Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
11-25
ESTUDIOS
NIETZSCHE
«Ecrasez l’infâme!» Cristianismo e historia de Occidente en Nietzsche 11
«Ecrasez l’infâme!»
Cristianismo e historia de Occidente en Nietzsche
josé emilio esteban enguita
Universidad Autónoma de Madrid
pp. 25-28.
Cf. GM, KSA V 254.
Sobre el cambio del ‘qué’ por el ‘quién’ como forma de preguntar característica de la
hermenéutica nietzscheana, cf., por ejemplo, JGB, KSA V 15; sobre la idea de verdad como
justicia, cf. HL, KSA I 285-288.
tanto que interpretados bajo la óptica cristiana, que el punto de vista del
cristianismo es el fundamental para comprender qué es lo que ha llegado a ser
Occidente y la posibilidad de su auto-superación, que, en definitiva, y yendo
más allá de la historia de Occidente hasta elevarse a la Historia Universal,
el descubrimiento de la moral cristiana «es un acontecimiento que no tiene
igual, una verdadera catástrofe. Quien hace luz sobre ella es una force majeure,
un destino, – divide en dos partes la historia de la humanidad».
El cristianismo acaba siendo para Nietzsche el acontecimiento decisivo que
articula el despliegue del ‘espíritu occidental’. La historia de Occidente, sin
el cristianismo, es sencillamente incomprensible. Como religión sacerdotal
y consecuencia lógica del judaísmo, es la forma que el ideal ascético, el gran
educador del género humano, ha adoptado en Occidente, conduciendo con
férrea mano su civilización (también perecerá por su propia mano). Como
dogma, como moral y como institución eclesiástica, la invención de san Pablo
ha dejado impresa su marca en todas las más egregias producciones culturales
de Occidente, en el arte, la ciencia, la filosofía. También en la política y, en
general, en el modo como el hombre occidental se ha comprendido a sí mismo
y ha construido su identidad. En Occidente, nihilismo y cristianismo son
inseparables y caminan juntos abrazados, pues la lógica cristiana es una lógica
nihilista y, como religión de la compasión, el cristianismo es la «praxis del
nihilismo». Como lógica nihilista, el cristianismo recoge en su seno todas las
formas de la décadence, las ordena, las potencia y les otorga el poder: esto es
lo que hasta ahora ha constituido el significado de Europa10. Aunque ya hay
claros indicios antes, al menos desde el Zaratustra la historia de Occidente es
la historia del cristianismo y por ello la del nihilismo. El peralte metafísico
que hace la interpretación heideggeriana de Nietzsche ignora o simplemente
no considera que el ser de Occidente no descansa en la filosofía (metafísica),
sino en la religión y en la moral (cristianismo), y que la filosofía y el filósofo
son vástagos de la religión y del sacerdote ascético. En consecuencia, la razón
de ser del nihilismo hay que buscarla no tanto en Platón y el platonismo,
sino en la interpretación cristiano-moral del mundo.
Aunque el cristianismo sólo ira adquiriendo un papel relevante desde
Humano, demasiado humano y sólo alcanzará una posición crucial en
su filosofía y en su interpretación de la historia de Occidente desde su
EH, KSA VI 373.
Cf. AC, KSA VI 191 y 219.
Ibid., p. 173.
10
Cf. ibid., p. 231.
18
GM, KSA V 362.
19
GM, KSA V 396.
20
GM, KSA V 366.
21
Cf. AC, KSAVI 172.
del científico trabaja con discreción el sacerdote ascético. Incluso por las venas
de Zaratustra corre la sangre del sacerdote y, aunque enemigo suyo, para él
pide el respeto que se merece22. A la hegemonía del sacerdote corresponde la
del ideal ascético: como nos muestra en el «Tercer tratado» de La genealogía
de la moral, el arte, la filosofía e incluso la ciencia lo presuponen y de él
reciben su justificación. El ‘caso Wagner’ es un ejemplo modélico de la
sumisión del arte y de los artistas a los poderes y las ideas dominantes, una
servidumbre que prostituye la condición de aquella manifestación cultural
que debería haber sido y deberá ser el antagonista natural del ideal ascético23.
La situación de la filosofía ni ha sido ni es mejor que la del arte respecto al
dominio ejercido por el ideal y el sacerdote ascéticos. El filósofo es un vástago
de la estirpe sacerdotal, un ser híbrido, medio sacerdote, medio ‘pensador’,
un teólogo encubierto la mayor parte de las veces, que, independientemente
de su afinidad constitutiva (como la del científico) con el tipo ascético, sólo
ha podido existir y desarrollarse bajo el disfraz ascético, máscara que ha
terminado por fundirse con su piel, dejando marcas profundas e indelebles
en su rostro. De ahí que la filosofía (metafísica) ha sido, es y continua
siendo en sus líneas dominantes ancilla de la teología y de la moral, ante
lo cual la sabiduría dionisíaca, en tanto que ‘filosofía del futuro’, pretende
ser la respuesta afirmativa a la pregunta de si se dan las condiciones para
que la filosofía y el filósofo sean a partir de ahora posibles sobre la tierra.
El cristianismo puede ser entendido por Nietzsche como ‘platonismo para
el pueblo’, pero éste tiene tras de sí una historia religiosa dominada por el
sacerdote: «el sacerdote ascético ha constituido, hasta la época más reciente,
la repugnante y sombría forma larvaria, única bajo la cual le fue permitido
a la filosofía vivir y andar rodando de un sitio para otro...»24. Y respecto a
la ciencia, la apreciación de Nietzsche logra la profundidad necesaria para
deshacer malentendidos y denunciar mistificaciones: la ciencia no puede
enfrentarse al ideal ascético porque la ciencia, si es verdaderamente tal,
no crea valores, no genera ‘ideales’ que luchen contra otros ideales; y en
la medida que los necesita para su justificación, desarrollo y, en la época
moderna, para su predominio, la ciencia se apoya y recibe su fuerza del
22
Cf. Za, KSA IV 117.
23
«Los artistas han sido en todas las épocas los ayudas de cámara de una moral, o de una
filosofía, o de una religión» GM, KSA V 344. Si se identifica poetas y artistas, cf. también
FW, KSA III 371; y Za, KSA IV 163-166.
24
GM, KSA V 360-361. Para la dependencia del filósofo y de la filosofía del sacerdote
y de la moral religiosa y la teología, cf. M, KSA III 13; FW, KSA III 494-495; y AC, KSA
VI 174-177. Sobre este asunto, cf. Valadier, P., op. cit., pp. 183-189.
ideal ascético, pues como pasión, como fe, como creencia, como esperanza,
como posibilidad de salvación, asume y hace suyo el íntimo núcleo de ese
ideal, a saber: el carácter divino, metafísico, de la verdad, su valor en sí; la
existencia de un ‘mundo verdadero’ incuestionado e incuestionable, que está
por encima de toda crítica, como el viejo Dios, y que se opone, negándolo,
al mundo aparente (el único verdaderamente existente)25. ¿La ciencia como
el enemigo y el aniquilador del ideal ascético? En absoluto: los presupuestos
metafísicos y morales de los que hasta ahora ha dependido, aquello que ya
en El nacimiento de la tragedia identificaba y denominaba «el espíritu de la
ciencia»26, son ascéticos en todo su ser.
Para Nietzsche, el ideal ascético es la matriz cultural del género humano,
razón por la cual todas las egregias producciones de su espíritu, todo aquello
que le hace sentirse orgulloso, que inflama su ego y le coloca en el centro del
Universo, encuentran en ella su asiento y de ella dependen. Y en Occidente
esta matriz cultural adopta una configuración concreta que determina la pauta
del desarrollo de su historia y de su civilización: el cristianismo. Éste y, en
términos generales, la religión judeo-cristiana, es el fenómeno determinante
tanto de la moral occidental como, sobre todo, del significado de la historia
de Occidente. Si el nihilismo, como lógica de la decadencia, es también la
lógica de la Historia Universal y su motor, la forma occidental de la lógica
nihilista es el cristianismo. El «Primer tratado» de La genealogía de la moral nos
muestra cómo la derrota de los valores aristocráticos (bueno/malo) por la de
los esclavos de la moral (bueno/malvado) es el acontecimiento que impone la
estructura de la moral en Occidente: todos los códigos morales dominantes en
su historia son variaciones de aquella estructura. Concentradas y organizadas
por la casta sacerdotal, las fuerzas reactivas, que surgen de la impotencia,
la debilidad y la enfermedad, acaban por vencer, y el resentimiento, por
primera vez, es capaz de crear y producir una interpretación moral de la
existencia que le justifica y que condena a las naturalezas afirmativas, a la
fortaleza y la salud del cuerpo aristocrático: «La rebelión de los esclavos
de la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y
engendra valores [...]. Mientras que toda moral noble nace de un triunfante
sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos dice no, ya de antemano, a
un ‘fuera’, a un ‘otro’, a un ‘no-yo’; y ese no es lo que constituye su acción
creadora»27. Los ‘chándalas’ de los que habla en El Anticristo toman el poder,
25
Cf. GM, KSA V 396-404.
26
GT, KSA I 111.
27
GM, KSA V 270-271.
28
Cf. GM, KSA V 285-288.
29
Cf. GT, KSA I 133-134.
30
GT, KSA I 100.
31
Cf. KSA VII 147 y 149.
32
AC, KSA VI 245-246.
33
Cf. SE, KSA I 367-368.
Cf. GT, KSA I 147; KSA VII 413, 645, 717-718 y 774; y KSA VIII 47.
34
Sobre esta interpretación de la Reforma, cf. FW, KSA III 602-605; AC, KSA VI 250-
35
nada del ideal ascético que es proyectado por la voluntad de poder enferma
para su conservación y para la lucha por la hegemonía. Ya desde un principio
los ‘valores supremos’ bajo los que ha crecido el hombre eran nihilistas en su
raíz. Este originario ‘nihilismo negativo’38, constitutivo de las distintas fases
por las que pasa el nihilismo y presupuesto necesario de los diferentes tipos
y significados del mismo mencionados por Nietzsche (‘nihilismo pasivo’,
‘activo’, ‘incompleto’, ‘clásico’, etc.), se sostiene en la fe en la nada, en la
creencia en lo inexistente, en ‘otro mundo’, en la pasión por un mundo irreal,
ficticio, que pasa por verdadero y que denigra el único existente, en la mentira
inconsciente que se piensa como verdad, como ‘la’ verdad que calumnia
la vida, la naturaleza, el cuerpo, ‘lo que somos’... El lema de esta forma
fundamental del nihilismo de la que emanan todas las demás de acuerdo con
una lógica inevitable y perversa bien puede rezar como sigue: lo que debe ser
no es; lo que es, no debe ser. O, si queremos expresarlo filosóficamente: «Lo
que es no deviene; lo que deviene no es...»39. Porque los valores bajo los que
el hombre en general y el hombre occidental en particular se ha educado
y ha estructurado su mundo remiten en su totalidad al ideal ascético, a esa
‘nada’ por la que los valores valen, porque en este sentido son nihilistas, es
nihilismo la desvalorización de los valores supremos, el momento en la época
moderna en el que el nihilismo cobra consciencia de sí, en que la mentira
de las palabras ‘Dios’, ‘Ser’, ‘Verdad’ y ‘Razón’ no se puede ocultar por más
tiempo y se sabe ya como mentira: «Yo soy el primero que ha descubierto la
verdad, debido a que he sido el primero en sentir –en oler– la mentira como
mentira...»40. Desvelado el secreto del ideal ascético y de la moral cristiana en
la que se encarna como acontecimiento decisivo en Occidente, se producen
dos consecuencias, ambas nihilistas: o acabamos con el ídolo que hemos
venerado (Dios, mundo verdadero) o con nosotros mismos. Dios ha muerto
porque los hijos que creó a su imagen y semejanza por fuerza han de matarlo
cuando alcancen la mayoría de edad y descubran lo que en realidad significa.
El nihilismo occidental es el cristianismo, la forma histórica que en Europa
toma el ideal ascético. Su lógica es una peculiar dialéctica que interpreta,
marcando la pauta, el desarrollo histórico de Occidente: sus orígenes, su
38
Esta afortunada denominación de este tipo de nihilismo, matriz histórica de todos
los demás, no es de Nietzsche, sino de G. Deleuze: cf. Nietzsche y la filosofía, tr. C. Artal,
Barcelona: Anagrama, 1986, p. 209.
39
GD, KSA VI 74.
40
EH, KSA VI 366. O también: «Todo lo que hasta ahora se llamó ‘verdad’ ha sido
reconocido como la forma más nociva, más pérfida, más subterránea de la mentira» EH,
KSA VI 373.
GM, KSA V 409. Sobre la lógica de la negación del nihilismo cristiano como ‘principio’
41
que rige el proceso histórico de Occidente, cf. FW, KSA III 509-600; KSA XI 625-626;
KSA XII 125-127, 211-217 y 571; KSA XIII 189-190.
42
Cf. Weber, M., Ensayos sobre la Sociología de la Religión, tr. J. Almaraz y J. Carabaña,
Madrid: Taurus, 1984, pp. 11-20.
43
EH, KSA VI 374.
!"
#
$
!"#$
# %&'
Resentimiento y Apocalipsis. La crítica de Nietzsche a las visiones del fin de los tiempos 27
Resentimiento y Apocalipsis.
La crítica de Nietzsche a las visiones
del fin de los tiempos1
VOLKER GERHARDT
Universidad de Münster
1
Hemos de agradecer al profesor Manuel Barrios Casares, de la Universidad de Sevilla,
no sólo el que despertara hace años nuestro interés específico por los estudios nietzscheanos y
nos orientara al conocimiento de la obra del profesor Gerhardt, sino también sus oportunas
observaciones en la lectura y revisión de esta traducción. Así mismo, queremos mostrar
nuestra gratitud al profesor Volver Gerhardt por la cálida acogida dispensada a este proyecto
(Nota del traductor).
2
Oehler, R., Nietzsche-Register. Alphabetisch-systematische Übersicht über Friedrich
Nietzsches Gedankenwelt nach Begriffen und Nammen, Stuttgart, 41970 (1943).
3
Schlechta, K., Nietzsche-Index, München: Hanser, 1965, en SA.
que estar escindido en aquel sentido y que ser realmente todavía un lugar de
batalla de aquellas antítesis»5.
Aquí no se halla todavía la expresión buscada. Pero el pasaje es digno
de ser reseñado, porque en él Nietzsche explica el desarrollo de la cultura
humana a partir de la continua lucha entre la virtud individual y la moral
abstracta, lucha desplegada de manera cada vez más sutil en el transcurso
de los siglos6. Asimismo, en dicho pasaje descubrimos también aquello
que Nietzsche concibe propiamente bajo el concepto de ‘profundidad’, tan
empleado por él, y a menudo cargado con connotaciones misteriosas; a saber,
nada mas que lo espiritual mismo. Deduciéndose, en fin, cómo lo espiritual
nace, pues, en esa lucha entre valoración individual y colectiva.
Esta observación incidental puede ser valorada como un simple indicio
de que Nietzsche, quien de forma tan aguda juzgó la moral abstracta, ha
procurado, al mismo tiempo y no obstante, concederle justicia histórica.
La moral del esclavo incluso puede ser mendaz y reprobable: pero aun así
toma parte en la espiritualidad de la cultura humana. Por consiguiente, no es
irrelevante para su consiguiente desarrollo fijar la vista en el reconocimiento
de los méritos históricos de la fe judía y cristiana.
En continuidad con las citadas frases prosigue Nietzsche: «El símbolo de esa
lucha, escrito en caracteres que han permanecido hasta ahora legibles a lo largo
de la historia entera de la humanidad, dice “Roma contra Judea, Judea contra
Roma”: – hasta ahora no ha habido acontecimiento más grande que esta lucha,
que este planteamiento del problema, que esta contradicción de enemigos
mortales. Roma veía en el judío algo así como la antinaturaleza misma, como
su monstrum antipódico, si cabe la expresión; en Roma se consideraba al judío
‘convicto de odio contra todo el género humano’: con razón, en la medida
en que hay derecho a vincular la salvación y el futuro del género humano al
dominio incondicional de los valores aristocráticos, de los valores romanos»7.
Aquí, por consiguiente, se concreta históricamente la antítesis entre la
virtud individual-aristocrática y la moral abstracta-general. La primera se
encarna en el monumental ideal de dominación del mundo romano, que
también acoge en sí la herencia de la antigüedad griega. La segunda se perfila
en el judaísmo, y podemos concluir ya, partiendo de la primera constatación
5
GM I §16, KSA V 285s. [N. del t.: las citas de obras de Nietzsche en castellano siguen
las publicadas en Alianza Editorial por Andrés Sánchez Pascual].
6
Consultar del propio autor, Genealogische Ethik. Nietzsches Moral der Individualität, en
Pieper, A., (ed), Grundzüge der Ethik, Stuttgart/Bern, 1992.
7
Ibid.
hecha, que la lucha entre Roma y Judea aún hoy en día no se encuentra
decidida. Por eso, no se trata simplemente de poseer conocimientos de interés
histórico acerca de cómo los romanos llegaron a vivenciar a los judíos como
la encarnación del odio, sino que también tenemos la obligación de saber
cómo a su vez valoraron los judíos a los romanos. Pues solamente si también
conocemos el juicio de la otra parte podremos estimar la, presuntamente aún
actual, –aunque con medios mucho más sutiles– dirimida oposición.
Nietzsche no nos parece responsable de este sesgo de información. Pues
de inmediato pregunta qué es lo que los judíos han «sentido contra los
romanos», y su impresión es que la respuesta está a mano; al menos, que se
puede adivinar ‘por mil indicios’: «Se lo adivina por mil indicios; pero basta
con traer una vez más a la memoria el Apocalipsis de San Juan, la más salvaje
de todas las invectivas escritas que la venganza tiene sobre su conciencia»8.
Aquí tenemos el pasaje anunciado. El Apocalipsis, atribuido al discípulo
Juan, es decir el libro de la revelación (Apocalipsis) del Nuevo Testamento, se
valora como el documento que sitúa a la sombra a todos los demás indicios
del odio judío contra el pueblo romano. La expresión no podría ser más
dura. Escúchese: se describe el libro como la «más salvaje […] de todas las
invectivas escritas», que el deseo de venganza creó jamás. El instinto más
vil pensable debe se halla en los mecanismos de ese libro, y no se afana con
brutalidad directa, sino que se sirve de los medios de engaño más maliciosos.
Además, a ojos de Nietzsche, resulta un agravante el que esa invectiva del
odio se haya atribuido posteriormente a aquel discípulo tenido en la historia
escrituraria como el más tierno:
«Por otro lado, no se infravalore», añade Nietzsche entre paréntesis a
propósito de la citada opinión, «la profunda consecuencia lógica del instinto
cristiano al escribir cabalmente sobre este libro del odio el nombre del
discípulo del amor, del mismo a quién él [el instinto cristiano] atribuyó aquel
Evangelio enamorado y entusiasta; – aquí se esconde un poco de verdad,
por muy grande que haya sido también la falsificación literaria necesaria
para lograr este fin»9.
Esta adición permite reconocer que a Nietzsche no le era desconocido el
debate crítico-textual del XIX, orientado en todos sus aspectos en torno a
las revelaciones de san Juan10.
8
Ibid.
9
Ibid.
10
Cf. al respecto, de la época de Nietzsche, Baur, F. C., Kritische Untersuchungen über
die kanonischen Evangelien, Tübingen, 1847; Hilgenfeld, A., Das Evangelium und die Briefe
Por una carta escrita el 10 Octubre de 1866, durante la época de sus estudios
en Leipzig, sabemos que ya por aquel entonces Nietzsche se confrontó, junto
con sus compañeros de estudios, con el prologo del Evangelio según san Juan, el
cual ya fue intenso objeto de comentario en el espíritu de la filosofía antigua11.
Nietzsche se encontraba además familiarizado, a través de sus lecturas de los
escritos de David Friedrich Strauss, con los popularizados estudios de sus
contemporáneos sobre la vida de Jesús12. Así pues, manejaba la tesis de que
el autor del Evangelio según san Juan no era el mismo que el del Apocalipsis.
Una prueba de esto se encuentra en una anotación póstuma de los años
1870/1871. En ella Nietzsche retiene para sí lo siguiente: «El evangelio según
san Juan, nacido a partir de una atmósfera griega, a partir de suelo dionisíaco:
su influencia sobre el cristianismo, en antítesis a la influencia judía»13. Con
este apunte también se hacen comprensibles otros dos fragmentos póstumos
de la misma época, en los que Nietzsche anotó la división prevista para los
tratados que planeaba. Allí se concibe entre otros el propósito de trabajar
sobre el «alejandrinismo del conocimiento, procesión hacia la India. La salvaje
irrupción de los dionisíaco», y, a continuación, escribir un texto sobre «san
Juan»14. Poco después, Nietzsche se propone componer un tratado que se
ocupe en primer lugar (I) del «nacimiento del pensamiento trágico», después
exponga (II) «la tragedia misma», (III) «el ocaso de la tragedia» y, finalmente,
(IV) «san Juan»15.
No se llega a la realización de estos planes concretos. Sin embargo, no es
difícil reconocer aquí los primeros atisbos de la concepción de otro escrito,
es decir, de El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música,
que aparecería más tarde, en 1872. Ahí encontramos las reflexiones sobre
la tragedia y lo dionisíaco anunciadas en los proyectos, así como también
aparecen sendas versiones sobre el alejandrinismo y la procesión hacia la
India. Pero ninguna palabra sobre el Evangelio de san Juan.
Johannis nach ihrem Lehrbegriff, Halle, 1854 y Die jüdische Apokaliptik, Jena, 1857; Thoma,
A., Die Genesis des Johannesevangeliums, Berlin, 1882.
11
KSB VIII 165: Carta a H. Muschacke, 10-10-1886. Según informe de Nietzsche, el
compañero de estudios, Wilhelm Wisser, disertó «en la asociación filológica sobre el prólogo
de san Juan».
12
Strauß, D. F., Das Leben Jesu, 2. Bde., Tübingen, 1835, 41840; y Der alte und der neue
Glaube, Leipzig 1872 (Nietzsche se enfrentó polemicamente a este libro en la primera de
sus Consideraciones intempestivas).
13
KSA VII 139: 7[13].
14
KSA VII 134: 6[14].
15
KSA VII 139: 7[14].
Sólo podemos especular sobre qué puente histórico podría haber realizado
Nietzsche la conjurada conexión entre la cultura griega y la alemana, caso
de haber realizado ese proyecto –, sin duda, hubiese debido someter el
evangelio de san Juan a una consideración más detenida. Seguramente eso
hubiese arrojado una tenue luz sobre su crítica radical al cristianismo. Lo
que más tarde hubo de aflorar de comprensión por el ‘hebreo Jesús’, habría
podido ampliarse también a un libro, al menos, del Nuevo testamento, y le
hubiese dado, bajo ciertas circunstancias, razones para excluir el cristianismo
primitivo de sus anatemas. Pero Nietzsche no retoma ni una sola vez ni la
senda ni la figura del evangelista Juan, y, así, estas consideraciones quedan
como meras especulaciones.
En cambio, Nietzsche se manifestó de forma tanto más detallada en
sus escritos tardíos acerca del espíritu de venganza que veía operar en los
mecanismos del Apocalipsis según san Juan. A ese espíritu de venganza lo
denomina ‘resentimiento’. Con ello se alude, en sentido literal, un sentimiento
reactivo, mediante y gracias al cual alguien intenta rechazar sus propias
debilidades. Con el resentimiento, el sentimiento de inferioridad se compensa
a través de la desvalorización del superior. El débil se resarce del fuerte.
La distinción entre ‘débiles’ y ‘fuertes’ o, por ser más precisos, entre una
‘voluntad débil’ y una ‘voluntad fuerte’ pertenece a los elementos básicos de la
crítica moral y social en Nietzsche. También está a la base de sus esfuerzos por
desarrollar la virtud del espíritu libre y, así, la responsabilidad del ‘individuo
soberano’. Con todo ello queda puesto de manifiesto que ‘fuertes’ y ‘débiles’
no se conciben en el sentido de una relación de fuerzas físicas, sino que se
trata de un genuino ejercicio de poder en la unidad autocomprensiva de
fuerzas interiores y exteriores. En la ‘voluntad fuerte’ de un hombre aún
siempre se halla la confianza en las propias posibilidades. Por consiguiente,
la ‘voluntad fuerte’ es la fuerza que se abre en esa confianza en sí misma y
que se manifiesta de manera directa.
A la ‘voluntad débil’, por el contrario, le falta esa confianza en las propias
capacidades. La limitación de las propias posibilidades que siempre se hallan
presentes en la vida las experimenta como fracaso, por el cual, sin embargo,
no se culpabiliza a sí misma, como tampoco a la realidad de la naturaleza o de
la historia. En vez de eso, estiliza su fracaso como padecimiento en los otros.
El motivo de su incapacidad lo ve en su trato con el otro y, naturalmente,
puesto que el otro es causa del propio sufrimiento, se lo representa como
un caso de prepotencia y de escandalosa injusticia. De esa forma surge
la imputación de la culpa a aquellos con los que el débil, en su propio
16
GM I §16, KSA V 286.
17
GM I §16, KSA V 286s. Para una estimación de las expectativas del propio Nietzsche
ha de considerarse la siguiente frase, no citada arriba: «Sea como fuere, en el Renacimiento se
dio una espléndida e inquietante resurrección del ideal clásico, de aquella manera aristocrática
de valorar todas las cosas […]» GM I §16, KSA V 287.
20
AC §25, KSA VI 193.
21
AC §25, KSA VI 194.
22
Ibid.
23
Ibid.
36
GD III §24, KSA V 401.
37
GM III §25, KSA V 402.
38
GM III §25, KSA V 404.
tan sólo el estilo de vida del otro, así como excluye su peculiar procedencia.
Aquí ocurre de otra manera. Nietzsche incluye su propio pensamiento en
el complejo epocal del nihilismo, que se manifiesta, junto con la ciencia
moderna, en quiebra. Además, él sabe precisamente cuánto le debe –no
solamente como hijo de sacerdote y filólogo, sino justamente como crítico
radical– al dominio del sacerdote asceta y, en particular, al cristianismo
paulino. La enseñanza cristiana fue, de modo ejemplar, aquella que en el
curso de los siglos potenció de tal forma el valor de la interioridad que ésta
pudo convertirse en criterio absoluto para las creencias individuales. Gracias
a ello se convirtieron el conocimiento mutuo entre las personas, los juicios
de experiencia y los razonamientos lógicos en criterios rectores para todo
lo demás. Así pues, fue la cultura de la interioridad, perfeccionada por el
cristianismo, la que favoreció la moderna ascensión de la ciencia. Para ello,
también la fe fomentó, de modo indirecto, la crítica de la creencia, y eso
llevó finalmente a que el espíritu de positividad, reforzado por las ciencias
modernas, se pudiese oponer a las pruebas de la existencia de Dios y a los
signos de la revelación. Por consiguiente, el temprano nihilismo judeo-
cristiano sería la causa del ‘nihilismo radical’ del presente, en el cual aquél
adquiere, por primera vez, una conciencia de sí mismo. «El nihilismo es un
estado normal. Nihilismo: falta la meta, falta la respuesta al ¿por qué? ¿Qué
significa nihilismo? – que los valores supremos se desvalorizan»39.
Nihilismo significa, por tanto, que no hay respuesta a las grandes
preguntas acerca del sentido. En eso reconocemos cuán estrechamente unido
se encuentra el diagnóstico epocal con el pensamiento de Nietzsche; pues a fin
de cuentas es él quien, como ningún otro en su siglo, formula las preguntas
acerca del sentido. Y, de hecho, hay indicios de que su comprensión de la
inevitabilidad del nihilismo le conmovió profundamente.
Un indicio de ello es la presentación de aquel conocimiento, en el que
el diagnóstico del nihilismo encuentra su expresión más marcada: la tesis
de la «muerte de Dios». Nadie como Nietzsche ha expresado de manera tan
penetrante la transcendencia teórica y práctica del ateísmo moderno. Nadie
ha formulado de manera tan contundente la historicidad del acontecimiento,
por cuanto él proclamaba simplemente la muerte de un Dios en otro tiempo
vivo; apenas nadie ha subrayado tan claramente su propia participación
en tal proceso; y, seguro, no hay ningún otro que posea tanta lucidez para
pronunciar por sí mismo esto como un conocimiento inevitablemente
39
KSA XII 350: 9[35].
hasta qué grado son ellos creadores de nuevos valores y, de ese modo, sentirse
capacitados para situar su ‘sentido’ en la historia42.
Para la realización de esta meta, deben ser destruidos en primer lugar, sin
contemplaciones, los antiguos valores. Por eso se presenta Nietzsche como
cumplimentador de toda critica de la religión habida hasta ahora y estima, tan
resuelto como esperanzado, que él es el «primer nihilista integro de Europa
que ha vivido el nihilismo ya en su propio acabamiento…»43. Bajo esta
convicción reivindica para sí un ‘nihilismo activo’ que, en plena consciencia
de sus acrecentadas fuerzas intelectuales, critique los valores anteriores, y, sin
embargo, no se conforme con que ya no exista ningún sentido44. Nietzsche
coloca más bien todo el peso en la pregunta que previamente fue formulada
de modo explícito por Schopenhauer y que afecta ahora a todos los hombres
de una ‘terrible manera’ –«¿Posee pues la existencia un sentido?»–, a fin de poder
comprenderla en su profundidad y responderla de una forma en la que nunca
más sea purgada de vida y sentido45. En resumen: como el más consecuente
nihilista quisiera Nietzsche superar el nihilismo y, cuanto menos, guiar hasta
el umbral de una nueva ‘transvaloración de los valores’.
Y si en verdad fuera posible volver a conferir un sentido a la vida con
esta ‘transvaloración de los valores’, de ello no podría sino desprenderse que
el hombre no se renueva distanciándose de sí mismo, que el hombre no se
niega, tal como fue el caso bajo el ‘ideal ascético’ de la ‘voluntad débil’, sino
que al fin se pone de parte de sí mismo. Ha de comprenderse como ‘espíritu
libre’ –y, así, también, como sustancia finita plena de pretensiones– y no
avergonzarse ni de su corporeidad ni de su origen terrenal. Sólo entonces,
quizás, podrá conseguir rebasarse a sí mismo sin abandonar ni el mundo
ni su historia. Y ése es precisamente el mensaje de Zaratustra: «¡Mirad, yo
os enseño el superhombre! El superhombre es el sentido de la tierra. Diga
vuestra voluntad llama: ¡Sea el superhombre el sentido de la tierra!» Y añade
a modo de aclaración: «¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la
tierra y no creáis a quienes os hablan sobre esperanzas sobreterrenales! ¡Son
envenenadores, lo sepan o no!»46.
Entenderemos mejor el mensaje de Zaratustra si reconocemos contra
quién va dirigido: a saber, de manera notoria y precisa, contra ningún otro
42
KSA XII 243: 6[25].
43
KSA XIII 190: 11[413].
44
KSA XII 350s.: 9[35].
45
Cf. FW §357, KSA III 600.
46
Za I Vorrede, §3, KSA IV 14.
más que contra una visión apocalíptica del final de la historia. Zaratustra,
el profeta retornado que introdujo entre los hombres hace más de dos mil
años la diferenciación entre ‘bueno’ y ‘malo’, regresa ahora, renovado, a los
hombres, para abolir dicha antítesis moral. Pero de ese modo se suprime el
sentido de un juicio final y, por ello, el discurso sólo puede ser polémico. Los
criterios absolutos, en función de los cuales todos podrían ser juzgados de
modo homogéneo, ya no existen. Además, con la muerte de Dios desaparece
también el poder insuperable del juez supremo. Y si no podemos confiar por
más tiempo en la eficacia de un creador que nos procure un criterio y un fin,
tampoco tiene ningún sentido seguir hablando de una finalidad o de una meta.
Por eso, Zaratustra halla en la doctrina del eterno retorno de lo mismo su
«pensamiento más abismal», aquél que le libera de todo el ‘hastío’ que hubo
de experimentar mientras todavía intentaba determinar la marcha de las cosas
mediante una finalidad en la historia. De todo ‘odio’ hacia los hombres ya se
libró durante sus diez años de soledad; así, en su retorno a los hombres puede
ahora explicar que desciende hacia ellos con su ‘amor’ y la sobreabundancia
de su sabiduría. Sí que desea establecer con su mensaje una finalidad en la
tierra; pero dicha finalidad no debe orientarse hacia un lejano futuro, sino
que debe brindarle ahora significado y fuerza para actuar.
El hombre no debe ocultar por más tiempo su cabeza dentro de la «arena
de las cosas celestiales»47, sino que debe aprender a decir ‘Sí’ a esta vida, a las
tareas existentes. Así, mientras se impone a sí mismo grandes tareas, mientras
se da forma a sí mismo en la culminación de una obra y mientras crece
en la autosuperación de sí mismo, aprende también a vivir sin un sentido
absoluto de totalidad. A la postre, madura incluso en la comprensión del
fracaso trágico de todo querer humano. Éste es el sentido de aquella promesa
fatal del ‘superhombre’ y es, al mismo tiempo, la consecuencia humana de
la doctrina de la ‘voluntad de poder’, que tan marcial resuena, pero que en
realidad se ha ido forjando con profunda seriedad especulativa.
Todo eso se formula decididamente en contra de aquella visión de un
final en la historia. El diagnóstico epocal y la crítica de la religión se sitúan
ante todo en oposición natural a esa idea, creída con tanta devoción y tan
enorme seriedad científica y política por los contemporáneos de Nietzsche,
de un progreso en la historia. Por último, dado que esa exagerada esperanza
en una conclusión positiva de nuestro futuro ha de ser desenmascarada, a las
esperanzas en el progreso le sigue de inmediato la catástrofe. Quien cree en
una finalidad en la historia, al final sólo puede vislumbrar el fracaso. De esa
47
Za I, «Von den Hinterweltlern», p. 37.
48
En este contexto me limito a algunos evidentes paralelismos de contenido entre ambos
libros: en la nueva interpretación nietzscheana se ha llamado también la atención sobre estas
similitudes formales. Así Lawrence Lampert (Nietzsche’s Teaching. An interpretation of Thus
Spoke Zarathustra, New Haven, 1986, pp. 240s.) ha intentado documentar que la división
de Así habló Zarathustra repite la estructura de la Biblia. Los 66 libros bíblicos corresponden
a los 66 capítulos (más bien, discursos) del Zaratustra. Se llega a esa cifra si se valora los siete
párrafos del último capítulo de la tercera parte (Los siete sellos) como unidades independientes.
Los respectivos 22 capítulos de las partes 1 y 2 del Zaratustra remiten, según Lampert, al
capítulo 22 del Apocalipsis. La pretensión de Nietzsche de oponerse, en cuanto Anticristo,
a la enseñanza platónica-cristiana con puntos de vista que resultan de la misma, estaría así
cimentada. En una conferencia, todavía inédita, pronunciada en octubre de 1990 (en Villa
Vigoni), Henning Ottmann examinó más de cerca la tesis de Lawrence Lamprecht y la
encontró al menos tan plausible como la hipótesis, considerada por otros autores, acerca de
la estructura sinfónica o matemática del libro. Cf. Janz, C. P., Friedrich Nietzsche, 2. Bd.,
München, pp. 211ss.; Scheier, C.-A., Nietzsches Labyrinth. Das ursprüngliche Denken und
Seele, Freiburg/München, 1985, pp. 167ss.
51
Apocalipsis, 3, 219.
52
Apocalipsis, 9, 2.
53
Za III «Der Genesende», §2, KSA IV 271.
54
Apocalipsis, 1, 17 y 18.
55
Za III «Der Genesende», §2, KSA IV 271s.
56
Ibid.
57
Apocalipsis, 14, 7.
58
Za III «Der Genesende», §2, KSA IV 275ss.
Las dos citas del título de este trabajo se han considerado como eslóganes
en la jerga del ateismo popular. Incluyo aquellos que no pueden estar
conformes con tal ateismo popular y toman partido por el crucificado contra
Dioniso tienen que polemizar con la hipótesis de la muerte de Dios articulada
en la primera cita, con la ayuda de una réplica placativa como se encuentra
en los tablones de anuncios de muchos seminarios de teología: «“¡Dios ha
muerto!” / Nietzsche / “¡Nietzsche ha muerto!” / Dios»1
Quien no está informado sobre la respuesta de Dios a Nietzsche y tampoco
dispone de la palabra de Dios, hace bien en no contentarse con una réplica
placativa, sino que se ha de preguntar con más precisión sobre el contenido
de la crítica de Nietzsche a la religión y al cristianismo. Eso es lo que quiero
hacer a continuación, ocupándome de las dos citas en su contexto. La
primera –«Dios ha muerto»– es la condensación de la crítica fundamental
de Nietzsche a la religión tanto racional como revelada. Pone a disposición
a la religión en sí. La segunda –«Dioniso contra el crucificado»– marca, por
el contrario, la posición frontal específica frente al cristianismo y parece
indicar, en opinión de algunos intérpretes, algo así como algunas alternativas
religiosas de Nietzsche al cristianismo.
Los argumentos de este trabajo se dividen en cuatro secciones. La primera
sección analiza la primera cita del título en su contexto, la segunda trata de
la segunda cita. La tercera, una sección mucho más breve, plantea las dos
puntas de lanza de la crítica de Nietzsche –la critica a la religión en general
y la crítica al cristianismo – relacionadas una con otra, y se pregunta por
su contexto. La cuarta sección, también breve, examina finalmente las dos
1
Cf. sobre esto Shappiro, Gary, he Writing on the Wall: he Antichrist and the Semiotics
of History, en Solomon, Robert C. – Higgins, Kathleen M. (eds.), Reading Nietzsche, New
York / Oxford, 1988, p. 192-217.
. «Dios ha muerto»
replica el lector atento, tendría que haber llegado la noticia a los hombres,
cuando el hombre loco es su primer anunciador? «Esta acción es para ellos
todavía siempre más lejana, como los astros más lejanos – y ¡claro que ellos
mismos lo han hecho!»6. Pero los hombres, a los que el hombre loco encuentra
en el mercado, no son creyentes; por primera vez oyen que Dios ha muerto,
son expresamente aquellos «que no creían en Dios»7. Lo que les falta es la
conciencia del alcance de ese hecho, aparentemente tan simple, de que «
¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto!»8. La realidad es que han perdido toda
orientación externa para desarrollar su vida y su mundo. Su vida y su mundo
ya no tienen un centro, que fuese dado espontáneamente. Los cómodos
incrédulos que retozan en el mercado, no tienen conciencia de que los
hombres llevan sobre sus hombros una carga completamente nueva, al tener
que soportar sobre sí todo lo que Dios les quitó hasta ahora. El Dios del que
se habla aquí es asimismo la suprema instancia de la religión revelada judeo-
cristiana, la idea suprema sobre la que había girado la metafísica racional
de occidente. Cuando los hombres se deshacen de ambos dioses, entonces
el ateismo –la despedida de Dios a causa de su manifiesta no existencia o el
manifiesto asesinato por la espada de la probidad metafísica– es el comienzo
de una forma completamente nueva del ser humano. De un ser humano que
ya no encuentra nada como seguro, que ya no tiene valores fijos, sino que
acepta esta existencia como experimento con un resultado muy inseguro: la
falta de fundamento de la existencia.
Pues bien, uno puede sentirse tentado a identificar a Nietzsche con ese
hombre loco que lleva al mercado la noticia del asesinato de Dios. Pero
eso sería lo mismo que tratar de comparar precipitadamente la figura de
Zaratustra con el autor de Así habló Zaratustra. Las dos figuras son artificios
literarios, que son utilizados no tanto para el comunicado oficial de verdades
o doctrinas filosóficas, sino para su ilustración y prueba. La creación de tales
artificios literarios es un componente integral de la filosofía experimental
de Nietzsche. Estas figuras artificiales, tal y como Nietzsche las utiliza, son
comodines ideales de la filosofía experimental in praxi: su actuar y su hablar
eximen al filósofo experimental de tener que hacer referencia a una misma
posición o a comprometerse con una doctrina u opinión cualquiera ¿En
dónde dice Nietzsche que él sea Zaratustra y no el enano en el portón?9
6
Ibid.
7
Ibid.
8
Ibid.
9
ZA III «De la visión y el enigma» §2, KSA IV 199.
10
AC §29, KSA VI 200.
11
KSA III 480.
12
Ibid.
central está el parágrafo 125, dice: «Nuevas luchas. – Después de que Buda
había muerto, todavía se mostró su sombra durante siglos en una cueva, – una
enorme y horrible sombra. Dios ha muerto: pero mientras exista la especie
humana, habrá quizá todavía durante siglos cuevas en las que se muestre su
sombra, – Y nosotros – nosotros todavía tenemos que vencer su sombra»13.
Aquí ninguna figura literaria o histórica exime al filósofo de que exprese
él mismo una opinión. Ciertamente, el diagnóstico de la muerte de Dios
se incluye una vez más en un contexto histórico, o sea, como analogía de
una narración sobre Buda. El diagnóstico mismo no es un componente de
esta narración. Formula más bien un programa y precisamente el programa
de destruir su sombra después de haber aniquilado a Dios. Esto es dado al
‘nosotros’, que parece comprender tanto al autor como a los lectores, al menos
los pocos lectores elegidos, a los que se les confía la comprensión. Con este
‘nosotros’ el filósofo experimental vuelve a sacudirse un poco a hurtadillas la
responsabilidad de su escrito: se puede decir, que él es como un ‘yo’ (eso no
ocurre aquí) que acompaña, cuando el ‘nosotros’ se enfrenta a los grandes
hechos. ¿Pero es tan seguro, que el ‘yo’ del señor Nietzsche indica la dirección
hacia donde el ‘nosotros’ se vuelve? El diagnóstico de la muerte de Dios misma
no está asociado a ningún sujeto; nadie se hace responsable de ella. En cada
texto normal de prosa filosófica uno creería reconocer en él muy fácilmente
la opinión de los autores; en el caso de un escrito de Nietzsche, que aplica
virtuosamente todos los artificios para el encubrimiento de las verdaderas
opiniones de su autor, se presta más atención. Propongo que se comprenda ,
por eso, el diagnóstico de la muerte de Dios no como una doctrina dogmática
de Nietzsche, sino como una hipótesis filosófica-experimental, de la que
–como muestran tanto el parágrafo 108 como el 125 de la La gaya ciencia– se
pueden sacar algunas conclusiones de rico alcance.
La metáfora de la sombra de Dios se puede poner en relación con la
enumeración que hace el hombre loco de las consecuencias del asesinato
de Dios en forma de preguntas más o menos retóricas y deliberativas. Si
eliminamos a Dios, eso significa hacerlo no sólo respecto a las religiones
reveladas monoteístas en sentido estricto, sino respecto a la orientación
mundano-vital en general, de tal manera que a los hombres se les pone
completamente frente a sí mismos. La sombra de Dios, incluso si nosotros
ya no creemos en la existencia de Dios como los hombres del mercado,
persiste mientras que nosotros nos aferremos a una moral, que al menos
indirectamente sigue necesitando todavía de un postulado divino. Con lo
13
FW §108, KSA III 467.
Quien quiere llevar a cabo una «gran política» y quien aspira a una positiva
«transvaloración de todos los valores», debe dejar tras de sí lugares comunes de
diagnosis filosóficas y culturales, desde los cuales se pueden detraer todas las
consecuencias junto con sus opuestos correspondientes. El hombre loco había
tenido que reconocer en el mercado que los hombres no podían comprender
lo que quería decir, aunque habían ya perdido su fe en Dios. Este fracaso del
24
Sobre todo Ottmann, Henning, Philosophie und Politik bei Nietzsche, segunda edición
ampliada y corregida, Berlin / New York, 1999, pp. 239-292.
31
«Definition der Moral: Moral – die Idiosynkrasie von décadents, mit der Hinterabsicht,
sich am Leben zu rächen – und mit Erfolg. Ich lege Werth auf diese Definition» EH «Warum
ich ein Schicksal bin» §7, KSA VI 373.
32
Müller, Enrico, Die Griechen im Denken Nietzsches. Inauguraldissertation zur Erlangung
des akademischen Grades eines Doktors der Philosophie der Philosophischen Fakultät der Ernst-
Moritz-Arndt-Universität Greifswald, Greifswald, 2004, p. 13.
33
EH, KSA VI 374.
34
EH p. 16 (KSA VI 258).
35
EH p. 103 (KSA VI 345).
36
EH p. 109 (KSA VI 352).
37
EH p. 106 (KSA VI 349).
38
AC p. 57 (KSA VI 199).
39
Sobre eso ver también Cancik, Hubert - Cancik-Lindemaier, Hildegard, «Der
“psychologische Typus des Erlösers” und die Möglichkeit seiner Darstellung bei Franz
Overbeck und Friedrich Nietzsche», en Brändle, Rudolf – Stegemann, Ekkehard W. (eds.),
Franz Overbecks unerledigte Anfragen an das Christentum, München, 1988, pp. 108-135.
Este Jesús, al que le queda el «amor como único, como última posibilidad
de vida…»40, de «una extremada capacidad de sufrimiento y excitación»41,
aparece como un «gran simbolista»42, desde el que sólo una mala comprensión
grotesca ha podido hacer al fundador de una religión y a un hombre-Dios
que muere por los pecados del mundo. La crucifixión en la vida de Jesús es
en sí un hecho contingente; sólo «la fatalidad»43 de una nueva interpretación
de esta muerte en la cruz por los discípulos, que no comprenden nada,
y del autollamado apóstol Pablo, «le ha llevado a convertirse víctima
propiciatoria»44; sólo a través de esta nueva interpretación el «crucificado»
ha venido al mundo, como haciendo las veces de su opuesto, Dioniso. Con
el «tipo del redentor», que sólo se redime a sí mismo, es decir, inmunizado
contra el dolor, en cuanto que él funda una nueva «práctica»45, el «crucificado»,
esta divinización y justificación del sufrimiento sin sentido y negador de la
vida, –insisto una vez más– sólo tienen en común el nombre histórico.
La contraposición con Dioniso es entonces la del Cristo que promulga
la Iglesia, no la de Jesús de Nazaret, al que la anticristiana «psicología del
redentor»46 quita de las manos el proceso eclesial –no para establecer con ello
una devoción de Jesús propia, radical protestante, sino para deslegitimar la
autofundación del cristianismo. El Nietzsche tardío se interesa solo de vez en
cuando por Jesús, en cuanto que este Jesús se deshace de un tipo especialmente
notable de decadencia y de la superación de la decadencia, que se puede
esgrimir como un arma contra el cristianismo y la moral. No se puede hablar
de una identificación de Nietzsche con el tipo de redentor: cuando se dice en
El anticristo que «una vida semejante», o sea, como la de Jesús, «todavía hoy
esa vida es […] posible, para ciertos hombres es incluso necesaria»47, no será
recomendada de ningún modo una vida así. Sólo quien está predispuesto
patológicamente de modo semejante, encuentra en la ‘práctica’ de Jesús una
estrategia adecuada para la superación de la existencia.
Finalmente se ha de señalar, para interpretar los pasajes aparentemente
megalómanos en «¿Por qué soy un destino», que también el ‘yo’ que habla
40
AC p 59 (KSA VI 201).
41
AC p. 58 (KSA VI 200).
42
AC p. 64 (KSA VI 206).
43
AC, KSA VI 213.
44
Ver también, «Dionysos gegen den Gekreuzigten. Nietzsches Verständnis des Apostels
Paulus», en Salaquarda, Jörg (ed.), Nietzsche, Darmstadt, 21996, pp. 288-322.
45
AC p. 65 (KSA VI 207).
46
AC §28, p. 57 (KSA VI 198).
47
AC §39, p. 69 (KSA VI 211).
50
KSA XIII 265-267: 14[89].
51
Ver también el análisis de Willers, Ulrich, Friedrich Nietzsches antichristliche Christologie.
Eine theologische Rekonstruktion, Innsbruck, 1988, pp. 291-296.
52
KSA XIII 266.
53
KSA XIII 267s., se introduce en AC §§ 20ss.
54
KSA XIII 320: 14[136].
55
KSA XIII 321: 14[137].
para que sucumba la vida afirmativa son señaladas en la nota: los débiles
y enfermos parecen haber sido en su mayoría aplastante simplemente más
fuertes que los pocos sabios y fuertes por naturaleza. Aquí el bando del
‘nosotros’ que habla es por eso claro: «nosotros tenemos un principio, dar razón
al único que hasta ahora sucumbió, y no darle razón al que venció hasta
ahora: nosotros hemos reconocido al “mundo verdadero” como un “mundo
falso” y a la moral como una forma de inmoralidad»56.
Con esto hemos sometido a discusión todos los lugares de la obra de
Nietzsche y de los fragmentos póstumos, en los que se acentúa de ese
modo y se articula con estas palabras la contraposición «Dioniso contra el
crucificado»57; las notas de los fragmentos hacen que el antagonismo sea
claramente concebido en primer lugar como un antagonismo histórico, que
se tipifica de ideal, el cual se actualiza y universaliza en Ecce homo.
Tal actualización y universalización se pueden observar en las llamadas
fichas de la locura, que Nietzsche dirige a diversos destinatarios en enero de
1889 y que firma alternativamente con «Dioniso» o «El crucificado»58. Ahí
no sólo están niveladas las diferencias históricas, sino que la contraposición
sistemática aparece superada. En cuanto al contenido no hay diferencias
reconocibles entre las cartas redactadas en nombre de Dioniso y las
redactadas en nombre del crucificado, que sugieren respectivamente una u
otra firma. Dioniso y el crucificado son intercambiables. En la voluntad de
transvaloración de los últimos días del Nietzsche consciente, la contraposición
más extrema de Dioniso y del crucificado se encuentra claramente orientada
hacia una síntesis – en la figura entre tanto completamente estilizada de
Friedrich Nietzsche.
Una vez que hemos tratado de analizar las dos citas del título en su
contexto, queremos ahora introducir algunas reflexiones más generales.
56
KSA XIII 322: 14[137].
57
Por lo demás valdría la pena investigar sobre la contraposición de ‘Dionios o el
crucificado’ en la lectura de Nietzsche de los siete libros de Arnobius africano contra los
paganos. Se inspira en la traducción latina y comentario de Franz Anton von Besnard,
Landshut, 1842. Sobre el ejemplar que utiliza Nietzsche ver Campioni, G. - D’Iorio, P.
- Fornari, M. C. - Fronterotta, F. - Orsucci, A., Nietzsches persönliche Bibliothek, Berlin /
New York, 2003, pp. 126s.; sobre el problema las indicaciones de Sommer, A. U., Friedrich
Nietzsche: «Der Antichrist», pp. 615s.
58
KSB VIII 571-577.
68
Cf. Sommer, A. S., «Jesus gegen seine Interpreten oder Die Hermeneutik der
Urteilsenthaltung. Pilatus und der “Typus des Erlösers”», Nietzscheforschung. Jahrbuch der
Nietzsche-Gesellschaft, 11 (2004), 75-86.
69
AC §46, p. 82 (KSA VI 225).
70
Continúo aquí mis explicaciones: Sommer, A. U., Was (er)schafft die Umwertung aller Werte?
71
AC §54, p. 93 (KSA VI 236).
!"
#
$
!"#
«Von den Hinterweltern» ¿Quiénes son los partidarios de los trasmundanos? 65
Son sobre todo los primeros versos3, del 1 al 6, los que evocan la ilusión de
la que fue victima antaño Zaratustra; les siguen los que se pueden considerar
como una segunda parte (del verso 7 al verso 25) dedicada a la búsqueda
del origen de la ilusión, y por una tercera, a partir del verso 26 hasta el final
del Canto, donde Zaratustra explica su postura para con los enfermos y los
caminos de salida de la enfermedad.
Los primeros versos evocan casi irresistiblemente rasgos propios de la fe
cristiana, al menos como el joven Nietzsche pudo conocerlos e interpretarlos.
Está la cuestión de la creación del mundo, pero de un mundo creado por un
1
En particular en el Prefacio a la segunda edición de FW §2.
2
Descartamos de momento el platonismo que no tuvo en el joven Nietzsche una
influencia tan conmovedora y existencial como las otras dos filosofía/teología recordadas.
Volveremos allí posteriormente.
3
Nos atendremos a las afirmaciones de Nietzsche sobre el cristianismo, suponiendo que se
trate efectivamente de él, tal como las encontramos en este canto, por un celo metodológico
de precisión. Anotamos los versos con cifras para facilitar el análisis.
4
Véase la primera Consideración intempestiva, dedicada a David Strauss. Para su
comentario, Paul Valadier, Nietzsche et la critique du christianisme, Paris: Editions du Cerf,
1974, cap. 1, pp. 24-68.
5
AC §34.
6
«Él [Jesús] sólo habla de lo que es lo más profundo: ‘vida’, o ‘verdad’, o incluso ‘luz’,
son palabras para lo más profundo; el resto, toda la realidad, toda la naturaleza, el lenguaje
mismo, no tiene para él más valor que el de un signo, el de una imagen» AC §32.
para dominar sus pasiones. Presupone una resistente real y fuerte contra el
que hay que combatir, no una evanescencia. A diferencia de las intenciones
del canto que analizamos, Pablo es sobre todo un enemigo de la moral noble
o aristocrática, enseñando que los pobres, los débiles, los abandonados son
los elegidos de Dios, los vencedores de la moral de los fuertes. Lejos de
mantener que la distinción entre bien y mal no es más que ilusión, Pablo
estableció una distinción insalvable, la que opone los débiles a los fuertes, los
esclavos a los nobles, hasta el punto incluso de que esta distinción inaugura
este conflicto que según Nietzsche divide la historia en dos7. Dando esto
por supuesto, Pablo ‘saca la existencia de sus casillas’, pero es para poner
diferencias insalvables internas a este mismo mundo. No pide a sus discípulos
abandonar un mundo que sería ilusión, sino que por el contrario pone la
muerte en la vida. Sin duda alguna en relación con el mensaje de Jesús,
desplaza el Reino de Dios fuera de la vida presente, promete una retribución
divina después de la muerte. Inventa un Redentor, haciendo de Jesús un
Cristo, un salvador, y por esto presupone que la existencia es «una prisión»8.
En lugar de decir sí, según la Buena Nueva de Jesús, Pablo llama a decir no,
transformando así el mensaje en «Dysangelium»9. Su enseñanza desplaza el
centro de gravedad de la existencia, «colocándolo en el más allá»10. Y en este
sentido esta postura se parece a la que describe nuestro Canto, puesto que
la existencia no encuentra su justificación en ella misma, sino en otro (el
Salvador) y espera su realización en un mundo futuro.
Pero si el cristianismo paulino no deja de tener puntos en común con las
tesis de los adeptos del trasmundo, parece difícil de nuevo establecer una plena
equivalencia. El Dios de san Pablo no posee ninguno de los rasgos indicados
en los tres primeros versículos del canto. Se trata de un «Dios justiciero»11
que pedirá cuenta de los actos y que no los considera como indiferentes ni
evanescentes; no es ni sufriente ni atormentado (v. 1); Dios eminentemente
moral, no crea por cansancio y su creación no es un sueño; como justo
distingue perfectamente entre Bien y Mal, Tú y Yo, hasta tal punto que cada
uno tendrá que rendir cuenta de su propio destino y de su pecado (noción
7
GM I §16.
8
Véase la parábola inventada por Nietzsche, en WS §84, titulada «Los prisioneros». El
Canto «De los sacerdotes» (Za II) está todo organizado alrededor del término ‘salvador’ (el
cual, lejos de ser liberador, «los [a los creyentes ] arrojó en cadenas» (v. 8).
9
AC §39.
10
AC §43.
11
FW §§ 140-141.
12
FW §135 «Origen del pecado».
13
FW §138 «El error de Cristo».
14
Schopenahuer, A., Le monde comme volonté et comme représentation, I, §70, Paris:
PUF, 1966, p. 511.
15
Debemos observar la identificación entre ‘fe’ y ‘facultad de conocer’: la fe es
conocimiento del mundo, manera de comprenderlo, no adhesión o fidelidad a Dios, entrega
de sí a lo más grande que sí .Es por lo que la referencia a Kant es posible.
16
La fe como ‘facultad de conocer’ (representación debe ceder el sitio a la Voluntad (a
la moral).
la quiere ella misma, no tiene otro ‘fin’ que la nada. El mundo no es más
que una inmensa vanidad que produce la ilusión de ser verdadera. «Cuesta
trabajo creer hasta qué punto es insignificante, vacío de sentido [...], hasta
qué punto es estúpida e irreflexiva [...] la existencia que corre la mayor
parte de los hombres; una espera tonta, sufrimientos estúpidos, un paso
titubeante a través de las cuatro edades de la vida, hasta ese final, la muerte
[...] Un individuo, un rostro humano, una vida humana, eso no es más que
un sueño muy corto del espíritu infinito que anima la naturaleza de esta
pertinaz voluntad de vivir, una imagen fugaz además, que jugando esboza el
espacio y el tiempo en una tela sin fin, para dejarlo allí durante un momento
– momento que, respecto a estas dos inmensidades, es un cero – después
borrarlo y dar paso así a otros»17.
Pero la redención obtenida por un ascesis que convierte la voluntad
en no querer ya, a mantenerse a distancia de las ilusiones del mundo de
la representación, no es a su vez más que una ilusión, puesto que pone
a cada uno delante de la (su) nada. Así acaba El mundo como voluntad y
representación: «Nosotros, antes bien, lo reconocemos abiertamente: lo que
queda tras la total supresión de la voluntad es, para todos aquellos que están
aún llenos de ella, nada. Pero también, a la inversa, para aquellos en los que
la voluntad se ha convertido y negado todo este mundo nuestro tan real,
con todos sus soles y galaxias, es nada»18.
Es de esta metafísica profundamente pesimista de la que Nietzsche trató
de deshacerse, y es a ella a la que hace alusión en el canto que estudiamos.
Encontramos allí la enseñanza del «profeta del gran cansancio», del que
muchas otras citas permitirían atestiguar la hipótesis de lectura propuesta
aquí. En el libro IV del Zaratustra, el canto «El grito de socorro» resume bien
la enseñanza del profeta de la nada: «todo es idéntico, nada vale la pena, el
mundo carece de sentido, el saber estrangula». Es difícil aquí no reconocer
otra vez el cristianismo tal como lo entiende Nietzsche. Pero en realidad,
cristianismo invertido como lo recalca un aforismo de Humano, demasiado
humano19. Este fragmento, escrito en momentos difíciles en que Nietzsche
intentaba exorcizar la influencia debilitante del ‘profeta del gran cansancio’, es
lo más destacable de su opinión, que a la vez resume y estigmatiza el propósito
de Schopenhauer: «‘¿no hay pues hombre responsable?¿Y todo, lleno de falta
y de sentimiento de culpabilidad? Pero debe haber en algún sitio un pecador:
17
Schopenahuer, A., op. cit., p. 406
18
Ibid., p. 516.
19
MA II §33.
ella misma. ‘Dios atormentado que no crea seres más que para hacerlos sufrir
y sumergirlos de nuevo en la nada. En realidad este dios falsamente creador
no es más que una ficción que el hombre proyecta más allá de sí-mismo,
proyección que no es de ningún modo una alienación según las perspectivas
de Feuerbach o de Marx; no habla más que del hombre mismo. Este más-allá
(Jenseits) no remite a ningún más allá efectivo ni a ninguna realidad; habla
del hombre que lo quiere y lo desea, remite pues a la fatiga (Mündigkeit)
humana que crea esta ilusión. De Dios no trata más que ficticiamente,
porque es el cansancio del cuerpo sufriente, incapaz de soportarse y soportar
el mundo que crea a los trasmundanos. Voluntad nihilista que no pudiendo
soportarse ella misma, no puede tampoco soportar el mundo, ni la voluntad
en su facticidad. Cuerpo que desesperó del cuerpo (como dice el verso 14).
Cuerpo que quiere alcanzar el fondo de las cosas, conocer el sentido último,
por incapacidad para soportar la duración y forjarse una voluntad bastante
fuerte para querer lo que es. Aquí las alusiones a Schopenhauer ofrecen
todavía un cuadro interpretativo poco discutible.
La dificultad para identificar a ‘estos trasmundanos’ va unida al hecho de
que este Canto no echa la culpa claramente a ninguna categoría precisa, tiene
que ver aquí primero con una mezcla de cristianismo y schopenhauerismo,
o más bien con la propuesta de interpretación schopenhaueriana del
cristianismo. Identificación aún más delicada puesto que a través de este
cuadro se alude a «los que poetizan y tienen la manía de los dioses» (v.
28), a los creyentes en general. Y de hecho el canto propone una crítica
de la creencia: el Dios o los dioses son una «proyección de mi ilusión más
allá del hombre» (v. 6), pero proyección vacía nacida del sufrimiento y
de la impotencia (v. 11). Tal crítica no se apoya en la ignorancia de una
humanidad menor o inconsciente de sí (Feuerbach), dividida ella misma
(Marx) y proyectándose en una entidad que no sería más que ella misma.
Todo viene aquí del cuerpo enfermo, y no es el conocimiento, el saber, la
salida de la ignorancia o de la alienación económica los que garanticen la
curación20 o que desemboquen en la muerte de Dios. Hay que encontrar
una relación sana con su cuerpo y querer esta relación por un proceso de
20
Incluso si está dicho en el v. 28 que «odian con furia el conocimiento» y ‘la lealtad’,
no es un aumento de luces lo que los curará; y si «vuelven la vista hacia tiempos oscuros»,
son más bien acusados de exceso de razón que de irracionalismo, puesto que ‘la locura de la
razón’ consistía en creer en ‘la semejanza con Dios’ del hombre. Y es por lo que creyéndose
elegidos, es en ellos «aquello en lo que más creen ellos mismos» (v. 30). Vanagloriarse hasta
el punto de creerse centro del mundo, tal es el reproche permanente hecho a los creyentes
por Nietzsche.
. Curación de la enfermedad
21
FW §347 «Los creyentes y la necesidad de creencia», o §344 «En qué nosotros también
somos todavía piadosos».
ilusión. Hay que echar la culpa a una voluntad débil incapaz de querer lo
que es, de decir-sí a la tierra. Ella es la que se ha de ‘metamorfosear’, como
Zaratustra lo hizo, «llevar sus cenizas a la montaña», lo que supone pasar
por una verdadera muerte. Las propuestas de Zaratustra están pues llenas
de peligros, lejos de enseñar un disfrute de sí y de los placeres de la tierra.
En el § 4 del Prólogo, no oculta la radicalidad del cambio total que hay
que realizar: «Todos los creadores (Wesen) han creado hasta ahora algo por
encima de ellos mismos;¿y queréis ser vosotros el flujo de esa gran marea y
retroceder al animal más bien que superar al hombre?» (v. 3). No retroceso,
sino superación. Hay que entrar en el ‘gran desprecio’ de sí (v. 16), para el
que importan poco su felicidad (v. 18), su razón (v. 19), su virtud (v. 20), su
justicia (v. 21), su compasión (v. 22). Todo eso debe ser purificado y lavado
en el mar (v. 15). Trabajo peligroso, porque leemos en el §4, «El hombre es
una cuerda tendida entre el animal y el superhombre – una cuerda sobre un
abismo. Es peligroso pasar al otro lado, peligroso permanecer en el camino,
peligroso mirar atrás, peligroso estremecerse y pararse. […] Yo amo a quienes
no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso, son ellos los
que pasan al otro lado. Yo amo a los grandes despreciadores, porque son los
grandes veneradores y las flechas del anhelo hacia la otra orilla» (vv. 2-6).
No se trata por consiguiente de cultivar un nuevo orgullo del hombre,
de ponerse en el mundo como centro omnipotente y omniqueriente; el
presupuesto de una muerte en el estado actual del hombre, en la situación
del ‘último hombre’ (Prólogo §5), y la llamada a ambicionar la otra orilla
podrían incluso hacer creer que no nos hemos salido de las perspectivas de
un trasmundo, aunque bajo otra forma. Nada de eso, se trata de «sacrificarse
a la tierra» (v. 7), y no «buscando una razón detrás de las estrellas para
hundirse en su ocaso y sacrificarse» (v. 7). Imposible ignorar sin embargo este
vocabulario de muerte de sí mismo, de sacrificio, de ‘pérdida’ (Vergehen), de
caída (Untergang); imposible también concluir que la crítica del trasmundo
lleva a encerrar al hombre en lo inmediato, olvidando la temible profundidad
de lo real: él es «una cuerda sobre un abismo» (v. 2), y un abismo fatigado
tanto más temible cuanto que no se trata de hacer girar todo alrededor de
sí o de referirse a él pensándolo bajo la forma de una Providencia, de un
sentido de la historia o de una unidad del mundo.
Menos aún hay que mantener la idea de que la rebelión contra el más allá
o contra el Dios o los dioses equivaldría a la transformación exigida y que esta
revuelta será en contra de lo ficticio, de lo imaginario y de lo real. ¡Revuelta
de esclavo que necesita un maestro incluso ilusorio para tener el sentimiento
y que es la medida y el valor de las cosas» (v. 18). Es tal su ‘orgullo’, que no
es orgullo prometéico, ni delirio de presunción, sino aptitud para «crear el
sentido de la tierra» (v. 21 y v. 34), no el sentido definitivo o único, sino en
adelante «querer ese camino que el hombre ha recorrido a ciegas» y llamarlo
bueno porque ese es el sentido, parcial, limitado, que hemos querido (v. 22).
Ningún esteticismo en este asunto, sino deseo de dar sentido a su existencia
según una voluntad que sabe querer de nuevo lo que tiene que querer en el
instante y que puede decir sí una infinidad de veces a lo que ha querido.
La curación depende pues de la conversión de la voluntad. Pero una
voluntad débil que busca «estar sustraída a su cuerpo y a esta tierra» no se
transformará por voluntarismo o ascetismo. Podrá quererse fuerte y libre
sólo si es capaz de cantar el mundo. De decirle sí en todas sus dimensiones,
las más exaltantes de belleza y las más temibles de fealdad27. Es el esplendor
del mundo, incluido en su caos, lo que puede suscitar el canto del decir
sí, y entusiasmar con esta celebración a la cual se reduce principalmente la
enseñanza de Zaratustra, porque se trata de una enseñanza (Lehre), de una
doctrina razonada y racional, la más razonada que haya, auténtica ‘gaya
ciencia’, cuya alegría es apta para trasmutar la voluntad. Sólo la alegría ante
la profundidad del mundo, incluyendo su dolor, permite cambiar la vida y la
Eternidad28, y transformar la voluntad inspirándole el gusto y la admiración
de lo Infinito.
. ¿Identificación?
27
Todo este está presupuesto en la ‘Revelación’ (Offenbarung) de Sils-Maria fuera de la
cual esta enseñanza pierde su sentido. Cf. EH «Por qué escribo libros tan buenos. Así habló
Zaratustra» §1.
28
Véase «La segunda canción del baile» y sobre todo «Los siete sellos» en la tercera parte
de Así habló Zaratustra.
Hay que admitir que esta expresión tiene dos significados muy diferentes
el uno del otro en el corpus nietzscheano. El texto de Así habló Zaratustra
comentado aquí revela uno, que no hay que confundir con el otro. El mundo
en cuestión en el canto comentado no es más que un sueño, un humo, un
hechizo, y se puede considerar como el producto de una borrachera que se
entrega ella misma a fantasías embriagadoras sin consistencia. Un mundo
así está afectado de irrealidad, todo allí se confunde, bien y mal, yo y tú,
placer y dolor. No es más que ilusión de la que hay que deshacerse como de
una mala obsesión. Trasmundo no significa que se coloque otro mundo, a
distancia de éste, sino que se desvaloriza el mundo presente, se lo desdobla,
postulando su no realidad esencial. Es este mundo, pero desacreditado o
identificado con la vanidad (con un sueño). ¿Qué actitud filosófica o teológica
es designada de esta manera? No ‘el’ cristianismo hablando con rigor, sino
un cristianismo releído por Schopenhauer, la ilusión de juventud que antaño
hechizó a Nietzsche (Zaratustra). Numerosas alusiones hacen también pensar
en los ‘creyentes’ en general, aunque los análisis de la necesidad de creencia
insisten menos en la creación de un mundo ilusorio que aquí, puesto que
la idolatría que suscita tal necesidad lleva más bien a absolutizar entidades
como lo Ideal, el Bien, la Nación, el Progreso....
Resulta claro que nuestro canto no apunta directamente al dualismo
metafísico. Sería un contrasentido no ver que Nietzsche habla de otra
concepción de las cosas, cuando se mete con el mundo de lo Ideal platónico.
Se trata entonces de una segunda concepción del trasmundo que tiene poco
o nada que ver con la primera, y por otra parte en estos casos Nietzsche
no utiliza el término que analizamos, aunque la intención crítica parece
cercana, incluso idéntica. La crítica nietzscheana del dualismo metafísico
se mete con la constitución de un mundo que es sólo lo verdadero, el
bien o lo justo, contradistinguido del mundo sensible identificado con lo
provisional, lo fluctuante, lo transitorio, con una realidad pues que no puede
ser acreditada como lo verdadero, el bien o lo justo. Niega la afirmación de
un ‘mundo verdadero’29, que, si supone también un rechazo de lo sensible
y una negación del cuerpo, plantea una relación de oposición viva y que
desvaloriza, destructora de lo que niega. Este ‘mundo verdadero’ no tiene
la inconsistencia de la referencia a la voluntad de vivir schopenhaueriana,
porque establece otra realidad más verdadera y más ‘real’ que el mundo
sensible, tan verdadera y tan real que se constituye en su medida, su norma
29
Así en el Crepúsculo de los ídolos, en el famoso apartado titulado «Cómo el mundo
verdadero acabó convirtiéndose en una fábula. Historia de un error».
ESTUDIOS
NIETZSCHE
Nietzsche contra Pablo 83
In limine
En los años más oscuros del siglo que acaba de pasar –ese que alguna
tendencia historiográfica ha definido ‘breve’, y que por el contrario parece
no querer acabar– una filósofa europea, nacida en España, María Zambrano,
obligada a mediados de los treinta, por una dictadura, no se sabe si más
mezquina o feroz, a emigrar a América latina, tuvo el corage y la fuerza de
pensamiento de preguntarse sobre el destino de Europa. Sobre el futuro, a la
luz y a la sombra de su pasado. Entre otras cosas se preguntaba: «lo realizado
por Europa en su Religión ¿ha sido Cristianismo? Y la verdad es que basta
para sentirse cristiano en un grado mínimo para presentir y vislumbrar que
no, que lo realizado por Europa no ha sido el Cristianismo, sino, a lo más,
su versión del Cristianismo, la versión europea del Cristianismo. ¿Es posible
otra, que sea también europea y, sobre todo, que sea Cristianismo?».
No para responder a esta pregunta, sino sencillamente para replantearla
en toda su radicalidad, se necesita hoy en día un pensamiento capaz de dejar
a un lado todo intento de mediación tanto política como cultural. No para
enfrentarnos a otras culturas u otros mundos, religiones y concepciones del
hombre; sino para enfrentarnos a nosotros mismos, con nuestra historia, para
poder elevarnos por encima de nuestro pasado, nuestra tradición, nuestra
historia... y poder juzgarlos. Se puede tener la fuerza de afirmar el valor
de lo que se ha hecho, la dignidad de la propia historia, hasta el punto de
presumir de sí mismos, sólo si se tiene la valentía de denunciar los propios
errores y los propios malhechos, hasta avergonzarse de uno mismo. ¿Y quién
mejor que Nietzsche puede ayudarnos en esta obra impía por su radicalidad
y soberbia en su humildad?
Este es el propósito que guía los presentes análisis de las páginas de
Nietzsche sobre el cristianismo. Nos detendremos, en particular, en la
Zambrano, M., La agonía de Europa, Madrid: Mondadori, 1988 (1945), p.44.
1.
El problema implica la cuestión de la relación ‘judaísmo-cristianismo’: me he ocupado
de ello discutiendo las tesis opuestas de Martin Buber, Gershom Scholem e Jacob Taubes en Il
Dio possibile. Esperienze di cristianesimo, Roma: Città Nuova, 2002, pp. 171-188 y 189-195.
Sólo un ejemplo: Pablo en la Carta I a los corintios (cito la edición Nestle-Aland, Novum
Testamentum, Graece et latine, Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 261979) en el contexto
de una argumentación (caps. 5-11) que pretende fundar las reglas de vida de la ekklēsia
cristiana en el tiempo mundano de la espera, y por este motivo antepone a la ‘glossolalia’ la
‘profecía’ (cap. 14), escribe (cap. 7, vv. 29 y 31): «ho kairos sunestalmenos estin» (el tiempo
se ha contraido), quindi di seguito: «paragei gar to schēma tou kosmou toutou» (pues pasa
la figura de este mundo).
2.
3.
GM I 4, p. 33 (KSA V 261).
Cf. Aristóteles, Ética a Nicómaco, III, 1114b 6-12.
Cf. KSA I 875-890.
KSA I 553-577, § 4.
10
Cf. en particular Platón, Crátilo, 423d.
11
Cf. Aristóteles, De las categorías, I, 16b 34 – 17a 4.
12
Cf. MA §2.
13
MA §251, y también §§ 272-280.
4.
GM I §2, p. 31.
15
16
«La energía, la libertad que deriva de la fuerza y de la exuberancia de la fuerza del
espíritu se prueba mediante el escepticismo» A §54.
definición del querer, y por tanto es imposible que no ponga en cuestión los
fundamentos de la Genealogía de la moral.
Pero antes de afrontar directamente este problema, consideremos la otra
cara de esta contradicción, la que concierne a Pablo, y más allá de Pablo, al
entero pueblo judío: la contradicción de un hombre y un pueblo aristocráticos,
de una potente voluntad, que se comprometen con la causa de los débiles,
de los chandalas, de los impotentes.
5.
22
A §24, p. 191.
23
GM III §28, pp. 411-412.
intuye en ellos una potencia con la que se puede salir airoso mejor contra el
‘mundo’»24.
Por tanto, el pueblo judío no está dominado para nada por los instintos
de la décadence, todo lo contrario: los domina convirtiéndolos en defensas de
la vida. En lugar de ser el pueblo ascético kat’exochen, el judío es, hablando
propiamente, anti-ascético. Es el contrario del sacerdote, ateniéndonos a
cuanto ha sostenido Nietzsche en La genealogía de la moral. El cura –afirmaba
allí– posee sin duda una gran fuerza de voluntad, pero no es para nada
‘aristocrático’, un alma noble, euphuēs. En lugar de tener una buena naturaleza
(euphuia), sufre de una naturaleza torcida, y dirige su poder, la voluntad de
«enseñorearse, no sobre algo de la vida, sino sobre la vida misma», contra
la fuente de la potencia, contra el querer, contra la vida. El cura ascético
está dominado por un ressentiment sin igual, su «mirada se dirige, hastiada
y pérfida, contra la misma prosperidad fisiológica, en particular contra su
expresión, la belleza, la alegría; mientras se fija y busca complacerse en el
fracaso, en la podredumbre, en la desventura, en lo feo, en la expiación
voluntaria, en la autorrenuncia, en la flagelación, en el holocausto de uno
mismo»25.
El pueblo judío domina los instintos de la décadence, el cura está dominado
por ellos. Aunque del obrar de ambos surjan los mismos efectos, las causas
sin embargo son distintas. La diferencia entre el pueblo judío y el cura
ascético es una oposición. Oposición de positivo y negativo, de acción y re-
acción. De bueno y malo: de aristocrático, o alma noble, y plebeyo, vulgar,
malnacido.
En verdad, esta oposición a la que está dedicada el primer tratado de
La genealogía de la moral, no es en absoluto evidente, como resulta ya de
la lectura de los otros dos tratados de la misma obra. Pero de los distintos
problemas que plantea, hablaremos luego. Veamos ahora si la diferencia
entre el anti-ascetismo del pueblo judío y el ascetismo del cura ascético no
puede ayudarnos a entender la diferencia entre judaísmo y cristianismo, y
por tanto la figura de Pablo, como es presentada en el Anticristo.
6.
Tercer pasaje: «[Los judíos] son lo opuesto de todos los décadents: han
tenido que representarlos hasta dar la ilusión de serlo, con un non plus ultra
24
A §24, p. 192.
25
GM III §11, p. 363.
Israel, para que apareciera como la prehistoria de su acción: todos los profetas
han hablado de su ‘redentor’... La Iglesia falsificó, más tarde, incluso la historia
de la humanidad haciendo de ella la prehistoria del cristianismo...»27.
Pablo falsifica la vida ejemplar de Jesús introduciéndola en la tradición
judía. El cristianismo, así, en lugar de oponerse «al instinto judío», se convierte
en «su justa consecuencia, una ilación ulterior en su espantosa lógica»28. El
cristianismo –no Cristo, que representa en cambio la negación de la «entera
doctrina judía de la penitencia y de la conciliación; [y] sabe que sólo con la
práctica de vida se puede sentir uno ‘divinos’, ‘beatos’, ‘evangélicos’, ‘hijos
de Dios’ en cualquier momento»29.
Ahora podemos afrontar el nudo de la relación Pablo-Jesús, teniendo todos
los términos del problema. Tanto Pablo como Jesús ponen la ‘práctica’ por
encima y más allá de la ‘teoría’, pero el ‘aristocrático’ Pablo –el alma noble,
el euphuēs– subordina la práctica a la teoría, lo performativo a lo semántico,
donde el ‘budista’ Jesús, malnacido y débil, se atiene con firme coherencia
al primado del comportamiento, del obrar, de la práxis. ¿Cómo explicar
esto tan extraño?
7.
Interroguemos ante todo a Pablo. Él nos dice que todo cuanto el mundo
considera como sabiduría y poder, es ante la cruz necedad e impotencia (I
Co. I, 18-30). En la lógica de la fe todas las relaciones mundanas cambian
no sólo de signo sino también de sentido. Si para la lógica común del mundo
potencia e impotencia se excluyen mutuamente, si en la lógica dialéctica
los términos opuestos remiten unos a otros y se invierten uno en otro, el
positivo se hace negativo y el negativo positivo, en la lógica que tiene en
su centro la Cruz, sabiduría y potencia, locura y debilidad se unen pero
no se funden: remitiéndose y uniéndose se mantienen distintos. Potente
es el creyente que se debilita a sí mismo hasta anularse, que imita a Cristo
vaciándose, kenotizándose30, convirtiéndose en libre receptáculo de la potencia
de Dios. El creyente es potente, no para sí y por sí mismo, sino para Dios.
Pablo reivindica su potencia afirmando su debilidad. Dice a los hermanos
27
A §42, p. 216.
28
A §24, p. 191; cf. además §38.
29
El texto continua así: «No la “penitencia”, no la “oración por el perdón” son las vías
que conducen a Dios: sólo la práctica evangélica conduce a Dios, ella justamente es “Dios”»
A §33, pp. 205-206.
30
Del adjetivo griego kenos, -ē, -on, vacío (nota del traductor).
de Corinto «de nada soy consciente por mí mismo» (ouden emautō sunoida,
I Co. 4, 4; y cf. con Ro., 7, 15). Su saber, como su fe, deriva de Dios, como
la injusticia humana (adikia) de la justicia (diakaiosunē) divina (Ro. 3). La
potencia de Pablo está toda en esta remisión a Dios. La potencia de Pablo no
es de Pablo, es de Dios, es potencia divina. Potencia divina que actúa en él,
una vez que se ha vaciado de sí mismo. Por ello puede afirmar su nulidad y a
la vez exhortar a los creyentes (pisteuontes) a imitarlo (I Co. 4, 16 y 11, 1).
La potencia del lenguaje de Pablo, la fuerza que se desencadena desde
sus metáforas, las expresiones paradójicas que utiliza, no debe obstaculizar
nuestro sentido crítico. Ante todo no debe impedirnos ver su proximidad
con Platón. Pablo retoma, repite, wiederholt, Platón. Desde luego, en un
contexto experiencial y discursivo completamente distinto, pero la sustancia
del discurso paulino es la misma que la del razonar platónico.
8.
se le revela la idea tou agathou, la idea del bien, que indica el fin que hay que
perseguir y a la vez le da fuerzas al alma para perseguirlo.
Esta concepción domina el entero pensamiento ético-político de
Occidente, hasta Nietzsche. El cristianismo paulino, el cristianismo
occidental, europeo en particular, se halla completamente dentro de esta
tradición31. Pablo se presenta con estas palabras: kletos apostolos Christou Iesou
dia thelematos theou, llamado apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios (I
Co., I, 1). Es el agathon lo que actúa en Pablo, la voluntad de Dios32. A Pablo
le corresponde el debilitamiento, para poder ser invadido por la potencia de
Dios. Pero además también el debilitamiento es dia thelematos theou, si es
apóstol porque ha sido kletos, llamado.
Ahora bien, el gran intento de Nietzsche es trazar una recorrido
radicalmente opuesto a éste platónico-cristiano, esto es, paulino. Es decir,
hallar en lo útil, en el sentido, en el cuerpo, la fuerza que contiene, frena,
la pleonexia. El gran proyecto de La genealogía de la moral es éste: mostrar
cómo los valores –y con los valores, la conciencia, la moral, el Estado y la
religión– surgen del cuerpo, de los sentidos, de lo útil, y desde luego no de
lo útil medido según los otros, sino medido sólo y exclusivamente según la
potencia o energía del querer. Por tanto, no se puede compartir la tesis de
Heidegger de que Nietzsche invierte el fundamento de los valores, desde el
Cielo a la Tierra, pero continua pensando según la lógica de los valores33. En
vez de pensar según esa lógica, Nietzsche muestra cómo surgen los valores para
así oponerse a su dominio. Decir sí (Ja-sagen) a todo y al todo, bendiciendo
(segnend), es celebrar la vida natural contra la vida doblegada bajo los valores34.
Es el juego del niño heraclíteo, exaltado como figura acabada del nihilismo35.
Juego que consiste en el crear para destruir con el único objetivo de crear y
31
«El reino de Dios no consiste en palabras sino en potencia [en dunamei], I Co., 4,
20. Sobre esta ‘potencia’, Pablo funda la historia del hombre, la ética del cristianismo, la
ekklēsia. Aquí reside su ‘judaísmo’ y su ‘cristianismo’, y por consiguiente su distancia con
respecto al mensaje de Jesús, al que no obstante se remitía para reformar el judaísmo (sobre
esto, cf. Taubes, J., La teologia politica di San Paolo, tr. P. Dal Santo, Milano: Adelphi,
Milano, 1997, pp. 80-83 y 101-102). Aquí se halla el origen del cristianismo histórico que
ha dominado que ha dominado, en Occidente, de Agustín a Hegel, a nuestros días, y que
motiva la pregunta de Zambrano.
32
Sobre el ‘significado histórico’ (geschichtlich) de la ‘traducción’ de la idea tou agathou
por Summum Bonum, cf. Heidegger, M., Nietzsche, vol. II, pp. 223-228.
33
Cf. Heidegger, M., «Nietzsches Wort “Gott ist tot”», en Holzwege, Frankfurt/M.:
Klostermann, 51972, pp. 193-247.
34
Cf. Za «Vor Sonnen-Aufgang», KSA IV 207-210.
35
Del heiliges Ja-sagen, cf. Za, KSA IV 31.
9.
39
Uso a propósito el lenguaje de Schopenhauer, para señalar, más que una permanente
influencia, un ‘retorno’.
pero quizás sólo gritaba su salud, la salud que no tenía, que no conoció. A
causa de esta ilusión no consiguió comprender la sanidad de la infirmitas del
hijo del hombre, la potencia de su impotencia, que después de la acogida de
todo y de todos –y no antes–, después de la aceptación del Todo –y no antes–,
levanta la espada para de-cidir, para separar. ¿Qué cosa? ¿El grano de la paja,
el bien del mal, lo positivo de lo negativo? Absolutamente no, si ya había
redimido a todo y a todos, al justo y al impío, al bueno y al maligno, si ya
había exhortado a no oponerse al malvado: egō de legō humin me antistēnai
tōi ponerōi (Mt. 5, 39). ¿Para separar qué, entonces? El mundo, el Estado,
la comunidad, el hombre exterior respecto al Interior. Pero no del Interior
tal como lo entendió Nietzsche. El interior al que Jesús se remite no es la
conciencia, el alma. No es la interioridad del sujeto: es la interioridad del
mundo, del Todo. Es lo Sagrado. La espada de Jesús separa el mundo, de lo
Sagrado; el Todo, de lo Sagrado: y justamente el Todo redimido se separa
de lo Sagrado: no ta panta, la dispersa multiplicidad de los entes, sino to
Hen-panta, los muchos unidos ya por el vínculo del amor, por Hen, Uno.
La salvación es esta separación, este golpe de espada que separa lo redimido
de lo Sagrado, que marca la abismal distancia del Todo redimido respecto a
lo Sagrado, que muestra que también el Amor, el Amor mismo del Padre,
es inferior al Padre, infinitamente inferior. La espada de Jesús es la finitud
incluso del Hijo, de la creación que es obra suya (panta di’autou egeneto, kai
choris autou egeneto oude hen, Jn., 1, 3). De la finitud hasta el acogimiento del
Todo y del Infinito. Del límite incluso de la segunda kenosis, del vaciamiento
de sí mismo, de la propia voluntad: también el Fiat voluntas tua es inadecuado
a la alteridad del Otro. Ésta es la fuerza potente de la impotente finitud de
Jesús, ésta la sanidad de la enfermedad, la sanidad que Jesús enseña; no con
palabras, sino con su conducta. De esta salud de la enfermedad es testimonio
la aceptación del Calvario, que anticipa el grito de la hora novena: el infinito
dolor y la infinita alegría del abandono; dolor de la distancia de lo Sagrado,
alegría del vínculo que la distancia, reconocida y sufrida, no niega sino
confirma. Alegría del dolor, salud de la enfermedad.
10.
11.
41
EH, KSA VI 350-351.
42
Esta duplicidad de lo Sagrado, que se conserva en el Dios-Padre cristiano (Schelling
alude a algo parecido en la Philosophie der Offenbarung, allí donde habla de Satanás, Vorlesung
33), es la idea teológica de fondo de la novela de José Saramago, O Evangelho segundo Jesus
Cristo, Lisboa 1991. Saramago-Nietzsche – un buen tema.
ESTUDIOS
NIETZSCHE
El espíritu libre o la ligereza creadora 103
La noción de ‘camino’ que utilizamos aquí es la propuesta por Paolo D’Iorio en su
artículo «Système, phases, chemins, strates. Modèles et outils pour l´étude d´une philosophie
en devenir», en D’Iorio, P. y Olivier, P. (eds), Philosophie de l´esprit libre. Études sur la
genèse de Choses humaines, trop humaines, Paris: Éditions Rue d´Ulm/Presses de l´École
normale supérieure, 2004, pp. 21-36. Allí explica: «Nous pensons que la notion de “chemin”,
génétique, chronologique ou thématique, pourra mieux répondre à la volonté de comprendre
et d´analyser une philosophie en devenir. […] La possibilité de rassembler et de disposer
côte à côte les notes qui s´insèrent dans une ligne thématique déterminée favoriserait
grandement l´étude philosophie de la pensée de Nietzsche. Sans pour autant forcer et figer
sa pensée dans un ordre thématique donné une fois pour toutes, comme cela arrive souvent
dans des montages arbitraires de notes posthumes qui […] finissent trop souvent par passer
pour de véritables œuvres de Nietzsche» ibid., pp. 35-36. La noción de ‘camino’ nos obliga
a abandonar la interpretación del pensamiento nietzscheano a partir de los conceptos de
fases y sistema.
Es pertinente destacar que usaremos como términos que aluden a la misma figura las
siguientes palabras: freier Geist (espíritu libre), Freigeist- Freidenker (librepensador) y freier
Denker (pensador libre). A pesar de ello, Nietzsche no siempre los usa indistintamente. Cf.
JGB §44, KSA V 60-63. Si bien en ocasiones como ésta Nietzsche contrapone a los espíritus
libres con los librepensadores, la mayoría de las veces estos términos se refieren a una misma
figura, al espíritu liviano que se distingue del rebaño y el espíritu de pesadez. Teniendo en
cuenta esto último, y siempre que ello no genere problemas interpretativos, a continuación
se tomarán de modo indistinto los términos antes aludidos.
Para un análisis de la influencia de la ilustración en Nietzsche cf. Kessler, M., «La critique
des idéaux dans Choses humaines, trop humaines», en D´Iorio, P. y Olivier, P. (eds), op.
cit, pp. 143-151, y Chaves, E., «Lessing, un esprit libre. Sur l´aphorisme 103 de Voyageur
et son ombre», en ibid., pp. 113-127.
MA I §427, KSA II 280 (HH I tr. A. Brotons Muñoz, Madrid: Akal, 1996, p. 211).
Más allá de la connotación derrideana que supone el término, utilizamos
“deconstrucción” para referirnos a la tarea nietzscheana de desmontaje de los conceptos de
la metafísica tradicional.
Ibid., §228, p. 392. (HH I, p. 154).
2. La ligereza espiritual
12
JGB «Zweites hauptstück: der freie Geist», §29, pp. 47-48 (MBM ed. A. Sánchez
Pascual, Madrid: Alianza, 1997, p. 54).
13
Cf. JGB §40, pp. 57-58. Para una análisis de la importancia de la soledad en el
tratamiento del espíritu libre ver Berkowitz, P., Nietzsche la ética de un inmoralista, tr. M.
Condor, Madrid: Cátedra, 2000, pp. 290-298, y Burnett, H, «Humano, demasiado humano,
livro 1. Nice, primavera de 1886», Cadernos Nietzsche, 8 (2000), 55-88.
14
Cf. KSA VIII 310: 17[85]. «En conclusión: los librepensadores son los dioses de la
vida liviana» HH II, p. 290.
15
KSA VIII 462: 23[157] (HH I, p. 411).
la seducción perentorias: ¡y este “aquí”, este “en casa” es todo lo que hasta
entonces había amado! Un repentino horror y deseo hacia lo que amaba,
un relámpago de desprecio para lo que para ella significaba “deber”, un afán
turbulento, arbitrario, impetuoso como un volcán, de peregrinación, de exilio,
de extrañamiento, de enfriamiento, de desintoxicación, de congelación, un
odio hacia el amor, quizá un paso y una mirada sacrílegos hacia atrás […]16.
Esta es la historia del «gran desasimiento», de la liberación del espíritu que
se atrever a dejar «su casa», del aventurarse al peligroso peregrinar por lo
extraño. El espíritu libre se embarca en la destrucción de su «aquí», este
refugio o sitio seguro de la tradición que aporta una perspectiva consolidada
y sedimentada históricamente.
Todo desasido rompe con su antiguo «deber»17 y despedaza su pasado.
El primer paso hacia su libertad lo constituye, entonces, este martillar todo
refugio, toda moral, metafísica, religión o pensamiento dogmático. Es un estar
fuera de sí, de ese «aquí» que le proporciona la tradición heredada. Hay que
pensar en una voluntad de separación, sin la cual no es posible la liberación.
El espíritu libre es un exiliado de todo «lugar» o ámbito de significaciones
instituidas, y por eso puede emprender el viaje por el laberinto del Minotauro,
sin un hilo de Ariadna que lo guíe en su extravío. En un primer momento,
la liberación se presenta en términos puramente negativos. Es un abandonar
la casa segura para partir sin rumbo o guía a lugares desconocidos18.
Un exilio, un desquicio. Es en esta fractura de la identidad constituida
por la tradición, donde se abre el espacio a la posibilidad de una nueva
experiencia: la del nomadismo espiritual. Cual caminante sin rumbo y lejos
de la «universal y verde felicidad-prado del rebaño, llena de seguridad, libre
de peligro»19, el espíritu libre se lanza a la infinidad de posibilidades que
implica su libre volar. Así el operar crítico propio del espíritu libre, en su
16
MA I, «Vorrede» §3, p. 16 (HH I, p. 37).
17
Cabe destacar que la crítica más acérrima en la que se embarca el espíritu libre tiene
por objetivo la moral. De hecho, el interrogante más peligroso que lo guía es la siguiente
pregunta: «¿No es posible subvertir todos los valores?». A pesar de ello, esta crítica puede
hacerse extensiva a todo pensamiento metafísico-dogmático e interpretación del mundo que,
desde la lectura nietzscheana por los efectos, siempre encierra un «deber ser», un principio
que funciona como articulador de la moral.
18
Retomamos aquí la caracterización de Massimo Desiato quien describe la experiencia
del gran desasimiento en términos de una separación. El autor sostiene que «de la separación
se produce la liberación. Al principio esta liberación es puramente negativa: “Fuera de aquí”,
esa es su meta. No sabemos adónde se dirige ni, de momento, importa […]» Nietzsche,
crítico de la postmodernidad, Caracas: Monte Ávila editores latinoamericanos, 1998, p. 101.
19
JGB §44, p. 61 (MBM p. 68).
3. Crítica y olvido
23
GM II §1, p. 291 (GM ed. A. Sánchez Pascual, Madrid: Alianza, 1997, p. 65).
24
Cf. HL §1, KSA I 248-257.
25
GM p. 291 (GM p. 66).
26
Za «Von den berühmten Weisen», p. 132 (Za p. 155).
madres./ Por eso amo yo tan sólo el país de mis hijos, el no descubierto, en
el mar remoto: que lo busquen incesantemente ordeno ya a mis velas.»27. El
espíritu liviano, el nómada espiritual que se rehúsa a tener una única casa,
es un espíritu que camina hacia el futuro28. Desterrado de la patria de sus
padres y de sus madres, de la tierra del pasado, es posible adentrarse en el
mar remoto29. Es ante este «mar abierto» que ha de estremecerse el espíritu
libre, «con asombro, presentimiento y expectación»30. La orfandad espiritual
es el vínculo con el futuro, con la patria de los hijos que todavía no existen,
es decir, con esa topología simbólica de la pura potencialidad. Si hemos de
decir «no» a este ahora y al tiempo pasado, ha de ser en función de un futuro,
futuro que en tanto tal es incierto, abierto. Por eso ordena Zaratustra a los
proscritos del país de los antepasados, amar el país de los hijos, «¡el país no
descubierto, situado en el mar más remoto!»31. Amor al futuro parece ser aquí
la consigna: si hemos de olvidar, ha de ser en pos del futuro. Y es por este
motivo por el que los espíritus libres son llamados también “los venideros”
y los «pronosticadores del tiempo por venir»32.
Los espíritus livianos representan la fuerza necesaria que impulsa hacia el
futuro. El olvido, sin el cual no hay crítica ni negación de lo pasado posible,
tiene su sentido en este orientarse hacia el porvenir y la potencialidad creativa
que éste implica. En este sentido, el olvido se presenta como esa dunamis a
partir de la cual el pasado, el presente, y el futuro se entrelazan.
27
Za «Vom Lande der Bildung», p. 155 (Za pp. 179-180).
28
Cf. MA II §638, KSA II 362-362. Ver Desiato, M., op. cit., 1998, p. 101: «El espíritu
libre es el hombre que le apuesta al futuro, en contra del pasado, es el hombre intuitivo
contrapuesto al racional que sólo sabe trabajar dentro de las celdillas de la tradición». Los
espíritus libres, entonces, «los hombres del cambio» y del experimento.
29
Cf. FW §344. «De hecho nosotros, filósofos y “espíritus libres”, ante la noticia de que
el “viejo Dios ha muerto”, nos sentimos iluminados por una nueva aurora; ante eso nuestro
corazón reboza de agradecimiento, asombro, presentimiento, expectación – finalmente el
horizonte se nos aparece libre de nuevo, aun cuando no esté despejado; finalmente podrán
zarpar de nuevo nuestros barcos, zarpar hacia cualquier peligro, de nuevo se permite cualquier
riesgo de los que conocen; el mar, nuestro mar, yace abierto allí de nuevo, tal vez nunca hubo
antes un “mar tan abierto”» GC tr. J. Jara, Caracas: Monte Ávila, 1999, p. 204.
30
Como se ha podido observar, la relación entre la figura del espíritu libre y la del viajero,
de aquel que se lanza al camino de la aventura y que se adentra en mares desconocidos, es
relevante en el planteo nietzscheano. Cf. WS, KSA II 703-704. Ver a este respecto Quesada,
J., «Tragedia y espíritu mediterráneo en F. Nietzsche: De las cuatro transformaciones del
espíritu» en Actualidad de Nietzsche en el 150 aniversario de su nacimiento. Philosophica
Malacitana, Suplemento 2 (1994), 97-114.
31
Za III «Von alten und neuen Tafeln», p. 225 (Za p. 282).
32
Cf. MA II §330, p. 515.
4. Olvido y creación
33
La distinción entre una «libertad de» y una “libertad para» es tematizada por Barrenechea
en términos de un «libertad negativa» y una «libertad positiva». Cf. Barrenechea, M., Nietzsche
e a liberdade, Rio de Janeiro: 7 Letras, 2000. La distinción entre un sentido afirmativo y
negativo de la libertad también es tematizada por Fink, E., La filosofía de Nietzsche, tr. A.
Sánchez Pascual, Madrid: Alianza, 1996, «El superhombre y la muerte de Dios», pp. 79-88.
34
Za I «Vom Wege des Schaffenden», p. 81 (Za p. 102).
35
Za II «Auf den glückselingen Inseln», p. 110 (Za p. 133).
36
La expresión utilizada por Nietzsche es Heimatlos. Heimat procede de Heim: hogar,
casa, residencia. Los «sin casa» pueden ser interpretados como estos espíritus libres que
deciden abandonar la propia casa. Este es el matiz que queremos subrayar al elegir esta
traducción de Heimatlos. En la traducción del parágrafo de La ciencia jovial al que nos
referimos, José Jara opta por traducir Heimatlos por «sin patria», elección que también nos
permite aludir a la idea que hemos venido trabajando de los espíritus proscritos de la patria
de sus padres y de sus madres.
37
«[…] Nosotros los hijos del futuro, ¡cómo seríamos capaces de estar en este hoy como
en nuestra casa! Nos desagradan todos los ideales ante los que alguien todavía podría sentirse
Para ello estimamos útil recurrir al capítulo «De las tres transformaciones»
de Así habló Zaratustra. Allí Nietzsche menciona tres transformaciones del
espíritu: la del espíritu en camello, la del camello en león, y la del león en
niño. Si atendemos al aspecto crítico que representa el espíritu libre, y en el
que tanto énfasis hace Nietzsche, esta figura parece representar al león. De
hecho, es el león el que «quiere conquistar su libertad como se conquista
una presa», y se enfrenta para convertirse en señor de su propio desierto ante
el gran dragón que es el «Tú debes», los valores milenarios. El gran dragón
es quien dice: «Todos los valores han ya sido creados, y yo soy-todos los
valores creados»42.
El león es el que combate a este gran dragón, pues es necesario crear
valores nuevos, pero «tampoco el león es aún capaz de hacerlo» pues sólo
puede «crearse la libertad para un nuevo crear»43. Si bien es verdad que el
espíritu libre, al igual que león, crea las condiciones que posibilitan un nuevo
crear- pues es él quien destruye el «aquí», la «casa» segura, y nos abre a la
posibilidad del perspectivismo44, de los matices-, aún queda por determinarse
si el espíritu libre, al igual que el león, es incapaz de crear nuevos valores.
En el prefacio a Humano, demasiado humano, Nietzsche describe el
aislamiento enfermizo que debe atravesar el espíritu libre como parte del
recorrido que le permite llegar a esa «libertad madura del espíritu» que
posibilita el acceso a muchos y contrapuestos modos de pensar. Ese peligro de
perderse y quedarse sentado en cualquier rincón es parte del proceso curativo
que lleva a la «gran salud»45, a «ese exceso de fuerzas plásticas, curativas,
M., op. cit., p. 131. Cf. Nehamas, A., Nietzsche. Life as Literature, Harvard University Press,
1996, cap. II: «Untruth as a condition for like», pp. 42-73.
42
Za I «Von der drei Verwandlungen», p. 30 (Za p. 50).
43
Ibid.
44
Cf. Cragnolini, M., Nietzsche, camino y demora, Buenos Aires: Eudeba, 1998, cap.
III: «Nihilismo integral: la filosofía del martillo», nota 7, p. 87: «Así el camello (el hombre
decadente) se transforma en león (espíritu libre) en el desierto […]». Fink, F., op. cit., p. 85:
«[La figura de] el espíritu libre, el hombre crítico y negador, el marinero audaz que navega
hacia costas desconocidas y lejanas, corresponde al león».
45
Parmeggiani describe esta «gran salud» en oposición a la salud del hombre del rebaño.
«La salud del último hombre funciona con el principio de conservación (del individuo y de
la colectividad), mientras que la gran salud funciona con el principio de autosuperación,
contenido en la dimensión de la Versuch. El ensayo y el experimento desplazan la vida
incesantemente a sus últimos límites, a sus umbrales» Parmeggiani, M., op. cit., p. 21. Para
un análisis de la relación entre el perspectivismo y la salud cf. Vieira, Amorin, O desafio da
grande saúde em Nietzsche, Rio de Janeiro: 7 Letras, 2000. Aquí se desarrolla el concepto
de «salud mutable» (Saúde mutável). Siguiendo esta línea interpretativa, ver también
Long, T., «Nietzsche´s Philosophy of Medicine», Nietzsche-Studien, 19 (1990), 112-128.
5. El baile encadenado
49
Cf. JGB §12, pp. 26-27. Esto lo propone Nietzsche respecto de la hipótesis sobre el alma.
50
Cf. Nehamas, A., op. cit., p. 97: «But in Nietzsche´s own view, reinterpretation is the
most poweful theoretical and practical instrument. It is the literal analogue of “the hammer”
with which he proposes to do philosophy in the Preface of The Twilight of the Idols; part
tuning fork to sound out hollow idols, part instrument of their destruction, and part
sculpturor´s mallet to fashion new statues out of the forms as well as the materials of the old».
51
MA II §140, p. 612 (HH II pp. 162-163). Cf. MA II §159, p. 618.
52
Ibid. p. 618 (ibid. p. 159).
53
Para una análisis de los caracteres de flexibilidad y complejidad del espíritu libre cf.
Reginster, B., «What is a Free Spirit? Nietzsche on fanaticism», Archiv für Geschichte der
Philosophie, 85 (2003), 51-83.
54
Cf. KSA VIII 72: 5[121] y KSA VIII 203-204: 11[18].
55
Para un análisis de la relación entre Homero y el espíritu libre cf. Ponton, O., «Les
esprits libres sont les “dieux à la vie facile”», en D´Iorio, P. y Ponton, O. (eds), op. cit., p.
180: «l´allégement ne consiste pas à se libérer de ses liens, mais à se libérer ‘dans les liens’».
«Ainsi, le lien léger qui relie l´esprit libre à l´action s´apparente à l´irréligiosité du poète:
une même légèreté s´exprime dans la contemplation de l´esprit libre, qui n´est pas l´esclave
de ses actes mais qui imagine différentes possibilités de vie, et dans la “libre poétisation”
d´Homère, qui n´est pas l´esclave de ses dieux mas se sent libre à leur égard et les façonne
à sa guise» pp. 181-182.
56
MA I §155, p. 123 (HH I p. 123).
57
Cf. JGB §§39-44 y §§ 210-213, pp. 56-63 y 142-149.
ESTUDIOS
NIETZSCHE
Nietzsche después de Schopenhauer 117
1. Maestro y discípulo
SE §1.
«Mi desconfianza hacia el sistema desde el comienzo. En primer plano venía la persona,
él típico como filósofo y promotor de la cultura [...] para mí el único efecto era la generación
del filósofo – pero yo mismo fui impedido por la superstición del genio. Cerrrar los ojos»
KGW IV 30[9], verano de 1878.
filosofía schopenhaueriana», como afirma Curt Paul Janz. El cual añade que
en El nacimiento de la tragedia. «Nietzsche busca, partiendo de la metafísica
schopenhaueriana, una posición contrapuesta y sustitutiva del crisitanismo
[...] y la reencuentra en el símbolo de Dioniso-Zagreo, en el mito de Dioniso
descuartizado, de la desmembración del Uno originario en los distintos
individuos, en el mundo de las apariencias, que él designa como la parte
‘apolínea’. El Uno originario [...] – la ‘voluntad’ de Schopenhauer – es para
él inmediatamente experimentable y viene efectivamente experimentado a
través de la música». Erwin Rohde reconoce por su parte en El nacimiento de
la tragedia, «por lo que respecta a la explicación y justificación del fenómeno,
una significación análoga a la que posee la propia obra fundamental de
Schopenhauer en lo referente a la indagación de la esencia de las cosas que
se agita debajo de todos los fenómenos». Como dice Thomas Mann, la obra
de Nietzsche constituye entonces «una continuación y transformación» de
la de Schopenhauer.
Es verdad que con el tiempo Nietzsche se distanció cada vez más de
Schopenhauer, hasta mantener con él una polémica cada vez más insistente,
ya sea mediada por expresiones reiterativas de respeto, que terminaron
finalmente en el escarnio. Pero durantae un largo tiempo vivió admirando
al maestro, haciendo proselitismo y erigiendo todavía, a los nueve años de
la lectura de El mundo, aquel monumento a Schopenhauer que es la tercera
consideración intempestiva: un monumento no sólo a la vida, sino también
a la ética de Schopenhauer, en el fondo la parte más discutible del sistema.
Ésta contiene entre otras cosas una exaltación del genio, considerado siempre
por Nietzsche sentido y fin de la existencia de los hombres, que está en
sorprendente contraste con sus afirmaciones contrarias, contenidas en el
fragmento 30[9]11 del verano de 1878. Si finalmente se considera que en el
aforismo 99 de La gaya ciencia todavía se exaltan, aunque junto a un elenco
de defectos, cuatro teorías ‘inmortales’ de Schopenhauer: la intelectualidad
de la intuición, la prioridad de ley de la casualidad, la instrumentalidad del
intelcto y la no liberad de la voluntad, el pretendido repudio inmediato de
la filosofía schopenhaueriana no consigue credibilidad y se revela como una
reflexión a posteriori, finalizada con la reivindicación de una independencia
Janz, C. P., Friedrich Nietzsche. 2. Los diez años de Basilea, Madrid: Alianza, 1978, p. 131.
Ibid., pp. 134 y 405.
Janz, C. P., op. cit., vol. I, p. 432. En al raducción hemos sutituido ‘que se hace sentir’
(sich regenden) por ‘que se agita’. Para Schopenhauer la voluntad no duerme nunca y por lo
tanto no está nunca ni siquiera ‘despierta’.
Ver nota 2.
2. El quiasma
¿Por qué Nietzsche luchaba contra la filosofía sistemática? Por una razón
que puede parecer hasta demasiado simple: porque tenía alma de poeta y
los poetas no creen en la filosofía. Pero en esto no se conocía lo suficiente.
Se arrepintió de no haber escrito en versos El nacimiento de la tragedia, que
Cósima Wagner dijo que había leído como un poema y que Benedetto Croce
remitía a la poesía de Fausto; en Zaratustra proclama que «solo en la danza
sabe decir el símbolo de las cosas supremas»; y al final se reconoció nur Narr,
nur Dichter, solo juglar, solo poeta, no Freier der Wahrheit, no predendiente
de la verdad, no filósofo. Pero antes pensaba que la filosofía había sido su
verdadera voación. Y se ocupaba de la filosofía sistemática, no del moralismo
aplicado a la filosofía, que era su Fach y que él mismo ha distinguido de la
filosofía, más aún, lo ha contrapuesto a ella, en la parte inicial del aforismo 5
«Ese ‘alma nueva’ habría debido cantar – ¡y no hablar! Qué lástima que lo que tenía
entonces que decir no me atreviera a decirlo como poeta: ¡Tal vez habría sido capaz de
hacerlo!» NT, «Ensayo de autocrítica», §3, ed. A. Sánchez Pascual, Madrid: Alianza, 1984,
p. 29 [citamos las traducciones de Nietzsche por las ediciones de Andrés Sánchez Pascual
de Alianza Editorial].
5. Escepticismo y nihilismo
14
Schopenhauer, A., Die Welt als Wille und Vorstellung, Wiesbaden: Brockhaus, 1972,
vol. I, p. 596.
7. El individuo y la especie
17
Nietzsche, F., Appunti filosofici 1867-1869. Omero e la filologia classica, ed. G. Campioni
y F. Gerratana, Milano: Adelphi, 1990, pp. 92 ss.
18
«El individuo por el contrario tiene para la naturaleza sólo un valor indirecto, es decir,
sólo en cuanto es un medio para conservar la especie», Schopenhauer, A., Die Welt als Wille
und Vorstellung, II, p. 401.
19
Janz, C. P., op.cit., vol. I, p. 13.
20
Ibid., p. 647.
21
Cf. FW §§ 23, 116, 143, 149.
22
Za «De los despreciadores del cuerpo».
23
Y aquello que Nietzsche entiende cuando habla de ‘egoísmo superior’ y aquello que
Croce habría debido entender cuando decía que el individuo es una institución – él lo entendía
del espíritu. La especie es el límite en el que se para cada uno de sus miembros, y la humana
es concretamente lo que muchos imaginan como Dios, el espíritu, el absoluto, etc. Más allá
de ella el hombre va solo con el pensamiento abstracto, no con el sentimiento. Las razones
del corazón que la razón no conoce son las razones de la especie. Otro punto importante es el
problema que se plantea por la mezcla, en los grandes hombres, de las razones de la especie
con las razones estrechamente individuales, ‘privadas’, es decir, aquellas superiores con las
inferiores. Su portador, que quiere estar a su favor, no puede hacer avanzar las primeras sin
hacer avanzar también las segundas, es decir, a menudo el mal con el bien.
24
Partiendo de lo que se ha dicho aquí de Nietzsche, no hay que concluir que
Schopenahuer, por haber asignado la primacía a la especie, fuese inspirado, por el contrario,
por una época de juventud, moralidad, etc. Su apuesta por la especie no es una exaltación
de la misma, sino más bien es una connotación negativa que recuerda la fuerza por hacer
valer, contra ella, el pesimismo y la negación. Y es a través del pesimimso y de la negación
como él manifiesta la pertenencia a su época.
25
El drama de la moral no es que no haya o no tenga fundamento, sino que el desinterés
del individuo sirve al interés de la especie, su utilidad así como la grandeza y el altruismo
del político sirven a la utilidad y al egoismo del Estado. Por consiguiente, la moral es una
nobleza individual que sirve a una utilidad supraindividual.
8. La autodefensa de Schopenhauer
26
En el seminario sobre las relaciones entre Nietzsche y Schopenhauer que se celebró
en la Universidad de Nápoles el 4 de mayo del 2000 y después publicado en la revista
Annuario filosofico.
27
Schopenhauer, A., op. cit., vol. II, cap. 17, pp. 204ss.
nuestros ojos, como por un milagro, un enigma tras otro. Página tras página
el autor nos lleva de la mano, con un estilo límpido y sobre la base de una
sólida cultura clásica y científica, a la solución de tantos problemas y misterios
de la vida, que uno no habría jamás esperado poder penetrar un día. ¿Qué
otra cosa es sino filosofía? Esta ‘lectura’ del mundo, entendido precisamente
como aquel documento escrito en una lengua desconocida, no la había
proporcionado antes que Schopenhauer ningún filósofo; es por lo tanto de
mucho valor, a pesar de que deje la ‘x’ de la volutnad como ‘x’, tras la cual
se pueden poner en realidad otras infinitas ‘x’.
29
«...las ideas que tenemos de los cuerpos externos indican más la constitución de nuestro
cuerpo que la naturaleza de los cuerpos externos», Etica, Torino: Boringhieri, 1959/1978, p.
89. «Conocer más o menos perfectamente un objeto no quiere decir tener en sí una imagen
subjetiva que reproduzca el objeto, sino tener en sí el objeto mismo en su realidad ideal.
Es el objeto mismo el que en nostros afirma o niega algo de sí mismo (Tr. br., II, 16, 5).
En ese sentido hay que comprender la afirmación del Tractatus brevis (II, 15-16), que todo
conocer es un padecer: en cuanto que es un acoger en sí una realidad ideal activa y viviente»
Martinetti, Piero, Spinoza, Napoli: Bibliopolis, 1987, p. 150 ss.
30
Ver por ejemplo FW §354.
valores del carácter (de la ‘voluntad’) prevalecen sobre los valores del intelecto.
También la mística y los fenómenos paranormales encuentran en el sistema
su lugar y su justificación.
Por le contrario, el escepticismo de Nietzsche, que es en primer lugar de
naturaleza psicológica, si se usa moralísticamente (aplicado a una época y
a un lugar) funciona bien; si se usa filosóficamente (sistemáticamente y en
universal) se desvía y se corrompe. A partir de la Instauratio magna de Humano,
demasiado humano y durante el resto de su vida, Nietzsche ha ejercido su
genio psicológico para descubrir qué había detrás de los pensamientos,
las creencias, las afirmaciones y las pretensiones de carácter espiritul. Y ha
encontrado que eran necesidades egoistas, mejor dicho, fisiológicas. De este
modo, ha pretendido que «la psicología se reconozca nuevamentae como
señor de las ciencias, para servir y preparar a la cual existen las otras. Ya que
la psicología es ya de nuevo la via que lleva a los problemas fundamentales»31.
Consecuentemente, ha ampliado poco a poco su investigasción psicológica a
las categorias sociales, pueblos, sociedad y, finalmente, a toda la humanidad.
El nihilismo no es otra cosa que el descubrimiento del antropomorfismo
y de la autoconservación que se anidan también detrás de toda conciencia
superior, como detrás de la moralidad impulsada hasta los idelaes ascéticos32.
Y esto porque cada viviente, ya se trate de un mosquito, de un hombre,
delicuente o santo, o de toda la humanidad, no puede hacer otra cosa que
considerarse el centro del universo y de depostiar en el universo caótico su
unidad y racionalidad, y, más que el espinozano conatus sum esse servandi,
su conatus potentiae querendae.
Por consiguiente, Nietzsche ha llegado a su máxima conquista filosófica, el
nihilismo, sin ‘detenerse mucho tiempo en el problema y sin preocuparse de
él con amplias concatenaciones conceptuales’, sino más bien psicologizando,
después de todos los otros individuos particulares y colectivos, a aquel
individuo supremo que es la humanidad, la especie. Y por su obra merece
ser llmado el nuevo Maquiavelo. Pero el susodicho impulso que era dictado
en él por la intolerancia de toda falsedad –motor y clave para comprender
todas sus manifestaciones– y que le llevaba a luchar contra cualquier clase
de tentativa, pero en particular la de aquellos avispados abogados del interés
en sentido superior que son para él los filósofos sistemáticos –tentativas
de edulcorar las asperezas de la existencia, de echar por encima mantos
de espiritualidad mentirosa, con efectos de corrupción y de denigración
31
JGB §23 al final.
32
Ver nota 3.
33
KGW VIII 14[104].
34
Janz, C. P., op. cit., vol. I, 1980, p. 733.
35
KGW VIII 9[35]2, Presupuestos de esta hipótesis, otoño 1887.