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“Lo siento. Hasta el último momento hemos hecho lo posible, pero el estado de su hijo era
muy delicado y las lesiones del accidente han acabado por ser incompatibles con la vida pese a
nuestros esfuerzos y todas las intervenciones llevadas a cabo. Imagino que contemplan esa
opción y que desean que se inicien los trámites, ¿verdad? Acompañen a la enfermera, ella les
indicará dónde dirigirse y cómo empezar con ello. Si todo va como de costumbre, en unas dos
semanas contaremos con un donante y el trasplante de cabeza podrá llevarse a cabo. ¿De
acuerdo?”
Este diálogo de un galeno bien podría salir novela de ciencia ficción, pero, de acuerdo con el
polémico neurocirujano italiano Sergio Canavero, el escenario que plantea será una realidad
en unos años.
Pero dejemos por un momento la auténtica viabilidad o no de lo que está por llegar y
pensemos: ¿es realmente algo nuevo y rompedor la idea de trasplantar la cabeza de un
individuo al cuerpo de otro? Aunque, por supuesto, nunca se ha llevado a cabo la cirugía (al
menos, que se sepa) en seres humanos, hay una historia dilatada con modelos animales.
El primer intento del que se tiene constancia se atribuye al fisiólogo estadounidense Charles
Guthrie (1908), si bien fue el soviético Vladímir Démijov en la década de los 50 quien inauguró
la tradición experimental con los fines con que la entendemos hoy. En sus cirugías trasplantó
Influenciado por el trabajo de Démijov, Robert J. White, de la Case Western Reserve University
School of Medicine de Cleveland, Ohio, llevó a cabo una (aún más) controvertida cirugía
experimental: trasplantar la cabeza de un mono rhesus al cuerpo de otro. Para ello, unió el
sistema circulatorio de la cabeza con el del ‘nuevo’ cuerpo vena por vena y arteria por arteria,
para luego unir músculos y piel. Al igual que le ocurría a su ‘inspirador’, el mono murió a los 9
días debido al rechazo, pero el auténtico problema del procedimiento no era este, sino lo que
hoy en día sigue siendo quizá el último escollo insalvable del trasplante de cabeza (o, mejor
dicho siendo estrictos y de acuerdo con Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional
de Trasplantes, ‘trasplante de cuerpo’): la reconexión medular.
Recordemos, ante todo, que las neuronas, a diferencia de otras células, no tienen la capacidad
de regenerarse. De ahí que los nervios tampoco, lo cual, desgraciadamente, postra a las
personas que han sufrido accidentes que afectan a su médula espinal en una silla de ruedas
para el resto de sus días. La médula, parte del sistema nervioso central que se encuentra en el
centro y a lo largo de la columna vertebral, es una superautopista nerviosa que lleva decenas
de miles de axones entre el cerebro al resto del cuerpo (aunque también cuenta con materia
gris, es decir, cuerpos neuronales), enviando órdenes a los efectores y, de forma inversa,
recogiendo información de vuelta para elaborar respuestas. Así, cuando esta comunicación se
ve interrumpida también lo hace la comunicación entre el cerebro y el cuerpo. A la incapacidad
de las neuronas para regenerarse se une una extraordinaria complejidad estructural: imagine
el lector este cableado como un puzle de 100.000.000.000 piezas en el que cada neurona debe
acabar conectando con un punto específico para cumplir su cometido. Para que un trasplante
de cuerpo fuese funcional desde el punto de vista nervioso, incluso aunque se consiguiesen
soldar los extremos, habría que encajar todas las piezas del puzle en su lugar, algo
técnicamente inabordable a día de hoy según los expertos.
Pese a ello, hay más investigadores que se han unido a la carrera, como el chino Xiaoping Ren,
de la Universidad de Medicina de Harbin. Más discreto que su homólogo italiano, está
centrado en perfeccionar la técnica que evite la falta de riego y subsecuente muerte cerebral
gracias a la redirección del riego sanguíneo del cuerpo a la cabeza receptora, que a día de hoy
no permite la supervivencia a largo plazo. Al igual que Canavero, hace hincapié en la
importancia del polietilenglicol como pegamento biológico. Y en el ámbito patrio, Pere Barret
(bajo cuya dirección han tenido lugar los dos trasplantes de cara que se han practicado en el
hospital Vall d’Hebron de Barcelona) declaró a raíz del anuncio que estaba dispuesto a explorar
la técnica en ratas. Ve, no obstante, quizá el mayor problema ético en la técnica: ¿está
justificado emplear un cuerpo sano para salvar o mejorar la vida de un solo paciente en lugar
Tenga o no lugar finalmente la polémica operación, lo cierto es que el debate está servido y,
pese a que ha pasado más de un año, está más vivo que nunca. En pocas parcelas de la
medicina se tocan con tanta claridad el ahínco humano por traspasar las barreras de lo
imposible y la necesidad imperiosa de ayudar a quienes conviven con una de las peores
condiciones que conocemos, por lo que hemos de ser cautos y tratar de compaginar la natural
excitación con la seriedad científica, y tratar de no caer en el sensacionalismo con temas tan
delicados como este.
Por último, veo fundamental recalcar que muchos de los experimentos de los que hemos
hablado son, a ojos de quien lo lee (incluso de aquellos familiarizados con el empleo de
modelos animales en otros ámbitos), a todas luces bárbaros y crueles, hasta el punto de que,
posiblemente, ningún comité ético los autorizaría hoy en día. Pero, al igual que muchas otras
investigaciones con animales, eran y son la única manera de indagar en temas de corte
biomédico cuando se llega a un nivel determinado de avance teórico y técnico, por lo que
debemos compatibilizar la demanda de un riguroso control de lo que se hace con los animales
de investigación con el derecho del ser humano a emplear animales en Ciencia de forma
responsable y humana.
· http://www.abc.es/ciencia/20150227/abci-transplante-cabeza-posible-201502271227.html
· http://elpais.com/elpais/2015/06/23/ciencia/1435050512_072184.html
· https://es.wikipedia.org/wiki/Trasplante_de_cabeza