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Revista Propuesta Marxista

Sumario nº 3
Editorial: Los objetos imperfectos..................................................... 2

Ajuste, movimiento obrero y tareas de los comunistas


(Ariel Mayo) .................................................................................... 3

Mujeres
(Fernanda López)............................................................................. 9

Fetichismo de la mercancía
(Ezequiel Hernández) ...................................................................... 11

Para una crítica marxista de la burocracia sindical


(Agustín Santella)............................................................................ 14

Carácter de clase del docente y estudiante universitario


(Rolando Astarita)........................................................................... 25

Apuntes sobre el guerrillerismo


(Ernesto Manzanares)...................................................................... 31

El relámpago. De vuelta a Kronstadt


(Roberto Parodi).............................................................................. 44

Comité Editorial: Ariel Mayo


Fernanda López
Ezequiel Hernández
Jorge Saavedra
Roberto Parodi

Colaboran en este número:


Rolando Astarita Ernesto Manzanares y Agustín Santella

Fotografias: Luciana Ferro – Cultura Dada


(https://plus.google.com/+CulturaDadaLucianaFerroSoriani)

Buenos Aires – marzo de 2017


revistapropuestamarxista@gmail.com

-1-
Los objetos imperfectos
Comité editorial

Este número de Propuesta Marxista se publica en condiciones difíciles.


Después de tantos meses de recesión, de ajustes, tarifazos y acuerdos paritarios
a la baja, así como a duras penas llegamos a fin de mes con el salario, así llega-
mos con un número más.
Son tiempos espinosos.
El capital, por estos días, se florea como el verdadero sujeto. Los trabajadores
somos el objeto que este moldea a su medida.
Pero, como objeto, somos imperfectos.
A diferencia de la máquina, la herramienta, la materia prima o las instalaciones,
este objeto tiene una conciencia que busca comprender su realidad.
Esa conciencia busca conectar las experiencias, ligarlas a otros hechos, a otras
experiencias, dotarlas de significados.
Esos significados son territorio de disputa. A distintas interpretaciones resultan
distintas búsquedas políticas, distintas necesidades organizativas, distintas praxis.
Esta revista intenta participar en este sentido.
Esta vez dejamos unas líneas sobre los días que nos tocan vivir. Además de una
opinión sobre el actual movimiento de mujeres, con un artículo centrado en el
lugar de las trabajadoras en la sociedad y en el movimiento que lucha por los
derechos de género.
También hacemos nuestro aporte sobre la teoría del fetichismo, central en la teo-
ría marxista del capitalismo.
Por último, ponemos en consideración de los lectores unos artículos polémicos
que se refieren a diferentes aspectos de la lucha de los explotados: el carácter
de clase de los docentes y los estudiantes universitarios; la externalidad (o no)
de la burocracia sindical con respecto a la clase obrera; la valoración de la estra-
tegia guerrillera y, finalmente, una revisión de los sucesos de Kronstadt en 1921
centrada en lo que tiene para decirnos de útil esa experiencia para la militancia
actual.
Como la lucha es cruel y es mucha, llamamos a todos aquellos que se sientan
involucrados en la pelea por hacer que el marxismo crítico hunda sus raíces en
el movimiento obrero, a convertir nuestra humilde revista un lugar de encuentro.

-2-
Ajuste, movimiento obrero
y tareas de los comunistas
Ariel Mayo
“Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos
de la clase obrera; pero, al mismo tiempo, defienden también, dentro del
movimiento actual, el porvenir de este movimiento.”
Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto Comunista

El gobierno de Mauricio Macri mantiene la como la inflación erosionaba sus ingresos en


ofensiva sobre la clase trabajadora, inicia- un marco de estancamiento económico.
da desde su misma asunción en diciembre Macri no demoró en poner en práctica el pro-
de 2015. Los objetivos del macrismo al em- grama de la burguesía. La eliminación de las
prender la misma son conocidos y pueden re- retenciones a las exportaciones agrícolas, mi-
sumirse en la necesidad de la burguesía de neras e industriales, la liberación del tipo de
restablecer su tasa de ganancia, luego de un cambio, los tarifazos en los servicios públicos,
prolongado estancamiento iniciado en 2011. el acuerdo con los “fondos buitre” y el endeu-
En el capitalismo, los espacios económicos na- damiento externo fueron otros tantos jalones
cionales pugnan por generar condiciones nece- en la aplicación de dicho programa. El objetivo
sarias para el crecimiento y el desarrollo, entre último de estas medidas fue mejorar la ren-
las cuales la primordial es la reutilización de la tabilidad para que la burguesía incrementara
plusvalía en nuevas inversiones, que aumentan la tasa de inversión. Sin embargo, eran insufi-
la escala de la producción y la productividad. cientes en la medida en que no incluyeran la
Este proceso es denominado acumulación del reducción de los salarios y el deterioro de las
capital. Por el contrario, la desinversión de esta condiciones de vida de la clase trabajadora. El
plusvalía (que puede ir al gasto suntuario, al capitalismo supera las crisis mediante el au-
gasto improductivo, a bancos ubicados fuera mento de la explotación de los trabajadores;
del espacio nacional, etc.) es lo que genera la dentro de los límites de la forma de organiza-
recesión y la crisis. En el capitalismo la fuerza ción social capitalista cualquier otra vía de
preponderante es el capital, los múltiples capi- salida de la crisis es inviable.
tales que en cada instante deciden si reinvier- Los despidos en el sector público (cuyo pico
ten su ganancia o no. se dio en los primeros meses de 2016) y su
La duración del estancamiento y la in- réplica en el sector privado, forman parte de
eficacia del kirchnerismo en enca- las medidas de la burguesía para reducir los
rar un programa de ajuste económico costos y someter a la clase trabajadora a acep-
se tradujeron en el encolumnamiento de las tar peores condiciones laborales. El macrismo
distintas fracciones de la burguesía detrás avanzó en este terreno sobre los pilares asen-
de un programa centrado en incrementar la tados por el menemismo en los ‘90 (flexibili-
inversión y relanzar la economía. Dicho pro- zación laboral) y el kirchnerismo (que durante
grama fue sostenido, con alguna diferencia la “década ganada” promovió la precarización
de matices, por los candidatos presidencia- - como botón de muestra están los contratos
les que obtuvieron, en conjunto, el 95 % de en el sector público, que permitieron que el
los votos en las elecciones presidenciales macrismo avanzara con relativa facilidad en el
de 2015. Macri se impuso en el balotaje gra- despido de empleados públicos - y mantuvo
cias a la desconfianza de la burguesía en que la legislación laboral de la época menemista).
Scioli pudiera implementar dicho programa Sus propuestas de recortar la vigencia y el al-
y en el hartazgo de vastos sectores de la cla- cance de los convenios colectivos, promover
se trabajadora y las capas medias, que veían la negociación por empresa y no por rama,

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restringir el derecho de huelga, desarrollar la el mismo en todas las épocas y coyunturas:
modalidad de las pasantías y otras variantes si las luchas se pierden es porque la buro-
de contrato precario, etc., son coherentes con cracia “traicionó” a los trabajadores, negán-
el programa defendido por el conjunto de la dose a luchar o luchando de un modo tibio
burguesía. Todas ellas apuntan a reducir los . Los trabajadores son caracterizados de un
salarios y la capacidad de resistencia de los modo que podemos calificar de esquizofré-
trabajadores frente al capital. nico: de un lado son presentados como una
La política económica del macrismo no tiene masa revolucionaria siempre dispuesta a vol-
nada de novedoso; como se ha indicado, se tear al sistema capitalista, la cual sólo resul-
trata de la vía capitalista de resolución de las ta contenida por la acción de los burócratas;
crisis. Lo que sí resulta novedoso es la relati- del otro, son concebidos como autómatas que
va facilidad con que el ajuste logró imponerse siguen pasivamente a los burócratas. El argu-
durante 2016. Dicho de otro modo, hay que mento pierde eficacia si se tiene en cuenta
explicar la escasa resistencia ofrecida por la que el objetivo primordial de los sindicatos en
clase trabajadora. El problema tiene interés una economía capitalista consiste en la defen-
teórico, pero sobre todo político, en especial sa del salario de los trabajadores. Dicho de
en un momento como en el actual, en el que otro modo, procuran negociar mejores condi-
las movilizaciones del 6, 7 y 8 de marzo indi- ciones de venta de la fuerza de trabajo, no po-
can un cambio en el “humor” de los sectores ner en cuestión el trabajo asalariado mismo.
populares respecto al macrismo. De la res- En épocas de estancamiento como la actual,
puesta al problema depende la elaboración de un incremento de salarios sólo es posible en
la línea política de las organizaciones socia- condiciones excepcionales (como es el caso
listas. En este artículo intentaremos bosque- de los trabajadores aceiteros, cuya rama de
jar una respuesta, así como también algunos producción - ligada a las exportaciones - per-
lineamientos de acción política. mite negociar mejores ingresos salariales); la
Algunos compañeros resuelven el problema norma es la reducción de las remuneraciones,
planteado en el párrafo anterior, cargando para crear así las condiciones de un nuevo ci-
toda la responsabilidad sobre las espaldas clo expansivo del capital. “Traidora” o no, la
de la burocracia sindical. El argumento es burocracia no puede ir en contra de la lógica
de la economía capitalista. De hecho, cuando
los sindicatos actúan en ramas de producción
o servicios cuyas condiciones de rentabilidad
son superiores al resto de la economía, los
burócratas sindicales pueden obtener buenos
arreglos salariales (un ejemplo claro es la lu-
cha de los bancarios en febrero de este año)
En un contexto de de estancamiento y recesión,
el desempleo juega un papel disciplinador de la
clase trabajadora. La experiencia de los años
‘90 del siglo pasado exime de comentarios al
respecto. Los despidos de 2016, continuados
en los primeros meses de 2017, debilitaron la
resistencia de la clase trabajadora y prepara-
ron las condiciones para aceptar peores condi-
ciones salariales y de trabajo. Los burócratas
tomaron nota de esta situación y optaron por
negociar la conservación de puestos de trabajo
a cambio de aceptar recortes en los convenios
colectivos de trabajo (como es el caso de los
trabajadores petroleros).
La burocracia se mueve al compás del ciclo
económico; en las maniobras indicadas en el
párrafo anterior, actúa como dirección efecti-

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va de la clase trabajadora. Salvo excepciones y escasez. Si el socialismo es percibido como
(Aceiteros y el Sutna son ejemplos de sindica- ineficaz en términos económicos, desaparece
tos ganados a la burocracia), los trabajadores del horizonte ideológico de la clase trabajado-
siguen considerando a los burócratas como su ra. Queda únicamente el capitalismo. A partir
dirección legítima. Es claro que la burocracia de 1989, los trabajadores lucharon por esta o
imprime una orientación procapitalista al mo- aquella variante de capitalismo, o por salidas
vimiento obrero y que persigue por todos los individuales, nunca por el socialismo. El acuer-
medios a los activistas de izquierda (el ase- do entre Cuba y EE.UU, la crisis generalizada
sinato de Mariano Ferreyra es un recordatorio del chavismo, son otros tantos hitos en esa
de los métodos empleados por los burócratas pérdida de confianza en el socialismo por par-
para defender sus privilegios); pero eso no qui- te de la clase obrera.
ta que siga conservando legitimidad en la clase En 1989 comenzó una situación paradójica: de
trabajadora. Si se reconoce, como se dijo más un lado, el capitalismo experimentó crisis signi-
arriba, que los sindicatos tienen por función ficativas; por otro lado, jamás se pensó al so-
primordial negociar las condiciones de venta cialismo como una salida viable a esas crisis.
de la fuerza de trabajo, los rasgos que asume Esta paradoja facilita, a su vez, la resolución
la burocracia pierden su misterio. Ya no puede de las crisis en una dirección capitalista. En
referirse a la “traición” como explicación de su el caso de nuestro país, los efectos de la caí-
comportamiento; hay que tener presente el ci- da de los “socialismos reales” se potenciaron
clo económico del capital, con sus fases de as- con la crisis de 1989 y la desaparición del vie-
censo, estancamiento y recesión, y la función jo modelo peronismo de 1945 (centrado en la
de los sindicatos en una economía capitalista. alianza entre la burguesía “nacional” y la clase
Para dar cuenta de la débil resistencia ofreci- trabajadora). A partir del menemismo, se impu-
da por la clase obrera frente al ajuste macrista sieron el individualismo y el escepticismo hacia
en 2016, hay que partir de la conjunción de la el socialismo. El kirchnerismo, por su parte, al
situación de recesión (luego de un prolongado desactivar los efectos de la rebelión popular de
estancamiento) experimentada por la econo- 2001, contribuyó a la eliminación de cualquier
mía argentina a lo largo del año pasado y de perspectiva socialista; durante la “década ga-
factores ideológicos como la ausencia de toda nada” los gobiernos kirchneristas promovieron
perspectiva socialista y la persistencia de la identificación entre el discurso progresis-
las ilusiones democráticas. Las condiciones ta y “el ser de izquierda”. Todo esto confluye
adversas determinaron que muchos trabaja- para que los trabajadores sigan poniendo sus
dores privilegiaron el mantenimiento de sus expectativas en la democracia burguesa. Así,
empleos, aún a costa de sufrir una pérdida durante 2016 primó la idea de “darle tiempo al
de poder adquisitivo. Las luchas emprendidas gobierno, n meses es demasiado pronto para
fueron defensivas y se focalizaron en el man- juzgarlo”. En 2017, ante el evidente empeora-
tenimiento de los puestos de trabajo, antes miento de las condiciones de vida de la clase
que en el incremento de los salarios reales. obrera, vuelve a plantearse el argumento de
Además, se trató de conflictos aislados, en los que una derrota del macrismo en las eleccio-
que sólo excepcionalmente se llegó a un paro nes legislativas significará la derrota del ajus-
del conjunto de la rama de producción afectada te. Esta posición, levantada por muchos par-
. La elevada desocupación, sumada a la per- tidarios del kirchnerismo, encuentra eco en la
sistencia de la precarización (un 35% de los mayoría de la población, que considera que las
trabajadores se encuentran “en negro”), resul- elecciones son la única vía para modificar la
taron mucho más eficaces para desactivar las situación social. Las disputas internas del FIT,
luchas obreras que la acción de los burócra- la constitución del FIS, el lanzamiento de las
tas sindicales. precandidaturas de varias fuerzas de izquierda,
La debilidad de la clase obrera obedece tam- reflejan esta vigencia de las ilusiones democrá-
bién a factores políticos e ideológicos. La ticas (aunque no pueden reducirse únicamente
caída de la URSS y de los llamados “socia- a este factor).
lismos reales” generó la convicción de que el A lo anterior hay que sumarle el hecho de que
socialismo era ineficiente en el plano econó- el conjunto de la burguesía está de acuerdo
mico, puesto que sólo proporcionaba miseria con el programa de ajuste económico. A lo

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largo de 2016 no se produjeron fisuras en el trabajadores se mostraron renuentes a enfrentar
bloque capitalista. Esto explica que el macris- al macrismo. La escasa resistencia a los tarifa-
mo, carente de mayoría en ambas cámaras zos es un buen ejemplo de ello. En un contexto
del Congreso, haya podido aprobar las leyes recesivo y con alta inflación, los trabajadores pri-
necesarias para implementar el ajuste. El vilegiaron mantener sus puestos de trabajo, aún
Frente para la Victoria, el Frente Renovador y a costa de resignar derechos laborales. El acuer-
las otras fuerzas políticas (exceptuando, por do llegado por el sindicato petrolero en Chubut
supuesto, a las organizaciones de izquierda) y las negociaciones emprendidas por el Smata
no hicieron otra cosa que seguir el programa en Santa Fe son consecuencia de esta situa-
de la burguesía. Como en el caso de la buro- ción. En líneas generales, es válida la afirma-
cracia sindical, no cabe hablar aquí de “traicio- ción de que el salario real de los trabajadores se
nes”, sino de fidelidad a una política de clase. deterioró a lo largo de 2016, en especial en el
En contextos de recesión, todas las fracciones segmento de los trabajadores “en negro” y en el
de la burguesía están de acuerdo en aumen- de los empleados públicos. Sólo en el caso de
tar la explotación de la clase trabajadora. Esto los Bancarios, que llevaron adelante una intensa
recorta al máximo el espacio para el reformis- lucha durante el segundo semestre de 2016 y
mo (cuya condición de posibilidad es, precisa- los primeros meses de 2017, se logró una recu-
mente, la existencia de un contexto de auge peración del poder adquisitivo perdido.
económico). La actitud de los burócratas se Al cuadro esbozado en el párrafo precedente,
apoya también en esta situación. hay que agregarle el desarrollo alcanzado por
En este marco se desarrollaron las luchas obre- la CTEP, que logró realizar una multitudinaria
ras durante 2016 y los primeros meses de 2017. marcha a Plaza de Mayo, con motivo de la con-
Como señalamos, durante 2016 predominó la memoración de la festividad de San Cayetano.
fragmentación y la incapacidad para coordinar Lo novedoso del caso es que la CTEP se en-
las luchas. El fracaso del Encuentro unitario del cuentra fuertemente influenciada por el Papa
sindicalismo combativo y de la izquierda, que de- Francisco; de este modo, la Iglesia pretende
bía llevarse a cabo el 5 de marzo del año pasado recuperar el terreno perdido frente a los mo-
, expresó dicha imposibilidad. Las tres CGT, y la vimientos piqueteros surgidos en la segunda
CGT unificada después, optaron por otorgarle una mitad de los ‘90.
tregua al gobierno, en buena medida porque los La prolongación de la crisis y la cercanía de las

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elecciones legislativas de medio término son manos de la burocracia sindical, ese género
factores determinantes de la actual coyuntura de burócratas que cumplen el rol de gerentes
política. El macrismo está obligado a realizar de las gestiones de los trabajadores ante el
dos tareas contradictorias: por un lado, debe Estado y las patronales; cuya estrategia con-
profundizar el ajuste para lograr el incremento siste en presionar para conseguir mejoras, sin
de la tasa de inversión y relanzar un nuevo cuestionar en lo más mínimo el sistema y (en
ciclo de acumulación de capital; por otro lado, muchísimos casos) cooperando con las patro-
está obligado a ganar las elecciones, so pena nales en el disciplinamiento de la fuerza de
de quedar condenado a la impotencia política. trabajo.
La tarea en que hoy se encuentran empeña- El acto de la CGT del 7 de marzo mostró tanto
dos el gobierno, las Cámaras empresarias y la debilidad relativa de la burocracia sindical
los partidos de la oposición burguesa, sigue como la debilidad de la militancia obrera que
siendo la misma que en 2016: crear y garan- se le opone. En este punto remitimos al análi-
tizar condiciones para la inversión. A pesar sis formulado en un artículo anterior:
de las medidas adoptadas por el presidente “La caída de los salarios reales durante 2016,
Macri, no hicieron su aparición ni la tan prego- los despidos y los avances de la flexibilización
nada “lluvia de inversiones”, ni el no menos laboral, han generado un enorme descontento
mentado “segundo semestre”. Como ya se entre los trabajadores. La CGT, unificada y diri-
indicó, 2016 estuvo signado por la recesión. gida por un Triunvirato (lo que constituye en sí
El fracaso en este cometido pone en riesgo la mismo una declaración de debilidad) convocó
segunda de las tareas en que se encuentra a un acto multitudinario…para dilatar la convo-
ocupado el macrismo: el triunfo en las eleccio- catoria a un paro general. La mera enunciación
nes legislativas de este año. de este objetivo da cuenta de lo imposible de
La coyuntura política se caracteriza por la la situación para la dirigencia de la CGT. Dece-
complejidad. El gran problema que tienen to- nas de miles de activistas obreros concurren
das las fuerzas actuantes consiste en que nin- a ese acto esperando que ocurra un milagro
guna de ellas asoma con la fortaleza necesa- (la convocatoria al paro general) que saben no
ria para imponerse. Los partidos del orden no que sucederá. Los discursos de los triunviros
logran establecer una sólida hegemonía, es muestran al desnudo su voluntad de no po-
decir, convencer a la mayoría de la sociedad ner fecha al paro general. Concluye el acto y
de que la política que proponen es la más con- la bronca del activismo se dispara (además de
veniente para todos. El gobierno, que asumió las internas al interior de la burocracia). En un
con un importante apoyo popular, difícilmen- hecho insólito el palco es tomado. (...) La toma
te logre convencer a esos mismos votantes del palco resume todo el asunto, sus alcances
que los despidos, los acuerdos paritarios a y limitaciones. El palco es tomado, pero se si-
la baja, la flexibilización laboral o la inflación, gue pidiendo a la CGT que convoque al paro
sean “en beneficio del empleo y el salario” general. Todos reconocen la permanencia de
. La oposición, que busca mostrarse como tal, la CGT como dirección del movimiento obrero,
se encuentra entre la espada y la pared. No más allá de las puteadas y/o el lenguaje radi-
puede dejar de mascullar alguna queja ante calizado con que escondan este reconocimien-
las medidas impopulares o la crisis, pero tam- to. Repetimos una vez más: el paro se le pide a la
poco quiere dejar de verse como “sensata” CGT, no lo convocan ni las bases ni la izquierda.”
y capaz de hacer lo necesario, pero mejor. La izquierda comparte la debilidad general de
Cuando la crisis se pronuncia hay poco mar- las clases de la sociedad argentina. En pri-
gen para diferenciarse. mer lugar, la mencionada inexistencia de una
La fortaleza que tienen el gobierno y el arco perspectiva socialista en la clase trabajado-
opositor burgués radica en que se ponen del ra limita enormemente sus posibilidades de
lado de la tendencia más fuerte: la presión del imprimirle un curso diferente a la coyuntura
capital para reformular las condiciones en las política. En este sentido, cabe afirmar que la
que puede explotar la fuerza de trabajo. Del burguesía ha logrado imponer una hegemonía
lado de los trabajadores, como indicamos, y sólida, al lograr que la clase trabajadora con-
a pesar de algunos cambios, las conduccio- sidere inviable toda alternativa al capitalismo.
nes del movimiento obrero siguen estando en En segundo lugar, las distintas organizaciones

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de la izquierda se hallan colonizadas por la victoria en un conflicto sindical. En todo mo-
ideología estatista, que hace del Estado la mento, lo central es el “engorde” del propio
solución para todos los problemas sociales partido. Este punto de vista puede ser sinte-
. En tercer lugar, cada organización de la iz- tizado afirmando que primero está el partido,
quierda se ve a sí misma como el “partido luego los organismos en los que el partido tie-
único de la revolución”, lo cual dificulta todo ne la dirección y finalmente la clase.
intento de lograr la unidad, aunque se trate de
unidad en la acción. En cuarto lugar, en mu- Si se acepta el diagnóstico formulado en el
chas organizaciones (sobre todo en los parti- párrafo precedente, es preciso reconocer que
dos trotskistas) persiste el modelo de partido una de las tareas fundamentales de la políti-
bolchevique, tal como quedó cristalizado luego ca socialista consiste en construir un nuevo
de la prohibición de las fracciones en 1921. El “sentido común” de la izquierda, que permi-
centralismo democrático no es otra cosa que ta luchar con eficacia contra el capitalismo.
un eufemismo para ocultar la dictadura de las Esto implica revalorar el papel de la teoría,
direcciones, que procuran por todos los me- emprendiendo el estudio de las nuevas con-
dios evitar el surgimiento de voces disidentes. diciones de la economía capitalista, luego de
En quinto lugar, existe un desprecio generali- la enorme reestructuración experimentada por
zado por la teoría, a la que se considera casi el sistema mundial capitalista en las últimas
como algo innecesario, que pone en riesgo la décadas; revisar críticamente las experiencias
tareas prácticas, consideradas las únicas ver- revolucionarias anteriores para evitar caer en
daderamente importantes. En sexto lugar, las los mismos errores; iniciar una lucha incan-
tareas en el frente sindical (y esto se hace sable contra el estatismo y el nacionalismo,
extensivo a los otros frentes en los que actúa obstáculos fundamentales en la formulación
cada organización) tienen por objetivo conso- de una política revolucionaria.
lidar la supremacía de la propia organización
antes que el fortalecimiento de la conciencia A la realización de este programa de trabajo
de clase de los trabajadores. Por eso se pri- se halla abocado el colectivo de la Revista
vilegia el ganar algún militante antes que la Propuesta Marxista.

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Mujeres
Fernanda López

El socialista francés Charles Fourier escribió: das para resolver el problema. Una consigna
el grado de emancipación de la mujer en una socie- apoyada por todos representa una situación
dad es el barómetro natural de la emancipación gene- en la que nadie es percibido como responsa-
ral. Esta frase sirve para poner en contexto el ble de lo que está sucediendo.
paro y la movilización convocados en repudio
a la violación y posterior asesinato de la ado- La solución eficaz a un problema comienza por
lescente Lucía Pérez. la formulación de un diagnóstico adecuado. La
violencia contra las mujeres, cuya expresión
La convocatoria tiene por objetivo poner fin a más extrema es el femicidio, excede larga-
los femicidios. En otras palabras, se lucha por mente los límites del capitalismo. El patriarca-
preservar la vida de las mujeres. Es difícil ima- do hunde sus raíces muy atrás en la historia, a
ginar otra lucha cuyo propósito sea tan defen- punto tal que es considerado como un hecho
sivo como éste. natural por hombres y mujeres. La opresión
de género no se reduce a la opresiòn de cla-
Evitar que las mujeres sigan siendo asesina- se. Toda nuestra cultura está marcada por la
das. ¿Quién puede estar en contra? Tal como hegemonía del patriarcado, y éste se manifies-
se vio en las movilizaciones del Ni una menos, ta aún en los partidos y organizaciones de iz-
toda la Argentina oficial y no oficial salió a apo- quierda que combaten al sistema capitalista.
yar la consigna. Sólo los asesinos pueden es- Es por esto que puede ser encarada por muje-
tar en contra de una manifestación a favor de res (y hombres) de todos las clases sociales.
la vida. La unanimidad del apoyo a la consigna Es, en definitiva, una lucha democrática, una
es, a la vez, la fortaleza y la principal debilidad lucha por la libertad y por la igualdad.
del movimiento. Fortaleza en tanto sirve para
movilizar multitudes. Debilidad, porque se Pero así como la opresión de género no se
vuelve imposible encontrar medidas adecua- reduce a la opresión de clase, resulta imposi-

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ble encarar efectivamente la eliminación del mi empresa. Además, aprovecha el hecho bio-
patriarcado sin eliminar la dominación del ca- lógico del embarazo para despedirnos o im-
pital sobre el trabajo. La opresión de género ponernos peores condiciones laborales (“sos
es sufrida por todas las mujeres, pero golpea mujer, vas a faltar al trabajo porque tenés a
especialmente a las mujeres de la clase traba- tus hijos enfermos, porque tenés que llevarlos
jadora. En el día de hoy estaba convocado un a la escuela, etc.”).
paro de actividades entre las 13 y 14 hs. En
las condiciones actuales, la inmensa mayoría Las mujeres somos consideradas cosas con
de las mujeres trabajadoras no pudimos rea- tetas y culo: Muy bien, dice el emprendedor.
lizar la medida de fuerza. La precariedad de Eso me permite invertir en prostíbulos, redes
la situación laboral hace que quienes resolva- de trata y demases, que son también grandes
mos cesar las actividades corramos el riesgo fuentes de ingresos para policías, funciona-
bien concreto de sufrir sanciones. Las muje- rios judiciales y políticos.
res más afectadas por la opresión de género
somos las que menos podemos participar de El capitalismo no inventó el patriarcado. Pero
la protesta. lo transformó y lo aprovecha al máximo según
su escala de valores: obtener ganancias. Su
El movimiento de lucha contra el patriarcado lógica es tan perversa que las mujeres que
sólo puede ser eficaz si se encara, también, se enriquecen también pueden participar del
como una lucha contra el capitalismo. La obli- festival de beneficios que genera la opresión
gación de trabajar por un salario, las jornadas de las mujeres. El capitalismo es democrático
laborales interminables, los viajes también siempre y cuando se tenga el dinero suficiente
interminables hacia los lugares de trabajo, la para hacer valer derechos.
continuación del trabajo en el hogar, todo ello
impide que las mujeres trabajadoras conte- Nos preguntamos: las movilizaciones ¿hacen
mos con el tiempo necesario para enfrentar visible la opresión de las mujeres? Todas sa-
al patriarcado. El capitalismo, a diferencia de bemos que las mujeres somos reducidas a
otras formas de sociedad, puede permitirse el cosas, todos los días. Simplemente nos ha-
lujo de conceder derechos a las mujeres. Pero cemos los boludos, ya sea porque pensamos
el derecho a la cosa no es la cosa: el derecho que no podemos hacer nada o porque consi-
al pan no se come. El capitalismo puede otor- deramos que se trata de un hecho natural. La
gar derechos siempre y cuando no se toque cosa cambia de color cuando comprendemos
la propiedad privada de los medios de pro- que el capitalismo es el responsable, que esta
ducción. Las movilizaciones convocadas por rueda infernal centrada en la producción de
el movimiento Ni una menos fueron multitudina- mercancías requiere de la reducción de la hu-
rias. Pero no pudieron modificar un milímetro manidad al estatus de recurso descartable. El
la situación de opresión de gènero. El capita- patriarcado nos usa, nos asesina y nos arroja
lismo transforma a las personas en cosas de a la basura desde hace siglos. Pero en condi-
las que se puede obtener ganancias econó- ciones capitalistas el patriarcado es funcional
micas. En este sentido, resulta indistinto que a la ley del valor.
se trate de hombres o mujeres. Sin embargo,
aprovecha la desigualdad promovida por el pa- La única respuesta eficaz pasa por la autoorganización
triarcado y utiliza la opresión de género para de quienes sufrimos la opresión y la explotación. El pa-
multiplicar los beneficios económicos. triarcado existía antes del capitalismo. Y puede seguir
existiendo después, si no estamos atentas. Por eso hay
Las mujeres trabajan gratis en el hogar: fe- que combatir, simultáneamente, aquí y ahora, y en el
nómeno, dice el empresario. Me ahorro el au- futuro, al patriarcado y al capitalismo como dos caras
mento del salario requerido para pagar dicho de una misma sociedad a destruir. En otras palabras,
trabajo. se trata de asumir al feminismo y al marxismo como
dos dimensiones de una misma lucha por la emanci-
Las mujeres somos consideradas inferiores a pación humana.
los hombres: Excelente, exclama nuestro hom-
bre de negocios. Puedo pagarle menos salario
por igual tarea a las mujeres que trabajan en

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Fetichismo de la mercancía
Ezequiel Hernández

El fetichismo es el atribuirle a una cosa pro- Aquí empieza el fetichismo, o la falsificación


piedades que no le son propias, es decir, con- del concepto, cuando el valor de cambio es
siderar que una cosa es algo distinto a lo que visto como una cualidad del valor de uso al
realmente es. Más aún, es atribuirle propie- que está unido, porque el valor de uso es lo
dades mágicas, mistificar una cosa. Esto es muy que realmente vemos, no podemos ver qué
usual y puede ocurrir por una mezcla de ig- otra cosa puede ser la causa del valor de cam-
norancia y creencias animistas, como cuando bio, hasta no hacer un análisis más profundo.
antiguamente se creía que las yeguas, y las
Del mismo modo el sol se nos aparece como
mujeres, eran fecundadas por el viento. Este
una esfera que ilumina y da calor y que parece
viento era fetichizado como algo que no es.
nacer y morir en el horizonte cada día, pero la
También algo se puede fetichizar si se lo aso-
apariencia sólo contiene una parte de verdad,
cia con ideas mágicas o religiosas, así los cre-
mientras que oculta o deforma otra parte. Con
yentes consideran a la hostia y al vino como al
la ayuda de la observación y el pensamiento,
cuerpo y la sangre de Jesús. Pero un ejemplo
y algunos herejes, hoy sabemos que no es el
más actual, ya que hoy nadie va a misa, o al
sol el que se mueve, sino la Tierra la que gira
menos no cree que se está comiendo a Jesu-
alrededor de él.
cristo, podemos verlo con las cábalas futbole-
ras. Cuando un hincha se sienta en un sillón Así también está oculto el verdadero funda-
a ver el partido, si su equipo gana, ese sillón mento del valor. En el mercado las mercancías
pasa a ser un objeto mágico que va a garanti- se intercambian con otras mercancías, como
zar la victoria cada vez que se lo use. si las cosas tuvieran relaciones sociales entre
Con las mercancías pasa algo parecido, pero sí, mientras que las personas no se relacio-
lo extraño es que el fetichismo de las mercan- nan en el mercado directamente con perso-
cías surge por considerarlas como “lo que nas, sino con cosas. Las relaciones humanas
son” a primera vista, es decir que no surge de están cosificadas en este sentido. El que va
algo ajeno a ellas, sino de una forma que les a comprar leche al supermercado no se rela-
es propia. Las mercancías se nos presentan ciona con el tambero, sino sólo con la leche y
tal cual son, no nos ocultan que son cosas su precio. Hace el intercambio de su mercan-
útiles y que tienen un precio. Al contrario, tan cía (o su dinero) por otra mercancía. Las rela-
claro vemos que las mercancías son valores ciones productivas humanas que generan las
de uso con valores de cambio, que sólo vemos mercancías y su valor, quedan así ocultas tras
eso: valores de uso que portan valores de cambio. El la forma en que aparecen estas relaciones.
valor de cambio aparece unido a cada mer- Pero estas formas no son sólo apariencias,
cancía y parece ser una propiedad del valor sino que constituyen una necesidad de la pro-
de uso que constituye cada mercancía. Los ducción capitalista, por el modo en que está
precios de las cosas parecen depender de organizada la división social del trabajo. A dife-
las cosas mismas: un auto es más caro que rencia de sociedades anteriores, donde cada
un televisor “porque los autos son más caros trabajo concreto era siempre parte y estaba
que los televisores”. Es una cualidad de los en contacto con los otros trabajos que consti-
objetos el tener cada uno un precio distinto, tuían la producción social (por ejemplo en una
los autos por ser autos, y los televisores por familia campesina que distribuye las tareas
ser televisores, y así por el estilo con toda la entre sus miembros), en el capitalismo los tra-
lista de mercancías.

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bajos concretos no están en contacto directo siones fuertísimas para que rindan más y me-
entre sí, ni son parte de un mismo esfuerzo, jor, y cuando vuelven a sus casas, agotados,
sino que son trabajos privados, aislados en- no saben a quién culpar por el castigo diario
tre sí (pero a la vez parciales, incompletos, no que reciben. “Es la situación”, “Está difícil”,
autosuficientes, sino dependientes de la pro- se escucha. Hasta ayer un trabajo era útil, y
ducción general), que por lo tanto no pueden hoy no lo es más. El culpable está bien oculto.
formar parte de la producción general de un El mismo capitalista actúa como un autómata.
modo directo, sino por medio de un mecanis- Vive de la ganancia que arranca ndel trabajo
mo social que haga de intermediario entre es- de los demás, sin saber qué es la ganancia, y
tos trabajos privados, y los haga así formar si esta ganancia cae, o si no es tanta como la
parte de la división social del trabajo. de sus competidores, tiene que aumentarla,
Este mecanismo es el mercado, donde cada sí o sí, a riesgo de ser borrado del mapa. Si
trabajo privado se puede intercambiar con esto significa explotar más a sus empleados,
los otros, a través de las mercancías que ha no dudará en hacerlo: es lo que manda “el
producido, mercancías que llevan al mercado mercado” y “sus señales”, además del  inte-
un valor que representa la cantidad de tiem- rés propio.
po de trabajo socialmente necesario (TTSN) Lo que en la explicación de la forma de la mer-
que ha costado producirlas, valor que se re- cancía parece revelarse como un mero signo
fleja en una cantidad determinada de dinero. de otra cosa, un reflejo de algo más profundo,
El hecho de que el valor represente tiempo sin embargo no por ser entendido deja de mantener
de trabajo, hace posible que los intercam- su forma opaca, ni tampoco deja de dominar me-
bios se hagan en proporción a los tiempos diante su lenguaje mercantil, a la misma  so-
de trabajo, y que por lo tanto los diferentes ciedad que la ha creado a partir de los restos
esfuerzos productivos sean reconocidos por imperfectos de sociedades anteriores, como
la sociedad como una parte dada del trabajo un nuevo Frankenstein, que no deja de vengar-
global. A través de la forma de valor que adquieren se de sus progenitores una y otra vez, mien-
los trabajos privados, éstos pueden volverse trabajos tras la sociedad, ignorante de su paternidad,
plenamente sociales. lo sigue recreando.
Entonces, es la misma naturaleza de la divi- El carnero degollado. Esta ignorancia que la forma
sión del trabajo capitalista la que genera una de la mercancía impone sobre sus agentes hu-
forma social que permite su propio funciona- manos, añade otras consecuencias de orden
miento, pero que al mismo tiempo oculta el político, ya que nos impide ver en la mercancía
contenido social del valor de la mercancía, y al esfuerzo del trabajador, y a las condiciones
genera así el fetichismo de la mercancía. de explotación a las que está sometido. Tal
como vemos en el mercado a las partes empa-
quetadas de los animales de granja, sin haber
Consecuencias tenido que ver cómo les abren la garganta; del
La más importante consecuencia de la forma mismo modo vemos en el mercado a los pro-
mercantil que toman las relaciones sociales, ductos terminados sin sospechar su pasado;
es que se genera un lenguaje de cosas, me- quién sangró en la producción de cada mer-
diante el juego de los precios en el mercado, cancía. En estas condiciones es fácil mantener
que se autonomiza de las decisiones que el aislamiento y la indiferencia entre sectores
quieran tomar las personas, y al contrario, heterogéneos de la población, y más aún es
este lenguaje de cosas domina el movimiento fácil mantener la apariencia de que debajo de
de la economía y por lo tanto domina las vidas la superficie del mercado no hay nada parecido
de las personas que la producen. Las personas a la explotación, sino apenas otras relaciones
se convierten en engranajes de una máquina ciega. mercantiles ¡porque el trabajo mismo aparece
Cuando los precios de una mercancía caen, como si fuera una mercancía! El trabajador ven-
todo un sector de la producción se deprime y de su mercancía fuerza de trabajo a cambio de un
multitudes quedan en la calle sin saber bien salario, y esto parece en cambio una venta de
a quién culpar ante semejante paliza. Los que “trabajo”. Después de todo, se intercambian dos
conservan sus trabajos son sometidos a pre- mercancías con sus precios, y allí se acabó el

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asunto.  A simple vista no se ve la diferencia
entre “trabajo” y “fuerza de trabajo”. Como corolario táctico, se hace evidente
que aún obviando a los aparatos ideológi-
Por lo anterior,  para cobrar conciencia de la cos de la burguesía, el hecho de ser la mis-
situación real en que vivimos los trabajadores, ma estructura de la vida cotidiana la que
se requiere de dos condiciones básicas: una genera falsa conciencia, hace fundamental
la produce la propia dinámica del capitalismo, que toda actividad militante asuma como
y es la de juntar en los lugares de trabajo y de prioritaria la tarea de crítica y concientiza-
hábitat  a  proporciones cada vez mayores de ción, y que del mismo modo, se abandonen
obreros, que vivan en condiciones similares, y y rechacen sin ambages las prácticas agita-
que por lo tanto puedan hacerse conscientes tivas que, so color de sumar voluntades para
de sus intereses comunes (más en general, cada coyuntura, se autolimiten a consignas
se trata de la homogeneización de las condi- que empalman de modo más o menos có-
ciones de vida de la clase obrera). modo con las ideas imperantes del sentido
La otra condición insoslayable depende de un común. Por caso, la táctica trotskista de exi-
esfuerzo propio de la clase, es el esfuerzo crí- gir sistemáticamente medidas socialistas al
tico que destruye ese mundo de apariencias estado capitalista, sólo logra el efecto de ge-
confirmado por  la propaganda capitalista, y nerar confusión y falsas ilusiones, y es sólo
revela la posibilidad y la necesidad de un cam- un ejemplo extremo de la subestimación de
bio revolucionario. Aquí es necesaria la activi- la tarea concientizadora que domina en la
dad de los militantes sobre la subjetividad de izquierda clasista.
los trabajadores.

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Para una crítica marxista de la
burocracia sindical1
Agustín Santella

Introducción
Compartimos las siguientes notas para seguir con un debate lanzado en 2010 por la revista
Nuevo Topo. Aquel debate llamaba a revisar la tesis tradicional sobre la burocracia sindical. El tér-
mino burocracia sindical es usado por los activistas con orientación clasista de izquierda desde
principios de siglo. Sin embargo, su uso no está construido con rigurosidad teórica o científica.
En este sentido, puede ensombrecer el análisis de la dinámica real de la clase obrera en el ca-
pitalismo contemporáneo. En su punto central, no daría cuenta del hecho de que las direcciones
reformistas representan a la clase obrera. Esto lleva a diagnósticos muy equivocados. Uno de
ellos es pensar que, en la medida que los dirigentes no representan a los trabajadores, y que in-
cluso existen porque son impuestos arbitrariamente, podríamos liberar a los trabajadores de su
yugo mediante su eliminación física, como sucede en el final de la película Los traidores (1972).
Otro error más actual es decretar, junto con la crisis final del capitalismo, la crisis final de la
burocracia sindical (la “bancarrota” o la “descomposición”).
Nos proponemos aquí avanzar a manera de esbozo en nuevos problemas no desarrollados an-
teriormente. Aquí se propondrá algunas revisiones sobre el marco teórico de la discusión. Las
afirmaciones vertidas requieren mayor desarrollo, pero funcionan a manera de hipótesis teóricas
para ulteriores contrastaciones.

Del debate
Se trata de una discusión entre interpretaciones marxistas. La diferencia consiste en dos afirma-
ciones contrapuestas: Tesis 1) La burocracia sindical es una capa social con intereses propios
respecto de los intereses de la clase obrera, y por tanto externa y contrapuesta a la misma. Tesis
2) la burocracia sindical es parte del movimiento de la clase obrera, no obstante sea una capa
específica de tipo organizativa y aún con una política e ideología no revolucionaria ni socialista.
Ambos argumentos son marxistas en la medida en que el objeto explicado (burocracia sindical)

1 Este artículo es resultado de conversaciones con Roberto Parodi y Adrián Piva. Adrián presentó una
versión avanzada de su trabajo inédito “La clase como relación social objetiva” (2016) en el Grupo de
Estudios sobre Clase Obrera del Instituto Germani en octubre de 2016. Su ensayo me empujó a redefinir
el texto original. Las primeras ideas de este artículo surgieron de mis charlas con Pedro Igón, cuando
yo entrara en crisis con el MAS hacia 1989. Su crítica apuntaba al espontaneismo en la concepción de
movilización de masas. Este espontaneismo (la propensión autónoma de las propias masas a actuar por
sí mismas más allá y en contra de cualquier dirección política) es propio de la tradición trotskista, aunque
por supuesto no solamente (más propio era del luxemburguismo, una corriente nunca plenamente
desarrollada). Había un punto central en el argumento de Pedro: las “movilizaciones de las masas” (por
ejemplo en el caso del pueblo salvadoreño) eran resultado de un trabajo de organización política (por
parte de las organizaciones político militares que eran señaladas como “frenos”). Me parece en definitiva
que esta crítica de entonces todavía se puede trasladar en el debate sobre la burocracia sindical. Pedro
había sido militante revolucionario en los 60, luego obrero manual, manteniendo las mismas ideas.
La crítica científica formal pudimos encontrarla hacia 1991 en el largo ensayo de Osvaldo Garmendia,
y luego en la crítica del Programa de Transición de Rolando Astarita (1999). Este artículo coincide en
muchos puntos con estos trabajos, en particular la crítica del espontaneismo revolucionario.

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es dado críticamente por elementos fundamentales de la teoría marxista (teoría de la explo-
tación y la lucha de clases). Son marxistas porque ambas tesis quieren comprender el hecho
como un paso práctico en una perspectiva de la emancipación de clase.
De una manera particular, la tesis 1 se ha expresado en la forma de una contradicción entre
el “sindicalismo de base” y las direcciones sindicales burocráticas o directamente estatales.
La tesis sobre la centralidad del “sindicalismo de base”, como expresión de la clase obrera en
lucha, nos ofrece un ángulo para encarar este tema2. Digamos, en primer lugar, que su misma
formulación retoma un conflicto entre bases y direcciones, pero con el supuesto de que la clase
obrera se expresa por fuera de las direcciones, precisamente en las bases. Esta idea había
sido criticada por Izaguirre y Aristizabal (2000) en su estudio sobre los conflictos obreros en
1973-1976 en la Argentina. En la perspectiva de CICSO (Centro de Investigaciones en Ciencias
Sociales), ellas afirmaban que los sujetos en lucha no eran las bases contra las direcciones,
sino que la clase obrera se movilizaba en dos fuerzas sociales, que se definían como dos tipos
de alianzas social políticas que recorrían ambos niveles de base o de direcciones en conflicto3.
La primera de estas fuerzas se representaba en el gobierno peronista, que tenía como base a
la mayoría obrera sindicalizada, pero implicaba una alianza con fracciones de la burguesía y pe-
queña burguesía. La segunda de estas fuerzas era el campo revolucionario, con organizaciones
políticas de izquierda y una representación en el movimiento obrero, pero también incluyendo a
fracciones de la pequeña burguesía (particularmente el estudiantado y los intelectuales). Esta
contribución es fundamental para superar una dicotomía base/dirección.
La perspectiva de base afirma que son las bases las que representan los intereses mismos de
la clase obrera, contra fuerzas burocráticas que representan otros intereses políticos o socia-
les. Aquí podemos retomar un argumento que no ha sido debidamente desarrollado en nuestra
opinión en el aporte a la Tesis 2 que expresan Belkin y Ghigliani (2010) en su artículo en Nuevo
topo. En una parte crucial de su discusión ellos se apoyan en Offe y Wiesenthal, quienes trataron
de construir una explicación marxista sobre la burocracia sindical, que podemos agrupar en la
Tesis 2, alternativa a la 1. Estos marxistas nórdicos introdujeron la noción de que los intereses
de clase son resultado de la misma organización colectiva de los trabajadores. Belkin y Ghigliani
emplearon esta noción para sostener que los intereses de clase son construidos históricamente
en las mismas luchas de clase en el marco de sus organizaciones “burocráticas”. Así se plantea
que no hay contradicción externa a la clase obrera entre intereses de clase y aparatos burocrá-
ticos, sino que ambos son polos contradictorios de la relación constitutiva de clase. El punto
general aquí es que no hay intereses de clase previos a la organización ni la política, por tanto
por fuera de la conciencia. Esto, como veremos, trae un problema interno en la teoría marxista
que hay que resolver.

2 Para una expresión del sindicalismo de base como perspectiva analítica, ver Varela (2014 y 2016).
Recientemente en Inglaterra se ha dado un debate similar en el que Ralph Darlington mantiene
una posición coincidente con ella (representada en las páginas de International Socialism Journal). Esta
posición se diferencia de Richard Hyman y John Kelly, dos autores referentes del marxismo de los
años 1970-1980, quienes cuestionaron entonces el “basismo” (Rank-and-filism). Esta revisión es
ahora continuada por John Mcllroy. El sindicalismo de base o “rank-and-filism” establece a las bases
como sujeto. Sin embargo, nuestra crítica puede hacerse de la misma manera a toda la perspectiva
que toma la definición de burocracia sindical de Trotsky, en particular de su texto de 1940. El marco
tomado de Trotsky combina la propensión espontaneista de las masas confrontando a la burocracia
sindical (en rigor a todas las burocracias incluyendo la anarquista). Trotsky define burocracia sindical
como una forma de aparato de estado impuesta sobre los trabajadores. Desarrollo el análisis de
Trotsky en Santella (2016). No obstante, el estudio concreto que ha hecho Varela (2015) sobre los
trabajadores de FATE es mucho más complejo que la posición que expresa en los artículos con los que
dialogamos aquí. Al respecto véase nuestra reseña en Ideas de Izquierda, n° 35 (diciembre 2016)
3 El CICSO se fundó en 1966 por jóvenes sociólogos formados en la sociología académica naciente,
entre ellos Juan Carlos Marín, Miguel Murmis, Inés Izaguirre, Beba Balvé. El Centro continuó sus
actividades como tal hasta hace pocos años, pero la mayoría de sus investigadores abrieron nuevos
programas de investigación. Véase Santella y Villar (2016).

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A la luz de teoría de la burocracia sindical, podemos señalar la debilidad del sindicalismo de base,
por cuanto presupone una clase obrera espontánea, en la forma de “bases”, que es expresión
misma de la clase por cuanto representa sus intereses reales. La falacia que permite develar
teoría de la acción colectiva organizada entonces, es que estos intereses no son espontáneos,
sino que son resultado de la conciencia y la organización. En su variante leninista, la perspectiva
de base se complementa sosteniendo que para que aparezca se necesita de la presencia de la
“conciencia” traída por los militantes revolucionarios socialistas (la izquierda). Postulada así sin
embargo contradice la misma idea de una confrontación entre bases y direcciones. La presencia
fundamental de cuadros o militantes organizados implica que el movimiento de base no es estric-
tamente de base, o estrictamente espontáneo. Sin embargo, nos parece que en el sindicalismo
de base subyace una idea que por otro lado es propia de la tradición marxista, que afirma que
los intereses de clases son expresión de las contradicciones objetivas del sistema capitalista. En
tanto intereses objetivos, la conciencia viene a darles un curso, una representación de qué otro
modo igualmente estallará, tarde o temprano. En este sentido en el núcleo del sindicalismo de
base subyace un espontaneismo objetivo. La crítica de CICSO a partir del concepto de fuerzas so-
ciales es un aporte a la superación del espontaneismo objetivo. Pero en ella permanece la noción
de intereses objetivos de clase. No se problematiza la construcción de los intereses. Es con el
aporte de Offe y Wiesenthal (1985), en una discusión a partir de la teoría de la acción colectiva,
que se despeja este presupuesto sobre los intereses de clase. En este sentido la argumentación
de Belkin y Ghigliani es distinta respecto de la de CICSO, aunque ambas perspectivas se unen en
una Tesis 2 opuesta a la 1, más arraigada en el marxismo.
La Tesis 1 es más extendida en el marxismo debido a que se propone como concepción
materialista de los intereses de clase. Se trata de una concepción clásica al marxismo que ha
sido puesta en crisis por contribuciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La objetivi-
dad del interés de clase es más afín con la Tesis 1 porque afirma que los intereses socialistas
definen a la clase obrera en su oposición al capitalismo, que estos intereses son como tales ob-
jetivos. De aquí por tanto la posibilidad de que las organizaciones no revolucionarias sean como
tales burocráticas en el sentido de externa u opuestas a la clase obrera. Se sabe que Lenin
reformuló este problema en el ¿Qué hacer? sosteniendo que el reformismo es espontáneo a la

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clase obrera, en tanto que surge como resultado de la influencia de la ideología burguesa sobre
los obreros. Y que la conciencia socialista es externa a la clase obrera. Sin embargo, su concep-
ción (materialista) es que los intereses están definidos objetivamente en la relación capitalista.

El problema de los intereses


Sostener entonces que los intereses de clase no existen como tales en la relación social capita-
lista trae un problema serio a la teoría. ¿Es posible una interpretación marxista que no se apoye
en la concepción objetiva (“material”, “económica”) de los intereses? ¿Hasta qué punto es mar-
xista? ¿De qué modo una concepción (política o ideológica) de los intereses es necesaria o me-
jora la interpretación de los hechos? En principio entonces la concepción marxista de intereses
de clase se afirma en una teoría materialista de los intereses. Una concepción no materialista
se alejaría del marxismo, ya que históricamente fueron las doctrinas políticas liberales las que
postularon concepciones subjetivas de los intereses (Balbus 1971).
Los miembros de una clase comparten cierto interés a partir de su situación común en las rela-
ciones de producción. De manera genera por interés se entiende, de modo objetivo, condiciones
que afectan la situación. Mientras que de modo subjetivo se puede entender como aquello que
la gente percibe como importante. El interés de clase, se afirma, en términos negativos, como
una contraposición o negación a partir de una experiencia negativa compartida. Pero también
una perspectiva positiva como afirmación de la clase oprimida frente a la opresora. Desde una
perspectiva objetiva materialista no son los individuos o grupos quienes definen la situación
que los afecta, sino que está dada por las relaciones objetivas en que los individuos y grupos
participan.
Pero de aquí vamos a la idea de que el interés de la clase obrera es el socialismo, porque es la afir-
mación positiva frente a la explotación capitalista, la cual señala la perspectiva de su superación.
Se ha postulado entre los socialistas la equivalencia entre ambos aspectos. El interés de la
clase obrera es el socialismo. Pero en la medida que esta perspectiva se hizo crisis (ya para
Lenin, como se sabe), debemos dar cuenta críticamente de la concatenación interna de estos
elementos. Lenin distinguió entre intereses inmediatos (sindicalistas) y mediatos (socialis-
tas). Entre los marxistas académicos contemporáneos, Erik Wright ha definido con precisión
este concepto de intereses inmediatos e intereses fundamentales. Dice:
Los intereses de clase en la sociedad capitalista son aquellos objetivos potenciales que se
convierten en objetivos reales de lucha en ausencia de las mistificaciones y distorsiones de
las relaciones capitalistas. Los intereses de clase, pues, son, en cierto sentido hipótesis: hi-
pótesis sobre los objetivos de las luchas que tendrían lugar si los actores contaran con una
comprensión científicamente correcta de sus situaciones (…) si los trabajadores entendieran
científicamente las contradicciones del capitalismo se comprometerían de hecho en la lucha por
el socialismo” (1983: 82-83).
Por intereses inmediatos vemos aquellos que definen la situación de los trabajadores en las
relaciones de mercado, con objetivos de lucha acordes (aumento de salarios, o beneficios so-
ciales). Por intereses fundamentales observaríamos aquellos que surgen de la situación de los
trabajadores en la relación de explotación, cuya resolución implica cambiar esta relación misma.
Aquí tenemos una definición similar a la de Lenin en cuanto a los intereses en la clase obrera
y el papel de la conciencia socialista (personificada en el partido político). La intervención de la
ciencia permite la toma de conciencia de una situación material, real y objetiva, y de un interés
correspondiente. Aclara el interés real de la clase obrera definido en antagonismo con el sis-
tema social y político de conjunto. Sin embargo, aquí el problema histórico y político es que la
formación de los trabajadores en clase implica la posibilidad de diversos intereses de clase. El
predominio de los intereses socialistas depende no de la ciencia sino del proceso histórico, del
desarrollo del capitalismo y la lucha de clases.

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En otros términos, la crítica a la posición Lenin/Wright sería que el interés de clase por el
socialismo es resultado de procesos concretos, no surge directamente del antagonismo en las
relaciones de producción. Lenin parece estar de acuerdo con esto, pero hay un detalle que hace
el problema mismo: la ciencia devela algo que existe por fuera de ella, no es parte de su cons-
titución. Esto querría decir que el papel de la teoría científica es “hacer ver” a los obreros que
su interés es el socialismo. Hacer ver algo que esta “ahí”.
Pero también la ciencia se ha definido como parte de las acciones mismas que intervienen en la
formación de clase. Esto implica cambiar el carácter metódico de la ciencia, ya no como teoría por
fuera del proceso, sino como actor o fuerza interna a la historia, como sujeto parte del objeto de
la investigación. El conocimiento es un proceso estratégico, interesado. Esta operación metódica
podría leerse en el Lenin dialéctico4. Una concepción dialéctica práctica de la ciencia así podemos
encontrarla en Dos tácticas, cuando argumenta en contra del dogmatismo de los mencheviques,
diciendo que la teoría específica se define en la situación histórica concreta, en relación con las
luchas en ese contexto. La concepción dialéctica así desarrolla el materialismo activo de la Tesis
de Feuerbach.

El concepto de formación de clase


La presunción de que había sido naturalizada la presencia de este proceso motivó a incorporar
elementos nuevos para explicar la conciencia de clase. La conciencia socialista de la clase obrera
comienza a desnaturalizarse. De este modo, los marxistas tienen que explicar un proceso que no
se presentaba como un problema. Lenin, Trotsky y Gramsci realizaron aportes fundamentales en
este sentido. Pero el nuevo punto de partida es la idea de que la clase misma es un proceso que
se forma en la historia. En 1845 Engels había esbozado una historia de la clase obrera. El objeto
de esta historia es la formación del proletariado, como resultado de la industrialización en Inglate-
rra. Aquí la clase obrera está formada en la misma situación de explotación. El capitalismo inglés
no deja otra alternativa a los trabajadores que la lucha revolucionaria, a través de un proceso de
rebelión que comienza con los robos individuales, y llega a la insurrección. El debate posterior de
los historiadores gira en torno de porque no ocurrió la revolución, pero también de si el capitalismo
inglés incrementó el “nivel de vida” obrera en el siglo XIX. Más de cien años después un histo-
riador marxista revisa el período de formación de la clase obrera con un nuevo enfoque. Edward
P. Thompson publica en 1963 La formación de la clase obrera. Aquí se propone que por clase obrera
debemos entender no solo el grupo que surge en la relación de producción sino el proceso de
identificación cultural colectiva de esta situación. Este proceso de identificación es el objeto de la
narración explicativa en el que intervienen las experiencias culturales, religiosas, políticas, en los
trabajadores (para un estudio comparado de Engels y Thompson, ver Santella y Scodeller 2012).
El libro tiene un impacto crucial por amplia narración historiográfica sobre el siglo previo a los
años en que escribiera Engels (la década de 1840). Nos parece que permitió una apertura para
reconsiderar la teoría de las clases en el marxismo. Sugirió una distinción entre la clase como
posición objetiva o formación subjetiva, entre “estructura de clase” y “formación de clase”. La
clase puede ser un grupo en las relaciones de producción, o un grupo que identifica su posición
común, y se agrupa en contraposición a la clase explotadora, a partir de su lucha contra ella.
El punto que nos gustaría asentar aquí es que la perspectiva de la formación de clase permite
localizar un proceso intermedio entre la situación objetiva y la clase como fuerza social. Se tra-
ta como el proceso que va de la clase “en sí” a la clase “para sí”. Esta fórmula presupone la
existencia objetiva de la clase oprimida, pero sin conciencia propia. La perspectiva de la clase

4 La interpretación de Alan Shandro (2002) de la tesis de la “conciencia desde afuera” de Lenin traduce
la lucha teórica como campo de lucha estratégica, abonando a nuestra interpretación. Esto es, que la
ciencia es parte de las luchas estratégicas, se define en el proceso de luchas. La implicancia es que
la teoría se construye como momento práctico, esto es, se modifica, se define y redefine en el proceso
de lucha. Aquí la práctica es la lucha política entre las fuerzas sociales. Por tanto aquí tenemos un
concepto de ciencia práctica, donde entonces las separaciones fijas entre sujeto y objeto se relacionan
internamente.

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como formación, señalaría que si esta clase existe objetivamente, sin identidad o conciencia de
sí o para sí, esta clase no existe políticamente. Ambas definiciones promueven una discusión,
con fortalezas y debilidades.
Volvamos ahora a la discusión conceptual sobre los intereses de clase. Habíamos visto que
era un argumento para una nueva perspectiva marxista sobre el significado de la burocracia
sindical, que dio sustento a una Tesis 2, que sostenía que la misma podía ser parte del mo-
vimiento de la clase obrera. Lo que se sostiene entonces es que la burocracia sindical es
un momento en la organización y conciencia de la clase obrera. Habíamos dicho que Belkin
y Ghigliani se apoyaron en un momento de su argumentación en el trabajo de Offe y Wiesen-
thal (1985). Retomemos lo esencial de su tesis aquí. En primer lugar, como Lenin, acepta
la posibilidad de distintos intereses de clase en la clase obrera. Desarrolla el problema (ya
presentado por Engels, Marx y Lenin) sobre el pasaje del interés individual del obrero forzado
a competir con sus compañeros, al interese de clase de conjunto. ¿Cómo vencen los traba-
jadores la competencia que los divide? Sobre la base de esta competencia, nunca podrán
revertir relaciones de poder con los capitalistas, retoman Offe y Wiesenthal.
¿Cómo, pues, se puede explicar que haya casos en que esta relación de poder llegue a verse
efectivamente modificada? Esta pregunta lleva a una tercera posibilidad: emplear una forma de
estrategia colectiva de conflicto que no sólo combine los recursos individuales de los miembros
de la asociación a fin de promover sus intereses comunes, sino que también sobrepase la
individualidad de esos recursos e intereses, así como también los obstáculos a una efectiva or-
ganización, definiendo una identidad colectiva sobre cuya base la posibilidad de cambiar las re-
laciones de poder existentes ya no dependa exclusivamente de éstas. Es decir, que aquellos en
posición de poder inferior sólo podrán aumentar su potencialidad para el cambio superando los
costos comparativamente elevados de la acción colectiva, modificando para ello las pautas que
se utilizan en su propia colectividad para estimar subjetivamente dichos costos (1985: 11-12).
Los trabajadores no podrán agruparse si individualmente piensan en términos “utiliaristas”. Marx
y Engels rebatían a los economistas de manera parecida sosteniendo que los trabajadores actúan
como clase (o colectivamente) porque advierten que las respuestas individuales llevan siempre al
fracaso, y que para ellos no hay posibilidad del desarrollo de intereses personales en contra de su
grupo. Los marxistas citados lo definen sosteniendo que la identidad colectiva de clase redefine
lo individual en una racionalidad colectiva. Los costos pueden medirse en dinero, o en aislamiento
social. Para los grupos y clases lo individual y colectivo no se define del mismo modo.
No obstante, Offe y Wiesenthal plantean que hay diversos intereses en la clase obrera. No se
trata de intereses subjetivos, tal como definen los liberales. Hay diferentes intereses reales
entre los trabajadores, debido a las contradicciones en que se sitúan, en el mercado y en la
producción. Los tres mayores intereses que surgen de las condiciones de vida de la clase traba-
jadora: salarios, continuidad del salario (empleo) y condiciones de trabajo. Aquí ellos sostienen
que la situación de subordinación de los trabajadores les impide adquirir conciencia de estos
intereses. La dominación de los capitalistas “distorsiona” sus intereses reales, mientras que
para los capitalistas estos son establecidos por los valores dominantes de la sociedad. Un pun-
to fundamental en la lucha de clases es entonces la lucha por la identidad colectiva que permite
disminuir la distorsión de los intereses reales de las clases subordinadas. Un tema fundamental
aquí es que el proceso de formación de esta identidad pasa en gran medida por la organización
colectiva (sindicatos y partidos).
Entonces los intereses individuales de los trabajadores son reales, no simplemente ficción ideo-
lógica, pero están en contradicción con los intereses colectivos. Offe y Wiesenthal parten así del
llamado problema de la “acción colectiva”. Su interpretación es que hay dos lógicas de la acción
colectiva, la utilitarista y la identitaria. Los trabajadores pueden desarrollar sus intereses individua-
les combinándose en una identidad colectiva. Decíamos que aquí los intereses no son subjetivos
(en el sentido empirista dado por la filosofía política liberal que establece que los intereses de una
persona son definidos como quiera esa persona), sino que surgen de relaciones objetivas.

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Sin embargo, la manera en que lo individual se constituye en relaciones objetivas no está cla-
ramente formulada en el ensayo de Offe y Wiesenthal. Para ello introducimos aquí un cuadro
conceptual que relaciona las dimensiones de la individualización de la fuerza de trabajo en
el capitalismo (segunda columna) a través de ciertos mecanismos procesuales específicos, a
partir de la teoría marxista, situados en la primera columna. En la tercera columna tenemos las
dimensiones de la formación colectiva de los trabajadores en clase.

Cuadro 1. Individualización y colectivización de la fuerza de trabajo

Antagonismo social Interés individual Interés colectivo


Relación social de producción Individuo fuerza de trabajo Acción colectiva de trabajado-
res
Cooperación Competencia Solidaridad
Fuerza social de producción Mercado Capital Estado capitalista

Organización del capital Desorganización de la clase Organización de la clase


obrera obrera
Identidad del capital Identidad del capital Identidad obrera
Estructura de clase Estructura de clase Formación de clase

Los trabajadores aparecen compitiendo en el mercado de trabajo como resultado de procesos histó-
rico sociales. La expropiación de sus medios de producción (propiedad de la tierra, pequeños nego-
cios) los “desnuda” como personas que deben ofrecerse al mercado de trabajo sin otra posibilidad.
En tanto obreros, propietarios de su mercancía, se relacionan con el capitalista que los contrata por
un salario. Esta relación de producción implica un antagonismo. Ambos personajes se constituyen
recíprocamente, pero con diferentes papeles. Adquiere carácter de antagonismo porque el capitalis-
ta (forzado por la competencia con los demás capitalistas) busca incrementar la ganancia mediante
la explotación creciente, que afecta al obrero, presionando por mayor esfuerzo sin límite, hasta que
no aparezca su resistencia. En este sentido aquí los intereses son reales y materiales. En este mo-
mento el obrero participa de la relación con el capitalista, con el colectivo obrero, pero también con
la sociedad que coopera y se divide al mismo tiempo en la competencia mercantil capitalista (las
empresas en la división social del trabajo). El obrero es parte de la cooperación en la empresa pero
también en el conjunto de la sociedad. Pero lo hace bajo la forma de una mercancía individualizada,
personalizada, sobre la que cae la fuerza del capital a menos que ofrezca resistencia colectiva. Para
que esta se desarrolle deberá definir sus intereses individuales desde otra identidad no capitalista
(“sacarse la remera de la empresa”). Esta redefinición identitaria sucede como resultado de la crisis
de la identidad capitalista (subsunción formal del trabajo) pero además mediante la organización de
la acción colectiva del trabajo que permite su solidaridad. Este proceso de formación de clases se
enfrenta al Estado capitalista y a los empresarios conjuntamente.

La burocracia como un momento en la formación de clases


Retomando la distinción entre las dos perspectivas (que pueden ser tomadas como momentos
de un mismo proceso), incorporamos a la burocracia sindical en estos dos marcos conceptua-
les. En la Tesis 1 la burocracia sindical nace como grupo que se beneficia de la explotación de
los trabajadores. Esto remite a una posición estructural. Este grupo burocrático obtiene este
privilegio por su rol político, negocia su fuerza política, su capacidad para controlar a los traba-
jadores, a cambio de privilegios para ellos mismos. De aquí obtiene la riqueza, a través de la
corrupción, del “sobre” debajo de la mesa, o mecanismos institucionales y económicos más
sofisticados, de los más variados. Los dirigentes sindicales se enriquecen. Llegan hasta ser

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propietarios de empresas, como por ejemplo Hugo Moyano con las empresas de recolección de
residuos en el Gran Buenos Aires.
Cuadro 2. Burocracia sindical y clase obrera en la formación de clase y la estructura de clase.

Formación de clase Estructura de clase


B u r o c r a c i a Organización profesional con aparatos Grupo o capa económica beneficia-
sindical específicos en el movimiento obrero da parcialmente por la explotación

Clase obrera Formación colectiva a partir del anta- Grupo explotado en la relación de
gonismo en la explotación capitalista producción capitalista

Desde la formación de clase se podría pensar que en la medida en que la clase es resultado
de un proceso de identificación y organización política, la burocracia puede ser un momento in-
terno del mismo. Más claramente, si la clase existe a partir de la organización, sea burocrática
o no. Pero de hecho la burocracia emerge de esta organización a medida que se extiende. Una
vez que pensamos el hecho de que para que exista la clase obrera como fuerza social y actor
político (en el más amplio sentido, como movimiento sindical), y que para ello deben trabajar
organizadores, organizaciones, e ideologías en ello, se abre la posibilidad de una contradicción
entre la clase objetiva, con sus intereses derivados, y el movimiento real de la clase obrera, con
intereses formados políticamente. Sin embargo, hasta cierto punto tenemos aquí una contradic-
ción teórica entre el interés de clase “racional” y su constitución política real (la manera en que
efectivamente se presentan sus intereses).

Estado capitalista hegemónico


En la perspectiva del sindicalismo de base se confunde este hecho básico, con la degeneración
extrema de los dirigentes sindicales a partir de la corrupción y su conversión en empresarios.
Digamos que entre los marxistas la crítica de la burocracia sindical no dependía de la corrup-
ción flagrante como un hecho desarrollado, sino de diversas posibilidades, pero la fundamental
es que la organización no representara ya los intereses de clase de los trabajadores. Trotsky
introdujo la observación de la estatización de los sindicatos, a partir del “corporativismo” en
diversos países, como un giro fundamental (ver Santella 2016, cap. 2). Corrupción y estatización
entonces modificarían la realidad sindical, modificando la naturaleza misma de los sindicatos.
Se trata, en efecto, de un proceso histórico que ha desafiado el análisis marxista hacia mitad
del siglo XX. En este punto, las experiencias nacionales son diversas. Pero si tomamos a modo
de ejemplo el caso argentino, seguramente nos ayude a ir a nivel de análisis más concreto, y a
la vez introducir otros elementos que hacen a la modificación de las formas institucionales del
Estado capitalista.
Una enseñanza general del movimiento obrero argentino, es que si bien el peronismo intentó es-
tatizar a los sindicatos, no pudo lograrlo. Esto fue porque la lucha de clases impidió la completa
subordinación e institucionalización estatal. Por lucha de clases no nos referimos a la lucha de
base del proletariado, sino a luchas de fuerzas diversas ancladas en las relaciones de clase,
pero de manera no siempre directa, sino mediada por la totalidad. Entre ellas, por ejemplo, el
papel de las Fuerzas Armadas del Estado capitalista, o de los partidos políticos antiperonistas,
que con la represión empujaron a la movilización a la misma burocracia sindical, en diversas
oportunidades. Para el análisis de la dinámica de la institucionalización en el Estado, creemos
que los marxistas deben incorporar nuevos conceptos para pensar este tipo de problemas. Por
un lado, en el capitalismo desarrollado el Estado capitalista cambia su forma buscando integrar
la organización de las clases trabajadoras, a partir de la constatación de su fuerza (sindicatos
y partidos). Esto hace que el Estado hasta cierto punto tenga que contemplar algunos intere-
ses de la clase obrera. Este proceso es posiblemente materialmente en la medida en que el

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desarrollo capitalista permite la reproducción ampliada de capital. Pero por otro lado hace falta
una nueva concepción del Estado capitalista, ya no como simple instrumento o función de la
reproducción capitalista, sino como conjunto de contradicciones. El Estado capitalista no es un
instrumento de los capitalistas, pero tampoco una función del sistema. El Estado implica una
contradicción interna en la clase capitalista, en cuanto expresión política de los intereses gene-
rales, que se oponen a los intereses particulares de los capitales individuales (ver Parodi 2016).
Lo político en la relación capitalista, por tanto, se presenta como contradicción externa entre
capitales y Estado. Esta contradicción a su vez es parte de una lucha política entre la fuerza del
Estado por imponer ciertas normativas frente a los “mercados”.
En esta confrontación entre Estado y mercado, surgen los proyectos de la burocracia estatal
por integrar a la organización obrera, como ha sido el caso de Perón. Pero el resultado de estas
luchas es complejo, en el sentido en que amplía las posibilidades históricas que se expresan
en las coyunturas políticas. De hecho, puede suceder que los sindicatos obtengan más “recur-
sos” para movilizar en su lucha contra empresarios particulares, sostenidos por la burocracia
estatal, que mira a un proyecto de capitalismo ampliado. De este modo, la burocracia sindical,
surge a partir de la burocracia estatal, en un proceso de luchas de clases mediadas política e
institucionalmente.

Conclusiones
En este artículo nos proponemos desarrollar elementos en el debate sobre la pregunta sobre
la burocracia sindical, que fuera formulada por la revista Nuevo Topo en 2010. Creemos que el
aporte aquí es relacionar el hecho de la burocratización de los sindicatos con una concepción
política de la constitución de intereses de clase, dentro de una perspectiva sobre la clase como
formación histórica. Esta línea fue abierta en el debate por la contribución de Alejandro Belkin y
Pablo Ghigliani. La extendemos en relación con otras teorías marxistas, la de la hegemonía y del
Estado capitalista. De este modo, buscamos integrar conceptualmente la afirmación sostenida
en la Tesis 2 sostenida en el debate, que afirma que la burocracia sindical puede ser parte de
la clase obrera.
Ahora bien, no hemos argumentado políticamente sobre las dos Tesis. ¿Para qué sirve la teoría
social marxista en el debate político sobre la burocracia sindical? Esta pregunta remite a otra
más general. ¿Para qué sirve la ciencia social histórica en la política socialista? La pregunta no
es banal, ya que si bien el materialismo histórico en su origen se funda como relación estrecha
entre ciencia y lucha política, vemos que el desarrollo de los Estados “marxistas” (ya casi extin-
guidos) ha creado una dificultad creciente para aprovechar los avances de las ciencias sociales,
históricas pero también las ciencias naturales y la filosofía. Al convertir la ciencia marxista en
doctrina de Estado, la ha petrificado sin posibilidad de desarrollo crítico. Esta discusión socioló-
gica sobre clase y burocracia debería servir para las definiciones estratégicas de la lucha socia-
lista en la etapa histórica actual.
Habíamos sostenido en el artículo que el desarrollo de la formación de clase, y de sus intereses,
no depende de aplicar la ciencia correctamente, sino que es parte misma de los procesos histó-
ricos. Por procesos históricos aquí nos referimos a las modalidades históricas concretas en que
se desarrolla la acumulación de capital, las formas de Estado, las modalidades de dominación
capitalista (hegemónicas o no), las estrategias reales de las fuerzas de clase, las ideologías,
etc. Todo ello determina la formación colectiva de los intereses de clase y de grupos sociales
heterogéneos en las luchas sociales. La hipótesis de una conexión directa entre antagonismo
de clase e interés de clase por el socialismo es una hipótesis posible de estas combinaciones
históricas. Es la hipótesis clásica del Manifiesto Comunista, que se convierte en programa, y por
tanto en la identidad política más extendida de la clase obrera europea (que entra en crisis en el
período de entreguerras y con fortalecimiento del imperialismo norteamericano), posteriormente
en la identidad de clase establecida por los Estados socialistas.

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La hegemonía capitalista occidental se ha extendido en la etapa actual como resultado de la
crisis de los Estados socialistas. No obstante, la expansión del capitalismo implica la exten-
sión del antagonismo de la relación de clase. La forma de la identidad de clase que sucede a
la identidad clásica del movimiento obrero es la materia de la lucha política actual. La tarea de
los marxistas es dar cuenta de las fuerzas sociales reales que están interviniendo hoy en esta
lucha, para darle un curso estratégico específico. Una estrategia que tome la experiencia histó-
rica en la coyuntura actual deberá dar cuenta de los límites del programa del Estado socialista
(el “stalinismo”) como perspectiva para los trabajadores del mundo. La manera, y la posibilidad,
de esta reinvención del socialismo, no pueden ser anticipadas científicamente, sino en el curso
del movimiento.

Cuadro 3. Tesis sobre burocracia y debate estratégico

Tesis sobre burocracia sindical Nociones estratégicas


Tesis 1 La burocracia sindical no es Espontaneismo. Corto plazo. Guerra de movimiento.
parte de la clase obrera Trotsky (Programa de Transición)
Tesis 2 La burocracia sindical es Formación política de la conciencia. Mediano y lar-
parte de la clase obrera go plazo. Guerra de posiciones. Lenin (Que hacer, Iz-
quierdismo) y Gramsci (Cuadernos de la Carcel). Es-
trategia bajo la democracia capitalista.
Para retomar los términos del debate, exponemos la relación entre tesis sobre la burocracia y
posiciones políticas en el Cuadro de arriba. La Tesis 1 es coherente con un espontaneismo polí-
tico que presenta la potencialidad autónoma de la clase obrera como ya dado históricamente. La
Tesis 1 entonces apoya políticas revolucionarias más inmediatas, tiende a presentar como dada
la situación revolucionaria. La Tesis 2 puede oficiar de sustento de distintas políticas, pero par-
ten de una crítica del espontaneismo. Una conclusión política es que los marxistas deben traba-
jar en la formación de una conciencia socialista (como habría postulado Lenin). Otra conclusión,
coherente con la primera, es la de Gramsci, en el sentido que los comunistas deben plantear
una lucha a mediano y largo plazo por la conciencia de clase en una guerra de posiciones. De
este modo construir una fuerza que pueda aprovechar las oportunidades revolucionarias dadas
por las crisis o las guerras. Estas oportunidades pueden expresarse bajo la forma de procesos
internos a la democracia capitalista occidental, insurrecciones o guerras populares.

Bibliografía

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and society, vol. 1, no. 1, pp. 151-179.
• Belkin, Alejandro y Ghigliani, Pablo (2010), “Burocracia Sindical: aportes para una discu-
sión en ciernes”, Nuevo Topo, no. 7, pp. 103-116.
• Engels, Friedrich (1845), La situación de la clase obrera en Inglaterra, Diáspora, Buenos Aires
(1984).
• Izaguirre, Inés, y Aristizábal, Zulema (2000), Las luchas obreras 1973-1976, Documento de
trabajo, no. 17, IIGG-UBA, Buenos Aires.
• Offe, Claus y Wiesenthal, Helmut (1985), “Dos lógicas de la acción colectiva: notas
teóricas sobre clase social y forma organizacional”, Carrera de Sociología, UBA, Buenos
Aires.
• Parodi, Roberto (2016), “Capital, Estado, izquierda y estatismo”, Propuesta Marxista, no. 2,

- 23 -
pp. 28-39.
• Piva, Adrián (2016), “La clase como relación social objetiva”, manuscrito presentado en
el Seminario sobre de clase obrera, GECO-IIGG-UBA (14-10-16).
• Thompson, Edward Palmer (1963), La formación de la clase obrera en Inglaterra. Diversas edi-
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• Santella, Agustín (2016), Labor conflict and capitalist hegemony, Brill, Leiden.
• Santella, Agustín y Scodeller, Gabriela (2012), “Revisitando la Inglaterra de Engels y E. P.
Thompson. Notas para la formulación de hipótesis sobre la formación de la clase obrera
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• Santella, Agustín y Villar, Ana (2016), con Ana Villar, “Juan Carlos Marín: la sociología
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• Shandro, Alan (2002) “Lenin y la hegemonía: los soviets, la clase trabajadora y el parti-
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• Varela, Paula (2014), “Estado y sindicatos en la Argentina post-devaluación. El retorno
del debate estratégico”, Crítica Marxista, no. 38, pp. 119-132.
• Varela, Paula (2015), La disputa por dignidad obrera, Imago Mundi, Buenos Aires.
• Varela, Paula (2016), “El gendarme en el umbral: enfoques y debates sobre la burocracia
sindical en el kirchnerismo”, Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, no. 8, pp.
97-118.

- 24 -
Carácter de clase del docente
y estudiante universitario(1)
Rolando Astarita

En este texto discutimos la caracterización de clase del docente universitario y del estudiante
universitario, como continuación del trabajo sobre la concepción de clase obrera en Marx2. Un
objetivo del escrito es polemizar con la idea de que los docentes universitarios tienen un interés
de clase común, ya que formarían parte –en tanto grupo social– de la clase obrera. La estrate-
gia de las centrales gremiales de docentes universitarios se basa en esta tesis. También cues-
tionamos algunas ideas establecidas, en los ámbitos de izquierda, sobre que los estudiantes
universitarios tendrían intereses de clase comunes.

Heterogeneidad
Comencemos señalando que en principio, y en la medida en que los docentes de las universi-
dades privadas y estatales venden su fuerza de trabajo, pertenecerían a la categoría de traba-
jadores intelectuales asalariados –productivos o improductivos, según el caso–, en un proceso
de proletarización creciente. Sin embargo este criterio de análisis no es suficiente, ya que una
cantidad importante de los docentes no tiene en la docencia su fuente principal de ingresos, y
sus intereses de clase no están determinados sólo, ni principalmente, por la relación que man-
tienen con la Universidad para la que trabajan. Por ejemplo, un docente que está al frente de
un gran estudio de abogacía, y recibe una parte sustancial de plusvalía por su colaboración en
la defensa del capital, puede utilizar su cátedra universitaria como un elemento que le es fun-
cional para establecer altos honorarios profesionales. De manera que este individuo no puede
ser englobado en la misma clase social que la del docente que trabaja exclusivamente en la
Universidad por un salario que apenas le alcanza para sostener su fuerza de trabajo. El abogado
al frente de un gran estudio puede pertenecer a la burguesía, o a la pequeña burguesía acomo-
dada, en vías de ascenso, mientras el segundo se acerca a la clase obrera.
Con lo anterior estamos diciendo entonces que en el análisis de un grupo social híbrido, como
son los docentes universitarios, deben intervenir muchas determinaciones. Muchos docentes
universitarios están “haciendo producción”, y “en masa”; trabajan por salarios que apenas les
permiten vivir; corrigen cientos de exámenes; agotan su voz ante clases multitudinarias y están
obligados a seguir las pautas fijadas autoritariamente por sus jefes de cátedra. Son intelectua-
les en vías de proletarización3. Sin dudas hay que distinguirlos de los docentes para quienes la
cátedra es sólo un ingrediente en un conjunto de actividades de las que derivan altos ingresos;
en este último sector los llamados a defender los intereses gremiales tienen un eco escaso, por
razones sociales.
Por otra parte existe una aristocracia de altos funcionarios universitarios cuya posición también
se diferencia del docente “plano”, aunque no realice actividades fuera del ámbito académico.
Son los que manejan fondos presupuestarios, y tienen capacidad para generar redes internas

1 Publicado originalmente en https://rolandoastarita.wordpress.com


2 “La concepción marxista de clase obrera”, en colaboración con David Ato,  Debate Marxista  Nº 3,
segunda época, mayo de 2001; puede consultarse también en  www.rolandoastarita.com, en “Trabajos
publicados”.
3 “En vías” para establecer cierta distinción con el proletario que está completamente subsumido a las
condiciones impuestas por el capital.

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de poder y clientelismo político, que se hacen valer en un nivel social más general; alternativa-
mente, pueden ofrecer sus servicios ideológicos para el mantenimiento del dominio del capital
o del Estado, y cobrar suculentos ingresos por esta tarea. En este respecto participan de parte
de la plusvalía. Estos sectores jerárquicos también tienen fuerza para insertarse en los circui-
tos mercantilizados de la transferencia de conocimientos, desde el manejo de publicaciones,
pasando por la relación con editoriales, hasta los convenios con empresas privadas. En otros
casos ejercen el tráfico de influencias. En economía o abogacía, por ejemplo, determinadas
funciones académicas se constituyen en trampolines para proyectarse hacia altos puestos de
la administración pública, de las empresas privadas u otras estructuras de poder del capital.
Paralelamente están los “bienes de prestigio”: congresos internacionales y simposios, con sus
correspondientes viajes, hoteles, contactos internacionales, viáticos y siempre más prestigio; la
publicación en revistas de renombre; y la siempre presente distribución de becas a protegidos
y seguidores. Es claro entonces que estos sectores, si bien minoritarios, conforman un grupo
dentro de la docencia universitaria que de alguna manera no puede englobarse en el mismo
grupo social al que pertenece el docente asalariado, en vías de proletarización.
Por supuesto, entre estas categorías existen muchas formas intermedias, de transición. Por
ejemplo, el docente para el cual su salario universitario representa una parte importante de sus
ingresos, pero lo complementa con ingresos como pequeño profesional independiente, constitui-
ría un caso intermedio entre la pequeña burguesía y el proletariado intelectual. El jefe de cátedra
que complementa sus ingresos con la comercialización de sus escritos y la venta ocasional de
servicios derivados de sus conocimientos, entraría en un caso similar, aunque más cercano a la
pequeña burguesía. Las formas pueden ser múltiples y refuerzan una conclusión: no podemos
considerar a los docentes universitarios como un sector homogéneo4. Lo cual cuestiona el que
exista unidad de intereses de clase en la llamada “comunidad universitaria”. Ésta está dividida,
por encima de la identidad formal de la común pertenencia a una institución. Por eso también
es imposible que las reivindicaciones y formulaciones de una corriente socialista de docentes
universitarios pretendan englobar al conjunto de la docencia. Y eventualmente la agudización
de la lucha de clases agudizará las diferenciaciones, como ya sucedió en otros períodos de la
vida universitaria argentina. Recordemos al respecto la actitud opuesta de tantos sectores de
la docencia ante la “noche de los bastones largos”, en 1966; o ante la intervención Ivanisevich,
bajo el gobierno de Isabel.

Carácter de clase del estudiantado


En alguna oportunidad la ex ministra de Educación del gobierno de Menem, Decibe, se refirió a
un pasaje de la obra de Marx en la que éste se refería a la Universidad como un ámbito exclu-
sivo para los hijos de la burguesía. Con esto la ministra pretendía darle un tinte “progre” a la
propuesta de arancelamiento de la Universidad. Pero la referencia era desafortunada, porque
desde el siglo pasado a éste las circunstancias han variado, y mucho. La universidad actual no
es la que vio Marx. Es que la Universidad se ha masificado con la incorporación de capas pro-
venientes de las clases medias, de la pequeña burguesía e incluso de algunos sectores de la
clase trabajadora. Ya a comienzos de los noventa se calculaba que en América latina había unos
6 millones de estudiantes en establecimientos terciarios. Esto representaba en promedio un
18% de los jóvenes en edad de estudios terciarios, contra el 2% que había en los años sesenta.
De ellos, unos 500.000 egresaban anualmente. Se plantea entonces también el problema de la
caracterización de clase del estudiante universitario.

4 Se podría argumentar que también en la clase obrera existen muchos casos intermedios; por ejemplo,
el obrero que a su vez recibe ingresos de un pequeño negocio que explota con su familia. Pero estos
casos no llegan a conformar una situación de la amplitud e importancia de las heterogeneidades que
atraviesan la docencia universitaria. La docencia de los colegios secundarios, en cambio, presenta un
panorama más homogéneo; y mucho más todavía la primaria.

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Precisemos que los estudiantes universitarios, en cuanto tales, no están directamente involu-
crados en las relaciones de producción. Se preparan para ocupar en el futuro una posición en la
economía. Por eso su caracterización social debe tener en cuenta varios factores. Uno de ellos
–siguiendo una idea de Daniel Bertaux5– es la posición que ocuparán al terminar los estudios.
Esto es, debe tomarse en cuenta la posición del estudiante con relación a su futuro, o “como parte
de una trayectoria de clase”. Es que, naturalmente, la actitud y posición del estudiante que se prepara
para ser administrador de empresas es distinta de la de aquél cuyo futuro más probable sea, por
ejemplo, ser un intelectual semi proletarizado, como es un docente de escuela secundaria.
La determinación según la trayectoria de clase debe complementarse, sin embargo, con otras,
tales como el origen social y la situación actual (por ejemplo, trabaja o no). Estos factores
reactúan sobre las perspectivas del estudiante, y sobre su misma trayectoria de clase. Así un
joven de familia burguesa puede asegurarse una inserción laboral muy distinta a la de uno pro-
veniente de los sectores medios o bajos. Esto influencia la visión ideológica del estudiante, y
se manifiesta en la definición de sus intereses de clase. Estos factores “socio-estructurales”, a
su vez, estarán mediados por la situación de la lucha de clases, y el clima ideológico y político
reinante. Sin estos últimos factores no se podría comprender, por ejemplo, la radicalización ha-
cia la izquierda de una parte importante del estudiantado universitario a fines de la década de
1960 en Argentina.
Yendo al análisis más concreto, debemos decir que en las últimas décadas la universidad se
ha convertido en una vía para el ascenso social de sectores de la pequeña burguesía y ciertos
estratos de la clase obrera. Es que la concentración de capitales y la ruina de pequeños propie-
tarios han vedado otros caminos tradicionales de la movilidad social. Además la desocupación
empuja a muchos a mejorar su calificación. De todo esto se deriva una presión social, y crecien-
te, por acceder a la universidad.
Pero en el terreno de la oferta laboral las condiciones son restringidas y muy distintas a las del
tradicional joven que ascendía desde las clases bajas asalariadas a la de profesional indepen-
diente, de prosperidad medianamente asegurada. De hecho, miles de los que hoy egresan no
conseguirán empleo. En Argentina hay sobreoferta de arquitectos, contadores, egresados de
carreras humanísticas y ciencias sociales, abogados, etc. Y muchos que antes se insertaban
como profesionales independientes, hoy tienen la perspectiva de ser asalariados de grandes
corporaciones. Médicos, odontólogos, abogados, periodistas, arquitectos, contadores, entre
otros, están experimentando un proceso de semi proletarización. Algunos combinarán trabajos
como asalariados para el Estado o empresas privadas con una actividad independiente. Unos
pocos accederán a los puestos de dirección y gerenciales, pasando a integrar la clase capitalis-
ta. Muchos de estos cuadros de la burguesía terminan formándose en los cursos de post grado.
De todas maneras las adscripciones de clase y las perspectivas de integrarse como cuadros
altos (o medios) del capital están presentes y atraviesan al estudiantado en los cursos de grado.
A la mayoría del estudiantado universitario, sin embargo, le espera un futuro diferente, ya que
deberá someterse a los dictados de la empresa privada o del Estado. Muchos realizarán tareas
que no tienen que ver con su profesión específica, o que requieren menor capacitación que la
implicada en su título. En estas trayectorias perderán buena parte de su vieja calificación, ya sea
por falta de actualización o por unilateralización de sus actividades profesionales. En definitiva,
se transformarán en mano de obra semi-calificada, y explotada.
Es importante destacar que la existencia de esta franja desmiente la tesis de que el sector “or-
gánicamente no socialista” del estudiantado estaría compuesto sólo por una delgadísima capa
de hijos de la alta burguesía. En los años setenta esta idea llevó a los teóricos del capitalismo
monopolista de Estado (por ejemplo, del partido Comunista francés) a postular una nueva forma
de frente de colaboración de clases, conformado por la alianza entre los obreros y las “nuevas
capas medias”, que incluían a los mandos medios del capital y personal superior del Estado.

5 Citada por Erik Olin Wright, en Clase, Crisis y Estado, Madrid, Siglo XXI, 1983, p.87.

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Pero estos sectores nunca adherirán en forma masiva al programa de la revolución socialista,
por lo menos hasta que ésta no triunfe.
A su vez, entre los dos polos descritos –desocupados o asalariados en proceso de creciente
subsunción al capital, y ocupantes de las altas jerarquías de mando de empresas y del Esta-
do– se ubica una franja que muchos marxistas han llamado, con razón, la “pequeña burguesía
moderna”. Ocuparán una posición de agentes de la dominación capitalista, como cuadros me-
dios de empresas o del aparato estatal. No sólo cumplirán funciones técnicas, sino también
de concepción (parcial) y de correas de transmisión del dominio del capital. Este sector recibirá
ingresos en parte provenientes de la plusvalía –es decir, ingresos por encima del valor de su
fuerza de trabajo calificada– y en parte como retribución a su función productiva. La ambición de
insertarse en esta franja social es parte integrante de la ideología y las motivaciones políticas
de miles de estudiantes, y debe ser tenida en cuenta por la actividad socialista.
Del análisis se desprende entonces que la posición de buena parte del estudiantado se define
según su posición económica y social, sus perspectivas, y las coyunturas políticas. Por supues-
to, algunos definen desde el inicio una trayectoria claramente burguesa; pero una inmensa
mayoría tendrá una posición oscilante. Muchos toman conciencia de que los caminos están
bloqueados, o por lo menos de que las perspectivas son restringidas y su futuro será precario,
a medida que avanzan en sus carreras y empiezan a insertarse en el mercado laboral.
La división que hemos señalado también pone límites insalvables a los proyectos de “universi-
dad al servicio de los trabajadores” dentro del modo de producción capitalista. No sólo por el carácter
de clase de la institución universitaria, y su inserción en el conjunto social, sino también porque
en la misma “comunidad universitaria” hay sectores que procuran limitar la oferta de egresados
y asegurar sus posiciones futuras. A lo que se suma muchas veces la presión de los colegios
de graduados por limitar la producción de egresados.

La presión sobre el mercado laboral


La desaparición progresiva de la posición independiente del profesional “clásico” es una de-
mostración del proceso de proletarización que atraviesa a la sociedad capitalista; y que también
se manifiesta en los estudiantes. El capital genera mano de obra calificada, y en cantidades
crecientes. Por eso miles de jóvenes, en curso de capacitación universitaria, presionan en el
mercado laboral, lo que es aprovechado por las empresas para imponer condiciones de trabajo
cada vez peores al conjunto de los asalariados. Las angustias de la desocupación subyacen a
la utilización de las pasantías, que deprimen aún más los salarios y las condiciones generales
de trabajo, y de la gran proporción de estudiantes universitarios que combinan sus estudios con
el trabajo. Para la burguesía esta situación representa una ventaja, dado que se trata de abun-
dante mano de obra calificada, que trabaja –o va a trabajar– por bajos salarios y condiciones
de subsunción creciente al capital. Aunque también genera tensiones sobre los presupuestos
educativos, con el resultado de que la universidad es recusada por el arco burgués por “impro-
ductiva”. De allí provienen las exigencias de racionalización, de aplicar criterios de productividad
capitalista en la formación de los egresados. Pero esto implica enfrentarse con masas de jóve-
nes, para segregarlos, para decirles que al terminar su secundario deben renunciar a cualquier
posibilidad de avance, que deben conformarse con un puesto como asalariados descalificados,
y de por vida. Las implicancias ideológicas, los peligros que esto tiene para la legitimación del
sistema, debieran ser evidentes. Por eso sectores de la clase dominante han optado por el ca-
mino de la disuasión “administrada”, del  desánimo organizado. Se permite formalmente el ingreso
masivo, para utilizar al CBC como una playa de estacionamiento-filtro, que “demuestre” a miles
de jóvenes que la universidad “no es para ellos”, que no alcanzan el nivel. Jóvenes provenientes
de escuelas secundarias de mediocre o muy bajo nivel académico, de barrios empobrecidos, sin
posibilidades económicas de proveerse de ayuda, que trabajan y/o viven en lugares alejados,
terminan abandonando sus estudios, desanimados.

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La Universidad – empresa
Las quejas de los capitalistas porque la universidad –y en general la escuela– no forma personal
adecuado a sus necesidades es de larga data. En un trabajo de fines de 1988, la UIA sostenía
que “la escuela argentina transmite conocimientos obsoletos y lo que es más grave aún, actitu-
des y valores negativos que dificultan el progreso personal y de la comunidad”6. Periódicamente
se pueden escuchar quejas del mismo tenor de la Asociación de Bancos, las cámaras empre-
sarias, el Banco Mundial y similares. Lo cual evidencia una creciente presión por subordinar los
contenidos de la enseñanza universitaria a las necesidades del capital. En otros lugares esta
presión se transmite, por lo menos parcialmente, con la transformación gradual de la misma
universidad en empresa capitalista; proceso en el cual juega un rol relevante el ahogo financiero
de la educación. Así, crecientemente las universidades en Estados Unidos están vendiendo la
producción de conocimiento a los capitales; para esto utilizan mano de obra no asalariada –los
estudiantes– o muy barata, como los profesores investigadores7.  Las universidades firman con-
tratos de investigación con la industria, patentando inventos, otorgando licencias de tecnología,
formando asociaciones con el mundo de los negocios y ofreciendo cursos de entrenamiento a
las industrias. Se comercializa tecnología informática, investigación en medicina, biología, quí-
mica, economía e incluso sociología. En Canadá también se está en este curso, y lo mismo se
detecta en México y otros lugares de América Latina. De esta manera las universidades están
produciendo valor y plusvalor. El conocimiento, incorporado a las innovaciones, siempre jugó un rol
en la competencia capitalista, pero hoy la misma producción de ciencia y tecnología es comer-
cializada; o sea, el conocimiento se transforma en mercancía.
También en Argentina se avanzó en esta dirección y la Ley de Educación Superior da forma y
refuerza esta tendencia; la búsqueda de recursos ante el ahogo presupuestario se usa como
justificativo. Así se venden cursos de idiomas; cursos de postgrado; de especializaciones; y se
establecen acuerdos comerciales con empresas privadas. Las facultades de Económicas y la
UTN han firmado convenios que implican la venta de conocimientos e investigación. En Medicina,
Farmacia y otras facultades están en marcha planes en el mismo sentido. En algunos casos son
con el Estado, como sucede en Económicas con la Auditoría General de la Nación, la Secretaría de
Hacienda; otro ejemplo es el convenio que suscribió hace unos años la escuela de Antropología,
de la Universidad Nacional de Rosario, con la Municipalidad, para proveer asistencia a trabajos
comunitarios. Casos parecidos se encuentran a lo largo y ancho del país. El sistema de pasantías
–que implica mano de obra barata para las empresas– también crece. Están muy extendidas en
facultades de economía, ingeniería, ciencias de la comunicación. Techint, Quilmes, Siemens, Sider-
ca, Siderar, Clarín, las telefónicas, y otras empresas están operando con el sistema de pasantías
con relación a universidades y/o colegios de formación profesional. Los institutos de formación de
enfermeras es otro ejemplo de fuente de mano de obra barata, o gratis, para clínicas y hospitales.
A medida que la universidad se transforma en empresa, la toma de decisiones en materia de en-
señanza se somete a las leyes del mercado, ya que la institución educativa se convierte en una
parte productiva del capital. Por eso se tenderá a investigar lo que es rentable como mercancía,
mientras que los estudios no convenientes para el sistema –por ejemplo, investigaciones críti-
cas en ciencias sociales– no encontrarán “mercado”.
El capital intentará aprovechar de manera creciente una mano de obra capacitada y barata que el
aparato educativo le proporcionará en abundancia. Este proceso conecta con la proletarización de
sectores de la docencia universitaria, que tiene su correlato en la flexibilización y precarización del
trabajo de los docentes en general. La arancelación universitaria se inscribe en el mismo proceso
de sometimiento de la universidad a las necesidades del mercado, de mercantilización del conoci-
miento y de introducción de las pautas “racionalizadoras” en la producción de egresados.

6 “Estudio sobre la oferta y la demanda laboral de graduados universitarios en la Argentina”, elaborado


para la UIA por el Instituto Gallup de la Argentina, 1988.
7 Robert Ovetz, “Student Struggles and the Global Entrepeneuralization of the Universities”, Capital &
Class,Nº 58, 1996.

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Conclusiones
La discusión en el seno del campo burgués sobre la “crisis de la universidad” discurre sin cues-
tionar la estructura social básica existente, consecuencia de contradicciones que en el fondo
son irresolubles. Por eso la crítica socialista debe apuntar al conjunto de la problemática implicada.
Como socialistas exigimos el ingreso irrestricto y la gratuidad de la enseñanza, consignas que
se han convertido en banderas democráticas para inmensas masas empobrecidas y agobiadas
por la opresión del capital. Pero al mismo tiempo desnudamos la naturaleza insuperable de la
contradicción de fondo. Es imposible que los hijos de la población trabajadora se liberen de la
explotación, de los trabajos alienados y de la desocupación, accediendo todos a la educación
superior en este sistema. Bajo el modo de producción capitalista sólo unos pocos van a llegar
a la meta soñada. Otros, componiendo la franja media, lograrán insertarse como la nueva pe-
queña burguesía, a la que hicimos mención. La inmensa mayoría quedará en el camino, proleta-
rizada luego de su egreso; y muchos serán desocupados, o no podrán realizar trabajos siquiera
relacionados con lo que han estudiado.
Por eso el ingreso irrestricto, o las mayores facilidades para el egreso, no resuelven la cuestión
de fondo. No es la resolución de la cuestión educativa –ingreso irrestricto y egresos masivos–
la que eliminará la cuestión social, sino que “es la solución de la cuestión social, es decir, la
abolición del modo de producción capitalista” lo que hará posible la solución de la cuestión
educativa8. Sólo la abolición de la propiedad privada capitalista y de la división entre el trabajo
manual e intelectual permitirán una verdadera “universidad de los trabajadores”, inserción labo-
ral y pleno empleo.

8 Por supuesto, parafraseamos a Engels cuando criticaba a los que pensaban que la solución de la
cuestión de la vivienda solucionaba la cuestión social. “Mutatis mutandi” se aplica al discurso sobre
educación de muchos reformadores, de la dirección de CTERA o de la Franja.

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Apuntes sobre el guerrillerismo
Ernesto Manzanares

Origen, características y limitaciones de este artículo


Hace unos meses el compañero Gabriel Rot dio una charla en la sede de COAD (el sindicato
de los docentes universitarios de Rosario) acerca de un tema que él viene estudiando desde
hace años: el accionar de las guerrillas en la Argentina durante los años sesenta y setenta del
pasado siglo.
Apenas finalizada la misma, hice circular unas glosas redactadas a vuelo de pluma sobre el
tema.
Recientemente, cuando lxsc ompañerxs de “Propuesta Marxista” me comentaron que pensaban
publicar mi escrito, intenté realizar algunas modificaciones formales pues el mismo había sido
elaborado como una especie de memo dirigido esencialmente a lxs asistentes a la charla men-
cionada.
Sin embargo, por falta de tiempo, es poco lo que he podido rehacer. Así, salvo algún recorte
aquí y allá, el artículo ahora publicado es prácticamente el mismo que su primera versión. La-
mentablemente no he podido modificar el estilo excesivamente sucinto del mismo; tampoco su
estructura algo deshilvanada, fruto de una escritura apresurada.
A pesar de tantas limitantes confío en que este breve texto tenga alguna utilidad. Pues trata so-
bre un tema –sobre una praxis revolucionaria- que tanto histórica como políticamente está cruza-
da por múltiples confusiones e, incluso, muy malas interpretaciones en la actualidad; particular-
mente entre las nuevas camadas de militantes anticapitalistas. Un enfoque “contra-corriente”
(en gran medida “iconoclasta”) tal como el que aquí expreso quizás permita una ampliación de
miras. O, al menos, actuará como disparador de un debate necesario acerca de este importante

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aspecto de la estrategia revolucionaria anticapitalista, pasada y presente.
1. Sobre héroes y tumbas...
Pero antes de avanzar en el meollo de mi planteo, me detendré un minuto en una considera-
ción de carácter moral. En rigor de verdad, es un punto que resultaría redundante -innecesario
de mencionar- desde el momento que estamos dialogando entre revolucionarixs. Sin embargo,
dado que en los actuales tiempos la evaluación política del guerrillerismo está atravesada por
demasiadas subjetividades prefiero hacer una mención a algo que en circunstancias “normales”
sería obvio. Concretamente, lo que quiero decir es lo siguiente: si bien soy tremendamente críti-
co del guerrillerismo, quiero dejar meridianamente en claro que reivindico a todxs lxs luchadorxs
que dieron su vida por la revolución (Y cuando digo “todxs” quiero decir todxs: es decir cual-
quiera haya sido su ideología. Me da igual que hayan sido expresamente socialistas -en sus mil
matices, por lo demás...-; o antiimperialistas “a secas”; peronistas revolucionarios; cristianos
revolucionarios; etc.; etc.). Para mí lxs muertxs y desaparecidxs (así como lxs que sufrieron cár-
celes, torturas, exilio, etc.) son todxs iguales: son mis camaradas, más allá de la corriente política
a la que pertenecían, o la ideología que sustentaban.
Agrego... estoy hablando de mi generación. La generación del Mayo Francés y el Cordobazo y,
en consecuencia, la que vivió la última gran etapa de ascenso de las luchas de clases que se
produjo a escala mundial. Una fase –la de 1968/75- que, por lo demás, era parte (algo así como
el último coletazo...) del ciclo largo de la segunda posguerra, cuando se habían producido varias
revoluciones anticapitalistas triunfantes. De tal manera, que fueron “tiempos especiales” en los
cuales la gran mayoría de nosotrxs teníamos la convicción que el socialismo mundial estaba al
alcance de la mano y valía la pena dar “todo” (hasta la vida) por la revolución.
Por tanto, el hecho de que lxs caídxs fueran parte de mi generación lxs hace más cercanxs, más
míxs.

2. El “paradigma” de la época
La antedicha consideración me lleva de la mano a una primera definición político-analítica: el
guerrillerismo de los sesenta y setenta, tal como ha sucedido siempre en la historia de la lucha
de clases, solo puede aprehenderse con cierto fundamento si se conoce el “clima de época” y
lo que yo llamo “paradigmas estratégicos” a escala mundial.
Dicho en otras palabras: la guerrilla argentina no fue un caso excepcional sino todo lo contrario:
se trató de una manifestación más (incluso de las menos representativas...) de un fenómeno
generalizado que se produjo en todo el mundo durante el siglo veinte corto.1 Y más aún en América
Latina luego del triunfo de la revolución cubana.

3. No se pueden usar como sinónimos las nociones de “lucha armada” y “guerrilla”


Luego de la segunda posguerra, y más en particular luego del triunfo de la revolución cubana en
1959, en América Latina, el debate estratégico en la izquierda socialista y comunista se planteó
en dos planos, no en uno.
=> a) El primer nivel o criterio de demarcación se daba en términos de lo que llamábamos “la vía” al

1 “Siglo veinte corto”: a lo largo de estas glosas usaré constantemente esta noción. Y lo hago siguiendo la
periodización que utiliza Eric Hobsbawm en su ya clásico libro: “Historia del siglo veinte”. Allí, el autor considera
que desde el punto de vista social y político, hay un período histórico con ciertos rasgos definidos –con ciertas
“constantes”- que se extiende entre 1914/17 y 1989-92. Así, el siglo veinte corto transcurrió entre un primer corte
histórico fruto de la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre y un segundo “punto de ruptura” -o “viraje”-
histórico-universal producto del derrumbe-desaparición de la URSS y demás países del “socialismo real” del este
de Europa. (Hobsbawm, 1988, pags. 7-10 y, también, p. 15)

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socialismo: “Vía pacífica” vs. “Vía violenta”.
La antinomia adquirió este carácter debido a que la primera –la “vía pacífica al socialismo”- fue
la consigna-programa que enarbolaron los partidos comunistas luego de la Segunda Guerra
Mundial en la mayoría de los países capitalistas y en Latinoamérica en particular–, fundiéndose
en esta tesitura con la tradición de los viejos partidos socialistas que persistían asociados a
la II Internacional. El ejemplo paradigmático de esta concepción fue Chile, con el gobierno de
Salvador Allende. 2
En este tren, la alternativa –la “vía violenta”- se convirtió en el punto de ruptura que desgranaron
a los partidos estalinistas de la región. También las (muchas) fracturas al interior de los partidos
socialistas (socialdemócratas) giraron en torno al debate sobre las dos “vías”.
El argumento de los que sostenían la “vía violenta” era simple y contundente: la revolución
socialista (hablando de “revolución socialista” en el sentido que se le daba en esos tiempos:
como sinónimo de “toma del poder”) 3sería necesaria e inevitablemente violenta pues la burgue-
sía y el imperialismo no cederían el poder sin resistencia armada.
=> b) Segundo nivel de diferenciación.
Éste se produjo en el interior de los partidarios de la “vía violenta”: en este caso, planteado en
la alternativa “guerrilla” o “insurrección” obrera y popular (los propugnadores de esta segunda
opción tomaban como modelo a las revoluciones “clásicas” como la Comuna de París, la Revolu-
ción Rusa de 1905, o el ciclo revolucionario de 1917-23. Incluso la Segunda Revolución China
de 1925-27’)
En este sentido, la corriente “insurreccionalista” machacaba una y otra vez que no era lo mismo
afirmar que la “toma del poder” se produciría por medio de la violencia (de una “lucha armada”)
que estar a favor de la guerrilla.
Obviamente, esta segunda discusión también se suscitó en Argentina y en toda LatinoAmérica
durante los sesenta y setenta.
Por caso, tuvo un carácter central al interior de la Cuarta Internacional para esa misma época
(fines de los sesenta-inicios de los setenta)
Dicho en otros términos: la divisoria de aguas en la izquierda en cuanto a la estrategia en gene-
ral y la violencia en particular fue en tres bloques, no en dos como se ha intentado simplificar –y
mal interpretar- en los últimos años.
Así, esquemáticamente, la izquierda de los sesenta y setenta se agrupó en tres fracciones o

2 Esta orientación que, como todo en esa época, fue pergeñada en las tenebrosas cocinas del Kremlin, no fue
“urbi et orbi”. Hubo excepciones. Más que nada en algunos países de Asia y África, en los cuales los partidos
estalinistas locales hicieron (o se integraron a) movimientos guerrilleros. Incluso, cabe mencionar que tampoco
fue unánime entre los PC latinoamericanos. En Colombia, el PC creó (o se fusionó con) las FARC. En algún país
centroamericano, por la mayor proximidad a Cuba, también se orientaron al guerrillerismo. En cualquier caso, en
el Cono Sur -el “núcleo duro” del estalinismo en el subcontinente- la “vía pacífica” fue una bandera indeclinable,
un principio estratégico que marcó a fuego su política post Segunda Guerra Mundial. Y ni hablar en otra zona
donde los PCs eran potencia: Europa Occidental (Francia e Italia especialmente...)
3 La aclaración que hago entre paréntesis es esencial aunque aquí apenas puedo mencionarla. No hay que olvidar
que en la estrategia marxista –al menos en Marx y Engels y en el “marxismo clásico”- “revolución socialista” tiene
una doble acepción:
a) “Revolución socialista” como revolución político-social, como destrucción o derribo del Estado capitalista e instau-
ración de un Estado Proletario.
b) “Revolución socialista” como revolución económico-social. Es decir, un largo proceso (de transición)
que recién culminará cuando desaparezca el modo de producción capitalista de la faz de la tierra y el
socialismo –o comunismo- se convierta en una formación económico-social consolidada, sin riesgos de
retroceso.
Durante el siglo veinte corto, como parte del predominio casi excluyente del “paradigma leninista”, lxs
marxistas tendimos a olvidarnos de la segunda acepción y sólo hablábamos de “revolución socialista” en
el primer sentido: como “toma del poder”.

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posiciones claramente diferenciadas:
=> Posición 1: “Vía pacífica al socialismo”; propugnada por los partidos socialdemócratas y
comunistas.
=> Posición 2: Guerrilla (en sus múltiples orientaciones e ideologías)
=> Posición 3: Concepción “insurreccionalista”; en línea con la tradición clásica del marxismo.
(También en este caso, hubo varios grupos y partidos...) 4

4. Hubo –y hay- distintos tipos de guerrilla


Hubo una guerrilla de masas, esencialmente basada en el campesinado y/o en una resistencia
popular masiva contra regímenes ultra-totalitarios, o contra ocupaciones colonialistas (tal como
sucedió en México en 1910: primero contra el porfiriato, luego –prácticamente sin solución de
continuidad- contra el golpe contrarrevolucionario de Victoriano Huerta en la decena trágica -fe-
brero de 1913-; o como se dio en China, Vietnam, Corea, Yugoeslavia, etc. También en muchos
países coloniales: Argelia, Angola, Mozambique, etc., etc.)
Incluso, existió una resistencia armada de masas –clandestina, guerrillera- durante la Segunda
Guerra Mundial en los países europeos ocupados por los ejércitos del eje nazi-fascista (“Ma-
quís” en Francia; “Partisanos” en Italia; con variados nombres y siglas en Grecia y en la mayoría
de los otros países balcánicos; etc.)
Por el contrario, lo que predominó en LatinoAmérica luego de la revolución cubana (1959) fue la
concepción foquista, o guevarista. De un grupo de vanguardia reducido que se lanzaba a la acción
guerrillera sin ninguna base social de masas que la apoyase.

5. La guerrilla no forma parte del bagaje estratégico-programático del marxismo clásico


A mediados del siglo diecinueve, cuando ya había emergido con fuerza y fisonomía propia el
movimiento obrero y/o anticapitalista, el “guerrillerismo” en su forma terrorista tuvo que ver
con movimientos anticolonialistas o populistas como el de los narodnikis (populistas) rusos o los
fenianos irlandeses. 5 Entre las corrientes obreras anticapitalistas solo un ala del anarquismo
reivindicó y llevó adelante acciones guerrilleras y terroristas: me refiero a la corriente surgida
en los setenta del siglo diecinueve de “propaganda por el hecho”, con Errico Malatesta como
primer ideólogo y ejecutor. (Orientación que, dicho sea de paso, aisló y debilitó al anarquismo y
obligó al surgimiento de corrientes reactivas a dicha política en su propio seno...) 6
Pero en el marxismo clásico, comenzando por los propios Marx y Engels, no existe el menor rastro
de esta orientación.

4 El bloque “insurreccionalista” fue, evidentemente, minoritario por esos tiempos. Pero ello no justifica despreciar
su importancia. O, peor aún, ignorarlo.
5 Por lo demás, el antecedente de la guerrilla –como estrategia militar de entidad- se remonta a las
sociedades pre-capitalistas. Particularmente irrumpían en escena como resistencia “nacional” (o,
más comúnmente, tribal o local...) contra ejércitos invasores a un país o a una región determinada.
Lógicamente estamos hablando de países (o zonas) con dos características esenciales: amplísimo
predominio de población rural y una geografía muy escarpada, cuanto más montañosa mejor. El caso
emblemático fueron las guerrillas españolas contra la ocupación napoleónica. Este último proceso resultó
tan destacado, históricamente hablando, que “guerrilla” y “guerrillero” son vocablos originales de España
–y del idioma castellano- que se han expandido al resto de las lenguas del mundo. [Aunque, como ya ha
sido dicho, sin ser nombradas de esa forma, “guerra de guerrillas” ya había existido desde los albores de
la historia en distintas partes del mundo...]

6 Ver Guerin, 2003, páginas 101-103. La reacción a la orientación terrorista al interior del anarquismo fue
el llamado “sindicalismo” o/y “anarcosindicalismo”...

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Esto es lógico pues el centro estratégico de Marx y Engels estaba puesto en la auto-actividad
y auto-organización de las clases trabajadoras (“La emancipación de los trabajadores será obra de los
trabajadores mismos” es el principio que guiará de manera sistemática la praxis revolucionaria de
Marx y Engels a lo largo de todas sus vidas. Y que será continuado por las primeras generacio-
nes de marxistas...) Obviamente, tal tesitura choca de manera absoluta con cualquier tipo de
vanguardismo. Y ni hablar con ese vanguardismo al cubo que es el guerrillerismo.
Por tanto, habrá que esperar a la década del treinta del siglo veinte –bien entrado el siglo veinte
corto y ya consolidado el estalinismo en la URSS- para que el guerrillerismo pase a formar parte
de la praxis del movimiento marxista.
Las razones de la emergencia del “paradigma” guerrillero en el movimiento marxista se debe a
múltiples factores. Aquí solo enumeraré algunos. (Pues, el tema, tratado en profundidad, obli-
garía a decenas de páginas...):
- La militarización y barbarización de la política (en todos sus aspectos...) en el período 1914-
1945: guerra civil primero y posterior contrarrevolución estalinista en la URSS; mientras que en
el mundo capitalista la Gran Guerra abrió un ciclo de golpes contrarrevolucionarios y una milita-
rización feroz preparatoria de un segundo enfrentamiento bélico a escala universal.
- La difusión de los movimientos revolucionarios en general (y comunistas en particular) en los
países periféricos. Países con gran peso de la población rural y, además, con tradición ancestral
de guerrillas campesinas.
- También influyó la ya mencionada revolución mexicana que tuvo gran resonancia en América
Latina.
- En alguna medida también jugó un papel el ciclo ultraizquierdista de la Komintern, conocido
como “Tercer período” (1928-1934)
- Reitero un elemento ya mencionado: la existencia de terribles regímenes capitalistas contrarre-
volucionarios, con métodos de guerra civil como política muy extendida en amplias regiones del
planeta: el Kuomintang en China; las ocupaciones japonesas en Corea, China, Indochina, etc;
los resabios de los viejos Imperios coloniales europeos (también de EE:UU y el ya citado Japón)
Esto obligó a los movimientos de resistencia nacional y a los partidos de izquierda a realizar
acciones de resistencia armadas aunque más no sea para sobrevivir.
Sea como sea, la guerrilla de carácter socialista –comunista- (como estrategia novedosa al inte-
rior del marxismo) emerge esencialmente en China como política del PCCh., luego de la derrota
de la segunda revolución de 1925/27’. Justamente coincidiendo con el viraje del “tercer perío-
do” de la Komintern es que triunfará al interior del PCCh el ala pro guerrillera (que poco después
encumbrará a Mao como líder absoluto del partido; Partido Comunista chino que a partir de
entonces adquirirá el formato que hará época: el de “partido-ejército”...) Será “una guerra popular
prolongada” de dos décadas que se extenderá durante la resistencia a los regímenes fascistas
(Kuomintang, por un lado; gobiernos “títeres” de Japón, por el otro...); luego contra la ocupación
japonesa directa y, finalmente, de nuevo contra el régimen de ChiangKai-shek hasta culminar, en
1949, en un triunfo total (ocupación de casi toda China e instauración de un gobierno comunista
que gobernó de manera unitaria sobre ese inmenso país) 7
Obviamente, luego de los éxitos revolucionarios por la vía de partidos-ejércitos y guerra de gue-
rrillas en China, Yugoeslavia, Albania y Corea esa táctica adquirirá una importancia descomunal.
Pasando a ser considerada una de las variantes posibles –y en muchos casos, la fundamental-
dentro de la estrategia anticapitalista. (Ver Hobsbawm,p.85 y ss. También p. 454.)

7 Solo les faltó ocupar la isla de Taiwán y los enclaves coloniales de Hong Kong y Macao. (Estos últimos terminaron
por integrarse a la China “comunista” años después; solo Taiwán se mantiene separada de la República Popular
China)

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6. Tres aspectos
En función de lo que acabo de señalar, se puede decir que la crítica a la política guerrillerista en
Argentina contempla tres aspectos que es importante distinguir:
=> Al guerrillerismo de conjunto –como “concepción estratégica” (digámoslo así...)
=> Al foquismo –o guevarismo- aplicado esencialmente en LA. Y que, más allá de los matices,
fue predominante en Argentina.
=> La experiencia argentina propiamente dicha. A la cual le caben las críticas generales a la
guerrilla, los errores específicos del “foquismo” y, para más inri, se le debe agregar una larga
ristra de groseros –y trágicos- errores de su propia cosecha, tanto en lo que atañe a la orienta-
ción política como a los análisis.

7. El guerrillerismo como camino inevitable a un “socialismo” burocrático


Si examinamos la guerrilla en general, incluso los casos en que la guerra de guerrillas culminó
exitosamente por empalmar con un movimiento popular de masas, hay que decir que nos topa-
mos con un error fatal, inexorable: la guerrilla es constitutivamente burocrática y sustituista.
Todas las revoluciones realizadas con métodos guerrilleros –con una estructura de partido/
ejército- instauraron un Estado burocrático desde sus inicios. En esto, dichos procesos revolucionarios
han sido cualitativamente distintos a la “Revolución de Octubre” cuyo punto de partida fue la
auto-actividad de las masas y su auto-organización en la forma de una institución democrática
de masas: los soviets (consejos) obreros.
Además, visto retrospectivamente, está claro que el triunfo de las revoluciones guerrilleristas
con ideología comunista durante el siglo veinte corto solo se explican por la existencia de la URSS
estalinista. De allí que apenas llegado al poder se convertían en copia del régimen burocrático.
En el caso de Mao y Pol Pot (Camboya) incluso en una versión corregida y aumentada de las
peores atrocidades de la etapa más oscura del régimen estalinista.
Mientras más años perdura la lucha guerrillera previa a la toma del poder, más verticalista es el
funcionamiento interno del partido-ejército. Su falta de democracia interna –algo prácticamente
inevitable en cualquier ejército “en operaciones”- se torna absoluta y bestial.
Peor aún, en muchos casos, las diferencias internas también adquieren un carácter “militar”; es
decir, se dirimen a tiros. De allí que encontramos múltiples casos de asesinatos al interior de
las organizaciones político-militares (o represión brutal contra otras corrientes de izquierda que
discrepaban con ellas)
-El PC Chino fue el caso ejemplar, pero también se dio en Vietnam, en Yugoeslavia. El caso cam-
boyano es el extremo terrible de este defecto constitutivo del guerrillerismo. 8
En LatinoAmérica, más de lo mismo:
-El ELN colombiano fue tristemente célebre por los asesinatos por diferencias internas (Ver Da-
niel Pereyra, 1995, p. 65)
- El Salvador: hay, al menos, dos casos muy conocidos: El asesinato de Roque Dalton por su
propio partido –el PRT- en 1975 (Pereyra, p. 173). Y, en 1983, el “ajuste de cuentas” interno en
el FMLN (op.cit., p. 210)
- En Perú: Sendero Luminoso. ¡Terrible! Con asesinatos indiscriminados a luchadores populares
que no eran de su partido o no estaban dispuestos a seguir a pies juntillas al “Pensamiento
Gonzalo”.

8 Ver Hobsbawm,1998: sobre Mao y el maoísmo en 233n; 299; 350; 390; 448-449; ¡464-468!; sobre el genocidio
polpotiano, p. 449.

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- Aquí, en Argentina, tenemos el caso Masetti (Comandante Segundo) y el “Ejército Guerrillero
del Pueblo”.9
O la “praxis” montonera con sus condenas a muerte a la fracción de Gelman y Galimberti(Tarcus,
2007, p.234 y 361-362)También la condena a el Negro Quieto (Tarcus, p. 541)

Un par de notas complementarias pero necesarias en este apartado


=> La noción de “Estado burocrático”.
Para aquellxs que estén leyendo esto y, a la vez, desconozcan mi enfoque sobre el carácter de
los Estados poscapitalistas que existieron durante el siglo veinte corto, me interesa explicitar (aun-
que más no sea de manera muy somera) qué entiendo yo por “Estado burocrático”. 10
Concretamente, yo comparto la mirada de muchxs marxistas actuales (Rolo Astarita es el que
más y mejor ha tratado el tema...) que definen así, como Estado o régimen burocrático, a las
formaciones económico-sociales que, a escala de los estados-nación, existieron en la URSS
estalinista y en el (mal) llamado “socialismo real”.
Se trata de una formación económico-social de carácter no capitalista (y, al menos circunstan-
cialmente, pos-capitalista) pero distinta y opuesta al Estado obrero en transición al socialismo.
En este sentido, el Estado burocrático implica un bloqueo absoluto (una incompatibilidad estruc-
tural) con la marcha de dicha formación social hacia el socialismo.
Además, es un modo de producción basado en la explotación del hombre por el hombre, pues
existe extracción del plustrabajo de las clases trabajadoras en beneficio de una clase burocrá-
tica enquistada en el dominio del estado y en la conducción de las empresas. Obviamente, es
este sector social –la burocracia- el que ejerce el poder político; poder político que, dada las
características muy peculiares (incluso inestables) de esta forma de extracción de plustrabajo,
conlleva un modelo dictatorial de dominación política. El Régimen o Estado burocrático no podía
(no puede...) convivir con alguna forma más o menos sistemática de democracia. 11
En cuanto a su génesis, los Estados burocráticos se pueden clasificar en dos grupos claramente
diferenciados:
-Por un lado, está el primer Estado burocrático, el de la URSS.
Qué fue el prototipo y “paradigma” (es decir, con su existencia determinó todo lo que vino des-
pués).
Aquí el Estado burocrático surge por una contrarrevolución social sucedida en un Estado Obrero previa-
mente existente (el Estado obrero nacido en la revolución de Octubre) Puede discutirse la fecha
exacta en que se produce la trasmutación del Estado Obrero en Burocrático (ya que no hubo un
golpe contrarrevolucionario evidente sino, más bien, varios acontecimientos y procesos que lle-
varon al triunfo del estalinismo); en todo caso parece claro que a fines de los veinte / comienzo
de los treinta con la colectivización forzosa y su secuela de millones de campesinos asesinados,
la industrialización acelerada, los millones de prisioneros que poblaron los GULAGs y las terri-

9 Ver el texto citado en la bibliografía: “No matarás. Una polémica”; en particular el reportaje a Héctor Jouvé. También
Tarcus, 2007,p. 401)

10 Me remito al siglo veinte corto pues luego de la “caída del Muro de Berlín” y la implosión de la URSS (1989/92) la
mayoría de esas formaciones económico-sociales han dejado de existir. Pero, en rigor de verdad, todavía queda
algún resabio: Corea del Norte y Cuba pueden entrar dentro de esta categoría social. (Aunque este último –Cuba-
en rápido tránsito al capitalismo, siguiendo los pasos que desde los ochenta han recorrido China y Vietnam)
11 En función de esta definición es que en el título de este apartado, cuando hablo de “socialismo burocrático”,
la palabra socialismo va entre comillas. Insisto... en un sentido estricto, dichas formaciones sociales no eran
Estados obreros en transición al socialismo, por tanto mal pueden nombrárselas como socialistas por más
adjetivos que se agreguen.

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bles y sangrientas “purgas” de la segunda mitad de los treinta, el estalinismo había triunfado
definitivamente y el Estado Burocrático estaba cristalizado.
-En contraposición a lo acaecido en la URSS, el resto de los Estados burocráticos –los que emergie-
ron luego de la Segunda Guerra Mundial- tendrán ese carácter desde sus inicios. En todos los casos
fueron productos de guerras previas. En los países del glacis, directamente fue el propio Ejér-
cito Rojo soviético, manteniendo la ocupación tras la Segunda Guerra Mundial, el que propició
“desde arriba y desde afuera” la ruptura con la burguesía y el nacimiento de regímenes buro-
cráticos. En China, Yugoslavia, Corea, Vietnam, Cuba, etc. también hubo una guerra previa,pero
de otro carácter: partidos-ejércitos que triunfan en guerras civiles (o anticolonialistas y civiles a
la vez...). Es decir, aquí fueron procesos “endógenos” y, como tales, revoluciones genuinas. En
este caso, y tal como ya he dicho, la praxis burocrática previa de dichos partidos-ejércitos, su-
mado al paradigma estalinista, hizo que apenas tomado el poder, en dichos países se constituyó
un Estado burocrático. Incluso en un país como Cuba, donde la guerrilla no era originalmente
estalinista, al momento de romper con la burguesía la cúpula castrista constituyó un Estado Bu-
rocrático. Puede haber habido algún corto período de “zonas grises” -de alguna resistencia del
castrismo a la asimilación al modelo estalinista-, pero ello duró muy poco. Por sí y para sí, ya a
mediados de los sesenta el régimen cubano era un Estado Burocrático sin el más mínimo atisbo
ni posibilidad de democracia proletaria. La concepción guerrillerista previa del castrismo engarzó
perfectamente con la lógica estalinista. En Cuba, como en la URSS y la China de esos años, la
sociedad pos-capitalista era un Estado Burocrático, que cerraba el paso en forma absoluta a
cualquier transición hacia el socialismo.

=> Sustituismo y heteronomía.


El otro punto sobre el que considero necesario decir algo tiene que ver con la calificación de
“sustituismo” que yo atribuyo a todos los movimientos guerrilleros.
Dado que una definición tan contundente puede ser cuestionada, me interesa hacer un par de
matizaciones.
Si vamos a ser estrictos, la noción de sustituismo sólo vale para el foquismo. Pues, es indiscuti-
ble que en los procesos donde la guerrilla triunfó –China, Vietnam, Cuba, por citar los casos más
emblemáticos y conocidos...- hubo una inmensa y decisiva participación de las masas durante
la guerra civil (o/y anti-colonialista) previa a la toma del poder. Además las conducciones de
esos partidos-ejércitos apelaban con gran iniciativa a la acción de las clases populares.
La cuestión reside, entonces, en el vínculo que se establece entre la guerrilla (partido-ejército) y
las clases trabajadoras y oprimidas. En este sentido no podemos perder de vista que la guerra
exige no solo un funcionamiento centralizado: también jerarquizado. Un sistema de “ordena y
mando”. Esta praxis lleva a considerar el accionar popular como una herramienta más de la
estrategia militar, diseñada y conducida por la cúpula militar. 12De allí que, si bien la guerrilla no
sustituye completamente al movimiento de masas, condena a éste a un papel subordinado. Las
masas acompañan, pero no pueden actuar por sí mismas. Se trata de una relación de apoyo,
subordinado estrictamente a la conducción militar.
Dicho en otras palabras, nos topamos con el problema político-funcional que emparenta al buro-
cratismo con el sustituismo: la política subordinada a lo militar, la organización del movimiento
revolucionario dirigido de manera estrictamente jerarquizada, puesto al servicio del triunfo mili-
tar.
La dinámica concreta de todo esto es no sólo malsana sino irremediable: la jerarquía militar,
instituida al interior del ejército revolucionario, se extiende necesariamente a la relación con los
sectores populares.

12 Y ni hablar cuando dicho práctica cotidiana se eleva a concepción teórica-programática en tiempos –como fueron
aquellos- de “paradigma estalinista”...

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En función de todo esto, quizás sea más ajustado hablar de heteronomía cuando se debe definir
el rol de las clases trabajadoras y demás sectores populares respecto a los movimientos gue-
rrilleros: no hay auto-actividad ni auto-organización de las masas. Las acciones que realizan, los
organismos en los cuales se constituyen (sindicatos, comités populares, etc.), están desde un
primer momento totalmente subordinados a las directivas de la dirección militar. Las necesi-
dades de la guerra son las decisivas. El accionar de los “de abajo” no puede ser autónomo, la
última palabra siempre la tendrá la cúpula militar. Y ésta considera al accionar de las masas
como un elemento más de su ejército.

8. Guerrilla y conciliación de clases


Otro rasgo notable del guerrillerismo -rasgo, por lo demás, absolutamente generalizado- es su
rechazo de plano a la independencia política de la clase obrera. Y su reivindicación del carácter
policlasista de los movimientos revolucionarios. 13
En este punto nos topamos, una vez más, con una (total) antinomia entre el guerrillerismo y las
concepciones programático-estratégicas del marxismo clásico.
Son múltiples las razones que llevaron al guerrillerismo del siglo veinte corto a reivindicar el “frente
popular” o, más en general, “la colaboración de clases”. Aquí no puedo extenderme demasiado
al respecto así que me limitaré a mencionar algunos aspectos de esa concepción tan perjudicial
desde el punto de vista de los intereses históricos de la clase trabajadora y de la lucha por el
socialismo.
Por una parte, es evidente que varios movimientos guerrilleros de la segunda posguerra eran
burgueses más allá de que utilizasen un lenguaje socialista y apareciesen, por momentos,
íntimamente relacionados con Moscú. Me refiero, particularmente, a connotados movimientos
anticolonialistas. Aquí las apelaciones al “frente nacional” o a la “unidad nacional” contra el
ejército colonial de ocupación apenas disimulaba una estructura interna jerarquizada donde las
clases oprimidas estaban subordinadas a una conducción burguesa.
Esto resultó evidente cuando varios de estos movimientos triunfaron y conquistaron el poder
luego de extraordinarios procesos de guerras revolucionarias. Los Estados surgidos allí se de-
cantaron más temprano que tarde por la construcción del capitalismo a escala nacional.
Ejemplos paradigmáticos al respecto fueron los de Argelia -el FLN-; Angola con el MPLN; Mo-
zambique con el FRELIMO. Contra las inmensas expectativas de muchxs militantes y partidos
marxistas en todo el mundo, la deriva de estos procesos fue abiertamente capitalista. A tal
punto que los tres movimientos político-militares hoy siguen gobernando dichos países luego
de décadas no sólo de capitalismo sino de una sucesión ininterrumpida de gobiernos que han
mantenido amplias capas de la población en la miseria, se han mostrado como ultra-corruptos,
terriblemente represivos, etc., etc.
Pero también el perfil de “frente de clases” fue evidente en varios partidos-ejércitos con conduc-
ciones originalmente “socialistas” y “comunistas”. De tal forma que hoy día varios de esos mo-
vimientos guerrilleros pueden gobernar sin mayores culpas en Estados abiertamente capitalistas.
Aquí mencionaré dos casos cercanos y conocidos: el Frente Sandinista en Nicaragua y el Frente
Farabundo Martí en El Salvador.
¿Por qué fue posible esto? ¿Por qué movimientos guerrilleros de origen socialista (hasta marxistas)
tendieron a desarrollar políticas de colaboración de clases como estrategia fundamental? Tal

13 Hago referencia a guerrillas de cierta entidad, que tuvieron una fuerza militar importante. Por supuesto que
puede haber habido, aquí y allá, algún pequeño grupo marxista que reivindicó a la vez la táctica guerrillera y la
independencia política de la clase obrera. Personalmente conocí a uno: Poder Obrero (su nombre completo fue
“Organización Comunista Poder Obrero”) Pero, justamente, la incompatibilidad prácticamente total entre ambas
orientaciones hizo que Poder Obrero fuese una contradicción permanente en su praxis cotidiana y, además, de
efímera existencia.

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como ya señalé, no hay una respuesta única: así, sin dudas, los “paradigmas políticos” de cada
época cumplieron un papel no menor (por caso, la enorme hegemonía del estalinismo durante
el siglo veinte corto con su privilegiada política de “frente popular” y de oposición obsesiva a la
independencia política de la clase obrera. Luego, después de “la caída del muro de Berlín”, el nuevo
“paradigma” de la imposibilidad de una alternativa socialista al capitalismo que lleva a muchas
izquierdas a conformarse con un “capitalismo con rostro humano”...) También se podrían buscar
explicaciones en las situaciones particulares en cada país. Y así podría seguir...
Pero aquí me interesa hurgar en un aspecto que atañe directamente al guerrillerismo como me-
todología revolucionaria: me refiero, concretamente, a las necesidades “logísticas” (por llamarlo
de alguna forma quizás no muy exacta...) que impone la guerra. En esta orientación (bien defini-
da por muchxs como “militarista”) pasa a ser primordial juntar todas las fuerzas posibles de tu
lado. Y en esa unión lo único importante es encontrar aliados -del pelaje que sea- que te ayuden
a enfrentar al otro bando.
La divisoria de aguas deja de ser político-social (de clase) para pasar a ser militar. Lo mismo en
cuanto al abastecimiento de armamento (la logística militar): los grupos guerrilleros tienden a
privilegiar aquellos aliados que puedan ofrecerles armas, bases de apoyo, entrenamiento militar,
etc., etc. En esta dinámica la política definida en función de las clases sociales no solamente
desaparece: tiende a convertirse en un estorbo.
De allí la atracción irresistible que para los grupos guerrilleros ejercían los regímenes estalinis-
tas e, incluso, gobiernos burgueses que por alguna razón circunstancial estuviesen enfrentados
al gobierno contra el que ellos luchaban (por caso, Torrijos –el presidente de Panamá- fue gran
valedor del Frente Sandinista durante su lucha contra la dictadura de Somoza)
En este sentido es aleccionador el caso del PRT-ERP. En 1968, al dividirse el PRT entre la fracción
morenista (“La Verdad”) y la fracción de Santucho (“El Combatiente”), esta última se mantiene
como trotskista. Incluso el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional (el agrupamiento
trotskista más importante a escala mundial por esos tiempos) la reconoció como “sección ofi-
cial” de Argentina. Aquí es importante mencionar que, más allá de (al menos para mí) los inne-
gables e importantes errores del trotskismo, uno de sus puntos fuertes era (y en gran medida lo
sigue siendo, todo hay que decirlo...) el de defender como principio estratégico la independencia
política de la clase obrera.
Pues bien, durante un tiempo, el PRT-El Combatiente sostuvo tal tesitura. Pero en la medida
que fue incrementando su accionar militar (creación del ERP, etc., etc.) su deriva política fue de
alejamiento del trotskismo, su acercamiento a Cuba y al estalinismo a nivel internacional, con
la consiguiente reivindicación de la política de “frente popular”. Finalmente realizó una alian-
za con Montoneros, un frente político-organizativo que no llegó a avanzar no porque hubiesen
surgido diferencias políticas sino por los golpes sufridos en el campo militar. (Recordemos que
Montoneros fue desde sus orígenes abiertamente frente-populista, a tal punto que siempre se
reivindicaron parte del movimiento peronista)
¿Cómo explicar semejante deriva del PRT-Combatiente? Por razones de logística militar,
sencillamente.
Por más que la mayoría del Secretariado Internacional trotskista lo apoyó con entusiasmo e,
incluso, muchos partidos trotskistas hacían campañas financieras en todo el mundo para enviar
dinero al PRT, esta ayuda eran “chirolas” al lado de lo que podía obtener el PRT-ERP alineándose
con Cuba y otros países estalinistas o nacionalistas “tercermundistas”.
Las necesidades militares, más específicamente las necesidades de abastecimiento, marcaron
su derrotero político.
Es por ello que al igual que todas las guerrillas en el mundo, y a pesar de que tuvieron cierto
apoyo en la vanguardia obrera clasista, el PRT apostó a “ampliar” sus bases sociales sin hacer
muchos distingos de clase. De allí que en el FAS tuviese mucho peso el perfil de “frente de libe-

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ración nacional” y quedase completamente diluido cualquier política de independencia política
de la clase obrera.
Por último, su acercamiento a Montoneros, también fue fruto de esta lógica: en el 75’ el PRT es-
taba sufriendo fuertes golpes represivos y, entre otras cosas, estaba muy debilitado financiera-
mente. Todo lo opuesto a Montoneros, que vivía un momento de opulencia económica producto
del espectacular botín obtenido con el secuestro de los hermanos Born.
Dinero que estaba dispuesto a compartir (al menos en alguna medida...) con el PRT. Y, obvia-
mente, el PRT lo aceptó... así, hasta el final, su “política” (la del PRT-ERP) estuvo determinada
–condicionada- por sus necesidades de logística militar.
Componente esencial de su praxis militarista que, insisto, fue la razón última de su abandono
del principio de la independencia política de la clase obrera y su alineamiento con el frente-po-
pulismo.

9. El foquismo o guevarismo
Dentro del guerrillerismo como concepción globalmente equivocada de cara a una política anti-
capitalista coherente, se puede decir que el foquismo o guevarismo fue una manifestación par-
ticularmente fatal. Como ha sido dicho, eleva a la enésima potencia los defectos sustanciales
–intrínsecos- del guerrillerismo.
Aquí el “voluntarismo” vanguardista llega a extremos absolutos, (repitiendo en gran medida la
etapa terrorista del anarquismo del tercer tercio del siglo XIX y comienzos del siglo XX)
Implica un desprecio a valorar cualquier análisis serio de la relación de fuerzas y, en general, los
“factores objetivos”.
Es subjetivismo extremo.

10. La política guerrillerista en Argentina fue la expresión acabada de los errores (horrores) del foquismo
Aquí aparecen errores políticos y de análisis en cantidades industriales.
El más grave -el que llevó a las guerrillas a su total derrota- fue realizar acciones militares (asesinatos,
secuestros, tomas de cuarteles, lucha armada en general...) contra un gobierno democráti-
co-burgués, elegido en elecciones limpias y, para colmo, un gobierno con uno de los apoyos po-
pulares jamás habidos. Me refiero al peronismo, con Perón vivo y su famosa “vuelta” del exilio.
Simplemente recordar a modo de dato: Campora sacó, en marzo de 1973, el 50% de los votos
y la fórmula Perón-Perón, en septiembre, ¡el 62%!!!!
En cualquier caso estos datos no dejan de ser fríos. Pues Alfonsín, Menem, Cristina, incluso
hasta el patético De la Rúa llegaron a ganar elecciones con números cercanos al 50 %, e incluso
por encima. Pero ninguno de éstos tuvo, ni por asomo, el consenso popular que gozaba Perón
en 1973. El Pocho era una especie de “mito viviente”. Qué, por lo demás, había sido líder total e
indiscutido de los trabajadores por treinta largos años (tanto cuando estuvo en el gobierno como
cuando –luego de 1955- debió exilarse)
En función de esto se evidencia el completo desacople (“descuelgue”) que afectó a los grupos
guerrilleros respecto a los sentimientos de la gran mayoría de las clases obreras y populares
argentinas.
Así el aislamiento de la guerrilla fue total. Incluso creciente año a año, mes a mes.
Las intentonas guerrilleras (foquistas) en Argentina venían fracasando desde los inicios de los
sesenta (cuando surgieron los primeros grupos bajo la influencia de la revolución cubana...)
Pero, por un momento, tuvieron su hora gloriosa con la resistencia a la dictadura de Onganía (la

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autodenominada “Revolución Argentina”)
Especialmente a partir del Cordobazo (1969) obtuvieron importantes éxitos, empalmando con el
masivo sentimiento anti-dictatorial de la población. En consecuencia gozaron de relativa popula-
ridad y crecieron mucho a nivel de militancia y de simpatizantes.
Pues bien, estos éxitos los confundieron completamente. Se creyeron mucho más fuertes de lo
que en realidad eran. (Por supuesto que había una vanguardia importante que siguió nutriendo
de militantes a los grupos guerrilleros, pero la relación de fuerzas se mide a nivel del movimiento de masas
-y de las clases sociales de conjunto-, no de lo que pueda pensar o hacer una vanguardia que siempre es una
porción reducida de “los de abajo”)
El caso es que las corrientes guerrilleras “siguieron de largo” luego de la subida del gobierno
peronista. Fueron incapaces de leer correctamente la realidad y, lo que es más grave, de modifi-
car su accionar. El ERP nunca dejó de realizar acciones armadas. Los Montos pararon un tiempo,
pero luego cuando Perón los enfrentó y los quiso “poner en caja”, volvieron a las andadas. (A
dos días de que Perón arrasase en las elecciones, asesinaron a Rucci...)
El resultado de semejantes horrores de análisis y de política fue el que se produjese una especie
de “guerra civil de bolsillo”, en la cual el grueso de la población no sólo estaba ausente sino,
incluso, comenzó a inclinarse por la represión abierta. De allí el amplio aval social que tuvo el
golpe de marzo del 76’.
Hubo, sí, luchas sociales muy importantes en 1974 y 1975; también se mantuvo vivo el llamado
“clasismo” que había emergido luego del Cordobazo; pero fueron movimientos que corrían por
cuerda separada al accionar guerrillero.
Los últimos grupos guerrilleros –en particular ERP y Montoneros que terminaron siendo los dos
mayoritarios- actuaban cada vez más aislados de las masas. La guerrilla y las luchas obreras y
populares en vez de converger, se separaban constantemente.

11. Hubo corrientes revolucionarias que criticaron la política desastrosa de la guerrilla en el mismo momento que
se producía
Diré dos palabras sobre esto pues tiende a ocultarse en “el relato” que prevalece en la izquierda
actual.
Personalmente formé parte de una de esas corrientes marxistas que se mantuvieron firmemen-
te aferrados a las concepciones clásicas y, lo que es más importante, ¡tenían razón en su crítica
al guerrillerismo!
Tanto en la crítica política como en el análisis de la coyuntura.
Esto lo digo a pesar de que hoy ya no me reivindico “morenista”, ni siquiera trotskista o leninis-
ta. Pero reconozco que a principios de los setenta, cuando yo comencé a militar (justamente en
1971 es cuando me dedico a full a la militancia revolucionaria...) tanto el “morenismo” (PRT-La
Verdad, luego PST), Política Obrera (hoy Partido Obrero) y Socialismo Revolucionario (corriente
a la que perteneció el recientemente fallecido Horacio Zamboni) mantuvieron una postura “in-
surreccionalista” y de reivindicación de la auto-actividad de los trabajadores y, por lo mismo,
criticaron (criticamos) acerbamente a la guerrilla.
También hubo grupos más pequeños –o intelectuales “sueltos”- que no se sumaron a la “moda”
guerrillera y alertaron sobre el callejón sin salida en que llevaban a su militancia y al propio pro-
ceso revolucionario (o, cuanto menos, de enorme alza de las luchas obreras y populares...) que
entre 1969 y 1976 se vivió en Argentina.

Bibliografía:

- 42 -
-Guerin, Daniel (2003): “El Anarquismo”; Utopía Libertaria, Buenos Aires.
- Hobsbawm, Eric (1998): “Historia del siglo XX”; Crítica, Buenos Aires.
- Jouvé, Héctor: Entrevista publicado en la revista “La intemperie”. Tomada de la
edición digital de la polémica “No matarás. Una polémica”
En http://www.elortiba.org/egp40.html
- Pereyra, Daniel, (1995): “Del Moncadas a Chiapas”; Los libros de la catarata,
Madrid
- Tarcus, Horacio (2007): “Diccionario biográfico de la izquierda argentina”;
Emecé, Buenos Aires.

- 43 -
El relámpago.
De vuelta a Kronstadt
Roberto Parodi

Gran parte de la militancia actual se articula a partir de mitos.


El mito latinoamericanista tributario del milenarismo con que se rescata un idílico pasado pre-co-
lombino, el mito romántico del héroe despojado de toda ambición, el mito de la patria como
comunidad de intereses, el mito del Estado como mera institución capaz de ser un instrumento
de las aspiraciones de igualdad, el mito del catastrofismo como moderno apocalipsis, el mito de
la militancia como gesta redentora y tantos otros mitos.
Con el colapso de la URSS y demás estados burocráticos, la restauración capitalista en China,
o la crisis de los regímenes establecidos en otros sitios como Cuba, Venezuela, o Bolivia (con
sus particularidades geográficas e históricas) reforzaron la idea de que no hay alternativa al
capitalismo.
Ante esta situación la militancia anticapitalista suele tener dos alternativas: o reexamina sus
ideas y su historia en forma crítica o redobla el mito.
Entre los militantes marxistas que se proclaman “herederos” de la Revolución Rusa el mito que
uno suele encontrar es el de la tradición impoluta, infalible y continuadora del “hilo rojo” que
reconoce su origen en Marx y llega hasta la organización, pasando por el partido bolchevique
(y, según el caso, también por otros procesos revolucionarios y organizaciones). Así, existe el
“hilo rojo” Maoista, el “hilo rojo” Stalinista, el “hilo rojo” Trostkista, etc. En todos los casos el
deber ser manda “demostrar” que el “hilo rojo” del cual se cree heredero y portaestandarte no
ha claudicado nunca, es el que jamás ha fallado y el que se debe mantener libre de críticas.
Pero reivindicar una tradición como la marxista significa despojarse de mitos y someter a crítica
la experiencia histórica y los significados que de ella se elaboran, así signifiquen un trago amar-
go para nuestras convicciones. Lenín habló de la rebelión de Kronstadt como del relámpago que
mejor iluminó la situación de la revolución, por eso hoy volvemos una vez más sobre ella para
ver si puede iluminar mejor nuestra militancia anticapitalista actual.
Empecemos por situar la rebelión de Kronstadt en su contexto.

“Comunismo de Guerra”1
A principios de noviembre de 1920, luego de 6 años de guerras (mundial y civil), los focos de
conflicto más importantes se habían apagado: el último Ejército Blanco2 estaba disgregándose
en la retirada, se llegaba a un acuerdo de paz con Polonia (el intento de exportar la revolución
quedó trunca en las puertas de Varsovia) y se estabilizaba la situación en los territorios mal
controlados como Ucrania, donde se liquidaba las guerrillas de Majno3.

1 En lo siguiente nos basamos, salvo que se indique lo contrario, en Avrich (2006). Escrito en los 70,
esta obra es una de las mejores reconstrucciones históricas de las que se tiene acceso en español.
2 Los Ejércitos Blancos eran las tropas reunidas por la contrarrevolución para combatir al gobierno
bolchevique. Una confederación de ejércitos que actuaron en forma más o menos coordinadas y que
en muchos casos se orientaban a la restauración del zarismo
3 Nestor Majno comandó guerrillas campesinas que actuaron en Ucrania y contaron con influencia
anarquista. Nunca se sometieron al gobierno del Partido Comunista, pero no anhelaban más que la
posibilidad de hacer su experiencia social en un territorio sin la vigilancia de los comisarios políticos.

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Los Estados vecinos no sólo abandonaban la invasión como solución, sino que lentamente se
inclinaban por el reconocimiento del régimen y el intercambio comercial. El sistema de Estados
se estabilizaba y estos empezaban a pensar en la necesidad de la recuperación económica.
El esfuerzo que siguió a la Revolución de Octubre dejó a la Rusia Soviética agotada. La gue-
rra civil, el hambre y las pestes hicieron víctimas a millones de personas. Este fue el período
conocido como “Comunismo de guerra”4. Para Avrich el programa llevado adelante durante el
Comunismo de Guerra fue “improvisado para enfrentar la emergencia de la Guerra Civil. (…) y llevaba el duro
sello de la regimentación y la compulsión” (Avrich 2006, pág. 14)
Todos los aspectos de la vida en sociedad eran controlados por el poder central. La apuesta
de producción industrial a partir del “control obrero”, fue rápidamente (mediados de 1918) re-
emplazada por la conducción vertical y centralizada de los “especialistas”. Esto es; directores,
administradores y demás cuadros de la producción burguesa pre-revolucionaria, generalmente
puestos al cuidado de un comisario político. Se impulsó, al mismo tiempo, una permanente puja
por instaurar la disciplina a los trabajadores en el proceso de trabajo. A pesar de todo, hacia
fines e 1920 “(…) la productividad promedio había descendido a un tercio de la tasa de 1920” (Avrich 2006,
pág. 30)
Desde diciembre de 1920, y hasta marzo de 1921, se abrirán las discusiones del X° Congreso
del Partido Comunista. Durante el mismo se lleva a cabo la discusión sobre los sindicatos. Las
posiciones con respecto a este tema ya son conocidas: Trostky llamará a regimentar los sin-
dicatos de tal forma que sean un órgano del gobierno central, donde éste designe y destituya
representantes de los trabajadores. Por otro lado la Oposición Obrera5 del partido tendrá la pro-
puesta de que los sindicatos sean independientes del control del Estado (y del partido, que era
lo mismo a esta altura), y que sean estos sindicatos los que organicen y controlen la producción
desde comités locales de fábrica, donde todos los trabajadores tengan voz y votos. La tercera
posición, que sostenía Lenín, con la mayoría de votos, planteaba el mantenimiento de cierta

En octubre de 1920 el Ejército Rojo llega a un acuerdo de alianza con el Ejército Negro de Majno, que
incluía la amnistía y legalización de los anarquistas, y la celebración de un congreso anarquista. Bajo
este acuerdo el Ejército Negro, en una acción conjunta con el Ejército Rojo, derrota a los Blancos y
recupera definitivamente Crimea para la URSS. En sus “Memorias …” Serge nos cuenta lo que sucedió
entonces: “En Petrogrado y Moscú, los anarquistas preparaban su Congreso. Pero apenas lograron
la victoria común, fueron bruscamente detenidos en masa por la Cheka (noviembre de 1920). Los
vencedores negros de Crimea, detenidos por traición, Karetnik, Gavrilenko y otros eran fusilados. Majno,
copado en Guliay-Polié, se defendió como un energúmeno, se abrió un camino, prosiguió la resistencia
hasta agosto de 1921. (Internado en Rumania, en Polonia, en Dantzig, habría de terminar su vida
como obrero de fábrica en París.) Esta actitud inconcebible del poder bolchevique, que desgarraba sus
propios compromisos frente a una minoría revolucionaria campesina infinitamente valerosa, tuvo un
efecto terriblemente desmoralizante; yo veo en ello una de las causas profundas de la sublevación de
Cronstadt. La guerra civil terminaba; y los campesinos exasperados por las incautaciones llegaban a la
conclusión de que no era posible ningún entendimiento con los «comisarios».” (Serge 2011, pág. 159)
4 “El régimen de aquel tiempo ha sido llamado más tarde el «comunismo de guerra». Se le llamaba
entonces «el comunismo» a secas, y aquel que, como yo, se permitía considerarlo como provisional
provocaba miradas de reprobación. Trotsky acababa de escribir que aquel régimen duraría varias
decenas de años a fin de asegurar la transición hacia el verdadero socialismo sin constricciones. Bujarin
escribía su tratado de La economía del periodo de transición, cuyo esquematismo marxista indignó a
Lenin. Consideraba la organización presente como definitiva. Y sin embargo se hacía sencillamente
imposible vivir en ella. Imposible, se sobreentiende, no para los gobernantes, sino para el grueso de
la población.” (Serge 2011, pág. 151)
5 Corriente interna del bolchevismo que planteaba la libre elección de representantes en los sindicatos
y una mayor injerencia de estos en la economía. Fundamentalmente la idea era que los sindicatos
jugaran un rol independiente del Partido. En cuanto al régimen interno del Partido, eran defensores de la
libertad de opinión y agrupamiento. Planteaban la expulsión del partido de los elementos oportunistas
que ingresaron a la organización en los últimos tiempos para hacer carrera, aclarando que si se seguía
con el curso que se tenía el partido se terminaría alejando de las masas y los dirigentes de las bases.
Lenín, en cierto momento los acusó de querer “sindicalizar” el Estado.

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autonomía de los sindicatos junto al control del gobierno central de las riendas de la economía.
La producción agraria recayó sobre la pequeña propiedad campesina, y los emprendimientos
colectivos no tenían peso en la producción de alimentos. Este resultado fue una derivación in-
mediata del programa agrario que requería la alianza obrero-campesina: el reparto de la tierra
para quien la trabajara.
El Comunismo de Guerra descansó en la requisa compulsiva de cereales indispensables para
alimentar a los ejércitos y la población urbana.
El descalabro que provocó el estado de guerra, y el desaliento al aumento de la productividad
agrícola (porque no se daba al campesino la posibilidad de disponer a voluntad de sus exce-
dentes), redujo la producción agrícola a menos de la mitad del volumen total de antes de 1914.
Para peor, definir el límite entre la producción campesina que era excedente y que era necesario
para la subsistencia era tema de disputa con los requisadores, que generalmente se saldaba
en desmedro de la unidad familiar campesina.
Se desarrolló, así un gran aparato de requisa compulsiva, que arrasaba con la producción agrí-
cola, con el ganado, caballos y cualquier cosa que se considerara útil, provocando muchísimas
veces conflictos de baja intensidad que terminaban con muertos de un lado y otro. Este derra-
mamiento de sangre era un indicador de la grieta que se ampliaba entre la voluntad de la pobla-
ción campesina y la conducción bolchevique que manejaba el gobierno en soledad. En 1920 ya
se había desalojado, en la práctica de los soviets y pasado a la ilegalidad, a las demás fuerzas
revolucionarias organizadas.
También para esa época, en la que se cerraba el peligro de la guerra civil, se desmovilizaba la
mitad del Ejército Rojo. Unas 2.500.000 personas que debían insertarse en la estructura eco-
nómica para obtener su sustento, en una sociedad agotada y en ebullición.
En gran medida, la tolerancia de la población campesina hacia el Comunismo de Guerra se
fundaba en el peligro que representaban los Ejércitos Blancos cuyo eventual triunfo hacían pre-
ver la pérdida de las tierras y los derechos conquistados en la revolución. Ahora bien, ya en la
segunda mitad de 1920, el peligro “blanco” estaba prácticamente extinguido y las requisas no
encontraba justificación entre las masas campesinas.
Como era de esperar, esta situación derivó en una oleada de rebeliones campesinas en varias
regiones, en donde el poder central era más débil. Los rebeldes en regiones como Ucrania, Tam-
bov o Siberia, involucraban a decenas de miles de personas, y contaban con una alta simpatía
entre los habitantes del lugar. Aparte de los ejércitos y las guerrillas rurales, la situación explo-
siva involucraba estallidos espontáneos:
Entre noviembre de 1920 y marzo de 1921 aumentó fuertemente el número de estalli-
dos rurales. Sólo en febrero de 1921, en vísperas de la rebelión de Kronstadt, la Cheka
[servicio de inteligencia del régimen] informó de 118 levantamientos campesinos aisla-
dos en diversas partes del país. (Avrich 2006, pág. 19)
Algunas veces los movimientos en las áreas rurales pedían la salida de los bolcheviques del
poder central, pero generalmente esto sucedía cuando se entendía que era la única manera de
hacer realidad aquellas reivindicaciones que los unificaba: el fin del Comunismo de Guerra, el
fin de las requisiciones forzadas (solicitaban cambiar las requisiciones por una tasa fija de su
producción) y el fin de los atropellos de las autoridades del gobierno central.
La situación de las industrias en las ciudades acompañaba el cuadro desolador. Tomando como
referencia 1913, hacia fines de 1920 la producción industrial había bajado a una quinta parte,
la producción de carbón disminuyó a una cuarta parte, el petróleo a un tercio y la textil a una
décima parte. Ramas esenciales habían desaparecido y otras estaban a punto de hacerlo, como
la de hierro fundido que había bajado a un 3% de los valores de preguerra6.

6 Ver Avrich 2006, pág 26

- 46 -
Además, el sistema de transporte estaba deshecho y, para 1920, el pobre y menguado mercado
negro suplía a los canales de distribución de alimentos7. En el invierno de ese año, que fue par-
ticularmente frío, en la ciudad se careció de combustible para calefaccionarse. Este invierno fue
particularmente catastrófico a la provisión de alimentos, la desesperación por aprovisionarse y
la muerte por la mala alimentación comenzaron a ser frecuentes.
En diciembre del 1920 se reúne el 8° Congreso de los Soviets, la última reunión nacional donde
se permitió cierta presencia de Socialistas Revolucionarios (de izquierda y derecha) y Menchevi-
ques8. Si bien el bolchevismo, con amplia mayoría, reconoce que es difícil construir el socialismo
en un país de mayoría de pequeños propietarios, la orientación que surge del Congreso es la
contraria a las aspiraciones campesinas: centralizar aún más la producción agrícola, crear un
banco de semillas y organizar desde el Estado el aumento de área sembrada. Todo esto signifi-
caba cerrar el Congreso de los Soviets sin ninguna concesión al campesinado.

Una situación explosiva


El 22 de enero de 1921, la prensa oficial anunciaba que la escasa ración que se recibían en
las ciudades se reduciría a un tercio. No sólo por la disminución de la producción de alimentos,
sino también por las dificultades que había para trasladarlos de los centros de almacenamiento
a las urbes.
Por esos días se sucedieron manifestaciones en Moscú, que se originaron en algunas fábricas
y amenazaron con extenderse. Se necesitó, además de la labor de los oradores bolcheviques,
el despliegue de las fuerzas regulares y de cadetes de la escuela militar para aplacar una situa-
ción en donde los reclamos económicos más elementales se mezclaban con reivindicaciones
políticas de diverso tipo.
Esta era el principio de una oleada de manifestaciones de que golpea en los núcleos de las
fuerzas bolcheviques, y que las privaciones hicieron que continuaran en Petrogrado9.
El 23 de febrero hubo una manifestación en Petrogrado, en un momento en que el reparto de
raciones alimentarias se había detenido y se terminaba la paciencia con los controles camine-
ros de los ingresos a la ciudad que decomisaban los pocos alimentos que los obreros lograban
obtener por cuenta propia en las zonas rurales.
Las primeras asambleas resolvían pliegos con peticiones que abarcaban temas tales como
exigir el reparto de los abrigos y el calzado disponible, y el aumento de las raciones diarias de

7 “Las raciones entregadas por las cooperativas estatizadas eran ínfimas: pan negro (algunas veces
sustituido por vasos de avena), algunos arenques por mes, un poquito de azúcar para la primera
categoría (trabajadores manuales y soldados), casi nada para la tercera (no trabajadores). La frase de
san Pablo escrita por todas partes: «Quien no trabaja no come», se hacía irónica, pues precisamente,
para alimentarse, había que arreglárselas en el mercado negro en lugar de trabajar.” (Serge 2011; pág
152)
8 Mencheviques significa “minoría” y fue un grupo originado como fracción del POSDR
(Partido Obrero Social Demócrata Ruso) en 1903. La otra fracción era la bolchevique
(mayoría). Ambas fracciones alimentaban sus filas, fundamentalmente, de las áreas urbanas.
Entre los campesinos tenían mayor predicamento tenían los Socialistas Revolucionarios (SR, también
conocidos como “eseristas”), y su conducción siempre estuvo en manos de intelectuales. Fue el
partido que obtuvo mayores adhesiones en la Rusia pre-revolucionaria. Formaron parte importante
en el gobierno provisional de surgido de la Revolución de Febrero del 17. En la Revolución de Octubre
se escinde un ala izquierda que colabora con la insurrección Bolchevique. Con el tiempo correrían la
misma suerte que todos los partidos opositores al Partido Comunista en la URSS: la extinción.
9 “Situada en el ángulo noroeste de Rusia, alejada de los centros principales de abastecimiento
alimentario y petrolífero, Petrogrado sufría aún más que Moscú por el hambre y el frío. Las reservas
disponibles de alimentos habían bajado a sólo un quinto de los disponibles antes de la primera guerra
mundial”. (Avrich 2006; pág. 42)

- 47 -
alimento. La acción del gobierno fue la del despliegue de fuerzas represivas, y la reacción fue la
extensión de las huelgas y las manifestaciones. La acción gubernamental para contener el mo-
vimiento se encargó a un “Comité de Defensa” formada por un miembro del Consejo de Guerra
de la República, el comandante del Distrito Militar de Petrogrado y un miembro del Consejo de
Sindicatos. Se estableció el toque de queda por la noche y la prohibición de cualquier tipo de
reuniones, a la vez que se desplegaba la propaganda llamando a regresar a las fábricas dando
la espalda a los mencheviques y socialistas revolucionarios que aprovechaban el hambre y las
privaciones para favorecer la protesta y el triunfo de los “blancos”.
El 26 de febrero, el tercer día de disturbios, comienzan a tomarse medidas drásticas: se cierran
fábricas y se despiden trabajadores, que pierden –por tanto- sus raciones alimentarias. Esto
precipitó a obreros que dudaban de plegarse al movimiento, se volcaran a la huelga y nuevos
establecimientos eran cerrados, lo que ocurrió incluso en el establecimiento insignia de la hege-
monía bolchevique de Petrogrado: la fábrica Putilov.
Las reivindicaciones económicas (aumentos de raciones, libertad para adquirir alimentos en
el medio rural, o equidad en el reparto con los “especialistas” y los funcionarios) abrieron
paso a las reivindicaciones políticas: restauración de los derechos políticos elementales, como
reunirse, organizarse en partidos, manifestarse o participar del gobierno. Fundamentalmente
terminar con la persecución política y restaurar las premisas del ideario soviético: libertad de
participación para los partidos revolucionarios y elecciones libres para trabajadores, soldados
y campesinos.
Los mencheviques, a pesar de que sus fuerzas estaban menguadas por la persecución y la
cárcel, acompañaron activamente las protestas de Petrogrado y, en gran medida, dirigían el mo-
vimiento en esta ciudad. La organización menchevique no propugnaba el derrocamiento del régi-
men por la vía armada, sino que confiaba en ganar la mayoría en soviets obteniendo la libertad
de elección. Los Socialistas Revolucionarios, con menor predicamento en la ciudad que en las
zonas rurales, eran reacios a confiar en una vía no insurreccional para terminar con el régimen
que consideraban opresivo. Pero aunque contaban con una buena presencia en Kronstadt, el
movimiento que se producirá pocos días después tampoco tendrá una propuesta de desalojar
a los bolcheviques por la fuerza, sino que se centrará en la libertad de elección en los soviets.
En estas redadas del invierno de 1921 cayeron socialistas-revolucionarios y anarquistas de más
renombre que aún seguían libres y mencheviques, que en el primer trimestre de 1921 tuvieron
5000 arrestos, “incluido todo el Comité Central del partido”.10
Finalmente el movimiento de protesta en Petrogrado se aplacó a principios de marzo con algu-
nos aumentos en las raciones11, la autorización para ir a zonas rurales para adquirir alimentos,
despidos (que significaba la inmediata pérdida de la ración alimentaria para el despedido y su
familia), el despliegue de tropas y el encarcelamiento, tanto de obreros en huelga como de opo-
sitores políticos.

El “orgullo y gloria”
Kronstadt es una localidad-puerto-fortaleza ubicada en una isla (llamada Katlin) en el Golfo de
Finlandia, a 30 km de Petrogrado, y era considerada la puerta de entrada a esta ciudad. Además
contaba con un sistema de fortalezas circundantes heredadas de la época del zarismo.
La población, para febrero de 1917 era aproximadamente de 82.000 personas12 expertas en
revueltas y motines que fueron legendarios. El maltrato, la mala alimentación y la excesiva can-

10 Avrich 2006, pág. 52


11 Para observar lo delicado de la situación alimentaria: el aumento en las raciones “…equivalían a una
lata de carne en conserva y a un poco más de medio kilo de pan por día…” (Avrich 2006, pág. 53)
12 “… compuesta por 20.000 soldados, 12.000 marinos y 50.000 civiles, la mayoría trabajadores
calificados, técnicos y administrativos.” (González Varela 2006)

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tidad de años que involucraba el servicio en la marina tenían en permanente efervescencia a
los marinos de la flota.
La participación de los trabajadores, soldados y marinos de Kronstadt, en las revoluciones de
1905 y 1917, fue intensa. Los motines en la marina eran particularmente violentos, e involucra-
ba la ejecución de los altos oficiales que solían acumular una larga lista de vejámenes y castigos
a los marineros. En la revolución de Febrero se ejecutó a más de un centenar de oficiales de la
marina y el ejército. Por la firmeza de su acción revolucionaria, tras el levantamiento fallido de
Julio de 1917, Trotsky los llamó “el orgullo y gloria de la revolución”.
Con la revolución de febrero, Kronstadt erige su soviet (consejo) como órgano soberano, a
partir de los comités por edificio, por barco, por regimiento, por taller, etc. En la revolución de
octubre participan decisivamente en el asalto al poder en Petrogrado, pero en marzo de 1918 el
poder central disuelve los comités en la flota y comienzan a ser reemplazados en el mando por
“especialistas” y comisarios políticos. Aún así se mantuvieron celosos de sus aspiraciones de
que obreros, campesinos y soldados se autogobiernen y de la libertad para los partidos y los
individuos que adherían a la revolución. Así en
(…) octubre de 1918 la base naval de Petrogrado, que incluye a Kronstadt, vota una re-
solución en la que se condena el monopolio bolchevique del poder político, la represión
contra anarquistas, social revolucionarios y mencheviques internacionalistas y se solici-
tan elecciones libres en los soviets. (González Varela, 2006)
Para principios de 1921 la población llegaba a 50.000, y se repartían en cantidades similares
entre fuerzas militares y población civil. Las principales corrientes políticas que cobraron influen-
cia eran los bolcheviques, anarquistas, socialistas revolucionarios de izquierda y revolucionarios
sin partido.
Las manifestaciones de Petrogrado excitaron los ánimos en Kronstadt. Más de 15 años de rebe-
liones, motines y de lucha permanente contra la autoridad hicieron que se mantuvieran fuertes
los sentimientos de autogobierno que estuvieron presentes en las protestas posteriores.
La literatura oficial, que es la materia prima con la que se forman los militantes de las organiza-
ciones que se reclaman “herederos” de la Revolución de Octubre, explica la insubordinación de
Kronstadt por tres motivos: 1) los cambios en la composición social (mayoría campesina) de los
marineros de la flota, 2) las actividades conspirativas de los emigrados contrarrevolucionarios
3) la influencia de Kozlovsky, un ex oficial zarista que cumplía servicio en la flota13.
Pero lo cierto es que la influencia campesina en el origen social de los marinos era tan impor-
tante en 1921 como 1917; los emigrados de la reacción alentaban todo tipo de protesta dentro
de la URSS, pero los sublevados de Kronstadt rechazaron sistemáticamente la ayuda ofrecida
por este tipo de personas y organizaciones (salvo el asilo y la ayuda en la huída para evitar ser
masacrados). Y Kozlovsky, acusado de dirigir el levantamiento, sólo tuvo un rol secundario como
asesor militar, al que al parecer no se le prestó mucha atención cuando el conflicto se inclinaba
hacia una solución armada.
La rebelión no se originó por la acción de contrarrevolucionarios que querían deponer al gobier-
no, sino que nace inscripta dentro de la coyuntura en la que se sucedieron las protestas en las
plazas fuertes del bolchevismo: el fin de esa guerra civil que había hecho aceptables el auto-
ritarismo, la escasez, el hambre de masas y los privilegios de algunos funcionarios, los volvía
intolerables. Volvían a presentarse aquí los reclamos económicos y políticos de las protestas
que vimos anteriormente, pero con un agravante: la protagonizaba una fracción de las fuerzas
armadas dispuestas a recobrar su autodeterminación.
Así como los campesinos no veían ya ninguna necesidad de la confiscación de su pro-

13 Luego de la Revolución de Octubre muchos oficiales del zarismo pasaron al Ejército Rojo. Algunos
llegaron a tener un rol decisivo en el triunfo de la guerra civil.

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ducción y la supresión del mercado libre, y así como los obreros se irritaban al ver subyu-
gados a sus sindicatos y restaurada la disciplina de fábrica, la dirección unipersonal y la
reposición de los especialistas técnicos “burgueses”, también los marineros y soldados
exigían el retorno a los principios democráticos en la vida militar. (Avrich 2006, pág. 68)
A fines de 1920 comenzaron a mostrarse algunos síntomas de la poca predisposición del go-
bierno para atender los reclamos de los marineros de Kronstadt: una delegación que viajó a
Moscú para solicitar un aumento de las raciones fue encarcelada y tuvo que mediar el coman-
dante de la flota para que la liberen.
Para el mismo momento y en conjunción con la Oposición Obrera que actuaba al interior del
Partido Comunista, se conformaba la Oposición de la Flota con marineros de ese partido con
planteos democráticos y de auto-organización. Pero el descontento, aunque encontraba canales
dentro de la organización, erosionaba las bases del bolchevismo: para marzo la mitad de los
4000 miembros que tenían en Kronstadt abandonan el Partido Comunista.
El rumor de las manifestaciones de Petrogrado que llegó a Kronstadt no hizo más que empujar
el descontento y la irritación. El 26 de febrero se realiza una reunión de marineros de los buques
más importantes y resuelven enviar una comisión para constatar la situación en la ex capital
zarista. El panorama que encontraron en Petrogrado fue el de tropas rodeando las fábricas. De
regreso el 28 de febrero14 la comisión expuso sus impresiones en una asamblea a bordo del
buque Petropavlosk, que resuelve:
Habiendo escuchado a los representantes de las tripulaciones delegados por la Asam-
blea general de los buques para informarse de la situación en Petrogrado, los marineros
deciden:
1º Dado que los soviets actuales no expresan la voluntad de los obreros y de los cam-
pesinos, organizar inmediatamente nuevas elecciones a los soviets por voto secreto,
cuidando de organizar una propaganda electoral libre.
2º Exigir la libertad de palabra y de prensa para los obreros y los campesinos, los anar-
quistas y los partidos socialistas de izquierda.
3º Exigir la libertad de reunión y la libertad de las organizaciones sindicales y de las or-
ganizaciones campesinas.
4º Organizar lo más tarde para el 10 de marzo de 1921 una conferencia de los obreros
sin partido, soldados y marineros de Petrogrado, de Kronstadt y del departamento de
Petrogrado.
5º Liberar a todos los presos políticos de los partidos socialistas así como a todos los
obreros y campesinos, soldados rojos y marinos presos de los diferentes movimientos
obreros y campesinos.
6º Elegir una comisión para revisar los expedientes de los detenidos de las prisiones y
campos de concentración.
7º Suprimir todos los Politotdiel (Secciones políticas) pues ningún partido debe tener
privilegios para la propaganda de sus ideas ni recibir del Estado recursos para este fin.
En su lugar, deben ser creados círculos culturales elegidos con recursos provenientes
del estado.
8º Suprimir inmediatamente todos los destacamentos que forman las barreras de con-
trol.
9º Igualar la ración para todos los trabajadores excepto en los gremios insalubres y pe-
ligrosos.

14 Avrich 2006, pág. 73. Ida Mett data esa asamblea y la resolución votada el 26 de febrero de 1921
(Mett 2006; pág. 49)

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10º Suprimir los destacamentos de combate comunistas en las unidades militares y
hacer desaparecer el servicio de guardia comunista en las fábricas y talleres. En caso
de necesidad de estos servicios de guardia, designarlos por compañía en cada unidad
militar teniendo en cuenta la opinión de los obreros.
11º Dar a los campesinos total libertad de acción en sus tierras así como el derecho a
tener ganado que ellos mismos deberán cuidar y sin utilizar el trabajo de los asalariados.
12º Pedir a todas las unidades militares así como a los camaradas kursantys (cadetes)
que se unan a nuestra resolución.
13º Exigir que se dé en la prensa una amplia publicidad a todas las resoluciones.
14º Designar una oficina de control móvil.
15º Autorizar la producción artesanal libre sin emplear trabajo asalariado.15

El desenlace
La resolución se convirtió rápidamente en el manifiesto de la revuelta, máxime cuando la me-
diación del gobierno central para evitar el conflicto consistió en exigir la rendición incondicional
o el aplastamiento.
El 1º de marzo, en la Plaza del Ancla, desde donde tantas veces se había arengado a la insubor-
dinación, se reunieron 15.000 personas que recibieron con honores a las autoridades bolche-
viques y minutos después los despedía con abucheos y reprobación. Los delegados enviados a
Petrogrado habían dado el parecer sobre su visita a esa ciudad, lo que modificó sustancialmente
el ánimo de la concurrencia, agregando que las intervenciones de las autoridades del Partido Co-
munista16 fueron inflexibles a la hora de exigir abandonar de inmediato la protesta. Finalmente
la asamblea aprueba la resolución del Petropavlosk y el envío de 30 personas a Petrogrado para
dar difusión a la misma. Los 30 fueron arrestados al ingresar a la ciudad.
El 2 de marzo Kronstadt hizo una conferencia para elegir un nuevo soviet en donde se votaron re-
presentantes en forma libre. Esta vez los candidatos a delegados a la conferencia no tenían que
ser aprobados por el Partido Comunista. La libertad de elección fue tan amplia que los comu-
nistas lograron asegurarse alrededor de un tercio de los delegados. Finalmente, ante rumores
y la posibilidad de un inminente ataque del gobierno central, y con la convicción de mantenerse
firmes en los reclamos, la conferencia elige un Comité Revolucionario Provisional que se hace
del control de la ciudad y prepara la defensa.
Los días siguientes fueron de preparación para la conflagración. Hubo intentos de figuras influ-
yentes, activos colaboradores no bolcheviques del gobierno al que este conflicto ponían al límite
sus lealtades Tal fue el caso de los anarquistas Emma Goldman y Alexander Berkman, que se
ofrecieron a mediar, pero a los que nadie tomó en serio en sus pedidos.
Se movilizaron tropas que se creían leales, incluso de zonas lejanas. Pero eso no evitó que se
necesite fuego de metralla en la retaguardia para contener las deserciones. No fueron pocos
los que murieron de esta manera, en el intento por evitar el enfrentamiento con los rebeldes.
El gobierno, en su afán por presionar sobre el supuesto “jefe” de los rebeldes, encarceló a la
esposa e hijos de Kozlovsky17. Familiares de rebeldes de menos renombre, que residían en Pe-
trogrado, también fueron apresados. Al respecto, la prensa rebelde declaraba:

15 Mett 2006; págs. 49-51


16 Mijail Kalinin, presidente del Comité Ejecutivo Central Panruso, Kuzmin, Comisario adjunto al Consejo
Revolucionario de la Flota y Vasiliev, Presidente del Soviet de Petrogrado
17 Cuando la rebelión sea aplastada, la familia de Kozlovsky será destinada a un campo de concentración,
a excepción de su pequeña hija.

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“La guarnición de Kronstadt declara que los comunistas gozan aquí de plena libertad y
sus familias están absolutamente a salvo. No se seguirá aquí el ejemplo del Soviet de
Petrogrado, pues consideramos que tales métodos son muy vergonzosos y malignos,
aunque los provoque la furia desesperada. Nunca hemos presenciado antes, en toda la
historia, actos semejantes” (Izvestiia de Kronstadt del 7/3/1021, citado en Avrich 2006;
pág. 147)
Pero cualquier recurso era poco, para el gobierno la situación era desesperante, urgía poner fin
a un proceso que se había contenido durante la guerra civil pero que ni bien había finalizado, se
había desatado en el corazón mismo de las simpatías bolcheviques. Desde el punto de vista mi-
litar el fin del invierno hubiera dificultado mucho someter a Kronstadt, pues el hielo que cubría el
mar permitia que los buques con tropa y armamentos estuvieran inmovilizados y el movimiento
de tropas y equipos para el asalto se hiciera a pie.
Un antecedente de lo que vendría se pudo observar en lo que sucedió en la Base Aeronaval de
Oranienbaum, cercana a Kronstadt. Allí, el 2 de marzo, los soldados resolvieron apoyar el mani-
fiesto del Petropavlosk. La pequeña unidad militar fue rápidamente controlada por el gobierno
que rodeó la base y los obligó a rendirse. El día 3 de marzo, antes de que caiga la tarde, se
fusilaban a 45 soldados rebeldes de la base de Oranienbaum.
El asalto a las fortalezas comenzó el 7 de marzo al anochecer y por la mañana ya se asumía
como un fracaso. Los bolcheviques necesitarían reunir nuevas y mayores fuerzas para doblegar
la rebelión de Kronstadt.
La prensa del Comité Revolucionario de Kronstadt, el 8 de marzo, publicaba:
Que todos los trabajadores del mundo sepan que nosotros, los defensores del poder
soviético, estamos protegiendo las conquistas de la Revolución Social. Venceremos o
moriremos sobre las ruinas de Kronstadt, luchando por la causa justa de la clase traba-
jadora. Los trabajadores del mundo serán nuestros jueces. La sangre de los inocentes
caerá sobre las cabezas de los fanáticos comunistas, ebrios de poder. ¡Larga vida al
poder de los soviets! (citado en Avrich 2006, pág. 155)
Se siguió reuniendo tropas y equipos para preparar un nuevo asalto, mientras la propaganda
buscaba levantar la moral. Pero el espaldarazo más fuerte al ánimo de la tropa fue el anuncio
del fin de las requisas compulsivas y su reemplazo por un impuesto en especies y la libertad
para los campesinos para disponer de sus excedentes. Era el fin del Comunismo de Guerra y el
comienzo de la NEP.
Durante el 16 de marzo se inició un bombardeo sobre Kronstadt que cesó a la madrugada del
17 para dar paso al asalto terrestre. Se presentó defensa en cada pequeña fortaleza y la lucha
fue cruenta. No hay cifras oficiales, pero algunos calculan en alrededor de 10.000 muertos, sólo
entre las tropas leales al gobierno. Las autoridades finlandesas solicitaron que se retiraran los
cadáveres, porque si llegaban a su costa podrían representar algún riesgo sanitario.
Alrededor de 8000 rebeldes huyeron a Finlandia, 2000 se tomaron prisioneros sin que a nin-
guno se le hiciera juicio público. De éstos 13 fueron acusados como cabecillas (ninguno era
miembro del Comité Revolucionario) y condenados a muerte.
De los restantes prisioneros, se dice que varios centenares fueron ejecutados de inme-
diato en Kronstadt. El resto se los llevó la Cheka a sus prisiones del continente. En Pe-
trogrado las cárceles estaban repletas, y por un período de varios meses centenares de
rebeldes fueron sacados en pequeñas tandas y fusilados. (…) Otros fueron enviados a
campos de concentración, tales como la conocida prisión Solovki en el Mar Blanco, con-
denados a trabajos forzados, lo cual para muchos significó una muerte lenta de hambre,
agotamiento y enfermedad. En algunos casos, las familias de los insurgentes sufrieron
un destino similar. La esposa y los dos hijos de Kozlovsky, que habían sido tomados
como rehenes a comienzos de marzo, fueron enviados a un campo de concentración;

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sólo se perdonó a su hija de 11 años. (Avrich 2006; pág. 211)
El 18 de marzo la prensa anunciaba la caída de la rebelión de Kronstadt. En esa misma edición
se conmemoraba un aniversario del nacimiento de la Comuna de París.

1921, elementos para un balance


Existen dos formas de enfrentarse al problema de la rebelión de Kronstadt que quisiéramos
evitar: la apologética de los vencedores, y la demonización de quienes sólo ven una continuidad
desde los primeros escritos de Marx hasta la última medida dictatorial de Stalin. A 95 años de
distancia ya nada de lo que ocurrió en Kronstadt puede ser explicado por la composición social
de los marineros, ni por la acción de los emigrados, ni por los agentes del zarismo o las poten-
cias extranjeras. Pero también es ingenuo pensar que el materialismo histórico tiene el germen
del autoritarismo desde su mismo origen.
Quienes reivindicamos la Revolución de Octubre, pero somos críticos de su posterior curso bu-
rocrático, solemos hacer malabarismos intelectuales de poca credibilidad para dejar limpia la
imagen de la vieja guardia bolchevique, y más aún de su mayor exponente: Lenin. Es como si
necesitáramos referencias inmaculadas que inauguren la tradición, y si los hechos nos dicen
otra cosa, pues “tanto peor para los hechos”18.
Cualquier argumento parece ser válido para la operación justificadora. Si el aparato policial, la
Cheka, fusila a opositores bajo la acusación de comprar comida en el mercado negro19, o si se
fusila por la espalda a movimientos campesinos anarquistas con los que se había hecho una
alianza y un acuerdo de convivencia, se dirá que “toda revolución es sangrienta”. De esta mane-
ra se entendería que una revolución es un movimiento que andaría segando vidas sin una razón,
por el sólo motivo de ser “sangrienta”.
La idea de que la burocratización es un “cáncer” que se desarrolló cuando murió Lenin también
es tributaria de cierto afán exculpatorio. Tampoco alcanza el planteo de que la clase obrera fue
debilitada por las bajas y el lugar en sus filas fue ocupado por campesinos, con lo que –supues-
tamente- se terminaría deduciendo que los intereses de la clase obrera estuvieran mejor repre-
sentados por el Partido Comunista que por la clase obrera misma y sus organismos de base.
Hay que decirlo con todas las letras: a pocos años de andar, la URSS no tenía espacios de re-
presentación que expresaran libremente la voluntad de las mayorías trabajadoras.
Lenín en “El Estado y la revolución” dejaba claro que el objetivo de la revolución debía ser el
comienzo de un proceso de socialización, un desborde de la sociedad sobre el Estado, el fin del
divorcio entre la el Estado y la sociedad. La sociedad, mediante sus organizaciones debía llevar
adelante su propia emancipación. Según Lenin
Bajo el socialismo, reviven inevitablemente muchas cosas de la democracia “primitiva”,
pues por primera vez en la historia de las sociedades civilizadas la masa de la población
se eleva para intervenir por cuenta propia no sólo en votaciones y en elecciones, sino también
en la labor diaria de la administración. Bajo el socialismo, todos intervendrán por turno en la
dirección y se habituarán rápidamente a que nadie dirija. (Lenin 1975, pág. 145. Resal-
tado en el original)
Este programa de socialización se opone por el vértice al proceso de estatización, de creciente

18 Trostky aún a fines de la década del ´30 seguía sosteniendo los argumentos de la conspiración para
justificar la represión en Kronstadt. Un ejemplo en http://www.ceip.org.ar/Alarma-por-Kronstadt. Una
reciente artículo en esta línea de pensamiento, donde la inclusión de las palabras “mito y tragedia”
en el título nos engaña sobre la posibilidad de revisión de la posición de Trostky en http://www.
izquierdadiario.es/Kronstadt-el-mito-y-la-tragedia
19 Algo que se hacía habitualmente en la URSS de 1920, y si los miembros de la Cheka no lo hacían, era
porque conseguían alimentos de otra manera

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“divorcio” entre sociedad y Estado y de elevación de éste por sobre la sociedad, que se termina
imponiendo tempranamente en la URSS.
A decir verdad, los bolcheviques nunca confiaron demasiado en las posibilidades que tenían de
mantenerse en el poder si no corría en su ayuda alguna revolución en un país con desarrollo
industrial, en especial en Alemania. Durante varios años la Revolución de Octubre estuvo a
punto de ser derrotada, lo que hubiera significado el aniquilamiento físico del bolchevismo y sus
simpatizantes.
La forma que tuvo el bolchevismo para sobrevivir en momentos tan dramáticos, fue la centrali-
zación creciente y la construcción de un aparato partidario disciplinado, separado y ubicado por
encima de la sociedad, capaz de resistir los ataques exteriores y las presiones del interior de
la URSS. Esto también ayudó a que se sumaran al partido gente que no dudaba en apretar el
gatillo si esa era la orden, lo cual le permitía ocupar un lugar de poder en una maquinaria impla-
cable, en un momento y un lugar donde eso podía ser la diferencia entre alimentarse o no, tener
un vivienda o no, ser fusilado o mandar a fusilar.
En 1921, la posibilidad de una extensión de la revolución hacia algún país europeo y la alianza
obrero-campesina se habían extinguidas. Para los bolcheviques estos dos puntos eran pilares
para hacer de la revolución una experiencia exitosa.
En esa coyuntura los bolcheviques se enfrentaban al riesgo cierto de un levantamiento generali-
zado, producto del fin del peligro Blanco y del descontento que producían las arbitrariedades que
genera una sociedad sumida en la hambruna. Y ante este peligro los bolcheviques respondieron
con la fórmula que le había garantizado sobrevivir: el uso de la fuerza.
Los levantamientos de Moscú y Petrogrado, además de las reivindicaciones económicas, tenían
como objetivo protestar contra el autoritarismo, aunque de manera muy elemental. El levanta-
miento de Kronstadt lo expresaba claramente. El carácter irreconciliable de sus demandas al
mantenimiento del régimen de partido único estaba en la defensa de la autodeterminación de
tipo soviético que reclamaban.
El X° Congreso del Partido Comunista, que coincidió con el levantamiento de Kronstadt, contó
con la Oposición Obrera que tenía planteos democratizantes al interior de los sindicatos. Pero la
situación de inestabilidad a que llevaron los sucesos del primer trimestre de 1921 y el llamado
a luchar contra el levantamiento “Blanco” terminó con cualquier posibilidad de que esta tenden-
cia sea la voz de los que reclamaban la democratización de la sociedad: la Oposición Obrera
participó activamente en la represión del levantamiento de Kronstadt. Cientos de sus delegados
al Congreso se alistaron como voluntarios en las fuerzas que se aprestaron para la represión y
estuvieron entre las primeras bajas de las tropas leales.
Kronstadt fue así el llamado más dramático a la democracia soviética, a la restauración de la
libertad en los soviets a todas las organizaciones y las personas que tuvieran objetivos revolu-
cionarios, incluido el Partido Comunista. Detrás de la propaganda que denigró estos objetivos,
de las toneladas de papel que intentan tergiversar los hechos para cerrar filas en el partido, se
pueden leer aún alguna que otra frase de algunos de los miembros de la vieja guardia bolchevi-
que llamando “camaradas equivocados” a los marineros de Kronstadt20.
Los bolcheviques, en tanto, tendieron a monopolizar cada vez más la prensa y la propaganda.
Al punto que cualquier crítica pública era tomada, en la práctica, como un acto de rebelión. Pero

20 “Hemos esperado lo más posible –dijo Trotsky en un desfile de las tropas que aplastaron la rebelión–
para que nuestros ciegos camaradas, los marineros, vieran con sus propios ojos adónde llevaba el
amotinamiento.” Y Bujarin se dirigió al Tercer Congreso del Comintern en un tono similar: “¿Quién dice
que el levantamiento de Kronstadt fue Blanco? No. En bien de la idea, en bien de nuestra tarea, nos
vimos forzados a reprimir la revuelta de nuestros equivocados hermanos. No podemos considerar a
los marineros de Kronstadt como nuestros enemigos. Los queremos como verdaderos hermanos, de
nuestra misma carne y sangre”. (Citado en Avrich 2006; pág. 136)

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las contradicciones que no se podían expresar fuera del partido se colaban dentro de él, como
ocurrió con la Oposición Obrera. Por este motivo el X° Congreso, a instancias de Lenin y con la
convicción de que las bases del poder bolchevique se desmoronaba, vota la prohibición de las
fracciones internas y la posibilidad de expulsar a cualquier miembro del Comité Central con dos
tercios de los votos del mismo. La resolución del Congreso de prohibir las fracciones terminó
con una rica historia de libertad de crítica y de agrupamiento interno que, sólo en el caso del
bolchevismo, tenía más de 20 años21.
1921, entonces, es el año en que la imposición del poder del Partido Comunista se erige sobre
el conjunto de la sociedad y se clausuran los pocos espacios democráticos que quedan.
Pero entonces el control del Estado sobre el mercado, que preveía la nueva política,
no podría basarse en la acción colectiva de los productores. En otras palabras, en los
papeles se sostenía que los campesinos debían hacer su experiencia y comparar  los
resultados de sus explotaciones individuales con los de las cooperativas. Pero para
hacer la experiencia y comparar, es necesario que haya libertad de discutir y comparar
propuestas y experiencias. Lo cual parece imposible si se ahoga la democracia en los
organismos básicos del poder soviético. (…) Pero a su vez, al suprimirse los mecanis-
mos de la democracia socialista, se potenciaban los burocrático-administrativos. En este
respecto, los últimos escritos de Lenin también evidencian preocupación por la creciente
burocratización en todas las instancias del Estado. Así, en el XI Congreso del Partido,
admite que en Moscú, por ejemplo, 4700 comunistas responsables eran dirigidos, en la
realidad, por una “gran máquina burocrática”, con mayor cultura y capacidad en la admi-
nistración. (Astarita 2016)

Pensar el presente
Cuando comenzaba algunas lecturas para iniciar estas reflexiones, les hice un chiste a un grupo
de compañeros: “en 1921 Lenin prohibió las fracciones, y Fulano aún no levantó la prohibición”
(reemplácese Fulano por cualquier jefe de la mayoría de los partidos que se reclaman “herede-
ros” de la Revolución Bolchevique).
Como comedia o como tragedia, la “herencia” arraigada en nuestra cultura militante es la de
pensarse como el único partido revolucionario, que necesita extirpar el disenso y la pluralidad
de opinión, aunque uno alcance a ver a los Ejércitos Blancos acechándolos. Las sectas políticas,
pequeñas o grandes, (el PC Chino fue inmenso, siendo siempre una secta) necesitan del pasado
inmaculado, la gran gesta, el heroísmo de los padres fundadores, la infalibilidad del Comité Cen-
tral y todo lo demás, de ahí la necesidad de encontrar en la exclusividad bolchevique del ejercicio
del poder algunos pobres argumentos para justificar lo que no alcanza nunca a ser justificado.
Por eso cientos de pequeñas organizaciones críticas del stalinismo tienen que hacer piruetas22
para decir que el socialismo que propugnan es democrático, que postulan la libertad para los
partidos que defiendan la revolución y a la vez justificar una trayectoria de reemplazo de la vo-
luntad de los trabajadores por la voluntad del Partido Comunista, o –para ser más preciso- de su
Comité Central, que sentó las bases políticas para la futura burocratización. Al fin y al cabo la
derrota de la revolución se hizo presente, pero por un camino no previsto: por mano del propio
Partido Comunista. Y no había masas activadas reclamando, ni organizaciones vivas de peso
que hayan escapado a la persecución, ni agrupamientos fuera ni dentro del Partido Comunista,
que pudieran poner el destino de las masas en sus propias manos.
Lenin puso sus ojos en el proceso de burocratización en los últimos años de su vida, pero siem-

21 Una explicación de esta decisión en Crenzel (1997)


22 El recurso de explicar todo por la “traición” es lo más usual. Todos empiezan a traicionar, los
mencheviques, los anarquistas, la oposición interna, los burócratas sindicales, los partidos de izquierda
competidores… todos.

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pre cifró sus esperanzas en la fortaleza del Comité Central, de la vieja guardia bolchevique para
que una vez que se estabilizara la situación, se saliera del momento de asedio y la economía se
encaminara hacia el desarrollo, corrigiera el rumbo.
En el “mientras tanto”, había que censurar toda manifestación de oposición, de discordia, por
más que respondiera a reclamos legítimos. Caer con todo el aparato para mantener la unanimi-
dad, denunciar la “traición”, explicar que el problema es el origen de clase, o cualquier recurso
para mantener firme la razón de partido. Pero el desarrollo de la burocracia, con su lógica de
garantizarse las condiciones de su reproducción y carrera de ascensos en el aparato se quitó de
encima la vieja guardia, y a todo lo que hiciera falta para que dicho aparato se imponga sobre
el conjunto de la sociedad.
Una miniaturización ridícula de la imposición del aparato podemos encontrar en muchas orga-
nizaciones, siempre con el mismo objetivo: demostrar la infalibilidad de la organización, de sus
jefes, la unanimidad del partido que “golpea como un solo puño”.
Pero las organizaciones revolucionarias necesitan del espíritu crítico, del debate vivo, de la liber-
tad de pensamiento. Hay que levantar la prohibición de las fracciones de una vez por todas. No
hace falta una organización que no cometa errores, sino una que pueda procesarlos sin traumas
mayores que los necesarios, sin prestigios heridos que teman perder su carrera ascendente en
el aparato.
El futuro levantamiento contra el capital precisa que sus cuadros, sus militantes, superen los
errores y horrores del pasado y se propongan una ardua tarea crítica. Deben librarse de la tara
de la “herencia”, ajustar cuentas con el pasado y proyectar hacia el futuro la verdadera eman-
cipación de la humanidad del yugo del capital, recordando siempre que la liberación de los tra-
bajadores es tarea de los trabajadores mismos y no de organizaciones que dicen ser quienes
interpretan sus intereses.
La rebelión de Kronstadt está ahí para hablarnos de los errores, de las encrucijadas, de las
circunstancias, de las decisiones. Es hora de iniciar el debate de una vez por todas. De cómo lo
hagamos dependerá el tipo de organización que nos demos y el tipo de socialismo que podre-
mos construir.

Bibliografía
• Astarita, Rolando (2016): Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (2), en https://
rolandoastarita.wordpress.com/2016/01/28/trotsky-el-giro-de-1928-9-y-la-naturaleza-
social-de-la-urss-2/
• Avrich, Paul (2006): Kronstadt 1921, Buenos Aires, Utopía Libertaria
• Crenzel, Diego (1997): ¿Por qué Lenin prohibió las facciones internas en el Partido Comunista Ruso?
Debate, en Razón y Revolución nro. 3, invierno de 1997, reedición electrónica. Dispo-
nible en http://revistaryr.org.ar/index.php/RyR/article/viewFile/460/475 (consulta
2/9/2016)
• González Varela, Nicolás (2006): A propósito de un libro de Jean Jacques Marie. Kronstadt: el des-
tino de la democracia soviética, en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=40609 (consulta
4/9/2016)
• Lenin, V. I. (1975): El Estado y la revolución, Buenos Aires, Anteo
• Mett, Ida (2006): La Comuna de Cronstadt. Crepúsculo sangriento de los Soviets, Ediciones Es-
partaco Internacional. Disponible en http://www.editorialklinamen.net/espartaco/EPI_fi-
les/libros/comuna.pdf (consulta 21/9/2016)
• Serge, Víctor (2011): Memorias de un Revolucionario, Madrid, Veintisiete Letras S.L.

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