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Revista Latinoamericana de Psicología

ISSN: 0120-0534
direccion.rlp@konradlorenz.edu.co
Fundación Universitaria Konrad Lorenz
Colombia

Montero, Maritza
La psicología social y el desarrollo de comunidades en América Latina
Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 12, núm. 1, 1980, pp. 159-170
Fundación Universitaria Konrad Lorenz
Bogotá, Colombia

Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80512113

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REVISTA LATINOAMERICANA DE PSICOLOGIA
1980 VOLUMEN 12 - NlJ 1 159-170

LA PSICOLOGIA SOCIAL y EL DESARROLLO


DE COMU N I DADES EN AMERICA LATI NA
MARITZA MONTERO·
Universidad Central de Venezuela
Caracas, Venezuela

It is argued that it is necessary to consíder the community's needs


and social history in any attempt to develop the comunity. An argument
is made for the need to inelude a social psychologist in any coonmunity
ínterventíon program who would help the community in identifying and
carrying out social change. A community development program must
start with an application of group dynamics techníques followed by the
group becoming aware of its problema, becoming motivated and then
producing the social change needed.

Durante largo tiempo, la psicología tuvo que sufrir el desamo-


cimiento de su estatus científico y ser presentada como la "pariente
pobre", sin filiación claramente determinada, de las ciencias sociales
y las ciencias naturales. Un híbrido no muy claro de magia y fisiolo-
gía, cuyo objeto, para colmo, era ubicado en el campo de lo indefi-
nible e intangible, la mente. Aun bien avanzado el siglo XX y con
una respetable cosecha de conocimientos, técnicas, logros y aplicacio-
nes en su haber, se seguía poniendo en duda su factibilidad empírica,
su posibilidad de intervenir sobre su objeto de estudio, y, todavía
peor, su rigurosidad metodológica. Quizás por esto último ha sido
tan insistente la psicología en la creación de instrumentos, técnicas
y estrategias metodológicas; y a la vez, en mayor escala que otras
ciencias del comportamiento, ha insistido en el uso del experimento,
siguiendo los moldes clásicos del método científico: la comparación

• Dirección: Escuela de Psicología, Universidad Central de Venezuela, Ca-


lacas, Venezuela.
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entre un grupo control y un grupo experimental; la definición rigu-


rosa de variables; su control y manipulación sistemáticas, con aplica-
ción de la regla de una sola variable. Y ello le ha reportado grandes
éxitos, a la vez que también ciertas críticas. En efecto, bien conocidas
son las objeciones a las generalizaciones y leyes sobre el comporta-
miento, hechas a partir del trabajo de laboratorio. Igualmente contro-
vertido ha sido todo el movimiento reduccionista fisiologista, que
con sus estrechos patrones limitaba el objeto mismo de la psicología.
Paralelamente a toda esta historia de negaciones y afirmaciones
y por supuesto susceptible a tales influencias, se desarrolla la rama
social de la psicología. Y como buen producto mixto, por sus oríge-
nes psicológicos y sociológicos, lleva en sí el gene de la contradicción.
Ajustarse al método y al mismo tiempo trabajar sobre un objeto: la
conducta social; el comportamiento de los individuos en grupo, que
elude a la tecnología existente. ¿Cómo comparar grupos compuestos
por individualidades? ¿Cómo pretender controlar "todas las variables
menos una", en sujetos cuya historia no solo es compleja, sino ade-
más desconocida, y podríamos decir que bajo ciertos parámetros, in-
cognoscible? ¿Cómo reproducir en el ámbito del laboratorio la rique-
za estimulativa de los escenarios naturales? ¿Cómo no modificar la
realidad estudiada al intervenir sobre ella para observarla? Estas y
muchas otras objeciones se plantearon a la psicología social como
obstáculos casi insuperables, determinando 6U desarrollo a través de
varias vías: Por una parte la necesidad imperiosa de encontrar ins-
trumentos, técnicas y estadísticas que permitiesen obtener alguna
forma de medida y de conocimiento sistemático del objeto dentro
de los marcos tradicionales de la ciencia. Por otra parte, la necesidad,
proveniente del campo de estudios, de atacar problemas específicos,
álgidos, urgentes y también dotados del dinamismo de lo social, que
significa evolución y transformación continuas. .
A partir de esta segunda línea de trabajo y concientes de la
necesidad de proponer nuevas estrategias metodológicas para conocer
una realidad que oculta su esencia a través de fenómenos de alta
complejidad, nos planteamos la posibilidad de una aplicación de la
psicología social al desarrollo de comunidades que a partir de cono-
cimientos acerca de los grupos sociales, y utilizando técnicas origi-
nalmente creadas para otros ámbitos grupales, generara una estrate-
gia que pudiese atacar el problema sin fraccionarlo ni desvirtuarlo
y que lo ubicase dentro de su contexto total.

COMUNIDAD Y DESARROLLO COMUNAL

Toda aplicación científica debe partir de una clara base con-


ceptual. Por ello es necesario definir el objeto de estudio, en este
caso los conceptos de comunidad y desarrollo comunal. Por supuesto,
DESARROLLO DE COMUNIDADES EN AMERICA LATINA 161

llegados a este punto cabe preguntarse ¿definir lo ya tan definido?


Por lo menos, dejar claro cuál punto de vista se le plantea al psicó-
logosocial que desea intervenir para un verdadero desarrollo de
comunidades en Latinoamérica. Quizás entonces debemos decir pri-
mero qué tipo de conceptos descartamos. En primer lugar, toda no-
ción pasiva de la comunidad, toda visión estática o estatizante del
grupo. Una comunidad es un grupo en constante transformación y
evolución, que pueden llevarla a su fortalecimiento y a la toma de
conciencia de sí, como unidad y potencialidad, o bien a su división
internay a la pérdida de identidad. Reforzándose entonces un sen-
tido que llamamos externo, de la pertenencia, por contraposición a
la idea anterior, que indica cohesión basada en un sentido interno.
Externas serían las características periféricas tales como modas, hábi-
tos de comportamiento dictados por la geografía o por las círcuns-
tandas espaciales.
En segundo lugar, la comunidad debe ser vista como un grupo
social, primario o secundario según el caso, preexistente al investiga-
dor, con vida propia, cuyas pulsiones o corrientes internas deben ser
explicitadas en el trabajo psícosocíal, y no como un coto de interven-
ción caprichosa y paternalísta. Harto conocidos son los fracasos de
ambiciosos proyectos gubernamentales o institucionales, que no han
tomado en cuenta la historia de la comunidad como grupo y sus ne-
cesidadesespecíficas: por lo cual al retirarse el agente interviniente
el programa fracasa, o bien, nunca llega a desarrollarse plenamente
al chocar con la incomprensión del grupo; etiquetada luego de
apatía y retraso sociocultural; ambos motes altamente popularizados
en el estereotipo general del latinoamericano.
En cuanto al desarrollo comunal, consideramos con Orlando
Fals Borda (1959-1977) que este es producto de la acción comunal,
resultante del hecho de que la comunidad se hace cargo de sus pro-
pios problemas y se organiza para resolverlos ella misma, desarro-
llando sus propios recursos y potencialidades y utilizando los extra-
ños (Fals Borda, 1959). Esta noción excluye toda idea de paternalis-
mo, cuyos efectos son contrarios al concepto mismo de desarrollo
comunal. Significa que la comunidad debe generar autodeterminación
y ser autogestora; para esto, por supuesto el primer paso, y en él
la acción del psicólogo social es muy importante, debe conocer sus
necesidades, sus potencialidades y motivarse para su logro Y utiliza-
ción. Incluye, como también lo advierte Fals Borda acerca de su
experiencia en Colombia (1977) y lo verificamos en Venezuela (Santi
y coIs., 1978; Campos, 1978; Millán y Patiño, 1978), la necesidad de
lograr la comprensión de la situación histórica y social del grupo.
Es decir, su ubicación contextual, sus orígenes, el lugar que ocupan
sus miembros en las relaciones de producción; las circunstancias que
dieron lugar a su surgimiento como comunidad.
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Pero además, el desarrollo comunal aunque significa autogestión


y decisiones centradas en el grupo, sin embargo no supone que los
objetivos de la comunidad como grupo puedan necesariamente ser
alcanzadas siempre, por su acción exclusiva. Se precisa, en ciertos ni-
veles y de acuerdo con las metas fijadas, de la colaboración guber-
namental o de agencias con la capacidad económica para sufragar
ciertos gastos, más allá de las posibilidades inmediatas de la comuni-
dad. Subrayamos el carácter de "inmediatas", pues pensamos que a
largo plazo esas necesidades podrían ser cubiertas por el producto de
la acción grupal; de hecho, aun la colaboración exterior, es también
consecuencia de la acción comunitaria y debe estar sujeta a su direc-
ción y administración. En este sentido, el desarrollo comunal debe
regirse por los principios (Fals Borda, 1959) siguientes: catálisis
social (presencia de un agente propulsor del desarrollo, de un motiva-
dor inicial, que puede pertenecer o no al grupo y que debe poseer
los recursos técnicos necesarios, así como cualidades de entusiasmo,
paciencia y tolerancia, entre otras); autonomía (inicio, control, reali-
zación y dirección de obras por el grupo, a través de sus miembros);
prioridad (el grupo decide libremente, cuál necesidad atacar en pri-
mer lugar, jerarquizando sus campos de acción); realización (logros
concretos inmediatos que lleven a la meta última que es el desarrollo
y la cohesión grupal); estímulos (refuerzos específicos, materiales o no
materiales, a cada logro alcanzado, por pequeño que sea).
Finalmente, hablar de desarrollo comunal en Latinoamérica, sig-
nifica también responder o evadir una gran interrogante detrás del
concepto: ¿desarrollar para qué? ¿Hacia dónde? En un continente
donde la palabra "desarrollo" ha sido mediatizada y distorsionada
desde los inicios mismos de sus Repúblicas (no hablemos ya de la
etapa colonial), y donde la idea misma del desarrollo ha sido adul-
terada y degradada hacia la dependencia económica, tecnológica y
cultural, más completa; no se puede ya eludir la definición del rol
y del compromiso del investigador social, en cualquiera de sus espe-
cialidades. Como dijimos antes, desarrollo comunal significa aquí
toma de conciencia, autodeterminación y autogestión. Conocimiento
de la fuerza que el grupo otorga al individuo y, a su vez, del signi-
ficado del aporte individual al grupo. Formación de identidad, trans-
formación, pero no cambio estructural. En este sentido, Santi, Col-
menares y Silva (1978, p. 58), son mu;y explícitos:
... un programa de desarrollo comunal no implica
ningún cambio social verdadero y más bien parece
un mecanismo sustentador del actual orden de cosas,
ya que no propone ningún cambio en la estructura
social de un país. .. En términos sociales esta afirma-
ción es dudosa. Si es verdad que los programas de
desarollo comunal no tienen la intención de promo-
DESARROLLO DE COMUNIDADES EN AMERICA LATINA 163

ver cambios radicales en la estructura social de una


nación, y que, incluso, se propone la colaboración
entre la población y las instituciones sociales y gu-
bernamentales, no menos cierto es que un programa
de esta naturaleza comporta un proceso educativo-
político que tiene como finalidad un cambio en los
patrones de relación entre la población a la hora de
enfrentar sus necesidades.
y también en esto coincide Fals Borda (1959), puesto que a su
definición de desarrollo comunal agr.ega el énfasis en la acción edu-
cativa para la unión, cooperación y solidaridad. Debe tenerse en cuen-
ta, además, que los cambios sociales los hacen los hombres, por lo
tanto, toda transformación en ellos va a revertir en transformación
social.

EL ~SICOLOGO y LA PSICOLOGIA SOCIAL EN EL


DESARROLLO COMUNAL

La psicología social permite colocar el problema del desarrollo


comunal en una dimensión tangible y directamente atacable. Actuar
sobre los actores, con ellos, por ellos y a partir de ellos. De las con-
sideraciones generales económicosociales que suelen generar acciones
desde afuera, se pasa a una medida humana del problema. Y para
ello, la psicología social suministra un cuerpo de conocimientos con
abundantes experiencias, tanto de laboratorio, cuanto de camp<>: la
teoría de los grupos, que a través de sus diversas expresiones, ha
logrado formar un conjunto coherente y sistemático de aportes teóri-
cos y prácticos. Considerar a la comunidad como un grupo o un
conjunto de grupos, según el caso, permite partir de una base con-
ceptual que ha sido estudiada entre otros por Zeigarnik; Horwitz;
Lewin; Cartwright y Zander; Deutsch; Napier y Gershenfeld. Esto
significa contar con ciertos conocimientos acerca de la membrecía
como fenómeno; saber qué la afecta positiva O negativamente; cono-
cer acerca de la cohesión; de la motivación grupal; de la formación
de normas y fijación de metas; así como de la productividad y de
los roles grupales y su desempeño.
Es importante tener claras estas bases teóricas psicosociales, por
cuanto si bien los fenómenos cuyo estudio proponemos, se dan en
un ámbito distinto de aquel en que estas surgen, ellas son el pro-
ducto de numerosas observaciones en gran variedad de circunstan-
cias. Para poner un solo ejemplo, como lo expresa Rodrígues (1976)
refiriéndose a las hipótesis de Deutsch acerca de los grupos compe-
titivos y cooperativos, quince de ellas recibieron dara confirmación.
Es decir, que la teoría de los grupos es lo suficientemente general para
resistir, hasta el momentto, el paso del tiempo y las variaciones es-
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paciales, Y de hecho, en los trabajos realizados en Venezuela bajo


nuestra supervisión, en nuestra práctica docente, y a través del análi-
sis de la obra de otros autores, encontramos siempre la presencia de
los procesos mencionados.
Igualmente, las técnicas derivadas del estudio de la dinámica
de grupos, nos suministran valiosos instrumentos y procedimientos
con los cuales fomentar el desarrollo comunal. En un principio el
uso dado a estas técnicas tenía como circunscripción el área clínica
} la aplicación terapéutica; luego se extendió a través del método
de laboratorios de entrenamiento, NTL (Benn, Bradford y Lippitt,
1975), a los más diversos campos: profesionales, religiosos, amas de
casa, oficinistas, etc.; con fines de desarrollo grupal a través del
mejoramiento de las relaciones entre sus miembros. Surge así una
floreciente área de aplicación en la industria, las organizaciones y
la escuela, que lleva necesariamente a la implementación de nuevas
técnicas y ejercicios que permitan al grupo tomar conciencia de sus
procesos e intervenir en su dirección. Es a partir de esa base que
proponemos comenzar la intervención sobre el desarrollo comunal,
encontrando un nuevo campo de aplicación a la dinámica de gru-
pos en la psicología social, para lo cual necesariamente deben adap-
tarse algunas de sus técnicas, desecharse otras y crearse nuevas.
Esto significa que se adoptarán todos aquellos recursos ten-
dientes a lograr membrecía, a producir, aclarar y lograr la interna-
lización de las normas grupales en función del alcance de las metas
del grupo; a fomentar la productividad del mismo con miras a obte-
ner esos objetivos; a alcanzar cohesión y solidaridad. Pero bajo nin-
gún respecto podrá tratarse al grupo como una comunidad tera-
péutica, ni adoptarse por el facilitador o los facilitadores, las posi-
ciones de poder y suficiencia que desgraciadamente son tan frecuentes
en muchos terapeutas. El nivel de acción se ubica en la tarea que
involucra toma de conciencia y consecusión de metas y no en los as-
pectos exclusivamente individuales. La búsqueda de la satisfacción
individual con olvido o con detrimento de la satisfacción comuni-
taria; la reducción del problema social y grupal a subproblemas in-
dividuales, es uno de los mayores peligros que se corren en este
tipo de aplicación de la dinámica de grupos. No se niega lo indivi-
dual que como sabemos está siempre presente, sino que se busca
centrar el desarrollo del grupo en la tarea fijada por la comunidad
misma. El enfoque es totalmente distinto: satisfacer las necesidades
de esa comunidad, para que sus miembros puedan luego satisfacer
sus necesidades personales. El énfasis está en el grupo y su transfor-
mación significa también la transformación del ambiente, lo cual ne-
cesariamente conlleva, como en todo proceso dialéctico, un cambio
en las personas que lo crean.
DESARROLLO DE COMUNIDADES EN AMERICA LATINA 165

Es importante entonces tener claros los objetivos básicos que la


aplicación psicosocial de la dinámica de grupo debe plantearse:
En primer lugar la toma de conciencia. Muchas comunidades
sienten y sufren necesidades más o menos graves que se expresan
en quejas individuales, en deseos condicionales, enaspiraciones vaga-
mente dibujadas y percibidas de manera lejana e indefinida. Por lo
tanto, la primera labor del psicólogo es la de reunir al mayor nú-
mero de personas de la comunidad; si es posible, a un representante
de cada unidad familiar o subgrupo, previa indagación acerca de sus
necesidades y proceder a facilitar en el grupo la adquisición de la
noción de comunidad, de grupo problematizado y de su rol en la
acción sobre el problema o los problemas definidos.
Esto significa un primer paso a cargo del psicólogo consistente
en la observación del área y en una encuesta posterior, en la comu-
nidad, acerca de los problemas que ella sufre y acerca de las posibles
vías de acción sobre los mismos, así como también acerca del posible
compromiso individual en dicha tarea. Esto le dará una visión amo
plia del problema y le permitirá hacer no solo un diagnóstico de
la situación, sino además conocer la importancia, en términos jerár-
quicos, que tienen los problemas para el grupo.
En segundo lugar, el psicólogo debe proceder a la búsqueda de
un lugar donde realizar reuniones. Para esto necesitará la ayuda de
los miembros de la comunidad, ya que no siempre los sitios que
mejor lucen vistos desde afuera por ojos ajenos al grupo, son los
más adecuados y no pocos trabajos de desarrollo comunal se han
visto obstaculizados por la selección de un lugar no neutral, lo cual
lleva a que los agentes de cambio sean asimilados a las tendencias
de los suhgrupos que controlan dichos sitios. Es importante igual.
mente, que la convocatoria sea clara, atractiva y llegue a todos los
miembros de la comunidad.
La primera reunión pocas veces congrega a todos los miembros
del grupo. Más aun, rara vez acudirán todos ellos; lo más frecuente
es que haya un cierto número que asista intermitentemente y un
núcleo, siempre presente. No obstante, y aun cuando la asistencia
a la primera reunión parezca insuficiente, es necesario arrancar de
allí. Las posposiciones y demoras en pro de lograr una asistencia más
nutrida, son sentidas por los presentes como falta de atención y
tienden a desmotivarlos. Tales sentimientos serán los que ellos trans-
mitirán luego, agravándose así la situación. En esta primera reunión
lo principal es lograr el :mejor conocimiento de los miembros entre
sí (para lo cual se usarán técnicas de presentación) y, la definición
del problema o los proble:masde la comunidad. Definición que debe
ser hecha por los asistentes, llegando inclusive a jerarquizar sus nece-
sidades, con la finalidad de establecer una futura estrategia de accio-
166 MONTERO

nes, Esto significa no solamente expresar quejas, sino además que


el psicólogo social debe guiar al grupo para la producción de ideas
acerca de las soluciones o vías de acción para lograrlas. De esta reu-
nión deben surgir ya tareas específicas o inmediatas, en las cuales
los miembros asistentes queden comprometidos y que están bajo su
dirección. Generalmente una de esas tareas está en función del mismo
grupo: lograr reclutamiento y membrecía; comunicarse con los no
asistentes a esa reunión.
El segundo objetivo, segundo sólo en su presentación, pues su
logro va aparejado al anterior, es la motivación. Desde la etapa preli-
minar de observación y convocatoria o de sensibilización hacia los
problemas de la comunidad, el psicólogo social debe comenzar a
motivar al grupo para su desarrollo y en cada sesión y en cada tarea
debe insistirse en la motivación. Para ello y como ya se ha planteado,
debe tratar de lograrse la involucración de los miembros, mediante
su comprensión de la situación y su asunción directa o inmediata de
la dirección de las tareas. Esto significa división del trabajo en el
sentido de que los problemas sean abordados desde varios frentes y
debe facilitarse la organización de comisiones a cuyo cargo esté cada
uno de ellos. Para esto debe enfrentarse la tarea con criterio de rea-
lidad y en este aspecto el psicólogo juega un importante papel al
facilitar el abordaje de la misma mediante la fijación de objetivos
inmediatos, a corto plazo, realizables y alcanzables, cuya obtención
se convierta en un refuerzo motivante para la comunidad. La satis-
facción de la labor cumplida no sólo tiene ese efecto, sino que hace
más accesibles los objetivos a largo plazo. La idea es considerar la
acción grupal a través de pasos, sin perder por ello la visión de
conjunto de la meta definitiva. De esa manera, no solo habrá el
refuerzo externo producido por el logro mismo, sino además, :::1
autorefuerzo de cada miembro participante.
El tercer objetivo, igualmente paralelo, es la autogestión. Auto-
gestión que significa autodeterminación, dirección a cargo de la
comunidad e identidad que sea producto de una toma de conciencia
como grupo. Esto excluye todo patemalismo, así como las actuacio-
nes autoritarias por parte del facilitador. Su papel es ese: facilitador
y entrenador del grupo, administrando las técnicas y procedimientos
más adecuados para el logro de la solidaridad grupal, para su mejor
comunicación y discusión de objetivos, para aclarar las metas. De
tal manera, que el grupo pueda continuar y realizar la labor, aun
en ausencia del facilitador. Una comunidad se habrá desarrollado
como tal, cuando de su seno puedan surgir los líderes capacitados
para mantenerla unida en el logro de sus metas. Y este es un aspecto
fundamental: el psicólogo deberá detectar los líderes y entrenarlos
para el trabajo grupal, para que ellos a su vez puedan realizar la
misma labor respecto de otros miembros.
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El cuarto objetivo es socializar, a veces resocializar, para el tra-


bajo comunitario, para el conocimiento de los derechos y su ejer-
cicio y también para el reconocimiento de los deberes y su cumpli-
miento. A nadie escapan las dificultades inherentes a esta tarea, en
sociedades donde se exaltan el individualismo, los logros personales,
la posesión particular y donde hay una verdadera alienación res-
pecto de las relaciones comunitarias y de las áreas compartidas que
lleva a absurdas contradicciones en .las que por lograr el beneficio
individual, se deteriora lo colectivo, produciéndose así una degra-
dación que se refleja nuevamente en lo individual (Montero, 1976,
1978; Muñoz y Villegas, 1976).Esto es parte de la torna de conciencia
y del trabajo grupal yen la medida en que se logren el primero y el
tercer objetivos, se logrará también este proceso socializador en el
cual los sujetos socializados,son también sus propios agentes sociali-
zadores.
Los objetivos antes descritos y la estrategia derivada de ellos han
dado lugar a una serie de experiencias de intervención realizadas
bajo nuestra tutoría, por alumnos de la opción de psicología social
del Departamento de Psicología Social de la Escuela de Psicología
de la Universidad Central de Venezuela. A pesar de que los ámbitos
de aplicación han sido sumamente variados, el éxito alcanzado de-
muestra la factibilidad y adecuación de la metodología empleada.
Hasta el momento se han cumplido tres proyectos y hay otro en rea-
lización, que abarcan la acción en un barrio marginal del área urbana
de Caracas, con una población aproximada de tres mil personas;
la intervención en una comunidad de clase media alta que rechazaba
a otra comunidad enclavada en su territorio de desviantes (una casa
de Observación de Menores, donde se recoge para su reeducación a
jóvenes delincuentes o con problemas de conducta); el desarrollo de
una comunidad de vecinos en una urbanización clasificada como de
clase media baja y el desarrollo de una comunidad rural (actualmen-
te en realización). En todos estos trabajos se siguió una estrategia
general, sobre la cual según las necesidades del grupo, se iban intro-
duciendo las técnicas más adecuadas. En todas ellas los objetivos y
principios antes descritos fueron la base de acción. Esa estrategia
tiene como lineamientos generales los siguientes:
l. Etapa de observación, diagnóstico y descripción de la comu-
nidad. En ella se puede utilizar desde la observación participante,
hasta la encuesta y por supuesto los registros fotográficos y Iílmicos
son particularmente útiles.
2. Etapa de sensibilización. En la cual se hacen las convocatorias
y anuncios (se pueden repartir folletos, colocar carteles y avisos, ir
de casa en casa, etc.) y que se extiende hasta la primera sesión en la
cual un elemento altamente motivante y sensibilizante han sido los
programas audiovisuales, elaborados a partir de la situación concreta.
168 MONTERO

Es decir, con las fotografías y filmes hechos en la primera etapa.


Esto además de impulsar la discusión, la lleva a un nivel inmediato
y concreto y recuerda a los asistentes que ellos son los actores funda-
mentales y que el escenario es su propio ambiente vivido cotidiana-
mente.
3. Etapa de desarrollo del grupo como comunidad. En esta
etapa es fundamental el reforzar la membreda, la generación por
el grupo de sus propias normas de funcionamiento, la seguridad de
que existe un lugar adecuado (es decir, accesible a todos los miem-
bros del grupo) para las reuniones y para la centralización de infor-
mación; esto es, una infraestructura administrativa mínima; la cla-
ridad acerca de las metas Iy de las propias potencialidades, aspecto
este muy importante pues evita confundir aspiraciones inaccesibles
con objetivos posibles, evitando así desilusiones. Igualmente es fun-
damental aquí aclarar dudas, reticencias, temores y desconfianza de
los miembros entre sí y hacia el facilitador y sus intenciones. En par-
ticular estas últimas deben estar perfectamente daras para el grupo.
Para lograrlo, la aplicación de técnicas tales como la discusión
en grupos pequeños, el torbellino (tormenta) de ideas, ejercicios en
toma de decisiones, comunicación y cooperación, entre otros, adapta-
dos por supuesto a la situación grupal y teniendo en cuenta las carac-
terísticas de los miembros del grupo (aquí se toma en cuenta lo indi-
vidual) son sumamente útiles. Asimismo es muy importante mante-
ner una fluída comunicación con todos los miembros de la comuni-
dad, ya que no todos asisten a las reuniones y esto esfuerza su
sentido de pertenencia y los hace partícipes de todas las acciones.
Para conseguir esto, los propios miembros asistentes deben convertirse
en transmisores y recabadores de información (del grupo hacia los
miembros y viceversa).
4. Detección y formación de líderes. Todo grupo necesita con-
ductores para lograr sus metas y estos individuos estarán capacitados
para dirigir, según la tarea que esté pendiente. Esto significa que
todo miembro del grupo es un líder potencial, lo cual debe ser tenido
en cuenta siempre por el psicólogo social. Generalmente, en toda
comunidad hay personas más motivadas hacia la acción grupal)
con mayor posibilidad de trabajo comunitario. Será necesario enton-
ces detectarlas y darles la información y entrenamiento necesario
para dirigir al grupo. Para ello la aplicación de ejercicios de liderazgo
y la enseñanza de técnicas de facilitación, son de utilidad. Un grupo
en el cual no se forman líderes surgidos del mismo y aceptados
plenamente por sus miembros, no podrá desarrollarse verdaderamen-
te y al desaparecer o faltar el líder formal externo, se disgregará,
desmotivará y volverá a la posición inicial de inacción.
5. Etapa de la acción grupal, caracterizada por la actuación
directa para el logro de los objetivos. Esta etapa recubre en parte
DESARROLLO DE COMUNIDADES EN AMERICA LATINA 169

a la tercera y significa la intervención específica de cada miembro


según la medida de sus posibilidades. Por ejemplo, en el trabajo rea-
lizado por Teresa Campos (1978) en el barrio La Luz, en Caracas;
los niños de la comunidad tuvieron una destacada actuación tanto
en el trabajo colectivo de limpiar el barrio de toneladas de basura
como en la motivación de los adultos para la participación; ya que
fueron ellos los primeros en incorporarse a las jornadas de limpieza
y actuaron como reclutadores de hermanos mayores, de padres y de
tamiliares adultos. En este nivel es sumamente importante la valo-
ración de cada aporte y el señalamiento de que cada acción y cada
contribución es necesaria para el logro común. El producto es colec-
tivo y necesita a todos sus ejecutores.

LIMITACIONES
Si bien el uso descrito de lo que podemos considerar como una
forma de tecnología psicosocial, permite el logro del desarrollo
comunal en cuanto a crecimiento del grupo y a la consiguiente ad-
quisición de identidad y conciencia; su alcance tiene limitaciones
derivadas del mismo sistema social que crea su necesidad. En la
medida en que no significa un cambio estructural, está sujeto a las
dificultades y obstáculos derivados de un sistema que no fomenta
la idea de comunidad, sino que por el contrario le pone trabas que
van desde la consabida y universal incomprensión burocrática, hasta
todos los recursos que asisten a las instituciones de ese sistema para
oponerse a cualquier posibilidad de cambio. Por ejemplo, en el tra-
bajo de Santi, Silva y Colmenares (1978), después de que la comu-
nidad recuperó una zona totalmente cubierta de basura, que era
fuente de enfermedades y deterioro ambiental mediante arduo tra-
bajo colectivo; uno de los vecinos cuya propiedad limitaba con el
basurero produjo titulas de propiedad sobre parte del terreno que
ahora limpio, le representaba un buen lugar para estacionar su auto-
móvil. El único recurso de la comunidad consistió entonces en cerrar
la vía de acceso y el resto del terreno todavía comunes y reivindicar-
los como parque infantil.
Igualmente la acción comunal tiene severas limitaciones econó-
micas. El aporte monetario de los miembros suele ser modesto 'Y las
necesidades sufridas necesitan muchas veces para ser satisfechas de
una inversión que sobrepasa las posibilidades financieras de la co-
munidad (por ejemplo, pavimentar las calles; conseguir material de
construcción para una escuela). Es posible que el ahorro a través
de un lento trabajo colectivo permita conseguir las sumas de dinero
necesitadas, o también el tratar de conseguir donantes fuera de la
comunidad en entidades públicas o privadas. Sin embargo, esto aca-
rrea varios problemas: en primer lugar, la motivación ante la. frus-
tración de las aspiraciones, ante las demoras y obstáculos, tiende a
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decaer. En segundo lugar, las promesas externas son endebles, ines-


tables, demasiado azarosas. Se depende de terceros no siempre bien
interesados o que no comprenden los objetivos de la comunidad.
El trabajo está amenazado entonces, continuamente, de interrumpirse
por causas ajenas al grupo; lo cual lo coloca en una situación de-
pendiente e impotente. Es bastante frecuente entonces, que el des-
arrollo comunal llegue a paralizarse por causas económicas. Pero
también es esta una experiencia rescatable para el grupo, en cuanto
a la toma de conciencia, a la identidad y al desarrollo como tal. Un
grupo maduro que analiza los obstáculos, puede dirigir su acción
hacia la dirección de los organismos administradores oficiales; puede
lograr una mejor representación en los mismos o puede ejercer pre-
sión sobre ellos para el cumplimiento cabal de su ejercicio. Ninguna
experiencia comunitaria es perdida y en la medida en que el psicó-
logo asuma con claridad su rol de agente de cambio y la psicología
social sea aplicada al estudio y la solución de los problemas sociales
que sufren los pueblos latinoamericanos, podemos esperar que su
aporte, todavía tímido, pero ya enrumbado hacia la búsqueda de un
auténtico desarrollo contribuya a la desaparición de las limitaciones
antes expresadas y hagan realidad esa contribución eficaz, ya plan-
teada por Marin (1978) y que se deja vislumbrar en nuestro conti-
nente, a pesar de las estructuras vigentes.

REFERENCIAS
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