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Introducción

En el presente trabajo consideraremos la participación política de los sujetos fundada en el


Contrato Social propuesta por el contractualismo, a partir de la construcción de un modelo que
encubre las relaciones de poder patriarcales.

Carole Pateman reflexiona acerca de la legitimidad jurídica y política partiendo de las


relaciones de dominación y subordinación que supone el Contrato Social en Thomas Hobbes, John
Locke y Jean-Jacques Rousseau. Junto a las concepciones clásicas sobre el rol de la mujer y el
hombre.

A través del pensamiento contractual podremos construir un argumento hacia un debate


sobre la democracia moderna, las relaciones de sometimiento y obediencia entre los hombres, que
se construye en el marco la reconstrucción de la historia de la libertad.

En su obra “The Sexual Contract”, la pensadora australiana sostiene que “(…) la desigualdad
entre los sexos, como salarios más bajos, violencia de género, acoso sexual, comentarios sexistas,
falta de reconocimiento social, son producto de la especial reorganización patriarcal de la
Modernidad”1

1 PATEMAN, Carol. “El Contrato Sexual”. Editorial Anthropos, Barcelona, 1995.


El Contrato Social y el Contrato Sexual.

Contra el Antiguo Régimen, o mundo del status en el que se diferenciaba a nobles y plebeyos,
los teóricos del Contrato Social, Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau, prepararon
el advenimiento de las democracias modernas basadas en la libertad para suscribir contratos
económicos y políticos. Aunque resignaron parte del análisis omitiendo el pacto, al que Carol
Pateman denominó, Contrato Sexual.

Es central entender el papel que juega la Libertad que concede el pacto original de los autores
clásicos. En la versión contractual de la historia se crea una sociedad civil que propone una
igualdad entre los individuos, pero a la vez, otorga a los varones la sujeción sobre las mujeres. He
aquí donde desaparece la libertad universal y se sutiliza la tradición de la dominación patriarcal.

Las mujeres serán concebidas como seres más naturales y menos racionales que los varones,
incapaces de controlar sus emociones para lograr la imparcialidad propia del ámbito público. No se
las considerará individuos autónomos, propiamente dichos, aunque se afirmará su capacidad de
consentir al matrimonio, institución a través de la cual se las incluye en la sociedad civil. Así, tras la
caída de las monarquías absolutas, surgen las sociedades modernas como resultado de un pacto
entre varones libres e iguales que instituyen nuevas reglas de acceso al cuerpo de las mujeres. La
fraternidad como maridos, ciudadanos y trabajadores compensará las asperezas de una sociedad
capitalista que obliga a la mayor parte de los varones a aceptar contratos de empleo caracterizados
por la explotación.

El primer rasgo que prefigura el Contrato en Rousseau, es la definición de la familia como base
de la sociedad. Institución donde salen formados los ciudadanos, estructura donde se enseñan los
deberes y derechos para con la sociedad, y establece al padre como Estado y los hijos como
pueblo, “libres e iguales”, al cual el padre debe protección y amor. “Los hijos destronan al padre,
no sólo para ganar su libertad sino para asegurarse las mujeres para ellos mismos”. (Pag11)

Pateman comienza afirmando que, “El contrato social es una historia de libertad, el contrato
sexual es una historia de sujeción”. El poder paternal, como sucede en la incorporación del
derecho conyugal, es una reconfiguración del poder patriarcal. Está lejos de sustituirlo, como
afirmaban las ilusiones de los clásicos. Sólo lo ha modernizado.

Esfera pública y esfera privada.

“La historia del contrato sexual es considerada como una explicaciones de la creación de la
esfera pública de la libertad civil. La otra, la privada, no es vista como políticamente relevante (…)
Con demasiada facilidad da la impresión de que el contrato sexual y el social son dos contratos
separados, si bien relacionados, y que el contrato sexual concierne a la esfera privada” 2

Aquí radica la explicación central de cómo el Patriarcado se adjudica, a través de sus


definiciones de la dominación, la sociedad civil, dejando de lado la esfera privada donde esconde
las sujeción de varones sobre mujeres. Así mismo, Pateman, afirma que, “El ámbito público no
puede ser comprendido por completo en ausencia de la esfera privada, y de modo similar, el
significado del contrato original se malinterpreta sin ambas mitades de la historia…” 3

Exceptuando a Thomas Hobbes, los contractualistas acentúan una ficticia diferencia en la


racionalidad debido a una distinción sexual construyendo así una explicación de lo masculino y lo
femenino.

Immanuel Kant, en el capítulo tercero de “Lo bello y lo sublime”, confirmó una clara diferencia
entre lo sublime, adjudicándolo a lo masculino, y lo bello a lo femenino, cuando afirmó que, “(…)
en una mujer todas las demás ventajas se combinen sólo para hacer resaltar el carácter de lo bello,
en ellas el verdadero centro, y, en cambio, entre las cualidades masculinas sobresalga desde luego
lo sublime como característica”. Acentúa aún más la diferencia cuando dice que, “El bello sexo
tiene tanta inteligencia como el masculino, pero es una inteligencia bella; la nuestra ha de ser una
inteligencia profunda, expresión de significado equivalente a lo sublime”. “Sin tener en cuenta que
su figura es, en general, más fina, sus rasgos más delicados y dulces, su rostro más significativo y
cautivante en la expresión del afecto, la broma y la afabilidad, que en el sexo masculino; sin olvidar
lo que debe atribuirse al encanto secreto, que inclina nuestra pasión a juicios favorables para ellas,
hay en el carácter de este sexo rasgos particulares que lo diferencian claramente del nuestro, y le
hace distinguirse principalmente por la nota de lo bello”. “La inteligencia bella elige por objetos
2 PATEMAN, Carol. “El Contrato Sexual”. Editorial Anthropos, Barcelona, 1995.
3 PATEMAN, Carol. “El Contrato Sexual”. Editorial Anthropos, Barcelona, 1995.
suyos los más análogos a los sentimientos delicados, y abandona las especulaciones abstractas o
los conocimientos útiles, pero áridos a la inteligencia aplicada, fundamental y profunda”. 4

Por otro lado, Rousseau, en el libro V del Emilio afirmó que Sofía tiene también un lugar en el
estado de naturaleza, en el estado presocial; ese lugar es el ámbito de la domesticidad. La sujeción
al esposo significa su obediencia y su falta de libertad. Pero esto no implica que se las deba educar
en la ignorancia y se las convierta en sirvientas de sus maridos. Según el modelo rousseauniano, las
mujeres deben estar sujetas al varón, no por la fuerza, sino por el consentimiento. Y éste último se
consigue a través de las nociones de amor y virtud. La esposa obedece al marido y cuida de sus
hijos porque les ama y porque así se convierte en una mujer virtuosa. Lo primero que debe
aprender es a estudiar profundamente el espíritu del varón, pero no desde el punto de vista
general o abstracto, sino observando los varones próximos a ella, aquéllos precisamente a quienes
está sujeta o bien por ley, o bien por opinión.

El autor francés menciona el carácter complementario, sin salir nunca de la jerarquía


establecida, de ambos sexos. La teoría de la complementariedad de los sexos en Rousseau,
corresponde a la vez con la complementariedad de la familia y el Estado. La unión de los estados se
superpone con la unión de las dos esferas en una unidad moral superior.

En el libro V de Emilio, Rousseau, se refirió a la educación de Sofía, la mujer ideal para Emilio
el ciudadano y, por extensión, de todas las mujeres, quienes deben olvidar esas ideas igualitaristas
de las que ya ha oído y leído. Dijo, “Toda la educación de las mujeres debe ser relativa a los
hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar (…) educarlos cuando niños, cuidarlos cuando
mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles grata y suave la vida; estas son las obligaciones de las
mujeres en todos los tiempos y esto es lo que desde su niñez se les debe enseñar”. 5 Rousseau
planteó la desigualdad de mujeres y hombres a través de un manual de educación del ciudadano
Emilio, en el tono ameno y la claridad expresiva que deben caracterizar el lenguaje dirigido a los
educandos, lo cual hizo que la tesis de la desigualdad por causa de la naturaleza se masificara
hasta el día de hoy.

Ahora bien, Rousseau no considera la sujeción como algo negativo ya que según él, es la
condición propia de la mujer, y expone, “La sujeción misma en que se tiene, bien dirigida, lejos de

4 KANT, Immanuel. “Lo bello y lo sublime”. Capítulo III.


5 ROUSSEAU, Jean-Jacques. “Emilio, o De la educación”. Libro V.
debilitar ese apego no hará sino aumentarlo, porque siendo la dependencia un estado natural de
las mujeres, las jóvenes se sientes hecha para obedecer”. 6 La sujeción russeaniana no es por la
fuerza, sino por el consentimiento.

De todas maneras, Rousseau, dio cuenta del peligro de separar la esfera pública y privada. Si
bien no lo dice explícitamente, se puede entenderlo en su explicación sobre la Voluntad General.

“Cada uno, dándose a todos, no se da a nadie y como no hay ningún asociado sobre el que no
se adquiera el mismo derecho que se cede de uno mismo, se gana el equivalente de todo lo que se
7
pierde”

Jean Starobinski, en El almuerzo campestre y el pacto social, realizó un lectura acerca de la


reciprocidad del amor en la Voluntad General de Rousseau, y dijo, “(…) el amor propio y las
preferencias son portadoras del mal cuando se establecen únicamente de un individuo a otro, a
corta distancia, pero se liberan cuando van de <cada uno> a <todos los demás>”. 8

Existe una necesaria relación y compensación entre la esfera pública y la privada como exacta
expresión de la singularidad a la voluntad general. De lo contrario se corre el riesgo de caer en
intereses particulares, que siempre son de algunos.

Carol Pateman explica la noción antagónica entre la esfera pública y privada como la distinción
entre lo natural y lo civil. Se establece una dicotomía, poco explorada, entre lo que se considera
público y lo privado. Para los clásicos mencionados, exceptuando a Hobbes, la mujer forma parte
del estado natural, y no del civil.

La obsesión clásica por una distinción entre esferas podría vincularse con la dicotomía
kantiana, cuerpo y mente.

Para Pateman no se pueden separar. Nuestro cuerpo no es independiente de nosotros, ni una


propiedad nuestra, sino que somos nuestro cuerpo.

Pateman afirma que, "Existe una relación integral entre el cuerpo y el yo. El cuerpo y el yo no
son idénticos, pero los yos son inseparables de los cuerpos”. “Ellos hacen contratos por el uso de
los yos humanos corpóreos. La masculinidad y la feminidad son identidades sexuales: el yo no sé

6 ROUSSEAU, Jean-Jacques. “Emilio, o De la educación”. Libro V.


7 ROUSSEAU, Jean-Jacques. “El Contrato Social”. Capítulo VI. Del Pacto Social.
8 STAROBINSKI, Jean. “El almuerzo campestre y el pacto social”.
subsume por completo en su sexualidad, pero la identidad es inseparable de la construcción sexual
del yo”. “Cuando un varón hace un contrato de prostitución no está interesado en servicios no
corpóreos sexualmente indiferentes, sino que hace un contrato en el que compra el uso sexual de
una mujer por un periodo dado".9

Según Pateman la filosofía política predominante ha utilizado el concepto de orden para


referirse a la idea de una individualidad racional y autónoma, según la cual los individuos actúan
de acuerdo con principios morales universales y objetivos, trascendiendo los intereses privados.
Sin embargo, el origen de tales ideas de individuo y de los principios de la acción es una versión
europea occidental de la masculinidad. Para los filósofos políticos europeos, varones en su
mayoría, los hombres ejemplifican el potencial de los humanos para crear un orden social basado
en la racionalidad y en la verdad.

En el otro lado de la ecuación, el del desorden, encontramos a las mujeres, representadas por
sus "intereses individuales degradantes (Immanuel Kant) y la “imposibilidad de que produzcan una
conciencia ética” (Georg Wilhelm Friedrich Hegel). El desorden político de las mujeres significa que
deben quedar excluidas del contrato social original o, en realidad, del pacto fraternal que es la
base de la sociedad.

Sigmund Freud afirmó, en el séptimo capítulo de “El malestar en la cultura”, que, la libertad y
el poder, están en juego. “La tensión creada entre el severo superyó y el yo subordinado al mismo
la calificamos de sentimiento de culpabilidad; se manifiesta bajo la forma de necesidad de castigo.
Por consiguiente, la cultura domina la peligrosa inclinación agresiva del individuo debilitando a
este, desarmándolo y haciéndolo vigilar por una instancia alojada en su interior, como una
guarnición militar en la ciudad conquistada”. 10

Crítica contemporánea a Rousseau.

Mary Wollstonecraft en su obra, Vindicación de los derechos de la mujer, fundó el debate


político sobre la instrucción o exclusión de las mujeres en la esfera pública burguesa. La autora se
definió como admiradora y crítica de Rousseau. Consideró su carácter visionario y a la vez refutó

9 PATEMAN, Carol. “El Contrato Sexual”. Editorial Anthropos, Barcelona, 1995.


10 FREUD, Sigmund. “El Malestar en la Cultura”. Capítulo V.
sus argumentaciones con respecto a la incapacidad de distinguir entre ser y parecer en relación a
las mujeres.

Mary afirmó que el modelo rousseauniano propone establecer la igualdad biológica de los
sexos, pero también la desigualdad racional y de naturaleza. Y a su vez indicó que la inferioridad
femenina que sostiene Rousseau no es natural, sino fruto de un trato histórico que recibió por
parte del hombre. “(…) evitando, como he hecho hasta ahora, las comparaciones directas de los
dos sexos en general o reconociendo con franqueza la inferioridad de la mujer, según la apariencia
presente de las cosas, deberé insistir únicamente en que los hombres han aumentado esta
inferioridad hasta situar a las mujeres casi por debajo de la categoría de criaturas racionales”,
“¿Quién hizo al hombre el juez exclusivo, si la mujer comparte con él el don de la razón?”. 11

La autora de la Vindicación de los Derechos de la Mujer será demostrar que las mujeres
estaban dotadas de una capacidad racional innata e innegable, al igual que el hombre (varón).

“Pero si se debe excluir a las mujeres, sin tener voz, de participar en los derechos naturales del
género humano, pruebe primero, para rechazar la acusación de injusticia e inconsistencia, que
carecen de razón”. 12

Mary negará la división ilustrada entre esfera pública y privada como expresión de las
posiciones que ocupan el género femenino y el género masculino

“(…) si desechamos estas teorías ilusorias y consideramos a la mujer como un todo, como
debe ser, y no parte del hombre, la pregunta sería si tiene o no razón. En caso afirmativo, lo que
concederé de momento, no fue creada sólo para solaz del hombre y lo sexual no debe destruir el
carácter humano”. 13 Así mismo la autora feminista detectó el problema principal que responde a la
necesidad de ubicar a cada género en una posición jerarquizada.

Sigmund Freud, altamente influenciado por las ideas de los contractualistas, logró dar cuenta
que en la Modernidad sucede el mismo fenómeno que en los antepasados no reconocidos por los
autores de la época. Las mujeres como objetos de los varones, nunca sujetos.

Lo criticable de la posición freudiana no consiste en que sus investigaciones reflejen


propósitos androcéntricos, muchos de los cuales pueden ser considerados como evidencias de los
11 WOLLSTONECRAFT, Mary. “Vindicación de los derechos de la mujer”.
12 IBIDEM.
13 IBIDEM.
contenidos psicológicos de las personas de la época moderna. Sino, lo que resulta extraño, es la
postura totalmente acrítica. Tal vez lo necesario era hallar el modo de conciliar los naturales
impulsos humanos con las exigencias u los convencionalismos sociales. Éste era, para Freud, el
gran reto del futuro.

Sujeción y dominación del contrato en el trabajo.

Según el contrato original la división sexual del trabajo delimita dos ámbitos: el público, de los
ciudadanos y trabajadores, y el doméstico, de subordinación de las mujeres. Para Pateman, la
manifestación más clara de esta función del contractualismo se daría en la concepción de la
prostitución y de la maternidad subrogada, alquiler de úteros, como simples contratos de trabajo
en las que la identidad encarnada de las personas no tiene relevancia.

Pateman señala que este aspecto del derecho civil patriarcal ha sido descuidado por la teoría
política del siglo XX que olvida el ámbito privado y acepta la falsa neutralidad sexual de las
categorías de individuo y contrato, impidiendo que se perciba la vinculación de las esferas pública y
doméstica. El trabajo asalariado o la actividad política, con sus jornadas agotadoras, dan por
supuesta la existencia de amas de casa ocupadas en las tareas de mantenimiento de la vida.

Si las mujeres reciben menor salario es porque se las considera fundamentalmente esposas
que ganan un complemento al sueldo del varón proveedor, si tienden a elegir contratos a tiempo
parcial para compatibilizar trabajo doméstico y asalariado es porque tienen conciencia de su
posición en una estructura que les asigna las tareas del hogar; si sufren acoso sexual o
discriminación laboral se debe a que entran en el mercado no como meros individuos asexuados,
sino como mujeres. El contrato es el medio a través del que se instituyen, al tiempo que se ocultan,
las relaciones de subordinación en el patriarcado moderno.

Karl Marx, en Introducción a la crítica de la economía política, hace referencia la idea que
vende el contractualismo, el individuo libre y racional, como un dato de la naturaleza y no un
producto de la propia historia humana. El Contrato Social, es una convención que establece la
dominación entre el proletariado, dueño de su fuerza de trabajo, y la burguesía, dueña de los
medios materiales de producción. A su vez el capitalismo y el liberalismo económico es fruto del
pensamiento ilustrado. Las relaciones de subordinación y dominación, en Marx, deviene en lo que
denomina la enajenación o alienación considerándola como la deshumanización y desvalorización
progresiva, la negación radical del hombre. Refleja las extremas tensiones de la realidad social de
un capitalismo explotador, competitivo e individualista. En los manuscritos, Marx llega a la
conclusión de que la alienación es la objetivación, la pérdida de sí mismo por servidumbre a los
productos o a los sistemas de producción que se apropian de él. El problema de la enajenación en
Marx es el problema de la relación de la actividad humana con los objetos e instituciones que han
creado.

La noción de propiedad que utiliza Marx en El Capital es heredada principalmente de la


14
famosa fórmula de John Locke, “(…) cada hombre tiene una propiedad en su propia persona”.
Con ella enunció su teoría central sobre la fuerza de trabajo. Luego va a ser fundamento principal
de las luchas feministas y socialistas por la revalorización de los cuerpos.

“Es fácil ver la ventaja de esa idea para las feministas cuando la doctrina común de la ley de
casamiento establece que las esposas son propiedad de sus maridos y los varones aún presionan
enérgicamente en pro del cumplimientos de la ley del derecho sexual del varón y demandan que
los cuerpos de las mujeres, en carne y representación, les sean públicamente accesibles”. 15

Independientemente de las limitaciones históricas ¿No es una paradoja que Locke haya
afirmado que cada individuo es dueño de su propio cuerpo, pero que haya obviado que en algunas
convenciones las mujeres eran desposeídas de su propiedad?

“Cuando los socialistas se olvidan de que tanto la aceptación como el rechazo del individuo
como propietario son necesario para sus argumentos, la subordinación (esclavitud asalariada)
desaparece y sólo la explotación es visible. Cuando las feministas olvidan que la acepción del
individuo pueda ser políticamente necesaria, pero que también lo es su rechazo, acceden a la
construcción patriarcal de la Mujer”.

Las omisiones sutiles, de las feministas y los socialistas, dan lugar a fundamentos que
alimentan la lógica patriarcal.

Para trabajar hacia la construcción de una nueva libertad universal para los humanos parece
exigirse por parte de la sociedad la eliminación de toda diferencia, por ende jerarquización, entre

14 LOCKE, John. “Two Treatises of Government”. Capítulo II.


15 PATEMAN, Carol. “El Contrato Sexual”. Editorial Anthropos, Barcelona, 1995
varones y mujeres. Dentro de la vida política y en todas las dimensiones logrando una neutralidad
genérica.

Un pensamiento feminista como, Judith Butler, nos ayuda a pensar una mirada diferente en la
construcción de nuestra identidad. Otro problema de Occidente, la necesidad de una sola
identidad y no muchas. Butler en, Deshacer el Género, propone recapacitar el género como una
construcción individual y única, sin definirla por lo genital.

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