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I. GENERALIDADES
1. CONCEPTOS GENERALES
Desde tiempos remotos se ha procurado encontrar el elemento
común vinculante de las diversas instituciones del derecho pri-
vado, labor ardua y difícil si se considera que las diferencias en-
tre ellas parecen ser más notorias que una eventual o hipotética
semejanza.
En efecto ¿qué podría tener en común el testamento con el
pago de una obligación, si el primero es un acto por el cual una
persona dispone de sus bienes para que tenga pleno efecto des-
pués de sus días, y el segundo es el cumplimiento de la presta-
ción debida? ¿O el acto por el cual un hombre y una mujer se
unen en matrimonio con el contrato de compraventa?
A primera vista, lo único que relaciona a los actos mencio-
nados es que surgen como consecuencia de la voluntad del hom-
bre; conclusión tan amplia y vaga que mal podría justificar una
construcción jurídica sobre la base de este único elemento como
vinculante.
Sin embargo, partiendo de dicho elemento común es posible
encontrar otros: en primer lugar, tales actos surgen de una mani-
festación de voluntad hecha con un propósito determinado –dis-
posición de bienes en el testamento; extinción de una obligación
en el pago; necesidad de formar una familia en el matrimonio;
necesidad de intercambiar bienes en la compraventa– propósito
que inspira a la parte o partes que intervienen en su celebración;
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LA TEORIA DEL ACTO JURIDICO
1
Lo mismo se advierte en la mayoría de los códigos modernos. El Código
Civil chileno no habla de actos jurídicos. Utiliza los términos “actos”, “convencio-
nes”, “declaraciones de voluntad”.
2
Giuseppe Stolfi: Teoría del negocio jurídico, Madrid, Editorial Revista de Dere-
cho Privado, 1ª edición, año 1959, pág. XXV.
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TEORIA GENERAL DEL ACTO JURIDICO
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Avelino León Hurtado: La voluntad y la capacidad en los Actos jurídicos, San-
tiago, Editorial Jurídica de Chile, 1ª edición, año 1952, pág. 19.
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LA TEORIA DEL ACTO JURIDICO
5. SUPUESTO JURÍDICO
Para que un hecho jurídico produzca consecuencias de derecho
es menester que la ley le haya atribuido tal virtud.
En doctrina se da la denominación de supuesto de hecho o
supuesto jurídico a los hechos y circunstancias que la norma legal
prevé y a los cuales atribuye la producción de efectos jurídicos.7
Como señala un autor, “los hechos concretos para ser hechos
jurídicos deben, en consecuencia, poder ser subsumidos en el
4
Roberto H. Brebbia I.: Hechos y actos jurídicos. Comentarios de los artículos 896
a 943 del Código Civil, Doctrina y Jurisprudencia, Buenos Aires, Editorial Astrea, 1ª edi-
ción, año 1979, pág. 11, cita a Savigny, que define los hechos jurídicos como “los
acontecimientos en virtud de los cuales las relaciones de derecho nacen y termi-
nan”.
5
F. Santoro Passarelli: Doctrinas generales del Derecho Civil, Madrid, Editorial
Revista de Derecho Privado, 1ª edición, año 1964, pág. 109, dice que hechos jurí-
dicos son “los productores de un acontecimiento jurídico consistente, en particu-
lar, en la constitución, en la modificación o en la extinción de una relación
jurídica, o bien en la sustitución de una relación por otra relación jurídica nue-
va; o también en otro caso en la cualificación de una persona, de una cosa o de
un hecho”.
6
Emilio Betti: Teoría General del Negocio Jurídico, Madrid, Editorial Revista de
Derecho Privado, 14ª edición, s/a.
7
Enneccerus, Kipp y Wolff: I. Tratado de Derecho Civil, Buenos Aires, Edito-
rial Bosch, año 1948, pág. 5, refiriéndose al supuesto de hecho, dicen que “el
conjunto de requisitos, a que el ordenamiento jurídico condiciona un efecto
jurídico, o sea, el nacimiento, la extinción o la modificación de una relación
jurídica, se llama supuesto de hecho de este efecto jurídico”; en igual sentido
Heinrich Lehmann: I. Tratado de Derecho Civil, Madrid, Editorial Revista de Dere-
cho Privado, año 1956, pág. 195.
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8
R. H. Brebbia, op. cit., pág. 3.
9
Santoro Passarelli, op. cit., pág. 115.
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LA TEORIA DEL ACTO JURIDICO
10
Santoro Passarelli, op. cit., pág. 115.
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TEORIA GENERAL DEL ACTO JURIDICO
11
R. H. Brebbia, op. cit., pág. 18.
12
Ibíd., pág. 43.
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Luigi Cariota Ferrara: El negocio jurídico, Madrid, Aguilar, 14ª edición, año
1956, pág. 7.
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LA TEORIA DEL ACTO JURIDICO
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Un sector de la doctrina prefiere hablar de “relaciones o situaciones jurí-
dicas”, porque los hechos jurídicos pueden producir la adquisición, modificación
o extinción de potestades o poderes que no son propiamente derechos subjeti-
vos, o incidir en deberes u obligaciones que no son propiamente obligaciones.
En este sentido, Cariota Ferrara y otros autores citados por R.H. Brebbia, op. cit.,
pág. 23.
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R. H. Brebbia, op. cit., pág. 38, cita a Von Thur y Orgaz.
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L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 15.
17
L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 15, observa que la renuncia de un dere-
cho opera necesariamente la extinción del mismo y no su sola pérdida para el
renunciante y consecuencial adquisición por otra persona. El acto por el cual una
persona voluntariamente se desprende de un derecho para traspasarlo a otra no
constituye renuncia, sino una enajenación.
18
L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 8; L. Santoro Passarelli, op. cit. pág. 111;
R. H. Brebbia, op. cit., pág. 24.
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Entre otros, L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 8.
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L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 8.
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L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 9.
22
R. H. Brebbia, op. cit., pág. 44.
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E. Betti, op. cit., pág. 51, expresa que, frente a los actos humanos, el orde-
namiento jurídico puede actuar de tres maneras: a) no juzgando su función dig-
na o necesitada de tutela, por carecer de trascendencia jurídica, en cuyo caso los
abandona a sí mismos, quedando desprovistos de atención; b) considerando su
función como socialmente trascendente y digna de tutela jurídica, y entonces lo
recoge y coloca bajo su protección; c) estimando la función reprobable, en cuyo
caso el acto produce efectos contrarios al fin perseguido (acto ilícito). Y agrega:
“sólo en la segunda hipótesis consignada es elevado a la dignidad de negocio ju-
rídico el acto de autonomía privada; entonces el derecho le concede los efectos
jurídicos destinados a asegurar el cumplimiento de la función que caracteriza a
su tipo y le da vida del modo más ajustado posible”.
24
Heinrich Lehmann, op. cit., pág. 196, dice que “Acto es una conducta vo-
luntaria y externa. El acto en sentido jurídico no debe ser equiparado al movi-
miento corporal. En sentido propio se entiende como acto sólo el movimiento
corporal querido, el hacer. Sin embargo, la ciencia del derecho se vio obligada
hace tiempo a ampliar el concepto de acto, comprendiendo también las omisio-
nes dolosas y culposas. A ello obliga ya la propia manipulación de las leyes. Si la
omisión se comprende en el concepto de acto, tendremos las características esen-
ciales siguientes: el acto es una conducta externa querida, o, más exactamente,
una conducta externa que ha de reconducirse a una voluntad consciente, a una
situación anímica consciente. La conducta puede ser activa (positiva) –acto en sen-
tido estricto– o inactiva (negativa) –omisión–.” Agrega que “a pesar de esta am-
pliación del concepto de acto, no son actos: 1) los procesos internos, por ejemplo,
el pensar en la determinación que ha de adoptarse; 2) la conducta externa que
se produce inconscientemente –el enfermo aturdido arrebata el cuchillo al médi-
co–, y 3) la conducta no originada por una determinada voluntad, sino forzada
por vía absoluta.” En este mismo sentido, Enneccerus, Kipp y Wolff señalan que
“acto es la realización querida o, al menos, previsible de un resultado exterior”
(op. cit., pág. 8.).
25
F. Santoro Passarelli, op. cit., pág. 114.
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G. Stolfi, op. cit., pág. 2.
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Luigi Ferri: La autonomía privada, Madrid, Editorial Revista de Derecho Pri-
vado, 1ª; edición, año 1969, pág. 61, señala que esta distinción es didácticamente
eficaz pero inconsistente, pues “no se puede ignorar su intrínseca debilidad que
le viene de estar basada en un elemento subjetivo, como es la intención de las
partes”, y agrega que si un delito se cometiera por sus consecuencias jurídicas,
sería negocio jurídico, lo que este autor estima absurdo. Para Ferri en los nego-
cios jurídicos existe lo que llama una “voluntad normativa”, que es la de “crear
normas jurídicas con un efecto que vincula a las partes”; voluntad distinta a la
real o psicológica. Los efectos de los negocios jurídicos encuentran su causa efi-
ciente en esta voluntad normativa. En los hechos humanos que no son negocios
jurídicos, es decir, en aquellos que no hay voluntad normativa, los efectos jurídi-
cos encuentran su causa inmediata y directa en la ley (op. cit., pág. 75).
28
G. Stolfi, op. cit., pág. 3.
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29
L. Cariota Ferrara, op. cit. pág. 43.
30
Ibíd.
31
F. Santoro Passarelli, op. cit., pág. 140.
32
E. Betti, op. cit., pág. 52. Dice Betti que la definición plantea tres cuestio-
nes: 1º cómo es formalmente el negocio jurídico (forma); 2º qué cosa es (conte-
nido), y 3º por qué es (causa). Responde el autor a la primera interrogante
diciendo que formalmente es “un acto consistente, ora en una declaración, ora
en un simple comportamiento”, a la segunda, señalando que “contiene y da vida
a una disposición, a un precepto de autonomía privada en orden a concretos in-
tereses de quien lo formula; precepto destinado a tener eficacia constitutiva, es
decir, a desplegar inmediatamente los efectos correspondientes”, y a la tercera,
diciendo que “cada tipo de negocio sirve a una función económico-social carac-
terística suya”...
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L. Ferri, op. cit., pág. 43, cita a Winscheid.
34
E. Betti, op. cit., pág. 54, dice que la definición del acto jurídico como “de-
claración” o “manifestación” de voluntad, proviene de los pandectistas alemanes
del siglo XIX (de Savigny a Winscheid, seguidores del dogma de la voluntad) y
que constituye “el resultado de una elaboración un tanto arbitraria de las fuentes
romanas operada, con la tendencia y con el sentido de aquel dogma, sobre el te-
rreno del derecho común”.
35
G. Stolfi, op. cit., pág. 5.
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G. Stolfi, op. cit., pág. 7, dice que sólo los efectos jurídicos son amparados
por el derecho y es por ello que para que el autor o las partes de un acto jurídico
puedan reclamar o beneficiarse del amparo de la norma el ordenamiento jurídi-
co contempla una serie de requisitos, más o menos onerosos. El autor o las par-
tes deben, en consecuencia, perseguir efectos jurídicos, lo que no significa que
deban conocer minuciosamente todos los efectos que el acto produce, los que
son determinados por la ley.
37
En este sentido, entre otros, L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 50, y E. Betti,
op. cit., pág. 75. Este último dice que el acto jurídico se concluye con un propósi-
to práctico, y que es errado exigir una intención dirigida a los efectos jurídicos
que determina exclusivamente la ley. Las partes sólo podrían excluir alguno de
esos efectos. Heinrich Lehmann, op. cit., pág. 219, se pronuncia en igual senti-
do, cuando manifiesta que “la voluntad de negocio es la intención dirigida a ob-
tener un resultado económico determinado, jurídicamente protegido”.
Enneccerus, Kipp y Wolff, op. cit., pág. 54, citan a varios autores alemanes “que
exigen sólo un querer (o más exactamente un declarar un algo querido) de sig-
nificación económica o social”, y expresan que “por regla general, al querer un
resultado económico o social se quiere también como medio para conseguir este
fin la consecuencia jurídica correspondiente; el resultado es querido como resul-
tado jurídico”. Agregan que este fin empírico o práctico establecido para el dere-
cho común no está de acuerdo con las fuentes romanas.
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Vittorino Pietrobon: El error en la doctrina del negocio jurídico, Madrid, Edito-
rial Revista de Derecho Privado, 1ª edición, año 1971, pág. 473.
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F. Santoro Passarelli, op. cit.
40
En contra, G. Stolfi; ver nota pág. XXIV de la Introducción en op. cit.
41
H. Lehmann, op. cit., pág. 210, dice que “el significado y efectos del nego-
cio jurídico descansan en la voluntad de las partes. Los efectos jurídicos se pro-
ducen porque han sido queridos. Como el ordenamiento jurídico no puede tener
en cuenta la voluntad interna, no exteriorizada, la voluntad sólo entrará en con-
sideración en tanto haya sido exteriorizada. Cabe decir más exactamente: los efec-
tos se producen a consecuencia de la exteriorización de la voluntad dirigida hacia
ellos”. Y agrega: “La voluntad de las partes puede producir únicamente los efec-
tos que el ordenamiento jurídico reconoce, y éstos solamente cuando cumpla los
30
LA TEORIA DEL ACTO JURIDICO
presupuestos que aquél impone para un acuerdo social válido”. Es decir, la pro-
ducción de los efectos jurídicos requiere tanto de la manifestación de voluntad
como de la autorización o reconocimiento del ordenamiento jurídico.
42
Ver, entre otros, a L. Cariota Ferrara, op. cit., pág. 48.
43
Biagio Brugi: Instituciones de Derecho Civil con aplicación especial a todo el Dere-
cho Privado, México, Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana, año 1946,
habla de requisitos o caracteres de los actos jurídicos, y señala que es muy útil
todavía la tripartición que hacen los romanistas de dichos requisitos o caracteres
“considerados individualmente, no ya para distinguirlos entre sí, sino para deter-
minar el momento de su conclusión”. Agrega que “caracteres esenciales de un
acto son aquellos gracias a los cuales el acto posee figura propia y se diferencia
de cualquier otro (essentialia negotii); naturales, los que dimanan lógicamente de
la índole del negocio en estudio (naturalia negotii); accidentales (accidentalea nego-
tii), llamados autolimitaciones o determinaciones accesorias, son las modalidades
compatibles con la sustancia del acto mismo” (pág. 106).
44
G. Stolfi, op. cit., pág. 15.
45
Nicolás Coviello: Doctrina General. Del Derecho Civil, México, Unión Tipográ-
fica Editorial Hispano-Americana, 1938, pág. 354, define los elementos esencia-
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TEORIA GENERAL DEL ACTO JURIDICO
les diciendo que “son todos los que concurren a formar un negocio jurídico en
general, y los necesarios para tener un determinado tipo de negocio (venta, per-
muta, arrendamiento, testamento); de tal modo que la falta de uno de ellos im-
plica la falta del mismo negocio jurídico”. Y agrega que “sólo los elementos
esenciales pueden llamarse requisitos del negocio, los otros no”.
46
José Castán Tobeñas: I. Derecho Civil Español común y foral (2), Madrid, Edito-
rial, Reus, 9ª edición, año 1955, pág. 521, dice que elementos esenciales comunes
“son los propios del negocio jurídico como categoría general, y, consiguientemen-
te, los que han de concurrir en los diversos tipos de negocios”. Y agrega que ele-
mentos esenciales especiales “son los específicos de un tipo determinado de
negocios: por ejemplo, el precio en la compraventa”.
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LA TEORIA DEL ACTO JURIDICO
47
G. Stolfi, op. cit., pág. 17.
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En este sentido, Cariota Ferrara, op. cit., pág. 91.
49
J. Castán Tobeñas, op. cit., pág. 522, dice que “la teoría general de los ele-
mentos del acto o negocio jurídico –ciertamente muy antigua y generalizada– ado-
lece de inconvenientes graves, que justifican haya sido dicha construcción
abandonada por muchos romanistas y civilistas modernos. En realidad, agrupa la
teoría clásica conceptos jurídicos profundamente diversos. Los llamados elemen-
tos esenciales son de constitución del negocio y merecen la designación de re-
quisitos del mismo. Los naturales y accidentales, en cambio, se refieren al
contenido y efectos del negocio: no son otra cosa que las consecuencias que el
acto está destinado a producir, sea de pleno derecho, sea a consecuencia de las
convenciones particulares de las partes”.
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LA TEORIA DEL ACTO JURIDICO
C) Elementos accidentales
Elementos, o mejor dicho cosas accidentales de un acto jurídi-
co, son aquellas que las partes pueden, en virtud de la autono-
mía privada, incorporar a éste sin alterar su naturaleza.
Las cosas accidentales que suelen incorporarse a un acto ju-
rídico se refieren, generalmente, a la existencia de los derechos
que emanan del acto o a la exigibilidad o a la extinción de los
mismos.
Así las partes pueden formular una declaración expresa de
voluntad por la cual agregan a un acto jurídico algo que la ley no
requiere como esencial para la existencia del acto y que tampoco
subentiende; señalando que su omisión impide que el acto nazca
y que produzca efectos. Tal cosa ocurriría, por ejemplo, si en un
contrato de compraventa de bienes muebles –que se perfecciona
por el solo consentimiento de las partes sobre la cosa y el precio–
las partes convienen que la venta no se repute perfecta hasta el
otorgamiento de escritura pública o privada (art. 1802 del Códi-
go Civil). Esta estipulación vendría a ser una cosa accidental del
contrato de compraventa, pero que las partes han elevado al ran-
go de esencial, pues del otorgamiento de la escritura pública o
privada dependerá que exista la compraventa. Mientras la escri-
tura no se otorgue, las partes entienden que no hay compraven-
ta, y por eso el artículo 1802 permite a cualquiera de las partes
retractarse mientras no se cumpla la solemnidad. También cons-
tituye una cosa accidental de un contrato referida a la existencia
del mismo la estipulación de una condición suspensiva, como ocu-
rre, por ejemplo, si las partes del contrato de compraventa esti-
pulan que los efectos de éste se producirán sólo en el evento de
que se cumpla una determinada condición.
Como cláusula que las partes incorporan a un acto jurídico
y que dice relación con la exigibilidad de los derechos que de
él emanan, un ejemplo típico lo constituye la estipulación de un
plazo para el cumplimiento de la obligación. Por ejemplo, como
efecto natural de la compraventa el vendedor se encuentra obli-
gado a la tradición de la cosa vendida inmediatamente después
del contrato, lo que determina que el comprador pueda hacer
exigible su derecho desde dicho momento; a menos que se hu-
biera estipulado que la obligación del vendedor se hará exigi-
ble una vez que se haya cumplido un plazo.
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Hay quienes consideran que en el ejemplo propuesto no hay un acto jurí-
dico unilateral, sino varios actos jurídicos unilaterales, constituidos, cada uno de
ellos, por la oferta individual de los comuneros de vender su cuota.
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que por regla general dicho contrato es entre vivos, pues no re-
quiere, por naturaleza, la muerte de una de las partes para pro-
ducir los efectos que le son propios; por el contrario, la muerte
de una de las partes acarrea, por norma general, su extinción.
La ley contempla, sin embargo, la posibilidad de que el manda-
to suponga, precisamente, la ejecución de un acto que necesa-
riamente deba realizarse después de la muerte del mandante,
en cuyo caso los efectos propios del mandato están subordina-
dos a la muerte de éste (art. 2169 del Código Civil).
Lo que hace que un acto sea entre vivos o mortis causa es la
necesidad que éste puede o no tener de que se verifique la muer-
te del autor o de una de las partes, para lo cual hay que atender
a la naturaleza del acto. La compraventa y la generalidad de los
contratos son actos entre vivos, pues todos ellos, por su misma
naturaleza, producen sus efectos sin que sea necesaria la muer-
te de nadie. Ello no obsta a que las partes otorguen el carácter
de mortis causa a un acto que por su naturaleza no lo es, lo que
ocurriría, por ejemplo, en el contrato de compraventa en que
se estipula que la obligación del vendedor de hacer la tradición
de la cosa vendida o la obligación del comprador de pagar el
precio se hará exigible sólo después de la muerte de uno u otro.
C) Atendiendo a la utilidad o beneficio que reporta el acto jurídico
para quienes lo ejecutan: actos jurídicos a título gratuito y actos
jurídicos a título oneroso
Actos jurídicos a título gratuito son aquellos que se celebran en
beneficio exclusivo de una persona o de una parte. Por ejemplo,
el contrato de donación. Actos jurídicos a título oneroso son aque-
llos que se celebran teniendo en consideración la utilidad o be-
neficio de ambas partes. Por ejemplo, el contrato de compraventa.
En el contrato de donación que poníamos como ejemplo de
acto jurídico a título gratuito, el donante, por mera liberalidad,
se desprende de un bien en beneficio del donatario, sin que éste
deba darle nada a cambio. Sólo el donatario reporta beneficio
o utilidad del contrato. El donante, lejos de obtener utilidad al-
guna, se va a empobrecer, pues disminuye su patrimonio.
En la compraventa, típico contrato a título oneroso, se tie-
ne en consideración la utilidad o beneficio de ambas partes. El
vendedor, si bien se desprende de una cosa, recibe, a cambio,
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Ver Nº 226.
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Otras clasificaciones de los actos jurídicos serían las siguientes: Actos jurídi-
cos de disposición y actos jurídicos de administración. Los primeros, según la doctrina
francesa representada por Planiol, son aquellos que comprometen definitivamente
el porvenir de un ente económico. Por ejemplo, las enajenaciones, hipotecas, ser-
vidumbres son actos de disposición, pues comprometen definitivamente el por-
venir económico de un bien. En cambio, los actos de administración no
comprometen definitivamente el porvenir de un bien, sino por un tiempo corto,
y son frecuentemente renovables. Tienen tal carácter, por ejemplo, los arrenda-
mientos. Actos jurídicos abstractos y actos jurídicos causales. Los actos jurídicos abs-
tractos son aquellos que se caracterizan porque “ni expresan la causa del negocio,
ni la llevan incorporada en sí, debiendo buscarse la misma en una relación extra-
ña a él. Por ejemplo, los actos jurídicos cambiarios”. Los actos jurídicos causales,
por la inversa, tienen su eficacia subordinada “a una causa material como elemento
típico del negocio” (Federico Puig Peña: I. Tratado de Derecho Civil Español (2), Ma-
drid, Editorial Revista de Derecho Privado, año 1958, págs. 471 y ss.).
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