Antonio Gómez-Chaparro de Luna – Grupo 32 – Derecho Penal
PRIMER CASO PRÁCTICO
A. La consecuencia del principio “nullum crimen, nulla poena sine lege” (Feuerbach) que rige en nuestro derecho penal positivo, que podemos ver en el art. 1.1 CP, impide que se pueda considerar como delito toda conducta que no caiga dentro de las mallas de la ley penal. Esto viene directamente de la teoría de la pena como “coacción psicológica”, es decir, la función motivacional. El principio de intervención mínima se deriva de la especial gravedad de las consecuencias penales, de su carácter de último recurso. La sanción penal habrá de reservarse para los casos en los que sea imprescindible para cumplir el fin de protección de bienes jurídicos Hay que tener en cuenta que el derecho penal tiene carácter subsidiario, fragmentario y se deduce que debe prescindirse de una determinada sanción penal si es suficiente aplicar otra sanción penal menos grave. Esto lo podemos en el art. 208.2 CP en el término “concepto público por grave”. (Que da mucho de qué hablar.) El principio de legalidad establece que la intervención punitiva estatal debe estar regida por el imperio de la ley entendida como la expresión de la voluntad general. Se intenta evitar el ejercicio arbitrario e ilimitado del poder punitivo estatal. Las penas aplicables a los autores de un delito afectan a sus derechos y libertades fundamentales y por tanto es necesario revestirlas de todas las garantías que entraña el principio de legalidad. Los Estados totalitarios atacaron este principio como se puede ver en el art. 16 CP de Rusia de 1926, este fue uno de los primeros códigos en establecer que el juez no estaba vinculado a la ley. Esto también lo podemos ver en el art. 2 CP alemán de 1936. En este caso hay que preguntarse quién es el que determinaba lo que era el “sano sentimiento popular”, que como no, era el poder ejecutivo que se había ocupado de apoderarse del poder legislativo y de dominar al completo al judicial. Las amargas experiencias con la derogación del principio de intervención legalizada han impuesto la vuelta al sistema clásico. Este principio de intervención legalizada se ha convertido en un principio de validez universal a través de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en las Naciones Unidas (art.11). Hoy en España, es tan importante el principio de legalidad que se recoge directamente en la Constitución (art. 25.1). Podríamos comentar que el art. 208.2 CP de 1995 (y actual) está incumpliendo el principio de legalidad ya que no existe garantía criminal al permitir Antonio Gómez-Chaparro de Luna – Grupo 32 – Derecho Penal
al juez decidir arbitrariamente sobre lo que es y no es el “concepto público por grave”.
Este último termino es muy vago, cuando las conductas penales deben ser claras y concretas en las premisas ya que si no se disminuye o se elimina la seguridad jurídica recogida en el art. 9.1 CE, e incumple el principio de taxatividad. Po último debemos hablar de la prohibición de analogía, que hay que entender como forma de aplicación de la ley y no como interpretación, que viene recogido en el art.4.1 CP actual. Ahora bien, en el caso del art. 21.6 CP y que también se puede ver en los art.239.1 y art. 23 CP actual, nos encontramos con las llamadas clausulas legales de analogía, esto es cuando la ley utiliza expresiones destinadas a extender el sentido de los términos legales a supuesto similares, es decir aplican la propia ley dotándola previamente de contenido a través de la interpretación. El art. 21.6 CP, que ahora es el, 21.7 del código penal actual, se ha utilizado en muchas ocasiones para defender la llamada analogía in bonam partem. B. El artículo 4.2 del Código Penal de 1995 trata de explicar las garantías penales, más precisamente la garantía jurisdiccional puesto que se necesita conformidad con las leyes para poder establecer cualquier pena. En este artículo un juez o tribunal juzgan una acción digna de represión, no obstante, no existe ley que interfiera en el asunto por lo que el juez o tribunal tendrán que abstenerse de realizar cualquier medida. A su vez, interviene el principio de intervención legalizada como limitador del poder punitivo del Estado ya que no puede existir arbitrariedad estatal puesto que tiene que estar sometido al imperio de la ley, es decir, no puede tomar sus propias decisiones sin una base jurisdiccional expresa. C. En este caso, se quedará exento de pena puesto que según el artículo 427 del CP de 1995, “quedará exento de pena por el delito de cohecho […]siempre que no hayan transcurrido más de diez días desde la fecha de los hechos”. Según el artículo 426 del CP (actual), la autoridad o funcionario público que admite solicitud de dádiva o regalo para el ejercicio de su función o para la consecución de un acto no prohibido propio de su cargo, incurrirá en una pena de multa de tres a seis meses del triple del valor de la dádiva y suspensión de empleo o cargo público por tiempo de 6 meses a 3 años (art 425 CP). En caso de acto constitutivo de delito se impondrá además la pena de prisión de uno a tres años, multa de seis a diez meses e inhabilitación especial para empleo o cargo público de 10 a 15 años. Antonio Gómez-Chaparro de Luna – Grupo 32 – Derecho Penal
Al particular que entregue la dádiva al funcionario o cargo público se le impondrán las
mismas penas de prisión y de multa que a ellos les correspondan (art 424 CP).