra, si por su lado no cumplió las que el
contrato puso a su cargo. Este instituto funciona como un medio compulsivo de
autodefensa, de naturaleza dilatoria101, destinado a preservar el equilibrio funcional
del contrato bilateral al impedir que quien es demandado para que cumpla una
prestación no sea condenado a cumplir si la contraparte no lo hizo. En otras
palabras, legitima la resistencia del demandado a cumplir las propias. Sin embargo,
esta excepción funciona únicamente en contratos con prestaciones recíprocas y
de cumplimiento simultáneo, y en el marco de una acción de una de las partes
tendiente a obtener el cumplimiento de las prestaciones de la otra. Por lo que es
difícil imaginar un supuesto en que ello pueda darse en la relación que los árbitros
tienen con las partes: si bien el contrato que los une puede considerarse bilateral,

100
Gráficamente se ha dicho que “los jueces pueden emitir una orden para impedir futuras violaciones a la
confidencialidad, pero si el caballo se ha escapado del establo, esa orden es de un valor relativo una vez que la
información ya ha sido divulgada”. HWANG, Michael y CHUNG, Katie Chung: “Defining the indefinable: Practical
problems of confidentiality in arbitration”, Journal of International Arbitration, vol. 26, N° 5, 2009, ps. 609 y siguientes
[Traducción libre del autor].
101
La pretensión del excepcionante puede traducirse en la expresión “no cumplo hasta que tú cumplas”. De prosperar
la excepción, no se produce la extinción de la obligación, sino su neutralización temporaria, hasta tanto el actor cumpla
u ofrezca hacerlo. La acción instaurada resulta improcedente en los términos y en el momento en que fue planteada,
pero queda intacto el derecho que la fundamentó, desde que este nace de una relación jurídica bilateral que ambas
partes consideran válida y vigente. FORTE, Roberto y DO CAMPO, Adriana R.: “Algunos aspectos de la excepción
de incumplimiento contractual”, Rev. La Ley, 1980-C, ps. 1112 y siguientes.

138 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

las prestaciones a que da lugar no son de cumplimiento simultáneo. Además, si


bien podría imaginarse una hipótesis en que un árbitro demande judicialmente
a una de las partes (por ejemplo, por el cobro de sus honorarios), la excepción
de la demandada fundada en la violación al deber de confidencialidad de aquel
supondría que el árbitro tiene la posibilidad de cumplir, lo cual es casi utópico
pues la inejecución del deber de confidencialidad es usualmente instantánea e
irremediable: una vez producida la divulgación prohibida, es prácticamente
insusceptible de subsanación ulterior.
3.2.3. Remoción o recusación del árbitro infractor. La resolución del “contrato de arbitrar”
Queda, pues, por analizar cómo funciona, en relación con el tema que nos ocupa,
el remedio propio del derecho de los contratos consistente en la facultad de una
de las partes de resolver el vínculo contractual con base en el incumplimiento de
su contraparte.
Vimos que, en general, la facultad de resolver el contrato es uno de los
remedios que habilitan los ordenamientos jurídicos frente a un incumplimiento
contractual. Cabe entonces preguntarse: ¿Puede la parte perjudicada por la
violación al deber de confidencialidad en que incurrió un árbitro resolver
el contrato con base en ese incumplimiento? Para responder esa pregunta es
necesario repasar, sucintamente, cómo funciona la resolución contractual por
incumplimiento.
Aunque coinciden los presupuestos de aplicación de ambos institutos, a
diferencia de la excepción de incumplimiento recién analizada, la resolución
del contrato no tiene por objeto dilatar temporalmente el cumplimiento de una
obligación sino provocar la extinción del vínculo contractual. La resolución por
incumplimiento se funda, también, en el sinalagma contractual propio de los
contratos bilaterales o con prestaciones recíprocas, que supone la interdependencia
de las obligaciones. En ellos, cada prestación es causa y consecuencia de la otra,
de modo que incumplida una, la otra parte está autorizada –en razón de ese
incumplimiento– a “desligarse” del contrato102. La exigencia que viene a satisfacer
el instituto de la resolución por incumplimiento es que la parte que no recibe
el beneficio esperado sea puesta en condiciones de procurarse esa prestación
faltante, y ello supone –ante todo– que dicha parte quede liberada del actual
vínculo. Más que una sanción al incumplidor, este es un medio para liberar a su
co-contratante y para restituirle la posibilidad de recurrir a otro contrato con el
cual obtener una prestación idéntica o equivalente a la que le ha faltado103.

102
Sea que se la considere una derivación de la teoría de la causa, sea que se la presente como una sanción al
incumplidor, la justificación de la facultad resolutoria es la misma: la interdependencia de las obligaciones y la necesidad
de proteger al contratante que ha obrado de buena fe. Si bien es cierto que en principio los contratos se celebran para
ser cumplidos (pacta sunt servanda), no es menos cierto que en determinadas situaciones el contrato deja de ser, para la
parte cumplidora, un instrumento útil para lograr el fin propuesto, y se convierte en un sacrificio. Cuando ello sucede
como consecuencia del incumplimiento de la contraparte, en virtud de la correlación entre ambas obligaciones, es
lógico que pueda aquél ser liberado de su obligación, permitiéndole disolver el vínculo contractual.
103
MESSINEO, Francesco: Doctrina general del contrato, ed. Ejea, Buenos Aires, 1952, tomo II, p. 345.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 139


Roque J. Caivano

Sin embargo, el ejercicio de la facultad resolutoria está condicionado a que


se cumplan una serie de recaudos: básicamente, que el contrato sea de aquellos
con prestaciones recíprocas; que exista un incumplimiento; y que el acreedor
insatisfecho no sea, también, incumplidor de las obligaciones a su cargo. Pero
no cualquier incumplimiento de una de las partes faculta a la otra a pretender la
resolución del contrato: ello solo sucederá si el incumplimiento es jurídicamente
relevante (o sea, atribuible al deudor a título de culpa o dolo), afecta a una
obligación esencial. Es pacíficamente admitido que la resolución de un contrato
es un remedio extremo, que se reserva para situaciones en que el incumplimiento
sea grave. Esta calificación significa que, para justificar la resolución, el
incumplimiento debe estar referido a una obligación principal y debe ser
importante104. Se razona que una medida extrema, como lo es la extinción del
contrato, no puede basarse sobre un incumplimiento baladí, intrascendente o de
escasa importancia105. Y ello reposa en razones de la más estricta equidad: dado
el fundamento de la resolución del contrato, no es posible admitirla sino cuando
el incumplimiento que la justifica afecta su contenido esencial, de manera que
producido el incumplimiento, el acreedor ya no tendrá interés, o habrá disminuido
su interés en la ejecución ulterior. Debe tratarse de un incumplimiento que sea
capaz de perturbar la interdependencia funcional entre las prestaciones106.
Esta limitación al ejercicio de la facultad resolutoria por incumplimiento,
implícita en la legislación argentina, es expresa en otras, como por ejemplo la
legislación italiana107, o los Principios UNIDROIT sobre los contratos comerciales
internacionales108.
El caso más claro de un incumplimiento capaz de provocar la resolución del
contrato es el incumplimiento total: si el deudor no ha cumplido ninguna de las
obligaciones que el contrato le imponía, “la valoración de la importancia del

104
Si bien la legislación argentina no recoge este requisito de modo expreso, doctrina y jurisprudencia se han pronunciado
coincidentemente interpretando que esta es una exigencia implícita. A modo de ejemplo, en las Sextas Jornadas
Nacionales de Derecho Civil (Santa Fe, 1977) se aprobó el siguiente despacho: “Importancia del incumplimiento: para
que proceda la resolución por incumplimiento, es menester que éste sea de suficiente entidad, quedando su aplicación
a criterio judicial, conforme a los principios de la buena fe y del abuso del derecho. Cuando se trate de pacto comisorio
expreso, deberá considerarse también la intención de las partes al estipularlo”.
105
En principio, para habilitar esta solución el incumplimiento debe ser total (o, si es parcial, debe ser importante), debe
recaer sobre obligaciones principales (aquellas que dieron sentido y razón de ser al contrato mismo) y ser de suficiente
entidad como para quitar interés al acreedor respecto de la ejecución ulterior. MIQUEL, Juan L.: Resolución de los contratos
por incumplimiento, ed. Depalma, Buenos Aires, 1979, p. 126.
106
GASTALDI, José María: Pacto comisorio, ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1985, ps. 138 y 139.
107
La facultad resolutoria está consagrada como un derecho del acreedor frente al incumplimiento de su contraparte:
“En los contratos con prestaciones recíprocas, cuando uno de los contratantes incumpla sus obligaciones, el otro
puede optar por exigir el cumplimiento o la resolución del contrato, salvo, en cualquier caso, el resarcimiento del daño”
(artículo 1453). Pero el Código aclara que “el contrato no podrá resolverse si el incumplimiento de una de las partes
tiene escasa importancia en relación con el interés de la otra” (artículo 1455) [Traducciones libres del autor].
108
Artículo 7.3.1: “(1) Una parte puede resolver el contrato si la falta de cumplimiento de una de las obligaciones de
la otra parte constituye un incumplimiento esencial. (2) Para determinar si la falta de cumplimiento de una obligación
constituye un incumplimiento esencial se tendrá en cuenta, en particular, si: (a) el incumplimiento priva sustancialmente
a la parte perjudicada de lo que tenía derecho a esperar en virtud del contrato, a menos que la otra parte no hubiera
previsto ni podido prever razonablemente ese resultado; (b) la ejecución estricta de la prestación insatisfecha era
esencial según el contrato; (c) el incumplimiento fue intencional o temerario; (d) el incumplimiento da a la parte
perjudicada razones para desconfiar de que la otra cumplirá en el futuro; (e) la resolución del contrato hará sufrir a la
parte incumplidora una pérdida desproporcionada como consecuencia de su preparación o cumplimiento”.

140 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

incumplimiento a los efectos de la resolución es simple, pues al omitirse todo


cumplimiento no hay duda que la resolución puede funcionar”109. Más compleja
es la situación en supuestos de incumplimiento parcial o defectuoso. Cuando el
deudor solo satisface algunas de las prestaciones a su cargo pero no todas, “una
pauta para determinar si el incumplimiento parcial es causal de resolución está en
determinar si el cumplimiento parcial satisface o no al acreedor desde el punto de
vista de la utilidad que el contrato debía reportarle”110. Y cuando la conducta del
deudor no ha sido exactamente la prometida, “debe tenerse en cuenta también
la gravedad de la falta de adecuación del objeto al prometido, pues no cualquier
diferencia puede dar lugar a la acción de resolución”111.
La apreciación de la envergadura del incumplimiento queda, siempre, librada
al prudente y razonado arbitrio del juzgador, de acuerdo a las circunstancias
concurrentes del caso: el magistrado deberá observar en el caso concreto
sometido a su decisión si el incumplimiento en cualquiera de sus formas, total
o parcial, o cumplimiento defectuoso, deja o es capaz de dejar insatisfecho
el interés del acreedor, habida cuenta de la interdependencia funcional de las
prestaciones correlativas, según así lo indica el fundamento mismo del derecho
a la resolución112. A fin de admitir o no el ejercicio del pacto comisorio, en
consecuencia, dos son los principales elementos a ponderar: en qué medida el
deudor ha observado o infringido el deber jurídico que le incumbía y en qué
medida el acreedor ha recibido satisfacción o ha sido vulnerado el interés a cuya
consecución se enderezaba la relación jurídica113.
Aplicando estos principios y razonamientos a la cuestión en análisis, puede
concluirse que el ejercicio de la facultad de resolver el contrato de arbitrar por
incumplimiento de uno de los árbitros al deber de confidencialidad será, en
principio, posible114.
La relación de confianza que supone la designación de un árbitro115, y las
expectativas que las partes tienen sobre sus cualidades morales116, sobre su
discreción y reserva, justifican que deba responder por el incumplimiento de
109
GASTALDI: op. cit., p. 140.
110
GASTALDI: op. cit., p. 142.
111
GASTALDI: op. cit., p. 143.
112
HALPERIN, Isaac: Resolución de los contratos comerciales, ed. Depalma, Buenos Aires, 1965, ps. 26 y 27.
113
ARICO, Rodolfo y CARRER, Mario: “Entidad del incumplimiento que autoriza la resolución del contrato”, Rev.
La Ley, 1989-C, ps. 1031 y siguientes.
114
Decimos “en principio”, porque también debe ponderarse la naturaleza o la entidad de la información revelada: no
es lo mismo divulgar aspectos fundamentales del arbitraje que hacerlo respecto de cuestiones apenas incidentales. Si
ya es discutible que un incumplimiento total de una sola de las varias obligaciones que nacen de un contrato pueda dar
lugar a su resolución, más discutible sería si se trata de un incumplimiento parcial –o del cumplimiento defectuoso– de
algunas de aquellas.
115
“El arbitraje reposa sobre la confianza de las partes en los árbitros”. LALIVE, Pierre: “Le choix de l’arbitre”, en
Mélanges Jacques Robert, ‘Libertés’, ed. Montchrestien, París, 1998, ps. 353 y siguientes [Traducción libre del autor].
116
Además del talento o la experiencia, la “integridad personal” del árbitro es uno de los factores relevantes a considerar
cuando se elige un árbitro. GRIGERA NAÓN, Horacio A.: “Factors to consider in choosing an efficient arbitrator”,
ICCA Congress series, N° 9, 1999, ps. 286 y siguientes.
Los árbitros son elegidos por sus “virtudes”, que representan el “capital simbólico” adquirido a través de su carrera
profesional o académica. DEZALAY, Yves y GARTH, Bryant G.: “Dealing in virtue: International commercial
arbitration and the construction of a transnational legal order”, ed. The University of Chicago Press, Chicago, 1996,
p. 8. Ver, asimismo, RAU, Alan Scott: “On integrity in private judging”, Arbitration International, vol. 14, N° 2, 1998,
ps. 115 y siguientes.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 141


Roque J. Caivano

esa obligación117. Difícilmente pueda argumentarse que la del árbitro es una


obligación accesoria, pues parece estar dentro de aquellas principalmente tenidas
en mira por las partes al celebrar dicho acuerdo. Consideramos que, para los
árbitros, esta es una de las obligaciones esenciales, y que, si la revelación se
produce respecto de una información confidencial e importante, la infracción
constituye un incumplimiento grave que justifica la resolución del contrato.
Desde luego, ello importaría la extinción del acuerdo entre las partes y el
árbitro infractor, que solo afectaría la continuidad de su actuación como tal. El
árbitro sería removido de su cargo y se procederá a su sustitución, sin afectar la
vigencia del acuerdo arbitral.
Bajo el Reglamento de la CCI, la violación al deber de confidencialidad de
un árbitro podría dar lugar a su remoción y, eventualmente, a su recusación. Por
un lado, el reglamento faculta a la Corte Internacional de Arbitraje a “sustituir”
a un árbitro cuando éste no cumple con sus funciones de conformidad con
el Reglamento (artículo 12.2)118. Por el otro, prevé el derecho de las partes de
formular una demanda de recusación “fundada en una alegación de falta de
independencia o en cualquier otro motivo” (artículo 11.1).
3.2.4. La reparación de los perjuicios ocasionados
Además de los específicos remedios a que nos hemos referido en los parágrafos
anteriores, la parte perjudicada por la infracción de un árbitro al deber de
confidencialidad tiene a su disposición la acción para ser resarcido de los
daños que aquella le ha ocasionado. Sea que opte por la ejecución forzada de la
obligación, sea que escoja resolver el contrato que lo une con el árbitro, siempre
podrá reclamar la reparación de los daños sufridos.
En efecto, una conducta antijurídica, entendida como aquella que –infringiendo
un deber legal u obligación contractual– causa un daño a otro sin justificación,
compromete la responsabilidad civil del autor. La antijuridicidad, una noción
consustancial a la responsabilidad civil, no es exclusiva de la responsabilidad
extracontractual, sino que también tiene aplicación en la responsabilidad
obligacional o contractual119. De modo que la inejecución de un deber
contractualmente asumido genera la obligación de reparar los perjuicios que ese
incumplimiento hubiese ocasionado120.
117
Se ha dicho que, en el derecho francés, los árbitros que violan el deber de confidencialidad podrían ser removidos o
recusados. DELVOLVÉ, Jean-Louis, ROUCHE, Jean y POINTON, Gerald H.: French arbitration. Law and practice, ed.
Kluwer Law International, 2003, ps. 101 y 102.
118
Esta norma sería, a juicio de Silva Romero, una consecuencia derivada del “contrato de colaboración arbitral”
que se forma entre la institución y el árbitro cuando aquella toma nota de la designación de un árbitro, lo confirma
o directamente lo nombra. Este contrato, de naturaleza bilateral, engendra obligaciones para ambas partes, siendo la
principal que contraen los árbitros la de “conducir el procedimiento arbitral de conformidad con las disposiciones del
reglamento de arbitraje de la misma”. SILVA ROMERO, Eduardo: “El arbitraje institucional y sus contratos aledaños”,
en MANTILLA ESPINOSA, Fabricio y TERNERA BARRIOS, Francisco (dirs.): Los contratos en el Derecho privado, ed.
Universidad del Rosario y Legis, Bogotá, 2007, ps. 657 y siguientes.
119
ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde: Resarcimiento de daños, ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1999, tomo 4, p. 314.
120
“[P]ara que quede comprometida la responsabilidad de un sujeto se requiere que éste haya violado previamente un
deber jurídico (responsabilidad extracontractual o aquiliana) que se hallaba a su cargo o contrariado una obligación
contractual que contrajera (responsabilidad contractual), sea por acción u omisión imputable a él [...] Cuando la

142 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

Ello, claro está, exigirá que se demuestre que existieron perjuicios, así como
su cuantía y la relación de causalidad entre ellos y la infracción, prueba que no
siempre será sencilla en la práctica121.
3.3. La responsabilidad penal de los árbitros
En la Argentina y en Francia, la amplitud con que está concebido el delito de
violación de secretos podría hacer incurrir a los árbitros en responsabilidad penal.
En efecto, conforme el Código Penal argentino, incurre en este delito quien
“teniendo noticia, por razón de su estado, oficio, empleo, profesión o arte, de un
secreto cuya divulgación pueda causar daño, lo revelare sin justa causa” (artículo
156). En el derecho francés, el Código Penal describe la conducta punible como
“la revelación de una información de carácter secreto por una persona que sea
depositaria de ese secreto por su estado o profesión, o en razón de una misión o
función temporaria” (artículo 226-13)122.
Siendo claro que los árbitros acceden a la información en razón de su específica
misión o función, cometerán este delito en la medida que la información revelada
pueda calificar como secreto123.
En sentido contrario, se ha dicho que en el derecho suizo no sería posible
atribuir a los árbitros responsabilidad criminal, dado que las normas del Código
Penal que regulan la violación del secreto no aplican a los árbitros, que no son
mencionados en ellas124.

responsabilidad civil es contractual, la antijuridicidad resulta de la transgresión de obligaciones pactadas en un convenio


previamente concluido entre dos o más contratantes, que ostenta categoría y fuerza de ley para quienes lo han suscripto
y forma parte por lo tanto del ordenamiento jurídico, aunque su obligatoriedad esté circunscripta a los contratantes y
sus sucesores”. LÓPEZ MESA, Marcelo J.: “De nuevo sobre la antijuridicidad como presupuesto (inexcusable) de la
responsabilidad civil”, Rev. Jurisprudencia Argentina, 2009-I, ps. 1243 y siguientes.
121
“Aun cuando una violación [al deber de confidencialidad] pueda encuadrarse como tal, y probarse, las sanciones
pueden no ser efectivas para reparar el daño que pueden haber causado. La pérdida de reputación, de la confianza del
mercado o de oportunidades comerciales suelen ser extremadamente difíciles de probar como daño”. BOO, Lawrence:
“Commentary on issues involving confidentiality”, en VAN DEN BERG, Albert J. (ed.): New horizons in international commercial
arbitration and beyond, ICCA Congress series N° 12, ed. Kluwer Law International, 2005, ps. 523 y siguientes [Traducción
libre del autor].
122
Comentando el artículo 378 del Código Penal de 1810 (antecedente del actual artículo 226-13) se explicaba:
“Sin duda, la violación del secreto profesional puede causar un perjuicio a los particulares, pero esa razón no es
suficiente para justificar su incriminación. La ley castiga esa conducta porque así lo requiere el interés público. El buen
funcionamiento de la sociedad exige que el enfermo encuentre un médico, el litigante un abogado y el católico un
confesor; pero ni el médico, ni el abogado, ni el cura podrán cumplir su misión si las confidencias que le son hechas no
estuvieran protegidas por un secreto inviolable. Importa, por ello, al orden social que esas confidencias necesarias estén
sujetas a la discreción de quien las recibe, y que el deber de silencio les sea impuesto, sin condiciones ni reservas, porque
nadie se animaría a buscar su asistencia si pudieran temer la divulgación del secreto confiado. Así, el artículo 378 tiene
por objeto no tanto proteger la confidencia de un particular como garantizar un deber profesional indispensable para
todos”. GARÇON, Emile: Code pénal annoté, ed. Sirey, 2ª edición actualizada por Rousselet, Patin y Ancel, París, 1959,
tomo 2, comentario al artículo 378 [Traducción libre del autor].
123
DELVOLVÉ, Jean-Louis, ROUCHE, Jean y POINTON, Gerald H.: French arbitration. Law and practice, ed. Kluwer
Law International, 2003, ps. 101 y 102.
124
JOLLES, Alexander y CANALS DE CEDIEL, Maria: “Confidentiality”, en KAUFMANN-KOHLER, Gabrielle
y STUCKI, Blaise (eds.): International arbitration in Switzerland: A handbook for practitioners, ed. Kluwer Law International,
2004, ps. 89 y siguientes.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 143


Roque J. Caivano

3.4. La responsabilidad disciplinaria de los árbitros


Más allá de las razones puramente morales125, o aun de conveniencia126, que
deben motivar una conducta apegada a los estándares éticos esperables para un
árbitro, los reglamentos internos o Códigos de Ética de las instituciones pueden
prever sanciones por la violación de este deber.
A mero título de ejemplos pueden mencionarse algunos.
El reglamento del Centro de Arbitraje y Conciliación de la Cámara de
Comercio de Guayaquil prevé que los árbitros podrán ser excluidos de las listas
oficiales “por faltar al principio de confidencialidad, suministrando información
a terceras personas ajenas al proceso” (artículo 72.7).
El Reglamento del Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Lima
dispone que “la inobservancia al deber de confidencialidad establecido en esta
norma será sancionada conforme a lo dispuesto en el Código de Ética del Centro,
sin perjuicio de las acciones que promueva el afectado contra el infractor”
(artículo 14.3).
También el Código Deontológico de los árbitros de la Cámara Arbitral de Milán
(Camera Arbitrale di Milano) establece que todo aquel que acepte la designación
de árbitro en un arbitraje administrado por la Cámara (quienquiera que lo hubiese
designado) se compromete a desempeñar el encargo de conformidad con el
Reglamento de la Cámara Arbitral y de acuerdo con el Código Deontológico
(artículo 1.1), y que la violación podrá dar lugar a su sustitución y a la denegación
de su confirmación en futuros arbitrajes (artículo 13)127.
En el específico ámbito del arbitraje laboral, el Código norteamericano de
Responsabilidad Profesional para árbitros en disputas laborales, obliga a los
árbitros a tratar como confidencial todos los aspectos de un procedimiento
arbitral, a menos que la revelación sea autorizada por ambas partes o exigida por
una disposición legal128.

125
“Desde el momento que el arbitraje se funda en la confianza, el respeto de las normas de ética profesional por
parte de los árbitros tiene singular importancia, ya que constituye el vehículo esencial para mantener la dignidad de
éstos, y el prestigio de la institución arbitral, como mecanismo alternativo de solución de conflictos”. FIGUEROA
VALDES, Juan Eduardo: “La ética en el arbitraje internacional”, trabajo presentado en la XXXIX Conferencia de la
Inter-American Bar Association, Nueva Orleans, junio de 2003, accesible en http://www.camsantiago.com/articulos/
ARBITRAJE%20Y%20ETICA%202003.doc
126
“Una actuación arbitral que ha asumido plenamente y sin reservas un código ético se alza como elemento esencial
en tres distintas direcciones: el propio prestigio profesional de los árbitros, el del centro de arbitraje que eventualmente
haya intervenido en su designación y, en definitiva, de la propia institución arbitral en un marco geográfico
determinado”. FERNÁNDEZ ROZAS, José Carlos: “Trayectoria y contornos del mito de la confidencialidad en el
arbitraje comercial”, Revista de Arbitraje Comercial y de Inversiones, vol. II, Nº 2, 2009, ps. 335 y siguientes.
127
Curiosamente, el Código Deontológico no incluye el de confidencialidad entre los deberes éticos. Si bien ese deber
sí está contenido en el Reglamento de Arbitraje (artículo 8), es dudoso que la Cámara pueda sancionar a un árbitro por
la infracción al deber de confidencialidad, toda vez que el artículo 13 citado prevé las sanciones para “el árbitro que no
respete las normas del presente Código Deontológico”.
128
Code of Professional Responsibility for Arbitrators of Labor-Management Disputes of the National Academy
Of Arbitrators, American Arbitration Association and Federal Mediation And Conciliation Service, Rule C, “Privacy of
Arbitration”.

144 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

3.5. La violación al deber de confidencialidad, ¿afecta la validez del laudo?


Queda, finalmente, por analizar cuáles son –o pueden ser– las consecuencias
de la infracción al deber de confidencialidad respecto del laudo. La pregunta a
responder es, concretamente, si la violación al deber de confidencialidad de los
árbitros puede servir de base a un cuestionamiento de la validez del laudo o,
dicho de otro modo, si esa infracción es susceptible de provocar la nulidad del
laudo.
En relación con la legislación española, que –como se ha visto– contempla
un deber de confidencialidad limitado a “los árbitros, las partes y las instituciones
arbitrales” y respecto de “las informaciones que conozcan a través de las
actuaciones arbitrales” (artículo 24.2, Ley de Arbitraje N° 60 de 23 de diciembre
de 2003), se ha dicho que la violación a ese deber podría acarrear responsabilidad
(civil, penal o deontológica), pero “ningún efecto o consecuencia tendrá, en sí
misma, sobre la validez del laudo o del procedimiento arbitral”129.
Si bien se admite que podría haber excepciones, se señala que “como regla
general la violación del deber de confidencialidad por uno o más árbitros no
tiene repercusión en la validez del laudo arbitral y la jurisprudencia comparada
considera que esta circunstancia no puede incluirse entre las causales que avalan
la anulación del mismo”130.
En Francia también se ha interpretado que la violación al deber de
mantener en reserva las deliberaciones de los árbitros puede aparejar la eventual
responsabilidad de los árbitros que lo infrinjan, pero no la nulidad del laudo131.
Del mismo modo se ha opinado en relación con el derecho suizo132.
La justicia francesa se ha negado a anular un laudo por esta razón. En un
caso abordó la cuestión de manera explícita y, no obstante que consideró que
los árbitros tienen el deber de mantener el secreto de las deliberaciones, juzgó
que “su violación no puede sancionarse con la nulidad [del laudo] lo cual sería
ciertamente peligroso en materia de arbitraje”133. En otro caso, si bien no declaró
la nulidad del laudo por una supuesta intromisión de un secretario del tribunal

129
MANTILLA SERRANO, Fernando: Ley de Arbitraje, ed. Iustel, Madrid, 2005, p. 153.
130
FERNÁNDEZ ROZAS, José Carlos: “Trayectoria y contornos del mito de la confidencialidad en el arbitraje
comercial”, Revista de Arbitraje Comercial y de Inversiones, vol. II, Nº 2, 2009, ps. 335 y siguientes.
131
FOUCHARD, Philippe, GAILLARD, Emmanuel y GOLDMAN, Berthold: Traité de l’arbitrage commercial international,
ed. Litec, París, 1996, p. 764. Asimismo, Clay explica que, a pesar de lo “peligroso” que pueda ser, según la naturaleza o
las circunstancias del caso, la violación a la confidencialidad no constituye una causal de anulación del laudo. Referido
a la publicación del laudo, señala: “no porque sea publicado será anulable”. CLAY: op. cit., p. 601.
También se ha puesto de manifiesto que las consecuencias para el infractor deberían ser suficientemente onerosas para
que tengan un efecto disuasorio real que evite filtraciones indebidas de información confidencial, pero no llegando
al extremo de llevar a la nulidad del laudo, solución que tentaría a la parte insatisfecha con el resultado a utilizar esta
drástica sanción en su provecho. LAZAREFF, Serge: “Confidentiality and arbitration: Theoretical and philosophical
reflections”, ICC Bulletin, Special Supplement, Confidentiality in arbitration, 2009, ps. 81 y siguientes.
132
MÜLLER, Christoph: “La confidentialité en arbitrage commercial international: un trompe-l’œil? On est souvent
satisfait d’être trompé par soi-même”, ASA Bulletin, vol. 23, N° 2, 2005, ps. 216 y siguientes.
133
Cour d’appel de París, 1ère Ch. suppl., 11/03/1981, in re Daniel Barre c. Société los Solidaires, Revue de l’arbitrage,
1982, ps. 84 y siguientes.

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 145


Roque J. Caivano

arbitral en el procedimiento, la razón que motivó la decisión fue que no se había


producido una violación de las reglas esenciales del procedimiento134.
Coincidimos con estas apreciaciones. A poco que se analicen las causales que
pueden dar lugar a la nulidad del laudo, difícilmente la violación al deber de
confidencialidad podría encuadrar en alguna de ellas.
En el derecho argentino, las causales que pueden acarrear la nulidad de un
laudo dictado por árbitros iuris son cuatro: haber fallado los árbitros fuera de
plazo, haber fallado sobre puntos no comprometidos, contener el laudo decisiones
incompatibles entre sí en la parte dispositiva, o contener el procedimiento una
falta esencial (artículos 760 y 761, CPCCN)135.
Obviamente, la violación al deber de confidencialidad no sería susceptible
de encuadrar en las tres primeras: ninguna vinculación tiene con el plazo para
laudar, con la extralimitación en la materia decidida o con la compatibilidad de
las decisiones adoptadas. La única causal que, dada la amplitud y generalidad de
su formulación, podría verse afectada es la que el Código expresa como “falta
esencial del procedimiento” (artículo 760, párr. 2º, CPCCN).
Sin embargo, con todo lo amplia que puede parecer, la expresión “falta esencial
del procedimiento” ha sido circunscripta a supuestos en que se infringe la garantía
del debido proceso. Garantía que comprende, entre otros, el derecho a ser juzgado
por un tribunal competente136; y a afirmar, alegar y ser oído por el juez natural e
independiente137. Como se ha dicho, la causal “se refiere a la invalidación de un
laudo arbitral fundada en la existencia de vicios de orden formal que pudiesen
haber afectado las garantías de regularidad del contradictorio, y su admisibilidad
se halla subordinada a la presencia de los requisitos procesales necesarios para
impetrar una nulidad, a saber, existencia de defecto formal o ineficacia del acto,
que en el caso debe ser esencial, con afectación de la defensa en juicio”138.
En otras palabras, la falta esencial del procedimiento se configura cuando se
vulnera la garantía constitucional de la defensa en juicio139, cuando se omiten las
formalidades prescriptas en el compromiso o en la ley procesal, cuando se viola
la bilateralidad del proceso140, cuando existe una omisión infundada de recibir
134
Cour d’appel de París, 21/06/1990, in re Honeywell Boll S.A. c. Computación Bull de Venezuela, Revue de l’arbitrage,
1991, p. 100.
135
Para los laudos de amigables componedores (árbitros de equidad) las causales son más restringidas: solo podrán ser
anulados por haber sido pronunciados fuera de plazo o sobre puntos no comprometidos (artículo 771, CPCCN). Sobre
el tema puede verse, CAIVANO, Roque J.: “Los laudos arbitrales y su impugnación por nulidad”, Rev. Jurisprudencia
Argentina, 1994-I, ps. 845 y siguientes.
136
CSJN, 18/08/1922, in re Provincia de Buenos Aires c. Otto Frank y Cía., Rev. Fallos, 137: 33.CSJN, 1943, in re
Durand, Emilio J., Rev. Fallos, 197: 126; CSJN, 1967, in re Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires c. Gas del
Estado, Rev. Fallos, 269: 439; CSJN, 5/11/2002, in re Instituto Municipal de Obra Social c. Municipalidad de la Ciudad
de Buenos Aires, Rev. La Ley, 2003-B, ps. 775 y siguientes.
137
MORELLO, Augusto M.: “Lo que los jueces no deben hacer”, Rev. Jurisprudencia Argentina, 2003-IV, ps. 1243 y
siguientes.
138
CNCom., Sala D, 25/10/2006, in re Decathlon España S.A. c. Bertone, Luis, Rev. El Derecho, 222, ps. 219 y
siguientes; CNCom., sala A, 2/05/2008, in re Red de Monitoreo S.R.L. c. ADT Security S.A., LexisNexis on line, Nº
70047111.
139
Ello sucedería, por ejemplo, si el demandado no tuvo conocimiento del proceso arbitral. CSJN, 11/12/1972, in re
Genaro García Ltda. S.A. c. Johannsen de Armenteros, Silvia C., Rev. Fallos, 284: 372.
140
CNCom., sala C, 21/12/2001, in re Cortesfilms Argentina S.A. c. Seb Argentina S.A., Rev. El Derecho, 196, ps. 620

146 LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011


El deber de confidencialidad de los árbitros

la causa a prueba no obstante existir hechos controvertidos, o de practicar una


prueba conducente para la decisión del litigio141. Ello tomando en cuenta que la
garantía del debido proceso se compone de tres notas principales: (i) cada una
de las partes debe haber estado en condiciones de presentar sus argumentos;
(ii) cada parte debe contar con plazos adecuados para presentar su prueba y
responder a la de sus adversarios; y (iii) la parte que pretende la nulidad de un
laudo debe haber reaccionado desde el momento en que tuvo conocimiento
de la irregularidad, por respeto a la buena fe procesal142. Como acertadamente
anota Rivera, “la proponibilidad de esta causal nulificatoria se halla subordinada
a la presencia de los requisitos procesales necesarios para impetrar una nulidad:
existencia de defecto formal o ineficacia del acto, que en el caso de la nulidad del
laudo arbitral debe ser esencial, con afectación de la defensa en juicio; interés
jurídico en la declaración; y actuación no convalidada”143.
De allí que, salvo casos –que no son fácilmente imaginables– en que la
violación al deber de confidencialidad apareje al mismo tiempo una grave
infracción a los postulados esenciales del debido proceso, no parece que –
conforme el derecho argentino– pudiera anularse el laudo por haberse faltado al
deber de confidencialidad.
La cuestión puede tener matices diferentes en la legislación comparada
en función de las causales de nulidad que cada ordenamiento contemple. Si
tomamos como ejemplo la Ley Modelo de UNCITRAL –cuyas normas han
sido incorporadas a buena parte de las legislaciones comparadas– las causales
de nulidad son las siguientes: incapacidad de alguna de las partes en el acuerdo
arbitral, invalidez del acuerdo arbitral, falta de notificación a una de las partes
de la designación de un árbitro o de las actuaciones arbitrales, imposibilidad de
una de ellas de hacer valer sus derechos, decisión de controversias no previstas
en el acuerdo de arbitraje o que exceden sus términos, composición del tribunal
arbitral o desarrollo del procedimiento arbitral en infracción al acuerdo entre las
partes, no-arbitrabilidad de la controversia o infracción al orden público (artículo
34.2)144.

y siguientes.
141
PALACIO, Lino E.: Derecho Procesal Civil, ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1992, N° 1465, LexisNexis on line, Nº
2512/001326.
142
BIANCHI. Roberto A.: “La nulidad del laudo arbitral por falta esencial del procedimiento”, Rev. Jurisprudencia
Argentina, 2003-II, ps. 77 y siguientes.
143
RIVERA, Julio César: “Recursos contra laudos arbitrales”, Rev. Jurisprudencia Argentina, 2007-I, ps.1268 y siguientes.
144
Ley Modelo de UNCITRAL, artículo 34.2: “El laudo arbitral solo podrá ser anulado por el tribunal indicado en el
artículo 6º cuando: (a) la parte que interpone la petición pruebe: i) que una de las partes en el acuerdo de arbitraje a
que se refiere el artículo 7º estaba afectada por alguna incapacidad, o que dicho acuerdo no es válido en virtud de la
ley a que las partes lo han sometido, o si nada se hubiera indicado a este respecto, en virtud de la ley de este Estado;
o ii) que no ha sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de las actuaciones arbitrales o no ha
podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus derechos; o iii) que el laudo se refiere a una controversia no prevista
en el acuerdo de arbitraje o contiene decisiones que exceden los términos del acuerdo de arbitraje; no obstante, si las
disposiciones del laudo que se refieren a las cuestiones sometidas al arbitraje pueden separarse de las que no lo están,
solo se podrán anular estas últimas; o iv) que la composición del tribunal arbitral o el procedimiento arbitral no se han
ajustado al acuerdo entre las partes, salvo que dicho acuerdo estuviera en conflicto con una disposición de esta ley de
la que las partes no pudieran apartarse o, a falta de dicho acuerdo, que no se han ajustado a esta ley; o (b) el tribunal
compruebe: i) que, según la ley de este Estado, el objeto de la controversia no es susceptible de arbitraje; o ii) que el

LIMA ARBITRATION N° 4 - 2010 / 2011 147


Roque J. Caivano

De ellas, la única que podría, eventualmente, invocarse para intentar obtener


la declaración de nulidad del laudo es la contenida en el literal (b), numeral (iv).
En efecto, conforme esta disposición el recurso de nulidad sería procedente si
se prueba que “el procedimiento arbitral no se ha ajustado al acuerdo entre las
partes”.
Sin embargo, advertimos algunas circunstancias que podrían hacer difícil, si
no imposible, la invocación de esta norma para pretender la nulidad del laudo por
infracción al deber de confidencialidad.
La primera es que no cualquier apartamiento a las normas de procedimiento
convenidas por las partes podría dar lugar a la nulidad. Esta causal debe
interpretarse, en cuanto al procedimiento se refiere, juntamente con la contenida
en el numeral (ii), en tanto la infracción al procedimiento debe ser de una
entidad tal que produzca una situación de indefensión o impida a alguna de las
partes hacer valer sus derechos. No es dable interpretar que esta norma pueda
aplicarse para anular un laudo por un apartamiento baladí de alguna regla de
procedimiento convenida, sino únicamente a aquellas susceptibles de afectar la
igualdad procesal, la bilateralidad del procedimiento o el derecho de defensa en
juicio. De otro modo, se expondría al laudo a la máxima sanción –su nulidad–
por razones puramente formales, siendo la flexibilidad procedimental una de
las mayores ventajas comparativas del arbitraje respecto de la justicia estatal145,
y la declaración de nulidad un remedio extremo para privar de efectos a un acto
jurisdiccional adoptado al cabo de un procedimiento que no haya respetado los
mínimos requisitos legales146.
La segunda limitante de esta norma, superada la primera, es que solo podría
ser invocada cuando el deber de confidencialidad haya sido expresamente pactado
y la violación sea cometida por una de las partes. Adviértase que la norma refiere
concretamente al caso en que el procedimiento arbitral no se ha ajustado al
“acuerdo entre las partes” o, a falta de dicho acuerdo, que no se ha ajustado “a
esta ley”. De donde, a falta de expresa previsión sobre la confidencialidad en
el acuerdo, si la ley no lo establece, no habrá infracción invocable. Y adviértase
también que, al restringirse la sanción a la violación al acuerdo “entre las partes”,
no sería aplicable si la violación es cometida por los árbitros, respecto de quienes
el deber de confidencialidad emana del acuerdo que éstos han celebrado con las
partes al aceptar el encargo. No estaríamos pues, en presencia de una infracción
de los árbitros al “acuerdo entre las partes” sino a otro diferente, no alcanzado
por la disposición en análisis.
laudo es contrario al orden público de este Estado”.
145
Como ha dicho la jurisprudencia española, “no todo incumplimiento procesal ha de provocar la sanción máxima
de nulidad, sino solo aquel que se traduzca en efectiva indefensión para una de las partes”. Audiencia Provincial de
Madrid, 23/12/2008, in re Iluscar Rivas S.L., sentencia N° 023/2009, JUR 2009/181181.
146
Autorizada doctrina ha señalado que “elementales razones de seguridad y de orden aconsejan la preservación de los
actos procesales cumplidos y reservar la nulidad como última ratio frente a la existencia de una efectiva indefensión,
pues como lo señala Couture, frente a la necesidad de obtener actos procesales válidos y no nulos, se halla la necesidad
de obtener actos procesales firmes, sobre los cuales pueda consolidarse el derecho”. PALACIO, Lino E.: Derecho
Procesal Civil, ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2005, tomo IV, LexisNexis on line, Nº 2507/001245.

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El deber de confidencialidad de los árbitros

4. Conclusión

Con todo lo complejo que puede resultar cualquier intento por brindar precisiones
en un tema que se caracteriza por la diversidad de situaciones que puede presentar
y por la disparidad de enfoques o soluciones en el derecho comparado147, hay
algo que no parece seriamente controvertible: los árbitros tienen, respecto de
las partes, el deber de mantener la reserva sobre lo que conozcan con motivo
del arbitraje. Como vimos, varias normas legales imponen este deber de manera
expresa. Muchos más son los reglamentos que lo hacen. Pero aun en ausencia
de normas legales o reglamentarias, es ampliamente reconocido que existe, en
el arbitraje comercial, un genérico deber de confidencialidad que alcanza a los
árbitros.
La delicada misión que los árbitros están llamados a prestar –nada menos que
administrar justicia en un caso determinado– exige de ellos el máximo ejercicio
de prudencia y discreción. Si la privacidad es una cualidad intrínseca del proceso
arbitral, y una de las razones que pueden haber motivado la celebración de un
acuerdo arbitral, este deber está implícitamente contenido en la convención que
vincula a los árbitros con las partes, y que se perfecciona con la designación y
aceptación del cargo. El deseo –expreso o presunto– de las partes de guardar el
secreto de la información relativa al arbitraje tiene como uno de los principales
destinatarios a los propios árbitros, en quienes aquellas depositan una importante
dosis de confianza que no puede ser traicionada.
A consecuencia de ello, y salvo cuando la legislación consagre de manera
expresa la inmunidad de los árbitros, éstos responden por las consecuencias
derivadas de su infracción al deber de confidencialidad. Esa conducta no solo
está reñida éticamente con el comportamiento esperable de un árbitro, sino que
es también jurídicamente reprochable. Y puede exponer a los árbitros a tener que
responder en varios ámbitos: por un lado, desde la esfera de la responsabilidad
civil, que proyecta consecuencias en orden a su status de árbitro al estar expuesto
a su recusación o remoción y al resarcimiento de los daños y perjuicios que
ocasione; por el otro, desde el ámbito de la responsabilidad criminal, si la
legislación penal aplicable tipificara esa conducta como delito; y, finalmente,
desde la óptica disciplinaria, pueden recibir sanciones de la institución arbitral
cuyas listas integran.

147
“Sea la confidencialidad expresamente pactada o considerada implícita, es un hecho de la realidad que establecer
reglas precisas sobre ella es extremadamente difícil”. ASHFORD, Peter: “Documentary discovery and international
commercial arbitration”, The American Review of International Arbitration, vol. 17, N° 1, 2006, ps. 89 y siguientes
[Traducción libre del autor].

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