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Durante 36 años, 1960-1996, Guatemala experimentó uno de los períodos más violentos de su historia
reciente. El conflicto armado interno, causado por la intolerancia hacia diversas formas de pensamiento
político, a las condiciones de discriminación y pobreza, provocaron la muerte de cerca de 200,000 personas,
el desplazamiento de cerca de un millón.
2
En 1986, se inició un período de transición democrática con la aprobación de una Constitución y el
desarrollo, por primera vez, luego de más de treinta años de golpes de Estado y fraudes electorales, la
elección transparente de gobiernos civiles. Este proceso se fortaleció en 1996 con la finalización de los
Acuerdos de Paz entre el Gobierno y la URNG, con lo cual finalizó el conflicto armado interno.
3
El Latinobarómetro del año 2013, advierte que Guatemala tiene un 34% de apoyo a la democracia.
lugar, pone de manifiesto la diferenciación que se hace entre los que generan la
violencia y las víctimas en base a una manifestación externa y predefinida
legalmente, es decir, se tiende a relacionar violencia únicamente con el fenómeno
delictivo, por lo tanto, se corre el riesgo de dejar de lado una serie de
manifestaciones violentas que no necesariamente se expresan en fenómenos
delictivos, o que al menos todavía no han sido definidos como tales; y en tercer
lugar, que deviene de lo anterior, es el hecho de que la diferencia entre victimarios
y víctimas presupone la existencia de dos mundos completamente distintos, como
si el mundo estuviera dividido entre buenos y malos, sin reflexionar, ni hacernos
responsables en forma colectiva del problema de la violencia.
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Guatemala, al igual que en la mayoría de los países de América Latina, inició un proceso de reforma judicial,
cuya propuesta original incluyó un nuevo Código Procesal Penal, CPP, Código Penal y Ley Penitenciaria. De
estos cuerpos normativos únicamente cobró vigencia el CPP, el cual propone modificar sustancialmente la
forma y contenido de hacer justicia: juicios orales y públicos, división de funciones MP y jueces,
reestructuración de la defensa pública para asistir a personas de escasos recursos, mecanismos que
simplifican la solución del conflicto y mayor participación de la víctima en el proceso judicial. Ramírez Luis,
Reforma de La Justicia Penal en Guatemala, Criterios para su Evaluación, en Revista Justicia Penal y
Sociedad, separatas, 2007
en participación democrática, lo cual ayuda a conformar una opinión pública que
exacerbada y dispuesta a las respuestas de “mano dura”, fácil presa de
propuestas políticas autoritarias; en cuanto a los segundos, normalmente
defensores de derechos humanos, su visión es asimilada por la opinión pública en
complaciente, débil y por lo regular, se asume como olvido por los derechos de las
víctimas y resguardo únicamente por los derechos de los delincuentes.
Sin lugar a dudas, se pierde de vista que la respuesta punitiva del Estado es
violenta, y por lo tanto, se incrementa a la ya realizada por el delito, poniendo a la
vez en riesgo, sin percibirlo al inicio, la pérdida paulatina de libertades individuales
y, en forma paralela, la pérdida también paulatina de la fuerza de la ley para
resolver la problemática de la violencia y la conflictividad social. Ferrajoli advierte
al respecto que “la pena, cualquiera que sea la forma en que se la justifique y
circunscriba, es en efecto una segunda violencia que se añade al delito y que está
programada y puesta en acto por una colectividad organizada contra un
individuo”5.
Estamos pues, frente a una espiral de violencia, no solo generada dentro de las
distintas interacciones sociales, sino también aquella que potencial, y en forma
efectiva, genera el Estado a través de su institucionalidad del sistema de justicia:
policía, Ministerio Público, Judicatura y cárceles. La cual, sigue atrofiada, solitaria
y sin conexión con estrategias paralelas que apoyen a minimizar la sensación y
frecuencia de la violencia generada por el fenómeno delictivo.
Pero hasta aquí, a pesar de que hemos expuesto una parte del problema, no se
ha podido esclarecer una concepción de violencia que incluya además el
fenómeno delictivo, en el entendido de que el fenómeno es más amplio, y por lo
tanto, el delito, y las respuestas diseñadas, son una parte, en una relación de
género y especie. Si esto es así, la violencia es un concepto que ofrece
diversidad de significados, e implica, ante todo una forma de interacción social,
individual en principio, pero que también adquiere presencia entre grupos.
5
Ferrajoli Luigi, Derecho y Razón, Editorial Trota, España, 1989, pag. 21
2. Concepto de Violencia
En principio, podemos definir la violencia como una agresión que implica relación
de poder, entre alguien que la ejerce y otro que la sufre: “Uso intencional de la
fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra
persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de
causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o
privaciones”. Lo cual incluye, en forma adicional, tres clases generales de
violencia: autoinfligida, interpersonal y colectiva6.
6
Organización Panamericana de la Salud (2003). Informe mundial sobre la violencia y la salud.
Washington, D.C., OPS, Oficina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud.
solamente son actores sociales: sintetizan lo social en su personalidad, de un
modo único”7.
Es posible, también dentro del mismo criterio, incluir una violencia cultural que
comprende “un tejido de pautas y códigos sociales que sustentan prácticas
inferiorizantes o discriminatorias, que muchas veces afectan de un modo
permanente a ciertas colectividades humanas”9.
7
Campos Santelices Armando, Propuesta para la Investigación sobre Violencia Social en una Sociedad
Concreta, ILANUD, documento de trabajo, pág. 12
8
Ibíd., pág. 22
9
ibíd.
II. LA PREVENCIÓN DEL DELITO
Es por ello que durante muchísimos años el sistema de justicia penal fuera el
instrumento más utilizado por los Estados para enfrentar la criminalidad, sin
embargo, la criminología critica ha demostrado que el papel del derecho penal
como forma de prevenir los delitos está en crisis.
10
Baratta, Alessandro; política criminal; entre la política de seguridad y la política social; pág. 86
caso de Guatemala, casi un 50% de la población no denuncia los delitos, porque
no creen que la justicia vaya a resolver el problema, y para un 74% de quienes
hicieron la denuncia, el sistema de justicia no hiso nada para resolver su caso.11
Este fracaso del sistema penal como forma de prevenir los conflictos ha generado
el auge de respuestas no penales para enfrentar la criminalidad, provenientes
principalmente del movimiento de la nueva criminología. Estas respuestas se
enfocan más en las causas circunstancias y elementos que provocan la comisión
del delito y no sobre sus efectos, en este paradigma se incluyen una variada gama
de acciones que van desde las estrategias policiales hasta el diseño urbanístico, y
se les ha denominado bajo el nombre genérico de prevención del delito.
En este punto es importante aclarar que algunos autores aun definen al sistema
penal como un sistema de prevención de los delitos; “el concepto de prevención
significa la evitación de futuros resultados indeseables. En el caso de la
prevención del delito, dicho concepto incluye la legislación, la intervención policial,
la instauración y la administración de presiones y cárceles y una gama de
actividades dirigidas a la evitación de delitos futuros. “14
11
Rico, José María; la prevención del delito en Guatemala; pag.15.
12
Dammert, Lucia; asociación Gobierno local-comunidad en la prevención del delito; pág. 53.
13
Baratta, Alessandro; ob. Cit; Pág. 86.
14
Rottman, Edgardo; Ob. Cit; Pág. 71.
15
Organización de las Naciones Unidas (ONU)
No obstante la mayoría de los actuales estudios sobre prevención del delito no
incluyen al sistema penal como parte de las políticas de prevención; bajo esta
perspectiva se define la prevención del delito como: “una forma de intervención
consistente en la adopción de medidas para impedir la delincuencia o disminuir el
riesgo de perpetración de delitos”.16
“En el campo dela criminología, prevención del delito significa reducir las
posibilidades para que ocurran actos delictivos”.17En el caso de la prevención de la
violencia a la criminalidad se hace hincapié en aquellas acciones que incluyen uso
de violencia o de violación de las leyes. En ese sentido, se hace referencia a
medidas pre activas que buscan disminuir la probabilidad de ocurrencia de las
mismas.18
16
De La Colina, Daniel; la prevención del delito y la policía comunitaria; pag. 67
17
Alianza para la prevención del delito-APREDE-,.prevengamos el delito en la comunidad, módulos para
consejos locales de prevención; pág. 35
18
Dammert, Lucia; ob. Cit.; pág. 54.
prevención de la violencia juvenil, esto es, tanto la que generan los jóvenes como
aquella que se genera en su contra, por el solo hecho de ser jóvenes. Pensemos
por ejemplo en la violencia estructural y simbólica: muchos jóvenes, o sectores
determinados de jóvenes, son víctimas de la violencia estructural que generan las
condiciones económicas y sociales dentro de las cuales se realiza su proceso de
socialización, el cual constituye un marco de referencia, que podría influir, en un
nivel de riesgo, para que este joven asuma actitudes, y en algunos casos, asuma
posiciones de agresión como respuesta frente a la marginación y exclusión que la
estructura social provee al joven.
Para el caso del presente estudio, tanto la política criminal de la cual el sistema
penal forma parte, como la prevención del delito, que forma parte de las políticas
de seguridad, constituyen formas de gestionar la conflictividad social, sin embargo,
existen diferencias importantes entre ambas en relación a los alcances, métodos,
formas de intervención, y agencias que intervienen.
19
En el mismo sentido Dammert, ob. Cit. Pag. 55 y Rottman, ob. Cit. Pag. 74.
1. Prevención Primaria
20
Dammert; Ob. Cit; pag.56
21
Dammert, Lucía; Asociación gobierno local-comunidad en la prevención del delito; Pág. 56.
22
Baratta; Ob Cit. Pág. 88.
criminales antes de que se manifiesten. Tratan de resolver situaciones que pueden
conducir a una persona acometer delitos, como educación, trabajo, vivienda,
bienestar y calidad de vida”23.
23
APREDE; Ob. Cit; Pág. 35
24
APREDE; Ob. Cit; pág. 35.
25
De la Colina, ob. Cit; pag. 68 ss.
“En este dique se van generando las situaciones que dan lugar a que un número
de ciudadanos se convierta en un sector vulnerable o en riesgo, tanto de ser
víctima como delincuenteGpor lo tanto este nivel de intervención es también
llamado prevención primaria, debido a que las acciones, tanto de prevención
social como prevención situacional, están dirigidas a toda la población en general,
teniendo como finalidad ir cerrando el diámetro del dique mediante la reducción de
las condiciones que propician que un buen número de personas sean vulnerables
a ser víctimas o delincuentes”.26
2. Prevención Secundaria
De esta manera, las actividades más comunes son las encuestas de victimización,
la definición de lugares para alumbrado eléctrico, participación comunitaria,
identificación de víctimas vulnerables, lugares más comunes y horarios de
comisión del delito, definición de rondas policiales, información sobre participación
26
Ministerio de Gobernación de Guatemala; Modelos de abordaje para la prevención; pág. 8
27
Dammmert; Ob. Cit; Pág. 56.
28
Ministerio de Gobernación de Guatemala; Ob. Cit; Pág. 8.
de la víctima, etc. La característica fundamental es que en esta prevención no
existe coacción directa sobre las personas, sino situacional para disminuir los
riesgos de comisión del delito.
3. Prevención Terciaria
29
Dammert; ob. Cit. pag. 56.
La utilización de la prevención del delito como mecanismo para enfrentar la
criminalidad presenta importantes ventajas por sobre la utilización de modelos
únicamente basados en la política criminal, pero también se han encontrado
limitaciones o riesgos sobre su manejo:
VENTAJAS LIMITACIONES
La prevención del delito interviene sobre Las analogías del delito con la
las causas de la criminalidad, enfermedad y de la prevención del
principalmente en el caso de la delito con la salud pública asocian la
prevención primaria, mientras que el idea de delincuencia con “peste” y
sistema penal actúa por lo general pueden socavar los derechos del
solamente sobre los efectos, en ese individuo tal como sucedió con el
sentido, la prevención permite lograr, al paradigma de la criminología
menos en teoría, una disminución de los positiva.
hechos violentos dentro de la sociedad.
30
Antonio Guiddens, Manual de Sociología, pag. 31
de las ciudades de países como el nuestro. Esto no escatima que las reflexiones
no se ajusten a nuestra realidad en absoluto, pues es de reconocer que la
tendencia del desarrollo económico y social tiende a asumir una composición
económica y social capitalista.
31
BarattaAlessandro, Ob. Cit. Pág. 22
32
Ibíd., pág. 32
es considerado un peligroso social, el síntoma de esta peligrosidad son las
acciones delictivas. De ahí entonces que los centros de privación de libertad se
convertirán en laboratorios de estudio para determinar los perfiles que caracterizan
esta peligrosidad.
La irrupción de la sociología a finales del Siglo XIX con Durkheim, provocó una
influencia importante en la concepción del crimen como hecho social. Este autor,
rompió con la tradición de reconocer en el crimen un síntoma de una patología
personal y por lo tanto, un fenómeno normal, incluso positivo para el desarrollo
social, sin embargo, la criminalidad se convierte en un problema grave, cuando
llega a niveles de anomia, es decir, ningún sistema jurídico es capaz de contener
la violencia social. De esta concepción se derivan aquellas que asumen el
fenómeno del crimen a partir de la estructura social, tales como Merton. Este autor
considera al fenómeno criminal como una contradicción entre estructura social y
cultura. Se afirma, como supuesto dentro de este esquema explicativo, que la
cultura (considerada en un momento histórico determinado), propone
determinados valores socialmente aceptados y jerarquizados, que constituyen las
metas sociales generalmente aceptadas. Por ejemplo, el éxito económico y el
bienestar social, constituyen metas que propone el modelo occidental de sociedad,
a los cuales, se supone, todos los individuos aspiran.
33
Ibíd., pág. 109
Por ejemplo, un joven de área marginal, analfabeto o instrucción limitada, cuyos
padres inmigraron del interior de la República de origen indígena y rural, está
objetivamente marginado para alcanzar las metas socialmente aceptadas por los
caminos legítimos. Para él, el condicionamiento para alcanzar el éxito económico y
aceptación social será más fácil por el camino delictivo. De esta manera, la
desproporción entre fines culturales y medios para alcanzarlos en determinados
individuos, constituye el origen y la causa del comportamiento desviado. La
contradicción, entonces, entre fines y medios constituye el origen del delito.
En las décadas del sesenta y setenta del Siglo XX, se construyen otras propuestas
teóricas sobre la delincuencia, inscritas dentro de la reacción social, se incluyen la
teoría del etiquetamiento y la criminología crítica. La primera considera que el
fenómeno delictivo surge a partir de que determinadas personas tienen el poder
para designar qué es delito y qué no es delito, así como también quien tiene el
poder para designar quien es delincuente y quien no lo es. Existe entonces el
reconocimiento de que la sociedad se desarrolla dentro de un esquema “normal”
de conflictividad y violencia social, sin embargo, las agencias políticas y las
agencias de justicia, tienen el poder para designar el fenómeno delictivo dentro de
todo este conglomerado social. Para estas teorías, la criminalidad es producto de
los procesos de criminalización primaria y secundaria, es decir, a través de asignar
qué es delito y quien es el delincuente.
Es importante aclarar que las políticas públicas de reacción y sanción del delito
son por naturaleza violentas. Esto es, para nadie escapa el valorar en términos
materiales, que la detención de personas, el sometimiento forzoso a un proceso
judicial y la privación de libertad en centros específicos para menores de edad,
son actos violentos institucionalizados. En términos más concretos, que frente a la
violencia que genera la acción delictiva, existe una violencia institucionalizada a
través de la justicia penal. Esta última violencia será legítima en la medida en que
cumpla determinadas condiciones, esto es las garantías previstas en la
Constitución y los tratados en materia de derechos humano. En lo que se refiere al
tema de la delincuencia juvenil, además de cumplir con los límites generales, se
agregan aquellos especiales por el hecho de ser joven menor de edad.
De la misma manera, existe una edad mínima, estimada en 13 años, que impide,
en iguales circunstancias, imponer cualquier medida coactiva, en este caso para la
niñez, pues para esta colectividad ni siquiera se ha cumplido lo mínimo del
proceso de socialización, en nuestro caso educación primaria, para que puedan
participar con conocimiento de causas en la valoración de sus actos contrarios a la
ley penal.
Una política criminal de esta naturaleza, está condenada, en el mejor de los casos,
a una parálisis en su efectividad por muchos motivos, ya sea por falta de recursos
humanos capacitados, presupuestos limitados o bien por la carencia de un
respaldo político y social, que concibe la conducta delictual de la juventud, el
síntoma fundamental para construir estereotipos de criminalización por estilo de
vida, en otras palabras, que la intervención tenga como fundamento las
características personales del joven y no la gravedad de los delitos cometidos. A
pesar de estas circunstancias, y aun contando con recursos humanos y materiales
suficientes, estará también en crisis, cuando el Estado, y la sociedad en sus
diversas manifestaciones, apuesta con exclusividad por la política criminal para
responder al fenómeno de la delincuencia juvenil, en especial de grupos, como las
maras y las pandillas, cuya organización parte de la exclusión social. Por esta
razón, es inevitable, que una política criminal con estas características no adquiera
su carácter subsidiario, es decir, se convierta en la única política pública, o la
principal, para responder a la conflictividad y violencia provocada por los jóvenes
que comenten delitos y se encuentren en condiciones especialmente difíciles.
34
Zúñiga, Laura; política Criminal; pag. 211.
35
Rottman, ob. Cit; pag. 132.
36
Para un análisis sobre estas experiencias ver Zúñiga, Liza; la Participación comunitaria en prevención del
delito: experiencias de Marica Latina y Europa.
acciones preventivas llevadas a cabo por las autoridades, y por lo tanto los
resultados de los planes y programas de prevención, principalmente en una
sociedad del consumo, donde la mayoría de los delitos cometidos responden a
lógicas de mercados ilegales.
Por otro lado, el factor humano involucrado en los planes parece tener una
importancia fundamental para el logro de los objetivos planteados. Una última
dificultad estriba en que la mayoría de los casos no se elabora una línea basal
previa a la intervención que identifique la situación de la violencia y delincuencia
antes de la implementación del plan de prevención, por lo que los resultados
obtenidos carecen muchas veces de parámetros de medición de impacto.
En todo caso, parece haber una serie de factores que tienen incidencia directa en
el éxito o fracaso de un plan de prevención, entre estos se encuentran: