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Reseña del libro

Un mundo desbocado
Los efectos de la globalización en nuestras vidas

Autor: Anthony Giddens


Editorial: Taurus, México, 2000, 117 pp.

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Un mundo desbocado
Los efectos de la globalización en nuestras vidas
Anthony Giddens, * 1999
Editorial Taurus

.
En Breve
No me interesa el libro… pero quiero saber de qué trata

“¿Es la globalización una fuerza que promueve el bien común? La pregunta no


puede contestarse de manera fácil dada la complejidad del fenómeno”, nos
dice Giddens en este libro, editado por Taurus, donde analiza los cambios
globales en torno de temas como la sexualidad, la familia, la democracia, la
creación de riqueza y reflexiona sobre los efectos de esos cambios en nuestras
vidas. Asimismo, incorpora al debate sobre este tema el hecho de que la
globalización es más que una serie de cambios económicos: “Nos enfrentamos
a situaciones de riesgo que nadie en la historia ha tenido que afrontar. Muchos
de los riesgos e incertidumbres nuevos nos afectan independientemente de
donde vivamos y de lo privilegiados o marginados que seamos”.

Un poco más…
Un poco más sobre el libro… sin leer la reseña completa

En esta era global vivimos el despliegue de potentes redes de comunicación a


lo largo de todo el mundo. Hay una fuerte integración de productos, mercados y
capitales. Parece que en el mundo se ha allanado el camino para el libre flujo
de ideas y el libre acceso a los mercados. Los medios de comunicación han
eliminado las distancias entre los países permitiéndonos saber qué sucede en
todo el mundo, y en tiempo real.

La globalización es un fenómeno reciente y acelerado, que suele asociarse a


procesos económicos. Paro además, apunta Giddens, la globalización es
política, tecnológica y cultural, además de económica. La globalización
representa una seria de cambios radicales en varias esferas de la vida humana.

Además de haber trastocado la economía y el trabajo, el comercio y las


finanzas internacionales, su existencia altera la textura misma de nuestras
vidas, seamos ricos o pobres: “Algo ha cambiado en la esencia de nuestra
experiencia cotidiana cuando puede sernos más conocida la cara de Nelson
Mandela que la cara de nuestro vecino de enfrente”, nos dice Giddens.

*
Anthony Giddens es director de la London School of Economics y autor o editor de
más de treinta libros. Entre sus libros más recientes destacan: Consecuencias de la
modernidad, Más allá de la izquierda y la derecha y La tercera vía: la renovación de la
socialdemocracia.

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“La globalización tiene diversas dimensiones. Introduce otras formas de
riesgo e incertidumbre, especialmente las relativas a la economía electrónica
globalizada. La adopción activa de riesgos económicos y empresariales es
fuerza motriz de la economía globalizada”, apunta.

La globalización es un fenómeno muy complejo, y a la vez puede ser muy


dramático en sus consecuencias: “La globalización, por supuesto, no está
evolucionando equitativamente, y de ninguna manera es totalmente benigna
en sus consecuencias. Una visión pesimista de la globalización la vería
destrozando culturas locales, ampliando las desigualdades mundiales y
empeorando la suerte de los marginados. La globalización, razonan algunos,
crea un mundo de ganadores y perdedores, unos pocos en el camino rápido
hacia la prosperidad, la mayoría condenada a una vida de miseria y
desesperación”.

La globalización ha trastocado nuestra forma de relacionarnos con nuestra


familia, con la sociedad. Se reconoce ahora en mayor medida la libertad
sexual de las mujeres, se ha expandido la democracia, se han impulsado
cambios tecnológicos, y cambios dentro de las tradiciones y dentro de la
familia, al igual que en lo que se refiere a los riesgos que toda sociedad
preocupada por su futuro asume: “A medida que estos cambios toman
cuerpo, crean algo que no ha existido antes: una sociedad cosmopolita
mundial. Somos la primera generación que vive en esta sociedad, cuyos
contornos sólo podemos ahora adivinar. La globalización hoy no es accesoria
en nuestras vidas. Es un giro en las propias circunstancias de nuestras
vidas, es la manera en la que vivimos ahora”.

Reseña completa
Me interesa el libro… y tengo tiempo para leer la reseña completa

A continuación destacamos algunas de las ideas más importantes del libro.

ƒ Hay buenas y objetivas razones para pensar que vivimos un periodo


crucial de transición histórica. Además, los cambios que nos afectan
no se reducen a una zona concreta del globo, sino que se extienden
prácticamente a todas partes.

ƒ Cuanto más capaces seamos de comprender racionalmente el mundo y a


nosotros mismos, mejor podremos manejar la historia para nuestros
propósitos. Hemos de entender la historia, explicó Marx, para poder
hacer historia. Según este pensamiento, con el desarrollo ulterior de la
ciencia y la tecnología el mundo llegaría a ser más estable y ordenado.

ƒ El mundo en el que nos encontramos hoy, sin embargo, no se parece


mucho al que pronosticaron. En lugar de estar cada vez más bajo
nuestro control, parece fuera de él ─un mundo desbocado─. Es más,

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algunas tendencias que se suponía harían la vida más segura y
predecible para nosotros, incluido el progreso de la ciencia y la
tecnología, tienen a menudo el efecto contrario.

ƒ La globalización tiene, sin embargo, diversas dimensiones. Introduce


otras formas de riesgo e incertidumbre, especialmente las relativas a la
economía electrónica globalizada. Como en el caso de la ciencia, aquí
todo tiene doble filo. Está estrechamente ligado a la innovación. La
adopción activa de riesgos económicos y empresariales es
fuerza motriz de la economía globalizada.

ƒ La globalización está reestructurando nuestros modos de vivir, y de


forma muy profunda. Está dirigida por Occidente, lleva la fuerte impronta
del poder político y económico estadounidense y es altamente desigual
en sus consecuencias. Pero la globalización no es sólo el dominio
de Occidente sobre el resto, afecta a Estados Unidos igual que otros
países.

ƒ La globalización influye en la vida diaria tanto como los acontecimientos


que se producen en el mercado global. La globalización está detrás
de la expansión de la democracia. Tenemos que seguir
democratizando las instituciones existentes y hacerlo de manera que
respondan a las demandas de la era global.

ƒ Nunca seremos capaces de ser los amos de nuestra historia, pero


podemos y debemos encontrar maneras de controlar las riendas de
nuestro mundo desbocado.

Globalización

ƒ Puede que la globalización no sea una palabra particularmente atractiva


o elegante, pero nadie que quiera entender nuestras perspectivas en
este fin de siglo puede ignorarla.

ƒ La globalización tiene que ver con la tesis de que todos vivimos ahora en
un mismo mundo. Según los escépticos, toda la palabrería sobre la
globalización se queda en eso, en mera palabrería. El mundo funciona de
forma bastante parecida a como lo ha hecho durante muchos años.

ƒ La mayoría de los países, afirman los escépticos, ganan sólo una


pequeña parte de su renta con el comercio exterior. Además, buena
parte del intercambio económico se da entre regiones, en lugar de ser
verdaderamente mundial.

ƒ Otros toman una postura muy diferente. Los denominaré radicales. El


mercado global, dicen, está mucho más desarrollado incluso que en los
años sesenta y setenta, y es ajeno a las fronteras nacionales. Los

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estados han perdido gran parte de la soberanía que tuvieron, y los
políticos mucha de su capacidad para influir en los acontecimientos.

ƒ Los escépticos tienden a situarse en la izquierda política, especialmente


en la vieja izquierda. La idea de globalización, según los
escépticos, es una ideología propagada por los librecambistas
que quieren desmantelar los sistemas de libertad y recortar los gastos
estatales.

ƒ Y bien, ¿quién tiene razón en este debate? Creo que los radicales. El
nivel de comercio mundial es hoy mucho mayor de lo que ha sido jamás
y abarca un espectro mucho más amplio de bienes y servicios. Pero la
mayor diferencia está en el nivel de flujos financieros y de capitales.
Ajustada como está al dinero electrónico, la economía mundial de hoy no
tiene paralelo en épocas anteriores.

ƒ En la nueva economía electrónica global gestores de fondos, bancos,


empresas, al igual que millones de inversores individuales, pueden
transferir cantidades enormes de capital de un lado a otro del mundo
con el botón de un ratón.

ƒ Pero la globalización es política, tecnológica y cultural, además de


económica. Se ha visto influida, sobre todo, por cambios en los sistemas
de comunicación. Por primera vez en la historia es posible la
comunicación instantánea de una esquina del mundo a otra.

ƒ La comunicación electrónica instantánea no es sólo una forma de


transmitir noticias o información más rápidamente. Su existencia
altera la textura misma de nuestras vidas, seamos ricos o
pobres. Algo ha cambiado en la esencia de nuestra experiencia
cotidiana cuando puede sernos más conocida la cara de Nelson Mandela
que la cara de nuestro vecino de enfrente.

ƒ Es un error pensar que la globalización concierne sólo a los


grandes sistemas, como el orden financiero mundial. La globalización
no tiene que ver con lo que hay “ahí” afuera, remoto y alejado del
individuo. Esta es una revolución verdaderamente global en la vida
diaria, cuyas consecuencias se están sintiendo en todo el mundo, en
ámbitos que van desde el trabajo a la política.

ƒ Los nacionalismos locales brotan como respuesta a tendencias


globalizadoras, a medida que el peso de los Estados–nación más
antiguos disminuye. El control ideológico y cultural en que se basaba la
autoridad política comunista no podía sobrevivir en una época de medios
de comunicación globales.

ƒ La globalización, por supuesto, no está evolucionando equitativamente, y


de ninguna manera es totalmente benigna en sus consecuencias. Una

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visión pesimista de la globalización la vería destrozando culturas locales,
ampliando las desigualdades mundiales y empeorando la suerte de los
marginados. La globalización, razonan algunos, crea un mundo de
ganadores y perdedores, unos pocos en el camino rápido hacia la
prosperidad, la mayoría condenada a una vida de miseria y
desesperación.

ƒ Abrir un país, o regiones dentro de él, al libre comercio puede minar una
economía local de subsistencia. Un área que se hace dependiente de
unos cuantos productos vendidos en mercados mundiales es muy
vulnerable a las alteraciones de los precios y al cambio tecnológico.

ƒ Oponerse, sin embargo, a la globalización económica y optar por


el proteccionismo económico sería una táctica igualmente
errónea para naciones ricas y pobres. El proteccionismo puede ser una
estrategia necesaria en algunos momentos y países.

ƒ A medida que estos cambios toman cuerpo, crean algo que no ha


existido antes: una sociedad cosmopolita mundial. Somos la primera
generación que vive en esta sociedad, cuyos contornos sólo podemos
ahora adivinar. La globalización hoy no es accesoria en nuestras vidas.
Es un giro en las propias circunstancias de nuestras vidas, es la manera
en la que vivimos ahora.

Riesgo

ƒ La noción de riesgo es inseparable de las ideas de probabilidad e


incertidumbre. Las culturas tradicionales no tenían la noción de riesgo
porque no la necesitaban. Riesgo no es igual a amenaza o peligro. El
riesgo se refiere a posibilidades futuras. Sólo alcanza un uso
extendido en una sociedad orientada al futuro.

ƒ La idea de riesgo supone una sociedad que trata activamente de romper


con su pasado. La condición del riesgo, con todo, es también condición
de excitación y aventura. Además, una aceptación positiva del
riesgo es la fuente misma de la energía que crea riqueza en una
economía moderna.

ƒ El riesgo es la dinámica movilizadora de una sociedad volcada en el


cambio que quiere determinar su propio futuro en lugar de dejarlo a la
religión, la tradición o los caprichos de la naturaleza.

ƒ La idea de riesgo siempre ha estado relacionada con la modernidad. Se


suponía que el riesgo era una forma de controlar el futuro. Las cosas no
han resultado así. Nuestros mismos intentos por controlar el futuro
tienden a volver hacia nosotros, forzándonos a buscar formas diferentes
de ligarlo a la incertidumbre.

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ƒ Podemos plantear dos tipos de riesgo: el riesgo externo, que es el que
se experimenta como viniendo del exterior, de las sujeciones de la
tradición o de la naturaleza; y el riesgo manufacturado, que es el riesgo
creado por el impacto mismo de nuestro conocimiento creciente sobre el
mundo. El riesgo manufacturado se refiere a situaciones que tenemos
muy poca experiencia histórica que afrontar. La mayoría de los riesgos
medioambientales entran en esa categoría.

ƒ Aunque el riesgo manufacturado no concierne sólo a la naturaleza,


penetra también en otras áreas de la vida, como el matrimonio y la
familia, que experimentan cambios profundos en los países industriales.
Algunos de los riesgos a los que nos enfrentamos son verdaderamente
catastróficos, como el riesgo ecológico mundial, la proliferación nuclear o
el colapso de la economía mundial. Otros nos afectan como individuos
mucho más directamente: por ejemplo, los relacionados con la dieta, la
medicina o incluso el matrimonio.

ƒ Vivir en una era global significa manejar una variedad de nuevas


situaciones de esta índole. Después de todo, una raíz de la palabra
riesgo en el original portugués significa atreverse.

Tradición

ƒ La idea de tradición es en sí misma una creación de la modernidad. Es


un mito pensar que las tradiciones son impermeables al cambio: se
desarrollan en el tiempo, pero también pueden ser repentinamente
alteradas o transformadas. Diría que son inventadas o reinventadas.

ƒ Dos cambios básicos se están produciendo hoy bajo el impacto de la


globalización: en los países occidentales no sólo las instituciones
públicas, sino también la vida cotidiana, se están desprendiendo de estas
influencias. Y otras sociedades del mundo, que mantenían un esquema
de vida más tradicional, lo están perdiendo. Deduzco que esto está en el
seno de la sociedad cosmopolita emergente antes mencionada.

ƒ Un mundo donde la modernidad no se restringe a un área geográfica,


sino que se manifiesta mundialmente, tiene una serie de consecuencias
para la tradición.

ƒ No debemos aceptar la idea ilustrada de que el mundo debería librarse


de todas las tradiciones. Estas son necesarias porque dan continuidad y
forma a la vida.

ƒ Un extremo de la globalización es el choque entre el


cosmopolitismo y el fundamentalismo. Uno puede pensar que el
fundamentalismo siempre ha existido. No es así, ha surgido en respuesta
a las influencias globalizadoras.

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ƒ Fundamentalismo no es igual a fanatismo ni autoritarismo. Los
fundamentalistas piden una vuelta a los textos básicos, que
deben ser leídos de manera literal. El fundamentalismo da nueva
vida e importancia a los guardianes de la tradición, pero no tiene nada
que ver con al ámbito de las creencias, religiosas o de otra clase. Lo que
importa es cómo se defiende o sostiene la verdad de las creencias.

ƒ Sin embargo, el fundamentalismo no es solamente la antítesis de la


modernidad globalizadota, sino que le plantea interrogantes. El más
importante es este: ¿podemos vivir en un mundo en donde nada
es sagrado? Debo decir que no creo que sea posible. Todos
necesitamos compromisos morales que trasciendan las preocupaciones y
riñas triviales de nuestra vida diaria. Ninguno de nosotros tendríamos
algo por lo que vivir si no tuviéramos algo por lo que merece la pena
morir.

Familia

ƒ De todos los cambios que ocurren en el mundo, ninguno supera en


importancia a los que tienen lugar en nuestra vida privada (sexualidad,
relaciones, matrimonio y familia).

ƒ Como en otros aspectos de este mundo desbocado, no sabemos cuáles


serán los términos relativos de ventajas y desventajas. En las últimas
décadas, los elementos esenciales de la vida sexual en
Occidente han cambiado decisivamente de forma absoluta. La
separación entre sexualidad y reproducción es, en principio, total.

ƒ Los detalles varían de sociedad en sociedad, pero las pautas son visibles
en cualquier parte del mundo industrializado. Sólo una minoría de
gente vive ahora en lo que podríamos llamar la familia estándar
de los años cincuenta (ambos padres viviendo juntos con sus hijos
matrimoniales, la madre ama de casa de tiempo completo y el padre
ganando el pan).

ƒ Una cuarta parte de las mujeres de Europa y Estados Unidos afirma que
no quiere tener niños, y parece decirlo en serio.

ƒ Hoy la pareja, casada o no, está en el núcleo de la familia, la pareja vino


al centro de la vida familiar al menguar el papel económico de la familia
y convertirse el amor, o el amor más la atracción sexual es la base
de los lazos matrimoniales.

ƒ La comunicación es, en primer lugar, la forma de establecer el vínculo, y


también el motivo principal de su continuación.

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ƒ En la familia tradicional los niños eran un beneficio económico. Hoy, por
el contrario, en los países occidentales un niño supone una gran carga
económica para los padres.

ƒ Una buena relación es una de iguales en la que cada parte tiene


los mismos derechos y obligaciones, en la que cada persona tiene
respeto y quiere lo mejor para el otro. La relación pura se basa en la
comunicación, de manera que entender el punto de vista de la otra
persona es esencial. Hablar, dialogar, es la base para que la relación
funcione.

ƒ Todas estas cualidades se amoldan a las cualidades de la política


democrática. En una democracia todos son, en principio, iguales, y con la
igualdad de derechos y obligaciones.

ƒ La igualdad de los sexos y la libertad sexual de las mujeres, que son


incompatibles con la familia tradicional son un anatema para los grupos
fundamentalistas.

ƒ La igualdad sexual no es sólo un principio nuclear de la


democracia, es también relevante para la felicidad y la realización
personal.

Democracia

ƒ La democracia es, quizá, el principio activo más poderoso del siglo XX.
Hay pocos estados en el mundo de hoy que no se denominen a sí
mismos democráticos.

ƒ La democracia es un sistema que implica competencia efectiva entre


partidos políticos que buscan puestos de poder. En una democracia
hay elecciones regulares y limpias, en las que toman parte todos los
miembros de la población.

ƒ Lo que se necesita en los países democráticos es una


profundización de la democracia, una era globalizadora requiere
respuestas globales, y esto se aplica a la política tanto como a
cualquier otra área.

ƒ Se requiere una profundización de la democracia porque los viejos


mecanismos del poder no funcionan en una sociedad en la que los
ciudadanos viven en el mismo entorno informativo que aquellos que
los gobiernan.

ƒ Los partidos políticos tendrán que acostumbrarse a colaborar


más con los movimientos sociales, como los grupos de presión
ecologistas. Los movimientos sociales están muchas veces a la
vanguardia suscitando problemas y preguntas que pueden ser

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ignorados en los círculos políticos ortodoxos hasta que es demasiado
tarde.

ƒ No podemos dejar a los medios de comunicación fuera de esta


ecuación, ya que tienen, particularmente la televisión, una doble
relación con la democracia. La emergencia de una sociedad global de
la información es una potente fuerza democratizadora.

ƒ Por la promoción de la democracia, a todos los niveles, merece la


pena luchar. Puede conseguirse, nuestro mundo desbocado no
necesita menos autoridad, sino más, y esto sólo pueden
proveerlos las instituciones democráticas.

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