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Marzo 2018
Ruth Morales
Cambio de Realidad
Por Ruth Morales
Nº 5. Marzo 2018. España
© Ruth Morales
contacto@cambioderealidad.com
El equipo de C~instinto
CONTENIDO
(Haz clic en el título de cada artículo para ir directamente a este)
Dinero
El dinero es lo que mueve el mundo .......................................................... 10
Todo sobre el dinero .................................................................................. 18
Mi experiencia con el dinero ..................................................................... 20
Tendencias
Las tendencias son los aires del futuro ..................................................... 54
Pensar en lo que se dice ............................................................................ 58
La libertad de expresión ............................................................................ 61
De nuevo en un lugar de Europa ............................................................... 63
Excelencia
La comunicación empieza por la palabra ................................................ 104
Usar los medios de contacto con excelencia ............................................ 113
Comunicación entre la empresa y el cliente ............................................ 117
De lo bueno, lo mejor
De lo bueno, lo mejor es un estado emocional ........................................ 131
Historias
El niño que preguntó. La mujer guapa .................................................... 139
C~instinto
La revista del siglo XXI
Todo lo que se vaya extrayendo de este documental irá también para esta
revista, con lo que incluiré otros formatos de contenido. Es por eso por lo
que, a partir de la siguiente publicación, la entrega de la revista será bi-
mensual. El siguiente número saldrá en el mes de mayo y será señalado
como Revista nº6. Abril-Mayo.
Muchas gracias, una vez más, por estar aquí y recibir con agrado esta
revista, la cual escribo con mucho placer, cada vez mayor al poder abar-
car cualquier cosa posible, sin reglas que atender, excepto, la excelencia.
http://eepurl.com/c7jB71
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El dinero es
lo que mueve
el mundo
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Si no es el dinero,
¿qué otro motor
mueve este mundo?
Ya sé que este título puede chocar y choca. Las personas no estamos acos-
tumbradas a reflexionar sobre “lo que siempre se ha dicho”, es decir, sobre
la vida tópica, llena de frases que decoran la historia de la realidad, frases
que han pasado de pueblos a otros pueblos, de generación tras generación
mientras nadie se para a pensar en la frase en sí, dado que, de tanto oírla,
nos parece una genialidad y quizá pensemos que “algún genio del pasado o
de nuestro momento histórico”, como puede ser un literato, un tertuliano,
un experto en arte y/o en historia, un erudito, un filósofo o cualquier otra
persona con autoridad reconocida, ya ha pensado en el significado de di-
chas frases vacías y por tanto, no hay nada más que hacer ni que decir,
pues ya lo hicieron otros por nosotros.
¿Cómo vamos nosotros a cuestionar una idea que lleva con el ser humano
toda su vida? ¿Cómo vamos a estudiar una idea si ya lo han hecho quienes
son mejores que nosotros, los eruditos?
¡Imposible!
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Quiero decir que el dinero está detrás de cualquier acto humano, incluso en
los sentimientos.
Todos sabemos que esto es así, sin embargo, como la mayoría ve y siente el di-
nero como algo malo, pecaminoso, contagioso y más adjetivos peyorativos, ne-
gamos cualquier afirmación que eleve al dinero a otro estatus que no sea el más
bajo y corriente de nuestra realidad.
Sin embargo, el dinero es maravilloso. Sin él no podrías estar leyendo esta re-
vista, aunque sea gratuita. Yo no podría estar escribiéndola precisamente por-
que es gratuita.
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El dinero es
lo que mueve
el mundo
Cuando no tienes tiempo para hacer “lo que quisieras hacer” es porque no
tienes dinero suficiente para tener ese tiempo libre. Si tienes hijos peque-
ños y no puedes hacer “lo que quisieras hacer”, significa que no tienes di-
nero para contratar a alguien que se encargue de tus hijos para poder hacer
eso que quisieras hacer.
Si lo que “quisieras hacer” es pasar todo el tiempo del mundo con tus hijos,
no tienes que contratar a nadie, pues eso es lo que quieres hacer.
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Para poder vivir (comer, beber agua y tener un techo o abrigo) hay que
tener dinero. Si no lo tienes, alguien que tenga dinero, te dará de comer,
de beber y te ofrecerá techo.
Si no comes, no bebes agua y no tienes abrigo, no estarías viviendo sino
muerto.
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Cuando tú te vas a trabajar y no tienes quién cuide de tus hijos, o bien con-
tratas a una persona para que lo haga o bien los llevas a la guardería.
Acaso los cuidan unos familiares, como tus padres o suegros y estos tienen
que tener tiempo libre para dedicarse a tus hijos, lo que es igual a decir que
tienen que tener dinero para poder tener ese tiempo para dedicarse a tus
hijos.
¿Es esto acaso gratis?
La búsqueda del amor produce consumo y para consumir algo, hace falta
dinero.
Por mucho que pensemos que el amor es algo puro y que no necesita de
ninguna transacción, como el dinero, nos estamos mintiendo y no solo eso
sino algo más grave, porque el acto de mentirse requiere de la actitud de
querer hacerlo. Lo grave es que no nos mentimos porque no nos hemos
cuestionado nada. Sencillamente estamos actuando como autómatas, sin
reflexionar y como si con un mando a distancia nos manejaran.
El dinero es por tanto, la forma que ha tomado el servicio entre los seres
humanos, llamado transacción, para poder vivir.
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Por eso, quien ama el dinero sabe que cada vez que hace una
transacción con él, está generando riqueza.
Hay ricos miserables y hay personas no ricas, generosas y amantes del di-
nero. También hay muchos ricos generosos, quienes hacen del mundo, un
mundo mejor.
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Estas últimas son las personas que aman el dinero y que suelen ser exce-
lentes en su día a día. Son alegres, saben disfrutar y sobre todo, hacen dis-
frutar al otro, lo cual significa que son personas con las que estás a gusto.
Observa la vida como si llegaras aquí por primera vez, como un extraterres-
tre que no tiene ningún prejuicio, pues no sabe nada. Y luego, reflexiona.
Esto nos hace ser más empáticos y comprensivos con nosotros mismos.
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¡Piensa!
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Tenía mucho tiempo libre, como mínimo doce días al mes, que
normalmente se convertían en quince, con lo que estaba la mitad de cada
mes sin trabajar.
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LAS INVERSIONES
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Ganar por necesidad, perder por obligación, como decían nuestros abuelos.
Eso es lo que cuento en este cuaderno y no solo cuento esto sino que expli-
co el cómo y la razón por la que no seguí en esta operativa de inversiones
casi sin perder dinero.
Fue una comprensión mayor la que tuve, comprensión que no tienen quie-
nes siguen ahí. Pude ver mucho sobre el ser humano y si bien estos cono-
cimientos no me aportaron dinero, me aportaron lo que hoy tengo y soy.
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“Justo ese estado de búsqueda era el que me estaba impidiendo ser yo misma”.
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packemprendedorinmobiliario.es
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ZWEISTEIN
De las situaciones futuras que tendremos que resolver en esta era por cono-
cer a nuestros otros yoes.
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¡Sé tú mismo!
Por Zweistein
Premio Nobel al Sentido Común
Evento multitudinario
en Reungrado,
Pyongyang,
Corea del Norte
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Encontré a Zweistein nada cansado, tal vez exaltado, dada la gran acogida que
tuvo su encuentro en forma de evento en uno de los mayores estadios del
mundo, en Corea del Norte, el estadio Reungrado Primero de mayo, en el que
quedaron cientos de miles de personas fuera y que Zweistein acogerá dentro
de ocho meses en Europa, según sus declaraciones a los medios de
comunicación coreanos.
Las calles se cortaron, los aeropuertos se colapsaron, así como las vías aéreas,
dando lugar a retrasos importantes, ya que el mundo entero quería
presentarse en Pyongyang, tan solo para oír las palabras que el genio más
inteligente del mundo pronunciaría sobre la inminente como presente Era de
los Idiotas.
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Una hora después de estar grabando, tanto a Casimiro como a mí nos dio la
impresión de que estábamos haciendo un montaje, pues en ese lado del gran
estadio se congregaron — no supimos nunca la razón—, la mayoría de los
espectadores orientales, coreanos, vietnamitas, japoneses, tailandeses y chinos,
con lo que teníamos la sensación de que no pasaba el tiempo, de que la escena se
repetía y que siempre eran los mismos, dadas sus características físicas que, para
quienes no las tenemos, nos resultan similares.
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¡Zweistein!
“Creo que con estas fotos ya tenemos suficiente para el reportaje. ¿Entramos?”
Propuso Casimiro.
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Teníamos una cita al día siguiente con Zweistein en una habitación suite del hotel
donde se estaba hospedando, habitación reservada por la organización para tal fin.
Sin embargo, llegada la hora de la reunión, su secretaría nos abordó para pedirnos
que esperáramos sentados en un banco del parque que se hallaba a espaldas del
gran hotel.
Nos advirtió que Zweistein iría de incógnito, que vestiría un abrigo de pelo en
degradado de colores con pantalones de pitillo y zapatillas de deporte.
—Pero aún asi será reconocido —alegué yo mismo—. La calle está abarrotada de
gente en espera de verlo.
—No, ahí está el truco —respondió la secretaria—. Irá con una careta de oriental.
—Ya lo entenderán. Si se pone una careta de otra raza, todos se darían cuenta de
que se trata de él.
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Ninguno de los dos supimos nunca a qué se refirió con aquello que se le había
escapado. Tal vez se fue tan lejos que nosotros ni siquiera lo pudimos apreciar.
Los dos nos levantamos ante la señal de la secretaria de que nos apresuráramos a ir
hacia el parque. En nuestro camino, Casimiro me dijo:
—La verdad es que ahora que lo pienso, a un oriental de estos no les hace falta
una careta de ellos mismos, con llevar un espejo delante de su cara les basta.
Yo lo miré enfadado.
—Y si llevan un espejo ante la cara, ¿cómo van a caminar por la calle? ¿O por
ejemplo, conducir? ¿Cómo esperas que conduzcan con un espejo en la cara? —le
increpé, harto de sus comentarios tan simples.
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Casimiro calló y siguió andando siempre un paso detrás de mí hasta el banco del
parque que tenía una señal secreta que Zweistein había ordenado colocar, para que
supiéramos que ese era el banco donde nos iba a conceder la entrevista.
“En pocos minutos iba a estar frente a Zweistein”. No me lo podía creer. “La
entrevista más importante de mi vida”.
Los minutos siguientes nos parecieron horas. Mi miedo crecía, sobre todo me
asustaba el hecho de que las personas que estuvieran en el parque reconocieran a
Zweistein y nos arruinaran la entrevista.
“Eso no puede ser”. Pensé yo, Máximo Simplicio. “No puedo volver a la
redacción con las manos vacías. El jefe me mata”.
—No entiendo. ¿Por qué no nos habrá recibido en la habitación del hotel? ¡Qué
ganas de complicarse la vida! —exclamó sin quitar la vista de su aparato
fotográfico, con grabadora de sonido incluida, a la que había que enchufarle un
micrófono.
Yo lo miré con cierta lentitud y con bastante torpeza. Suspiré, dando a entender
que yo mismo me estaba haciendo la misma pregunta.
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—No sé —respondi en baja voz, como si algún coreano fuera a oírnos—. Tal vez
quiera coger aire y refrescarse un poco.
—Pero, ¿cómo piensa coger aire con una careta de coreano? —dijo muy seguro
mientras yo lo miraba con reproche o admiración—. ¿No crees? ¿Qué aire puede
entrar por esos agujerillos horizontales que le servirán de ojos?
Y continuó diciendo.
—Tal vez el aire le entre por la boca o por los orificios que hagan de nariz pero lo
mismo, después de todo su discurso de ayer en el que no paró de hablar, más este
aire oriental que no se sabe si te hiela o si te está quemando, se agarra un
constipado de aúpa.
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Yo tuve miedo de que nos asaltaran pensando en que los transeúntes creyeran que
ahí se encontraba una mujer ricachona luciendo sus mejores joyas, y me dispuse a
mirar a nuestro alrededor en señal de precaución.
—Ya sé que debería haber escogido una máscara de mujer pero resulta que,
además de que era más cara, la que quedaba era de la abuela china, una que me
recordaba a las barajas de las familias del mundo con las que jugábamos en casa y
no pegaba con el atuendo que ya había comprado. ¡Este! —arguyó, señalando su
porte y mostrando su abrigo y zapatos.
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Pudimos notar dos moldes a modo de prótesis que el genio de Zweistein se había
colocado en ambos pechos, seguramente sujetos por un sujetador de su secretaria o
de su madre, la de Zweistein, ya que vivía con ella y con su hermano menor.
—Sr. Zweistein —se atrevió a decir Casimiro—. ¿No cree que disfrazado de esas
manera será peor y que levantará sospechas? Toda la ciudad sabe que está usted
aquí y..
—No —interrumpió riéndose Zweistein—. Las personas son muy simples. Jamás
pensarían que un premio Nobel pudiera disfrazarse de esta manera. Además, aquí
están en época de Carnavales, con lo que pasaré desapercibido aún más.
Casimiro miró a todos los lados, en busca de algún coreano disfrazado, pero no
encontró a ninguno. Yo me quedé intacto, ante Zweistein, sin quitar la vista de él.
Pero hice acopio de mi gran profesionalidad, tosí varias veces, carraspeé tres
veces, saqué un bolígrafo y un cuaderno de mi cartera, como un profesional,
mientras le hacía señas a Casimiro para que encendiera la cámara.
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—No lo creo. Siempre se quejó de que mi embarazo fue el peor que tuvo, es decir,
que le dio por tener pesadillas, ciática, malestares varios y fobia por ciertos olores,
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Al final, mi padre, que siempre tenía respuestas para todo, tuvo un ingenio, que
fue ponerme el nombre de mi abuelo pero cambiando las primeras letras Zwei, que
significa “dos” en alemán.
—Entonces y de algún modo, si usted tuviera un hijo o sobrino e intuyera que iba
a seguir la saga de genios, ¿lo llamaría Dreistein? —se aventuró a preguntar
Casimiro, aún a sabiendas que eso me molestaba muchísimo.
—La verdad es que no creo que eso pueda hacerlo. Es un nombre confuso, suena a
pueblo o a Frankestein, no sé, quizá esté ya reservado también.
—Yendo al asunto que nos interesa, Sr. Zweistein —interrumpí yo—. ¿Qué sintió
cuando se dio cuenta de que usted había descubierto el principio de una era y el
final de la que estamos? En realidad, ¿influyeron los conocimientos de su padre,
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su infancia, sus tantos años de estudios o algún detalle más para llegar a esta
conclusión que cambia el rumbo del mundo?
—¡Mmm! —titubeó—. Digamos que sentí un gran alivio al darme cuenta de que
por fin podía entender al ser humano.
“Toda la vida buscando la inteligencia humana y por ahí no era el camino. Tenía
que buscar la estupidez para encontrar el camino”.
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Cada vez que pensaba en ese pensamiento más emocional que racional, Zweistein
no podía reprimir las lágrimas de alegría y de propósito mayor por haber nacido.
Él, que nunca había creído ni en Dios ni en la Virgen, miraba siempre al cielo para
dar las gracias al gran Maestro, a quien estuviera allá arriba, aunque sabía que no
había nadie.
Eso hizo, mirar al cielo ante nosotros mientras ese gesto hizo que el micrófono que
estaba sujeto a su sujetador se moviera, desplazando hacia la izquierda una de las
prótesis de plástico o de goma que hacían de pecho.
Esta vez tuve que carraspear otra vez para comprobar que seguía teniendo voz
para poder continuar con la entrevista.
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Zweistein quedó un rato pensativo, al menos eso fue lo que pensamos nosotros, ya
que nos resultaba imposible ver su cara.
—Resulta que si tantos científicos y gente erudita que nos han dejado tantos
conocimientos, no han llegado a nada sino a extender el propósito de la realidad en
lugar de encontrar de dónde venimos, quiénes somos y adónde vamos, yo decidí
hacer lo contrario: no pensar en ello.
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—También me ayudó mi falta de vista, que ha hecho que tenga que esforzarme en
comprender siempre más allá de donde todos comprenden. Como no veo bien,
dejo que otros sentidos me hablen. Creo que al final fue un compendio de muchas
cosas.
—¿Cómo podemos entender nosotros, como personas corrientes que somos, ese
algoritmo por medio del cual usted llegó a este descubrimiento? —quise saber yo.
—Estará todo en el “Tratado del Idiota”. Lo estoy haciendo ahora ya que le tengo
que dar un giro a la explicación para poder llegar a todos. Ese es mi propósito
actualmente.
—¿Cree usted que todos podremos comprender lo que ese tratado encerrará?
—No. Para nada —aseguró Zweistein—. Pero todos creerán haberlo entendido.
Ahí reside la cuestión de esta gran era.
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—Y la comunidad científica, ¿qué opinan ellos sobre usted, una persona sin
estudios ni conocimientos, que ha llegado a este maravilloso descubrimiento?
—Algunos me apoyan, pero son pocos. Son estas personas que ya se han dado
cuenta de que están rodeados de idiotas. El resto sigue haciendo algoritmos y
estudiándolos, a ver si pueden desbancar lo que yo he demostrado, pero no se dan
cuenta de que en ese proceso me están dando continuamente la razón, con lo que
es como tener a miles de personas trabajando gratis para mí y para mi causa, mi
propósito.
—El “Tratado del Idiota” será un éxito pues todos lo comprarán para ver qué
idiota es su vecino o el presidente de su gobierno. Será como un libro sagrado que
estará en las estanterías de todos los salones del mundo y que reposará detrás de
alguien ilustre a quien se esté entrevistando.
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Zweistein y el mundo
abstracto de los otros
yoes.
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Dentro del estudio de Zweistein que le llevó a ser galardonado con un pre-
mio hecho a su medida, el del Sentido Común, observamos un tema que
está en auge y que viene a darnos una respuesta aclaratoria, además de un
ejemplo a la vista de todos, de cómo esta era ya empezó y está echando raí-
ces.
En cada nivel, el alumno tenía que aprender que existía otro plano de expe-
riencia, es decir, el mismo Zweistein no estaba viviendo ese plano, sino que
era otro yo, no tú, lector, sino el otro yo del que recibe el taller, en este ca-
so, Zweistein.
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“¿Para qué voy a venir aquí, ponerme en una posición que me provoca
agujetas, cerrar los ojos, oír una letanía que duerme para invocar a otros
yoes cuando yo estoy aquí, al lado de otros humanos que ni siquiera co-
nozco porque no me preocupo en conocerlos?”
Al salir de ese primer nivel del taller que abandonó a la mitad, Zweistein ya
predijo la cantidad de yoes a los que el ser humano de la Era de los Idiotas
tendría que conquistar o con quienes tenía que ponerse de acuerdo.
“¡Con la cantidad de problemas que tiene el ser humano del siglo XXI in-
tentando parecerse a lo anormal, pues lo anormal es tendencia y la gente
se pone a buscar otros yoes!”
Y, como surgen estas casualidades de la vida, fue pasando por delante del
establecimiento donde se impartía el taller en cuestión, cuando se topó de
bruces con un asistente, justo el que le había tocado al lado de él y que, a
tenor de su aspecto, salía con peor cara que como entró.
Zweistein hizo gala de su habilidad social y al final consiguió que dicho su-
jeto participara como testimonio directo y vivo del capítulo “Los otros
yoes”, del Tratado del Idiota.
Les dejamos con una imagen que resume lo que ese tratado contiene y que
puede cambiar el giro del mundo. Eso sí, no se sabe si a ser más inteligen-
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tes o a ser más idiotas, pues, como asegura Zweistein, a veces, el ser hu-
mano tiende a entender lo contrario de lo que se le dice, con lo que la evo-
lución a la que estamos destinados, da una vuelta o cambia de dirección.
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Anónimo
“Me puse a meditar para encontrar una solución a mis recientes problemas económicos,
cuando me vi con todos mis YOES de golpe: el consciente, el cuántico, el mental, el
original, el emocional, etc…
¡Ni en una manifestación para pedir subidas salariales había visto yo tanta gente junta
como la que había en el entorno de mi meditación!
Todos me hablaban al mismo tiempo y claro, entre tanta gente, no pude reconocer al que
tenía que responder a mi pregunta : mi YO financiero, el nuevo YO que me dijeron que
existía en el curso que acabo de hacer en un retiro espiritual y consciente, lejos de mi
casa.
¡Ojalá sea este el último YO, porque no me va a dar tiempo de conocerlos a todos en esta
vida y tendré que volver a nacer para presentarme a cada uno de ellos! Ya me da pereza
con solo pensarlo.
Por lo que salí de la meditación sin haber entablado relación con mi YO financiero, dado
que, al ser novato, se mostró tímido, permaneciendo en la sombra de los otros YOES, tan
animados hablando.
Y así me pasó el otro día, que quise preguntar a mi YO emocional una cuestión
sentimental y me contestó el YO original, que no tenía ni idea de lo que le estaba
hablando y por seguir sus consejos, tuve luego un conflicto gordo con mi pareja, con mi
jefe y con mi cuñado...”
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Si juntáramos las tendencias del pasado en todas las áreas de la vida dentro
de nuestro país o cultura, nos daríamos cuenta de que han dado lugar al
futuro, a este momento presente.
Algunas son avisos que no dejan huella sino que pasan como brisas por
nuestra historia.
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Esto es una prueba más de que el ser humano está perdiendo los puntos de
referencia, dado que la esperanza de vida se alarga, lo que significa que
tener 16 años hoy, corresponde a lo que habría sido un bebé de hace 50
años, que no es consecuente con lo que hace ni dice.
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A las personas nos encantan las frases que pronuncian otros y por eso se
nos quedan grabadas en la memoria, para volver a pronunciarlas por
nosotros mismos, cuando sea el caso.
Esta frase es simple y lógica, además de popular. Sin embargo, hoy, como
marca de nuestra historia mundial, podría ser la que mejor defina el
momento presente.
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Sin embargo, como todo concepto debe ser definido y sobre todo,
actualizado, además de ser comprendido por todos.
¿Dónde está el límite de la libertad de expresión?
¿En la educación?
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¿Qué es un insulto y hasta dónde podemos llegar para que ciertos actos
sean penalizados o considerados fuera de todo orden?
Una cosa es dar nuestra opinión (siempre cuando esta opinión te sea
pedida, por educación básica) y otra cosa es insultar a alguien de manera
pública.
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En estas dos semanas había estado caminando por las calles, había
tomado el autobús después de muchos años de no usarlo. También había
bajado a los sótanos del metro y se recorrió la ciudad por debajo, en hora
punta y en horas de alto riesgo también.
También paseó por un parque, donde casi fue arrollado por múltiples
artilugios, los cuales, afortunadamente, pasaron rozándole. Ese día, el del
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Pero, lo que ya hizo que estuviera dos días encerrado escribiendo, fue su
visita a un centro comercial de 4 plantas, las que recorrió tranquilamente
para no perderse ni un detalle. Nuestro señor joven escritor convino en que
había tenido demasiada información en poco tiempo y que esta era difícil
de plasmar en palabras elegantes sin que resultaran petulantes.
Sin embargo, ese día se acostó soñando con gente que iba y venía, gente
que gritaba, gente que reía, gente que también vivía, como él.
Y tuvo que darse una ducha a las cinco de la mañana para retomar la
escritura durante un día más, sin ver la luz del día.
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—¿Dónde es el mejor sitio por aquí cerca para comer? —le preguntó a
nuestro señor joven escritor.
—No conozco casi nada. He llegado hace una semana y todavía me estoy
poniendo al día con el trabajo. Aquí es diferente —respondió ella.
—¿Vienes a comer con nosotros o has quedado con alguien? —le propuso
el joven escritor.
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Había sido real. Lo más impactante es que se dio cuenta de que lo que él
había sentido era común al resto de seres humanos. Era un sentimiento de
ahogo, de no querer estar donde estás, de falta de libertad, de ahí que el
sentimiento fuera de ahogo, de no poder ser él mismo, respirar, hablar,
sonreír, escuchar, mirar.
No.
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Esa misma tarde salieron antes del trabajo para visitar el gran museo.
Hicieron una pequeña cola y se introdujeron en otro mundo. Él ya conocía
el museo y sus obras, pero era cierto que habían pasado años desde la
última vez.
Pasearon viendo las obras y parándose ante las que más les llamaran la
atención. Ella no habló tanto, quizá asombrada por tanta magnificiencia y
sobre todo, por tanta energía contenida en impresiones de pintura.
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Cuando salieron del museo, ella se encontraba exhausta, mientras que él, el
escritor, estaba lleno de fuerza que necesitaba sacar afuera. Y eso hizo,
nada más llegar a su casa y ponerse frente al ordenador.
La música sonaba quizá un poco alta, según advirtió el señor joven escritor
pero no dijeron nada. Enseguida te envuelves en el ambiente y olvidas el
volumen de la música, pues eres ya parte de ella.
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Una vez más se puso contento porque ya tenía más contenido para su libro.
Este, en concreto, lo trataría con la profundidad y honestidad que merecía.
Esta sensación lo llenó aún más que los dos cócteles que ya había tomado y
su euforia no manifestada aumentó. Se sintió el hombre más feliz del
mundo, el más afortunado en medio de las risas y palabras de sus
compañeros entre la música de fondo, que daban sentido a esa escena.
—Disculpa mamá —le contestó casi en gritos el escritor para que ella
pudiera oírlo perfectamente—. Estoy con mis compañeros de trabajo
tomando algo. No he oído tus llamadas, mamá. ¿Todo bien?
—No hace falta que traigas nada, hijo mío. Ya sabes que aquí hay de todo.
El escritor pensó que el único plan que tenía era su cita con el ordenador y
eso le atraía sobremanera pero también ella lo hacía. La miró con atención
pero con discreción y dijo que sí.
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Sabía que el libro y su pasión por la escritura llenaban cada hueco vital de
su vida pero en ese momento, en esa cena, después de unas cócteles y de un
par de copas de vino y con una mujer delante hablándole de sexualidad,
descubrió otros huecos de su vida pidiendo ser ocupados.
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no puede mostrar ese acoso. No supo qué decir ni qué hacer, con lo que se
dejó hacer y se echó a reír, por no gritar.
Esa noche, nuestro súper joven escritor la pasó sobre la cama de ella,
pasando uno de los momentos más plenos de sus últimos meses, aparte de
la relación con su novela.
Tuvo la sensación de que todo estuvo siempre preparado, pues todo fue
siendo perfecto a medida que el tiempo y las escenas pasaban y se vivían.
Se sentó bien tarde y ya por la tarde ante el ordenador para poder escribir
todo lo acontecido desde el día anterior, pero no se sintió inspirado. Tenía
ganas pero la emoción no le subía como tenía que hacerlo cuando se
sentaba en el ordenador.
Él sabía mejor que nadie cuándo dedicarse a escribir. Su libro era su tesoro
y como tal, tenía que ser tratado.
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Tomó el coche y se fue, bien contento por poder corresponder la falta que
había cometido. En el camino hacia casa de su madre, sonó su móvil. Era
su hermana.
Ya habían pasado casi veinte horas desde que su madre había fallecido, el
sábado por la tarde-noche, justo cuando él decidía cenar con ella y se
dirigía a la ducha.
—Había estado hablando con ella por teléfono y todo parecía normal —le
contó su desconsolada hermana con lágrimas en los ojos—. Y me dijo que
iba a ver el programa de la tele —añadió—. También me dijo que tú no
fuiste a comer porque te habías levantado tarde.
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Pero un mensaje le llamó la atención. Era ella, la mujer con la que había
pasado la noche anterior.
Eso lo sacó de su escena y por ello, quiso oír la grabación que ella había
dejado en su buzón de voz.
Podías haberme escrito aunque fuera un mensaje para contarme qué tal
lo pasaste ayer conmigo o para disculparte por no cogerme el teléfono o
por tenerlo apagado.
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Y una vez bajo el agua, se puso a llorar. Al principio por desahogo y por
impotencia. Luego por tristeza y luego, porque esta tristeza lo llenó de
motivo para seguir escribiendo su libro, el libro que sería un éxito, el del
desamor.
Historia del
desamor
Ruth Morales
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Hay muchas fórmulas para acabar con esto pero comencemos por la más
suave, la cual desvelaré al final de este escrito.
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Tenemos que aceptar y entender que nuestra pareja es una persona que
habita con nosotros (cuando ese es el caso), con sus historias y con su trayec-
toria de vida y que no tiene porqué parecerse a esa persona que te volvió
loco o loca, cuando decidiste vivir con él o con ella.
¿Quién dijo que una pareja tiene que compartir la cama para
dormir?
Si estás en vías de convivir con tu pareja, lo que significa que aún no lo has
hecho, piensa antes en dejar una habitación libre, pero no para los invita-
dos, como antaño, sino para ti, cuando quieras descansar de verdad.
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La palabra nos lo advierte ya, adolecer. No solo adolecen ellos sino tam-
bién sus padres. Es una etapa que los chicos deberían pasar solos o con
otros chicos de su edad. Sin embargo, es la etapa en la que los padres los
vigilan más, por miedo a que el árbol se tuerza, si es que alguna vez quisie-
ron que estuviese recto.
El mayor miedo de los padres es que les pase algo malo a sus hijos, como
podría ser entrar en el mundo de las adicciones, drogas, violencia, etc.
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Perder este punto de referencia es lo que está trayendo muchos males a las
familias y las familias están formadas por personas. Nos confundimos y
entonces entramos en un bucle de conflictos que, además, compartimos
con otros, con el mundo, pues todos nos relacionamos con todos.
Un padre/madre debe dar razones a sus hijos cuando así lo crea con-
veniente y porque le plazca y no por obligación o tendencia del bien.
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Entonces, después de lo dicho, ¿aún nos sentimos mal por ponernos firmes
ante una decisión frente a un adolescente? ¿Nos sentimos mal por no darle
las razones que te está pidiendo que te llevaron a tomar esa decisión?
Los padres del siglo XXI están totalmente confundidos y asustados. Más se
actualizan, menos poder tienen.
Recuerda, tu hijo
Lo que funciona es el sentido común. siempre te juzgará, no
importa desde dónde
Este es flexible, instintivo y gratis. tú hayas tomado la de-
cisión.
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Si este comportamiento
no le gusta a una mu-
jer, es su gusto y su
sentido de la vida, pero
no es el tuyo.
El hombre caballero lo
es por esencia y no por
tendencia.
En estos momentos tan confusos, en donde todo está revuelto, como una
caja de herramientas colmada de metales, es cuando más se ve el brillo del
diamante. Sin embargo, muchos hombres de hoy sienten dudas a la hora
de comportarse ante una mujer. No pasa nada si eres homosexual, bisexual
o cualquiera que sea tu sexualidad. Es una cuestión de esencia, no es malo
ni bueno, es algo que se lleva dentro y que convive con nosotros desde que
fuimos mujeres y hombres, es decir, seres humanos.
Nada de afuera está reñido con los buenos modales, la educación, la distin-
ción y por tanto, la excelencia.
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¡Atención!
El hombre de hoy que se deje llevar por la tendencia, está perdido si
no encuentra su punto de referencia en el colectivo.
Es decir, en la tendencia.
Tenemos todo el tiempo y el espacio del mundo para abarcar todo y más.
Espacio C~instinto
El hombre del siglo XXI
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Hablo de las pequeñas empresas y del que trabaja para sí mismo como
ejemplos de la falta de actitud que les afecta a la mayoría de ellos. Lo veo
con mis propios ojos cada día. ¿A qué me refiero con falta de actitud?
A que no ven las oportunidades que tienen ante sus ojos. El mundo está en
continuo movimiento y ellos están firmes mirando al suelo, haciendo lo
que saben hacer. Esto está bien, porque no todos podemos ver esas
oportunidades, pues, de ser así, dejarían de serlo y no habría oportunidad
de destacar o de salir adelante.
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Pues esas son las aptitudes y la actitud que tiene que tener todo traductor.
No basta con conocer ambas lenguas. El resultado, en este caso, sería una
traducción nefasta, como podemos comprobar en muchos casos.
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Por fin llegó el día del intercambio. Habían pasado dos semanas desde que
nuestra virginal compañera María del Carmen había sido elegida como la
primera lectora del libro que trataba sobre la sexualidad femenina.
María del Carmen ya no calzaba sus zapatos de goma ortopédica que tan-
to se pueden usar con medias como sin ellas, de color marrón o gris rata, pa-
ra ir a misa o para ir al mercado, que van a juego con todo. En su lugar, lle-
vaba unos zapatos de tacón, clásicos, de salón, de los que llevan las mujeres
cuando se sienten seguras y que no necesitan llamar la atención con otros
atuendos a modo de calzado que estén de moda.
María del Carmen saludó como todos los días, como si nada hubiese ocu-
rrido, y se sentó en su mesa, dejando el diminuto bolso a su lado, como si
siempre hubiese hecho lo mismo, en lugar de colgarlo en el respaldo de su
silla sin ruedas.
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Eulalia se dispuso a anotar que ese mismo día había dado lugar el inter-
cambio del libro, con lo que a partir de ese momento, era Manuel quien lo
poseía.
—¡Jaja! —rio Eustaquio—. Para eso no nos hace falta que nadie lo escriba,
los hombres ya nos hemos aprendido todos los alfabetos del mundo.
Y luego añadió.
—Sobre todo tú, Manuel —dijo mientras lo señalaba con el dedo, colo-
cando su espalda recta en el respaldo de la silla con ruedas—, que no paras
de ver todo tipo de guarradas, jaja.
—¡Chicos! —exclamó Eulalia—. Por favor, sed más discretos, que estamos
nosotras delante.
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Eulalia siguió con lo suyo, sin prestar atención a lo que decían sus compa-
ñeros.
Pero María del Carmen alzó la vista, sin mover la cabeza del ordenador,
atisbando una sonrisa.
—La alergia no se pega, animal —convino a decir Rosa, quien, hasta ese
momento, había permanecido en silencio—. No piensas en lo que dices y eso
que eres periodista.
—¿Y a esta qué le pasa? —preguntó Eustaquio—. ¿Es que tiene la regla?
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Eulalia siguió con su tarea, como si nada pasase a su alrededor pero antes
de retomarla, envió un WhatsApp a su grupo del “Club Solidario con el mun-
do y con parte del Universo” para convocarlos a una reunión esa misma se-
mana.
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EL ALFABETO A GRITOS
Por la Doctora Licenciada Doña Alegría Descomunal García
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dueto musical.
El deseo puede provocarse sin artilugios fuera de lugar. Es con la imagina-
ción como despertamos ese deseo, que es un fuego que empieza como una
vela y va subiendo hasta casi quemarte.
Sin embargo, hay que señalar, para evitar malentendidos, que el deseo
también hace que escojas un artilugio para provocarse a sí mismo.
¿Me estoy explicando?
Lo que va contra la naturaleza de la sexualidad es tratar de provocar un
deseo cuando no se tiene el deseo de ser provocado, por si el lector me ha-
bía entendido mal.
El Deseo hace a la mujer más guapa, pues somos hormonas pidiendo ex-
presarse en altavoz. Esas hormonas hacen a la mujer más bella, ya que la na-
turaleza es abundante e inteligente y nos Dona todo gratis, hasta la belleza
del deseo.
¿Has notado, mujer, cómo brillan tus ojos y tu tez cuando estás preparada,
es decir, cuando tienes deseo?
¡Mírate al espejo y compruébalo tú misma!
Ahora me he explicado mejor. Tener relaciones sexuales de cualquier mo-
do sin ningún deseo es como comer sin ganas de comer.
Toda mujer debe tocarse con sus propios dedos. A veces pienso que he-
mos nacido con ellos para ese propósito. Se puede hacer maravillas con los
dedos de una misma mientras ellos te provocan maravillas al ser usados.
La Delicadeza es fundamental para con una misma y para Dar a nuestro
amante.
Siempre es mejor decir “arre” que “so”, al menos, en la cama. Toca a tu
amante con delicadeza y con tus dedos y si no sientes nada, no tenías que
haber empezado. No pasa nada, siempre se puede retroceder. No comete-
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Esa pasada noche, Maquiavelo había permanecido casi una hora encerra-
do en un ascensor de un barrio del extrarradio. Su móvil se había quedado
sin batería y desde el entresuelo del sótano y la planta baja, nadie oía sus re-
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Una sílaba tónica significa que en esa sílaba recae el tono de la palabra. Un
ejemplo es:
Esto es importante saberlo para que veamos la importancia que tienen las
tildes. Si no pones una tilde, se pronuncia de otra manera y por tanto, sig-
nifica otra cosa.
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Sin embargo, este ejemplo me ha valido para explicar lo que significa una
sílaba tónica. Y ahora vamos con estas palabras de uso común que empie-
zan por “a” o “ha” y que son femeninas. Hay más pero he elegido estas:
Ala
Aula
Alma
Agua
Hacha
Todas estas palabras son de género femenino pero tienen una peculiaridad
y es que llevan los artículos determinado e indeterminado (EL y UN), en
género masculino.
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El mismo ejemplo se aplica a las otras palabras, al menos las de la lista que
te he proporcionado más arriba.
¡Atención!
Resumiendo
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Ejemplos
En los dos casos, lo que le sigue al verbo está en plural mientras el verbo
siempre va en singular. Esto ocurre porque este verbo NO lleva NUNCA
sujeto sino que le sigue un complemento directo del verbo. El SUJETO está
omitido, es como si fuese “él”. Por lo tanto, este verbo no admite plural.
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¿Se comprende?
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¡Evita el abuso!
Las personas, tarde o temprano, nos damos cuenta
de casi todo.
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Las familias decentes así educaban a sus hijos y ellos acataban estas nor-
mas. Hoy, estos niños son adultos y son padres también.
Es por eso por lo que escribo este artículo, porque urge un nuevo libro de
urbanidad, para quienes no entiendan de sentido común ni de lógica.
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Voy a dar un punto de vista que podría considerar como un punto de refe-
rencia “excelente”, aunque, según las costumbres del grupo humano con el
que nos comuniquemos, puede funcionar o no.
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Cada vez más son las empresas que facilitan un número de teléfono móvil
como toma de contacto. En este caso, es el sentido común el que te dice
que debes llamar y no enviar un WhatsApp.
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¡Cuidado!
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Las empresas están hecha para ganar dinero, pero es el modo en cómo lo
ganan, lo que las distingue.
Se puede ganar mucho dinero vendiendo un producto o un servicio de ma-
nera masiva. Esto no significa que el producto y/o servicio no sea excelente
pero es muy probable que, lo que se vende mucho, no sea excelente.
Sin embargo, también puedes ganar mucho dinero vendiendo menos pero
más caro porque estás ofreciendo un producto/servicio excelente y tu
cliente, así será. No hay competencia en el mundo empresarial.
En realidad, hay para todos. Y, como dije en otro artículo, está en la actitud
de poder ver las oportunidades para crecer, mejorar y abrirte campos de
acción empresarial.
Solo falta que el empresario y el cliente se encuentren.
¿Dónde?
Hay un camino que es el lenguaje, que es la comunicación por encima de la
publicidad, en donde ambos se comunican y se encuentran.
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Hola.
Después de acabar los exámenes y la vuelta
a la normalidad, parece que esta no existe
pues la rutina se rompe por acontecimientos
de los que no todos queremos participar.
Esto ha hecho que esté más alerta y también, más desanimada con lo
que veo todos los días. Es como si esta realidad no fuera la mía o fuera
una broma de mal gusto. No sé dónde situarme.
Esto ha hecho que no escriba nada pues no he tenido conflictos por-
que el día a día es el conflicto continuo. No sé siquiera si estoy en un
conflicto. Pero esta situación incómoda en la que me encuentro, me
llevó a hojear, una vez más, mi libreta de conflictos.
Y me encontré con este escrito, el cual recordaba pero que no había
valorado como un punto de partida importante para mi momento ac-
tual.
Me hizo reflexionar y pensé que lo había escrito cuando tenía 17
años, hace 5 años ya.
¿Cómo no he podido darme cuenta de tantas cosas hasta ahora?
He estado tan absorta en los estudios, en lo que hay que hacer, que
no he visto lo que tengo delante.
Ni yo, ni nadie. Espero que te guste.
Alicia, la coherente.
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Sentadas las dos en la cocina, tomaban una infusión que tiene pro-
piedades antioxidantes, según ellas. Mi padre andaba también por
ahí preparándose un café mientras ellas charlaban sobre la última
terapia de estética que se había hecho Luisa en la cara.
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—Sí, esa señora trabajaba muy bien. Pero no tenía titulación algu-
na. Era un fraude. ¡A saber qué sustancia me inyectó! —casi gritó
Luisa, con ese tono agudo que la caracterizaba.
—Creo que ahora hay que ser dermatólogo para poder realizar esa
actividad —añadió mi madre—. Me suena haber oído decir que ya
es obligatorio, pero no estoy segura.
—De cualquier manera, algo tiene que tener el que te pincha, que
certifique que lo que estás inyectando es el producto adecuado y
algo que acredite que puedes hacerlo —respondió Luisa un tanto
molesta por el recuerdo de ese anterior episodio en su vida en la
que se sintió víctima de un fraude en manos de una supuesta profe-
sional.
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Luisa ha podido tener conocimiento de qué hay que hacer para que
una persona sea capaz de inyectar una sustancia para estirar la piel
de su cara. Ese conocimiento viene de la mano de otra persona, en
la cual hay que creer.
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Eligió dar ese poder antes que dárselo a su intuición, la cual la ha-
bría llevado quizá al mismo lugar pero desde su propio poder y no
desde el poder que se le da al otro, a la autoridad, en este caso, a un
sello o etiqueta.
Con lo que a esto que estoy escribiendo ahora, bien le valdría el tí-
tulo de:
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¡Eureka!
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¡Esto es la bomba!
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Entonces, una persona elegirá una cosa. La otra persona elegirá una cosa
distinta. Ahora bien, ambas estarán eligiendo, desde este punto de vista, de
lo bueno, lo mejor.
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Esto significa que te sientes atraído por lo que te favorece, lo que te hace
sentir cómodo o bien, lo que te hace sentir bienestar o superior con respec-
to a tu situación inmediatamente anterior.
“De lo bueno, lo mejor” es seguir tu vida desde un punto de referencia de
incremento de vida, de ir a por más cosas buenas, si se diera el caso, o de
quedarte con lo mejor siempre.
Este concepto es contrario a lo que popularmente se nos ha enseñado. Se
han confundido conceptos y el ser humano ha ido evolucionando creyendo
en que es mejor tener un estado emocional de “de lo malo, lo peor” a vivir
en el estado emocional de “de lo bueno, lo mejor”.
Cuando te das cuenta de que la vida es otra cosa y de que en la vida hay
otras cosas que también están a tu alcance y que están en su sitio para que
disfrutes de ellas, es justo cuando tu estado emocional se modifica por sí
solo.
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No estoy hablando
de una idea
Cuando ves que una persona está brillando pero resulta que no sabes si le
ha tocado la lotería, si ha heredado mucho dinero o si ha triunfado en su
carrea o propósito, pero brilla, es que su estado emocional es excelente.
Es un carisma que
envuelve a esa per-
sona y, aunque no
esté pasando un
buen momento,
siempre vuelve,
como un resorte, a
su posición, que es
el estado emocional
de “lo bueno, lo
mejor”.
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Todo esto tiene que ver con una comunicación diferente contigo mismo y
con el entorno que, al final, son la misma cosa.
Se trata de lograr desaprender lo que durante generaciones se aprendió, lo
que ha dado lugar a miserias, tristezas y mucho sufrimiento al ser humano
que lo aprendió.
Videoconferencias
1. “La pena frente a la compasión” (24 de febrero, 2018)
2. “El hombre del siglo XXI” (28 de febrero, 2018)
3. “No tienes que resolver nada emocional con tus padres” (5 de mar-
zo, 2018)
4. “Todas las relaciones son tóxicas” (11 de marzo, 2018)
Audioconferencias
1. “Todas las relaciones son tóxicas. 2ª parte” (15 de marzo, 2018)
Sigue el proceso que se te pide, sobre todo, es importante que nos indi-
ques durante el proceso de compra, el nombre de la/s conferencia/s que
vas a adquirir. Las instrucciones están bien detalladas en los anteriores
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tió que tenía que estar con su padre, compartir ese momento con él. Sintió
que su padre lo necesitaba tanto a él como él necesitaba a su padre.
Él habría sabido disfrutar de este paisaje a pesar de ser un hombre de
ciudad.
Se hizo un silencio entre los dos a medida que se acercaban a un lado del
lago, tan amplio que ya no cupo otro panorama en su campo de visión. El
agua era transparente.
Se pararon al borde de unas piedras llanas que esperaban ser ocupadas
por ellos dos mientras contemplaban el paisaje, la amalgama de colores y
las alucinaciones que te envuelven cuando estás en un medio parecido,
como en el desierto.
No se dijeron nada.
Después de un rato, Ariel rompió el silencio cálido que se había formado
entre los dos, mientras se descalzaba con la intención de introducirse en el
agua.
“¿Sabes? He pensado en mi padre hace un rato y estaba segurísimo de
que a él le habría encantado estar aquí”.
Alzó la cabeza para comprobar la expresión de la mujer, pero ella no ex-
presaba nada, solo estaba atenta al paisaje y a sus palabras.
En ese momento, Ariel se dio cuenta de que era una mujer guapa pero
pensó que podía ser su madre, con lo que se quitó de la cabeza cualquier
atributo que no fuera aplicable a una madre. Quizá fuera un poco mayor
que su madre, unos años más, no lo sabía.
“Quiero decir que no fue un deseo mío el que él estuviese aquí sino que
tuve la seguridad de que era su deseo”. Aclaró Ariel para sí mismo mien-
tras se quitaba el pantalón.
Ella lo miró.
“Sí, te entiendo. Este lugar es para todos. Seguro que a tu padre le en-
cantaría estar aquí”.
“Pero, ¿sabes? A él no le gustaba la playa y el campo le gustaba de vez
en cuando. A él le gustaba el fútbol, estar rodeado de amigos, los ruidos y
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Ariel se mantuvo un rato en las cuevas. Nunca había sido tan feliz como
en ese momento, pero algo le decía que no podía serlo. Sin embargo, ese
algo no le impedía ser lo más feliz posible.
Salió de las cuevas y comprobó que la mujer, a la que cada vez la veía
más guapa, seguía en su sitio, como un guardián que cuidara de él.
Se adentró en el lago, haciendo el muerto, como le enseñaron en la es-
cuela de natación que sus padres pagaban todos los meses para que fuera
un nadador de élite o tal vez, para que nunca muriera ahogado.
Después de un tiempo aislado, nadó hacia donde se encontraba ella, de-
mostrando su estilo perfecto de crol.
Cuando la alcanzó, se sumergió en el agua para luego sacar la cabeza y
mirarla. Ella seguía impávida, sentada en la roca y con los pies bajo el agua.
La vio más guapa aún. Algo brillaba en ella y también a su lado.
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“¿Sabes?” Le dijo Ariel. “No sé si eres la persona que tiene las respuestas
a todo pero el caso es que aquí no tengo ninguna pregunta, jaja.”.
Ella se sonrió abiertamente.
“Ahora me doy cuenta de que las preguntas que ya te hice, eran unas
tonterías de niño pequeño. No sé por qué las pregunté”.
Ella volvió a sonreír, mirando con ternura al niño.
“Seguramente te queda alguna pregunta que preguntar”.
Ariel se sacudía la cabeza, mojando todo lo que había a su alrededor pues
ya tenía el pelo un poco largo, más largo de lo que a su madre le habría gus-
tado que tuviese.
“Puede ser. Pero te la preguntaré otro día”. Contestó con determinación
y con alegría.
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“Id al baño y lavaros las manos. Voy a ver dónde está Ariel”.
Fue hasta su habitación y se lo encontró acurrucado encima de su cama,
tiritando de frío e hirviendo de fiebre.
“Ariel, cariño. Despierta”. Le pidió su madre mientras lo acariciaba y
comprobaba su temperatura corporal.
“Tú también estás ardiendo, por Dios”. Exclamó ella ya muy cansada.
Ariel se despertó, temblando de frío por la fiebre alta.
“Mamá, no te mueras, mamá, por favor”.
Su madre lo besó.
“Cariño, estás delirando. Tengo que bajarte la fiebre. No pasa nada, yo
no me voy a morir”. Le dijo en susurros.
Se levantó para ir a buscar un antitérmico, no sin antes taparlo con una
manta.
“Ahora vuelvo, cariño”.
Ariel se quedó encima de la cama, acurrucado y sintiéndose muy mal por
la fiebre. Le dolía todo el cuerpo y su garganta le abrasaba tanto que no po-
día soportar el dolor.
En pocos minutos, su madre volvió y se sentó a su lado.
“Incorpórate un poco, Ariel”. Le pidió.
“Te he traído un caldo bien caliente. Tómatelo con la medicina. Pronto
te encontrarás mejor”. Y le dio el cuenco con el caldo.
Su madre se levantó y se dirigió hacia la puerta de su dormitorio.
“Ahora vuelvo. Voy a dar de cenar a Elena y a Santiago. Ya se les ha
bajado la fiebre pero pronto les subirá otra vez”.
“Lo tuyo también son anginas. Siempre te han dado mucha fiebre, cari-
ño”.
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MUCHAS GRACIAS
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