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Segunda edición
Maximiliano Rusconi.
Normalmente los hechos que regula el derecho penal tienen un grado de violencia, y el Estado
responde a través del sistema penal con la misma violencia, pero le otorga cierta legitimidad
social.
Para Roxin, el derecho penal se compone de la suma de todos los preceptos que regulan
presupuestos o consecuencias de una conducta conminada con una pena o una medida de
seguridad o corrección. Asimismo, el derecho penal formal es definido por sus sanciones, es decir,
si un precepto pertenece al derecho penal, no es porque regule infracciones o prohibiciones,
porque de hecho también lo hacen los civiles y administrativos, sino porque esa infracción es
sancionada mediante la pena o medida de seguridad.
El derecho penal debe ser visto como conjunto de límites constitucionales y derivados del sistema
de protección de los derechos humanos, que son organizados y desarrollados sistemáticamente
para la aplicación de una pena en forma legítima.
Las razones de acudir al control jurídico penal estatal, es gracias a los permanentes cambios que se
producen en la evolución de la sociedad en lo que respecta de conductas criminalizadas.
Es correcto ver al sistema penal como un instrumento destinado al control de las acciones más
antisociales, al que es legítimo acudir cuando los controles informales (familia, religión), o
formales no punitivos (escuela), han demostrado la imposibilidad de lograr un resultado
adecuado. En este sentido el derecho penal no puede ni debe desprenderse de un rol de
protección de la sociedad, ya que opera como pacificador y protector de las relaciones sociales.
Es esta función la que establece parámetros externos para definir cuanto derecho penal y cuanta
pena es preciso establecer en una sociedad. Sin embargo, esto puede ocasionar grandes divisiones
y conflictos dentro de la sociedad. Finalmente, este sistema de reglas del derecho penal debe
entenderse como una limitación del ejercicio del poder estatal al servicio del infractor o imputado
de haber cometido una lesión, por tanto, la limitación debe estar en todo el derecho penal.
Es muy evidente que queda muy poco espacio para un derecho penal liberal si debe desarrollarse
en un Estado absolutista. En cambio, el derecho penal encuentra su camino de desarrollo en un
modelo republicano y en un Estado constitucional. En resumidas cuentas, solo en un Estado de
derecho, el derecho penal puede pretender ser legítimo.
Según Mir Puig: la fórmula de “Estado de social, democrático de derecho” supone no solo la
tentativa de someter la actuación del Estado social a los límites formales del Estado de derecho,
sino también a la democracia real. En cuando al Estado social constitucional, tal Estado debe crear
condiciones sociales que garanticen la vida de cada ciudadano, pero para garantizar un control,
además debe ser un Estado democrático de derecho. Por tanto, hace a la idea de libertad real,
como formal para los ciudadanos. Sin embargo y a pesar de esta explicación, hay que superar las
enormes dificultades que ha tenido la expresión positiva de la pena para exponerse como un
instrumento de utilidad en una sociedad. Además, siempre es más sencillo ver expresión negativa
de la pena (limites constituciones) como una ventaja social e individual. El planteo de Mir es
indispensable para establecer referencias estructurales de las cuales no puede prescindir el
derecho penal de nuestra sociedad.
Capítulo V: Principios político-criminales. Que limitan el ius puniendi
estatal
Es razonable aceptar al derecho penal como una de las actividades del Estado, que se encuentra
sometida a críticas, pero el derecho penal y la pena siguen siendo un instrumento para lograr la
paz social. Se puede afirmar que el derecho penal está en crisis. En primer lugar, se trata de crisis
de eficiencia. Actualmente es indudable que hay que poner que en duda la capacidad del derecho
penal para cumplir con sus objetivos. El derecho penal debe ser uno de los mecanismos más
ineficiente, incluso desde el punto de vista costo-beneficio. En segundo lugar, se trata de una crisis
ética o axiológica. Nace a partir de los trabajos empíricos de la criminología crítica latinoamericana
que demostró el carácter selectivo, desigual. En tercer lugar, se trata de una crisis de legitimación
social o comunitaria. Los valores que protege el derecho penal no coinciden con las demandas del
ciudadano común, sino que son las consecuencias del proceso de selección, vinculado a las
necesidades institucionales o políticas para la protección social de los valores comunitarios.
Desde el nacimiento de los Estados modernos y sus políticas, se habla de derecho penal, y para los
juristas es hablar de sus límites. Y esos límites no pueden nacen en su propio seno, sino que es
como consecuencia de un juego de tesis y antítesis que debe reconocer sus orígenes axiológicos.
Esto advierte que las garantías no son otra cosa que los instrumentos del principio de mínima
intervención que dimensionan al derecho penal como una alternativa de economía social violenta.
El derecho penal es un mal necesario y el programa que permite sus limitaciones surge de las
razones de lege lata, es el que surge de las garantías contusiónales y del derecho internacional.
Cuando se habla del principio de legalidad o el de culpabilidad, por ejemplo, hacemos referencias
a presupuestos axiológicos que tienen por función la deslegitimación del poder penal del Estado, y
ello explica el contenido de la cada garantía y sus consecuencias. Con esto se quiere afirmar que
una garantía constitucional solo puede extraerse límites al poder penal y nunca argumentos
legitimadores.
Por lo tanto, el pensamiento garantista no puede hacerse cargo de la eficiencia estatal, sino todo
lo contrario, debe frenar la pretensión punitiva.
Principio de legalidad
En primer lugar, el principio fundamental de un derecho penal democrático reside en la exigencia
de que las acciones amenazadas con penas deben estar contenidas en la ley. Este principio ha sido
expresado por Feuerbach de la mano del aforismo latino nulum crimen, nullum poena, sine lege
previa (no hay delito, ni pena sin una ley previa). Esta norma se encuentra contenida en el derecho
penal internación, y en la constitución, receptado en el art. 18 CN y complementado en el art. 19
CN.
Según el art. 18 CN “Ningún habitante de la nación puede ser penado sin juicio previo fundado en
ley anterior al hecho del proceso”. Esta frase adquiere contorno definitivo en el último párrafo del
art. 19 CN “Ningún habitante de la nación será obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado
de lo que ella no prohíbe”.
Esto hace a la seguridad jurídica del Estado de derecho, que tiene tres consecuencias: necesidad
de una ley escrita, que esa ley sea previa, y que defina correctamente el mandato de prohibición.
Esa ley debe ser en sentido formal, es decir, surgir del Poder Legislativo y bajo las normas
constitucionales.
La exclusión del derecho consuetudinario afecta en las manifestaciones positivas del derecho
penal, por ejemplo, en la creación de delitos, pero no a aquellas que pone límites al poder penal,
por ejemplo, los eximentes que excluyen la antijuricidad o la culpabilidad. Por lo tanto, la
adecuación social que determina ciertas conductas que se adecuan a algún tipo penal no son
típicas por ser socialmente aceptadas y difundidas, el principio de insignificancia o riesgo
permitido son manifestaciones claras del derecho consuetudinario, pero no pueden ser valoradas
como violatorias del principio de legalidad. Esto es porque el principio de legalidad es una
garantía, y de ella puede surgir una consecuencia limitadora del poder penal del Estado.
Esta prohibición de retroactividad no alcanza a las leyes que sean más favorables. Cualquier
ciudadano tiene la posibilidad de beneficiarse del posterior accionar menos lesivo, merecedor de
una pena menor o ninguna sanción. En este sentido es factible aplicar retroactivamente la ley más
benigna.
Por lo tanto, está prohibido acudir a la analogía en caso de que ello perjudique al reo, es decir,
cada vez que el mecanismo de interpretación amplié la punibilidad: in malam parte. Por el
contrario, la construcción analógica in bonam parte no se haya alcanzada por la exigencia del
mandato de certeza. Con esto se quiere evitar que se lesione el principio de legalidad.
El principio de culpabilidad
Se trata de una condición imprescindible para la aplicación de una pena legítima que se demuestre
el sujeto activo ha tenido la posibilidad de optar entre cometer o no la acción contraria al
ordenamiento jurídico. El sujeto ha debido tener la posibilidad de elegir entre lo lícito o ilícito. El
principio aniquila cualquier posibilidad de responsabilidad meramente objetiva, caso fortuito o
ausencia de dolo o imprudencia.
El principio de culpabilidad ha sido sometido a fuertes críticas, pero debe ser mantenido en el
sistema de garantías del derecho penal del Estado de derecho. La garantía no solo exige un rol
axiológico, sino que encuentra una manifestación operativa fiel a la categoría sistemática de la
culpabilidad. Es cierto que una pena que satisfaga las exigencias del nulum crimen como garantía
constitucional se debe aplicar solo a quien ha tenido la posibilidad de elegir entre lo licito o ilícito.
Una vez que el sujeto ha realizado una conducta típica, antijurídica y atribuible, es necesario
confirmar la culpabilidad de que el sujeto ha tenido la capacidad de comprender la antijuricidad.
Es por esto que éste principio viene ligado a una garantía constitucional que es el de máxima
transcendencia (el principio de legalidad).
Ferrajoli, lo titula como un efecto negativo: “la parábola involutiva de la doctrina del bien jurídico:
de la tutela de los derechos subjetivos a la tutela del Estado”. Para este autor el concepto de bien
jurídico, “se caracteriza por la expansión de su significado, simultaneo al progresivo
desvanecimiento tanto de sus referentes empíricos como su función de garante de los límites que
pueden justificar la prohibición penal.
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