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EL
HOGOT~\
UIPREKTA lH~ (-:AITA~
1869
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ADVERTENCIA.
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bargo, no hemos podido realizar nuestro deseo;
y nos vemos en el caso de decir que hemos ido
pasando á manos de los cajistas las composicio-
nes que han ido llegando á l~ nuestras, sin
tener en cuenta para nada el mérito respectivo
de ellas.
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AljBUM DE LOS POBRES,
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EL titulo de este libro le quita toda pretcnsiOll, y revela su
objeto. No es una eoleceion de poesías ó de artículos de autor
determinado, que pudieran redundarle en gloria literaria, ó
recompensar sus estudios Con bien merecida. fama: es, por el
contrario, una miscelánea de produecion<:s reunidas sin mas
(lhjeto que obsequiarla á. los pobres en el dia en l¡Ue, bajo la
invoeaeiun de San Vicente, celebran la fiesta cun que la cari-
tativa Bogotá trata de aliviar la miseria de algunos de Ims
hijos.
En el Bazar formado por la beneficencia j' ofnwido :i los
mas desheredados de la fortuna, se encuentran los olJjetus ma~
diversos, como que todllS son buenos para el nolJlc fin á que se
les destina: desde el ricu aderezo de oro y !J<:drcria <JOllque
hubiera podido engalanarse la belleza, hasta el humilde bor-
dado que la niña mimada del hogar obsequió :tI padre, y que
con la bendieioll paterna viene á. aumentar cl caudal de lus
pobres; desde la ubra costosa y sin segundo que narra la his-
toria del universo, hasta la modesta cartilla en (jue el infante,
sentado en las rodillas de la madre, aprende á deletrear el nom-
bre de Dios, que no se borrará en adelante de su alma.
A aumentar eso que llamamos el caudal de los pobres, vic-
ne hoy un nuevo libro, que al mismo tiempo enriquecerá el
caudal de la literatura patria. En muchas ocasiones se han
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dado a la estampa. las producciones de nuestros litcratoB; y
8UBartículos ó poesías lujosamente impresos adornan los es-
tantes y arrancan los aplausos de los lectores; pero hasta hoy
no se ha hecho una publicacion especial de producciones de
las señoras, y ese es el libro que los pobres ofrecen hoya la.
culta Bogotá. Lo han recibido de manos blancas y en papel
perfumado, eomo el no preciado óbolo ofrecido por el corazon
caritativo á la indigeneia j y en su primera página ya que no
una rccomendacion inútil, ni una gloria de un dia, ofrecen á
BUSbenefactores la única recompensa que puede dar la desgra-
cia. consolada. A los que alivian la miseria, á. 108 que ven en
el pobre un hermano, á. los que no solo abren el bolsillo para
80correrlo, sino que le dan algo de su corazon Dios 101
bendiga!
María.
Julio 10 de 1869.
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:lDgustias de muchos que las lloran verdaderas. Cuando al
compas de los instrumentos, atraveseis llenas de vida y de pla-
cer por en medio de un salan de baile, iluminado por cien
::mtorchas, embalsamado por mil perfumes, pensad que hay
casas en donde los sollozos de una madre infeliz se mezclan
con las lágrimas de sus hijos hambrientos, que hay hospitales
en donde el dolor arranca horribles gritos á millares de enfer-
mos, que hay multitud de niñas desvalidas, que en vez de dan-
zar como vosotras, recorren la ciudad pidiendo un pan para
llevar á.sus ancianos padres! . , , Oh! pensad que vuestra fiesta
pasará., y que al pasar tal vez no os dejará. ni un recuerdo agra-
dable, ni una satisfaccion duradera, ni un consuelo para los
dias malos de la vida. , , . y entónces, forruada la resolucion de
sacrificar, por amor de Aquel que os ha colmado de beneficios,
y en favor de esos hijos del Padre Celestial, ménos favorecidos
que vosotras, el placer de unas pocas horas, alguna parte de
vuestros gastos supérfiuos, una fior, una cinta, alguno de esos
pequeños adornos que hoi amais y mañana olvidareis, llevad
su precio :í. la caja de los pobres: entónces llellareis de gozo
vuestros eOl'nones, hourareis vuestro nombre do cristianas, y
aumentareis vuestros fondos para el tiempo '!/ para la eternidad.
Dios ha puesto en la voz de la mujer, en las palabras de la
mujer, en el corazon de Ja mujer, tesoros inmensos en favor
de la humanidad; y no lo dudeis, Dios os pedirá. cuenta de
ellos, porque ÉL liO os los ha dado en balde. Los pobres los
reclaman, los enfermos los necesitan, los niños no pueden vivir
sin ellos, la sociedad se aniquilará si vosotras no llenais vues-
tra mision. Llevad, pues, el pan de la sana doctrina á esos
niños infelices, víctimas tal vez de la intemperancia de sus
padres; formad su corazon para la virtud, y dareis buenos ciu-
dadanos á la patria. Llevad vucstra compasion y vuestros so-
corros ti. los hospitales, y Dios aumentará vuestros bienes,
Llevad vuestros consuelos y vuestros consejos á las prisiones,
y Dios bendecirá. vuestros trabajos j y quién sabe, si en vez dc
miembros inútiles ó dañados, devolvereis á. la. sociedad miem-
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cen disipacion en el espíritu y dejan vacío en el corazon. Fui,
pues, á Tibacúy y lleguó á las siete de la mañana.
Compóncse aquella poblacion de una ó dos docenas de casas
pajizas sumamente estrechas y pobres, esparcidas aquí y
acullá por la pendiente que forma la. falda prolongada de una
alta y espesa montaña. Hay en el lugar mas llano una peque-
ña iglesia de teja, pobre y ascada, á cuya izquicrda se ve la
casa del Cura, tambien de paja como las demas dcl pueblo,
pero méno~ pcqueña. que las otras habitaciones. Entre estaB
hay algunas que no pudieron cubrirse con paja á causa de la
pobreza de sus dueños, y 8010 les sirven de techado algunas
anchas y ,erdcs hojas de fique. La plaza no es sino la conti-
nuacion de una colina cubierta de vcrde yerba, cuyo cuadro
lo forman cuatro ermitas de tierra, y en sus costados solamente
so ven la cárcel y cinco ó seis chozas miserables. A la derecha
de la iglesia, y paralela á. un costado de la plaza, hay una
hondonada verde y llena de árboles silvestres, por la cual corre
en invierno un hermoso torrente, pero que en verano está. seca
y' cubierta de mullida grama. Esta hondonada se prolonga
como trescientas yaras hasta el pié de la plaza, y los naturales
la llaman La calle de la amargura, por ser aquel el camino por
donde suelen llevar las procesiones de Semana Santa. Estas
pocas chozas sombreadas por verdes platanares, elevados agua-
cates y aromáticos chirimoyos, y rodeadas por algunas galli-
nas, patos, perros, ccrdos y otros animales domésticos, prcsen-
tan un aspecto pintoresco é interesante para quien no bUBca
allí el lujo y las comodidades de la vida. El vecindario se
compone do dos razas perfectamente marcadas: algunos blan-
cos en quienes sc descubre desde luego el origen europeo, y el
resto indios puros, descendientes de los antiguos poseedores
de la América. Todos son labradorcs; todos pobres, y, casi
puedo decir, todos honrados y sencillos, hospitalarios y amables.
Allí no ha penetrado todavía la civilizacion del siglo XIX.
Cuando yo Ileguó me rodeó la mayor parte del vecindario.
Unos querian que yo fuese á alojarme á su casita, otros que
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oste espectáculo, y las risas, cantos i alegría de este pueblo
inocente alojaban de mí las tristes impresiones que casi siem-
pre dejan en mi alma las reuniones de numerosas concurren-
cias. l\Iezeléme con los hijos de Tibacúy, y tuve el placer de
ayudarles á. componer sus ermitas, altares y arcos, procurando
que lo~ ménos pobres no dañasen con adornos hoterog6neos
el gusto sencillo y cal)lpestre (lue allí reinaba.
Las campanas repicaban sin cesar, y todo el mundo so ma-
nifestaba alegre, activo y oficioso. De repente oí el ruido do
un tamboril y un pito. Entúnces vino ó. bailar delantc de mí
la danza del pueblo. Componiasc esta de doce jóvenes indíge-
nas de 15 á. 18 años, sin mas vestido que unas enaguas cortas
y unos gorros hechos de pintadas y vistosas plumas. Llevaban
tambien plumas en las muñccas y las gargantas de los piés, y
un carcax. lleno de flechas sobre la espalda. El resto de sus
cuerpos desnudos estaba caprichosamente pintado de varios
colores. Presidia {¡ estos muchachos un anciano de mas de
setenta años, vestido como lo están siempre aquellos infelices
indios; es decir, sin camisa, con unos calzoncillos cortos de
lienzo del pais, muy ordinario, y una ruanita de lana que les
cubre un poco mas abajo de In. cintura. Este viejo estaba sin
g.)mbrero, y llevaba colgando del cuellb el tamboril, al cual
daba golpes acompasados con la mano izquierda, miéntras
con la derecha sostenia y tocaba el pito. Con esta extraña mú-
sica bailaban los jóvenes una danza graciosa llena de figuras
y variaciones, arrojando y recogiendo sus flechas con asom-
brosa agilidad. Yo los miré un rato con ternura y complacencia,
lcs dí algunas monedas, y me retiré.
Salió bien pronto la proeesion. El pueblo se prosternó res-
petuosamcnte y ya no se oia sino el canto sagrado, el alegre
tañido dc las' campanas y el tamboril y el pito de la danza
que iba bailando delante del Santo Sacramento. Bntónces
empezó :i arder un castillo de pólvora, preparado para la prime-
ra. estaeion. Los indios de In. danza fingieron terr{)r, estrecha-
ron sus arcos contra el pecho y se dejaron caer C(lU los rostros
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rros, les compraba sus chirimoyas j y con mas frecuencia ad·
mitia elobscquio que de cllas me hacian. Jamas tuve ocupa-
cion bastante grave que me impi~iese recibir á aquellos hon-
rados ancianos. 1\1econtaban sus miserias y sus prosperidades,
me referian las tradiciones de la aldea, los acontecimientos
notables que habian presenciado en su larga vida; solicitaban
mi aprobacion Ó mis consejos sobre los pequeños negocios de
BUS parientes y amigos, y jamas salian de casa sin haber comi-
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ea de dolor se pintaba en aquolla cara negra y arrugada que
me recordaba la idea que en mi infancia me dabau de la~ bru-
jas. Sinembargo, reeord6 IIue era la viuda ue Guzman, (IU,
tenia roputacion de ser una bucna mujer y la dije :-1\lirc us-
ted, Mariana, aquí tengo un cuarto dondc usted puedc ,-í,ir;
Yéngaac á casa y no tendrá que pensar lllas en e J pan de cada
dia; si se enferma, aquí la cuidaremos, y si ticlle frio yo le
daré con 'lue nbrigarsc. Guardó ella un illst,ante dc silclI,·j,
y despues mc ,lija :-~o, sumerccd, jamas-¿ 1 por qué no'
Entónecs csclamó :-Qué! ¿ yo comoria buenos alimentos de-
quo no podría guardarlc ti él un bocadito? (.yo dormiria en
t'uarto y cama ahrigados cuando él está debajo de In. tiorra 'f
Que Dios me libre de eso! ~lire BUlHerced, mas de ·15 añ(Js
hemos vivido los dos eu esc pobre rancho. Cuaudo él iba :i
la ciudad á ,onder el hilo IluC yo hihlm y hs chirimoya!!, yo
lo espcr¡dJ:t junto al fogon y ya tonia algo quc darle. LJ(·-
gaba, me abrazaba siempre, mo entregaba el red ij la sal
que tmia, y juntos uos tOlll(lb:llllOS el calclIl¡l1o (agua-miel)
la arepa () la yuca asada que yo lc tenia. Si cra yo la 'llll'
iba á !a,ar al rio, él me esperaba jUllto al fOg011;y Hi!lO tcuia
que darme, siquiera atizaba la lumure y lile ektia; esta 111'-
che no hay que cenar, pero tengo bastaute leiia i nos ealent;,-
rClllOS juntos. :\0; jamas dejaré ese ranchito! i Ya nadie s,'
sienta en él junto al fogon ! :,-30 no estará a!li oso :lngal! Pc)',
su alma !lO estará 16jos, se afligiria si yo abando!lura uUc~tr:,
easita.-AI uecir esto, .Mariana cruzó sus manos soJ.¡re el peche
COilun dolor convulsivo. Dos torrentes de lágrimas corrinol'
sobre sus aCD.rt()uadas mejillas, y por lDas de média hora C~·
cuché su siloncioso llanto y sus sollozos ahogados. j Cuán lIlal
hahia yo juzgado á 31ariana por su flsonomía! Ah! ¡jaUJa"
habia yo visto un dolor mas elocuente y sublime, jamas ldJi[;
Coml)l'(;ndido tauto amor en un discurso tan corto y seneilJo I
Pobre anciana! Yo lloré con ella y 110 trató de eonsohrJ:¡.
Cuaudo su lltmto se calmó la dije :-Jlariall:l, mi ofrccimielJl ,.
8ubsi~te: aunque conozco que u~ted tiene razon en no acept.ar
"
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10 por ahora. l)ero algun dia, cuando usted pueda, rccuerde
liue esta es su casa y venga aquí á vivir mas tranquila.-No,
sUJ1\erced,me dijo, eso no será jamas, porque yo sé que él no
8e amañad sin mí en el cielo. Diciendo esto dió un profundo
suspiro, y al propio tiempo se sonrió con cierto aire de calma é
indiferencia. Apénas le di un corto socorro, temiendo que uno
lilas abundante la hiciese sentir con mas amargura su viudedad.
Al dcspedirlllc besó dos veces mi mano é hizo tiernas caricias
:'l mi pequeña familia. La insté que volviese, y no me respondió.
i Scis días despues Mariana descansaba en el eimenterio dí~
la aldea alIado del venerable Migucl!
Jose'-" Aeevedo de GÓmez.
--~ ..-~---
A la señora C. M. de P.
CUAL gigantesca hoguera que rodara
Por ese azul, ilimitado espacio
El sol se acerca, amarillento y lácio,
Hácia los montes que á ocultarlo van.
Del ancho seno de mi ardiente valle
Alzúse ya su fecundantc lumbrc:
Del monte opuesto la elcvada cumbre
Sus tibios rayos coronando están.
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.F;ntónces dejo mi mansion amada
y voy ti ver la escena vcspertilla,
Fuera del pueblo, frente ú la colilla
Do esconde el sol su deslumbrante faz.
Síguemc, pucs, y en mi insipicnte lira
Ensayaré cantar mis impresiones;
Ven, aquí so oyen deleitables SOllOS,
Aquí se goza plácido solaz.
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De nuestra zona la. opulenta. flora
Aquí sin arte ni cultivo, ostenta
Su lujo y BU esplendor, que tan bien sienta·
Bajo este ciclo de profundo azul!
Siempre cargada.del sabroso fruto
La. altiva. palma de enhiesto tronco
Remédame el Oriente i mas el ronco
Devastador y ardiente simoun
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y ya. forman el vasto panorama
Ilumi.na.dopor la. luz tan bella
Que en la region del Ecuador destella
:El sol para la tierra de su amor.
Yo quiero detenerme tí.contemplarlo;
A gozar en silencio la serena
Magestad, la. armonía de esta escena
Que alumbra y dora 01 último arrebol.
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y no es mentira, no, la dicha suma
Que allí se goza y de que yo he gozado:
Bien inefable, dulce, inmaculado,
j Dichoso quien te llega á disfrutar!
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y u se acercan las sombras de la noche,
y Meia el paterno hogar dirijo el paso:
Los h¡"illalltes celajcll del ocaso
}lurieron ya con la postrera luz.
De Ir eampanll alllarnamiento santo
Al ciclo elevo mi orarían fervicnte.
Para pedir que al corazon aliente
El dulce amor dellJue murió en la cruz.
-c ...••.
~ .._- --
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droneillos que lo aseehan. En el campo de la vida mortal es-
taba el tesoro que dijo el Seíior, pero eseundido. A ¡¡UespoBa
la Ilombra con scmejanzas que significan secreto: huerto ec-
rrado, fuente sellada. Por preciosa. que sea la casa, ¡¡j á toda¡¡
horas da paso franco, presto se acabará su hermosura. La
gloria de la hija del Rey e::;tá.escondida, está en secretu. Ima-
giDa á las criaturas si CODdesúrden las tratas como al vient,)
cierzo, que seca, aja y deshoja, no porque ellas scan malas; pur-
que el fuego bueno es, pero no para tratauo dc todos lUodus ;
el aire bueno es, pero tanto puede darte que te ahogue y deje
yerta; el agUR es recreaeioIl y refrigerio, pero muchos en ella
han perecido. Si descubres tUl; bienes, ó te los hau dc ¡¡opIar
con la lisonja, ó morder eou la envidia, ó al'l'ojllr eOIl el me-
nosprecio. Guarda, pues, los sentimientos (iUl' Dios te dic!'(',
aprende de la tórtola, no del pelicano; no saques tÍ. luz los hi-
jos pequeñitos, que cua}¡luiera aireeico los luatar:i. Hijos tie-
ncs, pero guarda, ten cuenta, no los fies; no des tu eorazon al
alhago de ninguna criatura, mira no sean abrasados y Vlwltos
(;n ceniza, con ese heno ó paja. en que le~ hace,; nido. Tc\!)('
más y rccélate de sus aficiones de ser (lucrida, Ú 'Iul:rcr!as,
que del cuchillo (iue ha de cortar tu brazo. El brazo hariL E¡[-
ta al cuerpo, el COraZOllal amor de Dios}' :l "l1 ,en·ir·i,,· ~i"
brazo podrás vivir la vida del cuerpo, ,ill COl':1Zim,110 p"dni.-
vivir la vida dcl espíritu. Las cosas illalliil¡:ldas t8 L'lJscii¿w
este recato: la tierra oculta en su sello el oro y pil'drlls pro-
ciosai¡¡¡el agua inclina todo su peso:í esconuel'sc; el a:l'e prrreCl'
que siempre huye; el fuego ansia con toda su fucr;~a por ¡;ubir
y alejarse. ¿ Pues qu6 las criaturas en cad:L l'lelllent,)'~ Los
leoncs y fieras de ls sch"as tiene!! sus lugares apartados donde
se ocultan; el er·izo busca su refugio en la piedra, el ciel'\'o 1:11
lo alto de los montes, y así el cabritilla y los hijos de los
ciervo~. El águila anida cn lo IDUS alto y tajado de las pci'ias:
la paloma se aleja, huye y descansa en la ~oleu.ad; l:t tórtolu.
se escondo en los agujeros de la piedra, en lus earl'rna~ del eer
cado; el pájaro becho, solitario, busca lo alto de los techos: 1;\
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lechuza sc oculta entrc las ruinas; los peces se scpultan cn
los sellOS del mar; aun el sol conoce su ocaso y su escondrijo:
las flores nacen cubiertas y dan así oculto su fruto siempre
guardado entre cortezas y cáscaras; y cuando creeen mas los
árbo]e~, profundan mas sus raices y se ocultau; ]as fuentcs
traspasan por medio de los montes para salir á ]0 profundo
de 108 valles, Si fueres como el gusano entrando al corazon de
la ycdr3. en ]a consideracion, en brevc espacio caerá seca la
vanidad é inconstancia de la vida. Entúnees te asentarás entre
los príncipes cuando edificares en ]a soledad tu sepulcro, y
61 será glorioso.
Dos cosas pueden moverte á derramar tu corazon en las
criaturas, ó tener que hacer con ellas, ó no tener que hacer
contigo: si]o primero, mira ]0 que dice e] santo Rey: "To-
dos Mclí'n.aron .1J fueron hechos inútilcs. ¿ Cómo podl'lt ser prove-
choso para otro, pues dI/O que en su cora;:oll no habia Dio8 P Co-
rrompido se han, abominablcs se han hccho, porque COI1/O flwt(mtos
8C pudrieron cn el cstiércol de 1a8 cosas de la tierra." Por cierto
que no sacó el ¿i,·ino esposo al alma santa á las plazas, á or-
denar en ella la cariuad, ántes la introdujo :í mayor sccreto,
y qucdó tan contcnto de llue su amado fuese en su seereto,
que cuando lo halló dijo: "Téngole?l no le d~jaré hasta que lo
mtre tÍ la casa de mi madre, allí lo esconderé, porque de las pla-
:as !I c(1llrwdonde lo buscaba traje Bolo castiyo ,1/ dolor." Poco esti-
ma su tesoro quien lo expone lÍ la eomun vista: si Dios no
\'ivc en ti y tú en él (. cómo has de estar en cariuad para. con
las criaturas? Si el corazon es fuente de la vida y Dios es
vida de] corazon, fa]tándole la. vida. r. cómo obrarán aquellas
mallos inocentes con que has de subir al ruonte dc la caridad?
:. Por qué te juzgas provechos:!. para. otras, en ]0 que desapro-
vechas á ti? ¿ Pues no nace de tu corazon ]30 caridad de tus
obras'; Qué les quieres? Qué les buseas? ¿ Qué hay para
ti en los caminos de Egipto? La sed de tus deseos no ]a sa.-
~iar:í.s sino es en el quc es fuente de agua viva.
r. Qué utilidad hay en tu sangre euando deseiende á. la co-
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estas agua~. Ten silencio para no reprobar lo que te aflige, ni
mostrar con ,razones que la. tienes. Sea 11010 tusccreto par.a.tu
a.ma.~0,qu6riendotener á. 61 solQcontcllto¡ y ~i lee¡¡tá,n patent.es
loa aecretos del corawnj no te turben los juicios ~umanos, que
ya desearás contentar á otro, <lua.ndono t<Jsatisface que Dios
lo esté. El Señor te prueba y te couoce: Él conoce cuaudo
dejas de ser y cuando resucitas, y todos tus caminos los tiene
previstos. Por esto no ha de haber palabras en tu lengua que
digan á los hombres; Él conoce el principio y el fin, y no
aparta su mano ayudadora, pero 10ilojos de carne andan á
t:icgas: como SUIi tinieblas, así es su luz. En el oamino de esta
vida ha de ser tu honor y gloria. llevar el peso de la oru~ y
las señales de J esua en 01 padecer: ¿ pues por qué lo quieres
disminuir comu:o.icándolo con quejas á las criaturas? ¿ por
qué das tu honor á. los cxtr¡¡,ños? Enciérrate on el secreto de
la tribulacion, que entónces se amans6 el mar, cuando sus
olas sepultaron al Profeta; y en la escondida. y estrecha tri-
bulacion le preparó Dios casa de refugio. Sellado estaha en-
tre lus leoues al que administrú sustento y guardó libre. Ois-
tes la paciencia de J ob que condujo el Señor :i fin próspero ':l
cu ella 110habló con estulticia cout.ra Dios. Vistes el fin del
Heiíor llue 110 abrió sus labios: como mudo estuvo entre sus
pellas: entre espinas de tribulaciones, que como ~bejaB COI'can
al alma, sc conserva con la limpieza. de lirio. Como fuego la
limpian, y como abejas labran en ella panal, para que su que-
rido con la miel que procede de su boca, y está escondida debajo
de su lengua, diga: '1 Comeré mi panal con m.i miel," ¡ Oh alma
mia! en esta camita estrecha del silencio y retiro, descansa
Dios como en lecho florido de virtudes. i Oh, si estas puertas
de la justicia sc abrieran para mí! Entrando en las virtudes
confesara al Señor. i Oh, Señor! esta puerta. es tuya y el
justo entrarñ. en ella. Dame que sea como niño en la inocen-
cia y silencio, para quo entra á los tabernlicul08 de los justos
donde hay voz de alegría y salud.
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UELANCÓLICAS horas
Hay en la ;'iua,
En las que gimo el alma
Cual ave herida.
El tiempo vuela,
Pero on las horas tristes
Clava su rueua.
Si en el erl.mpo la brisa
1\Ieco las p:tllllas,
y se agita sihando
I~ntre las ramas,
Yo IUQ imagiuo
Que lleva do las flores
Algun suspiro.
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Si en la arboleda cantan
Los pajaritos,
y en los nidos responden
Sus tiernos hijos;
Oigo sus notas
y digo pensativa
Cantan ó lloran ?
Si el agua dc la fuente
Por los rosales
Corre, bañando el musgo
Con sus diamantes;
l\E triste alma
Piensa al ver esas gotas,
Que llora el agua.
---+--••.
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Ill'luieta y afanosa
l'Iiraba un árbol,
y á su elevada cima
Llegó volando.
Entre su pico
Lus granitos llC\'aba
Para. sus hijos.
Vulviendo la cabeza
A un lado y otro,
8e muestra temerosa
Por su tesoro.
Porque las aves
~us amores ocultan
Hasta del aire.
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Entrega los granitos
y luego sale
y con sus dulces trinos
Alegra el valle .
.Mil armonías
Forma con su ruIdo
La fuente cilla.
Un águila traidora
Que se ha escondido
En un árbol cercano,
Contempla el nido.
Allí en acecho
Aguarda que la madre
Levante el vuelo.
El águila se acerca.,
Tiende BU garra,
En su mirada ardiente
Se .6 la rabia.
Cogiendo el nido
Emprendió su audaz vuelo
Casi sin ruido.
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Inocente la mirla
Siempre cantando,
Vuelve á BU hogar querido
Vuela á su árbol,
Porque halla eterno
Un minuto que pase
Cuando está. léjos.
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Pero llorar, mi Dios, en tu presenoia
Esperando una muestra de tu amor,
Es encontrar la perfumada esencia
Que mitiga del alma el sinsabor.
'....••+~.,-
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Recuerdos de Santa F~
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e/o en esos tiempos, y lamentábase amargamente de la inde-
pendencia que habia sumido á. su familia en la pobreza, que-
dándole á ella por úllioo patrimonio una casita. Cada vez quc
cstallaba una. revoluoion, mi madrina se mostraba mui ehoca-
da, ll.'legurandoque este país no so compondria. hasta que vol-
vieran los espaiioles. Era ue pequeiía estatura y enjutas car-
nes, morena, de tez de espaiiol viejo (es decir amarillenta), ojos
negros y pequeños y nariz afilada; no debia, en fin, de haber
sido bonita en sus mocedaues, y mis hermanas sospechaban
que por eso habia permanecido soltera y era acérrima enemiga
del matrimonio.
Vivia sola con dos criadas á quienes habia reeogiuo desde
pequeñas, y á. quienes no pagaba sino como y cuando lo tenia
por convenionto, dAndoles su ropa vieja, larguitiÍmos regaiío~ y
muchos pellizcas por ~alario; se mantenia haciendo dulces,
bizcochitos, chocolate y velas, y sacando aguardiente, que en-
túnecs cra de contrabando. Este último negocio lo procuraba
ocultar á todos y particularmente ti los muchachos; pero lo
hacia con tanto misterio, que naturalmente picó mi eurio~idad
de lliiio; por lo que resolví averiguar :í. todo trance a'luello
que me ocultaban.
No tuve que aguardar mucho: uu dia se incendió algo en
la cocina y tuvieron que abrir la puerta y salir al patio :,
bwwar agua; aproveché eHUmomento de afan y penetré ti hur-
tadillas al recinto vedado. Exau1iué, ~ill l/ue cayeran cn cuen-
ta de mi presencia, las va~ijas de extraño aspecto, i las ma-
ravillosas mauiobras que se hucian allí. Illlllcdíatamente que fui
:\.casa y pregunté :í. mi hermana mayor lo que aquello signifi-
caba, me lo explicó, recomendándome el mayor sigilo, pues mi
madrina correria riesgo si la policía lo llegaba á ueseubrir,
guardé el secreto y mimadriua nunca supo \lue yo cm. po
¡;ccoo!" uc él.
Ahora veamos cómo era la casa en (lue vivia. La habita-
cion de mi madrina, sita cn las Ni(:ves, no kjos de la ll1azuela
de San Francisco (perdono el lector, quiero decir, la plaza de
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Santander), era pequeña, pero suficiente para su moradora: a'
la entrada, despues de atravesar el zaguan empedmdo tosca-
mente, se encontraba un corredor cuadrado, separado del pa-
tiecito por un poyo de adobes y ladrillos, el cual estaba tam-
bien empedrado, pero lleno de arbustos y flores, por lo que era
para mi imaginacion infantil un verdadero paraíso, liue yo
comparaba con los de los príncipes y princesas de los cuentos
que me referia Juana, una de las criadas de mi madrina.
Todavía me represcnto aquel sitio como era entónces _
veo el alto romero siempre florido, el tomate quiteño, el ciruelo
y el retamo, á cuyo pié crecian en alegre des6rden en medio
de las piedras arrancadas para darles holgura, algunas plan-
tas de malva-rosa, muchos rosales llamados de la alameda, de
Jericó &.aj á la sombra do estos se extendia. mullida alfombra
do manzanilla, trinitarÚls matizadas y olorosas, (los pensamien-
t08 que reemplazan ahora las trinitarias no tienen perfume), y
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arreglaba su jardin; recortaba. una. fior aquí y a.llí para. dár-
melas, y yo las recibia como nn precioso regalo, pues era pr<>-
hibído que tocásemos las flores.
Ademas de este patio habia otro detras de la cocina, ell
dondc, al rededor de un aljibe, vivian multitud de gaUína~.
pavos y patos, y estaba. el perro amarrado todo el dia. 'I'am-
bien habia una huerta en que crecian malvas, ortigas y yerba~
en profusion, pero en cuyo centro Behallaban varios D1anzano~
y duraznos, miéntras que en las paredes del contorno se enre-
daban matorrales de cUTubosy bosquecillos de chisgua. A YC-
ees sembraban tambien algunas matas de ma1z y dc papas, port'
las criadas no tenian tiempo para cultivarlas, y así rara ,ez sr
arrancaban á tiempo.
La salita tenia una.ventana alta que daba sobre la calle, ('011
poyos esterados, y en lugar de •.idrieras un bastidor de góne\'(,.
Dos canapés forrados en damasco amarillo de lana, cuidadosa-
mente cubiertos con SUB forros blancos, dos Úlem de zaraza,
<lcsiguales,cuatro grandcs sillas de brazos y espaldar de cucro
con arabcscos dorados, i dos mesitas con ~us cajones de NIño
Dios, completaban el ajuar de la sala. Olvidaba decir (Jue (H
contorno de los cajones de Niño-Dios se veían monos, pa'l'os,
caballos, &." hechos con tabaco y con paBtilla popayaneja .. En
la parcd principal había un cuadro grande representando r\
~uestra Señora de las :M:ercédes,:l.cuyo pié estaban Adan i
Eva en el paraiso terrenal, rodeados de fieras y en completa
desnudez; ligereza de vestido que no pude comprender nunca
cómo la toleraba mi madrina sin escandalizarse, pues ponir,
íos gritos en el cielo é invocaba :i todos los santos, si por ca-
sualidad veia á una de mis hermanas vestida para alguna m(;·
desta tertulia. Por último, habia un pequeño San Cristóval
Bebre la puerta de entrada, y un San Antonio sobre la de In
alooba. Item mas; durante muchas semanas del año vivía en la.
mitad de la sala, cubierto con una colcha, un San Miguel que
vestia mi madrina para la iglesia de San Franci~co: lo diafra-
zaha.a la Última moda, con mangas anchas o angostas: corpiñ(,
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alto ó cotilla, segun se usaba. en los días de su fiesta; y se lo
enviaban dcspues á la casa para que le pusiera los vestidoB
viejos, buenos para el resto del año. Cuando alguno criticaba
:i mi madrina su manía do vestir al pobro arcángel como los
figurines de modas, contestaba muy indignada: "Acaso los
santos han do estar peor vestidos que ustedes?"
La alcoba con su cama de blancas colgaduras y su canapé
:lIta de patas y brazos tallados y dorados (que ahora seria una
curiosidad), sus mesitas de costura y de hacer tabacos, BUS
/Jaulcs de extrañas formas y SUB innumerables cuadros y estam-
pas representando los santos de su devooion j aquel olor á
rosa seca y á viejo, olor penetrante que tien~ para mi tan tier·
HaS recuerdos. todo eso vuelvo á verlo y á. sentirlo en mis
¡mellaSde hombre ya viejo, y haeioodome niño ,otra vez, miro
aquello con el encanto de ántes, para despertarme con un do-
loroso suspiro.
Contiguo ti la alcoba estaba el oratorio, mui pequeñito, poro
mui adornado, y que todos los años lleIlÁbamoscasi completa-
mente con el pesebre.
;\.demas de mi madrina, el tipo mas curioso y digno de
mencionarse que había en su casa era la criada mas vieja, la
!Jobre Cruz. Recogida desde su niñez en casa de mi madrina,
y no habiendo podido desarrollarse ni crecer bajo el régimen
severo quo so observó con ella, su' señora no podia convencerse
de que no era niña, ni jóvell, y la rcñia y lc hablaba como a
la infeliz cMna que mas dc cuarenta años ántes habia quitado
do entre los brazoil de BU madre, muc.rta de miseria á las puer-
tas de su casa. Su madre habia sido voluntaria, y no queriendo
abandonar el regimiento que seguia, prefirió morir mas bien
que descansar!
Cruz era pequeñita, grucsa, eari-afligida, extrañamente fea, y
tan inclinada al llanto que con la mayor facilidad prorumpia
en lágrimas y sollozos. Me gustaba mucho verla peinarse y co-
ser, proezas qu.e ejecutaba 10B sábados en la tarde sentada á la
puerta de la cocina. Verla quitarse el pañuelo y contemplar
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Conocia todos los frailes, sacristanes y legos, de pé á pá.Yha-
blaba con ellos en voz alta en los intermedios de las misas,
chaneeá.ndosc con todos, con un desembarazo que solo adquie-
ren en las iglesias los que las frecuentan demasiado, porque
olvidan lo sagrado del sitio y pierden el respeto á causa de
la familiaridad que tienen allí.
A las ocho y média volvia á. almorzar, veia las cosas de la
casa, disponia los dulces, bizcochos y espejuelos que debian
hacer aquel dia bajo los cuidados de Cruz y Juana, y despues,
si no iba á visitar á algun miembro de la fa¡:nilia, se subia al
canapé de su alcoba y rezaba ha13taque le llevaban una buena
taza de chocolate á. las once. Pero estas oraciones tenian los
intermedios mas graciosos: sin duda eran puramente maquina-
les, y estaba pensando cn lo que se hacia en el interior de la
casa; así es que á cada rato interrumpia el rezo para llamar
á Cruz ó á Juana, y si éstas no oian se bajaba del canapé y
con la camándula en la mano corría á la cocina colórica y
gritando: "metieron el almidon? les dieron dc comer á los
pisquitos? rayaron las cidras?" ú otras cosas por el estilo. Si
eso no se habia hecho como lo tenia mandado, arremetia sobre
las criadas, les tiraba las orejas, les daba empellones, y al ver-
Jas hacer su voluntad, dejando á Cl'UZbañada en lágrimas, vol-
via tranquilamente á sus oraciones,
A la una eomia, y por la tarde se iba á oir algun sermon, Ó
los dias de fiesta salia con las criadas á visit.ar á alguna de sus
vecinas ó amigas viejas. Despues de cerrar el porton con mil
trabajo~, pues era preciso que las dos criadas y la señora ayu-
dasen á hacer dar la vuelta á la cnorme llave en la cerradura,
mi madrina la colgaba en seguida al brazo de Juana (para lo
cual tenia una correa de cuero crudo) recomendando no la
fuera (L perdcr, A la oracion volvia, é inmediatamente Bereu-
nian en la .sala ó en la alcoba á rezar hasta las ocho.• Juana
habia aprendido á rezar dormida y de rodillas, pero la pobre
Cruz no podia ménos que cabecear de vez en cuando, atrayendo
sobre su cabeza de mártir no mui blandos coscorrones. A lae
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Comiamos muy temprano, mi madrioa, mis hermanas y yo,
con las criadas de una y otra casa, y nos encaminábamos al
cerro. Cada cual llevaba un canasto á.la medida de 5US fuerzas
y unas tijeras ó navaja j nos dispersábamos sobre las faldas de
Guadalupe, I\:lonserrate ó la Peña, y en donde quiera que en-
contrá.bamos alguna bonita rama de ohite 6 slgun musgo ó he-
lecho curioso, lo arrancá.bamos con cuidado para que no 8e
daiiase. Al principio yo empezaba ti. llenar mi canasto con
mucho juicio j pero de repente lo abandonaba en manos de
una de mis hermanas, y corria. tras de algun brillante insecto
Ú pintada mariposa ó atravesaba, haciendo maroma sobre las
piedras, cIrio del lloqueron, y desde allí recitaba mis versos
favoritos. Otras veces me subia á algun risco escarpado, en
busca de arrayanes, uvas de anís ó esmeraldas, ú olvidaba mi
canasto de musgos con el encanto de encontrar una matita
.~argada de niguas.
Oh alegrías! oh emociones inoceotesL aun ahora, des-
pues dc tantos años, y enfriado ya por la nieve del tiempo y
.le los desengaños, me siento enternecido cuando mis pasos me
llevan a aquellos sitios poblados por los dulces recuerdos de
lUi infancia. En cada pliegue de terreno, en cada piedra ó risco
veo aparecer retrospectivamente un niño risueño y feliz, en el
cual con dificultad me reeonozco _
Hasta que los Últimos rayos del sol desaparecian de las ma.<!
altas cimas de los ccrros, no pensá.bamos que era preciso .01·
ver á la casa; entúnces, cansados pero formando proyectos para
otro dia (proycctos que rara vez se cumplian), contentos, ale-
gres y llenos de esperanzas, bajábamos lentamente ti. la ciudad.
A veces, úntes de qegar, el sol se habia ocultado completa-
mente y en su lugar la luna bañaba el tranquilo paisaje, ilu·
minando ú lo léjos las plateadas lagunas de la sabana .
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madre y mi madrina y se dispersaron mis hermanas: y tan solo
quedaban algunos pocos que rccordauan nuestra niñez, cuando
volví solteron viejo á Bogotá.
Busqué con tierno afan aquel rincon oculto donde se desper-
t6 mi espíritu, donde nacieron mis mas puros afectos y empecé
á. pensar pcro todo habia cambiado : ya la casa no es la
triste morada (alegre para mí),de una pobre anciana, sino el
moderno hogar de un jóven litcrato de talento y esperanzas, que
por suerte es U110 de mis buenos amigos; no ha quedado ni
una planta, ni una piedra de los ,iejos tiempos; pero allá. E:n
el fondo de mi eorazon vive siempre tierno y ama&leel reeuer
do de mi madrina, eomo la página mas dichosamente tranquila
de mi existencia.
Enero do 1868. Aldebaran.
---...••.---
••
Ya pasan nubes de color de aurora,
Otras rojizas cual tostada arena,
y vagas sombras de invisibles cuerpos
La. cristalina atmósfera. atraviesan.
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En este instante contemplando sola
De las flotantes nubes la belleza,
Una mujer angélica y hermosa.
He visto deslizarse sobre cllas.
"
Lleva un vestido blanco, y en la mano
Un ramo de graciosas azucenas:
Quién es esa mujer? Viaion, ensueño;
De mi exaltada mente una quimera?
"
Al contemplarla cada vez encuentro
Mas dulce encanto y mas ternura en ella,
j Quién tuviera el placer de adivinarla,
"
y preguntarlc qué mision la trajo
Al linde oscuro de la triste tierra
Pero basta .... que el cielo me concede
La extrema dicha de tenerla cerca,
"
lIácia mi mueve su ligera planta,
Sigue avanzando y :i mi lado llega,
y me diee: "Conscrva tú estas flores;
Símbolo puro son de la inocencia,"
~Iercédes Várgas VUlégu.
-----.--.
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-.i7 -
A mi hermana la seiíorita T. R.
Así so sucedieron
Los años á. los dias,
y á puras alegrías
Las gratas ilusiones del placer
Hoy deja:; de ser niña.
Tu juventud empieza,
y olvidas sin tristeza.-
Por un mafiana el fugitin' ayer
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-48 -
Era de nueva vida
Comienza para tu alma ....
1Infeliz si tu calma
Viene el triste dolor á interrumpir I
Hoy cambia ante tus ojos
La escena de la vida,
La juvcntud florida.
Tc muestra un encantado porvenir.
La hermosa primavera.
Con todos BUS colores
Te oculta los dolores
Que como espinas brotan por doquier;
y te oculta pesares
y momentos de duclo,
Que hacen sin consuelo
Por las mejillas lágrimas correr.
Agosto de 1860.
Ra~ael. Re.trepo •
•••••
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-w --
Sicmprc contC1,d,a ~
':<ieJUprc eog ícml,) llores
,En la floresta:
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" l\Iadre yo nuncn. puedo
Tejer coronas
Bonitas, ¡mes me quedan
Mal hechas todas;
y así, la Virgen,
Tal vez las 'Iue le pongo
No las recibe."
LA LUN A_
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- 51 __ o
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0- 52 ---
EL ARROYO.
J10F_'HA. POPt'I.A.&
El susurro de la brisa,
La fragancia de las flores,
De mirlas y ruiseñores
El delicioso cantar;
La leve ondulante loma,
El prado tranquilo, ameno
El cielo puro y sereno,
Hacen el alma extasiar.
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- ." --
<J.,
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Cantares, flores y aromas
y brisas que yan volando,
De ilusiones van cercando
Nuestra incauta juventud.
y descuidados y ardientes,
y gozosos deliramos;
y por término encontramos
La veje:.!y el ataud.
Rosa.
IMPREVISION.
EN la copa de un árbol
Canta una mida,
Inundando la selva
Con su armonía;
Sus notas vivas
J)ublican melodiosas
Suprema dicha.
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EAtillguiéronsc al punto
Los dulcc~ trinos i
Los ecos repitieron
Ell'0strer himno,
1'\:,0 muy luego
A su turno ex-tinguiósc
Tambien el ceo.
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- 5G-
y COUlO nave que al propicio viento
Las velas deja iuflar,
y ondulando con suave movimiento
Se desliza en la mal' :
--- •••
+~--_.--.
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· II
j,) . OR qué los sabios (lue veuera ellllulldl
Ante scneill<L imÚgeIl asombrados,
Tienen allí sus ojos elll:laval)us,
lIumecido~ en dolor profundo ~
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])a el fruto y se despoja de S1l5 galas,
Ya lIO se vcn sus ramas voluptuosas,
y su tronco al hundirsc en el torrentc,
Deja. su gérmen quc á. la ticrra abona.
*
Oh! rara succsion que al infinito
l~l Sér Supremo muestra con sus obras,
Lo mismo en la semilla de la grama,
Que en la palruera rica y orgullosa.
*
Del mismo modo idolatruda madre
Brilló la luz de tu rosada aurora,
.Ifarmosos dias que Juego se troearon
]~u la yejez heb.du y tenebrosa.
*
'1'u vida se agotó como el arroyo
Que uniéndose á las aguas caudalosas,
Va á. terminar en el primer principio
Doude tomó sus eristalinll.s hondas.
*
Ya solo el sacro angelical recuerdo
De tu virtud nuestro horizonte dora,
Como deja el ambiente embalsamado
J"a blanca Hor que el huraean deshoja.
*
Una cruz y una hucsa solitaria
Al pié de estéril apartada loma,
A donde el triste huérfano lloroso·
De vez en euaudo se dirige á solas.
*
Allá las amantísimas caricias
l<~nviadasen guil'llaldas olorosas,
'Empapadas dclllanto en el rocío
Te llevan mis plegarias en su aroma.
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}~l dolor purifica al iufdief',
En SUB antros el :lhn:~ ~e :luisola,
En la oracion el vínculo bCllllilo
Que uno la eternidad con el (¡ue llora.
*
Yo tUlllbicn cOP]U el Úrh'J\ y la fuct:tt:.
Como la flor (lUC iudi1\:t su curula,
~li pobre juventud h:'lcía sn o;;a::lo
Veré llegar sin ilu:;iull ni gluria
FehrerfJ de lSGG.
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- GO -
*
f:;ituada hácia el Oriente
Del l\Iagdalena.
y oculta entre jazmines
y enredaderas,
Sencilla yace
La poblacion, orgullo
Del verde valle.
*
Bntónees mi existencia
Se deslizaba
Suave eomo laR brisas
De l:1mauana,
Forjando ensueños
Mi alma tranquila y pura,
Hermosos, bellmf.
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- ú1 -
}~n ese hogar existen
Séres que adoro
De ternura y afecto
Dulces tesoros;
Sércs 'iucridos,
F,n cuya ausencia amarga,
Cuán triste vivo'
y vierto solitaria
Mi acerbo nanto '
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Los árboles, las flores
Que eran mi encanto;
Los cerros y los bosques;
El verde prado;
Mí bello rio;
Do mis pintadas avos
El uulce trino;
*
Del peseador los cantos,
En que le enviaba
De su amor inocente
Las esperanzas
A la fnorena.
Que aguardaba en la orilla
Su pronta vuelta;
*
Estas gratas escenas
Faltan á mi alma,
y las tiernas caricias
De mis hermanas,
y el dulce beso
En que mi madre amanto
:Me daba. un cielo.
*
Con memorias tan dulces
La vida. paso;
Olvidando mis penas
Vivo soñando;
i llogar querido,
Recibe mi9-recuerdos
y mis suspiros!
Mereédel suúu.
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- a::l-
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<: Has ue apurar noche y día
Tu negra melancolía,
Sin que hermosa te sonría
Jamas la esperanza, di?
Has de ver, cual yo, los auoe
Unos tra8 otro8 huraños
Pasar, solo desengaños
Dejándotc en pos de sí ?
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Cuanclo de la blanca lUlia
La lumbre que Be derrama,
Se cierne de rama. en rama,
J)oblándo/as una á una;
Cuando en silcncio profundo
Ducrme fatigauo clllltudo,
En tanto que furibundo
J;(,jos ruge el aguilon :
Cuánta dulcc poeBia,
Cu:~nta céliua armonía,
RCI"c1an al alma mi:!,
Magnífiua otra mansion !
..
~'
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- 66-
En que el alma se depura,
Deja la materia impura,
y en su esplendente hermosura
Se remonta hácia el Señor!
.
,"
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Quince dias despues de mi llegada tí Bogotá, propuso mi
madre que fuésemos á pasar el mes de Diciembre en una ha-
eiendtt que poseiamos tí algunaB leguas de la ciudad, muy cerca
del pueblo de'!"""
Acepté tanto mas complacido cuanto que una tia mia, her-
mana de mi madre, {¡ quien habia yo querido mucho, vivía hacia
algunos meses en una casa de cn.mpocontígua á la nuestra, y
despues de mi reg¡'eSOhabia recibido dos cartas suyas en que
me manifestaba el mas vivo deseo de verme,
Mi tia tenia dos hijas, un hijo de mi edad y cuatro niños,
Yo tenia dos hermanas casadas, así es que con los niños de
estas últimas, y mis hermanos pequeño>!,formábamos una
familia bastante numerosa.
Aurora, unn. de las hijas de mi tia, me llam6 la atencion
desde el momeuto en que la vi. Acababa de cumplir diez y seis
años; era alta, delgada, y teuia grandes ojos negros soíiadores
y tristes. Una de las cosas que ma.'! fijó mi atencion fué su
rubia -cabellera que llevaba suelta aquel dia, y que caia mas
abajo del talle en sedosos y abundantes rizos. La habia dejado
muy niña, y no me figuraba que su bCl'mosura pudiese desa-
rrollarse con tanta esplendidez.
Aurora me mostraba un cariño fraternal, me invitaba á. que
las acompañase en los pascoB, y por las noches me obligaba. á
bailar, burlándose de mí por la gravedad que había adquirido
durante mi viaje, Una noche, el nueve de diciembre, me dijo
con aquella voz dulce, que ella sola poseia :
-Recuerdas, Cárlos, que hoy hace cuatro años te despedis-
te de nosotras aquí mismo la víspera de tu partida. ?
-Sí lo recuerdo: y tambien que tú esta.bas dormida. en
aquel sofá, y fué preciso regañar te para que te despertaras.
Pero cómo te acuerdas que baoe hoy cuatro años de eso ?
-Fácilmente, me contestó. :alis asuetos prineipin.ban siem-
pre el ocbo de diciembre, y tú partiste el diez.
En seguida me obligó á que le refiriera mi viaje minuciosa-
mente. Aquella noche al tiempo de separarnos me dijo que
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-J.;s verdad que Áurortt se casa?
)Ii madre un tanto sorprendida me dijo.
-Qué tiene esto de raro? No te gusta este matrimonio?
-No, madre mia.: nada tiene de raro, y reconozco en el
Doctor :¡U •••• cualidades que nadie posee en tan al to grado;
pero Aurora me parece demasiado jóven para easarla tan
temprano.
En aquel momento entró mi tia que habia oido mi última.
frase.
-Qué dices, Cárlos? Que Aurora es demasiado jóven?
Vaya! si las mujeres esperasen estar viejas para casarse, se
quedarian solteras. Aurora, por otra parte, tienc sobrado
juicio.
-Y •••• pregunté vacilando, quiere ella ál Doctor 1\1? ...
-Si lo quiere, puesto que lo ha aceptado. Adernas, como
3U padre le ha hecho conocer las ventajas de este matrimonio,
seria una tonta en rehusar tan excelente partido.
Desde aquel momento touos hablaban en casa del Doctor
M •••• y fué preciso mostrarme contento con el próximo en-
laGe de mi prima.
Al fin conseguí olvidar este asunto, y por la tarde cuando
volví á ver (~Aurora, pude sin esfuerzo darb alguna broma.
Como ella no la rúcibiera mal, la dije entónees:
-Es verdad que te casas?
-Sí, con test" ingenuamente: dicen que el Doctor 1\1. •••
es tan bueno, y que seré tan feliz easándome con él! Y al de-
cir e~to frunció los hombros imperceptiblemente haciendo un
gracioso gcstito con la boca, lo que podia ser interpretado de
mil modos. La tarde y la noche se pasaron alegrcmente. Las
muchachas tocaron piano, y Aurora quiso que yo la acompa-
ñase en el duo de Norm~ y Palian: Ah troppo tardi t' 110 eo-
nosciuta! La voz do Aurora tenia toda I~suavidad, toda la
pureza de una alma de di')z y seis ailos. Le faltaba algo de la
energía (lue exige esta música; energía que habria sentado
mal en su boe~.
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Al cantar yo la parte que me correspondia, creí sentir por
vez primera lo que cantaba, y de seguro, si hubiera sido mujer,
mi voz habria temblado. Miré á Aurora. Sus ojos encontraron
l~ mios, pero no ví en ellos sino candor é inocencia, y su fiso-
nomía estaba tan serena comw sicmpre.
La mirada pura dc Aurora, tuvo mas poder sobre mi alma,
quo lo huhiera tenido una mirada llena de pasion. Comprendí
lo que pasaba. en. mí desde el momcnto en quc l:l. hahia visto,
y cuando me hallé solo en mi cuarto, mc dije con tristeza :
La amo: sí, b amo, pero es preciso que ella lo ignore siem-
pre, y •••• yo la olvidaré. Es tan f¡icil olvidar :i una mu-
jer !••. , y riéndomc de esta última frase me dormí.
Reunidas casi siempre las dos familias, pas¡iLamos los dias
en dulce intimidad. Aurora, sinembargo, me parecia pen-
Imtiva, y su mirada habitualmcllte triste, revelaha Ulla hUlJ(ln.
melancolí:l. Al vermtl se sonrojaba siempre, pero se mostraba
conmigo tan amable y franca. como áutcs. Le hablaba algunas
veees de 8U novio; ella no es(!uivab[), la cOll"1'ersacion, y se lila·
nifcstal)a :lgrudecida al Doctor M .••. Hahia tanto juicio, tau-
ta rectitud en el e:íracter de esta niñ¡¡. quo apesar mio pensaba
en ella sin cesar, y .••. soilaba cun ella.
¿ Por qué si Aurora era feliz estaba triste? Yo no eOl1lprcn-
dia nnda, pero trataba de distracrla y hacerla reir_ Illventaba
por la noehe algun juego, ó si habia (,n r:'lsa, como suaedia con
frecuencia, algunas amigas dtllllis hermanas, proponia ,(He bai-
lásemos, lo que era acogido con cutusia;@o. Bailaba siempre
una pieza con Aurora, (lue era la mejor pareja.
Una noche bailamos una galopa. )1i hermana fiuC la tocaba,
avivaba lllas la música ri cada instante. A urom agitada por el
baile estaba admirablemcnte hermosa. El ,i"l'O carmin de sus
mejillas daba á sus ojos un brillo extraordinario, y ,le sus
peque'ños y entreabiertos lahir.-s se escapaba un aliento t.ibio y
perfumado. Aquel d,dgado talle, se uoLlegaba Lajo 1:1 presion
de mi brazo, y su respiracion allhclosa llegaba hasla mi meji
Ua. Lo 'l11e pasó por mí en aCiue! momento fuó tan extraiío
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que sería dificil explicarlo. Mi corazon latia fuertemento, y
sentia las palpitaciones del corazon de Aurora. Quise detener-
me, pero ella dijo rápidamente: sigamos, sigamos. IJa galopa
fué larga: cuando tcrminó la eónduje á su asiento sin decirla
una palabra. Su mano temblaba en la mia. Aquella noche no
dormí i sufria horriblemente porque amaba á. Aurora y la 'Veia
perdida para mÍ. Resolví alejarme de ella, pero al dia siguiente
cuando hablé de esto á mi madre se afliji6 tanto, que desistí
de mi proyecto. Ella atribuía mi deseo de partir :í una causa
bien distinta de la verdadera, y por desgracia no tuve valor
para abrirle nIÍ eorazon.
El Doctor 1\1•••. era rico, muy rico: en cuanto á mí, lo
Único que poseia eran mis dos brazos para trabajar, y un !Uun-
do de esperanzas que me habia dejado entrever el porvenir. La
poca fortuna que recibiera de mi padre hahia concluido en mi
viaje. Me sentia humillado: no podia pretender la mano de
Aurora sin tener qué ofreeerla, y ménos sabiendo que em pre-
tendida por un hombre tan rico. Ella me habria aceptado
pobre quizá, pero su madre, su familia! .••• Callé, y destrocé
mi corazon para obligarlo {¡ gnardar su secreto.
Tres dias despues llegó el Doctor l\I •••• Principió entónees
para lllÍ una série de tormentos incalculables. Mi amor por
Aurora era diferente ;í todos los amores, pues sentia por ella
alIado de la pasion mas exaltada, una ternura sin límites, un
lifecto fraternal ineXplicable. Habria preferido morir ántes de
dirigirlo una sola palabra de amor.
Paso rápidamento por las pruebas dolorosas á que estuve
sometido por cariiio {¡ mi madre, durante los ocho dias que si-
guieron :i la llegada del Doctor. Aurora no tenia para su pro-
metido mas amabilidad que para ninguna otra persona. Con
todas era igualmente dulce y afable.
El Doctor llegó el veinte de Diciembre, y el dia del matri-
monio fué fijado para el veintiocho. Debia partir poco despues
con Aurora para l'IIedellin, donde lo reelamaqan sus enfermos.
Su padre venia con él á asistir nI matrimonio, pero enferm6
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en el camino, y resolvió esperar :í los rccien casados cn GU(1
duas. Aurora BO habia sentido algo indispuest:t cn los Últimos
dias. La víspera del matrimonio estÚbamo, reunidos por la
noche en casa, y el Dodor la suplicó no bailnso dieienuo que
lo haria daño. Resolvimos pues IluC nadie bailara, y acercamos
las sillas formando círculo al rededor del sllf¡~en 'luO e!l¡¡ cs·
taba. Ap6nas tomab:1 parte en la con\'er,acioll, y parecia uis·
traida. De repcute se IIcv6 \as Jllanos al peeho y se levanhi
como buscando aire. Estaba muy encarnalh, eOlllo si toda ltl
saTlgr0 so hubiera ;1.go1pado Ú su rostro. Coni :'t ubrir una \'CII-
tan n yel Doctor b hi~o acercar Ú ella. Un 1ll01llento despues
souriÚ U\~ nucvo dulcemente, dicieudo :
-X o sé lo IIuO tengo hace dias. pero vca usted noctor CI'lInO
mo p:tlpita el coraZOll. Y cogicnd) la lllano de tHlucl, ltl lIcv()
~ su pecho.
El Doctor sonrió con encanto al ver ese candor, pero al
cabo ue un instante haciendl) uu Illovimiento de ~urprcsa, apli-
cú no ya la Illano, ~illo el oido al pecho lle Aurora.
-(2u6 es e~to, Aurora? cxelam/,. lle~de cuando tienc usted
CS:1.palpitaeioll'? Por qué no hahia hablado dc ello ;'mtes ':
l'ero vicndo que Aurora lo l11iraba sorpreudida, tellliú halJCrJa
alarmado, y la dijo con mas calma.
-Esto no será nada; pero es preciso C'uillarse, porque [t
una noria le "i<Jut.:!muy mal estar (:llfl~rlT1:1.
De roja 'IlIe estabn. la p,,!m, niiia un lJlOlllcnto Úllte~, ~e ba·
bía puesto lil'iua en srg:uida.
OU;ludo vi el movimicnto 'luC hizo al 11e.•.ar la lllallO ud
Doctor (\ su pecho, sentí una elJlllllocioll tan "iolenta en todo
mi s61', que csture ;~punto de IUlIzarlllc Hobre ella y detenorIa,
pero el espanto de e~to Último call1l,í a1lltc]Ja ull;;witiu, de~per·
tanda un JIUC\'O dolor en mi eorazon.
El dia. fija,lo para ellllatrillluuio IlegÚ tll lh1-
Hi,;,) un esfucrzo poderl1';o y fui COII lni nu,lre y mis her·
manas á presencial' n'jllcl acto ~olelllne llue debía arrebatarme
para siemprc la felieíuad. Estaba rc~ueJto :i partir }HLraBogo-
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ti unn vez concluidn In ceremonia, apesar dc la pena que esto
causaria á mi madrc.
Llegamos: In. casa presentaba un aspccto dc fiesta. Se
veian flores por todas partes, y se aspiraban delicados pcrfu,
mes. Toda la famililt estaba ya reunida en el salon faltando
Bolo Aurora que esperaba á mis bermanas para presentarsc.
El doctor se dirigió hácia mí; la felicidad se leia en su sem-
blante. Temblé al cstrechar su mano, y separ6 de él la vista.
Aurora se presentó al fin, vestida de blanco, con un velo de
finos encajes que, sostenido en la cabcza por la corona de aza·
hares, descendia hasta tocr.r el suelo. Blanca y yaporosa cual
UDa vision, era corno la sombrn. uel primer amor que entreve-
mos en nuestros sueños de diez y ocho años.
Al entrar Aurora, mebllscú con la vista, y al yerme sonrió
como siempre, pero su sonrisa tenia algo de lúgubre que me
hizo estrClIlecer. :Ella, tan rosada siempre, estaba blanca como
los vestidos que llevaba. 'ruve necesidad de todo mi valor
para mauifestarme inuiferentc, pero sentia que apesar de ser
110mbre estaba á punto de desfallecer.
Es preferible la muerte tí un sufrimiento semejante!
Durante la ccremonia no tuve conciencia de lo que pasaba
á mi alrededor: solamente cuando la voz trémula de Aurora
murmuró tímidamente el 8¿ que la ligaba para toda la vida,
me pareció que era el alma que salia de sus labios dejando
tan solo un frio cndAver.
Salí de la sala sin hacer el menor ruido para DO llamar
la atencion, y Ulla vez fuera, corrí, corrí sin dctencl'me, y bUB-
cando el bos'luecillo lUas espeso me oculté en él, y lloré todas
las lágrimas de mi corazon Nada habia ya en el mundo
para mí! ningun halago, ninguna esperanza! mi porvenir es-
taba destruiuo! Ideas locas, ideas de muerte agitaban mi
cerebro y exclamaba corno fuera de mí :
-Oh! yo que creia tan fácil olvidar á una mujer! Cómo
olvidar á Aurora? Pero Aurora. no es una mujer, eS'un ángel:
una mujer no tiene nunca esa mirada; mirada sin ~mor,),.
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-Qué te habías heeho que no te d en el almuerzo?
Contesté cualrluier cosa, y lo manifesté mi pona por la par-
tida dol Doctor.
-Se ha ido muy triste contestó, y es una desgracia que su
padre haya enfermado tan gravemente.
-Pero si él se fué triste, tú lo estás aun mas: no es yor-
dad': la dije sin poder ocultar euteramento la amargura que
á mi pesar revelaban mis palabras.
-No es muy natural (lUO esté triste? me dijo. Todo lo que
ha pasado hoyes tan extraiio, tan nuevo para mí, que estoy
impresionada, y luego, estoy nerviosa, me siento enferma.
Sn voz al deeir esto tenia una singular expresion.
El dia terminó tristemente. 1.os convidados se alejaron y
pronto 110 quedaron en casa de mi tia mas personas de fuera
que mi madre, mis hermanas y yo. Habian obligado á Aurora
á recogerse para descansar de las fatigas y las emociones del dia.
Julia, mi hermana mayor quo estaba sentada á mi lado, me
dijo con airo misterioso:
-Aurora no llora pOl' su marido, ella está triste hace días,
y la he \'isto llorar con frecuencia. Qué puede tenor?
-Calla, Julia, la dije; no repitas oso, ni lo creas tampoeo.
Antes lloraba por la ausencia del Doetor i hoy no tiene sufi.
ciente motivo para estar triste?
.T ulía movió la cabeza en silúuein, y despues replicó:
-Tú uo COlloees iI hs mujeres. Aurora está euferrna y
triste, pero ninguna parte tiene en esto el Doctor.
-Quién entóuccs? la pregunté con ansiedad.
Julia vaciló un momento y luego mo dijo con aire solemno:
-Cárlos: vote mañana mislIlO para Bogotá. Si es preciso
vámonos todos, Aurora te ama, ya no pucdo dndado, y la pobre
niiia no lo sabe siquiera. Es preeiso que te alejes al momento.
La voz de J ulía estaba conmo\-ida, y sus ojos llenos de
lágrimas.
1\1clovanté de allí presa de la mas viva agitacion. Julia habia
adivinado el secreto de Aurora, y aquella confiJencia era el
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último golpe qne faltaba á mi corazon para 3,('aha1'lo dc matar.
Era pues verda<.l <¡uc Aurora, lllC. __ .amaba? Desgraciado
de mí! ya no habia rCIl1e<!.io,y por orgullo la Iwbia dejado
sacrificarse! La nocho que pasé fué csrallto~a. I,a. partida
inesperada del Doctor me habia hecho dcsi"tir por un momento
de mi proyectado \'¡aje; pero era preciso seguir el consejo de
Julia, era forzfJoo volvcr ti. Aurora la calma y la. felicidad.
Si el matrimonio se huhiera retanlauo algun tiempo, mi
amor por Aurora h habria desaliado to(lo, y mi orgullo ven-
cido h:~bria. eali'1I1o: pero todos 100 acolltecimiclltOS He tiuce-
dicron tan r:ipi<1aWl·1.te que no tan} t.iempo ue reflexionar ni
de medir la cnormid:Hl ue mi desgracia!
Aurora all1allccilÍ mas Dlala llue la víspera, y no pudo le-
vantarse. No tuve valor para an:;cntarInc dcj;inuola eui'crllla,
y esperé.
Al dia siguiente temprano fui acompaiíado de .T ulia. ti. pre·
guntar por su sdud. La hallamos en la alameu.a 'lue conducia
á la casa; yeuia con su hermana, y como 110 me habian visto,
dejé adelantar á Julia y me detuve mcdio oculto tras un lÍr·
bol para verla. Llevaba el mismo vcstido que le habia "isto el
dia de mi lIcgada. Traje claro de tela ligera sin mas au.ornos
que una cinta azul quc eeiiia su cintura, y un sombrerito de
paja italiana adornado de azul. Estaba pálida como el már-
!Uol, y anchos círculos azulcs rodeaban sus ojos.
Su hermana trabba de abrigarla con nua capa de tcla gruesa.
'l'ardaron en acercarse: yo la cuntemplaba de léjos compri.
miendo los fuertes latidoa de mi corazon. Cuando llegaban
cerca de donde estaba, oí que su hermana la decia:
.••.
-Qué tenias anoche cuando te desperté? Parecias estar
con pesadilla.
-Oh! tuve un sueiío lllUY extraño: si supieras! - - - -
En aquellllomcnto me adelanté hácia ellas. Aurora se es·
.tremeció y un vivo carmin coloreú sus mcjillas tan pá.lidas
poco á.ntesj pero repuesta pronto me saludó afectuosamente.
La prcgunt~ si estaba mejor manifestándola mi alegría por
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'haberla encontrado fuera de la casa, y me contestó que sc
sentia perfectamente bien. Julia insistió en que nos refiriese el
sueño de que hablaban á mi llegada.
-Es un sueño tan raro! dijo Aurora riendo'; y dirigiéndose
á mí, añadió: si tú lo supieras me harias mucha burla.
-Vamos, cuéntanos ese sueño: te aseguro que estoy muy
curioso.
-Soñaba que habiamos subido á una montaña muy elevada,
desde donde se veian grandes ciudades, hermosos edificios,
mares inmensos.
Estaba con mi vestido de novia: cuando llegamos á la cima
de la montaña quise volar, porque tenia alas doradas muy
bellas. Mc parecia tan sencillo volar! Ya iba á lanzarme al
espacio, cuando sentí mi vestido enredado en la roca. Volví la
cabeza, y ví á mí madre que lo tenia asido con cntrámbas ma-
nos y lloraba. Miré al otro lado y Pero vas á reirte de
mi, dijo con timidez.
-No, no; continua, tc lo suplico.
-Bien pucs. Del otro lado estabas tú, y tenias mi velo
asido, como mi madre tenia el traje, y lo mismo que ella me
suplicabas no me fuese. Me senté pues, y pronto mi madre se
durmió en mi rcgazo.
To busqué con la vista, pero ya no estabas tú allí sino mi
hermana. Levantó suavementc la cabeza de mi madre j enju-
gué sus lágrimas con un beso, y sin despertarla la recliné con-
tra el pecho do mi hermana. Luego poniéndome de pié en la
cima de la montaña, levanté el vuelo i volé largo tiempo y tan
fácilmente como vuelan las aves. De repente me sentí cansada.
y quise dctenerme. En aquel momento una forma vaga que
despedia una luz brillante, me tendió la mano. Lo que vi
entónees DO podria referirlo. Era tan lindo! tan lindo como
debe scr el ciclo. Oia música por todas partes, divinas armo-
nías, cánticos de alabanza. OhL Por eso esta mañana dije
á mi hermana que querria morirme, porque solo en cl ciclo
deben verse y oirse tan belllls cosas.
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Aurora miraba hácia el ciclo con una especie de cxtasis, y
todos callábamos. Mi corazoll oprimido dolorosamcnte me dc-
cia que aquel sueño era un presentimiento. Su hermana y
Julia, tenian los ojos arrasados en lá.grimas que trataban de
ocultar á Aurora.
Aquella noche dije á. mi madre que tenia quc auscntarme
por alguno:>dias, prometiendo volver :p·onto. Era un sábado;
debia partir ellúncs temprano. ]~l domingo invitó mi madre
á. comer ti. la familia de mi tia. Aurora habia recibido dos car-
tas de BU marido por las cuales se sabia que su padre seguia
cada yez pcor. Despues de la comida salieron á dar un paseo.
Yo iba pensativo y mas abatido que nunca, porque era la últi-
ma vez que veia (~Aurora, resuelto eomo estaba á alejarroe ue
ella por largo tiempo.
Si el alma de la pobre niña sc revelaba :\ ella al fin, estaba
perdida, porque lo que constituia basta entónccs su felicidad era
la ignorancia misma de :ms sentimientos. :Era preciso separar-
me de ella para dcjarla á su marido en toda su pureza. Aurora
seria feliz con él, y fni recuerdo se borraria con la felicidad.
Los niños iban adelante riendo y jugando. Julia y Aurora
abrazadas, seguian tras ellos, i luego veniall mi madrc, mi tia
y otras personas. Julia volvia frecucntemente la cabeza para
ver si yo las seguia: una de aquellas veces Aurora miró tam-
bien Mcia atras y al yerme BC detuvo i me llamó.
-Por qué no vienes con nosotras? qué tienes? y su mira-
da inquieta parecia interrogarme.
-Tengo un negocio quo me preocupa, la contesté, y por el
cual me veo precisado ¡í partir manana muy temprano.
Aurora palideció visiblemente, i despuos de un momento
de silencio me dijo con l!U mas dulce voz:
-Pero volverás pronto j no es verdad '(
-Sí, volveré lo mas pronto que pucda; y al deeir esto iu
cliné la cabeza. y continuamos nuestro paseo en silencio. Si hu-
biera mirado á Aurora, ella. habria visto mis ojos llenoR de
lá.grimll.B.
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Volvimos á casr¡ !le mi tia cuando })rincipiaba á oscurecer,
Los niños so quedaron en el llano jugando ruidosamente j
todos los demas cntraron:l. la sala, y Aurora, Julia y yo DOS
scntamos en la puerta del corredor que daba á los jardines.
Todos tres callábamos. J.a noche principiaba serena y apaci-
ble. J.as midas y los pajarillos buscaban sus nidos en los ár-
boles. Las pequc:ias mariposas color de lila nacidas de las
flores, parecian bu,~earel regazo materno para dormirse en él.
Todos aquellos mil ruidos de la naturaleza que se duerme,
traian á mi alma tristezas misteriosas, hondas, inexplicables.
Habia detestado siempre el romanticismo, y héme ahí de
repente mas romántico que una niña de diez y seis años. Au-
rora dejó escapar un suspiro, y .Tulia la dijo:
-Qué tienes Aurora? estás tristc?
-Sí, contestó ella. Estoy triste: tan triste que creo que
me TOY lÍ morir ue tristeza. Y levantándose dió algunos pasos
por el césped.
-lHim, aíiauió luego: cuando estoy tristc me palpita tan
fuertemente el eorazon, que me ahogo; :v. llevaba la¡¡ manos á
su pecho corno para comprimido.
-Déjame ir :í buscar el remedio que te dejó el Doct<lr;
eso te calmará.
-No, no te vaya¡¡, e~clamó Aurora deteniéndola. Sabes lo
único que me calma? llorar. Cuando lDe siento mala, lloro, y
en seguida me encuentro bien. Y rodeando el cuello de Julia
con sus brazos, llor/¡ largo rato.
Aquella escena me mataba. Me levanté de allí y me alejé
. algunos pasos, con el alma despedazada. Un momento despues,
.Julia se levantó tambicn con Aurora, á quien condujo á un
banco de madera que habia cerca de la puerta de entrada, y
la hizo recostar alli. Aurora pareció dormirse. Julia la con-
templó algun tiempo, y se alejó enjugándose una lágrima. No
pude resistir por mas tiempo. Sin saber lo que hacia, pasé de
",n salto la barauda del corredor y me acerqué á Aurora sin
hacer el menor ruido. 1\1edetuve un instante, temeroso de
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que estuviera despierta, pero oyendo su respíracíon pausada é
igual, me convencí do quo dormia y me acerqué aÚll. La miré
tras una nube de lágrimas que oscurecía mi vista. Estaba exce-
sivamente pálida, y solamente en la parte superior de las me-
jillas se veiau dos pequeñas manchas rojas.
Me dejé caer de rodillas cerca de ella, y tomé temblando
una de sus manos que pendia fuera del banco en que reposaba.
Aquella mano estaba tan fria que me estremecí involuntaria-
mente. En su mejilla se veia una lágrima que habia olvidado
enjugar.
Su hermosa cabellera caia en ondaa hasta el suelo dejando
descubierta la frente. La miré largo tiempo sin poder apartar
la vista de aquella celeste vision: nunca la habia mirado lo sufi-
ciente, temeroso de ser sorprendido por ella. Su dulce y poética
imágen estaba, es verdad, grabada en mi corazon, en mi alma!
pero queda verla, mirarla, devorarla con la vista para no olvi-
darla jamas !.... Permanecí allí absorto, mudo en la cont{)mpla.
cion de aquella. figura tan bella, tan amada! estaba. casi seguro
de poseer su corazon, y apesar de esa deliciosa seguridad, iba á
scpararme de ella para siempre quizá, sin que mis labios hu-
bieran murmurado una. sola palabra de amor, sin que una
mirada mía la hubiera dejado comprender el fuego que devo-
raba mi eorazon! Ay! de cuánto valor tuve necesidad para
callar! Con su mano eutre las mias, trémulo de emoeion, deja-
ba correr silenciosamente mis lágrimas murmurando un trist~
adios lÍo esta bella niaa que sufria tal vez por mi causa!
-Adios, Aurora, murmuré muy bajo: tan bajo que nadie
habria oido mi voz. Adios para siempre! Perdúname si te
he hecho sufrir! Dios te colme de felicidad, y yo le rogar('
para. que mi recuerdo se borre enteramente de tu memoria!
Qué importa que yo sufra, que sea desgraciado siempre que
sepa que tú eres feliz I
En aquel momento oí las voces y las risas de los niños qUé
sc acercaban: era preciso huir para. que n·o me viesen allí.
BeBé la pequeña mano de Aurora, me incliné para verla por
(i
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última vez, y en aquel momento sus labios murmuraron muy
bajo un nombre. Era ellUio L _
Las voccs se accrcaban aun mas. Delirante de dolor, me
incliné hácia el suelo. 'l'omé con mis manos la extremidad de
los bucles de la cabellera de Aurora, los llevé á mis labios, los
cubrí de besos y de lágrimas, y me alejé rápidamente. Una
vez en los jardines, hui como hubiera huido un eriminnl, y sin
saber á. donde iba. )Iis sienes latian, mi razon vacilaba. - --
Hay sufrimientos tan intensos, quc su misma. intensidad
embota los sentidos y entorpece la mcmoria.
Aquella misma noche partí para Bogotá.
Cuando perdi de "ista la casa de Aurora que divisaba á.la luz
de la. luna, scntí romperse todas las fibras de mi corazon! 01!
no volverla á. ver nunca, ó verla csposa de otro! Sueño ó estoy
loco, Dios mio ! ¿ El amor causa, pues, tantos y tan crueles su-
frimientos? Y yo que crcia tan fácil olvidar á una mujer!. ..
Si mi orgullo fué un crimen, 110 estaba suficientcmente cxpia-
do? Eu aquel momento la campana del pueblo vecino dió el
Último toque do las ocho. Aquclla campana halló en mi cora-
zon un eco lúgubre, y dolorosamentc impresionado clavé las
espuelas al caballo y partí al galope.
Llegué á Bogotá en un estado que causaba lástima: no
quise ver :~nadie y me encerré en mi cuarto.
Ya no veria mas aquellos ojos tristes que amaba tanto! ya
no volveria á oir su voz, esa voz que era para uli alma como
la fina campanilla de un timbre que resuena i yibra largo
tiempo! _
Dos dias despnes me entregaron una carta de Julia. Mi
mano tembló al reeibirla, y la miré algun tiempo sin atre-
verme á abrirla. Creia que me auunciaba elrcgreso del marido
de Aurora, y me sentia cobarde ante aquel nuevo sufrimiento.
Al fin hice un esfuerzo y rompí el sello. La carta cay6 dl}
mis manos, y una nube cubrió mi vista .
•Julia me decia :
"Querido hermano: Aurora está gravemente enferma. Dcs-
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l.
SUEÑOS, qué sois? ¿Fantásticas creaciones
De la mente, ó recuerdos del pasado?
¿ Consuelo del que llora desgraciado,
O profetas de un mundo por venir?
¿ Sois acaso celestes mensajeros
De los que Bmamos ay! y nos dejaron?
¿ La mision en la tierra os encargaron
De su espíritu al nuestro trasfundir?
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n.
Soñé "er á la luz de opaca luna,
Oeultas del ramaje en la espesura,
Unas ruinas de gótica estructura
Rodeadas de misterio y soledad;
En el ocaso trémula brillaba
Una pálida estrella solitaria,
Pura cual de una vírgen la plegaria
Que implora del Eterno la piedad.
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" No desesperes nunca: en tu camino
Hallarás lo que tanto has anhelado,
y cuando ya tu voto esté colmado
Piensa en quien siempre por tu bien veló! _
Dijo, y le vi elevarse vagaroso
Sobre nubes de nácar y topacio,
Despareciendo en medio del espacio
Cual una exhalacion que se apagó.
~ ..
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Otros tiempos cual tú vagaba. libre
Venturoso talvez Mas, ay! silenoio
Que del recuerdo el aguijon punzante
N o hiera al infeliz en su destierro L - - -
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----.~.----
~lU Y poco tiempo dcspues que fué descubierta la hermosa
comarca que se extiende al pié de los Andes, por el mariscal
Gonzalo Jiménez de Quezada, verificóse el hecho de que va-
mos á ocuparnos.
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- !}1 _.
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de muerte. Él sabia que los Panehes le matarian al momento
yel ejército que no ignoraba esto tampoco, volvió á. rogar con
instancia á Quezada para que variase el lugar del destierro.
Muchas súplicas fueron necesarias para que aceediese á. esta
segunda demanda.
Escoltado por veinticinco soldados de caballería, fué llevado
Lázaro Fonte al caserío de Pasea (pueblo enemigo de los espa-
ñoles), con órden de dejarlo allí, solo y cargado de prisiones.
Los habitantes de Pasca, al divisar la escolta que conducía. á
Fonte, huyeron, presa del terror que les inspiraban los espa-
ñoles, no dudando que éstos vendrian tí. atacarlos. Solo, apri-
sionado con cstrechos grillos, Fonte habria sido víctima del
furor de los indios de PasG!\,á no haberle salvado el a.mOl'de
una india. Cuando esta supo que le llevaban desterrado, si·
guióle y fué EU única eompañía en la terrible noche que pas6
en Pasca. Esforzábase en cOllsolarle, á pesar de hallarse ella
misma llcna dc dolor, y sin ninguna esperanza. Colocada á su
lado, le contcmplaba tristemente, pensando con amargura en
el tril3te fin que esperaba a tan gallardo caballero. La bclleza
de Fonte, su heróico valor, su infortunio, todo la intercsaba,
y sc estremecia a la idca de la horrible muerte que le amena-
zaba. Sumida cn profundo abatimiento, buscaba en vano en
IU imaginacion un medio de salvarle. " j Pobre de mí se de(;ia,
no tengo valor para verle morir, ni poder para salvarle! Ah!
si el amor mas intenso alcanzara á preservar de la muerte, él
no moriria." Y doblando la rodilla ante el sol, á quien ereia
IU Dios: "Oye, oh sol! le dijo, la súplica que tu pobre sier-
va te dirige. No permitas se apague en sus ojos la mirada, esa
mirada á. la cual comunicaste tu calor y brillantez; no se
marchiten esos labios que semejan á las florcs que lleno de
amor tú vivificas j si no. __ .mañana, cuando salgas, tu luz de
oro alumbrará el cad{Lverde tu humilde adoradora."
De repente se pá.raestremecida. __ .ha sentido un ruido á lo
léjos y no duda sean los pasc~s que vuelven. En efecto, eran
ellos, pero esta vez estaban armados.
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Un pensamiento luminoso cruzó entónees por su imagina-
oion. Adornóse con sus mejores joyas y vestidos y les salió al
encuentro. Su airoso ademan y hermoso semblante agradaron
á. los indios é hicieron le prestasen ateneion. "Oid, lcs dijo,
mis palabras: soi de vuestra nacion, por lo mismo aborrezco
como vosotros, á los españoles; mas hay uno entre ellos, á
quien no aborrezco y al cual amareis vosotros al momento que
sepais lo que ha hccho por nuestra nacion. Seguidmu y os le
mostraré. Vedle allí, cs aqucl gallardo jóven cargado de prisio-
nes. ¿ Sabeis por qué se encuentra aquí y en ese estado? Voy
á. decíroslo: Quezada, el tirano que nos persigue, el que nos ha
robado nuestras riquczas, cl que inmoló á su ambicion ti. nues-
tro inteligcntc y valeroso jefe Zaqucsacipa, intenta tambien
que muera, á manos de los do nuestra nacion, el valeroso y
compasivo guerrero que ha osado defendernos; porque, sabed
que amar y defender nucstra nacian es el criUlen que contra
él lo ha irritado. Sabed tambien que ha dicho, al tiempo de
enviarlo entre nosotros, que la. muerte scria el premio que
dariamos en pago del interes que por nuestra nacion manifes-
taba. Éllo ha mandado aquí para que crcyéndolo enemigo le
mateis; felizmente, 'yo he presenciado cuanto acabo de referi-
ros y sé lo que debo esperar de vuestros nobles corazones."
Animada por el efecto que produeian en aquellas genteB
sus palabras: "besad, les dijo, esas plantas, besadlas! los
grillos que las aprisionan, los lleva por vosotros! desatad,
pues, esas cadenas! colmadle de caricias y honllres, por'lue él
h:l.sido vuestro defensor."
Enternecido eOIlesto lenguaje el principal, llamado Pasea,
Se acercó á Fonte y despues de desatar sus grillos, le lDllni-
restó la gratitud que él y toda su gente sentian por su generoso
proceder, añadiendo que en adelante su voluntad seria. para
eUos una ley.
Fonte no cabia en sí de admiraeion y alegría, viendo con-
vertidos en apasionados amigos tí los que ereia debian fler 3UJ
Terdugol!. Entre tanto la india que le habia salvado con tan
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ingeniosa. estratagema, le miraba llena de emoeion, creyendo
apénas en lo que sus ojos veian, y por sus mejillas eorrian
gruesas lágrimus, no ya ue dolor sino de satisfaecion y placer.
Algun tiempo despues de este suceso, L~ízaro Ponte tuvo
conocimiento ue que las tropas de Frederman vcnian por 108
Llanos y se acercaban á Santa Fé donde se hallaba Quezada
desprevenido y cuyas conquistas poaia este disputarle. Un
alma ménos noble que la suya habria encontrado en esto una
ocasion propicia para vengarse y la habria aprovechado; pero
Fonte era uno de esos séres que retribuyen la}; ofensas con
beneficios; así es que, léjos dc pensar en YCLgarse, en vió aviso
de este succso a Quezada. lIIas, como no pudiera mandarle el
mensaje 'I"Orbal con los indios, le envió esta noticia ellCrita en
una piel ue venado.
Cuando Quezada la recibió, quedó asombrado al ver cómo
un hombre á. quien habia tratauo eomo á. mortal enemigo, le
daba una prueba de la lilas cordial benevolencia, y conmovido
con tan noble proceder escribió ti. Ponte:
" Pensaba que solo podria vencerme aquel que con su flS-
pada traspasara mi corazon. Veo que me engañaba; pues hoy
me habcis vencido con vuestra. generosidad y nobleza. Venid,
para que seais el amigo ti. quien yo mas honre; venid á. enor-
gullecerme con vuestra amistad, y ti llenar de gozo con vueB-
tra preseneia á los qne os amau."
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lNDICB .
Aldebamn :
~Ii madrina , ., ., . .....•• " ~~t~
Belisa :
Suciios S-l
Inda1ceia Carnacha:
L(\ luna . ....... !l(l
Magdalena U~rutia:
El ret¡'ato de Cáluas , " "
M:l.ri1:
AILulll de los pobres ,
Tristc7.:\ ......•.•...•................................. 2~
1,u mudrc ....••••..........• , ..•...................... ;;1
Aurora ........•••..•....••........................... G7
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JlercedesSnw :
El hogar paterno ••.••••••••• , •• " ...••••....•..• , ~P
:HercédesVárgas Villégas:
A mi madre
•
..•.•••.....•.........•••••.•••..•........ 45
Pia ltigan :
El sa uee , •••••••••••..•.••••••••.... " ...•. " G~
Rafaela Restrepo :
Ayer y hoy ................•..••..••..••.•........... 47
Rosa :
Flores silvestres .....•.......••.•••••.................. 49
La luna ...•..•.•.•...• " .......................••..•. 50
El arroyo .•..............••...•••......••.•........• 52
Imprevision " .•••.••••....•..•....••........ 54
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