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15 DE FEBRERO DE 2018

EL EDIPO DE LA NIÑA
J.D. NASIO
JUAN FRANCISCO JIMENEZ DE LOS SANTOS
La Edipo de la niña en contraste con el del varón, será completamente diferente;
mientras que en el varón coexisten tres deseos incestuosos, en la niña hay un único
deseo incestuoso: poseer a la madre, y más tarde por el de ser poseída por la
madre. Para sexualizar al padre, es necesario que la niña sexualize a la madre.
Freud denominada esta fase como “pre-edípica”. El niño no pasa por esta, pues de
entrada desea al padre de sexo opuesto. El varón desea un solo objeto: la madre,
en cambio la niña desea a dos: primero la madre y luego al padre.
La niña entra en el Edipo –sexualiza al padre- después de atravesar la fase pre-
edípica en la que sexualiza a la madre, posteriormente la rechaza, y sale del Edipo
cuando desea a otro hombre que no sea su padre. El niño desexualiza a los padres
de manera simultánea y brutal, en cambio la niña desexualiza primero a la madre
y, lentamente, se aparta sexualmente del padre. El varón sale del Edipo en un día
y la niña en varios años. Durante la fase pre-edípica, la niña toma la misma
posición que el varón hacia la madre; cree poseer un Falo, y por la conducta,
muestra que se deja guiar por las fantasías de omnipotencia fálica y de placer en
la que desempeña un papel sexual activo en relación con la madre.
La niña entra en angustia al notar la diferencia visual de la ausencia del pene en
el cuerpo femenino, la niña comprueba la diferencia del aspecto de su sexo y el
del varón; la reacción inmediata de la niña es la decepción por no tener algo que
varón si posee. Hasta ese momento, la niña confiaba en sus sensaciones de placer
vaginal y clitoriano que la dotaban de sentimientos de omnipotencia, seguido de
eso, duda de sus sensaciones y se dice que la fuente del poder no está en ella sino
en el cuerpo del varón. En este momento, se derrumba la ilusión de poder y se
produce un penetrante desgarro interno, esta es la “fantasía de privación”, pues
la niña cree vivir el dolor de haber perdido, mientras el varón teme la castración,
la niña deplora la privación.
En el niño el Edipo se ve resuelto por la angustia de perder el pene, mientras que
en la niña es radicalmente diferente: no teme perder, pues no tiene pene y nunca
lo tendrá, lo que sufre es el dolor, el dolor de haber sido privada de algo
importante. El dolor de haber sido privada de un objeto inestimable que creía
poseer, pero sobre todo el dolor del desengaño. La niña se siente engañada, pues
le han metido acerca de poseer el Falo y que lo tendría eternamente. Esta persona,
es la madre pues anteriormente era omnipotente pero hoy se revela incapaz de
dar un Falo que ella misma no posee ni nunca poseyó.
En ese instante la niña, despechada, se aparta de la madre y, en su soledad, se
exasperará por haber sido despojada y engañada, este es el “dolor de la
humillación”, es decir el dolor de sentirse víctima de una injusticia y de ver la
propia imagen herida.

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