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Si bien es cierto que, autores como Cabanellas (2001) refieren como antecedente lejano a las
primeras formas de asociaciones profesionales y sus diversas expresiones históricas
(corporaciones primitivas, sodalites y collegias, colegios romanos, agrupaciones de artesanos,
mercaderes y otras formas de asociacionismo profesional), en realidad la libertad sindical es
consecuencia de la llamada Revolución Industrial, el cambio del sistema productivo y sus
consecuencias.
Corolario de lo anterior, esa libertad sindical incipiente deja de ser un delito, para merecer el
interés del Estado y convertirse en un derecho cuyo último estadio evolutivo será su
reconocimiento en instrumentos internacionales como un derecho humano fundamental (De
Freitas, J., 2008).
Se discute que en América Latina, este esquema no necesariamente se reprodujo con exactitud.
Julio Godio en su obra intitulada Historia del movimiento obrero Latinoamericano refleja muy
bien las posturas ideológicas que marcaron el origen y desarrollo del movimiento obrero frente
a lo cual la mejor conclusión sería que si bien es cierto, la influencia ideológica se recibe del
extranjero, no necesariamente ello implica correspondencia fáctica respecto de los hechos que
marcaron el esquema evolutivo europeo.
No está claro por tanto, que en Latinoamérica existiere esa correlación directa del esquema
antes expuesto, máxime habiendo países donde la protección normativa laboral y el enfoque
del Estado Social no son propiamente un asunto de demanda sino de incidencia ideológica (De
Freitas, J., 2008).
Destacar por último que la libertad sindical corresponde a un derecho humano esencial,
reconocido al máximo nivel, a saber, constitucional, en armonía con los tratados vigentes en la
materia que también están en dicho rango y por tanto gozan de supremacía. Así, la libertad de
asociación, en materia sindical, con todas sus demás propiedades asociadas, como negociación
y autotutela, reviste la mayor importancia para la defensa de los legítimos intereses de los
trabajadores y ello se enmarca en el corpus juris de los derechos humanos, como inherentes a
la naturaleza del hombre por el solo hecho de ser tal. Ahora bien, pese a ser un derecho humano
básico, reconoce límites como todos los demás, ya sea en cuanto a su alcance o bien por colisión
con otros derechos fundamentales. Destacar que si bien existe discusión y resulta difícil
establecer si es un derecho humano de primera o segunda generación, y de ser o no un derecho
social más que civil o político, ello no obsta a que sí corresponde sin dudas a un derecho de
cumplimiento inmediato de los estados parte del pacto respectivo.