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Queridos hermanos:

Una vez más nos hemos congregado en este día, en la Parroquia histórica de San Miguel, para
elevar a Dios el Te Deum por un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, momento inicial
del proceso que unos años más tarde nos permitiría ser una nación independiente.

Gratitud y alabanza a Dios por los dones recibidos, se enlazan con las súplicas y los buenos
deseos que apuntan al futuro.

Más de doscientos años han transcurrido ya desde esa fecha. Cada etapa vivida por nuestra
joven nación ha estado signada por esa lucha espiritual entre el bien y el mal que atraviesa toda
la historia de la humanidad.

Esa lucha espiritual entre el bien y el mal que se manifiesta en primer lugar en el interior de
nuestros corazones y desde allí se proyecta hacia la vida social.

Estas fechas Patrias nos ayudad a recordad a todos que es indispensable abrazar nuestra
vocación ciudadana sin perder de vista el horizonte de la eternidad. Para construir una patria
como la que soñaron nuestros antepasados es necesario encontrar puntos de referencia sólidos,
siendo el más firme de ellos la persona y el Evangelio de Jesucristo.

En tiempos de crisis no tan lejanos los obispos de Argentina ofrecimos a nuestro pueblo una
oración, que dirigiéndose a Jesús como “Señor de la historia”, le decía en primer lugar “te
necesitamos”. Prescindir de Jesús, prescindir de la ayuda divina, no es un signo de libertad y
madurez, sino lo contrario. Alejándose de su Creador y su Ley eterna la convivencia fraterna se
hace más difícil aún, y se corre el riesgo de que se instaure la ley del más fuerte.

Estamos convencidos y la historia nos lo demuestra que cuando el hombre prescinde de Dios
necesariamente termina enfrentando con el hermano. Por eso quisiera recordarles en este día
brevemente algunos de los valores contenidos en esta oración.

La “Pasión por la verdad” es una exigencia irrenunciable. Sólo la verdad nos hace libres, y es
necesario que se asuman y reconozcan con realismo todas las situaciones existentes. Es fácil
engañar a los demás e incluso puede suceder que nos auto engañemos, no mirando de frente las
situaciones que ocurren. Pero estas salen a nuestro encuentro, exigiendo una respuesta. No
podemos cerrar los ojos y no darnos cuentas de que hay muchos argentinos que sufren distintas
formas de pobreza, a quienes la vida diaria se les hace pesada y que conviven con la
incertidumbre sobre el futuro económico y material de su familia, así como sobre su futuro
laboral.

Pasión por la verdad significa apertura de mente frente a los fanatismos y las ideologías que
cierran y esclavizan, a veces yendo de modo directo contra la experiencia real.

Unido con lo anterior, la oración pide a Jesús que nos enseña a “Amar a todos sin excluir a
nadie”. Nos duele profundamente que en nuestra Patria haya aún muchas situaciones de
exclusión. A las ya conocidas por todos, viene a sumarse una nueva y grave forma de exclusión:
la de privar a los no nacidos del derecho a vivir. No podemos dejar de recordar en este
aniversario de la revolución de Mayo que nuestros próceres lucharon por la libertad e igualdad
de todos los ciudadanos. Esta igualdad que abarca a los no nacidos, está basada en la
pertenencia a la misma raza humana y completamente fundada en los datos de la genética
moderna y es reconocida por nuestra constitución. No es yendo contra la verdad como
podremos construir una Nación grande. Y no es una auténtica expresión de libertad la que
reclama el derecho de disponer la vida de otros.

Otros son los desafíos y las verdaderas deudas de la democracia para con los argentinos del
presente y del futuro, y cada uno de nosotros, desde su lugar, debe procurar defender la vida de
todos y hacerla cada vez más digna.

Es necesario, por lo tanto, que el Señor nos conceda vivir “aborreciendo el odio y construyendo
la paz.” La paz solo puede construirse desde la aceptación de todos y desde una búsqueda
continua y concreta. El Papa Francisco comentando la bienaventuranza “Felices los que tienen
hambre y sed de justicia, porque serán saciados”, nos decía que “Tal justicia empieza por
hacerse realidad en la vida de cada uno siendo justo en las propias decisiones, y luego se expresa
buscando la justicia para los pobres y débiles. Es cierto que la palabra «justicia» puede ser
sinónimo de fidelidad a la voluntad de Dios con toda nuestra vida, pero si le damos un sentido
muy general olvidamos que se manifiesta especialmente en la justicia con los desamparados:
«Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la
viuda» (GeE, n° 78)

Queridos hermanos:
Frente a diversas situaciones difíciles que atraviesan muchos argentinos, es necesario que no nos
dejemos abatir por la tristeza o el desánimo. Es cierto que a veces tenemos la sensación de
tropezar muchas veces con la misma piedra. Sin embargo, no dejemos de pedir “la alegría de la
esperanza que no defrauda”.

Alegría y esperanza que son fruto de la gratitud, porque a pesar de las dificultades actuales, no
dejamos de ser una Patria enormemente bendecida por la calidad de su pueblo y con inmensas
posibilidades de crecimiento. Sólo hace falta el compromiso solidario, sin mezquindad de los que
tienen más responsabilidades y más bienes para trabajar por el bien común.

Alegría y esperanza que tienen su fundamento último en la certeza de que María Santísima nos
acompaña. Ella no nos abandona y por eso le pedimos: Nuestra Señora de Luján, Patrona de
nuestra Patria; hoy elevamos nuestros ojos y nuestros corazones hacia tí… Madre de la
Esperanza, de los pobres y de los peregrinos, escúchanos…

Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo. Ilumina nuestra patria con el sol de justicia,
con la luz de una mañana nueva, que es la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre
hermanos.

Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera, y los colores de tu manto, para
contarte que: hoy falta el pan material en muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la
verdad y la justicia en muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan de
Jesús en los corazones.

Te pedimos madre, que extingas el odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que
arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales y derrama sobre nuestro suelo, la
semilla de la humildad, de la comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún Caín
pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con
su sangre nuestras calles.

Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una
misma bandera. Que sufrimos todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina
nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano
digamos más fuerte que nunca: ¡ARGENTINA! , CANTA Y CAMINA!

Virgencita de Luján, Madrecita azul y blanca devuélvenos la argentina, danos Dios y danos Patria.

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

Amén.

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