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Y SU LEGISLACION
I – Introducción
Seguramente, todos recordamos aquella fábula que Esopo tituló: “La gallina de los huevos
de oro”, en la que se describía la conducta de cierto hombre que era dueño de una singular
gallina que ponía huevos de oro.
No contento el hombre con el huevo de oro que la gallina le entregaba todos los días y mal
suponiendo que dentro de ella encontraría una buena cantidad de oro, decidió matarla.
Pero se equivocó en sus suposiciones y cuando la sacrificó y abrió en busca del oro, halló
que era semejante a las demás gallinas.
La ambición de una mayor riqueza que aquella que la gallina podía darle y el deseo de
poseerla en poco tiempo, fue la causa de que el hombre perdiese todo: la gallina y la riqueza
que ésta, día a día le entregaba y que, de haber cuidado debidamente, hubiese mantenido
por mucho tiempo.
El recuerdo de esta fábula leída en la inocencia de nuestra niñez nos hace sonreir
adultamente; es que pensamos que nadie con un poco de conocimiento o un mínimo de
criterio y en su sano juicio, hubiese actuado como éste hombre. Sin embargo, a poco de
meditar en el accionar del hombre en nuestros días, hemos de reconocer el mismo
comportamiento.
Analizaremos, luego, las normas nacional e internacional que se han dictado para intentar la
solución a este problema.
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La atmósfera es la masa o envoltura gaseosa que rodea la tierra y que se halla firmemente
atraída por la gravedad terrestre, cubriendo toda la superficie del planeta. Cerca de dicha
superficie, el aire atmosférico contiene los elementos esenciales para la vida.
Llamada por algunos poetas el “océano invisible”, la atmósfera terrestre es una especie de
mar de aire por el que nadamos permanentemente sin darnos cuenta de ello, del mismo
modo que los peces se desplazan bajo la superficie marina. La fauna marina requiere agua
limpia para existir, la fauna humana no puede existir sin aire puro.
La importancia de ésta envoltura gaseosa queda de manifiesto al decir que, sin la atmósfera,
la vida no sería posible en la tierra. Además de ser esencial para la vida y un medio para los
procesos atmosféricos, la atmósfera actúa como una gran cúpula que protege a la tierra de
la poderosa radiación solar durante el día y durante la noche evita la pérdida excesiva de
calor o energía.
Figura 1
Atmósfera terrestre
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La estratosfera es la segunda capa de la atmósfera de la tierra y a medida que se asciende
en ella la temperatura sube, hasta alcanzar aproximadamente la temperatura que existe en
la superficie de la tierra a los 50 Km. de altura.
Figura 2
Capa de ozono: Reflexión y absorción de rayos ultravioletas.
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El ozono estratosférico es una forma de oxígeno cuya molécula tiene tres átomos (O3) en
lugar de los dos del oxígeno común. Por medio de los procesos atmosféricos naturales, las
moléculas de ozono se crean y se destruyen continuamente. Las radiaciones ultravioletas
del sol descomponen las moléculas de oxígeno en átomos que, entonces, se combinan con
otras moléculas de oxígeno para formar el ozono. El ozono no es un gas estable y es muy
vulnerable a ser destruido por los compuestos naturales que contienen nitrógeno, hidrógeno
y cloro.
Sin embargo, esa pequeña capa de ozono existente en la atmósfera tiene un rol muy
importante debido a que es un fuerte absorbente de radiación solar ultravioleta. Si el ozono
desapareciera, la luz ultravioleta del sol esterilizaría la superficie del globo y aniquilaría toda
la vida terrestre. Cuanto menor es la longitud de onda de la luz ultravioleta más daño puede
causar a la vida, pero también más fácilmente es absorbida por la capa de ozono.
El sol, mediante sus reacciones nucleares de fusión, emite luz solar. Del total de esa energía
que llega a la atmósfera la capa de ozono absorbe o refleja el 60 por ciento.
La capa de ozono que cubre la tierra, entonces, es un escudo protector contra los rayos
ultravioletas. Sin esta protección, la vida en la tierra sería imposible.
Pero, cumple también otra función no menos importante: preserva la vida al contribuir a
mantener el equilibrio térmico de la atmósfera: la capacidad de absorción de la radiación
solar ultravioleta y consecuente emisión de calor, determina en gran medida la distribución
básica de la temperatura estratosférica.
Durante medio siglo, las sustancias químicas más perjudiciales para la capa de ozono
fueron consideradas excepcionales, de una utilidad incomparable para la industria e inocuas
para los seres humanos y el medio ambiente.
Rowland y Molina sostuvieron que las moléculas estables de CFC podían ascender a la
estratosfera y destruir las moléculas de ozono por un proceso que se basaba en dos
reacciones químicas.
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La tesis básica de estos científicos ha sido respaldada y se considera que los CFC
destruyen el ozono mediante un proceso químico en el cual le quita al ozono (O3) un átomo
de oxigeno (O) y lo transforma en oxigeno molecular (O2).
Figura 3
Proceso de destrucción del ozono
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2.3. Consecuencias sobre el medio ambiente
3. Ecosistemas terrestres:
En cuanto a los animales implica la formación de cáncer de piel (se lo ha estudiado
en cabras, vacas, gatos, perros, ovejas y animales de laboratorio).
En las plantas puede alterar su forma y dañar su crecimiento, cambiar los tiempos de
florecimiento y hacerlas mas vulnerables a las enfermedades y que produzcan
sustancias tóxicas. Disminuye el proceso de fotosíntesis.
En los cultivos se registraron efectos negativos en la soja y el arroz.
Se sienta moderna jurisprudencia con el caso “St Helen´s Smelting Co vs Topping” de 1865,
en el que, ante la presentación del Procurador General que daba cuenta de la destrucción
de árboles y cosechas, en un campo situado en el Condado de Lancashire, a raíz de las
emanaciones de una planta de fundición de cobre ubicada en las cercanías, señalando que
“no existe remedio para personas vecinas a fábricas cuyas propiedades hubiesen sido
desnaturalizadas o aún destruidas por las emanaciones de la fundición”, el Tribunal
Supremo de Gran Bretaña sentenció “que aún cuando las fábricas fueran el medio por el
cual una nación desarrolla su riqueza, no corresponde invocar derechos absolutos y la
propiedad de terceros no podía ser destruida como consecuencia de la actividad de las
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fábricas, aún cuando esas propiedades se encontraran en zonas fabriles y a pesar de ser
las fábricas la base de la riqueza de la nación.
Este caso tuvo decisiva influencia en la sentencia emanada de la Corte Suprema de los
estados Unidos en el caso DUCTOWN, resuelto en 1907, en el que el estado de Georgia se
enfrentó con la Tennessee Copper Co. Dos compañías de cobre, en el Estado de
Tennessee, utilizaban el sistema de “cielo abierto” para su fundición. Esto originó una acción
legal en los tribunales de Tennessee, que resultó en un cambio del sistema de fundición que
mejoró la situación en el estado de Tennessee pero empeoró en el estado vecino de
Georgia. La Corte Suprema de Tennessee, sobre la base de la doctrina de “equilibrar las
equidades” no prohibió la actividad de la fábrica. Como consecuencia, Georgia debió recurrir
a la Corte Suprema de EE.UU., la que finalmente sentenció que “era razonable exigir, por
parte de un ente soberano, que el aire que cubre su territorio no esté contaminado y que los
bosques en sus montañas no continúen siendo destruidos o amenazados por la acción de
personas más allá de su control”.
Esta sentencia disolvió la doctrina HARMON, una de las últimas manifestaciones del
principio de soberanía absoluta, proclamada en los umbrales del siglo XX, que debe su
nombre al entonces procurador general de la Corte Suprema de los EE.UU. y que se
relaciona con la utilización sin límites de los ríos internacionales por parte de un estado
ignorando totalmente la situación de los demás estados con interés en ese río.
El cambio fue paulatino y en bien de una soberanía flexible que se refleja en la protección
del medio ambiente que nos rodea. Se resume en el principio de que un estado no debe
utilizar su territorio o permitir que sea utilizado de manera que pueda causar daños a otro
estado o para realizar actos contrarios al derecho internacional.
3.1. Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono de 1985, aprobado por
Ley Nacional Nº 23.724 promulgada el 9 de Octubre de 1989.
El primer paso hacia la protección del ozono parecía sencillo, pero pasarían cuatro años
hasta que los países firmaran el “Convenio de Viena para la protección de la capa de
Ozono” de 1985, donde se comprometieron a realizar observaciones sistemáticas,
investigación e intercambio de información a fin de comprender y evaluar mejor los efectos
de las actividades humanas sobre la capa de ozono.
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La República Argentina lo aprueba por Ley Nº 23.724 sancionada el 13 de septiembre de
1989. En dicha Ley de ratificación rechaza la realizada por Gran Bretaña con respecto a las
Islas Malvinas, Georgias del sur y Sándwich del Sur y reafirma su soberanía sobre dichas
Islas que forman parte integrante de su territorio nacional. De igual manera reacciona con
respecto al Territorio Antártico comprendido entre los meridianos de 25º y 74º de longitud
Oeste y el paralelo 60º de latitud Sur y el Polo Sur, incluyendo sus espacios marítimos y
recordando las salvaguardias sobre los derechos de soberanía que contiene el artículo IV
del tratado Antártico.
En el preámbulo se deja constancia, entre otras consideraciones, que las partes de este
convenio son conscientes del impacto potencialmente nocivo de la modificación de la capa
de ozono sobre la salud humana y el medio ambiente.
Asimismo, recuerda que los Estados tienen el derecho soberano de explotar sus propios
recursos pero a la vez están obligados a asegurar que las actividades que se lleven a cabo
bajo su jurisdicción o control no perjudiquen el medio de otros Estados o de zonas situadas
fuera de toda jurisdicción nacional.
Por ello, las partes se obligan a tomar las medidas apropiadas para proteger la salud
humana y el medio ambiente contra los efectos adversos resultantes o que puedan resultar
de las actividades humanas que modifiquen o pueda modificar la capa de ozono.
Para lo cual adoptarán las medidas legislativas o administrativas adecuadas para controlar,
limitar, reducir o prevenir las actividades humanas bajo su jurisdicción o control en el caso
de que se compruebe que estas actividades son nocivas a la capa de ozono.
En resumen, las partes, de conformidad con los medios de que dispongan y en la medida de
sus posibilidades, cooperarán mediante observaciones sistemáticas, investigación e
intercambio de información a fin de comprender y evaluar mejor los efectos de las
actividades humanas sobre la capa de ozono y los efectos de la modificación de la capa de
ozono sobre la salud humana y el medio ambiente. Todo esto se basará en las
consideraciones científicas y técnicas pertinentes.
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3.2. Protocolo de Montreal relativo a las Sustancias que agotan la capa de ozono de
1987 aprobado por Ley 23.778 de Mayo de 1990.
En mayo del año 1985, científicos expertos en atmósfera del Servicio Británico de
Exploración Antártica publicaron un descubrimiento insospechado: entre 1977 y 1984 la
cuantía del ozono atmosférico en primavera, sobre la antártica, había decrecido un 40%.
Además la merma de ozono superaba el perímetro del continente.
Los descubrimientos fueron comprobados por las observaciones de los satélites
estadounidenses y presentaron la primera prueba de una destrucción de ozono tan grave
que urgía tomar medidas específicas. Se comenzó, entonces, a trabajar sobre la cuestión
específica de las sustancias que atacan la capa de ozono.
Muy pronto, habiendo comprendido la magnitud del problema, las partes del Convenio de
Viena para la Protección de la capa de ozono se reunieron nuevamente y haciendo uso del
artículo 8 del Convenio que permitía adoptar protocolos, firmaron el “Protocolo de Montreal
de 1987”.
En los considerandos del Protocolo las partes enuncian que se encuentran decididas a
proteger la capa de ozono adoptando medidas preventivas para controlar equitativamente
las emisiones mundiales totales de las sustancias que la agotan, con el objetivo final de
eliminarlas.
Se definen, en el Anexo A, como sustancias que agotan la capa de ozono a cinco CFC y
tres halones y se les da a cada uno un valor potencial de agotamiento de ozono, en base a
los conocimientos de ese momento, pero haciendo referencia que serán objeto de revisión y
examen periódicos. Asimismo, en el artículo 2.10.a) se dictamina que las partes decidirán si
deben añadirse o suprimirse sustancias en los anexos del protocolo.
Estas medidas de control para las partes generan dos reacciones, mientras los países
desarrollados se muestras conformes con las restricciones, los no desarrollados denotan
dudas para someterse a estas restricciones, en especial China e India. Ambos suman
2.000.000.000 de habitantes y deben proveer a su desarrollo y bienestar, la reconversión de
los CFC les trae aparejado grandes dificultades técnicas y económicas (en especial a la
India que poseía una floreciente industria de CFC, que había adquirido a EE.UU. hacía
pocos años).
El Protocolo considera esta dificultad adicional para los países en desarrollo y establece en
su artículo 5 que “toda parte que sea un país en desarrollo cuyo nivel de consumo sea
inferior a 0,3 kilogramos por cápita, tendrá derecho a aplazar por 10 años las medidas de
control a fin de hacer frente a sus necesidades básicas internas. Y por la misma causa
permite que la producción supere un 15 % el nivel de producción de 1986.
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sean países en desarrollo y ayudarlas a acelerar la utilización de esas sustancias y
tecnologías.
De inmediato comenzaron a remplazarse los CFC por otros gases menos nocivos para la
capa de ozono, denominados hidroclorofluorocarbono (HCFC). Debe mencionarse los
logros tecnológicos para sustituir a los valiosos CFC que se encuentran en todos los sitios,
puesto que los CFC tienen unas 3.500 aplicaciones.
Total eliminación de los CFC para el año 2000, cuando el protocolo estipulaba
eliminar el 50 %. Establece etapas intermedias: reducción del 50 % para el año 1995
y del 80% para el año 1997.
Eliminación de los halógenos para el año 2000, excepto para casos especiales y con
fines de seguridad.
Los Hidroclorofluorocarbonados (HCFC) que se comenzaron a utilizar como
sustancias alternativas y sustitutas de los CFC porque son mucho menos nocivos, no
fueron sujetos a restricciones. Sin embargo, la Comunidad económica Europea hizo
una declaración recomendando que el nuevo producto fuese utilizado con prudencia
y erradicado entre los años 2020 y 2040.
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Se incorporaron para ser controlados otros dos compuestos de menos poder
destructivo de la capa de ozono: el tetracloruro de carbono, que debe ser eliminado
para el año 2000 y el metilcloroformo, que debe ser eliminado para el 2005.
Se incorpora el Anexo B, donde se agregan otras sustancias controladas y el Anexo
C en el que clasifican como sustancias transitorias a los HCFC.
En la enmienda de Copenhague las partes firmaron el mayor paquete ambiental de todos los
tiempos:
adelantaron la eliminación de los CFC y las otras sustancias agregadas para el 1 de
enero de 1996. Es decir que se adelantó en 6 años el plazo para los halógenos y en
9 años para el metilcloroformo.
Se comprometieron a eliminar los HCFC, es decir los productos sustitutos de los
CFC, para el año 2030 y reducirlos a un 65 % para el año 2010. Muchas partes
opinaron que no se invertiría en HCFC si los tiempos de eliminación fueran menores
y traería aparejado la continuación del uso de CFC, pero tampoco debía mantenerse
por un tiempo demasiado prolongado.
Se agrega como sustancia el metilbromuro en el Anexo E.
Estipula que el consumo y producción del metilbromuro debe reducirse en un 75 % del nivel
de consumo de 1991 para el 1 de enero de 1999, un 50 % para el 1 de enero de 2003 y a
cero el 1 de enero de 2005.
Considerando a los países en desarrollo los términos se alargan por espacio de 10 años y la
producción puede excederse en un 15 % de producción.
La República Argentina mediante Decreto del Poder Ejecutivo nacional 1609/2004 del 17 de
noviembre de 2004, estableció las medidas a fin de regular la importación y exportación de
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sustancias que agotan la capa de ozono, creó un registro de los operadores y estableció un
sistema de licencias como exigía el compromiso asumido en Montreal.
4. Conclusión
El hombre debe ser conciente del problema que ha generado en su relación con la
naturaleza, debe enfrentarlo y utilizar al máximo su imaginación para resolverlo o paliar sus
efectos.
Seamos tan imaginativos como el perrito para mantener viva por siempre a la gallina de los
huevos de oro.
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