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Docencia, rol e identidad (Andrea)

Los profundos cambios sociales, el aumento en las demandas, las desfavorables condiciones de trabajo,
la pérdida de prestigio social o frecuentes casos de insatisfacción con la tarea, dejan su huella en la
construcción de la identidad profesional de los docentes. La complejidad del mundo social se refleja en
la profesión docente volviéndola un oficio de incertidumbre, pero también de nuevas posibilidades y
responsabilidades.

El cambio social es un elemento central para entender los problemas de la identidad docente. Los
cambios sociales transformaron el trabajo docente, su imagen y la valoración que la sociedad hace de su
tarea. La relación docente-alumno se tornó conflictiva en términos de autoridad y disciplina. Lo que
hace aún más difíciles las diversas tareas que el docente debe desempeñar. El rol docente aparece
fragmentado. A su vez, las transformaciones del sistema educativo y la falta de formación de nuevos
retos (A saber, la articulación entre teoría y práctica en los centros de formación docente) lleva al
docente a hacer mal su trabajo enfrentándose a una crisis generalizada que considera a los docentes
como únicos responsables universales de todas las fallas del sistema de enseñanza.

Este trabajo está orientado a indagar la complejidad del trabajo docente inscribiéndolo en el nudo de las
transformaciones políticas, sociales y culturales que hoy vivimos. Se pretende analizar la conformación
de la identidad docente y, cómo esta sufre transformaciones en relación al contexto en el que se
desempeña la labor.

LA PROFESIÓN DOCENTE Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

La construcción de la identidad profesional se inicia en la formación inicial del docente y se prolonga


durante todo su ejercicio profesional. Esa identidad no surge automáticamente como resultado de un
título profesional, por el contrario, es preciso construirla. Esta construcción requiere de un proceso
individual y colectivo de naturaleza compleja y dinámica, lo que lleva a la configuración de
representaciones subjetivas acerca de la profesión docente. La identidad docente es tanto la experiencia
personal como el papel que le es reconocido en una sociedad.

Las identidades docentes pueden ser entendidas como un conjunto heterogéneo de representaciones
profesionales y como un modo de respuesta a la diferenciación o identificación con otros grupos
profesionales.

A su vez, se presenta con una parte común a todos los docentes, y con una parte específica, en parte
individual y en parte ligada a los contextos diferenciales de trabajo. Se trata de una construcción
individual referida a la historia del docente y a sus características sociales, pero también de una
construcción colectiva vinculada al contexto en el cual el docente trabaja. La identidad del docente
forma parte de su identidad social y se concibe como la definición de sí mismo que él hace. Los cambios
y expectativas sociales trasladan a los docentes desde verse como reproductores y/o transmisores de
conocimiento hacia constituirse como profesionales que deben ofrecer a los estudiantes experiencias
formativas que les permitan aprehender, aprender a aprender, aprender a ser y aprender a hacer; desde
verse como ejecutores de prescripciones diseñadas por agentes externos hacia convertirse en los
conductores de su saber y hacer profesional. Si a esto se le suma la creciente preocupación de la
sociedad por mejorar la calidad de la educación, los docentes continuamente están redefiniendo su rol,
su identidad profesional, su práctica; una reconstrucción continua de la profesión docente que se realiza
en el ejercicio diario, en el trabajo cotidiano. Por lo tanto, el docente es concebido como un actor
fundamental del proceso educativo, sobre quien descansa la transmisión y reconstrucción del
conocimiento, que permite al individuo que se forma relacionarse con el legado de la humanidad y
desarrollar las comprensiones que la transformación de la sociedad demanda. El rol docente va asociado
a la función social que en cada momento histórico le asigna el sistema educativo; entonces se tendría
que considerar que la identidad del docente se va conformando a partir de una estructura que le otorga
su sentido y direccionalidad. Sin embargo, las situaciones de cada escuela, espacio de significación de la
práctica docente, son a su vez diversas y complejas. Afirmar ese rol protagónico en la educación significa
reconocer la institución educativa y, particularmente, el aula de clase (lugar donde el docente se
desempeña) como espacios de materiales simbólicos de distribución y recreación del saber, como
espacios vivos de interacción, donde se ponen en juego los múltiples factores y condiciones que facilitan
la enseñanza y el aprendizaje o generan problemas relacionados con ellos La construcción de la
identidad profesional y su posible choque con la realidad refiere también a la imagen social que tiene
para la sociedad en general. Las expectativas y realidades, estereotipos y condiciones de trabajo,
contribuyen a configurar el auto concepto, autoestima y la propia imagen social. Es difícil medir el
reconocimiento de una profesión por parte de la sociedad y más aún su prestigio social. En general, se
dice que una profesión goza de cierta valoración social cuando sus representantes ofrecen un servicio
que la sociedad aprecia y considera importante. Además, la opinión pública estima que este
reconocimiento debería recompensarse con un nivel salarial acorde con el trabajo que desempeña.

Un factor importante a considerar con respecto a la situación docente, es el respeto que gozan los
educadores en la sociedad en general y, en particular, por parte de los alumnos, porque de ello
dependerá que encuentren más o menos dificultades en el desarrollo de sus tareas. En la sociedad
tradicional, el rol estaba definido con claridad. Pero esto ha cambiado en nuestros días. En la institución
escolar se ha producido un pasaje desde una alta valoración social hacia una baja valoración del rol
docente. A principios del siglo XX, pertenecer al sistema educativo (ser maestro o profesor) era un
verdadero privilegio, que permitía la incorporación a un ámbito respetable y prestigioso, con
posibilidades de autorrealización y pertenencia significativa. Hoy, en cambio, el trabajo docente ha sido
calificado como un trabajo de riesgo, participando de casi todos los indicadores de fatiga nerviosa que se
consideran habitualmente sobrecarga de tareas, bajo reconocimiento social, atención a otras personas,
rol ambiguo, incertidumbre con respecto a su función, falta de participación en las decisiones que le
conciernen. En los últimos años la sociedad hace una crítica generalizada del sistema de enseñanza.

Los medios de comunicación suelen transmitir una imagen negativa de la realidad de la enseñanza y de
la actuación de los docentes.

LA CRISIS DE LA IDENTIDAD DOCENTE

La crisis de la identidad surge de la tensión entre el profesor ideal y el profesor real, entre lo que se
espera que sea y realice y lo que efectivamente es y puede hacer. Las nuevas demandas y conocimientos
sociales inciden en la demanda de una redefinición del trabajo docente, de su formación y de su
desarrollo profesional. Los roles que tradicionalmente han asumido los docentes, enseñando de manera
conservadora un currículum caracterizado por contenidos académicos, hoy resultan inadecuados. La
crisis de identidad por la que transitan los docentes se inscribe en un cuadro de transformaciones
sociales y mutaciones de las sociedades modernas. La escuela entra en crisis y también lo hacen los
docentes. Las reformas educativas de las décadas de los ’80 y ’90, así como las nuevas demandas
sociales y educativas, cambiaron el escenario de acción docente y provocaron reformulaciones diversas
del ejercicio profesional. Ante esto, ser maestros en tiempos de incertidumbre representa el reto de
replantear la identidad que ha sido interpelada por el propio discurso posmoderno. Ser docente es este
contexto implica asumirse desde el riesgo de un mundo cambiante e inestable, con sujetos cada vez más
abiertos, más complejos que suelen interpelar el discurso autoritario y a cuestionar la rigidez de las
instituciones que se limitan a controlar, vigilar y castigar.

Los educadores tienden a ser cuestionados en torno a su hacer y a los resultados de su acción, en un
mundo que exige rendición de cuentas, menos simulación y más transformación.

CONCLUSIÓN

La identidad docente es una construcción dinámica y continua, a la vez social e individual, resultado de
diversos procesos de socialización entendidos como procesos biográficos y relacionales, vinculados a un
contexto (socio-histórico y profesional) particular, en el cual esos procesos se inscriben. Las nuevas
reformas educativas, el aumento de demandas por parte de los padres y alumnos, junto con unas
condiciones de trabajo poco óptimas (masificación de las aulas, violencia, carencias de todo tipo, bajos
salarios, et.) son considerados como obstáculos que restringen el desempeño, y modifican el rol y la
práctica docente. La docencia es hoy un trabajo en el que recaen grandes expectativas y, a la vez,
grandes cuestionamientos. Con respecto a las expectativas, se cree que la docencia será capaz de
resolver enormes tareas sociales: la transmisión de saberes, adquisición de hábitos, asistencia afectiva,
etc.

Los nuevos escenarios con los que se encuentra el docente afectan negativamente su bienestar físico y
psicológico, restringen su desempeño laboral, desarrollando desgaste y estrés, generando mayores
posibilidades de agotamiento físico y emocional, que limitan de manera importante el entusiasmo y
creatividad de su quehacer.

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