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PELIGROSO
EDICIONES SIRUELA
Título original: L'atre pérelleux
PRÓLOGO
BIBLIOGRAFÍA
EL CEMENTERIO PELIGROSO.
Prólogo
La doncella botellera en la Corte del Rey Arturo
La persecución de Gauvain
En el Cementerio Peligroso
Combate con Escanor de la Montaña.
La doncella del gavilán
El relato de Espinogre
El Caballero del Duelo y del Gozo.
En las tierras de Codrovain el Rojo.
El rescate de la doncella de Cadrés
En el castillo de Tristán que nunca ríe.
Combate de Espinogre y Gomeret
Combate de Gauvain y el Encantado Orgulloso.
Encuentro con el Caballero Negro.
La reparación del Encantado Orgulloso.
En la Corte del Rey Arturo
APÉNDICE
PRÓLOGO
MANUSCRITOS Y EDICIONES
LENGUA Y FECHA
1
El ms. N1 que también contiene Auc. et Nic., fue fechado por M. Roques a
finales del siglo XIII. N2 ofrece el y Yvain de Chrétien de Troyes y según el
catálogo corresponde al siglo XIII; A es un ms. consagrado enteramente a
los romans de la Tabla Redonda y según el catálogo es de principios del
siglo XIII, aunque W. Foerster lo consideró más tardío (finales del XIII).
Existen indicios de otros dos ms. no conservados (X y S). La clasificación
de los ms. en: B. Woledge, L'atre périlleux. Etudes sur les manuscrits, la
langue et l'importance littéraire du poème avec un spécimen du texte, Paris,
Droz, 1930, pp. 27 y ss.
2
Cf. nota 38 de la traducción. Según B. Woledge (op. cit.) esos versos
«peuvent être simplement une allusion à un personnage connu de la
légende arthurienne. Mais il est possible que nous ayons là une référence a
un incident que avait vraiment sa place dans le poème et qui manquait dans
l'archétype de nos manuscrits. Dans N2 on aurait essayé de combler cette
lacune» (p. 30). Resulta imposible integrar el fragmento en el texto según
nos lo han transmitido los manuscritos (cf. nota 20 de la traducción).
Freymond apuntó la hipótesis de que toda la parte que se extiende
desde el v. 2.791 hasta el verso 5.718 fuera una interpolación,
fundamentando su argumentación en el uso de rimas ricas en este
fragmento. Woledge desestimó tanto la teoría de Wassmuth como
la de Freymond por la fragilidad de las pruebas y sostuvo que el
Atre debió ser compuesto por un autor procedente de la
Normandía3,
Las características lingüísticas de la obra permiten situarla
aproximadamente a mediados del siglo XIII: se observan
irregularidades en la declinación pero ésta no ha caído todavía en
desuso. Otros datos ratifican la fecha que Woledge concede al
Atre:
En primer lugar, la propia fecha de los manuscritos (finales del
siglo XIII) pues la lengua de los copistas parece posterior a la del
autor. En segundo lugar, el análisis literario también confirma esta
datación. La obra se caracteriza por un «convencionalismo» que
indica que el autor tomó muchos elementos de los romans
artúricos anteriores. Entre las obras que mayor influencia
ejercieron en el Atre se encuentran Le Chevalier as deus espees y
Amadas et Ydoine, pertenecientes ambas a la primera mitad del
siglo XIII. Por otro lado, en el Atre se basaron dos romans sin
duda posteriores: Claris y Laris, fechado por G. Paris en el año
1261 y el Roman de Escanor, situado hacia el año 12704.
Junto a estas argumentaciones lingüísticas y literarias, habría
que añadir otra de carácter arqueológico que confirma la datación
3
T. Wassmuth, Untersuchungen der Reime des altfranzösischen
Artusroman Li Atres perillox, Bonn 1905; E. Freymond, Ueber den reichen
Reim bei altfranzösischen Dichtern, en «Zeitsch. f. rom. Phil.» t. 6, Halle
1882. Las críticas de B. Woledge contra estos dos autores se expresan del
siguiente modo: «L'hypothèse de W. est toujours possible, mais nous
n'osens pas l'acepter définitivement quand elle est soutenue par si peu de
témoignages linguistiques et par aucun autre. Bomons-nous à dire qu'il
paraît assez vraisemblable que le poéme a été terminé par un second
auteur.» /.../ «La suggestion de F. /.../ mais les témoignages sont trop faibles
pour que nous acceptions la théorie de F.» (p. 52), sus propias conclusiones,
p. 53.
4
B. Woledge, cit., pp. 60. y ss. Por su parte, Schirmer lo había datado a
finales del siglo XIII.
de Woledge: el autor del Atre presenta una nueva imagen de la
caballería según el armamento descrito. Se trata al menos de una
imagen distinta de los caballeros que, por ejemplo, aparecían en
los romans de Chrétien o incluso en el Bel Inconnu de Beaujeu. El
autor recoge los cambios que se operaron en el armamento a partir
del año 1230 aproximadamente. Destacaré la mención de tres
elementos novedosos: a) el yelmo con visera (Topfhelm), b) la
cimera del yelmo cuya función principal consistió en ser
receptáculo de las señales heráldicas, y c) la utilización de
perpunte y sobrevesta, reservándose esta segunda túnica para la
ostentación de la heráldica. En definitiva, el autor del Atre
describe el tipo de caballero que inmejorablemente se representó
en el famoso manuscrito manesse de mediados del siglo XIII5.
TRADICIÓN O FUENTES
5
Cf. C. Blair, European Armour, London 1958 (2.ª ed. 1972, pp. 30 y ss.).
6
Cf. A. Micha, Le roman en vers en France au XIIIe siècle, (Les romans
arthuriens, pp. 380-399), en GRLMA IV/1, Heidelberg 1978.
7
Cf. introducción de W. Foerster a la edición de Le chev. as deus espees
(Halle 1887), cf. B. Woledge, cit., p. 85. Cf. nota 26 a la traducción.
La reiteración de motivos no parece ser indicio en la materia
artúrica de imitaciones o plagios. Tanto el Chevalier como el Atre
contienen un motivo ampliamente extendido y repetido en
diversos romans artúricos. Por tanto, la coincidencia del motivo
en ambas obras no implica forzosamente la utilización de una de
ellas como fuente. Y como quiera que la supuesta fuente común
de Chevalier y el Atre no se ha conservado, debemos considerar el
Atre como una obra original. La cita de fuentes por parte del autor
parece proceder de la necesidad de ofrecer verosimilitud a su
roman. Este tipo de citas solían ser auténticas cuando los
escritores basaban sus historias en los clásicos. Casi cien años
más tarde, las expresiones como las más arriba indicadas, parecen
ya tópicas8.
9
Cf. A. Micha, op. cit., p. 385.
10
Según la definición de F. Lot, Etude sur te Lancelot en prose, Paris,
Champion, 1918 (1954 reed.), p. 17. «C'est qu'il était difficile et même
impossible d'opérer de veritables subdivisions. Aucune aventure ne forme
un tout se suffisant a lui-même. D'une part des épisodes antérieurs, laissés
provisoirement de côté, y prolongent des ramifications, d'autre part des
épisodes subséquents, proches ou lointaines, y sont amorcés. C'est un
enchevêtrement systématique. De ce procédé de l'entrelacement les
exemples se pressent sous la plume.» Sin dar paso naturalmente a «lo
cíclico» propio de la prosa, cf. E. Yinaver, The Rise of Romance, Oxford
Univ. Press, 1971 (cap. Y. The Poetry of interlace).
errancia encuentra otra aventura. Se plantea así la primera
disyunción en el roman, o lo que podríamos llamar «ruptura del
proceso linea1»:
11
W. Kellermann, Aufbautstil und Weltbild Chrestiens von Troyes im
Percevalroman, Tübingen, Niemeyer, 1967 (1.ª ed. 1936).
12
Sigo la hipótesis de trabajo planteada para los romana artúricos alemanes
posteriores a Hartmann (cf. W. Haug, Paradigmatische Poesie. Der spätere
Artusroman auf dem Weg zu einer nachklassischen, Aesthetik, en
«Deutsche Vierteljahrschrift für Literaturwissenschaft und
Geistesgeschichte» n.º 56, 1980, pp. 204-231). Estoy preparando un estudio
sobre la estética postclásica en los romans artúricos franceses en verso
(Studia in Honorem M. de Riquer).
comportamiento sexual y amoroso. Interesa menos exponer los
valores propiamente caballerescos (valor, fidelidad, honor) que
discutir sobre cuál debe ser la actitud, tanto femenina como
masculina, ante las relaciones amorosas. Sobre un fondo de
posible procedencia celta e indudable valor simbólico, el autor
lleva a cabo un discurso moral destinado a «su dama» como dice
en el Prólogo, paradigma, debemos entender, de las clases
elevadas que entonces, a mediados del siglo XIII, giraban en
torno de la corte monárquica.
Victoria Cirlot
Barcelona, agosto, 1984
BIBLIOGRAFIA
EDICIONES
ESTUDIOS
Prólogo
La doncella botellera en la
Corte del Rey Arturo
La persecución de Gauvain
En el Cementerio Peligroso
6
La relación entre la presencia del sol y la fuerza del caballero es en la
tradición artúrica una propiedad de Gauvain (Prim. Cont. Lanc. en prosa,
Tristan en prosa). Así se lee en la Morte le roi Artu (ed. J. Frappier, «T. L.
F.», Genéve, Droz, 1964, párrafo 154): «Cuando el santo varón vio al niño
y supo de quién era lo bautizó. con mucho gusto y lo llamó Galván /.../ y el
niño fue bautizado alrededor del mediodía /.../ Señores, del niño que está
aquí, os puedo asegurar que superará en valor a todos sus compañeros y
mientras viva no será vencido a la hora del mediodía, pues ha sido
protegido con mi oración, de forma que todos los días hacia mediodía, a la
hora misma en que fue bautizado, aumentará su fuerza y valor allí donde
esté...» (trad. C. Alvar, Madrid, Alianza, 1980, p., 157). Justamente en base
a esa propiedad J. Weston interpretó la figura de Gauvain como una
divinidad solar (The Legend of Sir Gawein. Studies upon its original scope
and significance, London, Nutt, 1897, pág. 117 y sigs.; con todo, ver una
dura crítica a este estudio en W. Foerster, Besprechungen von Jessie L.
Weston... en «Zeitsch. f. franz. Spr. u. Lit.» 20, 1898, pp. 95-103). Es
improbable que el autor del AP desconociera este atributo de Gauvain
cuando se encuentra en obras que muy posiblemente había leído (cf. nota
3). B. Woledge (op. cit.) interpreta la transferencia del atributo a otro
personaje como la intención «de rendre plus formidable l'adversaire de son
héros» (p. 87). Por las palabras de la doncella a Gauvain se advierte que
éste es el adversario «fundamental» de Gauvain. Este personaje cuya fuerza
aumenta con el sol se caracteriza además por llevar armas rojas «... et l'escu
/ qui ert d'une color vermel», v. 1.516) y además poseer un gran tamaño
(como se repite constantemente en el relato). Señala R. S. Loomis que la
mitología celta el rojo es el color solar y el Sol, el dios de la muerte
(Arthurian tradition in Chrétien de Troyes, New York, Columbia Univ.
Press, 1952, págs. 165 y ss.). En AP se renueva en otras dos ocasiones la
figura del Caballero Bermejo: Codrovain el Rojo (pág. 59 y ss.) y el Rey de
la Ciudad Roja (cf. Ap.)
7
«Vostre mere si fu moult sage / .../ je sai bien qué elle fu faee» (vv. 1.577-
79). Es la única obra en la que Gauvain aparece como hijo de un hada.
Según la tradición Gauvain es hijo del rey Loth y de una hermana de Arturo
(Anna o Enna, según se cita en Godofredo de Monmouth, Wace o en el
Mucho os rogó que fuerais valeroso, pues mientras vivierais, no
seríais vencido ni muerto por ningún hombre por muy fuerte que
fuera. Pero os advirtió que mucho os guardarais de éste pues ella
sólo le temía a él. Y ahora os voy a decir su nombre y podréis
saber si os digo mentira o verdad. Sé muy bien que ella os lo
nombró y que os contó que no había caballero tan felón, tan
presuntuoso ni tan fiero, ni más fuerte en toda Bretaña: es Escanor
de la Montaña8. Además os dijo que si teníais que combatir con él,
no sabía quién de los dos vencería.
-Hermosa, es verdad. Todo lo que me habéis dicho, ella
también me lo contó. Pero Dios no me odiará tanto para que
retroceda sin más. Prefiero estar muerto que deshonrado, pues la
muerte pasa rápidamente, pero la deshonra dura mucho tiempo y
todos la recuerdan y la cuentan. Y yo no podría retornar sin
9
«Hiaume a visiere» (v. 2.011). Se trata del yelmo cerrado en forma de
tonel que cubría totalmente el rostro y cuya visera no era móvil. Este tipo
de yelmo sustituyó al cónico provisto de nasal, que es al que usualmente se
alude en los romans de la segunda mitad del s. XII. En el AP se recoge esta
novedad de la primera mitad del s. XIII: no hay mención del nasal y en
cambio resulta habitual la expresión del v. 2.011. Este tipo de yelmo sigue
estando formado por el cercle (v. 3.623), que los escritores castellanos de la
época vertían cerco (cf. M. de Riquer, El armamento en el «Roman de
Troie» y en la «Historia troyana», en «Bol. de la Real Academia Española»
t. XLIX, 1969, pp. 463-494); en el cerco se solía colocar la ornamentación
del arma.
-Señor -le responde el burgués-, os honro por mi señor a quien
veo aquí y porque creo que sois hombre noble y valioso. No sé
qué ofreceros pero tomad sin temor cuanto necesitéis, pues todo
está a vuestra disposición.
-Hay aquí muy ricos dones. No me habría atrevido a
pedíroslos. No creo que en ningún lugar del mundo se honrara
tanto a quien no se conoce. Os lo agradezco. Pero no necesito ni
la espada ni el corcel: el mío es fuerte y audaz, la espada dorada y
cortante. Demasiado grande es ya la recompensa que debo por lo
demás. Ahora debo armarme pues mucho temo una demora.
Gran esfuerzo ponen en armarle el criado y las doncellas.
Mientras tanto colocan las sillas y luego llevan los caballos. Mi
señor Gauvain monta y el muchacho coge escudo y lanza cuando
estuvo montado. El huésped ayuda a montar a la doncella que
habían traído con e,llos y se coloca delante. Entonces se ponen en
camino y el buen huésped les acompañó hasta que llegaron al
bosque.
-Señor, regreso -le dice-. Os encomiendo a Dios.
Gauvain entra en el bosque por el camino que cabalga Escanor
y en seguida se dio cuenta de que iba besando a su amiga. Y mi
señor Gauvain le llama pues no lo quiere consentir:
-Vasallo, desmontad a la doncella. Demasiado tiempo la habéis
llevado. No la tendréis más sin combate.
Y Escanor responde:
-No echéis la culpa a nadie más que a vos. Por San Lasdre de
Avalon, si vuestro corcel no fuera tan lento, bien me podríais
haber alcanzado desde ayer, pues yo sólo he ido al paso. Pero no
creo en modo alguno que emprendáis batalla contra mí. Nada os
estoy rogando. Sabed bien una cosa: envié desde mi país a la
doncella del rostro claro completamente sola a la corte del rey
Arturo y luego fui allí con gran orgullo a llevármela delante de
muchos barones para tener justa ocasión de combatir contra vos.
Gauvain le dice:
-Está decidido: tendréis combate cuando tanto lo habéis
deseado.
La doncella estaba triste y también el joven, al ver que muy de
mañana sería la batalla.
-Señor -le dice la doncella-, no será hermosa la batalla en este
camino. Cerca de aquí hay un prado y una landa hermosa y
grande. Sería más conveniente que fueseis allí si os complace.
Muy malos iría si la hicierais aquí con estas rocas, tejoneras y
surcos.
-Es cierto -dice Escanor-. Si Gauvain quiere, no pondré ningún
obstáculo en ir allí.
El muchacho se alegra porque la batalla se demora.
-Amigo -le dicen-, ve adelante y nosotros te seguiremos.
Y éste entró en un sendero y cabalgó tanto por el bosque que
llegó a una landa muy grande y hermosa. Escanor bajó a la
doncella a la sombra de los carpes y luego se ajusta las armas.
Gauvain ya estaba preparado. Entonces uno se precipita contra el
otro y se atacaron de tal modo que las astas de las lanzas crujieron
y volaron en trozos, pero no se movieron de los arzones.
Cuando Gauvain hubo quebrado su lanza, rápidamente
desenvainó la espada y furioso va a atacarie.
-Gauvain -le dice Escanor-, en mi tierra no es costumbre ni uso
que si un caballero ha emprendido batalla contra otro por ultraje,
desenvaine la espada antes de que uno de los dos haya caído. Se
esfuerzan en justar y hacen traer las lanzas y justan hasta que uno
de ellos cae en tierra, sea cual sea su sufrimiento. Los de
Normandía dicen que en el siglo la buena caballería sólo debe
justar. Hagamos que nos traigan lanzas y será más hermosa
nuestra batalla. Roguemos a este muchacho que tiene un rocín
fuerte y veloz, que vuelva rápidamente al castillo y que nos traiga
un haz de lanzas.
-Amigo -le dicen-, haz nos este favor y te lo agradeceremos
mucho.
-Y aquél va en seguida pues con mucho gusto se esfuerza en
retrasar la batalla hasta nonas. Y ellos se van a la sombra para
esperar que el muchacho, que está muy contrariado y tiene gran
dolor en su corazón, vuelva de su país. Se sentaron cada uno junto
a su doncella y se quitaron escudo, yelmo y silla para refrescarse
ellos y sus corceles.
Así permanecieron hasta que el joven regresó picando
espuelas, trayendo seis lanzas gruesas, grandes y afiladas. Había
una tan larga, gruesa y de asta cuadrada10 que no había caballero
tan noble, tan resistente ni tan fuerte en el reino del rey Arturo,
que se esforzara tanto en atacar y la rompiera al justar.
Gauvain contempló las lanzas y pensó algo por lo que todo el
mundo le debería alabar.
-Ve junto al caballero -dice al muchacho- y llévale de mi parte
estas seis lanzas para que elija las tres que más le gusten y luego
me traes las que queden. Quiero que elija él.
Y aquél va espoleando por una senda del lado del bosque. Le
presenta todas las lanzas de parte de Gauvain para que le devuelva
tres y se quede con otras tres según su elección. Ocurra lo que
ocurra -bien ve que ya es cerca de nonas- no quiere vencerle por
las armas si Dios le concede victoria, ni que aquél encuentre
motivo para decir que fue por la elección de las armas. Por eso
prefiere que Escanor elija antes.
-¡Ay, Gauvain -exclama Escanor-, así como el oro supera a
todos los metales, no se cuenta de ningún caballero que tenga tan
buenas cualidades como vos! Muy gozoso debéis estar, pues
tenéis tanto honor y fama que hasta vuestros enemigos lo tienen
que reconocer por fuerza. Siento gran tristeza por haber
perseguido esta batalla y no lo digo por temor, sino porque quien
entorpece y dificulta a caballero con tan buenas cualidades, bien
debe estar muy triste.
Coge las tres lanzas gruesas y le da las otras al joven. Mucho
le ruega y dice que de su parte agradezca a Gauvain su rico
presente. En seguida se vuelve a preparar, monta, enlaza el
almófar y así retorna a su batalla. Tiene que hacerlo, pues ya que
lo han emprendido, ninguno de ellos lo puede dejar sin vituperio.
El muchacho siente gran temor por Gauvain y regresa pensativo.
Gauvain se vuelve a preparar.
Muy vasallos fueron los dos. Cada uno deja correr al caballo y
se golpean en medio del pecho con las lanzas de modo que las
astillas vuelan alto y lejos, pues las quebraron hasta los puños.
0
1
«Quarree de quartier» (v. 2.179) que traducimos por «asta cuadrada».
Existe la expresión «d'un roide fraisne de quartier» (de resistente fresno)
que es el material característico del asta de la lanza, lo que induce a L.
Foulet a suponer quartier = hampe carrée (Glossary, cit., p. 246 ).
Luego cada uno coge otra y se atacan de tal modo bajo el pecho
con las lanzas que ambas vuelan en trozos.
Al final, Escanor coge su gran lanza. Era su tesoro y la había
dejado en reserva. Como valía otras cuatro, piensa por su fuerza
derribar a Gauvain. Y Gauvain coge la suya y dejan correr
velozmente los corceles uno contra otro. Escanor le golpeó
primero por la longitud de la lanza, pero no la pudo romper ni
tampoco derribar a Gauvain y se llenó de cólera. Gauvain se
mantuvo tan bien que nada retrocedió, sino que le hizo volar la
lanza lejos en medio del prado en un matorral. Gauvain le golpeó
por debajo del brocal del escudo y se lo rajó y agujereó de modo
que rompió su lanza. Rápidamente recuperaron su turno y se
enfrentaron cara a cara.
En cuanto Gauvain desenvaina la espada, en seguida empieza
la pelea y le golpea encima del yelmo. El otro le responde tan
bien que mucho se sorprendió Gauvain por ello. Muy terrible fue
y mucho duró la batalla de los dos vasallos. Muchas veces se
encuentran en los escudos, los cuerpos, los caballos, pero iban tan
bien armados y sus lorigas eran tan resistentes que poco daño se
podían hacer.
Una de las veces que iba a atacarle, le ocurrió a mi señor
Gauvain que, al golpearle fuertemente sobre el yelmo reluciente,
la espada cayó hacia abajo hasta el escudo y lo rajó hasta el
brocal, pero de tal modo que no la pudo recuperar. Y el otro se
separo con fuerza de Gauvain y le hizo volar de la mano su buena
espada. Una gran angustia se apoderó entonces de Gauvain.
Si Gauvain temió la pelea al perder su espada, nadie se puede
sorprender por ello. Pica espuelas a su corcel, pasa delante de
Escanor y rápidamente coge la lanza que se le había caído a su
enemigo. No la hubiera dado por todo el oro que hay desde aquí a
Antioquía. Luego hace retroceder al buen corcel y vuelve como
hombre osado para enfrentarse a Escanor. Mientras le va a atacar,
piensa que con tan gran impulso, si le golpeaba sobre el yelmo o
sobre el escudo, rompería su lanza o le volaría de los puños. Sabe
con toda certeza que si ahora perdía su lanza no podría encontrar
otra arma para defenderse. Entonces comprende que no le puede
hacer ningún mal si no le ataca al caballo. Espolea al corcel,
mientras el otro mantiene la espada de acero y le espera con gran
fiereza. En el encuentro, Gauvain hiere al caballo en medio del
pecho, de forma que la punta de hierro le sale por el costado
izquierdo. Entonces se acerca a Escanor y cuando cae el caballo,
le coge el borde del escudo, se lo arranca del cuello y retira su
espada.
Mucho se encolerizó Escanor al ver muerto a su caballo y él
derribado. Se pone en seguida en pie y dice:
-Gauvain, por este ataque no estoy muerto ni apresado. Muy
mal me habéis dejado, pero a pie estaréis como yo, si no me falta
la espada de acero.
Gauvain sabe que si le ataca, le matará su caballo pues es
grande y fuerte. Prefiere atacarle a pie, pues mucho se apenaría si
viera muerto a Gringalet11. Va espoleando hacia el muchacho y
por propia voluntad desmonta, le entrega su caballo y el escudo
que le ha quitado a Escanor. Luego regresa al prado donde
Escanor le espera.
Allí veríais comenzar muy duros ataques y bajo las espadas de
acero romperse con frecuencia las lorigas. Los hierros, que eran
más blancos que una flor, se vuelven rojos. Allí podríais ver un
terrible combate entre los dos vasallos, pues sabed que ponen
todas sus fuerzas en hacer sufrir al otro. El joven y las doncellas
que están a la sombra muestran gran duelo.
-Desdichada y malaventurada, si en región exferiría estar
muerta ahora mismo.
Mucho se desconsuela la que llevaba Escanor. Por el gran
terror que siente, cae desmayada y cuando se levanta, vuelve a
comenzar el duelo ya gritar:
-Desdichada y malaventurada, si en región extraña pierdo de
este modo mi gozo, mi corazón, mi amigo, entonces he venido a
mal lugar. He oído decir, y es justo, que el exceso no produce
1
1
Ya en el Erec y en el Perceval de Chrétien, Gringalet aparece como el
caballo de Gauvain. Según el Merlín en prosa (ed. Sommer, cit., vol. II, p.
341), Gauvain habría conquistado su caballo a Clarion, rey de
Northumberland. Otra versión se concede en el Roman de Escanor (cit.
nota 8): el hada Esclaramonde se lo regala a Escanor y Gauvain lo captura
en batalla (cf. B. Woledge, cit., p. 87). Según R. S. Loomis (Arthurian, cit.
p. 159), el nombre deriva del galés quin-calet, que significa blanco y
atrevido.
ningún bien. La injusticia es mía y de mi amigo, pues él estaba en
su país lleno de riqueza y poder y yo tenía todo lo que quería. Por
exceso fui enviada sola a la corte del rey, luego vino mi amigo a
buscarme delante de muchos barones para tener motivo razonable
por el que combatir con Gauvain. Creía estar bien seguro de que
si podía vencer a Gauvain, no habría en todo el siglo caballero
que se atreviera a esperarle.
El duelo de la doncella de cabello rubio, la que Gauvain se
había llevado del cementerio, no es menor. Siente gran cólera y
dice:
-Desdichada, no sé qué haré, si aquí pierdo al buen caballero,
al audaz, al que me liberó del dolor y que con tal honor me lleva a
su país. Desgraciada y perdida me quedaré aquí en gran martirio.
Y el doncel con gran angustia se tira de los cabellos y grita.
Nunca antes tres personas habían hecho un duelo semejante. Y los
dos caballeros se esfuerzan, por matarse yeso es gran pena.
Gauvain le lleva ventaja Por el escudo que le cuelga del cuello y,
no obstante, bien se defiende Escanor que nada le teme. Gauvain
se acerca lleno de cólera y con la buena espada le golpea el yelmo
rompiéndolo y rajándole todos los lazos, de tal forma que el
yelmo cae junto a él en el prado. Luego le vuelve a golpear. El
otro se defiende con grandes dificultades y, a pesar de todo, le
logra asestar tal golpe sobre el yelmo que todo le tiembla, y el
golpe desciende tan fuertemente sobre el escudo que allí se le
hunde la espada hasta el arriaz.
Escanor, que terriblemente se duele y ya no sabe cómo
defenderse, le ruega merced y quiere entregarse, pero Gauvain no
lo quiere recibir, pues teme que le engañe y le mate si se levanta
de encima de él, ya que su madre le había advertido que sólo a él
temiese. Eso le hace sospechar y tanto le odia en su corazón que
no soportaría de ningún modo que se le escapara sano y salvo.
Entonces le golpeó de pleno en el rostro descubierto. Le arranca
por debajo de los ojos la nariz y una de las mejillas, y lo raja hasta
los hombros. Con este golpe lo derriba muerto.
En esto llegan el muchacho y la doncella picando espuelas y
mostrando gran gozo. Gran duelo hacía la doncella que había
acompañado a Escanor. Gauvain corre en seguida junto a ella y la
consuela. Con mucha dulzura le ruega que lo olvide y se
reconforte:
-Hermosa, nada se me debe reprochar si lo he matado. Ha
sucedido por su abuso: os hizo salir de su país para conseguir esta
pelea. Pero estad bien segura de que os repondré la pérdida, si
queréis seguir mi consejo. Nada me sorprende que sintáis tristeza
y pesadumbre, pero tened por seguro que os llevaré conmigo con
gran gozo a la corte del rey y allí recibiréis con gran honor amante
o señor, aquel a quien queráis elegir.
-Señor, no hay más que hablar -le responde-. Se cumplirán
vuestros consejos. Me entrego a vuestra merced, haced que reciba
estima y vos honor.
El relato de Espinogre
4
1
El nombre Espinogre aparece en el Lancelot en prosa. Méraugis y
Escanor. El apellido de Wi que sólo aparece en este verso 3.349 parece ser
original del AP (Woledge, cit., p. 97).
gozo si mi amiga lo oyera. Menor será mi vergüenza y mi ira, si
me ha vencido otro mejor que yo.
-No os puedo decir mi nombre -le responde Gauvain-, pues lo
he perdido y no sé quién me lo ha robado15. Ahora me conviene ir
a buscarlo, pero no sé dónde ni en qué tierra. Venid conmigo y, si
queréis, comportaros a mi agrado y placer.
-Iré con mucho gusto, como quien es vuestro por entero ya
quien por justicia habéis conquistado.
-Cuando lo hayamos buscado y los dos hayamos hecho tanto
para encontrar mi nombre, os lo diré en seguida. y tened por
seguro que mientras tanto os prometo hermosa compañía. Nunca
en toda vuestra vida, se esforzó tanto caballero ni os concedió una
más hermosa.
En cuanto Gauvain hubo hablado, el caballero juró la palabra
sin contradecir. Gauvain recibe entonces su espada por el acuerdo
que han hecho, que aquél deberá enmendar la mala obra tal como
el cuento ha contado. En esto, montan los caballos que iban
solitarios a su lado. Luego el caballero les condujo al castillo del
que había partido. Contaron a la doncella todos los hechos y las
palabras: de qué modo se encontraron, cómo contó la historia,
cómo fue creciendo la discusión hasta que combatieron en el
bosque, cómo se atacaron y cómo finalmente se hizo la concordia.
Gauvain les reconcilia de tal modo que sin retraso y allí mismo
hizo jurar al caballero que jamás en toda su vida por amor ni por
amistad amaría a mujer salvo a ella. Entonces aquélla quiere saber
su nombre, pero él le dice:
-No puede ser de ningún modo.
5
1
La pérdida de la identidad caballeresca alcanza aquí expresión literal: «le
ne vous puis le mien non dire / fait Gauvain, que je I'ai perdu. / Si ne sai
qui le m'a tolu» (v. 3.450-52). No se trata de cambio de nombre ni de
encubrir el auténtico, sino de "perderlo", de "robo". Las palabras de
Gauvain se sitúan aproximadamente en el centro de la obra, marcando sin
duda un momento estructural significativo (A. Fierz-Monnier, Initiation
und Wandlung. Zur Geschichte des Altfranzösischen Romans in zwölften
Jahrhundert von Chrétien de Troyes zu Renaut de Beaujeu, Bem, 1951). A
partir de este verso, el protagonista será llamado Cil sans non hasta la
aventura que le permitirá recuperarlo.
Ya sabe tanto de su aventura que de ningún modo lo puede
decir16.
Y ella le dice:
-Buen dulce señor, vos que no tenéis nombre, bien sé que sois
hombre noble y que mucho os debo amar. Bien sé que si hubiera
tenido que quejarme a Gauvain por este caballero, totalmente se
habría cumplido mi derecho, pero nunca había oído hablar ni
nunca gozó mi amigo de ningún amor excepto del mío. Sólo
ahora se había puesto en camino para perseguir a otra. Y este
caballero me lo ha devuelto por su amor. Tanto lo ha cansado con
las armas que me ha devuelto su cuerpo y le ha vendido muy caro
el loco pensamiento que emprendió. De gran mérito es Gauvain y
bien le debe agradecer a Dios ser tan amado y apreciado.
La doncella, que siente gran gozo por la aventura, coge sus
escudos y los hace desmontar. Luego ordenó a sus criados que
mucho los honraran y sirvieran. Mucho se esforzó en servir la
bondad que Gauvain le había hecho al ponerse en aventura para
devolverle a su amante. Le ofrece a su disposición el castillo, el
hostal y todos sus bienes y le ruega que como recompensa lo
tenga todo por suyo. Muy buen y hermoso hospedaje encontraron,
y muy a gusto pasaron la noche, pues se hizo todo cuando
desearon. Pero para no alargar mi cuento no voy a describir todos
los manjares, las buenas carnes, los frescos pescados, caza y aves,
cuyo servicio fue muy hermoso. También disfrutaron de gran
cantidad de otros manjares que aquí no serán contados y de muy
diversas clases de vino. Pero más valió el hermoso rostro que les
hizo la doncella con el que gozaron más que con catorce platos.
6
1
Gauvain se niega a revelar su nombre «car il set ja tant de sen estre / K'il
nel puet a nule cien dire» (vv. 3.500-01). Hemos traducido estre por
«aventura» siguiendo la definición de J. Foulet (Glossary, cit., p. 104): «Au
singulier et précédé d'un pronom possessif (ou plus rarement d'un
complement déterminatif) estre indique tout ce qui se repporte à la vie
d'une personne, détail insignificant ou aventure extraordinaire.» Esta es la
única explicación en el roman por la que Gauvain renuncia ahora a su
nombre y no antes (desde el momento en que las tres doncellas le relataban
el suceso). El momento coincide con la adquisición de compañero,
Espinogre: «si vous couvient o moi avenir / Et, se vous volés, contenir / A
mon plaiscir et a mon gré» (vv. 3.455-57). Después de vencer a Espinogre,
Gauvain le pide que le acompañe en busca de su nombre.
¿Qué más os podría contar? La doncella les procuró tanto
gozo y honor como pudo. Al día siguiente cuando amaneció, los
dos caballeros se levantaron, se armaron bien y se pusieron en
camino con la doncella del rostro claro que les acompañaba y
había acudido allí con ellos. Encomendaron a su huésped a Dios y
entraron en el bosque por donde habían venido.
7
1
En ocasiones el perpunte (porpoint, v. 3.605) se podía vestir por encima
de la cota de mallas. En este caso, el caballero la lleva por debajo,
costaría describir el yelmo que llevaba en la cabeza, el cerco y Ja
visera. Sobre el yelmo llevaba una cimera con sus armas que su
amiga le había entregado por amistad 18. Su caballo era de
Lombardía, fuerte, rápido, de paso veloz. Y sabed que tenía
deseos de probar su poderoso valor, si puede encontrar a sus
enemigos.
Entonces empieza su proeza: coge el escudo por las asas,
coloca la lanza bajo el sobaco y se clava en la silla. Luego espolea
al caballo. Sabed que había abrochado su cuello con una hermosa
hebilla de oro y había colgado del cuello un cuerno por debajo del
escudo. El escudo estaba cubierto de gules con un león rampante
de armiño. En su gruesa lanza de fresno llevaba un gonfalón
colgando. Ciñe la más rica espada de todo el reino de Logres.
Gauvain y Espinogre mucho lo contemplan. El caballero del
que os hablo iba demostrando gran gozo y cantando una canción
de amor que acababa de aprender. De pronto, coge por las asas el
escudo junto con la lanza y lo tira todo muy airado en medio del
campo. Luego comenzó a mostrar gran duelo. Grita y se golpea
cumpliendo una función defensiva. Eran túnicas acolchadas y generalmente
cubiertas de seda «couvert d'un moult rice boufu», v. 3.606). Las señales
heráldicas están colocadas en la sobreveste (cote a armer, v. 3.612) por
encima de la loriga (hauberc) que el autor adjetiva como safre menu (v.
3.607). Menu debe referirse a las mallas, siendo muy usual la expresión
maille menue desde la Ch. de Rol; más oscuro es el significado concreto de
safre. Según F. Buttin (Du costume militaire au Moyen Age et pendant la
Renaissance, Barcelona, 1971) safré (sinónimo de orfroi, aurifrigia) hace
alusión a las cotas ornamentadas en oro. La ornamentación se encontraría
en una túnica, soporte de las mallas clavadas (p. 68). Sigo la traducción que
ofrece M. de Riquer (Chanson de Roland, Barcelona, Festín de Esopo, p.
141) «jalde» puesto que el color predominante del safre sería justamente el
amarillo.
18
Se trata del nuevo tipo de yelmo (visiere, v. 3.620) (nota 9). La aparición
de un yelmo que cubría totalmente el rostro implicó la utilización de la
cimera («Sor le hiaume ot une baniere / de ses armes...» vv. 3.624-25). El
autor del AP recoge la nueva imagen de la caballería a partir del año 1230
aproximadamente, la que, como por ejemplo, presenta el famoso ms.
Manesse de Heidelberg. Las transformaciones se produjeron en el
armamento defensivo: utilización de dos túnicas además de la cota de
mallas, yelmo cerrado, apogeo de las señales heráldicas.
los puños, de modo que los que le ven, piensan que sentía deseos
de estar muerto sin que consuelo de hombre o mujer lo pudiera
remediar. Pero muy pronto, vuelve a coger escudo y lanza, se
hunde bien en la silla y pica espuelas al caballo con la lanza
extendida. Comienza la canción de la que había cantado dos
versos.
-¿Estará encantado ese caballero que así se comporta? -dice
Gauvain.
Y aquél vuelve a tirar al suelo lanza y escudo.
-¡A y, desdichado -exclama-, por gran desgracia busco esta
aventura!
Comienza de nuevo el duelo tan fuerte que todo el que lo
viera, sentiría lástima de él.
Después de comportarse así mucho rato, a guisa de hombre
insensato, va directo a recoger sus armas, coge el escudo por las
asas, vuelve a espolear al caballo y vuelve a cantar la canción que
había dejado.
-Bien puedo jactarme de haber visto muchas aventuras -dice
Gauvain-, pero jamás había visto a caballero comportarse de este
modo. No puedo contenerme y dejar de preguntarle de dónde
viene y qué va a buscar.
Se dirigen espoleando hacia él en medio de la landa. Mi señor
Gauvain le pregunta después de saludarle como cortés y de buen
linaje, que, si le place, le diga de dónde procede aquel gozo y
aquel duelo que le ve demostrar conjuntamente, pues mucho
tendría que esforzarse en buscar por toda la tierra antes de
encontrar semejante aventura. Por ello le requiere y ruega que le
diga el motivo del duelo y del gozo que hace.
-Señor -le responde-, por mucha pena que aquí me debiera
desgarrar no podría permanecer con vos el suficiente tiempo para
contaros mi historia, de dónde vengo ni adónde voy. Pues tengo
que acudir sin falta a un vado que está a más de cinco leguas de
este bosque. Os puedo asegurar que si no estoy allí antes del
mediodía, lo habré perdido todo y más me valdrá tener clavadas
dos lanzas en el cuerpo.
-Señor, si os complace, os acompañaré hasta que me hayáis
contado vuestro duelo y vuestro gozo. Muchos deseos tengo de
oírlo para conocer esa gran maravilla -le dice Gauvain.
Y aquél se prepara para contárselo mientras cabalgan. Oíd el
cuento tal y como el caballero lo cuenta:
-Señor, sucedió antaño que llegué a casa de un gran y poderoso
hombre con mi señor. Nos acogió muy bien y tuvimos muy buen
hostal, y sabed que nunca tuve otro mejor. Si en algo os miento,
que caiga sobre mí la vergüenza, pero os tengo que decir a vos,
que os lo estoy confesando todo, que me encuentro en gran
peligro de muerte.
»Gran honor y gran fiesta hizo el huésped a mi señor y a todos
los que le acompañábamos. Cuando llegó la hora de comer me
senté con la hija del señor, que era muy amable, cortés y muy
elegante. No había otra tan hermosa en la región. Entonces yo era
caballero novel. Hablé tan convenientemente y tan bien, tan
hermosos fueron mis ruegos y agradables a la doncella que -pie
concedió su amistad. Le juré, y ella a mí, que siempre perduraría
nuestro amor sincero, de buena fe, sin engaños de falsa conducta
y que ella sólo me amaría a mí. Por mi parte le concedí el don de
que sólo la amaría a ella. Con toda seguridad, podría jurar que aún
dura así el amor, pero nos ocurrió una desventura. No sé cómo
sucedió, de dónde procedió ni cómo se produjo, pero cuando su
madre se enteró y supo con certeza que ella me amaba, le
desagradó profundamente.
»La guardó de tal modo que no tuvo que preocuparse de que
hablara con ella. Hace ya dos años y medio que se encuentra en
tal situación por mí. Ahora un poderoso hombre de este país la ha
requerido. Por el consejo de sus amigos y por la insistencia de uno
de sus hermanos, el padre la ha prometido y hoy la debe entregar.
Ella siente tan gran dolor que por poco no ha muerto de tristeza.
Pero no se atreve a contradecirle pues su padre se lo ha ordenado.
Secretamente me ha hecho saber que hoy sería entregada. El gozo
que mostraba y que visteis antes, se debe a que hoy la podré ver.
El duelo que hacía después, se debe a que nunca más volveré a
verla, y siento tal tristeza que no la podría contar y preferiría estar
muerto. Luego me consuelo pensando que allí, ante sus ojos, lo
haré tan bien que nadie podría hacerlo mejor. Pues cuando vea a
su gente, les combatiré tan duramente y seré tan noble y valiente
como nadie, excepto el buen rey Arturo al que no cuento y
Gauvain, y sé que me comporto como necio y villano al
envanecerme así, pero os digo que por sus ojos demostraré tanto
valor y audacia como ningún caballero, excepto esos dos, que
llegara allí solo, podría hacerlo.
»Siento tan gran duelo porque ése se la lleve, pues nadie
podría soportar el gran esfuerzo ni el hecho de armas como lo voy
a aguantar y sufrir por ella. Mucho me complacerá que lo vea,
pues ningún hombre que no amara, podría emprender el hecho de
armas que emprende el que está apresado y oprimido por amor19.
»El gran duelo que hago después, se debe a que he emprendido
muy costosa tarea, pues le acompañan valientes y audaces
caballeros. Eso me dijo el que acudió a mí, que los contó al salir,
antes de separarse de ellos. Sé con certeza que sólo he
emprendido una gran desmesura y que persigo mi ruina. El
mensajero, que era muy cortés y prudente, también me dijo que
les vio muy bien armados. Ahora oíd, si no lo sabéis, por qué van
tan bien armados: nada se puede ocultar, pues se han enterado de
que la doncella es mi amante. Como saben que la amo, temen mi
gran necedad y que por derecho la reclame, que, de pronto, en un
mal paso caiga sobre ellos. Bien podrían temerlo si tuviera una
buena compañía, pues tan pronto como la viera, presentaría allí
gran disputa y bien parecería que ella era mía. Pero aunque esté
solo, os juro que ella será muy bien reclamada. Aunque por
mucho que diga, sé que no lo soportaré pues nunca antes ningún
caballero, ni siquiera Roldán ni Oliveros, pudo soportar combate
semejante, y que al final no fuera muerto o apresado si no ocurría
un prodigio. Pero lo he emprendido de tal modo que ésta es la
conclusión: o muero o rescato a mi amiga.
-Espinogre -dice entonces Gauvain-, muy villano y felón es el
caballero que ve a otro en tan gran angustia por amor y no le
ayuda en su gran necesidad.
-Señor -le responde Espinogre-, si vos queréis intervenir, no
dejaré de poner en ello todo mi esfuerzo. Soy vuestro por justicia
9
1
El amor incrementa la fuerza del caballero, al igual que la demostración
del valor exalta los deseos de las doncellas. Se trata de una nueva
exposición del topos cortés: «Ne porroit, s'il n'amoit, enprendre, / Le fais
d'armes que cil enprent, / Quant amors le tient et esprent.» (vv. 3.830-32).
Cf. nota 12.
y no puede haber motivo para que no quiera soportar el peso de
cuanto vos queráis emprender. Nunca me opondré en nada a vos.
Los dos le prometen que le ayudarán en tal necesidad y el
caballero les responde:
-Señores, os lo agradezco. Si os he contado la desmesura que
he emprendido por mi necedad, en modo alguno la debéis
compartir. Ni os pido que os quedéis, porque yo en mi gran
desmesura no pueda marcharme. Sería una gran pena que alguno
de vosotros fuera muerto o apresado en este hecho que he
emprendido por mi locura.
Cuando mi señor Gauvain oye estas palabras tan llenas de
nobleza, siente mucha lástima. Sabe bien que lo dice y les excusa
por nobleza y que rechaza su ayuda por temor a llevarlos con él a
la desgracia.
-Señor -le dicen-, moriremos, seremos apresados o nosotros os
devolveremos a vuestra amiga, pues así lo hemos decidido.
El caballero se lo agradece y mucho se alegra por la promesa
que oye:
-Señores, Dios os oiga y me podáis devolver mi gozo después
de tanto sufrimiento. Al que por honor se esfuerza, al final Dios le
concede gozo y honor según su necesidad. No hay nadie tan
extraviado que no pueda volver a encontrar el camino, pues Dios
le socorre y guía.
En esto, se ponen en marcha para acudir a ese asunto.
-Señor, así me ayude Dios -dice la doncella a Gauvain-, tengo
tanta hambre que veréis volverme loca si pronto no tengo algo
para comer. Os digo con toda seguridad que si no tengo
inmediatamente un trozo de pan, me comeré las manos pues
nunca antes tuve tanta hambre.
Mucho se disgusta Gauvain cuando oye esta noticia. Entonces
le dice a la doncella:
-¡Por Dios, hermosa! Aquí no podríamos encontrar por nada del
mundo ni por ningún bien algo de lo que pudiéramos tener
necesidad y sabéis que por justicia no puede haber ocasión, pues
ahora mismo tenemos que ayudar a este caballero. Se lo hemos
prometido y no sería digno, después de habérselo acordado, que le
falláramos en esta necesidad. Quien así lo hiciera encontraría
reproche para toda su vida en cuanto la gente lo supiera. Cuidad
de que no me ocurra desventura y que no encuentre deshonor, por
la nobleza y el honor que habéis hallado en mí. Siempre os
reprocharían este acto si se conociera que vos lo habíais
rechazado .Os ruego que no os disgustéis y que aguantéis vuestro
malestar hasta que haya pasado todo esto.
-No estoy tan loca como para acordaros esta palabra por mi
gusto -le contesta la doncella-. Y para no preferir la pena de otro a
la mía, por mucho que a alguien no le complazca. No penséis que
estoy fingiendo y que el hambre no me oprime incluso más de lo
que digo. Aunque me dieran quinientos marcos de oro para
aguantar hasta el mediodía, os digo por mi lealtad que no lo
podría soportar. Estando bajo vuestra protección, sería una gran
villanía que muriera por vuestro descuido. Señor -continúa
diciendo-, en otra ocasión estuve aquí y vi un castillo un poco más
allá de esté valle, a menos de una legua y media. Nunca en toda
vuestra vida, ni en Inglaterra ni en Gales, visteis uno con tan
hermosas torres y ricas salas tan bien construidas.
He puesto todo mi empeño en narrarlo tal y como ella lo
describió. La doncella contó muy bien cuanto había visto allí y le
dijo que se encontraba en una empalizada y que el castillo estaba
provisto de todo lo que convenía a hombre noble.
-El asno cae por sobrecarga, he oído decir -exclama Gauvain-.
Pero ahora veo que tengo que hacerlo y que debo acompañaros,
cuando así os place.
Salomón dice en uno de sus libros que quien toma mujer por
compañía carece de libertad, que aquel al que ella tiene en su
poder después de que él haya sido sorprendido por amor, mucho
tiene de qué quejarse, si tuviera suficiente coraje para lamentarse
a cualquier precio. Pero nadie se atreve a hacerlo y cuanto uno
más se esfuerza en amarla, más empeño pone en servirla a su
voluntad, más deseoso está y más honor y bien le proporciona,
más se arrepiente de todo al final.
-Espinogre -dice Gauvain-. Mucho me complace que tengáis
dos olifantes. Sonad vos el vuestro y él el suyo en cuanto se oigan
cuatro palabras, y acudiré a galope después de que coma la
doncella. Ahora debo procurar que tenga comida, antes de hacer
cualquier cosa.
-Vemos bien que no puede ser de otro modo -le dicen.
En las tierras de Codrovain el Rojo
0
2
Es frecuenté en los romans artúricos la imagen del recinto rodeado de
palos aguzados en los que se clavaban las cabezas de los caballeros
vencidos en combate, rito posiblemente de origen celta (cf. M. Dillon, N.
Chadwick, The celtic realms, London, 1967, pág. 296, «culto a las cabezas
cortadas»). «Ki n'ert pas clos de pel agu» (v. 4.048) hace alusión a que en
ese castillo no hay nadie que defienda tal costumbre ( defender el paso
según ese rito). Este episodio pudo haber sucedido en el original al episodio
del Rey de la Ciudad Roja que presentamos en el Apéndice: es la única
ocasión en que Gauvain se enfrenta ante un rey que mantiene la costumbre
de los palos aguzados. La alusión del v. 4.048 podría hacer referencia a la
costumbre en general o concretamente a la anterior aventura de Gauvain.
sitios. Y el caballero la saluda con bondad y le ruega que le dé
comida:
-oídme, ahí fuera en esta corte hay una doncella a caballo. Si
muy pronto no se la socorre y no se le lleva comida, nunca más
saldrá de aquí y morirá sin salvación. Está delante de la torre y os
ruego por nobleza, recompensa y servicio que me ayudéis en esta
necesidad.
-Señor, si os doy algo, caiga sobre mí la vergüenza, pues me
parece gran necedad. Demostráis gran presunción pensando que
deba hacer algo por vos. Mal acogida encontraríais si mis
hermanos estuvieran todos aquí. Tengo siete y todos son nobles y
valerosos, pero ahora están en el bosque.
-Doncella, si os parece bien, por un pequeño don os concederé
gran recompensa. Muy bien serán recompensados los pasteles.
-A fe mía, que no gastaré de este modo mi comida -le dice la
doncella.
-Así no acabaréis nunca -interrumpe un enano que estaba
sirviendo-. Se dice que muchas veces quien corre a ciegas pierde
sus palabras. No intentéis nada con ella ni por nobleza ni por
ruegos, pues conozco muy bien su carácter. Sólo seréis
complacido con orgullo y abuso. Decidme quien en corte
frecuentáis, ¿no se educa orgullo con orgullo? Poned orgullo
contra orgullo, así os lo aconsejo, cuando os encontráis en tal
necesidad. La comida no está lejos y la podéis coger en
abundancia.
-Mucho se debe temer el obrar mal y nada me gustaría cometer
falta. Preferiría hacerlo en paz, si pudiera, y no a su disgusto -dice
el que no tiene nombre.
-Eso no podrá ser -le responde el enano.
Entonces se acerca y coge un pastel y un pan, y en la otra
mano un trozo de tocino del que había en abundancia en el
recipiente. El enano le conduce por el freno hasta la doncella que
le espera. Le entrega la comida y le ruega que se apresure, pues
no hay tiempo para reposar. Gran necesidad tenía de apresurarse y
de ir a socorrer al caballero al que debía ayudar, tal y como le
había prometido. Ella le dice ahora:
-Señor, así me ayude Dios. Muy pronto me pondría con vos en
camino, pero antes debo preocuparme de proteger mi vida pues
me he encontrado en gran prueba. Esta comida me ha devuelto la
vida. No consideréis una villanía atender a mis grandes
necesidades. Ahora tengo que beber. Me ha sorprendido una sed
terrible desde esta mañana y ya no lo puedo soportar. Si no bebo,
no duraré mucho tiempo. En cuanto haya bebido, me pondré en
camino con vos.
El sin nombre regresa en seguida a la sala temiendo otro ruego.
Se dirige a la mesa para coger la copa, pero cuando va a extender
la mano, la doncella que estaba sentada a la mesa, coge antes que
él la copa y muy airadamente le dice:
-Si los que están en la landa y en el bosque divirtiéndose
hubieran estado en esta sala, os habrían contradicho por el vino y
la comida. Pero me habéis encontrado sola y habéis probado
conmigo vuestra proeza. Mucho honor encontraréis en causar
deshonor a una doncella.
Y el enano con ira le llama y le dice:
-Señor caballero, no obtendréis de ella sin grave peligro ni un
cuarto de pan.
Entonces le coge la copa de la mano, quiera o no, y se la lleva
a la que le espera en la puerta. Y la otra que está sentada a la
mesa, le dice:
-Señor vasallo, no sois justo ni bien enseñado cuando contra
mi voluntad habéis cogido mi comida. Si estuviera con vida aquel
a quien todo el mundo envidiaba por su bondad, aún podría
encontrar justicia. ¡Ay, Muerte, cuán costosa, traidora y enojosa
eres, que nunca evitas a hombre noble! No hay doncella desde
aquí hasta Roma ni desde allí hasta España que no esté perdida.
¡Ay, ay, Gauvain, si estuvieseis vivo, nadie me habría cogido la
copa de mi mano ni mi comida! Nada habría temido. Ya no existe
el que velaba por nuestros derechos ni quien ponía querella por
ellos.
Al otro nada le importa aquel discurso y devuelve la copa al
enano. La doncella ya había terminado con la comida .y el vino y
se vuelven a poner en camino. No habían cabalgado mucho rato
cuando, después de pasar el puente, encontraron al caballero que
en la cruz le había dado el corcel y el palafrén con silla y arnés,
que tanta falta les hacía. Sobre el puño mantenía el gavilán que le
habían dado allí. Iba tan bien armado que en ningún lugar se
habría podido encontrar a uno más bien equipado. Le saluda y le
ruega, como aquel que está en gran necesidad, que le devuelva el
favor y le recuerda el don por el que le debe recompensar. Si
ahora mismo no se lo devuelve y prefiere esperar, ya nunca más
podrá recompensarle.
-Os diré por qué -le dice-. El castillo de allá arriba está en
calma. Dentro no hay nadie que os pudiera causar pena. Todos los
caballeros del castillo están en el bosque divirtiéndose, lo sé muy
bien. Dentro hay una doncella, encerrada en el castillo, a la que he
amado durante más de tres años. Os ruego que me la entreguéis.
-A fe mía -le contesta-, muy justo es que la tengáis, si puedo. Y
si la encuentro en el castillo, comprobaréis mi lealtad.
En esto, gira las riendas del caballo y vuelve atrás a la sala. Y
aquella que muy duramente lo maldice, con gran necedad le grita
que en mala hora ha retornado. El se dirige hacia ella y la coge
por el brazo. Luego la sienta delante de él sobre su caballo y se
marcha. No permanece más tiempo en sala. Y aquella r que llora
tiernamente, lo maldice ruega a Dios que mallo atienda. Cuando
ve que alejan y que ya están fuera de la puerta, siente terrible
desconsuelo. Entonces retuerce sus puños, grita y dice muy alto;
-¡Socorro, socorro! Desdichada de mí, cuánto me odia Dios.
¡Qué desdicha que no lo sepa mi hermano Codrovain! 21 ¡Ay,
Gauvain, cuánta pena sufrimos por vos, si estuvieseis sano y salvo
no sufriría este ultraje, este gran orgullo y este abuso que este
caballero me ha causado.
Y éste la entrega al que tanto la ama, y ella continúa clamando
y jurando que esta gran desmesura no se habría cometido, si
Gauvain estuviese vivo.
Uno de sus hermanos que estaba apoyado en un tronco para
disparar, oyó gritar a la doncella. Con mucha dificultad la oye. La
doncella grita otra vez, él no sabe qué, pues está muy lejos, pero
comprende que se encuentra en dificultades: estaba llamando a
Codrovain. Y el caballero que la amaba y ahora la tiene en su
poder, le dice:
1
2
Citado en el Erec (v. 1.727, Cardroain) y participa en una Conquista del
gavilán en Durmart (B. Woledge, cit., pág. 97). Más adelante, se le llama
Codrovain le Rox (v. 4.411) y Codrovains a la Teste Roxe (v. 4.540). (Cf.
nota 6).
-Hermosa y dulce amiga, soy Raguidel de la A vanzada 22 y
puesto que estáis bajo mi protección, muy gozosa deberíais estar.
Con certeza podéis saber que soy vuestro amigo. Siempre me
habéis prometido que sólo me amaríais a mí. Por la fe que obtuve
de vuestra mano derecha, debo estar seguro de ello.
Al oír aquello, la doncella se alegró muchísimo y dice:
-Señor caballero al que prohibí mi comida, os doy prenda de
mi agradecimiento y mucho os agradezco esta obra pues me
habéis pagado con creces. He estado muy agitada, dolorida y
perdida, pues creía ser entregada a hombre al que no amaba.
Nunca más habría vuelto a comer si así me hubiera ocurrido.
Bienvenido sea el caballero que me ha pagado de este modo.
Concedo con gusto que si le place, me entregue a vos y le ruego
que me perdone y que no tenga en consideración todo cuanto le
he despreciado.
-Hermosa, os perdono -le dice-. Pero ya es hora de que os
entregue a este caballero, mi doncella, y conviene que me
perdonéis lo que os he hecho pues sé bien que me he comportado
mal.
-Señor os lo concedo -le dice ella.
Su hermano que había oído los gritos, llega espoleando al
castillo tan pronto como puede. En la corte encontró un sirviente
y le pregunta quién hacía el ruido que había oído y aquél, sin
demora alguna, le cuenta la verdad y en nada le miente.
-Este país no es mío, si permito que se la lleven así -exclama.
De un establo sale un criado y le entrega a Gringalet y le pone
freno y silla. Luego subió a una torre que estaba sobre la puerta
maestra. Muy rápidamente le trae su escudo, espada y lanza. Y
aquél se precipitó fuera de la empalizada en cuanto monta el
corcel. El era el caballero que dejó a Gauvain con su amiga en el
bosque por sus grandes celos y se llevó con él los caballos. Tanto
se apresuró en cuanto hubo salido del castillo que pronto vio a los
caballeros y también a las doncellas. Si no los separa y vence fa
2
2
Ragidel de l'Angarde (v. 4.309). Con este título sólo aparece en AP. En
La Vengeance Raguidel Gauvain venga la muerte de Raguidel (cf. West,
cit., pág. 136).
aquella compañía como buen caballero y como quien tiene la
reputación del país, no se aprecia un angevino.
El sin nombre lo oyó venir cabalgando por el camino en medio
de un valle. Cuando reconoció el corcel que montaba, sintió un
gozo como nunca antes había tenido. Por angustia nada le
pregunta, sino que lleno de valor le requiere y se precipita conta
él. Así se atacaron los dos.
El caballero le golpea antes en el cuartel del escudo de tal
modo que su lanza vuela en astillas como si fuera una hoja. El sin
nombre le golpea después sobre el brocal del escudo, como aquel
que nada le escatima: le junta el escudo al brazo y le aprieta el
brazo contra el costado. Lo derriba al suelo cuán 1argo es. Luego
echa mano a la espada. Le iba a cortar la cabeza cuando la
doncella le ruega que no lo mate:
-Señor, creo que si lo hubierais matado nunca más habría
encontrado gozo.
Y el caballero se lo otorga y dice que hará toda su voluntad:
-Señor -dice Codrovain el Rojo-, hay tanta proeza y bondad en
vos, nobleza y generosidad que no debéis ser acusado por nada
que me hayáis hecho pues ha sucedido por mi abuso. Por ello os
concedo hacer toda vuestra voluntad.
-Gracias, señor. Por esta doncella os pido que renunciéis a
vuestra ira. Además os quiero rogar encarecidamente que
permitáis que este caballero reciba a vuestra hermana con vuestro
consentimiento, pues la ama de todo corazón y creo que ella
también le ama, y que hagáis las paces vos y vuestra amiga sin
rencor ni villanía. Anteayer, cuando subí por el gavilán, os ofrecí
jurar sobre los santos que como re luso, ermitaño o el más santo y
mejor prohombre desde aquí hasta Roma, no había dicho nada a
la doncella por lo que pudiera ser acusado.
Así hablaron, explicaron los sucesos y así fue establecida la
concordia.
El sin nombre recupera a Gringalet, nadie se lo habría
impedido por ninguna querella, y le da el que tenía a Codrovain.
Os digo que éste era muy hermoso y bueno.
Los otros hermanos, al oír el alboroto, picaron en seguida
espuelas y atravesaron valles y colinas. En nada reservaron sus
caballos que no encontraron lentos ni débiles. Antes de desensillar
los caballos preguntan noticias a un criado que encuentran. Este
les cuenta lo ocurrido y, en esto, se dirigen a la sala y piden sus
armas. Se arman y montan en sus buenos caballos y salen a todo
galope. Juran que aunque fuera el mismo rey quien hubiera
emprendido tal abuso, igualmente habría de morir y nada le
podría salvar.
No pasó mucho tiempo antes de que los vieran. Pican espuelas
y se precipitan para caer sobre ellos con las lanzas extendidas y
los escudos embrazados. Codrovain el Rojo que acaba de montar
a caballo, sale a su encuentro y les dice con fiereza que si atacan a
uno de aquellos caballeros, no les volverá a amar. Y jura que hará
por ellos lo que nunca nadie hizo: volvería a su lado y combatiría
a su lado, si persistían en su empeño.
-Señores, escuchad me -les dice-. He encontrado a dos
caballeros nobles, corteses y bien enseñados y éste de aquí tiene
tanto mérito, el que me ha cambiado el caballo, lo he encontrado
tan noble y tan leal que nadie os podría contar ni la mitad de la
bondad que hay en él.
Pero resulta ahora muy pesado volveros a contar la historia tal
y como la cuenta Codrovain: cómo había subido el caballero al
roble, cómo había cogido el gavilán y cómo él le había
sorprendido. De cabo a rabo les cuenta el suceso. Luego les
explica como han hecho la concordia. Tanto les dice que los
reconcilia y prometen la paz.
Entonces le ruegan que se quede y que vaya con ellos a su casa
y que sea allí señor. Y él les empezó a decir con mucha bondad
que no podía ser, pues a su izquierda a dos leguas había dejado a
un caballero que tenía gran necesidad de ayuda. Les cuenta la
historia tal y como se la había contado aquel que iba en busca de
su amiga y juran que para nada irá si no le acompañan. Y él les
dice:
-Señores, creo que ya he permanecido suficiente tiempo aquí.
Puesto que lo he acordado, preferiría tener roto el corazón a
dejarle de apoyar en su empresa, pues entonces sería un traidor.
Ellos le prometen que irán y se juran que harán todo lo que
puedan en el rescate. Codrovain de la Cabeza Roja le dice:
-Señor, no os pese, pero me voy a llevar de aquí a mi amiga y
si Raguidel me da permiso, me llevaré también a la suya, pues
ellas nada tienen que hacer con nosotros. No se tiene que
disgustar si me la llevo, pues os digo y lealmente os juro que bien
será mantenido el don y se la entregaré sin contradicción en
cuanto volvamos.
Luego les dice que en el bosque no hay atajo, sendero ni
camino que no conozca y que les seguirá tan pronto se haya
armado. Se quiere proveer de armas, pues si le dejaran sin armas
en tan gran empresa, donde había que hacerlo muy bien, nunca
más encontraría gozo de la vergüenza que tendría.
3
2
En el Erec aparece mencionado en una ocasión un Cadret (v. 1972). En
AP aparece Cadrés incluso en caso régimen. B. Woledge (cit., pág. 97)
piensa en una posible modificación de Cadrus (Vulgata, Méraugis).
hechos de armas. Os digo que nunca había ocurrido que dos
caballeros atacaran a veinte y por la fuerza mantuvieran un mal
paso de modo que ninguno de los veinte pudiera atravesarlo.
Cadrés se lanza con gran valor. Ha hecho un buen encuentro y
golpea al primero que ve en el pecho de forma que la lanza le
vuela en astillas. Aquel cayó del golpe, y luego ataca a otro con
un trozo en la visera y lo derriba sobre el arzón trasero del
caballo, y se habría caído si no le hubiera aguantado un escudero.
No se deshace del trozo de lanza sino que pica espuelas y golpea a
un tercero y luego a un cuarto. Y por su parte, Espinogre no se
queda atrás. Cada uno de ellos lo hace tan bien que los otros están
llenos de sorpresa. No obstante, reaccionan y se consideran
humillados por haber sido deshonrados por dos caballeros tan
solo. Pero están convencidos de que no hay uno solo entre los
veinte, ni el peor que va con ellos, que si encontrara ahora a uno
de aquellos y fueran iguales cuerpo a cuerpo, no lo pensara matar
o apresar de modo que ya no pudiera defenderse. Por la vergüenza
que sienten del gran enojo que les causan, se lanzan todos juntos a
tomar el paso por encima de ellos, de modo que los dos lo tienen
que abandonar. Entonces Espinogre recuerda lo que le había dicho
su compañero antes de marcharse. Coge el cuerno y lo toca de tal
modo que todo el bosque resuena y los que le siguen, lo oyen. El
sin nombre mucho se alegra, pues por el sonido del cuerno sabe
que bien se han defendido, que podrán aguantar y que llegará a
tiempo. En esto, pica espuelas y dice a sus compañeros:
-Señores, venid, pues ese cuerno que habéis oído lo hace sonar
uno de los que nos esperan, que con gran esfuerzo se están
defendiendo.
Dejan correr los caballos. Después de pasar una colina, vieron
a los caballeros. Espinogre retiene el freno y todo el combate se
había detenido en el valle debajo de él.
Cadrés reconoce al sin nombre y ve que les viene a ayudar sin
disimulo, con la lanza bajo el sobaco. Y los otros le siguen detrás,
con las lanzas extendidas, embrazados los escudos, deseosos de
ayudarles. Cuando ven que en poco tiempo habrá llegado su
socorro, mucho se alegran. La fuerza les aumenta y cada uno coge
al otro por el freno.
Aquel sin nombre se precipita con audacia, tanto como puede
su caballo y ataca en la mayor refriega, y mucho se esfuerza y
apremia en detener a los caballeros. Al ir hacia allí golpea a uno
tan fuertemente con la lanza que lo tira al suelo. Y los otros que
vienen detrás, mantienen las lanzas extendidas. De éstos hubo a
quienes derribaron los caballeros a los que atacan. Con mucho
valor les requirieron y por la fuerza los hacen entrar en vereda,
precipitándose contra ellos, de modo que no pudieron mantener
las filas. Por poco no lograron atravesar el paso. Los amontonaron
por la fuerza y por las armas a los veinte y lograron apresar a dos
entre los que iban delante. Les hacen jurar prisión. Luego se
esfuerzan en superarles y vuelven a combatir con ellos. Bien
ayudaron los ocho a los dos que se encontraban en gran dificultad.
Cuando los que huían llegaron al paso, tiraron de sus frenos a la
entrada. Miraron atrás y vieron que sólo eran diez los que
perseguían y no vieron ni de lejos ni de cerca ningún socorro que
viniera detrás. Recuperan su valor y se requieren. Si el libro
donde he encontrado escrito el cuento no miente, nunca ningún
caballero vio tan buen combate con tanta gente, pues si aquellos
se abalanzaron velozmente, los diez que eran nobles y audaces se
les enfrentaron con valor.
Allí, sobre la hierba fresca, hubo muchos trozos de lanzas y
muchas astillas y muchos caballeros cogidos por el freno. Cadrés
que no era de corazón débil y que durante mucho rato lo había
intentado, ve a su amiga que le mira, espolea al caballo con gran
ira y va a coger del freno al que en aquel día debía tomarla. Y el
sin nombre que había quebrado su lanza, lo ve todo, espolea al
caballo y se lanza allí con sus caballeros. Entonces los
compañeros que estaban cerca, se precipitan tras ellos y rodean a
los caballeros. No les dan la espalda pues bien veían que los
enemigos habían rodeado a su señor. Con valor llegan junto a él
para liberarlo y socorrerlo y mucho se esfuerzan en ello, pero no
lo consiguen. Cadrés ya le había arrancado el yelmo de la cabeza
y lo tiene cogido por el cuello como el que mucho sabía de
guerra, y le obligó a inclinarse hasta el suelo. Cuando Cadrés lo
tiene en tierra, le tuvo que prometer prisión, pues no se podía
defender. Como me habéis oído contar, el combate estaba en tal
punto en que aquéllos, locos de ira por su señor que han apresado,
ponen todo su valor en liberarle: prefieren entregarse con él a que
Cadrés se lo lleve en prisión.
En esto, sale del bosque Codrovain el Rojo que venía tan
deprisa como podía. Rápidamente entró en el combate y golpea a
un caballero de tal modo que lo derriba al suelo a él y al corcel.
Retira su lanza y con el trozo que le queda, golpea a otro al que
por poco mata, y cae al suelo desmayado. Codrovain ataca al
tercero y le corta el puño que hizo volar muy lejos en el campo
con la espada que tenía. Los que le ven venir tan temerariamente
contra ellos, no piensan que está solo, sino que creen que detrás
de él viene mucha gente que los van a retener y que ya no será
posible escapar. Les decae el ánimo y creen estar arruinados y
destruidos si aquéllos se les echan encima. N o hubo allí más
defensa: dejan en el campo a su señor y todos se lanzan a la
carrera tanto como pueden los caballos.
El sin nombre que quería cumplir la bondad que había
emprendido, coge por el freno a la doncella y se la entrega a
Cadrés. Ahora siente Cadrés inmensa alegría, pues su amiga a la
que tanto ama y que es tan bella y cortés, ha sido rescatada por su
proeza, y porque ha apresado al caballero que contra su voluntad
se la quería llevar a su país. Muy buena ayuda había encontrado,
pues muy bien se había mantenido el acuerdo. Entonces llegan los
siete hermanos que habían estado persiguiendo mucho rato a los
que huían con villanía.
Después de preguntarle qué piensa hacer, todos le ruegan que
permanezca con ellos. Pero él les dice que ellos dos, él y
Espinogre, buscarán tanto la aventura que han decidido y
emprendido por todo el reino de Logres, que en algún lugar la
encontrarán. Y cuando la hayan encontrado, les promete sin falta
que pasará por allí a su regreso y que entonces les dirá quién es.
Pues de ningún modo podía decirles quién era hasta encontrar su
nombre y la aventura que buscaba. Todos le ruegan que les deje ir
con él y él jura que ellos dos irán sin compañía pues no puede ser
de otro modo, y les ruega que no lo consideren abuso, orgullo o
villanía. Luego les ruega que permanezcan todos juntos en el
castillo de Codrovain hasta que le vuelvan a ver y oigan hablar de
él. Sabe en verdad que gran gozo y gran pena le espera sufrir en la
aventura que busca, antes de regresar. Por eso les pide que
permanezcan juntos, hasta que le vuelvan a ver. Ellos buenamente
le otorgan que así le esperarán. Pero mucho les pesa no
acompañarle pues si tuviera alguna necesidad, con mucho gusto le
ayudarían. En esto, Gauvain se separa de los caballeros y va a
buscar su nombre con su compañero.
Cadrés y Raguidel fueron juntos al castillo de Codrovain. Gran
gozo mostró por ellos y mucho les honró. Cada uno de sus
hermanos hizo todo lo que pudo para que no faltara nada en
procurarles honor y bien. Mucho gozaron de aquel reposo, pues
no pasó un solo día que no fueran al río o al bosque. Podían hacer
lo que deseaban: o correr con los perros o ir a disparar, pues el
señor era muy poderoso y sabed bien que su país estaba provisto
de todos los bienes. Había muchos perros y pájaros, perros atados,
saetas, arcos, ríos, bosques, parques, y todo a su disposición. Y el
don que se había concedido a Raguidel de que tendría a su amiga
cuando volviera, fue muy lealmente mantenido.
Ahora debo relatar cómo aquel que por las tierras iba en busca
de su nombre en aventura, pudo llevar a cabo su empresa. No os
podría narrar cómo fue ni cómo vino, tan sólo lo que le sucedió
un día que erraba por unos bosques y encontró una ermita de la
que salía un caballero que había escuchado allí misa. Llevaba
abrochada una capa escarlata con pieles de armiño, orlado con
cebellino (en aquel tiempo no había mangas). Vestía una camisa y
calzones blancos hechos al modo galés. Llevaba unas calzas
desabrochadas por debajo de unas espuelas de oro muy bien
trabajadas. Y sabed que el caballero se sentaba sobre muy buen
corcel, completamente desarmado, con la espada ceñida. Alcanzó
a una doncella muy agradable y hermosa y le contó una noticia
que había llegado al país. Y el que carecía de nombre le saluda
con bondad.
-Señor, Dios os conceda lo que vais buscando -dice el
caballero-. Os pido, si os complace, que me concedáis un don, que
vengáis conmigo vos y ese caballero a hospedaros y descansar, y
tendréis un buen hospedaje, como si fuera vuestro, pues será a
vuestro gusto.
-Señor, estoy buscando una aventura. Por eso os pido que no
os pese, si no voy. La buscaré por castillos, ciudades y bosques
hasta que la encuentre.
-Caballero, si no os satisface aceptar mi hospedaje, entonces os
pido una cosa. Y lo que os quiero pedir no lo debéis rechazar
porque cometeríais desprecio.
-Sin malicia y sin traición, os será otorgado el don que me
rogáis -le responde.
-Gracias. Tengo un castillo muy cerca de aquí, un poco más
allá de este valle. Es muy hermoso y mi cena está dispuesta y
preparada. No seréis desviado el disparo de un arco de vuestro
camino, por lo que os ruego que sin demora vengáis conmigo a
cenar.
-Os lo concedo -le responde.
En esto, los tres regresan juntos al castillo. Antes de que
hubieran desmontado, ya estaban puestas las mesas y los
sirvientes habían cogido toallas y recipientes, manteles, panes y
vino. Todo fue preparado y dispuesto en seguida. Luego se
sentaron para cenar, en cuanto les dieron el agua, y no hubo más
demora. Sabed bien que la comida fue buena, rica y abundante, y
fue servida con mucha alegría. Después de estar sentados mucho
rato, el señor de la casa, dirigió la palabra a sus dos huéspedes:
-Señores, os quiero contar el dolor, la tristeza y la pena que
acaba de ocurrir y por lo que todo el mundo vivirá atormentado en
cuanto se sepa. El otro día salí para uno de mis asuntos. Si se
pudiera callar lo que os voy a contar, ningún hombre debería
contarlo, pero el suceso es conocido de todos y ya no podría ser
silenciado. Mucho me pesa que se conozca. ¡Ay Dios, cómo odia
fortuna a damas y doncellas! Cuando ellas se enteren de las
noticias que os voy a contar, mucho podrán desconsolarse. Pues
aquel en quien Dios había puesto lealtad, proeza y nobleza, al que
había hecho cortés y prudente, sin villanía y sin temeridad, sin
orgullo y sin desmesura -de ningún abuso debía tener cuidado,
pues amaba honor y razón-, ha muerto por mala causa. y después
de todo lo que os he dicho, podréis saber sin contradeciros de qué
desgracia se trata. Cuando se sepa en la corte, gran tristeza tendrá
el rey. ¡Ay, desdichado! ¿quién se atrevería a decirle que con tan
gran injusticia han matado al Buen Caballero? Os hablo de su
sobrino.
-Huésped, por todos los santos del mundo -dice el sin nombre-,
¿qué sabéis de todo esto?
-Lo sé todo con seguridad.
-¿Y cómo ha sucedido?
-Os lo voy a decir y en nada os mentiré. La otra tarde quería ir
a ver mis bosques para distraerme. Cuando iba a salir por la
puerta, vi venir a tres caballeros muy bien armados sobre sus
corceles. Hacia mí vino armado el primero, completamente solo
por una cantera y dejó atrás a los otros dos. Me saludó y yo a él,
luego me dijo: "Señor, creo que sois señor de este hospedaje, por
ello os quiero rogar que me alberguéis aquí y seré vuestro para
siempre." y yo le respondí: "Os lo concedo." Vino dentro
conmigo, desmontamos y yo mismo le desarmé. Luego hice que
guardaran bien sus armas y ordené a mis criados que llevaran al
establo los caballos. Si hubiera sido justo, bien enseñado y cortés,
antes le habría preguntado quién era, de dónde venía y qué
aventura buscaba. Pero sólo después de haberlo albergado supe el
mal y el daño que había hecho y entonces ya no lo podía echar de
mi casa. Después llegó con un cuerpo uno de los caballeros que le
seguían. El otro que venía detrás, llevaba los miembros y la
cabeza, mostraba gran gozo y hacía gran fiesta por la aventura. Le
pregunté con justicia quién era el muerto por el que mostraba
tanta alegría y por qué lo habían matado. "Había prometido su
cabeza a mi amiga ", dijo uno. "Y si Dios me bendice, a la mía el
cuerpo", dijo otro. y entonces les volví a preguntar el motivo por
el que le habían matado. Uno empezó una historia por la que
siento duelo, tristeza y vergüenza de contarla a hombre alguno.
-Huésped, por todos los santos de Roma -dice el sin nombre-,
contádmelo, pues os digo de buena fe que esa aventura es la que
busco. Por eso os ruego que me contéis toda la verdad.
-No temáis, os lo haré saber tal y como aquél me lo contó -le
responde el huésped.
»Los dos caballeros rogaban a dos doncellas a las que amaban
y que eran muy hermosas. Tres años rogaron a las doncellas sin
conseguir nada. Sucedió un día que las suplicaron con mucha
bondad con todo su corazón. Las doncellas eran hermanas y los
caballeros, compañeros. La mayor dice que ha entregado el don
de su amor y no había nacido caballero por el que pudiera
retirarlo, pues era tan hermoso y valía tanto aquél a quien ella
daba su amor, que jamás amaría a otro caballero si no era a él.
Entonces el otro, que se volvía loco de ira y dolor, le pregunta su
nombre. "Lo puedo nombrar en cualquier corte, pues es tan
célebre y nombrado que no se puede ocultar. Es mi señor Gauvain
a quien cortesanos y villanos y todos los que están en el mundo,
alaban por encima de cuantos existen"24, En esto, preguntó el otro
a la que tanto amaba por su corazón y pensamiento: "Mi corazón
4
2
Se suele incidir en la materia artúrica acerca de la superioridad de
Gauvain. Así, por ejemplo, en el Lancelot en prosa (ed. H. O. Sommer, cit.,
vol. IV, part. II, pág. 358) se encuentra la siguiente descripción de Gauvain:
«Bien cierto fue que mi señor Gauvain fue el mejor de todos sus siete
hermanos y fue un caballero muy hermoso de cuerpo, de miembros muy
bien hechos y no era ni muy grande, ni muy pequeño, sino que tenía una
buena estatura y fue mucho más valeroso que ninguno de sus siete
hermanos.»
Encontramos aquí un motivo bastante extendido en la literatura artúrica:
una doncella sostiene que Gauvain es mejor que su amigo o amante, lo cual
suele conducir al enfrentamiento entre el amigo y Gauvain Con la natural
victoria por parte de este último. Un episodio muy similar a éste lo
volvemos a encontrar en AP en la aventura Con el Rey de la Ciudad Roja
(cf. Apéndice). Del mismo modo en el Lancelot holandés (Roman van
Lancelot, ed. W. J. A. Jonckobloet, II, vv. 18.826 y ss., cit. por R. S.
Loomis, Arthurian, cit., p. 134): la amante de un señor, Morilagan, sostiene
que Walewein (Gauvain) es mejor caballero que él, Morilagan la castiga
pero finalmente es derrotado por el sobrino de Arturo. De modo bastante
similar en otras obras (Diu Krones, De Ortu Walwanii, Rigomer, Hunbaut,
cit. por Loomis). Incluso en un cantar de gesta, Le pèlerinage de
Charlemagne (ed. I. Riquer, Barcelona, Festín de Esopo, 1984), la reina
sostiene que el emperador de Constantinopla es mejor que Carlomagno, lo
cual desencadena la ira del emperador franco y la peregrinación para
comprobarlo. R. S. Loomis fija las variantes del motivo y reconoce un
prototipo de origen celta (p. 138).
Se comprende así mejor la prudente actuación de la doncella a la que
Gauvain ayuda a recuperar el gavilán de su amigo (la amiga del que más
tarde reconoceremos como Codrovain el Rojo), pues cuando reaparece el
amigo, le presenta a Gauvain como el mejor caballero, sin incluirle a él (p.
54).
está bien empeñado, no temáis. No puedo nombrar a mi amigo,
quién es ni cuándo lo haré mío. Pero una cosa sé en verdad: vos
habéis oído muy bien que mi hermana ha hecho de mi señor
Gauvain su amigo y espera a que ella vaya a la corte del rey para
buscarle y pedirle su amistad. Yo iré con ella. Os digo con certeza
una cosa: que si mi hermana no le satisface tal y como ella se
entregue, yo misma me entregaré de modo que amaré a un
caballero por su consejo: y será el Caballero Bermejo a quien
haga mi amigo. Y sabed bien que os hablo del buen caballero que
antaño fue a la corte del rey Arturo para ser caballero, el que solo,
desarmado y por su gran valor, conquistó armas y corcel del
caballero que se llevó la copa delante del rey Arturo"25. Mucho se
angustiaron los dos que requerían a las doncellas. Luego les dice
que eran mejores caballeros que aquellos. Y las doncellas juraron
que si no probaban sus palabras y no lo demostraban cuerpo a
cuerpo con sus dos escudos y los vencían, no amarían a ninguno
dé ellos. Si no lo hacían así en un plazo de tiempo breve, ellas
irían a la corte. Y los caballeros les dijeron: "Si vencemos,
¿obtendremos vuestra amistad nosotros que tanto os hemos
suplicado?" Y ellas les contestaron: " Al final seremos vuestras
amigas si eso ocurre, pero si place a Dios, no sucederá pues sería
gran perjuicio." Por tal abuso y por tal rabia se pusieron a buscar a
Gauvain. Tanto erraron por esta tierra, que un día lo encontraron.
Los que le buscaban para matarlo, lo hallaron solo y desarmado.
Gran pena es tener que decirlo: de nada valió su defensa. Por tal
motivo murió el sobrino del rey, sabedlo bien. Nunca antes sentí
un dolor igual y creo que no volveré a sufrirlo por pena que me
ocurra26. Cuando así sucedió y los que lo habían despedazado,
5
2
Se está refiriendo a Perceval. Desde Li Cantes del Graal de Chrétien de
Troyes, sólo Perceval es el que acude a la Corte de Arturo para que le arme
caballero, el que solo conquista las armas del Caballero Bemejo vengando
la afrenta que éste hizo llevándose la copa de oro y derramando todo el
vino sobre la reina (cf. la trad. de M. de Riquer, en col. Austral, pp. 45-46).
6
2
La historia de la muerte ficticia de Gauvain encuentra un paralelismo
sorprendente en Le Chevalier as deus espees (ed. de W. Foerster, Halle,
1887): una reina promete casarse con Brian de las Islas si puede vencer a
Gauvain al que, sin haberlo visto, considera el mejor y más hermoso
llegaron aquí, les pedí que me dieran el brazo derecho. En seguida
se fueron a su país por la mañana. Y sabed que si vivo lo
suficiente y el orfebre no se cansa, será colocado en oro y plata, y
nunca antes ningún brazo de cuerpo santo habrá sido tan
ricamente colocado. Lo he jurado y prometido, y debo ocuparme
de que lo coloquen bien ricamente pues el prohombre hizo mucho
honor a los caballeros de este lugar y bien deberían esforzarse
todos en recompensarle.
-Buen dulce huésped -dice el sin nombre-, por Dios y por su
redención, ¿conocíais bien a Gauvain?
-Si Dios me guía, os enseñaré su mano -dice el huésped.
En esto, envía a por la mano que estaba guardada en un cofre
envuelta en una tela de seda. Y cuando sacaron el brazo, lo
contemplaron muy admirados. Luego ruegan que lo guarden con
honor hasta que se supiera de quién era el cuerpo al que
pertenecía el brazo. Les responde que así se hará: nada que fuera
de él sería tratado villanamente, allí donde estuviera, ni brazo ni
mano, pues bien sabe que es de Gauvain y que debe ser muy
querido.
Y el que había llegado allí sin nombre, le dice:
-Señor, si Dios me protege, en mala hora os preocuparéis por
eso. No hace más de cuatro días, vi a Gauvain que iba a Carduel
sano y salvo buscando aventuras. Ahora os quiero rogar por amor
y por recompensa que me concedáis un solo don y no abusaré de
vos.
-Si puedo, será concedido -le dice el huésped.
-Mostrad me dónde puedo encontrar a los que se jactan de
haber dado mate a mi señor Gauvain y de los que recibió muerte.
Sabed que no tienen razón pues nunca recibió muerte de ellos. Es
7
2
Le Faé Orgellox (v. 5.256) (también Orgeullos Faé). Sólo aparece en el
AP (West, cit., p. 127). Faé, del verbo faer (fatare) es part. pasado, guarda
relación Con la idea de destino, aunque posee el sentido general de
«mágico», «encantado», «relacionado Con el Otro Mundo». Pero Como
señala L. Harf-Lancner (Les fées, cit., p. 60), junto al sentido pasivo de
«aquel que ha sido objeto de una intervención sobrenatural» coexiste en los
romans franceses el sentido activo de aquel que «está dotado de poderes
mágicos». El adjetivo faé se aplicó a los homólogos masculinos de las
hadas, a los habitantes de Otros Mundos que se mezclan en el mundo
terrestre ofreciendo su amor a las mujeres ya los hombres la posibilidad de
medir su valor con ellos en un combate: «De cette rencontre entre les
guerriers surnaturels des contes merveilleux et l'idée chevaleresque du
roman courtois est né un nouveau personnage, double masculin de la fée: le
chevalier faé» (p. 62). Como se verá más adelante, el Faé Orgellox
constituye un perfecto ejemplo del nuevo tipo de «chevalier faé» descrito
por Harf-Lancner.
28
Más tarde llamado Gomeret Mor. En Chrétien, Gomeret aparece como
nombre de lugar (Erec, v. 1.923: Ban de Ganieret o rey de Gomeret). En el
Parzival de Wolfram aparece como nombre de persona Gahmuret (cf. al
respecto, R. S. Loomis, Arthurian, cit., pp. 348 y ss.).
-Nada me importa ese apellido -dice el sin nombre-, pues no es
el auténtico.
-Se llama así con justicia, dice el huésped, pues es muy
orgulloso y desmesurado. Pero he hablado mal, yo mismo me
contradigo, pues bien dicho y probado está que nunca mucho fue
demasiado. No sé quién era el tercero ni por qué iba con ellos. Le
oí contar que no iba por ningún mal asunto, sino sólo para tener
compañía.
-¿Obtuvo alguno de los dos por este motivo la posesión de su
amiga, buen dulce huésped? -pregunta el sin nombre.
-No sé si sus amigas les pusieron contradicción pero dijeron
que les habían prometido el cuerpo de Gauvain vivo o muerto y
hubo entre ellos una gran discusión, pues las doncellas afirmaban
que lo habían visto una vez y que aquél no era su cuerpo.
Entonces los caballeros dijeron que sí lo era y que lo probarían:
Harían proclamar por todos los mercados y por todos los castillos
del país que habían matado a Gauvain y si nadie osaba desdecirlo,
harían proclamar que estaban dispuestos a probarlo. Aún no han
podido encontrar quien les contradiga. Y ambos tienen gran valor
y lo quieren probar por batalla. Ahora ha ido la cosa tan lejos que
si no se presenta alguien mañana que pruebe que no es cierto,
obtendrán finalmente y sin demora a las doncellas. Ellas están
muy inquietas porque no pueden encontrar a nadie que se atreva a
probarlo como falso y contradecirlo en batalla, y por poco no han
muerto de tristeza. ¿Y sabéis por qué se inquietan tanto? Temen
mucho que ellos las tengan del modo en que os cuento. Dicen que
se matarán si por ese motivo las tienen, pues habría sido la causa
de la muerte de Gauvain y no podrían encontrar ningún consuelo.
-Huésped, no os preocupéis. ¿Podríamos errar tanto esta noche
y mañana hasta el mediodía? Una cosa os digo en verdad y no lo
digo por jactancia: si Nuestro Señor nos permite que mañana
lleguemos a tiempo, siento deseos de vengar el gran crimen que
cuentan. Nosotros dos lo contradiremos con las armas. Sea como
sea, esto no puede quedar sin batalla.
Entonces dice el huésped:
Me parece que no encontraréis juntos a los caballeros que
buscáis. Si los conquistáis por armas, obtendréis un gran honor. Si
no os retrasáis mucho, llegaréis a tiempo. Y os diré cómo espera
Gomeret Sin Mesura. Ha levantado su pabellón y durante mucho
tiempo ha esperado en una landa por este asunto. Allí pregunta si
alguien quiere desdecir lo que había hecho proclamar: que ellos
dos habían matado a Gauvain. Es tan valeroso, fuerte y audaz que
no encuentra a quien pruebe lo contrario, y mañana piensa tener a
su amiga. Del mismo modo, el Encantado Orgulloso espera en su
castillo para saber si viene alguien que hiciera más en este asunto
y se atreviera a emprender contra él, a probar o a defender lo que
dice: que ha matado a Gauvain. Si alguien no llega antes de
mañana para contradecirle, por fin tendrá a su amiga.
Entonces se levantaron de la mesa y cada uno montó en su
corcel y se pusieron en camino. El huésped tanto les acompaña
como cortés y bien enseñado que muy bien les ha mostrado todos
los lugares del país, de tal modo que sería imposible que no
encontraran lo que van buscando. Y cuando hubieron cabalgado
tanto que el huésped tuvo que retornar, Espinogre se dio cuenta
que mucho le habían despreciado y se siente muy molesto, y dice
a su compañero que no le habían preguntado su nombre. Muy
bien le dirigieron la palabra:
-Señor, somos vuestros amigos y es justo y razonable, pues
mucho habéis hecho para que lo seamos. Buen dulce huésped, os
rogamos que nos digáis vuestro nombre. Sois hombre noble y
afamado, mucho agradecemos vuestra acogida y sabed con
seguridad que en mala hora temeréis nada pues siempre y sin
contradicción seremos vuestros amigos.
-No lo quiero ocultar, me llamo Tristán el que no ríe 29.
Señores, os ruego y requiero por amor y recompensa que me
concedáis un don. No os pediré ultraje ni villanía, nada debéis
temer por ello.
-A fe mía, es bien justo que cumplamos vuestro placer.. Bien
debéis tenemos por vuestros de ahora en adelante y para siempre.
-Señores, os pido por recompensa y por amor, que al regresar
paséis por aquí. No sé, ni vosotros tampoco, que os acontecerá en
a aventura que buscáis. Quiero saber a la vuelta lo que ha ocurrido
en este asunto. Al volver me lo contaréis todo, quién sois y de qué
tierra y el motivo que tenéis para buscar esta aventura. Si los
vencéis por armas, gran estima habréis conquistado.
Muy buenamente se lo otorgan. Cuando les hubo acompañado
bastante, el huésped volvió atrás y aquellos continuaron el camino
tal y como el huésped les había dicho.
1
3
Lais Hardis (v. 6.215): en el Erec (v. 1.677) aparece citado junto al Bello
Cobarde. En Durmart aparece como sobrino de Keu. En el roman de Claris
y Laris desempeña un importante papel. Sólo en AP aparece como «le Noir
Chevalier» hasta que se revela su nombre (West, cit., p. 28).
«Del lait ne sui je pas fardis» (v. 6.216): juego de palabras con su propio
nombre: lais/lait, hardis/fardis.
32
«Son ami et son dru» (v. 6.228). J. Foulet (Glossary, cit., p. 73) traduce la
expresión «mon ami très cher». En la Ch. de Roland aparece en cuatro
ocasiones (vv. 1.479, 2.049, 2.814 y 3.495), así el emir tiene un drut que es
Gemalfin (M. de Riquer, cit. p. 275, traduce «favorito»). También en
algunas ocasiones, en las relaciones hombre-mujer no parece tener el
sentido de amante (por ej., en Le Pelerinage, cit., Carlos dice a la reina que
«allí estarán vuestros favoritos», traduce I. Riquer druz, p. 33). Dru, drutz,
drue, druerie son conceptos que suelen implicar connotaciones sexuales
desde la lírica trovadoresca.
-Amigo, un gran servicio me habéis hecho. Os deseo
buenaventura.
5
3
Merveille (y. 6.392) posee aquí el sentido de «suceso sobrenatural»,
prodigio. Según la clasificación establecida por J. le Goff (il meraviglioso e
il quotidiano nell'Occidente medievlale, Roma, Laterza, 1983) la merveille
se acercaría en este caso a lo magicus adquiriendo por tanto connotaciones
diabólicas y satánicas (de ahí la actitud de Gauvain, que se santigua). Pero
según el proceso característico de cristianización de lo mágico, el suceso
prodigioso será finalmente algo perteneciente al ámbito de lo miraculosus
(obra de Dios) (cf. pág. 95, en la curación del muchacho ciego).
36
«El me fu donee / En cele nuit que je fui né» (vv. 6.398-99). Las
características sobrenaturales del Faé (cf. nota 27) se han manifestado en su
capacidad curativa, en la merveille. Con todo, en estos versos y como
observa (L. Harf-Lancner, cit., p. 66): «Le romancier transforme
l'adversaire surnaturel de Gauvain en un simple mortel doué de pouvoirs
magiques dont il justifie l'origine par le thème des fées marraines...» Se
opera en AP no sólo un proceso de racionalización de «lo maravilloso»,
sino de cristianización, donde finalmente lo inexplicable es obra del diablo
o de Dios (cf. nota 5).
37
Cortois de Huberlant (v. 6.403). No parece citarse en ninguna otra obra.
Con todo, Woledge (op. cit, p. 97) señala: «Notons cependant dans Erec
(1.746) le conte de Honolan (en rime avec Canodan); parmi les variantes
on trouve huberlan (A) et herbelan (V). II s'agit sans doute du, même
endroit et peut-être du même chevalier. On peut rapprocher de ces formes
Humbellande pour Northumberland qu'on trouve dans le Tristran en prose.)
-Señor, si os pareciera bien, iría con vos a la corte y llevaría
con nosotros a mi hija que es hermosa y gentil, en la que
Naturaleza puso atención. La he preparado bien, vedla aquí
montada en la mula.
Gauvain le oye y se alegra mucho:
-Señor, así me ayude Dios, habéis hablado muy cortésmente.
Ahora son tres doncellas y siete caballeros, tal y como cuenta
la historia. Tanto erraron y cabalgaron que hacia mediodía
llegaron al castillo de Codrovain el Rojo que era muy feroz y
temerario. Allí se habían quedado los que estuvieron en el
combate con Cadrés que encontró socorro y buena ayuda para el
rescate de su doncella. También estaba Raguidel de la Avanzada.
La doncella que había negado el vino, la carne y el pan a Gauvain,
le mira y todos le reconocieron en cuanto Gauvain llegó, pues le
estaban esperando en el castillo. Podéis saber que fue muy
hermoso. Les cuenta toda su historia tal y como yo os la he
contado, todo lo que hizo después y cómo combatió contra el
Orgulloso Encantado, y Espinogre con Gomeret, y cómo se hizo
el acuerdo. Cada uno de ellos mucho se reconforta y gran honor le
hicieron. El les dice que por su amor se quedarán todo un día.
-Señores -les dice Gauvain-, os lo agradezco, pero antes de
mañana al mediodía me gustaría estar en Carlion con mis
compañeros. Iré con mis doncellas que son muy hermosas y
corteses.
-Señor -dice Cadrés-, hoyos albergaré en este castillo de
Codrovain. Cuando amanezca iremos en vuestra compañía.
-No rechazo tal compañía ni tal séquito -responde Gauvain.
No voy a contaros el gozo que hicieron, qué pescados ni qué
pimientos, qué pan ni qué frutos de mar, ni qué vinos bebieron
para cenar. Pasaron aquella noche en gran placer.
Por la mañana montaron todos en sus caballos. Codrovain hizo
montar a su gente, sesenta y cuatro caballeros, completamente
armados en los corceles, por amor a mi señor Gauvain. Los
caballeros viajaron sin descanso. Tanto cabalgaron que llegaron al
bosque donde el Orgulloso Encantado había sacado los ojos al
muchacho. Tanto preguntó Gauvain por noticias, que encontró a
las doncellas que le habían contado del Encantado tal y como ha
narrado la historia. Su casa estaba en el bosque. Tenían el corazón
triste y negro de dolor por mi señor Gauvain y pensaban estar
seguras de que lo habían matado y descuartizado. Gauvain les
pregunta cómo estaba el muchacho.
-Señor, está como quien no ve ni cielo ni tierra -le dice una.
-Idmelo a buscar -dice Gauvain-, y traédmelo aquí.
Y aquélla fue en seguida. Trae al muchacho que estaba bien
arreglado. Era prudente y cortés, hermoso y .agradable como si
fuera hijo de conde o rey. En esto, el Orgulloso Encantado pasa la
mano por su rostro y le devuelve la luz. En cuanto vio a Gauvain,
le reconoció.
-Señor, sed bienvenido -le dice el muchacho-. Pensaba que
habíais sido descuartizado. Pero bien veo que fuisteis confundido
con el caballero que está delante: es el Cortés de Huberlant que
nunca quiso pertenecer a corte.
El muchacho contó todo lo que le había pasado tal y como ha
narrado el libro. Pero Nuestro Señor le ha devuelto la vista. No
permanecieron allí mucho tiempo, sino que en seguida montaron.
Mi señor Gauvain sin demora hace montar a las tres doncellas y
no olvida al muchacho que se llamaba Martín, y lo hace montar
en una acémila.
APÉNDICE
El Rey de la Roja Ciudad.
(episodio del ms. Bibl. Nat. 1433, N2)
1
«Rois de la Rouge Chité» (v. 143). Aparece citado en el torneo de
Tenebroc (Erec) y en el torneo de Valendon (Bel Inconnu) (cf. West, c.t., p.
140). Se trata de un «caballero bermejo» como se deduce de sus armas
descritas más arriba: «S'armeüre... /.../ II n'i ot seur li point de blanc, / Ains
iert plus rouge que nul sanc /.../ .../ Espee... / de. coulor rouge flamboient»
(vv. 109-116).
Mientras la criatura que estaba en el agua fría hablaba así a mi
señor Gauvain, el rey que no era villano llama a la doncella que
acompañaba a Gauvain y le ruega que le diga por amor y por
cortesía:
-¿Quién es ese caballero armado, tan loco y desmesurado, que
ha venido por necedad a hablar delante de mí a mi amiga? Tengo
grandes deseos de saber toda la verdad acerca de su ser.
-Señor, si Dios me ayuda, no sabría deciros el nombre -le dice
la doncella.
-¿No lo sabéis?
-A fe mía, no.
-¿Cómo es posible, por santo Tomás?
Ella le cuenta en seguida cómo la había encontrado en el
bosque. Le cuenta la aventura sin mentirle en nada 3. Vuelvo ahora
con Gauvain, a quien la doncella de la fuente le cuenta la pena y
enojo que lleva sufriendo desde hace más de tres años. Pero lo
que más le pesa es la pérdida de los nobles caballeros de mérito a
2
El motivo de la doncella que afirma la superioridad de otros por encima de
su amigo o amante, ya lo hemos encontrado en el AP (cf. nota 24). En este
caso adquiere unas características muy concretas: a) la doncella no nombra
a ningún caballero en particular, tan sólo alude a «chil de la Taule roonde»
(v. 155); la doncella no se muestra provocadora ni desafiante, sino que más
bien se pone de manifiesto en la aventura el carácter de «fol» y
«sourquidiés» del amigo (v. 162); b) el caballero se siente humillado y le
impone un castigo que posee todos los rasgos de una maldición (geis, en el
mundo celta) por la fijación de unas condiciones concretas: cuatro días a la
semana, la fuente fría y hasta la puesta del sol (dusques a soleil esconsant,
v. 194). Esta última condición podría relacionarse con la propiedad del
«Caballero Rojo» en tanto que divinidad solar (cf. nota 6), y c) la doncella
será liberada del castigo cuando un caballero venza al Rey de la Roja
Ciudad: los caballeros vencidos serán condenados al ritual de los «palos
aguzados» (cf. nota 20).
3
Las palabras de la doncella no permiten situar el episodio en el roman. El
autor no da nombre a ninguna de las doncellas del AP; la doncella no
explica la aventure (v. 228), sino que tan sólo afirma desconocer el nombre
de su compañero. En el roman, Gauvain decide ocultar su nombre a partir
del v. 3.450 (encuentro con Espinogre), pero a partir de ahí y hasta el final
no se separa de Espinogre (sólo para combatir al Encantado). Se trata sin
duda de una interpolación, como sostiene B. Woledge (cit. página 30).
los que venció por batalla. Una vez los había vencido, hacía
clavar en los palos aguzados las cabezas con los yelmos claros.
-Aquí delante veo un palo en el que no ha clavado nada, sólo
ha apoyado el escudo que perteneció al último al que venció.
Sabed con seguridad que el palo espera vuestra cabeza. Espera a
que sea ahí clavada, tal y como ha anunciado. En cuanto sea
clavada, plantará otro palo junto a éste, y esperará hasta que
venga otro. Señor, sabed ahora en verdad que os he contado mi
aventura y bien la habéis oído.
-Doncella, salid fuera de la fuente por un acuerdo que oiréis:
jamás volveréis a entrar, mientras yo esté sano y salvo.
En seguida, coge sus ropas que estaban junto a la fuente. El
caballero de largo aliento, grita con ferocidad:
-En mala hora tuvisteis esta conversación, podéis estar bien
seguro.
-Vasallo -le dice Gauvain-, amenazad tanto como queráis. No
huiré ni por vos ni por vuestras amenazas. Aquí me encontraréis
dispuesto a defenderme si alguien quiere darme combate. Vedme
ya preparado.
Se desafían y se van a golpear tanto como pueden los caballos.
Se golpean en los escudos grandes golpes con los cortantes
hierros agudos de modo que los agujerean y rompen. Las lanzas
se quiebran, pero ninguno de ellos se movió de la silla.
El Rey de la Roja Ciudad mucho se dolió y abatió cuando vio
que no lo había derribado. Desenvaina la buena y bruñida espada
y golpea a Gauvain tan airadamente sobre el resplandeciente
yelmo que se lo raja hasta la capucha. Por poco no lo tira, pero
bien se mantiene y no cae. Gauvain a su vez le ataca y le golpea
arriba, en lo más alto del escudo, le corta el brocal y le tira mil
mallas de –la buena loriga jalde. Con el golpe violento, la espada
desciende entre el arzón y el rey: rompe el fieltro y todo el arnés y
también el buen caballo de modo que el rey fue derribado entre
los dos trozos. Pero pronto se puso en pie y no le faltaron las
armas. Luego dice:
-Vasallo, por san Amancio, este golpe no fue de niños. Nada
me estimó el que lanzó sobre mí semejante golpe. Ahora sed
noble y educado y descended conmigo a pie. Si no lo hacéis así,
haréis que mate a vuestro caballo y obraréis como villano.
Gauvain piensa que le está diciendo la verdad, que puede tener
la certeza, pues es suficientemente fuerte y feroz para matar a su
corcel. Por ello desmonta y va a requerir a su enemigo. Pero aquél
se defendió tan bien que Gauvain se sorprendió. Le asestó tal
golpe sobre el yelmo gemado que tiró al suelo flores, berilo y
esmalte. El golpe cayó sobre el escudo: le rompió el brocal y le
destrozó la loriga hasta el costado. Bien protegió Dios a Gauvain
al parar el puño con la espada: si no lo hubiera parado, le habría
cortado hasta el hígado. Le empuja con tal fuerza que por poco no
lo derriba, pero Gauvain no se espanta y cuando puede, muy bien
se lo paga. Va a atacarle, seguro corre contra él con la espada
desenvainada y aquel muy bien lo recibe. Muy terrible fue el
ataque que se hacen sobre los yelmos gemados. Todas las gentes
de la ciudad han acudido en seguida allí: no ha quedado joven ni
canoso, hombre ni mujer, justo ni injusto que pueda ir y no vaya.
En la ciudad hubo un gran tumulto y alboroto por todas las calles,
pues pequeños y grandes, clérigos y burgueses y caballeros,
damas, doncellas y escuderos llegaron allí todos juntos para ver el
combate. Habían rodeado la campiña y el rey les había ordenado,
tan cara como tuviera cada uno su vida, que nadie dijera palabra
por lo que viera u oyera. "Pues lo mataría con mis dos manos. No
querría que se le hiciera traición y le juro y otorgo que si se puede
defender de mí, no habría de tener cuidado de otro; que no dude
de ello." Gran temor sienten por su señor todos los barones del
reino. El Rey de la Roja Ciudad dice a Gauvain como quien no es
villano:
-Vasallo, ¿qué os parece? Por la gente de mi país que vienen a
ver la batalla, os juro y prometo que no debéis tener cuidado de
nadie excepto de mí. Tengo poder sobre mi gente y no hay conde
ni barón que por la barba del mentón, ni por la nariz ni por el
diente, no cumpliera mi orden. Os lo he asegurado y jurado
lealmente.
-Os lo agradezco. Cubríos porque os desafío -responde
Gauvain.
-Y yo a vos -le responde el caballero.
Pero Gauvain le golpeó primero sobre el yelmo rojo. Le rompe
el escudo por delante de modo que le rompió las asas, y aquel que
mucho sabía de armas le asesta un golpe con tal fuerza que le
desgarra y rompe la loriga por debajo del sobaco, de modo que le
arrancó carne del costado. Muy terriblemente fue herido el rey: la
sangre le corre a borbotones hasta abajo de la espuela. Cuando el
rey se sintió herido, mucho se enfurece, pero no se espanta de
nada. Mantiene la buena y acerada espada en la que mucho
confía. En ella ha puesto su valor. Golpea a Gauvain de tal modo
que hace crujir el escudo y le hunde la espada en el yelmo hasta la
capucha: el acero no se detiene hasta la cabeza. Le rompe huesos
de la cabeza, pues muy cortante era la hoja, pero no le tocó el
cerebro. Gauvain siente la herida, pero nada se inquieta, sino que
con gran valor le requiere y aquél muy bien se defiende. Bien
esgriman los dos, aquél golpea a Gauvain y éste a aquél, y no
obstante, le asesta tal golpe sobre el yelmo que todo le retumba. Y
aquél le golpea a su vez rompiéndole la mitad de su escudo y
sacándole cien mallas de la loriga, de modo que la espada cayó
sobre el brazo desnudo y le hirió hasta los huesos, haciéndole salir
la sangre más abajo del pecho. Muy feroces son ambos vasallos y
combaten por igual, de modo que nadie que quisiera decir verdad,
sabría elegir al mejor, al más noble, al más valeroso, al más
impulsivo o al más retardado, salvo que mi señor Gauvain atacaba
siempre el primero. Muy destrozadas están las lorigas y rotos los
escudos y no había uno tan entero que ofreciese protección. Con
frecuencia se golpean al descubierto, mucho se hieren y dañan.
Así duró esta batalla desde la hora tercia hasta la puesta del sol.
Ambos eran tan valientes que uno no podía agotar al otro, ni
ganar terreno ni dar mate. Pero muy bien le ataca Gauvain como
aquel a quien no falta proeza, fuerza ni valor, y el otro muy bien
se defiende.
Muy irritado estaba Gauvain de que la batalla durara tanto.
Corre con cólera sobre él y mucho le hiere y empeora. Le golpea
con tal fuerza sobre la cima del escudo que el golpe fue
resbalando. Sobre el puño que mantiene la espada ha caído el frío
acero. Limpiamente le habría cortado el pulgar y otros dos dedos,
pero la espada cayó de tal suerte que se mantuvieron en los
nervios. Del puño le vuela lejos de él la buena espada. Gran ira y
gran pena sintió cuando se vio así herido. Por la gran ira se
esfuerza y recupera la espada, y la coge con la otra mano tal y
c9mo. le enseña la necesidad, y corre hacia él. Allí veríais
recomenzar un duro ataque. Aquél golpea a Gauvain con la
espada de acero y Gauvain le golpea a su vez y por poco no lo
derriba.
Gauvain piensa golpear al rey, que se cubre con su escudo, a
descubierto en la cabeza, pero éste derriba. Tiene la espada
desenvainada y le acomete de tal modo sobre el yelmo de acero
que Gauvain tuvo que arrodillarse y habría caído si Dios no le
hubiera protegido.
Ahora le toca a Gauvain. Con tal angustia golpea su escudo que
se lo rompe. Golpea y vuelve a golpear, le asesta veinte golpes
seguidos. Tiene roto todo el yelmo y le había arrancado el almófar
de la cabeza. Le habría cortado la cabeza, pero aquél, que se
siente acorralado, le dice:
-Merced, me habéis vencido. Puesto que no puede ser de otro
modo, tomad mi espada, os la entrego.
Pero Gauvain no la recibe y jura por santo Tomás: «Por poco
no os he matado.»
-Ay, gentil caballero, merced. Gran desprecio cometeríais si
me matáis ahora cuando me entrego a vuestra merced.
Gauvain le dice en seguida:
-Os conviene jurar prisión y por la mañana sin demora vos y
vuestra doncella que es noble, cortés y hermosa, os entregaréis a
la corte del rey y le diréis de parte mía que le hago presente de
vos. También a la reina contaréis todo el combate tal y como ha
ocurrido, a ella y al buen rey Arturo.
-Cumpliré vuestro placer y en mala hora temeréis que no vaya
allí con agrado. Contaré al rey la verdad de la batalla tal y como la
habéis hecho contra mí, pero quisiera saber vuestro nombre.
Cuando llegue a la corte, ¿quién diré que me envía? -Buen amigo,
he perdido mi nombre. Soy el caballero sin nombre.
-¿No lo sabré?
-No, a fe mía. Diréis que os envía el sin nombre y que os
honren hasta que vuelva a la corte. Decid que volveré cuando
haya encontrado mi nombre. Decidme ahora cómo os llamáis.
-Me llaman Brun Sin Piedad y soy Rey de la Roja Ciudad.
-Nada exagerado es vuestro apodo, dice Gauvain. Pero podéis
saber una cosa: reposaréis esta noche y al amanecer haréis poner
vuestra silla, vos y vuestra doncella, tal y como me habéis
prometido.
Y aquél le jura que se pondrá en su prisión. Las gentes que
estaban alrededor, caballeros, burgueses y valvasores, hicieron
gran duelo por su señor, que estaba muy herido, y todos fueron a
la ciudad.
Gauvain dice que se marcha y que no permanecerá allí por más
tiempo. Ordena a la doncella que encontró en el bosque en una
landa, que suba en su palafrén.
-A fe mía -le dice el rey-, os ruego por nobleza si puede ser de
algún modo, que vengáis a albergaros conmigo.
Todos ruegan al caballero ya la doncella cortés, que era muy
agradable y hermosa. Pero él les dice que por nada del mundo se
quedaría y los encomienda a todos a Dios y ellos a él. El rey le
jura y otorga que mañana se pondrá en camino sin más demora.
Gauvain no quiere retrasarse más. Vuelve a su camino, pero gran
necesidad tenía de curar sus heridas. La que iba en su compañía,
no dejaba de llorar. El le dice:
-Hermosa y dulce amiga, no lloréis más, ya me curaré. Sabed
una cosa con seguridad: en toda mi vida vi a un hombre de tal
valor como este caballero. No he querido hospedarme con él pues
no habría sido justo. Habría cometido algo despreciable, pues
demasiado daño le he causado. Pero mucho me entristece que no
hayáis comido ni bebido.
-¡Ay, buen señor!, no tengo hambre. No hay en el mundo tan
buen pan del que ahora mismo pudiera comer.
En esto se van más que al paso, no sé a dónde, buscando
aventura. Pero los ha visto un caballero armado y fuerte que
acababa de matar a un caballero allí mismo hacía un momento.
Aún estaba completamente ensangrentada la espada de acero,
clara y bruñida. Le saluda muy noblemente, pero el otro no le
devuelve el saludo y le grita:
-Vasallo, si Dios me ayuda, no llevaréis así a la dama. Os
atacaré y lo pagaréis muy caro.
Entonces Gauvain tuvo que irritarse. Se desafían y se golpean.
Con las puntas de las lanzas se requieren ambos con todas sus
fuerzas. Con valor se golpean, despedazando los escudos. Aquél
le golpea primero en el yelmo con tal fuerza que le hizo salir
fuego. Y Gauvain le golpea a su vez a descubierto sobre el escudo
rajándoselo hasta el hígado. El corcel salta y se va por el camino a
través del bosque.
Mucho le disgusta a Gauvain, pues no se sabe aconsejar. No
quiere dejar sola por ninguna necesidad a la doncella. El corcel
arrastra la silla y huyendo se va muy asustado. Gauvain ha vuelto
para que la doncella no sienta pavor. Aquella noche hasta el
amanecer yacieron los dos en el bosque y cuando vieron el día,
ambos se marchan de allí. En lugar de su escudo, que estaba
usado y que ya no le podía servir, coge el del caballero. Luego
montan los dos y se van. Cabalgaron toda la jornada hasta entrado
el mediodía, y sabed que al tercer día todavía no habían comido ni
bebido. Entonces vieron a un caballero...