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Qu� horrible
es tener que decirse: �"Todo cuanto yo tengo,
hermano, padre, amante, mis hijos m�s queridos,
el alma de mi alma, est�n en ese caos
perdidos, mi coraz�n, la carne de mi carne.�
�Ser presa de las olas es serlo de las bestias!
Pensar ��Cielos!� que el agua juegue con sus cabezas,
desde el hijo, grumete, al marido, patr�n,
y que el viento soplando por sus trompas horribles
sobre ellos desate su larga y loca trenza,
y tal vez a esta hora se encuentren en peligro,
sin que saber podamos lo que est�n ahora haciendo
m�s que para enfrentarse a ese abismo sin fondo,
a esas oscuras simas donde no hay ni una estrella,
�tienen s�lo una plancha con un poco de tela!
�Terrible angustia! Corren todas sobre las rocas.
Las olas suben; h�blanles, gr�tanles: �"Devolv�dnoslos�.
Mas �ay! qu� es lo que puede decirse al pensamiento
del mar, siempre sombr�o, y siempre trastornado!
Jeannie est� a�n m�s triste. �Su esposo est� all� solo!,
en esta �spera noche, bajo el fr�o sudario,
sin ayuda. Sus hijos son a�n peque�os. Madre,
dices: "�Si fueran grandes! �Qu� solo est�!� �Quimeras!
Ma�ana, cuando partan ya acompa�ando al padre
dir�s entre sollozos: "�Oh, si a�n peque�os fueran!�
VI
VII
VIII
IX
Cuando ella entr� en su casa, las rocas de la costa
blanqueaban ya. Una silla puso junto a su cama,
y se sent� muy p�lida, cual si un remordimiento
la abatiese. Su frente puso en la cabecera
y, por unos instantes, con voz entrecortada
habl� mientras que lejos, ronca, la mar bramaba.
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JAP�N
��ureo espejismo, sue�o de opio,
fuente de todos mis ideales!
�Jard�n que un raro kaleidoscopio
borda en mi mente con sus cristales!
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