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El Clarín, 29 de diciembre de 1890: “Los orígenes del conflicto actual” (diario de Valparaíso)

No es en motivos sobre infracción de las leyes orgánicas o de nuestra carta fundamental,


donde deben buscarse los orígenes del conflicto que en tan delicada situación tiene a la
República, sino de en causas que se derivan de razones cuyo estudio esquivan
deliberadamente, los bandos políticos adversos al gobierno del Excmo. Sr. Balmaceda.

La causa verdadera y única de ese conflicto, está en el avance de las doctrinas democráticas en
un país como el nuestro, donde aún se cultiva la monarquía, y en el progreso ilustrativo que
aquellas traen consigo.

Este progreso tiende a matar las preocupaciones y nivelar la sociedad. Las clases altas del país,
que constituyen aún una aristocracia compacta y fuerte, se oponen a ese avance igualizador,
librándole rudas batallas. De aquí el conflicto que contemplamos, entre el gobierno,
representantes de las nuevas ideas, y la coalición, encarnadora de las antiguas; conflicto
puramente moral, sí así puede llamarse, y no de infracciones legales, como lo oposición cree,
o, más bien dicho, aparenta creer que es.

Sorprendería, sin embargo, el que la parolojización que entrañan las pasiones, ofuscarse a los
liberales y radicales coaligados, de tal suerte que su actitud en el conflicto está abiertamente
reñida con el credo político de que se dicen servidores, sino tuviéramos en cuenta que este
credo es menos poderoso que sus preocupaciones.

Queremos decir que esos mismos radicales y liberales que se precian de ir a la vanguardia en el
progreso moderno, progreso que, socialmente considerado, representa igualdad y democracia,
son los aristócratas como los conservadores, y como estos, enemigos del pueblo, a quien
desean seguir manteniendo en servidumbre.

Así, pues, esas denominaciones con que se adornan, no son más que un simple pingajo de su
vanidad, que nada influye en la esencia de las cosas.

Creen esos malos soldados de tan simpáticas doctrinas, que basta la teoría para servir su
causa, cuando es la práctica de esas doctrinas, lo que constituye obra de regeneración y de
beneficiosas realidades.

Por eso les vemos haciendo causa común son los eternos adversaros del elemento popular, los
conservadores, y tratando de descuartizar al gobierno del Excmo. Sr. Balmaceda, amigo y
protector de ese elemento.

Los prohombres del liberalismo y radicalismo opositor, son personas infladas de orgullo y
pretensiones aristocráticas, y que solo respiran despotismo. Habitan palacios, como poderosos
que son, y arrastran espléndidos trenes; y desde esos palacios y desde esos trenes desprecian
al pueblo…

La aristocracia chilena forma, pues, una sola familia, no importando nada que los que la
constituyen se llamen conservadores, o liberales y radicales. Y esa aristocracia soberbia e
intransijente, al verse estrechada en sus propios reales por las avanzadas ideas que encarna el
Presidente de la República, háse armado y corrido a defenderlas, como a un baluarte cuya
posesión significa para ella vida o muerte.

Pero ha sido un punto, sobre todo, el que, revolviendo con escalpelo cruel las fibras más
delicadas de esa rama oligárquica, la empujaba a la desatada contienda, y es este: -Con el
entronizamiento de las nuevas ideas, los suculentos gajes de logro y medro que los
privilejiados estaban acostumbrados a saborear, como cosa que les pertenecía por derecho,
arrancándolo a la hacienda pública, escánpeseles, como presas recuperadas por sus lejítimos
dueños, que son los chilenos todos. Y son esas prebendas, o más bien dicho, esos latrocinios,
los que defienden con su desesperada actitud los aristócratas de la Coalición.

Los orijenes del conflicto actual tan grave carácter está revistiendo para los intereses de la
República, no tienen su fuerte, pues, en atentados o trasgresiones de o contra las leyes, sino,
primero, el choque de las ideas por el progreso, y segundo, en la natural resistencia que la
rama logrera opone a que se le arrebaten las regalías y privilejios de que tan cómodamente ha
disfrutado.

¿Qué actitud conviene asumir al pueblo chileno, queremos decir, a las clases populares de
Chile, en presencia de una contienda de tal naturaleza?

Casi creemos escusada la contestación. Siendo ellas las víctimas obligadas de la aristocracia,
deben, natural y lójicamente, hacer cuanto esté de su parte, a fin de sacudir el gravoso e
ignominiosísimo yugo que esta le fuerza a llevar.

Ese yugo solo podrán sacudirlo, adhiriéndose a ojos cerrados, y firme y resueltamente, al
gobierno del Excelentísimo Señor Balmaceda, quien ha enarbolado la bandera que proclama la
igualdad de derechos para todos los ciudadanos.

El pueblo chileno debe agruparse a la sombra de ese enseña redentora, y morir defendiéndola,
pues si por su causa ella es abatida, sus manos y sus pies continuarán soportando las cadenas
con que la aristocracia quiere mantenerlo por siempre atado al poste donde lo esquilma y lo
desprecia.

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