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Primera Parte
Consigna elegida: N°1 (sobre el texto de Aguirre Rojas)
En su obra Antimanual del mal historiador, el autor Aguirre Rojas sostiene que una
buena historia es una historia que debe ser crítica al mismo tiempo que científica, porque no
solo se debe recolectar, enumerar o clasificar hechos históricos sino también, lo que es más
importante, interpretarlos. Además, la buena historia es una historia global, porque no cae en
las falsas disyuntivas que encuentran algunos autores, por ejemplo, entre microhistoria y
macrohistoria, entre lo universal y lo singular, entre el individuo y las masas, y otras muchas
oposiciones. La historia según Aguirre Rojas debe contemplar todas esas perspectivas como
parte de una misma ciencia dinámica y dialéctica, y la define como “la suma de todas las
historias posibles, pasadas, presentes y futuras, del mismo modo que la historia
verdaderamente crítica, implica siempre y en general, la consideración de todos esos
elementos, perspectivas, dimensiones, órdenes, métodos, técnicas y paradigmas”.
Siguiendo con esta guía para hacer “buena historia”, el autor enumera en su libro una
serie de “pecados” en los que un buen historiador no debe caer: el primer pecado es hacer
historia positivista, la cual se enfoca únicamente en recolectar o describir datos
documentados y comprobables sin hacer el intento de una interpretación, que es lo que
permite “la genuina reconstrucción del sentido profundo que tienen los problemas
históricos”. El segundo pecado es el anacronismo, es decir, la idea de que el hombre egoísta
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y solitario del capitalismo actual es igual al hombre de los siglos pasados, como si hubiera
un modelo eterno del hombre y como si nuestras reacciones y pensamientos fueran
independientes de nuestro contexto. El tercer pecado está relacionado con la concepción
lineal del tiempo que considera que solo va en un sentido y que puede dividirse en partes
iguales e idénticas de minutos, días o siglos. Un buen historiador debe poder intervenir esta
concepción de la física según un criterio fundamentado en la historia. Relacionada con esta
idea de linealidad, el pecado número cuatro es considerar el progreso como simple y limitado,
como si hubiera una escalera en el que la sociedad no hiciera más que avanzar. El quinto
pecado, derivado de la postura positivista, es la actitud pasiva y acrítica con la que hacen
historia los malos historiadores. Las lecturas literales no solo son incapaces de llegar a
conclusiones productivas o reveladoras, sino que además terminan pasando por verdaderas
las ilusiones que los individuos podrían estar haciendo de sí mismos. El sexto pecado es
considerar que el historiador debe ser objetivo y neutral; como individuo también histórico,
el historiador debe aceptar que no existe la objetividad total y asumir sin conflicto su postura
de sujeto activo. Por último, el séptimo pecado es el de creer que la historia que conocemos
no es la historia real, sino los discursos que se fueron construyendo sobre la historia,
desacreditando las verdades históricas científicas que se pudieron establecer con el desarrollo
de la investigación a través de los años.
Segunda Parte
Consigna elegida: N°4 (sobre el texto de Mandel)
Siguiendo a Ernest Mandel, el modo de producción capitalista se originó por varios
factores, los cuales son, al mismo tiempo, sus principales características: en primer lugar, la
separación radical entre los productores y sus medios de producción. Por ejemplo, en África,
casi de un día para el otro, las sociedades capitalistas pasaron a ser dueñas de las tierras que
solían ser el sustento de la población negra. Como consecuencia, y como segundo factor del
origen del sistema capitalista, las personas expropiadas de sus medios de producción tuvieron
la necesidad de poner a la venta su fuerza de trabajo. Así fue la aparición del proletariado
moderno: trabajadores “libres”, porque no tienen restringida su libertad, pero que no tienen
acceso a sus medios de producción. En tercer lugar, el capitalismo se originó por la aparición
de otra clase social, la burguesa, que concentra los medios de producción en forma de
monopolio. Este último rasgo se explica porque los medios de producción necesarios para
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montar una empresa nueva son cada vez más caros y más complejos, y son imprescindibles
para enfrentar a la competencia. De esta manera, el capitalismo se autoalimenta, porque la
clase social que tiene capital es la única que puede seguir acumulándolo, mientras que el
proletariado cada vez tiene menos posibilidades de abrir una empresa por su cuenta.
En cuanto al proletariado moderno, es posible describirlo a partir de sus antecedentes:
en parte, se trataba de la población desarraigada de la Edad Media. Una población que ya no
tenía tierras ni oficio. Otros eran antiguos mayordomos, servidores, amanuenses, que habían
sido expulsados de los feudos desde su decadencia en el siglo XIII. Un tercer origen de este
proletariado, fue la transformación de los campos en prados para la cría de corderos, dejando
a los campesinos condenados al hambre. Por último, también los artesanos pasaron a
conformar esta nueva clase social porque ya no podían competir contra las nuevas
manufacturas. El desafío más grande de este proletariado está relacionado con su capacidad
de ahorro para independizarse del trabajo asalariado. Está comprobado estadísticamente que
la condición proletaria está en vías de expansión: en EE.UU., hace 60 años y sin interrupción,
la población activa que trabaja por cuenta propia está disminuyendo. En la mayoría de los
países capitalistas, el 40, 50 o 60% de la riqueza está distribuida entre un porcentaje mínimo
de la población que llega como máximo al 5%. El modo de producción capitalista se
desarrolla en beneficio exclusivo de una clase social cada vez más pequeña, es decir, la
burguesía.
Tercera Parte
Consigna elegida: N°7 (sobre el texto de Campi)
1- No se pueden crear historias "definitivas": los historiadores hoy saben que sólo es posible
aspirar a construcciones provisionales, abiertas a nuevos aportes y enfoques.
2- La historia se hace con ideas, con un corpus teórico que no puede sustituirse con una gran
masa de hechos y simple erudición, y que es el que, en definitiva, determina, temas y fuentes.
4- A partir de los años 70, comienza a tomar relevancia el concepto de espacio regional /
espacio singular en el espacio total nacional / espacios con disímiles potenciales humanos y
naturales y, por ende, con diferentes posibilidades de integrarse con éxito al modelo de
desarrollo.
7- Las regiones se definen, no por sus límites políticos o naturales, sino que se reestructuran
a partir de la actividad humana y funcionan como un sistema con articulaciones endógenas.
Estudiar los flujos (de bienes, personas, mercados) nos remitirá a sus estructuras sociales, sus
sistemas de poder, etc.
9- Esta perspectiva apunta a abordar y resolver problemas muy generalizados pero peculiares
en sus manifestaciones concretas.
10- Para lograr un análisis profundo de los espacios singulares es necesario trabajar sobre su
historicidad, referirse a las diversas coyunturas que le dieron origen como sistema, que
modificaron su rol en la totalidad, su dimensión, sus diversas estructuras, en resumen,
detectar cuáles fueron las claves de su desarrollo y transformaciones.
“La Historia puede ser un instrumento de análisis de espacios singulares, con sus
tensiones intrarregionales”: Esta afirmación de Campi puede explicarse porque la historia
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común es la que define en gran medida la constitución de las sociedades, o de los “espacios
humanizados”. Remontarnos a sus orígenes resulta muy apropiado y efectivo si se quiere
entender el porqué de las estructuras sociales, las relaciones entre las clases y, por supuesto,
también las tensiones entre ellas.