Valientemente se esconden,

Los cobardes
Miguel Hernández gallardamente se escapan

Hombres veo que de hombres del campo de los peligros

solo tienen, solo gastan estas fugitivas cacas,

el parecer y el cigarro que me duelen hace tiempo

el pantalón y la barba. en los cojones del alma.

En el corazón son liebres, ¿Dónde iréis que no vayáis

gallinas en las entrañas, a la muerte, liebres pálidas,

galgos de rápido vientre, podencos de poca fe

que en épocas de paz ladran y de demasiadas patas?

y en épocas de cañones ¿No os avergüenza mirar

desaparecen del mapa. en tanto lugar de España

Estos hombres, estas liebres, a tanta mujer serena

comisarios de la alarma, bajo tantas amenazas?

cuando escuchan a cien leguas Un tiro por cada diente

el estruendo de las balas, vuestra existencia reclama,

con singular heroísmo cobardes de piel cobarde

a la carrera se lanzan, y de corazón de caña.

se les alborota el ano, Tembláis como poseídos

el pelo se les espanta. de todo un siglo de escarcha

y vais del sol a la sombra no os bastan los agujeros,

llenos de desconfianza. ni los retretes, ni nada.

Halláis los sótanos poco Huis y huis, dando al pueblo,

defendidos por las casas. mientras bebéis la distancia,

Vuestro miedo exige al mundo motivos para mataros

batallones de murallas, por las corridas espaldas.

barreras de plomo a orillas Solos se quedan los hombres

de precipicios y zanjas al calor de las batallas,

para nuestra pobre vida, y vosotros, lejos de ellas,

mezquina de sangre y ansias. queréis ocultar la infamia,

No os basta estar defendidos pero el color de cobardes

por lluvias de sangre hidalga, no se os irá de la cara.

que no cesa de caer, Ocupad los tristes puestos

generosamente cálida, de la triste telaraña.

un día tras otro día Sustituid a la escoba,

a la gleba castellana. y barred con vuestras nalgas

No sentís el llamamiento la mierda que vais dejando

de las vidas derramadas. donde colocáis la planta.

Para salvar vuestra piel Málaga, 24 de mayo 2018-05-24

las madrigueras no os bastan, IES LA ROSALEDA