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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ


ESTUDIOS GENERALES LETRAS

TRABAJO INDIVIDUAL

Título: Características discursivas de la violencia social hacia la comunidad


trans en Lima Metropolitana durante los años 2000 al 2016

Nombre: Robert Anticona Oré

Tipo de evaluación: Trabajo final


Curso: Taller de Escritura e Interpretación de Textos
Horario: 0141
Comisión: -
Profesor: Javier Pizarro Romero
Jefe de Práctica: -

SEMESTRE 2017-1

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Esquema :

1. Introducción
2. La comunidad trans como un ente desnaturalizado

2.1. Concepción de lo “normal”


2.2. La naturaleza trans
2.3. La identificacion trans

3. La comunidad trans pensada como un atentado contra la familia

3.1. Definicion actual de familia


3.2. Diversidad respecto a la familia
3.3. Posturas sobre la familia trans

4. Cierre

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Las voces del estigma trans

Desde las últimas décadas del siglo XX, se ha producido una respuesta contracultural
respecto al concepto de género y diversidad sexual de parte del sector progresista de la
sociedad civil, la cual causó un cambio trascendental y renovador. Principalmente, la
comunidad LGTBIQ impulsa este proceso en favor de la reinvindicación y reafirmación
de los derechos humanos, la cual desarrolla una perspectiva de apertura y reforma. Entre
las diversas reacciones de la sociedad civil , se evidencia el uso de los mecanismos de
violencia para contrarrestar este supuesto “problema social”. El Perú no es un país ajeno
a este contexto de características postmodernistas. Dentro de la poblacion LGTBIQ , la
población trans ha sido la más afectada y victimizada, en pleno siglo XXI, a través de
herramientas discursivas , normativas y coercitivas . En mayor evidencia, mediante el uso
de mecanismos estructurales e ideológicos, resalta el empleo de recursos discursivos de
violencia y transfobia para propiciar violencia social hacia la comunidad trans ,
principalmente, en Lima Metropolitana. La naturalización de la violencia discursiva hacia
la comunidad trans es un hecho relevante para comenzar a profundizar en los motivos ,
los cuales propician la coerción mediática hacia las personas trangénero, transexuales y
travestis. En los siguientes párrafos explicaré las características discursivas de la
poblacion trans en Lima Metropolitana durante los años 2000 al 2016.

La comunidad trans, esencialmente, es relacionada discursivamente como un error de la


naturaleza o, en otras palabras, como un ente desnaturalizado. Esto es una construcción
histórica que evidencia la dimensión basada en la predestinación natural. Este discurso,
lamentablemente, es el más utilizado en las manifestaciones contra la comunidad trans y,
en general, a toda la población LGTBIQ, la cual presenta una amplia estigmatización
social.

El discurso social acerca de la “desnaturalización” abarca, necesariamente, la dimensión


conceptual de lo “natural” para comprender el planteamiento normativo (en referencia a
la comunidad trans); esto incluye la perspectiva de actores sociales respecto a la materia.
Entre los actores simbólicos destacan los siguientes: la Iglesia, el sector científico y el
propio trans. La Iglesia ha definido el panorama moral, en relación a la coyuntura social,
como un continuo histórico de tradición arcaica de dominación en el Perú. En materia de
diversidad sexual, ha mantenido una postura ambivalente, es decir, una posición dividida

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entre una tolerancia respetable y una confrontación mediática. Esta última posición es
propugnada, principalmente, por la Iglesia evangélica, la cual se caracteriza por una
visión y acción coercitiva hacia la comunidad trans (la más atacada y difamada de la
comunidad LGTBIQ) a través del discurso de la “normalidad” basada en dogmas. Uno
de los dogmas fundamentales es la naturaleza binaria del ser humano masculino-
femenino. Esto permite la construcción de una interpretación bíblica discursiva para
atacar y difamar a la comunidad trans que no necesariamente conlleva a una correcta
interpretación basada en el sentido cristiano de apoyo y ayuda al prójimo. Un segundo
dogma es la predisposición al desarrollo del género, el cual plantea un discurso de
uniformidad y continuidad de un género inalterable (ligado solo a lo masculino o
femenino) que no puede ser corrompido. Además, si alguna persona va en contra del
dogma es considerada una “anormalidad de la naturaleza”. Al margen del aspecto
religioso, existe otra perspectiva basada, medularmente, en un marco científico-biológico.
El cuerpo humano, en general, presenta una morfología y fisiología similar, tanto en el
hombre y la mujer, excepto en sistema reproductor. La “normalidad” sexual se establece
como un modelo de uniformidad heteronormativa que debe ser necesario para la
construcción de la identidad individual, la cual categoriza como “normal” al individuo
heterosexual. En cambio, la aplicación del cambio de sexo se cataloga como una
anormalidad natural del trans, la cual debe ser motivo de rechazo e indiferencia social. La
normalidad trans, principalmente, se basa en la aceptación personal del individuo respecto
al sexo que desee elegir, la cual es diferente del sexo biológico. Principalmente, en el caso
del transexual, lo “normal” es limitado a su propio reconocimiento de su nuevo sexo (a
partir del radical cambio morfológico). Según Fernández: “La profunda vivencia sexual
que compromete toda la personalidad del transexual en una angustiosa, permanente y
afanosa búsqueda de una correspondencia entre su apariencia física, que responde a su
sexo cromosómico, y su comportamiento, que corresponde a su sexualidad sentida,
querida y vivida de raíz psicológica” (2006:12).

La naturaleza trans, en definición, es concebida como un motor discursivo de


manipulación mediática que propicia la naturalización de la violencia social, tanto de
actores sociales y policiales. Según la sociedad civil, el individuo o el colectivo trans, que
incluye a travestis, transexuales y personas transgénero, es un ente nocivo para la
población civil (en general, dentro de la población LGTBIQ) debido a su “naturaleza
inmoral” que atenta contra los principios y normas sociales “morales”, las cuales deben

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ser respetadas en defensa del honor público. En la mentalidad social, se asocia al trans
como un individuo de escasa o nula predisposición a demostrar un comportamiento
orientado a la moralidad a causa de que un sector de la comunidad, las mujeres trans,
ejerce la prostitución en las zonas centrales y periféricas de la ciudad de Lima. Además,
la asociación de lo trans a una disfunción contranatural es muy evidente a través de la
discriminación progresiva mediante el no contacto, sea físico o relacional, con alguna
persona de la comunidad trans. En el aparato normativo, destaca la presencia de las
fuerzas de poder como actores relevantes dentro del marco normativo, principalmente, la
Policía Nacional. Esta concibe a la comunidad trans como una “patología social” que
debe ser tratada y controlada, necesariamente, por la fuerza del “orden”. La naturaleza
trans es concebida, lamentablemente, como una predisposición a la inmoralidad social.
En este caso, en cambio, el trans, por su propia inclinación natural, debe ser controlado
solo mediante la coerción, que, en muchos casos, acaba en detenciones injustas y
arbitrarias y, en casos extremos, en el asesinato u homicidio calificado. La concepción de
la naturaleza anormal e inmoral, según los agentes policiales, les permite la creación de
un discurso de violencia “en defensa del orden público” para erradicar el mal social que
genera su misma presencia y actividades sexuales dentro de la sociedad, aunque no
necesariamente sea en el ejercicio de la prostitución sino, más bien, en el desarrollo de la
vida cotidiana.

La esencia de la identidad radica en la interrelación de factores, tanto biológicos,


psicológicos y sociales, que permitirán el desarrollo de una base para la construcción de
un yo individual dentro de un contexto de los “otros”. El proceso de construcción puede
estar predispuesto a la influencia de las construcciones sociales, las cuales, en muchos
casos, están basadas en prejuicios y estereotipos que socavan el pensamiento social. La
sociedad contemporánea, inmersa en una revolución de la información, recibe y asimila
el discurso de exclusión y discriminación hacia la comunidad trans, relacionada,
principalmente, a un “problema social” al que se debe aplicar una uniformidad identitaria-
social respecto a la población “común”. En este contexto, aparece la construcción social
como fundamento del discurso coercitivo de anormalidad e inmoralidad social. La
identidad que manifiesta los sectores de sociedad civil sobre la transexualidad impregna
una serie de características estereotipadas como símbolo de la “anti naturalidad”. Dentro
del ambiente familiar, surge la primera identificación del hijo o la hija bajo los parámetros
hetereronormativos, en acorde con el sexo biológico. Al aparecer, la figura socialmente

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construida del(a) transexual, los miembros de la familia, esencialmente, lo vinculan a la
mundanalidad sexual y a la “desnaturalización” del ser amado. En el contexto abierto, es
decir, la sociedad en sí, la concepción inmoral de la identidad trans cobra mayor
intensidad y nivel coercitivo evidenciado, principalmente, en la exclusión social. En sí, la
sociedad espera y desea la afinidad de sus miembros en relación a una igualdad, en cierta
manera, de comportamientos en vías de la moralidad. Según Salazar: “Mientras se cumpla
con este compromiso de coherencia los individuos serán asumidos como sujetos de
derechos otorgados por la inteligibilidad heteronormativa, ya que, como vimos, las
identidades solo tienen sentido en la medida en que son reconocidas y validadas por los
otros miembros de la sociedad.” (2015:34). La heteronormatividad, en pocas palabras, es
el fundamento clave en el discurso, de base social, de “desnaturalización” que legitima la
naturalización de la violencia social en las calles de la capital. En otro contexto mucho
más personal, el transexual, en el proceso de construcción de identidad, se desenvuelve
en una serie de obstáculos dentro de la sociedad y de su propia existencia. En su propia
corporalidad, el trans no descubre su propia esencia dentro del sexo biológico innato, sino
que trata, de alguna manera, de encontrar la esencia del sexo opuesto, aunque en esa
búsqueda pueda atravesar por una crisis existencial. Según Butler: “La estrategia del
deseo es en parte la transfiguración del cuerpo deseante en sí. De hecho, para desear puede
ser necesario para creer en un yo corporal modificado que, dentro de las reglas de género
de lo imaginario, puede ajustarse a los requisitos de un cuerpo capaz de desear”
(2001:104-105). El transexual, al realizarse un cambio de sexo, desecha el género
biológico y logra, en cierta medida, convertirse y constituirse en ese cuerpo que tanto
deseaba. Al salir al mundo, surge una nueva barrera: la sociedad conservadora y
categorizadora. El desenvolvimiento de la identidad, en el ambiente limeño, constituye
una lucha constante contra la construcción heteronormativa de la identidad basada en el
género binario masculino-femenino. Las personas trans enfrentan el desafío de establecer
un nuevo concepto de su realidad y de su propia identidad para evitar el acervo del
discurso, pues consideran que su normalidad debe ser respetada y entendida como una
“nueva normalidad”, basada en el progresismo, para no ubicarse en el marco de
anormalidad. Lo natural en lo trans es lo antinatural en lo no trans.

La concepción propia de una construcción identidaria, necesariamente, conlleva la


materialización en un ente social básico: la familia. La concepción de lo que es y de lo

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que significa la familia es un factor circunstancial, ya que las diferentes sociedades
orientan o manifiestan una respectiva definición o conceptualización.

En general, una perspectiva tradicional de familia de Occidente concibe a la familia


compuesta por una madre y un padre heterosexual (en las que existen roles de género
socialmente construidos), los cuales crían a los hijos bajo una estructura patriarcal. En el
Perú, la familia se entiende como “una familia válida es aquella compuesta por un grupo
de personas ligadas por vínculos jurídicos emergentes de la relación intersexual (varón y
mujer), de la procreación (descendencia) y del parentesco (consanguineidad) y afinidad”
(2011:103). El proceso para propiciar el desarrollo de una familia en la sociedad se
fundamenta, básicamente, en una heteronormatividad, la cual excluye a las personas que
no se incluyan dentro del parámetro normativo-social. Esta exclusión se cimienta en el
planteamiento discursivo de la naturaleza binaria masculino- femenino, la cual afecta,
particularmente, a la comunidad trans y, en general, a toda la población LGTBIQ. Según
la Constitución Política del Perú, se señala que la comunidad y el Estado “protegen a la
familia y promueven el matrimonio. Reconocen a estos últimos como institutos naturales
y fundamentales de la sociedad” (2009:23). En ningún punto se menciona ningún tipo de
exclusión para la formación de una familia (ni para una familia trans, el cual no se aplica
en el contexto social limeño. La propia identificación familiar de lo trans rompe el
esquema normativo y, como consecuencia, se le considera un ente social de baja
condición. Además, es expuesta a la exclusión ya la categorización de “antinatural “o
“contranatural” por el simple hecho de existir, a pesar de no haber transgredido la libertad
del otro a través de su liberación sexual.

La familia actual limeña, concebida desde la perspectiva de la postmodernidad, como un


agente de socialización ,entre personas unidas por vínculos sanguíneos , plantea una
visión monolítica y lineal que resalta una perspectiva homogénea, es decir, se basa en un
discurso heteronormativo. Este modelo tradicional, al igual que la sociedad civil, es
afectado por un clima de cambios profundos y trascendentales de las estructuras a causa,
principalmente, del trasfondo posmoderno. El surgimiento de nuevas connotaciones
estructurales del enfoque de familia influye, necesariamente, en el surgimiento de nuevos
modelos familiares. En primer lugar, la familia trans se constituye de una pareja no
binaria, es decir, entre dos personas de un género diferente al que nacieron , las cuales
entablan y desarrollan una relación a largo plazo para la construcción de objetivos y metas
en común. Los lazos afectivos son el nexo de continuidad y el nexo de mantenimiento de

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la familia, los cuales otorgan sostenibilidad y estabilidad a la relación familiar. En
segundo lugar, la familia conservadora incluye a dos personas de género binario
(masculino – femenino) que proyectan una vida en privado basado en el matrimonio civil
y religioso, el cual es considerado un punto de existencia dentro del marco social. Esta
incluye la necesidad de la procreación para el sostenimiento del matrimonio y el proyecto
familiar. La formación concreta y estable de la familia depende, necesariamente, de
establecerse en una categoría normativa heterosexual, la cual genera un aislamiento social
de las diversas familias formadas por personas de género no binario. La concepción y la
asimilación de la existencia de una familia trans (en la mentalidad social limeña) son
limitadas por una estructura mental, basada en prejuicios y estereotipos heteronormativa,
la cual resalta a la familia tradicional. En relación a la diversidad sexual en la familia se
desprende dos posiciones importantes: la aceptación del trans o la exclusión del ser
amado. El primer punto resalta la capacidad de la familia para afrontar el hecho de aceptar
la existencia de un transexual dentro del rol familiar lo que a primera vista genera un
creciente desconcierto e impacto tanto en los padres, hermanos u otros miembros de la
familia. El segundo punto vulnera la identidad del trans, el cual se obliga a excluirse
interiormente de su familia y alejarse de las relaciones familiares en defensa del estatus
familiar.

A pesar del gran avance en la visibilización y la promoción de los derechos de la


comunidad LGTBIQ, en el contexto social limeño, se desconoce en gran medida, lo cual
genera mayores conflictos contra la comunidad trans que llegan al grado de
“estigmatización social”. En Lima Metropolitana, la actitud hacia el hecho de constituir
la existencia de familia trans aún se reserva y se basa en un conservadurismo
fundamentalista desde varias décadas. La sociedad limeña no respeta, necesariamente, las
disposiciones legales y las reformas normativas en torno a políticas sexuales. La posición
conservadora de la sociedad civil, vinculada a la aplicación de políticas normativas,
desarrolla una postura reacia y contraria a la existencia de una familia trans, ya que atenta
contra la moralidad de las personas “comunes”. Además, cataloga la imagen de una
familia trans como una “anormalidad social “, la cual no debe existir dentro del margen
social. La postura progresista o liberal desarrolla una postura de apertura, es decir, abierta
las reformas y a los cambios estructurales (políticas de género), en las cuales la familia
trans debe ser respetada y regulada por parámetros sociales flexibles. También, propone

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un proceso de asimilación y aceptación de parte de la sociedad limeña de la existencia de
un nuevo ente social (familia trans), la cual debe merecer una actitud de tolerancia y
respeto a los derechos humanos. Las posturas, en general, siguen un lineamiento
contradictorio, lo que dificulta establecer una similitud o semejanza en sus discursos
sociales.

En síntesis, las características discursivas que son utlizadas como mecanismos de control
mediático son dos: la comunidad trans como un ente desnaturalizado y la comunidad trans
pensada como un atentado contra la familia. El primero se carateriza por establecer una
heteronormativiadad genérica en la sociedad, la cual sirve como esquema y patrón
estructural que modela la mentalidad de la sociedad civil en contra de la comunidad trans.
El segundo se caracteriza por generar una estructura lineal y monolítica al establecer la
familia tradicional como única e incomparable ( basada en el marco normativo patriarcal)
, aunque excluye a una vasta diversidad de las familias (en las que se incluye a la familia
trans). La poblacion trans afronta un esquema de vulnerabilidad, en general , pues el
marco normativo no crea garantías para propiciar una disminución de la violencia
discursiva. Además , la naturalización del uso de la fuerza coercitiva, hacia los hombres
y mujeres trans, aún se evidencia en la mentalidad social , la cual mantiene , en su
mayoría, las posiciones conservadoras y antiprogresistas (en relacion al tema de género).
Lima Metropolitana, sin duda , tiene un largo camino que recorrer para establecer una
convivencia pacífica en cuestion de género,el cual es un tema tabú para la mayoria de
limeños.

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