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~.

EL

ALBUM DE LOS P~BRES

HOGOT~\
UIPREKTA lH~ (-:AITA~

1869

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ADVERTENCIA.

No sabemos si al formar esta eolecciolJ hemo.~

olvidauo alguna de las escritoras colombianas:

pero si e~to ha sucedido á pesar de nuestro:,; de-

seos, apelamos á la indulgencia de la agraviada.

y le ofrecemos como excu;sa lo angnstioso de!

tiempo de que hemos dispuesto.

El lector encontrará ('n este lilJ1'() a}glln:is com-

I)osiciones in\'ditas, y otras pllIJlicauas en época:-

anteJ'ioj'('s, pero cuyo mt~rjto indisputahle no la.;.;

ha Ilcjndo ni hs dcjar<'l t:rlvejeccr.

Para evitar Jwsta la sospecha de pr('fel'~lI('if\

por tal 6 enal autora, hul:>iéralllos de buen gl':Hlo

seguido el órden alfabético Ó cronológico. Sinem.

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bargo, no hemos podido realizar nuestro deseo;
y nos vemos en el caso de decir que hemos ido
pasando á manos de los cajistas las composicio-
nes que han ido llegando á l~ nuestras, sin
tener en cuenta para nada el mérito respectivo
de ellas.

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AljBUM DE LOS POBRES,

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EL titulo de este libro le quita toda pretcnsiOll, y revela su
objeto. No es una eoleceion de poesías ó de artículos de autor
determinado, que pudieran redundarle en gloria literaria, ó
recompensar sus estudios Con bien merecida. fama: es, por el
contrario, una miscelánea de produecion<:s reunidas sin mas
(lhjeto que obsequiarla á. los pobres en el dia en l¡Ue, bajo la
invoeaeiun de San Vicente, celebran la fiesta cun que la cari-
tativa Bogotá trata de aliviar la miseria de algunos de Ims
hijos.
En el Bazar formado por la beneficencia j' ofnwido :i los
mas desheredados de la fortuna, se encuentran los olJjetus ma~
diversos, como que todllS son buenos para el nolJlc fin á que se
les destina: desde el ricu aderezo de oro y !J<:drcria <JOllque
hubiera podido engalanarse la belleza, hasta el humilde bor-
dado que la niña mimada del hogar obsequió :tI padre, y que
con la bendieioll paterna viene á. aumentar cl caudal de lus
pobres; desde la ubra costosa y sin segundo que narra la his-
toria del universo, hasta la modesta cartilla en (jue el infante,
sentado en las rodillas de la madre, aprende á deletrear el nom-
bre de Dios, que no se borrará en adelante de su alma.
A aumentar eso que llamamos el caudal de los pobres, vic-
ne hoy un nuevo libro, que al mismo tiempo enriquecerá el
caudal de la literatura patria. En muchas ocasiones se han

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dado a la estampa. las producciones de nuestros litcratoB; y
8UBartículos ó poesías lujosamente impresos adornan los es-
tantes y arrancan los aplausos de los lectores; pero hasta hoy
no se ha hecho una publicacion especial de producciones de
las señoras, y ese es el libro que los pobres ofrecen hoya la.
culta Bogotá. Lo han recibido de manos blancas y en papel
perfumado, eomo el no preciado óbolo ofrecido por el corazon
caritativo á la indigeneia j y en su primera página ya que no
una rccomendacion inútil, ni una gloria de un dia, ofrecen á
BUSbenefactores la única recompensa que puede dar la desgra-
cia. consolada. A los que alivian la miseria, á. 108 que ven en
el pobre un hermano, á. los que no solo abren el bolsillo para
80correrlo, sino que le dan algo de su corazon Dios 101
bendiga!
María.
Julio 10 de 1869.

OH! cuando la risa asome á vucstros labios, cuando vue8-


tros ojos brillen de alegría, cuando vuestro corazon pa.lpite
de contenio, cuando de en medio de la prosperidad y la abun·
dancia dirijais al cielo una. mirada de gratitud, pensad que
hay muchas madres que, extenuadas por el hambre, no tie-
nen una gota. dc leche con que humedecer los labios de sus
hijos; que hay muchos ancia.nos que temblando de frio, no
tienen un jergon con que abrigar sus miembros entumecidos;
qu~ hay muchos ojos que lloran i muchos corazones desgarra-
dos por el dolor; muohos sóres abrumados por la miseria, y
quc una pequeña privacion de alguna de vuestras comodida-
des, de alguno de vuestros deseos, puede aliviar los dolores y
lamentos de su vida. Pensad que con estos pcqueiiosll&crmcioa

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podeis tambien forUlar para vosotras un fondo de oonsuelo para


el t-iempo y para la eternida4.'
Jóvcnes piadosas, vOllOtraaque gustais ceñir de flores vues-
tra frente, adornar con joyas vuestro cuello y vuestras manos,
!lentir el roce de la gasa y del terciopelo sobre vuestros redon-
dos brazos, .. teneis razon . , , Nosotros no condenamos vues-
tros adornos; una corona.de flores es tan bella sobre una frcnte
de diez y ocho abriles!", el brillo de los diamantes es tan
grato á. los ojos que no han llorado nunca! .. ', la gasa y el
terciopelo son telas tan hermosas, satisfaccn tanto la dclica-
deza de uua jóven I , " Pero ah! oid una palabra de amistad.
Cuaudo cutrelaceis con flores vuestros cabellos y os adol'ueis
con vuestras ricas joyas y vestidos, pensad que el tiempo,
como el gusano de las flores, roe sin cesar las hojas dc e&'\flor
incoDstantc y pasajera que llamalllos vida; que nuestros llias
van cayendo al fondo de la et{lrnidad, sin dejar otra huella que
la del bien que hayamos hecho, y que en el dia del infortunio,
cuando todas las ilusiones y las esperanzas han desaparecido,
cuando todos los recuerdos están saturados de hiel, solo uno
queJa dulce y consolador para el corazon desgarrado por los
pesares: haber alivi&do algun dolor, haber enjugado algunas
lágrimas, haber disminuido la desgracia de alguno dc nuestros
compañeros de destierro, en suma, hr1berhecho algun bien, , ,
Oid mas, Cuando vuestros ojos se humedczcan de compasioll,
al vcr represcutar alguna escena trágica, y cuando \'uestrú
corazon palpite de placer oon las armonías de un concicrto,
pensad que en la carrera de la.vida, en 01 seno de nue~trnRciu-
dades, hay mil y mil aflicciones ocultas que merecen mcjor
vuestra compasion y vuestras lágrimas; pensad que hay mu(:hos
ayos exhalados en medio de las tinieblas de la noche, 'Iue no
tienen mas testigos qne Dios y sus santos ángeles; pensad que
v080tra.~sois los ángeles de la tierra, dcstinadoB por Dio~ para
aliviar los males de la humanidad doliente; que con osa.SUllla
que emplea.is cn excitar vuestra sensibilidad por desgracias
mentida~, podriais muy bien devolver la calma y mitigar lno

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:lDgustias de muchos que las lloran verdaderas. Cuando al
compas de los instrumentos, atraveseis llenas de vida y de pla-
cer por en medio de un salan de baile, iluminado por cien
::mtorchas, embalsamado por mil perfumes, pensad que hay
casas en donde los sollozos de una madre infeliz se mezclan
con las lágrimas de sus hijos hambrientos, que hay hospitales
en donde el dolor arranca horribles gritos á millares de enfer-
mos, que hay multitud de niñas desvalidas, que en vez de dan-
zar como vosotras, recorren la ciudad pidiendo un pan para
llevar á.sus ancianos padres! . , , Oh! pensad que vuestra fiesta
pasará., y que al pasar tal vez no os dejará. ni un recuerdo agra-
dable, ni una satisfaccion duradera, ni un consuelo para los
dias malos de la vida. , , . y entónces, forruada la resolucion de
sacrificar, por amor de Aquel que os ha colmado de beneficios,
y en favor de esos hijos del Padre Celestial, ménos favorecidos
que vosotras, el placer de unas pocas horas, alguna parte de
vuestros gastos supérfiuos, una fior, una cinta, alguno de esos
pequeños adornos que hoi amais y mañana olvidareis, llevad
su precio :í. la caja de los pobres: entónces llellareis de gozo
vuestros eOl'nones, hourareis vuestro nombre do cristianas, y
aumentareis vuestros fondos para el tiempo '!/ para la eternidad.
Dios ha puesto en la voz de la mujer, en las palabras de la
mujer, en el corazon de Ja mujer, tesoros inmensos en favor
de la humanidad; y no lo dudeis, Dios os pedirá. cuenta de
ellos, porque ÉL liO os los ha dado en balde. Los pobres los
reclaman, los enfermos los necesitan, los niños no pueden vivir
sin ellos, la sociedad se aniquilará si vosotras no llenais vues-
tra mision. Llevad, pues, el pan de la sana doctrina á esos
niños infelices, víctimas tal vez de la intemperancia de sus
padres; formad su corazon para la virtud, y dareis buenos ciu-
dadanos á la patria. Llevad vucstra compasion y vuestros so-
corros ti. los hospitales, y Dios aumentará vuestros bienes,
Llevad vuestros consuelos y vuestros consejos á las prisiones,
y Dios bendecirá. vuestros trabajos j y quién sabe, si en vez dc
miembros inútiles ó dañados, devolvereis á. la. sociedad miem-

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broa útilos y sanoa! Llevad vestidos y lechos (. los hospici05


abrigad al niiio y al anciano; y Dios abrigar:i vuestros cora-
zones, y los fortalecerá contra las borrascas y las tem pestadcs
de la vida. Consolad ti. los tristcs, aconsejad á. los cstn\viadoB,
enjugad las lágrimas dc los afligidos; y vosotras hallareis mil)
mil consuelos, cuando la adversidad os visitc en esta tierra de
miserias. "Dad y se os dará, dice Jesucristo. Dad abundantc
mcnte 'j se us echará en el acno una buena medida, apretada
y bien colmada hasta (lue se derrame; porque COIlla misma
medida con que midi6reis:i los demas, Heos lIledir6.:'t vosotros'"
~i alguna vez en medio de vuestras santas tarcas os sor,
prendiere el ean~aneio y el deHfllientoj si ell cambio de "ucstros
caritativos desvelos halhtrcis desabrimicnto y a~p('r(''l:\; si por
fruto de vuestros beneficios eógiéreis ingraLit\l(! y r¡]vido, pcn,
sad que la desgraci:t, la pobreza y las enfermedades hielun
p"r lo comun el eorazon y agrian el enráetcr. Hcd sufridas,
pacientes, dulces y temerosas porque, segun !:-janl'ahh, ('s te e~.
el carácter de la caridad.
Cristianas todas, no 'l'acilci~, oid la 'l'OZde "l1l'~t]'u I')'(jpio
r:urtl.zon; y con un c~p¡ril\l 1l\'lIU, DOde b hll111tlnalil:lIltropiu
porquc CJ:l insuficicntc, SiDOde la diviua carj(lad (lue todo lo
pucdc, contribuid al alivio dc los iufelices) :1 lrr llloralizaciou
de las clases pobres, y :i la felicidad de h gClleraciólI inoct:ULr-
con todas vuestras fuerzas, COll todo el ardr)i' de ,'ucstro IIf.IJ,>Ie
y gcnel'<..'~oenraZOD.
Silverill Espinosa de Rendoll-

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lIuBO un tiempo muy grato 11. mi memoria


Cuando á mi tierno padre acompañaba,
y que él con sus caricias me llenaba
De gratitud, de complacencia y gloria.
:Maspasó eualla rápida centella
Que surca 01 airc con brillante vuelo;
Su alma feliz habita el alto cielo
y del mundo se borra hasta su hueHa.
Su nombre y BUll riquezas se acabaron,
i Nada me resta de él sobre la tierra!
j Ni la urna funeral donde se encierra
La ccniza de aquellos que finaron !
Esa arboleda cnmarañada, espesa,
Que crece en la montaña silenciosa,
Cubre la tumba donde en paz reposa
Cubierto de hojarascas y maleza.
Su cadáver que un hijo desolado
Cubrió do tierra, llanto y oraoiones,
Léjos de tumultuosas poblaciones,
~o será por los hombres profanado.
Nunca sobre el sepulcro solitario
El rastro se estampó de paso humano;
Jamas del hombre eodiciosa mano
Sembró sobre este suclo funerario.
No hai monumento, ni inseripeion, ni losa
Do se eternice vanidad mundana,
Pues que la Omnipotencia soberana
Cubrirlo quiso de una. selva umbrosa..
Tan solo se descubre en la enramada
Una. cruz de madera. ya destruida,
y el ángel compañero de su vida
Yela sobre su tumba abandonada.
Joseta Acevedo de GÓmea.

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¿V ES pasajero el árido desierto,


La dura peña por el mar cercada?
¿ Descubres esa mísera morada
En donde el héroe de la l~rancia ba muerto',
¿ Ves esa tumba estrecha y silenciosa
Obra de sus verdugoB inhumanos ')
Todavía la vigilan los tiranos
Con torvo ceño é inljuietud. celosa!
Del héroe temen aun la fria ceniza
y su mortal despojo se encadena;
:Mas, la filma sus hechos eterniza,
Su gloria inmcnsa el uni\'erso llena;
y su sagrada sombra inmortaliza
La roea sepuleral de Santa Elena.
Josefa Accvedo de Góme:r,

A mediados del aiio de 36 me halln.ba yo ell las inlllcdia


ciones de la parroquia de TibacÚY, en el canton de Fusagasugá,
y recibí una atenta y expresiva invitacion del Cura, el Alcalde
y los principales vecinos, para flue concurriese ~íla fiesta de
Córpus que se oelebraba el domingo inmediato .• r amas IIC
gustado de fiestas ni de reuniones bulliciosas, por lo cual pellsé
exeusarmc; lUas al recordar la pequeñez de aquella parroquia
y la pobreza del vecindario, comprendí que no seria aquella
fiesta de la elaso de las que siempre he evitado, porque prodv.

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cen disipacion en el espíritu y dejan vacío en el corazon. Fui,
pues, á Tibacúy y lleguó á las siete de la mañana.
Compóncse aquella poblacion de una ó dos docenas de casas
pajizas sumamente estrechas y pobres, esparcidas aquí y
acullá por la pendiente que forma la. falda prolongada de una
alta y espesa montaña. Hay en el lugar mas llano una peque-
ña iglesia de teja, pobre y ascada, á cuya izquicrda se ve la
casa del Cura, tambien de paja como las demas dcl pueblo,
pero méno~ pcqueña. que las otras habitaciones. Entre estaB
hay algunas que no pudieron cubrirse con paja á causa de la
pobreza de sus dueños, y 8010 les sirven de techado algunas
anchas y ,erdcs hojas de fique. La plaza no es sino la conti-
nuacion de una colina cubierta de vcrde yerba, cuyo cuadro
lo forman cuatro ermitas de tierra, y en sus costados solamente
so ven la cárcel y cinco ó seis chozas miserables. A la derecha
de la iglesia, y paralela á. un costado de la plaza, hay una
hondonada verde y llena de árboles silvestres, por la cual corre
en invierno un hermoso torrente, pero que en verano está. seca
y' cubierta de mullida grama. Esta hondonada se prolonga
como trescientas yaras hasta el pié de la plaza, y los naturales
la llaman La calle de la amargura, por ser aquel el camino por
donde suelen llevar las procesiones de Semana Santa. Estas
pocas chozas sombreadas por verdes platanares, elevados agua-
cates y aromáticos chirimoyos, y rodeadas por algunas galli-
nas, patos, perros, ccrdos y otros animales domésticos, prcsen-
tan un aspecto pintoresco é interesante para quien no bUBca
allí el lujo y las comodidades de la vida. El vecindario se
compone do dos razas perfectamente marcadas: algunos blan-
cos en quienes sc descubre desde luego el origen europeo, y el
resto indios puros, descendientes de los antiguos poseedores
de la América. Todos son labradorcs; todos pobres, y, casi
puedo decir, todos honrados y sencillos, hospitalarios y amables.
Allí no ha penetrado todavía la civilizacion del siglo XIX.
Cuando yo Ileguó me rodeó la mayor parte del vecindario.
Unos querian que yo fuese á alojarme á su casita, otros que

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admitiese su almuerzo, otros que les permitiese cuidar de mi


caballo. Procuré manifestar mi agradecimiento á todos y fui
á desmontarme cn la casa del Cura, digno pastor de aquella
inoeentc grey. Luego que eonycrsamos un rato salí á tomar
chocolate en casa del Alcalde y á dar un paseo por la plaza.
Jamas olvidaré ni la obsequiosa bondad cou que se me dió un
decente i abundante desayuno, ni In. grata iwpresion que reei·
bí al dar aquel paseo matutino. Con palmas y árboles floridos
cortado8 en la montaña vecina, se habia formado una doble
calle de verdura por los cuatro lados de la plaza. Esta calle
estaba cortada en varios puntos por yistows arcos cubiertos
de flores y de todas las frutas que brillda la tierra caliente en
aquella estacion: era el mes de .J unio. Aquí se veia un her·
moso racimo do mararayes; allí dos ó trcs dc amarillos y sa·
zonados plátanos; mas altí un grupo de aromáticas chirimoya::;;
despues una multitud de lustrosos aguacates, de una magnitud
poco comun; acá un extraño tejido de guamas de di,ersas es-
pecies y figuras. En otra parte yucas extraordinarias y gran
variedad de raiccs, legumbres y hortaliZaS. Otros arcos osten·
taban los productos de la caza; concjos, comadrejas, zorros,
ulamaes, armadillos y otros animales sih·estres. Mas allá se
,eían pendientes, doradas roscas de pan de maiz, sartas de
huevos de diversos colores cogidos por aquellos montes, y DlU'
chos pajarillos vivos y muertos cuya vistosa variedad atraia y
encantaba la. vista. Seria difícil decir detalladamente la mulo
titud de objetos naturales que 8e habian reunido para adornar
aquellos arcos de triunfo erigidos en obselluiu del Santísimo
Sacramento. Una inmensa profusion de animales, frutas j
flores formaba la. ofrenda campe8t.re que ofreeia aquel puñado
de cristianos sencillos al Dios euya misericordia se celebra en
esta fiesta solemne, misteriosa y sagrada. i Cuánto mal! bellos
y dignos del Criador son estos rÚsticos y hermosos adornos que
aquellas inmensas fuentes de plata, a(luella multitud do espejos,
cintas, flueeos y retazos de seda y gaza que se ostentan en esta
fiesta en la capital de la República! Yo gozaba con delicia de

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oste espectáculo, y las risas, cantos i alegría de este pueblo
inocente alojaban de mí las tristes impresiones que casi siem-
pre dejan en mi alma las reuniones de numerosas concurren-
cias. l\Iezeléme con los hijos de Tibacúy, y tuve el placer de
ayudarles á. componer sus ermitas, altares y arcos, procurando
que lo~ ménos pobres no dañasen con adornos hoterog6neos
el gusto sencillo y cal)lpestre (lue allí reinaba.
Las campanas repicaban sin cesar, y todo el mundo so ma-
nifestaba alegre, activo y oficioso. De repente oí el ruido do
un tamboril y un pito. Entúnces vino ó. bailar delantc de mí
la danza del pueblo. Componiasc esta de doce jóvenes indíge-
nas de 15 á. 18 años, sin mas vestido que unas enaguas cortas
y unos gorros hechos de pintadas y vistosas plumas. Llevaban
tambien plumas en las muñccas y las gargantas de los piés, y
un carcax. lleno de flechas sobre la espalda. El resto de sus
cuerpos desnudos estaba caprichosamente pintado de varios
colores. Presidia {¡ estos muchachos un anciano de mas de
setenta años, vestido como lo están siempre aquellos infelices
indios; es decir, sin camisa, con unos calzoncillos cortos de
lienzo del pais, muy ordinario, y una ruanita de lana que les
cubre un poco mas abajo de In. cintura. Este viejo estaba sin
g.)mbrero, y llevaba colgando del cuellb el tamboril, al cual
daba golpes acompasados con la mano izquierda, miéntras
con la derecha sostenia y tocaba el pito. Con esta extraña mú-
sica bailaban los jóvenes una danza graciosa llena de figuras
y variaciones, arrojando y recogiendo sus flechas con asom-
brosa agilidad. Yo los miré un rato con ternura y complacencia,
lcs dí algunas monedas, y me retiré.
Salió bien pronto la proeesion. El pueblo se prosternó res-
petuosamcnte y ya no se oia sino el canto sagrado, el alegre
tañido dc las' campanas y el tamboril y el pito de la danza
que iba bailando delante del Santo Sacramento. Bntónces
empezó :i arder un castillo de pólvora, preparado para la prime-
ra. estaeion. Los indios de In. danza fingieron terr{)r, estrecha-
ron sus arcos contra el pecho y se dejaron caer C(lU los rostros

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oontra la tierra. Al cesar el ruido de la pólvora volvieron :í.


levantarse y continuaron ágiles y alegres su int'ansable danza.
Pero cuantas veces se quemaron castillos ó ruedas, ellos repi-
tieron aquella expresiva. pantomima. Confieso que no pude ya
resistir la impreBion que me causó aquella cscena. Mis lágri·
mas corrieron al \ el' la inocente y cándida alegria con que los
descendientes de los antiguos dueños del sucIo americano re-
nuevan en una pantomima tradicional la imágen de su des-
truccion, el recucrdo ominoso y amargo del tieUlpo en que eua
abuelos fueron casi exterminaJos y vilmente csolavizadol:l por
aquellos hombres terribles que, en su coneeptu, lllanojaban el
rayo_ En el trascurso de mas de tres siglos estos hijos (legene-
rados de una raza valiente i numerosa, ignorantes de BU origcn,
de BUS derechos y do su propia miserill, celebran una fiesta
cristiana eontrahaeiellllo lIloIllI:ntáncalllcnte los usos tle sus
mayores, y se rien representando el terror de sus padres en
aquellos dias aciagos en que sus opresores los aniquilaban para
formar colonias europeas sobre los de~pojos de una grande y
poderosa Dacion.

Miguel Guzman se llaml\ba el respetable indio quc con-


ducia la danza' de Tibacúy el dia de la fiesta del Sacramento
que acabo ue pintar. Era este anciano de mediana estatura;
tenia el color y las facciones de un indio sin mezcla de sangre
europea. Sus pequeiíos y negros ojos estaban siempre animauos
de una expresion de benc\oleneia. Su amahle sunrisa hacia un
n<>table contraste con las hondas y prolongadas arrugas que
Buroaban su frente y sus mcjillas. Sus cabellos y escasa barba
eran blancos como la nieve y la edad h,\bia destruido la mayor
parte de SIIS dientes, oí pesar de rrue casi todos los ilJllills eOIl
servan hlanca y sana su uentac1ul'a aun,!ue vivan un siglo.
Dcspucs uel Jia ,le la fiesta, Guzmo.n y ;)Ia.riana su cspoBa,
venian frecuentemente á mi casa. Yu les daba algunos 80CO·

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rros, les compraba sus chirimoyas j y con mas frecuencia ad·
mitia elobscquio que de cllas me hacian. Jamas tuve ocupa-
cion bastante grave que me impi~iese recibir á aquellos hon-
rados ancianos. 1\1econtaban sus miserias y sus prosperidades,
me referian las tradiciones de la aldea, los acontecimientos
notables que habian presenciado en su larga vida; solicitaban
mi aprobacion Ó mis consejos sobre los pequeños negocios de
BUS parientes y amigos, y jamas salian de casa sin haber comi-

do y sin llevar pan para dos nietos quc los acompañaban. Ya


hacia mas de catorce meses que yo veia ~emanalmcnte aquella
virtuosa pareja, y jamas la oí quejarse de su suerte, pedirme
cosa alguna, ni murmurar dc su prójimo.
Una mañaua vino l\Iariana á deeirme que Miguel estaba en-
fermo, y que ella pensaba seria de debilidad, porque ha.eia.
muchos dias quc no comia carnc. Hice quc la dieran dos ga-
llinas y algunos otros víveres, y la encargué quc si la enfer-
medad de su esroso se prolongaba viniese á avisarme. El dia 16
de oetubro de 37 llegó un indio llamado Chavistá y me dijo:
":gsta madrugada murió Miguel Guzman, y su viuda me en-
cargó que vini::lra á decírselo á sumerced." No pude rehusar
algunas lágrimas á la memoria del anciano: envié un socorro á.
la viuda y le mandé decir que cuando pudiera viniese á. verme.
A los cinco dias estuvo en casa Mariana. Esta mujer dis-
taba mucho de tener la. fisonomía franca, risueña y expresiva
de Guzman. Su cara era larga, sus ojos empañados y hundi-
dos, su tez negra y acartonada. Era tambien muy vieja, pero
su cabello no estaba enteramente cano. :En fin, ella no inspira-
. ba simpatías en su favor, apesar de sus modales bondadosos y
del cariño que su esposo la tenia. Yola hice sentar y la dije :-
Ya supongo, Mariana, que usted habrá. estado muy triste.-
Sí, sumerced, me contestó, pero mi Dios es cl que lo ha dis-
puesto así.-Esa es la verdad, dije, debemos conformarnos.-
Sí! yo estoy conforme y vengo á darle á. sumereed las gra-
cias por todo el bien que nos ha hecho. Al decir csto su voz
era firme, su aspecto perfect.amente impasible y ninguna mal'-

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ea de dolor se pintaba en aquolla cara negra y arrugada que
me recordaba la idea que en mi infancia me dabau de la~ bru-
jas. Sinembargo, reeord6 IIue era la viuda ue Guzman, (IU,
tenia roputacion de ser una bucna mujer y la dije :-1\lirc us-
ted, Mariana, aquí tengo un cuarto dondc usted puedc ,-í,ir;
Yéngaac á casa y no tendrá que pensar lllas en e J pan de cada
dia; si se enferma, aquí la cuidaremos, y si ticlle frio yo le
daré con 'lue nbrigarsc. Guardó ella un illst,ante dc silclI,·j,
y despues mc ,lija :-~o, sumerccd, jamas-¿ 1 por qué no'
Entónecs csclamó :-Qué! ¿ yo comoria buenos alimentos de-
quo no podría guardarlc ti él un bocadito? (.yo dormiria en
t'uarto y cama ahrigados cuando él está debajo de In. tiorra 'f
Que Dios me libre de eso! ~lire BUlHerced, mas de ·15 añ(Js
hemos vivido los dos eu esc pobre rancho. Cuaudo él iba :i
la ciudad á ,onder el hilo IluC yo hihlm y hs chirimoya!!, yo
lo espcr¡dJ:t junto al fogon y ya tonia algo quc darle. LJ(·-
gaba, me abrazaba siempre, mo entregaba el red ij la sal
que tmia, y juntos uos tOlll(lb:llllOS el calclIl¡l1o (agua-miel)
la arepa () la yuca asada que yo lc tenia. Si cra yo la 'llll'
iba á !a,ar al rio, él me esperaba jUllto al fOg011;y Hi!lO tcuia
que darme, siquiera atizaba la lumure y lile ektia; esta 111'-
che no hay que cenar, pero tengo bastaute leiia i nos ealent;,-
rClllOS juntos. :\0; jamas dejaré ese ranchito! i Ya nadie s,'
sienta en él junto al fogon ! :,-30 no estará a!li oso :lngal! Pc)',
su alma !lO estará 16jos, se afligiria si yo abando!lura uUc~tr:,
easita.-AI uecir esto, .Mariana cruzó sus manos soJ.¡re el peche
COilun dolor convulsivo. Dos torrentes de lágrimas corrinol'
sobre sus aCD.rt()uadas mejillas, y por lDas de média hora C~·
cuché su siloncioso llanto y sus sollozos ahogados. j Cuán lIlal
hahia yo juzgado á 31ariana por su flsonomía! Ah! ¡jaUJa"
habia yo visto un dolor mas elocuente y sublime, jamas ldJi[;
Coml)l'(;ndido tauto amor en un discurso tan corto y seneilJo I
Pobre anciana! Yo lloré con ella y 110 trató de eonsohrJ:¡.
Cuaudo su lltmto se calmó la dije :-Jlariall:l, mi ofrccimielJl ,.
8ubsi~te: aunque conozco que u~ted tiene razon en no acept.ar
"

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10 por ahora. l)ero algun dia, cuando usted pueda, rccuerde
liue esta es su casa y venga aquí á vivir mas tranquila.-No,
sUJ1\erced,me dijo, eso no será jamas, porque yo sé que él no
8e amañad sin mí en el cielo. Diciendo esto dió un profundo
suspiro, y al propio tiempo se sonrió con cierto aire de calma é
indiferencia. Apénas le di un corto socorro, temiendo que uno
lilas abundante la hiciese sentir con mas amargura su viudedad.
Al dcspedirlllc besó dos veces mi mano é hizo tiernas caricias
:'l mi pequeña familia. La insté que volviese, y no me respondió.
i Scis días despues Mariana descansaba en el eimenterio dí~
la aldea alIado del venerable Migucl!
Jose'-" Aeevedo de GÓmez.

--~ ..-~---
A la señora C. M. de P.
CUAL gigantesca hoguera que rodara
Por ese azul, ilimitado espacio
El sol se acerca, amarillento y lácio,
Hácia los montes que á ocultarlo van.
Del ancho seno de mi ardiente valle
Alzúse ya su fecundantc lumbrc:
Del monte opuesto la elcvada cumbre
Sus tibios rayos coronando están.

Ligeras nubes cruzan el espacio


Cual blancas aves que arrebata el viento;
Parece el ciclo, cn tan fugaz momento,
Inmenso lago de platcada luz.
y detenido 80bre el alta cumbre
Un breve instante el sol, fuljura ardiente
Como un volcan, en tanto que al oriente
Se tiñe el cielo de serena azul.

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.F;ntónces dejo mi mansion amada
y voy ti ver la escena vcspertilla,
Fuera del pueblo, frente ú la colilla
Do esconde el sol su deslumbrante faz.
Síguemc, pucs, y en mi insipicnte lira
Ensayaré cantar mis impresiones;
Ven, aquí so oyen deleitables SOllOS,
Aquí se goza plácido solaz.

l~a fresca brisa á indcIIlnizamos vicne


De los ardores tórridos del dia,
Infundicndo en el pecho la alegría
y dando nueva vida ti nuestro 561'.
Por entrc chozas, árboles y arroyuó
Eneamincmos la ligera plan tu ;
Yariado cuadro que la vista eucauta
Aun no copiado por ningun pincel.

Cual las murallas en pasados tiempos.


Cercando el pueblo dc alineadas calles,
He alzan así de mis ardientes valles
Las chozas de ligera construecion ;
En pintorcsca confusion se cstiendt'lI
Por el tendido y anchuroso llano:
i CU(tutas misorias dellinage humanu
_0\1 verlas, no adiviua d eorazon I

Por entre ellas y en tortuoso giw,


Dando al paisaje amenidad; frc~('ura.
Corren arroyos, cuya liufa }lur:l
El abrasado suelo fecund6.
Clavo mis ojos en sus ondas clara~,
Que ruedan juguetonas, presurosas:
y piemo 'lue así pasan candoro~a~
Las ilusioncs de la edad de amor

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De nuestra zona la. opulenta. flora
Aquí sin arte ni cultivo, ostenta
Su lujo y BU esplendor, que tan bien sienta·
Bajo este ciclo de profundo azul!
Siempre cargada.del sabroso fruto
La. altiva. palma de enhiesto tronco
Remédame el Oriente i mas el ronco
Devastador y ardiente simoun

Es aquí fresca brisa bienhechora


Que, templando los tórridos' artores,
Lleva á veces en su ala los olores
Del limonero y el naranjo en fior:
y por doquiera. gigantescos árboles,
Que solo al humean sus copas mecen,
La fresca. sombra y dulce fruta ofrecen
En abundante y vária profileion.

y de uno en otro laspa.rierna aves


Cruzan el aire en caprichosos vuelos,
En busca. de su nido y sus hijuelos
y con BUS trinosdespidicndoa.l sol,
Que, hundida ya. la. esplendorosa frente,
Deja. la estela de su luz amante
En el tendido, anchísimo y brillante
Cortinaje de nácar y arrebol.

Ya. atras sc quedan árboles y chozas,


y al frente se a.lza.la árida colina.
Desde donde mi pueblo se domina.
y el lindo valle do so asienta él.
y conforme se deja. la llanura .
Ensánchasc el espacio i el valle, el monte;
y las selvas que forman horizonte
Se muestran mas distintas cada vez i

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y ya. forman el vasto panorama
Ilumi.na.dopor la. luz tan bella
Que en la region del Ecuador destella
:El sol para la tierra de su amor.
Yo quiero detenerme tí.contemplarlo;
A gozar en silencio la serena
Magestad, la. armonía de esta escena
Que alumbra y dora 01 último arrebol.

AlH, cubierto de verdor y sombra,


Risueño, altivo, libre de cuidado,
En su riente porvenir confiado,
Alzá.se el pueblo donde ví la luz.
Cómo mis ojos, con amor, contemplan
El nido ptí.trio! como el suyo el ave
De delicada pluma y canto suave
Cuando se ciernc cn el espacio azul.

'l'ambien como ella, dejo yo la tierra


J.>aracruzar en alas de otro viento
Los espacios sin fin del pensamiento,
Para vivir de sueños y de fé.
Oh! cuánto es dulce en soledad completa.
Sin velur ante nadie 1:1 mirada,
Que se pierde en la atmósfera azulada,
Elmunuo de los sueños rceorrer !

Bendito mundo! cuánto en él se goza!


¡. Qué fuera. de nosotras, corazones
He fuego, sin las dulces expansiones
Que en e¡;e mundo VUlllOS tt buscar ~
¡. Qué fuera de nuestra alma, etCl'llamcnte
En círculo de acero comprimida,
Si no se abmt á la region florida
Donde nada la puede atormentar?

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y no es mentira, no, la dicha suma
Que allí se goza y de que yo he gozado:
Bien inefable, dulce, inmaculado,
j Dichoso quien te llega á disfrutar!

i De cuántas grandcs, generosas almas


RI dolor, la miseria y abandono
Has consolado! á su mcmoria un trono
En el recuerdo de los hombres das.

Yo, que emprendiera con segura planta


Dc nucstra vida el áspero camino,
Tambien hc hallado el punzador cspino
Hiriendo aleve mi indefensa faz.
y nueva en el dolor, y aeaso débil
A tan el'ui¡J y dolorosa herida,
Algunas veces me sentí vencida,
Doblé la frcnte y me scnté {~llorar.

:\las luego alzaba en derredor mis ojos


Buscando alivio con doliente anhelo,
y hallaba siempre tan hermoso el cielo,
La luz, las flores :r cse limpio sol,
Que mí dolor, mi angustia se calmaban:
Naturaleza en mí se refundía,
y con su influjo bienhechor volvia
La paz á disfrutar mi corazon.
Asi aprendí :i soñar y á amar los sueños;
y desde entónces mi dolor, mi llanto,
}jndulza siempre el inefable encanto
De ese !Dundo que llevo en mi interior.
y por eso en presencia de cste cuadro,
Que á dulce y grato meditar convida,
:Mi alma se desprende de la vida
Para vagar en celestial region ....

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y u se acercan las sombras de la noche,
y Meia el paterno hogar dirijo el paso:
Los h¡"illalltes celajcll del ocaso
}lurieron ya con la postrera luz.
De Ir eampanll alllarnamiento santo
Al ciclo elevo mi orarían fervicnte.
Para pedir que al corazon aliente
El dulce amor dellJue murió en la cruz.

Esa es la hora, de misteriu llena,


EI1 que :i b tierra soiiolienta envuelven
Las sombras del crepÚsculo, que vuehml
Dudoso y triste cuan tu el ojo vó.
Poco á poco esas srnnuras se eC>J1llellsan,
y al paso 'lue la atmósfcra USCUre¡;CIl,
J)udosas las estrellas resplandccen
COIllO en el alma b ilusion que fn,'"

ya UI1 lIuevo ,lia huudiúsc par~¡ siempre


De lo pasado C11la insondablc sima:
'i con (;1, de la fuerza quc 10 anima,
;. Cnánta ha, perdido nucstro frágil sér ';
i. Cual hoi, mañann yoh'crémos, Cármcn.
A ('ontcJllfdar la ycspertiua esccna,
O al pul; o \'ueltas, la abras:¡da arcna
~ uestros despojos guardará taIll bien ':

Ilortcnsia AntoultunJ'~hl de '·ÚSqtH:l..

-c ...••.
~ .._- --

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de la vida de la V. ni. ~rancisca Josefa de la Concepcion de


Castillo, religiosa del monasterio de Santa Clara de Tunja.
(SACIÓ '''' 1t71 I >fUIllÓ EN 1142:.

EN este tiempo en que quedé con gran desconsuelo y lágri-


mas por lo que mo habia pasado con mi confesor, el padre
Francisco de Herrera, me consoló nuestro Señor con estas
cosas que trasladaré aquí, y me hacia entender esto para que
huyera del trato de las. criaturas, y no buscara en ellas el
consuelo de aquel trabajo; si que callara, esperara y sufriera
hasta que Dios desengañara á mi confesor ó me diera otro que
me guiara, sin disculparme ni volver por mí, ni aftigirme de
la mal:1 opinion en que yo quedaba. Mi amado para mí, yo
para él, mi secreto para mí en la soledad, y en lo escondido
del eorazon: mi amado á mí cn los agujeros de la piedra, en
las cavernas del cercado. }Iira que dicen, es símbolo de la
imprudencia el pelíeano j que anida. en las eras mas trilladas,
y allí los labradores cercan el nido con heno. ó paja, y le pren-
den fuego j él viendo el l'Ícsgo de sus pollitos, baja á ponerse
~obro ellos: viendo que 01 fuego se va acercando, bate las alas
paf[!, apagarlo, pero esto sirve para enccnderlo; hasta que
comprendido en su ignorancia, el fuego lc quema las plumas,
y allí muere cogido de los cazadorcs, él y sus hijuelos.
i\1ira que el principio de su Illal fué falta de cautela: no
evitó los riesgos y así cayó en ellos: no guardó ni ccló su se-
creto para sí, no fué como las águilas anidando en lo alto de
las peñas, no fuó como el pájaro que halló su casa, ni como
la tórtola que puso su nido en las cavernas del cercado, mién-
tras pasa el invicrno de esta vida, y oye la voz de alegría:
porque el Señor hizo habitar á la estéril con alegría en la casa
donde halló sus hijos. Llevamos nuestros tesoros por el cami-
no trillado de pasajeros, y los malignos espíritus son como la-

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droneillos que lo aseehan. En el campo de la vida mortal es-
taba el tesoro que dijo el Seíior, pero eseundido. A ¡¡UespoBa
la Ilombra con scmejanzas que significan secreto: huerto ec-
rrado, fuente sellada. Por preciosa. que sea la casa, ¡¡j á toda¡¡
horas da paso franco, presto se acabará su hermosura. La
gloria de la hija del Rey e::;tá.escondida, está en secretu. Ima-
giDa á las criaturas si CODdesúrden las tratas como al vient,)
cierzo, que seca, aja y deshoja, no porque ellas scan malas; pur-
que el fuego bueno es, pero no para tratauo dc todos lUodus ;
el aire bueno es, pero tanto puede darte que te ahogue y deje
yerta; el agUR es recreaeioIl y refrigerio, pero muchos en ella
han perecido. Si descubres tUl; bienes, ó te los hau dc ¡¡opIar
con la lisonja, ó morder eou la envidia, ó al'l'ojllr eOIl el me-
nosprecio. Guarda, pues, los sentimientos (iUl' Dios te dic!'(',
aprende de la tórtola, no del pelicano; no saques tÍ. luz los hi-
jos pequeñitos, que cua}¡luiera aireeico los luatar:i. Hijos tie-
ncs, pero guarda, ten cuenta, no los fies; no des tu eorazon al
alhago de ninguna criatura, mira no sean abrasados y Vlwltos
(;n ceniza, con ese heno ó paja. en que le~ hace,; nido. Tc\!)('
más y rccélate de sus aficiones de ser (lucrida, Ú 'Iul:rcr!as,
que del cuchillo (iue ha de cortar tu brazo. El brazo hariL E¡[-
ta al cuerpo, el COraZOllal amor de Dios}' :l "l1 ,en·ir·i,,· ~i"
brazo podrás vivir la vida del cuerpo, ,ill COl':1Zim,110 p"dni.-
vivir la vida dcl espíritu. Las cosas illalliil¡:ldas t8 L'lJscii¿w
este recato: la tierra oculta en su sello el oro y pil'drlls pro-
ciosai¡¡¡el agua inclina todo su peso:í esconuel'sc; el a:l'e prrreCl'
que siempre huye; el fuego ansia con toda su fucr;~a por ¡;ubir
y alejarse. ¿ Pues qu6 las criaturas en cad:L l'lelllent,)'~ Los
leoncs y fieras de ls sch"as tiene!! sus lugares apartados donde
se ocultan; el er·izo busca su refugio en la piedra, el ciel'\'o 1:11
lo alto de los montes, y así el cabritilla y los hijos de los
ciervo~. El águila anida cn lo IDUS alto y tajado de las pci'ias:
la paloma se aleja, huye y descansa en la ~oleu.ad; l:t tórtolu.
se escondo en los agujeros de la piedra, en lus earl'rna~ del eer
cado; el pájaro becho, solitario, busca lo alto de los techos: 1;\

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lechuza sc oculta entrc las ruinas; los peces se scpultan cn
los sellOS del mar; aun el sol conoce su ocaso y su escondrijo:
las flores nacen cubiertas y dan así oculto su fruto siempre
guardado entre cortezas y cáscaras; y cuando creeen mas los
árbo]e~, profundan mas sus raices y se ocultau; ]as fuentcs
traspasan por medio de los montes para salir á ]0 profundo
de 108 valles, Si fueres como el gusano entrando al corazon de
la ycdr3. en ]a consideracion, en brevc espacio caerá seca la
vanidad é inconstancia de la vida. Entúnees te asentarás entre
los príncipes cuando edificares en ]a soledad tu sepulcro, y
61 será glorioso.
Dos cosas pueden moverte á derramar tu corazon en las
criaturas, ó tener que hacer con ellas, ó no tener que hacer
contigo: si]o primero, mira ]0 que dice e] santo Rey: "To-
dos Mclí'n.aron .1J fueron hechos inútilcs. ¿ Cómo podl'lt ser prove-
choso para otro, pues dI/O que en su cora;:oll no habia Dio8 P Co-
rrompido se han, abominablcs se han hccho, porque COI1/O flwt(mtos
8C pudrieron cn el cstiércol de 1a8 cosas de la tierra." Por cierto
que no sacó el ¿i,·ino esposo al alma santa á las plazas, á or-
denar en ella la cariuad, ántes la introdujo :í mayor sccreto,
y qucdó tan contcnto de llue su amado fuese en su seereto,
que cuando lo halló dijo: "Téngole?l no le d~jaré hasta que lo
mtre tÍ la casa de mi madre, allí lo esconderé, porque de las pla-
:as !I c(1llrwdonde lo buscaba traje Bolo castiyo ,1/ dolor." Poco esti-
ma su tesoro quien lo expone lÍ la eomun vista: si Dios no
\'ivc en ti y tú en él (. cómo has de estar en cariuad para. con
las criaturas? Si el corazon es fuente de la vida y Dios es
vida de] corazon, fa]tándole la. vida. r. cómo obrarán aquellas
mallos inocentes con que has de subir al ruonte dc la caridad?
:. Por qué te juzgas provechos:!. para. otras, en ]0 que desapro-
vechas á ti? ¿ Pues no nace de tu corazon ]30 caridad de tus
obras'; Qué les quieres? Qué les buseas? ¿ Qué hay para
ti en los caminos de Egipto? La sed de tus deseos no ]a sa.-
~iar:í.s sino es en el quc es fuente de agua viva.
r. Qué utilidad hay en tu sangre euando deseiende á. la co-

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-:!.7 -

rrupcion ? Si te estimas romo muerta, escóndete, para que Dll


causes hastío y horror inficíonando á las otras con el horror de
tus vicios, imperfecciones y faltas: no sea como sepulcrn pa·
tente tu garganta, dando mal ejemplo con la \'allidad <11'tm
palabras, como los ql!O dijeron: "Con nuestra lengua ~lJrlJl110S
engrandecidos, nuestros labios son para uo~otros. (. (~uil'l1 I'S
nuestro Dios, Ó (Jui6u es DioH para nosotros ~ .. Cuando se
disminuyen en tu eorazou las verdades eteruas, luego h,thla,
vanamente :'b las otras, porque de los labios dolosos <1elr:rlWl.OL.
salo en palabras dañosas tu eorazon por los labios. y ¡;Olll" ,,1
es veloz en sus nfeetos, así en sus palabras. Purs si el eoraZllH
es fuente de la vida, y en ti se vuelve lengu[\ y \elo7. para la
vanidad ¿, ,}ué será tu vida, ,Yf]ué tus ohrns, sinu vil'nt(, .' nu
da? Pues t.eme ({ne como la pluma puesta nI vi('nto, Hi 11'1 Ir;
uculta.~ t.1!<1o~pciieR,por lo ménos el! llluluu:\l'(:s inmund'js,'-.
ell el ahislllo de la eterna muerto. En el dia cn '¡He '¡ch.· ""1'
hablada HUesposa, previno Dios sohre su" muros torrc~ . .Y á
SU" puertas ct'rTl\lluras. ~i fueres fuerte para sufrir 1·1,l('s"on
suelo. nll sa.lurús e011 ligerez:t:í buscar Ú :'posr'n:art<: l'il h-
alivios humanos; scr:'m t.us muros como de hi,'l'I'o ~; ¡]" )¡r.¡n·
ce: entónces rlnr:í Dios sus palabras cn tu Loc~. euandn fUl'res
como ciudad cercada. uc secreto. que en silencio S('1';1. tu furla-
leza. Sabe sufrir callando y pa.ll'r:iendo; seu tu muro conl" d.·
hierro, 'lue a,í <>1:1':', prisiol1 para los elH'migl's interiores. :o r('·
sistencia parú los exteriores, l"Jil tu rostro. C011l0 pi,:(lra du·
risim:t. para recibir el golpc <le cun.l(luicru .-cj:teion. imii:L .,1
!lO I1l()H,r~t', ni para huir 'lue :l<>rgnnde el castigo. ni ,', I1lMtral'

que lo sientes, ni con palabras, ni con acciones: Sf':t ,;n!" .,l


dolor tuyo en tu secreto, i cuanuo tu amado j" vi"¡i,,. ('(l]UI'
hllceeito de mirra, en la tribulaeion eseúr:dclo en tu I"'''¡'\l .. 'r
sea para ti sola, y tú para 6] solo, rl'W "i In. vara <1"m "orJ'e('-
cion te hiriere, dara la pieura agua con que se riegue ]a ti"rra
siempre seuienta, 'lue esta agua, como lluvia \,(jhmt:lI'i:l, per-
feceiona.r:1 Dios con ella su heredad cuando e~t:'t l!.nt'erma. y
tu alma heeha ciudad de Dios, será. alegre con ,·1 ímpetu d.

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- 28-
estas agua~. Ten silencio para no reprobar lo que te aflige, ni
mostrar con ,razones que la. tienes. Sea 11010 tusccreto par.a.tu
a.ma.~0,qu6riendotener á. 61 solQcontcllto¡ y ~i lee¡¡tá,n patent.es
loa aecretos del corawnj no te turben los juicios ~umanos, que
ya desearás contentar á otro, <lua.ndono t<Jsatisface que Dios
lo esté. El Señor te prueba y te couoce: Él conoce cuaudo
dejas de ser y cuando resucitas, y todos tus caminos los tiene
previstos. Por esto no ha de haber palabras en tu lengua que
digan á los hombres; Él conoce el principio y el fin, y no
aparta su mano ayudadora, pero 10ilojos de carne andan á
t:icgas: como SUIi tinieblas, así es su luz. En el oamino de esta
vida ha de ser tu honor y gloria. llevar el peso de la oru~ y
las señales de J esua en 01 padecer: ¿ pues por qué lo quieres
disminuir comu:o.icándolo con quejas á las criaturas? ¿ por
qué das tu honor á. los cxtr¡¡,ños? Enciérrate on el secreto de
la tribulacion, que entónces se amans6 el mar, cuando sus
olas sepultaron al Profeta; y en la escondida. y estrecha tri-
bulacion le preparó Dios casa de refugio. Sellado estaha en-
tre lus leoues al que administrú sustento y guardó libre. Ois-
tes la paciencia de J ob que condujo el Señor :i fin próspero ':l
cu ella 110habló con estulticia cout.ra Dios. Vistes el fin del
Heiíor llue 110 abrió sus labios: como mudo estuvo entre sus
pellas: entre espinas de tribulaciones, que como ~bejaB COI'can
al alma, sc conserva con la limpieza. de lirio. Como fuego la
limpian, y como abejas labran en ella panal, para que su que-
rido con la miel que procede de su boca, y está escondida debajo
de su lengua, diga: '1 Comeré mi panal con m.i miel," ¡ Oh alma
mia! en esta camita estrecha del silencio y retiro, descansa
Dios como en lecho florido de virtudes. i Oh, si estas puertas
de la justicia sc abrieran para mí! Entrando en las virtudes
confesara al Señor. i Oh, Señor! esta puerta. es tuya y el
justo entrarñ. en ella. Dame que sea como niño en la inocen-
cia y silencio, para quo entra á los tabernlicul08 de los justos
donde hay voz de alegría y salud.

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- 29-

Dedicado al señor José Marta Vilrgara y Vergara.

UELANCÓLICAS horas
Hay en la ;'iua,
En las que gimo el alma
Cual ave herida.
El tiempo vuela,
Pero on las horas tristes
Clava su rueua.

Tras un:!. negra nube


Lo vemos todo,
y una lágrima brota.
De nuestros ojos.
Tal voz sin causa,
Pero es que la tristeza
Nunca se sacia.

Si en el erl.mpo la brisa
1\Ieco las p:tllllas,
y se agita sihando
I~ntre las ramas,
Yo IUQ imagiuo
Que lleva do las flores
Algun suspiro.

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- 30-
Si en la arboleda cantan
Los pajaritos,
y en los nidos responden
Sus tiernos hijos;
Oigo sus notas
y digo pensativa
Cantan ó lloran ?

Si el agua dc la fuente
Por los rosales
Corre, bañando el musgo
Con sus diamantes;
l\E triste alma
Piensa al ver esas gotas,
Que llora el agua.

Pero hay siempre un alivio


Para el que sufre,
Si su mirada inquieta
Fija en las nubes;
Porque el consuelo
Cuando ménos se espera,
Baja del ciclo.
Maria.

---+--••.
---

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- 31 -

Ex el bosque Ulla mirlu.


Cantaba alegre,
:\Ieciéndose en las ramas
(~ue el aura mueve.
Eran sus can tos
MÚsica de los bosques
y de los prados.

Ill'luieta y afanosa
l'Iiraba un árbol,
y á su elevada cima
Llegó volando.
Entre su pico
Lus granitos llC\'aba
Para. sus hijos.

Vulviendo la cabeza
A un lado y otro,
8e muestra temerosa
Por su tesoro.
Porque las aves
~us amores ocultan
Hasta del aire.

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- 32-
Entrega los granitos
y luego sale
y con sus dulces trinos
Alegra el valle .
.Mil armonías
Forma con su ruIdo
La fuente cilla.

Un águila traidora
Que se ha escondido
En un árbol cercano,
Contempla el nido.
Allí en acecho
Aguarda que la madre
Levante el vuelo.

La madre una mirada


Dió á sus polluelos:
Todo estaba tranquilo,
Todo sereno ..
Abrió las alas,
y lanzóse al espacio
Contenta, ufana.

El águila se acerca.,
Tiende BU garra,
En su mirada ardiente
Se .6 la rabia.
Cogiendo el nido
Emprendió su audaz vuelo
Casi sin ruido.

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- 33-
Inocente la mirla
Siempre cantando,
Vuelve á BU hogar querido
Vuela á su árbol,
Porque halla eterno
Un minuto que pase
Cuando está. léjos.

No encontrando allí nada,


Tan Bolopiensa
Que ha equivocado el árbol
En su impaciencia.
De rama en rama,
V uela, busca, á. sus hijos
En vano llama.

El ay! que do su pecho


Triste se exhala,
Al ver que no le queda
Ni una. esperanza,
Del bosque el eco
Gimiendo lo repite
De tiempo en tiempo.
Julio de 1868. Uaría •

•••••

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- 34-

Es triste referir la negra historia


De nuestra amarga vida terrenal!
Es muy triste traer á la memoria
Tantos instantes de mentida gloria
y verdadero mal.

Mas referir te i oh Dios! nuestros pesares,


Llorando de rodillas á tus piés,
Bañar con nuestro llanto tus altares,
i Oh qué dulce, mi Dios, qué dulce es !

'friste fuera mostrar la cruda herida


Que sufre silencioso el corazon,
A quien halló la sendn de la vida
De flores y de fuentes revestida
Con grata profusion.

Pero mostrarla á tí, mi dulce dueño,


(¿ue aquí no hallaste do posar la sien,
Sino una helada piedra y duro leño;
Es un grande consuelo, es un gran bien.

'friste fuera qnc un mísero tirano


Se alzara ante nosotros como juez,
Con nuestra dicha en su mezquina mano.
y nosotros, quizá, pidiendo en vano.
Consuelo á su altivez.

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- 35-
Pero llorar, mi Dios, en tu presenoia
Esperando una muestra de tu amor,
Es encontrar la perfumada esencia
Que mitiga del alma el sinsabor.

j Oh 1muy triste será pedir favores

A un orgulloso y Mrbaro ~ultan,


Referirle del alma los dolores,
y del desden helado los rigores
Hallar en nuestro afan,

Mas pedirte favor á tí, Dios mio,


y en tu rostro dulcísimo no hallar
Ni enojo, ni dureza, ni aun desvío;
Así es dulce pedir y suplicar I

j Es muy triste fundar nuestra esperanza

Del mundo en la inconstante vanidad,


'{ divisar la calma en lontananza,
y no encontrar Jel gozo y la bonanza
Jamas la realidad!

Pero esperar en tí, Señor eterno,


r cn tus manos dejar el porvenir,
Casi es, mi Dios, del gozo sempiterno
La santa dicha y la quietud sentir.
Silveria ESllinosa de RendoD.

'....••+~.,-

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Recuerdos de Santa F~

SIENDO yo niño (de esto hace luengoa años) cuando mi


madre y mis hermanas preparaban algun amasijo ó cosa delica-
da, para cuya cooperaeion no necesitaban de mis deditos que en
todo se metian, ni de mi lengiiita que todo lo repetia, todas
decian en coro: "Que lloven á Pachito á. casa de su madrina."
Yo escuchaba csta scntencia sin apélaciori, entro alegre y mohi-
no, y salia de la casa muy despacio, siguiendo á la. criada á
média cuadra de distancia, y deteniéndome á. cada momento
para atar las correas de mis botines y recogor la cacucha que
me servia de pelota, y así distraia las penas de mi destierro.
Sinembargo, al llegar {,casa de mi madrina, las delicias que
me aguardaban allí me hacian olvidar las que perdía. Pero
ántes de entrar, digamos quiénes éramos mi madrina y yo. Yo,
(ab jove principium), era el último' do los diez hijos que mi
pobre m~dre dió á. luz: mis nueve hermanas mayores no me
idolatraban ménos que las nuevo musas á Apolo, y yo era
naturalmente en la familia considerado como un fénix, un por-
tonto. En ella abundaban dos plagas: pobreza y mujeres. Mi
padro, despues de trabajar mucho y como un esclavo, murió,
á poco de nacido yo, dejándonos cscaiamente lo necesario para.
vivir con humildad mas á pesar de nuostra pobreza, viviamos
todos unidos y satisfechos: preciosa medianía, por cierto, en la
que se vivo sin afanes y contento y tranquilo!. _
Doña. María Francisca Pedroza, mi madrina, tendria unos
sesenta y cinco años cuando la conocí, Ó mas bien, cuando mis
recuerdos mo la muestran por primera voz. Era la última per-
sona que existia do esa rama de nuestra. familia j se preciaba
de haber conocido mucho á. los Vireyes y frecuentado el pala·

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e/o en esos tiempos, y lamentábase amargamente de la inde-
pendencia que habia sumido á. su familia en la pobreza, que-
dándole á ella por úllioo patrimonio una casita. Cada vez quc
cstallaba una. revoluoion, mi madrina se mostraba mui ehoca-
da, ll.'legurandoque este país no so compondria. hasta que vol-
vieran los espaiioles. Era ue pequeiía estatura y enjutas car-
nes, morena, de tez de espaiiol viejo (es decir amarillenta), ojos
negros y pequeños y nariz afilada; no debia, en fin, de haber
sido bonita en sus mocedaues, y mis hermanas sospechaban
que por eso habia permanecido soltera y era acérrima enemiga
del matrimonio.
Vivia sola con dos criadas á quienes habia reeogiuo desde
pequeñas, y á. quienes no pagaba sino como y cuando lo tenia
por convenionto, dAndoles su ropa vieja, larguitiÍmos regaiío~ y
muchos pellizcas por ~alario; se mantenia haciendo dulces,
bizcochitos, chocolate y velas, y sacando aguardiente, que en-
túnecs cra de contrabando. Este último negocio lo procuraba
ocultar á todos y particularmente ti los muchachos; pero lo
hacia con tanto misterio, que naturalmente picó mi eurio~idad
de lliiio; por lo que resolví averiguar :í. todo trance a'luello
que me ocultaban.
No tuve que aguardar mucho: uu dia se incendió algo en
la cocina y tuvieron que abrir la puerta y salir al patio :,
bwwar agua; aproveché eHUmomento de afan y penetré ti hur-
tadillas al recinto vedado. Exau1iué, ~ill l/ue cayeran cn cuen-
ta de mi presencia, las va~ijas de extraño aspecto, i las ma-
ravillosas mauiobras que se hucian allí. Illlllcdíatamente que fui
:\.casa y pregunté :í. mi hermana mayor lo que aquello signifi-
caba, me lo explicó, recomendándome el mayor sigilo, pues mi
madrina correria riesgo si la policía lo llegaba á ueseubrir,
guardé el secreto y mimadriua nunca supo \lue yo cm. po
¡;ccoo!" uc él.
Ahora veamos cómo era la casa en (lue vivia. La habita-
cion de mi madrina, sita cn las Ni(:ves, no kjos de la ll1azuela
de San Francisco (perdono el lector, quiero decir, la plaza de

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Santander), era pequeña, pero suficiente para su moradora: a'
la entrada, despues de atravesar el zaguan empedmdo tosca-
mente, se encontraba un corredor cuadrado, separado del pa-
tiecito por un poyo de adobes y ladrillos, el cual estaba tam-
bien empedrado, pero lleno de arbustos y flores, por lo que era
para mi imaginacion infantil un verdadero paraíso, liue yo
comparaba con los de los príncipes y princesas de los cuentos
que me referia Juana, una de las criadas de mi madrina.
Todavía me represcnto aquel sitio como era entónces _
veo el alto romero siempre florido, el tomate quiteño, el ciruelo
y el retamo, á cuyo pié crecian en alegre des6rden en medio
de las piedras arrancadas para darles holgura, algunas plan-
tas de malva-rosa, muchos rosales llamados de la alameda, de
Jericó &.aj á la sombra do estos se extendia. mullida alfombra
do manzanilla, trinitarÚls matizadas y olorosas, (los pensamien-
t08 que reemplazan ahora las trinitarias no tienen perfume), y

un fresal entre cúyas hojas me admiraba de encontrar siempre


alguna frutilla. En contorno de la pared crecian algunas ma-
tas de novio8, de boquiabiertos y depa#ta de tÍJ-rtola. En el poyo
que separaba el patio del corredor se veian tazas de fiores mas
cuidadas: contenian, farolillos blancos y azules, ridículos ama-
rillos, oscuras y olorosas pomas, boton de oro y de plata, pajM'i-
t08 de todos colorea, y otras plantas j en las columnas enreda-

ban aon-senones y madreselvas; y por último, en el suelo, al


pié de cuatro grandes moyas con su capa de lama. verde, (para
coger agua cn invierno), se veían muchos tiestos de ollas y pla-
tones rotos, en que crecian los piesecitos que debian ser tras-
plantados á su tiempo. Casi todas las flores que preferia mi
madrina han perdido su auge i no se encuentran ya.sino en las
antieuadas huertas de los santafcreñoB rancios.
Dcspues de merendar á las cinco con una hirviente jícara
de chocolatc, acompañada de carne frita y tajadas de plátano,
queso y pan, mi madrina se envolvia. en su pañolon dc lana, y
poniéndose un sombrero de paja que tenia para ese uso, salia
al patio, armada de un par de tijeras, y podaba, componia y

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arreglaba su jardin; recortaba. una. fior aquí y a.llí para. dár-
melas, y yo las recibia como nn precioso regalo, pues era pr<>-
hibído que tocásemos las flores.
Ademas de este patio habia otro detras de la cocina, ell
dondc, al rededor de un aljibe, vivian multitud de gaUína~.
pavos y patos, y estaba. el perro amarrado todo el dia. 'I'am-
bien habia una huerta en que crecian malvas, ortigas y yerba~
en profusion, pero en cuyo centro Behallaban varios D1anzano~
y duraznos, miéntras que en las paredes del contorno se enre-
daban matorrales de cUTubosy bosquecillos de chisgua. A YC-
ees sembraban tambien algunas matas de ma1z y dc papas, port'
las criadas no tenian tiempo para cultivarlas, y así rara ,ez sr
arrancaban á tiempo.
La salita tenia una.ventana alta que daba sobre la calle, ('011
poyos esterados, y en lugar de •.idrieras un bastidor de góne\'(,.
Dos canapés forrados en damasco amarillo de lana, cuidadosa-
mente cubiertos con SUB forros blancos, dos Úlem de zaraza,
<lcsiguales,cuatro grandcs sillas de brazos y espaldar de cucro
con arabcscos dorados, i dos mesitas con ~us cajones de NIño
Dios, completaban el ajuar de la sala. Olvidaba decir (Jue (H
contorno de los cajones de Niño-Dios se veían monos, pa'l'os,
caballos, &." hechos con tabaco y con paBtilla popayaneja .. En
la parcd principal había un cuadro grande representando r\
~uestra Señora de las :M:ercédes,:l.cuyo pié estaban Adan i
Eva en el paraiso terrenal, rodeados de fieras y en completa
desnudez; ligereza de vestido que no pude comprender nunca
cómo la toleraba mi madrina sin escandalizarse, pues ponir,
íos gritos en el cielo é invocaba :i todos los santos, si por ca-
sualidad veia á una de mis hermanas vestida para alguna m(;·
desta tertulia. Por último, habia un pequeño San Cristóval
Bebre la puerta de entrada, y un San Antonio sobre la de In
alooba. Item mas; durante muchas semanas del año vivía en la.
mitad de la sala, cubierto con una colcha, un San Miguel que
vestia mi madrina para la iglesia de San Franci~co: lo diafra-
zaha.a la Última moda, con mangas anchas o angostas: corpiñ(,

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alto ó cotilla, segun se usaba. en los días de su fiesta; y se lo
enviaban dcspues á la casa para que le pusiera los vestidoB
viejos, buenos para el resto del año. Cuando alguno criticaba
:i mi madrina su manía do vestir al pobro arcángel como los
figurines de modas, contestaba muy indignada: "Acaso los
santos han do estar peor vestidos que ustedes?"
La alcoba con su cama de blancas colgaduras y su canapé
:lIta de patas y brazos tallados y dorados (que ahora seria una
curiosidad), sus mesitas de costura y de hacer tabacos, BUS
/Jaulcs de extrañas formas y SUB innumerables cuadros y estam-
pas representando los santos de su devooion j aquel olor á
rosa seca y á viejo, olor penetrante que tien~ para mi tan tier·
HaS recuerdos. todo eso vuelvo á verlo y á. sentirlo en mis
¡mellaSde hombre ya viejo, y haeioodome niño ,otra vez, miro
aquello con el encanto de ántes, para despertarme con un do-
loroso suspiro.
Contiguo ti la alcoba estaba el oratorio, mui pequeñito, poro
mui adornado, y que todos los años lleIlÁbamoscasi completa-
mente con el pesebre.
;\.demas de mi madrina, el tipo mas curioso y digno de
mencionarse que había en su casa era la criada mas vieja, la
!Jobre Cruz. Recogida desde su niñez en casa de mi madrina,
y no habiendo podido desarrollarse ni crecer bajo el régimen
severo quo so observó con ella, su' señora no podia convencerse
de que no era niña, ni jóvell, y la rcñia y lc hablaba como a
la infeliz cMna que mas dc cuarenta años ántes habia quitado
do entre los brazoil de BU madre, muc.rta de miseria á las puer-
tas de su casa. Su madre habia sido voluntaria, y no queriendo
abandonar el regimiento que seguia, prefirió morir mas bien
que descansar!
Cruz era pequeñita, grucsa, eari-afligida, extrañamente fea, y
tan inclinada al llanto que con la mayor facilidad prorumpia
en lágrimas y sollozos. Me gustaba mucho verla peinarse y co-
ser, proezas qu.e ejecutaba 10B sábados en la tarde sentada á la
puerta de la cocina. Verla quitarse el pañuelo y contemplar

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- 41-

su caboza casi pelada, salpicada npénas por larguísimos mecho-


nes, quc ella. trenzaba. cuidadosamente una vez por semana,
era cosa de gran Jive:rsion para mí. Cruz, en el apogeo de su
fealdad, se me aparecía como la personificacion del ídolo japu-
lIés que habia visto en El Instructor, y al recordarlo mc causaba
una risa tan homérica y contagiosa, que ella misma me acom-
paña en mis carcajadas, diciclldo caudorosamente sin saber la
causa de mi alegria: El niño Pachito si que cstá contento 1
I,a. otra proeza, la. costura, no dejaba. tampocu al' ser orí
ginal: para economizar tiempo, segull decia ella, como le
costaba mucho trabajo ensartar la aguja (tanto había llorado
que ya 110 veia) ponia una hcbra tan larga que gastaba por ¡.,
ménos cinco minutos en cada puntada, )" casi llOl'aha <;ada Y('7
,¡ue se le enredaba el hilo, lo que naturalmente succdia sin
ccsa\'.
Casi toda la dC"I"ocionde esta infeliz cstaba c(lnceIltrau:~ Cll
un santo, ya no me acuerdo cuál, cuya imágcn tenia á 1:1. ea-
be cera de au cama, y que decia ser milagroso porque se habia
retocado por sí Bolo. Efectivamente, la desteñida cara del sall
tú y SUtl marchitos vcstid'1S habían tomado repentinamente 1111

"olor vivo, graciaB á la paleta de uno de nuestros parientes (Iue


se habia querido divertir burlándose ue la pobre mujer; pen\
'lespues la vimos tan feliz y satisfecha con el lOibgro, qm'
nadie tuvo valor pam dcsengai:iarla, J' murió convencida (],:
¡ue el santo se había retocaao por amor á ella.
Aunque mi madrina. no habia tomado hábito, su excesin,
Ilevocíon y lo mucho que frecuentaba las iglesiuR le habian
hecho llevar en nuestra familia el sobrenombre de la beata. Su
\'ida era monótona al par que variada á su modo. A las seis)
;nédia le llevaban el chocolate [tIa cama, y dcspues de tomado,
se ponia su saya de lana y su mantilla de paiio y sombrero dI
hU8VO frito, y llevando muchas cam:ílluulas y líbros de derr.
cion se encaminaba tí la Vera-Cruz, la Tercera y San Fran
cisco (rara vez pasaba el puente), i acompañada por Cruz COI'
un gran tapete quiteño debajo del brazo, oia muchas misas_

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Conocia todos los frailes, sacristanes y legos, de pé á pá.Yha-
blaba con ellos en voz alta en los intermedios de las misas,
chaneeá.ndosc con todos, con un desembarazo que solo adquie-
ren en las iglesias los que las frecuentan demasiado, porque
olvidan lo sagrado del sitio y pierden el respeto á causa de
la familiaridad que tienen allí.
A las ocho y média volvia á. almorzar, veia las cosas de la
casa, disponia los dulces, bizcochos y espejuelos que debian
hacer aquel dia bajo los cuidados de Cruz y Juana, y despues,
si no iba á visitar á algun miembro de la fa¡:nilia, se subia al
canapé de su alcoba y rezaba ha13taque le llevaban una buena
taza de chocolate á. las once. Pero estas oraciones tenian los
intermedios mas graciosos: sin duda eran puramente maquina-
les, y estaba pensando cn lo que se hacia en el interior de la
casa; así es que á cada rato interrumpia el rezo para llamar
á Cruz ó á Juana, y si éstas no oian se bajaba del canapé y
con la camándula en la mano corría á la cocina colórica y
gritando: "metieron el almidon? les dieron dc comer á los
pisquitos? rayaron las cidras?" ú otras cosas por el estilo. Si
eso no se habia hecho como lo tenia mandado, arremetia sobre
las criadas, les tiraba las orejas, les daba empellones, y al ver-
Jas hacer su voluntad, dejando á Cl'UZbañada en lágrimas, vol-
via tranquilamente á sus oraciones,
A la una eomia, y por la tarde se iba á oir algun sermon, Ó
los dias de fiesta salia con las criadas á visit.ar á alguna de sus
vecinas ó amigas viejas. Despues de cerrar el porton con mil
trabajo~, pues era preciso que las dos criadas y la señora ayu-
dasen á hacer dar la vuelta á la cnorme llave en la cerradura,
mi madrina la colgaba en seguida al brazo de Juana (para lo
cual tenia una correa de cuero crudo) recomendando no la
fuera (L perdcr, A la oracion volvia, é inmediatamente Bereu-
nian en la .sala ó en la alcoba á rezar hasta las ocho.• Juana
habia aprendido á rezar dormida y de rodillas, pero la pobre
Cruz no podia ménos que cabecear de vez en cuando, atrayendo
sobre su cabeza de mártir no mui blandos coscorrones. A lae

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- 43-

ocho i média todas dormidas. Así pasaron los di as en aque


Ua casa durante mas de sesenta años, sin otra variedad que I:.
visita da alguna amiga ó amigo viejo.
Entre estos últimos habia varios frailes que iban ue visit:l
por la tarde, y desp{Ws de tomar su chocolate con sus arande·
las de bizcochos y dulces mas de su agrado, noté que muchas
veces cerraban sigilosamente la puerta de la sala y mi madri·
na entraba y salia con aire misterioso. Mucho tiempo pcrma
nací sin poder descubrir lu que aquello significaba; pero una
tarde me oenlté tras de un canapé y comprendí la causa del
encierro. Despues de cerrar la puerta, mi madrina entró, lle·
vando algunas botellas de aguardiente y mistela, y cuando
hubo hecho probar á los dos frailes una copita de cada calidad,
les llenó las botelbs que habian llevado para el caso, y ello~
ocultándolas bajo sus hábitos, salieron con aire compungido y
humilde.
Cuando alguno de los amigos ó parientes de mi madrina
enfermaba, la primera que se presentaba en la casa era ella
entraba hasta donde se hallaba el enfermo, sin que nadie la
pudiese detener, lo examinaba con curiosidad y mui eariño~a
le hablaba dcl riesgo que tenia de morir; lo exhort.aba á. qUl'
se arrepintiese -tIc BUB pecados, yal salir aseguraba tí la familia
que estaba mui grave el enfermo y que probablemente su mUI)!'
te seria próxima, para lo cual era preciso prepararse con tiempu,
Cuando moria algun niiJ.o, la digua señora manifestaba mil
dIO contento, y reñia á los padres ponIue llorabau en lugar ,J..>
cstar llenos dc júbilo al recordar que el allge1ito estaba gozando
de la presencia de Dios. Esto no lo bacia porque tuviera mal
corazon, sino por un sentimiento de fc viva y verdadera, y IlJ1
profundo y sublimc despego de las cosaR delmuuuo.
Lo que recuerdo de aquellos tiempos con mayor diclm e8 el
pesebrc. QllÓ encanto era el mio y el de todos los muchacho~
de la familia cuanuo llegaba Diciembre! Dcsde prineipio~ dp]
mes empezaban las excursiones en busca ue helechos y musgo~·
con qué :ldornar el pesebrc.

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Comiamos muy temprano, mi madrioa, mis hermanas y yo,
con las criadas de una y otra casa, y nos encaminábamos al
cerro. Cada cual llevaba un canasto á.la medida de 5US fuerzas
y unas tijeras ó navaja j nos dispersábamos sobre las faldas de
Guadalupe, I\:lonserrate ó la Peña, y en donde quiera que en-
contrá.bamos alguna bonita rama de ohite 6 slgun musgo ó he-
lecho curioso, lo arrancá.bamos con cuidado para que no 8e
daiiase. Al principio yo empezaba ti. llenar mi canasto con
mucho juicio j pero de repente lo abandonaba en manos de
una de mis hermanas, y corria. tras de algun brillante insecto
Ú pintada mariposa ó atravesaba, haciendo maroma sobre las
piedras, cIrio del lloqueron, y desde allí recitaba mis versos
favoritos. Otras veces me subia á algun risco escarpado, en
busca de arrayanes, uvas de anís ó esmeraldas, ú olvidaba mi
canasto de musgos con el encanto de encontrar una matita
.~argada de niguas.
Oh alegrías! oh emociones inoceotesL aun ahora, des-
pues dc tantos años, y enfriado ya por la nieve del tiempo y
.le los desengaños, me siento enternecido cuando mis pasos me
llevan a aquellos sitios poblados por los dulces recuerdos de
lUi infancia. En cada pliegue de terreno, en cada piedra ó risco
veo aparecer retrospectivamente un niño risueño y feliz, en el
cual con dificultad me reeonozco _
Hasta que los Últimos rayos del sol desaparecian de las ma.<!
altas cimas de los ccrros, no pensá.bamos que era preciso .01·
ver á la casa; entúnces, cansados pero formando proyectos para
otro dia (proycctos que rara vez se cumplian), contentos, ale-
gres y llenos de esperanzas, bajábamos lentamente ti. la ciudad.
A veces, úntes de qegar, el sol se habia ocultado completa-
mente y en su lugar la luna bañaba el tranquilo paisaje, ilu·
minando ú lo léjos las plateadas lagunas de la sabana .

Así se pasaron años y años: me ausenté por mucho tiempo,


.iví, trabajó y sufrí en lejanas provincias, tuve penas y alegrías,
inquietudes y satisfacciones; pasó mi juventud; murieron mi

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- 45-
madre y mi madrina y se dispersaron mis hermanas: y tan solo
quedaban algunos pocos que rccordauan nuestra niñez, cuando
volví solteron viejo á Bogotá.
Busqué con tierno afan aquel rincon oculto donde se desper-
t6 mi espíritu, donde nacieron mis mas puros afectos y empecé
á. pensar pcro todo habia cambiado : ya la casa no es la
triste morada (alegre para mí),de una pobre anciana, sino el
moderno hogar de un jóven litcrato de talento y esperanzas, que
por suerte es U110 de mis buenos amigos; no ha quedado ni
una planta, ni una piedra de los ,iejos tiempos; pero allá. E:n
el fondo de mi eorazon vive siempre tierno y ama&leel reeuer
do de mi madrina, eomo la página mas dichosamente tranquila
de mi existencia.
Enero do 1868. Aldebaran.

---...••.---

JAMAS be visto al declinar la tarde


Huir las nubes de fulgores llenas
Sobre un azul tan limpido y hermoso
Como el que ahora el horizonto ostenta .

••
Ya pasan nubes de color de aurora,
Otras rojizas cual tostada arena,
y vagas sombras de invisibles cuerpos
La. cristalina atmósfera. atraviesan.

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En este instante contemplando sola
De las flotantes nubes la belleza,
Una mujer angélica y hermosa.
He visto deslizarse sobre cllas.

"
Lleva un vestido blanco, y en la mano
Un ramo de graciosas azucenas:
Quién es esa mujer? Viaion, ensueño;
De mi exaltada mente una quimera?

"
Al contemplarla cada vez encuentro
Mas dulce encanto y mas ternura en ella,
j Quién tuviera el placer de adivinarla,

O mejor, el poder de detenerla ! , , ..

"
y preguntarlc qué mision la trajo
Al linde oscuro de la triste tierra
Pero basta .... que el cielo me concede
La extrema dicha de tenerla cerca,

"
lIácia mi mueve su ligera planta,
Sigue avanzando y :i mi lado llega,
y me diee: "Conscrva tú estas flores;
Símbolo puro son de la inocencia,"
~Iercédes Várgas VUlégu.

-----.--.
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-.i7 -

A mi hermana la seiíorita T. R.

.\1. CUMPLIR QVlNUE A~OS.

A YER, niña inocente,


y pura y candoroso.
Como In fresca rosa
Que columpia. la brisa matinal.
Ayer entre las flores
Vagauns indecisa
Con 1u suave sonrisa
Que jugaba en tus labios de coral

Ayer nada fijaba


Tu puro pensamiento,
y apénas un momento
Quieta. y tranquila te dejaba estar
Vi de tus bellos ojos
Corror lágrima ardien te,
y luego, de tu frente,
Al gozo la tristeza disipar.

Así so sucedieron
Los años á. los dias,
y á puras alegrías
Las gratas ilusiones del placer
Hoy deja:; de ser niña.
Tu juventud empieza,
y olvidas sin tristeza.-
Por un mafiana el fugitin' ayer

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-48 -
Era de nueva vida
Comienza para tu alma ....
1Infeliz si tu calma
Viene el triste dolor á interrumpir I
Hoy cambia ante tus ojos
La escena de la vida,
La juvcntud florida.
Tc muestra un encantado porvenir.

La hermosa primavera.
Con todos BUS colores
Te oculta los dolores
Que como espinas brotan por doquier;
y te oculta pesares
y momentos de duclo,
Que hacen sin consuelo
Por las mejillas lágrimas correr.

Plegue al cielo quo nunca


Tus eandorosos ojos
Descubran 108 abrojos
Que cntre rosas ooulta el padecer;
y que tus bellos dias
Sc vayan deslizando,
Como el murmurio blando
De las plácidas fuentes al correr.

Agosto de 1860.
Ra~ael. Re.trepo •

•••••

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-w --

PitI'it el álbum de los pol)l'e~.

eJ ]!(;{JETO:;'{A, ,:ll el campo,


Cuando era lIíiia,
,Uc mi madre amfJl'¡)sa
EIl pos sicmpre ¡ha;

Sicmprc contC1,d,a ~
':<ieJUprc eog ícml,) llores
,En la floresta:

Flol"'s que con ternura "


Con tolla mi alma,
A lo~ piés de la V írgen
y (1 (,olocaba.,
Con fe sencilla,
itcvueJt.O.'l y eOlJfnsas.
f1ill lll'moní:t.

No pudian mis manos,


Sin cxpcricn6a¡
J alllas ulla eorulla
Hacer bien heeha;
y cntri..stce'Í,L
"TDa \0'(:7., :'t mi madre
'\sí decia:

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- 50-
" l\Iadre yo nuncn. puedo
Tejer coronas
Bonitas, ¡mes me quedan
Mal hechas todas;
y así, la Virgen,
Tal vez las 'Iue le pongo
No las recibe."

" IIija, me dijo entónees,


Pon como puedas
Las flores que trajiste
De la f1orestn.,
Que solo exige
Tu voluntad sineera
La santa Virgen."

Hallando esto recuerdo


En mi memoria,
Es quo atrevida escribo
Mis malas coplas,
Para ofreecrlas
Al bazar de los pobres
Con fe sincera.
Roaa.
--_o ---

LA LUN A_

DETRAS de la sclva umbría;


Detras de lejana sierra,
Ya cuando el sol á. la tierra
Le oculta su olaridad,
Há.eia 01 oriento diviso
Vaga, indecisa vislumbre
Que el perfil de la alta cumbrc
Dibuja cn la oscuridad j

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- 51 __ o

Peto dc~pues de un mOlUcntl>


~e desvancce la sombra,
y extasiándose se asombr:l
Sorprendido el eorazon,
Al eontcmplar Ú la luna
EIC\"arse majcstuosa
y COIl su luz misterio<J[l.
Erubcl1eeer ht creaeioll.

J1uminanuo los montes,


Los valles illlmiJlando,
Por dOlluiera va regando
Su brillante palir]ez.
Las estrellas al lllirnrla
Su clal'id~ld disminuyen,
y algunas, tímidas, huycn
A ocult:lr su pequeñez.

De las rocu.s los contornos


Dibnja vagos, ¡;ombr{os,
y en el agu:t de los rio::;
Su luz parece aumentar.
¡Qué suaye ene:lnto el que impr¡me,
Qué indefinible belleza,
Qué vl1gued:lll, qué tristeza,
De la noche ellumÍll:lr !

-No te eleves, luna, t:luto,


No dejos, no, tu horizonte;
No te alejell ue tu monte:
iTan hermosa cst:is allí!
Al alzarte disminuye
'l'u belleza eu cada. p:lSO,
.Mira! liue sicmpre el ocaso
Está despues del cenit!
n•••••.

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0- 52 ---

EL ARROYO.

A la mar .-no /i parar


LoH nrrOY03 y lo~ ri08.

J10F_'HA. POPt'I.A.&

CORRE tranquilo en el prado


Un arroyo cristalino;
Ignorando su camino
y de su curso el final.
Esparcen suave fragancia;
Circundando sup.orillas,
Millares de florecillas
Que refleja su cristal:

La brisa. al pasar las roz:l.


Suavemente y las inclina
Sobro la onda cristalill:l
Que las besa con amor;
La mirla canta escondida
Entre las ramas y encanta,
y cual retado levanta
Sus trinos el ruisciíor :

El susurro de la brisa,
La fragancia de las flores,
De mirlas y ruiseñores
El delicioso cantar;
La leve ondulante loma,
El prado tranquilo, ameno
El cielo puro y sereno,
Hacen el alma extasiar.

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- ." --
<J.,

Tolio respira dulzura.


En torno de b \:orricllte,
(~ue por la suave pendientl
Se desliza. entre el verdor:
Va trall(l'úla h:Lcia adelaute,
Flores y brisas dejando;
El paisaje va citlUbiando,
y n. no c[tuttl cl1:ui¡;cuor.

Oculta fuerza la impele


y lnelanoúlica avanza,
y adelante, en lontananza,
Se divisa
.~..
el arenal:
.:;..::....-~.

Yermo, eSpo.ntoHo, desiel'to ,


S in verdura, ¡¡in colinas,
Sin eorÚell tes cristalinas,
Sin la brisa matim\l ;

Sin el armónico canto


De midas y ruiseñores,
Sin perfumes y sin flores
Que alegren e~;~Rzoll :
Solo se ven 1ai~nas,
.M6vilcs, secas, lll'llicll tes ;
Se oyen solo las rugientes
Voces del ronco [1I1uilon.

-Ay! qu" el arenal urdieuoo


Lo trasforma con su fuego
En vapores, que muy luego
Al océano irán :í, dar.
Ay 1 'lue ues\iarsc no l'll<lo,
Que uvammr fné su destino;
y el filial de sU" o n

':!u':' confundirse 11 .TU""

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-54-
Cantares, flores y aromas
y brisas que yan volando,
De ilusiones van cercando
Nuestra incauta juventud.
y descuidados y ardientes,
y gozosos deliramos;
y por término encontramos
La veje:.!y el ataud.
Rosa.

IMPREVISION.

EN la copa de un árbol
Canta una mida,
Inundando la selva
Con su armonía;
Sus notas vivas
J)ublican melodiosas
Suprema dicha.

Los ecos 50nOro$os


Las repercuten,
Con yoees misteriosas
Que se difunden:
Tanta dulzura
El eorazon expande
De quien eseueha i

1\1as,ay! que de repente


Aguila altí va
Dcsciende como un rayo
Sobro la mida;
Fiera lo clava
Las uñas.llI1 el pecho
:t. en la garganta. _

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- 55-

EAtillguiéronsc al punto
Los dulcc~ trinos i
Los ecos repitieron
Ell'0strer himno,
1'\:,0 muy luego
A su turno ex-tinguiósc
Tambien el ceo.

COIDO el can Lo armonioso


De ;1.'1\lclb mirJa,
Brillllnte, p;¡snjcra,
Fué así mi tlieha i
Duró uu mOTOfnto,
Disipó:ie y me 'lucdu.
Solo cl¡'cc:ucrdo.
!loBa.

AL golpe cruel de tu mudanza fria


G imiú mi corazon ;
Oye la Última voz que en ¡cu agonía
Exhaló mi i.lusion :

Vi,'c feliz! y nunca mi memoria


Te Ya¡i~ :'>. '~lltrist(;e"r i
Que no ;..;t'll tu diehfL transitoria,
(¿ue no tenga un (/!'er!

Vive feliz! hallando tí. tu destino


Eneantlldo cOllfin;
Pisen tll~ plantas siempre en tu camino
Perfumado jardín;

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- 5G-
y COUlO nave que al propicio viento
Las velas deja iuflar,
y ondulando con suave movimiento
Se desliza en la mal' :

Así, la mar calmada de la vida,


Navegues sin temor j
Sin que nunca levante embravecida
Contra tí su furor.

Vive feliz! que siendo tú dichoso


N o me importa sufrir:
Tu dicha con prestigio misterioso
Sostendrá mi vivir.

Vive feliz!. Si la desgracia acaso


Tu sicn llega á. azotar,
Verás mi corazon cual frágil .aso
Entónces estallar.

Ingrato fuiste con mi afecto tierno j


Olvídalo por Dios '- _
Quisiste que un adios! dijese eterno:
AdiosL por siempre adiosL _
ROBa.

--- •••
+~--_.--.

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· II
j,) . OR qué los sabios (lue veuera ellllulldl
Ante scneill<L imÚgeIl asombrados,
Tienen allí sus ojos elll:laval)us,
lIumecido~ en dolor profundo ~

l'or'lue del sabio de Pay.m oriundo


Refleja. los destellos :tnima<los,
r llorau al mirar casi olvidados
Los restos ueaquel hombrc siu scgundo.

Al que elevado á la region del ciel"


')us solcs nUlllerara y sus estrellas,
Ij u vil tintllo lo lllató en el suelo.

Solo n05 quedan las pl'ceio.,us huellas


Do Libertad por Únieo cOllsudo
:El mártir "on su sangre cseribió ell ellas.
I11agtla¡cna L".-rUtill.

EL árbol en mitad de la llanura


Meciendo altivo su opulenta CO]*,
¡{egala. su herJllosura á los eontornos
y al peregrino su apacil,le sumbra.
*
Cu hierto csU~ con \este lle <)sperauZ2.
(¿ue forman frescas y lmmnas hojas.
Semeja su brillante prilll<Lvern.
La juventud en sus fugaces bu·as

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- 58-
])a el fruto y se despoja de S1l5 galas,
Ya lIO se vcn sus ramas voluptuosas,
y su tronco al hundirsc en el torrentc,
Deja. su gérmen quc á. la ticrra abona.

*
Oh! rara succsion que al infinito
l~l Sér Supremo muestra con sus obras,
Lo mismo en la semilla de la grama,
Que en la palruera rica y orgullosa.

*
Del mismo modo idolatruda madre
Brilló la luz de tu rosada aurora,
.Ifarmosos dias que Juego se troearon
]~u la yejez heb.du y tenebrosa.

*
'1'u vida se agotó como el arroyo
Que uniéndose á las aguas caudalosas,
Va á. terminar en el primer principio
Doude tomó sus eristalinll.s hondas.

*
Ya solo el sacro angelical recuerdo
De tu virtud nuestro horizonte dora,
Como deja el ambiente embalsamado
J"a blanca Hor que el huraean deshoja.
*
Una cruz y una hucsa solitaria
Al pié de estéril apartada loma,
A donde el triste huérfano lloroso·
De vez en euaudo se dirige á solas.

*
Allá las amantísimas caricias
l<~nviadasen guil'llaldas olorosas,
'Empapadas dclllanto en el rocío
Te llevan mis plegarias en su aroma.

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}~l dolor purifica al iufdief',
En SUB antros el :lhn:~ ~e :luisola,
En la oracion el vínculo bCllllilo
Que uno la eternidad con el (¡ue llora.

*
Yo tUlllbicn cOP]U el Úrh'J\ y la fuct:tt:.
Como la flor (lUC iudi1\:t su curula,
~li pobre juventud h:'lcía sn o;;a::lo
Veré llegar sin ilu:;iull ni gluria

Tan frágil, :ti·! como la llarcla nube.


uisip:t al ::"l'lu que b. loca,
QUI:: 1'i:
Tras la rud" hUl'l'asc:\ Je mi vida
JrÚ :i dormir bajo la misIDa lo~:\.

FehrerfJ de lSGG.

~,-- ._,~ ..•.....•......

l~xla regio n ]H:rmosa


D"l ~\bgllalenll,
Que baila y fcrt'k::l.
I.JI: j{"<l.~' '::cg:J::j;
D" alegre callb
rosada en clu:lI'an5o,
La. GUllcamaya;

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- GO -

Donde hay las mas hermosas


Flores divinas i
Donde e~tre pompa ga.ya
Muestra el 'folima.
Su faz do hielo,
Ocultando, cual mi alma,
Terrible incendio;

*
f:;ituada hácia el Oriente
Del l\Iagdalena.
y oculta entre jazmines
y enredaderas,
Sencilla yace
La poblacion, orgullo
Del verde valle.

Allí un hogar querido


'I.'engo, y en mi alma
Guardados los recuerdos
Ay! de mi infancia,
Que buyó dichosa
]>01' esmaltadn. senda
Do bellas rosas.

*
Bntónees mi existencia
Se deslizaba
Suave eomo laR brisas
De l:1mauana,
Forjando ensueños
Mi alma tranquila y pura,
Hermosos, bellmf.

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- ú1 -
}~n ese hogar existen
Séres que adoro
De ternura y afecto
Dulces tesoros;
Sércs 'iucridos,
F,n cuya ausencia amarga,
Cuán triste vivo'

¿ Por rlué eon mano airada


Cruel Llestino
De mis bres me aleja,
y mis gemidos
Exhalo en VRDO,

y vierto solitaria
Mi acerbo nanto '

Cual ave aprisionaLl¡¡,


La vida paso,
y si entODIU'intcnto
l\li triste canto.
Son nús acentos
Gemidos Ilue He l1cI'a
Cual humo el vicnt!

Hoy me faltan las brisaE


Quc retozaban
En los blandos cabellos
Dc mis hermana;:
Cuando contentas
(}orriam08 por el prado
De dicha llenas

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- 62 -
Los árboles, las flores
Que eran mi encanto;
Los cerros y los bosques;
El verde prado;
Mí bello rio;
Do mis pintadas avos
El uulce trino;

*
Del peseador los cantos,
En que le enviaba
De su amor inocente
Las esperanzas
A la fnorena.
Que aguardaba en la orilla
Su pronta vuelta;

*
Estas gratas escenas
Faltan á mi alma,
y las tiernas caricias
De mis hermanas,
y el dulce beso
En que mi madre amanto
:Me daba. un cielo.

*
Con memorias tan dulces
La vida. paso;
Olvidando mis penas
Vivo soñando;
i llogar querido,
Recibe mi9-recuerdos
y mis suspiros!
Mereédel suúu.

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- a::l-

CUAL con blando mOVlilllenu.


Lo;! Kn.ucesse lllduncmll1;
y sus hojas juguetean
Agitadas por el viento,
Cuanuo del sol h5 reflejos
De oro límpido, Lcrmcjos,
En el oriente ú lo !Újos
Descuelgan su pahelloll ;
Dulcemeute enanlecida¡.;
.Mis ilusiones queridas,
Por el recuerdo mecidas,
Agitan mi corazon.

Cuando en la noche callada,


]'.Iústio sauce, yo te miro,
Un prolongado suspiro
Le doy al viento angustiada;
Que eres tú, sombra querida,
ltemedo fiel de mi vida
Pálida, delicoloridll,
Llena de duelo y pesar:
Por eso al ver te doliente,
De hígrima8 un torrente
Siento, agitado y ardiente,
Por mi mejilla surcar.

Sauce mudo, silencioso,


Que vegetas infclicc,
;, El ciclo no te }Jredicc
Algun porvenir dichoso't

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- G4-
<: Has ue apurar noche y día
Tu negra melancolía,
Sin que hermosa te sonría
Jamas la esperanza, di?
Has de ver, cual yo, los auoe
Unos tra8 otro8 huraños
Pasar, solo desengaños
Dejándotc en pos de sí ?

¿ Por qué lánguido te quejas,


Si la juguetona brisa
Al rozarte inquieta riza
Tus temblado ras guedejas?
Tal vez la grata memoria
De alguna escondida histori[\.
Guardas tú sueños de gloria
De otro tiempo que pasó L _
y murmura misterioso,
.Entre tu ramaje umbroso
Un acento quejumbroso
Como eco de un triste adios L _

Eco dulce que en mi oido,


Al recogerlo vibranto,
De emociones palpitante
:Mi corazon he sentido.
Ay ! i cuán trémulo se exhala,
y blandamente en el ala
Del aura suti:l rcsbaJa
Que besa mi ardiente sien!
Yo, al escuchado entre tanto,
Entono mi triste canto,
Que entre suspiros y llanto
Un eeo vuelve tambien.

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- 65-
Cuanclo de la blanca lUlia
La lumbre que Be derrama,
Se cierne de rama. en rama,
J)oblándo/as una á una;
Cuando en silcncio profundo
Ducrme fatigauo clllltudo,
En tanto que furibundo
J;(,jos ruge el aguilon :
Cuánta dulcc poeBia,
Cu:~nta céliua armonía,
RCI"c1an al alma mi:!,
Magnífiua otra mansion !
..
~'

Hay en la noche tranlluila,


.De; uatura en el reposo,
Un no sé qué misterioso,
Como un genio que vigila.
y cntre tu suelto ramaje,
y en tu menudo follaje,
Suena un mí8t.ieo lengullje
Que hacc mi alma conmover.
Ah ! si esperar elocuente
Pudiera cntónees mi mente
Todo cuanto sucoa ardiente
Mi corazon de mujer!. _

Tú, que mudo me contemplas,


Sauce, tú acaso me entiendes,
Sí i tú solo me comprendes,
Tú, que mi tristeza templas "
El tiempo ,'uela iucesante ;
Quizá no esté muy distante
Dc mi fin el crudo inBtante ;
Eie instante de dolor

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- 66-
En que el alma se depura,
Deja la materia impura,
y en su esplendente hermosura
Se remonta hácia el Señor!

Cuando una losa olvidada


Cubra mi escondido osario,
V é tú, sauce solitario,
Vela mi postrer morada.
Recoge tú mi memoria,
Guarda fiel la triste historia
De mi vida transitoria,
De mi continuo soñar.
Guarda mi nombre escondido,
y no del viento al silbido,
Ni del céfiro al gemido
Se lo vayas á confiar__- -

.
,"

Mas, puede que llegue un dia


En que piadoso viviente
Derrame llanto ferviente
Sobre mi lápida fria:
Ent6nces, si silencioso,
Conteniendo su sollozo,
Con ademan lastimoso
Alza tu mirada á tí;
De su pena condolido,
Con acento conmovido,
Lanza un lánguido gemido
Que le responda por mí.
Agosto, 18~3.
Pta Rlg.n.

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- 67-

Dedicado al señor Ricardo CarrasqlÚlla.

La dicha O~ un ~lIciHJ •..• y yl",ir ('~ ,"clur.


b.ucs.

~lr querido Emilio:


Al cavo de seis aliaS de separacíon, he recibido ayer la pri-
mera. carta tuya.
¡ Quién 1I0S hubiera dieho que despues de nuestra intimidad,
do aquella dulce hermandad de colegio, habian de pasarse Beis
años SiD volver á saber el uno del otro! Me preguntas lo que
he hecho durante este tiempo; quieres saber quó es de mi vida..
Oye pues.
Guardaba como un tesoro mis recuerdos. JIoy por cariño á
tí, abro mi corazon, desgarrando sus lllal cicatrizadas heridas.

Regresaba á. mi patria despues de cuatro años de ausencia.


Es muy bello viajar, dicen. Un viaje :í. Europa es el Bueilo
dora.do de la mayor parte de los jóvenes. Todas las novedades
de un viaje despiertan en Iluestra. alma vivas emociones que,
deslumbrando la imaginaeion, nos hacen entrever la vida á tra-
ves del mas risueño panorama.
Por desgracia, tantas y tan repetidas emociones acaban por
gastar el eorazon, y cuando volvemos al seno de la familia que
con los brazos abiertos nos espera, ya nuestras ilusiones están
muertas; los afeetos que a.un cOllscrvamosson ménos vivos, y
ay! freeuentem'€nte en la intimidad del hogar, al lado de la
madre cariñosa y de los tiernos hermanos, suspiramos por otra
vida, por otros placeres, por otras emociones!
En cuanto á. mi, habia viajado por obedecer á mi padre; y
lejos de mi patria suspiraba. por ella, y mas que por ella pgr
mi madre á quien amaba con idolatria.

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- G8-
Quince dias despues de mi llegada tí Bogotá, propuso mi
madre que fuésemos á pasar el mes de Diciembre en una ha-
eiendtt que poseiamos tí algunaB leguas de la ciudad, muy cerca
del pueblo de'!"""
Acepté tanto mas complacido cuanto que una tia mia, her-
mana de mi madre, {¡ quien habia yo querido mucho, vivía hacia
algunos meses en una casa de cn.mpocontígua á la nuestra, y
despues de mi reg¡'eSOhabia recibido dos cartas suyas en que
me manifestaba el mas vivo deseo de verme,
Mi tia tenia dos hijas, un hijo de mi edad y cuatro niños,
Yo tenia dos hermanas casadas, así es que con los niños de
estas últimas, y mis hermanos pequeño>!,formábamos una
familia bastante numerosa.
Aurora, unn. de las hijas de mi tia, me llam6 la atencion
desde el momeuto en que la vi. Acababa de cumplir diez y seis
años; era alta, delgada, y teuia grandes ojos negros soíiadores
y tristes. Una de las cosas que ma.'! fijó mi atencion fué su
rubia -cabellera que llevaba suelta aquel dia, y que caia mas
abajo del talle en sedosos y abundantes rizos. La habia dejado
muy niña, y no me figuraba que su bCl'mosura pudiese desa-
rrollarse con tanta esplendidez.
Aurora me mostraba un cariño fraternal, me invitaba á. que
las acompañase en los pascoB, y por las noches me obligaba. á
bailar, burlándose de mí por la gravedad que había adquirido
durante mi viaje, Una noche, el nueve de diciembre, me dijo
con aquella voz dulce, que ella sola poseia :
-Recuerdas, Cárlos, que hoy hace cuatro años te despedis-
te de nosotras aquí mismo la víspera de tu partida. ?
-Sí lo recuerdo: y tambien que tú esta.bas dormida. en
aquel sofá, y fué preciso regañar te para que te despertaras.
Pero cómo te acuerdas que baoe hoy cuatro años de eso ?
-Fácilmente, me contestó. :alis asuetos prineipin.ban siem-
pre el ocbo de diciembre, y tú partiste el diez.
En seguida me obligó á que le refiriera mi viaje minuciosa-
mente. Aquella noche al tiempo de separarnos me dijo que

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- 69 -

viniese temprano al dia ~iguiente con mis hermanas, para f¡Ue


diésemos un paseo lÍ caballo.
Nunca me' había parecido mas Heduclora que aquel dia ('on
su vestido de allla;:Olla, manejando C'!Il lIlaeHtrÍa el ln'j"so ca-
ballo que mont<lba. lhamos muy apá;a; el viento agitaba los
bucles de su:; rubios cabellos, y l;~ rapidez de la carrera :lni·
maba su fbollomÍa dando á. sus mejillas ](lS mas l1ell08 eulores.
De repente su hermana la llamó supli('¡\ndoJa 110 fuese tan
aprisa, temerosa <le que le sucediese al.~;n ; y aiiadió malicio·
samente :
-No olvides (iue estoy encargada de eui(brte.
Rstas palabras despertaron mi curiosidad, "j' pregunté á
Aurora lo que significaban. Se HonrojÓ, bajó los OjUH.y fin
rcspondcrme se adelantó UIlOSpasus.
Sin comprender la causa, IIIC 11U~epensativo, casi (le mal
humor, y no volví :'l.dirigida la palabra. Aurora su sonrió dos
ó tres veces al mirarme, pero su wnrisa me pareció (:n a'IueI
room.euto un tanto hurlona.
De vuelta tí casa interrogué :lmi madre, juzgando que cIln
sabia lo quc signifieaha la "broma dL' mi prima. Mi matlre ~on·
riendo me dijo que i\urora I'ceasal'i:L lllUY pronto.
-Aurora se casa -: exclamé sorprcndido. Cómo no enbia
yo nada de esto?
-::\Ii hcnuaua, n:pU80 mi madre, me habia suplie:Hlo guar-
dase este secreto pUl' a]gun tiempo, pero ya me parece inÚtil,
puesto que cllllatrimonio tendrá lugar deutro de fiuiuc,e aias.
Callé por un lUomclltu : estaba como aturdido con lau ines-
perada noticia.
-Con quién se casu Aurora? pregunt,; trat.ando <ledisirnu-
lar mi agitaeion.
-Con una excelente persona, contestó mi madre; y mi ::;0-
brina sed. lllUY feliz. r siguió c11ullIeramlo las cualicladL'H del
Doctor 1\1 .•.• Era jóven, bucn ItIOZO,rico, &.a &," y atl()raha
á su prometida. Apénas la escuchaba: mc parceia absurdo
lo que oía. Al fin repuse eotilo hablando eOllIlllgo nnsmo.

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-70 -
-J.;s verdad que Áurortt se casa?
)Ii madre un tanto sorprendida me dijo.
-Qué tiene esto de raro? No te gusta este matrimonio?
-No, madre mia.: nada tiene de raro, y reconozco en el
Doctor :¡U •••• cualidades que nadie posee en tan al to grado;
pero Aurora me parece demasiado jóven para easarla tan
temprano.
En aquel momento entró mi tia que habia oido mi última.
frase.
-Qué dices, Cárlos? Que Aurora es demasiado jóven?
Vaya! si las mujeres esperasen estar viejas para casarse, se
quedarian solteras. Aurora, por otra parte, tienc sobrado
juicio.
-Y •••• pregunté vacilando, quiere ella ál Doctor 1\1? ...
-Si lo quiere, puesto que lo ha aceptado. Adernas, como
3U padre le ha hecho conocer las ventajas de este matrimonio,
seria una tonta en rehusar tan excelente partido.
Desde aquel momento touos hablaban en casa del Doctor
M •••• y fué preciso mostrarme contento con el próximo en-
laGe de mi prima.
Al fin conseguí olvidar este asunto, y por la tarde cuando
volví á ver (~Aurora, pude sin esfuerzo darb alguna broma.
Como ella no la rúcibiera mal, la dije entónees:
-Es verdad que te casas?
-Sí, con test" ingenuamente: dicen que el Doctor 1\1. •••
es tan bueno, y que seré tan feliz easándome con él! Y al de-
cir e~to frunció los hombros imperceptiblemente haciendo un
gracioso gcstito con la boca, lo que podia ser interpretado de
mil modos. La tarde y la noche se pasaron alegrcmente. Las
muchachas tocaron piano, y Aurora quiso que yo la acompa-
ñase en el duo de Norm~ y Palian: Ah troppo tardi t' 110 eo-
nosciuta! La voz do Aurora tenia toda I~suavidad, toda la
pureza de una alma de di')z y seis ailos. Le faltaba algo de la
energía (lue exige esta música; energía que habria sentado
mal en su boe~.

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- 71-
Al cantar yo la parte que me correspondia, creí sentir por
vez primera lo que cantaba, y de seguro, si hubiera sido mujer,
mi voz habria temblado. Miré á Aurora. Sus ojos encontraron
l~ mios, pero no ví en ellos sino candor é inocencia, y su fiso-
nomía estaba tan serena comw sicmpre.
La mirada pura dc Aurora, tuvo mas poder sobre mi alma,
quo lo huhiera tenido una mirada llena de pasion. Comprendí
lo que pasaba. en. mí desde el momcnto en quc l:l. hahia visto,
y cuando me hallé solo en mi cuarto, mc dije con tristeza :
La amo: sí, b amo, pero es preciso que ella lo ignore siem-
pre, y •••• yo la olvidaré. Es tan f¡icil olvidar :i una mu-
jer !••. , y riéndomc de esta última frase me dormí.
Reunidas casi siempre las dos familias, pas¡iLamos los dias
en dulce intimidad. Aurora, sinembargo, me parecia pen-
Imtiva, y su mirada habitualmcllte triste, revelaha Ulla hUlJ(ln.
melancolí:l. Al vermtl se sonrojaba siempre, pero se mostraba
conmigo tan amable y franca. como áutcs. Le hablaba algunas
veees de 8U novio; ella no es(!uivab[), la cOll"1'ersacion, y se lila·
nifcstal)a :lgrudecida al Doctor M .••. Hahia tanto juicio, tau-
ta rectitud en el e:íracter de esta niñ¡¡. quo apesar mio pensaba
en ella sin cesar, y .••. soilaba cun ella.
¿ Por qué si Aurora era feliz estaba triste? Yo no eOl1lprcn-
dia nnda, pero trataba de distracrla y hacerla reir_ Illventaba
por la noehe algun juego, ó si habia (,n r:'lsa, como suaedia con
frecuencia, algunas amigas dtllllis hermanas, proponia ,(He bai-
lásemos, lo que era acogido con cutusia;@o. Bailaba siempre
una pieza con Aurora, (lue era la mejor pareja.
Una noche bailamos una galopa. )1i hermana fiuC la tocaba,
avivaba lllas la música ri cada instante. A urom agitada por el
baile estaba admirablemcnte hermosa. El ,i"l'O carmin de sus
mejillas daba á sus ojos un brillo extraordinario, y ,le sus
peque'ños y entreabiertos lahir.-s se escapaba un aliento t.ibio y
perfumado. Aquel d,dgado talle, se uoLlegaba Lajo 1:1 presion
de mi brazo, y su respiracion allhclosa llegaba hasla mi meji
Ua. Lo 'l11e pasó por mí en aCiue! momento fuó tan extraiío

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que sería dificil explicarlo. Mi corazon latia fuertemento, y
sentia las palpitaciones del corazon de Aurora. Quise detener-
me, pero ella dijo rápidamente: sigamos, sigamos. IJa galopa
fué larga: cuando tcrminó la eónduje á su asiento sin decirla
una palabra. Su mano temblaba en la mia. Aquella noche no
dormí i sufria horriblemente porque amaba á. Aurora y la 'Veia
perdida para mÍ. Resolví alejarme de ella, pero al dia siguiente
cuando hablé de esto á mi madre se afliji6 tanto, que desistí
de mi proyecto. Ella atribuía mi deseo de partir :í una causa
bien distinta de la verdadera, y por desgracia no tuve valor
para abrirle nIÍ eorazon.
El Doctor 1\1•••. era rico, muy rico: en cuanto á mí, lo
Único que poseia eran mis dos brazos para trabajar, y un !Uun-
do de esperanzas que me habia dejado entrever el porvenir. La
poca fortuna que recibiera de mi padre hahia concluido en mi
viaje. Me sentia humillado: no podia pretender la mano de
Aurora sin tener qué ofreeerla, y ménos sabiendo que em pre-
tendida por un hombre tan rico. Ella me habria aceptado
pobre quizá, pero su madre, su familia! .••• Callé, y destrocé
mi corazon para obligarlo {¡ gnardar su secreto.
Tres dias despues llegó el Doctor l\I •••• Principió entónees
para lllÍ una série de tormentos incalculables. Mi amor por
Aurora era diferente ;í todos los amores, pues sentia por ella
alIado de la pasion mas exaltada, una ternura sin límites, un
lifecto fraternal ineXplicable. Habria preferido morir ántes de
dirigirlo una sola palabra de amor.
Paso rápidamento por las pruebas dolorosas á que estuve
sometido por cariiio {¡ mi madre, durante los ocho dias que si-
guieron :i la llegada del Doctor. Aurora no tenia para su pro-
metido mas amabilidad que para ninguna otra persona. Con
todas era igualmente dulce y afable.
El Doctor llegó el veinte de Diciembre, y el dia del matri-
monio fué fijado para el veintiocho. Debia partir poco despues
con Aurora para l'IIedellin, donde lo reelamaqan sus enfermos.
Su padre venia con él á asistir nI matrimonio, pero enferm6

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en el camino, y resolvió esperar :í los rccien casados cn GU(1
duas. Aurora BO habia sentido algo indispuest:t cn los Últimos
dias. La víspera del matrimonio estÚbamo, reunidos por la
noche en casa, y el Dodor la suplicó no bailnso dieienuo que
lo haria daño. Resolvimos pues IluC nadie bailara, y acercamos
las sillas formando círculo al rededor del sllf¡~en 'luO e!l¡¡ cs·
taba. Ap6nas tomab:1 parte en la con\'er,acioll, y parecia uis·
traida. De repcute se IIcv6 \as Jllanos al peeho y se levanhi
como buscando aire. Estaba muy encarnalh, eOlllo si toda ltl
saTlgr0 so hubiera ;1.go1pado Ú su rostro. Coni :'t ubrir una \'CII-
tan n yel Doctor b hi~o acercar Ú ella. Un 1ll01llento despues
souriÚ U\~ nucvo dulcemente, dicieudo :
-X o sé lo IIuO tengo hace dias. pero vca usted noctor CI'lInO
mo p:tlpita el coraZOll. Y cogicnd) la lllano de tHlucl, ltl lIcv()
~ su pecho.
El Doctor sonrió con encanto al ver ese candor, pero al
cabo ue un instante haciendl) uu Illovimiento de ~urprcsa, apli-
cú no ya la Illano, ~illo el oido al pecho lle Aurora.
-(2u6 es e~to, Aurora? cxelam/,. lle~de cuando tienc usted
CS:1.palpitaeioll'? Por qué no hahia hablado dc ello ;'mtes ':
l'ero vicndo que Aurora lo l11iraba sorpreudida, tellliú halJCrJa
alarmado, y la dijo con mas calma.
-Esto no será nada; pero es preciso C'uillarse, porque [t
una noria le "i<Jut.:!muy mal estar (:llfl~rlT1:1.
De roja 'IlIe estabn. la p,,!m, niiia un lJlOlllcnto Úllte~, ~e ba·
bía puesto lil'iua en srg:uida.
OU;ludo vi el movimicnto 'luC hizo al 11e.•.ar la lllallO ud
Doctor (\ su pecho, sentí una elJlllllocioll tan "iolenta en todo
mi s61', que csture ;~punto de IUlIzarlllc Hobre ella y detenorIa,
pero el espanto de e~to Último call1l,í a1lltc]Ja ull;;witiu, de~per·
tanda un JIUC\'O dolor en mi eorazon.
El dia. fija,lo para ellllatrillluuio IlegÚ tll lh1-
Hi,;,) un esfucrzo poderl1';o y fui COII lni nu,lre y mis her·
manas á presencial' n'jllcl acto ~olelllne llue debía arrebatarme
para siemprc la felieíuad. Estaba rc~ueJto :i partir }HLraBogo-

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ti unn vez concluidn In ceremonia, apesar dc la pena que esto
causaria á mi madrc.
Llegamos: In. casa presentaba un aspccto dc fiesta. Se
veian flores por todas partes, y se aspiraban delicados pcrfu,
mes. Toda la famililt estaba ya reunida en el salon faltando
Bolo Aurora que esperaba á mis bermanas para presentarsc.
El doctor se dirigió hácia mí; la felicidad se leia en su sem-
blante. Temblé al cstrechar su mano, y separ6 de él la vista.
Aurora se presentó al fin, vestida de blanco, con un velo de
finos encajes que, sostenido en la cabcza por la corona de aza·
hares, descendia hasta tocr.r el suelo. Blanca y yaporosa cual
UDa vision, era corno la sombrn. uel primer amor que entreve-
mos en nuestros sueños de diez y ocho años.
Al entrar Aurora, mebllscú con la vista, y al yerme sonrió
como siempre, pero su sonrisa tenia algo de lúgubre que me
hizo estrClIlecer. :Ella, tan rosada siempre, estaba blanca como
los vestidos que llevaba. 'ruve necesidad de todo mi valor
para mauifestarme inuiferentc, pero sentia que apesar de ser
110mbre estaba á punto de desfallecer.
Es preferible la muerte tí un sufrimiento semejante!
Durante la ccremonia no tuve conciencia de lo que pasaba
á mi alrededor: solamente cuando la voz trémula de Aurora
murmuró tímidamente el 8¿ que la ligaba para toda la vida,
me pareció que era el alma que salia de sus labios dejando
tan solo un frio cndAver.
Salí de la sala sin hacer el menor ruido para DO llamar
la atencion, y Ulla vez fuera, corrí, corrí sin dctencl'me, y bUB-
cando el bos'luecillo lUas espeso me oculté en él, y lloré todas
las lágrimas de mi corazon Nada habia ya en el mundo
para mí! ningun halago, ninguna esperanza! mi porvenir es-
taba destruiuo! Ideas locas, ideas de muerte agitaban mi
cerebro y exclamaba corno fuera de mí :
-Oh! yo que creia tan fácil olvidar á una mujer! Cómo
olvidar á Aurora? Pero Aurora. no es una mujer, eS'un ángel:
una mujer no tiene nunca esa mirada; mirada sin ~mor,),.

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- 7S--

sincmbargo llena do una dulzura melancólica que arrebat:-


el alma!
I,argas horas pasó de este moJo. ltc~neHo :í. partir parn
Bogotá salí del bosque y me dirigí á la casa.
A la. entrada de la alameda ví un cri:\(ln 'lile llevaba de la.
brida un caballo ensillado, y :la I~'.i0s un grupo de algUllus
personas entrc las cuales vi el blanco \'Cstido de Aurora. Qu6
podia ser arluclJo? 1\10aeen[ué, y eu aquel lIH>llll'l,to el Doc-
tor ~L SI) dl'spedia de las p(~rsonas (¡ue lo I'Odl':lJ,an. Uiri
gió algunas palabras ell voz baja á mi tia, en seguida tomó b
mano dc sa esposa, se alejó cou ella unos PUciOS, la dijo tam-
bien algunas palahras con voz cnnnlO\'idu, beoó 'l<lnclht mano
rctcllil~ndola algan tisIDpo cutre las suyas, y cnjngnndo ráVi-
damente una I:lgrima, saltó solnc 8'1 eal)ello y l':\\,tiÚ. Aunlr:,
lo sigui,', eOI1la "ist:\ hastn (Inc huho llcs:\p:\rc(~i,lo I'U aB reco-
do del elimino, y en sep;uida Il:lrlí ]¡¡icia uno y otro la,lo como
buscando ,i :ilgllien. Su mira,la eonóerraha aun la mi"ma cx
presion de tristeza rplC le huhia vi,,;!) en b Jl1aiíaU3.
Mi tia se acercú á ella, y le abrió los hrazos ('ou ternura.
Aurora se precipitó ell ellos, iucliuó la cahcz:\ so].r~ el hom-
bro de su madre y lIorÚ. La aUlargura de mi corazon dc~·
bordó entónces. Por qué lIomba "\.mora? Yo sahia mejor
que elb 4110no nmaba al Doctor; CÓlllll cxplil'ur cntónccs 811
tristcza r Xo comprendiendo nada de I<¡'Iue al)alJaha de paEar,
interrogu,: á mi lnadl'<~.
Algunas horas de;;pues de tcrl1lin'l<1a ia ccrclIiouia, hahi~
lIegadl) un posta rlc Honda con una carta CIl 1,111' :l\'i",d¡:lll III
Doctor 1¡IlCSil padre quedaha de IUllerte, El Doctor mir,) :i
Aurora, vacilando 'luiz¡i cutre su amor y su deb,~r, prro prontu
mandó eusillar el cabnllo, y pocos llIomentos dcsl'urs prcsell-
cié su partida.
Bemlijl' á la I'rm'i,ll'lll'ia por ¡1I1uelincidentt'. y me acerquC
:í. Aurora que lmhia entrado á la sah COII Ls 'Ienlas personas
Al \"Crlnc se sOllrojú J1lns quc de costllmbre, pero me ten-
dió la mano eariiiosamente diciéudume .

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-Qué te habías heeho que no te d en el almuerzo?
Contesté cualrluier cosa, y lo manifesté mi pona por la par-
tida dol Doctor.
-Se ha ido muy triste contestó, y es una desgracia que su
padre haya enfermado tan gravemente.
-Pero si él se fué triste, tú lo estás aun mas: no es yor-
dad': la dije sin poder ocultar euteramento la amargura que
á mi pesar revelaban mis palabras.
-No es muy natural (lUO esté triste? me dijo. Todo lo que
ha pasado hoyes tan extraiio, tan nuevo para mí, que estoy
impresionada, y luego, estoy nerviosa, me siento enferma.
Sn voz al deeir esto tenia una singular expresion.
El dia terminó tristemente. 1.os convidados se alejaron y
pronto 110 quedaron en casa de mi tia mas personas de fuera
que mi madre, mis hermanas y yo. Habian obligado á Aurora
á recogerse para descansar de las fatigas y las emociones del dia.
Julia, mi hermana mayor quo estaba sentada á mi lado, me
dijo con airo misterioso:
-Aurora no llora pOl' su marido, ella está triste hace días,
y la he \'isto llorar con frecuencia. Qué puede tenor?
-Calla, Julia, la dije; no repitas oso, ni lo creas tampoeo.
Antes lloraba por la ausencia del Doetor i hoy no tiene sufi.
ciente motivo para estar triste?
.T ulía movió la cabeza en silúuein, y despues replicó:
-Tú uo COlloees iI hs mujeres. Aurora está euferrna y
triste, pero ninguna parte tiene en esto el Doctor.
-Quién entóuccs? la pregunté con ansiedad.
Julia vaciló un momento y luego mo dijo con aire solemno:
-Cárlos: vote mañana mislIlO para Bogotá. Si es preciso
vámonos todos, Aurora te ama, ya no pucdo dndado, y la pobre
niiia no lo sabe siquiera. Es preeiso que te alejes al momento.
La voz de J ulía estaba conmo\-ida, y sus ojos llenos de
lágrimas.
1\1clovanté de allí presa de la mas viva agitacion. Julia habia
adivinado el secreto de Aurora, y aquella confiJencia era el

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último golpe qne faltaba á mi corazon para 3,('aha1'lo dc matar.
Era pues verda<.l <¡uc Aurora, lllC. __ .amaba? Desgraciado
de mí! ya no habia rCIl1e<!.io,y por orgullo la Iwbia dejado
sacrificarse! La nocho que pasé fué csrallto~a. I,a. partida
inesperada del Doctor me habia hecho dcsi"tir por un momento
de mi proyectado \'¡aje; pero era preciso seguir el consejo de
Julia, era forzfJoo volvcr ti. Aurora la calma y la. felicidad.
Si el matrimonio se huhiera retanlauo algun tiempo, mi
amor por Aurora h habria desaliado to(lo, y mi orgullo ven-
cido h:~bria. eali'1I1o: pero todos 100 acolltecimiclltOS He tiuce-
dicron tan r:ipi<1aWl·1.te que no tan} t.iempo ue reflexionar ni
de medir la cnormid:Hl ue mi desgracia!
Aurora all1allccilÍ mas Dlala llue la víspera, y no pudo le-
vantarse. No tuve valor para an:;cntarInc dcj;inuola eui'crllla,
y esperé.
Al dia siguiente temprano fui acompaiíado de .T ulia. ti. pre·
guntar por su sdud. La hallamos en la alameu.a 'lue conducia
á la casa; yeuia con su hermana, y como 110 me habian visto,
dejé adelantar á Julia y me detuve mcdio oculto tras un lÍr·
bol para verla. Llevaba el mismo vcstido que le habia "isto el
dia de mi lIcgada. Traje claro de tela ligera sin mas au.ornos
que una cinta azul quc eeiiia su cintura, y un sombrerito de
paja italiana adornado de azul. Estaba pálida como el már-
!Uol, y anchos círculos azulcs rodeaban sus ojos.
Su hermana trabba de abrigarla con nua capa de tcla gruesa.
'l'ardaron en acercarse: yo la cuntemplaba de léjos compri.
miendo los fuertes latidoa de mi corazon. Cuando llegaban
cerca de donde estaba, oí que su hermana la decia:
.••.
-Qué tenias anoche cuando te desperté? Parecias estar
con pesadilla.
-Oh! tuve un sueiío lllUY extraño: si supieras! - - - -
En aquellllomcnto me adelanté hácia ellas. Aurora se es·
.tremeció y un vivo carmin coloreú sus mcjillas tan pá.lidas
poco á.ntesj pero repuesta pronto me saludó afectuosamente.
La prcgunt~ si estaba mejor manifestándola mi alegría por

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'haberla encontrado fuera de la casa, y me contestó que sc
sentia perfectamente bien. Julia insistió en que nos refiriese el
sueño de que hablaban á mi llegada.
-Es un sueño tan raro! dijo Aurora riendo'; y dirigiéndose
á mí, añadió: si tú lo supieras me harias mucha burla.
-Vamos, cuéntanos ese sueño: te aseguro que estoy muy
curioso.
-Soñaba que habiamos subido á una montaña muy elevada,
desde donde se veian grandes ciudades, hermosos edificios,
mares inmensos.
Estaba con mi vestido de novia: cuando llegamos á la cima
de la montaña quise volar, porque tenia alas doradas muy
bellas. Mc parecia tan sencillo volar! Ya iba á lanzarme al
espacio, cuando sentí mi vestido enredado en la roca. Volví la
cabeza, y ví á mí madre que lo tenia asido con cntrámbas ma-
nos y lloraba. Miré al otro lado y Pero vas á reirte de
mi, dijo con timidez.
-No, no; continua, tc lo suplico.
-Bien pucs. Del otro lado estabas tú, y tenias mi velo
asido, como mi madre tenia el traje, y lo mismo que ella me
suplicabas no me fuese. Me senté pues, y pronto mi madre se
durmió en mi rcgazo.
To busqué con la vista, pero ya no estabas tú allí sino mi
hermana. Levantó suavementc la cabeza de mi madre j enju-
gué sus lágrimas con un beso, y sin despertarla la recliné con-
tra el pecho do mi hermana. Luego poniéndome de pié en la
cima de la montaña, levanté el vuelo i volé largo tiempo y tan
fácilmente como vuelan las aves. De repente me sentí cansada.
y quise dctenerme. En aquel momento una forma vaga que
despedia una luz brillante, me tendió la mano. Lo que vi
entónees DO podria referirlo. Era tan lindo! tan lindo como
debe scr el ciclo. Oia música por todas partes, divinas armo-
nías, cánticos de alabanza. OhL Por eso esta mañana dije
á mi hermana que querria morirme, porque solo en cl ciclo
deben verse y oirse tan belllls cosas.

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Aurora miraba hácia el ciclo con una especie de cxtasis, y
todos callábamos. Mi corazoll oprimido dolorosamcnte me dc-
cia que aquel sueño era un presentimiento. Su hermana y
Julia, tenian los ojos arrasados en lá.grimas que trataban de
ocultar á Aurora.
Aquella noche dije á. mi madre que tenia quc auscntarme
por alguno:>dias, prometiendo volver :p·onto. Era un sábado;
debia partir ellúncs temprano. ]~l domingo invitó mi madre
á. comer ti. la familia de mi tia. Aurora habia recibido dos car-
tas de BU marido por las cuales se sabia que su padre seguia
cada yez pcor. Despues de la comida salieron á dar un paseo.
Yo iba pensativo y mas abatido que nunca, porque era la últi-
ma vez que veia (~Aurora, resuelto eomo estaba á alejarroe ue
ella por largo tiempo.
Si el alma de la pobre niña sc revelaba :\ ella al fin, estaba
perdida, porque lo que constituia basta entónccs su felicidad era
la ignorancia misma de :ms sentimientos. :Era preciso separar-
me de ella para dcjarla á su marido en toda su pureza. Aurora
seria feliz con él, y fni recuerdo se borraria con la felicidad.
Los niños iban adelante riendo y jugando. Julia y Aurora
abrazadas, seguian tras ellos, i luego veniall mi madrc, mi tia
y otras personas. Julia volvia frecucntemente la cabeza para
ver si yo las seguia: una de aquellas veces Aurora miró tam-
bien Mcia atras y al yerme BC detuvo i me llamó.
-Por qué no vienes con nosotras? qué tienes? y su mira-
da inquieta parecia interrogarme.
-Tengo un negocio quo me preocupa, la contesté, y por el
cual me veo precisado ¡í partir manana muy temprano.
Aurora palideció visiblemente, i despuos de un momento
de silencio me dijo con l!U mas dulce voz:
-Pero volverás pronto j no es verdad '(
-Sí, volveré lo mas pronto que pucda; y al deeir esto iu
cliné la cabeza. y continuamos nuestro paseo en silencio. Si hu-
biera mirado á Aurora, ella. habria visto mis ojos llenoR de
lá.grimll.B.

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Volvimos á casr¡ !le mi tia cuando })rincipiaba á oscurecer,
Los niños so quedaron en el llano jugando ruidosamente j
todos los demas cntraron:l. la sala, y Aurora, Julia y yo DOS
scntamos en la puerta del corredor que daba á los jardines.
Todos tres callábamos. J.a noche principiaba serena y apaci-
ble. J.as midas y los pajarillos buscaban sus nidos en los ár-
boles. Las pequc:ias mariposas color de lila nacidas de las
flores, parecian bu,~earel regazo materno para dormirse en él.
Todos aquellos mil ruidos de la naturaleza que se duerme,
traian á mi alma tristezas misteriosas, hondas, inexplicables.
Habia detestado siempre el romanticismo, y héme ahí de
repente mas romántico que una niña de diez y seis años. Au-
rora dejó escapar un suspiro, y .Tulia la dijo:
-Qué tienes Aurora? estás tristc?
-Sí, contestó ella. Estoy triste: tan triste que creo que
me TOY lÍ morir ue tristeza. Y levantándose dió algunos pasos
por el césped.
-lHim, aíiauió luego: cuando estoy tristc me palpita tan
fuertemente el eorazon, que me ahogo; :v. llevaba la¡¡ manos á
su pecho corno para comprimido.
-Déjame ir :í buscar el remedio que te dejó el Doct<lr;
eso te calmará.
-No, no te vaya¡¡, e~clamó Aurora deteniéndola. Sabes lo
único que me calma? llorar. Cuando lDe siento mala, lloro, y
en seguida me encuentro bien. Y rodeando el cuello de Julia
con sus brazos, llor/¡ largo rato.
Aquella escena me mataba. Me levanté de allí y me alejé
. algunos pasos, con el alma despedazada. Un momento despues,
.Julia se levantó tambicn con Aurora, á quien condujo á un
banco de madera que habia cerca de la puerta de entrada, y
la hizo recostar alli. Aurora pareció dormirse. Julia la con-
templó algun tiempo, y se alejó enjugándose una lágrima. No
pude resistir por mas tiempo. Sin saber lo que hacia, pasé de
",n salto la barauda del corredor y me acerqué á Aurora sin
hacer el menor ruido. 1\1edetuve un instante, temeroso de

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que estuviera despierta, pero oyendo su respíracíon pausada é
igual, me convencí do quo dormia y me acerqué aÚll. La miré
tras una nube de lágrimas que oscurecía mi vista. Estaba exce-
sivamente pálida, y solamente en la parte superior de las me-
jillas se veiau dos pequeñas manchas rojas.
Me dejé caer de rodillas cerca de ella, y tomé temblando
una de sus manos que pendia fuera del banco en que reposaba.
Aquella mano estaba tan fria que me estremecí involuntaria-
mente. En su mejilla se veia una lágrima que habia olvidado
enjugar.
Su hermosa cabellera caia en ondaa hasta el suelo dejando
descubierta la frente. La miré largo tiempo sin poder apartar
la vista de aquella celeste vision: nunca la habia mirado lo sufi-
ciente, temeroso de ser sorprendido por ella. Su dulce y poética
imágen estaba, es verdad, grabada en mi corazon, en mi alma!
pero queda verla, mirarla, devorarla con la vista para no olvi-
darla jamas !.... Permanecí allí absorto, mudo en la cont{)mpla.
cion de aquella. figura tan bella, tan amada! estaba. casi seguro
de poseer su corazon, y apesar de esa deliciosa seguridad, iba á
scpararme de ella para siempre quizá, sin que mis labios hu-
bieran murmurado una. sola palabra de amor, sin que una
mirada mía la hubiera dejado comprender el fuego que devo-
raba mi eorazon! Ay! de cuánto valor tuve necesidad para
callar! Con su mano eutre las mias, trémulo de emoeion, deja-
ba correr silenciosamente mis lágrimas murmurando un trist~
adios lÍo esta bella niaa que sufria tal vez por mi causa!
-Adios, Aurora, murmuré muy bajo: tan bajo que nadie
habria oido mi voz. Adios para siempre! Perdúname si te
he hecho sufrir! Dios te colme de felicidad, y yo le rogar('
para. que mi recuerdo se borre enteramente de tu memoria!
Qué importa que yo sufra, que sea desgraciado siempre que
sepa que tú eres feliz I
En aquel momento oí las voces y las risas de los niños qUé
sc acercaban: era preciso huir para. que n·o me viesen allí.
BeBé la pequeña mano de Aurora, me incliné para verla por
(i

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- 82-
última vez, y en aquel momento sus labios murmuraron muy
bajo un nombre. Era ellUio L _
Las voccs se accrcaban aun mas. Delirante de dolor, me
incliné hácia el suelo. 'l'omé con mis manos la extremidad de
los bucles de la cabellera de Aurora, los llevé á mis labios, los
cubrí de besos y de lágrimas, y me alejé rápidamente. Una
vez en los jardines, hui como hubiera huido un eriminnl, y sin
saber á. donde iba. )Iis sienes latian, mi razon vacilaba. - --
Hay sufrimientos tan intensos, quc su misma. intensidad
embota los sentidos y entorpece la mcmoria.
Aquella misma noche partí para Bogotá.
Cuando perdi de "ista la casa de Aurora que divisaba á.la luz
de la. luna, scntí romperse todas las fibras de mi corazon! 01!
no volverla á. ver nunca, ó verla csposa de otro! Sueño ó estoy
loco, Dios mio ! ¿ El amor causa, pues, tantos y tan crueles su-
frimientos? Y yo que crcia tan fácil olvidar á una mujer!. ..
Si mi orgullo fué un crimen, 110 estaba suficientcmente cxpia-
do? Eu aquel momento la campana del pueblo vecino dió el
Último toque do las ocho. Aquclla campana halló en mi cora-
zon un eco lúgubre, y dolorosamentc impresionado clavé las
espuelas al caballo y partí al galope.
Llegué á Bogotá en un estado que causaba lástima: no
quise ver :~nadie y me encerré en mi cuarto.
Ya no veria mas aquellos ojos tristes que amaba tanto! ya
no volveria á oir su voz, esa voz que era para uli alma como
la fina campanilla de un timbre que resuena i yibra largo
tiempo! _
Dos dias despnes me entregaron una carta de Julia. Mi
mano tembló al reeibirla, y la miré algun tiempo sin atre-
verme á abrirla. Creia que me auunciaba elrcgreso del marido
de Aurora, y me sentia cobarde ante aquel nuevo sufrimiento.
Al fin hice un esfuerzo y rompí el sello. La carta cay6 dl}
mis manos, y una nube cubrió mi vista .
•Julia me decia :
"Querido hermano: Aurora está gravemente enferma. Dcs-

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de cllúnes por la tarde se ba, n.grayudo de taImado, que (¡'IUO


por su vida, yo que conozco la eaus;). de su mal. Pobre Cárlos !
por qué no te confiaste :\ mí cuando aun cra tiempo? A mora
se muere! Esto es SillCl11bargo 10 mejor (lue puelle ~ueederle,
porque para ella no hay ya felicidau posi);l!) sobre la tierra.
Adios, hermano mio. Prep{ulILc para reeil¡ir un ntH:\'O y es-
pantoso golpe Sobrc todo, no ycnga~. En nombre de Au-
rora. misma te lo ruego L "
Apesar de esta súplica de mi hermana, mil vece~ estu\'!.: ::
punto de partir para la hacienda. ¿ C"lllIO piutar las horas 'lUt.
pasé ántes de recibir otra carta de .J ulia ?
A las seis de la mañana del dia siguiente, yoh-i(; el criado
que envié á saber de Aurora. TOlllé la carta llu(: me traía,
y palpitante de ansiedad la leí. Con tenia estas palabras:
" Valor, hermauo mio: sé hom bre !
.• Aurora acaba de espirar L El Doctor, que IlcgÚ ayer,
cstá loco de dolor. Mañana. estaremos en 13ogot<Í 1 "

No supe lo que suceuiú despues de esto. Caí al suelo ~ill


conocimiento, y por mas de uu mes estuve entre h vidr¡ y
la muerte.
:l\-Iucrta AUl'Ora, parecia que mi alma hubiera volado con
la 8uya _
No he encontrado nada mas al propósito paru terminar, que
esta sencilla frase con que Cúrlos X odier termina su novela
" Serafina ": . .
" Despue.~ me han preguntado frecuentemente por qué vivo
triste. "
TUYO-CÁRLOS.
Maria.

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•• Our IIfe ;8 lwofold: Sleep halh lta o"n "orld.


A bonndary belweeo lhe lhloge ml.named
Deatb and existenee: Sleep ha!h lis own "orld.
And a wide realm of "Ud reaUty."

l.
SUEÑOS, qué sois? ¿Fantásticas creaciones
De la mente, ó recuerdos del pasado?
¿ Consuelo del que llora desgraciado,
O profetas de un mundo por venir?
¿ Sois acaso celestes mensajeros
De los que Bmamos ay! y nos dejaron?
¿ La mision en la tierra os encargaron
De su espíritu al nuestro trasfundir?

Es vuestra mágia fuerte, irresistible,


Haceis al que es feliz probar la pena,
y á. una alma enferma, do cansancio llena,
Volveis piadosos la perdida fé;
Y cuando han muerto ya las ilusionos
y no nos resta un rayo de esperanza,
Nos mostrais un lucero en lontananza
Que guio en la noche nuestro débil pié.

Así á mi alma dolientel fatigada,


De una vlllion el misterioso acento,
V olvióle vida, inspiraeion y aliento,
Cuando presta so halló á desfallecer.
y quisiera expresar mas ay! en vano
Querria pintar mi pluma el dulce instante
En que la duda me dejó, y radiente
Sentí la fe en mi pecho renacer .

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n.
Soñé "er á la luz de opaca luna,
Oeultas del ramaje en la espesura,
Unas ruinas de gótica estructura
Rodeadas de misterio y soledad;
En el ocaso trémula brillaba
Una pálida estrella solitaria,
Pura cual de una vírgen la plegaria
Que implora del Eterno la piedad.

La brisa Ruspirando entre las hojas


Meeia dos blancos lirios que enlazaban
Sus tallos, y felices exhalaban
Perfumes mil que el aura les robó;
y en medio del silencio pavoroso
Se oyó del ruiseñor el fiel lamento,
Triste como el lejano pensamient.o
De una dicha que fué, y que nos dejó ! _

Una fuerza magnética atraía


llIis pasos á las ruinas que se alzaban
Cual pálidos fantasmas, que vagaban,
Genios de aquel rom:intieo lugar;
Mas de pronto un cansancio indefinible
De wí se apoderó, é intenté en vano
Seguir el hilo del oscuro arcano
Que :i. ese sitio me hiciera encaminar.

La fuerza me faltó •• __l:ínguidamente


Sobre un tronco apoyóse mi cabeza,
y una nube de luto y de tristeza
Mi frente dolorida oscureció;
Una emocion inexplicable y vaga
Sobrecogió mI alma, sin aliento
Solo escuché la voz de un pensamiento
Que débil de mi pecho I>eexhaló.

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¿ Qué se hicieron las bellas ilusiones


Que soñaba mi ar?ient{! fantasía?
¿. La esperanza que á. mi alma sonreía,
Era un ensueño? .Kunca yolverá?
Las ideales creaciones de mi mente,
Tantos delirios de placcr, de gloria,
¿ Existen solo acaso en la memoria?
¿ Mi fe perdida para siempre está.?

l\Ii corazon que al comprender palpita


De un puro amor la llama delicada,
Que ante una accion heróica ó elevada
Se inflama de exaltada admiracion,
¿ No encontrará. el ideal de sus ensueños,
y esa ánsia de amor quc en él encierra?
¿ No podrá revelarse aquí en la tierra?
¿ Nunca podrá colmarse mi ambieion?

¿ No hallaré nunca un corazon que haga eco.


y pueda comprender mis pensamientos?
¿ No escucharé una YOZ cuyos acentos
Hagan toda mi alma estrcmecer?
¿ No veré yo' unos ojos que leer puedan
Dentro de mí con dulce simpatía,
y cncucntrcn la purísima armonía
Que mi espíritu colme de placcr?

No lo sé; pero siento aquí en mi pecho


Un doloroso y cruel presentimiento
Que me llena de duda, de tormento,
y doquiera que voy, conmigo va;
y mc parece ver las negras alas
De un pájaro agorero de tristeza,
Elxtendidas encima mi cabeza,
Présago de un dolor que sicnto ya L _

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Eterno Dios! mi espíritu se eleva.


Hasta tu trono excelso, omnipotente;
Inclinada en el polvo cstli mi frente,
¿ Solo dolor me resta quÓ esper!!r?
Yo solo pido un eorazon que Ille ame
Con un amor ~ill fin, que satisfaga
Ese yacía que mi existencia apaga,
Quc me cnlo(lueee---- solo pido amar!.-- ..

Una lágrima ardiente, presurosa


Dcslizóse quemando mi mejilla,
y yo doblé inspirada la rodilla
De una mágica fuerza ante el poder.
Ent,)nees pareci,íme que salían
De las ruinas sonidos urmolliosos,
Desconocidos, vagos, melodiosos,
Que llenaban mi pecho de placer.

Por entrc las arcadas silcnciosas


Ví una Llanca vision adelantarse,
O, mas bien, vaporosa deslizarso,
Habitante de un lIlundo supcrior.
Una aureola de luz indefinible
Rodi.:aba su diMana figura,
y dibujtÍse el! su scmblante, pura,
lJlla sonrisa de piedad y amor.

" Soy, me dijo, el espíritu que vcla


En el ciclo por tí; i, mi amigo acento
No reconoces? Ya en tu pensamiento
¿ No despiertl\ mi voz UllOl. eUlocion ?
Por qué desmayas '? mira: Dios te ha dado
Ese lLuhelo de bien, de amor, de gloria,
Para elevarte de la yil escoria
y confiarte una altísima misioll.

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" No desesperes nunca: en tu camino
Hallarás lo que tanto has anhelado,
y cuando ya tu voto esté colmado
Piensa en quien siempre por tu bien veló! _
Dijo, y le vi elevarse vagaroso
Sobre nubes de nácar y topacio,
Despareciendo en medio del espacio
Cual una exhalacion que se apagó.

Entónces despcrtéu __ sentime fuerte,


Bañada el alma en celestial contento,
Creyendo oir el lisonjero acento
De esperanza, que mi alma reanimó.
y cuando el desaliento y la tristeza
Asaltan mi cabeza vacilante,
Se me presenta mi vision radiante
Y, llena de confianza, espero yo tu_
DeJu ••

~ ..

SOLITARIA, ternisima avecilla,


Que del sol á los últimos reflejos,
Cantas aquí en dulcísimo desmayo,
Las brisas melancólicas de invierno.-

Ven Mcia mi, que mi alma desolada


De su honda pena se consume al peso,
Ven de la negra y espantosa suerte,
Las horas á endulzar de mi tormento.

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Otros tiempos cual tú vagaba. libre
Venturoso talvez Mas, ay! silenoio
Que del recuerdo el aguijon punzante
N o hiera al infeliz en su destierro L - - -

Vén y serás la dulce compañera


De mis horas tristísimas de duelo,
y nuestra mútua queja de amargura,
A la par confiaremos á los vientos.-

Ay! Y mañana cuando mires turbios,


Sin luz mis ojos y mi labio yerto,
Cabe una tumba sin calor sin vida
Hundido de la muerte en el silencio,

Avecilla, recuerda mi ternura,


y de mi tumba sobre el tosco leño
Eleva una eancioD, cancion tristísima
Que me pruebe que vivo en tu recuerdo!

Así cantaba el pobre desterrado


De su dolor al ave solitaria,
y su amistosa tímida plegaria
El ave del proscrito recogi6 :
Poco tiempo despu!'s, bajo una piedra,
Dormia el proscrito el sueño misterioso __
y la avecilla en talla pesaroso
Levantaba en su losa Ull:l.caDuion!
Agrlplna lIIúntes del Valle .

. --- -- .......•• ---

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R03IP}] la luna las plateadas nubes


Ostentando su faz al universo i
Luminosa aparece derramando
Pena y dolor en mi angustiado pecho.
Astro brillante, yo te contemplaba
Extasiada de gozo en otro tiempo,
y hoy en amarga soledad sumida,
Abatida y llorosa te contemplo.
Con tu luz melancólica y hermosa
Iluminas mi rostro macilento,
y miéntras triste y desolada gimo,
Tú recorres la bóveda del ciclo:
Apacible te muestras y serena,
En tanto que yo lloro y me lamento.
En otro tiempo á mí me parecia
Que tÚ tomablls parte en mi contento.
Oscurécete ahora, 011 luna hermosa!
No insultes con tu lumbre mis tormentos:
Mira mi llanto, escucha mis pesaras,
N o despedaces mi sensible pecho.
Iudalecla. Camaeho.

----.~.----
~lU Y poco tiempo dcspues que fué descubierta la hermosa
comarca que se extiende al pié de los Andes, por el mariscal
Gonzalo Jiménez de Quezada, verificóse el hecho de que va-
mos á ocuparnos.

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Quezada habia fundado ya la ciutbl Je Rogol¡>, y dueño d('


una gran fortuna, pensó en regresar á C;¡stilla, probablemente
con el fill Je gozar allí Jel fruto de sus ri,¡uezas. EmprenJiú
el viaje acompañado de algunos de ks mas ilustrcs y ricos se-
ñores de su campo, cncamill{¡1Idose por el lado del Norte para
salir all\fagdaleua j mas, vulri{,se sin coro llar su deseo, ti eau·

sa de habérsele informado que LÚzaro FUllte, uno de sus Dlas


bravos eapitalles, intentn.ba dar parte al rei dc Espaila, dc ,[ue
Quezada cOllsermba oculta e1l su pOIIl'.· gran eantillarl ue oro
i esmeraldas, sin paga¡'los reales '¡Hintos, lIi cumplir lo pac-
tado con el adelantado Lugo. Esta noticia hizo devolver in-
mediatamente :í Quezada tí. Santa Fé, en donde condenó á
muerte al capitan Ponte. Este are].) de la selJtcIlcia al rei,
apelaoion qlle le fué negada. (¿l\ezalla (Ie;;caba vivamente la
muerte de Ponte; así es (!ue OrdenlJ ti uno dc los soldados
'lue acusara :í e:-te eapitan, de (¡ue durante su ausencia habia
comprado a los iudios una rica eSl1l(Tahla, siendo así que cs·
taba prohibido, bajo pena de 111uerte, hacerla, 110 hallÚnuosc
presente el general ó el nowbrado el! amencia dc étite para
hacer sus \·CCCH.
La órden de muerte fué dada, casi sin oir aIreo ni guardar
las formalidaues estable¡;irb.s pam sell\ljantc ca~().
Cuando el ejército tuvo eonoeilllicld" (Ic úrden tan cruel.
quedó sumido en ~I'all (les("ul'lIdu; 1'"1''1110 Fonte era al\lauu
de todos, por sus sobrc:salientcs eu:!¡;.!,·.! •.,;. lleticalH!o sah-arle
los principales señores y ('apit:l!\es LId p.lérc.:ito, III rogaron ell'
careeidamente perdonara la vida :í tan v:dieilh: eapitnn, mani·
fest:í.ndole el gran sentimiento ,¡ue esta seutcneia habia produ·
cido en ellos y en todo el ejército. Gonzalo Hu:\rcz Hondun
llegó hasta hae('rle presente el JIleno::~aho (I\\C se s[>guiri;! :L Sil
brillante reputacion, y la indelel,le n·aneha 'lue arrojaria Hubl'e
su corona. de gloria, si en csla vez ceJia {, los illlpulsos de su
enojo. Quezada aparentando clemencia, fingió peruonarlo,
r:onmut:í.ndole la pena capital en de~ticrro :'Lb pnn'illcia de los
Pauehcs j pero en realidad Bolo pCl\:;Óen cam biarle el género

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de muerte. Él sabia que los Panehes le matarian al momento
yel ejército que no ignoraba esto tampoco, volvió á. rogar con
instancia á Quezada para que variase el lugar del destierro.
Muchas súplicas fueron necesarias para que aceediese á. esta
segunda demanda.
Escoltado por veinticinco soldados de caballería, fué llevado
Lázaro Fonte al caserío de Pasea (pueblo enemigo de los espa-
ñoles), con órden de dejarlo allí, solo y cargado de prisiones.
Los habitantes de Pasca, al divisar la escolta que conducía. á
Fonte, huyeron, presa del terror que les inspiraban los espa-
ñoles, no dudando que éstos vendrian tí. atacarlos. Solo, apri-
sionado con cstrechos grillos, Fonte habria sido víctima del
furor de los indios de PasG!\,á no haberle salvado el a.mOl'de
una india. Cuando esta supo que le llevaban desterrado, si·
guióle y fué EU única eompañía en la terrible noche que pas6
en Pasca. Esforzábase en cOllsolarle, á pesar de hallarse ella
misma llcna dc dolor, y sin ninguna esperanza. Colocada á su
lado, le contcmplaba tristemente, pensando con amargura en
el tril3te fin que esperaba a tan gallardo caballero. La bclleza
de Fonte, su heróico valor, su infortunio, todo la intercsaba,
y sc estremecia a la idca de la horrible muerte que le amena-
zaba. Sumida cn profundo abatimiento, buscaba en vano en
IU imaginacion un medio de salvarle. " j Pobre de mí se de(;ia,
no tengo valor para verle morir, ni poder para salvarle! Ah!
si el amor mas intenso alcanzara á preservar de la muerte, él
no moriria." Y doblando la rodilla ante el sol, á quien ereia
IU Dios: "Oye, oh sol! le dijo, la súplica que tu pobre sier-
va te dirige. No permitas se apague en sus ojos la mirada, esa
mirada á. la cual comunicaste tu calor y brillantez; no se
marchiten esos labios que semejan á las florcs que lleno de
amor tú vivificas j si no. __ .mañana, cuando salgas, tu luz de
oro alumbrará el cad{Lverde tu humilde adoradora."
De repente se pá.raestremecida. __ .ha sentido un ruido á lo
léjos y no duda sean los pasc~s que vuelven. En efecto, eran
ellos, pero esta vez estaban armados.

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Un pensamiento luminoso cruzó entónees por su imagina-
oion. Adornóse con sus mejores joyas y vestidos y les salió al
encuentro. Su airoso ademan y hermoso semblante agradaron
á. los indios é hicieron le prestasen ateneion. "Oid, lcs dijo,
mis palabras: soi de vuestra nacion, por lo mismo aborrezco
como vosotros, á los españoles; mas hay uno entre ellos, á
quien no aborrezco y al cual amareis vosotros al momento que
sepais lo que ha hccho por nuestra nacion. Seguidmu y os le
mostraré. Vedle allí, cs aqucl gallardo jóven cargado de prisio-
nes. ¿ Sabeis por qué se encuentra aquí y en ese estado? Voy
á. decíroslo: Quezada, el tirano que nos persigue, el que nos ha
robado nuestras riquczas, cl que inmoló á su ambicion ti. nues-
tro inteligcntc y valeroso jefe Zaqucsacipa, intenta tambien
que muera, á manos de los do nuestra nacion, el valeroso y
compasivo guerrero que ha osado defendernos; porque, sabed
que amar y defender nucstra nacian es el criUlen que contra
él lo ha irritado. Sabed tambien que ha dicho, al tiempo de
enviarlo entre nosotros, que la. muerte scria el premio que
dariamos en pago del interes que por nuestra nacion manifes-
taba. Éllo ha mandado aquí para que crcyéndolo enemigo le
mateis; felizmente, 'yo he presenciado cuanto acabo de referi-
ros y sé lo que debo esperar de vuestros nobles corazones."
Animada por el efecto que produeian en aquellas genteB
sus palabras: "besad, les dijo, esas plantas, besadlas! los
grillos que las aprisionan, los lleva por vosotros! desatad,
pues, esas cadenas! colmadle de caricias y honllres, por'lue él
h:l.sido vuestro defensor."
Enternecido eOIlesto lenguaje el principal, llamado Pasea,
Se acercó á Fonte y despues de desatar sus grillos, le lDllni-
restó la gratitud que él y toda su gente sentian por su generoso
proceder, añadiendo que en adelante su voluntad seria. para
eUos una ley.
Fonte no cabia en sí de admiraeion y alegría, viendo con-
vertidos en apasionados amigos tí los que ereia debian fler 3UJ
Terdugol!. Entre tanto la india que le habia salvado con tan

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ingeniosa. estratagema, le miraba llena de emoeion, creyendo
apénas en lo que sus ojos veian, y por sus mejillas eorrian
gruesas lágrimus, no ya ue dolor sino de satisfaecion y placer.
Algun tiempo despues de este suceso, L~ízaro Ponte tuvo
conocimiento ue que las tropas de Frederman vcnian por 108
Llanos y se acercaban á Santa Fé donde se hallaba Quezada
desprevenido y cuyas conquistas poaia este disputarle. Un
alma ménos noble que la suya habria encontrado en esto una
ocasion propicia para vengarse y la habria aprovechado; pero
Fonte era uno de esos séres que retribuyen la}; ofensas con
beneficios; así es que, léjos dc pensar en YCLgarse, en vió aviso
de este succso a Quezada. lIIas, como no pudiera mandarle el
mensaje 'I"Orbal con los indios, le envió esta noticia ellCrita en
una piel ue venado.
Cuando Quezada la recibió, quedó asombrado al ver cómo
un hombre á. quien habia tratauo eomo á. mortal enemigo, le
daba una prueba de la lilas cordial benevolencia, y conmovido
con tan noble proceder escribió ti. Ponte:
" Pensaba que solo podria vencerme aquel que con su flS-
pada traspasara mi corazon. Veo que me engañaba; pues hoy
me habcis vencido con vuestra. generosidad y nobleza. Venid,
para que seais el amigo ti. quien yo mas honre; venid á. enor-
gullecerme con vuestra amistad, y ti llenar de gozo con vueB-
tra preseneia á los qne os amau."

EuCemla Cabrera de Borda.

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lNDICB .

• Agripina 1Iíóntes del VaUe:


~;l ave de! proscrito ··

Aldebamn :
~Ii madrina , ., ., . .....•• " ~~t~

Belisa :
Suciios S-l

Ellfi2mia. CalJl'(~ra. de Bord¡¡, :


Ln cabalkro ('sl¡aiío! Q0

• IIortcnsia Antammarclli tl0 Yásquez :


La taru~ 18

Inda1ceia Carnacha:
L(\ luna . ....... !l(l

.• J oscfa Aceveu.o de GÓ1llCZ:


tna tumua en los Anrluquie" ...•...•................... le)
Santa El<:uu ••...................... , 11
'lis reelleroos de Tiuaeuy 1t

• V. M. Josefa. de la Concepcion <lo Castillo:


Fragmcuto ...•........................................ ~~

Magdalena U~rutia:
El ret¡'ato de Cáluas , " "

M:l.ri1:
AILulll de los pobres ,
Tristc7.:\ ......•.•...•................................. 2~
1,u mudrc ....••••..........• , ..•...................... ;;1
Aurora ........•••..•....••........................... G7

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JlercedesSnw :
El hogar paterno ••.••••••••• , •• " ...••••....•..• , ~P

:HercédesVárgas Villégas:
A mi madre

..•.•••.....•.........•••••.•••..•........ 45

Pia ltigan :
El sa uee , •••••••••••..•.••••••••.... " ...•. " G~

Rafaela Restrepo :
Ayer y hoy ................•..••..••..••.•........... 47

Rosa :
Flores silvestres .....•.......••.•••••.................. 49
La luna ...•..•.•.•...• " .......................••..•. 50
El arroyo .•..............••...•••......••.•........• 52
Imprevision " .•••.••••....•..•....••........ 54
.~**•......................... , 55

• Silveria Espinosa de Rendon :


Caridad .....••••••...............•••••••••...•..••..• G
Al pi6 de los altares. " ., •.•..........•....•••. , ••..... ~4

WaJ.dina Dávila de ponce:


A. mi madre ....••.•........•.....• " ., •••............ ;'7

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