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Entendemos por Desarrollo Sostenible aquel que "satisface las necesidades del presente
sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.”
Nuestra organización se suma a esta tarea global en busca de garantizar una operación
cada vez más responsable en el ámbito social, económico y ambiental de nuestro
desempeño. Instintivamente una actividad sostenible es aquélla que se puede conservar.
Por ejemplo, talar árboles se puede considerar una actividad sostenible siempre y cuando
esté asegurada la repoblación de los mismos. Por el contrario, la consumición de petróleo
actualmente no es una actividad ligada al desarrollo sostenible, puesto que no podemos
reponerlo de forma relativamente inmediata para generaciones venideras, lo cual ocurre
con gran parte de las actividades humanas tal y como se desarrollan hoy en día.
El objetivo del desarrollo sostenible es definir proyectos viables y reconciliar los aspectos
económico, social, y ambiental de las actividades humanas; se trata de progresar en estos
ámbitos sin tener que destruir el medio ambiente. Los “tres pilares” que deben ser tenidos
en cuenta tanto por las empresas, como por las comunidades y las personas son:
Sostenibilidad económica:
Se da cuando la actividad que se mueve hacia la sostenibilidad ambiental y social y es
financieramente posible y rentable.
Sostenibilidad social:
Basada en el mantenimiento de la cohesión social y de su habilidad para trabajar en la
persecución de objetivos comunes. Implica la mitigación de impactos sociales negativos
causados por la actividad que se desarrolla, así como la potencialización de los impactos
positivos. Se relaciona también con el hecho de que las comunidades locales reciban
beneficios por el desarrollo de la actividad desarrollada en aras de mejorar sus
condiciones de vida. Lo anterior se deben aplicar para todos los grupos humanos
involucrados en la actividad. Por ejemplo, en el caso de una empresa, debe cubrir a los
trabajadores (condiciones de trabajo, nivel salarial, etc.), los proveedores, los clientes, las
comunidades locales y la sociedad en general.
Sostenibilidad ambiental:
Compatibilidad entre la actividad considerada y la preservación de la biodiversidad y de
los ecosistemas, evitando la degradación de las funciones fuente y sumidero. Incluye un
análisis de los impactos derivados de la actividad considerada en términos de flujos,
consumo de recursos difícil o lentamente renovables, así como en términos de generación
de residuos y emisiones. Este último pilar es necesario para que los otros dos sean
estables.
Los bosques a nivel mundial
Los bosques son el recurso renovable más copioso y versátil con que la naturaleza
proporciona a la humanidad simultáneamente toda una amplia gama de beneficios y
servicios económicos, sociales, ambientales y culturales. Con el crecimiento demográfico
aumenta la demanda de sus numerosos productos y funciones, mientras los recursos
forestales disminuyen como consecuencia de excesos de explotación, deforestación, o por
la conversión definitiva a otros tipos de uso de la tierra en muchas regiones tropicales, o
de la decadencia de los bosques situados en climas más templados, ocasionada por
contaminantes aerotransportados.
La situación de los bosques es única entre los problemas ambientales que afectan al
mundo. Físicamente se encuentran en territorios delimitados políticamente, pero su
función ambiental trasciende las fronteras y tiene repercusiones regionales e incluso
mundiales. Por ejemplo, la ordenación - o desordenación - de las cuencas hidrográficas
de ríos que atraviesan varios Estados afecta la conservación de tierras y aguas de países
vecinos. Análogamente, las emanaciones de contaminantes atmosféricos pueden traspasar
las fronteras del país de origen y perjudicar a los bosques de otros países. El papel de los
bosques en los ciclos ecológicos de todo el globo hace resaltar su repercusión en el
ambiente más allá de las fronteras del país en que están situados. Esta es la razón por la
que se empieza a pensar en los bosques como un bien común, al igual que la atmósfera y
los océanos.
EL PAPEL DE LA INGENIERÍA
La aproximación de la ingeniería frente a la naturaleza, del siglo XIX y primera mitad del
siglo XX, comenzó a transformarse con el surgimiento del ambientalismo como un
movimiento global que sea alimentó de la creación de una conciencia pública sobre el
imperativo de proteger el medio ambiente, frente a la constatación de la existencia de
graves problemas ambientales y la necesidad de actuar para enfrentarlos.
Fue una conciencia que se detonó con fuerza en los países desarrollados a mediados de
los años sesenta y que comenzó a gestarse muy lentamente desde principios de los setenta
en los países en desarrollo. Para esa época, la lluvia ácida, la contaminación de los ríos y
lagos, la contaminación del aire en las grandes ciudades, la amenaza de extinción de
diversas especies de flora y fauna, los múltiples accidentes industriales con indecibles
impactos ambientales y sociales, así como la destrucción de los bosques tropicales del
sudeste asiático y de las cuencas del Congo y del Amazonas, se encontraron entre los
principales factores que contribuyeron a que el tema ambiental surgiera como asunto que
requería no sólo de la atención estatal, sino también de los más diversos grupos de la
sociedad.
No obstante, el incremento del deterioro ambiental –un fenómeno del cual no se exceptúa
ninguno de los países–, el tema ambiental ha presentado altibajos en estos últimos
cuarenta años en la prioridad de los gobiernos y en la agenda internacional. Así, el tema
mereció de nuevo una gran atención, una vez terminada la guerra fría y ante el claro
agravamiento de los problemas ambientales, como se expresó en la Cumbre de la Tierra
de Río de Janeiro en 1992, en la cual se firmaron acuerdos globales de la mayor
trascendencia, entre los cuales sobresalen las convenciones de biodiversidad y cambio
climático.
Pero a finales de la década de los noventa y durante el primer quinquenio del presente
milenio, perdió prioridad, como se manifestó en la resistencia de los Estados Unidos a
firmar el Protocolo de Kyoto y en el declive de las políticas ambientales en los países
desarrollados y en desarrollo.
En medio de esos altibajos, y mirado en el largo plazo, el ambientalismo se ha concretado
en el establecimiento por parte de los gobiernos de instituciones y políticas para la
protección ambiental en el ámbito doméstico y en la generación de unos tratados globales
para enfrentar aquellos problemas que –como el cambio climático, el declive de la
biodiversidad o el deterioro del medio marino– sólo pueden ser resueltos mediante una
acción colectiva. Así mismo, se ha expresado en la fundación de partidos verdes y
organizaciones no gubernamentales, en acciones por parte de numerosas empresas
privadas que van más allá de lo que la ley les exige en materia de la protección del medio
ambiente y en un gran desarrollo de la ciencia y la tecnología ambiental.
Recientemente, hace escasos dos años, la confirmación científica de la gravedad del
problema del cambio climático, así como los efectos de este fenómeno que comienzan a
sentirse con rigor en diversas regiones del mundo han detonado una nueva ola de
preocupación y acción en aras del tema ambiental. Se trataría del comienzo de lo que
muchos hemos denominado el nuevo ambientalismo, un movimiento que se cimienta
sobre el ineludible imperativo de actuar en forma decidida y continua, a partir de hoy y
durante las próximas décadas, mediante una acción colectiva sin precedentes en la historia
de la humanidad, si se quiere evitar que el aumento de la temperatura a nivel global
traspase el límite que, según los científicos, podría generar unos costos sociales,
ambientales y económicos del todo inaceptables.
LA INGENIERÍA EN BÚSQUEDA DE SOLUCIONES