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Los sintomas socioculturales que señalan una penetrante crisis en los modos de subjetivación humanista producida por el crecimiento e incorporación de los procesos tecnológicos a la vida cotidiana y a las formas de comunicación intersubjetiva
Los sintomas socioculturales que señalan una penetrante crisis en los modos de subjetivación humanista producida por el crecimiento e incorporación de los procesos tecnológicos a la vida cotidiana y a las formas de comunicación intersubjetiva
Los sintomas socioculturales que señalan una penetrante crisis en los modos de subjetivación humanista producida por el crecimiento e incorporación de los procesos tecnológicos a la vida cotidiana y a las formas de comunicación intersubjetiva
una crisis de la subjetivación en la sociedad red?
Carlos Tutivén Román Docente – Investigador Universidad Casa Grande Los síntomas:
¿Por qué nos hacemos esta pregunta? ¿Qué percibimos o captamos de la época, de los otros, que nos cuestiona e interpela subjetivamente? ¿Qué estamos experimentando, sobre todo, desde el lugar donde desempeñamos nuestro trabajo docente o investigador de la cultura? Lo curioso es que se trata de un síntoma de malestar propio, salpicado de inquietudes y vacilaciones, compartido por colegas, pero a partir de testimoniar la presencia de unos “otros” que no parecen tener un síntoma, que no lo expresan, que no lo padecen, que están ahí, con sus respuestas sin respuestas, con su afasia y anorexia simbólica, presentes y ausentes pero conectados.
Lo primero que se impone interrogar con un sentido, digamos, filosófico y clínico, es la "nueva sintomatología", o para decirlo con Freud, el nuevo aspecto que hoy toma el malestar en la cultura a partir de la injerencia del "nuevo orden digital" en los vínculos sociales contemporáneos y especialmente en la subjetividad que de ella se produce y re-produce, después de más de treinta años de usos y consumos intensos y progresivos de las denominadas tecnologías de la información y la comunicación.
Como sabemos desde principios de siglo XXI la Modernidad - Mundo se ha ido constituyendo a partir de un ecosistema de comunicación digital multinodal que activa a la vez que transforma las practicas y los discursos con los cuales tejemos el sentido de pertenencia a los territorios físicos, simbólicos y existenciales, como al sentido del tiempo, los sucesos, los acontecimientos. Las ciencias sociales, las humanidades, las psicologías, las filosofías contemporáneas, los estudios culturales, e incluso y, con particular énfasis, los estudios de Comunicación Digital se muestran fascinados y, a la vez, interpelados en su capacidad explicativa y prospectiva para dar cuenta de lo que estas transformaciones estructurales están constituyendo en la vida psíquica de la civilización, o para decirlo en otras palabras, cómo la "revolución digital" está implicando no tanto una ontología de lo real cuanto una “ontología de la desaparición”, a lo que correspondería no una clínica del síntoma sino una clínica del vacío (Recalcatti). Una clínica del vaciamiento de lo subjetivo por lo digital.
Pero, ¿qué es lo que se observa en la vida digital que tanto intriga y obliga a pensar? ¿Cuáles son los " nuevos síntomas" que señalan un colapso en las bases del mundo de la vida (moderna) y en la subjetividad correspondiente, hasta el punto de que está surgiendo una poshumanidad antropoténica como lo anuncia el filósofo alemán Peter Slotordijk?
Por ahora, empecemos en la superficie, con algunos indicios registrados por la sociología de la comunicación y otro saberes afines, que señalan las problemáticas para una reflexión inicial:
1 En el campo de la educación tradicional los profesores de escuelas, colegios y universidades sintomatizan su malestar en torno a la sensación de derrota, impotrencia e incertidumbre que genera hoy en día la crisis de la "pedagogía del libro" cuando toca instruir a los "nativos digitales". El mutuo aburrimiento y hastío de profesores y estudiantes forzados a compartir horas un mismo espacio “consagrado” por la ideología disciplinaria de la modernización industrial en los altares del Estado Nación. El hartazgo de la rutina, la quemazón de las motivaciones en profesores y estudiantes ha hecho que la experiencia pedagógica sea un martirio intersubjetivo. El síntoma mutuo: impotencia y antipatía de los unos hacia los otros. Los signos del “alumno-síntoma”, según los profesores (educados en el paradigma del libro) son: la desmemoria, el colapso del silogismo y de la gramática, la dispersión, la atención fugaz, la "incultura" y el desinterés existencial. Por parte del alumno, el “profesor-síntoma” es: aburrimiento, repetición, memoria sin sentido, y autoridad legal pero ilegítima.
Este desencuentro se ha venido vivenciando con acentuada fuerza a partir del triunfo de la vida digital en el mundo de la vida cotidiana. La queja reiterada de profesores contra el celular, el Wastapp, y el Facebook - para mencionar unas pocas plataformas de la comunicación digital interactiva-, es la expresión exasperada de que ellos, y sus clases, importan poco, o nada. Lo que se registra como memorias frágiles, dispersión de la atención, hiperestimulación sensitiva y cognitiva, adhesión emocional y dependencia adictiva a los dispositivos digitales son algunos de los fenómenos - síntomas que señalan a la comunicación social digitalizada como la responsable y que requiere un urgente "tratamiento terapéutico" y comunicacional.
2 En el campo de la política, ¿qué se pone en juego con el fenómeno de las redes sociales y las llamadas "ciudadanías móviles", los wikileaks, el fenómeno hacker, después de la caída de los ideales y de las ideologías fuertes de la modernidad? ¿No asistimos a una problemática comunicacional para re-pensar el tema de la democracia, la libertad de expresión, la participación política, la seguridad del Estado, y la formación ciudadana contra los poderes hegemónicos tanto políticos como empresariales. Al mismo tiempo, cada vez es más notoria la paradoja social que se expresa de la siguiente manera: "a más participación (en redes) menos compromiso y cambio efectivo". La “post-verdad” campea como bandera de posturas cínicas que dicen lo que dicen, “porque nada es verdad y todo es posible”.
Por lo tanto, comienzan a surgir preguntas como: ¿son las democracias digitales, democracias "efectivas"?, ¿pueden verse realmente libres de control social y manipulación política o mercantil, una ciudadanía dependiente de los sistemas de comunicación forjados por conglomerados privados y políticas de regulación y control algorítmico? ¿puede una ciudadanía no ser objetos de persecución y espionaje por parte de sistemas de gobierno represivo y con pretensión totalitaria, como lo vemos diariamente en las noticas?
3 En el campo de la sociabilidad comunicativa observamos diariamente padecimientos en los vínculos humanos debido al aumento de la intolerancia agresiva en redes, fanatismos y fundamentalismo ideológicos vinculado a lo que paradójicamente se ha venido denominando lo "políticamente correcto". La diáspora individualista y hedonista hiper-moderna de identidades y culturas, de géneros y estilos de vida, constituyen un ágora multidimensional de pareceres, opiniones, críticas, y acosos de toda índole. Escándalos de orden moral y social se avistan diariamente por la irreflexiva e ingenua participación comunicativa de los usuarios en plataformas como Twittero Facebook. Consecuencias negativas para los sujetos se dan a diario en el campo laboral, político, social, y económico, debido a imágenes, o mensajes posteados reactiva e impulsivamente por las redes sociales o de mensajería instantánea. Actos de lengua, caprichosos sin responsabilidades, que no miden las consecuencias y que señalan una acusada falta de reflexividad y eticidad.
4 Finalmente en el campo de la subjetividad: una de las preguntas de orden filosófico y psicoanalítico que se hacen los investigadores del "nuevo orden digital" es la siguiente: ¿está en crisis el paradigma de subjetivación humanista? Es decir, ¿Ya no da más el paradigma forjado en la Ley de la Palabra, aquella que mediaba en la renuncia pulsional a favor de la entrada del deseo humanizante en la cultura? ¿Sigue operando para la nueva humanidad digital la gramática ligada a la imprenta, o sea al texto, que ha durado cuatro siglos, y que dio lugar al cultivo humanista de la reflexión intimista y la racionalidad, cuyo modelo lo representa la cultura letrada, y la madurez moral? ¿Asistimos a un desfase, a un desacoplamiento entre las lógicas gramáticas que articulan el “sentido” en la vida social? ¿ Se está produciendo nuevos modos de subjetivación? es decir, ¿implica la antropotécnica un nuevo proceso de construcción de la subjetividad, o como se sospecha, para una mentalidad más clásica, un declive de la subjetividad como la conocemos desde el humanismo antiguo, renacentista e incluso el moderno, por una especie de parálisis de la subjetivación entendida como el dispositivo psíquico – simbólico que nos hace desear, pensar y ser moralmente responsables? ¿Qué conlleva este desplazamiento estructural para el futuro de la sociedad, sobre todo en la época del diseño biopolítico (genético) y donde la inteligencia artificial, la robótica y los sistemas cibernéticos presentes en la llamada "internet de las cosas" se avizora como nuevo horizonte pos-humanista?
De Prometeo a Hermes y a Telémaco
Todas estas entradas sintomáticas anotadas de diferentes escenarios y campos, nos llevan a preguntarnos: ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿No era este el futuro soñado por las utopías modernas que apostaron al progreso industrial y tecnológico? ¿No hicimos del regalo prometeico el uso adecuado?
Una respuesta posible, e históricamente sustentable, es que sí, hicimos todo el uso posible del “fuego transformador” robado al dios Zeus por el titán Prometeo. Tan bien lo usamos que la tierra es ahora una superficie planetaria técnicamente planificada, productivista y plus-valorizada. Sin embargo, no debemos sólo presentar la cara desarrollista y/o apocalíptica de este proceso, pues hay quienes piensan justamente todo lo contrario sobre los impactos de las tecnologías y especialmente las digitales y telemáticas sobre la humanidad, una visión menos pesimista, menos preocupada, menos cuestionadora y dramática y más bien, festiva, holística, integral o, si se quiere, como le gusta llamar Carlos Scolari a esta actitud, más "superadora".
Para describir este enfoque tomaremos el enfoque de Michel Serres, un filósofo francés de la ciencia y el adalid de las nuevas tecnologías de la comunicación digital interactiva, en la medida en que ve en ellas la oportunidad para gestionar un nueva humanidad, que según él, será o empezará a ser más saludable, longeva, ingeniosa, creativa, hiper-conectada gracias al tejido de nodos y líneas ópticas, que como el tejido de Penélope, teje el universo, burlando así al mismo Hefesto, el arquetipo simbólico de un destino trágico y oscuro.
De este talante, aunque menos laudatorio, es la definición que da de la internet el sociólogo de la comunicación Manuel Castell cuando dice en su libro Comunicación y Poder que la internet no es “algo para ver”, sino “algo con lo que se vive” (Castell, 2009). Para el famoso autor de la Sociedad de la Información (Castell, 2000) y la Sociedad Red (Castell, 2010), la Internet es el tejido comunicacional de nuestras vidas actuales, en la medida en que el trabajo, los contactos personales, la información que buscamos o compartimos, el entretenimiento que nos divierte, los servicios públicos que buscamos, la participación en la lucha política y hasta la religión que nos consuela, conforman una "aldea global", un medio ambiente naturalizado, del que ya casi no somos conscientes, pues respiramos en él como peces en el agua.
En todo caso, según el filósofo de la ciencia Michel Serres, autor del ya clásico libro Atlas será Hermes, el dios mitológico de la comunicación y la mensajería rauda, el encargado de conectar a los dioses y los hombres, quien tomará el dominio de la civilización, desplazando de ese lugar a Prometeo, el Titán que le robó el fuego creador a Zeus para entregárselo como obsequio a los hombres, y así pueda éste convertirse en un sujeto de cambio y fuerza inventiva produciendo transformaciones incesantes, a tal punto, que sus emprendimientos lo acercaría a la condición de "nuevo dios" sobre la tierra, el dueño y señor de la técnica industriosa y el conocimiento racional, liberándose -gracias a esos poderes- de su indigencia y pasividad respecto a los poderes naturales y especialmente -primer gesto de secularización- de su dependencia espiritual con el panteón olímpico.
¿Por qué comparar a Prometeo con Hermes? ¿Cuál es la diferencia paradigmática entre estos dos personajes míticos que atañe, a su vez, a una brecha o desacople estructural en la compresión sobre las tecnologías, la ciencia, y el destino mismo de la humanidad?
Sin embargo, probablemente no se trate tanto de una diferencia o de una ruptura radical, sino más bien, de una diferencia de grados de intensidad, de velocidad, y por ello mismo de desborde y desacople entre “modelos”. Prometeo es pesado y material. Hermes es liviandad y velocidad. Aquel implicaría el cambio trasformador in situ, en un tiempo-espacio localizable, como el de la producción fabril, éste un cambio acelerado del tiempo y del espacio mismo al punto de llegar a la instantaneidad, dicho en términos filosóficos se trata de pasar de una ontología de lo real a otra de la desaparición.
El don prometeico dio al hombre moderno un dominio sobre la naturaleza externa y posteriormente, desde la emergencia de las ciencias humana en el siglo XIX, un domino sobre su alma, la naturaleza interna (Foucault, 1969). Lo hará reinando en base a su disposición técnica sobre el ente (Heidegger, 1960) o sea , sobre el mundo como imagen total, como representación, mapa o cartografía geográfica (aquí encontramos las bases epistémicas del colonialismo occidental). El dominio será de una racionalidad instrumental y de control basado en el cálculo matemático y procedimental, capaz de transformar el paisaje natural a la vez que lo media, cuantificaba y lo ponía en valor, para posteriormente administrarlo burocráticamente con normativas y regímenes discursivos que le daban su estatus de legalidad (Foucault, 1971).
Del mundo psíquico y espiritual, el dominio toma la forma de un disciplinamiento del carácter y el temple moral, dominio interno de las pasiones, y domesticación de cuerpo. Los mecanismos represivos se ejercían al interior de los sistemas educativos (recordemos la obra Emilio de Rousseau) para luego ser canalizados por las terapéuticas del alma (discurso clínico y psiquiátrico). Todo este dispositivo, como bien lo describirían autores como Deleuze y Guattari, o como el post marxista Toni Negri (Imperio, 2000), formarían al nuevo hombre de la Ilustración.
Para garantizar el éxito civilizatorio del modelo a nivel planetario, la modernidad prometeica requerirá expandirse por la Terra Incógnita por medio de proyectar su propios impulsos internos hacia una externalidad aún no colonizada. La expansión de Occidente y su proyecto civilizatorio llamado modernidad toma vuelo con la mentalidad ilustrada, protestante y, aunque moralmente represiva, será suficientemente motivadora como para apuntalar a la razón científica y su colorado filosófico, el positivismo, en las nuevas sociedades republicanas de América.
Pero la promesa prometeica que conlleva esta expansión no cabalgará hacia otras tierras y horizontes, sino gracias al ímpetu fulgurante de otros símbolo mitológico, el dios Hermes, el mensajero y comunicador celestial. Un dios con el poder de expandir, desplegar, propagar y diseminar mensajes a la velocidad del rayo, propagando mas que simples mensajes, la dinámica misma de la técnica a la modernización.
La dimensión comunicativa representada por Hermes -aquel que hacía posible el vínculo entre los dioses, el mercurio de casco alado-, será el que lleve la buena nueva de la modernización por el orbe. Lo curioso es que la misma tecnificación de las mediaciones comunicativas modernizadas, poco a poco se va volviendo los medios de producción, o en "medios de comunicación" para la producción.
Con la globalización Hermes se libera a tal punto de su encargo –llevar el mensaje de la modernidad transformadora-, que se vuelve él mismo, el dios por excelencia de la modernidad planetarizada. La ironía histórica está en que para sostenerse como dominio planetario, la modernidad industrial y capitalista, pesada y territorial, necesitará para expandirse y así sobrevivir, de aquello que la superará irremediablemente, de una fase post-industrial y especulativa montado en un "sistema mundo" hipercomunicado, veloz, ágil, volátil, fluido, supino, cumpliendo así la profecía marxista del famoso manifiesto: "todo lo sólido se desvanecerá en el aire" (M. Berman, 1981).
El escenario de la crisis de subjetivación: el capitalismo cognitivo
Se sabe que el capitalismo cognitivo hace del “sistema experto” -encargado de producir los conocimientos necesarios para la reflexividad moderna (A. Guiddens, 2000)-, las redes de intercambio de información, e incluso de la “inteligencia colectiva” de millones de “prosumidores”, la “materia prima” de los procesos de innovación que sostienen la inversión de capitales circulando por el sistema financiero global. Lo paradójico es que no sucedió como lo quería John Perry Barlow en su famosa declaración de independencia del Ciberespacio:
“Vuestros conceptos relativos a la propiedad, a la expresión, a la identidad, al movimiento y al contexto no nos conciernen. Están fundados sobre la materia. Y aquí no hay materia” (Barlow, 1996)
Lo que no atisbó este autor de la neo-utopía cibernética es que al igual que la revolución científica que produjo la física relativista, la materia de la que se quiso separar es en realidad energía condensada en átomos que viajan a la velocidad de la luz, hasta expresarse en bits, dígitos, e información. Las mismas tecnologías, ahora digitales, jalonarían al “nuevo capitalismo” a su paraíso impoluto, reclamando como cosa suya el actual orden digital, el basamento rizomático, el sistema fisiológico de su corporalidad virtual y omniabarcante. El capitalismo cognitivo representa un proceso de migración de la materia (átomos y moléculas) a la información (bits y dígitos). Pero además, no es sólo un sistema de producción de plusvalía vaporizado por la velocidad de los procesos digitales e informáticos, también es un sistema de relaciones de poder que le corresponde como el guante a la mano.
El poder del capitalismo cognitivo no se ejerce, como el moderno, en base al dominio técnico de la materia, y las reglas discursivas e institucionales de disciplinamiento de las conductas (Foucault, 1963); se ejerce, sobre todo, con la inclusión subjetiva de la voluntad en el eco-sistema comunicativo, es decir, que ahora los sujetos se constituyen por las hiper-mediaciones que tejen los sentidos de pertinencia, las comunidades, los gustos y las decisiones colectivas, como también por los consumos del entretenimiento global elevado a los altares de la identidad y los estilos de vida (Lipovetsky, 2010). Ya no hay un afuera, un lugar externo de “resistencia” que no esté ella misma adentro y dialécticamente comprometida con aquello que la posibilita. Por ello, cualquier análisis crítico se encuentra con paradojas constituyentes de la realidad transmoderna (Magda, 2010) y son el síntoma de un malestar que péndula entre la impotencia y la incertidumbre.
Al tomar en cuenta esta dimensión “ex-timia” de la vida digital nos daremos cuenta que la utopía de una “república Internet”, anarquista y libertaria, es en verdad una dis-topía experimentada con un agrio despertar de la promesa tecnológica para encontrarse con un desencarnado neocapitalismo feroz cuyos polos interdependientes son Sylicom Valley y Wall Street.
El dedo en la llaga
Cada una de las sintomatología anotadas arriba que indican y señalan una crisis sin precedentes del modelo civilizatorio moderno, están situadas en un lugar que Carlos Scolari llama, a propósito de la crisis de la educación magistral, "desacople".
Según lo razona Scolari en su blog hipermediaciones hay un desacople entre el viejo paradigma Gutenberg, el paradigma del libro impreso, (que reinventaba en términos modernos aquel proceso propio de la “república de las letras” basado en las lecturas de los clásicos, su comprensión meditativa y profunda, lo que nos capacitara posteriormente para escribir y pensar creativamente), y el nuevo paradigma, que aun no acaba de emerger con todo su poder, signado por la incertidumbre pero que supuestamente va abriéndose camino con otra gramática la que se impone desde el hipertexto con sus rizomas reticulares, simultáneos, instantáneos y expansivos.
Estos desacoples o desfases entre formas de comunicación también afectan históricamente a las formas de conocimiento que les corresponde a cada una de ellas. Por ejemplo, la oralidad impuso unas formas de conocimiento basados en la escucha, la memoria, y la imaginación alegórica, acompañado de mitografías (imágenes dibujadas en paredes de cuevas, templos y lugares sagrados) y ritualidades cinéticos. La oralidad fue un medio de transmisión de humanidad y saberes por el gesto, la palabra y el símbolo. La escritura, en cambio, formalizó la producción del conocimiento basado en la lectura, el estudio, la reflexión y la contemplación de significados en series secuenciales y temporalidad lineal. Saber es saber leer, escribir, estudiar, explicar y comprenderse desde el argumento y la emocionalidad imaginativa. Desde el manuscrito en papiros y pergaminos al libro impreso, el conocimiento se volvió reflexividad hermenéutica, análisis crítico, investigación filológica, tratado científico o filosófico, hasta llegar con el ensayo (Monteigne), la epístolas o cartas, y la novela (Cervantes) a la creación de mundos posibles y a la comunicación intimista, como lo es la conversación.
Este formato duró centurias y sembró lo que algunos llaman "la cultura del libro", cuyas sabiduría produjo el humanismo, las artes clásicas, el románticismo y el racionalismo. Un elogio de esta practica de lectura y conversación con textos que remiten a otros textos, unidos por la tradición y las pasiones de lectores y escritores (fuente vital de todos los humanismo desde Grecia a la Modernidad).
Y llegaron las máquina que proyectan imágenes, primero la fotografía, después el cine y posteriormente la televisión. Un forma nueva de humanizarse se alumbrara con las tecnologías y los lenguajes visuales, proceso histórico que Walter Benjamin denominará como un camino que irá irremediablemente de la reproductividad técnica de la obra de arte al espectáculo de masas. Se abre una nueva experiencia que liberará o condenará.
El mismo Scolrai lo dirá en estos términos: "En el actual desfase cultural-cognitivo el libro pierde su centralidad, las pantallas se multiplican, la escritura se recombina con las imágenes y la linealidad del surco alfabético estalla en nuevas estructuras textuales reticulares y multimedia". ¿Cual es el desfase? ¿De que está hecho? ¿Cuales son sus consecuencias? En palabras de Scolari:
No tiene sentido lamentarse por la pérdida (...) mejor explorar los desacoples y desfases que la mutación tecno-cultural esta generando. Si no mapeamos el territorio de manera creativa resultará imposible desplegar cualquier estrategia de intervención pedagógica o cultural. (Hipermediaciones, 2010)
Con la llegada de la Revolución Digital - que N. Negroponte consideró el establecimiento de una nueva ontología, el "Ser Digital"-, y la masificación de los protocolos W.W.W. y http, se produce un cambio sin precedentes históricos. Las tecnologías informáticas, cibernéticas, telemáticas y el desarrollo de (hardware y software de código abierto y el Open Data) redes computacionales en línea, permitieron lo que Pisticelli anuncia con estos términos:
“Los métodos de la ciencia moderna y de la erudición se basan en un profundo respeto por el libro (…) En un contexto cognitivo, el libro producido y distribuido masivamente invita a la individualización. Pero la individualidad surge necesariamente en términos de papel y tinta. Lo que está en juego, precisamente, con la explosión expresiva de la red, es el tratamiento que Internet le da al texto, que pierde la solidez del papel y se convierte en la liquidez de la nube. Aquí el texto no es un producto sino esencialmente un proceso” (El Paréntesis de Gutenberg, 2011:29-32. Los subrayados son nuestros).
El texto se vuelve un proceso, (lo que implica cambios y movimientos continuos y fluidos), y las gramáticas de la comprensión un rizoma:
“desplazamiento de la hegemonía diacrónica -la crónica, la historia, los libros, la linealidad- como principio ordenador de la experiencia. Porque la digitalización privilegia la perspectiva sincrónica, bajo un modelo de simultaneidad y de hipervaloración de lo espacial por encima de lo temporal” (ídem, 30)
Por ello es que Michel Serres, dirá que un nuevo Atlas se perfila, una nueva espacialidad sin fronteras ni orillas, ni límites fijos, que nos envuelve y condiciona, una sociedad red que hará del flujo y reflujo de bits e información el nuevo ecosistema para la convivencia humana. En este punto es donde hay que poner el "dedo en la llaga", no se trata de retroceder a supuestos paraísos perdidos, pero tampoco ceder a los nuevos cantos de sirenas de la digitalización de la vida humana sin detenernos a pensar este "desacople" que atañe a la esencia de la técnica, si se quiere a la subjetivación del lenguaje técnico, ahí donde se hallan las mixturas mediáticas, los poli-alfabetismos, la combinatoria de lecturas sosegadas con el frenesí del multi tasking, o la creación colectiva de conocimientos con el investigador solitario que es paradójicamente un knowmad tardomoderno, escribiendo en su computadora solitaria en algún terminal aéreo de Singapur.
Respecto a las competencias cognitivas desarrolladas según los paradigmas culturales hegemónicos de una cultura, los autores citados consideran que en esta época de la comunicación generalizada, algunas se perderán, otras se reducirán, pero otras nuevas emergerán para ser ganadas por las nuevas condiciones de producción de saberes.
Sin embargo, no podemos obviar que donde está el punto de inflexión crítica es en la subjetividad contemporánea, en una subjetividad desfasada consigo mismo y con los entornos que le dan trabajo, educación, salud o seguridad y que todavía pertenecen a la sociedad del control (pos) moderno. El debate cobra aquí una intensidad inusitada. Psicólogos, educadores, comunicadores, antropólogos y sociólogos, señalan con particular énfasis, casi clínico, que algo está sucediendo en los comportamientos de miles de jóvenes que, hasta hace poco, Jesús Martín Barbero denominaba "tecno-fascinados". Absortos en celulares y tabletas, hablan poco y desean menos, ni el sexo los conmueve. Los psicoanalistas son mas categóricos, los llaman "sujetos a la deriva", o "subjetividad sin deseo". Apáticos, flemáticos existenciales, anodinos y consumidores pueriles, les da lo mismo cualquier noticia, o acontecimiento, pasarán sin más, como pasan sus vidas en un video juego infinito. Escritura subjetiva sin puntuación emocional; no es que ahora llegó una nueva forma de ser y pensar, que está por desvelarse para sorpresa de todos los escépticos, sino que parece que nada prender ni arraigar en este “psiquismo baldío”.
¿Es este extremo de la subjetividad patológica un signo de la subjetividad en tiempos de vida digital? Por supuesto que no vamos a caer en el simplismo explicativo de que estas sintomatología del esplín cibernético se debe al consumo exagerado y a-crítico de las tecnologías interactivas, pero algo de ello hay, sobre todo en el punto mismo del desacoplamiento, pero esta vez se trata del desacoplamiento intra-subjetivo que se da entre la experiencia de la pantalla táctil, la lectura no-secuencial, y la imagen pulsátil con su correlato cognitivo que imprime en la mente un tiempo sincrético, simultáneo y convergente, y por otro lado, la ausencia de una pragmática reflexiva, de temporalidad continua y profunda, atención focalizada, y experiencia del "darse cuenta", lo que de antiguo se llamaba concientización".
¿Serán estas observaciones manifestaciones de un cambio en la subjetivación, o sea, en la capacidad de producir subjetividad? Esta es una pregunta que dejo aquí, que debemos interrogar, y que será necesario desarrollar y establecer filosóficamente en diálogo con las investigaciones sobre la asimilación sociológica y antropológica de la comunicación digital. Sin ella, no nos será posible empezar a pensar la pregunta, ¿que sería llegar una madurez digital? ¿que clase de madurez sería esta que no sea la que ya conocemos por la tradición? Parafraseando al filósofo alemán Kant, ¿deberíamos trabajar en lograr una Ilustración Digital?