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lesiones craneoencefálicas
Allan H. Ropper
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INTRODUCCIÓN
En Estados Unidos, cada año ocurren alrededor de 10 millones de lesiones
craneoencefálicas, de las cuales 20% es tan grave que lesiona el encéfalo. En
los varones menores de 35 años la causa principal de fallecimiento son los
accidentes, por lo general colisiones en vehículos motorizados, y en más de
70% se lesionan el cráneo. Además, las lesiones moderadas de esta región
son tan frecuentes que prácticamente todos los médicos deberán atender a un
paciente traumatizado en algún momento, ya sea inmediatamente después del
accidente o por alguna secuela.
Se desconocen los mecanismos por los cuales una lesión por onda expansiva
afecta al cerebro y causa síntomas relacionados con la conmoción, un
problema que se observa sobre todo en la medicina militar. La energía de una
onda de choque puede entrar al cráneo a través de las aberturas de las órbitas,
conductos auditivos y agujero occipital. No se han encontrado cambios
consistentes en los estudios de imágenes cerebrales, pero sí indicaciones más
sutiles de alteración hística, comparables a los de una conmoción leve. Ha sido
difícil separar los efectos directos del estallido de las consecuencias de haber
sido lanzado contra objetos fijos o lesionado por los escombros.
FIGURA 457E-1.
FIGURA 457E-2.
El LCR puede fugarse por la lámina cribosa o algún seno vecino y ocasionar
rinorrea del mismo (salida de material acuoso por las fosas nasales). La
rinorrea persistente y la meningitis recurrente son indicaciones para reparar por
medio de cirugía un desgarro subyacente de la duramadre en una fractura. A
menudo es difícil establecer el sitio de la fuga, pero dos pruebas útiles son la
administración de medio de contraste hidrosoluble en el LCR seguida de una
CT con el paciente en varias posiciones o bien la inyección de radionúclidos o
fluoresceína en el LCR con la inserción de tapones nasales absorbentes. El
origen de una fuga intermitente rara vez se puede encontrar, pero muchas de
ellas se resuelven de forma espontánea.
Las fracturas del hueso frontal suelen ser cóncavas y abarcan a las órbitas y
los senos frontales y paranasales. Las fracturas cóncavas de cráneo por lo
general son compuestas, pero muchas veces son asintomáticas si el impacto
de energía se disipa por la desaceleración en el hueso; algunos casos se
acompañan de conmoción cerebral subyacente. Es necesario realizar un
desbridamiento quirúrgico y exploración de las fracturas compuestas a fin de
evitar la infección; las fracturas simples no requieren de cirugía.
CONVULSIONES
Inmediatamente después de un traumatismo craneoencefálico es raro
observar convulsiones, pero algunas veces después del impacto se observa
una postura tónica en extensión o unos cuantos movimientos clónicos de las
extremidades de forma rápida. Sin embargo, las cicatrices de la corteza
encefálica que se forman después de las conmociones constituyen focos
epileptógenos que generan convulsiones, incluso varios años más tarde (cap.
445). El riesgo de padecer convulsiones en el futuro depende de la magnitud
de la lesión. Se calcula que 17% de los sujetos que sufren una contusión
craneoencefálica, un hematoma subdural o pérdida prolongada del
conocimiento exhibirá un cuadro convulsivo y este riesgo persiste por tiempo
indefinido, en tanto que el riesgo es ≤2% después de una lesión leve. En
general, las convulsiones en este último grupo ocurren en los cinco años
siguientes a la lesión, pero pueden presentarse después de varios decenios.
Las lesiones penetrantes tienen índices mucho más elevados de epilepsia
ulterior.
FIGURA 457E-3.
Hematoma epidural
(fig. 457e-4) Estos hematomas avanzan con mayor rapidez que los subdurales
y, por tanto, son más engañosos. Se desarrollan hasta en 10% de los
traumatismos craneoencefálicos graves, pero se acompañan con menos
frecuencia de lesión cortical subyacente que los hematomas subdurales. Al ser
atendidos por primera vez, muchos de los pacientes se encuentran
inconscientes. El signo más característico de la hemorragia epidural es la
presencia de un “intervalo lúcido” de minutos u horas que precede al estado de
coma, aunque no es muy frecuente; la hemorragia epidural no es la única
causa de esta sucesión cronológica de hechos. En estos casos está indicado el
vaciamiento quirúrgico rápido con ligadura o cauterización del vaso dañado que
causa la hemorragia, por lo general la arteria meníngea media, que fue
lacerada por una fractura de cráneo.
FIGURA 457E-4.
FIGURA 457E-5.
LESIÓN GRAVE
La persona que se encuentra en coma desde el momento de la lesión necesita
atención neurológica inmediata y medidas de reanimación. Después de
intubarla y emprender medidas que eviten la deformación de la columna
cervical se valoran la profundidad del coma, el diámetro y reactividad pupilares,
los movimientos de las extremidades y los reflejos de Babinski. Tan pronto lo
permitan las funciones vitales y después de valorar los signos radiográficos de
la columna cervical y una CT, el paciente es transportado a una unidad de
cuidados intensivos. Es importante corregir la hipoxia y utilizar solución salina
normal para el líquido de reanimación con preferencia sobre la albúmina. El
signo de un hematoma epidural o subdural o una hemorragia intracerebral
grande es determinante para intervención quirúrgica inmediata o bien para
realizar una descompresión intracraneal en un paciente que puede ser salvado.
La medición de la ICP con un catéter ventricular o dispositivo de fibra óptica
para guiar el tratamiento se favorece en muchas instituciones, pero no ha
mejorado el resultado. En varios regímenes se usan soluciones intravenosas
hiperosmolares para limitar la presión intracraneal. La estrategia interesante de
retirar partes del cráneo para descomprimir el contenido intracraneal, que ha
tenido éxito para el edema cerebral después de un infarto cerebral, hasta ahora
no ha sido efectiva para la lesión cerebral traumática. Se ha recomendado el
empleo de antiepilépticos profilácticos, pero es escasa la información que lo
sustenta. En el capítulo 330 se describe el tratamiento de la hipertensión
intracraneal, característica frecuente del traumatismo craneoencefálico
grave.
CLASIFICACIÓN Y PRONÓSTICO
En los traumatismos craneoencefálicos graves se ha observado que ciertas
características clínicas como la respuesta ocular, la respuesta motora de las
extremidades y la respuesta verbal son de gran utilidad para confirmar el
pronóstico. Estas tres características se resumen en la Escala del Coma de
Glasgow; se asigna una calificación entre tres y 15 con base en las respuestas
(cuadro 457e-001). Más de 85% de los pacientes con calificaciones inferiores a
cinco fallece en las primeras 24 h. No obstante, varios enfermos con
puntuaciones ligeramente más elevadas y con mal pronóstico inicial
sobreviven, incluso unos cuantos casos sin respuesta pupilar al estímulo
luminoso. Lo anterior indica que está justificado ofrecer tratamiento intensivo a
la mayoría de los enfermos. Los pacientes menores de 20 años de edad,
especialmente los niños, se recuperan de manera espectacular después de
haber mostrado signos neurológicos graves al inicio. En un estudio extenso
sobre traumatismos craneoencefálicos graves, 55% de los niños obtuvo un
buen pronóstico al año, comparado con 21% de los adultos. La edad avanzada,
la hipertensión intracraneal, la hipoxia o hipotensión inmediata y la evidencia de
compresión de las cisternas que rodean el tronco del encéfalo o
desplazamiento de las estructuras de la línea media en los estudios de
imágenes son signos de mal pronóstico.
CUADRO 457e-1
Escala del Coma de Glasgow en caso de traumatismopor lesión
craneoencefálica
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SÍNDROME POSCONMOCIONAL
El síndrome posconmocional denota el estado que surge después de una
lesión de poca importancia en la cabeza y consiste en una combinación de
fatiga, mareo, cefalea y dificultad para la concentración. El síndrome remeda la
astenia y la depresión por ansiedad. A partir principalmente de animales de
laboratorio se ha propuesto que las lesiones axónicas sutiles con desgarro, o
ciertas alteraciones bioquímicas indefinidas, intervienen en el desarrollo de
estos síntomas cognitivos. En el caso de un traumatismo moderado o intenso
siempre se presentan cambios neuropsicológicos como dificultad en la
atención, en la memoria y otras deficiencias cognitivas que algunas veces son
graves, pero muchas de las deficiencias identificadas en las pruebas formales
carecen de importancia para las funciones diarias del individuo. Las
puntuaciones de los estudios tienden a mejorar con rapidez durante los
primeros seis meses después del traumatismo y posteriormente mejoran con
mayor lentitud durante años.