Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
ZONA NEGATIVA
Zona Negativa es un weblog colectivo creado en 1999, sin
ánimo de lucro, y dedicado a tratar el mundo del cómic y
sus confluencias con otras formas artísticas tales como el
cine, la literatura o los videojuegos. Los artículos que
aparecen en esta revista han sido publicados en la página
web donde encontrarás este y mucho más material:
www.zonanegativa.com
Además, nos puedes seguir en nuestras redes sociales:
Facebook, Twitter, Instagram o Tumblr.
JORDI MOLINARI
Para todos aquellos que necesitan una luz a su
lado, ya sea un anillo o un compañero.
GUSTAVO HIGUERO
Para todos aquellos que la velocidad no es espacio
entre tiempo.
Está tumbada mirando las gruesas ramas de un árbol. Los oídos le pitan y le cuesta
enfocar. Nota el pelo mojado, sucio, enmarañado con restos de follaje. Parpadea varias
veces y sus ojos lloran, lagrimean, por el contacto de la tierra con los párpados. El dolor
se empieza a despertar y su pierna parece ser el foco principal de una molestia que no
deja de crecer. Nota el cuerpo magullado, como si sus músculos fueran de cristal molido
y cada movimiento activara nuevos centros de dolor. La pierna le sigue doliendo, más y
más, hasta hacer desaparecer al resto de las molestias. La sensación asciende por el
muslo y repta por su columna arañándole a cada vértebra que supera, a cada tendón
que deja atrás, buscando alcanzar el cerebro para hacerle saber que algo malo está
pasando en una de sus extremidades.
Tienes que moverte, al menos tienes que intentarlo. No puedes quedarte tirada en
el lodo sin ver qué está pasando. Vamos, muévete, lucha por hacerlo, muévete, puedes
hacerlo. No es tan complicado, hasta hace un rato lo podías hacer, pero, claro, hace un
rato no estabas incrustada en barro en medio de una selva… Ese pensamiento le hace
detenerse y reflexionar un momento. ¿En una selva? ¿Dónde estaba antes? ¿Cómo he
llegado hasta aquí? El dolor sigue martilleando su pierna, que ahora se convulsiona como
si reaccionara a pequeños pinchazos de agujas. Se incorpora sobre los codos. Duele,
mucho, pero le permite ver las piernas y cómo varios insectos le mordisquean la herida
sangrante. Son enormes, con afiladas mandíbulas que desgarran pequeñas porciones
de piel y carne, llevándoselas a sus bocas dentadas, donde van disgregándolas
meticulosamente. La visión no parece asustarle en absoluto. Mira con extraña pasividad,
como si lo que viera fuera algo normal y no fuera necesario interrumpir la escena.
Los insectos continúan ajenos a ella, acudiendo más y más a la llamada olfativa de
la carne fresca y la sangre. Comienza a respirar más rápido y su ritmo cardiaco se
acelera, sus labios se aprietan, su frente se arruga y sus brazos se tensan para acabar
con lo que está ocurriendo sobre su cuerpo. Algo se activa en su cerebro, un chasquido
metálico que despierta a una neurona que grita desesperada pidiendo ayuda. Una
4
capítulo i. wonder woman
neurona que se ve bañada por un torrente de adrenalina que hace que miles de neuronas
se enciendan y como un resorte se incorpora por completo, apoyando todo su peso sobre
la pierna izquierda, al tiempo que con las manos se arranca los insectos, espantados
por el movimiento brusco de su cuerpo.
Aplica fuertes manotazos sobre el malherido muslo, sin importar el dolor, con el
objetivo de alejar a las alimañas de seis patas que nadan entre el músculo lacerado.
Uno, dos, tres, cuatro… no importa la cantidad, hay que eliminarlos a todos. Los grandes
de color oscuro y largas patas, los que reptan lentamente ya ensangrentados, si uno
solo de ellos logra anidar, no ya comer de forma momentánea, sino poner sus huevos
en la carne el resultado sería fatal.
Toda esta acción dura unos segundos, eternos segundos, que acaban de golpe
mientras se mira la herida que pierde sangre a cada pulsación. Parece limpia y el orificio
es circular, demasiado perfecto para tratarse de una perforación común. Aun con los
mordiscos que han dejado los insectos todo el conjunto tiene algo de irreal y ajeno a lo
que sabe sobre heridas de combate.
Nota la sangre caer por la pierna. Mira hacia abajo y ve cómo su sangre se mezcla
con el barro que hay a sus pies. Su sangre y el barro, el barro y su sangre. La gran
mentira de Zeus y su madre sobre su herencia y nacimiento. Una historia en la que era
moldeada en arcilla a la que los dioses insuflaban vida. Qué romántico, qué idílico, qué
poético… pero todo mentira. Soy mucho más que simple arcilla moldeada, soy hija de
Zeus y de Hipólita, hija de dioses, mujer, guerrera y amazona. Aunque sus dioses le
han abandonado, es Diana de Themyscira. Es Wonder Woman y debe empezar a
demostrarlo.
Un ruido a la derecha le hace girar con brío la cabeza. Las hojas se mecen
suavemente, pero algo las ha desplazado, lo ha oído perfectamente. Ha sido un susurro,
perceptible entre el rumor del follaje… Sin embargo, no hay nada más que el enramado,
flores exóticas y largas lianas que cuelgan desde las copas de los árboles.
5
TIERRA DE MIEDO
Tras varios tirones insistentes para arrancar la liana y frotarla con una pequeña
piedra con algo de filo, esta se rompe y le permite hacerse un torniquete en el muslo,
justo debajo de la ingle. Con él puede detener la pérdida de sangre. Introduce un palo
para aplicar presión y soltarlo a conveniencia y centra su atención en otros asuntos que
ha pasado por alto.
Sus armas no están en su poder. En algún momento las ha perdido o se las han
quitado. ¿Quién o qué? ¿Tal vez eso que parece acecharle desde la vegetación que le
rodea? Alguno de esos susurros que parecen reptar a su alrededor, con movimientos
suaves, metódicos, sin alterar el paisaje, como si fueran sombras incorpóreas que
esperan el momento perfecto para abalanzarse sobre ella…
Afloja un instante la presión del torniquete. Espera unos segundos y vuelve a apretar
la liana. El dolor es grande pero la alternativa es mucho peor. Sus ojos empiezan a
enfocar mejor y su mente parece despejarse. Con la hemorragia controlada puede
pensar y focalizar la situación. Observa la jungla, mira a derecha e izquierda como
precaución, pues sigue sintiendo que alguien la observa. Un pinchazo en la espalda le
informa de que su torrente sanguíneo ha vuelto a ser invadido por una carga extra de
adrenalina. Siente miedo.
Ahora comienza a recordar… La Liga volaba rumbo a una isla de horizonte amarillo.
Batman pilotaba el Zorro Volador con la tenacidad que le caracteriza, pues había
detectado una inusual alteración del campo gravitatorio alrededor de una isla que no
estaba cartografiada. Dejaron la Atalaya, y pusieron rumbo a este punto con la intención
de investigar qué podría estar provocando las anomalías. La mayoría de los miembros
de la Liga se encontraban en el interior del vehículo, mientras que Diana volaba unos
metros por delante junto a Superman. Todo parecía ir bien, sin que Batman les informara
de nada extraño o anómalo, cuando Flash gritó algo a través de los comunicadores y la
nave entró en barrena. Los gritos de alerta de Flash fueron interrumpidos por la voz
sepulcral de Bruce quien, en medio del caos, seguía manteniendo la calma. Bruce señaló
una peculiar construcción en la isla, asentada sobre una montaña, reluciente, como si
fuera nueva, como objetivo para todos cuando lograran aterrizar… Después solamente
negrura… Y llegó el dolor.
6
capítulo i. wonder woman
Está sin poderes, pero sigue siendo una amazona. Tiene que empezar a moverse.
Al principio siente cada como una lanza al rojo vivo atravesándole la pierna, pero pronto
puede sobrellevarlo y logra alejarse unos metros de su posición inicial. El vello de su
nuca se eriza al sentir un escalofrío. No sabe si es por la pérdida de sangre o por esa
sensación visceral que le dice que alguien continúa merodeando a su alrededor. Tienes
que moverte, tienes que ir al edificio que Batman señaló antes de caer. Los demás
pensarán lo mismo y acudirán a ese punto… Si están vivos.
Suda copiosamente, más por miedo, que por el esfuerzo y la humedad. Traga saliva
con dificultad y nota la garganta seca, árida, ardiente como la fragua de Hefesto. Le
duele tragar y se da cuenta de que pronto va a tener que encontrar agua si quiere
sobrevivir.
Sus ojos avistan algo entre la maleza, sus pensamientos se interrumpen y un nudo
detiene su respiración. A lo lejos, percibe algo oscuro y humeante que chisporrotea
débilmente. Parece de metal, pero sin forma definida y enseguida deduce que se trata
de un trozo del fuselaje del Zorro Volador. Sin pensarlo se pone de nuevo en marcha
con la firme idea de llegar hasta esa chatarra metálica que se ha convertido en lo más
familiar que tiene a su alrededor. No importa el dolor, ni que cada tres pasos deba
detenerse para aflojar el torniquete, el esfuerzo merece la pena. O eso se repite una y
otra vez, porque ese pedazo de acero puede significar que alguno de sus compañeros,
de sus amigos, puede estar cerca y necesitar ayuda.
Cuando llega hasta la pieza descubre que no hay nadie en sus inmediaciones, que
se trata de una de las alas, totalmente desgajada del fuselaje central que ha caído con
fuerza entre la maleza y se ha incrustado en el suelo. A su paso, ha partido varios árboles
y ha abierto un claro en el denso tapiz arbóreo, permitiendo ver el cielo de un azul casi
7
TIERRA DE MIEDO
nuclear. Uno de los árboles caídos está en ángulo de cuarenta y cinco grados, apoyado
sobre otros dos, lo que le permite subir hasta la copa de uno de ellos y otear a su
alrededor la posición de la fortaleza.
Pero una cosa es pensarlo y otra muy distinta hacerlo. Lo que hubiera sido algo
sencillo estando en plenitud de facultades se convierte en una peregrinación llena de
dolor, sudor, lágrimas y sangre. Mantener el equilibrio es una tarea muy exigente y la
pierna herida no ayuda a que las cosas sean más fáciles. Minuto a minuto asciende, no
sin sufrir tropezones y amagos de caída, pero es necesario llegar arriba.
Está a más de veinte metros de altura y continúa notando esa extraña presencia a
su alrededor y sus metódicos movimientos de acoso. Llega a la copa del árbol, aparta
unas ramas, se encarama y logra sacar la cabeza entre el follaje que se extiende decenas
de kilómetros a su alrededor. Un mar verde de desolada monotonía que aplasta cualquier
atisbo de esperanza. Mira en todas direcciones hasta que no muy lejos aparece, entre
la bruma que se forma por la acción del sol, sobre una montaña, el edificio que señaló
Bruce.
Está herida, sedienta, agotada, perdida en medio de una selva, sin poderes, llena
de barro y acosada por una presencia maligna que no parece querer mostrarse todavía.
Desciende con cuidado. Debe darse prisa. Ya sabe qué dirección tomar y eso implica
atravesar ese cenagal, en dirección al único sitio al que puede ir. La determinación, el
objetivo, se dibuja en su mente. Ha de empezar a andar, dejar atrás a lo que le persigue,
sin importar el dolor, la sangre que pierda o la deshidratación. Eres Diana de Themyscira,
puedes hacerlo, puedes lograrlo. No debes sucumbir al miedo, no puedes dejarte llevar
por el pánico de la situación. Cada paso es uno menos que te queda para llegar. Eso es
lo único que importa. Puede que no tengas tus armas, ni que tampoco tengas poderes,
pero eso no es lo que te hace ser Wonder Woman. No se trata de un traje, ni de un
escudo, ni del lazo o los brazaletes. Ser Wonder Woman es ser capaz de seguir
avanzando a través de la jungla, ignorando la angustia, las ardientes lágrimas, la sangre
que se escurre fría sobre tu piel. Es seguir avanzando y vencer el miedo, sin mirar tras,
sin dejarse vencer, sin desfallecer. Un paso, dos, tres: pasos erráticos que dejan un
rastro anómalo en el fango, pues la pierna herida está ya completamente entumecida.
8
capítulo i. wonder woman
Nota un aliento a sus espaldas, frío como el de Ares, mortal como el de Hades y el
alma se le congela. La respiración se le corta y se queda inmóvil unos segundos. No se
atreve a mirar atrás por puro instinto. Todo su cuerpo grita para que continúe, pero su
mente se ha bloqueado, se ha cerrado por completo, y ya no parece querer librarse del
yugo que la rodea.
Nota como de su pelo, ahora sucio y apelmazado, caen gotas de agua embarrada
sobre su espalda y hombros. Es como una estatua de mármol, rígida en medio de la
selva, sin capacidad para nada. Las gotas de sudor perlan cada centímetro de su piel,
condensándose hasta descender por su rostro y precipitarse desde la nariz al lodo que
hay en sus pies. La gota se estrella a cámara lenta, muy despacio, perturbando la
quietud de lo que le rodea. Sus puños se contraen hasta que sus nudillos se ponen
blancos por la fuerza con la que aprieta los dedos. Siente como las uñas se le clavan en
las palmas de las manos y da la bienvenida a ese dolor que le hace despertar del letargo
inducido por el más puro de los miedos.
Tiempo atrás se vió ante una situación imposible, en la que una profecía señalaba
que la Liga perecería luchando con una antigua bestia. Tal conocimiento podría haber
hecho, fácilmente, que se rindiera, pero entonces no hubiera sido fiel a si misma.
Mientras el último de los dragones, la reina Drakul Karfang, asolaba el centro de Europa
tras un abrupto despertar, tuvo que tomar una difícil solución.
La profecía del Oráculo de Delfos, el auténtico Oráculo y no los ecos que solían
escuchar los adeptos del lugar, indicaba que, sin duda alguna, el dragón sería derrotado
cuando la Liga de la Justicia se enfrentase a él. Pero las vidas de los héroes serían el
precio que pagar. Sabedora del inevitable futuro que aguardaba a sus compañeros tomó
una decisión al respecto. ¿Ella? No, raramente piensa en ella. Diana, que es amor para
todos los que la rodean, es siempre la última persona en la que piensa. Todos sus actos
estarían guiados por el amor a sus amigos… Aunque ellos no quisieran.
Uno a uno se enfrentó a los mayores héroes de la Tierra. El primero fue el Detective
Marciano, a quien sorprendió con su lazo y teletransportó rápidamente a una esfera en
el corazón del Vesubio, un lugar idóneo para atrapar a un cambiaformas telépata
vulnerable al fuego. Cuando los demás se percataron de que el enlace telepático había
desaparecido se alarmaron. Kyle Rayner, el Green Lantern del Sector 2814 por entonces,
fue a la Atalaya a preguntar a Diana por J’onn, pero con una sutil maniobra de despiste
9
TIERRA DE MIEDO
ella consiguió quitarle el anillo y dejarle inconsciente de un golpe antes de que pudiera
hacer nada.
El siguiente en caer sería el propio Flash. Una dríada amiga de la amazona, llamada
Althea, le hizo tropezar haciendo crecer una raíz y Diana se limitó a dejarle inconsciente
de un golpe. Entonces volvió a la Atalaya sin saber que Batman capturaría a Althea y la
obligaría a decirle todo lo que no sabía. Cuando se encontraba preparando las cápsulas
de escape de la base para dejar flotando a Flash y a Green Lantern en el espacio, el
Hombre Murciélago hizo acto de presencia con la intención de detenerle.
Mientras colocaba a Bruce en otra cápsula y enviaba las tres al vacío espacial se
lamentaba por el final que tendría su vida, rodeada de engaños, ruina y muerte. No
quería morir, tenía mucho que dar al mundo, pero también sabía que, si sus compañeros
vivían, podrían dar mucho más.
El último fue Superman. Wonder Woman atacó por sorpresa, y tuvo ventaja en la
pelea hasta que el kryptoniano tuvo ocasión de contestar a su ataque. Con un golpe la
derribó, y entonces ella le explicó la situación, que no era otra que sus compañeros
morirían por falta de oxígeno si no iba a rescatarles. Pero no se trataba de un engaño,
10
capítulo i. wonder woman
le hizo buscar al dragón con su supervisión y lo que encontró fue fuego. Le explicó qué
quien se enfrentase a Drakul Karfang moriría y que no estaba dispuesta a que el mundo
le perdiese. Ante la muerte inminente de sus compañeros, Kal no articuló una palabra y
la dejó sola para que se enfrentase al destino.
Se alzó ante la reina dragón con la firme intención de terminar con el dolor que
estaba causando, pero cometió el error de hablar con ella. Sus venenosas palabras le
hicieron dudar de la profecía, de sus actos y de sí misma. La dejó atrás mientras
continuaba su campaña de terror. Pero su oscuro poder no hizo presa sobre Diana
demasiado tiempo, se recompuso y le atacó con todas sus fuerzas. Pronto vio que no
servía de nada: los dragones ocultan sus corazones en las entrañas de la tierra. Por
tanto, mientras no fuera encontrado y destruido nada la dañaría. De hecho, por ese
motivo había sobrevivido hasta ahora, porque fue atrapada antes de que nadie pudiera
encontrar su corazón.
Wonder Woman urdió un nuevo engaño por el bien de todos, e hizo que fuese la
propia Drakul Karfang quien la condujera hasta el escondite de su corazón. Pero antes
de que pudiera asestarle el golpe de gracia volvió a caer en la trampa de su voz. Esta
vez apeló a su bondad y a su infinito amor para tratar de matarla. Falló y no tendría
más oportunidades. Levantó el vuelo con la joya que era su corazón y Diana la persiguió
hasta el cielo, donde fue envenenada por el aliento de la criatura. Con las últimas fuerzas
de su corazón se lanzó contra el del monstruo haciéndolo estallar y el último dragón se
esfumó de la faz de la Tierra.
El agua se agita. Esta vez no se trata de la retaguardia, sino que todo parece hervir
a su alrededor. Hace acopio de todas sus fuerzas y, con sus compañeros en mente,
arranca a correr a través de una nube de dolor hasta casi perder el sentido. Ignora los
latigazos que recibe en el cuerpo por las lianas que se interponen en su camino, ignora
las explosiones de dolor, ignora todo salvo el objetivo y sigue corriendo. Ahora mismo
correr es lo único que importa.
11
TIERRA DE MIEDO
Es Jessica Cruz, una de las Green Lantern del Sector 2814, donde se encuentra el
planeta Tierra. La última incorporación a la Liga de la Justicia junto con Simon Baz.
¡Simon! Tenía que encontrar a su compañero Green Lantern. Aprovechando el tronco de
un árbol, empieza a ponerse en pie, mientras descubre que le duelen múltiples partes
de su cuerpo. Pero más le duele cada nueva pregunta sin respuesta, pues éstas
alimentan su ansiedad. Por ello, el dolor físico le mantiene la cabeza despejada lo
suficiente para lograr ponerse en pie. Algo baja por su ojo izquierdo, lo palpa y nota un
pinchazo de dolor. Mira sus dedos y confirma que están bien ensangrentados: tiene la
ceja abierta. ¿Será del cabezazo contra el árbol?
12
Capítulo II. green lantern
Se seca con la izquierda y toma una gran bocanada de aire. No estaba sola. Estaba
con los mayores superhéroes que ha visto este planeta; y con Simon. Voy a encontrarle.
Entonces lo nota, o ya lo notaba desde antes, pero ahora se percata. Allí había algo más.
No estaba sola. El zumbido de su cabeza se había despejado. Pero esa sensación que,
desde el primer instante tras recobrar el conocimiento había algo más, persistía.
Cierto es que ha quedado en rojo. Pero tampoco tiene nada con que pintarlo de
verde. Pero da igual, tiene una referencia, un punto con el cual no perderse. Y, si ya no
puede perderse, sólo queda encontrar. Ahora que ha encontrado la fuerza en su interior,
la recompensa no tarda en aparecer. Al verle nuevamente, su cuerpo queda tan liviano
que parece flotar en el aire sin necesidad de anillo de Green Lantern. Algo que no tiene
ni ella, ni Simon. Pero la alegría de encontrar a su compañero bloquea su ansiedad.
Simon, corre lo más rápido que le permite su cuerpo hasta ponerse al lado de
Jessica, su compañera. No sabe por qué no tiene el anillo, ni cómo se ha dislocado el
hombro, tampoco recuerda como fue derribado el Zorro Volador en esta isla, ni cuánto
tiempo lo ha pasado inconsciente. La lista de problemas se va engrosando, pero todas
pasan a un segundo término cuando ve a Jessica Cruz. Al menos, ambos seguimos con
vida. Ahora que está a su lado, ve que algo no va bien. Bajo el símbolo rojo de Green
Lantern de su frente, hay una ceja ensangrentada. Ella tampoco lleva el anillo, por tanto,
los protectores del planeta Tierra del Sector 2814, ambos son incapaces de proteger
nada. Ella le pregunta cómo está, y él le señala el hombro. Cuando comprende lo que
le está pidiendo, retrocede asustada. No parece dispuesta a recolocárselo.
Lo habría hecho él mismo, pero aún anda algo falto de fuerzas. Pese a ello, le deja
claro que, si no le ayuda ella, lo hará él. Cuando antes se haga, será mejor para Simon.
Pero, Jessica sigue asustada, sin estar convencida. Por ello le cuenta que no es la primera
vez que se le sale el hombro. Desde pequeño siempre le había gustado la velocidad. A
13
TIERRA DE MIEDO
él y a su mejor amigo, Nazir. En una acampada en un bosque tal que este, ambos
cogieron los quads. Como en esta ocasión, quien acabó malparado fue Simon. Entonces
Nazir, el futuro marido de su hermana, Sira Baz, le recolocó el hombro salido.
Finalmente, Jessica libera el labio inferior de entre sus dientes. Se acerca hacia él,
y siguiendo sus instrucciones, hace la maniobra para recolocarle el hombro en su sitio.
Le sigue doliendo mucho, pero nota que el cuerpo ya fluye de forma adecuada. Jess no
le mira, intenta ocultar sus lágrimas. Pero con su mano agarra la suya. Ella suspira y le
vuelve a mirar con una sonrisa. Su mejor amigo, su mejor amiga. Se quedan en silencio,
mirándose, ya que tienen la sensación de que allí hay algo más.
Tienen que ponerse en movimiento. Sin anillos, sin el resto de miembros de la Liga
de la Justicia. Si Jessica le ha encontrado, quizás podran encontrar al resto. ¿Pero dónde
buscar? No, no estamos de acampada. Estamos en plena misión. Recuerdan cuál es el
objetivo que marcó Batman antes de que todo se precipitara. Antes del dolor y la
soledad. Pero el dolor ha desaparecido y ya no están solos, ahora tienen que llegar a
esa fortaleza.
Aún le duele mucho el hombro y Jessica lo sabe. Por ello, su fiel compañera, ofrece
su cuerpo para que se apoye. Empiezan a avanzar, con uno de sus brazos caídos. Los
dedos rozan su muslo y entonces maldice no llevar consigo una pistola. La había
empezado a llevar para casos como estos. En situaciones donde el anillo podía quedar
inservible. Pero si les habían quitado los anillos, ¿Le habrían dejado la pistola? Y si fuese
así, ¿Habría tenido utilidad real? Lo había discutido mucho con Batman. Ningún
superhéroe de la Liga de la Justicia era favorable a las armas y menos aún Batman. Pero
el mundo no era Gotham City y, aunque entendía sus motivaciones y le había convencido
para renunciar a ella, ahora la echaba de menos. No, realmente no es así. Es algo que
he superado, ya no la necesita cuando estoy junto a Jess. Ella es un arma aún más
poderosa que el propio anillo de Green Lantern. Si ella encuentra la fuerza para luchar,
yo la encontraré.
El Sol ha descendido bastante, si no avanzan rápido, puede que anochezca sin que
hayan llegado a la fortaleza. Se mueven por una fe ciega en los miembros de la Liga de
la Justicia. La misma que sus compañeros tienen en ellos, apenas dos cadetes recién
licenciados en el arte de ser superhéroes. La recomendación de Hal Jordan había
ayudado, pero, aun así, eran palabras mayores. La Liga de la Justicia.
Se disculpa con Jessica. Siente no ser Barry Allen, entonces seguro que no le
importaría pasar una noche en este páramo. Ella le golpea en la boca del estómago, sin
sentirlo. Sin disculparse. No dice nada y finalmente le mira preocupada por si le ha hecho
daño de verdad. Simon se ríes abiertamente, y siente su mano pegándole un capón por
ello. Le dice que le gustaría estar con Diana y Jessica se sorprende. Ella pensaba que
Simon habría preferido pasar la noche con Batman. Esto le ha dolido más que los golpes
físicos. Y es ahora ella quién ríe.
14
Capítulo II. green lantern
Algo animada, intenta recordarle a Simon su vida antes de Power Ring y, luego,
Green Lantern. Cuando iba de caza con sus amigos. Antes que todos ellos fueran
asesinados y se encerrara durante años junto a un terrible miedo. Había abandonado
esa habitación cuando llegó ese anillo verde. Pero, la ansiedad nunca la abandonaría.
Ahora, tampoco lo haría Simon, del mismo modo que ella no le abandonaría a él. Lo
único que les estaba abandonando, era el Sol. La sensación de no estar solos aumentaba
con la falta de luz.
Simon le pregunta qué solían cazar. No era muy de pegar tiros, aunque algún ciervo
había llegado a caer. No, lo suyo era la caña de pescar tanto en ríos, como en lagos. Sus
mejores capturas habían sido peces dorados. Esto provocó una gran sonrisa en Simon.
Pero antes que pudiese explicar el por qué, ambos se quedaron parados. La sensación
recurrente de que había algo más les había erizado cada pelo del brazo. Estuvieron un
rato callados, mirando a ambos lados. Protegiéndose la espalda el uno al otro.
Finalmente, tuvieron claro que allí no había nadie más. Antes de reanudar la marcha,
algo sí había cambiado. Ahora era la Luna quien coronaba el cielo. Era luna llena, y el
cielo estaba muy despejado. No estaban totalmente oscuras. Y si así lo fuera, no
importaba. Pasase lo que pasase, eran Green Lanterns. En el día más brillante, en la
noche más oscura, el mal no escapará a mi vista. Que aquellos que adoran al mal, teman
mi poder: ¡la luz de Green Lantern!
Los anillos seguían sin estar junto a ellos, pero recordar el lema los había animado
para hacer frente a cualquier enemigo. Aunque no saben si van en la dirección correcta,
Simon parece más relajado. Jess le pregunta el motivo, y este señala hacia arriba. Hacia
el cielo. Hacia las estrellas. En el espacio, estas podían significar la siguiente misión.
Una trepidante aventura. Una dura batalla. Tener que salvar el universo una vez más.
Pero, aquí, en la Tierra, significan algo muy concreto: orientación. Quizás no ha ido de
caza como Jessica, pero eso no significa que todo este entorno le resulte hostil. Cuando
era pequeño, se sentaba en el suelo del patio de su casa junto a su hermana Sira para
mirar las estrellas. Aunque puede señalar todas las constelaciones, no quiere
impresionar a Jessica, sino encontrar la fortaleza. Por suerte, recuerda que Batman había
marcado una ruta en dirección sureste.
Mira bien las estrellas, implorando que no estén yendo en dirección totalmente
contraria. Aún estamos en el hemisferio norte, tenemos que seguir la Estrella Polar de
la Osa Menor. Respira aliviado, pues hasta ahora habían ido hacia el este. Ahora, la
mejor ruta a continuar es entre el sur y el este. Piensa que, en su estado, si hubieran
seguido siempre la dirección correcta, quizás ya estarían muy cerca del objetivo. Ahora,
son dos pares de ojos, con lo cual, siempre que tuvieran referencia astral, no debería
haber pérdida. Al pensar esto, echa de menos su visión esmeralda. Ya fuera antes del
ataque o ahora, para poder encontrar al resto de sus compañeros de la Liga.
Con una ruta y Jessica a su lado, definitivamente deja que el buen humor se
15
TIERRA DE MIEDO
Jessica había pescado muchos dorados antes de conocerle. Claro que ese, el cuál
volvía a alzarse ante ellos, era gigante y tenía brazos y piernas. Llevaba un submarino
en su mano como si fuese un coche de carreras de juguete. Era sin duda el rival de
mayor tamaño al cual se habían enfrentado como miembros de la Liga de la Justicia.
Para Hal Jordan hubiese sido pan comido. Pero estaba junto a John Stewart, Guy Gardner
y Kyle Rayner surcando las galaxias. La Tierra y el Sector 2814 eran responsabilidad de
Simon y Jess. En el tiempo que llevaban en la Liga de la Justicia, habían oído historias
de mayores amenazas que esa resulta por un único héroe. Pero, en estos tiempos, un
único superhéroe, aunque fuese el más poderoso de todos, no daría abasto. Destruirlo
no fue la tarea más fácil, ni siquiera aunando esfuerzos con el resto de compañeros y
contando con las enseñanzas de Hal. Sí, a veces se hace raro hablar así de uno de los
Green Lantern más impulsivos.
16
Capítulo II. green lantern
Tocaba seguir recorriendo el globo terráqueo yendo donde los anillos de Green Lantern
hicieran falta. Porque no hay diferencia entre la tarea como portadora del anillo y la que
desempeña como miembro de la Liga de la Justicia. Sólo cuando el mundo está un día
más a salvo, se permite sonreír. Se permitió volver a abrir los ojos. Y allí estaba Simon
Baz, su compañero, quién también se acababa de desvelar para devolverle la sonrisa.
Ambos se niegan a volver a cerrar los ojos, así que deciden seguir avanzando con
las estrellas de guía. Con la convicción de que, si encuentran la fortaleza, encontrarán
a sus compañeros. Sabiendo que la sensación que los acompaña por el bosque,
desaparecerá.
17
TIERRA DE MIEDO
Está apoyado contra un tronco, o tal vez sea una piedra, no puede saberlo con cer-
teza pues moverse le sigue resultado muy penoso. Mira hacia arriba, hacia las copas de
los frondosos árboles y apenas puede ver el cielo. La tupida alfombra verde de clorofila
que crece sobre su cabeza se está tiñendo de rojo, de carmesí encendido, como si las
llamas lo estuvieran devorando todo lentamente. La jungla se despierta a su alrededor,
la jungla oculta, la que se arrastra entre mis piernas y los dedos de mi mano, la que
repta entre la hojarasca, la invisible, la peligrosa. Los pájaros no parecen retornar a sus
nidos, el silencio resulta casi doloroso, antinatural, forzado, artificial. Mira sus piernas,
observa su tobillo, está muy hinchado, palpitando debajo de la ajustada bota. La presión
que ejerce el espeso material de la bota sobre la lesión le va despertando cada vez más.
La molestia crece gradualmente y se va extendiendo por toda la pierna. Es solo un es-
guince, solo eso, molesto, pero no letal. No pierde sangre, no ve que tenga grandes he-
ridas abiertas o huesos rotos. Solo magulladuras, rozaduras, pequeños cortes y
laceraciones propias de una caída desde lo alto. Es solo cuestión de tiempo de que mi
metabolismo se active y empiece a curarme. Solo cuestión de tiempo…
En las condiciones en las que está: magullado, lesionado y aturdido, sin saber cuán-
tas horas ha estado inconsciente, tiene que marcarse prioridades de forma urgente. Está
en una jungla expuesto a grandes depredadores como felinos y serpientes, así como a
pequeños depredadores como arañas, insectos, parásitos y anfibios venenosos. Ha de
18
Capítulo iiI. FLASH
guarecerse de estas amenazas potenciales cuanto antes. Si no fuera por como siento la
boca, lo primero que haría es un refugio, mucha gente piensa que lo primero es el agua,
pero no es así, el refugio es primordial. Si no consigue protegerse de nada servirá que
tenga agua. El problema es que la sed le está matando lentamente y no dispone de las
48 horas de margen para localizar un manantial. Sus prioridades están alteradas por su
estado físico y su estado físico le impide poder actuar de forma eficaz sobre sus priori-
dades. Barry, concéntrate, piensa, esto no es más que otra escena del crimen, más
grande y más verde. Piensa, piensa, piensa… Algo va mal. Flash se queda perplejo,
ahora lo comprende: no está conectado a la Fuerza de la Velocidad. Mi cuerpo no se
está curando, mis células están procesando el daño a tiempo real, sin aceleración alguna
y mi mente no es capaz de procesar la misma cantidad de información. Estoy sin pode-
res.
Sus pensamientos se ven interrumpidos de golpe cuando varios insectos de gran ta-
maño se posan sobre su brazo. La luz ya es escasa y el traje rojo parece atraerlos en
medio de la penumbra. Nota como se mueven y buscan taladrarle la piel con sus agui-
jones. Buscan colonizarle, poseer su cuerpo para que sus larvas puedan alimentarse.
Los aparta con un fuerte manotazo, pero dos más se posan en sus piernas, luego tres,
cuatro, diez, la oscuridad se enciende de luces parpadeantes de insectos voladores que
salen a alimentarse. Soy un faro nocturno, mi calor corporal los está atrayendo. Este
pensamiento le hace despertar de su ensoñación. Se comienza a sacudir las extremida-
des y a pensar que hacer a continuación. A los insectos no les gusta la dietilmetatolua-
mida, pero no creo que me vaya a encontrar con ningún laboratorio por aquí, así que
tengo que encontrar un remedio más realista. Eucalipto, citronela, citriodiol… No, nada
de eso es factible aquí. La solución es obvia, debo dejar de emitir calor y para ello debo
cubrirme de barro.
Aprovecha los últimos vestigios de luz para ponerse de pie y empezar a caminar co-
jeando hasta el siguiente árbol. Moverse le hace sudar mucho. El traje le está asando,
literalmente, pero quitárselo le dejaría aun en peor situación y a merced de los insectos,
19
TIERRA DE MIEDO
por lo que debe ignorar el calor. Va de árbol en árbol, mirando al suelo, buscando plantas
donde haya algo de agua acumulada en sus hojas, para intentar sofocar su sed al tiempo
que solventa lo de las picaduras. No encuentra nada de lo que necesita, pero logra dar
con una pequeña charca llena de restos orgánicos, donde se ha acumulado algo de hu-
medad. Hundo sus manos y comienza a frotarse con el barro. Primero la cara, los brazos,
las piernas, y luego la espalda tumbándose contra el suelo. Nota el frescor que le alivia
y como la densa capa de barro le aísla de las intenciones nocivas de los insectos que ya
zumban con furia a su alrededor. Ahora, ya puede concederse unos instantes para recu-
perar el aliento y ordenar sus pensamientos.
Pensar sin estar conectado a la Fuerza de la Velocidad le resulta casi novedoso. Han
pasado años desde que se convirtió en Flash y han sido años en los que podía pensar
miles de situaciones en una fracción de segundos. Me tengo que adaptar. Las prioridades
siguen siendo las mismas. Debe ganar movilidad para poder hacerse un refugio y así
conseguir también agua. La luz ya casi no le permite ver nada y está en una jungla, por
lo que en menos de veinte minutos estará totalmente a oscuras, rodeado de depreda-
dores para los que será una cena fácil. Nota como su ritmo cardiaco aumenta y comienzo
a mirar frenéticamente a su alrededor. Ve dos trozos de caña de bambú con los que
puede reforzar su tobillo para evitar apoyarlo y que el esguince no le haga doblarse de
dolor. Alarga el brazo y se mete los dos trozos en la bota. Me aprietan mucho, pero no
se mueven e inmovilizan el tobillo lo suficiente para poder ponerme de pie y caminar
hasta una palmera. Sus pasos son lentos, pero firmes, tanto como para sentirse recon-
fortado con lo improvisado del trabajo médico realizado.
Recuerda ir en el Zorro Volador con la Liga rumbo a una isla no cartografiada que
había despertado los sensores de la Atalaya por su alta emisión electromagnética. Bat-
man pilotaba, Cyborg monitoreaba los datos y yo me encargaba de buscar sentido al
caos. Todo indicaba que iba a ser un viaje sin incidencias y que con nuestra llegada a la
isla resolveríamos el misterio con una rápida intervención coordinada por Batman. Sin
embargo, todo cambio en un segundo. Mientras los demás seguían a lo suyo, Flash per-
20
Capítulo iiI. FLASH
cibió que algo no iba bien. Notó la vibración inicial y cómo el casco de la nave se agrie-
taba, todo en una milésima de segundo. Una fracción temporal inaccesible para sus com-
pañeros que, para él, se mostraba de forma clara y contundente. Un ataque sónico
dirigido de alta intensidad derribó de inmediato a mis compañeros que volaban fuera de
la nave y fundieron en el acto todos los sistemas. Batman tardó dos segundos en per-
catarse del problema y no necesitó muchos más para coordinar una orden que les golpeó
a todos a través de los intercomunicadores. Dos segundos que para Flash fueron como
dos eones en los que todo se detuvo a su alrededor. Intentó avisarles, pero lo que para
él es un mero instante infinitesimal para los demás es tiempo medible que hizo que su
grito pasara inadvertido. El Zorro Volador se precipitó en barrena contra la isla y todo
se volvió blanco.
Batman les había dado instrucciones antes de perder el contacto, les gritó donde
estaba el foco de las alteraciones: una fortaleza ubicada al sureste de la isla. Necesito
orientarme, pero no veo estrellas entre la maleza de la jungla y no estoy en condiciones
de escalar más. Tengo que buscar a mis amigos, saber si están bien. Mañana, con la luz
del nuevo día podré hacerlo… mañana, mañana el sol volverá a iluminarme, mañana…
Flash cerró los ojos y se dejó llevar.
¿Estoy soñando? No, es solo un recuerdo. No, tampoco… Es mi vida. Ahora, Flash
es un mero espectador que mira como los días de su infancia pasan como un relámpago
ante sus ojos hasta detenerse en el fatídico día del asesinato de su madre. Su memoria
navega entre brumas que se disipan y de nuevo revive el día en el que la persona más
importante para él le fue arrebatada. Un día de lágrimas ardientes, angustia y dolor sin
escala que le fractura el alma en mil pedazos y le hizo perder la inocencia para siempre.
La bruma regresa tan rápido como llegó la primera vez y de nuevo toda su infancia pasa
de forma acelerada antes sus ojos. Parpadeos, milisegundos, instantes que aparecen
como un destello y desaparecen, escenas cotidianas de su vida que se congelan ante
sus ojos como un fotograma fugaz. Ahora, visita la cárcel para ver a su padre, cumplea-
21
TIERRA DE MIEDO
ños al otro lado del cristal de la sala de visitas, navidades huecas y vacías… Escenas en
carrusel que se clavan como alfileres al rojo en su alma. Recuerdos lejanos que le fueron
forjando a golpe de martillo contra yunque. Se ve leyendo un grueso libro de química
en la biblioteca. La ciencia le aportó seguridad, sentido y perspectiva, le ayudó a enten-
der mejor un mundo que parecía no tener sentido alguno para él. Buscar el patrón en
las cosas, en la vida, le permitía aplacar el dolor, diluir la rabia, la frustración y la an-
gustia, para mirar al futuro con esperanza.
Resulta extraño verlo de nuevo, como si no fuera conmigo y se tratara solo de al-
guna loca invención del guionista de turno de alguna serie de televisión de sobremesa.
Aquel día su vida cambió para siempre de forma radical. Aquella noche la Fuerza de a
Velocidad se conectó a mi cuerpo y me convertí en Flash. Todo se acelera y ve pasar
cientos de aventuras en solitario como Flash persiguiendo a villanos y ladrones. Se ve
descubrir el multiverso, conocer a otros Flash de otras Tierras, ganar más control sobre
sus poderes, unirse a la Liga de la Justicia… Sus amigos, héroes que creen en un mundo
mejor, que consideran que tienen la responsabilidad de usar sus extraordinarias habili-
dades para defender al mundo de cualquier cosa que pueda amenazarlo. Superman,
Wonder Woman, Batman, Aquaman, Canario Negro, Green Lantern… Ha habido tantas
encarnaciones del grupo, tantas alienaciones, tantas vivencias, tantos peligros supera-
dos, alegrías y penas compartidas que no puede concebir su vida sin ellos.
22
Capítulo iiI. FLASH
cuando logró alcanzar el rayo del Antimonitor. Aquel día fue tan rápido que le costó la
vida. Fue su mayor victoria y su mayor derrota. Las imágenes saltan de nuevo, pero él
se queda recordando el momento exacto en cual su ser se desintegró, consumido por el
dolor, en un todo de energía blanca que disgregó su consciencia al infinito. Recuerda no
sentir nada, ni percibir nada. Aún hoy duda si lleguó a tener un cuerpo durante todo el
tiempo que estuvo atrapado. Era como estar flotando en una sala anecoica, aislado de
todo y de todos, sin poder percibir nada, ni siquiera el paso del tiempo. Velocidad es
igual a espacio partido por tiempo. Quiero parar. Quiero acabar con este sueño febril
que me tiene atrapado. Los sentimientos nublan la mente de Flash que solo quiere es-
capar de estos recuerdos, de aquel día en el satélite del Antimonitor. Siente miedo,
miedo a morir, a abandonar la vida y a sus seres queridos, a sus amigos de la Liga. Pero
las brumas no le dejan huir todavía. Queda un pecado que expirar, un recuerdo más
por visualizar, el recuerdo que me avergüenza, que me consume por dentro en las os-
curas noches en las que el sueño no parece querer hacer acto de presencia. Lo sé antes
de que lleguen. Lo noto crecer delante de mí… Cierro los ojos, me tapo la cara, quiero
irme, quiero irme ya, sé que hice mal, que fui un egoísta, que traicioné todo en lo que
creía y lo hice convenciéndome que lo hacía por algo que merecía la pena. Es mi ver-
güenza personal. La vergüenza de Flash es Flashpoint. Ahí estoy, engañándome para
hacerlo. Le cuesta respirar mientras la vergüenza repta por sus entrañas y le corroe
como si de ácido clorhídrico se tratara. Si es un sueño, quiero que pare. Si es un re-
cuerdo, quiero olvidarlo. Traicione a todos y debo compensarles por ello. Las lágrimas
le queman en las mejillas. He de vivir, tengo que salir, despertar, tengo que sobrevivir
a esta isla, a esta jungla y tengo que demostrarles a todos que soy digno de todos ellos.
Yo soy Flash.
El sol le abrasa los ojos cuando se despierto sobresaltado y con el pulso muy acele-
rado. Su luz se nota incluso a través de las hojas de los árboles más altos y el barro que
le cubre el cuerpo es como una cáscara seca y agrietada. La sed le golpea con fuerza y
reacciona lentamente a los estímulos que le rodean. La noche ha sido larga, muy larga,
intensa en recuerdos, con los que se ha reafirmado a sí mismo y a sus posibilidades de
supervivencia. Moverse le duele. Sus articulaciones crujen con fuerza al empezar a des-
cender del improvisado refugio nocturno. El tobillo sigue inflamado, más incluso que
hace unas horas, pero el rústico arreglo sigue funcionando bien. Por fin logra tocar tierra
de nuevo, tras un descenso más que accidentado, y observa el entorno que anoche tuvo
que descubrir a tientas por la falta de luz. Ve el rastro que dejó en el suelo al arrastrarse,
sus erráticos pasos, su charca de barro que ahora luce totalmente seca y se concentra
en examinar los troncos de los árboles y la maleza selvática con el fin de definir donde
está el norte. Si estuviera en un bosque alpino este examen le llevaría unos instantes,
pero en este entorno en el que las temperaturas son más estables y considerablemente
más altas, reconocer el patrón es más complejo. Pero solo es cuestión de observar de-
tenidamente y analizar los detalles, los más pequeños, para concluir que debe empezar
23
TIERRA DE MIEDO
a marchar cuanto antes en lo que espera y desea sea la dirección correcta a su destino
final. Desconoce la distancia que le separa de la fortaleza y desconoce que va a encontrar
en ella. Espera que todos hayan acudido a ese punto y puedan reunirse de nuevo, ya
que, por mucho que lo intente, el comunicador sigue igual de muerto que ayer.
Se cae varias veces y se golpea las rodillas contra el suelo. Jadea, tose, escupe algo
de sangre y piensa que tal vez el dolor del costado sea algo más que una contusión ex-
terna. Se mira las manos y ve el traje dañado, roto, arañado, sucio, ya no solo de barro,
sino de hollín y sangre seca. Otra forma de ser consciente de que sigue sin poderes. Si
estuviera conectado con la Fuerza de la Velocidad el traje se auto repararía, brillaría en-
cendido, cargado y listo para protegerle de la fricción y de los miles de micro impactos
que recibe cuando corre. Y se doy cuenta de cuanto depende de sus poderes desde
aquella noche en la que fue bañado por una loca combinación de productos químicos.
24
Capítulo iiI. FLASH
Ser consciente de ello le golpea en la boca del estómago con fuerza, pues es una com-
binación de miedo, vergüenza y furia que se amalgama en su interior para invitarle a
rendirme. Los sentimientos se agolpan en su garganta, pugnando por salir, por explotar
hacia el exterior. Siente como intentan apoderarse de él, pero grita con fuerza al cielo
que intuye tras las copas de los árboles y deja escapar esa rabia que parece haberle an-
clado al suelo. Una rabia pura, sincera, prístina, sin mácula alguna, sin dirección, pero
rabia que nace de la parte más visceral de su ser y que pugna contra su esperanza de
que todo va a salir bien. Hunde sus manos en la húmeda tierra y cierra los puños aplas-
tando el barro que escapa entre sus dedos. Observa como la sustancia oscura se desliza
suavemente, dejándose llevar, sin oponer resistencia, buscando el punto más débil de
su verdugo, sus dedos, para escapar sin hacer ruido. Mira ese barro y se da cuenta de
que debe empezar a actuar de otra forma y dejar de oponerse a la situación que le
rodea, para adaptarse a ella y sacar partido de todo ello.
Flash se levanta con decisión y empieza a caminar. El dolor regresa, pero lo ignora
por completo. Nada le puede ya desviar de su objetivo, nada ni nadie, ni siquiera él
mismo y aprieta el paso con la intención de llegar cuanto antes a la maldita fortaleza de
esta maldita isla y encontrar al responsable de esta situación.
El tiempo pasa y paso a paso, zancada a zancada, llega a un claro en el follaje que
le deja a la vista un enorme muro de roca salpicada por enredaderas que crecen, hun-
diendo sus raíces en la argamasa, a través de la pared como si de un sistema circulatorio
se tratara. Detrás tiene la jungla que le sigue respirando en la nuca con su aliento pú-
trido. No ha muerto, ha logrado esquivar la hoz que parecía empeñada en segar su vida.
La muerte le ronda innumerables veces cuando intenta salvar el mundo del enésimo
plan del villano de turno, pero con poderes todo parece diferente, más liviano, más irreal,
pero estas últimas horas ha sentido como los gélidos dedos de la muerte le tentaban
con el descanso definitivo, apartándole de esta vida para siempre. A Flash, la muerte le
aterra, le produce un profundo pavor visceral que le hiela la sangre. Pero ha sobrevivido
25
TIERRA DE MIEDO
por sus medios y ha logrado hacer lo que parecía imposible, llegar a su destino. ¿Y ahora
qué? Se pregunta. Mira la extensión de terreno yerma que se extiende frente a él, unos
cien metros hasta el muro, sin vegetación alguna, solo tierra reseca, sin humedad al-
guna, sin nada vivo salvo las enredaderas de los muros. El sol cae con justicia y una
suave brisa levanta pequeñas nubes de polvo. No hay ruido alguno, salvo el que genera
con su propia respiración. Esto no es natural. El cielo se está cargando de nubes oscuras
y la lluvia amenaza con hacer acto de presencia. El sol se oculta tras lo nubarrones y las
primeras gotas no tardan en caer sobre la jungla, pero no sobre el reseco terreno que
hay en frente de Flash.
26
Capítulo IV. AQUAMAN
–Arthur Curry, con la autoridad que se me concede como soberano del orgulloso
pueblo de Atlantis, yo, el rey Ruvim, te condeno a la pena máxima: la muerte. –Se oyen
airosos gritos de celebración de miles de personas y prosigue. –La ejecución se hará
efectiva mañana a esta misma hora, en este mismo lugar, ante todos los que este mi-
serable criminal ha traicionado. –Arthur asiste anonadado a la declaración de un extraño
ante sus ojos, al que no había visto en su vida, y que, ante todo su pueblo, estaba pro-
clamándose rey y condenándole a muerte. Sin salir de su asombro, es trasladado a duras
penas a través del gentío que le insultaba, escupía e incluso golpeaba, mientras los guar-
dias que le acompañan intentan, sin mucho esfuerzo, protegerle.
Una sinuosa figura se le acerca con sigilo, mientras Aquaman se pone en guardia
aún sin poder ocultar su asombro por la macabra escena que acaba de presenciar. La
extraña figura sombría, de la que apenas se puede discernir ningún rasgo, como si algún
tipo de fuerza ocultara su rostro, se dirige hacia nuestro héroe, con una voz dulce y se-
rena:
–No, pero no te ofendas, ahora mismo no recuerdo nada. No entiendo qué hago
aquí, por qué estoy preso, y por qué hay un usurpador en mi trono que me ha condenado
a muerte.
–Al parecer necesitas que alguien te ponga en contexto sobre en qué situación te
encuentras. Estás condenado a muerte por ayudar a escapar de Atlantis a un asesino
27
TIERRA DE MIEDO
del mundo terrestre que cometió un crimen terrible contra un grupo de atlantes. Ruvim
aprovechó la coyuntura sociopolítica para alzarse con el poder con la ayuda de un grupo
de sublevados y arrebatarte el trono y tu bonito tridente. Nadie hizo demasiado por des-
legitimar su poder, ya que tenías toda la opinión pública en contra. –Aquaman estaba
absolutamente desconcertado con todo lo que acababa de escuchar. Sin creerse en prin-
cipio ni una sola palabra, pero intentando a la vez seguir buscando explicaciones.
–¿Y mis amigos, la Liga de la Justicia? ¿Por qué han permitido todo esto? ¿Por qué
no han venido ya a rescatarme? –Preguntó con desesperación.
–Es complicado. –Respondió su interlocutora. –Pero posiblemente tenga que ver con
el hecho de que mataste a Batman. –Esas palabras cayeron como una enorme losa en-
cima de él. Seguía sin dar crédito, pero conforme iba escuchando el relato, se imaginaba
por puro acto reflejo la escena. Veía como hundía su tridente en el pecho de Batman y
le atravesaba como si fuera mantequilla y, así, acababa con la vida de su amigo prácti-
camente al instante. No recordaba nada de lo que estaba oyendo, pero sin embargo un
torrente de emociones empezaba a recorrer su cuerpo: ira, rabia, impotencia, venganza.
Empezó a sentir odio hacia Batman, y no entendía por qué.
–No entiendo por qué acabaría con la vida de uno de mis mejores amigos. –Dijo
Aquaman, saliendo de su breve trance.
–Mi rey, acabaste con la vida de Batman porque le culpaste de la muerte de Mera.
Quien, en realidad, fue asesinada por el usurpador Ruvim. Yo lo vi todo, estaba presente
en ese mismo instante y no puedo culparte por lo que hiciste, al contrario, te apoyo
completamente. –Una mezcla de sentimientos empezó a inundar nuevamente su mente.
Al desconcierto, la ira y el odio, ahora se le sumaban la impotencia y la tristeza. Nueva-
mente, todo lo que escuchaba se negaba a creerlo, pero todas esas intensas emociones
que ahora sentía recorrer su cuerpo hacían que, de alguna forma, empezara a creérselo
todo. –Es suficiente charla por hoy. –Prosiguió la extraña mujer. –Voy a liberarte y a
ayudarte a llegar hasta Ruvim para que puedas asesinarlo. –
–Sigo sin creerte, pero, aunque lo hiciera y te ayudara con este plan revolucionario
tuyo, no creo que volviese a recuperar el poder, al menos no con el apoyo del pueblo.
–Aún tienes apoyos, aparte del mío, y aunque no haya muchos atlantes que sigan
creyendo en ti, sí que hay una amplia corriente de ciudadanos que desprecian el nuevo
28
Capítulo IV. AQUAMAN
Cuando entraran en la habitación, se encuentran con una siniestra escena. Dos mu-
jeres yacen desnudas, aparentemente muertas, maniatadas en la cama, mientras Ruvim
está sentado escribiendo algún tipo de misiva sobre una mesa. Aquaman se lanza como
una furia hacia él, cansado de intentar reprimir sus emociones y dispuesto a darles
rienda suelta. Su aliada, la misteriosa mujer, le alcanza su desposeído tridente, que se
encontraba a unos metros de su posición, apoyado en una pared, con una corona y una
armadura colgadas justo al lado. Aquaman, con el tridente ya en su mano, hace ademán
de golpear al acobardado Ruvim, cuando se escucha un grito:
–¡Díos mío! ¡Para! –Dice una de las mujeres atadas a la cama, mientras la otra se
despierta. Al parecer, no estaban muertas, piensa Aquaman. Aprovechando el breve des-
piste, Ruvim se zafa de su atacante, y huye despavorido del palacio, como alma que
lleva el diablo, nadando a una increíble velocidad.
–Tranquilo, le cogeremos. –Dijo la sombría mujer. Tras liberar a las mujeres de sus
ataduras, Aquaman sale nadando junto a su aliada detrás de Ruvim. Mientras, ella re-
funfuña pues considera que liberarlas es una pérdida de tiempo que otorga a su enemigo
varios minutos de ventaja.
Tras horas de búsqueda, finalmente encuentran el rastro de Ruvim que había huido
a la superficie. Gracias a la velocidad y las sorprendentes capacidades de la oscura
mujer, alcanzan a su enemigo apenas ha puesto un pie en la orilla. Es entonces cuando,
sin demorarse ni un solo segundo más, Aquaman se lanza nuevamente hacia él, tridente
en mano, esta vez con la firme intención de culminar su venganza. Le golpea en la cara,
le rompe un brazo y le reduce con una pasmosa facilidad. Alza el tridente hacia al cielo,
sujetándolo con ambas manos y con las garras apuntando a su enemigo. Aquaman ti-
tubea por un instante al escuchar un chillido agudo, casi monstruoso, proveniente de
una voz que recordaba dulce y serena:
29
TIERRA DE MIEDO
Sin levantar la mirada de su enemigo y sin perder un ápice de odio, Aquaman siente
repentinamente un terrible golpe en su mandíbula que lo desplaza varios metros por la
orilla, hasta llegar a unas rocas afiladas que, aunque no le provocan heridas graves,
consiguen desgarrar casi por completo su harapiento traje de preso, quedando prácti-
camente desnudo. Mientras se recompone de la brutal agresión, levanta la vista al cielo
y ve flotando una figura musculosa, elegante, azul, con una imponente capa roja que
ondea al viento. Es el hombre del mañana.
–Arthur, he acudido por la llamada de los atlantes, tu pueblo, que me han informado
de tu huida. Ahora te encuentro aquí, intentando sumar más crímenes a la lista. –
–Clark, este hombre es pura maldad, se merece la muerte. –Le espeta Arthur que ya
esta absolutamente convencido del relato que le había contado la mujer que le liberó de
su celda. –
–Por favor, regresa a casa. Sé que este hombre te ha hecho daño, pero la Liga de la
Justicia tiene prohibido intervenir en Atlantis, y mal que pese, Ruvim cuenta con el apoyo
de tu pueblo. Nosotros respetamos las leyes de tu pueblo. –Dijo Superman, terminando
su relato con una enorme frialdad hacia el hombre que tenía enfrente, al que una vez
había considerado un fiel amigo. Tras un largo y tenso silencio, en el cual ninguno sabe
qué decir, Superman toma la iniciativa para intentar convencerle.
–Desde aquella misión en la isla, no has vuelto a ser el mismo, Arthur. Sé que ayu-
daste a Damian a escapar de aquella injusta situación, pero lo que le ocurrió a Mera no
fue culpa de Bruce. Él sería incapaz de traicionarte, como tú dijiste, antes de dejarte
llevar por la ira y asesinarle enfrente de todos nosotros. No, Arthur, no puedo ni quiero
ayudarte. –
–¿Sabes, Clark? –Dijo Aquaman que había adoptado una postura tan fría como la de su
ahora enemigo. –No me hace falta tu ayuda y tampoco la querría de todas formas, por-
que eres un maldito traidor. ¡Y yo soy un rey! –
Aquello fue el fin de la conversación. Lo que vino instantes después fueron una re-
tahíla de puñetazos, patadas, codazos y toda clase de golpes en los que Aquaman sabía
que tenía todas las de perder. Pero, aun así, no podía permitirse el lujo de rendirse y de
no luchar hasta el final. De hecho, la ira que sentía hacia su rival estaba incrementando
sus capacidades físicas. Quizás, pensó, con la ayuda de su nueva y poderosa amiga, po-
drían reducir a Superman, ensartar al cobarde usurpador con su tridente y escapar. Sin
embargo, la misteriosa mujer había desaparecido junto a Ruvim, lo que dejó a Aquaman
desconcertado por un momento. Superman aprovechó para acertarle un poderoso pu-
ñetazo en el pecho a un ya cansado y malherido Aquaman que se vio lanzado hacia al
mar. Mientras aterrizaba ya rendido a la evidencia de su derrota y de su posible muerte,
vislumbra un enorme faro. Había estado peleando en Bahía Amnistía, su hogar, sin darse
cuenta. Enfrente del faro en el que trabajaba su padre y donde tantos felices recuerdos
30
Capítulo IV. AQUAMAN
guardaba. Embriagado con esa sensación de felicidad, Aquaman pierde poco a poco el
conocimiento. Apagándose lentamente como una luz que gasta su energía, como un
faro que deja de funcionar. Arthur Curry piensa que, pese a todo, ha muerto feliz.
Arthur Curry se acerca a la orilla y, al ponerse en pie, se da de bruces con una mujer
de ojos violeta cubierta por un manto de un color azul oscuro profundo. Su rostro e in-
cluso su voz le resultan extrañamente familiares. Se acerca un poco más a él, casi to-
cando su piel y le dice:
–Eres un cobarde, Arthur Curry. Algún día tendrás que tomar una decisión. Pero
puede que, cuando lo hagas, ya sea demasiado tarde. –
–¿Quién eres? –Le responde Aquaman, mientras la misteriosa mujer echa a correr
a una velocidad que rivaliza incluso con la del propio Flash. –¡Espera! –Aquaman sale
detrás de ella, persiguiéndola a través de la frondosa selva por la que él cree que se ha
metido, porque en realidad, la ha perdido de vista pocos segundos después de su huida.
Tras veinte largos minutos de infructuosa búsqueda, durante los cuáles empieza a dilu-
viar con gran intensidad, choca con una oscura figura masculina con orejas picudas.
Aquaman no duda un segundo en agarrar del cuello a este hombre.
31
TIERRA DE MIEDO
–No. –Al escuchar esa respuesta, Bruce recuerda a J´onn. ¿Dónde está? Ese misterio
deberá investigarlo una vez resuelvan esta misión, la cual se ha complicado con la caída
del Zorro Volador y la separación de sus compañeros. Además, el actor principal de la
misma es incapaz de generar boom tubes, ni puede comunicarse con el exterior, ni con
los demás miembros de la Liga. A ello hay que sumar, la sangre que brota por la cabeza
de Victor que hace que Bruce cambie ligeramente su rostro serio, y recuerde como la
Liga le negó la ayuda cuando se convirtió en Cyberion, y como fue Dick, el que logró
que volviese a su humanidad. Mientras se acerca hacia él, recuerda como Vic, a pesar
de su juventud, luchó como uno más en sus enfrentamientos a Darkseid.
–No te preocupes, Vic, has salido de cosas peores. –Palabras que logran sacar una
sonrisa al compañero malherido. Bruce, saca del cuarto compartimento de su cinturón,
un paquete de gasas, suero salino y povidona yodada. Tras limpiar la profunda herida
que presenta Vic en la zona temporal izquierda y occipital, extrae del sexto comparti-
mento, un bisturí, tres sedas de cinco ceros y aguja curva. Tras ello, comienza a realizar
la sutura de la herida, que finaliza con el trigésimo séptimo punto.
–Mareado. –Y sin más palabras, Vic nota que pierde la consciencia, y en lugar de
hallarse tumbado sobre la tierra fría, se ve tumbado en su dormitorio de Detroit, sin
poder mover sus brazos ni sus piernas.
–¡Vic, Vic! –Del sexto compartimento, saca un pequeño aparato redondo que coloca
en el ojo izquierdo de Vic. Tras comprobar que las constantes de Stone son estables,
Bruce extrae de su octavo compartimento un aparato rectangular que coloca en el pecho.
–Descansa, amigo. Te necesito para sacar adelante esta misión. –Dice Bruce al tiempo
que le alza sobre su hombro. Del décimo compartimento saca una brújula analógica,
que le señala donde está el sureste. Apenas lleva andando una hora, cuando frente a él
aparece una figura femenina.
–Hola Silver. –Sabe que es una ilusión, que ese moño es mentira, que ese chubas-
quero verde es ficticio, pero no puede olvidar las palabras que calló cuando irrumpió por
su ventana como Batman, ni el último beso que le dio a la luz de la farola.
–El mejor detective del mundo, aquél que ningún misterio deja sin resolver. A pesar
de tantos años luchando contra el Acertijo, no has descubierto qué cuando una mujer
dice no me llames, aléjate de mí: ¡Quiere justo lo contrario! –Bruce recuerda aquella
32
Capítulo v. batman y ciborg
noche de ira, solo comparable a cuando murió Damian, recuerda su fotografía. –Bruce,
es cuestión de elección y nunca eliges el amor. Eres capaz de dar tu vida por Gotham,
pero nunca por aquella a la que amas. –Un rayo cae y rompe un árbol frente a ellos, y
con él, la bella imagen desaparece, dejando a Bruce apretando los dientes.
Pero el joven Stone, observa como una imponente figura entra a través de la pared
que está frente a él, y le dice: Dame la mano. No vivirás. ¡Morirás! Al ver como su mano
se mueve y se dirige hacia ese guante amarillo, descubre la identidad del peticionario y
grita, grita con todas sus fuerzas.
–Tranquilo Vic. No nos derrotarán, estamos ya cerca. –Le dice, al tiempo que extrae
de su duodécimo compartimento dos pastillas, que coloca bajo su lengua y la de Cyborg.
El calor es sofocante, la selva espesa y el destino aún a varios kilómetros a distancia.
Tras una larga caminata, surge una limpia cascada. En un primer momento, Batman
deja a Victor apoyado en un árbol quebrado, extrae de su decimocuarto compartimento
un tubo de ensayo y del decimosexto un frasco. Con ello se acerca a la orilla del río, ex-
trae cinco mililitros de agua, y echa un par de gotas del frasco. Pasado un minuto y tras
observar que la reacción señala que el agua es potable, humedece el rostro de su com-
pañero. A continuación, y tras quitarse la parte superior del traje, se hunde en el agua.
Al sacar la cabeza, observa como una mujer sale del interior de la cascada y se dirige
hacia él.
–Bruce. –Al ver esas alas tapadas por esa bella melena roja, o esas estrellas azules
en su flanco izquierdo, o esos pájaros de su brazo derecho o la serpiente del izquierdo,
o ese búho de su pierna izquierda o ¡ese corazón! Bruce camina hacia ella, para besar
esos ojos verdes, esa nariz respingona, esos pequeños labios rojos, pero entonces, ese
recuerdo de cuando tenía barba, cuando era feliz, desaparece y se detiene.
–Jules. –
–¿Te acuerdas? –
–¿Qué he de recordar? –
–Fui yo, la nueva Joe Chill, la que se encargó de cumplir su papel, la responsable
del resurgimiento de Batman. –Bruce calla, mira de reojo a Victor y coloca sus manos
sobre su cinturón
–¿Crees qué te voy atacar? –Dice con lágrimas en los ojos. –¿No recuerdas tus úl-
timas palabras antes de morir? ¡Antes de vivir! –Entonces se produce una explosión, las
rocas empiezan a caer desde lo alto, Bruce sale velozmente del agua, echa a Victor sobre
su hombro y comienza a correr, mientras piensa: ¿Quién fui? ¿Cuántas personas se han
sacrificado por mí, por lo que represento? ¿En nombre de la Justicia? ¿Por alguien que
no es justo con sus personas más allegadas? Y mientras mira la dirección de la brújula,
33
TIERRA DE MIEDO
piensa en Tim, en Damian, en Jason, al tiempo que nota que la cabeza le va explotar.
–Vic, sal de donde estés. Queda menos para que nos salves. –
La mente de Vic vuelve a hallarse en el Reino Verde de Power Ring, donde una se-
cuencia de ceros y unos se repiten en su mente ¿Es cosa de Red? El mensaje se puede
traducir como: ¿Por qué tú no? ¿Por qué tú no? ¿Por qué tú no? Una furia le empieza a
invadir, a la vez que intenta ayudar a Jessica. ¿Por qué yo no he sido convertido en un
dios? A continuación, revive cuando descubre la tercera cantidad numérica del anillo de
Volhoom y Jessica va a sacrificarse por Barry. Ve como el perseguidor le mira y le dice:
Dame la mano. Sacrifícate ¡Se un dios! Los segundos que se tardan en decir Papá. Iris
¿Quién ha? o ¡Envíame de vuelta ya! Se le hacen eternos a Vic, que finalmente hace lo
que tiene que hacer ¿Por miedo o por ser un héroe?
–¡Vic, Vic! –Batman le ha colocado un paño que ha sacado del decimoctavo com-
partimento, al que ha aplicado un líquido que tenía en el vigésimo. –¡Despierta, ya es-
tamos llegando! –Pero, Víctor apenas logra susurrar un sonido inteligible. Bruce saca
unos prismáticos del vigésimo segundo compartimento, y al no ver nada al sureste,
piensa: Sin embargo, estáis ahí. Apenas a un kilómetro de distancia. Es entonces, con
Bruce acelerando el paso, al tiempo que intenta que Víctor recupere la conciencia,
cuando se para en seco al ver un gato saltando de un árbol.
–¿Por qué yo? –Ante estas palabras, Bruce prosigue el paso, siente que no puede
aguantar más, que un taladro está atravesando su cabeza. Intenta respirar profunda-
mente, aislarse del entorno, concentrarse en el objetivo de la misión: llegar a la fortaleza
y que Víctor, en ausencia del resto de compañeros, sea quien resuelva la situación.
–Yo, una ladrona. ¿Por qué me dejaste escapar en nuestro primer encuentro? ¿Por
qué he de ser la elegida? ¿Por qué he de ser la que sufra la mayor de las decepciones?
–Un, dos, un, dos, un, dos, es lo que Bruce se dice, intentando no oír nada más que su
voz. –¿Todo esto va en serio? –Palabras que se acompañan de una sonora carcajada. –
Bruce, cariño, eres el tipo de persona que logra que los demás te sigan, que mueran
por ti, que te amen con locura, a pesar de que solo sabes pensar en ti y en lo que es
mejor para ese tipo de justicia que has creado. Nos utilizas y luego lloras las pérdidas.
–Bruce se para en seco, apenas está a un kilómetro del objetivo.
–¿No? ¿Cuántas veces te has dicho, esta vez va a ser diferente? ¿Cuántas veces has
dicho, he terminado, no merece la pena? Pero al final, todo ha sido igual de siempre,
has vuelto a vestir el manto. Eres Batman, no Bruce. Y Batman no ama a nadie, pero yo
amo a Batman. –
34
Capítulo v. batman y ciborg
–No lo sé, pero puedo caminar. Y cuando llegué ahí. Todo terminará. –Cyborg coge
del séptimo compartimento de Batman, una esfera y comienza a correr, recordando
quién fue, quién es. Qué no está muerto, que no es máquina, que no es un dios, que
sigue siendo aquel joven de Detroit que quería ser futbolista profesional. Un cansado
Bruce mira a Víctor y siente lo injusto que han sido con alguien que tanto ha luchado,
que tanto ha sacrificado. Un chico que ha de lidiar cada día con un gran dilema y se dice
a él mismo que es uno de los suyos. Finalmente, antes de salir detrás de él, exclama:
35
TIERRA DE MIEDO
–¿Por qué me has obligado a matarte? –Superman lanza el cuerpo hacia el suelo y,
de rodillas, mirando al cielo, grita de rabia y frustración, llorando, cabreado. Vuelve a
mirar al cuerpo que empieza a desvanecerse. Intenta agarrarlo, pero sólo coge puñados
de tierra.
–No, no, otra vez no, no, no, no. –Apoya la frente contra el suelo. Intenta controlar
su respiración. Comprueba sus heridas. Sangra por bastantes puntos nuevos. La herida
del hombro se ha vuelto a abrir. Además, durante la lucha ha perdido el vendaje. Intenta
incorporarse a duras penas, cada movimiento es un suplicio. Decide sentarse y empieza
a arrancar trozos de tela de su ya muy harapienta capa para vendarse la herida del hom-
bro. Se acerca al río que estaba siguiendo para retomar su marcha y así, de paso, lavarse
las heridas. En el costado izquierdo tiene un corte elegante. No le quedan hojas de aloe,
por lo que recurre al barro para taparse el corte mientras piensa que está cerca de su
destino y tiene que seguir andando. Superman oye el sonido de la cascada, así que
avanza todo lo rápido que puede, recogiendo una nueva rama de un árbol caído en la
orilla, para ayudarse a andar. Cada vez es más complicado, al magullado costado iz-
quierdo de su cuerpo le cuesta reaccionar y la rodilla derecha le duele tras las patadas
recibidas por el cazador.
Sortea la maleza ayudándose de una rama que improvisa como machete para apar-
tar las ramas. A cada paso que da se araña con las zarzas y los ramajes. Cómo echo de
menos mis poderes reflexiona, alterado. Gruñe, protesta, se encuentra totalmente fuera
de sí. Sin embargo, la cascada está cada vez más cerca, por lo que el bramido del agua
le da energías para continuar. Sabe que tras la caída del agua se encuentra la maldita
fortaleza, donde espera encontrar a sus compañeros de la Liga de la Justicia. Y donde
espera ser de utilidad y no una carga, pues ahora mismo sería vencido en combate con-
tra cualquiera que tenga manos y pies. Se acerca a la orilla y vislumbra la caída. Se
aproxima al extremo, para ver bien dónde va a caer. Sin duda es una gran caída, pero
es el camino más rápido. Ahí está, la fortaleza. Puede que haya alguien esperándome.
El río cae entre dos paredes verticales, por lo que bajar reptando no es una opción. En
el embarcadero continúa habiendo un barco, por lo que se tranquiliza. La carena de ese
barco debe ser de unos dos metros, por lo que debería haber suficiente profundidad
para que al caer no me golpee contra el suelo. Solo espero que no haya rocas debajo de
36
Capítulo VI. SUPERMAN
la cascada. Tengo que hacerlo. Tira el bastón y se prepara para lanzarse al agua.
–¿Qué es ese sentimiento? ¿Vértigo? ¿Quién me lo iba a decir? Yo, que soy Super-
man, que he volado por el mundo, el espacio y en otros planetas, que he atravesado la
atmósfera a grandes velocidades, casi imperceptibles para el ser humano, sintiendo vér-
tigo por una caída de unos diez metros. Sin duda, después de todo lo que estoy pasando,
este es uno de los peores momentos de mi vida. Me siento avergonzado de mí mismo y
humillado por las circunstancias. Pero he sobrevivido a este fatídico día y tengo que so-
brevivir a esta caída. –Susurra Superman para si mismo, antes de coger aire, mirar al
cielo y decir: –Lois, Jon, os quiero. –
30 HORAS ANTES
El estruendo retumba en toda la isla. Bandadas de distintas aves huyen en todas di-
recciones, a la vez que se oyen rugidos, bramidos y alaridos de todas las especies de
animales que habitan el lugar. Los gigantescos árboles se tambalean en distintos lugares.
Uno en concreto es atravesado por el cuerpo de Superman, que rebota por los troncos
hasta precipitarse a peso muerto contra el suelo, con tan mala suerte que una enorme
rama le aplasta el brazo izquierdo, quedando inconsciente boca arriba.
Al cabo de unas horas, empieza a despertarse. El sol le ciega cuando intenta abrir
los ojos. Los rayos de esa inmensa estrella de la que bebe su poder se le clavan como
agujas en las córneas, provocando que los párpados las aplasten. Se tapa la cara con
su mano derecha, a la vez que descubre que tiene la izquierda atrapada. Respira con di-
ficultad, extrañado. ¿Por qué no puedo abrir los ojos? ¿Qué me pasa? ¿Dónde estoy?
piensa desorientado. Superman siente la zona lumbar dolorida, el cuerpo entero le pesa,
tiene arañazos aquí y allá, algunos más profundos que otros, la cabeza le va a estallar.
Y lo que más perplejo le deja: tiene ese sabor metálico de la sangre en la boca. No
puede ser. No puedo estar en otro planeta. No hemos salido al espacio, íbamos siguiendo
el rumbo por el Pacífico… ¿Por qué siento dolor? ¿Por qué sangro?
37
TIERRA DE MIEDO
coge y la usa para cavar debajo de su brazo, lo suficiente para hacer girar el codo y li-
berarse. Pero el dolor de la presión no desaparece, se palpa y nota una posible fisura
cerca del hombro… El cual, se da cuenta, tiene dislocado. Trata de tranquilizarse y actuar.
Rompe un jirón de su capa para atarlo a la muñeca, con ayuda de la mano derecha y los
dientes. Se acerca a una de las ramas bajas de los árboles más próximos y ata el otro
extremo con toda la fuerza que puede. Venga, sabes cómo tienes que girar el brazo
para encajarlo. Pone la mente en blanco y tira con fuerza. Superman suelta un grito de
dolor instintivo, tan alto que asusta a las aves de alrededor. Oye el eco de su alarido.
Bueno, ya está en su sitio. Solo falta que mi grito lo hayan escuchado Diana, Bruce y
los demás.
Palpa su magullado cuerpo y comprueba que tiene dos costillas rotas en el costado
izquierdo. Rompe otro jirón de su capa, para pasarlo alrededor de su tronco, tratando
de ganar seguridad y protección de sus movimientos. Al tratar de andar comprueba que
la rodilla izquierda le molesta, pero no tanto como para no poder caminar. La parte iz-
quierda de su cuerpo se ha llevado la peor parte de la caída. Bueno, no podré correr ni
volar, pero podré andar y encontrar a mis amigos. Observa el entorno en que se en-
cuentra. El suelo está inclinado, por lo que está en la ladera de uno de los promontorios
que forman la zona montañosa que ha vislumbrado antes de perder el conocimiento y
caer súbitamente en esa isla. Supongo que desde lo alto de la cumbre podré tener una
visión del lugar y a lo mejor encontrar lo que quede del Zorro Volador. Por cierto, he
perdido el intercomunicador, seguramente durante la caída. Entonces decide ponerse
en marcha hacia el punto más alto de la isla, con la esperanza de que su soledad dure
lo menos posible.
–Por aquí, ya lo veo. ¡Es el kryptoniano! –Escucha unas voces entre los árboles, cer-
canas. Pero no consigue verlas.
–¿Hola? –Pregunta a la nada, esperando que la respuesta sea de una voz amiga.
–¡Hola amigos! Me viene bien encontrar compañía en lugar como… –Un disparo le
atraviesa el hombro. Cae estupefacto al suelo, gritando de dolor. Le arde la herida, ha
sido en el hombro izquierdo, encima en el izquierdo.
–¡A por él! –Tres hombres vestidos de cazadores y armados con rifles aparecen entre
la maleza. Se le acercan con velocidad y empiezan a golpearle cuando comprueban que
está vivo. Superman está atónito. Le están dando una paliza tres desconocidos. Siente
una patada en la columna vertebral. Un puntapié en el hígado. Una suela le aplasta la
cabeza. No puede reaccionar. El dolor del hombro es insoportable. Trata de protegerse
con las manos como puede. Tienes que salir de ésta, tienes que salir de aquí. Una pausa
de sus atacantes le da un segundo de respiro.
38
Capítulo VI. SUPERMAN
– Sí, será lo más rápido. Prepara la bolsa, voy a sacar el machete. –Contesta otro.
–¿Quién eres? ¿Por qué intentáis matarme? –No contesta. Se ríe y desaparece de-
lante de él. Superman se queda agarrando el aire, perplejo. Se gira y busca los cadáve-
res. Pero solo llega a tiempo para ver los bultos desaparecer. ¿Qué está pasando? ¿Qué
clase de lugar es este? No ha podido ser una alucinación, me duelen las heridas que me
han hecho… Comprueba los daños. El disparo del hombro está sangrando a borbotones,
pero, afortunadamente, hay orificio de salida. Se tapa la herida con más jirones de capa,
39
TIERRA DE MIEDO
pero sabe que será insuficiente. Tiene que encontrar una manera de cortar la hemorra-
gia.
Tras un tiempo que le parecen horas, consigue tener una visión lo suficientemente
alta de la isla. Casi toda la superficie está poblada de una salvaje selva, pero divisa la
fortaleza, una torre de aspecto futurista que se eleva entre los árboles. Está rodeada
por un río que nace en la montaña donde se encuentra y, para su sorpresa, hay un barco
atracado junto a la edificación, por lo que debe ser un río profundo. Sigue su trayecto y
observa una cascada, a la que podrá llegar andando si desciende la montaña en esa di-
rección, pero que, según la distancia que calcula a ojo, podría tardar unas cuantas horas
en llegar. No obstante, decide ponerse en marcha y adelantar antes de que termine de
oscurecer, con ánimos algo renovados.
Sin embargo, Superman, empieza a notar un dolor agudo en el estómago. Una pun-
zada repentina que no cesa y teme que sea una hemorragia interna causada por la apa-
ratosa caída o la paliza recibida. Se para, palpa su vientre y, finalmente, se echa a reír
por no llorar. Tengo hambre. Qué sensación tan desconocida para Superman, que por
primera vez en mucho tiempo la situación le da para darse cuenta de lo afortunado que
ha sido en su vida. Cayó en un planeta cuyas características le han convertido en un
dios para los seres que lo habitan. Sensaciones molestas como el hambre le son ajenas.
Dedica una oración a Jor-El, su padre, y decide continuar, mientras busca algo de ali-
mento. Además, debe darse prisa, empieza a oler a humedad en el ambiente y com-
prueba una masa de nubes que se acercan por el horizonte. Tendrá que fabricarse un
40
Capítulo VI. SUPERMAN
refugio si no encuentra una cueva o algo donde cobijarse. Todo son problemas.
A los pocos minutos, llega a una zona muy arbolada, perdiendo de vista la fortaleza.
Mirando hacia el suelo buscando huellas de animales encuentra unas setas, que reconoce
del género de las amanitas. ¿Debería jugármela y probarla? Qué indecisión. También
encuentra unas lombrices alrededor.
–Estoy de suerte, tengo fuente de proteínas. –Se acerca al arroyo naciente y bebe
agua sin dudar. Empieza a experimentar una agradable sensación de alivio. Sigue do-
liéndole todo el cuerpo, pero al menos está comiendo. Poco le dura la alegría, pues em-
pieza a llover de repente. La noche se convierte en un infierno. No encuentra ningún
lugar donde cobijarse, por lo que se queda apoyado en el tronco de uno de los gigan-
tescos árboles. No consigue hacer un fuego por la inmensa lluvia. La humedad y el frío
le pasan factura. Le duele la cabeza y empieza a tiritar, sin conseguir conciliar el sueño.
Seguramente le sube la fiebre. Encima, sufre de descomposición por lo que ha comido.
Los gusanos no le han sentado bien. O tal vez el agua. Quién sabe. Las setas no se ha
atrevido a probarlas.
41
TIERRA DE MIEDO
AHORA
Se gira, cara al suelo, en posición de hacer flexiones, y mira hacia la fortaleza. Está
a unos cientos de metros. Tengo que llegar, si me van a matar ahí dentro que así sea,
pero no moriré aquí. Intenta andar, pero se arrastra. No tiene fuerzas para levantarse.
Avanza un metro en el suelo. Otro. Le duelen los brazos del esfuerzo. Las rodillas del
rozamiento. Tengo que levantarme. Voy a levantarme. Vuelve a reunir fuerzas y se pone
en pie, aunque tambaleándose. Entonces ve una figura que se acerca corriendo hacia
él, seguida de dos más alejadas. Esta vez es una mujer. Ya sabe que ocurre en esta
maldita isla cada vez que una figura humana se le acerca. No está dispuesto a permitir
que vuelvan a lastimarlo, pero el cuerpo del hombre de acero ya no es de metal. Da un
paso atrás y empieza a retroceder.
42
Capítulo VII. EL REENCUENTRO
Ha logrado lo que muchos considerarían como imposible. Ante sus ojos está la
fortaleza que Batman señaló como objetivo. Está magullada, repleta de cortes, sangre
seca, barro, sudor y lágrimas. Sus músculos gritan por el cansancio y el esfuerzo al que
los has sometido, pero siente como su fuerza va regresando, como el poder vuelve a
llenar cada fibra de su ser. Sus armas vuelven a estar en su sitio, el engaño se ha
disipado. Siempre habían estado ahí, pero algo impedía que pudiera acceder a ellas. El
misterio sigue revoloteándole y ha llegado el momento de desentrañarlo. Una leve
sonrisa le cosquillea en la comisura de los labios. Soy Diana, Princesa de las Amazonas.
Alza la vista, aprieta con firmeza el Lazo de la Verdad en su cadera, y da un paso
adelante. La Liga la necesita.
El sexto en llegar fue Superman. Diana vio a lo lejos una figura que seguía perdida
en la selva, pero muy cerca de la meta. Una figura perdida y confusa que intentaba huir
de lo que, sin duda, era una terrible visión. Cuando Diana se acercó, Superman solo
veía una figura borrosa que le intimidaba lo suficiente para dar un paso atrás.
–¡Clark! –
43
TIERRA DE MIEDO
–Clark, tranquilo. Nada de lo que piensas que estás sintiendo es lo que parece. –Las
palabras de Diana resultaban de lo más tranquilizadoras. –Batman y Cyborg están en
una zona de exclusión frente a la fortaleza. Allí recobrarás todas tus fuerzas. –Los cuatro
compañeros volvieron hacia la fortaleza con sus poderos recuperados. Pero al llegar, una
escena nada agradable les aguardaba.
–No se preocupes, majestad. –Le espetó de forma irónica Batman. –¿Estás bien? –
–Sí. –Respondió Arthur sin apartar su mirada de él durante unos tensos segundos
que para el resto parecieron horas.
–Sabes que puedes confiar en nosotros, somos tus amigos. Todos hemos sufrido
mucho en esta isla. –Le dice Superman.
–Pues encontremos a Flash y salgamos de aquí, estoy harto de esta maldita isla. –
Tras la tensa discusión, todos se reúnen para hablar sobre la situación en la que se
encuentran y lo que deben hacer a continuación. Aquaman, serio, observa la
conversación con absoluta indiferencia, preguntándose si alguna vez podrá olvidar del
todo lo que acaba de vivir, o si debería hacerlo.
44
Capítulo VII. EL REENCUENTRO
45
TIERRA DE MIEDO
Tan solo han pasado seis segundos desde que entré en la zona de exclusión.
Desciendo del muro y me adentro en la isla para peinarla de arriba abajo. Corro entre
la maleza saltando arroyos, esquivando troncos caídos, árboles y ramas. Siete segundos.
Acelero más hasta llegar a los restos del Zorro Volador. Me muevo frenéticamente
entre los hierros y restos del fuselaje de la nave albergando la esperanza de encontrar
a alguno de mis amigos. Ocho segundos.
Nada, aquí no hay nadie, pero al menos la lluvia aún no ha borrado las huellas de
unas pisadas. Por el tamaño estimo que son de Diana. Sigo en movimiento y me muevo
con más ahínco entre la maleza. Nueve segundos.
Me dirijo hacia una colina con la esperanza de que puedan estar en lo alto, valorando
la situación y con Batman planificando como proceder. Pasa tres décimas de segundo
inspeccionando una cascada y encuentra rastros que le indican que no va
desencaminado. Tres décimas de segundo después, cuando no hace ni once segundos
desde que recuperó sus poderes, los encuentra a todos en un pequeño claro, en la falda
de la colina, con Aquaman agarrando del cuello a Batman, mientras este le insta a
controlarse. Al verlos experimenta una oleada de alivio enorme. Todos están bien, vivos
al menos, algunos muestran heridas, pero en general parece que hace falta mucho más
que estrellarnos contra el suelo sin poderes para acabar con todos nosotros. Aquaman
masculla algo entre dientes y suelta a Batman. Flash se detiene delante de ellos y
Batman le mira un instante. Si experimenta sorpresa, no la demuestra.
–Ya me conoces, Batman, más vale tarde que nunca. –Le responde.
46