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Con la identificación del ego especular del Yo, la escalación del Yo se verá mediada para
el psicótico, limitándole sus percepciones con respecto al deseo a una negación del peso libidinal
de la demanda de tal, llevándolo a reconocerlo ciegamente, o aceptándolo en su enteridad a costa
de la percepción de la estructura de la realidad de su entorno (Aulagnier, 2005). La relación madre-
hijo se da por medio del vínculo oral, al ser el primer contacto a la figura materna por el pecho,
difícilmente siendo antecedente al rostro e iniciando esta fase, instaurando a su primer objeto de
peso simbólico en la relación boca-pecho (además la representación fálica de la cual parte las
representaciones imaginarias y simbólicas).
De este modo, el pecho como objeto imaginario es alejado por la introyección de la realidad
interna, donde reside sin embargo la alucinación de este; el pecho y la boca son acoplados como
objetos parciales, participes del autoerotismo previo a la presentación del narcisismo inicial,
natural a diferencia de ese evidenciado en la psicosis. De este narcisismo se identifica la relación
Yo-Yo ideal, que llevará al encuentro yo con ego especular en base a la integración del sí-mismo
por sobre objetos parciales; tal cosa falta en el psicótico, es decir, la diferenciación cuerpo-yo, no
dejando avanzar la demanda oral y recibiendo el apoyo de la madre (Aulagnier, 2005).
Se forja entonces una estrategia de satisfacción preventiva del deseo, hasta que el yo
presente una autonomía por la negativa, aunque esto le hará ver como un cuerpo castrado al faltarle
los medios propios de alcanzar el objeto. Esto se extiende a las otras fases -fálico, anal- al ser
dueño de objetos parciales necesarios significantes del Otro y no dejando un desencanto por estos
Universidad de Costa Rica Escuela de Psicología Normalidad II (PS- 0158)
Profesora: Marietta Villalobos Estudiante: Daniel Ocón (B55140) Ficha #8
sectores erógenos, ocasionando al Yo Ideal al moldearse como base para demandas sin unificar al
sí-mismo (Aulagnier, 2005). Por tanto, cada parte de su cuerpo es distinta a la otra, no captándola
como un conjunto, sino como parciales. Es además fuente de placer de otros, siendo el mazo del
jugador significante, o el Otro.
Durante la terapia en sí, el psicótico transfiere al analista entro de sí mismo por medio de
la introyección, eliminando toda separación entre terapeuta y cliente por Yo Ideal, o, presentando
otra posible representación del terapeuta, como Ideal del Yo, ocasionando más bien una
inconmensurable división al no hablar por sí mismo, es decir, está muerto (Aulagnier, 2005).
Referencias:
Aulagnier, P. (2005). Un intérprete en busca de sentido (pp. 283-302). México: Siglo Veintiuno.