Sie sind auf Seite 1von 3

Re-lectura de las virtudes cardinales en la docencia

Por: Fray Luis Alberto Cáceres O de M

El desarrollo de la práctica docente está encaminado a humanizar, a transmitir


modelos de conducta, conocimientos, aptitudes frente a los retos que se presentan en la
cotidianidad de nuestros estudiantes, potenciando sus principios, sus derechos y sus deberes
a lo largo de su estancia en el sistema educativo. Para lograr estos cometidos es necesario
que los profesionales en educación (docentes) cultivemos ciertas cualidades, aptitudes,
hábitos que van más allá de un aprendizaje teórico y que tiene como fin potenciar nuestro
Ethos personal en el Ethos profesional docente, ser un reflejo de las convicciones profundas
a la hora de desarrollarla en la cotidianidad de nuestra profesión, porque cuando realizamos
nuestro ser docente se refleja nuestro ser personal, no son dos cosas indistintas, según sea la
calidad de nuestra humanidad se visualizará en nuestro trato con los estudiantes, y nuestros
compañeros.
Estas convicciones profundas, operacionales, cualidades, valores, requerimientos
son también llamadas virtudes (del Griego: αρετή disposición o capacidad operativa
específica para algo) que tienen su origen en la filosofía platónica desarrollada por
Aristóteles y ampliada por la patrística y la teología medieval y posteriormente en la
teología católica. Sea como fuere en nuestro actual orden de cosas y pensamiento, en
nuestro mundo globalizado y mercantilista donde la des-humanización asumen los rasgos
de narcisismo intelectual y autismo práctico (Acosta, R. Reflexiones de un educador…)es
necesario o casi urgente volver a retomar el tema de virtudes en nuestro quehacer, en
nuestro haber y en nuestro ser de docentes, ya que en el cultivo y en la posterior práctica
podemos re-encontrar nuestra motivación primera de ser educadores de conciencias,
educadores de nuevos profesionales y nuestro fin último nuestra propia humanización
(Ibáñez-Martín, J.A.).
Retomando el enunciado de nuestra reflexión, leemos: virtudes cardinales en la
docencia, ¿qué significa tal expresión? ¿Por qué virtudes cardinales? Ya hemos explicitado
el tema de virtud a nivel general, y su importancia en la práctica de las diversas profesiones,
pero en la docencia un tanto más solemne y necesaria. Se llaman virtudes cardinales a
cuatro virtudes humanas que engloban o asumen otras virtudes a su alrededor, sirven de
bisagra, de base para el perfeccionamiento de la voluntad en búsqueda del bien superior,
cardinales nos remontan a puntos cardinales desde donde cualquier ser humano se ubican,
una posición geográfica determinada, son fundamentales, y por analogía llamamos virtudes
cardinales a la prudencia, fortaleza, justicia y templanza que desempeñan un papel
fundamental en la vida del hombre, para Altarejos estas cuatro virtudes se pueden agrupar
en dos bloques: las que se consideran básicas aquí entran la fortaleza (Virtudes de
resistencia) y la templanza (virtudes de la moderación), por un lado, y por otro las
consideradas superiores donde aparecen la justicia y la prudencia. Estas cuatro virtudes,
configuran la deontología docente en el ejercicio de su Ethos profesional.
La función propia de las virtudes entorno a la fortaleza (resistencia) es dar
motivaciones intrínsecas para afrontar el quehacer educativo donde entra en juego su
desarrollo profesional ente la pared de los resultados prácticos de los estudiantes que no se
ven a simple vista, que dan la sensación que no estás haciendo nada en especial, por ello
debe cultivar tres virtudes, consideradas por el Aquinate “partes potenciales” la abnegación
(virtud que se opone a la ambición excesiva y a la presunción), la constancia (que tensa el
ánimo hacia algo distante y alejado) y la paciencia (hace que el docente persista en el
empeño y se sostenga en la empresa iniciada, pese a las adversidades externas y al
desánimo interno).
Las virtudes entorno a la fortaleza requieren de un respaldo que las sostenga de
ámbito más individual, estas son las funciones de la virtud de la Templanza (moderación)
que conlleva otra triada de virtudes la humildad (virtud que consiste en que el hombre se
tenga por lo que realmente es) no son los fracasos quienes determinan la vida del docente
son sus fuerzas necesarias para emprender de nuevo el camino sin perder su propio ser en el
ejercicio de la docencia, la estudiosidad virtud que lleva a concretar al docente que su
conocimiento es inacabado que debe siempre estar en la búsqueda y afán de aprender para
enseñar es necesario el cultivo de la investigación, sobre todo en nuestra época
contemporánea donde los cambios epistemológicos, científicos y tecnológicos varían cada
segundo y por último la tolerancia ( modera la agresividad o ira de los impulsos por
alcanzar metas y bienes arduos). Quedan así explicitadas las virtudes que sustentan la
enseñanza, el soporte elemental de la acción docente.
Las virtudes superiores se le consideran así porque son pertinentes al mismo acto
de enseñar, definen por igual su Ethos profesional, llevan por tanto a la realización del ser
humano que es docente, ellas son la justicia y la prudencia (madre de todas las virtudes, el
norte de todo el obrar ético y moral de la humanidad). Las virtudes entorno a la justicia en
el desarrollo educativo del docente que modelan su relación personal con el tú (estudiante)
son: la equidad, la veracidad y la rectitud , con respecto a la primera reafirma el trato
personal con los alumnos desde su condición personal, la segunda es a nivel del
conocimiento que profesa y comunica y la última es la realización práctica de la justicia
donde el docente tiene la función de otorgar lo que corresponde y corregir lo indebido en su
quehacer diario frente a sus estudiantes sin excepción. Por su parte las virtudes entorno a la
prudencia, aquella facultad de captar de una sola ojeada la situación imprevista y tomar al
instante una decisión, están la perspicacia (aquella capacidad de improvisación flexible
pero recta y prudente) en la cotidianidad de las realidades educativas esta es una virtud muy
necesaria y por último la docilidad definida como la aptitud de adquirir buenas opiniones
de los demás, implicando una capacidad de escucha, el saber-dejarse-decir-algo (Pieper).
Todo este bosquejo de virtudes ennoblecen la práctica docente, el cultivo de ellas y
la puesta en obra llevarán a poner en balanza nuestras verdaderas motivaciones a la hora de
asumir el riego de ser profesionales en educación: reto, valentía, rectitud ante las demandas
de las nuevas generaciones quienes están para valorar las exigencias de nuestro Ethos
humano y profesional, ante las dificultades, volver a empezar y ante el cansancio, el deseo
de superación desde la fortaleza, templanza, justicia y prudencia, verdaderas virtudes
cardinales de nuestra Ethos docente.

Das könnte Ihnen auch gefallen