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JUEVES SANTO: Palabras, Vida y Muerte del Señor

Cuando el Concilio habla de la manera como Dios se ha


manifestado a la humanidad, dice que Dios se nos ha revelado con
palabras y hechos. Y eso es especialmente válido en Jesucristo, la
Palabra definitiva del Padre. Los evangelistas nos cuentan lo que
Jesús enseñó y realizó. Tenía palabras de vida y su vida hablaba por
sí misma.

Hoy, Jueves Santo, recordamos aquella cena pascual en la cual


Jesús habló largamente a sus discípulos. Son palabras entrañables
con las cuales Jesús quiere transmitir a sus íntimos, y a todo el
mundo a través de ellos, lo que ha sido la causa de su venida al
mundo, y será la causa de su muerte. Durante la última cena, Jesús,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó
hasta el extremo. Al día siguiente, el hecho de su pasión y muerte
avalará la verdad de sus palabras.

1. Si yo os he lavado los pies, también vosotros debéis


lavaros los pies unos a otros.
Jesús había dicho que el mayor en el Reino de los Cielos es el que
se hace el servidor de todos. Y que Él no había venido a ser servido
sino a servir. Ahora se abaja hasta el punto de lavar los pies de los
Apóstoles. San Pedro no lo entiende, y Jesús le dice que ya lo
entenderá más tarde. Mañana se abajará hasta la muerte, y los
Apóstoles aún lo entenderán menos. Sólo cuando venga el Espíritu
Santo comprenderán que, en la cruz, Jesús será levantado hasta el
lugar más alto, desde el cual atraerá todo hacia Él.

Nosotros ya tendríamos que entenderlo, porque vemos las cosas


ya “demostradas”, conociendo muy bien el final glorioso, el
desenlace final de la Pasión en la Resurrección. Pero, de hecho,
todavía nos cuesta entender la lección de Jesús. Seamos al menos,
humildes y no salgamos de la escuela de Jesús y, en la medida que
vivamos el Evangelio, lo entenderemos.

2. Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente


como yo os he amado
Es decir, hasta el extremo. Con palabras y hechos, hasta dar la
vida. Y no dudemos que Jesús nos manda aquello que en el fondo
desea más nuestro corazón, nos manda aquello que nos hace felices
de verdad. Que se nos quede muy grabado este “como yo”, que
sobrepasa toda medida.

Ya sabemos que ha de ser habitual en nosotros la actitud de


María, de guardar todas las cosas meditándolas en el corazón. El
mandamiento nuevo ha de ser el tema privilegiado de nuestra
meditación. Meditarlo como María, practicarlo como María. Un
amor siempre más grande, una felicidad siempre mayor.

3. Tomad y comed...mi cuerpo entregado...bebed... mi


sangre derramada
Hoy, en que nosotros hacemos el memorial señalado de lo que
sucedió en la última cena de Jesús, que cada uno escuche las
palabras de la consagración en singular: toma... come...entregado
por ti... bebe...mi sangre... derramada por ti... para el perdón de tus
pecados.

Y después, pensemos que comulgar, unirnos al que se ha


entregado por nosotros, nos lleva también a prolongar su entrega.
Jesús nos dice también: entrégate... déjate comer... da tu vida por
entero, hasta la última gota. ¡Cuántas ocasiones tenemos, cada día,
de darnos! Cada día muero a mí mismo, decía San Pablo, y hemos de
poder decir nosotros, para poder dar frutos de vida.
4. Haced esto en memoria mía
Todos, cada uno desde su lugar en la Iglesia, todos en actitud de
servicio, de lavar los pies. Todos unidos en el amor de unos a otros.
Todos viviendo una vida de entrega sin medida. Lo que se derrama
no se controla, no se mide. La sangre “derramada” de Jesús es signo
de su amor sin medida.

5. Mi paz os doy.... que todos sean uno... que vuestra


alegría sea completa... que deis fruto abundante... os
he llamado amigos... guardad mis mandamientos...
manteneos en mi amor... Padre, te ruego por todos los
que me has dado... aquellos que han creído en mí... y
los que por ellos, creerán en mí.
Jesús en la última cena ora. Ruega por todo lo que lleva en lo
íntimo de su corazón. Ahora reza y, sacramentalmente se ofrece en
sacrificio. Mañana ofrecerá su vida por todo aquello que ha sido el
objeto de su oración. De este modo Jesús nos enseña cómo hemos
de orar. Decir y dar. Decir al Señor lo que llevamos en el corazón, dar
al Señor nuestro corazón, nuestra voluntad, nuestra vida.

Meditemos, amemos, mantengámonos en su amor.

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